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EFECTOS PSIQUICOS EN LOS NIÑOS, DE LOS DEFICITS ORGANICOS DE


SUS PROGENITORES1
Lic. Jorge G. Cantis2 (cantisj@gmail.com)

Introducción

En este trabajo voy a referirme al impacto emocional de los hijos frente a los déficits
orgánicos crónicos de sus progenitores, déficits con un potencial incapacitante. Las
patologías enmarcadas en este trabajo son artritis reumatoidea, luxación congénita de
caderas y colagenopatías aunque podría extenderse a muchos otros tipos de déficits
como por ejemplo: ceguera progresiva, enfermedades neurológicas precoces,
cardiopatías que dan lugar a cronicidad y tumores malignos. Todas estas patologías dan
lugar a un componente discapacitante.

En la tarea analítica de pacientes adultos que padecen las patologías mencionadas me he


encontrado con el pedido de ayuda de sus hijos que manifestaban una serie de
sintomatología psíquica: retracción, aislamiento, tendencia a la adhesividad, crisis de
pánico y estallidos de violencia. En el momento de crisis de la patología orgánica y/o
frente a la decisión de internación quirúrgica se hace dificultosa la derivación a un
analista de niños ya que la familia, y en especial el progenitor con déficit orgánico, no
tiene espacio psíquico para proveer la atención de un analista a su hijo pequeño.

Quizás vale aclarar que los pedidos de ayuda de estas familias o padres no son siempre
manifiestos. Recuerdo por ejemplo un tratamiento psicoterapéutico domiciliario en que
atendí a una señora con luxación congénita de caderas y que padecía crisis de pánico, su
hijo de 4 años al verme expresaba con violencia y manifestaba en forma verbal y
corporal “¿Cuándo vas a curar a mi mamá?”.

Es evidente que en esta praxis uno se encuentra con una serie de obstáculos clínicos
pero ¿qué hacer en esta situación? Si el pedido de Psicoterapia es para el progenitor que
padece la enfermedad orgánica; qué hacer con el hijo o los hijos que piden ayuda.

Por tal motivo y trabajando estratégicamente he decidido realizar sesiones vinculares


con padres con déficits orgánicos y sus hijos. En otras oportunidades también convoqué
a sesiones familiares.

En síntesis: la situación problemática podría resumirse en estos términos. Trabajando


con los padres me encuentro con los hijos no derivables por el momento. A veces en las
familias no están dadas las condiciones para derivar, dado que no existe suficiente grado
de diferenciación entre sus miembros, pero al cabo del proceso terapéutico se hace
prácticamente imposible continuar asistiendo a todos ellos lo cual es indicio de mejoría.

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P ub li ca do e n A ct ua l ida d P s i co ló gi ca Nº 2 1 8 , 1 9 95 .
2
P r es i d ent e AS AP P I A. C oor di na dor Ár ea d e Dis ca p a ci da d AS AP P IA, P r of es or T it u la r e n la
C a r r er a d e Es p e c ia l iz a ció n e n P s i c ol ogí a C lí ni ca d e la D is ca p a ci da d ( F a c ult a d d e P s i c ol ogí a
UB A) , P r of es or T it u la r en la Li c e n cia t ur a d e F on oa u di ol ogí a ( F a cu lt a d d e M ed i ci na UB A) y
P r of es or T it ula r e n la M a es t r í a “ P r ob lema s y P a t ol ogí a s d el D es va li m i ent o” ( UC ES ) .
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La decisión de sesiones vinculares no es compulsiva y está en relación con el momento
de la enfermedad física del progenitor y con el momento evolutivo del hijo.
Por más que el niño haya experimentado una evolución adecuada a su edad cronológica
el hecho de que aparezca en uno de sus progenitores una enfermedad repentina e
incapacitante promueve una regresión a estados muy tempranos.

Este proceso se acentúa en aquellos niños cuya evolución no ha sido satisfactoria,


vuelve a fijarse en sus propios puntos de fractura.

En ocasiones el niño inaugura paralelamente nuevos síntomas, es decir, que ambos


fragmentos se combinan.

Viñeta Clínica

Paciente mujer de 40 años con artrosis bilateral. Decide su primera operación ya que
cada vez caminaba con mayor dificultad, arrastraba los pies y los dolores eran cada vez
más intensos. La operación fue desafortunada y no tuvo éxito y como consecuencia de
ella la señora quedó inmovilizada y necesitaba muletas para trasladarse. El tratamiento
psicoterapéutico, que debió ser domiciliario, comenzó a los tres meses de esta operación
desafortunada.

En la primera sesión al llegar al domicilio observé que no hay timbre en la casa a pesar
de contar con una verja separada de la puerta de entrada. A efectos de hacer notar mi
presencia recurrí a dar unas palmadas para llamar la atención de los habitantes de la
casa.

Luego de un rato y con extrema dificultad la paciente apoyada en sus muletas,


entreabrió la puerta principal y arrojó las llaves de la verja, las cuales por falta de
impulso cayeron a mitad de camino obligándome a trepar la reja e introducirme de esa
forma en el jardín para alcanzar la llave.

La situación nos lleva a sacar las siguientes conclusiones: la paciente estaba pidiendo un
analista sin artrosis, sin obesidad y con un determinado despliegue muscular, aspecto en
el cual proyecta claramente en él una omnipotencia motriz. En segundo término ponía
de manifiesto su actitud, un marcado aislamiento del cual el analista debió esforzarse
por sustraerla.

En esta primera etapa del tratamiento analítico la paciente lloraba sin interrupciones. Se
encontraba encerrada en un dolor rabioso.

La falta de timbre en su casa denunciaba su encierro (¿y por qué no el familiar?).

Sus lágrimas sustituían un llanto como llamado, común en las neurosis traumáticas y
que corresponde al período de vigencia del trauma. Es una forma de crearse una barrera
antiestímulos frente a la convocatoria de la realidad. Como si la paciente se envolviera
en su llanto y les pidiera a los demás que no se vuelvan estimulantes. Un llanto como
compulsión a la repetición, como un dejarse morir, como bajar los brazos.
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En este contexto de llantos incontenibles el único familiar que la escuchaba y se
acercaba era su hijo de 4 años (cabe agregar que en la casa vivía su esposo y una hija de
9 años).

El niño se acercaba constantemente a la madre, le preguntaba qué le pasaba y le decía


“ya te vas a curar”. Muchas veces la paciente verbalizaba en la sesión que el niño se
abrazaba a las muletas, otras veces escondía las muletas detrás de las puertas para que la
madre deje de llorar y en otras oportunidades la paciente manifestó “El me quiere hacer
sentir normal. El me toma de la mano y me dice: parate, caminá, él parece el médico,
yo la niña”. El hijo funcionaba como “timbre” para la familia.

Inversión de la Función y la Capacidad de Revèrie y su Relación con el Desempeño


Motriz: Sobrecompensación

En el caso expuesto podemos advertir cómo se manifiesta el concepto de “niño-padre”;


la inversión de la capacidad de revèrie, la inversión en cuanto a quién hace de cuerpo
maduro para el otro. En realidad, evolutivamente, eso pasa a la inversa, en que la madre
hace de cuerpo maduro para el hijo que todavía es neurológicamente inmaduro,
inmaduro en su biología. Acá este proceso está invertido.

En esta problemática aparecen dos temas:


A) La inversión de la capacidad de revèrie de estado somático de la madre, esto
se ve mucho en la sobreadaptación.
B) El otro tema es hacer de cuerpo saludable poderoso, de musculatura sana
para alguien desvalido.

Esta sobreadaptación cambia en el marco extrafamiliar donde, por ejemplo, en la


escuela, aparecían dificultades con el grupo de pares.

Esta sobreadaptación es una alternativa del niño con un progenitor con un déficit
orgánico incapacitante pero también hay otra alternativa que es la identificación con el
desvalido y que lo lleva a buscar que lo compadezcan como al progenitor desvalido, o
sea, que la lástima al progenitor se vuelve y se transforma en autolástima (Volveremos a
este tema más adelante en este mismo trabajo).

Retorno de un destino orgánico. Identificación con el déficit

Una paciente de 38 años con Lupus, comenta y recuerda con dolor a su madre que tenía
artritis reumatoidea, quien la crió y dirigió su casa desde la cama. En sus recuerdos
infantiles aparece el deseo de ser renga como la madre cuando fuera mayor. Su análisis
comienza por su imposibilidad de ir a trabajar, sus molestias eran cada vez más intensas,
se entumecía y experimentaba dolores articulares que por lo general estaban asociados a
situaciones de tensión tanto displacenteras como placenteras (ejemplo: un viaje,
graduarse en una profesión). Otro aspecto de su sintomatología era el insomnio y esto
fue trabajado analíticamente como un proceso de identificación con su madre postrada
en la cama en forma permanente. En la madre y en la hija el insomnio estaba ligado a un
fuerte componente paranoico que no llegaba a expresarse como tal pero estaba
relacionado con el ejercicio del poder sobre la motricidad de los otros: cómo hacer que
el otro haga. Esta lógica se da en pacientes que tienen una fijación anal, una palabra
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inductora que se apodera de la motricidad del otro. En la madre y en la hija había este
tipo de organización psíquica y por lo general ligada a la envidia y a la fantasía de
venganza.

Había una paranoia relacionada con una madre permanentemente insomne manejando
toda la motricidad de los demás. Ejercía un poder enorme desde la cama sobre la
motricidad ajena. La madre era la dueña de la motricidad del otro y esto está
relacionado con la palabra acto.

El insomnio aparece como imposibilitado de procesarse, es como si tuvieran un delirio


que no termina de desplegarse y en su lugar aparece la manifestación psicosomática.

La madre de esta paciente falleció cuando ella contaba con 12 años y ésta fue mandada
a vivir con una tía materna. A partir de ahí se dio un vínculo de sometimiento de la
paciente a esta tía materna. Generalmente ocurre que el vínculo paranoico se da en el
nivel de la madre con su hermana y la paciente pasa a ser “la sirvienta de su tía”. Ella
tiene que ver con el duelo de su madre, tramitado por la paciente en el marco de la
humillación y la vergüenza.

Pudo haber habido, cuando vivía con la tía por el vínculo de sometimiento, la confusión
de lo familiar con lo extraño y viceversa. Lo extraño se vuelve familiar ejerciendo
violencia sobre el sistema inmunitario. Es un tipo de siniestro orgánico, no es un
siniestro de tipo psíquico.

En la paciente se observaba una notable sobrecompensación como defensa frente a la


autoestima. En la sobrecompensación se advierte el precio que la misma tiene, que es el
desarrollo de una afección psicosomática grave. En este caso el Lupus.

Se ve el retorno de un destino organizado como algo promovido por la


sobrecompensación.

La identificación con el déficit de su madre en esta paciente aparece no como fuente de


su manifestación somática severa sino que en ella podemos hablar de un retorno de un
destino orgánico. La identificación toma la consecuencia pero no la causa.

Autolástima ligado con el rasgo de carácter

Otro de los sentimientos expresados en los niños frente a los déficits orgánicos de sus
progenitores es la autolástima.

La autolástima está relacionada con la autocomplacencia en el lamento y la tendencia a


provocar lástima en el otro, con lo penoso que le resulta desgarrarse de ese lugar.
En el autolamento encontramos sentimientos de vergüenza, cinismo, humillación y
envidia.

En esta situación el niño está en la misma línea del familiar desvalido, solicita que le
digan “pobrecito” y le tengan compasión.

La autolástima la he observado en varios gráficos de niños registrados en la clínica.


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Una niña de 9 años, cuya madre padecía secuelas óseas debido a una luxación congénita
de caderas, realiza en una sesión vincular un dibujo que consistía en copiar una muñeca,
al terminar el mismo aparece en la hoja reproducida la muñeca con una pierna torcida y
más corta.

Frente a un señalamiento del analista en relación con las características del dibujo, la
niña se sintió impactada ya que habiendo sido su objetivo copiar una muñeca sin déficit
no pudo evitar expresar la representación que internamente llevaba del cuerpo de su
madre.

En este mismo dibujo se observa una notable fragilidad en el trazo de la mano del
mismo lado de la pierna torcida y más corta.

Así como representa una pierna más corta que la otra, dibuja un equivalente en cuanto a
la cortedad; se da una falta de firmeza en el trazo de la mano izquierda. Esto da para
pensar sobre algunos problemas de lateralidad.

En relación con esto es pertinente citar a Geneviere Haag (1) que plantea que en un
principio en los niños la mitad del cuerpo, siguiendo el eje vertical, permanece
fusionado al cuerpo materno.

Frances Tustin (2) dice que en los niños autistas hay una “partición binaria en el sí
mismo corporal” “encapsulación que intenta mantener juntas estas dos partes del
cuerpo”.

El fragmento de la niña se mantiene no diferenciado todavía al cuerpo materno. Uno de


los aspectos displacenteros a tener en cuenta en la autolástima es la vergüenza y la
venganza. En la venganza el paciente tiene la sensación de que alguien se está burlando
y esto está relacionado con la imagen especular. “La venganza tiene que ver con el
erotismo anal primario”, David Maldavsky (3), hacerle a otro lo que uno padeció. Hay
un componente paranoico y el afán reivindicatorio ligado al sentimiento de injusticia.

El afán reivindicatorio incluye en gran medida el componente motriz, de la


transformación de lo pasivo en activo motrizmente, está muy ligado a la problemática
de la venganza y la humillación. Lacan nos habla de la imagen especular que está ligada
a la coordinación motriz. Uno ve en la imagen especular anticipadamente la posterior
unificación motriz.

Entonces cuando fracasa la coordinación motriz se pierde la imagen y ello está muy
ligado a la vergüenza y al problema de la imagen.

En todos los casos clínicos mencionados en este trabajo, como también en otros donde
los niños le hacen de imagen a la madre, existe todo un problema con la vergüenza
ajena.

Cuando se tiene un deseo exhibicionista, como existe el temor a la burla, uno inhibe ese
deseo.
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En lugar de mostrarse se calla, se frena. Eso ocurre cuando el motivo de la vergüenza es
el propio deseo exhibicionista.

Pero a veces uno no puede inhibir el motivo de la vergüenza porque el mismo es


exógeno. Recuerdo que varios con padres con enfermedades con secuelas
incapacitantes: hemiplejías, cegueras progresivas, sorderas progresivas, no invitaban a
sus amigos a sus casas por vergüenza del familiar con déficit.

En estas situaciones se produce una caída de la imagen muy difícil de inhibir. La


vergüenza ajena se presenta en muchas casas como una vergüenza no inhibible.

He observado también en los niños que al estar al lado del progenitor con déficit
padecen un sentimiento de ridículo, de temor a que los compañeros del colegio se
puedan burlar.

Recuerdo que un niño verbaliza en sesión su furia por sus compañeros ya que imitaban
el caminar defectuoso de su padre (con secuelas de polio).

Como síntesis podemos decir que la imagen especular es el punto de partida por el cual
se plasma la coordinación motriz.

Hay una relación entre erotismo anal, desempeño motriz e imagen especular. Son tres
elementos que van coordinados. El erotismo anal se liga vía motilidad aloplástica, la
motilidad aloplástica se liga vía imagen especular.

Ese es el camino en la fase anal, cuando se pierde la imagen especular se pierde la


coordinación motriz y el erotismo anal queda sin ligar. Entonces ese erotismo anal se
expresa como estallidos de humillación y de vergüenza.

“También encontramos estallidos de violencia. En esta clínica se manifiesta una


violencia pasiva: la falta del desempeño motriz en la que no hay gritos, ni golpes. En
este tipo de violencia aparece una adhesividad esclavizante entre el progenitor con
déficit y su hijo”. Jorge G. Cantis (4). Me refiero a esos niños o adolescentes que no
hacen ninguna salida exogámica por no abandonar a su familiar desvalido.

Siguiendo con el concepto de autolástima se podría conceptualizar a la misma como una


posición en la cual uno reclama algo a alguien, uno se cree con derecho a pedirle a la
realidad que a uno lo trate de manera especial.

Sigmund Freud (5) en las “Excepciones” cita el monólogo introductorio de Ricardo III
de Shakespeare. Dice Gloucester, el que después es coronado rey:

“Más yo, que no estoy hecho para traviesos deportes ni para cotejar a un amoroso
espejo; yo, que con mi burda estampa carezco de amable majestad para pavonearme
ante una ninfa licenciosa.
Yo, cercenado de esa bella proporción, arteramente despojado de encantos por la
naturaleza deforme, inacabado, enviado antes de tiempo al mundo que respira; a
medias terminado, y tan rengueante y falto de donaire que los perros me ladran cuando
me paro ante ellos, (…) y pues que no puedo actuar como un amante frente a estos
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tiempos de palabras corteses, estoy resuelto a actuar como un villano y odiar los
frívolos placeres de esta época”.

Esta cita de Freud nos hace pensar que en la autolástima se encuentra el sentimiento de
injusticia y la reivindicación.

Al respecto David Maldavsky (6) dice “que la complacencia en la autocompasión


aspira a convocar la lástima de interlocutor y va acompañada de la convicción que éste
responde con burla de un modo cínico o canalla”.

En la autolástima hay un problema con el duelo y exige que el duelo lo haga el otro por
perder el interlocutor. Si la madre o el padre con déficit está en un lamento
autocomplaciente, el hijo siente lástima por ellos pero después, ante terceros, él se pone
en lastimero igual que sus padres. Esto tiene que ver con la “caracteropatía familiar”.
Jorge G. Cantis (7).

La autolástima es una forma de interferencia en el duelo.

Empiezan haciendo un proceso de duelo y lo transforman en lamento, es que ya


suponen que la realidad les debe algo y ellos no tienen nada que duelar. Entonces los
vínculos que se establecen en estas familias son vínculos por deudas y por compasión y
no vínculos por amor y ternura.

Cuando aparece la lástima o buscan que le tengan lástima no aparece el duelo. Entonces
todo queda inmerso en el marco de las caracteropatías sociales y no problemas
psíquicos. Todo se extiende al problema social.

Esta lógica se observa en la clínica cuando los progenitores con déficit después de un
período importante de licencia laboral por su enfermedad vuelven a la tarea, hay un
temor que los demás hagan algo por lástima o se burlen. También encontramos
estallidos de furia cuando lo convocan a trabajar ya que tienen que salir del estado de
autolástima y de envidia. Paradójicamente también aparecen estallidos de furia por no
ser convocados.

Como cierre en este trabajo podemos mencionar que la inversión de la capacidad de


revèrie, la identificación con el déficit y la autolástima son solamente algunos de los
fragmentos que se ponen de manifiesto en la clínica de niños con progenitores con
déficits orgánicos.

En próximos trabajos abordaré otros fragmentos observados en la clínica con esta


temática, entre los cuales cabe mencionar: el asco, el horror y el displacer estético.
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Bibliografía

1. Haag, Geneviere (1993): “Contribución a la compresión de las identificaciones en


juego en el yo corporal”. Revista de Psicoanálisis. Tomo L Nº1.
2. Tustin, Frances (1987): “Estados autísticos en los niños”. Editorial Paidós.
3. Maldavsky, David (1988): “Estructuras narcisistas. Constitución y
transformaciones”. Amorrortu Editores.
4. Cantis, Jorge G. (1993): “Estallidos de violencia en la clínica con niños y
adolescentes: lenguajes en clave”. Cuartas Jornadas Universitarias Nacionales de
Fonoaudiología (Facultad de Medicina, UBA).
5. Freud, Sigmund (1916): “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo
psicoanalítico”. Las “Excepciones”, Amorrortu Editores.
6. Maldavsky, David (1988): “Pesadillas en vigilia”. Amorrortu Editores. En prensa.
7. Cantis, Jorge G. (1993): “Tener un hermano discapacitado. Consideraciones
teórico-clínicas”. Actualidad Psicológica Nº211.

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