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El maestro enseña el arte de no dar nada y hacer que cada estudiante descubra lo mejor de sí mismo y llegue a ser quien realmente es. El maestro tiene paciencia y permite que cada uno siga su propio camino único e incierto hacia la verdad sobre sí, guiado más por los instintos que por la razón. No hay un método que funcione para todos, sino que cada persona debe inventar su propio camino a través de tentaciones y máscaras hasta crear su propia obra de arte como ser humano.
Descripción original:
Título original
4-Larrosa Lo que el maestro enseña es el arte de no dar nada
El maestro enseña el arte de no dar nada y hacer que cada estudiante descubra lo mejor de sí mismo y llegue a ser quien realmente es. El maestro tiene paciencia y permite que cada uno siga su propio camino único e incierto hacia la verdad sobre sí, guiado más por los instintos que por la razón. No hay un método que funcione para todos, sino que cada persona debe inventar su propio camino a través de tentaciones y máscaras hasta crear su propia obra de arte como ser humano.
El maestro enseña el arte de no dar nada y hacer que cada estudiante descubra lo mejor de sí mismo y llegue a ser quien realmente es. El maestro tiene paciencia y permite que cada uno siga su propio camino único e incierto hacia la verdad sobre sí, guiado más por los instintos que por la razón. No hay un método que funcione para todos, sino que cada persona debe inventar su propio camino a través de tentaciones y máscaras hasta crear su propia obra de arte como ser humano.
Larrosa Jorge: El maestro enseña el arte de no dar nada.
Lo que el maestro enseña es el arte de no dar nada, el arte de hacer enriquecer a
cada uno a los que va dirigida su enseñanza. Este maestro hace que cada uno descubra lo que es, lo mejor que posee; hace elevarlo a su propia altura. Esto es, lograr que cada uno llegue a ser el que es. ¿Cómo lo logra? Larrosa (1996) afirma que para Píndaro lograr ser lo que se es “funciona como una apelación a no renunciar a lo que cada uno tiene de original y de distinto, de artístico en suma” (p. 255). Y es que el autor compara ese logro al logro de un pescador. Este maestro tiene el tiempo, la paciencia, la soledad y el silencio del hombre que espera calmadamente por sus peces. Un maestro de lectura (leer el mundo) no imparte demagogia ni se presenta como un salvador del mundo profesante de una nueva fe; el maestro, tal como lo presenta Larrosa en líneas tan ciertas, “tira y eleva, hace que cada uno se vuelva hacia sí mismo y vaya más allá de sí mismo, que cada uno llegue a ser el que es” (p.256). Nietzsche es a quién Larrosa cita para asegurar que no existe un método seguro para hacer llegar a la verdad sobre sí mismo. Ese camino está por inventarse; es un camino lleno de incertidumbres y de rodeos. Es un camino guiado por los instintos más que por la razón. No se llega a ser el que se es sobre la base de una observación introspectiva de uno mismo, como lo afirmaba Rousseau. “No hay un yo real y escondido que descubrir. Detrás de un velo siempre hay otro velo, detrás de una máscara otra máscara, detrás de una piel otra piel” (Nietzsche citado por Larrosa, 1996). Ese “yo” no descubre, inventa; no realiza, conquista; no explora, crea como un artista crea su obra. Ser artista de uno mismo es la clave para llegar a ser el que se es (p.257). Ahora bien, existen dos reglas fundamentales para lograr lo anterior. Primero, seguir el propio instinto, y segundo, utilizar maestros, libros y modelos pero con una función estrictamente mediadora. Función que desaparece al ser abandonados estos maestros, libros y modelos por quiénes llegan a ser lo que se es. Es necesario dejarlos en el momento oportuno. Larrosa llega a referirse a los primeros como una “agradable corrupción”, “un seductor”, “un gran tentador”, “antídoto” y “veneno” (p.258). Vale la pena acotar un extracto de Larrosa quien expresa lo siguiente: “¡Llega a ser el que eres! Quizá el arte de la educación no sea otro que el arte de hacer que cada uno llegue hacia sí mismo, hasta su propia altura, hasta la mejor de sus posibilidades (…). Algo para lo que no hay un método que valga para todos, porque el camino no existe”. Consiste en un viaje tortuoso y arriesgado, único para cada quién, trazado y recorrido por sí mismo (p.259).
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA Larrosa, J. (1996). La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación. Barcelona: Editorial Laertes.