Algunos puntos importantes acerca del valor de ejercitarnos en piedad
(sumisión) para tener una mejor y correcta relación íntima en la presencia del Señor: Crecemos en obediencia: Cuando Cristo es el Señor de nuestra vida vamos aprendiendo a ser cada vez más obedientes a Su Palabra. Muchas veces se quiere estar en la presencia del Señor solo para resolver problemas o deseos, pero eso no es lo correcto. Es como querer ir al gimnasio solo para lucir bien, pero sin que eso signifique que podemos correr por más tiempo o levantar más peso para hacer mejor nuestro trabajo. La obediencia nos ayuda a caminar más cerca del Señor.
«Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi
Padre lo amará y vendremos a él, y haremos con él morada» (Jn. 14:23). Desarrollamos la sumisión: La palabra «sumisión» no es bien vista en nuestro contexto latinoamericano. Se le da una connotación negativa, como que harán contigo lo que quieran si eres sumisa. Pero realmente la sumisión significa mantenernos obedientes a alguien. Pablo está exhortándonos a ejercitarnos para aprender a vivir bajo la autoridad de Dios, para vivir como mujeres gozosas porque estamos haciendo la voluntad del Señor y habiendo aprendido a vencer nuestra rebeldía natural.
Transformamos la mente: Una de las grandes bendiciones de estar bajo su
presencia viviendo una vida ejercitada en la piedad es que nuestra mente (que está llena de recuerdos del pasado, de nuestras circunstancias y con pensamientos mundanos) va a empezar un proceso de transformación a través de la adecuación a los mandamientos de Dios. Iremos convirtiéndonos en mujeres que obedecemos la Palabra y viviremos conforme a lo que enseña.
«Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación
de vuestra mente, para que verifiquéis cual es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto (Rom. 12:2)» Transformamos el corazón: Una vez transformada la mente, nuestro corazón, entendido como el centro de nuestra persona y voluntad, va a ser transformado inmediatamente. Nuestra petición es como la del salmista, «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu fiel dentro de mí» (Sal. 51:10, NTV).
Es incalculable el poder transformador de Dios cuando vivimos disciplinando
nuestras vidas para la sumisión, al vivir en la presencia del Señor. Lo que hacemos es sujetarnos al Señor, buscar ejercitarnos en las disciplinas espirituales que nos permitan caminar con el Señor y disfrutar de una comunión intensa con Él a Sus pies.
Controla Tus Pensamientos: Cómo Transformar Tu Realidad, Cambiando Tu Manera De Pensar. Dejar De Ser Reactivo Y Tomar La Iniciativa En El Cambio Interior Para Tener Una Vida Satisfactoria.