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EL ESCORPIÓN

Argentina, 1947
El campo.
Una ciudad de provincias.

Personajes
Isotta, la hermana mayor
Lucía, la hermana un año menor
Fiore, el hermano cinco años menor

Escena 1: La habitación de Fiore


Isotta, detrás de un mueble en el dormitorio de Fiore y su esposa.
Media escondida, tapándose con la puerta abierta del ropero.
Vestida de luto, se retuerce entre la culpa y la lascivia.
Tiene desabotonado el cuello de la blusa negra.

ISOTTA: ¿Qué me ha dado de beber? Este aguardiente enseguida se me subió a la


cabeza. ¡El aguardiente y los besos! No está bien esto que hacemos (hipa) Usted me
hace hacer un pecado, Ivo. Un pecado grandísimo. Mi padre, yace ahí en su… ¿cómo se
dice?... Igual me entiende lo que quiero decir. Que está muerto, papá. (Lloriqueo). Yo
no pude ni despedirme de él, que llegué y ya se había ido. Este es un licor fuerte. Será
de ciruela, que es una fruta que no tiene la culpa. Pero… es fuerte. Lecho mortuorio, me
acordé de la palabra. (bebe; trivial) Está rico. ¿Quién lo prepara? Su mamá? Sigue bien
su mamá, Ivo? Cómo está doña Bizerka? Yo la quería mucho a su mamá; ¿ella me
quería a mí? ¿Se acuerda de mí? Me habrá agarrado rabia. (Picara) Usted también me
tenía rabia. Fueron cosas de chicos. ¡Pero cómo lo quería yo! Usted me quería… Fue el
destino que se cruzara don Antonio. (se desabrocha unos botones.) Usted dice que me
perdona; pero está muy mal esto que estamos haciendo. Dios no me lo perdona, Dios…
¡Dios tiene una libreta negra así de gorda con mi nombre en la tapa! Isotta Filiberti.
Ahora me anotará otro pecado. ¡Y qué pecado, Ivo! (se asoma fuera del biombo) ¿llora
usted? Está tan silencioso. Mire, si viene mi cuñada. Si entra de golpe; ella se huele
estas cosas. Es propio una loba. Viene Fiore con el trabuco. Espere, es cosa de un
momento. (se quita la blusa) Esto no será como fue en el campo, entre el lino. Cuando
cantaba “Tutti mi chiamano Bionda / ma bionda io non sono./ Porto i capelli neri!”
(Junta valor) ¡Va a llevarse un chasco cuando me vea! Tengo treinta y cinco años, tuve
dos niños. Y tengo una cicatriz muy fea que me cruza la pierna… De una vez, un
accidente. ¡Que me enfurecí con la vecina! (La perra aulla) Oiga allá, Ivo, otra
desgracia sobre esta casa. Si alguien nos descubre… Si alguien… Dicen por ahí que yo
estoy loca. Creen que estoy loca. Pero yo no estoy loca. ¡Ay, Santa Clara de los
pobrecitos! Quiero que usted vea la cicatriz. Vea, vea. Acá, donde dá la liga. (Saca la
pierna, se alza la enagua. Al otro lado, él toca su cicatriz). No pudo haberle dado
impresión. Me pasa que a veces no duermo. Me quedo tirada a la noche, mirando el
techo. Noches y noches y después me levanto y hago alguna burrada. Lo que sucede…
lo que sucede es que vivo con el alma fuera del cuerpo. Como dice usted: ‘La sangre no
es agua’. Alla finestra t'ho visto,/ non t'ho potuto parlare./ M'hai fatto innamorare! (Se

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persigna, horrorizada) Cantar hoy que papá está muerto! (oscura) No, no. (Sigue
desnudándose) No puedo quitarme la ropa y hacer esto para que usted me perdone.
Usted anduvo diciendo por ahí que le hice una perfidia. Mire, no sé qué quiere decir
perfidia, pero no me gusta que anden hablando mal de mí. (Querendona) Aparte, yo
quiero que usted me perdone. (Un tiempo) Come porti i capelli bella bionda, /tu li porti
alla bella marinara. No, no. Esa era otra canción, es una polka, y papá está en el lecho
de muerte. ¿Cómo se sabe cuando es una polka y cuando no es una polka? Tu li porti
come l'onda / come l'onda in mezzo al mar ¡Yo soy tan desdichada, Ivo! Pero es como
dice usted ‘hay que cagar o salir del pozo’. Olvídese; no puede tenerme. Yo, yo no
puedo quitarme la ropa. Sino fuera porque lo quiero tanto, me haría sentir una
cualquiera.¡Pero lo quiero tanto! No puedo (se quita las medias) En cualquier momento
llaman y hay que enterrarlo a papá.
Queda con enaguas.
Se quita las enaguas por encima de la cabeza.
Sale del biombo.
Apagón.

Escena 2: El velatorio
El padre en la habitación de al lado.
Los tres clavados delante de una cómoda, compungidos-

FIORE: Pedía queso… ¡Reggiano, chocolate!

LUCIA: Se los diste?

FIORE: Jamón de San Daniele, sanguinacce!

ISOTTA: Se los tendrías que haber dado. Era su última voluntad.

FIORE: Mira qué idea, comer morcilla en ese momento.

ISOTTA: Era su última voluntad.

LUCIA: El doctor le dijo que no podía comer pesado.

ISOTTA: En Italia pasó una hambruna terrible pero nunca le faltaba queso ni un pedazo
de jamón. No, jamón sí le faltó.

LUCIA: Lo robaba. Lo robaba, porque no tenía para comer.

ISOTTA (se corrige): Queso también le faltó. ¿Quién le iba a dar un pedazo de queso,
pobre papá? Si las vacas estaban flacas y eran de los señores y los copetudos.

FIORE: No quedaban vacas en Italia.

ISOTTA: Vos no le tendrías que haber negado un poco de queso.

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LUCIA: ¿Estás loca, cómo le iba a dar? ¿No ves que se estaba muriendo?

FIORE: ¡Fiore, Fiore, me llamaba! La perra la tenía al lado, abajo de la cama. Al final
me decía: ¡Me lo niegas a mi, a tu propio padre! ¡Pero al menos dale un poco a la perra!

LUCIA: Qué perra?

ISOTTA: La perra de papá.

FIORE: Estaba remetida debajo de la cama, gruñía, gruñía: me mostraba unos dientes
así. ¡Estaba como para acercarme a la perra!

LUCIA: La Chispa.

FIORE: Ossobuco pedía al final.

ISOTTA: Papá estaba de muerto de hambre.

FIORE: Margarita corrió a prepararle un caldo. Las verduras le puso.

ISOTTA: Nadie me saca de la cabeza que papá se murió de hambre.

LUCIA: Si estaba enfermo del corazón, del pecho!

ISOTTA: Mirá que sos idiota, Lucía. Por hacerle caso al doctor se murió. Ya lo sabía
yo. Un matarife el doctor ese que trajeron. ¿A quién conocen que curo? Dios te proteja
de que ese doctor te atienda, porque te manda bajo tierra. ¡Yo les dije, yo les avisé! Pero
al estrellado de tu marido, ah, ¡el genio de la familia!, viene y dice que es un gran doctor
y corren a llamarlo. ¡Ahí tienen, qué rápido enterró a papá!

LUCIA; Margarita le hizo un caldo?

ISOTTA: Hay que escribir a Italia. Vos o el sabihondo de tu esposo deberían escribir
una carta a Italia, ya que tan buena letra tienen ustedes, avisando de … avisando que
papá…. ¡pero si no me lo puedo creer!

LUCIA: Qué clase de caldo le hizo tu mujer, Fiorindo?

ISOTTA: ¡No me lo puedo creer, que mi papá esté muerto!

FIORE: En Italia no queda ninguno.

LUCIA: Capaz que ella le puso chorizo colorado o pimienta. Come todo picante, parece
propio una negra como cocina. Debe tener las entrañas como papel de lija. ¿Qué le echó
en el guiso a papá?

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FIORE: Había una hermana, la tía Bice o Chiche… pero no se supo más de ella. Y los
otros se fueron a Norteamérica.

ISOTTA dolorida: ¡Voy y lo despierto!

FIORE: Chiche le decía papá.

ISOTTA: ¡Agárrenme porque voy y lo despierto!

La sostienen.

ISOTTA desesperada: Papá está dormido, ¿es que no se dan cuenta? Está dormido y
ustedes dos lo quieren enterrar. Grita Papá, despierte, despierte. ¡Las dos víboras de sus
hijos lo quieren enterrar!

Lucía la abraza y llora con ella.

FIORE: La perra se puso igual.

LUCIA: Qué hacés, Isotta! ¡Me mordiste!

FIORE La tuvimos que encerrar a la perra.

ISOTTA: Mi papá, mi papá…

LUCIA; Me hiciste doler la oreja.

FIORE: Angelito me dijo si la sacrificamos. Yo, por papá…

LUCIA: Fijáte, Fiore, si no me sacó sangre esta salvaje.

FIORE no mira: Le dije: Déjala que se muera sola. Lo va a extrañar y se va a morir de


extrañarlo. Los animales son así. Se enferman de extrañar y se mueren.

ISOTTA: Ay, ay.

FIORE; ¿Cuándo vienen los maridos de ustedes? Acá se necesita ayuda. Pero ustedes
cuando es trabajar o auxiliar al cristiano, no están nunca. Conste que no lo dice
Margarita nomás. Lo digo yo. Ah, pero después para repartir, ya están acá con las
manos estiradas. Dame, papá. Dame, Fiore. Son capaces ustedes de pedirle hasta a la
perra!

LUCIA: Me duele; me envenenaste. ¡Ay, Santo Paulo de los escorpiones, cómo me


viniste a picar!

FIORE: La perra, digo. Qué necesidad va a haber de matarla.

ISOTTA: Déjame llorar tranquila.

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LUCIA: Quién atiende a los colonos? Vinieron desde Acebal…

FIORE: ¿Quién va a ser? Margarita y la Matilde. Acá si no lo hacemos nosotros, ¿quién


lo hace? Ustedes están lejos. Discuten, discuten, pero nosotros estamos acá: no nos
sirven discusiones.

ISOTTA: Dejáme con mi dolor.

LUCIA: ¿Margarita los está atendiendo? ¿Ella sabe, sabe cómo se hace? Descarto que
sabrá llevar una bandeja. La Matilde es una nena, se le va a caer todo. Va a romper los
pocillitos chinos… La mamá tenía una bandejita de ¿qué era? ¿sándalo?

ISOTTA: Qué dulore! No me puedo mover.

FIORE: Mujer que llora, caballo que suda, son más falsos que Judas. ¿Por qué no
viniste, Lucía, cuando papá te mandó a llamar? Vos, Isotta, ¿por qué no viniste? Las dos
estaban muy ocupadas y cuando no están ocupadas no tienen plata para el billete del
tren. Ya me enteré que papá les pagaba el billete, pero eso no se puede si hay que pagar
remedios. Los remedios de papá costaron un dineral. ¿Quién de las dos adivina primero
quién pagó los remedios?

LUCIA: El yugoslavo la ayuda. Yo creí que ya no trabajaba con papá. Qué hace
Radovic ahora acá? Les trae el aguardiente de cereza, el maraschino todo eso. Va a
poner a las lloronas borrachas.

ISOTTA: Viene por mí.

FIORE: El yugoslavo viene porque es un metido.

ISOTTA: Viene porque todavía me quiere.

LUCIA: Imposible, Isotta. El yugoslavo te odia porque te fugaste con otro.

ISOTTA: ¡Era una criatura cuando me fui con don Antonio!

LUCIA: Lo engañaste con otro.

FIORE: Una vez se lo explicó a papá. Yo escuché todo. Parece calladito, pero no saben
qué lengua tiene el Yugoslavo, cómo habla. Las cerezas son para una cosa y las ciruelas
para la otra.

ISOTTA: Vos no sabés nada de mi vida. Vos siempre metiste la nariz y fuiste y le
buchoneaste a papá lo de don Antonio.

LUCIA: Le metiste los cuernos al yugoslavo con Antonio.

ISOTTA: Me casé con don Antonio.

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LUCIA: Al yugoslavo lo dejaste hecho una piltrafa.

ISOTTA: Tenía dieciséis años y a los dieciséis y medio me casé con don Antonio.

LUCIA: Uccello in gabbia non canta per amor, canta per rabbia.

ISOTTA: Lo quise mucho a don Antonio cuando me casé.

LUCIA: Pajarito en la jaula no canta por amor, canta por rabia. La paliza que te dio
papá.

Isotta rompe a llorar otra vez.

ISOTTA: Me daba con la zapatilla y gritaba: Una hija mía! Una hija mía, qué
vergüenza! Mi hija más querida!

FIORE; Antonio era un pícaro. ¿Por qué no vino? ¿Quién va a llevar el cajón? Los
paisanos? El es yerno; él tendría que estar.

LUCIA: Puttana, decía, me acuerdo. Lo de mi hija querida no me acuerdo.

FIORE: Tu marido tendría que estar acá. ¡Ah, pero ese es otro que va a meter la lengua
cuando haya que repartir! Ahora estamos todos tristes y en dos meses se van a arrancar
los ojos por lo que dejó papá. En esta familia nunca hay paz.

ISOTTA: Me lo codiciabas a Ivo.

LUCIA: ¿Qué Ivo? ¿Quién es Ivo?

ISOTTA: El Yugoslavo. Hablabas con él a mis espaldas.

FIORE: Palabra santa que se van a quitar los ojos. Ah, hagan de cuenta que soy un
profeta y lo estoy viendo. Esta es una raza maldita.

LUCIA: No es cierto! Fiore, decíle que no es cierto! Nunca me gustó tu yugoslavo.

ISOTTA: ¿Y él qué sabe, si era un niño!

LUCIA: El te espiaba.

ISOTTA a F: Vos me espiabas?

LUCIA: Decíle, Fiore.

FIORE: ¿Qué? ¡Pero si no me acuerdo! Cállense. El cura está por venir. Que no las vea
pelear así. Todo el pueblo habla…

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ISOTTA se ahoga en llanto: No, no!!

LUCIA: Ya no hagas teatro. Vos estabas peleada con papá y ni te hablabas con él. ¿Qué
tanto llorás, Isotta? Por qué no la ayudas a Margarita?

ISOTTA furiosa: ¡Ayudála vos!

FIORE mirando fuera: Ah, Margarita me habla.

LUCIA: Yodo voy a tener que ponerme en las orejas.

FIORE: Margarita me hace seña. Tienen que ayudarla.

LUCIA: ¡No!

FIORE: Es la nuera; no tu sirvienta.

LUCIA: El yugoslavo está ayudando.

FIORE: Servir es cosa de mujeres. Anda vos, Isotta.

ISOTTA: Estoy que me caigo, Fiore.

LUCIA: Te hubieras puesto chinelas. Y no esos tacones.

FIORE: Dejáte de pelear. Ya pelearán después, cuando haya que repartir.

LUCIA: No peleo; estoy triste. Estoy mal; ustedes lo dejaron morir a papá. Vos, lo
abandonaste. Y ésta, ésta con todos los disgustos de sus locuras…

FIORE: Vos no estabas nunca. Iba el Angelito en bicicleta hasta el pueblo para hablarte.
Tu vecina siempre decía que no estabas. ¡Qué tanto había que salir, qué tanto había que
buscarte! Vos tenías que estar acá y no estabas.

LUCIA: ¿Te creés que era fácil venir cada vez que vos…?

FIORE: Ah, ya sé. Vos tenés tu casa, tu familia. La Isotta también. Yo no critico, pero
después no quiero reclamos. Oíste? No me reproches más.

LUCIA: Vos, Isotta, sí podías venir. Antonio te tiene en la casa sin hacer nada. Porque
cada vez que salís armás gresca. Es un milagro que no estés encerrada por loca o por
violenta.

ISOTTA: Fiore, ayudáme. Fiore, deféndeme. Quiere que le arranque los pelos y le voy a
arrancar la cabeza.

FIORE: Termínala, Lucía.

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LUCIA: ¡El papel de mala lo hago yo! Pero ella podía cuidar a papá y no vino.

FIORE: Acá no vino nadie. Estaba Margarita y estaba yo. Más el trabajo. Porque acá, el
que no trabaja no come. Margarita no borda letritas en las sábanas de blonda y
hopalanda. ¿Sabían eso, ustedes dos? Margarita sale al campo y trabaja igual que un
peón.

LUCIA: La santa bajada del cielo.

FIORE: No dije eso. Dije que trabaja. Que cuidaba al viejo y ustedes que son las hijas,
no estaban.

LUCIA: Ustedes son dos asesinos.

FIORE: El viejo cómo fastidiaba al final. Que quería el reggiano, que quería morcilla.
Qué ganas de molestar. Margarita iba y venía, la Matildita iba y venía. Nos tenía
enloquecidos con el queso. Margarita fue y le hirvió un caldo, pero para cuando le dio
dos sorbitos… dos sorbitos… ya se moría…

ISOTTA: Qué te dijo? Qué te dijo al final papá? La llamaba a la mamma?

FIORE: No…

ISOTTA: Se te murió en los brazos, sin decirte nada…?

FIORE: Hablaba tan bajito… No se le entendía....

ISOTTA: Pero tomó algo del caldo aunque sea?

FIORE: Queso, diría, Dame el queso. ¿Qué otra cosa podía ser? (Hace con la boca la
palabra silenciosa que el padre pudo haber pronunciado) Queso. ¿Qué otra cosa iba a
decir papá? Siempre tenía hambre.

ISOTTA conmovida: No había queso en Italia. No había vacas, la tierra estaba seca. Los
señores esperaban a que cumpliera los quince años para hacerlo soldado y el tío de él lo
queria mandar a luchar como Garibaldi…

FIORE: Quería el queso. Pero yo sé: si le daba el queso, él me lo escupía en la cara. Era
un viejo de mierda.

Apagón.

Escena 3: El despacho del Notario


Los tres hermanos de luto, de pie.
Acaban de leer el testamento del padre.

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LUCIA: Hablé con el médico ayer. Quiero que me explique bien cómo se nos vino a
morir mi papá, le dije. Pero hizo así con los hombros, como diciendo, Ya está, señora
Filiberti: ya se fue.

FIORE: Basta, Lucía. Yo lo cuidé. Vos crees que no, porque tenés remordimientos por
no haber venido. Aguantate ahora. Porque venir a ayudar, no viniste nunca.

ISOTTA: …Lo que el Notario leyó está mal… Yo entendí mal o me parece a mí.

LUCIA: Vos, Fiore, te tendrías que haber dado cuenta que andaba mal. Lo tendrías que
haber traído a Rosario. Ahí el doctor a lo mejor algo todavía podía hacer…

FIORE: Reclamos, reclamos…

ISOTTA: Papá no tenía treinta y dos hectáreas. Papá tenía cuarenta manzanas de tierra.
No sé, el Notario habla en hectáreas, es confuso así. Nosotros hablamos por cuadras, por
manzanas. ¿Cuántas cuadras de tierra tiene una hectárea? Ah, no entiendo nada.

LUCIA: El estaba muy a disgusto el último tiempo. ¿Por qué lo acompañaba el


yugoslavo a todas partes? Vos lo podrías haber traído a la ciudad, Fiore. ¿Por qué no lo
trajiste?

ISOTTA: Si yo no entiendo mal: acá faltan siete cuadras de tierra, ocho. Siete, porque
una dice específicamente que se la deja a Ivo, al yugoslavo, como pago de una deuda.
¿Qué deuda tenía papá con el Ivo? No me digas que el yugoslavo estaba sentido por
aquello conmigo, si éramos criaturas cuando pasó. Ah, lo habrá embaucado a papá. Te
juro que voy al campo y le pido cuentas al Ivo. ¿Cómo es esto de la deuda, de la cuadra
de tierra? Fiore, ¿por qué el yugoslavo se quedó con una cuadra de tierra? Una para él;
pero, ¿y las otras siete, quién se las comió?

LUCIA: Vos y tu mujer le daban los disgustos a papá.

FIORE: Pero vos y tu marido no aparecían a ayudar.

ISOTTA: ¿Por qué no trajiste a tu marido, Lucía? El es más entendido para sacar
cuentas. Yo no entiendo, la verdad es que no entiendo nada. Pero acá está faltando
tierra. La maquinaria te la deja para que vos trabajes el campo, pero vos sabés que no te
corresponde, Fiore. Tenés que partir con nosotras lo que cuestan las maquinarias.

LUCIA: El viejo no podía respirar. Vos sabés que era angina de pecho. Si decía que le
dolía el pecho, había que hacerlo ver. No me digas que esperabas que el Yugoslavo lo
trajera. Ese era un cusifai, hablaba todo entrecortado, se chupaba con el alcohol de
quemar. Quedó loco de cuando esta lo dejó. Ah, igual (ríe maligna) ¡no sabe el
yugoslavo de la que se salvó con la Isotta!

FIORE: ¡Un plato fuerte la Isotta!

Fuertes ladridos fuera.

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FIORE: La Chispa.

ISOTTA: La perra; me parte el alma.

LUCIA: No tendrías que haberla traído.

FIORE: Me sigue.

LUCIA: Era la perra de papá, nomás él la mandaba.

FIORE: La tengo pegada a los talones.

ISOTTA: Pobre perra, no se hace a la idea de la muerte de papá. Los perros no se hacen
a la idea de la muerte de sus amos. Yo tampoco. Además la perra no te sigue, Fiore. No
es así.

FIORE: Está ahí fuera. Se subió al rastrojero y se metió debajo de las bolsas. Ni
Angelito ni yo la vimos. ¿Qué le hago? ¿La mato?

ISOTTA: La perra no te quería. Yo entendería más que fuera y se acostara encima de la


tumba de papá.

FIORE: Nos bajamos del rastrojero y nos siguió hasta acá. Quedó mal de la cabeza la
perra.

ISOTTA: Los animales también es un asunto. Tenés que rendirnos cuentas. Cómo les
dio la encefalitis a los potrillos? Aparte, el tordillo era de papá, no tuyo. La percherona
también era de papá. ¿Por qué no la puso en el testamento?

FIORE: La parola è d'argento, il silenzio è d'oro.

ISOTTA: Qué decís, Fiore!

FIORE: No necesita traducción.

LUCIA: Tu mujer te cambió.

FIORE: Vos la tenés con Margarita. Pero Margarita trabaja de sol a sol y cría tres
chicos. No uno como vos que lo tenés en cuna de oro; estás criando un haragán.

LUCIA: Con mi hijo no te metas.

ISOTTA: La princesa soñada te creíste que era Margarita.

FIORE: Margarita dice que ustedes se llevaron cosas, mientras velábamos a papá.

LUCIA: Es estudioso, es buen hijo.

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FIORE: Hasta la mamá lechuza, vé lindos sus pichones.

ISOTTA: Fiore, vos decís que el testamento estaba hecho de antes. ¿De antes cuándo?
Cuando los potrillos estaban vivos? Y las cuatro vacas? Y los chanchos? No dice nada
ni de las vacas, ni de los chanchos. Pero no me digas que todos se murieron de peste. No
voy a hablarte de lo que plantaste, ni de la cosecha: eso es muy tuyo. ¿Pero las gallinas,
los patos, los conejos, los pavos? ¿Qué pasó por nuestro campo, el diluvio universal,
que no queda ninguno?

FIORE: Papá testó cuando testó.

ISOTTA: Lucía. ¿qué te dijo tu marido que no podía venir? Acá hace falta un hombre
que entienda. ¿Por qué Alberto nunca puede cuando se lo necesita?

LUCIA: No digas que estabas sembrando, por eso no lo llevaste al doctor en Rosario, es
que estás hecho un pollerudo atrás de tu mujer. Todo lo que ella te manda lo hacés.
Margarita lo odia, lo odiaba a papá. Ella te habrá dicho que no lo lleves, que lo dejes
morir.

FIORE: De las cosas que faltan no me dicen nada? El rosario de cristal, las botas, ¡una
punta así de cosas de papá faltan!

ISOTTA: ¡Alguien nos está robando!

FIORE: todos los zapatos, los calcetines, las camisetas, la camisa de vestir de doble
puño, con los ojalitos cosidos a mano, siete puntadas entre botón y botón. El lo decía
siempre y ahora esa camisa no está. La usó para todos los casamientos y todos los
bautismos.

ISOTTA: ¿La camisa de domingo, decis? Y los animales que no están? Y la tierra que
falta? Fiore, revisá el testamento. Yo tan estúpida no soy; acá falta mucho.

FIORE: Vaciaron el baúl, vaciaron el arconcito. Arpías.

ISOTTA: Alberto tiene cabeza para sacar cuentas, para eso te casaste con un empleado
del Telégrafo, porque había ido a la escuela. Y resulta que nunca está. Si yo tuviera un
marido así, lo obligaría a que me ayude. Porque un marido está para ayudar en todos los
percances de su esposa, y la esposa también a veces ayuda. Don Antonio no tiene nada
aquí en la testa, es hueca, corcho, alcornoque. No entiende nada, es como yo. Brutos los
dos, no podemos sumar dos más dos, uno más uno. ¡Pero a tu marido, Lucía, le tendrías
que haber obligado a que viniera, bendito Dios!

FIORE: Ustedes gritan y la perra ladra más fuerte.

LUCIA: Nunca va a descansar en paz el alma de papá.

FIORE: El yugoslavo me pidió la perra de papá. La quiere él.

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LUCIA: No se la des.

ISOTTA: Dásela. Por qué no se la va a dar?

LUCIA: Lo seguís queriendo al yugoslavo. ¿Ves cómo te pisás?

FIORE: La perra de papá es ahora mi perra. Cuando yo no la quiera, la mato de un tiro.


Pero a un cualquiera no se la doy. Y ni a vos, ni a vos. Ya se llevaron mucho y no se
merecen nada.

ISOTTA: Igual la perra está muy caída. Se va a morir antes de que vos te canses de
ella.

FIORE: Eso es lo que vos creés: tiene más fuerza que nunca. Parece rabiosa. Como le
vea espuma en la boca, no lo pienso dos veces y agarro el trabuco.

ISOTTA: Vos nos hiciste un chanchullo. Tu mujer te llenó la cabeza para quedarse ella
con todo, seguro.

FIORE: Cuidá la boca antes de llamarme ladrón.

LUCIA: No quiero que me hablen de ladrones. Vos, tomáte tus remedios.

ISOTTA: No necesito remedios.

LUCIA: Antonio dice que el doctor te los dá y vos los escupís.

ISOTTA: Don Antonio no sabe lo que dice.

LUCIA: Te van a hacer encerrar por loca.

ISOTTA: ¿Quién? ¿Vos?

LUCIA: Antonio; los vecinos. Le rompiste la despensa a Abdala.

ISOTTA: El turco robaba con la balancita. La tenía arreglada para que pese más. Tenía
que defenderme. No es justo abusarse del pobre.

LUCIA; Antonio dice que después saliste hecha una furia y te metiste en la capilla de
San Roque y rompiste el San Roque de yeso a piedrazos.

ISOTTA: Mentira.

LUCIA: Antonio dice…

ISOTTA: Pero ¡va fancul con Antonio esto, Antonio lo otro!

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LUCIA: Repito lo que me dijo Antonio cuando llevamos a papá.

Fiore se despanza de risa.

LUCIA: No seas estúpido, Fiore.

ISOTTA: Explíquenme lo de las tierras, mejor. Las siete cuadras de tierra que acá faltan
¿adónde están? Que venga ese notario y hable bien claro que yo no soy sorda. ¿Dónde
está la tierra?

FIORE: Papá tiene el cuerpo caliente todavía y vos ya estás peleando.

ISOTTA: Lo que es mío, es mío.

LUCIA: Triste el que se muere.

ISOTTA: Dónde está la tierra que falta, Fiore? Vos vivías en el campo con él, vos sabés
qué hacía, qué puso en el testamento. Qué pasó, lo confundió el yugoslavo? Yo no lo
creo capaz al yugoslavo de hacernos una trastada. Aunque lo mate el rencor por el
desaire que le hice, pero él sabe que yo puedo ser peor que él, si me jugó sucio. Yo
llamo a la policía y va preso ahí mismo. ¿Qué pasó, lo robó a papá?

FIORE: Papá estaba perdido y se aficionaba a cualquiera.

LUCIA: No lo puedo entender. Con ese hombre…

FIORE: A la final, lo quería más que a la familia.

LUCIA: Teniéndote a vos ahí, qué necesidad.

FIORE: Estaba perdido. ¿Por qué no viniste a ver cómo estaba papá, cuando el Angelito
te llamó para que vengas? Ahora desconfiás, ¿pero dónde estabas cuando te llamamos?

ISOTTA: Pero le dejó una cuadra de tierra al yugoslavo y ni familia es. Yo mañana
viajo al campo y le pido cuentas.

LUCIA: Estaría enquistado con vos papá. Algo le habrás hecho.

FIORE: El viejo tenía un carácter de mierda.

LUCIA: Si al menos el yugoslavo se hubiera hecho cargo y lo traía a Rosario…

ISOTTA: Tenemos que encontrar un abogado, que nos lea bien la escritura. Papá tenía
cuarenta cuadras de tierras. Yo no entiendo nada; vos, Fiore, tenés que tener una
explicación.

FIORE; La tierra, la tierra. Ustedes no se merecen ninguna tierra.

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LUCIA: Por qué lo dejaste morir asi, Fiore, enquistado con vos, lejos nuestro?

FIORE; Porque vos no venías.

ISOTTA: Esto no es cosa del yugoslavo. Esto es maña tuya, Fiore.

LUCIA: Esto es cosa de Margarita; le conozco la uñada. Te llenó la cabeza, te volvió


loco. Fue ella, fue ella.

FIORE; ¡No metas a Margarita! (a I) Vos dijiste que ibas a cubrir el espejo véneto en
señal de luto con un paño y aprovechaste te lo llevaste, Isotta. ¡Te llevaste el espejo de
mamma! ¡Urraca ladrona!

ISOTTA: Mamá me lo había dejado a mí y tu mujer nunca me dejó sacarlo.

FIORE: ¡Mentirosa!

ISOTTA: ¡Enredador!

FIORE: Papá lo puso así en la escritura. Tanto para vos, tanto para ella, tanto para mí y
tanto para el yugoslavo.

ISOTTA: ¡Pero falta, falta!

FIORE: No falta. Papá me cedió esas siete cuadras por las que protestás.

ISOTTA: No puede ser.

FIORE: ¡Papá me cedió la tierra! Siete cuadras, que son mías, me cedió papá. Como
parte de pago y me dejó la maquinaria. Tengo los papeles, todo firmado. La escritura;
hay testigos, lo selló un escribano.

ISOTTA: Cuándo fue eso? Se hizo a escondidas nuestra? Eso no puede ser legal; no
está bien.

FIORE: Papá firmó y es todo de acuerdo a la ley. Cuando empezó con la tos le dije que
lo llevaba a Rosario, pero él no quería saber nada con ustedes ni con los maridos de
ustedes. El médico lo tenía cansado; le decían que eran mañas, que eran cosas de viejo.
No quiso ir al médico. Margarita y yo le dijimos, pero no quiso.

ISOTTA: Fiore, vos llevás a tus hermanas a la ruina.

LUCIA: Vos mataste a papá.

FIORE: Aparte la ciudad no le gustaba: había mucha bulla, decía. Por eso no lo llevé.

ISOTTA: Vos sos un mal hermano. Le robaste a él y ahora nos robás a nosotras.

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LUCIA: Vos sos un mal hijo.

FIORE: Yo hice lo justo.

ISOTTA: Acá tendríamos que tener un hombre que nos represente. Te empeñaste en
que vengamos solas. ¿Por qué? Hasta don Antonio que es bruto, algo hubiera entendido.

FIORE: Lo que es mío, es mío. Los papeles dicen de quién son y es mío.

LUCIA: Acá no habrá misa que yo pague por el alma de papá para que te disculpe. Yo
voy a encargar la misa en la Santa Rosa y no te voy a comedir para que vengas.

ISOTTA: Ojalá venga la perra y te salte al cuello. Parece que una mujer no puede tener
justicia sino haciendo un destrozo con vos.

FIORE: Me tengo que ir. El notario habló y el notario les leyó la voluntad de papá.
Ustedes hagan lo que quieran. El campo que les toca, si quieren se vende y si no, les
compro.

Escena 4: La casa de Lucía


En la ciudad.
La mesa, sobre ella un bulto que Lucía abre con objetos dentro.
Isotta ávida.

ISOTTA: ¿Qué más te trajiste?

LUCIA: No mucho, porque Margarita me vigilaba como un halcón. (saca cosas) Tengo
el abrigo, el trench de papá… Yo lo quería para Alberto, porque él sale tan temprano
para el Telégrafo y a veces tiene que hacer el turno de la noche.

ISOTTA tocándolo: ¿De dónde habrá sacado papá un impermeable inglés? Mirá qué
tupida la gabardina. El se lo ponía y no se mojaba nunca.

LUCIA: Se lo habrá comprado a algún oficial.

ISOTTA: Lo habrá robado.

LUCIA: Se lo quiero dar a Alberto.

ISOTTA: Bueno, quedátelo para Alberto. Yo quiero la sopera que era de mamma. ¿Te
trajiste la sopera?

LUCIA: No pude. Pero tenés el espejito véneto.

ISOTTA: Pero apenas si me entra la cara en el espejito.

LUCIA: Pero lo trajeron de Murano. Capaz que cuesta una fortuna.

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ISOTTA: No creo; la florcita de cristal se rompió hace como diez años. Mamma le puso
para reemplazar la chinita amarilla de papel. Había seis cucharitas de plata, también.

LUCIA: Ya te dije que no estaban.

ISOTTA: Margarita las habrá escondido.

LUCIA: Las habrán vendido.

LUCIA sacando cosas; Las galochas, los abotinados, medias de lana, las camisetas.
Mirá que bueno el algodón…

ISOTTA: Le saqueaste el cajoncito…

LUCIA: Qué decís? Somos las hijas: esto es nuestro. Mirá: las camisetas le entran a
Antonio y sino cuando Bertito crezca. Esta tela es duradera.

ISOTTA: ¿Dónde están las alianzas? Le pregunté a Margarita, me dijo que se las habían
sacado porque al final, como no le circulaba bien la sangre, tenía los dedos muy
hinchados y le dolía.

LUCIA: Me dijo que te las dio.

ISOTTA: No me dio nada.

LUCIA: Estás segura?

ISOTTA: Estás segura vos? No te las habrá dado y no te acordás? Papá decía que esos
anillos le costaron sangre y dolor pagarlo.

LUCIA: La mamma era muy bella; tenía muchos pretendientes. El viejo habrá tenido
que pelear con los rivales.

ISOTTA: No. Lo estafó el joyero con el pagaré.

LUCIA: Ah.

ISOTTA suspicaz: Andá y fijáte entre tus cosas si no las tenés. Son dos anillitos finitos
como un fideo. Uno para vos y otro para mí.

LUCIA: Tengo todo tan desordenado…

ISOTTA: Pero fijate. Uno para vos y otro para mí.

LUCIA: ¿Y Fiore?

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ISOTTA: Ah, Fiore! No me hagas hablar. Todo lo que él se habrá guardado y no
sabemos. La tierra, los animales. Aparte, los anillitos de casados son un recuerdo
sentimental. Y Fiore no es un sentimental.

LUCIA levantándose: Tenés razón. Es un recuerdo sentimental.

ISOTTA: El no es hizo algo muy sucio, Lucía. El nos robó la tierra. Te diste cuenta? A
mí no me hace creer que papá se la dio por dársela, en pago de trabajo. A papá le
sacabas un terreno por encima de su cadáver.

LUCIA: Vos querés decir que mató a papá?

ISOTTA: No.

LUCIA: No me extrañaría que lo hubiera matado. Pensás que la escritura es falsa?

ISOTTA; Una persona me contó que Fiore lo obligó a papá a firmar.

LUCIA; Qué persona?

ISOTTA: Eso no tiene importancia, porque es una persona de mi entera confianza. Una
persona que lo vio todo con sus propios ojos y se ofrece a salir de testigo si es necesario.

LUCIA: Vos andás con el yugoslavo otra vez?

ISOTTA: Pero no! Fiore le hizo violencia a papá para que le firmara. Lo obligó. Lo
amenazó de muerte. Eso se puede pelear en un tribunal, hasta puede ir preso. Hay que
buscar un buen abogado. Yo no conozco, pero vos…, tu marido conoce gente.

Lucía sale a revolver una caja en su dormitorio.

ISOTTA: ¿te ayudo a buscar? Vos buscá y yo le rezo bajito a San Antonio de Padua que
te lo encuentre. Hay que buscar un abogado, Lucía. Son siete cuadras de tierra que nos
quitó.

LUCIA: Si los tengo yo, seguro que los encuentro…

Un tiempo

LUCIA: Ay! Vos sabés que tenías razón. Vos sabés que están acá…

Lucía entra con los anillos.


Las hermanas selos prueban, se los ponen.

ISOTTA: Dame el de papá que era más ancho y me queda. Este no me entra.

LUCIA: Querés el de papá porque tiene más oro.

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ISOTTA: Primero me querés robar el anillo y ahora me mezquinás un céntimo de oro.
Vos tenés la mano más chica. ¿Dónde te querés poner el anillo de papá? En el dedo
pulgar? Me escuchaste lo que te dije del abogado?

LUCIA: Siete cuadras de tierra, te oí bien.

ISOTTA: Fiore es así. Con él, si querés ser justa tenés que hacerle doler. Así decía papá
cuando se enojaba con Fiore. Sufre y entiende.

LUCIA: Vos decís: ¿un juicio hacerle?

ISOTTA: O un juicio o que le den una paliza.

LUCIA: ¡Pero no! Mirá si un matón lo golpea mal y se muere. Aparte, es hermano
nuestro. Mejor el juicio, Isotta.

ISOTTA: Eso. El juicio.

LUCIA: Fiore es oscuro. Papá le tenía miedo… ¿te acordás cuando se rebeló por un
asunto de un cabrito? Vos ya no estabas con nosotros. Lo corrió a papá con un palo
porque papá le vendió el cabrito. Después, papá le dio una paliza con el cinto que casi lo
mata. Pero no aprendió, no. Fiore no lo quería a papá.

ISOTTA: Por eso. El juicio o le quemamos el campo.

LUCIA: ¿Cómo le vamos a quemar el campo? Le hacemos un juicio.

ISOTTA: A él, si no le hacés un daño no entiende.

Escena 5: El despacho del Notario


Los tres en la sala de espera
La perra está afuera; ladra

LUCIA: Te hice venir porque quiero escucharlo de tus labios.

FIORE: Me costó venir.

LUCIA: Es necesario. Ésta está al tanto de todo.

ISOTTA: Sí.

FIORE: Tuve que traer la perra. No me deja tranquilo.

LUCIA: La vas a tener que matar.

ISOTTA: No ibas a dársela al yugoslavo?

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FIORE: No.

ISOTTA: Regalála antes que te salte a la yugular.

FIORE: La perra está rabiosa.

LUCIA: No vinimos acá a hablar de la Chispa. Me importa dos cominos la perra de


papá. Te pedimos que vengas por otra cosa.

FIORE: …

LUCIA: Sabemos de muy buena fuente lo que hiciste. No me quedó más chance que
tomar medidas. Alberto me dio un buen consejo y antes de llevarte a los tribunales
quiero saber si es verdad o no es verdad lo que hiciste. El doctor Petri está ahí dentro
esperando para tomar medidas. Pero yo quiero saber.

ISOTTA: Yo no.

LUCIA: calláte, Isotta. Dejáme llevar esto a mí.

ISOTTA: Es que no me importa. Yo de él no quiero más nada.

LUCIA: Estás conmigo o contra mío?

ISOTTA refunfuñando: Con vos.

FIORE: Una ciliegia tira l'altra.

LUCIA: Acá no se trata de cerezas. Acá somos tus hermanas, a las que estafaste.
Estafaste y robaste. (A I) ¿No es así?

ISOTTA: Parece.

FIORE sordo: Ustedes me tienen cansado.

LUCIA: Peor va a ser cuando estés entre rejas.

FIORE: Ah, ¿me querés llevar a la cárcel?

LUCIA: Si es necesario.

FIORE: ¿Vas a meter a tu hermano prisionero? La propia sangre. Pobre papá que tiene
que escucharte esto. Si pudiera, se levantaría de la tumba, para retorcerte el cogote a vos
y después se moriría otra vez.

LUCIA: Es como dice ésta, al final: parece que para ser justo, hay que hacer destrozo.

FIORE (A I) Vos también me querés ver preso?

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LUCIA: Sí, ella también.

FIORE: Vos, Isotta…?

ISOTTA: Yo nada más les voy a decir a mis hijos lo que hizo este perro. Le digo y ellos
van a maldecirlo toda la vida. Y los hijos de mis hijos también.

LUCIA: ¿En qué quedamos, Isotta?

ISOTTA: No me importa que vaya preso. Yo le voy a echar una maldición.

LUCIA: No sirve maldecir. Te lo expliqué.

ISOTTA: Sirve, claro que sirve. Mis hijos y los hijos de mis hijos siempre maldecirán a
los hijos de sus hijos. Van a hundirse siempre en la desgracia, y nunca podrán más
levantar cabeza. Andarán comiéndose los unos a los otros, como la carroña que son.

LUCIA: No, Isotta. No sirve eso de que tus hijos maldigan. ¿Y si Bertito se te queda
mudo? ¿Quién maldice después?

ISOTTA: ¡Por qué va a quedárseme mudo el nene! ¡Ya me lo estás maliciando!

FIORE; Me están haciendo perder el tiempo.

LUCIA: Esperá. Ésta sabe que le hiciste la huelga a papá; el año pasado. Y papá lo
llamó al yugoslavo para que lo ayude…

ISOTTA: Lo contrató.

LUCIA: Es lo mismo.

ISOTTA: No es lo mismo; le pagó con una cuadra de tierra.

LUCIA: Pero el yugoslavo te vio lo que hiciste. Que lo apuntaste a papá con el rifle,
para que te firmara la escritura. Hiciste todo escondido y después lo obligaste.

FIORE: Le creés más a ese yugoslavo sucio que a tu hermano, Lucía?

LUCIA: Papá se agarró un susto bárbaro. Le pidió al yugoslavo que le anduviera cerca,
por si a vos te daba un ataque de locura y lo matabas. Eso terminó por enfermar a papá,
¿cómo no iba a morirse después de la cosecha?

FIORE (a I): Vos anduviste de secretitos con el Ivo. ¡Grandísimo cornudo tu marido!

LUCIA: Nos quitaste la tierra.

FIORE: Vos no estabas allá para trabajar. Tu marido no estaba allá, cavando.

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LUCIA: Esa tierra era nuestra.

FIORE: Los maridos de ustedes no estaban allá. Papá me dio esa tierra.

ISOTTA: Ivo me dice: La tierra de tu hermano cayó de la bolsa del diablo. Y me contó
todo. No me lo dijo así, me lo dijo en la lengua de ellos. Después me lo explicó en
castellano. Me dijo que bajaste el rifle que había traído tío Michelino de la guerra, y le
apuntaste y le dijiste: Papá, firme o lo mato. Me dijo también que él se quiso meter, pero
vos no lo dejaste.

FIORE: Le creen a él? No vinieron a cuidar a papá mientras estaba enfermo, no se


ocuparon. Pero escuchar a un cualquiera, pueden. Hacer este circo de los notarios,
pueden.

ISOTTA: Cobarte, como todos los hombres.

FIORE: Y creen que le digo a papá que lo mato por la tierra.

ISOTTA: Porque sino, se hubiera metido igual.

FIORE: ¡Nunca hice algo así!

LUCIA: Jurálo.

ISOTTA: Pero por la memoria de nadie. Los juramentos por los muertos no sirven,
porque ya están muertos. Que jure por el hijo.

LUCIA: Jurá por el Angelito.

FIORE Alterado: Ustedes son dos demonios. (A I) A vos te vi: dos veces te vi. Con el
yugoslavo y con Antonio y nunca fui y le dije a nadie que andabas revolcándote entre el
lino con los muchachos. Y así me lo pagás. El yugoslavo te esperaba en el gallinero y
cuando vos llegabas te hacía: “¡Kikirikí: la niña de oro ya está aquí!” Atrevéte a
decirme que no es cierto.

ISOTTA: …

FIORE: Pero yo nunca fui y le buchoneé a papá que te veía. ¡Kikirikí: la niña de oro ya
está aquí! Me acuerdo como si fuera ayer.

LUCIA: ¿Jurás o no jurás, Fiore? Jurá por el Angelito que papá te dio la tierra por
voluntad propia.

FIORE (fuera de sí): ¡Pero sí! ¿Quieren que les jure? Les juro por mi hijo Angelito.

ISOTTA: Mira que se te muere el hijo entre retorcimientos y vómitos negros.

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FIORE: ¡Víbora! Ya te juré. ¿Qué más quieren ahora? Un galón de sangre?

ISOTTA: Mira que su almita no descansará jamás y pesará sobre vos. Volverá de la
muerte a reclamarte, Fiore.

FIORE: ¿Un galón de sangre querés? Te doy la sangre.

LUCIA: Papá consintió en darte la tierra?

FIORE: Ya te dije que sí.

LUCIA a I: Miente.

ISOTTA: Papá te dio la tierra de buena fé?

FIORE: Otra vez! Sí. ¿Qué tanto te cuesta creer a vos y a la otra? Apenas pudieron
ustedes se mandaron a mudar con sus maridos a la ciudad. Enseguida se olvidaron de
nosotros. Cuando la mamma se enfermó la cuidó Margarita todo el día; cuando papá se
enfermó… ¿Quién te creés que pagó los peones cuando se enfermó uno y otro? A mí
también me gustaría mandar mis hijos a la escuela como ustedes hacen. Pero mis hijos
tienen que trabajar.

LUCIA A I: Yo lo conozco cuando está mintiendo.

ISOTTA: Dice que no miente.

LUCIA: Pero miente.

ISOTTA: El dice que no.

LUCIA: ¡Sabés lo angurriento que es y le creés!? Vos me dijiste que era verdad lo que
te contaron y ahora te echás atrás.

ISOTTA: El yugoslavo me dijo ‘Cree sólo en vos y en tu caballo’. No me lo dijo así.


Me lo dijo con las palabras de él, en su lengua. Después me lo explicó.

LUCIA: Te achicaste. Isotta…?

ISOTTA: No. De pronto me parece que la tierra no sirve el disgusto. Nos devuelve la
tierra, pero el sabor amargo me queda acá.

LUCIA: Me abandonás.

ISOTTA: El juicio no es un castigo.

FIORE: ¿Vos hablás de castigo? Vos que hacés una chanchada atrás de otra? Cuando la
mamma pedía por vos, no viniste a verla. ¿Por qué? Porque la señora estaba en una casa

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de reposo en Córdoba. La mamma te llamaba y vos paseabas en burro! Y me hablás de
castigo a mí!

LUCIA: ¡Tres cuadras y media de tierra! Podés mandar a tu hijo a estudiar. Puede ser
doctor, cura, general del Ejército. Tres cuadras y media de tierra. Oíme y entrá conmigo
a hablar con el doctor Petri. ¡Isotta!

ISOTTA: …

LUCIA: Isotta, pensá en tus hijos. Pensá en Bertito.

ISOTTA: Mi hijo tiene madre y tiene padre.

LUCIA: Pero qué estúpida, Isotta!

ISOTTA: No me voy a mendigarle a este asqueroso.

LUCIA suplica: Isotta, ¿sabés qué de cosas se pueden comprar con tres cuadras y media
de tierras?

FIORE: La estás engañando. Tampoco es que se hará millonaria.

ISOTTA: Vos sos un malvado. Por un pelo te salvás, por un pelo no te hago el juicio y
te metemos preso.

LUCIA: No lo perdonés. Quién sabe cuánto más hubiera podido vivir nuestro papá, si
éste y su mujer no lo hubieran asesinado con los disgustos.

ISOTTA:

LUCIA: No le estás creyendo. ¿Por qué hacés esto? No me dejés sola, Isotta.

ISOTTA: Perdonáme, Lucía.

LUCIA se desmorona: Ay.

FIORE: Quédense ustedes con la perra. La perra de papá está afuera. Yo no quiero saber
más con ella.

ISOTTA: Adiós, Fiore. No nos veremos más.

FIORE: Nunca se sabe. Yo, te perdono. Estuviste a punto de hacer una fechoría, pero
obraste bien. Papá en el cielo te va a recompensar.

ISOTTA: Vos y yo ya no nos veremos nunca más, Fiore.

Apagón.

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Escena 6: La casa de Lucía.
Fiore y Lucía en la cocina.

LUCIA: Qué querés acá?

FIORE; Tengo una lista de todo lo que te llevaste de mi casa.

LUCIA: Vos no tenés cara, venir a pedirme, después que nos robaste.

FIORE: Yo no les robé nada. Si tan segura estás que te robé, ¿por qué no seguiste con el
juicio?

LUCIA: Porque Isotta no quiso.

FIORE: Vos que sos tan cocorita, ¿no te animaste a seguir sola? Como sea, quiero que
me des el abrigo de papá y las botas. Las necesito allá y no tengo plata para comprar.

LUCIA: Vendé la tierra y vas a tener plata.

FIORE: Lo que hago con la tierra es cosa mía. Ustedes, con lo que papá les dejó hacen
lo que quieran, que yo no me meto. ¿Se la quieren regalar al yugoslavo que fue tan
comedido con ustedes? Se la regalan; a mí no me importa. Quiero el abrigo de trench
para mi hijo. Que sale al sereno y la helada me lo mata de frío.

LUCIA: Desde cuándo te importa tu hijo? Lo mataste con tu perjurio.

FIORE: Lucía, yo no voy a ir a un abogado para reclamarte el abrigo de papá. Dámelo y


hasta otra vuelta.

LUCIA: …

FIORE: Es un chico de dieciséis años. Está flaco, porque no se come bien. No tiene
vicio; trabaja todo el día y no levanta la cara del surco. Querés que se me ponga tísico?

LUCIA: Tengo que sentir compasión?

FIORE: Qué mal te hizo Angelito a vos? Hasta se ocupa de la perra de papá.

LUCIA: Esperá.

Lucía va a su cuarto, descuelga el abrigo.


Vuelve, lo pone delante del hermano,en alto.

LUCIA: Se lo estaba arreglando a Alberto, una pinza en la espalda. Todavía tiene el


pespunte en la costura. Pero tenés razón, Fiore.

Lucía rompe en dos el abrigo del padre.

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LUCIA: La mitad para cada uno, como debe ser.

Le entrega medio abrigo.

Escena 7: La habitación de Fiore


Isotta entra a la habitación. Viene desgreñada, sucia de hollín.
Trae una lata de combustible que esconde bajo la cama.
Con rapidez abre la puerta del ropero; saca un bulto escondido que contiene ropa
negra. La falda, la blusa.
Pone la puerta del ropero de manera de quedar escondida.
Comienza a cambiarse de ropa.
Oye un ruido, se sobresalta. Se esconde.
Sigilosa, mira fuera.
Es el yugoslavo que acaba de entrar.

ISOTTA: Ah, qué susto me dio. Están todos allá, ¿verdad? Ardió el maíz; fue cosa de
un momento. Usted lo vio? Lo vieron a usted? (se asoma para ver la respuesta que le
da el yugoslavo) Calle, calle. Mejor que nadie lo sepa nunca. Don Antonio se entera y
me hace encerrar. Tiene el carro fuera? Tiene que sacarme por el camino de los
espinillos que no habrá nadie. Vi la perra correr por ahí, huyendo. Por ahí se va al
cementerio también. Pobrecita la perra; debe irse a morir a la tumba de mi papá. Usted
me saca por los espinillos, Ivo. Después veo cómo subir al tren, para volver. Pero no
quiero volver. La verdad: no quiero volver. Me quedaría con usted cantando Come porti
i capelli bella bionda: pero tengo que volver.

Ya con la ropa negra, calzándose las zapatillas.

Así de alto estaba el maizal.


¡Qué dulore verlo quemar!
La farina del diavolo va tutta in crusca, así decimos nosotros.
La harina del diablo se va toda en salvado.
Acá, si una mujer no les hace daño, parece que no existe.

Con evidente placer

¡Santo Paulo de los escorpiones!


Los hubiera visto salir todos fuera: con el aguijón alto listos para picarme.
Ahí tiene mi hermano: siete cuadras de tierra robadas y arrasadas por el fuego.
¡A ver ahora cómo te haces rico!
¡A ver ahora qué ganas te quedan de robar!

Isotta, completamente vestida de luto, cierra la puerta del ropero y sale.


Apagón final.

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