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Mi preciosa Sara tenía solo tres meses cuando conocí al Señor. Como les he
contado, muy pronto comenzó mi peregrinaje de memorización de la
Escritura. Escribía los pasajes en tarjetas que podía pegar en la nevera, como
una forma visible para poder aprender los versículos. Mi precioso Charles y
mi preciosa Bianca se llevan 22 meses de diferencia entre los dos.
Recuerdo con lágrimas que mientras iban creciendo, practicaba con ellos la
memorización de la Palabra del Señor. El primero fue el Salmo 23 y todavía es
el Salmo que recito diariamente apenas despierto y en la noche antes de
dormir. El tiempo ha ido pasando y he podido tener versículos en la pantalla
del teléfono, en la pantalla de mi computadora, y también he comprado
tableros de decoración en los que coloco el versículo de la semana.