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Cada que caía la noche, en el son de mis canciones favoritas notaba la sensación de varias
emociones; era así que más allá de unas letras; intrínsecamente yacían sentimientos que
revoloteaban el cerebro de un individuo. Determiné el peso que podía tener una canción para
una persona, inclusive una frase o palabra podría alegrar o lastimar a alguien. Y esto me
quedó tan claro, cuando las palabras de una madre decepcionada, aunque no te hacen daño
físico se mantienen en tu memoria. Es admirable como se puede destruir algo sin tocarlo, y
pensé que del mismo modo se arreglaría, solté más que un simple “perdón”, cedí mi
arrepentimiento que poco después calmó mi angustia, y me devolvió la vida que tenía.
Las palabras pueden hacer daño o un bien sentimental, que quedan marcadas dependiendo de
cómo se interpreta.
Paso a paso, procuré pensar antes que actuar y es así que, nació en mí la necesidad de analizar
las cosas, sean eventos o personas, antes de soltar un pensamiento que trajera consecuencias.
En la actualidad encontré más razones para no subestimar el poder de la palabra, pues de la
manera que me exprese sabré que el efecto que cause será por cómo lo diga y de qué modo lo
haga. Siendo así, con amigos, familiares o docentes, me tomó el respectivo tiempo para re
pensar lo pensado, y actuar de acuerdo a una razón.
Ahora, reconozco que el hacer uso de nuestra palabra puede traer buenas o malas
consecuencias, es así que estoy aquí analizando mis ideas, para no crear malos entendidos o
lastimar a alguien. Cometer errores, ya que nuestros actos no solo dependen de acciones,
porque directamente las acciones se ven ligadas con nuestros pensamientos, los cuales parte
de la ordenación y unión de palabras.