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EMBAJADA DEL
REINO DE EOS PAISES BAJOS IICACION
Juana Azurduy de Padilla 1825
grupo editorial
Ó Beatriz Rossells
mes
EN LA HISTORIA DE BOLIVIA
IMÁGENES Y REALIDADES DEL SIGLO XIX
(ANTOLOGIA)
Embajada del
Sol de Intercom unicación Reino de los Paises Bajos
La Paz - Bolivia
Primera edición: 2001
Depósito legal:
4-1-1653-00
“Las Mujeres en la historia de Bolivia
Imágenes y realidades del siglo XIX (Antología)"
Beatriz Rossells
Sol de Intercomunicación
Grupo editorial
Av. República 1584
Tel 384010 Cas. 6535
La Paz - Bolivia
Impreso en Bolivia
Printed in Bolivia
2001
A mi madre,
Esperanza Montalvo de Rossels,
la infaltable,
la jardinera,
la bienamada
INDICE
PRESENTACION
PRIMERA PARTE 25
INTRODUCCION
]. Las heroínas y el imaginario nacional 27
2. Leyes y tribunales para las mujeres de la nueva República 33
3. La participación de las mujeres: oficios, ocupaciones, actividades 44
y propiedades
4. “Esta herniosa mitad del género humano”. Prescripción civil y eclesiástica 62
5. La representación literaria 70
Representaciones y visiones masculinas sobre las mujeres
6. Representaciones y visiones de mujeres 76
7. Formas de ver desde afuera: visión de viajeros 86
8. Formas de ver desde adentro: la escritura privada 91
9. Formas de ver: iconografía femenina del siglo XIX 93
10. La educación y emancipación de la mujer: 96
los vientos del liberalismo finisecular
SEGUNDA PARTE
ANTOLOGIA 105
FUENTES PRIMARIAS 107
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2. CARTAS DE MUJERES
• Carta de Juana Azurduy de Padilla a las Juntas Provinciales de 172
Salta Formosa, 1825
• Súplicas de una monja desde una celda al General Antonio José de 173
Sucre, 1827
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sea s QÁ újjeres en la h isto ria de B o livia - Imágenes y realidades d e l sig lo X IX
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PRESENTACION
Beatriz Rossells
V
olver los ojos hacia 500 años atrás en lo que fue el pasado de Bolivia, en relación
a una temática determinada parece a primera impresión, un objetivo muy
ambicioso. No es impropio, sin embargo, imponerse en este fin de siglo un examen de
cambios, continuidades y rupturas, pues como nunca antes en la historia de la humanidad,
se puede contar con los recursos tecnológicos y mediáticos como para conocer y calibrar
el pasado. El fin del milenio y el inicio de uno nuevo, convocan a sopesar los cambios
que el paso del tiempo ha producido en nuestra sociedad.
En su obra Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos, Georges Duby
rastrea los miedos humanos universales a fines del año 1.000. Esas gentes temían a la
miseria, a las epidemias, a la violencia, al otro y al más allá. Transcurridos diez siglos,
cuántos de aquellos temores se han mantenido, plasmándose con mayor fuerza en la
realidad? Podríamos decir que todos, pese a los inmensos avances en otros aspectos de
la vida humana: la miseria de gran parte de la humanidad, como contraparte de la
pequeña sociedad de la abundancia; las epidemias sustituidas por las enfermedades
incurables; la violencia masificada con novísimas armas y la violencia intrafamiliar
recién reconocida, que constituyen el pan de cada día en el mundo entero; el miedo al
más allá sigue empujando a millones de seres a perseguir respuestas desde la magia
hasta el extremo fundamentalismo; el miedo a la violencia es contiguo del miedo al
otro, y continúa provocando en la mente humana toda suerte de soluciones, general
mente más dañinas que el propio terror que las engendró, pasando por ideologías,
dogmas, enajenaciones, sectarismos en franca negación de las cualidades positivas
que también posee la especie humana. Entre los miedos al otro, está el machismo,
junto con el egocentrismo, el racismo, el clasismo, el nacionalismo, el patriarcalismo,
la xenofobia, el sexismo y muchos otros sectarismos y prejuicios. Marcela Lagarde,
desde la cultura feminista, examina el miedo de género, instaurado entre hombres y
mujeres durante el milenio patriarcal. El miedo que impide a hombres y mujeres en
frentarse a las tantas enajenaciones que los separan y que inducen a las segundas a la
obediencia, la sumisión y la repetición. Enajenaciones que han construido “sexualida
des femeninas y subjetividades en las mujeres, centradas en ser-para-otros, apropiadas
por seres-de-otros- subordinadas a otros”, merced a “la expropiación principal, la del
cuerpo”. La dominación construida sobre el sexo continuó durante este milenio que
termina, pero escondida a través de mecanismos que impidieran la presencia de muje
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res en los niveles de poder político y de sus instituciones para que aceptasen la suje
ción y la inferioridad como su propia naturaleza, el analfabetismo como una inocencia
de género, la violencia como mal humor y la culpa como una segunda piel...Y mascu-
linidades, culturas contenidas en las identidades de los hombres, que organizadas en
tomo a jerarquías y ataduras verticales a la ley del padre, conservan idéntica la viven
cia de ser hombre, para millones de ellos, centrada en ser el paradigma de lo humano,
tener el poder sobre otros y la dominación sobre las mujeres (1).
El establecimiento, consolidación o sustitución de mitos y normas sociales
puede durar siglos o milenios. En las relaciones entre los sexos y entre las generacio
nes, la estructura que constituye la familia y el hogar, es de una resistencia pétrea. Las
características principales de la llamada familia tradicional occidental -monogamia,
exclusividad, superioridad del marido sobre la mujer y los hijos y de las generaciones
mayores sobre los jóvenes- se han mantenido por siglos. Según Eric Hobsbawm, sólo
en la segunda mitad del siglo XX, se puede hablar de una revolución cultural que
implica un cambio vertiginoso en la concepción de la familia tradicional, sobre todo en
los países occidentales con influencia católica. La crisis de este modelo de familia está
vinculada a importantes cambios en las actitudes públicas acerca de la conducta sexual,
la pareja y la procreación, tanto en el nivel oficial como extraoficial. Las transforma
ciones más importantes datan de las décadas de 1960 y 70 en la que ocurre una libera
ción extraordinaria de las costumbres sexuales y se configura una cultura juvenil inde
pendiente hegemonizada por la industria norteamericana (2). Lo que significa que has
ta 1950 el molde familiar y femenino en el mundo occidental, incluyendo los países de
América Latina, continuó dependiendo de las tradiciones del siglo pasado.
En Bolivia, a partir de 1980 se han realizado diversos estudios sobre la mujer,
pero son escasos los trabajos de carácter historiográfico. Es pertinente anotar que un
antecedente inmediato de esta Antología es la serie Protagonistas de la Historia publi
cada por la Coordinadora de Historia y la Subsecretaría de Asuntos de Género (1997),
uno de los primeros intentos sistemáticos de escribir historias de mujeres de distintos
horizontes cronológicos, geográficos y sociales, que produce tanto biografías indivi
duales de mujeres sobresalientes como biografías colectivas de mujeres de la servi
dumbre, siglo XVI, o terratenientes del siglo XX. En una lectura de conjunto de las
biografías colectivas de esta serie, se constata un elemento transversal a todas ellas, el
de “los espacios femeninos” en los cuales las mujeres se encontraron y participaron en
distintas actividades. “Es decir que fue mucho más evidente ver dónde estaban que
quiénes eran, en la medida en que fue casi imposible escuchar a las mujeres. No perci
bimos su voz sino sus huellas: aquí en testamentos, en contratos de trabajo, en juicios,
allá en las sentencias de castigo, en planillas de trabajo, en periódicos y telegramas....
Solo en algunos casos ellas contaron personalmente sus historias. Tratando de escu
charlas fue que los sitios que habitaban y las relaciones que construyeron, surgieron
como espacios donde imprimieron sus huellas fragmentarias de su presencia en la his
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K ^ v f l l j o t C S en *a h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
toria. De esta manera los espacios se volvieron los referentes principales de nuestra
lectura” (3).
La presente Antología se plantea un amplio horizonte cronológico, geográfico
y social, con contenidos y objetivos distintos. Precisamente, intentamos presentar “las
huellas” de las mujeres y sobre ellas: testamentos, contratos, leyes, descripciones, car
tas, fotografías, novelas, artículos de prensa, poemas, imágenes, es decir, documentos
primarios al alcance del lector de y sobre mujeres de distintas épocas históricas del
país. Este propósito tiene que ver con las dificultades inherentes a la aproximación
entre el lector del gran público e incluso el docente, universitario o político y el docu
mento primario, generalmente inaccesible, salvo para el investigador que se introduce
en los archivos y las bibliotecas con un proyecto específico. Creemos que la posibili
dad de tener entre manos, piezas o fragmentos que constituyen las huellas mismas de
mujeres del siglo XVI o del XIX, datos a veces contradictorios en relación con las
diversas fuentes y fundamentalmente con la historia oficial, enriquece el conocimiento
del mundo femenino que hasta hace poco fue considerado de escasa o nula importan
cia. Por ello, los libros o artículos escritos sobre la mujer eran apenas apéndices de las
historias generales, entendidas fundamentalmente como historias protagonizadas por
el varón, es decir historias masculinas. Como sostiene Julián Marías “La historia se ha
escrito como si no hubiera más que hombres, con una nota al pie de página que nos
dice que también hay mujeres, porque si no, no marcharían las cosas”.
Esas historias generales tradicionales han privilegiado el tema político, al tema
del poder, monopolizado por los hombres. Sin embargo, la historiografía de los últi
mos años ha disminuido su interés por el estudio de la vida política como objeto
central, enfatizando más los aspectos de la vida cotidiana, incidiendo incluso en lo
personal. Esa mirada a la vida cotidiana descubrió el mundo interior, privado, domés
tico en que pareció natural incluir a la mujer.
La presente Antología recupera documentos, datos de la realidad, imágenes y
percepciones no sólo del ámbito doméstico sino de la vida social económica, política y
de las representaciones simbólicas que se han producido sobre la mujer en el territorio
conocido hoy como Bolivia. Aunque esta búsqueda ha intentado en lo posible cubrir
ampliamente la diversidad en espacio geográfico, social y étnico, una gran parte de los
testimonios encontrados corresponde a las mujeres de estratos dominantes en detri
mento de mujeres de otras condiciones sociales, campesinas, artesanas, indígenas. Se
ha tratado de corregir este desequilibrio al igual que el que se produce en relación a la
documentación ciudad/campo, siendo esta última menos accesible. Pese a estas limita
ciones, esperamos que este trabajo de recopilación, contribuya a acrecentar la informa
ción disponible sobre las mujeres.
Los textos obtenidos, algunos ya publicados y conocidos y otros inéditos, se
han integrado unos con otros siguiendo la interacción de la realidad de la que provie
nen, organizados en capitulos y relacionados con ámbitos o espacios de participación
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femenina de orden laboral, social o cultural, se intercalan con los datos de la ley, los
fondos judiciales y la literatura preceptiva civil y eclesiástica. La Antología ha sido
dividida en tres volúmenes correspondientes a los períodos Colonial, Republicano y
siglo XX y hasta 1950. Cada volumen está precedido por una introducción que es un
análisis de la situación femenina en cada época basado en los documentos que presen
tan y contextualizado en las condiciones estructurales históricas de la sociedad. A la
vez se ofrece una información mínima para facilitar la lectura de los documentos.
La finalidad de este trabajo de recopilación es dar a conocer la situación de las
mujeres en Bolivia en diferentes períodos de la historia a través de datos y documentos
primarios. Interesa dar visibilidad y valorizar la producción de los distintos sectores
elitarios y de origen popular, masculino y femenino, conservador y progresista sobre
el papel de las mujeres y los cambios que han ocurrido en más de medio milenio.
Pensamos que el mayor conocimiento del imaginario y la realidad contribuirá a supe
rar continuamente la situación de inequidad e injusticia en que viven la mayor parte de
las mujeres en el país.
Para avanzar hacia una historia de las mujeres es necesario apelar a metodologías
y planteamientos innovadores, a formular preguntas originales que hagan visibles a las
mujeres como sujetos históricos y que averigüen el significado concreto para ellas de
las permanencias y los cambios históricos, observando las diferencias entre los sexos.
Uno de los aportes más importantes para la historiografía de las mujeres es la categoría
sociocultural de género, como herramienta analítica que establece que las relaciones
entre los sexos no están determinadas por lo biológico, sino por lo social, y, por lo
tanto, son históricas. El término género supera esa concepción limitante y permite la
visibilidad de los valores, costumbres, actividades y sus representaciones sociales tan
to de los hombres como de las mujeres y de los roles que se establecen para lo mascu
lino y lo femenino como un conjunto de normas y prescripciones que se construyen ,
imponen y transforman o reproducen en el tiempo (4).
La noción de género y diferencia y la reflexión sobre la especificación histórica
de las formas en que se construyen las relaciones entre lo femenino y lo masculino
sustituyó la categoría universal de “mujer” que no contribuía a la comprensión de la
construcción simbólica o social de las diferencias de género. La especificidad histórica
es fundamental para alejarse de las categorías y nociones ahistóricas y esencialistas
que hacen ver una realidad concreta como inmutable. Es conveniente superar el térmi
no “mujer” y referirse a “las mujeres”, categoría sujeta a variaciones temporales, a
espacios y tiempos determinados. Con el mismo fin, resulta necesario medir con otras
categorías del análisis social como la clase, la etnia, la raza, la edad, en el entendido de
que las mujeres pertenecen a diferentes clases sociales y no conforman una clase
oprimida homogénea, pueden pertenecer a distintos grupos de edad y etnias diferentes.
Todas estas categorías les otorgan una ubicación diferencial.
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C Mujeres en la h isto ria de B o livia ■Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo X IX
El largo período revisado permite ver los resultados de la fractura que significó
la Conquista española de un modo de vida propio de las sociedades andinas, y una
norma impuesta por 400 años, que empieza a erosionarse en las postrimerías de la
Colonia. La “Conquista” española abrió un largo período de reinado del hombre
blanco sobre la población indigena a través de mecanismos e instituciones diferencia
dos para hombres y mujeres. El orden sacralizado por la iglesia y legitimizado por las
leyes significa una articulación de poder en tomo al varón, manifiesto no sólo sobre las
mujeres y los hijos, sino también sobre los dependientes, individuos de la población
sometida, la mayoría indígena. En el proceso de dominación se implantaron nuevas
formas de relacionarse entre hombres y mujeres: españoles, indígenas, mestizos y
otros, modificando incluso las existentes previamente entre los indígenas. A este nue
vo relacionamiento se dirige la búsqueda de “una historia del género en donde lo im
portante sería la modificación de la relación entre los individuos que se insertan en un
sistema de poder en razón de sus diferencias biológicas, su clases, su etnia, las cuales a
su vez son construcciones sociales, políticas, ideológicas, procesos con características
y temporalidad específicas” (6). El poder no es entendido exclusivamente como poder
político, sino como capacidad de articulación y representación. Interesa comprender
las relaciones de género en los distintos ámbitos de la vida social en que se manifies
tan, en la cultura, como espacio en el que se producen y reproducen los valores y
representaciones, en los sistemas económicos, sociales y políticos y en la interrelación
de éstos.
La iglesia, como poder indiscutible, junto al Estado al servicio de una clase
expoliadora de las mayorías indígenas son el marco histórico en el que se desenvuelve
la acción y participación de las mujeres adscritas y determinadas por clases, género y
etnia. Determinadas a movilizarse en un mismo ámbito social, limitado por jerarquías
omnipresentes, las mujeres encuentran sin embargo formas de escabullirse de las pro
hibiciones explícitas o implícitas y con la fuerza de los hechos transgreden constante
mente el molde patriarcal a través de numerosas formas generadas por la necesidad. La
incorporación forzada de la población nativa a formas culturales totalmente distintas
fue un acto de violencia que dejó una impronta secular de distintas características. De
allí partieron asimismo, nuevas modalidades a las que retomaban los parámetros andinos
a través de manipulaciones y negociaciones.
El mercado intemo quedó prácticamente en manos de las mujeres mestizas e
indígenas y ellas conformaron también el servicio doméstico, explotación específica
de las mujeres subordinadas. La familia emerge como la institución articuladora de
este modelo patriarcal y autoritario, única proveedora de identidad a la mujer como
hija, esposa o madre. Es a la vez un instrumento de alianzas políticas y de consolidación
del orden establecido.
De ese medio milenio surgen imágenes de mujeres imposibilitadas de “ser”
fuera de las relaciones familiares, a la espera de un destino inminente y eterno, salvo la
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O ÍÚ IJ 61'6 5 en la h isto ria de B olívia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
Notas
1. Marcela Lagarde, “Mujeres y hombres, feminidades y masculinidades al final
del milenio” en Mujer y género: Potencial alternativo para los retos del milenio, Uni
versidad Centroamericana, Managua , 1997, pgs. 154-5.
2. Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 1998.
3. Barragán, Lema y Medinaceli, “De Barzolas y Barzolas. Lecturas de los espa
cios. femeninos en Protagonistas de la Historia” Historias, 1 La Paz, 1997, pg. 213.
4. Ana Lidia García, Problemas metodológicos de la historia de las mujeres: la
historiografía dedicada al siglo XIX mexicano, UNAM, México, 1994.
5. Jcan Franco, Las conspiradoras. La representación de la mujer en México. Fon
do de Cultura Económica, México, 1993, pgs. 12-13.
6. Carmen Ramos Escandón, «La nueva historia, el feminismo, la mujer en Género
e Historia» Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora”, México, 1992, pg. 25.
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Nuestro reconocí/, tiento a Mariano Baptista Gumuciopor su aporte
en los inicios ael Proyecto, a los directores y personal de los
archivos y bibliotecas en las que los investigadores obtuvieron los
materiales: Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Archivo
Histórico de Potosí de la Casa Nacional de Moneda, Archivo de
La Paz, Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés,
Archivo Arquidiocesano de Sucre, Archivo Histórico de la Casa
de la Libertad, Archivo Arzobispal de La Paz, Archivo Arzobispal
de Arequipa, y al Ing. Alberto Vasquez. A la Lie. Ximena Medinaceli
por la lectura crítica de los trabajos y sus valiosos comentarios. A
la Embajada Real de los Países Bajos por el apoyo económico a
la realización de esta Antología.
PRIMERA PARTE
INTRODUCCION
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donde podían reunirse los hombres públicos involucrados en los alzamientos, incluso
de distintas clases sociales, para intercambiar información y tomar acuerdos.
La agitación de multitudes y la actuación en las tribunas públicas es una prácti
ca frecuente de las mujeres, dada su exclusión de las organizaciones políticas. Las
tribunas públicas tienen una función política primordial en la mentalidad popular. Les
pemiite mezclarse en la esfera política “de un modo a la vez concreto y simbólico”
(Godineau, 1993:28). Cuando lo hacen, actúan en representación de las mujeres, pero
también de la sociedad y a nombre de la patria, y exigen y exhortan a los revoluciona
rios, les dirigen arengas de conmovedor contenido, mencionan la ignominia de la do
minación, los ultrajes a la patria, el humillante yugo, ofreciendo su propio sacrificio y
su acción a través de todos los medios. Instan a los guerreros a la acción en el campo de
batalla hasta sellar con la sangre la libertad. Así actúa por ejemplo, Mercedes Tapia al
entregar alhajas a los patriotas argentinos a su ingreso a la ciudad de La Plata (1810).
El general español Pezuela en su memoria militar (1813) relató de esta manera
la entrega de la mujer paceña a la revolución de julio de 1809: “fue la más acérrima
defensora de la independencia, llegando a tal extremo que las mujeres tomaron el más
acalorado partido, abandonaron la religión, prostituyeron el pudor y finalmente vivie
ron con el mayor desenfreno, hasta el 11 de octubre del mismo en que la recuperó el
ejército real pacificador al mando del brigadier Goyeneche” (Costa: 1977:16). Las nor
mas jurídicas coloniales no permitían la participación femenina en el campo de la
política, que era particularmente incómoda al romper la división sexual imperante. Por
ello, las represalias contra las mujeres que habían participado en las matanzas de sep
tiembre de 1814 fueron dirigidas a mellar los sentimientos femeninos con caracterís
ticas de represión sexuada (paseo públicos con la cabeza rapada, o el cuerpo desnudo,
violaciones), prisión y finalmente la muerte (Seoane, 1997: 69) Las relaciones fami
liares y sociales, su pertenencia a la élite colonial y su habilidad para las negociacio
nes salvaron de tales penas a algunas de ellas. Las mujeres y las familias sufrieron la
feroz respuesta de los realistas: destierro, cárcel, confiscación de bienes, humillacio
nes, personales, castigos crueles. Sólo las personas muy adineradas, bien relacionadas
pudieron salvar la hacienda o la vida. Las ciudades y el campo fueron afectados por la
desolación, el miedo y la pobreza.
Este período revolucionario, espacio abierto de cambios y contradicciones en
tre lo antiguo que se prolongaba y lo nuevo que empezaba a vislumbrarse, permitió
algunos cambios en los usos sociales y en las relaciones entre los sexos. Los momentos
de insurrección y conmoción desvirtuaban prácticas obligatorias y limitaciones im
puestas por la costumbre colonial. Algunas mujeres que participaron en la insurrección
hicieron gala de su libertad personal o por lo menos ignoraron las reglas establecidas
para el accionar femenino. La rigidez del sistema de castas en el que, tanto hombres
como mujeres tenían una ubicación no se quebraría sin embargo en su totalidad. En el
fondo fue más bien una flexibilización coyuntural y no la ansiada libertad para todos
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provincias altoperuanas. Concluido en 1852, el Diario es una rica fuente para conocer
el rol de las mujeres en las jomadas de la Independencia. Según Santos Vargas, las
mujeres no participan en primera línea en las batallas pero, su presencia es constante
en la retaguardia, en la vida cotidiana, preparando avíos para los soldados, atendiendo
heridos, defendiendo, recibiendo daños y heridas e incluso la muerte, expuestas a la
«carnicería y rapiña de las tropas españolas» y a la violencia de los encuentros entre
los grupos contrincantes. Uno de los rasgos que sobresale de estas crónicas es la cruel
dad de las luchas en las que las mujeres son las primeras víctimas. Está el caso de una
«vecina llamada Juliana, mujer del alcalde Nicolás Condori de Choro Chico, estando
quemando todo el pueblo seguramente prendieron la casa de ésta: entró a ella y se
cerró atrancándose bien la puerta donde se quemó y murió»
Un hecho histórico del que se han registrado diversas versiones convirtiéndose
en un acontecimiento central de la historia patria es el de la participación de un grupo
de mujeres en la colina de San Sebastián en Cochabamba, cuando el ejército realista
bajo las ordenes de Goyeneche atacó la ciudad para extinguir allí las últimas señales de
agitación. Pobremente armadas con palos y restos de cañones combatieron con sus
hijos y los pocos varones que quedaban, tomando el mando de la acción, airadas ante
la decisión de las tropas patriotas de rendirse. Expresaron a gritos que si no había
hombres para defender a la patria, ellas recibirían al enemigo. Su inflamado sentimien
to alentó a toda la población que, admiró su sacrificio.
Las fuentes sobre las acciones de la guerra de la Independencia, provienen tan
to de datos y memorias militares de alto rango y soldados rasos, como de testimonios
de actores, narrados por sus contemporáneos. Muchas informaciones, por la trascen
dencia y la duración de la lucha armada, se fueron transmitiendo de generación en
generación hasta convertirse en anécdotas y leyendas, no necesariamente coincidentes
con los hechos. Más aún, siguiendo la tradición, de que la historia la hacen quienes la
escriben, los objetivos y finalidades de la rebeldía popular, las reivindicaciones y lo
gros fueron transformados por nuevos actores y nuevos registros interpretativos. En el
último cuarto del siglo XIX y en el siguiente del siglo XX, las élites regionales habían
hecho suyas las jornadas libertarias, a través de la creación de Sociedades Patrióticas,
erección de estatuas, celebraciones, homenajes y la publicación de tradiciones y nove
las con sabor a estado nacional criollo. Extractos de estas fuentes han sido selecciona
das en esta Antología para dejar en manos del lector la compulsa final de los hechos.
Entre los informes militares y escritos de los propios actores está el del soldado
Francisco Turpin «testigo de vista» dirigido al General Manuel Belgrano sobre la lu
cha de las mujeres de Cochabamba; el parte de Belgrano a la superioridad sobre las
actuaciones de Juana Azurduy de Padilla; el agradecimiento de los patriotas argentinos
a esta guerrillera y a «algunas otras más en las mismas penalidades» cuyos nombres
no se mencionan; el parco informe del guerrillero Manuel Ascensio Padilla sobre la
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y, a continuación, subraya «debe ser consultada mi autoridad de marido que como jefe
de la familia en el matrimonio, tengo la tuición de los intereses».
En otros casos de divorcio, se logran acuerdos de manera más fácil como en el
caso de Doña Maria del Carmen Franco y José Manuel de Rebollo, iniciado ante el
Provisor y Vicario General de la Diócesis en 1834, debido a que en un largo tiempo
vivieron «en una continua contradicción, y disgustos, que no hacen sino atraemos males
de primera magnitud, tanto en lo moral, quanto en lo físico».... Cumplido el término de
un año de separación, solicitan proceder al justiprecio de mejoras, habidas y adquiridas
durante el matrimonio, liquidación de cuentas y otros pasos para proceder a la separa
ción de bienes, por existir asuntos graves -litigios- que exigen soluciones inmediatas a
favor de los intereses, convienen amistosamente en la distribución de haciendas, es
tancias y ganado, alegando que este es uno de los casos que concede el Derecho para
que la mujer casada pueda tratar por sí, bajo la libre, franca, absoluta administración
de ella y por consentimiento de su marido, algunas de las fincas patrimoniales, sin que
el marido «tenga responsabilidad alguna, ni obligación para agitar estos, y otros plei
tos movidos, y por mover a favor o en contra de los intereses que hasta hoy han sido
comunes de su administración en el matrimonio..,»(ALP/JL 1834-1836).
Durante el siglo XIX, como en el período colonial, es posible que tanto el
esposo como la esposa demanden el divorcio ante los tribunales civiles y eclesiásticos
por causales de adulterio, excesos, sevicias o injurias graves. La condenación de uno
de ellos a pena infamante será para el otro una causa de divorcio. El divorcio-separa
ción está regido por el Código Civil y se mantiene subsistente el vínculo jurídico legal,
sólo los tribunales eclesiásticos pueden fallar sobre el divorcio. En orden a la presta
ción de alimentos, son los tribunales civiles los que tramitan. La mujer demandante o
demandada de divorcio podrá dejar la casa del marido durante el litigio y pedir una
pensión alimenticia al marido, pero ella no puede elegir libremente su nueva residen
cia, el juez debe fijar el lugar donde debe residir la mujer. Y ella está obligada a justi
ficarla en la casa indicada, en caso de exigírsele. De lo contrario, el marido puede
negarle la pensión alimenticia, y si ella es la demandante en el divorcio, hacerla decla
rar inhábil para proseguir el litigio.
Son varios los aspectos en los que la situación de la mujer se presenta de mane
ra gravemente injusta en las relaciones matrimoniales y cuando se plantea la separa
ción. El primero es la privación de libertad una vez iniciado el juicio de divorcio por
cualquiera de los cónyuges, pues sea demandante o demandada debe dejar la casa
común y trasladarse a un beaterío o recogimiento (“casas de virtud y honrades”). Con
siderado inconveniente el habitar en otra vivienda que no fuera señalada por el juez, se
juzga la incapacidad de la mujer de cuidar por sí misma de su honorabilidad, pues de
eso se trata. Incluso cuando ha finalizado el divorcio ella no puede abandonar el beaterío
por su cuenta.
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Una condición que ponen los maridos dentro del juicio de divorcio para prestar
los alimentos es que se mantengan las esposas en un monasterio, caso contrario, no
solamente se niegan a esa obligación, sino que ponen en duda sus actividades. En el
caso del inicio del divorcio de Francisca Flores, ella es acusada de “disfrutar de su
libertinaje al tamaño de su deceo y desemboltura” estando en la calle y de pretender
“sacudirse el yugo de sus liviandades” y de mantener a expensas del marido “la
carrera de su adulterio y prostitución” (CSJCh 12.036).
La respuesta esperada de parte de las mujeres ante los problemas del matrimo
nio, por difíciles que estos sean es la resignación y la paciencia, y sólo ante situaciones
verdaderamente insostenibles las mujeres “se determinan” a iniciar la demanda. La
violencia y el mal trato aparecen como las situaciones de mayor frecuencia y gravedad
“crueles golpes de cuias resultas casi perdí la vida”, azotes, golpes con palos y piedras
que dejan cicatrices y otras consecuencias “tube que padecer por mucho tiempo del
flujo de sangre que me sobrevino, probeniente de un golpe que me dio en las caderas,
que me desconserto los huesos..asi mismo estube otro tiempo con las manos balda
das”. Otra mujer dice “cada dia cada momento está el palo cruzando mis pulmones,
cada dia cada momento soi estrujada bajo el peso de sus puños y patadas, cada dia cada
momento el estoque roza mi cuerpo”. Denuncian grandes padecimientos, persecusión,
tormento y penas, expresiones como “la mujer mas infeliz, la mas desgraciada y la que
puede servir de remedo a los maiores infortunios” son encontradas en estas denuncias
de malos tratos que sirven de base a las demandas de divorcio.
De todas maneras, el divorcio tampoco se presenta como una medida que vaya
a facilitar y cambiar totalmente la vida de las mujeres, ésta seguirá llena de dificulta
des, empezando por todos los trámites y pasos a seguir. Los períodos de conciliaciones
obligatorias por ley solían acarrear mayores agravios y la división de bienes, querellas
de mayor o menor gravedad.
Otro problema emergente de la solicitud de divorcio es la apropiación de los
bienes muebles, joyas, e incluso ropa por parte de algunos maridos durante el juicio,
mientras las mujeres se encuentran recluidas en los beateríos.
El artículo 449 del Código de Procederes prescribe la obligación de presentar
una descripción estimativa de los bienes muebles e inmuebles y alhajas. En algún caso
como el de Faustina Nuñes y Manuel Infantas, el marido solicita la entrega de todas las
alhajas y especies por ser “el único buen administrador y responsable de los bienes”
con el argumento de que la consorte pueda quedarse con ellas de manera subrepticia.
Tampoco es extraño el caso de disipación de bienes provenientes de la dote de la espo
sa por el marido.
Y ciertamente, los juicios muestran la complejidad de la vida matrimonial y de
las relaciones de pareja, como el divorcio iniciado por Manuel Félix Aldana a María
Urquia cuando la pareja ya había obtenido el divorcio por sentencia ejecutoriada. La
esposa alega “la desgracia de reunirme otra vez con él...por influencias estrañas”. O el
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B eatriz R ossells
caso de los esposos que después de haber tenido una pelea en la que ella recibió “una
pequeña rotura de cabeza”, ambos reclaman por haber pasado el marido algunos días
en la cárcel y por cobros ilegales.
En caso de que el divorcio tuviese como causa el adulterio de la mujer, ésta
podía perder los bienes, al igual que la dote constituida por el marido.
La ley prevee la concesión de una pensión moderada al marido si la mujer fuere
rica y el otro pobre, viejo o inhábil para trabajar, y el divorcio se hubiere declarado sin
culpa suya.
La aproximación desde la dimensión de género al contenido del mundo jurídi
co revela la discriminación de las medidas legales así como la profunda relación con
la moral cristiana tradicional que juzga con un doble standard las faltas y delitos de
hombres y mujeres. El Código Penal promulgado en 1831 por Andrés de Santa Cruz y
el vigente durante todo el siglo, promulgado en 1834, seguía al Código Civil español
de 1822, que bebió a su vez de varias fuentes como las leyes españolas de las partidas,
los fueros, el código francés de 1810 y otras, de realidades muy diversas a la boliviana,
es otra muestra de las injusticias e incongruencias en la relación de género: el honor
del hombre es defendido por encima de los derechos de la mujer. Así, tratándose de
raptos, fuerzas y violencias contra las personas, «si fuere casada la mujer contra quien
se cometa la fuerza.... sufrirá el reo un año más de obras públicas, i el destierro en su
caso durará, también mientras viva el marido, a no ser que este consienta lo
contrario....«(Código Penal, Art. 553). El Art. 13 del Código Penal autoriza la violen
cia contra la esposa, si ésta es encontrada en falta, comprendiendo el derecho del hom
bre al honor como circunstancia que destruye la criminalidad o culpabilidad.
Si la Ley representa una camisa de fuerza para la mujer, impidiéndole el desa
rrollo de su ser, bajo la dependencia masculina, la propia ley abre resquicios que per
miten la expresión del desacuerdo, la protesta e incluso la rebelión personal contra el
status quo de género, pero de una manera muy limitada. En otras palabras, si la ley es
de y para los hombres, no se crea que los tribunales son para las mujeres. Todo el
sistema judicial está presto a responder a los intereses masculinos pues ese es su fin, de
ahí que jueces y abogados, tarde o temprano preferirán dar la razón a sus pares, con
excepciones obviamente. De todas maneras, los tribunales representan para las muje
res una gran puerta para replantear los asuntos, salir a luz pública y ejercer el derecho
de reclamo o de ejercicio de su menoscaba ciudadanía.
Para conocer esta otra cara de la realidad del mundo jurídico que es la propia
vida real, los archivos judiciales resultan ser la gran fuente inagotable y poco explora
da. Entre procuradores, escritos, juzgados, autoridades, abogados y litigantes se defi
nen los intereses sociales y económicos del ámbito familiar. Pero también los dramas
personales de mujeres y hombres que renuncian a continuar una situación dada o pro
curan alcanzar beneficios de todo tipo en desmedro de otras personas. En los litigios
aparecen las mujeres, muchas veces al límite de su resistencia, despojadas de las limi-
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(^uis oM ujeres en la h isto ria de B o livla - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
taciones formales -no teniendo ya nada que perder- proponen, reclaman y gritan sus
verdades, por intermedio de los notarios y abogados: acusaciones de violencia, de
abusos intrafamiliares de larga data, de apropiaciones indebidas, y también de quere
llas interminables entre mujeres. Tratamos de ofrecer esta riqueza de información de
primera mano, presentando varios casos sobre el mismo tipo de asuntos-divorcios o
riñas- y otros de diferentes períodos, a fin de percibir los cambios y continuidades.
Los piezas o extractos de querellas que reproducimos en esta Antología conser
van la ortografía propia con la excepción de palabras que de no corregirse o completar
se hubieran dificultado la lectura de las mismas.
Un problema frecuente en este período es el derivado de la vida de las mujeres
en los beateríos o monasterios donde eran internadas para resguardar su honor o como
pena de reclusión. En estos lugares se encerraba a adolescentes de familias adineradas
cuyo honor se quería cuidar de malas amistades o influencias, y como lugar de instruc
ción básica y religiosa a falta de escuelas públicas. Los beateríos eran finalmente,
cárceles para mujeres que no habían cometido delitos. Siendo estos espacios alternati
vos del hogar para la mujer, se producían solicitudes de traslados de beateríos, raptos
de jovenes por familiares, etc.
Es conocido que durante el régimen colonial la única salida a las jovenes que
no hallaban marido era el refugio del convento, bien fuese como novicias o como
domésticas. Pero aquellas que no se casaban estaban destinadas, como se solía decir y
se dice todavía “a vestir santos”. No todas las jóvenes podían entrar a los conventos
pues para ello debían contar con una dote. Las demás quedaban condenadas a las ta
reas domésticas o a las faenas agrícolas. Con el paso de los años, la fe religiosa y la
disciplina fueron perdiéndose en los claustros, dando lugar a muchos escándalos.
El convento colonial que se extiende en el siglo XIX, aparece como el espacio
de paso obligatorio para la mujer joven y vieja. “Mala” y “buena”, allí va tanto por
condena como por salvación. Salió esta monja “a gozar de su libertad y sus derechos”
dice José María Rey de Castro, a propósito de una novicia que solicitó el penniso para
dejar el convento al Mariscal Sucre. La “revolución” de la independencia no cambia
ría mucho las libertades y derechos de las mujeres, la prueba es que el convento y el
beaterío, continuaron siendo lugares de encierro para las mujeres. Sin embargo en
1846 hay constancia de mujeres presas en la cárcel.
La violencia contra la mujer aparece como una constante a lo largo del siglo y
como una costumbre asentada entre los hombres. En las primeras páginas de su novelita
Soledad, escrita en 1847, en la hacienda paceña de Cebolullo, el escritor y futuro gene
ral argentino Bartolomé Mitre, consigna una escena conyugal de violencia en una pa
reja de hacendados: “La cólera largo tiempo concentrada del marido de Soledad estalló
al fin. Se apretó la cabeza con ambas manos, sus ojos se inyectaron de sangre, y arro
jándose sobre Soledad dejó caer ambos puños sobre la angélica cabeza de aquella
desgraciada. Soledad cayó al suelo aturdida por el golpe; al chocar sus labios sobre las
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baldosas del piso, brotaron sangre, y exhaló un gemido doloroso. Ese gemido llegó al
fondo del alma del verdugo y se arrepintió de su barbarie. Se inclinó hacia su mujer y
quiso levantarla en sus brazos, pero ella, que había recuperado sus sentidos, se incor
poró rechazándolo con dignidad.
-Señor, el que maltrata a su mujer es un infame que no tiene derecho a exigir
nada de ella, pero permito ser pisoteada con tal de que se me deje al menos la libertad
del corazón” (Mitre, 1996: 14-15).
Ya en 1852, Cupertino de la Cruz Méndez, daba su voz de alarma sobre el
particular: la “costumbre tan bárbara como vil de dar golpes a sus mujeres, con honro
sas excepciones en la sociedad, la mayor parte de los maridos la practica brutalmente,
sin darse cuenta siquiera de la perversidad, de la vileza, de la infamia que lleva consigo
esa acción” (Méndez, 1852: 304).
Méndez habla de la falta de educación moral, de la distancia con las institucio
nes democráticas que se han adoptado, de los vicios y andrajos que en la población
masculina quedaron de la revolución después del despotismo español, de las grandes
distancias entre la formación de las mujeres y los hombres, las primeras con una supe
rioridad en “la cultura del corazón” que es la causa de su inferioridad social; y los
segundos, sólo con instrucción: “aquella se educó con cuanta perfección se pudo al
canzar en nuestra naciente civilización y realzó su corazón con prendas inestimables;
pero éste quedó con los vicios del campamento patriótico <...> al hombre se le ha
prodigado cuanta instrucción es imaginable en nuestro país y en nuestra época; su
inteligencia se ha cultivado cuanto han pedido las exigencias del país; pero no ha reci
bido educación alguna; su corazón ha permanecido seco, informe, sin pulimento, sin
moralidad, sin amor. Historia, filosofía, literatura, política, legislación, economía, cien
cias físicas y naturales; todo lo sabe, todo le es familiar, y en sus escuelas sólo amar no
ha podido aprender” (Méndez, 1852: ).
Los sectores sociales a los que Méndez se refiere no son los populares y su
análisis toca los mismos puntos neurálgicos que décadas más tarde tratará también
incisivamente Adela Zamudio.
José María Dalence en el mismo período, atribuye los dos tercios de los delitos
consistentes en peleas, heridas, homicidios al estado de beodez y distingue el asesinato
propiamente dicho como homicidio con alevosía, de los 29 consignados en este tipo.
Además, atribuye la mayoría de ellos a los aborígenes “que enfadados de sus consor
tes, se deshicieron por este medio de ellos, para unirse a otras personas de su afición”.
Ingenuamente propone que si el divorcio verdadero fuera permitido en el país, desapa
recerían con la causa “estos delitos tan comunes en los aborígenes” (Dalence, 1852).
Si para Dalence los buenos hábitos y la religión podían disminuir esta mala
conducta, una mirada histórica de lo que significa la violencia, la caracteriza como una
práctica de un orden normativo al interior de la sociedad en sus diversas y múltiples
formas y desde las prácticas del poder. Para las mujeres, la violencia adquiere una
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é^ías C'Migares en la h isto ria de B olivia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
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res con diversos oficios, pulperas, matanceras, tejedoras, chicheras, cocineras recla
mando por sus bienes e intereses, a veces de poca monta, pero defendidos a ultranza
mediante los mecanismos de la legalidad formal del mundo dominante. Mujeres que
ocupan espacios laborales y de producción, esforzadas y de gran dinamismo realizan a
la vez, labores domésticas cotidianas y otras, para el sustento familiar.
La mayor parte de las mujeres de sectores populares urbanos y la totalidad de
las indígenas tiene oficios artesanales que las hacen portadoras de cultura y de prácti
cas que han perdurado ancestralmente. La transmisión de tecnologías y significados
tiene que ver con la memoria colectiva. En ese sentido, tejedoras, ceramistas y otras
artesanas son especialistas en la construcción manual de bienes culturales y tienen
como ocupación y oficio no sólo la manufactura utilitaria sino la elaboración simbóli
ca de las representaciones de la identidad colectiva. Su valoración como fuerza laboral
no es reconocida, como otras actividades femeninas realizadas al interior del hogar.
Por lo mismo estas actividades, no suelen ser mencionadas en fuentes del sigloXIX,
pese a ser actividades centrales de las mujeres. No ocurre lo mismo con la rabona,
personaje que se pierde al terminar el siglo que ha captado el interés de varios autores,
como un personaje curioso, probablemente como un símbolo no confesado de las ta
reas femeninas más esteriotipadas: servicio y sexo.
Las rabonas (mujeres de los soldados) aparecen en las largas y duras jomadas
de la guerra de la Independencia. Su oficio limitado al servicio de los soldados tiene su
lado denigrante y su lado humano y práctico pero es parte de la historia del país. Desde
el gobierno de Santa Cruz hasta el de Daza, con los breves interregnos civiles de Linares
y Frías, el país vive una convulsionada existencia caracterizada por motines e insurrec
ciones que movilizan a los ejércitos de una y otra facción a lo largo del territorio y en
esos ejércitos juega un papel hasta ahora poco valorado pero que en su momento fue
decisivo, el contingente femenino conocido como las «rabonas», vivanderas o compa
ñeras de los soldados que se ocupaban de preparar el rancho, lavar la ropa y atender a
los heridos. Ningún regimiento se movilizaba sin ellas, aunque naturalmente no figu
raban como parte de los mismos sino para pagar anónimamente su cuota de sacrificio.
Las vivanderas aparecen oficialmente como parte del Ejército Boliviano en el Código
Militar de 1843 dictado por el gobierno Ballivián.
La rabona es la que sigue al soldado en sus peregrinaciones. En el cuerpo del
ejército boliviano no habían cantineros, por lo que los soldados tenían una especie de
sirvientas que se ocupaban de los víveres en el campamento como en el cuartel, del
transporte del equipaje y a menudo incluso de las municiones de los guerreros a quie
nes ellas dedicaban su vida. La rabona es también paciente, y puede ser más infatigable
que el soldado al que ella sigue por todas partes. A tal punto el soldado boliviano
necesita de su rabona que, las veces que los jefes han tratado de suprimir la existencia
de estas útiles auxiliares de sus tropas, han visto a sus hombres desertar en masa
(Bresson, 1886: 401).
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Beatriz R ossells
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sEkr O \tiijeres en la h istoria de B o livia - Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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faltarán al cuidado de las enfermas: entregarán la ropa y la recibirán del ropero con
cuenta, para que en caso de estravío puedan responder. La enfermera ó enfermeras,
correrán con disponer los cocimientos de simples, y las ayudas ó enemas. Todos los
sirvientes estarán prontos a obedecer al médico en cuanto haga relación al cuidado y
servicio de los enfermos».
Las cocineras comparten el mismo marco de trabajo manual que las empleadas
domésticas cuyo trabajo podía ser remunerado o no, según las condiciones de depen
dencia de las mujeres indígenas y mestizas al servicio de las familias acomodadas de la
ciudad y del campo, atadas al trabajo gratuito del mitanaje. Pese a su labor fundamen
tal en la organización de las labores de la casa, el trabajo de las cocineras, es subvalorado
al igual que el de las empleadas domésticas. Sin embargo la actividad culinaria que en
mayor o menor grado la realizan todas las amas de casa de todos los niveles sociales
tiene una importancia extraordinaria dentro del sostenimiento de la familia y la sociedad.
En el siglo XX aparece la tecnología que facilita la conservación y preparación
de los alimentos, por lo tanto, es posible suponer que, al igual que en los siglos pasa
dos, gran parte de los condumios son confeccionados laboriosamente en horas y días
de preparación, con metodologías tradicionales e innovaciones particulares hasta al
canzar una verdadera maestría en su realización. Estos niveles de calidad no sólo se
encuentran en la comida sofisticada sino también en la comida popular.
El desarrollo de la comida boliviana de diferentes regiones y sectores sociales,
así como la de otros países de gran mestizaje cultural, se consolida durante el siglo
XIX, a partir de las cocinas española e indígena del período colonial. El logro que
significa establecer nuevas modalidades en la preparación de alimentos, la creativi
dad, ingenio y sabiduría popular para encontrar alianzas convenientes de gustos y sa
bores y los esfuerzos por equilibrar productos locales, costos y necesidades correspon
de fundamental y casi exclusivamente al género femenino. Los cientos de recetas trans
mitidas oralmente y en ocasiones a través de recetarios, avalan la inventiva de mujeres
que con nombre o anónimamente han contribuido a incrementar un monumental patri
monio cultural y gastronómico que aún no ha sido debidamente aprovechado.
Según los escasos recetarios del siglo XIX publicados (muchos se mantienen
en la privacidad de las familias), aparecen ya los principales platos nacionales que hoy
forman la denominada comida típica. El Manual de Cocina de Manuel Camilo Crespo,
transcrito y publicado por Julia Elena Fortún, ha sido fechado aproximadamente hacia
1860 y permite conocer la comida en una familia criolla andina de esos años. Aparecen
en el recetario el fricasé de chancho, el tamal, el locro, el chuño atamalado, las achojchas
rellenas, el uso intensivo del ají, el zapallo, el maíz, la quinua, el lacayote, la racacha y
otros alimentos andinos que han sido plenamente incorporados a los ingredientes euro
peos. Asimismo, en La cocina ecléctica , la escritora Juantf'Manuela Gorriti incluye
recetas bolivianas. Las empanadas de caldo, tamales, humintas y conejo a la “summa
Guarmi” que son platos centrales del mestizaje gastronómico.
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Q Á Ü lje re S en la h is to ria de S o livia - Imágenes y re a lid ad es del s ig lo X IX
La cocina tiene una función testimonial para la sociedad, en cuanto las recetas
conservan y transmiten generación tras generación los usos y costumbres, valores,
influencias y gustos de la sociedad, la administración, adaptación y creación de nuevos
sabores en base a los productos agrícolas locales y regionales. En ese sentido, las rece
tas culinarias tienen el valor de testimonios culturales relacionados con la historia de
los pueblos y de las propias mujeres (Rossells, 1997).
Por otra parte, la actividad de las cocineras además de su importancia de tipo
económico y social como trabajo doméstico reproductivo al interior de la familia, cons
tituye -como comercialización de comida- uno de los rubros económicos en el que
más participa la población femenina de escasos recursos. Estos negocios funcionan
bajo el mando y responsabilidad de las mujeres en el marco de unidades familiares lo
que les permite su autonomía económica.
En distintos niveles de la sociedad, las mujeres administraban sus bienes pa
sando por alto la legislación en vigencia. Las restricciones establecidas en el manejo
patrimonial de las mujeres afectaban mayormente a los sectores acomodados, mientras
que en los populares urbanos, resultan menos convincentes, por cuanto muchas muje
res mestizas de hogares de escasísimos recursos debían apoyar a los maridos en la
búsqueda del sustento o sustentarse por sí mismas, así como a sus hijos. El censo de
1845, estima que la cifra más prominente entre los establecimientos industriales pro
viene de las chicherías que arrojan un total de 5.013 en todo el país, con una mayor
parte de establecimientos en Chuquisaca (1.148), seguida de Cochabamba (1128), Po
tosí (978), La Paz (950) Santa Cruz (528), Tarija (189) Oruro (72) y finalmente Atacama
(20). (Dalence, 1975:256).
En efecto, la población de chicheras es muy alta. Sin embargo existen contra
dicciones en las cifras. Mientras que el censo de 1845 menciona 950 chicherías, el de
1877 anota solo 113 chicheras. El volumen de producción y venta de esta actividad
monopolizada por mujeres, era tan grande que formaba un verdadero ejército de pro
ductoras chicheras. Ellas movilizaban la producción de maiz, que según los datos de
Dalence (1846), duplicaba la producción de trigo. A partir de 1880, se produce un
incremento continuado de la cantidad de chicherías, tendencia que alcanza su punto
más alto hacia 1900, por lo menos en Cochabamba. Sin embargo, merced a los anhelos
de modernización urbana de las élites de la ciudad, se empezó a ver las chicherías
como antros de insalubridad, mala vecindad e inmoralidad, por lo que a través de la
Alcaldía se inició una guerra para alejarlas del centro de la ciudad, mediante el cobro
gradual de patentes elevadas, lo que no impidió la expansión del número de estableci
mientos de venta de chicha. Como una gran ironía, la ciudad se modernizó gracias a
los impuestos a la chicha (Rodríguez y Solares, 1990).
Como efecto de la producción de la bebida valluna, un importante sector de la
población se beneficiaba: los molinos; un mercado de trabajo masculino compuesto
por colonos o desocupados para el oficio del muckeo (procesamiento de la chicha).
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mujeres, tanto a las menores de edad, como a las casadas. Solo las viudas, las solteras
mayores de edad escapaban a estas reglas. Si existía de por medio la concurrencia del
padre o del marido o su consentimiento la ley admitía la validez de una transferencia.
Esto no se cumplía en la realidad. Los documentos existentes en distintos archivos dan
cuenta de cómo las mujeres, puestas al caso, administraban perfectamente sus bienes,
ejerciendo su capacidad real de autonomía negada en las leyes, pero perfectamente
asumida por ellas. Incluso muchas tenían una notable habilidad para llevar adelante los
negocios y para reclamar por sus intereses ante la justicia. Este es el caso de Teresa
Bustos Tabera, propietaria de la Hacienda “La Candelaria, soltera, que en 1865, se
presenta ante la autoridad competente como “labradora, propietaria, blanca, boliviana
y con el libre ejercicio en sus derechos civiles” otorga poder absoluto a Mariano Mauiña
para entablar juicio de tercería de dominio excluyente por su hacienda y una casa de su
propiedad en Camargo, al estar embargados ambos bienes por una tercera persona
(AHCL, C-2.3.15*0506).
Irónicamente, sólo en el acto de testar, la mujer podía actuar libremente sin
ninguna autorización del marido (art. 40). Por ello, los testamentos de las mujeres,
además de ser una fuente para conocer su posición económica y el tipo de bienes que
poseían, sirven para conocer sus valoraciones éticas, humanas y sociales según el tipo
de decisiones que tomaban, aparentemente de manera muy cuidadosa, en la elección
de personas y los bienes que dejaban. El caso de Manuela Moscoso es expresivo por
cuanto al testar en 1862, no teniendo herederos forzosos en línea ascendente ni descen
dente, deja en su testamento los bienes a su hermana y sobrinos y no al marido. Para
evitar pleitos, transige con éste, disponiendo que la hermana le dará una cantidad de
pesos a cambio de la mitad de las ganancias que por ley le corresponde. De todas
maneras, los bienes testados por Manuela no son bienes inmuebles, sino plata labrada,
alhajas y muebles y por eso adquieren una connotación afectiva y simbólica (AHCL,
C-2.3.16*0516). En otros casos recibían varias haciendas y casas.
El testamento de Josefa Ríos, hecho en la hacienda mineral de Guanchaca es
otro documento de gran interés, la mujer de 47 años declara ser “ejercitada en mineria”
y que en el momento del matrimonio ambos cónyuges ingresaron sin bienes y termi
nan como propietarios de dos pedazos de Viña en Cinti y la tercera parte de la hacienda
de Guanchaca. Sin hijos propios deja expresamente algunos bienes y dinero a los hijos
de un hijo natural del marido, a una niña educada como a hija propia, a un ahijado y a
un muchacho huérfano.
Doña María Tomasa Bemal y Mariaca, en el momento de hacer su testamento,
ya viuda ella, declara ser propietaria de numerosos bienes que introdujo al matrimo
nio: plata labrada, alhajas, una esclava, una cuarta parte de su chacarilla, tres cuartas
partes de una casa en Esquibel. Asimismo posee una mitad de los bienes patrimoniales,
que ya han sido divididos por acción de la herencia a los hijos, entre ellos: mitades de
dos fincas ubicadas en el cantón Pucarani, Provincia de Omasuyos, mitades de huertas
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B eatriz R ossells
en otros lugares del cantón de Mecapaca, más mitades en haciendas cercanas a Esquibel,
una chacarilla al pie de la Alameda, una mitad de la casa de su morada, efectos comer
ciales de ultramar que se encuentran ya bajo la administración de una de sus hijas. Un
piano y un órgano que afirman su pertenencia a una familia relativamente adinerada y
finalmente, en pleno 1860, doña Tomasa posee dos esclavas llamadas María Santos y
María, las mismas que quedan en beneficio de todos sus herederos.
Asimismo es ilustrativo el testamento de Doña Bartolina Morales y Reyes, na
tural de la Provincia de Tarapacá, esposa de Don Manuel José de Reyes, Oidor de la
Real Audiencia de Buenos Aires, que expulsado en medio de los acontecimientos de
1810 de esa ciudad fue luego nombrado Oidor de la de Charcas. Falleció en Chuquisaca
en 1822. Doña Bartolina regresó después al Perú, pero sus descendientes están vincu
lados a las familias Reyes y Calvo de Bolivia. La fortuna de esta familia según el
testamento está casi exclusivamente basada enjoyas, habiéndose vendido una parte de
una hacienda en ese país.
El recibo y carta de dote de Melchor Daza a favor de su esposa Ana Orozco y
Daza fechada en Potosí en 1827, es una lista justipreciada de alhajas, de oro, diaman
tes, perlas y ropa “desente de vestir” entregadas por el padre de la esposa que alcanza
el valor de 7881. Tanto la descripción de las joyas como la de los trajes, chales, com
plementos de vestir y bienes que revelan la riqueza de la familia son un valioso docu
mento para e! estudio de la moda y la vestimenta en el siglo XIX.
Una de las mujeres que junto con la cacica Bernardina Mango mantiene un
lugar central en la historia de Laja en la primera mitad del siglo XIX, es la cacica de
Huarina Juana Basilia Calahumana. Estas mujeres según el estudio de Marilú Soux,
son autoridades por derecho de sangre y conservan sus derechos y poder durante el
período republicano: “Es importante hacer notar la importancia que tuvo el rol femeni
no en los cacicazgos de Omasuyos. A principios del siglo XIX, la mayoría de los caci
ques de la región eran mujeres: Nicolasa Garicano, Ana María Choqueguanca y su hija
Bernardina Mango, María Santa Cruz Calahumana. Estas, a pesar de no ejercer de
forma directa el cacicazgo, sobre todo las primeras, fueron fundamentales en la forma
ción de redes de poder. El caso nos plantearía la hipótesis sobre nuevas formas de
sucesión al cacicazgo, de una sucesión lateral masculina (tío a sobrino) que prevaleció
en la colonia temprana a una sucesión directa y femenina (madre a hija) como el caso
estudiado” (Soux, 1997: 99). Así, María Santa Cruz Calahumana, hermana del presi
dente Andrés de Santa Cruz, heredó el cacicazgo de Huarina de su madre, Basilia
Calahumana y Salazar. El fallecimiento de ésta, por el rango y la gran riqueza de la
familia íiie un acontecimiento en La Paz y la población de Huarina. Al morir sin dejar
testamento en 1832, los dos hijos, Andrés y María Santa Cruz viuda de Ignacio Peña
acuden al Escribano Público para solicitar el inventario judicial de los bienes, los arre
glos correspondientes de la testamentaría y la división y partición de los mismos. El
dinero, joyas, platería, haciendas y otros bienes inmuebles contabilizan una fortuna en
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O Á Íllje r e S en h isto ria S o livia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
términos de la época y el país. Varias talegas con dinero, alrededor de veinte cajas,
petaquillas y baúles de madera, algunos forrados en baqueta negra, con chapas de
plata, todos con su respectiva cerradura conteniendo joyas de oro, plata, topacios, dia
mantes, perlas, aretes, faluchos (pequeños bolsos metálicos de fiesta), prendedores,
relicarios, rosarios. Muebles, platería, espejos y otros bienes de uso de la fallecida son
enumerados en el inventario1.
Resulta de interés el manejo cuidadoso de Basilia Calahumana de documentos
y fondos de distinta procedencia, los que provenían del «queseo», las cuentas del
arriendo de una finca, el inventario de los bienes, la venta de una Samba y la constan
cia al pie de la entrega de su importe. Guardaba en sus cajas y petacas más de setenta
documentos entre testimonios de propiedad y expedientes de litigios o trámites de
diferentes haciendas y tierras de la familia, sin contar numerosas cartas, recibos y cuentas.
En varios de estos documentos ella figura como parte activa. Los bienes raíces desig
nados por la Calahumana, además de la casa de su morada en el barrio de Carabobo,
son las haciendas de Carvisa, Soncachi, Poque, Allancachu, Chacarilla, tierras y ampa
ros del Casicasgo de Guarina en la Provincia de Omasuyos. Según la documentación,
la administración de esas propiedades estaba a su cargo en gran medida.
La cacica de Laja y Carabuco, Bernardina Mango, llegó a establecer una com
pleja red de poder en tres niveles: familiares a través de sus hijos y yernos; “partida
rios” a través de autoridades regionales y locales que apoyaban los intereses de la
familia; y redes de subordinados, es decir los colonos de las haciendas que servían
como elemento de choque en los conflictos (Soux, 1997:20).
Durante todo el siglo XIX muchas mujeres criollas se hicieron cargo de las
haciendas, con el apoyo de un administrador. Debido al prestigio social y económico
que significaba tener una hacienda en este período así como por la importancia que
tenían como ingresos por la venta de productos y otros ingresos crediticios, las fami
lias de la élite tenían acceso a las tierras, ya fuera como herencia de las encomiendas de
la colonia o producto de compras posteriores incluidas las forzosas a las comunidades
indígenas. No solo poseían una hacienda sino varias, la acumulación de tierras era una
inversión estable y garantizada. Entre las familias terratenientes se dio con frecuencia
el caso de las viudas herederas de haciendas cuya administración tomaban a su cargo.
Dos viudas de gran poder y abolengo en el sur del país fueron Juliana de
Anzoleaga y Josefa de Lizarazu. La primera, viuda del propietario de la hacienda
vitivinícola San Pedro Mártir del valle de C inti2 tuvo a su cargo la propiedad hasta
1 Inventarios y tasaciones de los bienes de la Sa. Da. Juana Basilia Calahumana. Año de 1832. Tomo: manus
crito Nu 183. Año: 1830-32. Folio: 556.(527). En: Portugal Zamora. 1976, págs. 359-396.
: Actualmente esta viña es el principal eje industrial de la Sociedad Agrícola Ganadera e Industrial de Cinti
(SAGIC S.A.) empresa líder en la fabricación de singanis y vinos. La permanencia y continuidad de esta hacienda
a través de 3 siglos ha sido el tema de un estudio excelente de E s t h e r A i l l ó n S o r i a : «La «Viña San Pedro Mártir»
y su propietario en los últimos dias de la Colonia y durante la guerra de la independencia». El siglo XIX. Bolivia
y América Latina. [FEA/Embajada de Francia/ Historias, La Paz, 1997.
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C Á
' Á ’u jó rC S en la h isto ria de S olivia ■ Imágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
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(2 ~ j-¿ y en la h istoria de B olivia ■ Imágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
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s S íf O iú ijc i GS en la h isto ria de B olivia ■ Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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€ > E !¡£ r ^ M u je r e s en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
gobierno y del siglo XIX republicano en relación al lugar que ocuparán las mujeres en
la vida política y civil de este nuevo país1. En los breves planteamientos de esta nota
está impresa la ideología liberal en relación a la “hermosa mitad del género humano”
haciendo notar que se sitúa en medio de dos supuestas corrientes antagónicas: aquellos
que consideran innecesaria e incluso perjudicial la educación de las mujeres, destina
das a ocuparse de la crianza de los hijos y las tareas domésticas, y otros, que sostienen
la conveniencia de participación activa de las «compañeras» en todas las actividades
públicas incluso de orden nacional.
“El Cóndor” postula la necesidad de que las jóvenes lean, escriban, sepan de
aritmética, de bordado y de música, conocimientos con los que atraerán el aprecio de
los hombres y constituirán el omato de la sociedad y fundamentalmente, obtendrán la
preparación necesaria para ser madres transmisoras de la virtud a sus hijos
Dentro de las reformas educativas que realizó el primer gobierno de la repúbli
ca se crearon colegios de huérfanas en varias ciudades del país, generalmente aprove
chando la infraestructura de los monasterios y beateríos donde existían “recogimien
tos” de niñas huérfanas. La enseñanza comprendía: lectura, ortografía, aritmética y
oficios acomodados a su sexo: bordado, costura, música. Las niñas no tenían acceso a
la enseñanza de las ciencias ni de la literatura, es decir al ámbito de la abstracción y de
la palabra. La educación pública era uno de los objetivos principales, pero las reformas
educativas tuvieron muchas dificultades por la inexistencia de maestros, presupuesto,
textos, etc. y la resistencia a los cambios. Se creó una escuela para niños y niñas en
cada capital de departamento. Los tres colegios de Educandas de fines de la Colonia
para las hijas de familias ricas y niñas huérfanas de buenas familias, fueron transfor
mados, el de Chuquisaca se convirtió en colegio de Huérfanas, el de La Paz, lúe funda
do en 1826 como Colegio de Huérfanas Educandas de Bolívar. Las educandas de
Cochabamba eran más bien un beaterío con mujeres de todas las edades, se convirtió
en Colegio de Huérfanas, siendo las profesoras las beatas los resultados eran malos.
Por ello, Sucre inauguró en 1828 una escuela lancasteriana para 80 niñas bajo la direc
ción de uno de los maestros egresados de la escuela normal de Chuquisaca. (Lofstrom,
1983:227).
Para los varones, el reglamento orgánico de colegios de ciencias y artes incluía
ciencias exactas, naturales, morales y bella literatura (28.10.1827). Solo quienes cur
saban estos colegios podían acceder a la educación superior con una oferta-escasa
(carreras de medicina y derecho). El uniforme establecido único (para varones) era
frack, pantalón, chaleco, medias y corbata negros, y sombrero redondo del mismo
color, con la escarapela nacional. El brusco final del ensayo de reformas implementadas
'.E l Mariscal Antonio José de Sucre, primer presidente de la República (1825-1828), tuvo un rol de primer nivel en la
conformación de instituciones y la aprobación de leyes que introdujeran ia modernidad en Bolivia, entre ellas la educa
ción, la ciencia, la cultura y la salud. Fue también el autor intelectual de “ ERCóndor de Bolivia”. Como hijo de la
ilustración, y liberal como todos los grandes jefes^de la independencia, pese a su actitud favorable al progreso y la
educación de la mujer, estuvo condicionado como el resto de la población masculina, dueña de la cultura política local,
al considerar que la mujer no estaba en grado de acceder a ninguna función pública.
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B ea triz Rossells
por Sucre, debido a su alejamiento del país, terminó con los establecimientos fundados
casi al año de su apertura.
Una guía de forasteros consigna los siguientes datos para 1838: el Colegio de
Educandas en Chuquisaca tenía 5 maestras de costura y bordado, 2 de doctrina, 2 de
escuela y 1 de música y otro de dibujo para 29 educandas pensionistas y 25 gratuitas.
En las Educandas de La Paz, enseñaban aritmética, geografía, canto y piano y el infaltable
bordado (en seda, blanco y tambor, costura y marcado, en oro y plata). Asisten 58
niñas, en el Colegio de Huérfanas de Potosí: 34 alumnas gratuitas. En Oruro, una es
cuela de primeras letras con el método Lancaster atiende a 50 niñas. En Santa Cruz, en
una escuela similar, hay una preceptora para niñas y para las de cantones y Vallegrande
2 maestras. En tarija hay 60 niñas en la escuela primaria1.
Otros gobiernos hicieron algunos intentos para dotar de una educación adecua
da a la población femenina. En 1841 se reglamentó los institutos de educación femeni
na llamados Colegios de Educandas que ofrecían una instrucción básica, religiosa y de
labores de casa. Con el reglamento, el Presidente de la República se convertía en Su
premo Protector. Las materias eran lectura, escritura, aritmética, dibujo, doctrina cris
tiana, música y canto. Huelga decir que se exigían las virtudes femeninas pureza, sen
cillez, docilidad. En general, los conocimientos adecuados para las niñas eran la reli
gión y la labores femeninas, coser, bordar, tejer. No estaba previsto que se formaran
como profesionales ni que tuvieran estudios superiores de ningún tipo. Las únicas
profesiones permitidas eran la monástica y la docencia. En ese sentido, las mujeres
populares gozaban de una mayor libertad al ejercer actividades relacionadas con la
agricultura, el comercio y las pequeñas industrias. (Reyeros, 1952: 107-110). Excep
cionalmente, las familias acomodadas permitían a sus hijas un acceso mayor a la mú
sica y a algunos conocimientos rudimentarios en geografía y ciencias, principalmente
dentro del hogar. La comedia “Aviso a las solteras” representada en Cochabamba en
1834, en un colegio de huérfanos, presenta las posiciones encontradas de la población
masculina sobre lo que debía aprender y ser una mujer.
En el gobierno de Ballivián se firmó un contrato con una destacada educadora
chilena para que se hiciese cargo de un colegio de niñas en La Paz, en el que se les
daría el mismo tipo de clases que describíamos en años anteriores: lectura, escritura,
gramática, aritmética, doctrina, costura y bordados, y dependiendo de las cuotas de los
padres, las clases de piano, canto, idiomas, geografía, baile, dibujo, instrucción reli
giosa y moral ejercicio de correspondencia epistolar, lógica e ideología. El estableci
miento que debía servir también a niñas del interior y convertirse en el núcleo de una
Escuela Normal para futuras maestras, apenas duró tres años, cerrándose a la caída del
gobernante (Quezada, 1996).
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(é ^U X S en la h isto ria rie (Solivia - Imágenes y realidades d el sig lo X IX
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En su obra E m ilio (1762) Rousseau dice: «La búsqueda de las verdades abstractas y especulativas, de los
principios y axiomas de las ciencias, de todo aquello que tiende a generalizar ideas, no está en el ámbito de
competencia de las mujeres. Todos sus estudios deben relacionarse con lo práctico, debe aprender costura y finanzas
caseras, ser pura y moderada, ser «agradable sin ser brillante, sólida sin ser profunda».
3. Pese a ser de 1791, el libro de Mary Wollstonecraft ha sido publicado en Madrid, a pocos meses del fin del siglo
XX, en la colección ”S ie te libros p a r a e n te n d e r e l sig lo X X " , junto con las obras fundamentales de Darwin, Marx,
Nietzche, Kafka y Freud, lo que avala su importancia. Es interesante conocer el entorno familiar de la autora,
casada con el escritor, William Godwin, fue madre de Mary, esposa del poeta Shelley y creadora del personaje de
Frankenstein en la novela del mismo nombre.
He aquí lo que dice en su prólogo de 1791, «¿Cómo puede esperarse de una mujer que coopere si no se sabe por
qué razón ha de ser virtuosa, si la libertad no viene a fortalecer su razón de tal modo que comprenda cuál es su
deber y vea en qué medida puede contribuir a su bienestar? Si deseamos inculcar a los niños los verdaderos
principios del patriotismo, es necesario que su madre también los sienta, el amor por la humanidad, con las virtudes
que de él se desprenden, sólo puede nacer cuando se toma en cuenta el interés moral y civil de la humanidad; ahora
bien, la educación y la situación social de la mujer hoy día impiden tales suposiciones”.
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cuando negáis a las mujeres sus derechos civiles y políticos, obligándolas con ello a
permanecer encerradas en la oscuridad del pequeño ámbito familiar? Pues seguramen
te, señor, no podréis afirmar que sea una obligación ese deber que no está basado en la
razón”. (Wollstonecraft, 1998:14-15).
«Examinad sin pasión, señor, estas observaciones, pues parece haberos alcan
zado algún resplandor de esta verdad cuando observáis que ver «una mitad de la raza
humana excluida por la otra mitad de toda participación en el gobierno es un fenó
meno político que no puede verse justificado en nombre de principios abstractos». Si
es así, ¿sobre qué se basa vuestra Constitución? Si los derechos teóricos del hombre
se prestan a discusión y explicación, los de la mujer podrán, por analogía, evaluarse
según los mismos criterios; pero en este país reina un criterio bien diferente que justifica
la opresión de la mujer con uno de los argumentos que vos utilizáis: la costumbre».
Las referencias al alegato de Mary Wollstonecraft permite ver la enorme dis
tancia entre las influencias del pensamiento europeo en las políticas de gobierno en
Bolivia y la realidad; la distancia histórica y de mentalidad entre colonia y moderni
dad; distancia geográfica entre Europa y América, a donde algunas ideas llegaban tar
de, y otras, mal o nunca; la distancia conceptual, de valores y de cosmovisión entre
los planteamientos femenistas europeos y la Carta del Oidor de la Audiencia de La
Plata, Juan José de Segovia a su hija María Rosalía, que siendo del mismo periodo
(fines del siglo XVIII), constituye un decálogo medieval. Por lo que se conoce, las
libertades intelectuales de que hace gala doña Francisca de Briviesca y Arellano de
principios del siglo XVII, fueron propias de una figura excepcional en el Alto Perú
(ver período colonial, Bridikina, 2000). Y más bien fue el modelo de doña María Rosalía
el que prevaleció en este territorio en las primeras décadas del siglo XIX.
Es posible suponer que Mary Wollstonecraft y otras feministas europeas no
fueron conocidas por los bolivianos ilustrados empeñados en producir modelos y nor
mas de comportamiento para la mujer, copiando de los autores europeos. En cambio sí,
tuvo un éxito extraordinario el abogado y literato francés llamado Aimé L. Martin
(1786-1847) autor, entre otros textos, «De la educación de las madres de familia ó de
la civilización del genero humano por las mujeres (1834) trabajo que fue premiado por
la Academia francesa. Su libro, traducido, fue pasado de mano en mano y tuvo gran
circulación y aceptación entre los gobernantes e intelectuales bolivianos, algunos de
sus capítulos fueron reimpresos por el prefecto de Cochabamba y los vocales de la
Junta de Propietarios en 1847, bajo el título De la civilización de las aldeas por medio
de las mujeres. Dedicado a las señoras, a los alcaldes y a los curas de aldea. Como si
se tratara de la palabra definitiva sobre esta cuestión, Aimé, no solo fue citado por casi
todos los autores que escribieron sobre la mujer, su educación y emancipación, sino
re interpretado y copiado.
En su anhelo de absorber ideas, los bolivianos ilustrados reeditaron también a
otros autores. Melchor Urquidi, Jefe Político de Cochabamba, dedicó especialmente a
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'. Sarmiento comenta que la prensa chileua también reprodujo la “b ellísim a o b r a ” de Aimé Martin, y es un
partidario decidido no sólo de impartir instrucción básica sino de introducir a las mujeres en la enseñanza pública,
sobretodo a las industrias manuales
La función incluye los exámenes, la ceremonia religiosa, la distribución de premios a cargo de la Junta de
Matronas, otras señoras y las autoridades más importantes del Departamento, el Prefecto, el Cancelario de la
Universidad, el Decano de la Facultad de Derecho, profesores y maestras. Una de las autoridades cita en primer
término un párrafo de Aimé Martin sobre la educación de las mujeres, pero además reproduce todo el discurso
sobre la degradación y envilecimiento de «ese preciosa mitad del humano linaje».
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<S'C¿£f QMujereS en la h is to r‘a de B o livia - Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
1José Manuel Loza Nació en La Paz en 1801. Doctor en Derecho y Teología . Fue uno de los fundadores de la
Universidad Mayor de San Andrés y después cancelario de la misma. Estuvo desterrado. Fue parlamentario, fiscal
de Distrito y Ministro de Educación. Redactor del “Iris de La Paz”. Publicó M e m o ria b io g rá fica d e S ucre, M e m o
ria b io g rá fic a de B o líva r. Escribió versos en latín, pues era un entusiasta de esa lengua, Gabriel René Moreno dijo
que esos versos eran “perfectamente ridículos” y le pareció “pasmoso” que hubieran sido premiados en un certamen
católico. Citado en Mesa y Gisbert (1976: 59).
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(^ M u je re s e r la h isto ria ¿e B o lM a - Im ágenes y rea lid ad es d e l sig lo XIX
Las fuentes prescriptivas menos flexibles para las mujeres continuaban siendo
las eclesiásticas: la Instrucción de la mujer cristiana (1524) de Juan Luis Vives y La
perfecta casada de Fray Luis de León (cuya primera edición data de 1583) permane
cían como manuales de conducta para las mujeres, especialmente el de León, que era
obsequiado a las recién casadas incluso durante la primera mitad del siglo XX.
A este género corresponden la Carta Pastoral (1879) que el Obispo de Santa
Cruz de la Sierra dirige a sus Diocesanos, exhortando a padres y madres de familia
tanto como a las hijas, a seguir las disposiciones divinas concedidas como prerrogati
vas de su sexo para cumplir su misión en el plano de la virtud y la religión. Bien impuesto
de las novedades y los cambios de la sociedad, el Obispo dice “Jóvenes todos, de uno y
del otro sexo, comprended que la Religión Católica, no se opone, no, al estudio de las
ciencias y artes, al progreso verdadero ni a la adquisición de bienes de fortuna, con tal
que no hagais de ello causa ú ocasión de vuestra eterna ruina” (Baldivia, 1879).
La nueva áncora de salvación ó devocionario (1888) de la Compañía de Jesús,
es una ayuda sacerdotal para el examen de conciencia, donde se marca los límites de lo
permisible de aquello que está reñido con la moral, tanto para los hijos como para los
casados. La ubicación cronológica de estos textos, en el último cuarto del siglo, cuan
do ya se ha planteado el debate sobre la emancipación y la educación de la mujer, es
una prueba de su vigencia en patrones de comportamiento de la sociedad boliviana, del
predominio de la iglesia al interior de las relaciones familiares y del control de la
sexualidad femenina y el rol de las mujeres.
5. LA REPRESENTACION LITERARIA
REPRESENTACIONES Y VISIONES MASCULINAS
SOBRE MUJERES
Si se trata de revisar las representaciones sobre las mujeres hay que ver necesa
riamente la producción masculina sobre ellas, pues son los hombres los que producen
casi todos los discursos sobre el género femenino, sea en forma de versos, ensayos o
teorías. En todos los períodos «la debilidad de las informaciones concretas y circuns
tanciadas contrasta con la sobreabundancia de las imágenes y los discursos. A las
mujeres se las representa antes de describirlas o hablar de ellas, y, mucho antes de que
ellas mismas hablen. Incluso es posible que la profusión de imágenes sea proporcional
a su retiro efectivo. Las diosas pueblan el Olimpo de ciudades sin ciudadanas; la Vir
gen reina en altares donde ofician los sacerdotes; Marianne encama a la República
Francesa, cuestión viril. Todo lo inunda la mujer imaginada, imaginaria, incluso fan
tasmal» (Duby y Perrot, 1993). Por ello es fundamental atender a la evolución de este
imaginario. La escritura es un medio de gran libertad para transmitir la representación
de la mujer, para forjar la imagen que los hombres desean tener de la mujer pues su
realidad es ignorada.
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écas oM ujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
Y derramas el placer;
Dígnate con tu presencia
Compartir de su contento
Darte destresa y aliento
Y esta fiesta embellecer1
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des de Bolivia, tienen una tradición muy larga que ha bebido de fuentes cristianas y
nativas, del castellano y de las lenguas locales. Los cancioneros son cantados por
hombres y mujeres en las fiestas del calendario religioso y son parte del patrimonio
cultural. La tradición sobre la Virgen del Carmen narrada por Rosendo Gutiérrez es un
ejemplo de las contradicciones centrales de la cultura republicana que comparte un
catolicismo ritual y una modernidad impuesta no racionalizada ni asumida a partir de
la realidad propia. Algunos estudios hacen evidente el uso extendido de imágenes
providencialistas en los sermones y las homilías en honor de los presidentes bolivianos
en una tendencia de verdadera “sacralización de la vida política”, por la que se asimila
a los mandatarios con el Sol y Cristo, asociados a la Virgen María en sus diferentes
apelativos y patronatos'.
Es particularmente romántico el largo poema Celichá, escrito por el abogado y
explorador Daniel Campos, inspirado en la visita a los selvícolas del Gran Chaco del
que ofrecemos extractos. El tema es el romance y sacrificio de una joven princesa de la
llanura, en realidad, una joven toba de piel blanca. La obra premiada por el Congreso
Nacional de Bolivia parece haberse inspirado en el poema Tabaré (1888) del uruguayo
Juan Zorrilla de San Martín. Modesto Omiste en su alegoría La Patria y la Mujer
(1897), donde apoya el derecho al sufragio y a la emancipación de la mujer escribe:
“La Patria es una deidad, y la mujer su sacerdotisa”.
Ciertamente, los extractos de la Antología son sólo una muestra de la produc
ción literaria de la época. El teatro es otro espacio importante de transmisión de ideo
logías. Su trascendencia en la construcción del imaginario nacional en el siglo XIX,
los proyecta más allá de ese límite histórico, llegando incluso al presente, a través de
las “obras clásicas” reproducidas por el pensum escolar. En estas obras se expresan los
temas centrales de la colectividad: lo nacional, lo social, la cuestión étnica y el género.
Un estudio reciente que analiza precisamente las imágenes femeninas en la
literatura nacional tomando como fuente las principales novelas y obras de teatro del
siglo XIX, da cuenta de las finalidades didácticas de los principales productos de esos
géneros: la novela “Juan de la Rosa” de Nataniel Aguirre, las obras teatrales “Los
Lanza” de Félix Reyes Ortiz y “Los Mártires” de Hermógenes Jofffé.
La imagen femenina del siglo XIX según esas obras posee rasgos coloniales
religiosos así como códigos culturales europeos configurándose como ambigua y cam
biante. Sin embargo, las diferentes vertientes confluyen en el reconocimiento de un
conjunto de virtudes en la mujer, ligados a su fortaleza, moralidad y capacidad afectiva.
“El imaginario femenino boliviano de la mujer se ha conformado como un complejo y
abigarrado escaparate de figuras y símbolos que se modifican periódicamente en tanto
la construcción social, el espacio y el tiempo van construyendo nuevas modalidades y
premisas de relaciones entre los sexos” (Cajías y Rossells, 1997: 81).
‘.El providencialismo llegó a su apogeo en el período de Belzu cuando salvó la vida de un intentó de asesinato,
atribuyéndoles la protección a Dios y la Virgen María (Richard, 1997). A esta última le mandó construir una
capilla en Sucre.
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sucumbe de pena en el lago Poopó al igual que sus padres, convirtiéndose en un fantas
ma que circulaba por la orilla del lago.
La influencia de la iglesia y de las tradiciones coloniales está profundamente
anclada en la vida cotidiana del siglo XIX prolongándose más allá de 1950. La tradi
ción de las Almas en pena, como la de las viudas, duendes y otros seres del imaginario
hispanoamericano cuenta las actividades de una señora virtuosa y una monja, como
mediadoras de las almas que se comunican con ellas fluidamente. Sor Estematina no
es una tradición tan benévola, reproduce la historia real o no, existente en muchas
ciudades, de la monja que huye con un galán, médico o de otra actividad. Estos aman
tes sufren el castigo de Dios
Es sustantivo y rompe con el estilo festivo, prescriptivo o superficial de otros
autores que se refieren a la mujer, el ensayo de Gabriel René Moreno sobre María
Josefa Mujía, el mismo que recoge una selección de versos y los poemas de otros
autores dedicados a ella. Se trata de un análisis riguroso extendido a varios otros poe
tas bolivianos. En su opinión de crítico, la Mujía se encuentra por méritos propios en el
pequeño círculo de poetas reconocidos. Mujía y Adela Zamudio son calificadas por los
intelectuales de su tiempo como sobresalientes, mujeres fuera de lo común, incluso en
su vida personal, distinta a las casadas, amas de casa y madres.
Una visión del conjunto de la producción literaria sobre la mujer permite ver
cambios en el imaginario femenino de las élites del país. En las primeras décadas
persiste el romanticismo con el tema central relacionado con el amor, que puede termi
nar en tragedia, siempre con un sentido moral. En las últimas el interés se vuelca a la
polémica sobre las transformaciones de la situación de la mujer en el mundo.
Los autores que analizamos parecen no conocer a las mujeres en su compleji
dad psicológica pero les marcan el camino, trazan los límites de su comportamiento y
de su destino. Se diría que la literatura confunde su función con la prescriptiva. Ambas
se complementan. Se percibe que los autores tienen menor vocación por el análisis
social y cultural de la realidad y por cierto, sobre cuestiones relativas al género feme
nino que las autoras que analizamos en el siguiente capítulo. De ahí que subsisten las
imágenes coloniales y los discursos moralistas, cuando no los versos irónicos.
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Y me ordenó tiernamente
A que abrazara la cruz
Y luego...sobre mis ojos
Puso un negro y denso velo
Y dijo “Sigue en el suelo
Tú las huellas de Jesús.
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C V ^ v C ljS rC S en la h isto ria do B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
brío de la guerra del Pacífico a la que asistieron dos de sus hermanos, y “El hombre”
en la que retoma su querella contra los privilegios masculinos:
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^ M u je r e s en la h isto ria B o liv ia - Imágenes y realidades del sig lo X IX
en las dos últimas décadas del novecientos. No resulta inútil mencionar que la ausencia
de mujeres en las listas biográficas de literatos y personajes distinguidos, puede deber
se en gran medida al hecho de ser realizadas por hombres y a la idea dominante de
privilegiar las áreas de la política y el poder militar y económico. Tan evidente resulta
esta irrupción femenina que en 1884, algún autor anónimo dice “en broma” en el pe
riódico “Las verdades” de La Paz:
“Lo dicho: las mujeres con el tiempo van a dejamos a un lado. Hasta hoy nos
disputaban laureles en el campo de la literatura y el arte. Pretendieron ocupar
asiento en los parlamentos; llevar su voto a las cámaras, obtener carta de ciudada
nía ¡que no han pretendido las mujeres! Sin embargo, no habían ensayado todavía
las exploraciones peligrosas, ni ocupado un puesto en la milicia, ni en la marina”.
No hay que argumentar mucho para dejar en claro que la posición feminista no
era la predominante entre las mujeres de las diversas clases sociales. Todo el ordena
miento social jurídico y cultural configuraba su posición subalterna, edulcorada por
visiones del orden divino. Las mismas mujeres suscribían dignamente este patrón de
conducta como ocurre con la corta narración titulada “Queruqueru” de la primera re
vista femenina de Cochabamba, La Rosa de 1898, y los juegos de palabras sobre las
mujeres, muy estimadas por la población masculina, en la misma publicación, salvo
que este acatamiento literario solapado pudiera ser una estrategia en la búsqueda de
más libertades. Por lo mismo, es importante señalar que Adela Zamudio no fue una
isla, la discriminación de la mujer fue objeto de preocupación también de otras precur
soras como Lindaura Anzoategui y Hercilia Fernández de Mujia. Anzoátegui trató el
tema de la situación de la mujer, planteó ideas de simpatía al indio y realizó críticas a
la iglesia y los partidos políticos a través de la novela; Hercilia Fernández escribió
artículos explícitos sobre las desigualdades y la necesidad de educación de la mujer.
Adela Zamudio, en especial con su novela Intimas, consolida una “nueva posición
critica y narrativa que solo podía venir de un sujeto femenino.. .se opone en más de un
aspecto a las preocupaciones dominantes en los intelectuales y escritores de la época:
a las grandes preocupaciones por lo nacional, la preocupación por la vida diaria; a los
narradores monológicos, un texto dialógico; a la narración de hechos históricos, la de
la cotidianidad y la intimidad» (García Pabón, 1999: xi). Tanto Zamudio como
Anzoátegui y Fernández contribuyen con su dedicación a los análisis de los sentimien
tos y la interioridad femenina al reconocimiento y defensa de la diferencia de género y
de los derechos que deben asistir por igual a hombres y mujeres. Sus aproximaciones a
lo local, lo cotidiano lo privado y lo íntimo, y las contradicciones con el poder y lo
público son parte de los temas que sólo un siglo más tarde reconocerán los estudios
interdisciplinarios y las corrientes antiautoritarias de una sociedad moderna.
Esos planteamientos en relación con la situación de injusticia de la mujer e
incluso en relación a los de la sociedad resultan más iluminadores, lúcidos y compro
metidos que los de muchos autores, pese a contar éstos con las facilidades de acceso a
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los instrumentos de opinión pública, nada más que por ser varones de la clase domi
nante. Algunos de ellos persisten al filo del cambio de siglo, con un idealismo extremo
en el tema femenino, que en realidad viene a ser la forma de disfrazar su rechazo al
reconocimiento de las mujeres como sujetos de derechos y obligaciones. Resulta una
ironía que Lindaura Anzoátegui en su novela Como se vive en mi pueblo (1892), el
único texto sobre varones en la Antología, haga una crítica tan acertada a las eleccio
nes y a las formas corruptas del sistema democrático.
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en la h is to r' a de B o livia ■ Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
ción de las mujeres, sus vestidos, costumbres, actividades y relaciones con los hom
bres. A sus descripciones y grabados se debe en buena parte, el conocimiento de los
cambios en la vestimenta a principios de la República y de diversos aspectos de la
cultura en un período muy temprano de la historia nacional Se ocupa tanto de la pobla
ción femenina de las ciudades como de las zonas rurales.
Para los viajeros no siempre es accesible la mirada “desde adentro”. Las múlti
ples motivaciones que alientan los viajes de exploración condicionan estas empresas
de acercamiento a lo ignoto: naturaleza y culturas radicalmente distintas a la occidental.
Entre las descripciones de la gran belleza natural, el peligro, las frecuentes con
diciones infrahumanas de sobrevivencia en regiones inhóspitas, los recursos naturales
y tierras indígenas para su explotación, aparecen las descripciones de sus habitantes.
La aproximación a los selvícolas está condicionada en gran medida por los prejuicios
basados en la creencia de la superioridad de la raza blanca.
En la historia boliviana del siglo XIX, la relación de los gobiernos y la pobla
ción dominante con los indígenas de la zona andina aymara-quechua como con las
tribus del oriente mantenía conflictos de larga data, provenientes de la estructura
jerarquizada e injusta impuesta en la colonia por la que los indígenas se encontraban en
la base de la pirámide social y económica y sin derecho alguno.
Para la mentalidad pragmática y liberal de las élites bolivianas que considera
ban un desperdicio que las comunidades indígenas siguieran poseyendo la propiedad
del suelo, pareció natural emprender una ofensiva contra ellas a través de medidas
específicas (subasta pública en 1866 y Ley de Exvinculación en 1874). Si las comuni
dades andinas del altiplano paceño, fueron gravemente afectadas con la expansión del
latifundio criollo, las tierras del oriente sufrieron la invasión blanca de diferentes fren
tes. A ello se refiere el abogado Daniel Campos en su informe al Gobierno, después de
culminar la expedición por el Chaco, con el arribo a Asunción del Paraguay en no
viembre de 1883. Este difícil recorrido tenía por objeto encontrar una ruta fluvial nave
gable hacia el océano Atlántico y disminuir así los perjuicios de la mediterraneidad
boliviana. Dice Campos: “Mientras mi permanencia en Caiza y mi visita á Yacuiva
pude comprender que existía una funesta colisión de intereses entre los padres
conversores y los propietarios de fincas de aquellos centros de población. Ambos se
disputan los brazos trabajadores. Aquellos á título de que esos trabajadores son neófi
tos suyos, escapados de la misión, y que fuera de ella van á corromper las puras cos
tumbre adquiridas á su sombra. Estos afirman que esos trabajadores habían abandona
do la insoportable situación de vida de las misiones.... Como dije antes, la lucha abier
ta de intereses entre los PP. Misioneros y los propietarios de la frontera, existe. Ella ha
dado por resultado inmediato la sensible decadencia de la industria, principalmente
desde que se puso en pie el Reglamento del año 71. Caiza, como lo espresé, es una
ruina” (Campos: 1888:273- 278-9). Campos explica que al ser monopolizados los bra
zos obreros por los misioneros, los establecimientos de ganadería, fábricas de
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que de esa manera se allanaba el camino al cielo, pero consultando además las pocas
posibilidades que tenía la niña de encontrar acomodo en la vida civil como esposa. En
esa atmósfera de intolerancia y forzada violencia, la joven Inés Campero, monja profe
sa del convento de Santa Mónica de Chuquisaca, al enterarse de tal medida decidió
acogerse a ella enviando una desesperada carta al Mariscal Sucre quien ordenó realizar
los trámites correspondientes y mediante resolución del 18 de enero de 1827, registra
da en el No. 59 del periódico “El Cóndor”, se le abrieron las puertas del convento
después de 16 años de encierro. En dicha nota se destaca que “a la señorita Campero le
queda la eterna satisfacción de haber sido la primera monja americana que ha roto esta
formidable barrera de ilusión, y disipado el encanto de una perfección divina, que sólo
cabe en una imaginación acalorada, demuestra que al Creador del Universo se le sirve
con más celo y con una voluntad más pura entre la gran familia del mundo, que no
entre la sepultura de un Convento”.
Sigue una conmovedora comunicación de Juana Azurduy de Padilla a las auto
ridades de Salta en los momentos de gran necesidad económica y de abandono en la
que expone su dolor y decepción de no tener ni una mano amiga que la apoye, dice «el
origen de mis males y de la miseria en que fluctúo es mi ciega adhesión al sistema
patrio....» cuando ella entregó su vida en la lucha contra los españoles, perdió casi a
toda su familia y renunció a las invitaciones que le hizo el enemigo para atraerla.
Contrasta este testimonio con la falta de reconocimiento e insensibilidad del país que
ayudó a formar, pues, pese a que Simón Bolívar la visitó a su llegada a Sucre en 1825,
como una muestra de homenaje, y el primer gobierno le asignó una pensión, pronto
ésta le fue suspendida y Juana murió (1862) en la miseria que ya había conocido, y sin
siquiera el acompañamiento de una banda del ejército que le correspondía como a ex
combatiente. Contrasta enormemente la pobreza y humildad de su vida real y de su
muerte solitaria con la figura mitológica que después construye la clase dominante
como elemento femenino del panteón de sus héroes para consolidar la nación que aún
está desestructurada. A esos intentos corresponden algunos de los materiales que figu
ran en el segundo capítulo de esta Antología.
Las cartas de Juana Baptista a su padre transmiten los sentimientos filiales y
religiosos muy profundos, en una relación privilegiada de confianza y amor registra
dos en estas y otras cartas de la época. No sabemos en qué medida, y de qué manera
intervenían en las respetuosas y afectuosas relaciones filiales, los moldes de someti
miento de los hijos. Todo ello nos plantea muchas preguntas sobre las mujeres, vistas
desde una perspectiva de subjetividad y de intimidad que ni los documentos oficiales
ni los escritos de los hombres pueden revelar. Por ello, las cartas de mujeres son
verdaderos veneros de información sobre la vida, las relaciones intrafamiliares, societales
y la vida cotidiana. La descripción que hace Juana Baptista del entierro del prelado en
Sucre, es como una escena viva: «el tañido de todas las campanas de la ciudad, la
música lúgubre, las cajas, el órgano, de retumbante sonido, con el débil golpeteo del
(^ J v C u }6 V 6 S en la h istoria da B olivia - Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
badilejo del albañil que fue lo último y después se acabo todo y calló la música». Son
de gran sensibilidad las reflexiones que hace después, sobre los honores y la muerte:
«Así se acaba el hombre? Me decía a mí misma y con él toda su grandeza, su dignidad,
sus honores? Con que el último actor de esta tragediíde la vida ha de ser un albañil?
Como esta hija que se explaya y utiliza la escritura epistolar como medio para
testimoniar sus sentimientos y su propia existencia, muchas otras mujeres han debido
hacerlo, dejando quién sabe, cuantos miles de cartas perdidas, destruidas por el tiem
po, por las familias o por ellas mismas, juzgándolas irrelevantes, fútiles para la histo
ria, cuando son una especie de cajas de Pandora.
De este mismo período es la carta que dirige María Josefa Mujía a Gabriel René
Moreno en relación con unos versos que le han sido enviados al gran bibliógrafo. ¿Que
otra forma puede haber más próxima y desnuda de conocer lo que piensa y siente una
autora sobre su obra que a través de esta carta tan temerosa y huriiilde, pero a la vez,
incapaz de ocultar su anhelo de salir al mundo?
La única misiva que hemos seleccionado de un padre a una hija es la del gene
ral del Ejército Eliodoro Camacho que se encuentra en plena campaña de la Guerra con
Chile, pero aún así muestra también una relación de confianza y profunda comunica
ción con la hija Inés, a quien incluso confía en otras misivas, los pormenores de la
contienda, pero en esta carta además de acusar recibo de las impresiones que tiene la
hija sobre un escrito oficial del padre, la congratula por su buena redacción y fluidez y
la impulsa a adherir al movimiento de emancipación de la mujer «i verás que lindo es
que una mujer se levante sobre las trapuzondas de la ropa i menestras de la despensa
para ocuparse de la cosa pública, recordando que es un ser tan racional i tan completo
como el hombre mismo”.
Finalmente, las cartas de Corina Moreno de Harriague, hermana del notable
bibliógrafo y escritor cruceño, Gabriel René Moreno, que son también de una relación
cariñosa y maternal de la hermana que se angustia por los problemas laborales y la
soledad de la inminente soltería del intelectual y quiere evitarla a toda costa, pero son
asimismo, escaparates de los anhelos y valores de la oligarquía chuquisaqueña que
soñó con París como la cúspide de su consagración. La señora de Harriague logró tener
un salón parisino antes que la «Princesa de la Glorieta», Clotilde Urioste de Argandoña.
9. FORMAS DE VER:
ICONOGRAFIA FEMENINA DEL SIGLO XIX
Parece que de todos los géneros artísticos tradicionales de occidente, el más
conservador es el retrato, en cuanto impide recurrir a otros significados que no sean los
de representar a la persona. Aunque en el pasado, se podía retratar cualquier escena o
cosa, “si la palabra ha quedado exclusivamente destinada a referir la reproducción
mimética de un rostro de un individuo “real” quizá sea porque de todos los géneros
representativos, en el retrato el referente parece siempre listo a opacar cualquier otra
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B ea triz R ossells
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en la h isto ria de B o liv ia • Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
Los trajes étnicos pueden ser parte de la identidad cultural de los pueblos o
resultado de los cambios producidos por disposiciones legales coloniales y republica
nas que normaron incluso sobre la vestimenta en su objetivo de dominio de la pobla
ción indígena, pero esos cambios son muestras de la resistencia o la apropiación de
signos pertenecientes a las clases altas para obtener ventajas en la intrincada dinámica
social de los pueblos mestizos (Barragán, 1992).
Los “retratos” fotográficos, que ingresan a Bolivia en las últimas décadas, con
servan junto con el nombre, los requisitos de la representación iconográfica. La retóri
ca de la investidura de la imagen utiliza igualmente una teatralización en tomo de la
persona. No basta la vestimenta y los arreglos del cuerpo. Los estudios fotográficos
proveen de escenarios pintados con columnas de mármol, graderías, jardines o jarro
nes para dar profundidad y veracidad a las figuras humanas y sobre todo jerarquía
social. Es una ironía que el estudio fotográfico “Cordero” de La Paz haya empleado
los mismos escenarios para mujeres de diferente rango social con lo que quedan ex
puestas las artimañanas de los retratistas y las fotografiadas.
La galería de mujeres de Bolivia del siglo XIX que ilustra esta antología, puede
ser distribuida en varios grupos: las retratos pictóricos y fotográficos de mujeres de la
élite; los retratos fotográficos e ilustraciones de mestizas; los mismos de mujeres indí
genas; algunos retratos e ilustraciones exponen grupos de personas de distinta clase
social, remarcándose las jerarquías en la vestimenta y adornos. Grupos de finales de
siglo o principios del XX que muestran las transformaciones de la sociedad, el ensan
chamiento de las élites producto del mestizaje y el ascenso de familias adineradas. Son
asimismo importantes los retratos de maestras y alumnas de colegios, en la severidad
de la vestimenta, la adustez del rostro de las “matronas”, los premios a la virtud, listos
para ser distribuidos, se puede sentir el ambiente de restricciones y religiosidad.
Un importante número de estas ilustraciones corresponde a las realizadas por
científicos y viajeros como Alcides de D ’Orbigny cuyo objetivo puede ser considerado
principalmente de registro científico. La gran calidad de la técnica empleada y la fide
lidad de los rasgos con las descripciones realizadas abonan por ellas como un testimo
nio serio. Se utilizan también ilustraciones hechas por Henri Lanos para la publicación
de Bresson y de Riou para Thouar y las magníficas fotografías de los misioneros
Giannecchini y Masció de las maestras, estudiantes y habitantes de la misión a su
cargo en el Gran Chaco. Todos estos elementos gráficos son documentos auxiliares
invaolorables para la información.
El otro grupo de ilustraciones corresponde al boliviano Melchor María Merca
do que dejó un conjunto iconográfico muy representativo de la mestizada pero
jerarquizada sociedad boliviana. Los retratos que hace a hombres y mujeres de dife
rentes regiones en el transcurso de 40 años (1841-1869) constituyen tqpfo un aporte
artístico como documental de gran riqueza por el contenido de amplié información
económica, social y cultural.
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tantes manejaba el país entero con la falsa conciencia de buscar “el progreso” sin pro
curar una sociedad más democrática.
Sólo a fines de siglo se puede verificar la creación de un mayor número de
planteles de instrucción para niñas que beneficia a las élites urbanas sin cambios tras
cendentales aunque continua la discriminación que impide el acceso al conocimiento
científico. La educación media y superior eran de hecho inaccesibles para la mitad de
la población del país así como así como para los indígenas y mestizos pobres.
La cuestión de la educación y la emancipación de la mujer se plantea como una
polémica en la década de 1870. Los avances realizados en relación a la educación
superior femenina, los cambios en las costumbres (mujeres que fuman, conducen au
tos) en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Las exigencias para lograr la plenitud
de los derechos civiles y políticos para las mujeres repercuten en América Latina.
Las ideas en boga, los cuestionamientos y las polémicas se presentan funda
mentalmente en la prensa. Por ello, los medios escrito^ resultan una fuente privilegiada
para conocer la ideología de este período. Periódicos, revistas, así como folletos y en
menor medida, libros, pretenden controlar la opinión pública. Tratándose de cuestio
nes que se resolvieron con la aprobación de nuevas leyes, después de debates parla
mentarios, los archivos pertinentes son otra fuente importante para la historia oficial.
No obstante, nos interesa ver en qué medida la discusión sobre estos dos temas centra
les para nuestra investigación-la educación y la emancipación de la mujer- y los temas
colaterales -libertad de cultos y matrimonio civil -llegaron a públicos más amplios
más allá de las élites políticas y sociales. Ciertamente, los medios escritos tenían un
alcance muy reducido si se toma en cuenta el analfabetismo reinante en la mayor parte
de la población, añadido a las diferencias sociales, culturales y lingüísticas. Según los
cálculos de Dalence hacia medio siglo, sólo habían 100.000 personas letradas en todo
el país.
La población está dividida en el acceso a la información, pues ni siquiera se
contempla el goce de los derechos de todos los bolivianos. La información escrita es
un artículo de lujo consumido exclusivamente por los círculos privilegiados. La pobla
ción de origen modesto, los indígenas, las mujeres, no tienen contemplado en su hori
zonte cultural este tipo de medio de comunicación. De ahí que es importante valorizar
la presencia heterogénea de medios en la circulación de las ideas.
El púlpito, en el caso de la iglesia, resulta una tribuna excepcional de comuni
cación especialmente con la población femenina, además de las cartas pastorales, el
confesionario, los misales y otros elementos de la parafemalia eclesiástica. El caso de
manejo de opinión que citaremos por parte del diario católico “El Cruzado” muestra de
qué manera heterogénea funcionan los canales de opinión (púlpito-prensa), en esté
caso, y por tanto, cuán diversificadas están las fuentes de la información, más aún si se
trata de sectores de la población que usualmente no utilizan los medios de información
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formales, sino otros informales, entre ellos la transmisión oral, de gran tradición no
sólo cofonial sino también precolonial.
Precisamente en ocasión de la aprobación constitucional de la libertad de cul
tos, que significó la disminución del predominio de la iglesia católica, ésta presentó
un frente de oposición y hábilmente empleó los distintos medios a su alcance para
apelar a las mujeres de distintas clases sociales, con el argumento de que se trataba de
la defensa de la fe, utilizando tribunas como su órgano de prensa “El Cruzado”1donde
se ocupa tanto de la emancipación de la mujer como del matrimonio civil. Ambos
temas son confluyentes pues afectan el centro mismo de la organización social pa
triarcal -la familia- regida por principios de orden religioso.
Con seguridad que en los oficios religiosos, este asunto fue tratado como una
cuestión de vida o muerte, pero no quedó en el ámbito de los templos sino que se
consiguió incluir en un número de “El Cruzado” de 1875, una confesión de fe pública
firmada por cientos de mujeres bajo el epígrafe de “Otros fieles de Cristo que profesan
la fé católica contra el exequátur contitucional” . Entre ellas 42 mujeres de la Casa de
recogimiento de Santa Rita, 9 religiosas Terceras de Santo Domingo, 84 de la Casa de
recogimiento de la Purísima Concepción y alrededor de 300 firmas de otras mujeres.
A la rebeldía contra la iglesia ellas oponen ”un acto público de obediencia y docilidad”
aunque evidentemente estas piadosas firmantes no son lectoras habituales de la prensa
ni siquiera de “El Cruzado”. Más bien el total de firmantes de las Casas de recogimien
to de Santa Rita y la Purísima Concepción parece excesivo. Diferencia numérica que
hace suponer un manejo interesado de la cifra, o de lo contrario, un incremento de la
población de beateríos en esta década, correspondiendo a la necesidad de la Iglesia
Católica de fortalecer la fe y a la feminización de la iglesia producida también en otros
países. Según esta tendencia, la figura típica de las parejas urbanas era un marido ateo
o liberal y una esposa católica ferviente.
Los liberales propugnan la separación de la iglesia y el Estado. En 1871 obtie
nen que la Constitución Política del Estado consigne la libertad de cultos que significa
la disminución de su poder, lo que abrirá las puertas para la aprobación del matrimonio
civil. La iglesia católica boliviana realizaba diligentemente su papel de resistencia junto
con los sectores conservadores. En las libertades ofrecidas a las mujeres según esa
visión, se estaría jugando la estabilidad familiar y societal: “El Estado viene de la
ciudad, la familia produce la ciudad y el matrimonio es el gérmen de la familia. Allí
donde la familia es honesta y buena, morigerada por el amor de Dios; “ (O rtiz, 1874).
La condición de este tipo de familia es la mujer legitimada por la iglesia, en su rol
tradicional de apoyo del hombre con las cualidades de pureza, debilidad y virtud. Toda
otra tendencia la anula: “”La secta liberal en son de ennoblecer á la mujer, la degrada:
sacala de su natural condición que es la de señora de la casa, madre y amiga, para
lanzarla en el agitado torbellino de la política y hacerla sufragante, legisladora y
juez...... haciéndola renunciar a los sentimientos calmados de la casa por los furores
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período, más abiertas incluso que la gran mayoría de las mujeres. Mencionamos los
trabajos de Manuel María Jordán y Rodolfo Soria Galvarro, el primero es un discurso
leído en la inauguración del Colegio de Educandas del Carmen de Oruro que analiza la
injusta y falsa democracia boliviana “desigualdad democrática en medio de la igual
dad republicana”, al carecer los indios y las mujeres de libertad y derechos accesibles
a los demás seres. La mirada crítica del autor, poco frecuente, al atravesar la cuestión
racial, social y de género de la sociedad boliviana calibra la distancia en que se coloca
Bolivia frente a otros países que han superado estos “formidables muros de la injusti
cia” que a causa de los olvidos de la política mantienen “la ignorancia de la mujer y la
barbarie del indio”. Sostiene que la reforma social no puede llevarse a cabo sin la
reforma de la situación de la mujer, y ésta no puede llegar sino a través de la instruc
ción. A diferencia de sus contemporáneos que desechan la posibilidad de que la mujer
tenga la capacidad o posibilidad de alcanzar un grado de preparación similar al del
hombre, Jordán sostiene que puede ser tan sabia e ilustrada como éste, y bajo esta
condición dejar su situación de sierva degradada de su patria y pupila de su consorte.
Propone con fuerza la “restitución” de los derechos de la mujer, así como los del indio.
Cuestiona la irracionalidad de la ausencia de la mujer en la elaboración de la
ley que hace su propia opresión y el abuso excesivo del hombre aprovechando de la
supuesta debilidad de la mujer para mantener el “tutelaje de perenne opresión”.
El término Ilustración que en la década de 1850, fue utilizado con un significa
do más religioso -piedad ilustrada- es utilizado por este autor y por otros, como un
equivalente de educación e instrucción de la mujer, revelando de que manera ocurren
las transformaciones ideológicas.
La posición de apoyo a la educación de la mujer no sólo fue seguida por algu
nas representantes del sexo llamado “débil”, sino también por algunos hombres, como
el caso citado anteriormente y el que veremos a continuación en el discurso que hace
Rodolfo Soria Galvarro ante el “Círculo Literario de La Paz” en 1878, bajo el título de
“Discurso sobre la educación de la mujer en la esfera de las especialidades científi
cas”. Soria Galvarro, al igual que Jordán, inserta sus propuestas en la propia religión
católica, pero con una interpretación relativamente distinta a la de la iglesia, en cuanto
Dios habría dispuesto para la mujer la misión de ayudar al hombre sin encadenar sus
preciosas facultades. Incide en el punto central de la discusión sobre las funciones de
la mujer, no desechándolas para no incurrir en “esto que se ha llamado objeción y que
es mas bien un argumento contraproducente”, sostiene que la mujer “para ser buena
madre, debe ser ilustrada”.
Con datos de universidades americanas sobre el éxito de mujeres en las cien
cias naturales y abstractas desde 1861, Soria Galvarro, propone abrir la educación
superior a las mujeres tanto en las especialidades anteriormente nombradas como en
las profesiones más importantes que siguen los hombres: la abogacía y medicina en
base a cualidades femeninas favorables para el desenvolvimiento de estas actividades.
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entre la falta de información que desmerece a la mujer pese a la influencia social que
tiene en relación a las costumbres y hábitos de la vida cotidiana donde reina la supers
tición. Compara los avances de otros países en esta materia frente a la población regre
siva que representa la mujer en Bolivia por su anclaje en el pasado. Se ocupa también
de un problema que está en la estructura de una sociedad jerarquizada y amarrada a las
castas donde la discriminación social y cultural representa una barrera para “la unidad
social que forma el fondo de la democracia contemporánea” (Fernández, 1889).
Junto a las ideas de estas autoras, no exentas de una visión particular de clase y
fuertemente influenciadas por la moda, las de Adela Zamudio sobresalen por su radi
calismo y su lucidez. Desafió los valores patriarcales, propugnó el matrimonio civil, la
separación de la iglesia católica del Estado, el laicismo en el sistema educativo civil.
Todas esas ideas causaron polémica en el medio social y eclesiástico, al extremo de
dividir las opiniones de los intelectuales y las instituciones. Tuvo que enfrentarse con
un enemigo implacable: las mujeres católicas de Cochabamba, además de la curia
eclesiástica y los sectores conservadores de una ciudad pequeña y mezquina. Como
ninguna otra mujer ingresó al territorio del discurso público dominado por los hom
bres, más allá del ámbito estrictamente literario, manifestando sus adhesión al libera
lismo en sentido de libertad y renovación. La educación de la mujer fue la otra vertien
te de su preocupación, organizó una Academia de Dibujo y Pintura para las jovenes, ya
entrado el siglo XX dirigió una escuela fiscal de Señoritas y publicó artículos sobre
temas pedagógicos y sobre el papel de la mujer. Recién a partir de 1915, recibió un
amplio reconocimiento público por su obra como poeta y por su contribución a la vida
cultural, a partir de las simpatías de intelectuales paceños y de otras ciudades. Por todo
lo mencionado, Zamudio constituye un hito en el desarrollo del movimiento feminista.
¿Cuál es la respuesta masculina de los sectores más abierto a los planteamien
tos de las mujeres?
Contamos con un extracto de Adolfo Mier, escrito al límite del fin de siglo,
sobre la “Educación e influencia de la mujer”, publicado como capítulo de un libro de
lectura. El autor se refiere al tema de la moralidad de la mujer en la historia del género
humano, donde aparece la recurrente Eva: costilla del hombre, compañera y origen de
su desventura, relegada del predominio por su mala influencia, esclava subyugada por
la fuerza brutal del hombre. Analiza el rol determinante de la mujer en la historia de
Occidente para bien o para mal. Pero no se arriesga el autor a apoyar lo que en su
opinión está en el debate de duración indefinida, dejando como preguntas para los
escolares las cuestiones pendientes: “¿En qué consistirá la buena educación e instruc
ción para la mujer? ¿Le enseñarán todas las ciencias y artes conocidas? ¿Ejercerán
todas las profesiones, según sus aptitudes? ¿Desempeñarán todos los cargos públicos,
ingresarán a la vida tumultuosa de la política?” (Mier, 1897). Sugestivas preguntas
para las nuevas generaciones de varones que se instruían en las escuelas de la capital
andina, reflejo de los prejuicios acendrados que aún dominaban la mentalidad mascu-
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lina, acechada por el fantasma de los avances de la mujer que recién en el siglo XX se
irían concretando, como respondiendo una por una, a las preguntas de Adolfo Mier.
Junto con un artículo sobre la “Mujer Nueva” de una novelista inglesa y noti
cias sobre el último congreso feminista realizado en Bruselas, aparece publicada en la
Revista de Bolivia en 1898, la conferencia de Joaquín Lemoine. La misma que ofreci
da en Buenos Aires, propone aplazar la cuestión de los derechos políticos de la mujer
en virtud del peligro que representa para la desorganización de la sociedad. Al propio
tiempo considera necesario otorgarle la empancipación que rompa la dependencia del
marido. Lemoine tiene una cómoda postura para ser nieto de la heroína de la Indepen
dencia, Teresa Bustos de Lemoine que según las crónicas, ofrendó la vida en aras de la
nueva república, sufriendo una serie de desventuras (Ver el primer capítulo).
Ya iniciado el nuevo siglo, Joaquín de Lemoine publica en París, un inventario
del feminismo mundial de casi quinientas páginas en el que hace un recuento del avan
ce de instituciones, programas oficiales y toda clase de actividades de las mujeres en
campos tan diversos como el trabajo, la condición jurídica, la educación, las acade
mias, literatura, teatro, etc., en países como Francia, Gran Bretaña, Italia, Bélgica,
Escandinavia, Alemania, Suiza, Norteamérica. En relación a América Latina su re
cuento es brevísimo y sobre Bolivia menciona casi exclusivamente a su abuela la he
roína. Y sostiene: “En verdad, la evolución feminista en América Latina no es potente
porque ella está aún fuertemente atada al pasado. La corriente de ideas liberales mo
dernas, se estrella contra las rancias preocupaciones ultramontanas. Es por eso justa
mente, que la ley moral y civilizadora del divorcio, sancionada en todo el mundo civi
lizado no está todavía admitida en el pueblo hispanoamericano (Lemoine, 1913: 377).
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II PARTE
ANTOLOGIA DE FUENTES PRIMARIAS
Y BIBLIOGRAFICAS
1. FUENTES PRIMARIAS
0- ^ / 0- C h im e s en la h 'storia de B o livia ■ Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
* A N B .E C . 1805.216
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♦EC.1810.R9
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^ Á / {'lj6 V 6 S en la h ls,o ria de B o liv ia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
<
Zavala de Reyes que existe y a quien declaro por mi nieta legítima para que conste,
existiendo también los otros mis cinco hijos legítimos referidos, de los cuales, doña
Victorina está casada con don Ponse y doña Juana con don Matías Morales, mi sobrino.
Declaro que fui albacea de mi difunto marido don Manuel José de Reyes que
murió en la ciudad de Chuquisaca, en el año de 1822, de cuyo desempeño de testamen
taria ha estado encargado mi hijo legítimo don Juan Francisco por la suma confianza
que he tenido de su amor filial honradez y esclarecida conducta que de los bienes de
dicha testamentaria y míos como adquiridos en matrimonio, le entregué a dicho mi
hijo en la ciudad de Puno, el año de mil ochocientos veinte y tres, la cantidad de tres
mil quinientos pesos en plata y unas onzas de oro que poco más o menos importarían
mil pesos que de esta totalidad ha hecho pagamentos mi hijo a cuenta de la testamenta
ria de su padre emprendido gastos en mi venida y de sus dos hermanas doña Victorina
y doña Juana a esta ciudad, arrendamientos de casa en ella, mueblaje y adorno de ella
y socorros de importante consideración para mi decente subsistencia: mando que en
las cuentas que se haya de dar de la testamentaria de su padre y parte de bienes míos ya
referidos se está a las que justamente debe abonarse y a todo lo demás de descargos de
la testamentaria de dicho su padre como que el está muy bien instruido de ella y con
serva en su poder el libro de caja de su padre firmado por este, a cuyo contenido debió
y debe sujetarse.
Declaro que mi hijo don José Francisco tomó en Chuquisaca de dichos bienes
de testamentaria y míos, cinco onzas de oro selladas y otros bienes, muebles, de cuya
especie y número sabe bien mi hija. Mando que se le traigan a colación en particiones
según la razón que diere dicha mi hija.
Declaro que mi hijo don Juan Francisco participó en la venta de una parte de
hacienda mía propia cita en el pueblo de Matilla que con poder mío verificó don Fran
cisco Estevan García y habiendo dicho mi hijo recibido el producto, mando que se este
a las cuentas que diese de ella.
Declaro que mi hija legítima doña Manuela cuando casó con Juan Antonio Zavala
le dimos mi marido y yo varias alhajas que constan apuntadas en el citado libro de caja,
mando que se traigan a colación en la legítima de su hija y mi nieta doña Manuela
Zavala y Reyes.
Declaro que a mi hija doña Victoria le he dado un par de zarcillos de diamantes
con seis perlas - dos de aretes de topacio - una peineta de idem- un kilo de perlas
menudas - un anillo de diamantes rosa, una cruz de diamantes idem - y una cadena de
oro: mando que todo por su legítima importancia se le traiga a colación.
Declaro que a mi hija doña Juana le tengo dados dos pares de aretes de topacios
- un par idem de diamantes con seis perlas grandes -una cruz de diamantes- y un par de
zarcillos de esmeraldas: mando que asimismo se traiga a colación por su legítima im
portancia de herencia.
Declaro que la cruz de diamantes dada a mi hija doña Victorina tiene consigo
un broche de diamantes.
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P e so s 1 2 1 .7 9 4 ” 0.
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los q. herede y adquiera, o p.r donac.n u otro contrato lucrativo de algún pariente u
estraño deducido primero el importe de la dote y arras de la Sa. otorgantes y de mas q.
p.r herencia, legado, donación o secion recaigan en ella, p.r q. a ninguno se perjudique
en los gananciales que pueda haver cuando el Matrimonio se disuelva; y al cumpli
miento de lo referido obliga sus Bienes dótales parafernales hereditarios y multiplica
dos, y da amplio poder a los S.S. Juezes de la Nación para que a todo lo susodicho la
compelan como p.r Sentencia definitiva pasada en autoridad de cosa Jusgada, y renun
cia las Leyes fueros y derechos de su favor, para que jamas le aproveche su aucilio,
jurando p.r Dios Ntro. Sr. y una señal de Cruz q.e p.a formalisar esta Escritura, no ha
sido persuadida con eficacia ni violentada, directa ni indirectam.te p.r el citado su
Consorte, y q. antes bien la otorga de su libre y espontanea voluntad; siendo la causa
impulsiva de que sus efectos se convierten en utilidad suya. Y hallándose presente al
otorgamiento de esta Escritura dicho Ecsmo. Sr. Gran Mariscal Presid.te de Bolivia
Andrés de Santa Cruz, declaró bajo la misma formalidad del Juramento que los bienes
contenidos en la razón inserta son suyos propios, sin cargas, ni gravámenes algunos;
que no tiene deudas contra si. Y en su Testimonio asi la otorgan los Ecselentisimos
Señores comparecientes a quienes conosco de que doy fe, y firmaron siendo presentes
por Testigos los Ciudadanos Juaquin Mariano Prieto, José Manuel Valdes y Manuel
Felipe Liendo.- A Sta. Cruz.- fdo.- FP.C. de Sta. Cruz.- fdo.- Ante mí.- Mariano Tapia.-
Escno. Pub.co.- fdo.-
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s<as oMujei'es en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es d el s ig lo XIX
Carta de Dote de la Ecsma. Sra. Da. Fran.ca de Paula Sernadas, declarap.r su espo
so el Ecsmo. Si: D. Andrés de Sta. Cruz, q.n ha aumentado con donas y arras q. le ha
señalado.
En la Ciudad de la Paz de Ayacucho Capital de Departam.to a los quince días
del mes de Marzo de mil ochocientos treinta y un años Ante mi el Escno. publico del
numero y Tgos. infrascriptos, fue presente en el Palacio de su Morada el Ecsmo. Sr.
Gran Mariscal Presid.te de Bolivia Andrés Santa Cruz, natural de esta misma Ciudad,
hijo lgmo. del Maestre de Campo Coronel D. José Sta. Cruz, y la Sa. Da. Juana Basilia
de Calaumana, y dijo: Que en la Ciudad del Cusco, a veintinueve de Julio de mil
ochocientos veinte y nueve, mediante poder especial, contrajo Matrimonio in facie
Ecletiez con la Ecsma. Sa. Da. Fran.ca de Paula Sernadas y Camara, natural de aquella
Ciudad, hija lgma. del Sr. D. Pedro Antonio Sernadas y de la Sa. Da. Eulalia de la
Camara, la cual trajo a su poder p.r dote y caudal suyo propio diferentes Bienes q.
entonces se valuaron, y asendió su importancia a diez y siete mil cuatrocientos cin
cuenta y ocho pesos, y de ellos ofreció otorgar el competente resguardo prometiendo
p.r aumento de dote o en arras y donación propter nuptias la de quince mil ps.; mas p.r
la auciencia del Sr. otorgante, graves ocupaciones, y otros embarazos, no ha podido
formalisarlo hta. ahora, y cumpliendo con lo prometido, otorga y confiesa haver resivido
real y efectivam.te de la referida Sa. su Consorte los Bienes y especies que ella trajo
por dote y caudal suyo propio, y son los siguientes.
F o lio 170
\’ta.)
P o r la b u e lta 530” 12.000 ” 0.
D o s a n illo s con cin co b rilla n te s ro sa d a s y cu a tro rubíe s
ca d a una. en cu a ren ta p s. 40"
Un p r e n d e d o r d e un b rilla n te so lita rio g ra n d e en d o sie n to s
s in c u e n ta p s. 250”
* De pg. 104
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B eatriz Rossells
E n P la ta L a b ra d a .
S e is fu e n te s en tre g ra n d e s y p e q u e ñ a s, con p e s o to d a s de
trein ta m a rco s a o ch o p e s o s m arco, d o sie n to s cu a ren ta p e s o s 240”
D o s fu e n te s ta ig a s con p e s o d e och o marcos, a id., se senta y cuatro p eso s. 64 ”
S e se n ta p la to s co n p e s o d e cien to c in cu en ta m a rco s a id.,
M il d o sie n to s p e so s. 1 .2 0 0 ”
D o s e C u c h a ra s co n p e s o d e o ch o m a rco s a id. se se n ta y
c u a tro p e so s. 64”
Veinte y cu a tro ten ed o res co n o c h o m a rco s a id. se se n ta y
cu a tro p e s o s. 64”
V einticuatro c u c h a r ita s d e café, c o n p e s o d e o ch o M a rc o s a id.
v
se se n ta c u a tro p e so s. 64 ”
V einticuatro te n ed o res d e p o str e con o c h o m a rco s a id.
s e se n ta y c u a tro p e s o s. 64 "
C uatro Tasas c o n ta p a s g ra n d e s, con vein te m a rco s a id.,
cie n to se se n ta p eso s. 160 ”
U na O lla g ra n d e con ta p a y p e s o d e cu a tro m arcos a id.,
tre in ta y d o s p e so s. 32 ”
S e is o ja s d e p a r r a con cu e n ta s p a ra p o sillo s co n cuatro
v
m a rco s a id ., trein ta d o s p eso s. 32 ”
U na S a lse ra con p e s o d e un m arco a id., o ch o p e s o s 08”
A l fre n te 1 .9 9 2 ” 14.6 3 4 ” 0.
Fol. 171) -------
P o r e l fr e n te 1 .9 9 2 ” 1 4 .6 3 4 ” 0.
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¡ fiffifS G Á fllfC V C S en la h isto ria de B olivia - Imágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
Lo q u e le regaló la S e ñ o ra su Suegra.
Un A n illo d e B rilla n te s d e a un q u ila te im p o rta trescientos p eso s. 300 ”
D o s S a rta s d e p e r la s m e d ia n a s con p e s o d e cu atro o n sa s
tres a d a rm e s en m il q u in ie n to s ps. 1 .500 ”
Importan los bienes espresados, diez y nueve mil setecientos cincuenta y ocho
pesos, salvo error de q. S.E. el Si: Gran Mariscal se da p.r contento y entregado a su
voluntad p.r haverlos recivido de la mencionada Sa. su Esposa y traído a su poder p.r
dote y caudal suyo propio, cuya entrega ha cido cierta y efectiva y p.r no pareser de
presente la escpc.n de la non numerata pecunia de la Ley 9a. del Jd. I o. Part. 5a. q. de
ella trata con los años q. prefine p.a pedir la prueva de su recibo, q. da p.r pasados
como si efectivam.te ¡o estuviera y las demas Leyes propicias. Por tanto otorga afavor
de la presitada Sa. su Muger el resguardo masfirme y eficas q. a su seguridad condusca;
y declara q. los Bienes referidos han sido valuados p.r personas inteligentes con cuyo
juicio se conforma y que en su Tasación no hubo lecc.n ni engaño, y en caso de que lo
haya sea en poca o mucha cantidad hase a favor de la Sa. su Consorte, gracia y
donac.n pura, perfecta e irrebocable Ínter vivos con insinuac.n y renunciac.n y demas
estavilidades legales y congruentes, y a mayor abundam.to apruevay ratifica la cita
da Tasac.n y se obliga a no reclamarla y si lo hiciese sea visto p.r lo mismo haverla
aprobado nuevam.te, añadiendo fuerza a fuerza y contrato a contrato, a cuyo fin re
nuncia la Ley 16 Tit. 11. Part. 4a. que ordena “que si el que da o recive la cosa aprecia
da se dente agraviado de su valuac.n puede pedir que se deshaga el engaño en cual
quier cantidad q. sea, aun q. no llegue ni exeda de la mitad del justo precio como en
las ventas y las demas leyes que le sean favorables, para que en ningún tiempo le
sufraguen. Y cumpliendo con la oferta que luso a la Sa. su Consorte de dar la cantidad
q. el dro. le permite p.r aumento de dote en arras o donac.n propter nuptias, desde
luego, en atenc.n a la virtud onestidad y relevantes prendas de que está adornada,
reitera y siendo necesario de nuevo, hase la misma oferta; y declara que el aum.to de
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B eatriz R ossells
dote, se entienda en la cantidad de quince mil ps. de q. son parte las Alhajas q. le
obsequió antes del Matrimonio, y son las siguientes
Importan seis mil ciento setenta p. las Alhajas entregadas, y los ocho mil ocho
cientos treinta ps. que aun faltan p. completar la suma de quince mil ps. en q. quiere
haser el aum.to de dote se entienda hecho en lo mejor parado de sus Bienes, los mis
mos que caven en la desima de los q. poseía a tpo. de celebrar el Matrimonio, y aun
posee como es notorio p.r las fincas de valor q. tiene; y agregadas a los demas q. le
pertenesen bien alcansan a la desima consignada, y en el caso de que no quepan, se
los consigna en los mejores y mas bien parados, q. en lo subsesivo adquiriese a su
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^ M u je re s en la h is to r'a S o livia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
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En el Cantón de Collocollo a los beinte un dias del mes de Julio de mil ocho
cientos treinta y dos habiendo muerto la indijena Juana Balencia viuda de Francisco
Chuquimamani del ayllo Catavi tuve noticia que el dia de ayer habia muerto la espresada
Juana intestata y solo había hecho un papel simple sin autorización de autoridad algu
na en esta virtud pase a la casa y morada de la finada acompañado del Señor Corregi
dor del Cantón Alcaldes de Campo y de más ministros de Justicia y puse en practica el
presente imbentario.
Poniendo primeramente de depositarios a los principales abonados de dicho
ayllo y C. Fueron ciudadanos Salbador Limachi, Manuel Mamani.
Primeramente dos tazas de plata que se igualan entre ambas pesan doce onsas
Id. dos topos de plata con forma de cuchara su respectiva cadena de
lana y manta de lino.
Id. un topo de oro que conforma la figura de León con su cadenilla corta.
Id. nueve polleras azules bayeta de la tierra nuebas
Id. cuatro rebosos uno seleste y dos berdes y un musgo
Id. tres axsos de dos colores y uno mozo de buen uso
Id. una chaqueta de lanilla berde y un chaleco de bayeta rosada
Id. unjubón de bayeta con sus manguillas de paño nacar yun par de manguillas de bayeta rosada
Id. una pieza de bayeta blanca
Id. una cuchara de plata
Id. nuebe llicllas de lista y siete mozos
Id. ocho taris de colores
Id. un jubón de bayeta morada y dos piesas de encajes
Id. un poncho de colores
Id. siete frasadas de colores
Id. doce costales entre nuebos y usados
Id. siete sogas y sus reatas cuatro cargas de chipas
Id. tres pesos y cuatro reales de caytos
Id. un poncho chico viejo de chino
Id. una mesa chica de buen uso
Id. dos sillas de madera
Id. una yunta de tres cojudos azadones
Id. seis burros entre hembras y machos
Id. sesenta y tres ovejas madres
Id. una montera de terciopelo nueba
Id. un relicario de plata con adbocación de San Bicente
Id. dos rosarios de cuentas ordinarias con sus dos cruces y dos medallas de plata
Id. una balancita chica de metal
Id. dos botas de aguardiente chicas
Id. una azuela vieja
Id. un arado nuebo con sus respectibos útiles corriente
Id. dos palos biejos
* Dentrodel sumario de herederos que siguen Manuel BalboayMariano Mamani, anombre de la comunidad.
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UO KJMll,
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Q M im e
' S en la h isto ria de S o livia - Imágenes y realidades del sig lo X IX
6° Sexta: Que declara que cuando se caso, ambos cónyuges ingresaron ál matri
monio sin bienes algunos i con el único recurzo de su honrades i créditos con cuyo
apoyo han adquirido dos pedazos de Viña que se compraron en Cinti colindantes con
los de sus finados padres: los muebles i útiles que existen, i la tercera parte en el valor
del Establecimiento de esta hacienda de Guanchaca, cuyo trabajo emprendieron en
sociedad con los señores don José Santiago Portuondo y don José Ygnacio del Rio
hacen catorce años, una empresa incierta y fiados en la divina Providencia con cuyo
apoyo se halla bien cimentado el trabajo i con obras de grande esperanza; por lo que
ordena que la parte que le corresponda por ser bienes adquiridos entre los doz cumpla
i pague su Albacea las mandas y legados que adelante se precisará.
7°Septima: Que por los meses de junio y julio del año cuarenta i cinco, fue su
marido al valle de Cinti á hacer las tasaciones y particiones de los interezes de los
finados su padres don Samuel Bailón Ramírez i doña Maria Magdalena Rebollo, i
hecha esa operación, se hizo la divicion con sus hermanos don Seberino Ramires y
doña Justina del mismo apellido, quienes recibieron a lo primero la parte que les
correspondió de lo que todabia se les deve áunque no el todo—
8o Octava: que por sus bienes también reconoce la casa aceada i cómoda que
compraron en Tomave hace maz de tres años al señor cura Doctor José Agustín Cavezas:
igualmente és suya una Imagen de Nuestra Señora del Rosario que esta en la Iglesia de
esta hacienda con sus adornos correspondientes, que la dejo por herencia zu finada
suegra en la mitad de zu vida á su marido, i la otra mitad a su hermano don Seberino, á
quien se le dieron cincuenta pesos por lo que como lleva dicho es propia de ambos—
9o Novena: Que hace mas de quince años se há criado en zu compañía á una
niña llamada Isabel, hija natural de su cuñada doña Justina Ramires y la ha educado
como á hija propia, con esperanza de que fuese el váculo de su vejes, quien la ha
ocacionado incomodidades fuertez y graves á ella, y a su marido agravando sus males,
i há casado con la decencia i honor que deseaban lo que declaro para que conste—
10°Dccima: Que sin embargo de lo espuesto en la presente claúsula, tanto la
otorgante cuanto su marido don Mariano Ramires de común consentimiento y acuerdo
hicieron el dos de noviembre del cuarenta i siete ante el Escribano Publico de la Pro
vincia Don Yldefonzo Giménez Escritura de secion y donación irrebocable entre vivos
á favor de doña Isabel dandolá y poniéndola en posesión de las espresadas viñas de
Cinti cuya finca se denomina con la de Ysumita y és de valor poco mas ó menos de seis
mil pesos; y como el pasado año en Potosí, mi compañero después de que entablo
pleito con don Mariano Tavera marido de la dicha Isabel á causa de los justos motivos
que ocurrieron, causando el mismo Tavera según se probó en juicio por ruegos de este i
empeño de otros señorez tuvo que modificar i hacer otra Escritura en la que Tavera se
compromete dar mil quinientos pesos en el termino de cinco añoz y quedando siempre
reatado en la clausula de dar otros quinientos pesos al hermano de Isabel, Angel Ramírez
lo que declaro para que conste, i que sea requerido sobre el cumplimiento de lo estipulado-
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Beatríz R ossells
11 °Once: que igualmente haran once meses recogió de poder de cuñada un hijo
de esta llamado Angel Rosendo haijado de la otorgante á quien lo ha recibido hasta el
presente con amor i cariño i es zu voluntad dejarle quinientos pesos que se los entrega
rán en dinero efectivo don Angel Mariano Tavera y su mujer doña Isabel Ramírez en
los términos y tiempo que se designa en la escritura de secion i donación que ella y su
marido otorgáron lo que declara para que conste—
12°Doce: que también crió desde la edad de un año a un muchacho huérfano
llamado Sacariaz por muerte de su madre, que lo dejó en la infancia, hermano de
Mariano Calderón, ordena que á este lo eduque su marido don Mariano Ramires con
amor i cariño i según su servicio y actitudes le proporcione su mejor estar, i por parte
de la otorgante se le entregue cien pesos por su Albacea en el tiempo conveniente—
13°Trece: Que hace mas de siete añoz trajo su marido de Cinti á un sobrino
suyo llamado Mariano Avilés de veinticinco años de edad, hijo natural de doña Josefa
Raya i Ramires, entregado por su dicha madre ya finada para que lo eduque, que á este
lo recibió como á huérfano y le há tratado con amor...
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Qyvilljeresenla
h ls,o ria de S olivia - Imágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
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r
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5a líen declaro que poseo y tengo por mis bienes una mitad de las fincas de
Lequiñoso y Chirioco, ubicadas en el Cantón Pucarani Provincia de Omasuyos con las
respectivas mejoras que se han puesto desde su adquisición; mas una mitad de las
Huertas quiciaion; mas una mitad de las Huertas de Valencia, cituadas en el Cantón
Mecapaca y otra mitad de la Hacienda de San Jerónimo del Prado cituada en los
suburvios de esta ciudad y frente al panteón igualmente con mejoras capilla y casa
6a Iten declaro que poseo una chacarilla, cituada al fin de la Alameda, adquirida
con la venta de una parte de mis bienes patrimoniales= Iten declaro que poseo como
dueña una mitad de esta casa de mi morada declaro lo para que conste=
7a Iten declaro que todos los muebles que tengo en esta casa que actualmente
recido una mitad me pertenece y otra es de mis hijos como herederos de mi finado esposo=
8a Iten declaro también por mis bienes una mitad de los efectos comerciales de
ultramar que se hallan bajo la inmediata intervención y administración de mi hija
Florentina Sanjínes y el valor que me corresponde se enumerará por la razón de la
citada mi hija previniendo á mis herederos que se sujeten á lo que detennine aquella,
porque conosco su honrradez y buena fe, y que para el surtido de ella se halla afecta
dicha tienda al crédito activo de Don Juan Granier si aun no se ha satisfecho^
9a Iten declaro que devo cerca de mil pesos y mando que mis herederos, de lo
mejor de mis bienes satisfagan dicha cantidad á la persona que ellas saben=
10a Iten declaro que lego á mi nieto lejitimo nombrado Raymundo Sanjines
seiscientos pesos, de los que se hara cargo mi hija Manuela, y no podra tener intervención
el padre, deviendo la encargada que a mi antedicha hija procurar su instrucción y mejor
educacion=
1Ia Iten declaro que lego asimismo sien pesos al menor Marcos, hijo de una
domestica que tengo=
12a Iten declaro que no me acuerdo dever a otra persona, corta ni mucha canti
dad, pero si pareciere alguno con justificativos suficientes, mando se le paguen por mis
herederos
13a Iten mando: que en calidad de patrimonio haciendo la divicion competente
y con acuerdo de mi finado marido distribuyo de la manera siguiente que la finca de
puna denominada Lequiñoso por hijuelas tomen mis hijos Ignacio y Leoncio la de
Chirinoc-a mis hijas y herederas Fructuosa y Casimira. La hacienda de San Jerónimo
del Prado, mis hijas Macdalena y Manuela, y las huertas de Balencia en el Cantón
Mecapaca mis hijas Florentina e Ignacia, en calidad de que si hay alguna pequeña
diferencia en los valores, las que lleven mas quedan amejoradas en la parte de demacia,
pues asi es mi voluntad por facultarme la ley=
14a Iten declaro y mando que esta mi casa de mi morada la posean
mancomunadamente todos mis herederos^
15a Iten declaro que el mulato Remigio es de la pertenencia de mi hija Manuela,
y en caso de cuestión le lego
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•C ^ U ÍS G f en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades d el s ig lo XIX
16° Iten declaro: que las esclabas Maria Santos y María quedan con beneficio
de todos mis herederos
17a Iten: que de las alajas y plata labrada y ropa se hará la distribución corrien
te, y que los herederos tienen conocimiento de sus pertenencias=
18a Iten mando que en cumplimiento del testamento de mi finado marido se
practiquen los imbentarios judiciales ó extrajudiciales inmediatamente=
19a Iten lego el piano grande y el horgano con anuencia de mi finado esposo a
mis hijas Casimira e Ignacia=
20a Iten declaro: que todos los bienes que llevo designados los he adquirido en
mancomún con mi finado marido, esepto los designados como patrimoniales. Y para
cumplir y pagar este mi testamento y todo lo que en el contenido, digo y nombro por
mis albaceas en primer lugar a mi sobrino Señor Don Fermín Bemal de Mariaca, en
segundo lugar a mi hijo lejitimo Ignacio Sanjines y en tercero a mi igual hijo Leoncio
Sanjines para que cada uno de ellos en su lugar y grado ejecute mi disposición,
proiTogandoles el tiempo que fuese necesario. Y cumplido y pagado en el remanente
de mis bienes, deudas y futuras suceciones digo y nombro por mis herederos universa
les, a los citados mis hijos lejitimos existentes Macdalena, Manuela, Florentina, Fruc
tuosa, Casimira, Leoncio, Ignacia é Ignacio Sanjines Bemal, para que hereden con la
bendición de Dios y la mia hermanablemente, pues asi es mi voluntad, que quiero la
guarde y cumpla y ejecute esta mi disposición como hecho y otorgado ante el presente
Escribano publico de esta Capital. Y yo el escribano que me hallé presente al otorga
miento de este testamento Certifico y doy fe que conosco a la Señora Da. Tomasa
Mariaca y Bernal de esta vecindad, mayor de edad, viuda y propietaria, sin embargo de
hallarse enferma en la cama en su entero juicio, memoria y entendimiento natural
dispuso sin bacilar ni contrabenir todo cuanto lleba dicho y sin que haya sido interrum
pida ni violentada en manera alguna. Con lo cual rebocó y anuló otras cualesquiera
dispociciones, mandas por escrito o de palabra, para que no valgan ni hagan fe en
juicio ni fuera de él, salvo el presente como hecho y otorgado ante el nominado Escri
bano en la muy Ilustre y denodada Ciudad de La Paz a horas dos de la tarde del dia diez
de agosto de mil ochocientos sincuenta y un años y por ante los testigos que se hallan
presentes a ruego y a elección de la testadora y lo fueron los ciudadanos José Maria
Gonsales, José María Balderrama y Benjamín Valdez todos de esta vecindad, mayores,
el primero empleado publico y los últimos plumarios, ante quienes se le leyó y se
conformó con su tenor y firmó expresando les su testamento ultima y postrimera vo
luntad de que asi mismo doy fe= Tomasa Mariaca de Bemal= Testigo= José Maria
Gonzales= José Maria Balderrama^ Benjamin Valdez= Ante mi Juan Varela Escribano
Publico.
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♦ A L P /C S P C 163. 1860
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O iú w r e s en la h isto ria de B o livia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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Entabla demanda de amparo de posesión contra las personas que refiere, ofre
ciendo la prueba Ursula Mamani de la parroquia San Sebastian, viuda i matarife ante
U. presentándome, digo: Que por herencia de mis padres Apolinar Mamani i Dominga
Quispe, poseo en propiedad un terreno i casa en Challapampa, colindante con los de
Lorenzo Suri i Manuel Ibañez, todo cercado i con tres salidas á la calle ó vía-ducto, por
donde trajinaba con mis bestias.
Dicho Suri é Ibañez confavulados viendome mujer é indefensa, han cerrado la
vía céntrica el 11 de marzo ultimo, siguiente día de Tentación, poniendo pared i
privándome el paso; i el 10 de junio siguiente día de Pentecostés o Espíritu santo
cerrado también las otras dos vías, situadas en sus pertenencias, dejándome así, sin
salida ni entrada i perturbada en el gose civil i natural de la posesión.
Por lo que, entablo demanda de amparo de poseción contra Suri é Ibañez i pido,
que admitiéndola en forma, me reciba U. Sobre el caso, la prueba que ofresco de los
testigos del marjen, conforme el articulo 544 de la Compilación, para que se me ampa
re en ello, condenando en costas al perturbador i espeditandose las vías ó al menos la
céntrica...... La Paz, septiembre 27 de 1889
* ALP/CSD 1889
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6 5 en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
Señor Juez Instructor—Francisca Vargas, ante U. Digo que hace mas de seis
años que me hallo separada de mi esposo Dn. Augusto Belmonte por motivos que es
escusado referir al presente. Tengo intereses parafernales, y necesito que, para hacer
los arreglos que crea convenir, se sirva U. mandar se notifique a mi esposo me confiera
licencia marital para los fines siguientes, Io para que pueda vender libremente mis
propiedades parafernales y pueda hacer las nuevas adquicisiones con el precio que las
ventas de aquellas me produscan y 2o para que pueda negociar prestamos á intereses
con hipoteca de las mismas..... Paz, julio 11 de 1891.
Por mi Sra. Madre. Zenon Vargas.
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B ea triz R ossells
esta demostración tierna, y que le decía únicamente que no hiciere escándalos en una
noche en quese festejaba al Niño Dios, la agarro con un Ímpetu furioso, y estrello
contra el suelo, dexandola quasi muerta que a no ocurrir a su gritos y llamamientos un
carpintero que vive en la misma casa, y que la defendió, miserablemente es victima de
la muerte, y aquel cruel homicida pues sin embargo de quela escondieron y procuraron
hacerla entrar asu vivienda que es un alto de otra casa inmediata, por las escaleras
quese pusieron por defuera de la calle, con grande alboroto délas gentes del barrio (que
compadecidas de ver la persecución de un padre desnaturalizado le dieron todo auxi
lio), y que yo emprendí igual presipitada fuga ala calle donde dormí esa noche estaba
toda ella de sentinela asechándola, paseando por el corredor de la casa, enla suposición
de que estábamos en ella, para executar sin remedio el extrago fatal de que Dios nos ha
librado, pues estava con un Batan grande para damos la muerte.
Al fin esa noche no fue pocible contenerlo, a este hombre que tuvo una
desidida intención de quitarme la vida, como que en pmeba de ella, se dejo decir el
mismo, que tenia dispuesto, y determinado acavarme de una vez, por ser grande el
odio, y mala voluntad queme profesaba, y aun por esto se hallava ya de doliente de
antemano, como que en efecto se halla vestido de este trage desde muchos dias, anun
ciando mi próxima muerte: Por lo que vivo temerosa de que este execute sin remedio,
esta u otra palidad de un dia a otro, por no esperarse otra cosa de un hombre tonto, y
continuamente perturbado por la bebida.
En estos términos y estando pronta a justificar a su devido tiempo, estos
hechos, con otros muchos mas que no se numeran, no hallo otro remedio que ocurrir
como (ilegible) a la justificación de V.S. para que admitiéndome esta demanda en quanto
ha lugar de otro se sirva en virtud demis fundamtos declarar la ceparacion en forma.
Por tanto-AVS pido y suplico asi lo provea y mande por ser de justicia y por ello
juro lo necesario en tro. Costas, Otrosí digo. Que igualmente se ha de servir la
justificación de VS mandar, que el Notario actuario me de una certificion dehaver
entablado el presente juicio para los fines que convengan.
Pido just supra
Mclchora Inacia Michel de Zarate
6<<rs en la h istoria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
Doña Josefa Calvimontes mujer lejitima de Don Joaquín Buitrago según sea
mas conforme acudo ante U paresco y digo: que noticiosa de hallarse U comicionado
por el Excmo Señor Presidente de La Plata para tomar conocimiento sobre la vida
escandalosa de Dña Francisca Torrez: siendo yo la que siento con mas inmediación los
efectos de su libertinage, se ha de servir U recibir una información de testigos quienes
vajo la religión del juramento declaren al tenor de las preguntas siguientes.
Primeramente: digan si saven les consta o han oido decir que la citada Francis
ca Torrez ha mantenido ilicita amistad con dicho mi marido quien tiene dos hijos con ella.
Si es cierto que el enunciado mi marido continua en la casa de esta muger con la
misma frecuencia que en soltero.
Si es cierto que el dia veinticinco de diciembre ultimo se presentaron juntos en
el pueblo de Camataquí y concurrieron en todas las funciones de los dias de Navidad
del mismo modo que lo han hecho en todas las que ha habido assi publicas como
privadas.
De publico y notorio publica voz y fama y la verdad quanto en el particular
supieren y hasta que sea en la parte que baste se haran igualmente tomar la Providen
cia y que tenga por conveniente y gradué de fuerza mediante ella=Pido y suplico pro
voca y mande como llevo pedido para lo necesario en daño y paraello. Josefa
Calvimontes
Otrosí digo que para precaver la fuga u ocultación de dicha Torrez conviene a
mi daño pase U perzonalmente a la casa de su avitacion ha practicar la pricion de su
perzona y asegurarla donde tenga por conveniente pues en caso contrario se hara iluso
ria cualesquiera providencia que tome U en el particular: Pido justicia. Ut
supra. Calvimontes.
*EC1XC)7.I3
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^ M u je re s en la h isto ria de S o liv ia ■ Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
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B ea triz Rossells
Certificado notarial. Ante mi el dia de ayer diez y ocho del mes que rige a las
siete y media de la noche estando en la casa de mi havitación con el medico D.D.
Hilaron Viscarra, nos sorprehendieron el Subteniente D. Ignacio Pinedo, y D. Maria
Astete, ambos menores, sin permiso de sus madres legítimas, y dijo el varón que la
niña era su legitima mujer, y ella, que el otro era su marido, siendo testigos que trajeron
el Teniente Don Juan José Zuñiga y el Alférez Dn. Tomás Cabezas, a verificar el matri
monio por sorpresa, y ser constante que una acción de esta naturaleza es digna del mas
severo castigo y que con ella se atropellan las Leyes Reales y Eclesiásticas, y de pésimas
consecuencias para los hijos de familia que se substraen de la debida legítima obedien
cia y subordinación a sus padres: Hásese oficio al Sr.Gobernador Indendente para que
proceda contra los delincuentes y cómplices en orden a las penas
(........... ilegible) por lo que toca al valor, o nulidad del matrimonio que corres
ponde a este Juzgado, recíbase la respectiva información.................La Paz, 19 de junio
de 1816. Guillermo Zarate. Ante mi Juan Manuel Varela, Notario Mayor.
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(^ s v l lljCYCS en la h isto ria de S olivia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
infrascriptos, fue presente la Sa. Marqueza de Aro, doña María del Carmen Bilbao la
Vieja de cuio conocimiento certifico, y dijo que con noticia que tuvo del matrimonio
clandestino de su hijo legitimo Dn Ignacio Pinedo con persona notoriamente desigual,
y sin su lizencia y beneplácito, .escrivió en veinte y uno del pasado mes.de junio a su
primo político el Sr. Oydor Dr. Dn. José María de Lara para que por su nesesaria
auzencia pidiese el cumplimiento de las soberanas dispocisiones relativas a los matri
monios, y al castigo que por ella merecen (......... )le confiere al efecto el mas amplio e
ilimitado poder especial y espesialisimo (..... ) para que en fuerza de él y representan
do su misma persona, acción, y derecho se presente ante el Gobernador Intendente de
la Paz y en cualesquiera tribunales superiores e inferiores de la Monarquía............ La
Marquesa de Haro. Francisco Santivañez y otras firmas.
--------------- Señor Govemador Intendente:
Doña María Juana Aparicio viuda de Dn. José Astete en autos seguidos con
motibo del matrimonio que contraxo Dn. Ignacio Pinedo con mi hija D. María Astete,
con lo deducido, y en uso del traslado comunicado de la acusación puesta por parte de
la Madre de Pinedo, digo: Que en aquel enlace que causa tanta agitación, no he tenido
otra interesencia que haber prestado mi consentimiento en el supuesto de que estubieren
allanadas las diligenicas peculiares al Novio, y de que no se precentaban un principio
rasional que apoyase el dicenso de los ascendientes.
Para envolverme en los conflictos y amarguras de la acusación no se designa
ningún hecho que indusca la culpabilidad que se me atribuye: si la noche en que se
celebró el matrimonio estube asociada con mi hija menor Da. María Astete y la acom
pañé hasta la casa del Sr. Gobernador Eclesiástico D.D. Guillermo Zarate, fue por
conservar el decoro y honestidad de una Niña tierna, pues estaba persuadidda de que la
edad y enfermedades habituales del citado Sr. Gobernador Eclasiastico, no le permitirían
pasar a mi morada: Este procedimiento es conforme a las máximas de precausion que
dicta la prudencia en iguales casos, y de manera puede resultarme cargo alguno, ni la
mas leve culpa sugetandose a un juicio despreocupado é imparcial, en el que tampoco
se advierte la menor desigualdad entre los contrayentes.
Los consanguíneos é inmediatos parientes de la Madre de la Niña han sido de
las primeras familias por su origen y destinos que han optado. Entre ellos ha habido
Curas de respeto en este vesindario y otros han sido condecorados con el honorífico
empleo de Abogado, cuyas distinciones y prerrogatibas nada comunes, sino exeden a
las de los titulos de Castilla se equiparan en lo formal con sola la diferencia de algunas
circunstancias accidentales de poco momento.
El padre legitimo de mi hija obtubo también el empleo de Abogado y la Ley
Real de Partida que priva de la hidalguía y honores á los que faltan á las obligaciones
de Basallage comprendiendo á tal prole, les concerva expresamente a las hijas en
consideración y miramiento á la atendible calidad del sexo; y asi no se alcanza en que
consista la decantada desigualdad y efectos degradantes que se suponen a bueltas de
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un matrimonio realizado sin remedio y que no está al arvitrio del hombre el disolverlo.
En esta inteligencia y fenesido el juicio que gira en la Curia Eclesiástica sobre la sub
sistencia del indicado Matrimonio espero que la invariable rectitud de V.S. se sirva
declararme libre de los cargos á que inméritamente se me intenta reatar. Por tanto.
A V.S. pido y suplico se sirva proveer, y mandar como llevo pedido que será
justicia....
Otro si digo, que por mi anterior escrito hice instancia para que se me alsase el
arresto que guardo en mi casa. De esta solicitud se comunicó traslado á la parte contra
ria, quien devolvió los autos con la acusación entablada, en la que no se opone á mi
pretencion en prueba de ser ella justa y arregladora, baxo cuyo concepto y sin perjuicio
del progreso de la causa, se ha de servir V.S. ordenar se alse aquel mi arresto, p ues son
indecibles los perjuicios y gravámenes que me acarrea ‘en circunstancias de hallarse
también mi hija reclusa en el Monasterio de Consevidas y no tener una persona quien
se encargue de nuestra asistencia y de activar los diferentes pleitos que nos ha promo
vido la Madre de Pinedo; en lo que pido justicia ut supra. Paz, 28 de septiembre en
1816. Maria Juana Aparicio.
------------ Señor Gobernador Intendente:
Silvestre Terceros Procurador (de numero........ ) a nombre de la Sra. Marquesa
de Haro en la causa criminal que sigue por el matrimonio de su hijo legitimo Dn.
Ignacio Pinedo, Subteniente de cavalleria en esta guarnición, trató de celebrar clandes
tinamente sin su lizencia y beneplácito, con lo demás deducido en uso del traslado que
se me ha comunicado, digo: Que la rectitud en V.S. se ha de servir despreciando las
vanas excepciones que se proponen en contrario, imponer a los pretendido esposos y a
la Madre de la Muger, las penas que prescriben las leyes y Pragmática de S.M. según
he pedido en el antecedente escrito (....) que reproduzco, por ser lo que corresponde en
Justicia, y al mérito del expediente.
Para disculpar un exceso tan criminal, escandaloso y de funestas consequencias,
se ocurre al miserable refugio de la violencia de las pasiones, y de la impunidad con
que hasta ahora se han cometido iguales delitos; y que no estando aun declarado el
valor, ó nulidad del matrimonio, se supone que lo menos dudoso es el delito. Este
modo de discurrir, es tan punible, como cuanto han obrado en el negocio. Las Leyes, y
Pragmáticas se han dictado para refrenar el ímpetu, y desorden de las pasiones: de otra
manera, todos los delitos serian disculpables. La impunidad de los de esta clase, tam
poco debió servir de pretexto para que atenten celebrar un matrimonio clandestino;
pues esta circunstancia no disminuye su malicia, ni cabe prescripción contra las leyes
que lo prohíben. Tanto mas interesa hacerles sentir la justa severidad del castigo para
retraer a otros del mismo crimen.
El no haber solicitado la lizencia y consentimiento de la Madre, lexos de ser un
Testimonio de beneracion y respeto, como se pretende persuadir, ha sido un desprecio
a su Autoridad, según se lee repetidas veces en las R.S. Pragmáticas, y declaraciones
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& Z Í¿ í5 Q Á ÍllJ O V G S en la h isto rla de S olivia - Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
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éhxs oMujeres en la h isto ria de B o livia - Imágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
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El Ciudadano Manuel Taboada, marido de Dona Francisca Flores ante los res
petos de U conforme a derecho me precento y digo: Que apedimento de mi citada
muger, se me ha notificado una Providencia por el Juez de Paz del Cantón de Palca,
reducida a que yo satisfaga doscientos pesos. Ignoro el motibo de este cargo tan abul
tado como imaginario. Si por el divorcio que ha intentado mi muger, con el obgeto de
sacudirse del yugo que le embaraza el libre uso de sus liviandades, se engaña, el que a
mis expensas se mantenga en la carrera de su adulterio y prostitución. No se me puede
obligar a ninguna contribución alimentaria no haviendome obligado a ella mas estando
en la calle ya mi muger, disfrutando de su libertinaje al tamaño de su deceo, y
desemboltura. Si yo me obligue aprestarle sus alimentos fue con la condición de que se
mantenga en un monasterio hasta en el entretanto se resuelba hacer vida marital con
migo olvidando sus locuras y después de haver avenido a esta propuesta tan religiosa y
después que por mi parte se executaron todas las condiciones impuestas así por ella,
como por los Jueces conciliadores, jamas ha querido cumplir con lo instipulado . Las
tres actas que las precento en devida forma confirman en el todo esta verdad y persua
den en las faltas que ha incurrido mi dicha muger, no solamente en el imaginario cargo
que me hace, después de haver recivido todas las mesadas de mi parte, por el tiempo
que le prometí, sino que instigada tan solamente de sus paciones desprecia toda pro
puesta, reducida a la consolidación del matrimonio. En el caso parece que no tengo la
menor obligación para dar mas alimentos porque se miran ya estos como pabulas de su
iniquidad y concerbacion de su mala vida. A mas de esto mi cituacion deplorable en
que me hallo me priba de toda obligación como la de entrar en un pleito porque no
tengo para papel ni mucho menos para pagar Escribanos y los demas gastos que suele
ocacionar un litigio fabricado por el capricho y por la mala versación. Caso de que mi
muger insista a pesar de las nulidades, de su conducta, en que le dé los alimentos,
después de asegurarse, en el Monasterio que me paresca, tendrá de rendirme cuentas
de todo el dinero que he dentrado a su poder proveniente de mi personal trabajo en 17
años, suma que de esta internación hayga yo gastado mas que en lo necesario del
mismo trabajo. Tendrá debolverme todas las especies que me ha substraído su hijo
falceandome las puertas de mi havitacion, como igualmente la caja donde estubo mi
ropa: tendrá devolverme 32 p, que ahora pocos dias me ha traído con un pellón nuebo
y la obra de David perseguido, con mas los arriendos que licenciosamente se fueron
acobrar de mis tierras nombradas Molleguata. De otro modo no podre asignarle ningu
nos alimentos, porque tampoco ella metió ninguna dote al matrimonio mas que dos
hijos para que yo los mantenga, quienes después de haverse alimentado y criado con
mi sustancia me han salido tan mal agradecidos que como verdaderos Entenados, incisten
en el dia atacar mi vida y mis propiedades. La Resolución de esta Causa como inciden
te del divorcio entablado, deverá ser verbalmente según lo previene el Código reciente,
como por las razones que para el efecto tengo expuestas. Por lo que.
A U pido y suplico asi lo determine y mande que sera justicia.
Josef Manuel Taboada
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O M lje i'e S en la h isto ria de S o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
• Juicio de divorcio seguido por Manuel Maña Infantas contra su esposa por
desaparecer y abandonar la casa, La Paz, 1874*
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demanda por la parte de doña Faustina Nuñez de Prado - Chavez Manuel Mana
Infantas
En la fecha hace saber el anterior decreto a doña Faustina Nuñez, certifico
Contestación de la demandada
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■éc¿u QMujei'es en la h isto ria de B o livia ■Im ágenes y realidades d el sig lo X IX
* A L P , C S D , 1874
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* A L P , C S D , 1875
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0 ^ /{llJ 6 V 6 S 8,7 la h lstoría <te S o livia - Im ágenes y rea lid ad es d e l s ig lo XIX
•ALP/CSD c.410,1873
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u iS T G S en la h is,o ria de B o lM a ■Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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e^as QMujeres en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
de nuevo juicio de divorcio, ni comprendo que el Juez eclesiástico pueda admitir nue
va demanda sobre los mismos hechos plenamente comprobados que motivaron la sen
tencia de separación.
Los artículos 152 i 153 del Código Civil esplican muy bien que la acción de
divorcio puede estinguirse en dos casos sin que pueda volverse á ella sino por causas
sobrevinientse; esto solamente en el supuesto de no haberse sentenciado, el derecho
puesto en acción. Aun cuando no fuera asi es notorio i público que ya estoi divorciada
legalmente de un mal marido, que inventa dia a dia medios de atormentarme.
El Sr. Aldana confiesa que no tiene bienes que describir ni inventariar, que no
tiene hijo ninguno en mi, y que debo antenerme con los productos de mis bienes, pero
que sin embargo,sujetándome a su capricho, debo pasar del Beaterío de Santa Rita
donde actualmente estoi asilada, á Santa Catalina. Estas proposiciones las creo inútiles
o delirantes, por que, repito, ya se halla fenecido el juicio de divorcio con sus previos
preliminares moniciones i pruebas.
Anteriormente i durante la prueba estuve serrada en Santa Catalina sin que el
Sr. Aldana me hubiera socorrido con un solo cuartillo para mi alimentación, a pesar de
que fue obligado, en la convención preliminar para divorcio, a pasarme una mensuali
dad de 18 Bs. Al contrario i hasta el presente se ha apropiado de todos mis bienes
muebles; pero comprende hoy que el apego a ellos ha impulsado al Dr. Aldana á pro
mover el nuevo irrisorio juicio de divorcio, por que en dias anteriores le hice prevenir
con la esposa del Dr Ceferino Mendez que iba á promover pleito contra él, para la
devolución de mis bienes muebles.
En conclusión pongo en conocimiento de este Jdo. que en la actualidad estoi en
el Beaterío de Santa Rita, casa de virtud y honradez conocidas; i que aun cuando estu
viese en la calle en completa libertad nada tendría que hacer conmigo D. Félix Aldana,
supuesto que no subsisto á sus espensas i me hallo definitiavmente divorciada de él.
Por lo espuesto ruego se sirva rechazar la solicitud de Aldana con costas i la multa
legal de 8 Bs pido justicia i para ello .
Sucre marzo 2 de 1882.
Otrosí digo: Que las notificaciones se me haran en el Beaterío de Santa Rita:
fecha ut supra.
María Urquia
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(CSJCH 12.032)
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^ M u je r e s en la h is ,o r'a B o llvla - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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por consiguiente sin responsabilidad alguna por el a los sindicados. . El tribunal Co
rreccional jusgando en primera instancia y en publica audiencia de comformidad con
las conclusiones del Señor fiscal y considerando primero: que el delito denunciado se
halla comprovado con el reconocimiento medico legal y la deposecion uniforme de
dos testigos presenciales: segundo que los sindicados enunciados anteriormente son
los autores de dicho delito, sin que ellos hayan provado lo contrario por lo tanto conde
na a los individuos Elias Torrez, María de la Paz Loaiza y Francisca Ugarte a sufrir el
minimun de la pena establecida por el articulo citado por el ministerio publico y ademas
debiendo abonar ala querellante un jornal diario atendida la posibilidad de los sindica
dos Debiendo sufrir el arresto en la Cárcel publica sin costas. Fundase esta sentencia
en los articulos dies i nueve caso cuarto y quinientos veinte i tres del Código Penal,
cuyo testo literal es el siguiente ”La pencion al herido o maltratado durante su incapa
cidad para el trabajo equivalente al importe de uno á tres jornales”- Si la enfermedad o
incapasidad de trabajar que resultare de la herida, golpe o maltratamiento de obra no
exediese de ocho dias, pasando de dos, la pena del agresor sera de uno a tres meses de
arresto; y de uno á seis meses de reclucion, si mediare alguna de las circunstancias de
asesinato. Con lo que termino el Tribunal Correccional firmando los señores que lo
compusieron, advirtiendo que no han comparecido los sindicados sin embargo de
habérseles hecho saber legalmente de que certifico- José Murillo- Bacilio García- José
- Hermogenes Michel-
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Contesto que el dia y hora que se le pregunta estuvo pasando por la puerta de la Ondarza
y presencio que una mujer insultaba a esta de Cochabambina alcahueta que habia son
sacado a su hija a lo que la reconvino la que habla y fue contestada déla misma manera
que tiene expuesto. Esta dijo ser la verdad en fuerza del juramento que tiene hecho
leída que le fiie se ratifico no firmo por espresar no saber y lo hizo un testigo, certifico
Sánchez- testigo Anacencio Medina.
Contestación de Rivera
En la ciudad de La Paz horas doce del dieciocho de junio de mil ochocientos
sesenta ante mi el Alcalde Parroquial fue presente don Pablo Rivera a efecto de contes
tar la demanda de María Manuela Ondarza y deduciendo su acción dijo: que como
quiera que tenia de ausentarse de esta población dejo en su tienda a su padre y a su hija
a la cual la demandante habia llebado a una diversión a su casa hasta tarde de la noche
con cuyo motivo la embriagaron y le saco varias especies de su casa por lo que sin
querer injuriarla le dijo al esposo de su demandante que con que motivo la habia
alcahueteado, por lo espuesto se le absuelva de la demanda. Oido lo espuesto por esta
parte, yo el Juez ordeno, se proceda como se tiene mandado. Y estando presente firmo
de que certifico- Sánchez- Pablo Rivera.
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nombro de interprete a Víctor León quien acepto el cargo en legal forma, juramentado
para que diga toda la verdad y nada mas que la verdad de lo que supiese y fuese pre
guntado declaro como sigue:
Como te llamas que sueldo tienes que edad tienes que estado que profesión y
que domicilio.
Me llamo Juan de La Cruz Mallea, mayor de edad soltero sigarrero natural y
vecino de esta vivo en la casa de Manuela Campos, barrio de Capacanani.
Conoce a Feliciano López y Manuela Campos y que relación tienes con estos
Los conozco y no tengo ninguna relación con ellos.
Donde estuviste a horas de la noche del dia ocho de noviembre ultimo con
quienes y que suceso tubieron lugar.
En la parte que se me pregunta me hallaba en el cantón Chulumani Provincia de
Yungas enfermo y no he presenciado un caso alguno.
Sabes quien ó quienes hubieren inferido a Feliciano López maltratos graves en
el ojo izquierdo y de cuyas resultas lo ha perdido.
El dia de la Concepción 8 de diciembre ultimo, en el rio de Siquilini comprensión
de Chulumani tuve una conversación con Tiburcio N el ayudante de Feliciano López y
habiéndole preguntado yo a Tiburcio N por que el patrón López había perdido el hojo
me contesto áquel: que dias antes de la Concepción habían estado veviendo entre el
patrón y el ayudante en una casa y que se retiraban por la noche por la calle del puente
de S Juan de Dios, y que alli Feliciano López empezó á maltratarlo al espresado Tiburcio
á lo que se presentaron dos caballeros que de hecho empezaron á darle puñaladas al
insinuado López en la cara, reconviniéndolo de la manera siguiente “por que pegas y
maltratas a un hombre conosido y que después los dos caballeros se retiraron, López
fue para el lado de su casa bien maltratado y Tiburcio alzando el sombrero de aquel se
corrio también para su casa asegurándome por fin Tiburcio N que la causa por la que
había perdido el ojo su patrón Feliciano López era precisamente por los maltratos que
le habían inferido a este los espresados caballeros esa noche que lo defendían.
Con lo que se concluyo leida que le fue no firmo por no saber y lo hice yo el
actuario e interprete
Matos. Ante mi Esteban Duran.
Paz mayo de 1865
(Fs.5 vta Otro testigo)
La ciudad de La Paz á horas dos de la tarde del dia dieciocho de mayo de mil
ochocientos sesenta y cinco. Ante mi el Jues Instructor y Actuario que suscribe
compareció un hombre á quien después de reconocer la cédula de citación se le tomo
juramento para que diga la verdad y toda la verdad declaro como sigue:
Como se llama U que edad que estado y que profesión y domicilio es U pariente
o sirviente de las partes y en que grado
Me llamo Manuel Juan Viserra mayor de edad, casado, carpintero de esta ve
cindad vivo en casa de Da Dominga Nuñez barrio de San Francisco y no tengo relación
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é^íás oM ít/enss en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
Entabla querella contra las personas que indica, i pide que se mande practicar
en el momento el reconocimiento de las heridas que indica.
Señor Juez Instructor
Dionicio Rivera ante los respetos de U como mas haya lugar en derecho me
presento i digo: que Cecila Guanea ha tomado por costumbre constante la tarea de
molestamos a mi i a todos los individuos de mi familia, y atacamos violentamente a
mano armada infiriéndonos golpes i heridas como lo ha verificado con mi madre a
fines del mes pasado, i como lo acaba de verificar hoi mismo en mi persona causándome
dos grabes heridas en la mano derecha i en la cabeza inferidas con un instrumento
cortante, i con mi mujer a quien por dos veces le ha pegado y dado golpes injuriándola
con palabras ofensivas a su honor, por todo lo que manifestándome por parte civil para
que se me indemnicen todos los daños y perjucios que me ocasionen, interpongo la
respectiva querella por los delitos que se han cometido con los hechos que acabo de
referir sucintamente, i le mego a U. que por pronta providencia mande que en el acto se
practique el reconocimiento medico legal por los facultativos de tumo, a fin de que,
practicada esta diligencia pueda ponerme en cura: espero asi lo mande por ser de justicia.
La Paz enero 8 de 1866.
Por no poder firmar el interesado lo firma a mego
Juan Centellas.
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ézías oM ujeres en la h isto ria de B o livia ■Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
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2 CARTAS DE MUJERES
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\^ y y l en la h ,stor,a cie S o livia - Imágenes y realidades d el sig lo X IX
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víctima desgraciada, fui conducida al altar del sacrificio. El Padre de los seres, ese
justo Dios a quien yo no puedo engañar jamás, sabe que, en 15 años transcurridos
desde entonces, el coro, el claustro, la ófrica celda, han sido otros tantos lugares donde,
en vez de los cantares que les dirigen las vírgenes libremente comprometidas, yo no
he hecho sino derramar lágrimas y apelar a su misericordia de la violencia y de las
leyes violadoras de la naturaleza, que me han impuesto un yugo que detesto, y
privándome de servirle y de servir a la sociedad fuera de estos fatales muros. Mis
confesores, todas las monjas y las personas del siglo, que han merecido mi confianza,
todas saben, Señor, que no he dejado de mirar el hábito que visto como santo y dichoso
para ciertas almas, pero como un germen de desgracias para mí. Ah!, quien me lo diría.
En este estado; para no concluir mis funestos días en la desesperación; para no
atacar por mi misma una existencia abominable, mientras es con tanta opresión de mis
derechos, inclinaciones y sentimientos; es al héroe de Pichincha y Ayacucho, al que
venció los déspotas, porque no hubiese tiranía, al que defendiendo la libertad y los
derechos de la naturaleza, al que halla en su corazón ha hecho juramento solemne ante
los hombres de proteger al afligido, al que ha comprobado que posee un alma justa y
sensible, a él es, Señor, a quien apelo, y ruego por la presente, que consultando sus
profundas luces y la ley salvadora que se ha publicado, preste un remedio a quien
protesta probar cuanto expone y a quien si logra romper sus cadenas, será eternamente
reconocida a V.E: de lo contrario, está resuelta a ser la víctima del claustro.
Inés
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Q ^ v {u j6 V 6 S en la h isto ria de B olivia ■ Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
pasos iba Ud. perdiendo la vista y ya la fatalidad caía sobre mí, ya veía formarse la
cadena de infortunios, angustias y miserias que remachados años, eslabonando unos
con otros, se ensañaban con nosotros. Nunca le he hecho esta reflección ni la hiciera
ahora si no fuera por estimularlo a que aproveche esa oportunidad de curarse que tanto
he anhelado y que tanto rogaba al Señor que así fuera y si Ud. no ayuda a curarse
concluyo con decirle que lo hago responsable ente Dios.
El 20 de octubre avise a Ud. que los niños iban a dar su examen, lo dieron bien
y salieron plenamente aprobados ahora están en asueto que su ñatita está una perfecta
jineta correteando en la mulita como si siempre hubiese montado, la ha estado hacien
do ejercitar Mariano por si acaso vayamos a Nuccho porque el hijo del Dr. José María
se ha empeñado mucho y lo han convencido al Señor Cueba que está porfiando en que
no vamos si no recibíamos los cien pesos que el señor Fernández tenía ofrecidos con
insistencia.
A los señores Santibañes y Garbiso procuraré encontrarlos aquí y por si acaso
aún pienso dejar encargado a que los visite algún camarada a mi nombre agradeciendo
sus ofrecimientos esto es en un caso de que absolutamente no pudiéramos venimos tan
pronto de Nuccho como pensamos.
Reciba Ud. muy tiernas expresiones de su Señor Cueva y Señor Ramallo y
todos los de casa, de mi parte al Dr. José María mil cariños que en el próximo correo le
escribiré y Ud. tenga presente todo lo que le a dicho de su curación su más amante hija.
Juana Baptista
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María J. Mujía
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' S en ,a h isto ria de B otivia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo i
^ ^ v C ljJ C lG
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* Gabriel René Moreno. Intimo (1836-1908) Proyecto cultural Don Bosco, La Paz, 1986, pgs. 33-36.
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(£ z^j £ S C y V lU J £ V 6 S en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es d el sig lo X IX
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Beatriz Rossells
Corina.
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K ^ V ^ U jd íO S en ,a h isto ria de S olivia - Im ágenes y realidades de sig lo X IX
segura de que si este joven la hubiera pedido, ella hubiera rehusado pues el joven en
cuestión no tiene mas alternativa que ser rico y la Cármen tiene talento mientras la
Clotilde es muy guagalona y no ha sabido resistir al deseo de sus padres que querían
mucho a este joven y han sabido convencerla y como buena hija ella se casa para darles
gusto. Yo se de una joven de las buenas que hay aquí que son raras, ha querido casarse
con ella y ha rehusado; también se que ella hablando sobre ti con un amigo le había
dicho que si era cierto que tu tenías hijos como se lo habian asegurado, a pesar del
afecto que sentía por ti no se casaría contigo. Esto mismo a proposito de un joven que
quiso casarse con Clotilde y que ella rehusó porque tenía hijos naturales. Sabras que
aquí se ha dicho que tu no quieres regresar a Bolivia ya que tienes allí familia.
Ya ves que no son sino disculpas tuyas el decir que no tienes con quien. Ovidio
me ha dicho que Don Melitón te estima mucho, si tu quieres, yo podría ocuparme de
saber si son ciertas esas buenas disposiones que animan la familia y solo fallaría que tu
te decidas a venir y buscar aquí en que ocuparte.
Ya sabras que Arístides se casó el 29 de este y que lo sea siempre y yo no ceso
de hacer votos por su felicidad. Adrián me encarga te de mil recuerdos afectuosos y yo
y mis hijos te abrazan fuertemente.
Córina
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II. FUENTES BIBLIOGRAFICAS
1. DESPACHOS MILITARES,
RELATOS Y LITERATURA SOBRE
LAS MUJERES EN LA GUERRA
DE LA INDEPENDENCIA
&S en la historia de Bolivia - Imágenes y realidades del siglo XIX
Tercera
...........con algunos tiroteos, viendo la fuerza del enemigo, se retiró con toda su
gente hasta Uliuli, delante de Pomabamba, con una ocasión reunidos ambos Coman
dantes, o Generales, entraron hasta el número de quinientos en este pueblo. Desde
Uliuli, se fue Padilla para San Lorenzo; y desde allí hacia Suces por llamamiento. En
Umaña: A los cuatro días que estuvo con él con sus treinta y cuatro fusileros, cuatro
clarinetes, dos de ellos montados, y un cañón (fruto de sudor y trabajo) le dieron noti
cia, de que el enemigo estaba ya en segura; y que habían tomado prisionera a su
mujer.........................................habiéndose puesto en Uliuli de regreso, mandó expre
sos unos tras de otros lenguaraces al Cumbia, pidiendo su favor..... : Después de esta
diligencia, comenzó a buscar su mujer a quien la encontró en un bosque, desvanecida
a fuerza por la necesidad, y muertos algunos de sus hijos:
Los otros en este estado expidieron ordenes, no contentos de haberse quedado
con sus armas, a efecto de que lo prendieren; él les pasó oficio diciendo que no les
obedecía, en atención a que eran cobardes; que también él era Comandante confirma
do por la Soberanía de Buenos Aires.
* “Sobre los méritos y servicios del Teniente Coronel Manuel Asensio Padilla”
(1809 y 1815) Parte de guerra ológrafo considerando autobiografía del guerrillero. ANB, Ruck 378)
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Beatriz Rossells
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í?C ¿ÍIf O K i W e i ' e S en la h isto ria ®Olivia - Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
líos lugares y de buena familia. Esta señora, después de tener muchas criadas cocine
ras, como lo conocía muy bien a Cartajena ella misma con sus manos va a cocinar, le
hizo un cariño con mucho aire, le mandó comprar chicha, y así se le demostró un
contento a su verdugo.
A las 11 o 12 de la noche le dice a la inocente señora:
-Vamos, ahora sabrás que yo vengo con órdenes reservadas de mi jefe. Ahora
me has de avisar claro dónde está tu marido don Melchor Durán y si no me avisas bien
o no me entregas vos sufrirás la pena que él tiene.
La señora ¿cómo se vería en aquel momento? Entonces empezó a suplicarle
que porqué le había dicho eso a ella siendo ella una [f.76] infeliz mujer que no sabe las
acciones de su marido quien está ausente, que aguardase algunos días o volviese, con
muchas súplicas. Nada le oiya Cartajena, tomando chicha le decía a la señora:
-Así entro de breve rato tomaré tu sangre.
Ofreció entonces plata a fin de que no le haga nada ni le devore tan pronto, nada
quiso el indio. Se le acercó a la señora, manda que se baje de su estrado a la media sala,
le dice que se hinque y se encomiende a Dios; que se levantó la señora con mucha
humildad expresándose lastimosamente y suplicándole: ¿qué expresiones no podría
haber dicho en semejante trance, qué palabras tiernas, qué plegarias haría en un mo
mento tan desesperado?; que empezó medio rezar hincada en su media sala cuando ya
le descargó el palo, cayó y murió a los cuantos golpes.
Viendo este espectáculo uno de la familia va corriendo a avisar a un botado que
tenía la señora llamado Mariano Durán, mohoso, que éste había estado durmiendo en
otra parte. Avisado que fue viene de carrera a ver sin dar crédito del suceso, y que decía:
-¿Cómo ha de hacer eso Cartajena cuando ahora pocos días está en casa con la
señora?
A las tres de cuadras de la casa lo encontró a Cartajena quien lo agarró y le dice:
-¿Dónde vas? Tú no pasas de aquí.
Responde el otro:
-Voy a ver a mi madre. Yo no sé qué habrá en casa, creo que mi madre es
muerta según oigo la bulla.
Le dice entonces Cartajena:
-N o hay tal. Vos has de entrar ahora conmigo. Ya a la señora lo he mandado por
delante, en breve te encontrarás con ella. A la fuerza lo hace regresar, lo manda ama
rrar, lo lleva por un extraviado como media legua de la casa. Repentinamente lo hace
hincar, asimismo lo matan a palos, lo botan el cuerpo a un barranco, así lo dejan y
pasan ande estaba don Melchor Durán, que había estado en [f.76*] Matarani tres le
guas distante de su casa a las 7 de la mañana lo encuentra y le dice:
-E l comandante don Eusebio Lira lo Llama. Toda la noche he venido y no lo he
podido encontrar.
-191 -
B eatriz R ossells
Don Melchor Durán, sin saber de lo sucedido en su casa, que le saludó con
mucho cariño. Luego se había bajado. En el camino ya le dice Cartajena, o ya en el río:„
-Vaya pues, apeate de la muía para que yo pase el río. ¿Qué quieres, que yo
pase a pie también?
El caballero se apeó de su cabalgadura y le dijo. Entonces dice que vio los
chicotes ensangrentados, se sorprendió. Ya le estaba Cartajena anunciando la muerte
haciéndole preguntas de su mujer e hijo, que si sabía dónde estaba ella y el botado.
Durán entonces conoció que este bribón hubiese hecho algo en su casa o pensaba hacer
con él, ello es que lo estaba entreteniendo con la conversación.
Matan a una anciana*
De Oruro entra el coronel Siguani [Seoane] con 600 hombres realistos a Cavari
y manda poner una soga al pescuezo del señor cura doctor don Matías Calvimontes
queriéndolo ahorcar en la torre o declare de su plata: este señor pensando lo ejecutasen
declaró de su plata que había tenido oculto de debajo de una troje de trigo; lo dejan en
el cementerio los soldados, acuden a la casa, rompen la troje y sacan 8000 o 10000
pesos. En el acto la agarran a una anciana señora doña Juana Facunda, beata que le
servía al señor cura Calvimonte, la estiran y la azotan a una anciana hasta que declare
de su plata: esta señora infeliz anciana hostigada de los azotes declara, le roban 1000 y
tantos pesos suyos propios. En seguida rompen la ventana del sagrario de la iglesia,
por ay se entran a robar toda la plata labrada, vasos sagrados, hasta las crismeras de los
santos óleos robaron y se perdieron porque eran de plata. Dispersan partidas por algu
nas partes, habían pescado éstas, meten a 10 indios (entre ellos a un tal don Silvestre
Hernández capitán comandante de la Patria, vecino del pueblo de Taca en los Yungas
de La Paz), a los 11 los fusilaron a unos infelices sin más delitos que el haber nacido en
el suelo americano.
Pasa al pueblo de Ichoca donde hicieron casi lo mismo queriendo robar la igle
sia o sacar algo, mas como el señor cura doctor don Manuel Pereira era de la opinión
real y opuesto a la Patria él y toda su familia eleva [f.221*] su queja al señor virrey.
Restituyeron todo lo que habían robado de esta iglesia pero de Cavari nada: una corona
de la Virgen patraña de la doctrina (de la advocación de Guadalupe) de oro macizo
vaciado que tenía tres libras se lo llevaron. Así estaban estos pueblos miserables e
indefensos espuestos a la carnicería y rapiña de las tropas españolas.
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é la s oM iyeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es d e l s ig lo X IX
eran las familias (siete individuos que estábamos juntos fuera de otras que estaban algo
distantes) y no tener absolutamente que darles porque el poco combustible que lleva
mos en tantos días se acabaron, cómo clamaban al cielo del estado en que se hallaban.
Y a este tenor andaban partidas en todas partes y en todas las montañas los españoles,
así es que causaba una lástima ver a las criaturas.
El 13 de setiembre a las 5 y más nos bajamos como quiera al río nomás y con
una sospecha de que fuésemos pillados, que estuviesen los enemigos emboscados. Ah
sospecha bien meditada, cuando antes de que rompa el día ya oímos tiros de fusil como
20 en mi misma casa. El caso había sido esto, que dos soldados de los dispersos de los
nuestros habían estado ocultos en otra montaña cerca de la casa pensando que se hu
biesen pasado los enemigos al día siguiente, así dicen que esperaban de día en día, y
viendo que se fueron la tarde del día 13 se habían salido (cómo estarían de hambre, ¿o
tendrían en sus mochilas?), se habían entrado a dormir a un solar de casa. La suerte que
les quiso proteger, uno de ello se había levantado [f.273] y sale a hacer aguas mayores,
divisa ya al rayar el día, ve que venía un trozo de gente, éntrase de carrera al solar,
recuerda al compañero ligeramente y le dice:
-Arriba, el enemigo esta sobre nosotros.
Salen los dos, caminan lentamente y de una distancia como de una cuadra y
más dícele el uno:
-E n vano me has recordado quitándome el sueño y que dulce que dormía.
Entonces había estado cerca el enemigo rompe fuego y dicen:
-Ahora dormirán más dulce que jamás recordarán.
No les tocó ni una bala, y de tan cerca cuando oyeron lo que hablaban. Entonces
salen corriendo y escaparon, se bajan al río (a las 5 y más de la mañana), llegan al
trecho donde estábamos ya andando y esperando a uno que mandamos a ver y esplorar
lo que contenían esos tiros. Los dos soldados escapados que nos ven parten a correr
monte arriba y nosotros viendo a ellos partimos a correr monte abajo abandonando a
las mujeres e hijos, con un miedo unos a otros. Ya como a un cuarto de hora algo menos
nos llamaron en que no había nada. Regresamos, a poco se vienen los dos soldados
armados, y nos avisó todo lo sucedido. A las 9 o 10 se fueron los soldados españoles
como más de 30 hombres para Mohosa. A las 2 de la tarde nos fuimos a nuestras casas,
pero de qué nos servía cuando no hallamos un grano de qué comer por de pronto esa
noche más que tanto destrozo hecho, tanta lástima de nuestra pobreza, arrasado entera
mente sin poder cómo sufragamos.
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B eatriz R ossells
en carne muerta pero a la una hora expiró. Dan parte de lo ocurrido al coronel Lanza,
que este señor por ese tiempo pasaba por esa calle y se aproxima oyendo bulla. Des
pués de que dio orden a un ayudante a que lo pillen a Ayllón -ah suerte la de este
hombre- algunos compañeros le dicen a éste:
-Escápate, mira, sabe ya el coronel.
Entonces sale de carrera para el campo, agarra una [f284] bestia y regresa a
sacar su montura. Algunos amigos oficiales le dicen:
-M ira Ayllón, escóndete siquiera entrando entro de los matorrales, mira que te
busca ya gente armada. *.
Regresa del campo y en una de las calles se encuentra con el mismo coronel.
Este señor le dice:
-¿Dónde va usted? Venga conmigo.
Lo llama, a la sazón parecen dos soldados al coronel, ordena que lo lleven
delante de él, lo presenta personalmente a la prevención. Acto continuo lo levanta al
sumario militarmente, sucediendo todo como a las 11 de la mañana algo menos. A las
10 de la noche lo pasan a capilla.
Al día siguiente a las 10 del día lo pasan por las armas sin dar audiencia alguna
ni oír los empeños de la oficialidad, y se enterró primero que la difunta, y era un
hombre muy valiente. Cuando la pasaban a la difunta divisa Ayllón de la capilla donde
estaba (que era una tienda de la plaza), dice:
-Ayer tu alma me llevó la delantera, ahora tu cuerpo me lleva también entrando
a la iglesia, pero yo te ganaré en entrar bajo de tierra a la sepultura. Anda, infeliz por
mí, y yo por voz.
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é^as oMujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
* Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia, Editorial Serrano. Cochabamba, 1958. pgs.
263-280.
Nataniel Aguirre (1843-1888) Abogado, estadista. Luchó contra la tiranía de Melgarejo y participó en la Guerra
del Pacífico. Miembro de la Asamblea, Ministro de Gobierno y de Relaciones, profesor universitario. Publicó
varios libros: La G uerra d e l P acífico, V isionarios y M ártires, L a B io g ra fía d e Bolívar.
- 195-
B eatriz R ossells
Mellizo y el Jorro, armados ambos hasta los dientes y danuo muestras de haber conti
nuado la mona sin descanso, desde la mañana del 25.
-Ahora veremos a esos guapos -dijo la abuela con disgusto, cuando las dos
bandas se confundieron fatalmente en la esquina que forman las dos calles.
Había un centenar de personas reunidas ya al frente del cabildo, y allí se agolpó
la multitud, llenando poco después casi toda la plaza.
Llegaban de los alrededores de la ciudad campesinos armados de hondas y
garrotes. Los carniceros, llamados mañazos, venían con largos cuchillos afianzados
en sus palos, y sus mujeres les seguían, provistas de las mismas armas.
La entrada del cabildo estaba guardada por dos centinelas; el resto de la guardia
formaba en el zaguán: veíanse en el patio algunos hermosos caballos con lujosas mon
turas de terciopelo bordado en oro y plata y correajes enchapados. Los gritos no cesa
ban un instante; las campanas exhalaban esa especie de lamento fuñebre, aterrador con
que anuncian el peligro y demandan socorro.
Los matones que hacía tres días capitaneaban a la chusma bullanguera, quisie
ron forzar la guardia del cabildo; pero retrocedieron a guarecerse asustados entre las
mujeres, tan luego que vieron el primer fusil apuntando contra ellos.
-¡Que salga el gobernador -dijo una voz de entre la multitud, y toda ella repitió
en el acto: ¡que salga el gobernador! ¡que salga el prefecto! ¡queremos que salga don
Mariano Antezana!
Un instante después apareció éste en la galería superior, seguido de algunos
caballeros criollos del partido de la resistencia. Estaba sin. sombrero y tenía un papel en
la mano. Era de mediana estatura, un poco grueso; su rostro sin barba, completamente
rasurado, con ojos claros de mirada apacible, calva y espaciosa frente, rodeada de cabellos
castaños con muchas canas venerables, inspiraba respeto, pero nunca podía infundir
temor a la multitud que lo había llamado y que lo saludó con una aclamación general.
— ¿Qué hay, hijos míos? ¿volvemos a las andadas, incorregibles gritones? —
preguntó tranquilamente.
—No queremos rendimos... que no nos vendan... ¡que nos entreguen las armas!
¡mueran los tablas! —respondieron a un tiempo muchas voces.
— Es una locura, hijos míos —repuso el prefecto.—
Dicen que don José Manuel Goyeneche viene de paz. Yo voy a entregar el
gobierno al cabildo; pero declaro que soy patriota y que no pido compasión. Sí, paisa
nos, yo diré hasta lo último: ¡viva la patria!
La multitud contestó entusiasmada a este grito.
— Bueno —prosiguió el prefecto;— esto es lo que hemos querido todos... mu
cha sangre ha corrido ya por la patria; pero Dios lo ha dispuesto de otro modo.
¡No, no! ¡eso dicen los cobardes! ¡nosotros no queremos rendimos! ¡Las ar
mas! ¡ya veremos en qué paran los chapetones! —respondieron los de la banda del
Mellizo.
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Q ^ v C u jó t'S S en la h isto ria de S olivia - Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo X IX
— ¡Que no vengan los chapetones! ¡No faltaba más! ¡que se vayan! ¿qué quie
ren en nuestra tierra? ¿por qué han de venir si no queremos nosotras?, gritaron las
mujeres.
— ¡Ya no hay hombres! ¡venga vuestra merced, señor gobernador! ¡aquí estoy
yo que lo llevaré a verles la cara a esos picaros guampos!,—gritaba la abuela, teniendo
por delante a Clara más muerta que viva de terror, y a nosotros más entusiasmados que
nunca a sus espaldas
—Pero ¿qué voy a hacer, hijas mías? ¿Se ha visto una ocurrencia más loca que
la de estas picaras, endemoniadas mujeres? ¡Que se vayan! que no vengan, eh? ¡Bue
no! ya se ha de ir de susto, al oír los chillidos de estas furiosas y de los muchachos!
— ¡No, señor!, —exclamó aquí alguno de los caballeros que estaban con el
prefecto;—el pueblo tiene razón...¡a las armas! ¡viva la patria!
El clamoreo de la delirante multitud fue entonces tal, que nada podía oírse ya
distintamente.
El prefecto — lo vi yo muy bien y no he podido nunca olvidarlo—se volvió
tranquilamente al que había hablado de aquella manera, y le dijo algunas palabras,
retirándose todos de la galería. Un momento después se presentaron en la plaza a caba
llo. Uno de ellos corrió al antiguo convento de los jesuítas, en que estaban acuartelados
los dispersos de las tropas de Arze y Zenteno que habían ido llegando a la ciudad, y se
vio poco después salir a formarse en la calle un escaso batallón muy mal armado y peor
vestido. La multitud, gritando siempre, invadió el cabildo y se apoderó de diez o doce
cañones y más de cincuenta arcabuces que allí había. Todos se disputaban la dicha de
poseer alguna arma. Las mujeres no querían ceder a los hombres las que habían caído
en sus manos y defendían furiosamente la posesión de ellas. He visto ancianos que
apenas podían arrastrarse y niños de ambos sexos que ostentaban triunfalmente en el
aire las granadas de que cada uno se había apoderado.
En aquellos momentos llegaban a la plaza cuatro caballeros criollos, montados
en caballos cubiertos de sudor y espuma. El primero de ellos mostraba un pliego cerra
do en la mano. Debieron ser la última comisión despachada por los prudentes, que
volvía con algunas de esas respuestas amenazadoras y evasivas de Goyeneche, que
revelan la perversidad y la doblez de su alma: «La desleal provincia de Cochabamba
ha colmado la medida de la clemencia», o «los buenos vasallos de su Majestad serán
amparados por las armas del rey».
Verlos la multitud y correr sobre ellos; rodearlos con gritos de burla y silbidos;
arrojarles puñados de tierra, de tal suerte que quedaron envueltos en una nube de polvo,
fue cosa de un instante, que más se tarda en decir. Confusos, aterrados no esperaron ellos,
tampoco, ni hacerse oír ni menos aquietar los ánimos irritados, y cada uno zafó como y
por donde pudo, desgarrando con las espuelas el flanco de su fatigada cabalgadura.
Era imposible ordenar de algún modo esa confusa y búhente masa popular, que
sólo ansiaba salir al encuentro del ejército de Goyeneche. El buen prefecto tomó senci-
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B eatriz R ossells
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(^ M u je re s en la h lsto ria de S olivia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
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B eatriz R ossells
En aquel sitio dominante, desde el que se descubre toda la campiña, por sobre
los rojos tejados de las casas de la ciudad, había ya algunas personas, entre las que vi al
cura vestido de su sobrepelliz y al sacristán que, en su atolondramiento, lo había segui
do con el acetre en la mano. Un caballero envuelto en su larga capa española, con el
sombrero calado hasta las cejas, llamó la atención del Padre, y no tardó en reconocerle
y entablar con él la siguiente conversación:
— ¡Cómo! ¿vuestra merced por aquí, señor Andreu?
—Yo mismo en persona, Reverendo Padre. Antes de ayer me trajeron en mi
cama a asilarme en una de las casas de este barrio. Hoy que la terciana me permite
caminar y el peligro arreciaba para mí, vine a asilarme en el templo y he subido con el
señor cura por curiosidad.
—En fin, ya se acerca don José Manuel de Goyeneche... ahora seremos noso
tros los que busquemos un asilo y quién sabe no lo encontraremos ni en las entrañas de
la tierra.
—¿No he dicho ya que el peligro arreciaba 'para mí?
—No lo entiendo. Vuestra merced se burla'de mí, don Miguel.
—De ningún modo, Reverendo Padre. Un español peninsular, fidelísimo vasa
llo de su Majestad el rey don Femando VII, que Dios guarde, puede correr hoy más
peligro que el insurgente don Mariano Antezana. El hombre de las tres caras... ¿no es
así como le llaman los patriotas?
— Sí señor Andreu, así le llamamos por la triple misión que recibió de la Junta
de Sevilla, de Pepe Botellas y de la infanta doña Carlota,
—Ese hombre no me perdonará jamás, por haber sido uno de los que le arranca
ron la máscara, para que se viesen esas tres caras, que hacen la de un solo y verdadero
intrigante.
—Y execrable americano.
Una ráfaga del viento del sud trajo hasta nosotros un confuso clamor, mezcla de
todos los sonidos que puede producir la voz humana, que me recordó la comparación
que hacía Alejo de los gritos y silbidos de los patriotas en Aroma con las de la multitud
en la fiesta de toros de San Sebastián. Los dos interlocutores guardaron silencio, para
ver entonces, desde allí, el increíble combate que iba a tener lugar entre un pueblo
inerme y uno de los ejércitos mejor organizados, con todos los elementos de que podía
disponer la secular dominación española.
Ligeras nubes blancas como gasas flotantes, simétricamente plegadas a tre
chos, hacían menos deslumbradora la luz del sol, que aparecía como un punto blanco
en medio de un círculo irisado, fenómeno frecuente en aquel cielo y aquella estación.
Si yo creyera que la naturaleza toma parte en las sangrientas luchas de los hombres,
diría que ella anunciaba así la bandera de la república, que al fin debía flamear después
de muchos años, gracias a ese y mil otros sacrificios que parecían insensatos...
Al pie del Ticti, pico saliente de las colinas de Alalai, una gran nube de polvo,
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(c ^ X ÍS C ~ X ^Ü J6 1 0' S en la h isto ria de S o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo .
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B ea triz R ossells
Una multitud completamente inerme de mujeres y niños se agitaba por detrás, rodean
do a Antezana y los caballeros que le acompañaban. Ni un instante se interrumpían los
gritos de insensato desafío, los silbidos de burla, las inmensas carcajadas que llegaban
hasta mí, agitándome con estremecimientos nerviosos y arrancándome lágrimas de
furor y de vergüenza. Más de una vez estuve a punto de correrme y bajar a brincos la
escalera, para volar a donde creía estaba mi puesto; pero una mirada del Padre me
contenía, y volvía yo a mirar al través de mis lágrimas la colina lejana en donde iba a
morir un pueblo desesperado. De allí partieron los primeros disparos de cañón y de
arcabuz. Las tropas enemigas seguían avanzando a paso de carga, sólo rompieron el
fuego general cuando se vieron a distancia de ofender. El clamoreo de la multitud
creció entonces, como un inmenso alarido de rabia y de dolor que debieron arrojar
todas aquellas bocas al ver derramamiento de la primera sangre. Vi, también, desde
aquel momento, correr por el lado en que la colina desciende suavemente a la plaza de
su nombre, muchas personas intimidadas, notando que eran más los hombres que las
mujeres; y he sabido posteriormente que; aquel ejemplo de cobardía lo dieron el Melli
zo, el Jorro y los más bulliciosos de su banda.
Menos de una hora tardaron las tropas de Goyeneche en rodear completamente
la colina. Quedaban sobre ella: como doscientos patriotas de ambos sexos y de todas
las edades, niños que sus madres abrazaban con desesperación contra su seno, jóvenes
que iban a vender cara sus vidas, ancianos que no tenían fuerzas para arrojar una piedra
certera a sus enemigos. El prefecto Antezana y los caballeros de su comitiva, consi
guieron salvarse merced a la ligereza de sus caballos, no sin recibir la mayor parte de
ellos alguna herida, y sin dejar a dos muertos en el campo.
Más tiempo que el combate —le llamo así porque no quiero contrariar el parte
del Sr. Conde de Huaqui— duró el exterminio, la matanza sin piedad de los que se
encontraron sin salida en aquel círculo de muerte, que se hacía más insuperable cuanto
más se estrechaba. Los soldados de Goyeneche no dieron cuartel a nadie, ni a las
mujeres que se arrastraban a sus pies... Era la hora de matar; había tiempo de satisfacer
otras brutales pasiones en la ciudad, cuya suerte les había entregado su general...
Voy a deciros lo que fue de algunas personas humildes, cuyos nombres no figu
ran en la historia, pero que tantas veces han aparecido en ésta de mi oscura vida.
Clara, la pobre Palomita, se había desplomado desmayada delante de la abuela
a los primeros disparos, y fue salvada sin conocimiento por las mujeres que comenza
ron a huir con el Mellizo y su digno compañero. Dionisio ocupó su lugar y cayó con el
cráneo destrozado. Mi amigo Luis le sucedió resueltamente, y su voz resonó con la de
la anciana hasta que una bala le atravesó los pulmones. Su padre, el Gringo, hizo pro
digios de valor, sirviendo con Alejo los cañones de estaño. Cuando vio perdida toda
esperanza de salvarse, cuando advirtió, sobre todo, que los implacables soldados de
Goyeneche mandaban arrodillarse a los patriotas, exclamó en francés:
— Non, sacré Dieu! non, par la culotte de mon pere!
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^ K {ü j6 T '6 S en la historia de BolM a - Imágenes y realidades del siglo XIX
g Q ó íS <
Y revolviendo contra su pecho la boca del cañón que había cargado de metralla,
encendió la ceba, y cayó lejos despedazado1.
Alejo, más feliz que él, sintió subírsele la sangre a la cabeza, se acordó de
Aroma, embistió al primer granadero que se le puso por delante, le arrebató su fusil y
escapo de la muerte^ herido de todos modos, sin saber él mismo cómo, merced a sus
hercúleas fuerzas y a la ligereza de sus piernas.
Los vencedores encontraron en la Coronilla un montón de muertos, cañones de
estaño desmontados, medio fundidos, y, sentada en las groseras cureñas de uno de
ellos, teniendo a dos niños exánimes a sus pies, una anciana ciega, de cabellos blancos
como la nieve.
— ¡De rodillas! Vamos a ver cómo rezan las brujas —dijo uno de ellos apuntan
do el fusil.
La anciana dirigió de aquel lado sus ojos sin luz, recogió en el hueco de su
mano la sangre que brotaba de su pecho, y la.arrojó a la cara del soldado antes de
recibir el golpe de gracia que la amenazaba!
¡Sin embargo de todo esto, los historiadores de mi país apenas hablan de paso
del «combate de los cañones de estaño!» ¡No han visto lo que dijo de él la prensa de
Buenos, Aires y repitió la de toda América y tuvo más de un eco más allá del Atlántico!.
-x -x -x -x -
Creí haber puesto punto final a este capítulo; pero Merceditas que no me deja
en paz ni un momento, y quiere tener parte hasta en la redacción de mis memorias, y
viene a leer por sobre mi hombro lo que escribo2, me dijo repentinamente:
—Yo pondría aquí cuatro renglones de un libro que conozco y tuvo gran nom
bre en tiempos gloriosos para tu patria.
—¿Y cuál es? —le pregunté sonriéndome con suficiencia, porque tengo la de
bilidad de creer que sé más que ella, por más que muchas veces me haya convencido de
lo contrario.
Ella tomó de mi estante el pequeño volumen de «La educación de las ma
dres», por Aimé Martin: lo abrió en la página que tenía señalada con una cinta de los
tres colores nacionales, y lo presentó a mis ajos.
— ¡Tienes razón, y la tienes siempre en todo, mujer de mis pecados! —exclamé
al punto y copié del libro lo siguiente:
«La América de los Estados Unidos es un mundo nuevo que nace para las nue
vas ideas tal será la América del Sud después de su triunfo; porque no puede dejar de
1Este hecho lo veo hoy confusamente recordado por mi amigo don José Ventura Claros y Cabrera, en los apuntes
para la historia del Joven Viscarra.
: Al pie de la página en que esto dice el benemérito coronel La Rosa hay pegado con una oblea un sobre de carta, en el que la
respetable esposa de nuestro veterano ha escrito estas palabras: “No le crean al viejo chocho. El es más bien mi sombra, mi
moscón...¡no me deja en paz! Quiere que me esté a su lado mientras escribe sus chocheces. Pero es muy cierto lo que refiere en
seguida. M. A. De la R.” No sabemos si el autor lo habrá notado al tiempo de remitimos sus manuscritos, y le pedimos mil
perdones, si comentamos una indiscreción. Nota del editor.
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B ea triz R ossells
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(^ C jX S C ^ t {'u jC V C S en la h isto ria de B °H via - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
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B eatriz R o ssells
* Es emocionado el recuerdo que Gabriel René Moreno guarda sobre la guerrillera a quien conoció personalmente
en la ciudad de Sucre, mientras él era un jovencísimo estudiante del Colegio Junín, y ella vivía pobremente ya
olvidadas sus glorias en el combate. Junto con otros niños, narra Moreno, hacían todo un viaje hasta su alojamiento
y la acosaban a preguntas, y sólo una vez, abriendo su ventana, les espetó una contundente respuesta contra los
chapetones.
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^ M u je r e s en la h isto ria de S olivia - Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
• H e r o ín a s P o to s in a s
A d o lf o V argas, 1 8 8 9 *
He ahí dos nombres que la historia tiene que consignar siempre en brillantes
pájinas, y que deben vivir grabados en todo pecho patriota, muy especialmente en todo
corazón potosino, porque representan el heroísmo, la abnegación, el sacrificio de dos
hijas de esta tradicional ciudad.
Algo se ha escrito respecto á estas dos notables potosinas, pero simples esbozos
en que apenas se ha perfilado sus siluetas. Poseedor, por tradición, de algunos infor
mes relativos á su vida, he creído de mi deber darles publicidad, como homenaje á esas
mártires de la libertad, como lijeros datos á la historia, sin pretenciones de biografía, ni
mucho menos.
Doña Andrea Arias y Cuiza, criolla, hija de decente familia potosina, era en la
época á que nos referimos [1816], una garrida moza que frisaba al rededor de 23 a 25
años. De regular estatura y formas un tanto pronunciadas, tenia los ojos negros, lucien
tes, nariz algo escorzada, señal de audacia, bien delineada boca con sonrosados labios,
pobladas y negras cejas y un par de abundantes trenzas del mismo color, signo de
virilidad y enerjía. No se puede decir que era una hermosura, pero formaba un conjun
to agradable, simpático y atrayente, y cuando vestía, á la limeña, una elegante pollera
de atraque, de lana, la llevaba con tal aire y tal gracia que podía encender una hoguera
hasta en los corazones mas helados. Espíritu levantado, capaz de las mas grandes sen
saciones, unía á la dulzura de sus sentimientos, un carácter firme e intrépido.
Había perdido á sus padres y vivía en su casa propia, en la calle de San Roque,
la que hoy forma esquina entre las calles Constitución y Linares, esquina llamada antes
Cori-chaca, la que hemos conocido todavía con el nombre de casa de las Arias y Cuizas.
Doña Andrea tenía dos hermanos, el uno sacerdote, entonces cura de San Lucas,
y el otro un joven, ardiente patriota que militaba á la sazón en las filas del valiente
guerrillero Camargo. Desgraciadamente no hemos podido alcanzar a conocer sus nom
bres propios.
Respecto a doña Francisca Barrera apenas si hemos llegado á obtener muy re
ducidos informes en cuanto á su persona y sus condiciones de existencia1. Parece que
era de una posición un poco más humilde que doña Andrea Cuiza y Arias y que debía
rayar ya por los 30 años, pero con frescura y animosidad de la primera juventud.
No obstante de esa cierta diferencia de nivel en edad y condición social, doña
Andrea y doña Francisca eran amigas íntimas y estaban ligadas por el parentesco espi
ritual del comadrazgo. Eran vecinas; pues, la Barrera vivía en Llama-Cancha, casa que
* La Arias Cuiza y la Barrera.
Imprenta de E l T ie m p o , 1889 (Leído por su autor, en la Velada de las Escuelas, el 10 de nobiembre de 1889).
' Sobre este punto respetamos la opinión del ilustrado escritor doctor Modesto Omiste, que indica ser dos las Barrera que
fueron fusiladas, doña Francisca y doña Bartolina. Nuestras investigaciones solo nos han proporcionado datos en cuanto a la
primera.
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B eatriz Rossells
se halla situada en la calle Linares, mas arriba de las Cuatro Esquinas. Las unía un
cariño leal y sincero y una notable paridad de sentimientos y afecciones. Bullía en sus
nobles almas el fuego ardiente del patriotismo, como resultado de las ideas de libertad
é independencia que se levantaban sobre charcos de sangre. Pero no adelantamos los
sucesos.
La libertad, don precioso del hombre, tiene que sobreponerse siempre á todas
las miserias de la vida. No importa que la fuerza bruta, que el imperio de las tiranías y
el tenebroso poder del fanatismo, la encadenen durante largas eras. Sol de vividos
fulgores desprenderá siempre sus brillantes destellos para alumbrar grandes é inmen
sos horizontes de felicidad y ventura.
En las postrimerías del pasado siglo operóse una gran evolución social en Euro
pa. La revolución francesa, echando por tierra las añejas tradiciones, basadas en un
indigno desnivel de la humanidad, sepultando bajo los escombros del pasado el dere
cho divino de los reyes y llevando torres de luz á las oscuras rejiones de la perversión
y la ignorancia, hizo la declaración de los derechos del hombre, mostrándole los verda
deros senderos en que debían desarrollar las fuerzas de su actividad.
La voz de redención social repercutióse del antiguo al nuevo continente que
hacia tres siglos estaba sumido en la esclavitud.
Conmovióse en toda su estensión el suelo americano, brotaron los genios y los
héroes, y el Alto Perú por su parte inauguró una lucha jigantesca.
En 1816 esa lucha se hallaba en su apojeo. Por todas partes la matanza y el
esterminio. El genio de la libertad lidiando á brazo partido con la esfinje de la opresión.
Potosí había dado ya su tributo de sangre. El 10 de noviembre de 1810, día que
hoy conmemoramos, gritó: “viva la Libertad”, y enarboló el estandarte de la emanci
pación. Los que actuaron en ese movimiento pagaron con su cabeza su amor por la
independencia.
La sangre derramada había avivado mas el ardor patriótico. El sentido de liber
tad había inflamado no solo el corazón de los hombres, sí que también hasta el de las
mujeres. Y es sabido que las afecciones y las pasiones son mas intensas en la mujer.
Nuestras heroínas se sentían inspiradas por ese fuego santo y eran patriotas.
Desde que se ahogó la revolución del 10 de noviembre, los patriotas no habían
cesado de conspirar y aquellas conspiraban con éstos, especialmente la Cuiza y Arias,
que jugaban un papel importante.
Hemos dicho que tenia un hermano que guerreaba á las órdenes de Camargo;
pues bien, por medio de ese y de doña Andrea se comunicaban los independientes de
Potosí con el guerrillero y sus parciales, así como los patriotas que en Puna, Chichas,
Tomina, Cinti y otros lugares se aprestaban á la lucha. Era, pues, la Cuiza y Arias, la
llave de la conjuración en esa Imperial Villa.
Entre tanto sucedía que ésta, víctima de la educación de su época, no sabía leer,
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en *a h isto ria de B olivia - Im ágenes y re a lid ad es del sig lo XIX
ni escribir y necesitaba de otra persona para el efecto. Esa persona era don Gregorio
Vargas, abuelo paterno del que estas líneas escribe, con el que ligaban a doña Andrea
intimas relaciones, como que eran prometidos esposos. Aquel, pues, leía y escribía las
cartas, comunicaba aquí todo lo que venia de fuera, y transmitía fuera el pensamiento
de los patriotas de Potosí.
Disponíase un golpe próximo y se esperaban noticias importantes de Camargo.
Entre tanto las autoridades realistas que presentían el movimiento, se pusieron
en guardia y desplegaron toda la actividad de su policía. La Cuiza era sospechada y se
la vigilaba y espiaba con mucho cuidado.
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B ea triz Rossells
Se había querido hacer hablar al indio, aun por medios violentos; pero nada
sabía y por consiguiente nada pudieron arrancarle.
A media noche cuando dormían tranquilas, talvez entre ensueños fantásticos de
un porvenir venturoso, fueron sorprendidas, las dos nobles patriotas, en sus respecti
vos hogares, por los ajentes de policía y la fuerza armada.
Se las redujo a prisión y se las encerró en lóbregos y húmedos calabozos.
La casa de la Cuiza había sido prolijamente requisada; pero no se le encontró
documento alguno que pudiera dar luz sobre la conjuración y sus ajentes. Porque don
Gregorio Vargas se había llevado todos los papeles para manifestarlos á los que trama
ban la revolución.
El Gobernador entonces de Potosí, Rolando y sus seides, se perdían en un déda
lo de elucubraciones por descubrir á los que daban en llamar insurgentes, es decir, á los
defensores del derecho y de la libertad.
Sus investigaciones habían sido infructuosas. En vano habían puesto enjuego
todos sus ardides, todo el celo y actividad de sus esbirros; pero nada, ni una luz, ni el
menor indicio.
En el paroxismo de su desesperada fiebre. ¡Horror! ¡Oh obsecación y perversi
dad humanas! Dirigieron su zañosa furia sobre esas dos admirables mujeres, si bien
débiles por el sexo, pero fuertes y firmes como los grandes principios, las levantadas
ideas y los abnegados sentimientos que animaban sus espíritus de acerado temple.
Desplegaron contra ellas todo el refinamiento de la crueldad, hasta llegar á la
meta de monstruoso crimen. Amenazas hostilidades, mortificaciones de todo jénero,
torturas increíbles, escollaron, como las embrabecidas olas del océano contra la roca,
en la roca de esos corazones amasados con las vivificantes fuerzas del valor, de la
heroicidad, del patriotismo, del sacrificio y del martirio.
Pasaban de la tirantéz al ruego y á la súplica; las hacían ver las perspectivas de
la vida; el perdón, en cambio de la delación de los revolucionarios, especialmente del
que servía de inmediato a la Cuiza, del que leía y escribía sus cartas, de su principal
ájente, es decir, de don Gregorio Vargas. Todo fué inútil.
¡Oh estravios de la humanidad! Hoy como ayer se ve constantemente la virtud
escarnecida, la honradez vilipendiada, la libertad perseguida y la maldad y el crimen
imperando siempre.
Agotados todos los medios imajinables de que pudieron valerse, pero que no
alcanzaron á quebrantar esas naturalezas sublimes, los monstruos resolvieron el fusila
miento de las dos patriotas; la victimación de dos mujeres. ¡Caribes! Esos hombres no
debieron haber tenido jamás madres.
Después de un simulacro de juicio, se pronunció la sentencia de muerte; leída
á las acusadas fué escuchada con serenidad y santa resignación.
En las últimas horas de su existencia las dos heroínas se fortalecían mutuamen
te y se encontraban felices al rendir la vida por la patria y la libertad. Sin embargo,
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O '65en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
t ó IJ G t
Juana de Arco rendía la vida por haber defendido valientemente los fueros de la
patria; María Antonieta había sido una inocente víctima de las exaservaciones del espí
ritu; Carlota Corday subió al patíbulo, pero llevaba las manos ensangrentadas.
¡Qué diferencia de nuestras heroínas! Estas habían cometido los nefandos deli
tos de aspirar al restablecimiento de esa divina ley de igualdad é independencia; á la
espansión de esa facultad dada por Dios al hombre, la libertad, y ademas había tenido
la audacia de callar, á pesar de las torturas, hasta la muerte. Una palabra y habrían
salvado la existencia. Pero no, eran seres muy privilegiados. Como la esposa de Colatino
prefirió la muerte á la deshonra, ellas prefirieron también sucumbir antes que manchar
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B ea triz R ossells
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2. LITERATURA PRESCRIPTIVA,
CIVIL Y ECLESIASTICA
¿ ^ ¿ £ f C ^' K C
' u jS fC S en la h is to rl* de B olivia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
“E s ta h e r m o s a m ita d d e l g e n e r o h u m a n o ” *
C h u q u is a c a , 1 8 2 7
“Esta hermosa mitad del genero humano ha sido descuidada casi generalmente,
y su educación tenida como innecesaria, y por muchos como perjudicial. Rebujados
algunos en su mando filosófico, han fallado que las mujeres no deben ocuparse de otra
cosa que de criar a sus hijos, y de los negocios mecánicos y caseros. Otros han dicho,
que las compañeras de los hombres han de tener asuntos nacionales, y traen en su
apoyo a todas las mujeres célebres que ha habido, desde Cenobia y Aspasia hasta
madame Stael y Lady Morgan. En tan encontradas opiniones creemos que los unos y
los otros se extravían, pues ni la educación de las mujeres ha de mirarse con desdén, ni
tampoco ha de considerarse para ocupaciones impropias de su sexo. .Ellas son el con
suelo de los hombres. Con gracias y caricias atraen y conservan el cariño de aquellos.
Mas la naturaleza las doto de ciertas debilidades que las imposibilita de muchos traba
jos y faenas propias solo de la robustez varonil. Que son madres, y estas consideracio
nes basta para que un gobierno ilustrado y paternal se esmere en la educación de las
mujeres. ¿Podrá inspirar a sus hijos ideas de virtud, la que las desconoce? ¿Cómo
practicarla si no la aprendió? ¿Y como aprenderla si no sabe leer? Y una mujer que no
sabe leer ni escribir ¿no es como una planta parásita? ¿En que pasaran los ratos que le
dejan ociosos los quehaceres de su casa? ¿Y las que ni aun se ocupan de estos queha
ceres de su casa? Que harán?
¡Ah!, Cuantas desertoras ha tenido la virtud por falta de ocupación o entre
tenimientos. Entre todas, es la lectura de buenos libros, la mas noble, así como la mas
útil, pues ilustra y eleva el alma hasta el punto de querer abarcar cuanto encierra el
universo. Por otra parte ¿habrá cosa mas agradable para un hombre que el hablar con
una mujer de asuntos generales y escuchar de su boca los dulces acentos de la razón? a
todo el que no sea un necio, le cansan esas conversaciones pueriles e insignificantes,
buenas solo, si se quiere, para ser seguidos por diez minutos, y a la verdad que es harto
desconsolador el no poder hablar con las mujeres mas tiempo que aquel.
¿Y que hará el que no es un misántropo y gusta de los halagos femeninos? O
sufrir las sustancialidades que oye, o huir de la sociedad de las mujeres; cosa bien
terrible para quien no ha hecho profesión de cenobita. Leer, escribir, saber aritmética,
bordar, música; que adornos tan propios para una señorita. Con ellos se atraerá el
aprecio de todos los hombres que tengan en algo el verdadero mérito, y serán además
el omato de la sociedad. Resulta de todo que la educación de las mujeres exige una
atenciín privilegiada, y que los padres de familia serán criminales si la desatienden,
como por lo general ha sucedido hasta aquí”.
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B ea triz R ossells
L a m u je r
C u p e r tin & d e la C r u z M e n d e z 1852*
El hombre no puede degradar a la mujer sin degradarse a si
mismo, ni realzarla sin enaltecerse a si propio. No hai medio, o los
pueblos se embrutecen en sus brazos, o se civilizan a sus pies.
Aimé-Martin.
Un periódico boliviano dijo ha muchos años de la mujer: “El influjo de la mujer
en el mundo social es decisivo: las impresiones que el labio maternal deposita en el
corazón naciente son indelebles, i constituyen ordinariamente el fondo característico
del individuo. El seno de la mujer es el primer santuario donde viene el hombre a
depositar sus penas, sus temores i esperanzas, i ella el primer misionero santo que
enjuga sus lágrimas, organiza i dirije sus tiernas emociones. Lleno de vida estranjero al
universo en que asoma el niño, devora con pasión sus primeras palabras, i sus jestos de
amor i de ternura; el cielo, la tierra, la patria, el doloroso misterio de la vida, todo se
desenvuelve por primera vez a sus ojos espantados, i se imprime hondamente en su
alma pura i apasionada.
“Mas tarde, cuando este primer acto de la vida pasa, cuando la chispa celestial
de las pasiones viene a inflamar su mente con instintos de otro orden, la mujer que
habia sido el apoyo de sus primeros años, i el centro de sus afecciones nacientes i se
convierten en un objeto mas bello, en una figura enteramente poética e inagotable en
grandes inspiraciones. El corazón del joven vuelve entonces a manos de la mujer, ella
lo mueve, lo inflama, es un instrumento cuyos sonidos se exalan mas o menos noble
mente, según la esencia de su soplo consolador.
“Bajo este noble carácter la mujer influye, o está llamada a influir en el desen
volvimiento humano; su misión es poderosa, divina. Como el sol, su destino es derra
mar un calor dulce i fecundo en las operaciones del mundo moral.
“A medida que la mujer se eleva, que la educación la pule, aquella influencia se
desarrolla, se hace mas libre i las costumbres se levantan. Tan estrechos son los víncu
los que la ligan al progreso social, que basta conocer su carácter en tal o cual pueblo
para comprender el grado de su felicidad, i la altura de su civilización especial. Asi
nunca serán exesivos los cuidados de un gobierno o de una sociedad, que se dirijan a
cultivar el espíritu i el corazón de la mujer. Instruirla en sus deberes, darle ía majestad
que le corresponde, hacerle conocer bien su rol, todo esto en intimidad con nuestras
instituciones i creencias democráticas, será acelerar su emancipación, trabajar en el
engrandecimiento social, segundar las miras del Criador.
“Nada hai entre nosotros que se recienta tanto del atraso jeneral como la educa
ción de la mujer. Para nosotros la mujer todavía no es mas que una bella esclava, un
gracioso juguete; su principal mérito consiste en una belleza efímera que ffecuente-
*Revista.de Cochabamba, N° 7, 1852, pgs. 299-305. (Artículo Io)
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(S ^ÍC ÍS ^^V ^U J S V C S en la h isto ria S olivia - Im ágenes y realidades del s ig lo X IX
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B ea triz Rossells
nes relijiosas, sacando a la mujer de ese estado semibárbaro i semi-turco en que jemia
-Considerada ella bajo el aspecto político i reconocida su influencia sobre la familia, i
por consiguiente sobre la sociedad, se la había querido hacer digna de nuestro constan
te anhelo- la Libertad. Ella es zelosa de las prerrogativas de su sexo, se habia dicho; es
necesario no ultrajarla en sus hijas para que no nos abandone; porque en verdad, la
historia de los tiempos i la esperiencia diaria de los pueblos han enseñado que donde
quiera que la mujer está degradada i solo es el instrumento de los placeres torpes del
hombre i la víctima inocente de su brutal poder, el hombre también está degradado
bajo el peso de las instituciones opresoras de los derechos naturales i de la dignidad
moral. No hai verdaderamente familia es ese estado, i sin familia la sociedad esta en
disolución.
Las virtudes de la mujer, así como su prostitución, no han tenido tampoco in
fluencia pequeña en la vida política de las naciones. Enaltecida por sus virtudes, o
envilecida por sus escesos, ha sido siempre la muestra de la sociedad. Las naciones que
mas han gozado la posesión santa de las libertades políticas i civiles, la han debido
siempre a las virtudes femeniles: donde pierde la mujer su liviandad, no puede menos
el hombre de recobrar su temple de alma, su altivez nativa, i allí no puede habitar la
tiranía. Al contrario, las pájinas de la historia están llenas de las abominaciones de los
imperios, de la corrupción de sus costumbres, de la prostitución de sus mujeres, junta
mente con el envilecimiento de los ciudadanos i la crueldad del despotismo de sus
reyes. Como causa o efecto, la corrupción i la tiranía marchan siempre juntas: Mesali-
na es el ejemplo de la Roma prostituta i esclava de su tiempo, i Lucrecia el simbolo de
Roma virtuosa y libre.
Examinada religiosamente la suerte de la mujer, las tradiciones sagradas la habían
ennoblecido, i la vuelta de las creencias cristianas debía restaurar su dignidad perdida.
La primera mujer, compañera inseparable del primer hombre, en la virtud i en el peca
do, en la felicidad i en la desgracia, en el Paraíso i fuera de él, habia conservado siem
pre su altura al nivel de este. Formada de los huesos, de la carne i de la sangre de su
esposo, era su misma sustancia, i como su propio cuerpo, no le había abandonado
jamas. Desterrado Adan de su palacio nupcial, Eva habia sido su ánjel consolador:
juntos gozaron i juntos sufrieron; juntos habitaron el Paraíso i juntos peregrinaron. Esa
común suerte, esa igual distribución de penas i de placeres que Dios habia repartido a
los padres del linaje humano, estableció también entre ellos la igualdad.
Todo esto se recordó, se hicieron todas estas reflexiones; pero se comprendió
también que lo presente no siempre es lo que fué, que la imitación no siempre corres
ponde al ejemplo, el recuerdo a la impresión presente, la poesía de la relijion a la
realidad de la vida; i queriendo fundar los derechos de la mujer en fundamentos mas
positivos, se pensó en perfeccionarla con dones mas palpables. No se pude querer, no
se puede respetar, sino lo que por sí mismo merece cariño i respeto. Se pensó, pues, en
hacerla señora digna de tales tributos. Educación, cuidados, ternura, predilección, for-
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^ 3¿ ¡ y Q ^ \/fu /ó 1ó' S en la h isto rla de B olivia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
tuna, todo-seles prodigo por los padres, que en bien de la familia i rejeneracion de la
sociedad, se propusieron enaltecer el ser moral de las hijas. No filé esto en vano: logra
ron su fin; i la mujer ha conseguido efectivamente una importancia real que la hace
digna de las mas bellas épocas de la historia. Relativamente a nuestro estado, cultura,
sentimiento, moralidad, cualidades sociales y domésticas, del espíritu i del corazón,
poco o nada hai que desear mas para la mujer entre nosotros. -¿Pero con esto ha mejo
rado su condición?.
Parece una paradoja sustentar lo contrario, i causará asombro nuestra sola pre
gunta; pero préstesenos un momento mas de atención.
La revolución, después del largo dominio del despotismo español, dejó a la
sociedad en un estado de total disolución é hizo triunfar mas de una vez la inmoralidad
i los vicios, i los efectos del escándalo afectaron mas, como todas las cosas, al sexo
sensible, que al fin vino a participar i resentirse de la corrupción jeneral. Era mui
natural: el Jénesis no es mas que el compendio de la historia de todos los pueblos i de
todos los tiempos; i si Eva acompaña i participa siempre de la suerte i condición de
Adan, en el descanso como en el trabajo, en la virtud como en el pecado, es que la
mujer de todos los tiempos, en el orden natural, ha de correr la misma suerte, i aunque
repudiada por el hombre, ha de seguirle siempre, como ánjel de sumisión, su real com
pañera.
Mas en Bolivia entonces, queriendo hacer variar la condición de la sociedad i
rejenerarla, se principió por tratar de variar la condición de la mujer enalteciéndola a
ella sola. Se consiguió esto respecto a su importancia real; pero se descuidaron sus
relaciones con el hombre. Aquella se educó con cuanta perfección se pudo alcanzar en
nuestra naciente civilización i realzó su corazón con prendas inestimables; pero esta
quedó con los vicios adquiridos en el campamento patriótico, asi que la mujer perma
neció a sus ojos como el oro puro envuelto entre escoria en manos del ignorante que no
conoce el precio del tesoro que posee. Al hombre se le ha prodigado cuanta instrucción
es imajinable en nuestro pais i en nuestra época; su intelijencia se ha cultivado cuanto
han pedido las exijencias del pais; pero no ha recibido educación alguna: su corazón ha
permanecido seco, informe, sin palimiento, sin moralidad, sin amor. Historia, filoso
fía, literatura, política, lejislacion, economía, ciencias físicas i naturales; todo lo sabe,
todo le es familiar, i en sus escuelas solo amar no ha podido amprender. ¡Desgraciado!
De él se puede decir lo que decía del diablo Santa Teresa de Jesús: ¡Desgraciado, no
sabe amar!
Quedó, pues, la mujer mui superior al hombre en la cultura del corazón; pero
esta superioridad es también la causa de su inferioridad social. Como ella no ha podido
permanecer inerte, ha querido, unida a su esposo, ejercer su benéfica influencia sobre
él, educarlo; mas era tarde, i oponiéndose resistencia por parte de este, ha principiado
la lucha. En ella ha debido sucumbir la mujer i ha sucumbido siempre, porque es mas
débil que el hombre, i es mas débil, porque tiene virtud y sencibilidad de que este
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B eatriz Rossells
carece. Ha debido sucumbir, porque parece ese haber sido su destino; parece que la
mujer, este ánjel que pisa la tierra con su lijera planta, solo ha venido a ella para llorar
las injusticias de la vida, las victorias del hombre, que donde quiera ostenta contra ella
su despótico poder. Con esta convicción también, sin duda, ha podido decir el jénio de
la epopeya, el Homero malogrado de los tiempos modernos1:
¿Qué es la mujer? Angel caído,
O mujer nada mas todo inmundo;
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
En vano se ha dicho que los hombres hacen solo las leyes i las mujeres forman
las costumbres. Entre nosotros leyes i costumbres han sido hechas por los hombres, i
en sus relaciones con la mujer, ha sidó en todo desfavorecida esta. Jime hoi en una
humillante condición, victima del abuso de poder que en las leyes i en las costumbres
ha ejercido el hombre contra ella. No habría sido esta su suerte si hubiese tenido el
dominio de las costumbres. La memoria de los bellos tiempos de la caballería, tan
lisonjera para ella, le habría hecho pensar en restablecerlos; pero en mala hora cayó esa
hermosa i cristiana institución bajo la jurisdicción de la risa burlona de Cervantes, i el
hombre desde entonces por no parecer ridiculo quizo mas bien ser cruel.
Mas en ninguna parte lo es tanto que entre nosotros. El honor, un último resto
de esos tiempos de caballería, tiene todavía algún poder en otras sociedades. En la
nuestra carece de todo prestijio; i el hombre sin reconocer freno alguno, ni encontrar la
menor barrera a la natural ferocidad de su Índole, hace llorar amargamente a la mujer
la desgracia de su debilidad física. Esa costumbre tan bárbara como vil de dar golpes a
sus mujeres, con honrosas escepciones en la sociedad, la mayor parte de los maridos la
practica brutalmente, sin darse cuenta siquiera de la perversidad, de la vileza, de la
infamia que lleva consigo esa acción.
Increíble parece esto: no se comprende como se puede cometer esa acción tan
brutal con una persona querida, como debe serlo la mujer; i si no lo es, como ha podido
i con que vinculo unirce el hombre con un ser que le ha de ser odioso i con quien ha de
participar no obstante de su lecho; de ese santuario de castidad i de amor consagrado
por el Señor. Pero el lecho de esas jentes sin amor, solo es un mercado inmundo de
sensualidad, fango de prostitución i de sacrificio teatro vil de esa unión infernal del
verdugo i de la victima.
Entretando él mal se eterniza i se hace trascendental a los hijos. ¡Los hijos! ¿Se
puede prometer nada la sociedad de ellos? La escuela del ejemplo, que puede mas que
las doctrinas de los filósofos i las máximas de la sabiduría, les hará ser en grandes lo
que han sido sus padres: se casaran sin amor, maltratarán a sus esposas, como sus
madres han sido maltratadas, i sus hijos crecerán i se educarán con el mismo ejemplo i
continuarán la tradición de sus abuelos. ¡Ved la perpetuidad del ma . ?Mdirá algu-
'• Bspronceda.
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(^ M u je re s en la h istoria de B o lM a - Im ágenes y realidades del s ig lo XIX
na vez la sociedad entre la raza de los perversos i la raza de los hombres virtuosos,
como ha dividido en otro tiempo a los hijos de Dios de los hijos de los hombres a la
descendencia de Seth de la descendencia de Cain!.
Os irritáis sin duda contra mi, compatriotas mios. Estoi resuelto a soportar el
enojo de aquellos sobre los que cae mi indignación: nada quiero con esos seres degra
dados deshonra de su linaje. Tampoco los temo; no me pegarán a mi como a sus débiles
esposas, porque yo, uno de los hombres de este tiempo i de esta sociedad, haya dicho
amargas verdades em obsequio de la mujer, en favor de inocencia, en apoyo de la
debilidad. Pero dejadme que aun les dirija la palabra a esos trompeadores, a esas bes
tias feroces, i les diga:
¡Hijos de Cain! ¿Porqué maltratáis a vuestras mujeres? Cómo habéis obtenido
ese derecho? La compañera que ante las aras del Señor se os ha dado para que la
estiméis, porque la habéis convertido con vuestras brutales fuerzas en la bestia de
carga que deba sufrir con sumisión vuestro látigo cmel? Habéis elejido una compañera
para repudiarla, para maltratarla tan luego que las frivolas ilusiones del placer hayan
desaparecido? La mano que le habéis dado en el altar en signo de protección, porqué la
habéis convertido contra ella? Quién la protejera de su protector? -¡Seres degradados!
No veis que es débil, que está desamparada, i que es indigno abusar de la fuerza, de esa
fuerza animal de vuestros músculos? Os jactáis de hombres civilizados i libres, de
miembros útiles de una sociedad democrática i buenos padres de familia, i con qué
provecho servís entonces a la patria que envilecéis en su esencia? Cómo hacéis enton
ces con vuestra esposa lo que el soldado inmoral i rudo hace con su ramera? ¡Oh!
¡Cuan viles sois i cuan menguados! ¿Porqué, si os queda alguna dignidad de hombres,
no os cortáis esas manos, instrumento cmel de profanación, i que como la Jeroboan al
dirijirse sobre el profeta debiera secarse por castigo de Dios? Me causáis horror! He
querido alguna vez despreciaros; no he podido. No habrá un Cervantes que os ridiculi
ce; no temáis: nada teneis de caballeros. Vuestro proceder indigna, i la indignación no
es burlona. Pero temed que vuestro nombre pase como un baldón de ignominia a vues
tra futura jeneracion!
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B eatriz Rossells
Dedicatoria
A la Señora Narcisa Palacios de Zaconeta
Rectora del Colegio de Señoritas Del Sagrado Corazón de María
Señora:
Dignifica; el corazón de la mujer y encamina a su alto destino, es el Ministerio
mas augusto de nuestra regeneración social.
La mujer, que de lo alto de la Cruz, fijo en María llena de gracia, la luminosa
estrella de su pomenir, esta llamada a ser el centro propagador de la civilización; en
vano se erigirían en un Estado instituciones benéficas, legislaciones sabias, si se des
cuida la educación de las Señoritas; ni el imperio de la ley, ni el prestigio del poder, ni
el esplendor de las ciencias alcanzarán jaméis una sola mejora en beneficio de la
humanidad, si la influencia moral de la mujer no les asocia su poderoso concurso.
Que feliz, la Nación donde, con una cuidadosa educación de niñas, se levanta
la prosperidad pública, de entre las manos de un pueblo laborioso, frugal y próbido;
mas un bien tan necesario, esperamos conseguirlo, sin en nuestro elevado Magisterio
procuráis, como hasta hoy, ilustrar la misión bienhechora de esa preciosa mitad del
genero humano.
A fin de contribuir por mi parte a tan grandiosa obra, heformulado este peque
ño redacto, que en compendio contiene las virtudes y obligaciones mas precisas al
ornamento del bello sexo; y que tengo el honor de dedicaros.
Permitidme, Señora que lo deposite en vuestras manos, dadle este mérito mas,
y recibidlo junto con el homenaje de mi mas deferente estimación y respeto
- 222-
(¿ M u je re s en la h is,o ria de Bo,ív,a ■ Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
- 223-
B eatriz Rossells
reine la fraternidad, la dicha y la alegría; una niña llena de estas virtudes, es aun en su
casa misma, lo que la luz de una luna despejada, que derrama su esplendor sobre la
apacible y silenciosa naturaleza.
Hábito de la dependencia y modestia
El hábito de la dependencia consiste en que por un orden establecido, debe la
mujer someter su voluntad a la del hombre; y la modestia en no ostentar oficiosamente
sus talentos y virtudes.
La naturaleza y la sociedad han establecido, que el hombre sea el protector y
jefe de la mujer, y que ésta sea su compañera fiel, dócil y agradecida, quedando así esta
constituida en un estado de dependencia, que nada tiene de deshonroso, sino que al
contrario, se hace necesario, para conseguir el orden social, por un designio manifiesto
del Criador. En este estado, que la mujer debe hacerse mas interesante y amable por
sus acciones modestas y apacibles, por su vida sencilla, frugal y libre; siempre escenta
de vanidades, del deseo de lucir y de ser admirada; y solo entonces verá rendirse a su
influencia todo el poderío del hombre.
Deberes para con la sociedad.
Deberes de la mujer para con la sociedad en jeneral y en particular.
La mujer tiene la elevada misión de formar las costumbres, que son los princi
pios constitutivos de una sociedad y, en tan alto destino, ésta debe ser el verdadero
modelo de las virtudes cívicas y cristianas, a fin de que estas mismas virtudes florez
can en todas las clases de la sociedad, la prosperidad pública nazca de entre las manos
de un pueblo laborioso, frugal y próbido y se establezca el orden social, que es el gran
fin a que se dirigen incesantemente las sociedades humanas. Además, en particular,
son deberes de una niña: la atención y buenas maneras para con todos, la benevolencia
y gratitud para con sus benefactores, el respeto y la beneficencia para con los ancianos
y desgraciados y, mas que todo, el procurar la paz, la concordia y la armonía que debe
reinar en la sociedad.
Deberes de una hija para con sus padres
La paternidad es el sacerdocio de la naturaleza, al que en todo tiempo le debe
mos nuestros amor, respeto, obediencia y subvención, para merecer aquel celestial
vivirás largo tiempo sobre la tierra. -Además en particular, es deber de una hija no
desviarse jamás de sus padres, a quienes debe mirarlos como al Angel tutelar, que el
cielo le ha enviado para proteger su inocencia y su virtud; debe recibir y observar sus
consejos y ejemplos, como que son de los mentores mas encarecidos de su felicidad,
honra y buena reputación; por lo mismo debe abrirles su corazón, sin ninguna reserva
y depositar en ellos todos sus pensamientos, deseos y sentimientos; no debe ocultarles
nada, ni sus faltas, ni su flaqueza misma, bien persuadida de que sus padres jamas
abusaran de su confianza filial, sino que con un amor verdaderamente paternal, la
apartará siempre de los peligros en que abunda este mundo engañoso, y la dirigirá por
la senda del honor, de la virtud y del deber. Con la práctica de estas virtudes una hija
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(é ^u X S ^Z ^ /C liJ C V C S en ta h isto n a de S o livia - Im ágenes y rea lid ad es d e l s ig lo XIX
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B ea triz R ossells
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\^ \ / {u j0 V 6 S en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo X IX
mui pocas, las más son un enjambre de miserias y vicios, que ajan sin compasión la
flor de la inocencia y victiman la imaginación incauta y errante de las niñas; las más
son una orgía desenfrenada de pasiones, que acallan la humilde oración, que la inocen
cia dirige al Divino Jesús; por lo que una niña debe proscribir absolutamente estas,
como al más peligroso enemigo de su felicidad y virtudes.
Educación física
El principal deber de la educación física, es la propia conservación, porque la
que cuida de su salud, vive para servir a Dios y hacer bienes a sus semejantes. La
belleza física y gracias exteriores de una persona, aunque son un don especial de la
naturaleza, pero no constituyen por si un verdadero mérito, y para que éstas adquieran
el precioso mérito de la belleza moral, es necesario que una niña realze su espíritu con
la nobleza, sinceridad y rectitud de sus efectos y con la amenidad, modestia y sencillez
de sus maneras; virtudes sublimes, que teniendo su asiento en el corazón, se traslucen
al exterior, sin afectaciones fementidas, por la apacibilidad de sus modales finos, en
términos que la presente como el más bello ornamento de su sexo y de su reputación.
Del vestido y de la moral
El vestido de una niña virtuosa no se distingue por su magnificencia, ni por su
fausto insultante, sino por su limpieza, modestia y sencillez; pues de otro modo ésta no
daría sino una prueba ridicula de la flaqueza de su corazón y de la pobreza de su
espíritu.
La moda es uno de los mayores enemigos que en estos tiempos tiraniza a la
mujer; ella con su pomposa vanidad, desnaturaliza sus virtudes, la arrastra a pretensio
nes exajeradas y la sujeta a privaciones sin término, dándole por último resultado la
confusión, el desasosiego y la miseria misma. El verdadero adorno de un vestido es la
naturalidad, la limpieza y la sencillez y el verdadero mérito de una niña, a ese respecto,
es que viva modestamente, aun en la prosperidad.
B ea triz Rossells
Se llama en jeneral trabajos de aguja á todo lo que se ejecuta sobre una tela con
una aguja é hilo, para hacer vestidos ú objetos útiles en la casa y para entretenerse.
Hay dos clases de trabajos de aguja: los indispensables para el uso de la vida, y
aquellos que se hacen para dar mas elegancia á las guarniciones y para servir de adorno
en el tocador. Estos últimos recrean á las jóvenes ricas, y procuran una ocupación
lucrativa á las que tienen necesidad de su trabajo par& vivir.
Los trabajos de aguja son uno de los objetos de enseñanza de la instrucción
primaria y hacen parte de las materias de exámen de las institutrices, que deben no
solamente saber coser, sino estar también en estado de enseñar todo jénero de trabajos
familiares á las mujeres.
Trabajos de aguja indispensables para los usos de la vida.
Los trabajos de aguja indispensables para los usos de la vida pueden dividirce
en tres clases principales: I oLa costura; 2 oEl modo de confeccionar telas; 3 oEl punto
de medias.
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LIÍ6Í6S en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
Remiendo de medias id
Forrar medias 16
Plantillar medias 17
Rebajar medias id
Unir puntos de medias 13
Injerir puntos de medias id
2o Cortar y confeccionar telas id
Pañuelos id
Delantales id
Paño de manos ó tohallas 19
Servilletas id
Manteles id
Sábanas id
Fundas de almohadas 20
Cortinas id
Vestidos de mujer id
Camisas de mujer id
Vestidos ó trajes 21
Del modo de forrar un vestido 23
Enaguas id
Camisolas, cuellos, pañoletas, canesus, corsees id
Camisas de hombre 25
Vestidos para hombres id
Calsoncillos 26
3o Del punto de medias id
Modo de hacer el punto ó tejido de medias 27
Manera de disminuir ó aumentar los puntos de
Medias ó de tricot 28
Precauciones que se deben tener
para el punto de medias id
Punto ingles 29
Punto calado id
Puntos variados 30
Punto espiral ó torcido id
Modo de tejer medias id
Punto de escarpin 32
II. Trabajos de recreación
que se efectúan con la aguja 33
Io Del bordado id
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B ea triz R ossells
Festón 34
Bordado de plumetis id
Bordado de aplicación 35
Bordado de crochet id
Bordado al pasado 36
2o De la tapicería 37
Puntos de tapicería id
El punto entero id
El punto de los gobelinos id
El punto doble id
El punto mosaico sencillo 38
El punto de mosaico doble id:
El punto á cuadros ó dameros 3Í
3o Del fílet, malla ó redecilla 40
Modo de hacer el fílet ó malla 41
4o Trabajos al crochet 43
III Nociones elementales de Economía doméstica 44
De la habitación 45
De la cama id
De la ropa blanca id
De los vestidos 46
Medios de quitar las manchas id
Manchas que son de naturaleza vejetal 48
Manchas de ácidos y cuerpos minerales id
Del calor y de la claridad 49
De las frutas y conservas id
De las bebidas 50
IV Nociones sencillas para preparar los alimentos id
Sopas id
De las viandas 52
Pescados 55
Legumbres id
Fin del Indice
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(S^LcíS C ^K fujSt6S en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades del s ig lo XIX
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O M u /e fá S en ,a h lstoria de B ol' v!a ■Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
Instrucción cívica
Julio Cesar Valdés, 1888*
De la Familia
9. Un padre, una madre y uno o mas hijos, es lo que constituye la familia, la
primera y la mas sencilla de las sociedades y la primera también que el hombre apren
de a conocer y á amar.
En el seno de la familia recibimos la existencia; ella vela nuestra cama, dirige
nuestros primeros pasos en la niñez, nos enseña á creer, amar y venerar á Dios y se
alegra con nuestras alegrias y sufre con nuestros dolores.
Cada uno de los miembros de la familia, según el lugar que ocupa en ella, tiene
que cumplir ciertas obligaciones.
10. El padre es el jefe de la familia. Uniéndose á su esposa por el matrimonio,
ha formado una sociedad en la que ésta ocupa el segundo lugar con respecto á la auto
ridad.
El hombre posee cualidades naturales que lo hacen más apto que la mujer, para
la representación de la familia ante la sociedad civil. A él está encomendada la difícil
tarea de proteger, sostener y conservar á la familia.
11. La mujer unida á la autoridad del jefe de la familia, a la felicidad común o la
desgracia, llamada á ayudarle y reemplazarle si llegase á faltar, ocupa en el hogar un
puesto importantísimo. Su misión es de paz y amor. Está encargada á sus cuidados la
primera educación del niño; ella le enseña á caminar por la senda del bien, le inculca
máximas de virtud y honor, le enseña a juntar las manos para adorar al Supremo Hace
dor, le da consejos saludables para huir del viento y del crimen; ella es, en una palabra,
la segunda providencia del hogar y con su abnegación y su ternura mantiene la paz y
armonía en la familia.
12. Los esposos se deben afección, respeto y atenciones recíprocas. Están obli
gados á vigilar, educar y proteger á sus hijos.
13. Los hijos, á su vez, deben á los padres veneración, respeto y obediencia. El
amor que Dios ha puesto en el corazón del hombre para querer á los que le dieron el
ser, le prescribe estos sagrados deberes. El hijo no necesita que ninguna ley le mande
respetar, venerar y querer á sus padres, esa ley natural está grabada en el corazón y no
se borra de allí sino con la muerte.
Los hijos, cuando llegan á la mayor edad, forman nuevos hogares bendecidos
por sus antecesores y perpetuando esta sagrada tradición, impuesta por la naturaleza y
prescrita por Dios en el Sinaí: Honra á tus padres y vivirás muchos años sobre la
tierra.
*Imprenta de “La Revo!ución”La Paz, 1888.
Julio César Valdés nació en La Paz, fue periodista, literato diplomático y hombre público, diputado, critico literario y costum
brista. fundó el Ateneo Boliviano. Entre sus obras: Bolivia y Chile. El estado de guerra, Heroínas paceñas.
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Q M k f& t'e S en la h isto ria de S o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
Devocionario Jesuíta
Nueva Ancora de Salvación, 1888*
CASADOS
Si viven en buena paz y armonía entre sí, y con los suegros y parientes.
Si han negado el débito á su consorte sin causa legítima, ó imaginándose que
todo era lícito, han profanado la santidad del matrimonio.
Si han escandalizado á la familia con discursos y acciones libres.
Si se sufren mutuamente los defectos.
Si se molestan con celos indiscretos.
Si se han maltratado de palabra ó de obra.
Si han guardado la fidelidad prometida á Dios y á su consorte.
LA MUJER CASADA
Examine si cuida bien de su familia.
Si trata al marido con cariño y humildad.
Si ama á sus hijos con amor excesivo, dejándoles vivir según sus caprichos,
excusándolos y defendiéndolos cuando el padre quiere castigarlos justamente.
Si los ha maldecido, deseado la muerte, ó echado imprecaciones.
Si ha resistido injustamente al marido, y porfiado con él.
Si ha malgastado el dinero en vanidades, galas y antojos.
Si es pendenciera, burlona, fingida, ó está reñida con alguna vecina ó parienta.
Si en el traje, modo de hablar y proceder ha guardado el recato y la modestia
conveniente, sobre todo vistiendo, ó dando el pecho á la criatura.
Si ha perdido el tiempo en visitas, conversaciones frívolas, murmuraciones, etc.
En caso que tenga alguna duda sobre el matrimonio, expóngala con humildad á
un confesor prudente.
* Nueva Ancora de Salvación o devocionario que suministra a los fieles copiosos medios para caminar á la perfección.
Y a los párrocos abundantes recursos para santificar la parroquia por el Rdo. J.M. de la Compañía de Jesús.
Quincuagésimo tercera edicción con letra gorda. Librería de Ch. Bouret. París, Méjico, 1888.
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3. LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER:
OFICIOS, OCUPACIONES ACTIVIDADES
Y PROPIEDADES
INTERPRETACION Y TESTIMONIOS DE LA HISTORIA
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S ^.líS Q Á'Ú tjereS en h isto ria de B o livia ■ Im ágenes y realidades d e l sig lo XIX
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B ea triz R ossells
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é^Láj O t (ujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
*Ciro Bayo. C h u q u isa c a o L a P la ta P eru lera , Librería General de Victoriano Bayo, Madrid, 1912.
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B eatriz R ossells
Empanadas de caldo
Ha una libra de harina se le pone yemas de huevo, dos onzas de manteca, una
taza de leche, un vaso de agua tibia en la que se ha disuelto. Se soba mucho la masa que
es la parte esencial para que estas salgan buenas y se hacen las tortitas que se amonto
nan a fin de evitar que se sequen.
Jigote.- En media libra de manteca caliente se rehoga catorce o diez y seis
vainas de ají molido, una vez que haya cocido un poco se le pone medio platillo de
cebolla blanca picada y después medio platillo de colas de cebolla picadas, pimienta,
orégano, cominos, media cucharada de sal, cuatro cucharillas de azúcar y tomates,
cerca de una libra de carne de pierna de vaca picada muy menudita y se le echa agua
hirviendo hasta cubrirla, quedando después de mezclada aguanosa y se le une con el
rehogado. Al día siguiente se le pone papa picada y cocida, arvejas, choclos desgrana
dos. Con esto se va rellenando las tortitas poniendo huevos duros y perejil picados y
aceitunas o pasas. Se humedecen los bordes con clara de huevo, se cierran las empana
das y se untan con manteca derretida por encima. Hay que evitar el que estén mucho
tiempo rellenas sin hornear, el temple del homo debe ser fuerte para que cuezan rápi
damente. En lugar de humedecer los bordes de las tortitas con clara de huevo, es bueno
hacerlo con azúcar disuelta en agua.
Tamales
Se coge un poco de chochoca, se la remoja y después pela, con cal o ceniza, se
le hace dar unos dos hervores en leche, y depués se la muele, pero que quede el grano
algo grueso pues muy molido es malo; después se amasa con bastante manteca, yemas
de huevos, anís, y leche (a falta de leche, caldo de tocino con sal) la masa ha de quedar
aguanosita. Para rellenarlos se hace un ajicito de pollo. Se hacen cocer en una olla con
agua sazonada con sal, atravesándolos unos palitos, encima de éstos se pondrá paja y
después los tamales. Se hace cocer desde el alba, el agua no debe cubrir los tamales
porque se echan a perder. Debe tenerse al alcance agua hirviendo para aumentar cuan
do se seque.
Humintas
Se ralla el choclo y en seguida se le muele en un batán o a falta de éste, en un
mortero de piedra. Bien molido ya, se le sazona con sal al paladar, un poquito, muy
poquito de azúcar y una buena cantidad de manteca de chancho, frita con ají y previa
mente pasada al tamiz. Mezclado todo esto, se revuelve y bate con una cuchara, y en
las hojas del mismo choclo puestas de a dos en sentido opuesto, para cada huminta se
echan al centro de estas dos hojas cruzadas, tres cucharadas de la pasta. Se dobla se lía
con hilo de pita, y se las hace cocer, en olla, homo o guatía.
*Recetas bolivianas, C o cin a E c lé c tic a (1 8 8 0 ?) Juana Manuela Gorriti, Librería Sarmiento B u e n o s A ires, 1977.
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é^kr CMujeres en la h isto ria de B olivia ■Imágenes y realidades del sig lo X IX
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B ea triz R ossells
• S obre la s c o c in e r a s *
“En todas partes no hay gremio peor que el de batelero y cocheros, pero tene
mos evidencia de que éstos no proporcionan tantos disgustos e incomodidades como
las sirvientas y sobre todo las cocineras de aquí.
Rara vez las señoras cochabambinas gozan de completa salud y es debido a
que aquellas las tienen siempre malhumoradas y con el malhumor viene la revolución
de la bilis.
Y si son las suegras las que tienen que bregar con la servidumbre, fíjense Uds.
las torturas por que tendrá que pasar los pobres yernos, con sus queridas madres dadas
al traste a causa de disgustos cotidianos con el servicio doméstico.
¿Con razón las hay las que a los 30 años tienen surcadas la faz de prematuros
pliegos y la cabeza de madrugadores hilos de plata!
Pero lo peor del caso no es que sirvan mal las unas y que las otras hagan
quemar el arroz o ahumar la sopa; hay algo que excita más los nervios de las señoras
madres de familia y es que en el momento menos pensado toman aquellas las de
Villadiego, dejando las camas a medio tender o la carne a medio hervir, y llevándose
como recuerdo algo de poco o mucho valor.
Y entonces las señoras o las señoritas de la casa son las que tienen que con
cluir el arreglo de los lechos o penetrar en la cocina saliendo de allí con los ojos lacri
mosos e irritados por el humo que invade la atmósfera de ese recinto”.
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O m itie re s en la h isto ria de B o livia ■ Im ágenes y realidades d el s ig lo I
• M u je r e s en e l c u e r p o d e a m b u la n c ia d e l E jé r c ito B o liv ia n o ,
d u r a n te la G u e r r a d e l P a c ífic o
C r e a c ió n y o r g a n iz a c ió n d e l c u e r p o d e a m b u la n c ia s , D a le n c e 1 8 8 1 *
*Dr. Zenón Dalence, La Paz, 1881, Creación y organización del cuerpo de ambulancias, Diarios y Memorias de
la Guerra del Pacífico, Casa Municipal de la Cultura “Franz Tamayo”, La Paz, 1980, pgs. 22-23.
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B eatriz R ossells
aparecido de entre nosotros un dia, supimos que lo habian llevado a Chile, en clase de
prisionero de guerra.
La lenzería, la inspección de la cocina y la del aseo general de la ambulancia,
fueron encomendadas á la espontánea colaboración de algunas señoras, que generosa
mente han compartido con nosotros hasta el fin, la ardua tarea de la asistencia de tantos
heridos, en las anormales condiciones en que nos encontrábamos después de la derrota.1
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(E>C<£f O M liJ ó re S en la h isto ria de B o l ¡vía - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
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B eatriz R ossells
• P r o y e c to d e r e g la m e n to d e la S o c ie d a d d e B e n e fic ie n c ia *
Capitulo Io
De la Sociedad
Artículo Io La Sociedad de Beneficencia tiene por objeto consagrarse al ejerci
cio de la caridad cristiana, aliviando en lo posible la situación desgraciada de los
menesterosos o dolientes. Se compone de las Señoras que voluntariamente quieran
pertenecer a ella: su número es indeterminado, y sus funciones no perjudicarán las
peculiares obligaciones que cada una tenga según su estado.
2o Siendo ella hija de la relijion e inspiración del Evanjelio, no tiene mas estí
mulo que el deseo de obrar el bien; no cuenta con mas elementos que la caridad públi
ca; ni espera otra recompensa que la que la relijion promete a la verdadera caridad. Por
tanto, se pone bajo el patrocinio especial del Sagrado Corazón de Jesús.
3o Para pertenecer una Señora a la Sociedad, solo necesita inscribir su nombre
en el rejistro correspondiente con la determinación de prestar sus socorros o sus servi
cios personales, o unos y otros a la vez.
4o La Sociedad se reunirá en sesión ordinaria en el dia del Corazón de Jesús, y
en el siguiente a la Navidad, y extraordinariamente siempre que la junta directiva la
crea necesaria, con motivo de algún asunto de gravedad.
5o En las reuniones ordinarias, se ocupará Io de informarse con estension o de
todos los procedimientos de la junta; 2o de examinar el movimiento de la tesorería; 3o
de remover los obstáculos que embaracen la marcha y desarrollo de la Sociedad; 4o de
elejir en conformidad del artículo 9o las Señoras que formen la junta, en su caso; 5o de
tratar y acordar todo lo concerniente a su instituto. En las extraordinarias se ocupará
del objeto que motive su reunión.
6o La Sociedad ejercerá sus oficios de caridad Io en favor de los enfermos de
los hospitales; 2o en favor de los huérfanos indijentes; 3o en los domicilios, en favor de
los enfermos o pobres vergonzantes; 4o en las cárceles.
7o La Sociedad, para llenar el objeto que se propone, cuenta con la caridad
pública; en el supuesto que cualquiera cantidad o especie, por pequeña o inservible que
parezca, podra ser útil, y será recibida con gratitud. Cuenta asimismo con la coopera
ción de todas las personas que por su profesión puedan prestar sus servicios a la huma
nidad, en nombre de Dios.
Capitulo 2o
De la Junta Directiva
8o La Sociedad será representada y rejida por una junta directiva, la cual se
renovará anualmente.
9o Esta se compodrá de una Presidenta, Tesorera, Secretaria y cinco Conseje
ra s - La elección de todas ellas se hará a pluralidad de votos de la Sociedad - La
*. José María Santivañez, Avelina Veamurguia, Juan de Dios Bosque. La Paz, Julio 23 de 1859
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áckr O Mujeres en la h isto ria de B olivia - Imágenes y rea lid ad es d e l sig lo X IX
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B eatriz R ossells
erogación alguna de los fondos sino mediante el boletin espedido por la Presidenta; 4o
presentar cada fin de mes ante la junta el libro orijinal de cuentas con la colección de
boletines que comprueben sus partidas; 5o formar a la terminación de su cargo un
estado jeneral de los ingresos que hubiesen tenido la tesorería.
25° La suscripción de las Señoras socias no podrá exeder de la proporción de
dos reales semanales. Las que quieran ampliar su liberalidad podrán hacerlo secreta
mente por medio de la Tesorera o de la comisión cuestora, quienes en este caso quedan
obligadas al correspondiente sijilo.
26° La Secretaria llevará un libro de los acuerdos, tanto de la Junta como de la
Sociedad jeneral; llevará también el rejistro de las Señoras que se hubieren inscrito en
la Sociedad; otro de los beneficios dispensados por ella, y otro de las personas que se
hubiesen distinguido por su liberalidad o servicios notables.
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O M w e re S en la h isto ria de B o livia - Imágenes y realidades del sig lo X IX
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B eatriz Rossells
«flor» -la variedad más fina- y otras muchas más; el azúcar «San Nicolás» y otros de
Santa Cruz; el arroz «Carolina», «Cruceño», etc, la chancaca, el alcohol y otros pro
ductos de la misma procedencia, los ajíes y locotos, esenciales en toda mesa valluna;
además diversos productos artesanales: abarcas* zapatos, ponchos, mantas, bayetas,
polleras, etc. Todo este conglomerado heterogéneo era vendido a la manera «tradicio
nal» por indios y cholas sentadas en el suelo, sobre el que extienden un lienzo donde
colocan sus productos, incluso comidas de las más diversas y preparadas según cos
tumbres que se pierden en lo remoto de los tiempos; todo este conjunto abigarrado,
estaba precariamente protegido por una suerte de rústicos toldos criollos o “Hantuchas”.
En los años cuarenta del siglo pasado, durante el Gobierno de Belzu, el norteamerica
no Lardner Gibbon dejó esta significativa descripción de los mercados de la ciudad de
Cochabamba:
«En los días ordinarios el mercado está lleno de indios e indias que venden, siendo
los criollos los principales compradores. El lugar está convenientemente arregla
do: tienen sus respectivos departamentos las que venden efectos y abalónos, así
como las zapateras, fruteras y carniceras: no falta carne de vaca, de cordelo y de
puerco. Hacia el centro varias mujeres se ocupan de cocinar chupe para los que
vienen de fuera de la ciudad.(...) En las espaldas de las indias duermen colgadas
sus criaturas; y las alegres indiecitas provocan la risa de los muchachos de campo
(...). Muchas indias compran de los comerciantes telas de algodón, cuentas, tije
ras, dedales de bronce y de plata y espejitos, que venden al por menor bajo los
sauces de la plaza o a la sombra que hay en algunas calles; al mismo tiempo que se
ocupan de labores de aguja o de hilar lana y algodón, en los momentos que les
permite su tráfico. Otras venden zapatos”. (El Comercio, Sucre. 9 y 14 de Marzo
de 1878).
La hermosa imagen no difiere en nada de las que actualmente se observa en la
Cancha. Y no son burdos anacronismos, sino expresiones concentradas de una cultura
popular que supo sobrevivir a todas las trabas que le puso el destino, dando hasta hoy,
un tinte indiscutible a la región como si ella llevara pegada a su ser más íntimo las
voces y figuras que emanan de sus ancestrales ferias.
Estos congestionados núcleos de comerciantes y compradores, bulliciosos y
multicolores, estaba rodeado por estrechas callejuelas, donde este frenesí se prolonga
ba mediante «puestos» que se desplegaban a lo largo de las estrechas veredas, al lado
de modestas y desaliñadas «tiendas», donde vociferantes tenderos ofrecían sus mer
cancías o suculentas viandas que exponían a la vista de una masa densa de peatones:
chicharrones, mote, picantes, saices, laguas y una variedad sin fin de «platos especia
les» para todas las horas del día, que eran devorados incansablemente por esta multitud
valluna que alternaba estos bocadillos con enormes cantidades de chicha, el licor «Au
reo» o el «vino de la tierra» que reinaba indiscutiblemente sobre el paladar de todos:
pobres y ricos. Aquí se engarza lo rural y lo urbano. Lo rural, que como ya advertimos
- 25? -
éías oM 'upvs en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
dependía para sobrevivir del maíz, y lo urbano con su sistema de ferias en tanto espa
cio de realización mercantil de la chicha. Por supuesto que somos conscientes que la
chicha se vendía también en zonas rurales o en los diversos pueblos, pero para nuestro
propósito es suficiente detenemos en las ferias de la ciudad de Cochabamba.
Ya dijimos que en realidad el gran protagonista de este «otro comercio» era la
chicha, cuya importancia económica no fue debidamente comprendida por Viedma ni
por el propio D ’Orbigny quien hacia 1835 anotaba:
«Nada iguala la pasión del pueblo por la chicha, es un verdadero furor. Los indios
y los mestizos no se contentan con consumirla continuamente, con bebería en la
comida o para refrescarse, buscan también todas las ocasiones posibles en las fies
tas religiosas, para reunirse y beber día y noche»... Si el pueblo ama la chicha, los
otros miembros de la sociedad no la desean menos... por eso, el consumo es gene
ral»...
El elemento articulador del mundo ferial es la chichería, en tomo a las que se
concentrarían un sin fin de negocios anexos -comidas, empanadas, tortillas, coca, hela
dos, etc.- y un flujo ininterrumpido de parroquianos que dinamizan este escenario ferial,
aún muchas horas después de que la actividad comercial ha concluido.
Son en rigor las chicherías con sus banderines a manera de emblema o símbolo
de una cultura popular local, que el gusto importado de Europa no ha podido eliminar,
lo que da a la ciudad su peculiaridad y sabor aldeano tradicional. Desde el siglo XVIII
y particularmente las primeras décadas de la República, las chicherías son componen
tes infaltables de este escenario urbano. En cierta forma, esta presencia inicial y su
paulatino alejamiento de las zonas centrales, donde habitan las familias que dominan
el escenario político social y económico de la ciudad y que ven en ella, o por lo menos
quisieran ver, la reproducción de los gustos europeos, que hacia fines de siglo se vuel
ven obsesión; marcan los ritmos desiguales en la escena urbana del conflicto entre la
persistencia de la vieja aldea y de la ciudad «moderna» que dificultosamente trata de
asomar. Ocurre que la chichería, pese a acaparar el gusto de toda clase de ciudadanos,
es un símbolo popular mestizo y tradicional, opuesto a los valores de los nuevos tiem
pos y si bien es frecuente que caballeros de bastón, sombrero y levita continúen devo
tos de la tradicional «jarra de chicha», no dejan de sentirse incómodos con la presencia
de estos establecimientos en el ámbito de su vida cotidiana.
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C>C¿Cf '6S en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
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en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es del sig lo X IX
tanto más sano a partir de la cuarta cuadra adelante, donde se encuentra mucha
vegetación que modifica favorablemente la atmósfera»... «con el tiempo, la cuarta
cuadra, la quinta y aun la sexta, quedarán despejadas de chicherías y de sus adya
centes forzosos los cerdos, como ha sucedido en la Plaza (14 de Septiembre) y la
calle del Teatro (primera cuadra de la actual calle España), desde el año 1842 a
esta parte. El acrecentamiento de los habitantes, el mejoramiento de las casas el
establecimiento de nuevas industrias, ha ido retirando poco a poco a las chicherías
sin necesidad de la acción municipal». (El Heraldo N° 1559 de 7 de diciembre de
1889).
Esta relocalización se acelera en las últimas dos décadas del siglo XIX y dichas
chicherías comienzan a ser clasificadas en los patentes municipales por «clases» -pri
mera, segunda, tercera hasta la quinta y sexta-, de acuerdo a la distancia que los separa
del «radio urbano» donde se prohíbe su emplazamiento, inicialmente 3 cuadras en
tomo a la plaza, luego 5, etc.
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B ea triz R ossells
• I d e o lo g ía s s o b r e la m u je r b o liv ia n a en e l s ig lo X I X
R o s s e lls , 1 9 8 8 *
E l R o l d e la m u je r
La mujer además de ser bella y virtuosa debe cumplir ciertas funciones ineludi
bles fundamentalmente relacionadas con el otro sexo, más bien de apoyo y comple
mento. La mujer ha sido creada por Dios para ser compañera del hombre según la
mitología bíblica. Podríamos añadir que, según la mayor parte de las culturas, para
servirle. Naturalmente, el lenguaje poético no se refiere a las tareas cotidianas, al tra
bajo doméstico y de crianza de los hijos, sino más bien a la función afectiva, incluyen
do el dolor y el sufrimiento, y a la de transmisión de valores morales y normas culturales.
«Ser tierna y consolar es su destino;
«Amar, sufrir, llorar», esa es su historia .
“El Album” transcribe una rima de Manuel Gutiérrez Nájera, el influyente
poeta mexicano considerado uno de los introductores del modernismo:
«Para aliviar a aquellos que destierra
Y darles la esperanza y el consuelo,
Dios puso las mujeres en la tierra
Y derramó los astros en el cielo
Dio luz al valle y a los bosques bruma,
Nieve a los montes y a los soles llama,
Y a la entreabierta flor dijo: ¡Perfuma!
Y al corazón de las mujeres: ¡Ama!».
En la misma revista, José Manuel Gutiérrez dice: «En esa pequeña república
que es el hogar, la mujer es algo más que soberana: ángel, guía tutelar que cubre con
sus alas la cuna del niño y cura con el cendal de su amor, las heridas del hombre».
Con su peculiar ironía, Adela Zamudio confirma en su poema «El Hombre»,
publicado en el libro Ensayos poéticos, el papel de soporte moral, que juega la mujer
en la relación con su compañero.
«Cuando abrazado por la sed del alma
quiere el hombre, viajero del desierto,
laureles recoger, al umbral de las puertas de la gloria,
«Detente aquí» le dice a la mujer
Y al volver a emprender la carrera,
si siente que flaquea su valor
«Ven, ven» le dice entonces
«tú eres mi compañera
en las horas de lucha y de dolor».
* Beatriz Rossells. La mujer: una ilusión. Ideologías e imágenes de la mujer en Bolivia en el Siglo XIX. CIDEM, La Paz, 1998, pgs. 47-53
'• "La M ujer ", El Diablo, el cuento 8, (Tarija, 24, Vil. 4. 98) p. 1
- Manuel Gutiérrez Najera, "Rima". El Album, 4 (Sucre, 24. V. 1889) p. 2.
■\ José Manuel Gutiérrez. "La esposa y madre". El Album, 3 (17.V.1889) p. 3.
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Z ^ Á / C u jC l6
' S en la f,isto ria de B o livia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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B eatriz R ossells
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<élíxs QÁúijeres en la h isto ria de B o liv ia ■Im ágenes y realidades del sig lo XIX
Hay tres tipos que en total coincidencia, parece que debieran estar excluidos de
la especie femenina y de cualquier otra digna de vivir, nos referimos a «la suegra», «las
viejas» y «las beatas». Así, encontramos que cuanto mas alejada se encuentra la mujer,
de las funciones «naturales» y fundamentales (novia-esposa-madre), tanto más se aleja
del ideal de «mujer», y entra en las categorías de lo censurable y execrable. El agudo
sentido del humor chuquisaqueño, a través de La Tijera define a las viejas y a las beatas
de las siguiente manera:
LAS VIEJAS
«Hay otras terribles viejas,
esas del tiempo de Adán,
enemigas del progreso,
y malas cual Satanás
viejas que solo se ocupan
de la política actual».
«Tenemos viejas arcistas,
o amigas del general,
y en favor de sus caudillos
hasta clubs suelen formar
donde hablan como cotorras
de lengua aguda y m ordaz...»
«Hay otras...
de esas que en la iglesia viven
golpeándose el pecho, que cual chalona
suena con la sequedad»
«Y beben agua bendita
como nosotros coñac .
LAS BEATAS
«Finge ella mucha humildad,
lleva la cabeza gacha,
pero sus ojos de zaeta
por todas partes se clavan»
«Escudriña todo, todo,
si hay una fiesta en la Iglesia,
allí está nuestra fulana,
roncando en medio sermón
envuelta en su negra manta»
«La víbora, el alacrán
el áspid, el basilisco»,
«Ningún animal, lectoras n
puede igualarse a la beata».
"• "Las Viejas. La Tijera (Publicación cortante y peligrosa, que dice la verdad en verso y prosa) 125 (Sucre, 17. VI. 1887).
“La Beata”. La Tijera. 103 (Sucre, 1887).
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B eatriz Rossells
S o c ie d a d e id e o lo g ía : en t o m o a la m u je r *
Frente a un material tan parcial y limitado como el que hemos analizado (mate
rial bibliográfico de 1850 a 1900) es obvio que no se pueden adelantar premisas teóri
cas globales. De todas formas, existen ciertas dificultades al realizar un análisis socio/
antropológico de la expresión literaria, por cuanto no se han realizado aun, como mar
co de referencia, estudios acerca de la realidad de la situación femenina en el período
que analizamos. Por ello, hemos optado por un trabajo fundamentalmente descriptivo
que haga accesible el abundante material proveniente de las fuentes literarias.
Señalaremos a continuación algunas características que consideramos sobresa
lientes, y que pueden ser enriquecidas por la confrontación de otros canales de expre
sión y de otras clases sociales.
¿Cuál es la imagen de la mujer urbana, perteneciente a las fracciones dominan
tes de la sociedad boliviana en el siglo XIX?
Una mujer idealmente bella, moralmente intachable, tierna, afectuosa, senti
mental, pero emocionalmente inestable, proclive a la rivalidad femenina en forma de
celos, envidias, intrigas, como producto de su dependencia de los hombres. Funda
mentalmente nutricia, por determinación «natural», la mujer debe ser fértil, doméstica,
no competitiva, paciente, resignada y sacrificada. Su preparación debe estar dirigida a
la atención y cuidado de los hijos y del hogar, y por ello, su educación se especializa en
lo moral y lo social, con escasa o ninguna instrucción relativa a conocimientos básicos
de la realidad que se imparten al estudiante varón.
La mujer es reproductora de agentes sociales no solo en los aspectos biológicos
y económico^, sino en el aspecto importante de la reproducción de las formas de rela
ción social, de especial relevancia para el funcionamiento de una clase dominante.
Es la mujer, en su papel de madre, la mayor responsable de la enseñanza, a nivel cons
ciente e inconsciente, de las normas culturales, del lenguaje y de los valores produci
dos por una clase social para representarse a si misma y en su interrelación con las
demás fracciones y clases de la sociedad. Este aprendizaje tiene como marco primario
la unidad familiar , mediante la transmisión de estereotipos y de creencias, valores e
imágenes, desde los primeros años de vida, juntamente con las normas de higiene y los
buenos modales. Entre esos estereotipos, los referidos a la definición de los roles fe
menino y masculino.
Esta tarea fundamentalmente femenina, no esta confinada al estrecho marco
del hogar; el espacio donde se aprenden intensivamente las normas adecuadas para la
interrelación social es el salón. El aprendizaje extensivo se realiza en la iglesia, el
comercio, la calle. Pero, el árbitro -por excelencia- de las pautas de distinción (buen
tono y elegancia) en los grupos sociales que hemos observado, es la mujer.
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(^yy(Ujeresen *a h isto ria de S olivia - Imágenes y realidades del sig lo XIX
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p
B eatriz R ossells
mente con la influencia de las corrientes liberales y positivistas15 de la mano del men
tado «progreso», los que provocan la ruptura del modelo de mujer que subsistía desde
la colonia. Consideramos que la primera mitad del s. XIX, incluso las décadas de los
sesenta y setenta, constituyen apenas una lenta transición hacia el modelo de mujer
moderna, más que una imagen distinta, pues se encuentra un manifiesto predominio de
las concepciones cristianas de sello colonial sobre las influencias europeas de tipo
mundano. Aun el romanticismo artístico con su orientación mística, confluye en el
ideal virginal de la mujer. Es únicamente en las dos últimas décadas, que se configura
el modelo de mujer «galante» como centro de la distinción social y propagandista de la
civilización, cuando el consumo de insumos de preferencia extranjeros, con destino
al patrón moda y a la ostentación (vestimenta, cosméticos, artículos de lujo, etc.) lo
gran imponerse sobre las restricciones del ideal cristiano de la modestia. Se trata de un
reinado relativamente corto, pues a vuelta del siglo, el liberalismo,, después de quebrar
la hegemonía oligárquica del sur, abre caminos para otras opciones que se efectivizan
ya en pleno siglo XX, con la llegada de «la mujer moderna», cambio notable, simboli
zado en la sustitución del vestido largo y de cola, por el traje corto.
Insistimos en la necesidad de ampliar la investigación hacia otros niveles, ade
más de los simbólicos, para acercamos a la estructura real de la familia y la sociedad,
como instituciones que configuran el rol femenino. Es importante por ejemplo conocer
la participación real de la mujer privilegiada, en el trabajo doméstico reproductivo,
pues podemos suponer que una gran proporción de este, es obtenido a través de otras
unidades domésticas (vía servidumbre). De esta forma el ideal de vida de estilo
netamente europeo (alienación) dedicado preferentemente a la vida social, estaba apo
yado en el trabajo de la mujer campesina que servía obligatoriamente en la casa del
patrón, liberando al ama de casa de muchas de las tareas más pesadas, que en otros
casos están bajo su completa responsabilidad.
De ahí que resulta imprescindible, referirse a la estructura económica y social
del país y de cada grupo social, si se trata de comprender la cuestión de la mujer, pues
no es posible establecer generalizaciones. Si bien existen formas de discriminación
l5- He aquí algunas impresiones de esas influencias: “El positivismo del siglo viene invadiéndolo todo. El mundo es una bolsa
donde todo se cotiza [...] Esto en verdad, no es un progreso; todo lo contrario. [...] Un pensador dice con la mayor sangre fría:
“Qué es el hombre?” Una máquina para ganar dinero. Y qué es la mujer? Una máquina para gastarlo” Ha viso ud. desvergüenza
igual...” {"Cosas del mundo ”, Las verdades, 123 (La Paz, 9. V. 1884)) pp. 3-4.)
I6' Otra relación de las contradicciones y batallas ideológicas: “En nuestra época se hace gala de espiritualismo, de ilustración
y de cultura, lanzando ciertas frases de doble sentido, que son annas que hieren el alma. Revestidas de galana apariencia y
seductor ropaje ocultan en el fondo repugnante veneno”. (Mariano Enrique Calvo. "Las Flores", La Colmena Literaria, 20
(Sucre, 8.VI. I875)p . 3.
,7- Los insumos que utilizan los individuos y las unidades domésticas en el transcurso de su ciclo vital comprenden la alimentación,
indumentaria, vivienda, educación, recreación y descanso, salud transporte, etc., (Ver: "La integración de la mujer en el
desarrollo. Marcos conceptuales y lincamientos para políticas" en CEPAL, 1982, p. 24).
I8, “Trabajo doméstico reproductivo” es aquel que se realiza para el mantenimiento de los miembros de la familia y se destina
al consumo inmediato. Los bienes y servicios que aplican las unidades domésticas a la reproducción de sus miembros, obtienen
por producción propia, por adquisición en el mercado o de otra forma (provisión o donación de organismos públicos, privados
o de otras unidades familiares.) Op. cit. pp. 23-25.
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en ,a h isto ria de S olivia ■ Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
que alcanzan a las mujeres de las distintas clases sociales tanto del área urbana como
rural, manifestadas en los ámbitos de la producción y reproducción de la fuerza labo
ral, el sistema político y social y en el ámbito de las ideas, valores y normas de la vida
social como expresan Calderón y otros, las formas y niveles de la discriminación va
rían en cada clase social. La mujer campesina sufre una doble discriminación, de parte
de los hombres de su propio grupo social en virtud de su sexo, y en tanto que miembro
de la población oprimida, opresión en la que participa la mujer de clase dominante en
su rol opresor.
La estructura semifeudal de Bolivia en la segunda mitad del siglo XIX, el siste
ma de latifundio que domina la actividad agraria y el desequilibrio de la población con
solo un tercio en las ciudades y la mayoría indígena en el campo, constituyen el marco
de la realidad nacional insoslayable de ese período. Además de constituir un país ma
nejado por una reducida clase dominante formada por terratenientes criollos (23.107
incluidas familias, de una población total de l .373.896 habitantes, Dalence, 1975) que
detenta la propiedad de aproximadamente el 50% de las tierras cultivables y la explo
tación de la mano de obra nativa de unos 160.000 peones de hacienda. Referencias
estas necesarias para ubicar la situación económica y social de las elites que son el
objeto de interés de este trabajo, sin las cuales, los elementos analizados en los prime
ros capitulos, quedarían como simples componentes de una revista cosmopolita del
siglo pasado, sin relación geográfica ni histórica con Bolivia. Precisamente, el otro
factor inseparable del análisis es el proceso histórico, en tanto que las peculiaridades
específicas en la configuración de imágenes e ideologías de la mujer, correspondientes
a situaciones reales dadas, están definidas por las características de los distintos perío
dos del proceso de desarrollo del país.
Se comprende así, que en las décadas de 1850 a 1880, correspondientes al pe
riodo de los gobiernos militares caudillistas, en un país básicamente agrícola, de las
características que hemos señalado antes, persistieran en lo fundamental, los moldes
coloniales, tanto en los niveles estructurales como superestructurales. La educación
típicamente «femenina» y la ideología de la mujer, reproducen en mayor medida la
visión del mundo señorial y cristiano de sustrato feudal y colonial, que la del galopante
siglo XIX. La lírica del periodo, con sus ofrendas de nutridos y abstractos adjetivos
coinciden en un ideal de belleza y virtud que convierte a la mujer en un ser inaccesible
con un destino trazado, parte de un mundo inconmovible creado por Dios.
A partir de 1880, en que se consolida la economía de enclave basada en la
explotación de minerales y la importación de productos del capital internacional y la
relación de las elites oligárquicas con el exterior, paralelamente a la ausencia de un
proyecto de desarrollo de contenido nacional, se refleja en el ámbito cultural una acu
sada tendencia a la europeización. Llegándose probablemente en ese periodo hasta
principios del siglo XX, al nivel más alto de alienación ideológica, expresada por una
parte, en la exclusión, negación y rechazo de la población nativa y su cultura; junto a
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^ s K ^ liJ C rC S en la h isto ria de B olivia - Imágenes y realidades del sig lo X IX
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• La m u je r a n d in a en la h isto ria ,
T a lle r d e H is to r ia O r a l A n d in a , 1 9 9 0 *
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<£las O Mujeres en la h isto ria de B olivia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
hacia la comunidad. Por eso la palabra que define al matrimonio es jaqichaña: conver
tirse o ser convertido en gente, ser reconocido como jaqi por toda la comunidad.
Doña Matilde Qulqi cuenta cómo ve a la pareja:
«¿Acaso el hombre va a poder solo? Con una sola ala -si le cortamos un ala a un
pajarito- acaso con una sola ala va a poder levantar vuelo? Sólo no puede, siempre
entre los dos podrán levantarse y hacer cualquier cosa, hombre-mujer siempre.
Pero la mujer hace más.»
La pareja no sólo esta en la sociedad humana: el mundo animal, mineral, y el
paisaje están formados también por parejas. Por ejemplo, se dice urqu-qachu en todas
las especies animales pero también en las piedras y en los ríos. También el cerro y la
pampa forman una pareja, así como la organización de los ayllus: alaysaya y
manqhasaya. Las autoridades comunales son mallku-t’alla; que son igual que el cerro
tutelar y la fértil tierra de cultivo, que vigilan y nutren a toda la comunidad. Por eso es
que en aymara hay un proverbio que dice: “todo en el universo es par” . Taqikunas
panipuniw akapachcmxa.
2. La tejedora
La habilidad de tejer está en manos de las mujeres, que desde sus abuelas y
tatarabuelas han recibido la enseñanza de este arte. En muchas comunidades sigue
vigente esta tradición: ser mujer significa saber tejer. Desde niña hay que aprender a
tejer, para que cuando sea joven casadera pueda lucir con orgullo hermosas prendas, y
cuando se case pueda dar a su familia todo lo necesario. Cuando se es mujer de una
autoridad comunal, tiene que lucir lo mejor de su arte en los finos ponchos; chalinas,
lluch’us, ch’uspas, que distinguen a la autoridad y le dan prestigio.
Dice doña Matilde:
Cuando la mujer se casa su suegra le dice lo que a mi me dijo: -¡Ay! Ahora te
vas a casar con mi hijo, asi que tienes que tejer con palillo lindos diseños, y tejer en
telar poncho, faja, cintillo, bolsas de distintas clases, hondas, costales. Habiendo hila
do bien, el hombre a la mujer le pondrá pollera... Pero si el hombre ya no tiene costales,
la mujer tiene que tejérselos.
Cada comunidad tiene sus formas de tejer, sus colores, dibujos y salt’as que la
distinguen de las demás. Así que el trabajo de la mujer es el que produce los símbolos
de identidad de las comunidades y la belleza de una de las más altas artes de la humani
dad: el tejido andino. Y esta habilidad no es sólo buen gusto personal, ni tampoco es una
repetición ciega de lo enseñado por la tradición. Para tejer bien es necesario tener cabeza:
tener memoria para respetar la tradición, y tener pensamiento propio para hacer variacio
nes y crear nuevos diseños. De esta forma, ningún tejido es idéntico a otro y sin embargo
todos son claramente identificables según la región y la comunidad de origen.
3. La mujer y el ritual
En las comunidades de toda el área andina, la participación en los rituales, ceremo
nias y fiestas es general: hombres y mujeres, niños y viejos suelen asistir a los rituales
comunales para que haya buena cosecha o para conjurar la sequía o una desgracia.
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c' ^ .C ÍS ^ ^ íu jG T C S en la h' storia de B olivia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
recorrer cargando el abono o las meriendas, estas labores se volvían muy penosas. Así
cuenta doña Marta Qulqi v. de Arukipa, de la hacienda Phaxchan Molino (Umasuyu):
«Ya a las cinco de la madrugada había que ir por abono. Yo sabía ir cargando tres
meriendas a la espalda, con mi wawa encima y la otra en brazos. Casi sé caerme al
agua; el camino era largo por la inmensa pampa, y había que dar toda la vuelta.
Los sitios de pastoreo eran unos siete u ocho; de esas pampas sacábamos abono.
Para desgranar era igual, se iba al amanecer, chacra por chacra. Lo mismo había
que llevar la merienda donde estaba apilado el grano. Para abonar se hacía de la
misma forma, y para arar también; había que terminar un surco hasta las cinco con
uno poniendo la semilla, otro abonando y otro arando. Así era».
También doña Felisa Castaña cuenta cómo era el traslado de abono para la
siembra en la hacienda Phaxsi Amaya (Pukarani):
«En tiempo de siembra también había que echar wanu al sembrado. ¡Ay señor!
Había que ir por wanu a lugares muy distantes. Uno de esos lugares era donde se
pasteaba las ovejas; también habían otros lugares, mas lejos. Como éramos jóve
nes íbamos entre dos a juntar el abono hasta esos lugares. Llegábamos con burro,
¡Ay señor! había que juntar el wanu y cargar rápido hasta dos burros, y arrearlos
por delante. De ahí íbamos una por delante y otra por detrás, y /el mayordomo/ arreando
y chicoteando por detrás a la que que se atrasaba. Por eso ir por wanu era mucho
sufrimiento».
La cosecha era un momento en que se necesitaba del concurso de las mujeres,
porque sólo los colonos varones no abastecían para la cantidad que había que cose
char. Doña Felisa nos relata dos pasajes, en la cosecha de papa y de cebada, donde el
trabajo, era realizado bajo severa vigilancia de mayordomos y jilaqatas, que maltrata
ban y abusaban a los cosechadores:
«Nos arreaban para la cosecha de papa, que daba por montones en la hacienda ¡Ay
señor! Tanta papa que daba, de muchas clases, y había que escoger las que eran
buenas para hacer tunta porque habían otras papas que no se remojaban bien. Ese
trabajo, se hacía entre cincuenta personas. Después el patrón nos alquilaba a otro
patrón, él nos maltrataba peor. Cavando surco por surco, terminando el surco re
cién podíamos descansar y sentamos, mientras al otro lado los jilaqatas vigilaban.
Entonces iban a inspeccionar los surcos para ver quien no había recogido bien la
papa. -Así, así- nos reñían, escogiendo a los que habían hecho mal. A los que
hubiéramos dejado enterradas unas cuantas papas, nos decían:-Ya,ven-,diciendo,y
haciéndonos desvestir fuerte nos chicoteaban, hasta hacer levantar polvo de nues
tros cuerpos. A los que hacían derramar poca papa no les pegaban, pero a los que
habíamos dejado cinco, o mas papas, nos daban hasta hacemos suplicar. Del mis
mo modo, cuando se segaba la cebada, ¡Ay señor! Había que segar completamen
te. Si es que no segábamos bien o nos atrasábamos, nos sabían chicotear fuerte. Es
que en la hacienda producía mucha cebada, habían muchos sembradíos, y eran
muy extensos. Ahí harto hemos sufrido, todo eso yo sé ver, porque ahí también
harto he trabajado».
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h
!& ^.ÍÍS Q Á'íüjSIG S en la h isto ria de B olivia - Imágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
mos. Con el sebo de oveja que usábamos para el mechero, con eso había que
hacerles gotear, hasta hacerles adormecer las partes rajadas, y así tenían que seguir
trabajando. ¡Ay señor! En esa heladera había que seleccionar la papa que ya estaba
bien remojada, meterla en la canasta y sacarla del agua, para llevarla hasta un
hueco grande en la tierra. Ahí echábamos dos canastadas, y pellizcábamos para
pelar. Luego había que escoger la que quedaba para chuño y la que quedaba para
tunta había que volver a meterla al agua, donde un joven tenia que seguir pisando.
Así nomás era».
En cuanto al ordeño y la elaboración de queso, eran tareas que exigían el traba
jo principalmente de mujeres. En muchas haciendas del altiplano, los rebaños de ove
jas y el trabajo de las mujeres eran la principal fuente de ganancias de los patrones.
«Había mucha oveja;íbamos a ordeñar a las cuatro de la mañana, cuando todavía era
oscuro, hasta el amanecer terminábamos un montón; luego otro gran rebaño teníamos
que terminar y meterlas al corral hasta las nueve de la mañana. Recién entonces: -
¡Nos apuraremos, nos apuraremos!- diciendo, -volvíamos a la hacienda. A veces no
teníamos tiempo ni para trenzamos el cabello y así nomás nos íbamos».
El ordeño se realizaba en corrales cerrados, bajo la vigilancia de los mayordo
mos y jilaqatas, que frecuentemente, maltrataban y humillaban a las mujeres:
«Estábamos ordeñando la leche; de pronto entró ese mozo y agarró una oveja, para
ver si estaba bien ordeñada, diciendo: Qué es esto, aquí todavía hay leche-. Enton
ces tuvimos que seguir frotando las ubres para seguir sacando leche. Así a las
ovejas que faltaban un poco, los mayordomos las hacían volver para que sigamos
ordeñando; queriendo o sin querer teníamos que seguir frotando las ubres, porque
si no nos pegaba. Nos ha sonado siempre. Así hemos sufrido con el arrendero de la
hacienda. A las que nos atrasábamos, los jilaqatas ya estaban esperándonos con
itapallo para sonamos. Nos levantaban las polleras, y con el itapallo nos sonaban. A
mí me han sonado hasta hacerme llorar; el ardor del itapallo no había con qué calmar,
harto he llorado siempre».
c. Pongo, mit’ani, mulero, khumunta
Finalmente, el trabajo gratuito en la casas de hacienda de la ciudad, tenían
que hacerlo hombres y mujeres. Lo mismo el acarreo de productos en recuas de muías
hacia las ciudades y minas, con que se completaba, el círculo de la explotación a toda
la familia del colono. Continúa relatando doña Felisa acerca de los tumos de pongo y
mulero:
«Así en la hacienda mucho había que hacer. Entre dos teníamos que ir de pongos,
por tumos teníamos que ir de pongos, por tumos semanales. Depués de una sema
na terminábamos, y entonces les tocaba a los siguientes, hasta completar a todos.
Luego le tocaba nuevamente el tumo a los primeros. Para hacer de pongo había
que ir en pareja, hombre y mujer; lo mismo que de mulero. Había que barrer, dar
comida a los animales. E] patrón se había comprado unas cinco ovejas grandes de
castilla, y a esas había que cuidarlas en forma muy especial. Esas ovejas nos tumá-
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^/V illJC l 6S en h istoria de B olivia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
bamos cuatro días nomás para pastearlas, y luego pasaban a los colindantes. En
esos cuatro días había que ordeñar y hacer quesos para el patrón. Había que llevar
en cuatro o cinco burros el queso hasta su casa».
La khumunta era también un trabajo que se realizaba por tumos. Consistía en
llevar los productos de la hacienda a los mercados, ya sea de las minas o de la ciudad.
Las casas de los patrones tenían depósitos o “aljerias” y grandes corrales para recibir
las recuas de muía cargadas de los productos de la hacienda:
«Así trabajábamos, hasta hacemos doler los pies con el frío. Con la cebada viajá
bamos toda la noche a las minas, pasando un ceno, bien lejos, con los bunos
cargados de cebada, aneándolos hasta llegar a la mina. Con carga de cebada, bien
amarrada, así íbamos entre cincuenta personas. Del mismo modo llevábamos la
tunta a ese lugar. A una plaza grande, donde vivía la señora, ahí llevábamos tam
bién la tunta, y entrábamos con los animales. La carga llevábamos en animales
siempre, y luego volvíamos. En ese lugar llegábamos a un extenso comal que tenia
la señora, y ahí en el corral dormíamos. Así andábamos en tiempos de la hacienda,
trabajando, trabajando, día y noche»,
d. Dificultad de vestir a la familia
Una de las penurias que más hacía sufrir a las mujeres en la hacienda, era que no
podían darse tiempo para ocuparse de la ropa para su familia. Siendo que tejer y hacer
ropa son trabajos mayormente femeninos, las mujeres daban mucha importancia a estas
tareas, y toda la comunidad solía valorar las habilidades de las tejedoras. Por eso es que el
no tener tiempo para dedicarse al hilado y tejido, significaba un sufrimiento muy grande
para la mujer del colono. Doña Felisa nos cuenta cómo las mujeres de Phaxi Amaya
tenían que darse modos para tejer la ropa de su familia, trabajando hasta altas horas de la
noche, porque el trabajo en la hacienda no les dejaba tiempo para nada.
«Nosotros en la hacienda nos hacíamos ropa tejida de oveja; andábamos con los
pies pelados, no había nada. De noche hilábamos para hacemos rebozos, awayos,
chumpis, y otras cosas de oveja. No conocíamos camisa y con almilla nomás an
dábamos. En las noches nomás hilábamos, porque no había tiempo, había mucho
que hacer. Por eso en la noche nos encontrábamos en las casas hasta las doce,
diciendo: -Ven a mi casa a hilar esta noche, de noche vamos a hilar-. Entonces
hasta pasada la medianoche sabíamos hilar, y recién después dormíamos. Y al
poco rato nos gritaban. Poquito llegábamos a dormir, y ya teníamos que ir a la
lechería, si no, nos hacían cargar y nos castigaban. Hemos probado chicote por
atrasarnos. Por eso teníamos que adelantamos, para, que no nos castiguen. Había
que ir a ordeñar y a hacer requesón en un gran corral que había en la hacienda. Ahí ya
no podíamos del cansancio y nos dormíamos. De dormidas otras nos pintaban las
caras con el tizne del fogón y con el mismo requesón, porque dormíamos como muer
tas, por el cansancio. Harto hemos trabajado en la hacienda. Es que en ese tiempo no
había ley, por eso para la hacienda nomás trabajábamos».
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<2>^¿íy &V65 en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo XIX
• T ra je s d e m u je r e s d e l s ig lo X I X
M on ey, 1 9 8 3 *
Jubón
La mayoría de las criollas usaba jubones de seda, de cotoínas, damascos , ga
sas pintadas, rasos de un solo color, lanillas.
Sayas
Las señoras de gusto tradicional continuaron usando las sayas acartonadas que
* Mary Money
Los obrajes, el traje y el comercio de ropa en la Audiencia de Charcas.
Instituto de Estudios Bolivianos UMSA/ Embajada de España. La Paz, 1983
'• El Capitán Manuel Maldonado, en autos con el Presbitero Lorenzo Artega, sobre cuentas de los bienes de
Melchor Mesa, ALP. Corregimiento Justicia, 1818, fol. 1 v.
2- Inventario de los bienes de Rosalía Ruíz, ALP, Corregimiento Justicia, fol 487.v.
' Mesa José-Gisbert Teresa “Holguin y la Pintura Virreinal”, La Paz, 1977. P.
4- Ibid. P. 331.
5- Testamento de doña Tomasa Gárata ALP. RE. Fol. 147 S. Fecha.
6 Expediente girado por parte de las autoridades de Coroico y La Paz, contra las personas comprometidas la noche
de 30 de septiembre con motivo de la sublevación del Cusco, ALP. Intendencia-Justicia. 1817.
7- Inventario de los bienes de Isabel Patino. AFÍM. RE. La Paz 1809-1812 Fol. 2.
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B ea triz R ossells
g
en dicha época se conocían con el nombre de “sayas a la ^hapetona” . Se confecciona
ban de telflas variadas como: raso con corridas^e blondas, de melania (de colores azúl,
morado) , paño de seda, terciopelo, anasaya .
Las sayas se hicieron de gasas forradas con guarniciones de cintas multicolo
res, tanto en los bordes de la cintura, el centro y el borde inferior, “una saya de gasa con
tres corridas de blondas en 100 pesos” .
Las sayas de montar con abertura, y las de ir a misa y funerales, continuaron en
uso, aunque ya no fueron como en los siglos XVI, XVII, XVIII, negras; ahora podían
ser de colores oscuros: “ocho sayas de iglesia entre ellas dos de color café, una de
blonda, otra morada con blanda guarnición de tercia, otra de patente con la misma
blonda y dos de terciopelo ” .
Faldellines
Los faldellines o faldas fruncidas, se usaron con mucha profusión , tenían el
aspecto vaporoso por las gasas bordadas con hilos de colores, de oro y plata, además
de existir con rayas, motitas, o simplemente de un solo color con guarniciones de
cintas de colores que contrastaban , por ejemplo: “una pollera de gasa bordada con su
ruedo de cinta amarilla y negra» \ Estas polleras se forraban con telas del mismo color
y por debajo de dicho forro se ponían un ruedo interno como en la actualidad las «cho
las» en Bolivia .
Cabe aclarar que en esta centuria aparece claramente el nombre de “pollera”,
que no más que el sinónimo de faldellinesÍ7como ya lo hemos descrito anteriormente.
Hubo también “polleras de Iglesia” , servían como su nombre lo indica, para ir
al templo. Las polleras no solamente se hacían de gasas, y sedas, sino que no fueron
raras las de bayeta de la tierra, que hacían juego con el reboso, que para no perder la
gracia y el colorido se bordeaban con las cintas de colores que contrastaban.
Chales
Se pusieron de moda los chales, se llevaban sobre los hombros, de forma rec
tangular, podían ser de casimir bordado, de tul de seda, estos se estilaban para las
s- Testamento de doña Cipriana Beites, AHM. RE. La Paz, 6 De Abril de 1801, fol. 34v.
9- Recibo de dote del Dr. Joaquin de la Riva a favor de doña Palomina Corral, AHM. La Paz, 27 de julio de 1801.
Testamento de doña Cipriana Beites. AHM. La Paz, 6 de abril de 1801.
11 Inventario de los Bienes de Tomasa de León, AHM, La Paz, 27 de julio de 1801, fol. 70.
12 Inventario de los bienes de Isabel Patiño, AHM. RE. La Paz, 9 de diciembre 1808, Fol. 1 v.
Recibo de dote del Dr. Joaquín de la Riva a favor de doña Paolomina Corral, AHM. RE. Doc. Cit. La Paz, 27 de
julio de 1801. Fol. 196.
u Testamento de doña Tomasa de Garate, Doc. Cit. fol. 147.
15- Inventario de los bienes de Isabel Patiño, Doc. Cit. La Paz, 9 de diciembre de 1808.
16- Las polleras son usadas actualmente por las “cholas”, en Bolivia conservado la forma, es decir, la frucidas en la
cintura, claro que ya no usan con guarniciones, puesto que fueron reemplazadas por las “alforzas” o pliegues
horizontales, en número de dos o ocho alforzas, que demuestran la alcurnia, determinada por el poder adquisivo
del dinero, se confeccionan de telas finas, como terciopelos, sedas, aunque la finura está determinada siempre
por el dinero.
,7‘ Testamento de María Paula Bustíos, AHM. RE. La Paz, 1804-1905, fol. 148 v.
- 278-
( " '¿ T í O M lr ie iW en la h,storia de B olivla ■ Imágenes y realidades d el s ig lo X IX
Mantos
Algunas damas usaron los mantos y parece que solamente servían para ir a misa
y a los funerales, aunque encontramos en algunos testamentos e inventarios esta prenda.
Sombreros
El uso de este tocado no fue generalizado aunque no se había perdido así, por
ejemplo, vemos en el expediente criminal seguido a la zamba Lucía Rojas, por muerte
del Oidor de la Audiencia del Distrito de La Paz, Matías de Oliden, en las interrogacio
nes la rea confesó que dos noches antes del ^esinato vió en la puerta de calle de don
Oliden a “una mujer con bucles y sombrero” . 23
Los sombreros podían ser de “pelo mirado con su forro de tafetán negro” ,
considerados ya antiguos, de tafetán, de felpa .1
111 Dote de José Bartolomé de la Vega a doña Prudencia de La Rocha AHM.RE, La Paz, 7 de mayo de 1723.
Doc. Cit. La Paz 7 de mayo de 723, fol. 545.
20 Expediente girado por parte de las autoridades de Coroico y La Paz contra las personas comprometidas la noche
del 30 de septiembre ALP. fol. 40.
21 Actualmente en Bolivia, las cholas continúan usando las mantellinas o mantas, que son de seda bordadas con
hilos de seda, de colores brillantes, dándole el aspecto llamativo, y tienen flecaduras en los bordes la forma es
rectangular y en un costado se prenden con los llamados topos de oro, con piedras preciosas, pues, es infaltable,
debido a que no sólo las cholas ricas llevan este adorno, pues, las pobres también se dan este lujo en base a su
trabajo sacrificado.
22- Expediente criminal seguido contra la zamba Lucia Rojas por el asesinato del Dr. Matías de Oliden (Oidor de la
Audiencia del Distrito) ALP, Intendencia Justicia, La Paz, 25 de marzo de 1805.
2VTestamento de doña Tomasa Gárate, AHM. RE.
2é|- Inventario de Bienes de Isabel Patiño, AHM, RE. Doc. Cit.
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B eatriz R ossells
Pañuelos de narices
En el siglo XVIII, se habían impuesto el uso en Jas danm de alcurnia, eran
tanto de tul de seda bordados y también habían sencillos , de oían .
Zapatos
Los zapatos no perdieron importancia en el atuendo femenino, y se hacían de
raso, cordobán* .
Medias 2g
Se llevaban de color carne, azuladas y otros colores .
Ropa interior, enaguas
Siguió en el atuendo femenino como una prenda importante, ya lo habíamos
señalado se ponían debajo de las sayas, faldellines o vestidos en el número superior a
siete, éstas se siguen usando por las cholas bolivianas, conservando, incluso, la forma,
de la época Colonial; se conocían también con el nombre de “fustanes” , “centros”,
por ejemplo en uno de los testamentos que encontramos:
“dos vestidos de paño de primera con su centro de paño blanc^ y el otro azúl,
con más otro centro de terciopelo de algodón, color de pacaya verde” .
Se confeccionaban de raso , de coco, y otras telas de algodón como bretañas,
batistas. Siempre se adornaban los bordes inferiores con encajes blancos .
Camisas
Las camisas se siguieron usando, al parecer, por los escotes y mangas cortas
perdieron ya, en el siglo anterior las mangas largas con bolados y encajes en el pecho
y puños. Las telas fueron algodones delgados, batistas, lanas como el algodón.
2?- Dote de José Bartolomé de la Vega a doña Prudencia de la Rocha, AHM. La Paz, 7 de mayo de 1723, fol. 545.
26- Inventario de los bienes de Francisco de Romecín, AHM. RE. La Paz, 1814.
17 Doc. Cit. fol. 545.
2K Doc. Cit. fol. 545.
27 Dote de José Bartolomé de la Vega. Doc. Cit. La Paz 7 de mayo 1723. AHM. Fol. 545.
Jacinta Cordero viuda de José Cobian pide testimonio de testamento. La Paz 1802, Intendencia Justicia ALP.
fol. 5.
Testamento de doña Josefa Vera y Aragón, AHM. fol. 74. 1804-5.
12- Jacinta Cordero viuda de José Cobian.... Doc. Cit. fol. 5.
- 280-
cécas oM ujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
R o p a d e m e s tiz a *
Apenas realizada la conquista de América por los españoles, se produjo la mez
cla sanguínea entre indios y europeos, y asi surge la otra clase social, la mestiza, que
siempre quizo ser blanca y por tal razón trató de imitar el modo de vivir, de vestirse de
los ibéricos.
Este mestizaje en la ropa se verificó en los indios de alcurnia como habíamos
puntualizado, como también en los nativos que habían logrado prestigio en la sociedad
gracias a las riquezas que habían adquirido, tal es el caso de un indio en Potosí llamado
Mondragón “españolado en el vestido” .
La mestiza en los siglos XVI y XVII en la Audiencia de Charcas tenía vesti
menta que la distinguía de los otros estamentos sociales. Acostumbraba usar ropa de
sedas, tafetanes, terciopelos: obviamente estaba determinada por el poder económico.
Su atuendo consistía en pollera, manta, sombrero, que diferia de acuerdo al
lugar, jubón ajustado con aldetas y botas. En general, la vestimenta de la chola se
caracterizó por el lujo, colorido y elegancia que le valió el nombre de “chula” en señal
de admiración o algo de desdén de parte de los europeos residentes en la Audiencia de
Charcas; esta palabra posteriormente se convidó en “chola “ para designar a las muje
res mestizas ataviadas de la forma indicada que hasta hoy día existen en todos los
Departamentos de Bolivia usando la misma pollera claro está con diferencias que radi
can en la forma del plizado, tamaño como en el fruncido de la cintura, de tal suerte que
a las cholitas cochabambinas, paceñas, chuquisaqueñas, potosinas, se las distingue por
la pollera, sobre todo. De esta manera cada Departamento de Bolivia tiene una forma
de vestir tan típica que se puede deducir por la ropa la procedencia. Además encierra
el uso de la pollera la idea de servidumbre, ignorancia, muy arraigada en la sociedad
boliviana. De ahí que mucha gente intelectual del siglo pasado abogaba por la desapa
rición de la pollera, puesto que aludían que el atraso de Bolivia se debía a este factor.
Pasando a describir cada una de las prendas de las cholas tenemos:
Pollera
La pollera cuya forma ys la hemos detallado en la ropa de las española en las
centurias del XVII, y XVIII, fue adoptada por las mestizas o cholas: caracterizándose
por ser sumamente amplias. Les llegaba a los tobillos; a las cochabambinas y las
chuquisaqueñas la llevaban sobre las rodillas, muy a lo dieciochesco. Tanto en los
bordes inferiores, como en la cadera de la pollera, se adornaban con cintas de seda que
contrastaban con el resto, por ejemplo tenemos:
...”una pollera de color carmesí (rojo) con su tira de cinta de raso” .
...”una pollera de bayeta de castilla color canario con su tira de plata”.
* Ibid. pgs. 158-162.
'• Ocaña Diego de, Alvarez Arturo, “Un viaje fascinante por la América Hispana...”. Madrid. 1969. P. 198.
" "Testamento de doña Lorenza Salgado”. ALP. RE. La Paz 1804. s/fr.
-281 -
B eatriz Rossells
Jubón o chaquetilla
Prenda ajustada al tronco, de mangas largas, abertura hacía adelante. La forma
y tamaño dependía de la región, verbigracia la chaquetilla de las cholas paceñas se
caracterizaba por las aldetas acampanadas que salían de la cintura, encajes en el cuello,
mangas y la parte delantera; mientras las mestizas de Cochabamba, Chuquisaca, Poto
sí, etc., usaban formas diferentes. Los colores eran variados, por ejemplo, “un jubón
morado con chamberí de plata”, “jubón azul”, Se confeccionaban de telas como el
raso, seda, tafetán, felpa.
Manta
La manta usada por las damas españolas y criollas también fue adoptada por las
mestizas, conservando inclusive la forma rectangular salvo que eran algo más grandes.
Las españolas del siglo XVIII, solamente se tapaban hasta media espalda, mientras las
mestizas se cubrían hasta las caderas. Este atuendo era lujoso, bordado con hilos del
mismo color o con recamados multicolores. A fines del siglo XIX se bordaban con
mostacillas.
“Cuaderno de varias justificaciones judiciales que practicaron las partes interesadas en los espolios de los bienes
y plata labrada que se tomaron de los rebeldes y se remitieron a estas Reales Cajas por el Comandante militar
don Sebastián Seguróla”, Bienes de doña María de Tarifa. BCUNSA, La Paz 1782. Doc. 146.
4 Diario del Chapetón Ledo. BCUNSA, fol. 8 v.
5 “Testamento de doña Lorenza Salgado” ALP. RE. La Paz, 1804. s. fr.
- 282-
Q M u je re S en *a ^ 's to r'a de ® °¡M a - Imágenes y realidades del sig lo X IX
Sombreros
Los sombreros de las cholas en la Colonia diferian de acuerdo a la región: las
cochabambinas usaban una especie de tongos, de copa alta y alas anchas; las
chuquisaqueñas no llevaban sino adornos de perlas; las paceñas llevaban sombreros de
hombre, y a fines del siglo XIX y a comienzos de esta centuria, por influencia de los
sombreros de hongo masculinos, adoptaron en alguna medida esta forma, que conser
van hasta nuestros días; los codiciados fueron los de borsalino. Las potosinas tenían el
tocado de copa alta ala ancha y generalmente eran negros o azules oscuros.
Ropa interior
Los centros y la camisa constituían la ropa blanca.
a) Centro o enagua
Fueron hechos de telas blancas como muselinas de algodón o seda, bretaña,
madapolán, tenían la misma forma que la pollera salvo que en los bordes llevaban
encajes anchos. Usaban de ocho a diez centros con el objetivo de levantar la pollera.
En el siglo XVIII, el centro resultó ser un elemento importante ya que la pollera era
más corta, dando lugar al lucimiento de los recamados y encajes del borde inferior.
Camisa
Era muy parecida a la bata de mangas largas, con bordados en el pecho y los
bordes inferiores.
Botas
El empleo de botas por las cholas según la documentación consultada data de
18007en la que se consigna: “un par de botas de cholita” . Se hacían de cordobán ,
paño , tisú de plata con chamberí. Otras veces adornadas de hilos de colores y perlas.
Las cholas paceñas retuvieron en su atuendo estos calzados hasta muy entrado el siglo
XX. Claro está que, posteriormente, se introdujo el uso del: Escarpín, o zapato de una
suela y de una costura que ha sido usado por las españolas en el siglo XVI, XVII,
XVIII; en la actualidad se continúa usando este tipo de zapato.
Medias
Las medias largas fueron usadas en las piernas; se sujetaban en medio muslo
con una liga. Se importaban de Inglaterra, Francia y podían ser de seda o algodón.
Joyas
Los topos para sujetar la manta trabajados en oro con perlas y piedras precio
sas, eran muy empleados lo mismo que los aretes o faluchos de oro. Esta costumbre se
mantiene hasta hoy día.
6' “Memoria de bienes de Joseph Joaquín Chacón” ALP. Corregimiento justicia, sin año.
7- “Cuentas generales que presenta doña Pascuala Sáenz” ALP. Intendencia Justicia, la Paz 1800.
* “Testamento de doña Lorenza Salgado” ALP. RE. La Paz 1804. s. fr.
- 283-
B eatriz Rossells
Joyas
El uso de joyas de oro con piedras preciosas y perlas era exclusivamente de las
clases de status social elevado (españoles, criollas, mujeres de caciques).
Habia disposiciones que limitaban el uso de tales joyas a negras y mulatas, no
obstante éstas tenían la inclinación natural de llevar adornos en las orejas, cuello, de
dos, etc. Estas limitaciones no objetaban que pudiesen lucir fantasías. Al margen de
estas disposiciones se hallaban negras y mulatas esposas de españoles.
Ropa de mulata
Las mulatas vestían con polleras de tafetán, las cuales se adornaban con enca
jes de plata . Con mantillas parecidas a la de las esclavas aunque con más libertades,
sobre todo cuando se trataba de las mulatas libres.
- 284-
4. REPRESENTACIONES Y VISIONES
SOBRE LA MUJER
Q M u je re S en la f,ls to r'a de S o liv ia ' Im ágenes y realidades d el s ig lo X IX
A la m a d r e
Juan Wallparrimachi (1812-1814)*
O tr a p o e s ía
- 287-
B eatriz R ossells
V ersos
José María Vaca (Cañoto)*
- 288-
é fu oM ujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
A v is o ci la s so lte r a s . C o m e d ia en c in c o a c to s
M a r ia n o M e n d e z , 1 8 3 4 . *
INTERLOCUTORES
Da. Ninfa, anciana madre de
Da. Carlota
D. Nicolás, hermano de Da. Ninfa, y padre de
Da. Francisca
D. Bernardo, pariente de los anteriores.
Narciso, criada.
Un Dr. en medicina
La acción comienza a las once de la mañana, y acaba a las diez de la noche.
Casa particular bien amueblada, con mesa á la derecha.
ACTO PRIMERO
Escena 1°
Da. Ninfa, sentada con anteojos, acabando de leer un libro.
Da. Ninfa
Estas novelas, cuya lectura me agradaba tanto en la juventud, hoy solo sirven
para hacer mas amarga la vejez! «Donde están aquellos en-cantos del amor? «Donde
esa multitud de adoradores que se disputaban a porfía mi corazón? ¡Todo ha desapa
recido como el humo que sale de la chimenea, cuando la lumbre se acaba! ¡Mi frente
arrugada! ¡Eclipsada la luz de estos ojos, donde antes brillaba la llama del deseo!
¡Este talle encorbado bajo el peso de los años! ¡Estas piernas que apenas se arrastran
ahora, formaban en otro tiempo las delicias de mi corazón! ¡Ah! ¡Que recuerdos tan
tristes!... ¡Que cambio tan horroroso!... Pero tengo una hija: este es el único consuelo
que me queda.... Narciso, muchacha...
Escena 2a.
Da. Ninfa y Narciso.
Narciso
Mi señora ¿qué manda U.?
Da. Ninfa
¿Por qué me dejan tan sola? ¿Donde está la niña Carlota? ¿Que hace, por qué
no viene a acompañar a su madre?
* Representada por primera vez en el Colegio de Huérfanos de Cochabamba, el día 6 de agosto de 1834, Aniversario
de la Batalla de Junin y de la creación de la República Boliviana, Paz de Ayacucho, Año de 1834. Imprenta del
Colegio de Artes, en Mesa y Gisbert, 1974, pgs 331-355. Y otras dos veces más con éxito, por lo que imprime la
obra dedicándola a un jefe militar. Según la G uia d e F o ra stero s d e la R ep ú b lica d e B o livia para el año de 1834,
Mendez es el director del Colegio y éste es denominado de Huérfanos Artistas, donde se enseña dibujo y primeras
letras a cargo de 5 maestros con una asistencia de 70 alumnos gratuitos.
- 289-
B eatriz R ossells
Narciso
Se está peinando mi Señora, y aun no há acabado de vestirse.
Da. Ninfa.
¿Está bien peinada?
Narciso
Si Señora; la he puesto un peinado de la última moda y muy lindo.
Da. Ninfa
¿Qué peineta se ha puesto? Es preciso que hoy la adornes muy bien; porque
viene a comer con nosotros mi sobrino Bernardo. Dispon para mí la escofieta de tul,
guarnecida de encajes, y el mantón del sol.
Narciso
La Señorita se ha puesto la peineta de carey de tres cuartas, que le sienta tan
bien como la diadema en la cabeza de una reina.
Da. Ninfa
Dile a mi hija que salga; y tú sacarás el espejo y las aguas de olor.
Narciso
Voy mi Señora.
Escena 3a.
Da. Ninfa
Hoy viene mi sobrino... ¡Quejoven tan cumplido; tan buen mozo y lindo! Se ha
educado en Francia, donde ha adquirido todos los conocimientos que corresponden a
un caballero bien nacido. ¡Ah! ¡quien fuera de quince años para ser feliz en su
compañía!...pero ya no hay remedio. ..¿Y mi Carlota? ¿No está acaso en la flor de su
edad? ¿Por que no se ha de casar con su primo? Voy a hacer este enlace, y después
aunque venga la muerte.
Escena 4a.
Da. Ninfa, Carlota y Narcisa con el tocador y las aguas de olor que dejará
sobre la mesa.
Carlota
Mamita aquí me tiene U. armada en guerra.
Da. Ninfa
Hija mía has hecho muy bien; porque el día de hoy, tienes que entrar en desco
munal batalla, para conquistar una plaza fuerte. Dadme los brazos hijita, y recibe el
parabién que te da tu madre por la victoria.
Carlota
No entiendo mamá estas alegorías, háblame con más claridad.
Da. Ninfa
Voy á casarte hija mía.
Carlota
¿ Y con quien mi madre?
- 290-
¡ S ^ u íf O U m /'& V S en la h is,o ria de B o livia - Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
Da. Ninfa
Con tu primo Bernardo, hijita.
Carlota
¿ Y U. esta segura de que mi primo me quiera para su esposa ?
Da. Ninfa
¿ Y por qué no te ha de querer hija mía? Nadie renuncia con facilidad una
muchacha bonita, noble y con veinte mil pesos de ribete, hija.
Carlota
Es el caso que los hombres tienen sus caprichos y ...
Da. Ninfa
Que caprichos ni que calabazas. Los hombres de ogaño, son lo mismo que los
de antaño. Cuando tratan de casarse, ven primero aquellas cosas que se llaman méri
tos reales, que son los patacones hija mia; y si á estos se agregan los personales, como
son, la hermosura, el nacimiento distinguido y las gracias; esto es hija miel sobre
buñuelos. ¿A ti que te falta? Veinte mil pesos, hermosura, juventud, conocimientos,
nobleza: todo lo tienes hijita.
Carlota
Estoy contenta mamá; y a bien que si Bernardo sabe que estoy tan adelantada
en el conocimiento de las lenguas, la historia y la geografía, ha de quedar encantado.
Pero sabe U. mamá, que mi prima Paquita ha dicho el otro día, que las mugeres solo
debemos ocuparnos de la aguja, de los criados, de la despensa y de los cuidados
domésticos?
Da. Ninfa
Envidia... Envidia hijita. Estos cuidados están hechos para las niñas, que como
ella, no tienen como sostenerse con rango. Tu no tienes necesidad de zurcir medias, ni
remendar camisas, ni estar entendiendo en economizar los gastos. Tu marido te hade
poner costureras, repostero, cocinero y todo servicio. ¡Bueno sería que una señorita
criada con delicadeza tenga que ocuparse en objetos tan ruines! Aun cuando llegues a
tener hijos, jamás los debes criar a tus pechos; porque esto enflaquece y llena de
paños la cara; á más de que siempre anda una sucia y de mal olor. Tu prima habrá
dicho todas esas simplesas, por recomendarse con los hombres, y á ver si atrapa un
marido; pero, ya lo veremos cuando llegue el caso de que D. Bernardo compare sus
méritos con los tuyos. ¿Sabes que hoy viene á comer en casa? Haremos llamar á tu tío
y á ella, y veremos cual se lleva la preferencia. Voy a disponer la mesa y tu acaba de
aliñarte.
Escena 5o
Carlota y Narcisa.
Narciso.
Señorita. Yo me alegraré mucho que U. se case con el Señor D. Bernardo,
porque es buen mozo; pero... temo que se vaya el pájaro de la mano.
-2 9 1 -
B eatriz R ossells
Carlota
¿ Ypor qué?
Narciso
Porquefrecuenta mucho la casa de D. Nicolás. Desde que ha llegado de Fran
cia, creo que no ha pasado día, en que no haya hecho siquiera una visita.
Carlota ¿Y qué importan estas visitas?
Narciso
Y si su prima de Ud. señorita....
Carlota
¿Que? ¿Esa bruja como tu, había de llamar la atención de un joven literato,
acostumbrado a tra tar con mugeres instruidas, ¡Que disparate! Ven necia y apriétame
el cinturón que esta muy flojo ... aprieta muchacha.
(Se acerca al espejo y se mira con complacencia, y la criada le
arregla el vestido).
Carlota
Esta bueno el talle?
Narciso
Señorita cuanto cabe.
Carlota
¿Estoy colorada ?
Narciso
Como una rosa.
Carlota
¿Y la patita ? (saca el pie hacia fuera).
Narciso
Por la patita se come el mondongo:
(Luego se pavonea Carlota y dice).
Carlota
Este garbo y este talle, no se hizo para esta calle.
Escena 6"
Da. Ninfa, Carlota y Narciso.
Da. Ninfa
Narciso, Ve corriendo a casa de mi hermano, y dile de mi parte que lo espero a
comer; y por el de la señorita, convidarás también a su prima, diciéndole que D.
Bernardo hade tomar hoy la sopa en casa.
Narciso Voy corriendo.
Escena 7o
Da. Ninfa y Carlota.
Da. Ninfa
- 292-
<^ckr O Mujeresen la h isto ria de B olivia • Imágenes y realidades del sig lo X IX
No tarda en llegar tu primo. Ahora es preciso apurar los atractivos hija mia. Tu
personita esta para hacer perder la chaveta a un cartujo.
Carlota
Voy por libros, mis globos y mis mapas, para que cuando venga D. Bernardo,
sean un motivo de que la conversación recaiga sobre mis estudios.
Da. Ninfa
Muy bien pensado hija mia, muy bien pensado.
Escena 8°
Da. Ninfa sola
¡Que talento de muchacha! ¡A mi me deja absorta! ¡Feliz el hombre que con
ella se case! ¡En toda la ciudad, no hay otra que la iguale en méritos! Por ejemplo: mi
sobrina es una tonta, que apenas sabe leer, escribir, ajustar una cuenta y santas pas
cuas... La Josefita Reguero, es una necia presumida... La Margarita Quiñones, esta
muy pagada de su hermosura y de tocar un poco el piano; pero es tan fría, que hasta
ahora nadie la ha cortejado... La Rosita...
Escena 9o
Da. Ninfa y Carlota.
Carlota
Aquí están las armas que han de conquistar el corazón de mi primo.
Voy aformar la línea de batalla sobre esta mesa, (coloca según el orden de la
relación). Los libros, a vanguardia... Los mapas, a retaguardia... y losglovos, ocupa
rán los flancos como la artillería.
Da. Ninfa
Perfectamente hija mia, ¡ha! ¡ha! ¡ha!
Escena 100
Las de la anterior y Narcisa.
Narciso
Ya llegan señora, y D. Bernardo los acompaña.
Da. Ninfa
Niña, no seas celoza: esta es una política a la francesa y nada más.
Escena 11°
Las de la anterior, D. Nicolás, Francisca y D. Bernardo.
D. Nicolás
Hermana, por complacerte y acompañar a nuestro sobrino, hemos podido ve
nir dejando nuestras ocupaciones...
Da. Ninfa
Agradezco hermano. Ya esta la mesa puesta vamos a comer y después charla
remos.
- 293-
B eatriz R ossells
ACTO SEGUNDO
Escena I o
D. Bernardo y Carlota.
Carlota
Primo ¿En Francia los helados están en uso?
D. Bernardo
Donde hay dinero. Los hombres se procuran todas las comodidades de la vida.
Carlota
¿Las mujeres parisienses serán muy bonitas?
D. Bernardo
Las hay feas y bonitas, como en todas partes.
Carlota
¿Has conocido a alguna que se me parezca?
D. Bernardo
No me acuerdo haber visto cosa igual (con ironía).
Carlota
Lisonjas francesas! Acerquémonos a la mesa.
D. Bernardo (sorprendido)
¿Que aparato es este prima ?
Carlota
Es el aparato de mis diarias ocupaciones, y el inocente recreo de mi espíritu.
D. Bernardo
¿ Y tú te ocupas en estos estudios tan serios?
Carlota
Si. Tengo bastante afición a estos conocimientos, que U. los hombres han que
rido reservárselos para si, como si las mugeres no tuviesen alma, ni entendimiento;
pero afortunadamente me ha tocado una madre despreocupada, que teniendo los me
dios necesarios, ha querido dar a su hija una educación varonil. Yo por mi parte,
también he contribuido con mi aplicación incesante para no dejar fallidas sus más
caras esperanzas.
D. Bernardo
Supongo prima, que esta clase de talentos habrás cultivado por solo recreo,
después de haber contraído los conocimientos propios de una mujer, que algún día
tendrá que desempeñar los sagrados deberes de esposa y madre...
Carlota
Primo. ¿Cuales son esos decantados conocimientos que sea forzoso aprender
para ser buena madre y esposa ?
D. Bernardo
La moral prima mía, que no es otra cosa que el conocimiento y la
practica de las virtudes sociales.
- 294-
^Ekr oM ujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
Carlota
¡Oh! Esto es lo primero que me ha enseñado mi madre desde mi tierna edad. Yo
sé rezar todas las oraciones de la iglesia, asisto a las novenas, oigo misa casi todos los
días, tengo mi confesor o padre espiritual ¿Y que mas se necesita para ser virtuosa ?
D. Bernardo
Ya salen. Otro día hablaremos de esto.
Escena 2o
Los de la anterior, Da. Ninfa, D. Nicolás y Francisca.
Da. Ninfa
Sobrino ¿Estas disertando con tu prima? Dime ¿como la encuentras en la geo
grafía, la historia y el latín?
D. Bernardo
Yo tía, entiendo muy poco de erudición, y no puedo tener voto en estos asuntos.
Da. Ninfa
No andemos con melindres. Desplegad los mapas y abrid los libros: también
nosotros queremos divertirnos con estas conferencias científicas Carlota, desembara
za a tu primo que quiere hacer el moderado.
Carlota
Esplicaremos primero la esfera armilar, porque sin este conocimiento, no es
posible saber con exactitud la situación de los lugares, ni la altura de poo a que se
hallan constituidos.
Da. Ninfa
Baya con la esfera preliminar.
Carlota
Armilar mi madre.
Da. Ninfa
Sea lo que fuere, lo que importa es comenzar.
Carlota
Esta se llama esfera armilar o anular porque consta de otros tantos anillos,
como círculos consideran los Astrónomos en el cielo, por razón de los movimientos del
Sol. La dividen en círculos máximos y mínimos; los máximos son: el Ecuador, el Meri
diano, el Horizonte, la Eclíptica y los dos Coluros. Los mínimos son cuatro: los dos
trópicos y los dos polos. Entre los círculos máximos se considera el zodiaco, el que se
divide en doce partes iguales llamadas las casas del sol, por razón de que este astro
las visita en todo el año. Cada casa tiene su nombre particular por la respectiva cons
telación que la ocupa, y son: el Carnero, el Toro, los Mellizos, el Cáncer, el León, la
Virgen, la Balanza, el Escorpión, el Saetero, la Cabra, el Acuario y los Peces.
Da. Ninfa
Bueno! Bueno! Vamos con el latín, Carlota (toma uno de los libros y lee los
versos que siguen con tono pedantesco).
-295-
B eatriz R ossells
- 296 -
<^kr OMiijeres en la h istoria de B olivia ■ Imágenes y realidades d e l sig lo XIX
Escena 3°
Da. Ninfa y Carlota
Da. Ninfa
Este ha sido hija mía uno de los mejores ratos que en mi vida he tenido: y
aunque tu tío y su hija han estado mal humorados, D. Bernardo se ha marchado muy
contento y como estaciado con tus habilidades. ¡He!... Te casas!... No hay remedio.
Volverá esta noche, le hablaré yo de la boda, y no dudo que tomará a dos años un
partido tan ventajoso. Voy a echar mi siesta, y entre tanto ve repasando tus lecciones
para cuando vengan los maestros.
Escena 4a
Carlota
(Paseándose con calma en el procenio y luego precipita los pasos cuando lle
ga) a si yo no me caso, (y luego se para cerca del espejo desde las palabras). Pero
para qué es confundirse ...
Estoy confusa. Creo que Narciso tuvo razón cuando me dijo que el pájaro
volaría de las manos. Mi madre se engaña de medio a medio. D. Bernardo está
enamorado de mi prima, no hay duda. Les he observado atentamente, y para mi des
engaño he sorprendido a entre ambos unas miradas tan tiernas, que indican una se
creta inteligencia. Qué lástima!... Si yo no me caso con Bernardo voy a dar al diablo,
libros mapas, latines y cuantos globos hay en este mundo... Pero para qué es confun
dirse por meras sospechas (se mira al espejo) ¿No soy yo más bonita que mi prima ?
¿No soy más noble, más literata y más joven? Y sobre todo, sobre todo, ¿los veinte
mil pesos de dote no allanarán todas las dificultades? Animo corazón y vamos a
bailar. (Hecha sus cabriolas entonando el Londó, o fandanguillo).
ACTO TERCERO
Jardín en casa de D. Nicolás con dos sillas al medio: a la derecha está Da.
Francisca con la costura, y por la izquierda sale D. Bernardo, después de un corto
intervalo.
Escena Io
D. Bernardo y Francisca.
D. Bernardo
Querida prima: días ha que he deseado hablarte, y a propósito te encuentro
sola.
Francisca
Primo: ¿en que puedo sei-virte? Sabes que te estiman todos los de esta casa.
D. Bernardo
Sin rodeos ni cumplimientos voy a descubrirte mi pensamiento. Yo quiero ca
sarme contigo y si con efecto me estimas como dices, no hay un motivo para que me
- 297-
B eatriz R ossells
niegues ¡a mano de esposa: antes que me contestes voy a responder a las objeciones
que pudieras hacerme: nuestro parentesco no es tan próximo que no pueda dispensarse.
¿Eres pobre? tanto mejor: yo no quiero más dote que tus virtudes. A mí no me faltan
medios para proporcionarte una subsistencia decente: por lo demás.
Francisca
Primo amado: Quiero contestarte con la misma franqueza con que tu me has
hablado. Te amo con todo el cariño de que es capaz una persona que te debe mas de un
favor, y que conoce tus prendas. Se que sería yo feliz siendo tu esposa, y que jamás se
me proporcionará un enlace tan ventajoso; pero a pesar de todo, no puedo ni debo
condescender con tus deseos. Tu sabes que mi padre no tiene mas apoyo en su edad
avanzada que los cuidados de su hija. Esto supuesto, cuantas satisfacciones pudiera
procurarme tu cariño, estarían siempre acibaradas con la memoria de haber abando
nado a mi padre en el tiempo en que mas necesita de mis débiles fuerzas. En saliendo
yo de casa, no queda en ella otra persona que pueda reemplazar mi falta. Así que,
amado primo; sin dejar de agradecer tu elección no puedo menos que suplicarte con
todo encarecimiento a fin de que desistas de una empresa que jamás se verificara
mientras viva mi padre.
D. Bernardo
No pensaba prima adorable esta contestación de tu boca, ni creí que jamás
hubieras formado de tu primo Bernardo un concepto tan ruin como el que se trasluce
por tu respuesta. ¿Crees acaso que tenga yo la despiadada intención de arrancarte de
los brazos de tu padre? ¿ Te persuades que pueda yo cometer la injusticia de usurpar
sus derechos a la naturaleza ? No querida prima. Si llega a realizarse mis deseos, tu
padre hallará en mi un otro hijo sino tan útil que Paquita, al menos tan solicito y
cuidadoso que ella. Por Dios prima. (De rodillas, toma la mano de Francisca). No me
niegues esta mano, cuando ya es mió tu corazón. De tu respuesta depende o mi desgra
cia eterna o mi dicha.
Francisca
Levántate Bernardo: viene mi padre; consulta con él, yo me someto en todo a
su voluntad.
Escena 2o
Los anteriores y D. Nicolás.
D. Nicolás (Toma el asiento que deja su hija). Elija, me ha hecho daño la
comida: mi estómago acostumbrado a los manjares sensillos de mi casa, ha sentido el
peso de esos adobos y condimentos que hemos comido en casa de tu tía.
Francisca
¿Quiere U. mi padre que vaya a disponer una taza de café?
D. Nicolás
Muy bien hija mía, y otra más para tu primo.
- 298-
las oM ujeres en la h isto ria de S o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
Escena 30
D. Nicolás y D. Bernardo.
D. Nicolás
¡Ah Bernardo! quefeliz me considero con tener esta hija virtuosa; cual hubiera
sido mi suerte si después de la muerte de mi adorada esposa, no me hubiera deparado
la Providencia divina esta niña, que sola y tan joven ha sido capaz de reemplazarfalta
tan grande! Ah si vieras esta humildad, ese cariño, esa constancia con que sirve a su
padre; sin desatender por esto los cargos de toda la familia, todo lo prevee: todo lo
hace! Mis cortos ingresos acaso no bastarían para sufragar nuestras necesidades, si
Francisca no los adm inistrara; así es que a pesar de nuestra fortuna escasa, el con
tento y la abundancia reinan entre nosotros solo por ella.
D. Bernardo
Señor: es hija dígita de tan buen padre: según esto, ¿si ella quisiera tomar el
estado conyugal U. se opondría?
D. Nicolás
De ninguna manera sobrino. No soy yo de aquellos padres déspotas que por
caprichos o preocupaciones insensatas, suelen hacer desgraciados a sus hijos: si ella
quisiese casarse, que lo haga en hora buena, aun que yo quede privado de su servicio:
poco me resta de vida: moriré tranquilo si la dejo establecida con un hombre digno de
sus virtudes.
D. Bernardo
Señor Yo conozco uno que pueda convenirle, y aunque muy inferior en mereci
mientos, creo que asegurarla su felicidad, no menos que la de su tierno padre.
D. Nicolás
¿ Y quien es ese hombre tan desinteresado, que quiera casarse con una niña tan
pobre como mi hija?
’ D. Bernardo (de rodillas)
El que U. ve postrado a sus pies...
D. Nicolás (consternado )
Levántate joven generoso: tuya es la mano de mi hija: yo te la ofrezco seguro
de que no hago violencia a sus inclinaciones ...Ella viene.
Escena 4o
Los de la anterior, y Francisca con dos tazas de café que alcanzará a su padre
y D. Bernardo, y luego se colocará a la derecha.
D. Nicolás
Hija mia, voy a pedirte un favor. ..
Francisca
Señor por Dios mude U. de lenguaje. ¿U. pedir favor a su hija, cuando sabe
que ella no tiene mas voluntad que la de su padre?
- 299-
B eatriz R ossells
D. Nicolás
Bien hija adorable. No pretendo yo forzar tu voluntad; pero tampoco quiero
que el amor que profesas a tu Padre, te haga tal vez desgraciada después de sus días,
deseo que te cases con tu primo Bernardo que te ama de veras.
Francisca
Señor. Me será forzoso que en esta ocasión parezca desobediente a los precep
tos de mi Padre, e ingrata a ¡os favores de mi primo. Yo no puedo resolverme a con
traer un empeño, que aunque ventajoso, me privaría del consuelo y el deber de servir
a mi padre en los últimos días de su vida. Perdone U. mi Padre a su hija la resistencia
que opone por la vez primera a su voluntad, y espero que mi primo me dispensara
también una repulza a que solo me obligan los deberes que me impone la naturaleza.
D. Nicolás
Tu ternura te hace injusta para con tu primo. Conoce mejor su corazón, y no te
desespere la idea de quedar yo abandonado en casándote con él. Tendré dos hijos, que
mientras viva me llenarán de consuelos, y ambos a dos cerrarán mis cansados párpa
dos, cuando ya me falte el aliento, cuyo término lo veo muy próximo; pero moriré
tranquilo dejándote en compañía de mi Bernardo. Vamos, (se para) y lo que ha de ser
tarde que sea pronto: ahora mismo iremos a casa del provisor: tiene facultades para
dispensarlo todo: esta noche se hace el desposorio. ..vamos hijos.
ACTO CUARTO
En casa de Da. Ninfa (con luces sobre la mesa).
Escena 1°
Da. Ninfa, Carlota y Narcisa.
Da. Ninfa
Ya es hora de que vuelva Bernardo: el vendrá solo; luego que entre te saldrás
hija, y nos dejarás para que tratemos el negocio con toda libertad. (A Narcisa) .Si
viene algún impertinente, que le diga el portero que no estoy en casa. (A Carlota). Ve
al gabinete y del tercer cajón de la cómoda verde, saca un fárrago de papeles que ha
de haber: allí deben estar según me acuerdo las ejecutorias de tu padre, y tu carta
dotal: quiero que D. Bernardo vea estos documentos para que sepa quién eres tú hija mía.
Carlota
Voy mamá...(hace que va y vuelve).
¿Y qué le convidaremos esta noche a mi primo ?
Da. Ninfa
Lo que él gustare, hijita.
Escena 2°
Da. Ninfa y Narcisa.
- 300-
sEkr O Mujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
Da. Ninfa
Narcisa, tu sola estas en el secreto de este proyecto: no sea que te descuides en
clecírcelo a alguno, y con especialidad, guárdate de darlo a entender a los criados de
mi hermano. ¿Estas muchachas?
Narcisa
Mi señora; yo se guardar un secreto como cualquiera mujer; pero no puedo
dejar de decir a U. como se lo he dicho también a mi señorita, que D. Bernardo no se
casa con ella.
Da. Ninfa
¡Insolente! ¿Cómo tienes el atrevimiento de ponerlo siquiera en duda?
Narcisa
No se enoje mi señora: escúcheme y vea si tengo razón. Clementina la criada
favorita de Dna. Francisca, me ha asegurado que D. Bernardo visita mucho a su
señora, y que la quiere tanto, que no cesa de hacerle regalitos, y que Dna. Francisquita
también le ha regalado en retorno una docena de camisas de oían batista, bordadas y
cocidas por sus propias manos. U. sabe que Dña. Francisquita tiene unas manos divi
nas para la costura: dice Clementina que las camisas parecían agua conque mi señora
vea U. si tengo razón en asegurar, que D. Bernardo no se casa con mi señorita, sino
con su prima.
Dña. Ninfa
Estas cosas nada importan. D. Bernardo habrá hecho esos regalos por una
especie de caridad; ve que la pobrecita no alcanza por tafetanes, y por este motivo ha
buscado el medio honesto de socorrerla con capa de regalos. A fe que no se atreve a
hacer otro tanto con mi Carlota, porque sabe que un obsequio, a personas de distin
ción, debe tener su más y su menos.
Escena 30
Las de la anterior y Carlota.
Carlota
Aquí están los papeles que apenas los he podido encontrar, porque habían es
tado envueltos en un paño.
Dña. Ninfa
(Registrando los papeles).
He aquí la carta dotal. ..Estas son las ejecutorias de tus antepasados: que esten
a la vista. ..(A Narcisa) .Muchacha, asómate a la ventana, y ve si viene D. Bernardo.
Narcisa
Viene D. Bernardo, con el señor D. Nicolás y su hija: ya están en la puerta.
Da. Ninfa
Que majaderos! quien los habría llamado? Pero no hay remedio: arrimen sillas.
-301 -
B eatriz R ossells
Escena 4a.
Las de la anterior, D. Nicolás, D. Bernardo y Francisca.
D. Nicolás
Hermana, aquí nos tienes otra vez.
Da. Ninfa
Bien hecho hermano: tomen asientos.
D. Bernardo
¿Como ha estado U. desde el medio día?
Da. Ninfa
Sin novedad Bernardo: aguardaba tu llegada para mostrarte estos papeles que
los tengo a mano.
D. Bernardo
¿ Y que papeles son esos Tía ?
Da. Ninfa
Esta es la carta de dote de tu prima Carlota; los veinte mil pesos que constan
de ella, están asegurados en el banco al rédito del seis por ciento anual; (anual, si
señor: porque este es el único interés que permite la conciencia, y no esas usuras
exorbitantes que hay se acostumbran); pues como iba diciendo, fuera de los veinte mil
pesos tiene mi hija las haciendas de Calapiña y Sombrerete, que están avaluadas en
treinta mil pesos, poco más o menos. Estos últimos bienes raíces llegara a poseer mi
hija, cuando yo me muera; pero los veinte mil pesos están a su disposición es decir, a
la del marido que le toque. Estos otros papeles, son las ejecutorias de mi difunto espo
so: los he leído varias veces, y se me han quedado en la memoria. El tronco principal
de lafamilia fue un caballero de Asturias llamado D. Remigio de las Viñas de Campo-
Redondo, que habiendo peleado con los moros con la bravura de un león, lleva en sus
armas la figura de este generoso animal, en oro sobre campo azul. D. Remigio de las
Viñas de Campo-Redondo, tuvo un hijo a Ricardo el Bravo, el mejor capitán que se
conoció en su tiempo, quien no habiendo tenido sucesión en su primera esposa Dña.
Leonor Perpiñán, casó en segundas nupcias con Dña. Beatriz Realejo, segunda hija
de D. Gonzalo del mismo apellido, caballero hijodalgo de las mismas montañas. De
este segundo enlace nació D. Guillermo ...
D. Nicolás
Hermana: otro dia instruirás a Bernardo mas despacio sobre la ilustre alcur
nia de tu difunto: nosotros hemos venido muy de prisa con solo el objeto de darte la
noticia del matrimonio de tu sobrina Francisca, para que como tia suya me ayudes a
celebrar un enlace que a mí me ha llenado de gusto.
Da. Ninfa
Con que. ..Francisquita se va a casar!: espero que habras elegido para yerno a
algún hacendado honrado de esos que se encuentran en las provincias, hombres
bonazos.
- 302-
(fCjAS UNvClíJót C'S en la h isto ria de S o livia ■Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
D. Bernardo
Mi tía: U. me favorece con sus elogios...
Da. Ninfa (Asustada)
One? Quieres tu casarte con Francisquita ?
D. Bernardo
Ya estoy casado tia ...
Da. Ninfa
Cómo? Ya estas casado, y sin haberme anunciado una sola palabra
de antemano? ¿Y cuando fue el matrimonio?
D. Bernardo
No hace una hora. Apenas le hice la propuesta a mi tio, cuando nos llevó a casa
del Provisor allí se han allanado todas las dificultades, y me tiene U. en posesión de mi
querida Francisca.
Carlota. (Pataleta)
Ay, ay, ay, mamita socorro, me siento indispuesta.
Da. Ninfa
Que tiene hija de mi corazón? Ah! Bernardo tu la has muerto a mi hija ...Narcisa
...Paños calientes ...Agua de colonia, espíritus... Llamen al médico.
ACTO QUINTO
Escena la.
Da. Ninfa y el Doctor
Da. Ninfa (Melancólica)
Señor Doctor: estoy con mucho cuidado por la salud de mi hija: ¿ha conocido
U. sus males? ¿Podra sanar de ellos? Por Dios, mi Doctor le pido, que apure los
recursos del arte que tan dignamente ejerce para curarla, y ponerla tan lozana y ale
gre como estaba antes de este malhadado día, que ha causado el transtorno y la
consternación de toda la casa.
El Doctor
Señora: ¡os recursos de la medicina, son poco eficaces para esta clase de en
fermedades que residen en el alma. Las sangrías, los purgantes y los sudoríficos, no
hacen mas que debilitar la naturaleza. En estos casos, es menester valerse de reme
dios metafsicos, porque los físicos no tienen poder sobre el espíritu.
Da. Ninfa
¿ Y cual es este remedio metafisico mi querido Doctor?
El Doctor
Un marido Señora mía. Si la hija de U. no se casa pronto, sera víctima de una
hipocondría reconcentrada, que la llevará hasta la tumba.
Da. Ninfa
Pero mi Doctor: ella no quiere ya casarse ha llegado a detestar a los hombres,
- 303 -
Beatriz Rossells
y se le ha metido en la cabeza que ha de ser monja. Hace poco que en uno de sus
delirios prorrumpió en unas execraciones muy fuertes contra ellos: les llamaba bes
tias feroces, brutos indómitos, y que se yo que otras cosas, que me asustaron mucho.
El Doctor
Señora: estos son los síntomas de algún sentimiento que afecta su corazón:
volverá la calma, y entonces Dña. Carlota será mas justa para con esta mitad de la
especie humana que por ahora detesta.
Da. Ninfa
Y aun cuando ella se resolviera a tomar un esposo ¿que partido se le podría
proponer que convenga a su nacimiento y a sus circunstancias?
El Doctor
Mi señora Dna. Ninfa. La nobleza, no está vinculada sólo en el nacimiento, ni
en poseer unos pergaminos que tal vez son un testimonio de la ferocidad de nuestros
abuelos. El hombre es hijo de sus acciones; si estas son virtuosas, el es noble: al
contrario, si su proceder no es conforme a las reglas de la decencia, siempre sera un
malvado, aunque sus ascendientes hayan sido unos héroes.
Da. Ninfa
Me convencen sus razones mi Doctor. Estoy resuelta a casar a mi hija, y ha de
ser a elección de U. Propóngame un hombre de bien y yo le prometo recibirlo a ojo
cerrado; y no dudo que mi Carlota condescenderá a gusto con la voluntad de su ma
dre. Doy a U. mi firma en blanco, para que lo llene con el nombre de su gusto.
El Doctor.
¿ Y el mío no podra ocupar este blanco ?
Da. Ninfa (muy alegre)
Con mucho gusto mi Doctor; ahora mismo que vengan mi hermano y mis so
brinos, a ser testigos de este contrato, y mañana por la mañana vendrá el vicario a
desposarlos. U. vaya a descansar mi Doctor. mientras yo voy a preparar un confortativo
para mi hija.
Escena 2a.
Carlota y Narcisa.
(Pelo desgreñado y acento melancólico) .
Carlota
Narcisa ve a traer una carga de leña y forma una pira en la puerta del cuarto.
¿ Y para que ha de servir la leña señorita ?
Carlota
Para quemar esos espantajos de globos, y todos esos libros de historias, latines
y geografía, que me han causado tantos disgustos y pesares.
Escena 2a.
Carlota (mirándose al espejo)
- 304-
é^uís QÁfujeres en la h isto ria de S o livia ■Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
Jesús de mi alma, queflaca, qué pálida estoy! ...Quiero ser ahora el inquisidor
general de estos judíos, como lofue en otro tiempo la discreta sobrina del héroe de la
Mancha, con los libros de la andante caballería ...(Toma un libro y mira la carátula:
lo pone a un lado) Ovidio ... Este jovencito enamorado por naturaleza y desgraciado
por estrella, que vaya al fuego... (Toma otro) Compendio de la historia general, al
fuego... (Toma otro) Flores clave geografía, alfuego... (Toma otro y lo coloca a distin
to lado) Temporal y eterno, por Eusebio Nieremberg... Este es el único libro que debe
quedar reservado de las llamas.
Escena 4a.
Carlota y Narcisa.
Narciso
Ya esta la leña encendida señorita.
Carlota
Lleva esos libros, esos mapas y globos, y quémalos todos a mi vista.
(Los lleva Narcisa a la derecha del Teatro, y mientras quema un papel dentro
de los bastidores, se coloca Narcisa a la izquierda y dirá lo que sigue). Narcisa fuego
con ellos: que no quede vestigio alguno...atisa leña... Sopla por el otro lado ...No les
tengas compasión Narcisa, Arda Troya...
Narcisa
Señorita, ya todo esta reducido a cenizas.
Escena 5a.
Carlota (sola)
Ya está tomando mi partido. ..voy a sepultarme en un convento ... sea ésta una
resolución temeraria, a una vocación perfecta; no quiere ya ver más estos animales de
dos pies que no saben conocer el mérito, al distinguir las personas... A Dios mundo
perverso... A Dios galas... Adiós sociedades... ya me despido de vuestros engaños
para siempre! No erais vosotros dignos de una persona como la mía! Pues que se con
suma en la soledad y en el retiro...
Escena 611
Da. Ninfa y Carlota.
Da. Ninfa
Hija mia, donde una puerta se cierra, cientos se abren... Tu meláncolico primo
ha desdeñado una mujer que no merecía, por envolverse en los andrajos de esa
hipócrita; pero a Dios gracias, tienes ya otro esposo que sabra darte aprecio a tu
persona como merece.
Carlota
Mamita: ya tengo escogido otro, a quien voy a encontrarlo en el estrecho y
- 305-
B eatriz R ossells
Escena 7a.
Las de la anterior y Narciso.
Narciso
Mi señora. He ido a casa de D. Nicolás; ya estaban para acostarse
todos, cuando yo entré y habiéndoles dicho que mi señorita estaba muy
mala, han resuelto venir: ya deben estar muy cerca.
Da. Ninfa
Dile al Doctor que ya es hora de que salga.
Escena 8a.
Da. Ninfa, Carlota, D. Nicolás, D. Bernardo y Francisca.
D. Nicolás
Hermana; nos ha sorprendido tu criada con la noticia de que mi sobrinita se
habia vuelto loca... me equivoco... de que estaba muy indispuesta; hemos venido co
rriendo ved en que podemos ser útiles.
Da. Ninfa
Querido hermano: he molestado a UU. ya esta hora, para que sirvan de testi
gos de un acto solemne que voy a ejecutar. He resuelto casar a mi hija con un caballe
ro de prendas nada comunes: el reúne a unos conocimientos profundos, el carácter
más amable que una madre puede desear en un hombre que ha de ser el marido de su
hija; y por sus méritos; así es mi voluntad hacerle sesión y donación de todos mis
bienes, para que con la bendición de Dios y la mía, los posean y gocen por largos años.
Escena 9a.
(Sale el Doctor por el foro y se coloca al lado izquierdo de Da. Ninfa).
Los de la anterior y el Doctor
Da. Ninfa
Este mi yerno... (Le toma la mano y la reúne con la de su hija) .
Carlota dale la mano al Doctor
Carlota (más que de prisa)
Ya te obedezco madre mía.
- 306-
ecóT O Mujeres en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo XIX
- 307-
I
B ea triz R ossells
• La ciega
- 308-
en la b i r r i a de B olivia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
Ya no es bello el firmamento,
Ya no tiene lucimiento
Las estrellas en el cielo;
Todo cubre un negro velo,
Ni el día tiene esplendor,
No hay matices, no hay colores
Ya no hay plantas, ya no hay flores,
Ni el campo tiene verdor.
Ya no gozo la belleza,
Que ofrece la naturaleza,
La que el mundo adorna y viste;
Todo es noche, noche triste
De confusión y pavor,
Doquier miro, doquier piso
Nada encuentro y no diviso
Mas la lobreguez y horror.
- 309 -
B eatriz Rossells
Y fue natural que otras liras vibrasen en triste y armonioso concierto con la de
la ciega. Esta con todo lo que la rodeaba, joven bella, pura, sumida en soledad y negra
noche, atribulada todavía más por la pérdida de algunos seres amados, y siempre llena
de humilde resignación y de vida intelectual.*
- 310-
C Z í't' / / í j S l C S en *a h“ ¿tzr,a de B o liv ia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
• “La mujer”
Manuel María Gómez, Potosí, 1867*
I
LA CREACION
MUJER!... mujer... misterio incomprensible,
Tu eres la luz del universo mismo,
Tu eres la sombra que enlutó el abismo,
Tu eres el ángel que invento el dolor!...
Tu eres mentira, que en su seno oculta,
Una verdad que el corazón marchita;
Un sentimiento sin cesar te ajita,
Tu también lloras lágrimas de amor!...
-311 -
B eatriz R ossells
- 312-
(¿ y K
' f'ljC V O S en ,a h 'sto r‘ a de B olivia - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
II
EL PECADO
- 313-
B eatriz R ossells
- 314-
C "^ C
' ljC V ó S en la h'sto ria de B o livia - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
- 315 -
B eatriz R ossells
III
LA REDENCION.
- 316-
í r S íf ^^ K ^U ÍC V C S en la h isto ria de B o livia ■ Im ágenes y rea lid ad es d el s ig lo XIX
- 317-
B eatriz R ossells
IV
MARÍA.
- 318-
S 'C / X f ^ M u je r e s en la h ,sto ria de - Im ágenes y re a lid ad es d el s ig lo X IX
- 319 -
B ea triz Rossells
• “L a c o q u e t e r í a ”, L a P a z ,1 8 7 6
- 320-
IJ C l'C S en la h isto ria de B olivia ■ Imágenes y realidades del s ig lo X IX
- 321 -
B ea triz Rossells
• ¡ B o liv ia !
L in d a u r a A n z o á te g u i d e C a m p e ro , 1 8 7 9 *
(A mi esposo, con motivo de la invasión chilena)
- 322-
Q ^ y y ( l l j c ) 'CS en *a h istoria de B o llvia - Im ágenes y re a lid ad es del s ig lo )
• A u n a N iñ a F u m a d o r a *
- 323-
B eatriz R ossells
A tu semblante hechicero,
Modesto como el que más,
Contradicen por entero,
Esos humos que te das.
Al considerar me abrumo
La situación trastrocada,
Llevas fuego en la mirada
Y en el seno guardas humo.
Echándola de barato,
Suelen á veces las bis
abuelas fumar anis,
Para librarse del flato.
- 324-
éícts QMujeres en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades del s ig lo X IX
- 325-
B eatriz Rossells
• “N a c e r h o m b r e ”
A d e la Z a m u d io , 1 8 8 7
- 326-
éZas oMujeresenlahistoria B olivia ■ Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
- 327-
B eatriz R ossells
L a V irgen d e l C a r m e n , R e o d e R e b e lió n ,
J o s é R o s e n d o G u tié r r e z 1 8 8 8 *
- 328-
lj( 3 1 ¡' j$ en la historia de B olívia ■Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
- 329 -
B eatriz R ossells
Kollana María,
Peregrina Flore!
Quiquin Diospa mallkin
Milagro de amor!
Kollana María,
Divino panal!
Juchasapak jampin
Para todo mal.
Kollana María,
Mi cielo, mi bien!
Sapa mamay jiña
En mi auxilio ven.
Fuente de piedad,
Kan ricuquay ari
En mi soledad.
Kollana María
Claro rosicler!
Kanlla unanchaguay
En mi padecer.
Kollana María
De flores jardín!
Kanllamin churanqui
A mis penas fin.
Kollana María,
De mi corazón
Kanmin koyllur canqui
De mi salvación.
Kollana María
Virgen de Belén!
Kanmin pusaguanqui
A la gloria: amén.
-----------------------------------------------------------
* En: C iviliza ció n d e l indio. D e R a m illete h isp a n o -q u ic h u a o r ig in a l con m u ltitu d d e p o e s ía s o r ig in a le s y an tig u a s
m e jo ra d a s p o r e l a n a CFB. Tipografía de «El Progreso». Omro, 18S8.
-330-
Omitieres enlaflisto r¡a de B o llvia - Imágenes y realidades del sig lo XIX
• C o m o s e v iv e en m i p u e b lo (C u a d r o s d e c o s tu m b r e s ).
L in d a u r a A n z o á te g u i d e C a m p e ro , 1 8 9 2 *
En época de elecciones
-331 -
B eatriz Rossells
-¿Miren el bribón! Miente y remiente como un gran bellaco que es. La culpa se
la tiene quién se fia de jentes de esa calaña.
-Sobrada razón tiene U.
-Y aqué me deja plantado en un tremendo compromiso.
-Lo siento. ¿Tan urgente es el apuro?
-¡Calcule U! Nos reunimos desde anoche algunos amigos en casa de la Eduvijes,
á pedir chicha al contrapunteo y á echar algunas suertes, que me han tratado como á un
negro; llega la hora de pagar el rango del gasto, y me encuentro pelado — ¡Es cosa de
ahorcarse!
- El remedio está á la mano.
- Diga U.
- ¿Ignora U. que el Cura y el Corregidor pagan grueso por un voto? Verdad es
que exige el Cura que se jure ante un crucifijo por la salvación del alma que dizque
tiene uno dentro del cuerpo, y otras patrañas de ese pelaje.
- ¿Hay más que jurar y perjurar como lo hicimos ya el año pasado? Lo impor
tante es asegurar la paga. Voy volando, y gracias por el aviso, D. Pastor.
-Buen provecho le haga, y á comer á dos carrillos á costa de los candidatos —
Esta es una papilla que se nos ofrece gratis, desde que se les metió á la mollera de los
ricos sacar á puja la presidencia. Con tan plausible motivo, hemos arrinconado el
trabajo, se ha dejado de sudar para ganar el pan de cada dia, y se jaranea y se bromea á
gusto. ¡Vivan los candidatos ricos que enborrachan de valde al pueblo!... Solo que yo
a pesar de que escribí al candidato oficialista ofreciéndole mis servicios, he quedado
lucido, sin merecerle ni tan siquiera respuesta!... y éso que hacia el sacrificio de mis
opiniones. ¡Bruto de candidato!; pero de seguro que ha de parar la oreja cuando reciba
el anónimo que le he espetado contra sus agentes, el Cura y el Corregidor, para que les
exija la cuenta del gasto de los mil pesos; y en cuanto al picaro de D. Justo, tampoco se
ha de quedar riendo con sus trecientos pesos. ¿Hábrase visto ladrones como ellos!
- 332-
6 ^ ¿ £ X Q & C u je re S en la h isto ria de B olivia - Imágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
¿ Q u é e s la m u je r ?
A . D ie z d e M e d in a , S u c r e , 1 8 9 3 *
“Qué es la mujer?”
“Si hay algo indefinible en este mundo,
es la bella mitad de nuestro ser
Quieres verla por fuera? ... Es seductora
Tiene todas las gracias del edén”
“Vista por dentro, la mujer es antro
Donde viven confusas dudas y fe,
Donde anidan virtudes que edifican
Y se mezclan el llanto y el placer.
Es ideal, es sublime, amante santa
Cuando se llama madre la mujer,”
“Cuando es pura es encanto de la vida
Del hogar el consuelo y el placer”
“Junta después la bondad del ángel,
La astucia tentadora de Luzbel
Haz en que se reúnen las pasiones todas
Odio, amor, frenesí frialdad, desdén,”
“¡Ese es el corazón de la mujer!”
- 333-
Beatriz Rossells
• “C e lic h á ”
D a n i e l C a m p o s, 1 8 9 6 *
La Mañana
De la aurora ya clarea
en el bosque el azul rayo,
y del hondo Pilcomayo
en las olas centellea.
Celichá, virgen querida,
de la selva misteriosa,
se está bañando gozosa
en el río sumergida.
Airosa, cual la gaviota
o ligera, como el dardo,
huye de un flotante cardo,
o persigue al pez que nota.
Rompe la ola con presteza,
o zambulle y desparece,
y a la distancia aparece,
sacudiendo la cabeza,
Como cristalino lecho
el río muestra en sus ondas,
ya sus espaldas redondas,
o ya su mórbido pecho...
Y cuando su imagen bella
se refleja, diligente
mueve el agua transparente,
para borrar toda huella.
En las auras matinales,
selvas y playas que mira,
plenitud de vida aspira,
su tierno pecho a raudales.
Y ese grito de locura
que arroja al nadar violenta,
es la embriaguez que se ostenta,
en la exposión de ventura.
A lo lejos ella nota,
con la mirada que brilla,
que en un tronco de la orilla
se ha posado una gaviota.
* En: Sur. Revista de Historia y Arte. N°2. Potosí, 1955
D a n ie l C a m p o s Potosi (1829-1902) abogado, periodista, poeta, fundó La Revista de Potosí y La Crónica, munícipe,
fue exiliado político, Vocal de la Corte de Justicia y diputado. No dejó de lado las actividades culturales, organizó
la “Sociedad Literaria y Científica en Potosí”. Explorador del Chaco, dejó varios libros.
- 334-
eé£as QMajeres en la historia de Bolivia - Imágenes y realidades del siglo XIX
Y en el acto sumergida,
rápida, como una flecha
se desliza, allí derecha,
viéndola desprevenida.
Con penetrante mirada
ver a la gaviota acierta,
y dando un grito de alerta
fírme aguarda la emboscada.
Al tomarla, al aire avanza
dando voces destempladas,
que parecen carcajadas
que a la cazadora lanza.
Cuando se alza juguetona,
ya el ave sobre ella gira;
se le acerca, se retira,
y ella le grita: ah, bribona!
¿Conoces a la doncella
Que yo adoro, por fortuna?
pues a la virgen más bella
La eclipsa, como la luna
A la temblorosa estrella.
Fue dorado pez del río;
Fue de estos bosques un ave;
Fue, para el corazón mío,
Su acento, canción suave,
Y sus lágrimas, rocío.
¿Conoces a la hechicera,
que ha cautivado mi gusto?
Toda virgen compañera
Es a su lado un arbusto
Ante gallarda palmera.
¿Conoces a la hechicera?
- 335-
B ea triz R ossells
¿Conoces a la amazona,
que a las plantas de su amigo,
dulces cantares entona,
y al frente del enemigo
es una soberbia leona?
¿Conoces esta amazona?
La viudedad
¡Infeliz Celichá! ¡Ah, quien creyera
Pálida, moribunda...en el dolor;
en el suelo la blonda cabellera,
y concentrada su existencia entera
de su febril pupila en el fulgor.
Como herida de un rayo fulgurante
Quedó el primer momento muda y yerta;
Fijos sus ojos, lívido el semblante,
Cual mirando el vacío; en ese instante,
Los ojos parecían de una muerta.
Celichá.
- 336-
é^a s OMujeres en la historia de Bolivla - Imágenes y realidades del siglo XIX
• La Patria y la Mujer
M o d e s to O m iste , P o to sí, 1 8 9 7 *
- 337-
B ea triz R ossells
• C a n c io n e s , tr is te s y b a ile c ito s a n ó n im o s
p a r a la a m a d a y la m a lp a g a d o r a *
Silbame silbadorita,
Sílbame de la lomita,
Que esperándote está
Tu tierna palomita.
En el mar de tu pelo
Navega un peine
Y entre las ondas que hace
Mi amor se duerme
En la calle Loaiza
Un practicante
Se ha robado una monja
Bella y cantante.
- 338-
O K (u je re S en la hls,ona de Bolivla - Imágenes y realidades del siglo XIX
Bailecitos de la tierra
Si supieras mi quebranto
Si supieras mi aflicción
Cada gota de mi llanto
!Ay! te quemará el corazón.
- 339 -
B ea triz Rossells
• Queruqueru*
- 340-
Q Á ^ U /ffl& S en la h isto ria de B olivia ■ Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo XIX
El Jardinero.
Beatriz Rossells
• R a m ille te *
Pensamientos.
X.K.W.
A n a to m ía f e m e n i n a
Hérium.
- 342-
ír ^ ¿ £ f O M u je re S en la historla de Bollvla - Imágenes y realidades del siglo XIX
• S o r E s te m a tin a (tr a d ic ió n )*
I
Ojalá sea esta la última aventura que relate con referencia a ciertos amoríos de
una esposa de Cristo, que sin temer a nadie metióse en líos pecaminosos con un mortal
cualquiera de este mundo.
Empero, como la monjita perteneció a la caritativa corporación de las madreci-
tas de Santa Ana, diré mientras el genio se disponga a seguir el curso de la relación
misma, de cómo se instituyó en La Paz la indicada hermandad.
Las madrecitas vinieron a esta ciudad, destinadas a dos servicios: primero al de
los hospitales, en 1877 con la influencia del Obispo Clavijo y la intervención del R.P.
récoleto Fy Vicente Roqui.
Por resolución municipal de 17 de mayo del 78 se les entregó la administración
de los hospitales, tanto de hombres cuanto de mujeres (Landaeta y Loayza).
Las primeras monjas de Santa Ana que llegaron a esta ciudad, por la carretera
de Chililaya, fueron Ana Josefa Troni (que seguramente no fue pariente del célebre
torero), Gumegunda Conttia, Amadios Gregori, Livia Tarallini, Perpetua Torielli, Anun
ciación Chiolo, Domitila Solenghi, Felicidad Contti, Ecolástica Barrelliani, Modesta
Molestti, Gaudiosa Gandorani, Zoila Levy, Clelia Semeria, Buenaventura Torrielli,
Lucía Taraballi y Damiana Giovenatti.
II
Para lo segundo que sirvieron las “Anas”, fue para fundar un establecimento de
instrucción, como que en efecto se logró, en 1879, bajo la dirección de las reverendas
madres Sor Ana Escolástica Barrelliani y Sor Modesta Molestti. Después, siendo Can
celario el Doctor Agustín Aspiazu, en 1892 se ensanchó el establecimiento de instruc
ción, bajo el superiorato de Sor Ana Virginia Laggi (queda sobrentendido que todas
las monjas llevaron siempre nombre de Ana, en recuerdo de la fundadora de la Institu
ción, Sor Ana Cattomo).
Sirvió de base para el Colegio de las Anas, la escuela sostenida en esta ciudad
por la señorita Clara Tellería, que más tarde se hizo monja profesa de la Orden con el
nombre de Sor Ana Clara Rosa.
Con los antecedentes apuntados quedaba definitivamente fundada y cimentada
la obra de las Anas en La Paz, gracias a las peregrinaciones que en Francia, España e
Italia hicieran los R.R. P.P. Roqui y Vallés, munidos de una recomendatoria de nuestro
Municipio para Su Eminencia el Exmo. Cardenal Bemardi.
Ahora, voy luego con ganas al abismo o corazón del percance de Sor Estematina,
llamada también Sor Ana Angelina Falletti.
III
Entre los muchos enfermos que las madrecitas tenían para pasarse las horas sin
*En: Ismael Sotomayor.Añejerías Paceñas, Tradiciones, Historia, Anécdotas. La Paz, 1987, págs. 321-323.
- 343-
B eatriz R ossells
- 344-
(^Á /C lJ & V ó S en la hls,oria de Bolivia - Imágenes y realidades del siglo XIX
V
Transcurridos muchos años, se supo que Zapatín a consecuencia de una caída
brusca primero, de una mala curación después, había perdido las extremidades inferio
res, quedando baldado para el resto de su vida. ¿Castigo de Dios!, dijeron las señoras
beatas y los hombres irresponsablemente crédulos.
Después nadie supo de la suerte final de la ex - monja de las anas Sor Estematina
Angélica Falletti. El destino había velado las perspectivas de un porvenir feliz al que
la pareja no debía llegar por haber procedido contra la Ley del Cielo y de la Tierra.
Aún conozco otro caso simil (por tratarse de otra monja también Ana) del que
se deduce haber sido robada por una señora de posibilidades económicas y de influen
cia de esta y en esta misma ciudad de La Paz, sierva de Sor Gattomo a quien se la
conoció por “la Coco”.
No viniendo al caso de este “cuento” sus pormenores me abstengo de dejarlos
escritos, cediendo la tarea a quien mejor que yo pueda llevarla a cabo.
- 345-
Beatriz Rossells
• A l m a s en p e n a (tr a d ic ió n ) *
I
No embalde se ha dicho que las almas con ser almas, jamás descansan en el
definitivo sitio en que son colocadas por la mano divina de la Misericordia. Son las
pobrecitas demasiado aficionadas a hacer sus viajes de paseo desde el mundo opuesto
hacia estas regiones, como los turistas que siempre están en busca de ver algo bueno y
algo nuevo.
Así como su presencia se hace terrorífica y hasta peligrosa para con gente que
no tiene la más mínima costumbre de pasar momentos agradables, solía acontecer que
en años que por resultar añejos, caritativos y confidentes hermanos tuvieron. Para lo
primero menester era ser idiota y para lo otro se requería tener dicha de proverbial
virtuosidad, de lo contrario inútil era esperar que ni siquiera un murciélago se le hubie
se a usted puesto a sus órdenes.
Filosofar así, tan abstracto sobre las benditas ánimas negocio es de chiflarse en
definitiva. Doctores la Iglesia tiene quienes a ella sabrán defender. Usted, lector, vista
al libro y yo pluma al papel.
Por los tiempos en que natural cosa fue partir de un pan con las almas, es decir,
como quien revisa el año de 1860, persona hubo que vivió, conferenció y en muchos
aspectos de la Orilla opuesta convino con multitud de ánimas en pena, con precaria
residencia en el Purgatorio.
II
Ella era una verdadera matrona, respetable por su manera de ser hasta cierto
punto, venerable dama, porque sus múltiples cualidades de virtud intachable, hicieron
que así fuese considerada. Descendiente de la flor y nata de la sociedad de La Paz, no
escatimó ni a los suyos ni a los amigos las exquisiteces de su rango y fina delicadeza en
el don de gentes.
Pasadas las horas de la faena cuotidiana, venía, naturalmente, el descanso. Pre
dilectos instantes se le avecinaban a diario en esta parte del día a la noble señora.
Insigne catadora de ánimas en penuria.
Como toda gente de bien consideraba un deber ineludible dar gracias a la Pro
videncia por haberla hecho pasar un día más de su vida sin tener que lamentar contra
riedad alguna y dentro el corazón, se decía: Bendito sea Dios que me ha concedido
salud para alabarle y gracia para favorecer a las almas del Purgatorio, amén.
Y principiaba a rezar y a concluir, una a una, todas sus devociones con una
prolijidad y una memoria admirables; pasado el tiempo, eran las once de la noche
dadas en el Loreto. Esa hora y en esa época, no era como para estarse bromeando con
las cosas del mas allá.
* Ismael Sotomayor
Añejerías paceñas. Tradiciones, historia, anécdotas.
Librería Editorial “Juventud”, La Paz, 1987, pgs. 292-294
- 346-
< S ^U íJ C 'y \/iU j6 1 '6 S en la hlstorla de Solivia ■Imágenes y realidades del siglo XIX
- 347 -
B eatriz R ossells
No podía ser manera otra, puesto que las dotes de pulcritud, sencillez, religiosi
dad, humildad y todas las virtudes juntas corrieron por las venas de la dama aquella
que manejo a las almas en pena como cuando uno maneja barajas para «abrir» solita
rios.
La ciudad nuestra de hoy, es diferente. Han inmigrado miles de sarracenos
trayéndonos la discordia en la fraternidad de costumbres y de credos. De afuera vienen
en ejércitos para querer salvar de la ignorancia y del pecado, pero nada hacen; por el
contrario, se atiza azufre, se alimenta la cizaña y se inflan las moclonas...
Querer que con estas bailas vuelvan, como en tiempos de antaño, a visitamos
las almas benditas del Purgatorio, me lo veo muy difícil, porque hoy prima el interés,
corrompe el oro, seduce la mujer. Todo el mundanal mido es un formidable imán que
al hombre pone en el peor de los casos: ¡la Miseria, el Vicio, la Envidia! ...Amen.
- 348-
5. LA VISION DE VIAJEROS
é^ias CMujeres en la h istoria de B o liv ia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
• M u je r e s d e B o liv ia
Alcides D’Orbigny*
Cochabamba.-
E1 domingo siguiente a mi llegada, recorrí parte de la ciudad, acompañado del
doctor Barrionuevo, culto médico, recibido en Francia, y que quiso servirme de cicerone.
Me impresionó ante todo el raro vestido de las mujeres, de acuerdo a las diferentes
clases de la sociedad. Las mujeres ricas, con nuestras modas francesas más o menos
atrasadas, llevan los cabellos cayendo sobre los hombros y dividido en una serie de
trencitas cuyo conjunto es bastante agradable; nada llevan, por lo demás, en la cabeza;
pero usan, por lo general, un rebozo español o los hermosos chales de seda de nuestras
fábricas de Lyon. Las mujeres de los artesanos mestizos tienen también los cabellos
definidos de la misma manera y la cabeza cubierta de un sombrero de hombre, blanco
o negro lo que es poco gracioso y choca a los extranjeros. El resto del vestido es de
mejor gusto. Sobre un corsé de lana llevan un rebozo o echarpe de lana de vivos colo
res, rojo, rosa, verde, amarillo, siendo más preferidos los tintes más brillantes. Esas
polleras son tableadas para aumentar el espesor, y bordadas con cintas, cuyo color
contrasta con el resto. Cuanto más rica es la persona, mayor es el número de sus polle
ras. Así sucede por lo general que parece, por ostentación, tan ancha como alta y rodar
antes que caminar. No debe buscarse en las mujeres la menor gracia en el modo de
andar, ni ninguno de esos rasgos tan destacados de las españolas. La moda bajo su
tiránico imperio ha velado en ese lugar por completo a la naturaleza, disfrazando todas
las formas bajo ajuar tan incómodo como feo. Los vestidos de las indias y de las mes
tizas más pobres son algo distintos. Los cabellos se llevan igual, el corsé y el rebozo
sólo tienen un color más sombrío; las polleras, mucho menos numerosas y de telas
negras, llevan pliegues más grandes. La cabeza está cubierta de una montera, especie
de sombrero de género con grandes alas, con la punta levantada adelante y atrás, termi
nando en punta arriba, alto, cuyo conjunto recuerda involuntariamente el sombrero de
Polichinela. Esas monteras me parecieron tan extraordinarias que creí al principio que
se trataba de un disfraz burlesco. A veces esas mujeres usan monteras de hombre,
especie de casco redondo, con piezas de cuero de variados colores, pequeñas alas,
provisto, atrás, de una ancha correa que cae sobre las espaldas, y cuya forma no es
menos extravagante.
La lluvia, que me tomó el camino, cayó a torrentes, cuatro días seguidos. Me vi
obligado a permanecer en la casa de uno de los curas, donde el corregidor me alojó.
Apenas llegué, comencé a gozar de la hospitalidad de los habitantes. Cada uno de mis
vecinos me envió su ofrenda y sus cumplimientos por medio de sus criados: era un
paquete de cigarros atados con cintas de colores, una taza de chocolate, un plato de
confituras, hasta sopa; y, en un instante, confundido por tantas amabilidades me halle
aprovisionado para más de un día. Esa recepción a un extranjero desconocido de ellos,
* Viaje A la América Meridional. Editorial Futuro, Buenos Aires, 1945, T. III, pgs. 1047-1048.
-3 5 1 -
B eatriz R ossells
me probó que todo lo que me habían dicho de Santa Cruz de sus habitantes, no era
exagerado, y me hizo presagiar una estadía agradable en esa ciudad alejada trescientas
leguas de la costa, donde el pequeño número de extranjeros y la escasa comunicación
comercial, conservan todavía la hospitalidad de la edad de oro, esa bonhomía que
desaparece rápidamente, por el abuso de los viajeros, tan pronto como éstos abundan.
Durante los días siguientes, visité a mis vecinos y vecinas, y les agradecí su
bondadosa acogida. Uno de los curas, hombre amable y jovial,’me invitó a acompañar
los a casa de una dama que daba una fiesta. Acepté con tanto más placer cuanto que allí
no constituía una indiscreción presentarse así, y que, para no ser del todo novicio al
llegar a Santa Cruz, deseaba ponerme al corriente de las costumbres, que me parecie
ron completamente distintas de las de las otras provincias. En la fiesta de una de las
mujeres de la sociedad, sus amigas envían cada una su pequeño regalo en prueba de
amistad. Encontramos una mesa cubierta de esos regalos: paquetes de cigarrillos de
paja de maíz, artísticamente confeccionados, adornados de flores y cintas, bombones
de diversas especies vinos y licores. La habilitación estaba llena de hombres y muje
res. La señora de la casa, apenas llegué, tomó un cigarro, se lo puso en la boca para
encenderlo y me lo ofreció. No había aún terminado el primer, cuando me ofrecieron
otro, y así todo el tiempo. Luego una señorita se acercó a mi con un vasito de licor en
la mano y llevándolo a los labios, me dijo: Tomo con Ud. Señor. Le agradecí su cum
plido, pero me advirtieron que no bastaba el agradecimiento, y que debía devolverle su
amabilidad, lo hice de inmediato. Sin embargo, cometí una falta. Debía necesariamen
te al beber a mi vez, convidar a una mujer; y para castigarme, me obligaron a comenzar
de nuevo. Se concibe fácilmente que mi condición de extranjero me puso de moda.
Cada dama se creyó obligada a invitarme a beber; no podía negarme y de esa manera
me hallé pronto, como los otros invitados, animado de una viva alegría, que gustó
mucho. El tañido de una guitarra hizo pensar pronto en otra diversión. Se cantó una
mariquita. Todos bailaron, hasta el cura. No pude tampoco dejar de hacerlo. De lo más
torpe, por la manera de agitar el pañuelo durante el baile, hice reír a mis expensas, y
para vengarme, pedí un vals, que me era más familiar. A las dos se sirvió el comer;
cada uno se colocó en el extremo de un tenedor; pasó de mano en mano, hasta mí, que
debía aceptarlo; me llegaron así trozos elegidos de todos lados. Me fue absolutamente
necesario, para devolver su atención, reenviar un bocado a cada uno de los convidados.
Durante la comida, los tenedores no cesaron de pasar de mano en mano y de boca en
boca, lo que me pareció más original que agradable; sin embargo resuelto por principio
a seguir las costumbres de cada país, me plegué de la mejor manera que me fue posible
a ese uso tan distinto de los nuestros. Se bebió mucho, comiendo siempre e invitándose
mutuamente; luego se volvió a bailar hasta la noche*.
Santa Cruz*. *
El 17 de noviembre, el tiempo menos malo me permitió finalmente ponerme en
camino. La llanura está primero entrecortada de bosquecillos y praderas, rodeada al
* Ibid. pgs. 1078-1079.
** Ibid pgs. 1089-1090.
- 352-
Q Á ^ U J C ÍC S en la h isto ria de B o livia ■ Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
norte por las florestas de las orillas del Piraí, cuyo curso seguí. Penetré en la Pampa (la
llanura), desde donde vi en un colinita boscosa, algunas casas dependientes de la ciu
dad. Pasé el arroyo de Parí, e hice finalmente mi entrada en Santa Cruz de la Sierrra, la
capital del departamento del mismo nombre. Atravesé muchas calles, donde vi a todas
las mujeres salir a las puertas para contemplarme. Unas gritaban: es un Colla ; otras,
más jóvenes, decían: Yo fui la primera en verlo , será mi camarada, mi visita .
Llegué así a casa de un anciano español, a quien estaba recomendado, y donde
fui perfectamente recibido. Se me festejó en todas las formas y pude finalmente acos
tarme bajo techo en una cama.
Al día siguiente fui a ver al prefecto, ex - militar, muy buen hombre; y al cura
Salvatierra, a quien no se puede ver sin amar. Su bello rostro abierto me predispuso
desde el momento a su favor; después su amabilidad, sus modales llenos de bondad
produjeron en mí un efecto realmente magnético, que no disminuyó durante mi bastan
te larga estadía en Santa Cruz. Tuvo la bondad de conseguirme como alojamiento la
más hermosa casa de la ciudad, el antiguo obispado, cuyo alquiler no me costó sin
embargo más de diez pesos (cincuenta francos) por mes. Me instalé sin demora, impa
ciente por comenzar mis tareas. Apenas me ubiqué en mi nueva morada, cuando recibí
las visitas de mis vecinos y los recados de mis vecinas, que, para testimoniar el placer
que experimentaban de tenerme cerca de ellas ponían sus casas a mi disposición en
viándome con sus criados bonitos paquetes de cigarros adornados de flores y atados
con cintas, o confituras de toda especie en platos de plata. Algunos días después de mi
llegada era conocido de todo el mundo y había visitado a mis vecinos y vecinas. En
todas partes fui recibido por las mujeres con tanta amabilidad como franqueza, con
tanta alegría y placer, que entreveía la permanencia más agradable en la ciudad, donde
debía pasar la estación de las lluvias. Durante mis visitas, apenas me sentaba en el
estrado de los salones cuando por orden de sus madres las señoritas, lo mismo que en
Corrientes, encendían mi cigarro, lo fumaban un poco, lo sacaban de la boca para
ofrecérmelo y me presentaban otro, una vez que el primero se apagaba. Por lo general
me ofrecían también un mazapán y una copa de vino, de licor, de chicha no fermentada
de maíz o de guarapo . Todas trataban de enseñorearse exclusivamente en mí o por lo
menor de poder decir que tenía preferencia por ellas.
Pocos días después, el prefecto me ofreció un baile y debí acompañar a muchas
de mis vecinas; me dirigí a las ocho. Numerosas mujeres se habían reunido en el salón
'■ Ese apelativo C olla que los habitantes de Santa Cruz dan a todas las personas que vienen de las montañas no es
un insulto. Se debe a antiguos recuerdos. Se llamaba, antes de la Conquista, Collao, a toda la región de los
Andes a! sur del Cuzco. (Garcilazo, Comentarios de los Incas, lib VII, cap. I. p. 220). Los primeros habitantes
de Santa Cruz daban el nombre de c o lla a todos los montañeses, equivalente a la palabra s erra n o empleada por
los habitantes de la costa (costeños) para designar a los peruanos de las montañas.
- Es también un término amistoso. Las cruceñas (mujeres de Santa Cruz), de lo más amigas de la sociedad,
consideran entre sí como un derecho a recibir a los extranjeros haber sido las primeras en verlos, y se compor
tan con ellos de la manera más amable.
Término de afecto local. Las mujeres dicen c a m a ra d a , a las personas que reciben en su casa como amigos; lo
mismo sucede con la palabra visitas, aplicad a quienes las visitan, sin que se le asignen otros pensamientos.
4 Licor de miel fermentada.
- 353-
B eatriz R ossells
La inferioridad del número de hombres en la ciudad se debe, por lo general, a la necesidad en que se hallan
muchos jóvenes de dedicarse a las tareas del campo. Pierden en la soledad los hábitos mundanos y no aparecen
más en sociedad. Otros van a seguir cursos en la Universidad de Derecho de Chuquisaca.
* Ibid. pgs. 1108-1109
- 354-
C C K Ú ljó W S en la h istoria de B o llvla - Imágenes y realidades d el sig lo X IX
Santa Cruz*
Los hombres se muestran amables y de buenas maneras, acostumbrados a satis
facer todo el tiempo obligaciones sociales. Su estatura es superior a la medida corrien
te y sus rasgos muy agradables; observan la moda francesa, algo modificada por la
temperatura local. Ocupan todos los empleos y en el campo se dedican a grandes ex
plotaciones agrícolas o cría de ganado. Las mujeres de esta clase son bonitas por lo
general, de hermosa talla, llenas de gracia, amigas de los bailes y diversiones sobre
todas las cosas. Gentiles en la vida social y muy espirituales por naturaleza, tienen la
réplica pronta de las meridionales y una conversación tanto más vivaz por sentirse
libres de las severas conveniencias que encadenan a nuestras damas europeas. Dicen
todo lo que piensan con el candor más original. Sus vestidos son los de Francia, aun
que las modas llegan a Santa Cruz con unos años de retraso; así es que nadie adoptó
aún el sombrero. En la actualidad, mientras la gente joven concurre a la iglesia vestida
de fiesta, las mujeres de treinta a cuarenta años lo hacen con un atavío especial. Cuan
do no van vestidas de negro, se tocan con una mantilla de encaje negro y llevan pollera
del mismo color cuyo ruedo bordean anchas cintas de colores chillones. Antes de la
revolución libertadora el vestuario femenino era notable por su elegancia y riqueza. El
traje llamada de naguas ya no se usa actualmente, pero las mujeres de edad lo conver
san como recuerdo; obtuve uno completo y lo reproduje en mi atlas. Se componía de
una pollera llamada naguas hecha de tela calada en bandas que alternaban con borda
dos de lana de color muy vivo; el ruedo terminaba en anchas puntillas en las mangas y
cuello, con aplicaciones de terciopelo carmesí bordado de oro, en el pecho y atrás.
Además, las mujeres usaban enormes cruces de oro, y dejaban caer su cabellera en dos
trenzas entrelazadas con cintas de color. El conjunto resultaba muy agradable y por mi
parte lamenté que se lo abandonara por nuestras modas europeas que invaden todo el
mundo, llamadas a desplazar los trajes nacionales de los pueblos.
Santa Ana**
En Santa Ana los indios son más civilizados que en las otras partes de la provin
cia; sus modales son muy amables y el trato muy agradable. Los hombres muestran
buen humor y las mujeres supersticiones. Tuve al respecto varias conversaciones con
el cura, y los indios principales, llegó a obtener las informaciones siguientes: Cuando
una mujer está en cinta, su marido se abstiene de matar una víbora por miedo de dañar
la salud de su hijo.
Un hombre no debe hacer nada durante los primero días siguientes al parto de
su mujer, para que ella no se canse ni enferme.
Una mujer con embarazo de cuatro meses interrumpe sus relaciones con el
marido y no las reanuda hasta que haya cesado de amamantar a su hijo; vale decir, dos
o tres años después. Se concibe la razón de esta medida, fundada sagazmente en el que
las mujeres sólo cuentan consigo mismas para la crianza de sus hijos; pero la costum
bre causa muchas perturbaciones en los hogares y mucha tolerancia entre los cónyu-
* Ibid. pgs. 1130-1131
** Ibid. pgs. 1161-1162
- 355-
B ea triz R ossells
ges, sin que se le atribuya importancia ni su fe religiosa sufra la menor alteración. Las
mujeres tienen pocos escrúpulos por cometer una falta, seguras de alcanzar el perdón
mediante la confesión.
Los celos son muy comunes entre las mujeres y muy raros entre los hombres,
de donde resulta una gran indiferencia de parte de ellos, que por un regalo, dejan sin
esfuerzo a su compañera. La mayor parte de los indios llega a preferir dos cosas a todo:
su perro y el chico que su mujer haya tenido con blanco. Cuando salen al campo hacen
caminar a todos los hijos, en tanto que lleva en brazos al perro y sobre los hombros al
hijo mestizo de su mujer. Parecería que los honra saber que mejora el color de la fami
lia. Es fácil suponer la mala influencia que semejantes sentimientos pueden ejercer
sobre la conducta de las mujeres, sobre todo dada la indiferencia normal de los hom
bres. Bajo la autoridad de los jesuitas parece que las costumbres eran muy severas,
pero los jefes actuales dan ejemplo de inconducta, los indios no tardan en imitarlos y la
corrupción más completa reina en la provincia.
Misión de Santiago*
A mi llegada a la misión, me había impresionado el aire satisfecho y la buena
cara de los indígenas. Sin lugar a duda, los guarañocas son los más alegres de la pro
vincia. Han creado casi todas las danzas nacionales. De esto me convencí en los bailes
que se realizaron todos los días, desde nuestro arribo. Estas danzas, imitativas casi
todas, se acompañan con una música viva aunque poco variada, durante cuya ejecu
ción los indios forman figuras distintas. Entre dichas danzas, algunas me impresiona
ron por su originalidad. En una de ellas, un viejo guarañoca, munido de una calabaza
llena de maíz, se ubicó en medio de las mujeres, cantando y bailando de manera singu
lar, que las mujeres repetían. Ya avanzaban en filas saltando con los cuerpos inclinados
hacia un lado, como se volvían de pronto y se inclinaban del lado opuesto como si
hubieran sembrado o labrado. Otras veces se trataba de figuras demasiado expresivas;
otras, se quejaban en sus cantos de que las hormigas las devoraban y entonces bailando
parecían rascarse. A menudo, en el calor de su baile, parecían olvidar el sitio en que se
hallaban tomando las cosas muy al natural, y buscando con excesivo cuidado el insecto
importuno, se levantaban el tipoi, descubriendo buena parte del cuerpo. Esta danza,
acompañada de cantos, gritos y silbidos agudo, me evocaba por su salvajismo el esta
do primitivo de la nación.
Otra danza mímica es la que representa la cosecha del Pavi, gran coloquinto de
fruto comestible, como nuestras calabazas europeas, que crece en los bosques, trepan
do a las ramas y produciendo en otoño frutos que por todas partes aparecen colgados
de los árboles. En esta danza las mujeres, gritando pavi, pavi, alzan los brazos al aire,
como para así el fruto y saltando para alcanzarlo adoptan toda clase de posturas. Pron
to, cantando y bailando, se apoderan de alguien del público, lo alzan y en un momento
queda suspendido por sus manos levantadas; extendido así, lo pasean dando la vuelta
a la sala, lo sacuden a más y mejor y le hacen cosquillas para que se mueva más. Como
* Ibid. pgs. 1191-1192
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é¿as oMujeres en la h isto ria de B olivla - Im ágenes y realidades del sig lo XIX
energúmenos, nos atraparon a uno tras otro del mismo modo, sin exceptuar al cura, al
gobernador ni a mí, y me llevaron en sus manos con tanta facilidad como si hubiera
sido una pluma. Confieso que hacía falta mi acostumbrada buena voluntad para dejar
me sacudir de semejante manera y soportar que se me llevara acostado en el aire, sobre
las manos de aquellas mujeres que, para honrarme, me mantuvieron más tiempo que a
los demás y me atormentaron haciéndome cosquillas.
Mientras las mujeres bailaban en la casa del gobernador, los hombres, congre
gados en la plaza y todo munidos de flautas, pan ejecutaban en diferentes tonos, melo
días salvajes que no carecían de originalidad.
Resulta enojoso tener que decir que entre los guarañocas, alegres hasta la locu
ra alcanza su colmo de la corrupción de las costumbres. No sucedía esto, según parece
en tiempos de los jesuítas; pero, como después de su expulsión y durante el transcurso
de las guerras de la independencia, Santiago fue sede de una guarnición, lps soldados
le introdujeron costumbres disolutas. No conserva el menor rastro del pudor y el cinis
mo se ha llevado hasta el último extremo.
Santo Corazón*
Si me había impresionado la disolución de costumbres en Santiago, con tempe
ratura mucho más alta Santo Corazón me ofrecía ejemplos todavía mucho más sor
prendentes. Las pasiones y por ende el libertinaje, alcanzan el colmo entre las mujeres
que trocaron con los hombres su papel y en todas partes se las ve hacerles el amor
públicamente. Cada una quiere poseer a su vez a los jóvenes y oí que una india lamen
taba la frialdad de uno de ellos, diciendo: “Qué infeliz soy! ¿Cómo va amarme si no
tengo nada para darle?”.
A diferencia de las indias pertenecientes a otras misiones, las de ésta prefieren
sus compatriotas a los blancos y atribuyen gran importancia a los regalos que reciben
de aquellos. Con mayor agrado reciben, por ejemplo, una tortuga de un indio que el
mejor vestido que les ofrezca un español, pues consideran que para obtener esa tortuga
el indio tuvo que registrar el bosque vecino, mientras que el blanco solo se toma el
trabajo de medir su tela. Sorprende encontrar pasiones tan vivas entre las mujeres,
cuando los hombres son de los más indolentes. Casados en general a los catorce o
quince años, no conocen el amor y su indiferencia llega al extremo. Son muy raros los
hombres celosos, de quienes se burlan los demás. En cuanto un hombre acepte, de
manos de una mujer, un regalo proveniente de su amante, pierde todo derecho sobre
ella y ya no puede protestar por la situación; sin embargo (cosa notable, en medio de
semejante corrupción), no existen matrimonios más avenidos. De ambas partes se ob
serva la máxima libertad, sin que los esposos cesen de compartir el mismo techo y
vivir en armonía. Librados a la merced de hombres sin educación, a partir de la expul
sión de los jesuítas, bajo la autoridad de Jefes carentes de principios y los primeros en
corromperlos, se adivina que rápido habrá sido su descenso a la depravación; pero
resulta difícil expresar de que modo se podría reintegrar esta población extraviada a un
estado de cosas más satisfactorio.
* Ibid. pgs. 1200-1201.
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B eatriz R ossells
Ib id . pg. 1208.
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O K r(llj6 Y 6 S en la h's to ria de S olivia - Im ágenes y realidades del s ig lo XIX
• L a p o b la c ió n f e m e n i n a d e la s tr ib u s d e G ra n C h a c o
Campos, 1888*
Las mujeres de los tobas y matacos son altas corpulentas, de facciones des
agradables, que las tornan repelentes con su costumbres de tatuarse. Ella consiste en
marcarse indeleblemente por la dolorosa introducción entre la epidermis y piel de tin
tes azules ó rojizos en los brazos, carrillos, frentes, circuios o semicírculos concéntricos,
estrellitas, triángulos, puntos, en linea recta, paralelos. En contraposición á los hom
bres no tienen cabellera, pues sus cabellos, ó están cortados al ras, ó los llevan muy
cortos. Sus pechos son grandes y laxos hasta subir en las madres á los hombros y
poder lactar al hijo asegurado en la espalda. Su vestido es menos lijero que el del
hombre, cuando están completamente desnudas y son sorpendidas por el viajero, se
colocan las más jóvenes, unas á espaldas de las otras, colocando adelante á la más
anciana, y formando así una cadena que podíamos llamarla, la cadena del pudor. Ellas,
como lo han dicho todos, son los yunques de la casa. Son las esclavas y no las compa
ñeras del hombre. La poligamia solo es admitida para los jefes. Solo las viejas se
permiten beber fermentos alcoholizados del chañar ó del algarrobo. Dominan al hom
bre, pero cuando éste se cansa de sus impertinentes celos, su genial humor, ó su perso
na, la victima de un golpe de lanza ó macana.
La mujer chiriguana tiene facciones agradables y es propensa á la coquetería.
Hay algunas de un color sonrosado y epidermis fina. Frente combada, cabello lustro
so, ojos grandes algo encapotados, de mirada intencionalmente apagada en presencia
de estraños, boca un tanto abultada en que brilla engarzada en frescas encías, una
soberbia hilera de menudos dientes, nariz gruesa, pero no achatada. Su estatura es más
baja que de las anteriores. Sus formas se redondean con el buen trato moral y alimen
ticio y están cubiertas con el casto y primitivo tipoi.
Cuando éstas no pertenecen á una misión y son las esposas ó hermanas de in
dios, precariamente libres, se adornan con profusión de collares la gargantas, las mu
ñecas y aun los redondos brazos.
Son tanto ó más laboriosas que el marido ó hermanos.
He afirmado y á mi juicio, son tres los grupos típicos de estos salvajes de
innumerables denominaciones al presente. Cuando se hagan estudios antropológicos
más detenidos, al respecto, se confirmará talvez de esta aserción. Qué son en efecto ,
los tapietis, los orejones los churupíes, los gualambas, sino los mismos tobas, con las
modificaciones consiguientes al terreno que ocupan, su clima, sus alimentos y vicisitu
des esperimentadas? Mirad al mataguayo, al guaicurú , poreromo, gotonoso, etc. y
hallaréis al mataco, grueso, fornido de mediana estatura, frente echada para atrás, ojos
sesgados, fisonomía que trae á la memoria la inmensa raza del Japón.
“"Daniel Campos
De Tarija a Asunción. Expedición boliviana de 1883.
Imprenta, Litografía y Encuadernación de Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1888, pgs. 254-261.
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B eatriz R ossells
El suave güisnay, tan extenso en el día y que ocupa diferentes porciones del
Chaco; el pálido é industrioso payaguá que toca á su término en la orilla boliviana del
río Paraguay, el chorotí casi blanco, benévolo y activo, son ramas desprendidas del
chir¿guano.
Mucho se ha escrito de sus usos, costumbres, ideas religiosas, é industria, con
más ó menos verdad por unos y por otros. Siendo tan rápido nuestro paso por el
Chaco, porque nuestra expedición no filé de estudio sino de exploración, debo consig
nar aqui lo poco visto y adquirido al respecto.
No es cierto que los salvajes carezcan de toda idea relativa un Dios creador de
Universo. Con más o menos grandeza conciben ésto, ya como idea, ya como senti
miento. Confirmarse esta aserción con el nombre general que entre tobas y otras tribus
se le domina Yogüeé, significa creador de todo lo que existe. En las tribus que tienen
afinidad con los chiriguanos se rinde tributo de adoración á Igualó, al sol. Son, pues,
á no dudarlo reminiscencias de la religión incásica y recuerdan á nuestros quichuas en
muchas de sus artes y costumbres.
Todos creen en la inmortalidad del alma. Sus almas, para ellos, vagan por este
mundo y son propicias ó adversas en todos los trances de la vida.
Hay espíritus del bien y del mal. Cuando les ha asaltado una enfermedad desco
nocida, es el espíritu del mal que se ha apoderado de ellos. Es por esto que no tienen
sistema curativo racional, (si se exceptúa para las indigestiones que se curan con aceite
extraido de palo santo) y que acuden a medios subrenaturales. Todo enfermo está po
seído del espíritu del mal, esta embrujado y no faltan impostores como en ninguna
parte, que efectúan ridiculas curaciones en el paciente, quien soporta las pruebas con
admirable resignación.
¿Aceptar un medicamento estos desgraciados? Ello es imposible, y cuando por
complacencia lo reciben es para arrojarlo así que están solos.
Payack es el espíritu que preside a la guerra. Los combatientes le invocan como
á Dios protector antes de entrar en batalla. Payack cuida los manes de los que murieron
en los combates, manes que son recordados, con promesa de venganza, por los guerre
ros prontos á combatir.
Los matrimonios se efectúan con diferentes ceremonias. Ente los chiriguanos
el novio deposita un haz de leña en la puerta de su pretendida; si ésta, previo acuerdo
de los padres ó ancianos, la usa, está realizado el matrimonio viniendo después las
borracheras consiguientes.
En otras tribus, córtase por el anciano ó jefe un mechón de cabellera de los
desposados, se unen ambas guedejas y están unidos los dueños.
En una tribu de los guayacurús me sorprendió, por lo interesante, la ceremonia
nupcial. Se hizo comprender con más o menos claridad, el intérprete, lo siguiente: el
pretendiente ronda los contornos de la casa que habita la doncella y procura cazar una
ave siendo visto precisamente por ella. Cuando cae el ave, la presenta desplumada
diciendole; asámela y partamos. A nadie se puede negar el fuego, por lo cual no puede
escusarse de asarla. Consulta la doncella con sus padres, y si optan el enlace, es llama-
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las oMujeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo XIX
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B eatriz R ossells
Son señalados los casos de los grandes bailes. Cuando el indio cambia de es
tancia, marchando de un bosque agotado á otro exuberante de producción , cuando
tatúa á los hijos con operaciones á veces dolorosas, ó se les abre, entre los chiriguanos
la cisura para la tembetá, cuando la hija ha llegado al desarrollo de la pubertud y cuan
do se casa.
En todos estos acontecimientos las jóvenes se abstienen de beber, las casadas
beben con la parquedad posible y los hombres llegan á excesos insoportables. Enton
ces se sacan los tofeos guerreros y tienen al frente los restos de los enemigos vencidos.
Uno de los indios más caracterizados, como guardián de la armonía, no bebe absoluta
mente y su misión es contener las riñas y desórdenes de los embriagados.
La misión de Aguairenda*
La marcha al Paraguay me impidió practicar la VISITA de Estado á las misiones.
Siento no haber podido llenar esta primordial comisión que se me confió, porque veo que
ella es absolutamente precisa, si se quiere que el pais reporte las ventajas que tiene dere
cho á esperar de las misiones sostenidas em Tarija. Confío que más tarde el Gobierno, ya
en cumplimiento de su deber, ya para llevar á cabo el artículo primero del Reglamento de
Misiones, mandará allí un Visitador de entereza y probidad que le ponga al corriente de las
necesidades, para el desarrollo progresivo de esas nacientes poblaciones.
De entereza para que haciéndose superior á la exaltada adhesión con la que
generalmente se rodea á los relijiosos franciscanos, sin que ésta excluya los respetos
debidos á la virtud y al carácter, pueda con criterio independiente estudiar la situación,
apreciar las causas, cortar por si mismo los gérmenes del mal, ó someter sus conclusio
nes al Gobierno Nacional.
De probidad para que elevándose á la altura de su misión, la desempeñe sin
espíritu preconcebido, con absoluta justificación, sin intento de hostilidad, pero tam
bién sin complacencias indebidas.
Por mi parte voy a exponer ligeramente las impresiones recibidas en la misión de
Aguairenda en las pocas horas que por dos veces me hallé allí, antes de partir á Teyú.
Vése en la misión de Aguairenda una iglesia sólidamente construida, á cuyo
costado se levanta la casa de los padres conversores, espaciosa y rodeada de una her
mosa huerta en que descuellan frondosos naranjos.
Estos dos edificios ocupan un frente de la extensión cuadrada que representa la
misión.
Contigua á esta casa parroquial y fonnando ángulo está la escuela de mujeres,
separada de aquella por una mediana pared divisoria y común á ambas casas.
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' S en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades del s ig lo XIX
^ y V ilJ C lS
* Ib id . pg. 271.
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B eatriz R ossells
L a s C h ir ig u a n a s , M a ta g u a y a s (M a ta c a s ) y T obas d e l G ra n C h a c o
A r th u r T h o u a r, 1 8 8 7 *
Las Chiriguanas
La misión de Aguairenda, establecida en 1852, se compone de tres pueblos:
Aguairenda, Cuaruniti y Timboití; cuenta con unos setecientos a ochocientos habitan
tes entre chiriguanos cristianos o infieles, dirigidos por dos misioneros y tienen bajo
sus órdenes a un gobernante, seis alcaldes y tres capitanes. Las chozas están
simétricamente construidas. Los indios trabajan y cultivan maíz, las mujeres tejen en
telares, los niños van a la escuela y aprenden fácilmente a leer y a escribir.
La tribu de indios chiriguanos, antes muy numerosa, está reducida ahora a siete
y ocho mil individuos, casi todos civilizados por los misioneros. Se extiende a lo
Los chiriguanos son fuertes y muy musculosos, de talla mediana, su tez es de
color caoba. La frente es ancha, dominada por una espesa cabellera negra, tiesa, enrulada
sobre la cabeza y mantenida con una especie de pañuelo largo muy ancho, general
mente de color rojo al que llaman yapicuana. Los ojos son pequeños, los pómulos
salientes, la nariz ancha y aplastada, la boca grande, la mandíbula inferior algo pronun
ciada. A guisa de ornamento en el labio inferior, introducen en su espesor, una especie
de botón, la tembetá. Tanto hombres como mujeres se pintan a menudo el rostro con
achote, onoto o rocote rocou, polvo mineral de color rojo.
Su vestimenta consiste en un pedazo de tela cualquiera atado en las caderas.
Los días de gala los hombres visten el tiru, camisa larga y ancha de algodón, sin man
gas y las mujeres fijan en sus hombros con la ayuda de largas espinas el tipoi, vestido
tubular.
El carácter de los indios es dulce y dócil; son inteligentes y enemigos renegados
de los tobas.
Sus chozas son limpias, espaciosas, construidas de caña y cubiertas con hojas secas.
La mujer da a luz con gran facilidad. En cuanto da a luz, se le ajusta el vientre
con una cuerda y se la acuesta boca abajo sobre una cama de arena. El padre y los niños
se meten en una hamaca y mantienen un ayuno riguroso. Un poco de mote, maíz hervi
do, es la única alimentación con la que se contentan, el padre durante nueve días, y los
niños durante dos a tres días. No deben tomar chicha, ni asistir a fiestas; todo esto
porque piensan que si lo hicieran, la madre y el niño morirían.
Si el niño nace deforme o aquejado por alguna enfermedad, lo matan o lo entie-
rran vivo. Si la mujer da a luz mellizos o gemelos, guardan a uno y matan al otro, al
menos si la madre no se opone formalmente, lo que es bastante raro.
Si el padre de familia es hábil en cazar y matar jaguares, sus hijos también
guardan la reputación de ser fuertes. Se ejercita a los chicos de baja edad dándoles un
arco hecho de una brizna de paja y una crin de caballo, así adquieren gran destreza para
lanzar flechas. Las niñas se dedican a los cuidados de la casa con la madre; ayudan a
*A tra vés d e l G ran C h a co , 1883-1887
Editorial Los Amigos del Libro. La Paz, 1997, pgs. 85-89.
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(¿ M u je re s en la h isto ria de B ol!via - Im ágenes y realidades del sig lo X IX
moler el maíz al palo, a hacer la chicha, a hilar ponchos, etc. Las ocupaciones del
hombre consisten en ir a la pesca y a la caza, en sembrar y recolectar maíz y llevar la
leña a la casa.
Los chiriguanos son lampiños y además se arrancan la barba. Sin embargo, su
cabellera es abundante, no se la cortan jamás por ningún motivo.
La tembetá es la afirmación de la virilidad y la marca distintiva de la tribu.
Consiste en un ornamento que se ponen en el labio inferior a los seis o siete años,
hecho de una placa de metal o de madera de un centímetro de ancho, sobre puesto en la
parte central con un botón circular sobresaliente, su diámetro varía entre el de una
pieza de un franco y una de cinco. Cuando el niño llega a la edad indicada, los padres
hacen venir al brujo que hace acostar al joven chiriguano de espaldas en el suelo y por
medio de un hilo determina el punto donde debe ser agujereado el labio inferior, des
pués dirigiéndose al niño: “Vamos, dice; ya has jugado suficientemente y es tiempo de
que seas hombre, a partir de ahora tu vas a trabajar, hacer la guerra, vencer a tus enemi
gos, etc. En todo caso no llores, pues no serías digno de tenerla tembetal, y ya no dirás
más como las guaguas: “ ¡Hum! ¡Hum! pero sí Táa, Táa”.
Después de este exordio se le agujerea el labio con una lezna o con un cuerno de
cabra puntiagudo. El niño no dice nada y no hace ningún gesto. Entonces se le introdu
ce una pajita en la herida con el fin de que no se vuelva a cerrar y todos los días se la
mueve hasta que la herida esté bien cicatrizada: con la edad se aumenta las dimensio
nes del tubo.
Esto en cuanto a los muchachos. Cuando la india es núbil, los padres la acues
tan en una hamaca suspendida lo más alto de la choza, y la dejan así tres días y tres
noches sin más alimento que un poco de mote. Nadie debe aproximársele para hablar
le, sólo su madre y su abuela tienen acceso a ella. Cuando tiene que caminar, para lo
absolutamente indispensable, se tiene extravagantes cuidados para evitar que no toque
al boyrusu, una serpiente imaginaria que se la tragaría, o que no pise sobres las
deyecciones de las gallinas o de animales, pues si no le saldrían heridas en la garganta
y en los senos. Al tercer día la bajan de la hamaca y después de haberle cortado los
cabellos la hacen sentar en un rincón de la pieza con la cabeza vuelta hacia la pared. No
debe hablar con nadie y debe abstenerse de pescado y de carne. Este ayuno es muy
riguroso y asi continúa durante todo un año: sin embargo durante los últimos meses,
los padres son menos rígidos. Muchas jovencitas mueren por este régimen bárbaro de
donde salen enflaquecidas y enfermas. Su única ocupación en el rincón de la cabaña es
de hilar y tejer lo tirus y ponchos, a fin de dar a la tribu la prueba de que están en edad
de ser casadas.
Cuando un indio se prenda de una muchacha, llama a uno de sus amigos con el
cual se produce el siguiente diálogo:
“¿Tienes tabaco? -Pregunta el mensajero.
-Sí, responde el enamorado.
-¡En ese caso, dame!
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B eatriz Rossells
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en la h isto ria de B ollvia - Im ágenes y realidades del s ig lo X IX
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B eatriz Rossells
Los mataguayos aunque tímidos y flojos son muy vengativos. Nunca olvidan
una injuria, tarde o temprano se vengan aplicando en forma invariable la pena del
talión. No les gusta golpearse, pero se defienden con energía: su arma es la flecha.
No reconocen ninguna autoridad ni ley. El hijo obedece a sus padres, si quiere;
sin embargo, yo observo que en general no se falta al respeto a los viejos ni a los
enfermos.
Los hombres se dedican exclusivamente a la pesca; muy rara vez van a la caza.
Sus trabajos agrícolas se reducen a sembrar zapallos o sandías. Algunos hacen redeci
llas con fibras de pita (Fourcroya longaeva). Todos los otros trabajos están destinados
a las mujeres.
Cuando una muchacha llega a la edad núbil, la acuestan en un rincón de su
choza, en medio de ramas de árbol, sin que le sea permitido hablar con nadie durante
un tiempo determinado. No tiene que comer carne, ni pescado. Un mataco permanece
delante de la cabaña y toca el mismo instrumento que los tobas, el pinpin, mortero de
madera de soroché o de chañar, con agua hasta la mitad y recubierto con un cuero de
cabra bien tirante.
La autoridad paterna no tiene ninguna influencia en el matrimonio de los hijos
que son libres de contraer cualquier unión cuando les parece. La mujer exige a su
futuro marido que sea buen pescador y el indio que su mujer sea buena caminante.
El matrimonio se realiza secretamente sin ninguna demostración y los jóvenes
casados se retiran solos, durante cinco o seis días, al fondo más oscuro del bosque. Al
término de ese tiempo vuelven a la tribu y viven en la mejor choza que encuentran,
aunque en general la joven esposa prefiere vivir donde sus suegros.
La poligamia es muy rara en los mataguayos. Apenas se encuentran algunos
que tengan dos mujeres a la vez.
El adulterio es un delito poco frecuente. La mujer legítima se venga persiguien
do a su rival por todo lugar donde se encuentre, pegándola e injuriándola en presencia
de todos.
Las Tobas del Gran Chaco*
La tribu de los tobas es una de las más considerables de todas aquellas que
pueblan el Gran Chaco Boreal; es difícil fijarles límites geográficos, pues son nóma
das; se los encuentran por todas partes sobre las dos orillas del Pilcomayo y son aliados
de los Chorotis, Matacos, y Guisnayes, que parecen ser de la misma raza. Son grandes,
de una estatura mayor a la mediana, fuertes robustos y muy musculosos; el color de su
piel es más oscura que la de los chiriguanos; se tatúan el rostro, el pecho y los brazos
con paja quemada de maíz; en el lóbulo de la oreja introducen una rodaja de madera de
bobo (sauce llorón), a menudo bastante gruesa y constituye uno de sus más preciosos
ornamentos: se visten con un poncho de lana gruesa a menudo enrrollado a la cintura.
Son perezosos, inclinados al robo y al pillaje, se dedican exclusivamente a la pesca y la
* Ibid. pgs. 99-102
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en la h istoria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo XIX
caza y no cultivan nada, tienen las manos tan delicadas que al manejar un hacha, lo que
no es costumbre suya, les salen ampollas.
Su choza de forma cónica está hecha de ramas de árboles, la entrada es baja y
estrecha: viven en grupos gobernados por un capitán, no practican la poligamia, no
pueden tener más de una mujer a la vez, pues de lo contrario, las dos mujeres se maltra
tarían hasta la muerte de una de ellas. Tienen un fuerte sentimiento de familia y un gran
respeto por los viejos, cuando nace un niño no hacen ninguna ceremonia como acos
tumbran los chiriguanos, más bien se burlan de sus ayunos frecuentes y prolongados.
Cuando la hija de un capitán llega a la edad de la pubertad, su familia la encie
rra dos o tres días en la choza. Entonces todos los indios de la tribu van a la caza y a la
pesca y se esfuerzan por llevar la mayor cantidad posible de animales y de pescados
que hacen asar cada noche con el fin de conservarlos en el mejor estado para el día de
la fiesta. Llaman a un indio mataco para que toque el pin pin. El mataco se pone al
frente de la choza armado de un bastoncillo con el que golpea el instrumento como en
un tambor y con un movimiento de rápido movimiento contoneo de las caderas pone
en cadencia el channa-channa, cinturón atado a las caderas, en el que se suspenden
pequeños pedazos de madera, granos de fruta, caparazones de tortuga, huesos de ani
males, etc. Comienza a tocar su instrumento desde el primer día, muy temprano y así,
cantando y danzando continúa sin parar, día y noche hasta que termina la fiesta que a
menudo dura quince o veinte días. Le llevan comida y bebida.
El último día de la fiesta se entregan a un festín pantagruélico, seguido de una
borrachera fenomenal que los tumba dos o tres días seguidos embrutecidos y alelados,
su bebida proviene de la fermentación de frutos de la tusca o del chañar, que aplastan
y preparan de la misma manera que la chicha de los chiriguanos.
La joven india, por la que así se ha celebrado su pubertad, tiene la obligación de
casarse a lo largo del año que sigue a la fiesta con uno de los asistentes cuya elección
ha sido reservada a los padres.
El matrimonio en los tobas no está precedido de ningún preludio especial como
en los chiriguanos.
Las mujeres son muy celosas entre ellas, con el más mínimo pretexto se van a
las manos. El toba puede repudiar a su mujer, pero le es imposible tener dos enlaces a
la vez, pues las mujeres se pelean a duelo hasta el desenlace de la muerte. Con el torso
desnudo y un cuero de jaguar sólidamente atado en la cintura. Luchan en medio de la
ranchería, rodeadas de sus partidarios, con las muñecas armadas con huesos muy filos
de pescado y de cabra con los que se arañan el pecho y el cuerpo. Los hombres asisten
impasibles al combate sin intervenir nunca. Todos los días la lucha vuelve a comenzar
hasta que una de las dos sucumbe bajo los golpes de su enemiga o que una logra
arrancarle a la otra el cuero de jaguar que constituye su vestimenta. La despojada se
escapa avergonzada, en medio de los abucheos y gritos de los asistentes, mientras su
adversaria triunfante corta en pedacitos o en tiras el tapa rabo de su enemiga vencida
y los regala a sus partidarios.
* Ibid. pgs. 99-102
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B eatriz R ossells
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C C K C lJ G ÍG S en la h isto ria de BoHvia • Imágenes y realidades d el sig lo X IX
La raza nueva, aquella de los Cholos, bien que ella haya heredado algunas de
las virtudes de sus ancestros blancos y rojos, desgraciadamente poseen casi todos los
vicios y los defectos de sus dos orígenes, fenómeno casi general entre los mestizos. El
cholo, de miembros vigorosos y salud robusta tiene el tinte muy bronceado. Trabaja
dor duro, aunque un poco inclinado a la pereza, es patriota hasta la exageración. En
Bolivia, como en el Perú, el fondo del carácter nacional es una mezcla del orgullo del
hidalgo, mitigada por los principios liberales de un republicanismo moderado. Pero el
Boliviano, mas robusto y mas enérgico que el Peruano, es también un trabajador fácil
y responsable. Toda la aplastante labor de las minas y de las explotaciones agrícolas es
ejecutada por los indígenas y hasta aquí, ni los negros ni los coolies chinos no han
penetrado en el territorio nacional, los indios del país han sido siempre suficientes
para la explotación de las riquezas naturales de la república. Es cierto que esta explota
ción se encuentra aún en el estado primitivo.
Las Bolivianas, de origen español, son a menudo muy bellas, de pequeña talla y
bien torneadas, ellas son ligeras y graciosas, vivas y coquetas. No tienen probable
mente la petulancia del espíritu de las Peruanas, pero su fisionomía un poco grave, sus
costumbres simples y dulces, sus maneras agradables forman un conjunto graciosamente
simpático, que atrae y seduce.
El amable abandono de las Bolivianas, la ausencia de toda gazmoñería no hace
*Bolivia. Sept. années d ’explorations, de voyajes et de sejours dans 1*Amerique Australe. (Bolivia. Siete años de
exploraciones, viajes y esta la América Austral). Challamel Ainé Editor. París, 1886, pgs. 399-400.
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sino aumentar a su encanto natura sin tener ninguna influencia perniciosa en sus cos
tumbres.
Como todas las Bolivianas de raza caucásica, la Pazeña, es seductora con sus
grandes ojos de fuego, su espeso cabello negro, sus pies y manos infantiles, y su gra
cioso garbo.
Las cholas son a veces bonitas y muy frecuentemente muy gentiles, pero yo no
he visto jamás una India pura sangre que tan sólo fuera pasable.
No creo que deba insistir en la toilette de las mujeres de Bolivia; lo que dije
anteriormente, de la vestimenta moderna de las Limeñas, pudiendo también aplicarse a
las mujeres de toda la república Boliviana.
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éía s oMupres en la h isto ria de B olivia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
• La Mujer Boliviana
Alberto Blancas, 1900 *
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o su afecto, porque por más que uno quiera evitarla la encuentra y por más que se
quiera ser indiferente, lo seduce. Hay ojos negros que a pesar de que uno sabe que son
la boca de un abismo, como el abismo atraen.
La boliviana no se viste bien, calza mal, y al extranjero sobre todo llama su
atención la costumbre de verla salir por lo general de manto y con la cabeza descubier
ta. La moda se conoce que poco la preocupa y sólo en los bailes se presenta ataviada.
El alma de la boliviana es de artista; casi todas las damas y niñas tocan el piano,
la guitarra, la cítara, la mandolina o cantan, lo que prueba que un sentimiento delicado
las anima, porque la música es su revelación más concreta.
En el hogar es ejemplar y como toda mujer sudamericana siente el orgullo de
ser madre y el respeto que su posición le da.
Hay sin embargo una observación curiosa que hacer y es la cantidad de viudas
que hay en Bolivia. A este respecto muchas veces me he preguntado: ¿serán tan malos
los hombres que las mujeres los matan? ó ¿serán tan malas las mujeres que los hom
bres prefieren morirse?
Lo cierto es que esta curiosa observación más de una vez me ha hecho reflexio
nar, y si no es por la explicación del doctor Tissot, de París, que dice que las mujeres
viven más que los hombres por lo general, debido a que charlan mucho más que ellos
y eso constituye para ellas un ejercicio que basta para la circulación de la sangre sin
cansar los órganos vitales, declaro que creo que no es en la lengua donde debe buscarse
esa explicación, sino en las condiciones naturales del clima que acorta la vida de los
hombres y prolonga la de las mujeres, al punto que no sería extraño que fuesen las
mismas mujeres las que algún día pidan la modificación del régimen matrimonial y se
autorice al hombre a casarse con dos o tres reconociendo las ventajas de la poligamia.
Esto no es sin embargo más que hipotético, porque en el espíritu religioso de la
boliviana, por ahora levanta protestas, pero como todo cambia y por el momento son
las viejas las que se oponen, quizás más adelante se llegue a ese fin y ese principio
social favorezca la población de Bolivia, porque el día que se sepa que hay un país
rico, de clima espléndido y donde el hombre puede casarse con dos o mas mujeres
simpáticas e inteligentes, el extranjero de seguro vendrá a este paraíso que le brinda
una vida de goces y esperanzas.
Algo que uno no se explica es por qué razón los bolivianos son celosos de sus
mujeres, cuando éstas por su carácter, educación y por el mismo medio reducido en
que viven y hace imposible todo desliz, deben tranquilizarlos, pues creo que serán muy
pocos aquellos maridos a quienes San Pedro haya tenido que recibir vestido de torero.
Un amigo muy espiritual me decía a este respecto y como prevención funda
mental: “Aquí los maridos son como los loros, uno cuida de los otros, y en cualquier
fiesta o paseo verás que así como los loros cuando se alejan de las loras dejan uno para
que las cuide, de los maridos bolivianos, sin que sea necesario convenio previo, queda
uno para observar”.
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é^as C'Mujeresen la h istoria de B olivia - Im ágenes y realidades d el sig lo XIX
Las Cholas
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B eatriz Ros selIs
Pero sobre este fausto y generosidad de la chola hay un rasgo superior que la
acteriza y este es el sentimiento elevado que tiene del amor, que para ella está sobre
0 cálculo, al punto que no será jamás de un hombre que no quiera aunque éste le
;zca el mismo cerro de Potosí.
Llega la exageración de este sentimiento hasta el capricho y no es un sólo caso
3 muchos los que se refieren de extranjeros que enamorados de cholas no han sido
respondidos por más esfuerzos que han hecho.
El mayor placer de la chola es que se le haga corte, se le mime, se le atienda
10 si fuera una dama de gran mundo; y en las fiestas que da ó á que invita sería una
isa que se pretendiera pagar, pues no lo consentiría jamás.
Tiene el vicio de la bebida y abusa de ésta hasta emborracharse, lo que le hace
ier en ese estado sus facultades y las embrutece. No puede decirse que sea inteli-
te y, por el contrario, puede asegurarse que es ignorante. Sus pasiones son violen-
ama ú odia, y se asocia á su marido ó á su amante en las empresas de éstos, llegan-
m los movimientos políticos hasta la exageración su valor, pues se han visto las
3S de Sucre, después de algunas revoluciones, cubiertas de cadáveres de cholas, las
en su entusiasmo por ayudar al grupo en que se alistaban llegaban á ponerse al
te del enemigo ayudando á desempedrar las calles para ofrecer á sus maridos, hijos
rantes, las piedras con que debían armar sus hondas.
En una plaza pequeña y bastante desatendida y sucia, en la que levantan sus
las ambulantes, las cholas tienen su mercado que no merece describirse porque
1notable ni curioso ofrece.
Una de las costumbres que más llama la atención del viajero, tanto en una chola
o en la india, es la manera de llevar los hijos. Figúrense que esas pobres criaturas,
; inocentes, viven en un peligro inminente desde que nacen hasta que saben cami-
pues las madres los llevan á la espalda cruzados por la manta que usan y atan á la
ira, y como poco se preocupan que vaya gritando, durmiendo, enfermos ó incómo-
porque ellas con tal de tener las manos libres van tranquilas, y no es extraño que
ias vayan borrachas, los pobres muchachos van expuestos á caer ó golpearse sin
ísto á la madre le dé el menor cuidado.
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écas QÁüijeres en la h isto ria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l sig lo XIX
Las rabonas
Casi todo el contingente militar lo dan los indios y los cholos.
Los españoles, como se llaman los criollos en su filiación, forman la guardia
nacional y se añaden al ejército sólo en caso de guerra. Ese vicio de origen, causa del
descrédito militar, es, en cambio, lo que hace del soldado boliviano el primero de Sud-
América. Más disciplinado que el soldado de Bolivia será sin duda el de muchos paí
ses, pero más sufrido y más estoico, ninguno. Diez o doce leguas por sendas escarpa
das, son una jomada que el indio vence a pie, sin experimentar cansancio ni fatiga. Un
poco de coca, de maíz tostado o de papas cocidas le basta para alimentarse y adquirir
nuevas fuerzas; y después de largas jomadas, en medio de su desnudez y privaciones,
pelea en los momentos de combate, siempre que sus jefes le den el ejemplo y pueda
después folgar con sus rabonas.
La rabona es la compañera del soldado, aunque no siempre sea la legítima,
pues hay muchos que dejan su cuya en el pueblo y toman su rabona, que viene a ser la
mujer en campaña. En el ejército boliviano no hay cantineras, ni hacen falta, desde que
cada guerrero tiene una sirviente que le prepara la comida en marcha, en los campa
mentos y en el cuartel. En esto se parecen a los lansquenetes de Wallenstein.
La rabona es tan sufrida como el soldado. Le sigue a todas partes y le acompaña
en sus marchas por largas y penosas que sean. El indio, que soporta toda fatiga, no
aguanta la falta de su rabona. Cuando algún jefe ha querido impedir la compañía de
esas mujeres, liase notado que el soldado estaba violento y que las deserciones se mul
tiplicaban.
Lo más que ha podido conseguir, es que se cumpla una orden dada por Severo
F. Alonso, siendo ministro de la Guerra (1893), por la que se prohibió a las rabonas
dormir en el cuartel, estableciéndose por primera vez el rancho.
Las indias vendedoras
Las indias chuquisaqueñas visten unas de pollera y refajo obscuro y corto, y
otras de vistosos colores, con un chal de color vivo y sombrero pequeño de lana o paja.
Los hombres, de pantalón corto partido por detrás hasta la corva, en forma de bandera
cuando corren, y el mismo sombrerito pequeño puesto sobre un gorro de lana, en in
vierno. Unas y otros no usan medias, y se calzan con ojotas o sandalias de cuero.
Las mujeres traen en la madrugada sus canastas de frutas y otros producto; se
posesionan del mercado, y sentadas en el suelo pasan hilando y vendiendo todo el día.
Este hábito de hilar en pequeños husos es generalmente entre ellas; se las ve en los
caminos, en las calles, en sus ranchos, siempre con el huso en la mano, preparando el
hilo para tejer el burdo paño con que se visten.
*C h u q u i s a c a o L a P la ta P e r u le r a , Madrid, Librería General de Victoriano Bayo, Madrid, 1912.
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Las cholas
Las cholas tienen el mismo aire de desenfado y de voluptuosidad de las mulatas
de otros países. Visten de corto, poniéndose tres o más polleras acampanadas, pero
muy ceñidas a las caderas, una encima de otra, de color muy vivo; adornando los bajos
con la orla del centro o enagua, que sólo llega hasta el tobillo.
Unas llevan medias y otras enseñan las pantorrillas desnudas; y todas calzan
chinelas, especie de zapatillas toreras. Son bastante agraciadas, y lo serían más si fue
ran más limpias. Algunas de ellas van hechas un brazo de mar, con el pelo partido en
dos trenzas, pañuelo de Manila, polleras de seda o de terciopelo, zapatillas de raso y
largas caravanas o arracadas de plata. Por su donaire y gracejo recuerdan a las majas
andaluzas.
No así los hombres, que por su manera de vestir, resultan una caricatura de
nuestros chulos, por donde les vendrá el nombre de cholos, cambiada la u en o. Usan
sombrero ancho, chaquetón corto de mangas muy ajustadas y pantalón más ceñido
aún. Algunos ostentan alamares y camisa de chorreras; pero por majos que vayan re
sultan chalanes de feria a la vista esperimentada de un español.
Entre los cholos se practica el sirvinacu , concubinato legal antes de
matrimoniarse. Es costumbre tan general entre la plabe, que rara vez se casa un indio o
un cholo sin haber sometido la mujer a esta prueba, inmoral según nuestras rutinarias
costumbres, pero previsora y acertada como lo demuestra la experiencia*.
*Ibid.pg. 205.
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Q M lijereS en la h isto rla B o livla - Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
Las Criollas
La gala de Sucre es el vecindario criollo, los viracochas; nombre que los súbi
tos de Atahuallpa dieron a los españoles de Pizarro. Viracocha quiere decir hijo del
Sol; y la plebe quichua sigue llamando así a los criollos de.sangre azul. Corresponde,
pues, a nuestro tratamiento de caballero, y a este tenor, he tenido el gusto de oirme
llamar “hijo del Sol” un millón de veces.
La vida chuquisaqueña es poco agitada.
Por la mañana, los hombres se encierran en su oficina y dejan a las mujeres que
vayan a sus devociones. La señora criolla va a la iglesia de negro, tocada con la verónica,
prenda que visten con suprema elegancia, ceñida a la cabeza como la mantilla, pero
larga y holgada como el manto de las limeñas. Usanlo encuadrando con ella la cara,
liándosela al cuello y cubriendo en ancho vuelo todo el cuerpo con pliegues y escorzos
seductores. Esa prenda tan recatada, tan monjil, el garbo de las criollas la hace provo
cativa y de una belleza tan plástica como el más descocado “incroyable”. Razón por la
que un señor arzobispo prohibió, allá en Lima, el uso del mantón ya se entiende que sin
conseguirlo, catalogándole entre las tentaciones de San Antón. Fuera de estos actos
visten a la última moda parisiense*.
Las criollas, en cambio, son muy recatadas y modosicas, y muy poco halconeras,
sobre todo en Sucre, en cuyas calles crece la yerba, y bien poco hay que ver.
Lindas y mimosas las chuquisaqueñas, su principal encanto estriba para un es
pañol, en el característico dejo de la pronunciación americana, que si en ellas encanta,
en los hombres desplace.
En la intimidad son más seductoras todavía. Hay en el lenguaje criollo bolivia
no dos partículas que dan mucha gracia a la conversación: el che y el vos**.
Las pollas chuquisaqueñas Lámanse chotas, así como miseas las matronas, éste,
tratamiento cariñoso que se estila también en la Argentina, aunque aquí dicen misia,
En una u otra forma, es reminiscencia del castellano de la conquista, porque en los
clásicos se lee misa, en el mismo sentido***.
La sociedad sucrense es tan amable, tan asequible, que es lo más fácil para el
forastero ser presentado a ella, siendo recibido con tal fineza y agasajo tanto, que dejan
a uno obligado para siempre. A nadie se pregunta quién es, ni de dónde viene; antes por
el contrario, la circunstancia de ser gringo (extranjero) avalora la presentación.
Excusado es decir que un gringuito o un galleguito (español), no mal parecido,
avispado y de buenas costumbres sobre todo, es el preferido de las criollas y candidato
a capellán, como llaman en Bolivia a los que se hacen ricos por alianza matrimonial.
Es un decir antiguo: “Vino, marido y bretona (clase de paño), de España
Yo no fui capellán porque nunca me dio el naipe por casarme. Mis amores con
las chuquisaqueñas fueron todos fáciles y flor de un día. Los más formales, los más
* Ibid. pg. 21!.
** Ibid. pg. 215
*** Ibid. pgs. 220-223.
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íntimos, túvelos con una beldad, pero tan veleidosa, que hube de pedirla un si o un nó
terminantes y categóricos.
Ella, entonces, cortó una flor de suncho, especie de margarita arbórea de largos
pétalos estrellados que en Bolivia sirve para cébala amorosa, haciendo estas pregun
tas: —¿Me quieres? — Te quiero. —¿Poco? —¿Mucho? —¿Nada? A cada una de estas
interrogaciones, se arranca un pétalo a la flor, y en el punto que las preguntas se cortan
por haberse agotado las hojuelas, allí está la respuesta. Es una superstición amorosa,
digna de celebrarse por Anacreonte.
Mi criolla, apremiada por mi ultimátum, deshojó la flor y me tocó ... nada.
— Ya lo ves, ché\ nada —me dijo al final de la consulta.
Y yo le contesté, en son de despedida, con una copla del país, entreverada que
quichua y español:
Amañapis munahuaichu
(aunque ya no me quieres)
ya después que me has querido,
¿piñatak ckechuiahusun
(quien ya nos ha de quitar)
el gusto que hemos tenido?
* * *
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6. LA EDUCACIÓN
Y EMANCIPACION DE LA MUJER
éía s oMiijeres en la h isto ria de B o livia - Imágenes y re a lid ad es del s ig lo X IX
E l m a tr im o n io c iv il
J o s é S e lg a s , 1 8 7 5 *
I
Pero ántes que en Zurich, en Londres y en New-Yorck se hubiese pensado for
malmente en dar á la mujer los derechos del hombre, ántes de arrancársela á la natura
leza, al hogar doméstico y á la familia, plantándola libremente en medio del arroyo de
todas las libertades; ántes, en fin, de que Mr. Reynauld pensara en hacer de la mujer un
objeto eternamente bello, era preciso, para que el trabajo no sea inútil, fundirla en el
crisol de su nuevo ser; preparación indispensable para que desde el mismo umbral de
su casa pueda lanzarse sin escrúpulo á los risueños espacios de la sociedad que ha de
recibirla.
Porque, justo es reconocerlo; una mujer sometida á la autoridad de sus padres,
ó sumisa al cariño paternal de su marido, ó sujeta á la sagrada obligación que la impo
nen los hijos por el doble vínculo de la naturaleza y de la religión, no es, ciertamente,
la mujer á propósito para desempeñar en el mundo las libres funciones á que la destina
la sociedad presente.
Sobre el derecho natural y sobre el derecho divino, está, decididamente, el de
recho moderno.
No es muy difícil sublevar á las hijas contra la vijilante autoridad de los padres,
y es posible desatar á las madres de la cadena que las sujeta al incesante cuidado de los
hijos: hay hijas rebeldes, hay madres desnaturalizadas: pero es imposible sustraer á la
mujer del dominio que sobre ella ejerce la influencia del hombre.
Ante semejante obstáculo, la regeneración de la mujer tropezaba en una dificul
tad insuperable: había demostrado la experiencia que la hija abandona á sus padres por
un hombre, y que un hombre puede hacer que la madre olvide á sus hijos: mas ¿cómo
conseguir que el corazón de la mujer se sobreponga á su impulso más poderoso? ¿Cómo
extiipar en ella la preocupación inextinguible de santificar el amor de su alma? ¿Cómo
impedir la pretencion de hacerlo eterno, envolviéndolo en la red inquebrantable de
lazos indisolubles? ¿Cómo, en fin, negar á la unión de dos tiernos afectos, la necesidad
de la sanción divina?.
¿Cómo?
Los filósofos de la Razón soberana y los moralistas de la Moral universal de
todos los tiempos, han hecho siempre esfuerzos supremos por infundir en las ideas é
inocular en las costumbres aquel espíritu, digámoslo así, material con que el paganis
mo divinizó todas las sensualidades; mas no era fácil volvemos al respeto de aquellos
dioses sin pudor y sin conciencia, á la adoración de aquellas divinidades sin virtudes;
era preciso que el mismo culto levantara otros dioses, y la diosa Razón obtuvo un altar:
adorándola el hombre se adoro á sí mismo: adorándose á sí mismo se tributó el culto de
*E l C ruzado. Revista Religiosa del Arzobispado de La Plata 1574, p,514—515.
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B eatriz Rossells
todos los placeres; y la moral, impotente para sujetar los pensamientos y encadenar las
acciones de los hombres, se redujo á reglas de mera conveniencia, uniéndose al desen
freno de las costumbres como se une la palabra al pensamiento, el número á la canti
dad, la sombra al cuerpo.
Pero, ya se vé. esta revolución necesitaba completarse: habia gentes que se
veian detenidas por la tirantez de su propia conciencia, y el concubinato, por ejemplo,
se ocultaba avergonzado de su propia deshonra: era preciso legitimarlo; las mujeres
permanecían obstinadas en creer que no eran esposas legítimas si no hacían delante de
Dios el voto solemne de cariño perpétuo, y la santa promesa de una fidelidad honrosa.
Semejante conspiración, urdida en el seno de las familias honradas, detenia en
España la marcha majestuosa del progreso.
Era, pues, urgente disipar tan tenaz preocupación: era preciso desvanecer los
vanos temores de la conciencia: era necesario hacer lícito lo que habia sido siempre
deshonroso; hacer respetable lo que siempre habia sido despreciado, y detrás de los
filósofos y de los moralistas, vinieron los legisladores.
A éstos, sin duda, les tocaba el papel de terceros en la obra de tejer voluntades
por detrás de la Iglesia, y las mujeres honradas y las mujeres libres se encontraron
manos á boca dentro de una legalidad común, dentro de la ley del matrimonio civil.
II
Yo soy un hombre razonable: comprendo perfectamente que reglamentado el
provechoso comercio de los garitos y ordenada la honesta industria de las mujeres
públicas, no hay razón para tener fuera de la ley á los que deseando vivir en estrecha y
voluptuosa comunicación se unen libremente, sin pasar por la humillante ceremonia
de los votos solemnes y de las santas promesas.
Reconocido el derecho imprescriptible del tahúr y el babeas corpus de la rame
ra, la equidad reclama la inmediata protección de las leyes en favor del concubinato.
Pero bien: por lo mismo que soy razonable, necesito buscar la razón de las
cosas. Concedo á todas las religiones la misma dosis de verdad, y por lo tanto, me
siento muy capaz de vivir sin ninguna.
Perfectamente; mas lié aquí que en cierta ocasión me ocurrió la idea de casar
me, y me casé como Dios manda; una vez casado, tuve una hija; esta hija se ha hecho
mujer, tiene novio y, lo que es natural, va á casarse.
¿Ante quién la caso? ¿Ante Dios ó ante el alcalde? ¿Pongo su amor y su virtud
al amparo del Sacramento, o la entrego á la acción civil de un simple contrato?
Veamos:
El matrimonio, dice la ley, es indisoluble por su naturaleza; pero ¿cuál es la
naturaleza del matrimonio? ¿Es puramente humana?... Entonces el matrimonio es di
soluble por su naturaleza, ¿Es divina? ... Entonces el contrato celebrado ante el alcalde
no es matrimonio.
Si no hay en el matrimonio civil más virtud que la que resulta del mútuo acuer-
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las O Unieres en la h isto ria de B o livia - Imágenes y realidades del sig lo XIX
do de dos voluntades, la virtud que une desaparece en el momento en que ambas vo
luntades se convengan en separarse. Roto el contrato, cada una de las partes es libre
para celebrar contratos nuevos; y razonablemente mi hija, sin llegar á ser viuda, puede
llegar á tener hijos de diversos padres.
Esta es la prostitución legal.
Mas no es eso; el compromiso hay que contraerlo por toda la vida. ¿A quién
hago yo esta promesa? A una mujer que á la vez me promete lo mismo. Yo tengo su
palabra y ella tiene la mia, y de este modo nos encadenamos mútuamente; nada nos
sujeta el uno al otro más que nuestras recíprocas palabras; pero hé aqui que un dia nos
las devolvemos con la misma formalidad con que nos las dimos. ¿Qué razón hay para
que desde ese momento no quedemos uno y otro tan libres como lo éramos ántes de
celebrarse el contrato?
Pero ya se vé; este contrato se sale de la regla de todos los contratos, porque es
preciso hacerlo absurdo para que no aparezca inmoral.
No hay ningún contrato humano que sea indisoluble por su naturaleza, excepto
el matrimonio civil, que lo hace indisoluble la ley, que para este caso se apropia una
facultad que no tiene.
Yo soy razonable; me suelo reir de las leyes divinas; pero me someto á las leyes
humanas, y me decido á casar á mi hija civilmente. Mas me pregunto:
—¿Quién ha hecho esta ley?
Y me contesto:
— ¡Oh! Quien puede hacerlo todo: un gobierno y un parlamento.
Y vuelvo á preguntarme:
—Pero detrás de un gobierno y de un parlamento, ¿no hay otro parlamento y
otro gobierno?
Y vuelvo á contestarme.
— Ese es el orden constitucional.
— Lo que hace la omnipotencia de un parlamento, ¿no puede deshacerlo otro
parlamento omnipotente?
— Ese es el juego parlamentario.
— Pues bien; si el progreso no ha dicho todavía su última palabra; si es un paso
en el camino de la civilización el matrimonio civil, ¿no debemos esperar la promulgación
inmediata de otra ley más perfecta, que declare la disolubilidad de ese matrimonio?
— Eso es lo lógico.
—Y entonces ¿qué habré yo hecho de mi hija?
Siendo una ley puramente humana la que por mayoría de votos decreta la indi
solubilidad del matrimonio, ¿quien asegura que otra ley hecho del mismo modo no lo
declare disoluble?
Yo soy razonable; no concedo gran importancia á las ceremonias religiosas;
pero la ley civil no puede dar al matrimonio una perpetuidad de que ella misma carece:
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B eatriz R ossells
una ley mudable y fugitiva no puede imponer obligaciones eternas; casar, pues, a mi
hija ante el alcalde, es prostituirla ante la razón.
Así discurren las últimas precauciones hasta en los espíritus fuertes, cuando los
espíritus fuertes caen en la debilidad de ser padres.
Mas el progreso reclama la completa emancipación de la mujer, y no hemos de
pararnos ante un capricho de los padres.
Sea el amor libre, como es libre el pensamiento; no ha de tener el vicio ménos
derechos que el error; saquemos á la mujer de la servidumbre de sus más bellos senti
mientos; para impedir que se prostituya legalicemos su prostitución, y teniendo dere
cho para ser de todos, evitaremos que su corazón caiga en la esclavitud de pertenecer á
un hombre solo.
III
Francamente: contratar delante del alcalde la mútuas aficiones ó los mútuos
afectos; reducir el acto mas solemne de la vida á la simple formalidad de un convenio;
fundar la familia como se funda una sociedad de crédito; abrir la casa como una em
presa abre un teatro, es, cuando ménos, declarar que la bella mitad del género humano
no tiene ya nada de qué avergonzarse.
El pudor era otra tiranía.
La mujer, presa en las redes de la honestidad, siente allá, en el fondo de su alma,
un secreto impulso que la hostiga; una dulce necesidad de amar y ser amada.
Un dia se encuentra con que la imágen de un hombre se le ha grabado en el
corazón, y el orgullo de su ternura le hace creer que solamente Dios puede ser testigo
eficaz de la fé de su carino.
Esta mujer se casa.
Hay otra que, rompiendo todas las ligaduras del decoro, experimenta la inquie
tud de tumultuosos apetitos, y lanzándose á la mudable seducción de los deseos, hace
al mundo testigo de sus ominosos placeres.
Esta mujer se vende.
Entre una y otra no había términ'o medio, como no lo hay entre la virtud y el
vicio; mas era preciso establecerlo para que la armonía social se verificara en todas sus
partes, y el poder legislativo crea la mujer intermedia entre esas dos mujeres, ser origi
nal que se casa según la ley y se prostituye según la razón; que adquiere una actitud
estrictamente legal, que es al mismo tiempo claramente inmoral; que no es ni esposa ni
manceba; que á la vez se despoja de la honestidad de la virtud y de la vergüenza del
vicio.
Esta mujer no quiere vivir sola, y busca la compañía de un hombre; la encuen
tra, y hace al alcalde testigo de su unión, y la autoridad municipal la da permiso para
tener hijos.
Esta mujer se alquila.
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<c€kf O Mujeres en la h isto ria de B o livla - Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
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B eatriz R ossells
• C o n tr a lo s a fe ite s y la s q u e lo u sa n
D a m ia n d e V eg a s*
Ninguna se desmesure
ni demande contra mí,
demas, porque un poco aquí
de los afeites murmure.
Pues ¿quién no murmurará
de una vanidad tan clara
como es querer otra cara
de aquella que Dios os da?
O falta seso y buen tino,
o error y soberbia sobra,
al que osa enmendar la obra
al Artífice divino.
¡Oh linage olvidadizo!
¿De quién sois no veis ¡oh tristes!
que vosotras no os hicisteis,
sino que Dios fué el os hizo?
Hermana, si tu te hicieras,
no dudo en que, sin pecar,
mudar, poner y quitar
sobre tu hechura pudieras.
Mas si el Supremo Hacedor
te ha dado negros cabellos,
¿por qué quieres tu volverlos
rubios ni de otro color?
Con aguas de solimán
o otros sebos y juardas,
que en tus escondrijos guardas
con mas atención que el pan.
Negra blancura y beldad
tan presa con alfileres,
¡oh, pobrecitas mujeres,
y qué grande vanidad!
Ni contentas con aquello,
ponen de las salserillas
*EI C ruzado. Revista Religiosa del Arzobispado de La Plata. T. III N°65, Sucre noviembre 30 de 1875.
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é^ífs cMupres en la h isto ria de B olivia - Imágenes y realidades del s ig lo X IX
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^ M u je re s en la h isto ria de S o livia - Im ágenes y realidades d el s ig lo XIX
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B eatriz Rossells
no ha vergüenza de poneros
el cuerpo, que es semejante
al de las bestias, delante,
y á vos por los trashogueros?
En injuria manifiesta
que á la señora, á la hermosura,
traigan sucia y andrajosa,
y á la sierva vil compuesta.
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K ^ X Ú jd íS S en la h isto ria de B o livia ■ Im ágenes y realidades d e l sig lo X IX
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B ea triz Rossells
• L a e d u c a c ió n d e la M u je r en la e s fe r a d e la s e s p e c ia lid a d e s c ie n tífic a s
R o d o lfo S o r ia G a lv a r r o , 1 8 7 8 *
Cuando el soberano Arquitecto del Universo formó a la mujer de una parte del
cuerpo del hombre, dióle a este no una vil esclava dispuesta a pasar su vida ocupada
solo con las hienas de la casa; no una especie de máquina construida para el arreglo
interior del hogar; ofrecióle sí una intelijente compañera que debia ayudarle a sobrelle
var las fatigas de la vida. La misión que Dios impuso a la mujer no era encadenar sus
preciosas facultades. Su intelijencia debia ensancharse y dirijirse a conocer la verdad
en todas sus mas elevadas manifestaciones; su voluntad debia quedar dispuesta a su
mas ámplio y moral desenvolvimiento; porque la mujer, esa hermosa mitad de la hu
manidad, está respecto de las facultades morales del hombre en un nivel quizá supe
rio r- No hablamos sin datos positivos - Conteste por nosotros la estadística de
instrucción de los Estados Unidos de la América del Norte, único país donde la mujer
dá raudo vuelo a sus facultades: “Numerosas Universidades, dice Emilio Jonveaux, se
han fundado para las jóvenes no considerándose ningún estudio demasiado elevado
para ellas: en las matemáticas, el áljebra, las ciencias naturales y abstractas, rivalizan
con los estudiantes del otro sexo, y a veces los exeden, habiendo obtenido los varones
en la escuela Superior de Chicago, en el año de 1861, solo cuatro premios de diez y
nueve que existían. Los solos estudiantes de griego y latín que se hallaban en Detroit,
eran niñas; asi como dos de ellas han sido las únicas dedicadas al estudio de la Astro
nomía y también al de la música”.
En otra parte hace notar este mismo escritor, que caso todos los que dirijen
establecimientos de instrucción, pertenecen a este sexo mirado con tanto descuido para
nuestros lejisladores y que es la palanca mas poderosa para dirijir a las naciones hacia
su mas alto progreso.
Conocidos estos hechos de tan alta importancia ¿puede aun sostenerse que la
mujer “es radicalmente incapaz de toda instrucción y de cuanto sea grande y serio”?
(Mr. de Maistre). Me parece racionalmente imposible, y, para dar mayor fuerza a lo
enunciado ya, recorramos la historia, esc espejo donde se refleja el porvenir.
Amasia y Hortencia en la antigua Roma se dedicaron con buen éxito al sacerdocio
de la Abogacía. La Lezardiero autora de “La teoría política de las leyes francesas” era
doctícima en derecho. Safo poetisa griega, nos ha dejado monumentos soberbios le
vantados por su fecunda imajinacion.
Santa Teresa de Jesús, pulsaba la dulce lira del poeta con tanta maestría como
manejaba la bien cortada pluma del prosista.
Madama de Stael, en la edad moderna, la mas célebre de las escritoras, abraza
ba todo jénero de cuestiones y las trataba con brillante superioridad: en sus obras se
encuentra una profundidad admirable, una erudición amena unida a un perfecto cono-
* Discurso sobre ” leído ante el " C i r c u l o
" L a e d u c a c ió n d e la m u je r e n la e s fe r a d e la s e s p e c ia lid a d e s c ie n tífic a s
L ite r a r io d e L a P a z ” La Paz, 1878.
R o d o l f o S o r i a G a l v a r r o (185/5-1916). Nació en Oruro, abogado y diputado, asistida la Guerra del Pacífico. Como
periodista, dejó la mayor parte de sus escritos en la prensa.
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O M lje r e S en la h isto ria de B ol' v'a • Im ágenes y rea lid ad es del s ig lo X IX
cimiento del corazón humano. Saben todos la influencia que esta notable mujer ejerció
en la política de su país.
La duquesa de Abrantes-Maria del Pilar no es verdad que ha dado un empuje
poderoso a la literatura de su patria? Pero a qué hacer tantas citas? Nadie ignora la
influencia universal e irresistible que ejerce la mujer en los destinos de una nación; en
aquellas donde era considerada como un mueble, y era tratada como tal, la civilización
no mostraba su esplendorosa luz, y esas naciones languidecían, podemos decir, vivían
agonizando; por el contrario, allá donde ella forma el conato de los lejisladores, allá
donde se dá campo vasto para que desarrolle sus facultades, la prosperidad en un hecho, la
libertad se afianza en las bases de la moral que se ensancha y la virtud del ciudadano no es
un mito, ella se forma, se crea, podemos decirlo, por la madre ilustrada que, robustece su
intelijencia y se esfuerza en educar honradamente a sus hijos, para que ellos sean, como
miembros de una sociedad, el sostén del orden, fuente fecunda de bienestar para las nacio
nes.
Apesar de la imperfecta instrucción que se dá a la mujer en los estados Sud-
Americanos, hemos visto levantarse pujantes intelijencías, que, educadas en la esfera
de las especulaciones científicas, habrían dado algo de mas positivamente útil.
Natural es que en las sociedades nacientes la imajinacion tome el primer lugar,
y por esto es que la poesía se cultiva ántes que cualquier otro ramo de los conocimien
tos humanos. Lo propio sucede con la mujer, cón instrucción limitada y naciente
educación no ha podido aun en la América del Sud, penetrar en el terreno de las cien
cias abstractas y por esto solo hemos escuchado dulces cantos, inspirados por la pinto
resca naturaleza de Cuba, por las floridas playas de Funza y por los aromados valles
que riega el Tequendama.
“Desde la poetisa Miriam, dice el señor José M. Torres Caicedo, hace tres mil
trescientos y algunos años las mujeres han tratado de rivalizar con sus antagonistas
naturales, como Duchatel llamó a los hombres, en todo lo que se refiere a la elocuen
cia, a la poesía, al arte, a las ciencias y aun a la política”. Y después de ese esfuerzo de
la intelijencia que conoce sus fueros, esfuerzo languidecido por nuestra criminal indi
ferencia hácia la educación superior de la mujer, se pretenderá todavía suponer que hai
incapacidad absoluta para que ella dedique sus talentos a las investigaciones científi
cas? ¿Se podrá decir con Mr. de Maistre que “puede permitirse a la mujer saber que
Pekín no está en Europa y que Alejandro el Grande no pidió en matrimonio a una
sobrina de Luis XIV” y nada mas cuando su poderosa intelijencia puede revelar verda
des que están quizá ocultas a la razón del hombre?
Se nos combatirá quizá manifestando, que, la naturaleza de los deberes que está
llamada a cumplir le impiden dedicarse a estudios profundos y que su misión sobre la
tierra se reduce a hacer la felicidad del esposo, tributándole sus halagos, a educar sus
hijos y atender la marcha interior de la casa? Sin pretender destruir esto que se ha
llamado objeción y que es mas bien un argumento contraproducente, ojeemos el pe
queño libro de Monseñor Dupanloup: “Mujeres sabias y mujeres estudiosas” y vere
mos que en la pájina 15 dice: “La mayor desgracia del hombre, lo que mas ha de temer,
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B eatriz R ossells
es tropezar con una mujer lijera, frívola, perezosa, desocupada, ignorante, desabrida,
amiga de los placeres y de las diversiones, incapáz de todo estudio, de toda atención
perseverante, y, por consiguiente, inhabilitada para tomar una parte activa y real en la
educación de sus hijos y en los negocios de la casa y de su marido.” Ahora bien, si la
misión de la mujer consiste en hacer la felicidad del esposo, en preparar la futura
felicidad de sus hijos y crear la presente para la familia toda; y se vé que una mujer
ignorante ha de ser naturalmente frívola y desocupada, amiga del placer e incapaz de
educar a sus hijos, es lícito afirmar que la mujer sin instrucción pueda cumplir su
elevado encargo? —Nó— absolutamente nó.
Para ser buena madre, debe ser ilustrada, y para ser objeto del respeto de sus
hijos no debe estar espuesta a tener que bajar la frente, cuando con infantil acento le
pregunten sus hijos— ¿cuál es la capital de la República federal de Norte América,
dónde estiende sus aguas el caudaloso Sena, el sol jira al derredor de la tierra o ésta en
torno de aquél? La mujer debe ser ilustrada para ilustrar al hijo; ilustrada para formar
al ciudadano, que en las repúblicas, es un brazo que ayuda a sostener el edificio social.
La cuestión está, pues, mui lejos de ser racionalmente sostenida por los que
quieren destruir las facultades de la mujer, y el nudo gordiano de esta materia está mas
bien en saber si aquella puede ejercitar las profesiones que abraza el hombre. Vamos a
dar nuestra opinión respecto de las dos mas importantes: —La abogacía y la medicina.
Hemos dicho que el abogado es, en último análisis, el defensor de la justicia y
que sus funciones se reducen a protejer el derecho conculcado. Para llevar a cabo los
deberes que nacen de estas funciones se hace necesario una vida de completo estudio,
de constante trabajo intelectural y aun mas, preciso es también presentarse a defender
esos derechos, cuyo patrocinio se los ha confiado, en los tribunales de justicia. La
mujer por las condiciones de su vida está, al parecer, alejada de ese terreno; pero si se
piensa, si se refecciona con ménos festinación que la acostumbrada en asunto tan
grave, se encuentra que no hai esa antitesis que se quiere hallar, y que, por el contrario,
en la mujer se ven todas las condiciones necesarias para ejercitar el sacerdocio de la
abogacía —En la mujer se vé, en alto grado el amor a la verdad: por la misma sensibi
lidad de su naturaleza, ama lo bello, lo bueno y lo honrado con mas vehemencia y
mejor que el hombre y por esto en el terreno del derecho, es natural creer que ella
escojería mas pacienzudamente la causa de la justicia, la de la razón; sin dejarse llevar
por las mezquinas pasiones que ajitan el corazón del hombre —La mujer quiere virtud:
el hombre busca riqueza. ¿Cual de los dos llenará mas cumplidamente la misión del
abogado? Respondan los que las creen incapaces de todo lo grande y bueno.
La intelijencia de la mujer es fecunda, elevada y, como alguno ha dicho, tiene
mucha mas rapidez de concepción, mucha mas exactitud en sus apreciaciones que la
del hombre.
¿Se arguye ahora que la mujer no debe ni puede abandonar el hogar doméstico y
que cualquiera ocupación fuera de él ha de serle extraña? Negativa es nuestra opinión, ya
la hemos manifestado, y creemos mas bien que pueden ser educados los hijos, sostenido el
orden en la familia, al mismo tiempo que se sostiene un debate judicial y que se procura el
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O Mujeres en la h istoria de B o livia ■Imágenes y realidades d e l sig lo X IX
mantenimiento del orden en la sociedad, dando noble jiro a las controversias de los litigantes.
Los hijos no necesitan vivir siempre en los brazos de la madre, y la mujer que
así lo hace peca por ociosa y, lo ha dicho el refrán que es la filosofía vulgarizada: “ la
ociosidad es madre fecunda de los vicios”.
Encuentro más fácil la defensa de mi opinión en el terreno de la medicina. Aqui
parece que la mujer fuera la única capaz de realizar los nobles fines que ella se propone.
Su amor a la caridad —su abnegación— su misma sensibilidad que parece ale
jarla del lecho del enfenno, la lleva allí por el camino de la compasión y, así como
derrama en el corazón apenado del moribundo el bálsamo del consuelo, puede también
aplicar a la dolorosa herida que le roba la existencia un remedio que la alivie.
Las heridas del alma encuentran su remedio en la Relijion.
Las heridas del cueipo lo hallarían mas eficaz, y aplicado mas desinteresadamente
por la delicada mano de la mujer.
La hermana de la caridad busca al agonizante en el campo de batalla, le prodi
ga sus cuidados; le dá calor con su aliento, como amorosa tórtola que abriga a sus
hijuelos. Si aun titila, en el demacrado semblante del soldado que entrega su vida por
conquistar la libertad de su patria, una lágrima ardiente, la mano de ese ángel, que la
bondad divina quiso arrojar al mundo, la enjuga y mostrándole las puertas del paraíso,
lo consuela con la esperanza de gozar en el cielo, de la perpétua felicidad que otorga el
Señor a los buenos.
¿Se podrá sostener que la mujer solo debe manejar la aguja? nó. Los cuidados
que requiere un enfermo necesitan de la delicadeza de la mujer para llenarlos cumpli
damente.
La austera mirada de un médico con el corazón endurecido en vista de diarios
infortunios, infunde temor. La melancólica mirada de una mujer, siempre sensible,
junto al lecho del moribundo consolándolo tiene algo de celestial, algo que cura las
enfermedades con mas eficacia que todas las drogas inventadas por la farmacia.
La dulzura que ella solo posee en tan alto grado daría confianza al enfermo.
Su desinterés la llevaría a la pobre alcoba del desamparado, con el mismo entu
siasmo con que la llevaría al suntuoso dormitorio del magnate y allí derramaría tanta
ciencia como bondad, tanta caridad como intelijencia.
Desechemos, pues, preocupaciones erróneas, dejemos a la mujer campo vasto
para que desarrolle sus facultades, esfera ámplia para que ejercite sus sentimientos.
Dios necesitó de una mujer para redimir la humanidad. Sin María, no habrían
existido las evanjélicas doctrinas del sabio Jesús. —Y podemos consentir que sin ilus
trar estensamente a la mujer vamos a llegar a ser perfectamente ilustrados?
Desengañémonos, si mas tarde somos mas felices que al presente será porque
talvez podamos decir de Bolivia lo que Tocqueville dice de los Estados Unidos de la
América del Norte: la ilustración de este pueblo, depende de la ilustración de sus mu
jeres.— ¡Plegue al cielo que así sea!
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B eatriz Rossells
• La educación de la mujer
Hercilla Fernández de Mujía, Sucre, 1889 *
El progreso social ha entrado en un periodo de celeridad creciente, cuyo resul
tado, para la mujer, consiste en la emancipación del sometimiento á que ha estado
durante millares de años.
La debilidad orgánica juega como la causa principal de su prolongada esclavitud.
Ha sido menester que al imperio de la fuerza bruta, haya sucedido la noción del
derecho, para que se la reconozca en la dignidad de su naturaleza, y se la depare un
porvenir conforme al importante rol que desempeña en el organismo social.
Sin embargo de que se proclama con énfasis, sus derechos de madre y de espo
sa, no se ha llegado todavía á la consagración de los que le corresponden en el funcio
namiento del Estado, y en la solución de las grandes cuestiones sociales que ajitan la
época presente, y en las que representa un elemento importante de prosperidad ó de atraso.
Todavía se dejan sentir los resabios de épocas de ignorancia, á cuyo influjo se la
mantiene en la especie de minoridad que se dilata sin término.
Las reiteradas tentativas en el sentido de su completa emancipación, encuen
tran obstáculos en la soberbia de los hombres, que se aferran á su antigua prepotencia,
juzgando á las mujeres muy por abajo de su exajerada superioridad.
No es menester penetrar en los detalles de esta cuestión, que obligaría á largas
y minuciosas investigaciones acerca de diferencias y similitudes entre los sexos.
Para el objeto que nos proponemos, basta señalar la causa principal que, en la
práctica, parece dar razón á presunción tan vanidosa.
Mientras que el hombre, echando el fardo de todas las faenas materiales sobre
la mujer que le estaba sometida, pudo disponer de tiempo para entregarse al estudio de
la naturaleza y sondear los problemas que ésta ofrecía á su contemplación, aquella
permanceció estraña á toda investigación ocupada de la crianza de sus hijos y en los
quehaceres del hogar, esto cuando se elevó ya á la dignidad de esposa y de madre,
después de haber atravesado ese largo período, durante el que no desempeñó otro pa
pel que el de objeto destinado á satisfacer los caprichos de su señor, ó el de esclava
sujeta á la ruda faena del trabajo corporal.
Mientras que, por esta distinción de ocupaciones, el hombre se elevaba sobre el
predominio de las necesidades inferiores al cultivo y ensanche de su inteligencia, la
mujer quedó sujeta á su imperio abrumador.
Las necesidades afectivas llenaron su vida.
Es un principio adquirido hoy, gracias al progreso de la ciencia, que el ejercicio
intelectual ennoblece é ilustra la inteligencia. ¿Cómo estrañar que su cultivo incesan
te, le dé superioridad sobre el cerebro que permanece inactivo?
Así, el punto capital de la diferencia que ha servido para apuntalar las difusas
teorías sobre la incapacidad radical de la mujer, sobre su irremediable inferioridad, se
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é¡lds ^M ujeres en la h istoria de B olivia ■Im ágenes y realidades d e l sig lo XIX
II
La educación hace de los pueblos lo que son.
De ella proceden sus condiciones morales; y para que éstas tengan el carácter
de unidad á que tiende la sociedad moderna, es menester que se funda en la igualdad
moral de todas.
Ningún medio puede ser mas eficáz para alcanzar este resultado, que el de dotar
á cada familia de una institutriz encargada de modelar el alma de la nación, impri
miéndole todas aquellas cualidades que engendran las virtudes sociales.
Tender á la comunicación de los espíritus por medio de la mujer, tal debe ser el
objeto capital de la educación.
¿Cómo alcanzarlo?
Lo que presenta la época actual, es la anarquía de las inteligencias, y como
consecuencia de ella, la falta de fé, las vacilaciones y la duda el vacio del alma.
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B eatriz R ossells
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éc¿u QM iijeres en la h istoria de B olivia - Im ágenes y realidades del sig lo X IX
dades que resultan de la naturaleza humana, subordinando las menos nobles á las mas
elevadas, no debe perder de vista el acuerdo de la felicidad pública con la felicidad
privada.
La diverjencia de ideas, el antagonismo de opiniones que no pueden manifes
tarse sin choque, hacen del hogar doméstico un centro de lamentables disidencias.
Y si para alejarlas se relega al olvido el pensamiento, indiferencia glacial pesa
sobre las cuestiones que mas interesan á la familia y á la sociedad.
Una sólida instrucción basada en los resultados de la esperiencia, iniciando á la
mujer en las verdades morales, cuya trascendencia social es incalculable, sería solo capaz
de desarraigar el vicio radical de incompetencia, de tan desgraciadas consecuencias.
La superstición y los terrores que ella engendra, no reconocen otro orijen que la
ignorancia de las causas naturales. Un dia, una fecha, un número, un color, son otros
tantos motivos de prácticas absurdas é ideas erróneas. Proceden de la mujer, se arrai
gan y se hacen incurables en ella, trasmitiendosé á su descendencia en razón directa de
su incapacidad.
Si se limitasen á falsos razonamientos! Se insinúan en las costumbres, se refle
jan en los hábitos contraidos, y como la ciencia de las constumbres es el alma de la
educación, presiden á todos los actos de la vida, desde la cuna hasta la tumba, siendo
las mas veces de difícil ó imposible corrección.
Toca a la madre inciar al niño en los primeros pasos.
Todo es decisivo al principio, y para no falsear desde entonces la rectitud de su
juicio, debe estar dotada de conocimientos vastos y seguros que dén á sus lecciones la
firmeza de la evidencia.
La aptitud natural que desenvuelve el cariño maternal, no basta á llenar tarea
tan complicada,
Si ella misma no está dotada de los principios de la educación que empieza, no
podrá suplir la instrucción que le falta, y el resultado será que falsée el juicio y estravie
el sentimiento de sus hijos.
El remedio á este inconveniente está en adecuar los establecimientos destina
dos á la instrucción de la mujer, al fin que deben llenar.
Parte IV
La eficacia que atribuimos á la educación de la mujer, como parte integrante de
la educación en general, para el progreso de las costumbres y el mejoramiento social,
no vá hasta el punto de que no reconozca ningún límite ni se detenga ante obstáculo
alguno.
Si fuera posible levantarla hasta donde la necesidad lo reclama, venciendo las
resistencias que le opone aun la persistencia de añeja rutina, que no quiere ver en la
mujer mas que el elemento integrante de ese reducido campo de acción que se llama
familia, y aun en él, apta, á lo más, para dirigir la economía de la casa, quedaría subsis-
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^ T J v í lljó V C S e n la h isto ria de B o livia ■Imágenes y realidades d e l s ig lo X IX
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labiecitos enjutos la dulcísima lactancia maternal; nos reclaman los encantos y los
deberes del hogar; no podemos ajar en aquellos equinoccios populares nuestros vesti
dos de espumilla de seda ó de muselina de la India; nuestras blondas de Alenqon,
nuestros encajes de Inglaterra, de Bruselas y Chantilly, quedarían allí como nuestras
almas, desgarradas en jirones; las orquídeas y las violetas que nos adornan y embelle
cen, como nuestras ilusiones, quedarían deshojadas... No agotéis el manantial de nues
tras gracias: !ése es nuestro poder! ¡Ese es nuestro reinado! No nos hagaís reinas des
tronadas, por seguir la bandera de una revolución resplandeciente y falaz... La solu
ción del problema está en nuestra emancipación civil, en ser las iguales del hombre en
el hogar, en las relaciones sociales, en el respeto de nuestro testimonio judicial, en la
administración siquiera de los bienes que por herencia sagrada nos corresponden; en la
potestad maternal sobre los frutos de nuestra entraña y nuestro amor; en la disolución
por el divorcio de matrimonios desgraciadísimos é imposibles; en mil cosas por el
estilo. No permitáis que pasemos, sin solución de continuidad, de la absoluta autoridad
del padre á la absoluta potestad marital, con una vitalidad civil vegetativa y parásita,
como sombras de seres humanos en el mundo de los derechos civiles, porque de ese
mundo no somos más que proscritas. Nos contentamos con eso. Ir más allá, es desna
turalizamos. Es concedemos una investidura ilusoria y peligrosa. Porque, en efecto, si
nuestros votos femeninos son la imposición de padres y maridos, nuestro sufragio
sería un sarcasmo, que no podría servir sino de base deleznable y ridicula al edificio
institucional. Si sufragamos, contrariando la voluntad paternal ó marital, cuando los
ánimos están enconados, la atmósfera política inflamada y el suelo tembloroso, el ho
gar se convierte en el ardiente nido de la anarquía... Si dudáis de ello, imaginad el
resultado de la colisión de opiniones políticas, la situación conflictiva, tratándose de
un candidato hermoso y un marido suspicaz...
III
Los adversarios de la emancipación política del sexo femenino sostienen que
ella conduciría á un cataclismo universal que cubriría de minas sociales la faz de la
tierra, que demolería los cimientos del doméstico hogar; y prefieren que la mujer per
manezca en él conquistando corazones tiernos y no derechos políticos; coronada de
azahares y no de lauros, arrobando con el encanto de sus caricias y la música de sus
besos al compañero de su existencia íntima; contemplando de cerca, con el alma en los
ojos, la cuna del niño dormido, y levantando con mano tierna el velo inmaculado de
esa cuna para velar el sueño de la inocencia.
V
Ese es el hecho. Lo es también que hay mujeres que han sobresalido antes de
ahora por la fuerza del pensamiento ó del carácter; se han "destacado á la luz de su
época en el cuadro social y han dado más brillo á «ese espejo de los siglos» que se
llama Historia ...
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éicís C'Mujeres en la h istoria de B o livia - Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
VI
Pero ¿se deduce de ahí que el cetro de los poderes públicos debe partirse por el
medio para entregar cada una de sus dos mitades á cada uno de los dos sexos en que
está dividida la especie humana? ¿Se desprende de ahí que, según la expresión de
Montaigne, «el hombre y la mujer han sido fundidos en el mismo molde» y están
llamados por igual á idénticos destinos?
Sostienen la afirmativa los que piensan que la difusión de la instrucción pública
daria á ambos sexos igual savia vital, igual potencia intelectual, idéntica influencia
social. Afirman en tal sentido, los que piden que se establezcan universidades femeni
nas y se abran las puertas de los tribunales, de los palacios, de los congresos, de los
ministerios, para entregar á la mujer una parte del timón del Estado.
Yo tengo para mí que, cubierta de joyas y de flores, se quedaría dormida sobre
ese timón, espirando en sus labios los cánticos del amor y de la gloria...
VII
Sostienen lo contrario, los que ven en la mujer gran inferioridad psicológica y
fisiológica, y afirman: Io, que en igualdad de número y de estudios, de hombres y
mujeres, descollará solamente un individuo femenino por 100 masculinos; y 2o, que la
antropología ha comprobado que el cerebro de la mujer pesa una décima parte menos
que el cerebro del hombre, llegando el primero á 1.272 gramos, á los 30 años de edad,
y el segundo se eleva á 1.424. Tal es, por ejemplo, la opinión científica de Letoumeau,
Siebold, Waldeyer, Cope y otros muchos. Hay fisiólogos que van más alia: aseguran
que en el varón desarrollándose más la parte anterior del cráneo, ó sea el frontal; y en
la mujer, la parte posterior, ó sea el occipital, y que, como en la primera reside la
facultad mental, y en la segunda el instinto afectivo, el hombre es el ser de la idea, y la
mujer el ser del sentimiento; que el primero vive para la cabeza y la segunda para el
corazón. De estos caracteres embriológicos deducen en la mujer los signos de su ten
dencia al sentimiento, á la timidez, al pudor, al abandono de la reflexión, á la sensibi
lidad. á las emociones, al dolor, á la protección del pecho varonil, en el que busca
cariñoso asilo, á la ternura que alimenta su alma, á las castas voluptuosidades de la
maternidad y á las delicias inefables del amor. Y, como consecuencia de todo eso, su
repulsión á los medios de la fuerza y su atracción por las combinaciones del afecto y
por los esplendores de la belleza personal.
VIII
Consecuencia: la justicia es la base de la sociedad, y la fuerza es la base de la
justicia; y como la fuerza, moral ó material, está reñida con la debilidad de la mujer,
está no es apta para el ejercicio del gobierno y de las instituciones; su intromisión en
esas esferas exóticas le haría perder el prestigio de su belleza y la belleza de su presti
gio; sus caricias, apagadas por la lucha diaria, serían menos encantadoras; sus besos
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B eatriz Rossells
IX
Ahora bien, ¿por qué lado inclinaremos el fiel de la balanza? ¿Franquearemos ó
cerraremos las puertas del Gineceo á la mujer ciudadana?
Mi opinión es, y conmigo la de publicistas modernísimos como M.L. Estemo,
que, dejando aplazada en nuestra época la cuestión de los derechos políticos de la
mujer, deben los legisladores ampliar sus derechos civiles, porque es indiscutible que,
si la mujer dejó de ser esclava de la sociedad, es aún esclava de los códigos, y que éstos
sancionan el despotismo que sobre ella ejerce el hombre.
Desgraciadamente, según L’Estemo, muchísimos moralistas, casi todos, se han
limitado en sus debates á idealizar ó deprimir á la mujer, respecto á sus condiciones
morales y á su rango social, sin detenerse en su condición jurídica, de que aquel autor
se ocupa exclusivamente. Pensemos primero en acordarle la suma de los derechos
civiles que la habiliten para el comercio humano y para la economía de la vida.
X
............El matrimonio es un cúmulo de desigualdades entre los dos jefes de la sociedad
conyugal, cuyas prerrogativas -sobre todo las sancionadas por la naturaleza- debieron
ser idénticas.
He aquí el vínculo primordial que entre los cónyugues establece el derecho
civil moderno.
«El marido debe protección á la esposa, y la esposa respeto y obediencia al
marido ...» No veo para qué hubiera que cambiar los términos reglamentarios que
marcan las relaciones entre la esclava y el amo. Para éste, el derecho autocrático de la
protección, -para aquélla, ¡el deber aislado del respeto y la obligación incondicional
de la sumisión! ¡Dependencia humillante ante la sociedad! ¡Autoridad moral amenguada
ante los propios hijos! Eso hace de la potestad marital un poder absoluto, una verdade
ra autocracia. ¿En dónde están las dos mitades de un mismo ser, asociadas ante la ley
civil, reunidas al pie de los mismos altares, refundidas en el fuego de un mismo amor?
¿Por qué se arranca así a la hija del seno maternal, para entregarla victima de la
inequidad? ¿Así se ennoblece la misión de la madre?
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7. ICONOGRAFIA FEMENINA DEL SIGLO XIX
Vicenta Juaristi Eguino con su padre.
Primer tercio del siglo XIX. Oleo sobre lienzo.
Colección particular. La Paz.
Retrato de Dña. Isidora Seguróla.
Primer tercio del siglo XIX. Pintor anónimo
Colección particular. La Paz.
Retrato de mujer joven.
Segundo tercio del siglo XIX
Oleo sobre metal. Colección particular.
Retrato de dama.
Segunda mitad del siglo XIX. Oleo sobre lienzo
Colección particular. La Paz.
*
Nuestra Señora del Patrocinio de Tarata
Anónimo pintor popular. Oleo sobre metal. 1864
Colección particular. La Paz.
Habitantes de Potosí frente a la Catedral.
1830-1833. Alcides D’Orbigny. Viajes por la América Meridional
Indios y mestizas de la nación aimara de La Paz.
1830-1833. Alcides D’Orbigny.
Vestimentas de Santa Cruz de la Sierra.
1830-1833. Alcides D’Orbigny
i
«?
■í.
Indias e indios de la Provincia de Chiquitos
1830-1833. Alcides D’Orbigny
Mujeres de Moxos, 1859
Melchor María Mercado
Cholos y mestizas. Cochabamba, 1858(?)
Melchor María Mercado
t
A
Vendedora de comida. Potosí 1849(?) Vendedora de leche. Potosí 1849 (?)
Melchor María Mercado Melchor María Mercado
*
'
Aymara de La Paz, vendedora de
cerveza de maíz (chichera), 1875-1876
Charles Wiener
k ) ‘« w V 'W *A
Tejedoras, 1880
Leonce Angrand
i
I
Chola bailando una cueca en una chichería de Sucre
con "El Duende”. Grabado de Víctor Puig “El Duende”, agosto de 1897
í
Joven india toba. Dibujo de Riou en base a un
Croquis de Thouar, 1883-1887.
*
!
Lucha de mujeres tobas. Dibujo de Riou en base a un
Croquis de Thouar, 1883-1887.
Tipos de mujeres chiriguanas de la Misión de San Pascual
de Boicovo, Misiones franciscanas en la República de Bolivia
Doroteo Giannechini.
*
Alumnas de la misión de Tairaré. Misiones franciscanas en la
República de Bolivia. boroteo Giannechini, 1898.
.
Dña María Magdalena Pino y Dña Victoria Encinas de la
Tercera Orden, maestras de las neófilas y catacúmenas de la Purísima
deTaralri. Giannechlnl, 1898.
»v
Dos generaciones, Sucre, circa 1870-80
'
*s
i
Colegio de las Educandas, Sucre, clrca 1895
«¡7
V-
Colegio de niñas. Personal de maestras y matronas
Sucre, circa 1895
f
i
Grupo de cholas elegantes. La Paz, fines del siglo XIX
Foto Cordero
V
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Grupo de señoras paceñas. La Paz, fines del siglo XIX
Foto Cordero
4
t
ÍÍÍS a jO T C S en h isto ria de B olivia ■ Im ágenes y realidades d e l s ig lo X IX
FUENTES Y BIBLIOGRAFIA
FUENTES
REVISTAS
Club Patriótico (Potosí, 1879)
El Album (Sucre, 1889)
La Aurora Literaria (Sucre, 1863-64)
Bolivia Literaria (Sucre, 1894)
La Colmena Literaria (Sucre, 1894)
El Diablo (Tarija, 1898)
El Duende (Sucre, 1897-98)
La Epoca (Sucre, 1894)
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LA MUJER EN LAHISTORIA DE
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IMAGENES YREALIDADES
DE LA COLONIA
EUGENIA BRIDIKHINA
IMAGENES Y REALIDADES
DELSIGLO XIX
BEATRIZ ROSSELLS
IMAGENES Y REALIDADES
DELSIGLO XX
LUIS OPORTO ORDOÑEZ