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Reflexión domingo XI del tiempo ordinario

La semilla es la palabra de Dios, el sembrado cristo, quien lo encuentre vive para


siempre. Con el lema “Todos participamos del mismo pan”. Valor del mes Comunión.
Todos estamos llamados a participar del Reino de Dios, produciendo en él, frutos
buenos y abundantes. Este es un Reino de paz, de amor y de justicia.

El mensaje de la primera lectura de este domingo, del profeta Ezequiel resalta el valor
de la humildad. Pues para Dios, tiene sentido la obra que se realiza para hacer crecer su
reino y no para le elevación del hombre. El profeta hace énfasis en la manera que el
Señor humilla al que se enaltece y ensalza al que se humilla. La humildad es un don de
Dios que muchas veces nos cuesta alcanzar, porque es lo que menos buscamos y
deseamos.

San Pablo en su carta a los Corintios, nos hace una invitación que consiste en agradar
con nuestra vida a Dios. Este agradar a Dios, puede ser que conlleve a una crítica hacia
nuestra persona, ya que el hombre que vive para el mundo va en sentido contrario al
plan de Dios. Pero yo ahora me pregunto ante esta invitación o exhortación. ¿Estoy yo
agradando con mi accionar, hablar, pensar, en una palabra, con mi vida estoy yo
agradando a Dios o me estoy agradando a mí mismo?

Es una pregunta que debo hacerme en cada momento, cuando valla hacer algo pensar,
esto agradaría a Dios, si fuera El, que haría. Para agradarlo, necesariamente debo
dejarme guiar en todo momento por la fuerza del Espíritu Santo. Pues él me fortalecerá
para actuar según la voluntad del Padre. Incluso en los momentos que no sabemos que
hacer o que pedir, viene a nuestra ayuda. Así nos lo confirma el mismo San Pablo en su
carta a los Romanos capítulo 8 versículo 26,  ya que no sabemos orar como debiéramos, el
Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Del
mismo modo nos recuerda el texto que, mientras vivimos en la carne humana estamos alejados
del Señor, esto no quiere decir dejar de vivir nuestra vida temporal, esto significa, dejar de vivir
para el mundo, pues todos estamos llamados a vivir la vida que Dios nos da. Y más que eso,
vivir para Dios. La fe es la que nos mueve, ella es un don, una gracia que nos lleva hacia Él.

El evangelista Marcos, en la enseñanza de este día nos presenta la figura de reino de Dios como
una diminuta semilla, para muchos insignificante. Cabe destacar que el accionar del Padre es
así. Todo en la vida inicia de manera pequeña, a veces invisible, y poco a poco va creciendo
hasta llegar al límite, en nuestro caso de cristianos, el límite es el cielo, llegar a la presencia de
Dios. Por eso no podemos desesperarnos en nuestro proceso de fe, debemos mantener viva la
esperanza aun luchando contra toda esperanza si queremos alcanzar los dones de gracia que
Dios nos ofrece.

El santo evangelio nos aclara que la semilla se siembra y nosotros no podemos hacerla crecer
por nuestra propia cuenta, claro está, hacemos lo que está en nuestras manos, como regarla,
limpiarla podarla, pero su crecimiento y fructificación, no depende de nosotros, sino de Dios,
que es quien la hacer crecer, y dar frutos. PIDAMOS AL SEÑO que su reino crezca en
nosotros y que podamos dar frutos abundantes de conversión, paz, justicia y amor, así al final
digamos con alegría, somos simplemente siervos que hemos hecho lo que teníamos que hacer
para la gloria de Dios. AMEN.

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