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Práctica de La Serenidad.
Práctica de La Serenidad.
LAFUERZA
COMO
LOGRAR
LA
SERENIDAD
SOLICITAR PEDIDOS A:
N. D. LAFUERZA
DIPUTACION, 170, pral. - BARCELONA - TELEFONO 43 75 79
LA SERENIDAD PUEDE LOGRARSE Y CONSOLIDARSE
' Mente
l¡
disciplinada
Adiestrada y
N Estabilidad Vida y proceder
física y sistematizados y
Condiciones s Regulación
anímica autodeterminados
MOTIVOS DE IRRITACION
Como toda expresión de dominio, disciplina, poder y superación, la serenidad puede practicarse
con más soltura, espontaneidad y rapidez cuando,; por una ejerciiación y esfuerzo persistentes en re
gular las funciones emotivas, se ha logrado una destreza que corrige los ímpetus desordenados y sis
tematiza la forma de reaccionar, de modo que la autodeterminación constituye una experiencia cons
tructiva y una realidad salvadora.
Depósito Legal n.° B. 6038-1960
LA SERENIDAD SE CONQUISTA
Esa gran virtud tan esencial para el mejor go
bierno de nuestra vida no se hereda; debe ser con
quistada, lograda por medio de constante e inteligen
te ejercicio de la voluntad expertamente dirigida. Las
grandes conquistas espirituales no pueden ser com
pradas ni recibidas de regalo. La naturaleza exige
el precio de la comprensión, de la función consciente,
de la actividad del intelecto y de la disciplina. Nadie
se engañe creyendo que con sólo el andamiaje de
conocimientos generales conseguirá construir su con
ducta y resguardarse de los trastornos que se suce
den en el transcurso de la vida.
Por el dominio propio se produce la sensibiliza
ción superior que, vigorizada por la voluntad, me
jora la organización de sí mismo. «La agitación, que
es un acto reflejo, es una degeneración de la vita
lidad funcional, mientras que la actividad serena, que
es un acto reflexionado, es la expresión misma de
esa vitalidad puesta al servicio de la inteligencia».
«La agitación es el interés que rinde la indolencia
o ignorancia, mientras que la serenidad es la regula
dora de la emoción pasional. Cuándo aquélla predo
mina, cualqiuer inconveniente se agiganta, mientras
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que, logrado el dominio, se contemplan las cosas en
su tamaño real y aun en escala menos imponente.»
La intranquilidad que muchos sienten, el pavor
que a no pocos asalta y la ansiedad que por diversos
motivos aguijonea a grandes núcleos de personas, tie
nen su explicación en un espíritu apocado y egoísta,
en la ausencia de simpatía hacia otros y en un afán
quimérico de querer monopolizar el gozo, la dicha
y el bienestar. Quien se aferra a la idea de que lo
importante es asegurar el bien propio, sin importarle
el de los demás, es asaltado por toda clase de temores,
sospechas, angustias y zozobras.
Cuenta E. V. Lucas que los ingleses tienen una
escuela en la que se les enseña a los niños a com
prender al prójimo, esto es, a simpatizar con él. El
programa de la misma incluye el día del ciego, del
sordomudo, del lisiado, etc. En el del primero, por
ejemplo, algunos alumnos amanecen vendados, y a
otros corresponde auxiliarlos exactamente como si se
tratara de ayudar a seres privados de la vista. De
esta manera, se inculca en esos niños lo que todo hom
bre necesita poseer: el sentimiento que los hace ca
paces de verse en sus semejantes; de considerarse
expuestos a los mismos infortunios que ellos; de es
tablecer la nobilísima corriente de afectos y sentimien
tos que constituyen la simpatía.
En una revista religiosa, se publicó la siguiente
plegaria, epítome de sentimiento social y síntesis de
comprensión y serenidad:
«Señor del valor y de la fortaleza: si he de tener
reumatismo, ayúdame, con tu divina gracia, a sopor
tarlo de tal manera, que yo no haga sufrir a mis
parientes. Concédeme la gracia de que rehuya des
cribir una y otra vez la aflicción y sufrimientos que
sólo son míos. Vigoriza en mí el deseo de aliviarme,
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y que no me sienta tentado a vivir al amparo de la
simpatía y compasión que se deparan a un inválido.
Hazme recordar constantemente que el tormento de
ios nervios se multiplica cuando es relatado. Amén».
La serenidad se consolida por la organización de
las fuerzas espirituales puestas al servicio de la per
sonalidad; por ellas se logran las conquistas que in
tensifican el poder dinámico, confiado y emprendedor.
Según la doctrina de Yoritomo, las cuatro cuali
dades fundamentales de la serenidad son: Reserva,
Discernimiento, Sagacidad, Perspicacia.
a) La reserva para que domine sobre pensamien
tos y actos.
b) El discernimiento para elegir los actos que
más convienen.
c) La sagacidad para destacar la conducta, ex
presiones y manifestaciones que mejor se
avendrán a cada caso.
d) La perspicacia para penetrar en los detalles
y llegar a deducciones que iluminan el juicio
para una mejor comprensión y decisión.
DISCIPLINA DE LA VOLUNTAD
«Si hay algo en vosotros verdaderamente divino,
es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad,
templamos el carácter, desafiamos la adversidad, co-
regimos el cerebro y nos superamos diariamente.» —
Ramón y Cajal.
Una mayor serenidad sólo es posible por medio de
una voluntad bien disciplinada y adiestrada. Quien
se habitúa a una libertad sin límites y trabas, reali
zará más actos reflejos, porque reaccionará más se
gún las tendencias impulsivas y ciegas.
La voluntad es más eficiente, constructiva y vi
gorosa en quienes la dirigen, encauzan y dedican a la
realización de actos útiles, prácticos, beneficiosos y
productivos.
Disciplinar la voluntad es someterla más a la di
rección del entendimiento, acondicionarla a motivos
justificados, supeditarla a un equilibrio razonado ©
inteligente. Amaestrarla es experimentar en lo que
robustece la personalidad.
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El hombre no puede anhelar o preferir todo lo
que el instinto y el impulso reflejo sugieren o reco
miendan. Debe saber distinguir entre lo que le con
viene y lo que le perjudica; entre lo que es preferible
y lo que es indeseable.
Para fundamentar la disciplina propia se necesita
sentir la necesidad de lograr de la vida resultados
entonadores, prácticos y fructíferos. Es preciso as
pirar a mejorar y esforzarse por triunfar.
Cuando se adquiere el hábito de movilizar la vo-
untad, ésta opera más espontáneamente, se actúa con
mayor dinamismo y se tiene un sentido más efectivo
del poder propio. Para quien su propia determinación
es un poder operante, por ser una fuerza activa, no
presenta dificultades el lograr la serenidad.
Sea decisivo, no titubee en todo, sea firme. Ha
bitúese a llevar a efecto sus decisiones sin vacilación.
R,equiere mucha energía y pérdida de tiempo tener
que definir en cada caso si convendrá o no llevar
a efecto el propósito respectivo. Hay personas que
para levantarse, contestar una carta que deben de
tiempo atrás, elegir entre dos corbatas o camisas,
ir al teatro o al cine, comprar una revista, etc., sos
tienen consigo mismos un debate digno de mejor cau
sa. Siempre titubean y dudan, y la perplejidad los
sumerje en un lago de incertidumbre. La firmeza con
solida la serenidad.
Son muchos los que tienen ante sí, constantemente,
un crepúsculo atemorizador creado por su timidez,
egoísmo, pesimismo y desconfianza. Lo que necesita
mos es colocarnos ante una perspectiva de aurora que
nos aliente, incite a proseguir en nuestro esfuerzo y
lograr el triunfo.
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REACCIONES SENSATAS
Muchas personas reaccionan violentamente o con
apresuramiento ante lo desagradable o lo que, en al
guna forma, choca con la sensibilidad o manera in
dividual de vivir, pensar, o apreciar las cosas. Las
más de nuestras reacciones son reflejas; instantá
neas, y cuando causan algún daño, éste ya es irre
parable al darnos cuenta del error cometido.
El ser humano, para ser más sereno, necesita
educar su forma de reaccionar, esto es, debe regular
sus ímpetus, impulsos y exteriorizaciones y modos de
sentir.
Debe sobreponerse a su sensibilidad cuando ésta
es tirana; obedecer menos a las suposiciones, a las
primeras impresiones, a los temores, a las ansiedades
y a muchas otras influencias que incitan a la reac
ción violenta, precipitada o equivocada.
La educación de las reacciones requiere interés,
persistencia, método y seguir un sistema que ayude a
abandonar hábitos negativos y formar otros positi
vos y más eficientes.
Un navegante que después de algunos viajes tran
quilos y apacibles tuviera que hacer frente a un hu
racán y se asombrase del cambio del tiempo y de
los inconvenientes de la tormenta, demostraría in
competencia para ocupar su puesto de responsabili
dad. El debería haber aprendido la lección de que el
mar también se embravece y que es necesario estar
preparado para capear el temporal. El hombre debe
estar listo para enfrentarse con los vaivenes compren
didos en la vida.
Cuando la nerviosidad es intensa, el motivo es
timulante de la misma aparece amenazador, como si
fuese a devorarnos y los impulsos reflejos complican
más aún la situación.
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Mantengamos una condición de excitación ner
viosa normal y consolidémosla con la reflexión para
sentirnos más valientes, considerar los obstáculos en
su proporción verdadera, librarnos de impresiones
trastornadoras y ser más felices.
No existe ni puede existir el seguro contra la
eventualidad compleja, ni contra la adversidad de las
cosas, pero sí puede hallarse defensa en una forma de
reaccionar confiada, inteligente y precavida.
Los siguientes datos son instructivos y declaran
que el hombre tiene que ser fuerte y sereno, y jamás
ceder ante los embates de la vida. Cuando usted se
sienta deprimido recuerde los casos que se citan:
Homero, autor de «La Ilíada» y «La Odisea», tuyo
que mendigar para comer.
Camoens, autor de «Las Lusiadas», murió pobre
mente en un hospital.
Tasso careció, en no pocas ocasiones, de dinero
para comprar- una vela para escribir, de noche, sus
hermosos poemas.
Ariosto, autor de «Orlando Furioso», se quejaba
de tener solamente una capa rota para abrigarse.
Cervantes terminó sus días en la mayor miseria.
Milton tuvo que vender en unas pocas guineas su
obra sublime «El Paraíso Perdido».
Corneille, antes de expirar, ni siquiera contó con
un poco de caldo.
Adamson, por no tener zapatos, dejó de asistir
a la Academia.
Darwin estuvo enfermo la mayor parte de su vida.
Andrés Carnegie, el multimillonario, rey del acero,
en su viaje de emigrante a los Estados Unidos, peló
patatas a bordo.
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Graham Bell pasó muchas penurias mientras per
feccionaba su invento del teléfono. Después de haber
hecho la primera experimentación delante de hom-
bres eminentes en la industria, comercio y banca, se
le dijo que su invento, como juguete, podría tener
éxito, pero no como sistema para comunicarse a lar
ga distancia.
Edison tuvo que repetir miles de fórmulas antes
de dar con las soluciones deseadas.
Van Goog, cuyos cuadros se venden a centenares
de millares de dólares, llegó a dar un cuadro por un
pedazo de pan.
Millares son los hombres de posición desahogada
que se iniciaron con escasos recursos y pasaron gran
des privaciones antes de lograr sus propósitos.
Un padre se presentó con su hijo al rector de una
institución de enseñanza para rogarle que se abre
viaran cuanto más posible los estudios del jovencito,
porque deseaba incorporarlo a la oficina de su empre
sa de negocios.
El educador le contestó con estas palabras:
«Cuando Dios quiere hacer una calabaza sólo requie
re unos pocos meses, pero cuando hace un roble, ne
cesita años. Usted dirá si quiere que su hijo sea lo
primero o lo segundo».
Nada se gana con inquietarse, rebelarse, enojarse
y protestar porque no se obtuvo lo deseado. Consi
derarse como la persona más infortunada, suponerse
víctima de la adversidad y creerse en condición más
desventajosa que la de otros es demostrar, en los más
de los casos, poca comprensión, debilidad anímica y
excesivo egoísmo y vanidad.
Nuestros antepasados vivieron sin azúcar hasta
el siglo XIII; sin carbón y sin manteca, hasta el si
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glo XIV; sin tabaco y patatas, hasta el siglo XVI;
sin té, jabón y café, hasta el siglo XVII; sin lámparas
y sombrillas, hasta el siglo XVIII; y sin trenes, clo
roformo, fósforos, gas, teléfono, telégrafo y automó
viles, hasta el siglo XIX.
Napoleón, el gran conquistador, no tuvo el pri
vilegio de comunicarse por teléfono, escuchar una
radio, alumbrarse con electricidad, hacer un viaje
por aeroplano, etc.
DOMINIO SOBRE LAS EMOCIONES
El ser humano tiene grandes y poderosos recur
sos para actuar como ser superior por la variadísima
gama de emociones que puede generar, pero si él no
sabe dominarlas, le causarán toda suerte de conse
cuencias deplorables. Las más de las personas sufren
por causa de su emotividad indisciplinada e incom
prendida.
Para ejercer dominio sobre las emociones es ne
cesario guiarse por una forma de pensar y actuar
más sensata. Las más de las emociones perjudi
ciales son de carácter atemorizador. Todos tememos,
sospechamos, anticipamos perjuicios, pérdidas, sufri
mientos, con el resultado de que prevalezca en nos
otros un estado anímico predispuesto a sufrir ago
nías.
Las emociones deberían pasar por el filtro del co
nocimiento, de la comprensión y del análisis. Evítese
juzgar por las apariencias o primeras impresiones.
Conviene equilibrar las ideas que se formen sobre
distintas interpretaciones o situaciones y ser cuida
doso en las deducciones que se hagan.
Es difícil la serenidad cuando prevalecen la imi
tación o la emoción excesiva, porque entonces la men
te no enfoca la realidad, sino más bien lo ficticio
o fantástico que la imaginación inventa y supone.
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Acostúmbrese a no imitar los actos inconvenientes
e ineficientes de los demás; proceda por una actitud
más inteligente y comprensiva; razone más, tenga
más confianza; no sea precipitado en decidirse res
pecto a las cosas importantes, que requieren refle
xión, y no se atemorice por hábito.
Napoleón comparaba el mecanismo de pensar con
el arreglo metódico de un armario de oficina, en el
cual todos los documentos y papeles son archivados
en los respectivos cajones. «Si decido alejar de mi
mente algún asunto, cierro el cajón respectivo y abro
el próximo; así los contenidos nunca se confunden,
y mi mente está libre de preocupaciones y fatiga.
Si quiero entrar en laxitud al dormir, cierro todos los
cajones». El era amo de sus pensamientos y los tenía
en completa subordinación. Los dirigía con el mismo
método con que mandaba a sus tropas. Una vez había
tomado una decisión, pasaba a otro asunto sin preo
cuparse y ceder a sensaciones de incertidumbre.
Muchas de nuestras inquietudes se deben a la com
petencia que mantenemos innecesariamente con los
demás. Queremos rivaliar en cosas frívolas y no tra
tamos de descollar en lo fundamental. Se nos enseña
a competir con otros por el afán de sentir el halago
de dominar a los demás; por la vanidad de creemos
superiores, pero, ¿por qué no competir con nosotros
mismos? ¿Por qué no superamos, todos los días, en
algo, eliminar alguna deficiencia y adiestrarnos más
en lo que fortalece el ánimo y la voluntad?
¡Cuántas mentes se mantienen en constante sobre
salto por un materialismo abrumador y sofocante!
Bien ha dicho un autor: «El hombre que se jacta de
dedicar todo su tiempo a los negocios, se pone al ni
vel de una vaca que emplea todo su tiempo en pastar».
Son muchas las tendencias y disposiciones huma-
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ñas equivocadas causantes de grandes sufrimientos.
Dice el doctor Alexis Cairel: «Cuando la envidia, el
temor y el odio se hacen habituales, son capaces de
iniciar enfermedades. El pensamiento puede generar
lesiones orgánicas. El sufrimiento moral profundo in
terrumpe la salud. Los hombres de negocios que no
saben cómo combatir la preocupación mueren a edad
temprana. Los que mantienen la paz interior en me
dio del tumulto de la ciudad moderna, se inmunizan
contra los desórdenes nerviosos y orgánicos».
Merece ser meditado lo que expone Ingenieros:
«La envidia es el acíbar que paladean los impoten
tes. Es el rubor de la mejilla abofeteada por la glo
ria. Es el grillete que arrastran los fracasados. Es
la más innoble de las lacras que afea a los caracteres
humanos. El que envidia se rebaja sin saberlo, se con
fiesa subalterno; esta pasión es el estigma psicoló
gico de una humillante inferioridad, sentida, recono
cida».
Dice Milton MacKaye: «El fatalismo de nuestra
época no es el de la fe, sino el de la desesperación;
no es producto del espíritu, sino creación de la inte
ligencia. El hombre es aun un creador potencial, más
bien que la víctima de sus creaciones. No sólo hay
en él libre albedrío, sino ocultas posibilidades y no
tiene que ser esclavo del ambiente o de las circuns
tancias. Su capacidad se halla limitada no tanto por
la herencia y la pobreza, como por la visión que tiene
de sí mismo».
El doctor Flander Dunbar y otros médicos hicie
ron estudios especiales de 1500 enfermos de un hos
pital de Nueva York a los que aquejaba una gran
diversidad de enfermedades. Más de la mitad de ellos
debía su estado físico deficiente a condiciones emo
tivas.
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Expone Friederich Jensen: «La ansiedad, las ma
nías, los crímenes y las perversiones ya no se con
sideran como enfermedades en sí, sino que se conci
ben como diferentes formas con las que quiere el
hombre sustraerse ante la vida: esto es, ante la vida
con los otros. Porque, para decirlo desde el principio,
todos los fenómenos neuróticos son la expresión de
un trastorno en nuestras relaciones con los demás.
Neurótico es, por lo tanto ,el hombre- que, inseguro
de su propia capacidad productora, se retira del ca
mino de la humanidad ordinaria hacia la senda an
tisocial o asocial.
»Es neurótico aquel que constantemente torna
más de lo que da; que continuamente pide sin estar
dispuesto a retribuir; que perturba la armonía de la
vida social mutuamente compensadora, con objeto de
enriquecerse, ya sea material o emocionalmente, a
expensas de los demás. Ser neurótico es engañar y
estafar invariablemente; mostrar debilidad, explotar
la buena fe de los inadvertidos. En general, el neuró
tico piensa que son demasiado duras para él las exi
gencias de la sociedad y busca el medio de eludirlas».
No magnifique sus dificultades, problemas, incon
veniencias o situaciones desagradables. Adopte una
actitud de valentía, halle placer en la lucha; ponga
a prueba su resistencia. Sobrepóngase a las ansieda
des, temores, inquietudes y desasosiegos. Sobre todo,
tenga paciencia, luche, espere, confíe y no crea hun
dirse porque el horizonte esté encapotado.
Aprenda a esperar; comprenda que el tiempo tam
bién participa en los planes, anhelos y propósitos que
usted promueve. Reconozca que la vida perdería mu
cho encanto si pudiera realizarse todo lo que usted
ambiciona al instante.
No sitúe sus horas de felicidad en el futuro. No
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diga: El año que viene seré feliz; dentro de tres me
ses gozaré mucho; la semana que viene pienso recrear
me, etc. Ahora es el tiempo de regocijarse por algo
que usted tiene al alcance: alguna manifestación de
belleza , algún acto generoso, algún placer lícito y
beneficioso, una pequeña, pero significativa victoria,
un momento de tranquilidad, un pensamiento feliz
y constructivo, un rasgo de desprendimiento suyo o
de otro, en fin, alguna expresión animadora. No sea
ciego ni sordo; observe atentamente; exponga su es
píritu a los muchos mensajes que la naturaleza le
envía y reconocerá que son muchos los motivos para
que usted sienta la tranquilidad que llega a los que
disciernen la vida a través de las grandes manifes
taciones espirituales.
¿Por qué crearse una atmósfera de espanto y de
angustia? Si tiene un problema, estudie cómo resol
verlo; pero no aumente sus dificultades dándose a
considerar toda clase de suposiciones deprimentes,
que empeoran su situación y le impiden vencer el
obstáculo respectivo.
MEJOR SALUD
Una señora estaba comprando en un estableci
miento comercial y mientras seleccionaba lo que le
convenía, su hijita, de pocos años, la molestaba cons
tantemente tirándole de las faldas y distrayéndola y
ella cada vez que era objeto de alguna interferencia
decía, tocándose a sí misma: «Calma Susanita, cal
ma». Como reaccionaba en forma tan mesurada, un
caballero que también compraba delante de otro mos
trador cercano, la observaba y pensaba en la gran se
renidad de que hacía gala esa cliente.
Cuando hubo terminado su compra, ese señor se
acercó a la dama y la felicitó por su gran serenidad
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y la forma de actuar ante las interrupciones de su
hijita Susanita, a lo cual repuso ella: «Muchas gra
cias, señor, pero Susanita soy yo y no mi hijita. Sólo
calmándome evito la impaciencia y la reacción vio
lenta».
Repetidamente tenemos ocasión de sentimos mo
lestos a causa de los demás y es frecuente que no po
damos impedir lo enojoso o antipático que proviene
de otros, pero sí nos es muy ventajoso ejercer el do
minio y la serenidad convenientes para evitar la ex
citación que no sólo confunde y desorienta, sino que
perjudica el organismo también.
La serenidad requiere la colaboración del vigor
físico; cuando se posee, se tiene menos tendencia a
la excitación, a las situaciones desequilibradas, a las
influencias impulsivas, a las consideraciones precipi
tadas. Las personas nerviosas difícilmente pueden ac
tuar con serenidad.
Dice Kathlee Bellamy: «El hombre sufre más que
los animales y cuanto más inteligente e instruido
llega a ser, tanto más sensible se vuelve al sufrimien
to. Por consiguiente, el dolor puede tener un propó
sito mucho más importante que el que se imaginaba.
Posiblemente, el dolor no sea sólo una advertencia,
sino una medida de la energía creadora reprimida en
el hombre. Si pudiésemos aprender a aplicar y apro
vechar nuestra energía vital no sufriríamos dolores».
También la salud es necesaria para adquirir la se
renidad, porque por ella los nervios ceden mejor a la
disciplina mental. Sólo los espíritus muy disciplinados
pueden sobreponerse a los males físicos, mostrándo
se ecuánimes y pacientes.
La salud exige también gran atención de parte
nuestra y sometimiento a normas de vida inteligen
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tes y disciplinadas. La serenidad existe para deparar
nos condiciones y situaciones más libres de sobresal
tos y desaciertos, y la salud sirve de base a la opera
ción de esa cualidad tan esencial y necesaria para la
felicidad humana.
Eduque sus músculos a que se mantengan laxos,
y estará menos expuesto a la irritación. Usted no pue
de excitarse tan fácilmente si se mantiene en condi
ción laxa.
RESPIRAR ES VIVIR
Aprendamos a respirar, en la respiración profun
da se halla gran parte del secreto de una condición
serena. Recuérdese que un 75 % de la substancia
vital está constituida por oxígeno. Si la respiración
es deficiente, significa que se posee menos resisten
cia y vigor por ser mayor la cantidad de tóxico acu
mulado en el organismo. No puede haber nervios dis
ciplinados en donde no hay suficiente oxígeno. Aspi
rar insuficiente cantidad de oxígeno es hacerse vícti
ma de toda clase de condiciones inconvenientes y ex
ponerse a sobresaltos, temores y ansiedades.
¡Cuánto depende la serenidad de la respiración
correcta! Es de notarse que cuando los nervios están
tensos, la respiración es más agitada y menos profun
da. En cambio, cuando se respira rítmica y honda
mente, los mismos músculos tienden a aflojarse. La
entrada de mayor cantidad de aire en los pulmones
exige un movimiento torácico más expansivo, lo cual
favorece la laxitud muscular y nerviosa. Nuestros
movimientos son casi todos reflejos, y el acierto de
Jos mismos depende de la metodización de las funcio
nes vitales. Depende de nosotros el sistematizar la
respiración y darle a ésta el ritmo conveniente. Es in
dispensable respirar como la naturaleza requiere.
- 23 -
Todas las noches, con la ventana del aposento
abierta y ya en la cama, adóptese una postura de
completa laxitud y siéntase como si el cuerpo no tu
viera un átomo de fuerza, para moverse. Luego,
lentamente y con la boca cerrada, háganse unas cuan
tas respiraciones profundas, pero sin forzar la fun
ción respiratoria. Si se respira correctamente, el ab
domen se abultará y luego hará lo mismo la región
del tórax, lo cual indicará que se está tomando toda
la cantidad de oxígeno posible. Hágase la exhalación
lentamente, pero por la nariz. Si se está acostumbra
do a una respiración deficiente, deben limitarse las
respiraciones a unas pocas, las primeras noches, has
ta que los pulmones se acostumbren a recibir más ai
re y así se sometan a una mayor elasticidad las
vesículas más o menos atrofiadas.
Empiécese con cinco respiraciones, agregándose
dos más cada día, hasta llegar a 20. Si se realiza de
bidamente este ejercicio, con toda probabilidad, y
sin ser notado, el que lo lleve a efecto se quedará dor
mido fácilmente.
Por la mañana, repítase el mismo ejercicio, pero
de pie. Como resultado del mismo se experimentará
avidez por entregarse a la actividad.
Durante el día, cuando se sienta la invasión de al
guna condición irritante, dificultad, transtomo o pro
blema que tienda a producir desconcierto, háganse
unas respiraciones hondas y se sentirá mayor domi
nio sobre uno mismo y una condición de alivio evita
rá la presión excitativa.
La serenidad no armoniza con la excitación inde
bida o condiciones que de alguna manera ciegan y
obstruyen la labor del intelecto. Sujetar los impulsos
a un ritmo inteligente y metódico es poseer una
— 24 —
fórmula eficaz para contrarrestar las condiciones que
impiden la tranquilidad y la actuación adecuada.
La excitación apaga las luces en torno nuestro.
Muchas veces, de pequeñas dificultades nacen terri
bles consecuencias, por falta de visión y compren
sión. Hace años ocurrió un horroroso incendio en la
Catedral de Santiago de Chile, en el que perecieron
centenares de personas, antre ellas mujeres y niños.
Las puertas se abrían de afuera para adentro. Du
rante la función religiosa, un jueves santo, un cirio
se torció y prendió fuego al altar, lo cual produjo el
pánico, y todos los fieles se agolparon a la puerta
que sirvió de trampa para aquella masa humana que
formó como una muralla que impedía la salida de
cualquier persona. Con un poco de serenidad, dando
lugar a que alguien abriera las puertas, el siniestro
no hubiera comprendido una lista tar larga de vícti
mas de la precipitación y de la excitación.
NERVIOS DOCILES
Es indispensable también, la educación de los ner
vios para lograr la serenidad. En realidad, ésta se
estabiliza con la experimentación inteligente y perse
verante. Contamos con una energía nerviosa que pue
de causarnos mucho beneficio o mucho sobresalto,
según la utilicemos o la disipemos.
Constantemente oímos hablar acerca de la ner
viosidad que afige a las más de las gentes. La misma
se debe, en la mayoría de los casos, al desorden pro
ducido por agitaciones, impulsos y temores al mar
gen de la acción reflexionada o metodizada. Nos pre
cipitamos, imaginamos desenlaces perjudiciales, nos
consideramos sepultados en mil peligros; creemos ver.
en derredor nuestro, enemigos acérrimos, todo lo cual
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produce en nuestro espíritu un desequilibrio que nos
anonada.
La irritación nos encierra en un estado de rigidez
que nos impide desenvolvemos con tino y adoptar so
luciones más prácticas e inteligentes. Oímos hablar
acerca de lo penoso que es hallarse en una prisión,
pero ¿hemos pensado alguna vez, cuán fuera de ra
zón está el encierro en que nos metemos cuando nos
imponemos contracciones musculares innecesarias y
tensiones nerviosas opresoras? ¡Cuánto sufre el hom
bre por ignorancia, indisciplina e incompetencia para
actuar sosegada y comprensivamente!
Quien deje que sus nervios operen según los in
centivos que los incitan, no sólo se hará infeliz, sino
que sufrirán los que en alguna forma se relacionen
con él.
«El nervioso debe aprender que cuando la discipli
na mental y dominio sobre sí mismo han sido practi
cados al punto que 60 % o más de sus funciones men
tales son normales y saludables, entonces el balance
de la gravitación psicológica estará de su parte para
pensar acertadamente y sentir impulsos sanos; y en
tonces automáticamente empieza la victoria.»
Si nuestros nervios han de ser más dóciles, ante
todo, debemos librarnos de prejuicios, de ese hábito
nefasto de tomar decisiones y formar juicios basa
dos en ideas preconcebidas, impresiones del momen
to y suposiciones hipotéticas. El prejuicio, general
mente, fomenta la irritación nerviosa y azuza el des
concierto general de ese sistema tan fundamental
para mantener el contacto con el mundo exterior,
además contribuye a trastornos orgánicos.
También es necesario adiestrarse a descansar. Al
guien ha dicho que todo hogar debería tener un gato,
para aprender de él cómo reposar. Obsérvese cómo se
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desparrama ese animalito cuando está echado; todo
su cuerpo se mantiene en perfecta laxitud; produce
la impresión de que ha perdido todo sentido de mo
vilidad. A pesar de los miles de años de existencia
humana, el hombre no ha aprendido a descansar en
forma rehabilitadora. Tiranizado por toda suerte de
angustias, ambiciones, egoísmos, quebrantos morales
y físicos y otras influencias inquietantes, es víctima
de incesante tensión nerviosa que le impide sentir los
beneficios del reposo reparador.
Para lograr un descanso reanimador es preciso
dejar que todos los músculos estén libres. Mantén
ganse las manos sueltas, la región clavicular y la
del cuello sin contracciones forzadas; aflójense los
músculos de las piernas y no se mantengan los pies
agitados cuando se está sentado o de pie; es decir,
no se malgaste la energía en movimientos innecesa
rios y agotadores.
Hágase este experimento: Cada noche, cuando se
llegue a casa, ocúpese el sillón más cómodo, déjese
que los brazos cuelguen a los lados como si no se
tuviera fuerza para levantarlos, y procúrese que el
cuerpo permanezca como desplomado, sin fuerza para
moverse. La cabeza debe colgar como caída, por su
propio peso. Permanézcase en esa posición unos diez
minutos. No se piense en nada; éntrese en un estado
mental como si se sintiera tal fatiga que se desease
dormir. Si se llevan a efecto estas instrucciones, con
toda probabilidad se producirá el sueño. Unos diez
minutos entregados a ese reposo serán sumamente be
neficiosos.
VIGOR VIVIFICADOR
El hombre se supera en proporción exacta a su
habilidad de elegir no lo que habrá de producirle una
sensación momentánea de gratificación vanidosa, sino
lo que dejará en su ánimo una mayor convicción de
vigor vivificador.
Cuando perdemos la serenidad, se produce una
desintegración de las fuerzas que dan consistencia
y poder a nuestra personalidad. Dejarse llevar por
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las emociones del momento y sucumbir ante la in
fluencia del desconcierto que ocasionan los proble
mas, es haber perdido el dominio sobre nuestras pa
siones y tendencias negativas. No es tanto, muchas
veces, la magnitud del problema lo que en verdad
aflige y deprime como el sentirse huérfano de recur
sos para defenderse y asegurar la victoria final.
Sin disciplina, sin método, sin ejercitación no se
logra la virtud, el poder de determinar sabiamente lo
que conviene hacer.
Sin esfuerzo nada se realiza en esta vida. Toda
conquista en el orden de superaciones personales, es
el fruto de la decisión, de la firmeza, de la lucha. Sólo
en el triunfo se experimenta la realidad del placer de
vencer, de la satisfacción que produce llegar a una
meta.
Apóyese en ideas, conocimientos, aspiraciones,
propósitos y planes meritorios y de alcance social.
No se apuntale en pensamientos efímeros, proyectos
deleznables y aspiraciones pueriles. Propóngase desa
rrollar toda su personalidad y esté siempre listo a
abandonar la superstición, las creenecias sin base ni
justificación lógica y lós hábitos debilitadores. Man
tenga el calor del entusiasmo y el fuego de la avidez
por desenvolverse con el máximo de rendimiento prác
tico para sí y los demás.
MEDITACION RECONSTRUCTIVA
Usted es asaltado, durante sus actividades y vida
de relación social por toda clase de influencias que
tienden a desequilibrar todo su ser; le afectan innu
merables acontecimientos, le impresiona una variedad
indefinible de emociones, muchas de las cuales no pue
de explicarse. Su roce diario con el mundo exterior
le roba mucha energía y poder, y si éstos no son re
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puestos a tiempo, habrá de encontrarse en situacio
nes que, aunque simples, le parecerán insoportables,
por considerarse impotente para salir airoso de ellas.
El modo de vivir precipitado, tan característico
de los tiempos modernos, impide contemplar el sig
nificado de los hechos, cosas y condiciones, y como
generalmente se carece de habilidad y aun de dispo
sición para interpretar acertadamente las experien
cias, se comprende que el ser humano sea tan fácil
mente víctima del pánico y opte por la huida, sin
atinar a tomar caminos convenientes.
Haga una pausa, de tiempo en tiempo, a pesar de
sus muchas ocupaciones, y medite un poco sobre sí
mismo, las posibilidades, las grandes manifestaciones
de la vida y lo que puede lograr con un poco de vo
luntad, optimismo y empeño en elevarse. Fortalezca
su espíritu con las profundas enseñanzas que gran
des pensadores le han legado; amplíe su horizonte
descubriendo perspectivas para sus energías y fe;
siéntase vinculado a la gran familia humana por lo
mucho que usted debe a los que en tiempos pasados
trabajaron y se sacrificaron para que pudiera gozar
de grandes mejoras.
Regrese de la dispersión que le imponen las tareas
y ambiciones diarias. Es saludable para el espíritu
penetrar en lo íntimo de su propio ser, mantener un
coloquio con uno mismo; establecer una cordial en
trevista con el espíritu.
Contemplemos cuánto hay de grande y potencial
en nuestra naturaleza espiritual. Individualicemos las
fuerzas compensadoras que nos acompañan. Escale
mos las cumbres de lo ideal y respiremos en esas al
turas el aire puro de la aspiración generosa y dinámi
ca para que al descender al valle de la lucha diaria,
nos sintamos más serenos, fuertes y confiados.
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Esos momentos de reflexión serán culminantes y
trascendentales si han sido aprovechados sabiamen
te, porque un espíritu se habrá entregado a la iden
tificación propia y a la creación de nuevos conceptos,
recursos y vitalidad. Una vida se habrá rehecho y una
serenidad se habrá consolidado. Una persona habrá
aumentado su destreza y crecido en espíritu, mente,
eficacia y potencialidad.
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Cuando la nerviosidad es intensa, el asunto Estimulante de la misma aparece amenazador,
como si fuera a devorarnos, y los impulsos reflejos complican más aún la situación.
Mantengamos una condición de excitación nerviosa normal y consolidémosla con la
reflexión para sentirnos más valientes, conl ampiar los obstáculos en su proporción ver
dadera, librarnos de impresione: trasiornadoras y ser más felices.
RECOMENDACION IMPORTANTE