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Conversaciones con mi Ser

Superior.
Por Jascha
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Gracias a Jorge, mi amado esposo, por su continuo
Amor y apoyo a mi camino espiritual.
Camino que no siempre ha comprendido, pero se ha
esforzado en respetar.

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INDICE

INTRODUCCION
La Voz de tu Ser Superior

CAPITULO 1: Reconociendo el fracaso


Rendida (Hablándole a mi Ser Superior)

CAPITULO 2: Comienza el Despertar


Despertar

CAPITULO 3: Nuestro querido y asustado ego


El Príncipe y su leal sirviente

CAPITULO 4: La Felicidad
La Felicidad

CAPITULO 5: El otro y las relaciones


Hoy por primera vez te vi y comprendí.

CAPITULO 6: La Verdad
Metáforas

CAPITULO 7: Nuestro Ser Superior (Espíritu Santo)


Ser Espiritual

CAPITULO 8: Conversando con nuestro Ser Superior


A ti que tienes dudas
¿Cómo comunicarnos con nuestro Ser Superior?
¿Qué podemos preguntarle?
¿Cómo distinguir las respuestas que vienen de mi mente con
las que provienen de mi Ser Superior?
¿Qué desea nuestro Ser Superior para nosotros?
¿Qué peticiones podemos hacerle?
¿Podemos ponerlo a prueba?
¿Mantener estas conversaciones me ayudará a cambiar y
superar muchas cosas en mi vida?
El Ser Superior y nuestras relaciones
El Ser Superior y nuestra salud

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CAPITULO 9: Comunicaciones con mi Ser Superior
Así como eres, así eres perfecto
Actitud de Paz y Alegría ante la vida
Estar al Servicio
La Vida Cotidiana
Creatividad
Lo que Hago, Lo que Pienso, Lo que Siento
A ti que estás confundido
A mí no puedes engañarme
Son sólo creencias, creencias y más creencias.
Sanación
¿Cómo conectarte con tu Ser Superior?
Tu Vida es tu Creación
Aquí y Ahora
Son sólo distractores
¿Qué Hacer para Escucharte?
SER v/s ser
Resistencia al cambio
La Importancia de Reunirse
Cuando un Grupo de Humanos Despiertos se Reúne
Responsabilidad v/s Culpabilidad
El Amor en la Nueva Tierra
A ti humano

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INTRODUCCION

Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y


semejanza”.

Génesis 1,26

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La Voz de tu Ser Superior

A ti que comienzas a leer este libro, te reconozco como parte


del grupo de humanos valientes que se atreven a reconocer
su propia divinidad, a ti que sostienes estas páginas en tus
manos, a ti te hablo. Si estás aquí leyendo, es porque sabes
que no has sido capaz de encontrar las respuestas que
buscas e intuyes que esas respuestas están en tu interior.

Yo Soy quien eres, Yo Soy tu sabiduría interna siempre


dispuesta a ayudarte y a complacerte, Yo Soy el Amor
genuino del Creador hacia su creación.

Soy tu Ser Superior, Yo Soy quien has olvidado Ser, en mí


puedes encontrar todo lo que buscas, tus penurias han
terminado, tu soledad se ha acabado.
Hoy recuerdas mi Presencia, hoy comprendes que la Gloria
ya habita en ti y no tienes que hacer nada para recuperarla.

Ha llegado el momento en que tu viaje se transforme en


placer, regálame tus espinas que yo las transformaré en
flores, regálame tus temores que yo los transformaré en
confianza, regálame tu baja autoestima que yo la
transformaré en certeza sobre quién eres, regálame tu olvido
que yo lo transformaré en recuerdo.

Siempre he estado a tu lado y siempre lo estaré pues Soy


quien eres y en ti me manifiesto.

Toma mi mano y apóyate en mí, no hay necesidad de que


sigas luchando, entrégate a mí y descansa en mi regazo, una
a una lavaré tus heridas, iluminaré cada rincón de tu vida y
sonreiré a través de tu alma.

Yo Soy la Luz que habita en ti, Yo Soy quien has olvidado


Ser, Yo Soy el poder Creador que te ha sido regalado, Yo
Soy el manto que protege a quienes lo solicitan.

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Reconoce mi presencia en tu interior, que yo te ayudaré a
reconocerla en quienes te rodean y de ese divino
reconocimiento, la magia de la creación te será develada.

Para comunicarte conmigo no necesitas forma ni modo, sólo


necesitas hacerlo. Es tan simple como vivir, si quieres
complicarlo y retrasarlo hazlo, esperaré hasta el día en que
te decidas a hablarme y mientras, seguiré a tu lado
sosteniendo tu mano.

Pero, si ya has decidido oírme, entonces escúchame y recibe


mi abrazo, que es el abrazo que te das a ti mismo,
reconociendo, por fin, que tú también eres Dios……

Al escribir este libro, me doy a mi misma el regalo de


compartir lo que ha sido, para mí, un maravilloso proceso de
toma de conciencia. Proceso que se inició hace algunos años
atrás transformando por completo mi vida, mis relaciones y mi
forma de ver el mundo.
Esta transformación ha sido de tal magnitud, que me ha
colmado de bendiciones y alegrías; y ha traído confianza y
plenitud donde antes hubo inseguridad y desosiego. Compartir
esta experiencia es una forma de agradecer al Universo, por
todas las bellas experiencias que me ha brindado para llegar a
comprender, que la vida es un maravilloso regalo y que vale la
pena disfrutarlo al máximo.
No ha sido fácil sentarme a redactar este libro, no tanto
porque se me haga difícil compartir mis vivencias, sino por mi
absoluta falta de experiencia literaria. Mi interés por compartir mis
experiencias comenzó cuando me decidí a publicar en internet
unos pequeños escritos de mi autoría, que bauticé como
Conversaciones con mi Ser Superior. Estos textos son pequeños
mensajes que provienen desde mi interior, desde mi esencia,
desde mi divinidad, desde esa parte llena de sabiduría a la cual
todos tenemos acceso y que hemos olvidado, estos mensajes
provienen de un lugar profundo donde no hay miedo, ni deberes,
donde las amarras y límites desaparecen.
La primera vez que escribí una de estas conversaciones
quedé muy sorprendida, no sólo por la fluidez con que surgió el
mensaje de mi interior, sino por la solidez de su contenido.

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Hacía ya un tiempo que había estado realizando
meditaciones, en las cuales entablaba un dialogo íntimo y
personal conmigo misma. Un día decidí intentar escribir estas
reflexiones, me senté frente al PC, prendí un incienso, puse una
música suave y relajante y, luego de dar unas profundas
inspiraciones, pedí a mi Ser Superior que me diera algún
mensaje. El resultado de este experimento fue un vibrante texto,
que una vez terminado pude leer sintiéndome profundamente
conmovida, en ese momento sentí que esas palabras eran una
especie de suspiro espiritual que salió desde mi interior y que se
materializó en la pantalla del PC a través de mis manos.
Con el tiempo, y luego de repetir varias veces la
experiencia, poco a poco me fui atreviendo a hacer preguntas y a
escribir sus respuestas, posteriormente comencé a escribir
mensajes menos personales que pudiesen servir a otras
personas. Luego de varios intentos, me decidí a compartir estos
escritos que bauticé Conversaciones con mi Ser Superior, a
través de una lista de correos en internet.
Desde mi primer envío recibí decenas de cometarios en
los cuales algunas personas me agradecían por las palabras
contenidas en mis escritos, me contaban que sentían que esos
mensajes habían sido escritos para ellos y me estimulaban a
continuar escribiendo y compartiendo. Meses después, pude
comprobar que mis escritos circulaban por otras listas y que eran
publicados en otros sitios web de carácter espiritual, para mi
sorpresa éstos tuvieron muy buena recepción y rápidamente
comenzó a gestarse en mí la idea de publicar un libro que
recopilara esos mensajes.
A lo largo de mi proceso de despertar, he leído una
enorme cantidad de libros de crecimiento personal y espiritual.
Muchos han sido verdaderos maestros, que llegaron a mi vida
justo en el momento apropiado. A veces he sentido que todo está
escrito, que ya no hay nada nuevo que decir y que los libros nos
repiten una y otra vez las mismas cosas y llegan a la misma
conclusión: todo lo que buscamos se encuentra en nuestro
interior.
Pareciera que podemos leer una y otra vez esta misma
sempiterna verdad expresada de muchas formas, sin que en
realidad lleguemos a comprender lo que significa. Sin embargo,
llega un momento, en que por necesidad o porque la vida nos
empuja a hacerlo, todo lo leído se hace carne en nuestra vida y

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pasa del plano mental al plano concreto. Ese es el momento en
que dejamos de buscar afuera y nos replegamos a nuestro
interior a buscar nuestras propias respuestas.
Aún consciente de la enorme cantidad de libros que se
han escrito sobre este tema, he sentido el llamado interior a
compartir mis propias experiencias. Sé que obedezco más a una
necesidad personal que a la necesidad de colaborar con el
despertar de la humanidad. Estoy convencida que el despertar
espiritual es un proceso personal, que sólo se precipita cuando el
alma clama por expresarse.
Cuando iniciamos nuestra búsqueda de sentido de vida
la ley de atracción y sincronía, prepara el terreno para que
lleguen a nuestras manos los libros, las personas, los cursos y
los sucesos que favorecerán nuestro proceso de comprender
quiénes somos y nos recordarán que nunca estamos solos. Si
estás leyendo este libro, entonces, probablemente, significa que
estamos en el mismo proceso y si algo de su contenido te sirve o
estimula, entonces la escritura de este libro está más que
justificada.
Siempre me definí a mí misma como una persona con
aptitudes e inclinaciones literarias poco desarrolladas, soy
ingeniera de profesión, por lo cual los números son para mí un
campo más familiar que las letras. No sé de filosofía, ni de
religiones, ni de psicología, no puedo citar autores, ni hilvanar
ideas de los cientos de libros que he leído, no tengo consejos
que dar ni verdades que defender. Sin embargo, en mi interior
siento un fuerte llamado a compartir mis experiencias, así que en
un acto de osadía me atrevo y animo a darle forma a este libro.
Te invito a repasar junto a mí el camino que he recorrido
en estos últimos años, para descubrir lo divino que hay en mí.
Este camino puede ser el mío, pero en realidad es el de todos,
pues seguramente podrás identificarte con algunas de las etapas
que yo viví y, si lo deseas, podrás hacer tuyas alguna de las
conclusiones que aquí transmito.
Tal vez no aparezca aquí nada nuevo, pero confío en
que el Universo se encargue de hacer llegar este libro a quien lo
necesite en el momento preciso y que su contenido le sirva para
descubrir que lo que busca ya habita en su interior.

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Dejo la escritura de este libro en manos del Espíritu
Santo, que Él use mi mente y mis recuerdos para trasmitir Su
sabiduría.

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CAPITULO 1: Reconociendo el fracaso

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Rendida

(Hablándole a mi Ser Superior)

Aquí me tienes rendida ante ti, te entrego mi vida, te regalo mis


deseos, te cedo mis decisiones, ya no tengo voluntad propia.
¿Cómo podría tenerla? Si todo lo que intenté hasta ahora
fracasó, si en todo lo que porfié, perdí.

Sólo tu aliento me reconforta, sólo tu Luz graciosa ilumina la


oscuridad de mi corazón.

Ensánchame el pecho sin demora y por piedad recuérdame


cómo amar.

Despierta mi mente dormida y déjala volar ansiosa al encuentro


de mi alma olvidada. Para que en un abrazo furioso me funda
definitivamente a tu Luz y por fin comprenda que tu Mente es la
mía.

Nos pasamos la vida intentando ser felices y sentirnos


plenos, creemos tener la fórmula exacta para conseguirlo,
pretendemos saber a la perfección qué tiene que pasar o dejar
de pasar en nuestras vidas para conseguirlo. Sólo cuando
comprendemos que todos nuestros esfuerzos han fracasado, nos
abrimos a la posibilidad de comenzar a encontrar esa esquiva
felicidad que tanto ansiamos.
Al hablar de fracaso, no me refiero a fracaso material, ni
profesional, ni de pareja. Hablo del fracaso profundo que
sentimos cuando nuestra alma no ha podido aún expresarse,
pues no hemos podido darle a nuestras vidas un sentido que nos
permita sentirnos plenos.
Una buena parte de los seres humanos, algunos más
dispuestos a reconocerlo que otros, tenemos una profunda herida
interna, que nos hace sentir como seres imperfectos, separados
de Dios, que debemos hacer méritos para volver al “paraíso
perdido”. Nos enseñaron que somos pecadores, nos contaron
que fuimos expulsados del Paraíso por haber desobedecido a
Dios y llevamos milenios intentando infructuosamente que Él nos
perdone.

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Jesús, el gran maestro espiritual de occidente, fue
torturado y asesinado en la cruz para expiar los pecados de la
humanidad y a pesar que han pasado más de 2000 años, aún
continuamos cargando la pesada cruz de la culpa. Nos pasamos
la vida sintiéndonos en falta, por no conseguir ser lo todo lo
perfectos que se debe ser para alcanzar la gracia de Dios. Cada
vez que asistimos a un servicio religioso, nos recuerdan lo
pecadores que somos y lo poco que hacemos para conseguir
que Dios perdone nuestra pequeñez.
No importa cuán liberado te sientas de esta ignominia, no
importa que no profeses una religión judeocristiana, aún cuando
te definas como ateo, esta idea está tan instalada en el
inconsciente colectivo que, quieras o no, influye en la forma como
enfrentas tu vida y en como te limitas a ti mismo creyendo que
eres un ser inferior ante los ojos de tu Creador.
A esta ingrata creencia establecida como paradigma para
la humanidad, debemos sumarle el stress inherente a la vida
moderna, basada más en el tener y en el hacer, que en el Ser.
En el mundo actual, no sólo las cosas son desechables, sino
también lo son las personas, los trabajos y las relaciones. El
último artículo de moda es reemplazado por otro nuevo y más
deseable, incluso antes que terminemos de pagar el anterior.
Modelos anoréxicas fijan pautas de belleza, poniéndonos
patrones imposibles de seguir. Vivimos en una sociedad que nos
inunda de publicidad, en la cual el valor del ser humano está
centrado en el auto que posee, la cerveza que bebe, los viajes
que realiza. Ser para siempre joven pareciera ser la meta, como
si la vejez fuese un castigo y la muerte una condena.
De esta forma, al no ser lo suficientemente perfectos
para merecer el amor de Dios, se le suma el no serlo como para
conseguir destacarnos y sentirnos valiosos en una sociedad que
fija estándares inalcanzables. Nos pasamos la vida intentando
brillar ante los ojos de Dios, ante los ojos de quienes nos rodean
y lo que es peor, ante nuestros propios ojos. No importa lo que
hagamos, pareciera que no conseguimos sentirnos satisfechos
con nosotros mismos.
Puede que seas un profesional exitoso, padre o madre
de una hermosa familia, un deportista renombrado, da igual,
puede que a los ojos de los demás hayas conseguido el éxito,
pero muy dentro de ti, en el fondo de tu alma, tu sabes que ese

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éxito sólo ha conseguido poner en manifiesto el profundo vacío
que sientes en tu interior.
Es posible que en algún momento de tu vida hayas
sucumbido al engaño y por un tiempo hayas sentido que tuviste
la clave de la felicidad. Sentiste que habías diseñado tu vida de
una forma tal, que tus logros te hicieron sentir satisfecho, exitoso
y te paseaste triunfante por el mundo, hasta que en algún
momento, una crisis, una pérdida o una enfermedad te llevaron a
cuestionarte la real profundidad y trascendencia de tus logros.
No importa cuánto éxito mundano hayas tenido, tarde o
temprano terminarás por comprender que mientras no sacies tu
sed interna, nada de lo que hagas logrará darte la ansiada paz
que tu alma anhela.
No estoy desmereciendo los éxitos de este mundo, por el
contrario creo que el camino espiritual nos lleva a una vida
material, física y emocionalmente plena, expresión de la plenitud
interna que experimentamos. El fracaso del que hablo, está
relacionado con el engaño de creer que alcanzaremos la plenitud
interna a través de los éxitos materiales.
Si el dinero, una vida sana o una profesión exitosa
aseguraran la plenitud, entonces podríamos estar tranquilos,
bastaría con trabajar con ahínco por una sociedad próspera y
tendríamos asegurada la paz interna para todos quienes
disfrutaran de bienestar material. Pero la vida nos enseña que no
necesariamente quienes más tienen, se sienten más felices o
más satisfechos con sus vidas. No siempre las personas más
afortunadas a los ojos del mundo son las más plenas. Personas
que tienen todo lo que este mundo material pueda ofrecerles:
fama, dinero, belleza física, admiración, lujos; son a veces
quienes más abusan de las drogas y del alcohol, como una forma
de escapar del vacío interno que las persigue y que nada parece
llenar.
Por el contrario, en ocasiones personas carentes de toda
importancia para los ojos de este mundo, que han tenido que
afrontar una vida llena de carencias, se pasean por la vida con la
cara llena de risa y optimismo, regalando a su paso ganas de
vivir. Ellos son, en definitiva, más ricos que quienes más tienen,
pues no necesitan “tener” para ser felices. Es que la riqueza
interna no se mide en términos de cosas acumuladas, títulos
obtenidos, viajes realizados o cuentas bancarias. La riqueza
interna está más relacionada con el grado de satisfacción que

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sentimos por lo conseguido, que con nuestra capacidad de
conseguir.
Aún cuando la riqueza interior nada tiene que ver con la
riqueza exterior, paradójicamente tiene todo que ver con ella,
pues de la riqueza interior aflora la capacidad de disfrutar, de
transformar nuestra realidad y de convertir cada día en una
aventura. La prosperidad en nuestras vidas es proporcional a la
capacidad que tenemos de disfrutar quienes somos, lo que
poseemos y lo que hemos logrado.
Durante gran parte de mi vida sentí que había una
discrepancia entre lo que proyectaba y lo que sentía en lo más
profundo de mi ser, a los ojos de cualquier persona mi vida se
acercaba mucho al modelo de lo que me habían inculcado como
deseable. Yo era una mujer joven, profesional universitaria, con
un empleo a medio tiempo que me permitía atender la crianza de
mis 4 hijos, casada con un hombre también profesional,
responsable y querendón con su familia. Tanto mi esposo como
yo provenimos de familias de clase media, tradicionales, con
matrimonios sólidos y padres amorosos y presentes, en la forma
que ellos podían y sabían serlo. Sin embargo, bajo esa
apariencia de orden y perfección se escondía una buena capa
de frustración y enojo, que de tanto en tanto se manifestaba en
forma de discusiones, dolores de espalda y otras sofisticadas y
no siempre directas maneras.
Tengo sentimientos encontrados respecto a los
recuerdos de mi niñez: por un lado recuerdo haber sido muy feliz
en mi más tierna infancia, tengo reminiscencias de mi madre
sonriendo y compartiendo con amigas, recuerdo carcajadas en el
hogar y mucho amor familiar. Aproximadamente en la época en
que cumplí ocho años, tengo la percepción de que el ambiente
de mi casa cambió o al menos así lo sentí yo. Mi madre dejó de
sonreír, dejó de juntarse con amigas y parecía estar siempre
enojada, sus amorosas atenciones hacia mí, cesaron de golpe
transformándose en secas comunicaciones y constantes críticas.
Casi cuarenta años después, me enteré que para ese entonces,
mis padres enfrentaron una crisis matrimonial de la cual yo
siendo una niña no llegué a enterarme. Crecí con la sensación de
que algo había hecho mal y que debido a ello había perdido el
cariño de mi madre. Durante mi pre adolescencia y adolescencia
tuve con ella una relación muy tensa, fui una hija difícil de
complacer y muy rebelde.

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En mi etapa escolar me costó mucho hacerme de
amigas, lo cual se agudizó cuando me expulsaron por mala
conducta del colegio de monjas al cual asistía y no conseguí
adaptarme al nuevo colegio, también de monjas, aún más
estrictas que las anteriores. Fui no sólo una alumna muy inquieta,
indiferente a la autoridad e indisciplinada, sino también muy
irresponsable y con rendimiento académico mediocre. Solía
pasar más tiempo castigada que en la sala de clases, de seguro
que si hubiese nacido un par de décadas después habría sido
una candidata segura al Ritalín.
Al terminar la enseñanza media era una jovencita muy
inquieta e inmadura que no tenía la menor idea sobre qué es lo
que quería hacer con su vida, cuando llegó el momento de rendir
la prueba de ingreso a la Universidad, me sorprendí y sorprendí a
los demás con un excelente puntaje, que me permitió entrar a
estudiar Ingeniería en una muy buena universidad del país, en
gran medida escogí esa carrera para agradar a mi padre, sin
prestar ninguna atención a cual podría ser mi verdadera
vocación.
Finalmente, luego de algunos traspiés terminé por
titularme. Convertida en una flamante ingeniero (en esa época no
existían el femenino de la palabra ingeniero en el diccionario) me
enfrenté al mundo y a mi absoluta falta de vocación. Ya en el
mercado laboral, pude comprobar en forma fehaciente que había
escogido una profesión que no me satisfacía en lo absoluto.
En los últimos años de mi carrera conocí a mi esposo,
con quien luego de un par de años de noviazgo decidimos formar
una familia. Me casé muy enamorada, pero a la vez asustada,
pues nuestras peleas por cosas sin importancia me hacían dudar
respecto a nuestra real capacidad de formar una pareja. Al poco
tiempo, se cumplió mi mayor deseo y quedé embarazada, en ese
momento sentí que tocaba el cielo, el nacimiento de nuestra hija
mayor, junto al nacimiento de nuestros otros tres hijos, han sido
los regalos más maravillosos que la vida me ha dado.
Feliz me lancé de lleno a mi labor de madre, dejando
cada vez más relegada mi profesión. Al año y medio nació
nuestro segundo hijo, al año y medio siguiente, nuestra tercera
hija y a los dos siguientes la cuarta. Cuando nació mi cuarta hija
abandoné totalmente mi profesión, para dedicarme de lleno a la
crianza de mis niños. Más que ser madre jugaba a serlo y me

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paseaba orgullosa por la vida, como una gallina con sus
polluelos.
Mi vida parecía perfecta. Pero en vez de llenarme de
orgullo, muy en lo profundo sentía un poco de vergüenza, pues
muchas veces me pregunté cómo era posible que yo, siendo
para muchos una mujer bendecida por la vida, no lograse ser en
forma auténtica feliz. En mi mente palpitaba un constante temor a
que la vida me castigara con alguna experiencia dolorosa, para
que así yo por fin aprendiese a valorar todo lo que tenía.
En mi interior yo sabía que algo no andaba bien. Mi
relación matrimonial se había convertido en una sucesión de
acercamientos y alejamientos, las discusiones se alternaban con
períodos de reconciliación y habíamos llegado a pensar que esa
era la única forma en que podíamos relacionarnos. Todo
matrimonio tiene problemas, nos decíamos y, luego de un
distanciamiento, retomábamos la relación con la promesa de
cambiar y ser por fin la persona que el otro esperaba que
fuéramos. Todas estas promesas iban directo al olvido, pues una
y otra vez volvíamos a discutir por las mismas y absurdas cosas,
hiriéndonos con reclamos y ofensas veladas.
Cuando nuestra cuarta hija entró al colegio a horario
completo, se cerró una primera etapa en la crianza de los niños,
luego de un período de mucha intensidad de pronto me encontré
con mucho más tiempo libre y me sentí con un montón de
energía libre que no sabía en qué emplear. Entonces comencé a
buscar “algo” que llenara mis días y me diera la satisfacción
interna que no lograba encontrar en mi interior. Luego de mucho
pensarlo, en parte movida por la culpa de no lograr encontrar paz
interior, decidí dedicarme a actividades solidarias.
Por un tiempo trabajé de voluntaria en una casa de
acogida de niños enfermos de cáncer, fue una experiencia muy
intensa de la cual aprendí mucho y quedé profundamente
conmovida por esos pequeños seres de ojos profundos que
ansiosos de ser amados, morían como mariposas nocturnas
estrelladas contra el vidrio de la vida. Luego de esa conmovedora
experiencia, decidí dedicarme en forma más profesional al tema
de la solidaridad y encontré un trabajo en una corporación de
beneficencia, dedicada al tratamiento de niños trasplantados. A
pesar del enorme cariño y ternura que los niños y sus dedicadas
y humildes familias despertaban en mí, tampoco allí conseguí
encontrar lo que buscaba, pues nunca llegué a sentirme cómoda

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en el ambiente “socialité” que suele rodear al mundo de la
beneficencia, sin duda necesario al momento de conseguir
recursos.
Entonces, di un giro en 180 grados y me volqué hacia el
mundo empresarial y me embarqué en un proyecto de
importación de muebles. Puse todas mis energías en ello,
trabajaba más de diez horas diarias, seis días a la semana. Se
trataba de un negocio complejo y cansador, sobre el cual influían
muchas variables que no dependían directamente de mi gestión.
Al principio, mis esfuerzos parecieron dar resultados económicos,
pero luego, el precio del dólar comenzó a subir y subir más allá
de cualquier expectativa, con lo cual todos mis cálculos de
rentabilidad fallaron.
Me sentía muy exigida y comencé a dejar de disfrutar las
actividades que antes me satisfacían, el cuidado de mi casa se
transformó en una pesada carga, el simple hecho de ir al
supermercado se me hacía una tarea agobiante, la vida social
me parecía una tortura. Dejé de ir al gimnasio y perdí el interés
por la mayor parte de las actividades que antes me atraían. Lo
único que me importaba era sacar adelante mi proyecto y estar
con mis hijos. Luché por casi cuatro años por impulsar este
demandante negocio, sin llegar a conseguirlo.
Cuando estaba en el ojo del huracán, decidí tomar un
curso de Programación Neurolingüística (PNL), principalmente
motivada por mi deseo de aprender a dominar mis reacciones
frente a los diarios conflictos que tenía con los clientes, con los
empleados de mi empresa y con los proveedores. En paralelo a
ese curso, una amiga me invitó a integrar un grupo de mujeres
que se autodenominaban “Las Soñadoras”, quienes se reunían
una vez a la semana a interpretar sueños y conversar. Aún no lo
sabía, pero esos serían mis primeros pasos concretos hacia el
despertar espiritual y comencé por primera vez a mirarme y a
cuestionar la forma en que estaba viviendo mi vida.
Debido a las dificultades en el trabajo mi enojo crecía día
a día, pues nada parecía resultar a pesar de mi frenesí por sacar
adelante mi empresa. Los trabajadores me parecían
irresponsables, los proveedores incumplidores, los clientes
demasiados exigentes, en fin, todo y todos parecían estar en mi
contra.
Sincrónicamente, una cadena de sucesos
desafortunados comenzaron a ocurrir en mi vida: robos,

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enfermedades, accidentes, problemas laborales parecían
afectarme a mí o a queridos y cercanos parientes, en ese
entonces parecía que todo a mi alrededor era tensión. Más tarde
comprendería que atraemos a nuestra vida justo aquello en lo
cual está puesta nuestra energía y en ese entonces yo me sentía
muy miserable, por ello el Universo entero se organizó para que
yo me pudiese sentir de esa forma a mis anchas.
Los problemas me fueron agotando cada día más, pero
lo que realmente terminó por hundirme fue cuando se enfermó
mi padre. Él fue para mí un fuerte apoyo en los momentos en que
necesité sostén, desde niña fui muy apegada a él y a pesar que
tenía un carácter complicado, con el cual me era muy difícil
relacionarme, entre él y yo existía una complicidad y
comunicación no verbal, que incluso a la distancia nos mantenía
unidos. En esos tiempos que yo sentía tan complicados él se
había convertido en mi alero y parecía siempre tener la palabra
precisa para reconfortarme.
A la semana siguiente de cumplir 80 años le detectaron
un cáncer a la pleura en estado terminal, el doctor nos dijo que le
quedaba un mes de vida, que luego se prolongó en más de dos
angustiosos años. Eso terminó con mis fuerzas. Mi empresa
quedó en segundo lugar y al no contar con mi continua
presencia, las ventas comenzaron a decaer, pero no me importó
pues yo no tenía ya ganas de seguir luchando.
El tiempo pasaba y yo corría entre mi hogar, el hospital y
el negocio, comencé a sentir como el stress crecía dentro de mí,
por primera y única vez en mi vida supe lo que es pasar un noche
en vela, en ocasiones mi corazón parecía salirse de mi pecho.
Aún así no paraba de correr, hasta que llegó un día en que no fui
capaz de estar en pie, mis piernas literalmente se doblaban
incapaces de sostenerme y tuve que quedarme en cama por más
de dos semanas y no pude trabajar por más de un mes.
Luego de ese episodio le tomé fobia a mi trabajo y a todo
lo relacionado con él, decidí asumir el fracaso y cerrarlo. Con las
pocas fuerzas recuperadas con el forzado reposo que mi cuerpo
me impuso, tuve que finiquitar mis últimas obligaciones, despedir
empleados, pagar a los proveedores, hacer las últimas
cobranzas, vender en liquidación todo lo que se pudiera; y asumir
la pérdida monetaria y el dolor de no haber conseguido salir
adelante con lo que me había propuesto.

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Sin embargo, este proceso en apariencia tan negativo,
me trajo una enorme bendición pues durante mi tiempo de
obligado reposo, comprendí que la forma en que había conducido
mi vida hasta entonces no estaba dando los resultados que tanto
ansiaba. Una voz desde mi interior, comenzó a susurrarme que
había otra forma de vivir que yo hasta ahora no había entendido.
Mi alma comenzó a clamar por manifestarse y justo
cuando mi mundo parecía estar desmoronándose, comencé a
recibir información espiritual de todas partes, los sucesos se
fueron encadenando, los sueños revelándose, las sincronías
presentándose, llegaron a mi vida las personas precisas y de
pronto sentí que todo lo que había sucedido tenía un sentido, que
todo había conspirado para que llegara el momento en que yo
me detuviese y me permitiese conectarme conmigo misma.
Había estado buscando fuera de mí: ¡era el momento de buscar
en mi interior!
Con tiempo libre y con el apoyo de mi esposo, me lancé
a un intenso proceso de búsqueda espiritual y sentido de vida,
tomé muchos cursos y talleres, leí una enorme cantidad de libros,
navegué cientos de horas en Internet, buscando información y
contacto con personas que estuvieran en el mismo proceso.
Lentamente comencé a sentir algo desconocido para mí: empecé
a sentir que en realidad no tenía que hacer nada para encontrar
la felicidad que tanto había buscado, pues la plenitud es el
estado natural del alma y sólo tenemos que permitir que ocurra.
De a poco comencé a percibir que no estoy sola en este
camino espiritual, hay muchos seres que nos ayudan a avanzar
hacia donde nos proponemos llegar, pude sentir que dentro de
todos nosotros habita una chispa divina que con paciencia
espera que le permitamos manifestarse. Comprendí que cuando
nos ponemos en sintonía con nuestras más altas intenciones, los
milagros comienzan a ocurrir en la cotidianidad. Los problemas
que antes nos parecían tan complicados no sólo se hacen más
llevaderos, sino que también muchos de ellos se tornan irreales y
se desvanecen. Aprendí que quizás no tengo la opción de
escoger qué sucede en mi vida, pero siempre tengo la libertad de
escoger la forma de enfrentar los desafíos que se me presenten y
que cada instante es una oportunidad para sentir la grandiosidad
de Dios en continua manifestación.
De seguro cada quien tiene su propia y maravillosa
historia que lo llevó a iniciar su búsqueda espiritual y si cuento

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algo de la mía es sólo para compartir el hecho de que al igual
que muchos, viví gran parte mi vida centrada en lo externo,
buscando miles de formas para completarme y, finalmente, el
gran regalo que recibí fue comprobar que mis búsquedas
fracasaron. A partir del momento personal en que comprendemos
que todos nuestros intentos de encontrarle sentido a nuestras
vidas en lo externo nos han llevado al fracaso, comenzamos a
encontrar lo que ansiamos en nuestro interior.
Cuando decidí que me iba a rendir ante la existencia
descubrí la presencia de mi Ser Superior y me entregué a Él,
permitiendo que esa fuerza invisible que escapa a nuestra
comprensión se hiciera cargo de mi vida.
Si bien más adelante explicaré mi concepto de Ser
Superior, por ahora simplemente digamos que es esa parte
divina que reposa en nuestro interior, esperando ser descubierta,
es esa parte que todos poseemos y que nos hace iguales en
estirpe, hijos del mismo Padre, esculpidos desde el mismo
material. Es nuestra esencia, nuestra genuina y verdadera
naturaleza.
Supongo que habrá muchas formas de conectarse con
nuestra divinidad, pero he podido observar que es más fácil
hacerlo cuando nos damos cuenta que con nuestros
pensamientos y emociones no hemos sido capaces de darle
sentido a nuestra vida. Eso es a lo que yo lo llamo “fracaso” y sé
que esta palabra puede provocar resquemor en muchas
personas que aún sienten que pueden conseguir lo que buscan
en su interior, con esfuerzo y trabajo en el exterior.

¿Estás lo suficientemente cansado de ser infeliz, cómo


para comenzar, por fin, a ser feliz?

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CAPITULO 2: Comienza el Despertar

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28
Despertar

El despertar de conciencia es mucho más que una fecha,


mucho más que un extraordinario evento anunciado con
pompa. El despertar de conciencia es la mayor revolución
que enfrentará el Ser Humano en su historia y la cambiará
para siempre.

El despertar de conciencia es un proceso íntimo y personal,


pero de tal magnitud que afecta todo el entorno de quienes
lo transitan. Se cuela en las mentes de los seres humanos,
sin que éstos incluso lo noten y va sutilmente derribando
viejos paradigmas y cambiando las estructuras que
gobiernan a la sociedad.

El despertar de conciencia no “ocurre”, sino que se hace


ocurrir.
No requiere de preparación, ni pide requisitos, pero sí exige
voluntad.
Querer despertar, es el único requisito que una mente
dormida ha de cumplir para conseguirlo.

El despertar de conciencia te recuerda quien eres y te libera


de ser la marioneta que has sido hasta ahora: un ser reactivo
y temeroso, incapaz de escoger hasta lo que piensa.

Darte cuenta es el primer paso, la libertad el segundo, la


creatividad manifiesta el tercero y la plenitud el cuarto y
último.

Después de eso no hay pasos que dar, pues cuando te


conviertes en un Ser Libre y Creador, entonces sólo te queda
vivir en plenitud esa maravillosa creación, que eres tú
mismo.

Las situaciones que en una etapa de mi vida percibí de


manera tan negativa, finalmente, se convirtieron en una
oportunidad espiritual que trajo a mi vida muchas bendiciones. A
partir del momento en que comprendí que requería con urgencia
darle un nuevo sentido a mi vida, diversas señales se

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comenzaron a presentar y me impulsaron a recorrer este
hermoso camino sin retorno.
Mucha información de carácter espiritual llegó a mis
manos y conmovedoras revelaciones se manifestaron en mis
sueños, comencé a encontrar alimento espiritual en lecturas de
libros, en personas que aparecieron en mi vida, en experiencias
en talleres, navegando por Internet. Fueron años muy intensos y
entretenidos, llenos de descubrimientos, con progresos y
retrocesos, pero siempre con la alegría de sentirme avanzando
hacia la libertad de reconocer que mi vida es mi creación.
Los problemas y conflictos, se transformaron para mí en
una oportunidad, que me permitió entender que si seguía
viviendo en la forma que hasta ese entonces lo había hecho, no
obtendría lo que tanto ansiaba. Había comprendido que no podía
responsabilizar a las circunstancias ni a los demás, por mis
frustraciones y que había llegado la hora, no sólo de sanarme,
sino que también de hacer cambios concretos en mi forma de
enfrentar y sobre todo de valorizar los distintos aspectos de mi
vida.
Ciertamente, somos nosotros y nuestras circunstancias,
en apariencia estamos “condicionados” por la vida, por nuestra
historia, por las personas que nos educaron. No es poco habitual
que expliquemos nuestras reacciones en base a situaciones del
pasado, yo soy así porque cuando era niña me pasó tal o cual
cosa, yo reacciono de esta forma pues tuve esta experiencia,
siempre parecemos tener justificaciones y explicaciones respecto
a cómo somos. A veces anquilosamos nuestro pasado y
experiencias, permitiéndoles que nos condicionen durante toda
nuestra existencia, olvidándonos que somos seres libres en
continua evolución y que detrás de esa máscara que hemos
adoptado como personalidad, se encuentra nuestro yo auténtico
que observa este proceso y que puede, cuando lo desee,
cambiar las características del personaje que está interpretando.
Recuerdo una ocasión en que conversé con una mujer
de más de 70 años, ella estaba muy cansada y deprimida, sentía
que su vida llegaba a su fin y que nunca había sido feliz, me
contó tristes episodios de su niñez que la habían marcado
profundamente, ella responsabilizaba a su madre por el
sufrimiento que había acarreado durante tantos años. No pude
contenerme y le dije: ¡Han pasado casi 70 años desde que
sucedieron los hechos que me estás contando!, ¿No crees que

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llegó la hora de soltar y ser dueña de ti misma y de tus
emociones?, ella me devolvió la mirada sin comprender. Quizás,
ya era tarde para que ella se liberara de las ataduras que durante
toda su vida la limitaron y dañaron, pero no era tarde para que yo
pudiese comprender la lección que ella de manera inconsciente
me estaba enseñando.
Muchos terapeutas nos impulsan a revisar nuestra
historia para comprender quienes somos. Nuestros padres o sus
sustitutos, aparecen como figuras de gran relevancia en el diseño
de nuestra personalidad, así como también lo son las situaciones
que nos tocó experimentar a lo largo de nuestra niñez, sobre todo
en nuestra más tierna infancia. Si bien, todos podemos estar de
acuerdo que en gran medida nuestra historia nos define, también
es cierto que no todos hacemos la misma interpretación ni
reaccionamos de igual forma ante hechos similares. Esto es fácil
de comprender para aquellas personas que provienen de
hogares con varios hermanos, quienes de seguro tienen
diferentes recuerdos e interpretaciones de una misma anécdota
familiar.
Conversando en una ocasión con una de mis hermanas,
luego de pasar un buen rato recordando momentos de nuestra
infancia y reviviendo la relación que habíamos tenido con
nuestros padres, concluimos entre risas que habíamos vivido en
distintos hogares, pues no sólo recordábamos algunos sucesos
en forma diferente, sino que además percibíamos a nuestros
padres de maneras muy opuestas, siendo para ella mi madre la
representante de la dulzura y alero en la familia, mientas que
para mí lo fue mi padre. Los hechos y los personajes fueron los
mismos, pero la forma en que los vivimos cada una de nosotras
fue diferente, como diferente también fue la forma en cada una
de nosotras integró esas experiencias a su personalidad.
Creo que es muy necesario revisar nuestra historia para
comprendernos, episodios de nuestra niñez nos pueden ayudar a
entender muchos de los rasgos de nuestra personalidad. Cuando
estamos en crisis, enojados con nosotros mismos, en ocasiones
es muy aliviador sacarnos el peso de la responsabilidad y
adjudicárselo a otro. La sicología moderna nos ayuda en este
proceso a identificar las personas y hechos del pasado que más
nos marcaron, luego para reconciliarnos con nuestro pasado y de
esa forma con nosotros mismos, intentamos perdonar a los
involucrados para conseguir paz interior.

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Pero invariablemente una vez que revisamos nuestro
pasado, perdonamos a los involucrados y a nosotros mismos, la
quietud que sentimos parece pasajera, culpabilizar a nuestros
padres o a las circunstancias termina siendo un bálsamo
bastante pasajero. Es aquí cuando muchas personas en este
camino de reconocerse, comienzan a intentar buscar
explicaciones en vidas pasadas, terapias regresivas, lectura de
registros akáshicos, alejar aún más en la línea del tiempo el
suceso que nos marcó, parece traer nuevo alivio. He conocido a
personas que pueden justificar muchos aspectos de su vida,
narrando supuestas vidas pasadas. Para mí, si no estamos muy
atentos, esto puede transformarse en una nueva forma de
evasión, en un nuevo artilugio para justificar que no somos
capaces de asumir el diseño de nuestra vida y les aseguro que
en ese caso, el alivio que sentirán será sin duda pasajero.
Podemos entender mejor esta idea con un ejemplo,
tomemos el hipotético caso de una persona con problemas en su
trabajo para expresarse en forma fluida y asertiva ante sus
superiores, por este motivo se siente menoscaba y limitada en
sus horizontes profesionales, además este hecho le influye en las
relaciones con sus compañeros, pues presiente que ellos se
burlan de sus tartamudeos.
Supongamos que acude a un sicólogo quien le ayuda a
descubrir que su limitación se originó en su niñez producto que
su madre continuamente lo hacía callar y bajar el tono de voz
ante su padre, quien era visto como una temida autoridad, a
quien no podía contradecirse ni hacer enojar bajo ninguna
circunstancia. Esta parece ser una razonable explicación de la
limitación que este hombre tiene para expresarse, incluso es
posible que sienta un momentáneo alivio, al responsabilizar a sus
padres de su limitación, el culpable no es él, sino que las
circunstancias de su vida. Durante un tiempo, andará enojado
con sus progenitores por haberlo marcado en forma tan negativa.
Sin embargo, pronto comprenderá que ellos también actuaban
impulsados por sus propios límites, fijados también por su
historia, su amor hacia sus padres no le permitirá sostener por
mucho tiempo el alivio de culpabilizarlos, ¿será el abuelo
entonces el responsable?
Una terapia regresiva lo puede llevar a ¨descubrir¨ que en
una vida pasada, su madre era su esposa, sufrió horrores cuando
a él lo mataron de forma brutal por expresar su opinión

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públicamente, por eso ella lo hacía callar cuando era pequeño,
pues en realidad intentaba proteger su vida. Bien, otra vez este
buen hombre al liberar a la madre siente un poco de alivio, que
también será pasajero.
No importa cuántas explicaciones busque, llegará el día
en que parado frente a sus jefes, tendrá que escoger si seguir
siendo esclavo de sus miedos o hacer algo para vencerlos.
Entonces podrá optar por superar sus límites, tomando algún
curso de dicción o buscar un nuevo trabajo que se adapte más a
las habilidades que sí tiene. No importa lo que escoja, en el
momento en que acepte que la decisión es sólo suya, será libre.
Puede que este ejemplo suene algo absurdo, pero
créanme que contantemente converso con personas que en
distintos aspectos de su vida, están recorriendo el mismo camino
que nuestro ficticio personaje. Todos ellos han despertado, pues
al contrario que la querida señora que dejó que la vida se le fuera
sin conseguir ser feliz, quienes intentan buscar soluciones, al
menos han comprendido que no tienen que conformarse con ser
marionetas de su pasado.
La personalidad que nos define y que tanto solemos
defender y proteger, está formada de un largo listados de yo soy
así, yo soy asá. Yo soy sensible, yo soy malo para los deportes,
yo soy responsable, yo soy alegre, yo soy flojo, yo soy enojón, yo
soy generoso, yo soy esto, yo soy aquello. Este listado lo hemos
construido a partir de un largo proceso interpretativo que se inició
incluso antes que naciéramos, lo hicimos en forma automática,
involuntaria e inconsciente, pero aún así su influencia es de tal
envergadura e importancia, que orienta la mayor parte de
nuestras elecciones y reacciones a lo largo de toda nuestras
vidas.
Nuestra visión de la vida es sólo una interpretación de una
realidad mayor, de la cual escogemos algunos elementos en
donde poner nuestra atención y los observamos a través de un
filtro personal constituido por nuestras emociones y juicios
mentales. Pero esa misma realidad, otros la podrán interpretar de
distinta manera usando su propio filtro construido a lo largo de su
existencia, basado en las experiencias que les tocó enfrentar, en
las interpretaciones que realizaron y en las conclusiones que
sacaron de ellas.
En este mundo nada es verdad ni mentira, todo depende
del cristal con que se mira.

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Cuando comenzamos a comprender que nuestra realidad
es en gran medida sólo una versión de una realidad mayor,
entonces ha llegado el bendito momento de plantearnos la
posibilidad de reinterpretar nuestra historia y redefinir la forma en
que percibimos esa realidad. Proceso que esta vez tenemos la
oportunidad de hacerlo de forma premeditada, voluntaria y
consciente, no como una manera de negar o renegar de nuestro
pasado, sino como un legítimo acto de libertad que nos permite
recrearnos y escoger quienes queremos ser.
La ciencia moderna demuestra que nuestra mente es una
estructura neuronas que forman verdaderas “carreteras” de
pensamientos. Carreteras que hemos diseñado y construido
desde nuestra infancia y que nos permiten observar e interpretar
el mundo. La gran maravilla de este complejo sistema neuronal,
es que permite ser rediseñado, simplemente cambiando nuestra
forma de pensar. Al contrario que nuestros hermanos menores,
los animales, los seres humanos tenemos la posibilidad de
reinventarnos cada vez que lo deseemos.
Cuando te escuches a ti mismo justificando tus miedos,
tus frustraciones o tus elecciones con frases del tipo: “así soy yo,
pues cuando era un niño….” Detente y pregúntate: ¿quiero seguir
reaccionando de esa forma culpando a otros de mis elecciones o
escojo de una vez por todas ser un adulto responsable y creador
de mi vida?
La mente nos suele jugar malas pasadas, pensamientos
automáticos se despliegan ajenos a nuestros deseos y más altas
opciones, afectando nuestro cuerpo físico y emocional y
gobernando muchas de nuestras reacciones. Estos
pensamientos se encadenan formando círculos repetitivos y se
van transformando en verdaderas letanías, que nos acompañan
a lo largo del día. Muchas veces son quejas y reclamos, a través
de los cuales nos decimos que las cosas en nuestra vida no son
como quisiéramos, responsabilizamos a algo o a alguien por esta
situación y nos prometemos tomar acciones al respecto, cosa
que pocas veces hacemos.
De esta forma, lo que hacemos es proyectar hacia afuera
ese malestar interno que no sabemos solucionar, nos
lamentamos de las circunstancias como una forma de liberarnos
de la responsabilidad que tenemos sobre las creaciones que
hacemos y que luego las rechazamos pensando que no se
ajustan a nuestros deseos.

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Si en algún momento de nuestras vidas logramos
vislumbrar esta dinámica, entonces podemos empezar de a poco
a desarticular estas cadenas de pensamientos y aprender a
enfocarlos en lo que verdaderamente deseamos crear. Detrás de
esas quejas silenciosas, comenzamos a identificar nuestras
carencias y aprendemos a satisfacerlas, sin responsabilizar a
nada y a nadie de ellas. Poco a poco nos vamos convirtiendo en
el observador del pensador, pasamos de ser el que piensa a
observar al que piensa, quitándole así mucha energía a nuestros
pensamientos.
Antes de iniciar este camino, muchas veces pensé que
algunas personas me agredían, me faltaban el respeto o no me
daban el valor que yo creía merecer, un día descubrí que el
origen de esos sentimientos estaba en mi baja autoestima.
Hecho este descubrimiento, pude comenzar a buscar formas de
subir la valorización de mi misma, realizando actividades que me
satisfacen y me otorgan seguridad en mis habilidades. De esta
forma, poco a poco, he podido dejar de ser reactiva ante esas
actitudes que antes yo interpretaba como agresivas o al menos,
hoy siento la libertad de alejarme cuando siento que no puedo
ser indiferente ante los supuestos o reales ataques de alguien.
Mucho se dice que somos lo que pensamos y con
nuestros pensamientos creamos nuestra realidad. Si esto fuese
así de simple y directo, la mayor parte de las personas debería
que tener la vida que desean. Parece ilógico que escojamos
crear a través de nuestras palabras y pensamientos
circunstancias que no deseamos y que luego lamentamos. Pero
es lo que en realidad hacemos sin darnos cuenta de ello,
decimos desear algo, pero a través de nuestros pensamientos
creamos lo contrario.
Muchas personas enfermas ansían sentirse sanas, pero
se pasan el día hablando de sus dolencias y enfermedades, hay
quienes desean una relación amorosa satisfactoria, pero
constantemente critican a su pareja, otros desean sentirse
cercanos a sus hijos, pero viven hablando de lo difícil que es ser
padres hoy en día. De esta forma, a través de nuestro
pensamientos ponemos energía justo en lo contrario que
decimos desear, pareciera que somos expertos en enfatizar lo
que nos hace falta sin darnos cuenta que estamos
desmereciendo lo que tenemos y con ello creando más y más de
lo que no deseamos.

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Si deseas sentirte sano, comienza a tener una actitud
saludable, si deseas una buena relación con tu pareja comienza
a valorizar sus cualidades, si deseas llevarte bien con tus hijos,
comienza a acercarte a ellos.
Si te sorprendes a ti mismo sumergido en pensamientos
alejados de tu deseos, no te molestes ni preocupes, simplemente
sonríe y asómbrate, luego pon tu mente a trabajar con intención,
sin fuerza, sino alegrándote por lo que tienes. El Universo se
alineará y te regalará cada vez más y más situaciones que te
llenen de alegría. Es por esto, que la palabra gracias es tan
poderosa, pues nos sintoniza con la corriente de prosperidad que
la existencia está dispuesta a ofrecernos.
Para mí, el despertar espiritual de conciencia, es el
proceso de comenzar a recordar quienes somos: hijos de un
mismo Dios, experimentando la magia de Ser. Despertar es
también abandonar la sobre identificación que tenemos con
nuestros pensamientos y emociones, para comenzar a reconocer
nuestra parte divina y permitir que ésta se manifieste en nuestra
vida.
Despertar, significa comenzar a comprender que somos
responsables de la forma en que hemos vivido hasta ahora, aun
cuando la mayor parte de las elecciones que hicimos pudieron
ser inconscientes y alejadas de nuestros aparentes deseos. Es
posible que en la vida se nos hayan presentado situaciones y
personas que creímos no haber deseado ni buscado, pero, aún
sin saberlo, tuvimos la libertad de escoger cómo actuar e
interpretar esas situaciones y encuentros.
En este maravilloso camino de toma conciencia, poco a
poco comprendemos que hay personas que salen fortalecidas y
renovadas de situaciones difíciles, usando para su crecimiento
los hechos poco afortunados que le hayan tocado enfrentar, sin
perder tiempo ni energía en lamentaciones que a nada conducen.
Por el contrario, hay personas que ante pequeñas circunstancias
adversas se sienten derrotados y reaccionan atacando,
defendiéndose o bien se repliegan huyendo. Todos tenemos la
capacidad y libertad de escoger en cual grupo queremos estar a
contar de hoy.
Mientras estamos “dormidos” sentimos que quienes
somos, e incluso quienes seremos en el futuro, está
condicionado por las circunstancias de nuestra vida y justificamos
nuestras reacciones y elecciones aduciendo a hechos del

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pasado. Cuando comenzamos a despertar, comprendemos que
el pasado sin duda nos ha influido, pero siempre tenemos la
posibilidad de empezar de nuevo y comenzar a crear según
nuestras propias y conscientes elecciones. Este simple
descubrimiento, expuesto en la mayor parte de los libros y cursos
de crecimiento personal, un día se hace carne en nuestra vida y
comenzamos a hacernos conscientes de nuestras elecciones.
Para mí, el primer chispazo de comprensión de las
dinámicas que habían gobernado mi vida, me llenó por un
instante de profunda vergüenza, pues advertí hasta qué punto
había estado responsabilizando a otros de mis temores,
frustraciones no asumidas y enojos no resueltos. La vergüenza
dio paso a un proceso de perdonar y perdonarme por cada
circunstancia de mi vida en la cual había reaccionado de forma
inconsciente. Desde el perdón pasé al agradecimiento y reconocí
que cada una de estas circunstancias se habían entretejido hasta
llegar a la perfección del ahora.
Una vez que logramos comprender que podemos elegir
cómo reaccionar ante cualquier situación o al menos aspirar a
ello, comenzamos a atraer a nuestras vidas justo lo que
deseamos. Nos damos cuenta que no estamos solos y que la
existencia presurosa atiende nuestras solicitudes. No creo, como
muchos afirman, que todas las circunstancias de mi vida sean
escogidas por mí, creo que la vida viene llena de sorpresas y
creaciones colectivas que no necesariamente obedecen a mis
deseos conscientes o inconscientes, sino que algunas de ellas
son parte de la mágica y sorprendente manifestación de ser.
En cierta forma se puede decir que mi proceso de
búsqueda comenzó cuando nací. Estoy convencida que esto es
así para todos, creo que todas las personas vivimos intentando
completarnos y cada paso en nuestra vida tiene la intención de
encontrar “eso” que sentimos que nos falta. Estudios, deportes,
carreras profesionales, cultivo del físico, proyectos, viajes,
meditaciones, libros espirituales, amistades, todo ello y mucho
más son actos de búsqueda que realiza el ser externo en
infructuosos intentos por reencontrarse con el Ser interno. No hay
caminos mejores ni peores, todos llevan a la misma conclusión:
¡la felicidad no está en eso en que tanto te afanas!
Soy la menor de una familia de seis hermanos, provengo
de un hogar tradicional de clase media, de formación católica.
Nuestros padres nos educaron con un alto sentido del deber y de

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la responsabilidad. En apariencia mi familia no estaba en lo
absoluto ligada a los temas esotéricos o espirituales “no
tradicionales”. Sin embargo, siendo una adolescente, mi madre
me llevaba a visitar a una tarotista que ella solía consultar, no
hace mucho supe que mi abuela materna leía el tarot en una
época en que ello era absolutamente extraño. En mi infancia y
juventud en nuestras reuniones familiares, teníamos el hobby de
hacer espiritismos con un tablero de Ouija como quien juega
naipes después de almuerzo. Libros del tipo: La Tierra es Hueca,
Yo Visité Ganimedes, Vida después de la Vida, El Retorno de los
Brujos, El Tercero Ojo y muchos otros, estuvieron a mi alcance
desde que tengo memoria y los leí con total naturalidad, sin
preguntarme si otras personas tenían acceso a ese tipo de
literatura.
Años más tarde comprendería que hablar de espiritismo,
tarot, ovnis, vida después de la vida y otros temas, no eran
conversaciones habituales. Por ese motivo, en mi incesante
deseo de “encajar” en un mundo que funciona con códigos
sociales que, desde que tengo uso de memoria, me ha parecido
incomprensibles, dejé de pensar en esos peculiares temas. Sin
embargo, la semilla de la curiosidad ya estaba puesta en mi
interior, ya nunca me tragaría el mundo que la educación
tradicional me imponía, pues desde muy pequeña una parte mía
ya intuía que la verdad tiene muchas aristas.
Mis padres me educaron en un tipo de religión católica
bastante liberal, ellos no eran observadores ni miembros activos
de su comunidad religiosa. Me inculcaron que más importante
que asistir a misa o confesarse, era vivir una vida que reflejara el
amor a Dios. De boca de mi madre aprendí que los sacerdotes
son sólo seres humanos; que la Biblia fue sido escritas por
hombres y que muchos de sus libros fueron mitos que se
trasmitieron generación tras generación de manera verbal, con la
consiguiente deformación de su contenido; aprendí que las
exigencias de la iglesia son exigencias humanas y no divinas; en
fin, de ella aprendí a cuestionarme la institución eclesiástica.
De pequeña sentía mucha atracción hacia la iglesia y sus
ritos, asistía a la misa dominical aún cuando otros miembros de
mi familia no lo hacían. A medida que fui creciendo pasé por
sucesivos periodos de alejamientos rebeldes y de culposos
acercamientos. Cuando fui madre, me reincorporé con muchas
ganas a los ritos de la iglesia, motivada principalmente por la

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necesidad de ser consecuente con la formación que les impartía
el colegio católico que con mi esposo escogimos para nuestros
hijos.
Mi gran y definitivo quiebre con la iglesia católica no fue
provocado por el resquebrajamiento de su imagen o por los
sucesivos casos de abusos a menores por parte de sacerdotes,
ni siquiera se debió al poco o casi nulo aporte que sentía que
significaban para mi vida los sermones, comuniones y
confesiones, ni a lo poco agradable que se me hizo mi relación
con las monjas en mi educación secundaria, tampoco se debió a
mi inclinación por los temas de la Nueva Era.
Mi definitivo alejamiento de la iglesia, se produjo cuando
mi tercera hija se preparaba para su primera comunión. Parte del
proceso de preparación para este sacramento contempla una
ceremonia de primera confesión. Asisten a la ceremonia los niños
con sus padres y profesores, todos reunidos en un gran salón en
el cual se realizaba una liturgia. En las esquinas de la sala se
instalan cuatro cubículos, cada uno con un sacerdote que imparte
la confesión, los niños en fila esperan su turno para confesar sus
“pecados”.
Cuando nos tocó vivir esa torturadora experiencia con
nuestra tercera hija, a modo de motivación, un sacerdote hizo
una prédica, en la cual alentó a los pequeños a ser honestos y no
ocultar nada al momento confesar sus pecados, les dijo que no
podían engañar a Dios porque Él todo lo sabía. Sentada al lado
de mi esposo presencié la escena horrorizada, cosa que no me
había ocurrido los años anteriores cuando nuestros dos primeros
hijos habían pasado por igual experiencia. Al mirar a ese
hermoso grupo de niños de casi diez años, yo sólo podía ver a
pequeños y expectantes angelitos, todos ellos pulcramente
vestidos, nerviosos y ansiosos por confesarse, no pude imaginar
de qué podían esos niños sentir culpa, en ese momento algo se
quebró en mí, me pregunté qué clase de Dios podría querer
hacer sentir en falta a esos maravillosos ángeles inocentes.
A partir de ese momento, mi relación con la Iglesia nunca
fue la misma. Durante algunos años dejé de ir a misa y nunca
más volví a confesarme. Es probable que sean muchos más los
temas que no comparto con la iglesia que los que sí comparto,
pero aun así asisto a misa muy de vez en cuando, creo en la
“magia” de los rituales e independiente del tipo de ceremonia que

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se trate, me siento conmovida cuando asisto a ceremonias de
tipo espiritual.
Aunque la vida entera sentía atracción hacia los temas
espirituales no convencionales, en realidad, sólo después de mi
crisis de stress, se despertó en mí una inagotable sed de saber y
experimentar. Comencé a leer cuanto libro de crecimiento
personal y espiritual se cruzaba por mi camino, asistí a una
enorme cantidad de seminarios y talleres, tomé cursos de Tarot,
Interpretación de Sueños, Árbol de la Vida, Sanación,
Clarividencia, Eneagrama y otros. Invertí muchas horas y dinero
buscando una explicación al vacío interior que sentía y poco a
poco sin que yo casi lo notara, una profunda paz interna
comenzó a invadirme.
Muchas fueron las herramientas que en su momento me
sirvieron para encontrarle sentido a mis experiencias de vida, de
todas ellas yo hice una amalgama y saqué mis propias
conclusiones. Tú puedes recorrer tu propio camino, todos son
válidos, lo único que puedo recomendarte es que continuamente
recuerdes, que los instrumentos con que vayas experimentando
no es LA verdad que andas buscando. Toma lo que resuene en ti
y desecha lo que no, en plena conciencia que nada de lo que
hagas o dejes de hacer puede en realidad darte lo que buscas,
pues ya se encuentra en tu interior esperando ser descubierto.
Cuando lo hayas comprendido podrás disfrutar sin apego, de
cualquier herramienta que te atraiga, pues ya habrás
comprendido que el poder está en ti, tú eres el artista que toma el
pincel de la creación para pintar la genial obra que eres tú.
Estando en plena recuperación de mi periodo de stress,
mi hermana mayor me ofreció llevarme a una consulta con un
psíquico y sanador. A ella le estaré eternamente agradecida, no
sólo por mostrarme un mundo nuevo, que cambio mi vida para
siempre, sino también por su paciente compañía e inagotables
palabras de estímulo cuando todo lo que yo había creado se
desplomaba a mí alrededor, incluyendo mis expectativas sobre
quienes eran mis soportes emocionales. Ansiosa por salir del
estado de agotamiento en que me encontraba, acepté gustosa la
invitación que me hizo, pues estaba dispuesta a aceptar
cualquier intento de ayuda que me ofrecieran.
Cuando entré a la consulta, me recibió un señor
descalzo, de mediana edad, de intensos ojos azules y con el pelo
tomado en una colita. Bastante cohibida me senté frente a él bien

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dispuesta a escuchar lo que tenía que decirme. Luego de unos
minutos de silencio que se me hicieron eternos, empezó a
hablarme y, si bien en un principio nada lo que decía parecía
tener sentido para mí, de pronto sus palabras comenzaron a
resonar en mi interior.
Me habló de vidas pasadas, me explicó cómo las
personas vivimos cubiertas de juicios que nos destruyen, me dijo
que nacíamos con una herida previa a esta vida y que muchas
veces no entendíamos el origen de nuestras tristezas. Me explicó
muchos conceptos nuevos para mí, que entraron a mi mente
como relámpagos de luz abriendo compuertas desconocidas en
mi interior. Al finalizar me hizo una limpieza de aura, yo hasta ese
entonces no había experimentado nunca algo tan extraño, el
agitaba sus manos alrededor mío, mientras me hablaba de
escenas de mi infancia que no tenía cómo conocerlas. Al instante
me sentí muy aliviada y, lo más importante, sentí que lo que
estaba viviendo tenía un sentido, que ante mí se abría un
maravilloso camino de despertar espiritual. Esa noche dormí
como hacía tiempo no lo hacía.
Durante más de dos años, ese sanador fue mi maestro,
asistí a muchos de sus cursos, aprendí algunas técnicas de
sanación y de lectura de aura y chakras, en las cuales nos
aconsejaba invocar la presencia de nuestro Ser Superior.
Impresionada por el despertar de habilidades ignoradas por mí,
comencé a invocar a mi Ser Superior cada vez con más
frecuencia, llegando incluso a hacerlo en situaciones de la vida
cotidiana. Mi voz interna comenzó de a poco a convertirse en mi
más leal consejero y aliado.
Desde que tengo uso de memoria he tenido un nutrido
repertorio de vívidos sueños. Durante muchos años los bloqueé
pues me di cuenta que conversar sobre nuestro mundo onírico no
era un tema habitual en el agitado mundo concreto. Cuando me
uní al grupo de Las Soñadoras que mencioné anteriormente,
volví a conectarme con esta parte mía tan vivaz y creativa. Todo
mi potencial imaginativo estaba acallado, en parte por tratar de
ser una persona seria y responsable y, en parte, por el tipo de
formación profesional que escogí tener. En la época en que inicié
mi proceso de despertar, los sueños volvieron a mi vida como un
volcán en erupción. Intensos y variados, cada noche comencé a
vivir un verdadero encuentro conmigo misma.

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Con un poco de esfuerzo y bastante dedicación, me
dediqué a explorar ese maravilloso mundo que se despliega en
nuestras mentes cuando dormimos. Aprendí a inducir sueños
pidiendo respuestas a mis inquietudes, pude despertar dentro de
los sueños, tuve experiencias lúcidas, viviendo en ellas
verdaderas aventuras dignas de la película Matrix, logré hacer
algunos impactantes viajes astrales y tuve durante el lapso de
dos años, más sueños arquetípicos de los que he tenido en el
resto de mi vida. Los sueños me acompañaron en momentos
difíciles de mi vida trayéndome mensajes que me llenaron de paz
y alegría justo cuando más lo necesitaba.
Podría llenar muchas páginas narrando los maravillosos
sueños que me iluminaron en esa época, los cuales fueron poco
a poco fortaleciendo mi certeza de que no estamos solos.
Cuando lo pedimos y lo necesitamos el Universo se organiza de
diversas formas para apoyarnos.
Poco a poco, entre tanta limpieza de aura, regresiones,
interpretación de sueños, canalizaciones, libros y maestros, algo
fue cambiando dentro de mí. Si bien en apariencia yo seguía
siendo la misma mujer casada con el mismo hombre, madre de
los mismos hijos, viviendo en la misma casa. Lo único que había
cambiado para el ojo externo es que yo había dejado de trabajar
y me dedicaba a mis “brujerías”, como le gustaba a mi papá
decirle a mis nuevas inquietudes.
Pero yo sabía que en mi interior TODO estaba
cambiando y nunca volvería a ser la misma persona. Sentí que
esa paz, que tanto anhelaba, se comenzaba a manifestar desde
mi interior, había descubierto que la felicidad que con tanto
ahínco busqué por años, reposaba dentro de mí, que por fin
empezaba a expresarse. Aprendí que ni las situaciones ni las
personas que se presentan en mi realidad, son responsables de
las capas de programación que me llevan a reaccionar de tal o
cual manera. Reprogramarme es mi libertad y el primer paso
para conseguirlo, es reconocer hasta que punto reacciones
automáticas han gobernado mi vida.
Poco a poco en este maravilloso camino de despertar,
todas las experiencias e información que recibí de diversas
fuentes e instancias, comenzaron a integrarse en mi interior.
Cada paso que daba hacia el despertar, acrecentaba la urgencia
de buscar más y más información. Todo este maravilloso proceso
comenzó a cristalizarse en mis Conversaciones con mi Ser

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Superior, en ellas encontré las respuestas que buscaba, encontré
un aliado, un catalizador de mis emociones, un guía, un apoyo
incondicional y un sabio consejero. Mi vida tuvo un giro
irreversible, inicié un camino espiritual sin retorno, en el cual la
presencia de mi Ser Superior pasó a ser mi energía vital,
ocupando gran parte de mis pensamientos a lo largo del día.

Lo más hermoso de tu vida, no está por ocurrir, está


sucediendo ahora.

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CAPITULO 3: Nuestro querido y asustado ego

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46
El Príncipe y su leal sirviente

En un magnifico reino vivía un hermoso e inquieto príncipe,


quien era mimado y adorado por su Padre. El joven vivía
rodeado de riquezas y cuidados, pero su corazón latía por
ansias de nuevas emociones. Continuamente, subía a la
torre del castillo y miraba el horizonte, soñando con grandes
aventuras en tierras lejanas.

Un día decidió partir a conocer el mundo. Su Padre, que por


sobre todo lo amaba, no se opuso, pero le exigió dos cosas:
llevaría en su pecho una medalla, con el sello de su estirpe,
símbolo de su promesa de regresar al Hogar; y debía partir
acompañado de un leal sirviente quien lo cuidaría y ayudaría,
cada vez que fuese necesario.

El príncipe vestido de sencillas ropas y con lo necesario


para el viaje, partió feliz y emocionado a su gran aventura.

No llevaban rumbo fijo, sólo el deseo de conocer y


experimentar los guiaba. La emoción del príncipe no podía
ser mayor, hermosos paisajes y exóticos animales aparecían
por doquier, deleitándolos a cada paso con algo nuevo.
Mientras caminaban a paso seguro y con ancha sonrisa
dibujada en el rostro, el príncipe entonaba canciones con su
hermosa voz angelical y el sirviente recogía frutos, con los
cuales se alimentaban.

A medida que se alejaban del reino, poco a poco la comida


comenzó a escasear, ya no había frutos que recoger, pero el
sirviente sabía buscar raíces comestibles y cazar pequeños
animales que les servían de alimento.
Una noche, cuando dormían plácidamente en torno a la
hoguera que juntos habían encendido, un grupo de forajidos
los asaltó quitándoles las pocas posesiones que tenían.

Malheridos y asustados, decidieron volver al Castillo, pero


pronto se dieron cuenta que ya no recordaban el camino de
regreso.

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En las malas condiciones que se encontraban, vacilantes,
intentaron llegar a algún lugar. El príncipe parecía no hacer
nada útil, por lo cual el sirviente comenzó a andar cada día
más malhumorado.

Luego de mucho deambular, llegaron a un hermoso valle con


un pequeño poblado, el sirviente consiguió techo y alimento
para ambos, a cambio de trabajo. Al poco tiempo, su
esfuerzo y tesón fue premiado y pudo arrendar un pedazo de
tierra y construir una pequeña vivienda.

El príncipe, enfermo de nostalgia por su Padre, de tanto en


tanto le cantaba hermosas canciones con su voz de ángel,
con la esperanza que el sirviente se decidiera a regresar,
pero su amigo estaba siempre tan ocupado que parecía no
escucharlo.

El fiel sirviente, temeroso del castigo que el Rey pudiera


darle por haber olvidado el camino de retorno y, muy
orgulloso por sus logros, poco a poco comenzó a
transformarse en un pequeño tirano y desechó toda
posibilidad de regresar. Cada vez que el príncipe le pedía
que intentaran volver a casa, él decía que eso era imposible
y trataba de convencerlo que no serían bien recibidos por el
Rey.

Habiendo ya pasado mucho tiempo desde su partida del


castillo, un día en que estaban bañándose en un río, el
príncipe perdió el equilibrio y fue arrastrado por las
tormentosas aguas, el fiel sirviente corrió por la orilla y saltó
al agua para salvar a su amado.

Con mucho esfuerzo lograron salir, tosiendo y tiritando de


miedo se abrazaron agradecidos de estar vivos.

Al incorporarse, del pecho del príncipe asomó


resplandeciente, la olvidada medalla que el Rey le había
regalado antes de partir. El príncipe lloró de nostalgia,
recordó el amor de su Padre y la tibieza de su Hogar. Añoró
las hermosas veladas en que cantaba con su voz de ángel, la

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suavidad de las finas ropas con que se cubría y, sobre todo,
recordó su promesa de regresar.
El sirviente intentó convencerlo de que no volvieran, le dijo
que allí estaban bien, que él seguiría trabajando y cuidando
que no les faltara nada. Incluso le prometió que escucharía
sus cantos.

Pero el príncipe, que había recordado quien era y su


promesa de volver, inició el retorno, sin escuchar los
argumentos de su amigo. Al verlo tan decidido, el leal
sirviente, presuroso abandonó todo y lo acompañó.
Poco a poco se dieron cuenta que disponían de muchas
señales que mostraban el camino a casa. Apenas
empezaron a andar, cuando comenzaron a cruzarse con
otros viajeros, quienes cariñosamente los alimentaban y les
indicaban hacia dónde seguir.

La lealtad del sirviente pudo más que su orgullo y su


absurdo temor al castigo. Caminó a la par de su amo, quien a
medida que avanzaba, volvió a cantar como un ángel y a
recuperar su alegría y prestancia.

De pronto ante sus maravillados ojos, a lo lejos, en lo alto de


una montaña, se perfiló la silueta del grandioso
castillo…ambos sonrieron y se abrazaron emocionados…
¡por fin habían vuelto a CASA!

Somos seres de luz, sin límites ni fronteras, somos parte


del Todo Universal que es Dios, estamos viviendo una
experiencia terrena contenida en un cuerpo que enseña límites, a
un ser que en esencia es ilimitado. Hemos escogido
experimentar la magia de ser, encarnando en esta dimensión, en
este planeta, en este cuerpo. Hemos olvidado temporalmente
quienes somos, en un proceso de involución que va desde la
grandiosidad del Ser hasta la expresión de ese mismo Ser en la
materia. Aún en el olvido, sentimos nostalgia por nuestro Hogar
espiritual que es el Todo. Esta nostalgia nos acompañará durante
toda nuestra existencia, hasta que recordemos quiénes somos y
comprendamos que en realidad nunca estamos solos.
Este ser encarnado, ha olvidado quién es y se ha
constreñido a sí mismo, imaginando que fue expulsado del Hogar

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(Paraíso). Siente culpa por no ser lo suficientemente bueno como
para merecer retornar a su original estado de felicidad. Entonces,
para defenderse de una realidad que percibe como adversa, crea
capas y capas de protección en torno a sí mismo. Estas capas
están llenas de miedo, culpa, rabia, frustración y nos acompañan
incluso antes de nacer, están cargadas de la historia de la
humanidad completa, de la cultura en la que nacemos, de las
experiencias familiares, de los aprendizajes que otros nos
trasmiten, de las creencias y juicios de la sociedad en que
vivimos y de muchos componentes más. A estas capas que
forman ilusoriamente una identidad, podemos llamarle ego.
Nos sentimos separados y abandonados en esta
existencia, sin saber quiénes somos. Nos pasamos la vida
definiendo y defendiendo no sólo los roles que cumplimos, sino
también nuestras creencias e interpretaciones sobre cómo
deberíamos ser, en un inútil intento de identificarnos con algo y
poder definirnos de alguna forma. Vivimos a través de nuestro
asustado ego y, como hemos olvidado nuestros orígenes,
entonces pensamos que somos esa construcción que creamos.
Pero esa construcción, que en apariencia nos da seguridad, en
realidad termina siendo nuestra cárcel. Cuando comenzamos
nuestro proceso de despertar, esa parte nuestra a la cual le
hemos dado tanta energía, inicia un legítimo proceso de defensa
a modo de supervivencia. Reconocer la divinidad que habita en
nosotros es el comienzo del fin del reinado del ego.
Hay muchas formas de definir al ego, usualmente el
concepto “ego”, se asocia a una persona que cuenta con una
inflada y falsa autoestima y hace notar su aparente superioridad
ante los demás en forma altanera. El ego es eso, pero es
también mucho más. Para efectos de este libro, definiremos
como ego: a los límites que le ponemos a nuestra grandiosidad
espiritual para definirnos como humanos. El ego es esa parte
nuestra que ha gobernado y sigue gobernando nuestra vida sin
que tengamos conciencia de ello. El ego en sí mismo no es ni
bueno ni malo, más bien es la creación que hacemos para
respaldar nuestros conceptos de bueno y malo.
Muchas corrientes espirituales proponen la eliminación o
trascendencia del ego, yo estoy convencida que mientras más
intentamos eliminarlo más lo fortalecemos. Al punto, que el ego
se aparece con los más variados y sorprendente disfraces,
incluidos algunos que pretenden ser espirituales. En cambio,

50
cuando comprendemos que nuestro ego es simplemente la
creación que hemos realizado para defendernos de la aparente
separación que sentimos del Todo, entonces podemos poco a
poco ir fundiéndolo con nuestra divinidad, hasta que llegue el
sagrado momento en que recordemos por fin quienes somos.
Nuestro ego puede hacernos sentir superiores, pero también
inferiores a los demás. Somos hijos del mismo Dios, dentro
nuestro habita el Todo inconmensurable, cualquier error que
cometamos sintiéndonos superiores o inferiores a un hermano,
tengamos por seguro que proviene del ego.
Nuestra esencia sabe que no somos ni mejores ni peores
que los demás y no confunde nuestra valía con nuestros
aparentes éxitos o fracasos en este mundo. Nuestra divinidad
sabe que debajo de todas las capas de la personalidad yace Dios
mismo, perfecto, sereno y sabio. Cuando comenzamos, aunque
sea sólo a percibir esta realidad, entonces el ego, construido para
defender los artificiales límites que nos hemos auto-impuesto a
través de nuestra vida, comienza a manifestarse de la más
variadas formas. Mi madre solía decir que “más discurre un
necesitado que mil sabios”, por su necesidad de atención el ego
inventa mil artilugios para distraernos, llegando incluso a utilizar
las mismas herramientas que en apariencia nos ayudan a quitarle
poder.
La mayor parte de nosotros tiene claro, por lo menos a
nivel racional que somos mucho más que un cuerpo,
prácticamente todas las personas creen tener un alma o una
parte de sí mismo que trasciende el cuerpo. Si alguien padece
una indigestión, no piensa que su valor como ser humano está
disminuido, sólo cree que es algo temporal provocado por algún
agente externo. Sin embargo, aunque por lo general no nos
“sobre identificamos” con el cuerpo, por lo menos cuando
estamos sanos, sí lo hacemos con nuestros pensamientos y
sentimientos. Andamos por la vida creyendo que somos lo que
pensamos y sentimos y muchas veces gastamos mucha energía
en dominar nuestros pensamientos y controlar nuestras
emociones, si nos sentimos tristes corremos al psicólogo, si nos
enojamos lo ocultamos, pues nos avergüenza mostrar ante los
demás el descontrol de nuestras emociones y preferiríamos
cualquier cosa antes de reconocer nuestros más oscuros
pensamientos.

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Al conectarnos con nuestra divinidad de pronto
descubrimos que somos no sólo mucho más que nuestro cuerpo,
sino también mucho más que nuestros pensamientos y
emociones. Nuestros cuerpos físicos, emocionales y mentales,
se han constituido a lo largo de nuestra existencia, por
multiplicidad de factores. Sin embargo, todos ellos son sólo
circunstancias que nos ayudan a definirnos como personas, pero
no define quienes realmente somos. Detrás de la maraña de
pensamientos que nos acompañan durante el día, habita una
presencia que se mantiene calma y serena a pesar del tobogán
de emociones en que nos podamos mover y no pierde su
magnificencia con los aparentes límites que nuestro cuerpo físico
nos pueda imponer. Cuando notamos esta presencia,
comenzamos a descubrir lo que muchos autores han definido
como el “Observador” que habita dentro de nosotros.
Nuestros cuerpos físico, emocional y mental, se han
configurado a lo largo de nuestra vida, de vidas anteriores, si
acaso crees en el concepto de reencarnación; y, probablemente,
por una buena dosis de experiencias de nuestros antepasados
que se encuentran grabadas en nuestro ADN y en la constitución
de nuestras células. Todos estos factores unidos a las
conclusiones que hemos sacado de esta información, quizás nos
definen como personas, pero nunca como almas o potenciales.
Dentro de nosotros habita la chispa divina de la totalidad,
siempre perfecta, siempre amorosa, siempre divina. Al
conectarnos con nuestra divinidad, por ejemplo, a través de las
conversaciones que podamos mantener con nuestro Ser
Superior, comprendemos por fin, que no somos nuestra
personalidad, tenemos una personalidad, pero somos mucho
más que ella.
Si lo que te digo te suena confuso y poco creíble, pues
no logras reconocer en ti la incisión entre tu ego y tu esencia,
piensa en esto: ¿Cuántas veces has reaccionado de forma
absolutamente alejada a tus más elevadas opciones? ¿Cuántas
veces has reaccionado de una forma opuesta a como escogerías
hacerlo cuando estás en paz y claridad? Y luego de esta reacción
has quedado sumido en el arrepentimiento y la vergüenza, no por
haber actuado de forma indebida sintiéndote culpable, sino por
sentir que esa forma de reaccionar no es tu verdadera opción.
Ha llegado el momento que comprendas que esas reacciones
nada tienen que ver con tu esencia, esas reacciones tienen que

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ver con tus condicionamientos y con tu historia, se despiertan en
forma automática en tu interior y te alejan de tu centro. Una vez
que seas capaz de reconocerlo, serás libre para modificarlo y una
forma de hacerlo es pedirle a tu Ser Superior que lave las heridas
internas que te alejan de tus reales intenciones de Ser.
Cuando comienzas a hacer estos cambios internos tan
profundos de manera tan simple, el ego comienza a susurrarte
que estás equivocado, que ése no es el camino, que no lo
mereces, que aún te falta mucho, que no tienes suficiente tiempo,
que debes hacer un mayor esfuerzo, que es sólo tu imaginación,
etc. No permitas que el ego te distraiga del encuentro con tu
divinidad, si te llenas de dudas, más que preguntarte si imaginas
la voz de tu Ser Superior, pregúntate si acaso estás dispuesto a
escuchar lo que pueda decirte.
Muchas veces me he engañado a mí misma creyendo
que mi crecimiento espiritual tiene que ver con mi éxito para
lograr bienestar externo. Como si mis relaciones, mi salud o mi
satisfacción laboral dependieran de cuan despierta estoy. Claro,
en cierta forma esto es cierto, cuando real y vivamente nos
conectamos con nuestra divinidad entonces todo a nuestro
alrededor brilla con la misma luz de nuestro interior, esto se debe
a que bañamos con nuestra luminosidad interna todo lo que nos
rodea. Sin embargo, es fácil caer en la tentación de escuchar al
ego, que quiere hacernos creer que si negamos algunos
aspectos internos obligándonos a ver de manera luminosa
nuestro entorno, entonces significa que hemos crecido
espiritualmente, más temprano que tarde se terminan por
manifestar aquellos aspectos que nos limitan y que no estamos
reconociendo y entonces nos sentimos muy frustrados pensando
que hemos retrocedido en nuestro caminar.
Es común en personas que se encuentran en el camino
del despertar espiritual, pensar que cuando tienen problemas
con alguien, se enferman, sus finanzas no marchan como ansían,
tienen un accidente o se les presenta cualquier otro tipo de
obstáculo, entonces algo está fallando dentro de su interior. Se
preguntan ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? O también ¿Qué
es lo que tengo que aprender de todo esto?
Yo creo que si bien siempre podemos aprender algo de
cualquier situación que la existencia nos presente, una gran
parte de nuestra realidad obedece a creaciones constituida por
múltiples factores que se conjugan entre sí. Estas creaciones por

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lo general las percibimos como eventos fortuitos y fuera de
nuestras elecciones.
Despertar no necesariamente significa ser creadores
consientes de todos los aspectos de nuestra vida, despertar
significa ser capaz de permanecer alerta, observador de la
experiencia que estamos viviendo, aprendiendo a regocijarnos y
sacar lo mejor de ella, sin aferrarnos a esos momentos que con
nuestra mente humana llena de juicios califica como deseables.
Para entender tu vida, dedícate a mirar la naturaleza a tu
alrededor, sus estaciones, sus ciclos. Observa que todo cambia
constantemente, los árboles llenos de verdes hojas, luego se
tiñen de amarillo y rojo, quedan desnudos para luego explotar en
verdor y regalarnos sus frutos, sin una etapa no existiría la otra.
Así es la vida: rica y variada en experiencias, aprende a disfrutar
cada paisaje de tu existencia, pues cada uno de ellos es precioso
y una bendición.
En el mundo actual, todos parecemos querer tener una
vida de ¨resort¨, una vida fácil, donde todo sea alegría y
celebración, donde el sol brille los 365 días del año y donde
todos estemos siempre con espíritu festivo. Pasar una semana o
una quincena en un resort puede ser una experiencia realmente
agradable y reconfortante, pero irse a vivir a un lugar así de
artificial, debe ser bastante poco resistible.
La diferencia entre una persona despierta y una que aún
vive tras el velo del sueño, no es la cantidad de aparentes
obstáculos que pueda enfrentar en la vida, sino la interpretación
que hace de esos obstáculos. La primera encontrará enseñanzas
y regalos en todas las situaciones y la segunda pensará que hay
algo mal en ella o le echará la culpa a alguien o algo de su
aparente “mala suerte”.
Tengo la certeza que cuando nos sentimos plenos y
estamos enfocados en nuestra pasión, todo alrededor parece
sintonizarse con la vibración de nuestros deseos y muchos
autores nos invitan a usar nuestros pensamientos como una
poderosa herramienta creativa. Sin duda pensar positivo, nos
llena de luminosa energía que atrae por sintonía positivismo a
nuestras vidas, si pudiésemos reprogramar nuestros
pensamientos hacia nuestro deseos conscientes, quizás
podríamos intentar ser la causa de nuestras creaciones, pero en
nuestros registros guardamos un cúmulo de residuos
emocionales, mentales y físicos que interfieren en la forma que

54
nos alineamos con nuestros deseos, distrayéndonos por decirlo
de alguna forma, de eso que decimos anhelar.
Querámoslo o no, la existencia nos seguirá proveyendo
de múltiples y variadas experiencias y para mí la verdadera
libertad consiste en poder fluir con todos los matices que la vida
nos regala, sin sentirnos abatidos por los ilusorios retrocesos que
podamos percibir cuando las cosas parecen no marchar hacia
donde deseamos.

La vida es hermosa, sólo necesitas detenerte un poco


para comprobarlo.

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CAPITULO 4: La Felicidad

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La Felicidad

La felicidad es para mí tan natural como para ti lo es respirar.


La felicidad consiste en recordar quién eres: manifestación
divina en constante creación.

Para ser feliz no necesitas nada, por el contrario la felicidad


te lo da todo, pues para quien vibra en consonancia con su
esencia todo es posible, nada le es negado al hijo de Dios
que se reconoce a sí mismo como tal.

Paradojalmente, cuando estás en estado de felicidad pareces


no necesitar nada, no hay algo en este mundo que luzca
brillante ante el resplandor de tu propia esencia.

¿Para qué te conformarías con piedras si puedes tener


diamantes?

Búscame en tu interior, siente mi viva presencia, palpita con


mi fulgor y entonces te preguntarás ¿qué es la infelicidad?

Has buscado la felicidad en cada rincón de tu vida,


inventándote metas. Has gastado dinero, tiempo, relaciones,
vida y sueños y ¿Qué has obtenido a cambio? Una lista de
insatisfacciones.

Cada vez que has conseguido alcanzar una meta ilusoria, ha


sido tan corto el placer como corta es la satisfacción del
drogadicto que recibe su dosis.

El placer es tan efímero, que no logra calmar tus intensas


ansias de ser feliz. Cumplida una meta, el placer se agota tan
rápido como rápido se despierta en ti la necesidad de otra
meta. Entonces partes otra vez con tu desquiciado afán, de
encontrar afuera lo que tienes adentro.

No hay nada que puedas hacer para ser feliz, pues la


felicidad no se gana, se recupera.

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Si en algo concordamos casi todos los seres humanos,
es que ansiamos ser felices y que también lo sean los demás, en
especial las personas que amamos. Pareciera que la meta de
todos es encontrar ese efímero estado que apenas logramos
definir y que confundimos, la mayor parte de las veces, con la
momentánea sensación de placer o de alegría cuando
satisfacemos alguno de nuestros múltiples deseos.
Aunque todos ansiamos ser felices nos hemos
acostumbrado a vivir con cierto grado de insatisfacción, hemos
sido educados y entrenados para ser infelices, el mundo es un
valle de lágrimas, todos cargamos una cruz, el mundo está cada
día peor, son sólo alguna de las frases que solemos repetir sin
darnos cuenta hasta qué punto nos condicionan al sufrimiento.
Muchas personas ni siquiera son capaces de reconocer lo
infelices que son y se acostumbran a una vida mediocre y
limitada. Relaciones matrimoniales insatisfactorias, rencores no
reconocidos, vidas laborales insatisfechas, jaquecas, acidez
estomacal, colon irritable, insomnio y muchos síntomas más,
constituyen la punta del iceberg que representa una vida sin
sentido.
Es curioso cómo muchas personas defienden su
infelicidad justificándola y dando excusas respecto a por qué no
escogen salir de esa situación, la tendencia natural es a defender
nuestras miserias con argumentos del tipo: “el matrimonio es
difícil”, “nadie nos enseña a ser padres”, “no tengo nada que una
pildorita no pueda solucionar”, “esta dolencia ya es parte mía”,
“es mi karma”. Estas son algunas de las muchas frases típicas de
personas que no quieren reconocer la piedra que llevan en el
zapato, pareciera que han aceptado como parte de su vida tener
cierto nivel de incomodidad y no quieren detenerse para sacar
esa molesta piedra que les impide caminar a gusto.
Recuerdo a una mujer que me contaba una fuerte
discusión que había tenido con uno de sus hijos, ella le había
gritado y agredido verbalmente porque había cometido una falta
que ella consideraba “grave”, pero que en el fondo, más que
grave fue algo que la asustó y preocupó. Cuando terminó su
narración, en la cual yo me mantuve en silencio, ella queriendo
justificar ante sí misma su reacción me dijo: “Bueno, tal vez se
me pasó la mano, pero mis padres me trataban igual y ya ves, yo
no tengo ningún trauma” y a mí me dieron ganas de gritarle:
.- ¡Sí, sí lo tienes!, sólo que no sabes vivir sin lo que ese trauma

60
te provocó, pero obviamente preferí callar. Esta mujer es una
madre muy abnegada que adora a sus hijos y los considera lo
más importante de su vida. Esas reacciones desproporcionadas
son programaciones aprendidas y, aunque la dejan sumida en un
estado de profunda angustia, ella cree que una madre que ama a
sus hijos, se preocupa por ellos y en consecuencia debe
reaccionar de esa manera.
Al comenzar a despertar, empezamos a observar estas
reacciones en nosotros mismos y a reconocer las
programaciones que las originan, pero lo más importante,
aprendemos a reconocer si esa reacción está o no sintonizada
con nuestras más elevadas opciones, esas con las cuales somos
capaces de conectarnos cuando estamos tranquilos y nos
sentimos plenos.
El mundo gasta cientos de millones de dólares en la
industria del consumo de drogas legales, estas drogas nos
permiten acallar el dolor de reconocer lo inmensamente infelices
que somos. Pastillas para dormir, ansiolíticos, tranquilizantes,
antidepresivos, son todos consumidos por un alto porcentaje de
la población, no como una forma de ayudarlos en una situación
concreta de stress o depresión puntual, sino como una forma de
tener fuerza y ánimo para circular por una vida que les parece sin
sentido. Podemos seguir engañándonos o comenzar de una vez
por todas, a reconocer que necesitamos y ansiamos un cambio
interno
La mayor parte de las personas, entre quienes me
incluyo, solemos vivir en piloto automático, sin ser capaces de
detenernos a analizar las elecciones que estamos haciendo y las
reacciones que estamos teniendo, hasta que un día las
circunstancias nos obligan a detenernos y reflexionar, ya sea por
una crisis personal, un accidente, una grave enfermedad propia o
de un ser amado o la pérdida del trabajo. Situaciones por cierto
poco deseables, pero que pueden convertirse en una excelente
oportunidad de replantearnos la forma en que hemos estado
viviendo. Ante estas difíciles crisis, tenemos básicamente dos
opciones, una es reforzar la condición en la cual no
encontrábamos, teniendo ahora más argumentos para justificar lo
dura, injusta y difícil que es nuestra vida y, la otra, es transformar
los inconvenientes en oportunidades y encontrar el sentido detrás
de las dificultades, aprovechando el impulso para tener un
verdadero salto en nuestra conciencia espiritual.

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Vivimos la vida postergando conectarnos con la plenitud
que habita en nuestro interior, sin comprender que con logros
externos la verdadera felicidad jamás puede ser alcanzada. La
mayor parte del tiempo nos sentimos desagraciados y nos
decimos que seremos felices más adelante: cuando nos
titulemos, cuando encontremos el trabajo ideal que nos colme de
satisfacciones, cuando nos casemos, cuando tengamos hijos,
cuando los hijos crezcan, cuando nos jubilemos y tengamos
tiempo. Así se nos va la vida esperando conseguir la plenitud,
hasta que al final sólo nos queda la esperanza que se cumpla
esa promesa de la tradición judeocristiana: “La verdadera
felicidad se encuentra en el Cielo”, claro sólo si nos portamos
razonablemente bien. Quienes temen a la muerte, por lo general
son personas que sienten que no han vivido y que el tiempo se
les termina. ¿Cómo no tener miedo? si nos hemos pasado la vida
buscando infructuosamente la felicidad y la muerte nos grita que
el tiempo se nos acaba.
Si somos hijos de un Dios amoroso que nos da el regalo
de la vida: ¿Crees que El nos haría posponer la felicidad para
cuando estemos muertos? ¿No habrá, esta amorosa Fuerza
Creadora, puesto dentro de nosotros el paraíso para que lo
revelemos en nuestras vidas?
Estoy segura que casi todos hemos tenido momentos
plenos y maravillosos, más de alguna vez nos hemos
emocionado con un hermoso paisaje, con el nacimiento de un
hijo, escuchando una hermosa melodía o deleitado con el sabor
de un exquisito alimento. Seguro que, al menos en alguna
oportunidad, hemos tenido uno de esos momentos en el que
sentimos que todo está perfecto. Aunque sea por un segundo
nuestro pecho se expandió, respiramos profundo y convivimos
con nuestra divinidad. Sin embargo, al poco andar, la vorágine de
la vida nos traga, andamos apurados, estresados, tratamos mal a
quienes más amamos, nos tratamos mal a nosotros mismos
comiendo apresuradamente, descalificándonos, bombardeando
nuestro cuerpo con sustancias nocivas y con pensamientos y
emociones negativas.
Si sientes que exagero, puedes cerrar este libro y seguir
siendo infeliz. Pero si logras identificarte, aunque sea en parte,
entonces continúa la lectura, pues ha llegado tu hora: ¡La hora de
despertar!

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Hace años atrás, una amiga para nada relacionada con
temas espirituales, me dijo que había reflexionado acerca del
cielo prometido por su religión y que una idea daba vuelta en su
cabeza. Lo que la inquietaba era: ¿No será que ya estamos en el
cielo y no nos hemos dado cuenta? Esta reflexión en apariencia
pueril, es en realidad una gran revelación: ¡El Reino de los Cielos
prometido está aquí y ahora! Esperando que recordemos el
regalo que Dios Creador nos ha dado.
La felicidad no consiste en ir tras logros profesionales,
bienes, títulos, experiencias místicas, viajes, en tener un cuerpo
sano y armonioso, vivir con la pareja ideal, educar hijos
perfectos, lograr un carácter íntegro o manejar nuestras
emociones. La felicidad consiste en disfrutar las circunstancias
de nuestra vida, sintiéndonos parte del Todo y comprendiendo
que somos una obra divina experimentando la magia de Ser. La
felicidad es el estado natural de la esencia que habita en ti, tu
objetivo es permitir que se manifieste.
La divinidad reposa en tu interior estés o no consciente
de ello. Puedes no ser consciente que respiras, pues es un acto
reflejo, pero en cualquier lugar a cualquier hora, si prestas
atención, puedes sentir como se expande tu pecho cuando el aire
entra a tus pulmones. Igualmente, puedes no estar consciente de
la presencia de tu chispa divina, pero puedes acudir a ella en
cualquier momento, en cualquier lugar y sentirás que te baña con
su Gracia, regalándote maravillosos estados de plenitud. Algún
día el aire dejará de inflar tu pecho, pero no por eso dejará de
estar allí, algún día tu divinidad dejará de habitar tu cuerpo, pero
no por eso dejará de estar ahí.
Comprender que puedes ser feliz independiente de las
circunstancias de tu vida, es la finalidad y resultado de completar
un proceso de maduración espiritual, conseguirlo requiere de
férrea determinación. Una vez que hemos alcanzado la lucidez,
que nos permite entender que la felicidad no radica en los logros
que podamos obtener en la vida, podremos comenzar a
ejercitarnos en el gratificante arte de ser felices.
Aún después de llegar a esta radical y trascendental
conclusión, ciertas reacciones firmemente enraizadas en nuestra
personalidad pueden continuar manifestándose. Quejas,
reclamos y frases del tipo: “la vida es así”, “esto es lo que me
tocó vivir”, “es mi karma debo aprender a vivir con él”, continúan
bombardeando nuestro interior. No vale la pena mortificarnos por

63
esas reacciones automáticas, tampoco pensar que hemos
retrocedido en nuestro camino de despertar. Mucho mejor es
pararnos en la posición del observador silencioso, que
comprende que no somos sólo nuestros pensamientos, nuestras
emociones o las reacciones de nuestro cuerpo: ¡somos eso y
mucho más!
Somos la presencia imperturbable que habita nuestro
ser, somos la presencia del Creador en nuestra realidad.
Tomando conciencia de la chispa divina que habita en nuestro
interior, poco a poco podemos dejar de sobre identificarnos con
esa personalidad que nos limita y con la cual nos habíamos
sentido tan identificados. Del reencuentro con nuestra divinidad y
el recuerdo de nuestras capacidades creadoras, surge la
comprensión de que somos capaces de “reinventarnos” cada vez
que lo deseemos.
Aunque suene extraño, podemos ser felices incluso en
momentos de profunda tristeza, como la muerte de un ser
querido. Obvio que una situación de ese tipo nos provocará un
gran dolor emocional. Aún así podemos darnos cuenta que una
parte nuestra sufre la pérdida y experimenta el desconsuelo de
saber que no habrá, al menos en esta realidad, una vida futura
junto a ese querido ser que partió y otra parte comprende el
orden perfecto de la vida y se entrega sin resistencia al dolor que
la pérdida provoca, sabiendo que no afecta la pureza de su
esencia, ni la plenitud que habita en su interior.
Si bien todos estamos convencidos que queremos ser
felices y hasta hoy no he conocido a nadie que me diga que su
objetivo en la vida es ser infeliz, a menudo hacemos elecciones y
construimos una realidad que nos aleja de este genuino deseo de
sentirnos plenos.
La sociedad parece estar empecinada en convencernos,
que ser infelices es lo correcto y esperable de una persona con
una vida valiosa para los ojos humanos. Si alguien nos pregunta
cómo estamos y le decimos que genial, que todo nos resulta
maravillosamente, que nuestras finanzas están cada día mejores,
que tenemos hijos sanos, inteligentes y alegres y que todo nos
resulta según lo deseamos, nos mirarán extrañados, pensarán
que mentimos o que estamos alucinando. Si por el contrario, les
contestamos que estamos llenos de trabajo, que el día no nos
alcanza, que tenemos problemas y dificultades, entonces
solidarizarán con nosotros y sentirán que somos personas

64
sacrificadas y valiosas, puede que luego hasta nos llamen para
darnos su apoyo y saber qué tal vamos.
Los medios de comunicación nos bombardean de
noticias negativas, nos enseñan que vivimos en un mundo
adverso, lleno de delincuencia, de personas que nos quieren
engañar y agredir. Un mundo en el cual las drogas y las
sustancias tóxicas nos esperan a la vuelta de la esquina para
saltarnos encima y destruirnos. Cuando somos niños, nuestros
padres nos enseñan a desconfiar, a preocuparnos, a
sacrificarnos, nos dicen que la vida es difícil y que mientras antes
aprendamos a defendernos, mejor. A medida que vamos
creciendo, el mundo confirma estas enseñanzas, entonces
cuando somos padres se las trasmitimos a nuestros hijos y
vivimos temiendo por ellos.
¿Es verdad que el mundo es así de adverso? Sí, es
verdad que existe un mundo así. Pero también existe un mundo
luminoso, con personas llenas de buenos sentimientos, habitado
por una juventud con conciencia social, que sueña con cambios
positivos para la humanidad. Existen cientos de miles de gestos
amorosos de personas que solidarizan con quienes los
necesitan. Millones de personas que se levantan cada día a
trabajar en forma honesta y entregan lo mejor de ellas en su
labor. Existen hermosas familias que se reúnen en las noches a
compartir una deliciosa cena. Niños que ríen mientras juegan en
las plazas bajo la cariñosa y atenta mirada de un ser querido.
Existen cada día más y más personas que como tú y como yo,
dedican su vida a despertar el amor que habita en ellas.
Tenemos la libertad de escoger en cuál de esos mundos
ponemos nuestra atención y nuestra energía creadora. Recuerda
que tus pensamientos son una poderosa herramienta que crea tu
realidad y la de quienes te rodean. Tu escoges el mundo que
quieres crear, la manera de conseguirlo es comenzando a
cambiar tus pensamientos referentes a lo que denominas
realidad.
Ser feliz requiere voluntad y hasta obstinación. Tienes
que vencer miles de años de condicionamiento, en los cuales
como humanidad hemos aprendido a prestar más atención a lo
que nos falta, a lo que nos faltó y a lo que podría faltarnos, que a
lo que tenemos. Estamos rodeados de bendiciones, la belleza
nos sale a saludar a cada paso y el mundo nos ofrece millones
de formas de satisfacer nuestras necesidades de ser feliz. Si no

65
eres feliz, es porque has aprendido a no serlo, has aprendido a
esperar que suceda “algo” que te brinde lo que ya tienes.
En un comienzo, para poder cambiar esos patrones
aprendidos y tan firmemente arraigados, debemos proponernos
con férrea disciplina comenzar a reconocer todas las riquezas
que nos rodean. Desde el simple acto de respirar, tomar una
ducha, saborear un café, tener la libertad de sonreír mientras los
demás caminan enfadados, sentir el roce de la ropa con tu
cuerpo, sentirnos vivos, mirar la naturaleza aún presente en las
grandes ciudades, sentir el aroma del pan fresco, el olor a lluvia,
la brisa que acaricia tu rostro y miles de bendiciones más. Si
quitamos la atención de lo que nos falta y la ponemos en lo que
tenemos, si dejamos de pensar en cómo deberían ser las cosas y
empezamos a ser felices con las cosas como son, entonces, de
pronto, nos conectamos con nuestra plenitud interna. Cambiamos
nuestra vibración, desde la insatisfacción hasta la satisfacción.
Justo en el momento en que dejamos de preocuparnos, como por
arte de magia, las circunstancias de nuestra vida comienzan a
cambiar y nuestros deseos a cumplirse.

¡La felicidad está en ti, es hora de descubrirla y comenzar


a disfrutar de tu vida!

66
CAPITULO 5: El otro y las relaciones

67
68
Hoy por primera vez te vi y comprendí.

Hoy quisiera extender mis brazos e inflar mi pecho, para


darte un enorme abrazo que cruce el espacio y derribe el
tiempo. Hoy te miré y, quizás por primera vez, te vi y
comprendí. Hoy supe de tus temores, de tus penas y
sinsabores, de tus alegrías y tus risas, hoy humano te vi y
me conmoví.

Te pido perdón por todas las veces que pasé a tu lado y no


pude percibir lo que sentías, te pido mil perdones por mi
ceguera involuntaria. No fue egoísmo, fue ignorancia, juro
que si hubiera sabido, mil palabras me hubiera tragado, mil
incomprensiones no hubiera formulado, pero no sabía, nadie
me lo explicó o quizás sí lo hicieron, pero antes no tuve la
capacidad de entender lo que hoy me parece tan evidente.

¿Qué pasó hoy en mí interior, qué fue realmente lo que


cambió? No lo sé, quizás un velo marchito se corrió de mi
vista porfiada y aleluya te pude ver, te pude palpar y me llené
de ti. No hay palabras para poder trasmitir la emoción que
hoy sentí. Hoy supe de ti.

Hoy quisiera extender mis brazos y abrazar a todas las


versiones de mi que hay en ti, me gustaría darte mi calor y
comprensión, que mi pecho te cobijará, con mis labios
besarte delicadamente y en tus oídos susurrar que todo está
bien, que yo por fin sé. Sé que tienes miedo, sé que en
ocasiones lloras en silencio y sacudes tus lágrimas para que
se las lleve el viento. Sé que actúas como actúas, por mil y
una circunstancias y que muchas de ellas te dañan. Sé que a
veces quisieras comportarte de manera diferente, pero algo
en ti que no comprendes te lo impide, sé que como yo, sólo
pretendes que te amen, hoy sé de tus sueños y afanes.

Ven a mí y recibe el calor de mi abrazo, he perfumado mi


pecho y ablandando mis huesos para acogerte, descansa en
mi regazo que con voz melodiosa te contaré una historia. La
historia de un ángel glorioso que de tanto recorrer olvidó
quien era, escondió sus alas y creyó empequeñecer,

69
confundido pensó que tenía que hacer méritos para llegar a
ser lo que ya era. Acariciando tu cabeza te narraré esta
historia y con cuidado y dulzura te ayudaré a liberar tus
constreñidas y adoloridas alas, no como un acto de
generosidad hacia ti, sino como un acto de infinita
compasión hacia mí y mi ceguera, porque hoy por fin me
puedo ver a mi misma reflejada en ti y sólo gracias a tu dulce
presencia, por fin tengo certeza que un día conseguiré
extender mis propias adoloridas alas.

Las relaciones con los demás pueden llegar a ser todo un


desafío y una gran fuente de aprendizaje, la presencia de los
otros nos sirve para descubrirnos a nosotros mismos y
conocernos en profundidad. Sin alguien que nos sirva de espejo
para observarnos y reconocernos, poco sabríamos de nosotros
mismos. Aislados sin relacionarnos con nadie, no tendríamos la
gran oportunidad de saber cómo reaccionamos frente a los
desafíos que las relaciones imponen.
Como aquel monje que pasó muchos años de meditación
y retiro en una cueva aislada y alejada de su pueblo, luego de
mucho ayuno y sacrificio por fin sintió que se había iluminado,
emocionado y feliz corrió a contarle su familia que ya había
alcanzado el ansiado estado del nirvana. A punto de llegar al
pueblo, un hombre que arreglaba una rueda de su carreta le pidió
con insistencia ayuda, el monje al verse retrasado, furioso le dijo
que lo dejara en paz, pues iba muy apurado porque tenía que
informarle a su familia que se había iluminado. Terminada su
severa reprimenda, el monje se dio cuenta de lo que estaba
haciendo y con la cabeza gacha dio media vuelta de regreso a su
cueva.
Quienes nos rodean y probablemente quienes más
amamos, suelen mostrarnos aspectos nuestros que nos cuesta
aceptar, algunos despiertan nuestras frustraciones, otros
nuestras rabias, otros quizás nuestras envidias. Solemos
compararnos con los demás y muchas veces nos sentimos en
teoría muy capacitados para resolver los problemas de los otros,
pero nosotros mismos repetimos conductas y caemos en los
mismos problemas una y otra vez.
Solemos enjuiciar la forma en que actúan los demás, sin
detenernos a pensar que el otro hace lo que puede con lo que

70
tiene, al igual que lo hacemos cada uno de nosotros. Es probable
que mientras más duros seamos al momento de juzgar al otro,
más duros seamos al momento de juzgarnos a nosotros mismos.
Por otro lado, mientras más compasivos y de dulce mirada
somos con los demás, esto refleja la forma compasiva y dulce
con que somos capaces de miramos a nosotros mismos cuando
creemos caer.
Esta proyección es muy fácil de comprender, si nos
damos cuenta que la mayor parte del tiempo sólo tenemos la
capacidad de mirar el mundo y al otro únicamente desde
nosotros mismos. Si alguien nos cuenta que tiene un problema
con un hijo, en forma automática comenzamos a comparar cómo
nos relacionamos con nuestros hijos y evaluamos si nosotros
haríamos tal o cual cosa frente al mismo problema. En ese
momento, el otro desaparece y antes que nos demos cuenta
estaremos hablando de nuestra experiencia, olvidando escuchar
y acoger a quien ha tenido la generosidad de compartir algo que
le preocupa. De igual forma, cuando observamos un paisaje,
evaluamos si nos gusta, si se parece a tal o cual, si está más o
menos bello que el año anterior y nos perdemos el bello
momento de disfrutar el regalo que la naturaleza nos da.
Lo curioso es que al estar tan centrados en nosotros
mismos, en realidad perdemos la capacidad de observarnos con
una mirada fresca, amorosa y compasiva, mirada que sólo
podemos despejar si aprendemos a poner a atención en el otro.
Durante muchos años le he pedido a mi Ser Superior me
alinee con el amor y despeje mi corazón de las trabas que me
impiden amar, mis ruegos muchas veces me han parecido
infructuosos pues aunque lo deseo me cuesta mucho dejar de
juzgar y evaluar a los demás y su comportamiento.
Mi mente parece estar adiestrada para hacerlo y ante mi
incapacidad de dirigir mis pensamientos hacia mis opciones más
elevadas, que son, sin duda, conectarme con el Amor Universal,
he optado por no hacer caso a lo que pienso, de modo similar a
lo que hacemos cuando obligados a estar en un ambiente muy
ruidoso, nos desconectamos y nos refugiamos en nuestros
pensamientos, sólo que en este caso mi bullicio son mis propios
pensamientos y mi refugio un lugar aún más intimo que mi
mente.
Los pensamientos no cesan, mi cabeza no para de
funcionar, pero intento prestarle cada vez menos atención y

71
darles la atención sólo a aquellos que me interesan. Debo
reconocer que esto no es tarea fácil y la más de las veces
sucumbo ante el poder mi inquieta mente y comienzo mi retahíla
de argumentaciones, conjeturas y conclusiones.
El camino del despertar espiritual es muy sutil y lleno de
sorpresas, las cosas no salen siempre como esperamos y en
otras ocasiones cuando no esperamos nada, ocurren cosas
memorables. Recuerdo en una oportunidad haber estado
participando de un taller de sueños y de pronto sin mediar
estímulo alguno, pude observar a los participantes de ese taller
desde una mirada tan amorosa y compasiva que quedé
absolutamente impactada, pude por un momento percibir sus
dolores, sentir sus angustias, palpar sus ilusiones.
Cuando salí del taller, estaba tan emocionada que las
lágrimas corrían por mis mejillas, iba manejando y habría
detenido el auto ante cada transeúnte que veía para decirles que
los amaba. De pronto, pude ver a los demás desde otra
dimensión, los vi tan frágiles que habría abrazado y besado a
cada uno de ellos, les habría susurrado que estuvieran tranquilos
que no era necesario que siguieran esforzándose, les habría
gritado cuánto los amaba. Fue una experiencia realmente
conmovedora, que aún recuerdo con emoción y que de a poco se
fue diluyendo con la rutina diaria hasta desaparecer, pero que
dejó una hermosa huella en mi interior.
La forma en que miramos al otro, tiene relación con el
modo en que nos miramos a nosotros mismos y con nuestra
capacidad de amar, por eso los maestros iluminados sólo pueden
ver con compasión a quienes los rodean. Darnos cuenta del
modo con que estamos percibiendo a los demás, nos abre una
enorme posibilidad de conocernos y comprendernos.

Dios habita en los ojos del otro, ¿te has permitido verlo?

72
CAPITULO 6: La Verdad

73
74
Metáforas

Entiende lo siguiente, todo lo que puedas decir en palabras


sobre ti y sobre Mi, que soy tú, es sólo una metáfora de Todo
lo que Es.

Justo cuando creas que lo has entendido y comiences a


ponerlo en palabras, desconfía de ti, pues tu mente no es
capaz de describir lo indescriptible.
Es tan difícil que llegues a describir el Todo con palabras,
como fácil es que llegues a sentirlo.

Recuerda como te hablaba el Maestro Jesús, Él siempre


usaba parábolas, hoy algunas de ellas te parecen algo
infantiles, pero eran adecuadas al nivel de conciencia que
existía en ese momento.

De igual forma que hace 2000 años atrás, los mensajes que
hoy llegan, son en cierta manera parábolas, adecuadas para
el nivel de conciencia actual, pero igual son metáforas de
conceptos que tu mente no es capaz de comprender.

Generalmente, en los mensajes que lees, existen varias


capas de información, por lo tanto no vale la pena discutir
quien lo entendió mejor, cada cual entendió lo que
necesitaba entender y es perfecto que así sea, en última
instancia no había nada que entender.

Escucha lo que tengo que decirte, pues en esto radica tu


finalidad, todo lo que buscas lo puedes encontrar en la
mirada de quienes te rodean. Cuando logres acallar lo
suficiente tu mente como para entrar a tu interior y te atrevas
a mirar a los ojos de tus hermanos sin temor, entonces por
primera vez sabrás cómo es la mirada de Dios mismo y así
sabrás Todo lo que hay que saber, mientras tanto sigue
tratando de describirlo, pero recuerda que son sólo
metáforas, como metáfora es lo que te acabo de decir.

75
La Verdad es un diamante con infinitas caras y somos
libres de escoger qué cara queremos mirar, todas nos permiten
conocer una parte de la Verdad y mirar un aspecto de Dios. Este
libro no pretende ser una invitación a creer en lo que en él se
expone, es más bien una invitación a encontrar dentro de
nosotros las respuestas que buscamos. Te invito a que pongas
en duda todo lo que comparto contigo, te invito conversar con tu
Ser Superior y a sentir su manto protector, manto que te cubre
desde que naciste las 24 horas del día, los 365 días del año.
En la actualidad, más que nunca, tenemos acceso a
distintas formas de conocimiento esotérico, antes oculto y
disponible sólo para unos pocos iniciados. Temas como Tarot,
Reiki, Aura, Energía, Duendes, Meditación, Vidas Pasadas,
Karma y tantos otros, se encuentran disponibles para quienes se
sientan atraídos por ellos. Conceptos religiosos orientales han
invadido nuestra sociedad tradicionalmente judeocristiana.
Tenemos una enorme cantidad de ofertas de información
espiritual no tradicional a nuestro alcance y ésta poco a poco se
va introduciendo en nuestra realidad. La medicina tradicional
cada vez acepta con mayor naturalidad el apoyo de la llamada
medicina alternativa, cambiando ahora el énfasis hacia la
complementariedad. Altas personalidades de la política y de los
negocios consultan a tarotistas y a otros “videntes”. La policía de
investigaciones se apoya en psíquicos para ayudar a resolver
casos de personas desaparecidas. El yoga se encuentra
disponible en muchísimos gimnasios a la vuelta de la esquina.
Altos ejecutivos de empresas tradicionales se toman un
descanso a media mañana para hacer ejercicios de relajación, el
feng shui es un concepto muy difundido a la hora de decorar no
sólo nuestros hogares, sino también lugares de trabajo.
Todas las herramientas que se te presenten pueden ser
útiles y beneficiosas. Usa tu intuición a la hora de elegir cuál
explorar, atiende los mensajes que la sincronía presentará ante ti
a la hora de decidir qué experimentar. Si te ofrecen una
herramienta que te atrae y que tu intuición te invita a probar,
entonces recíbela con alegría y si lo deseas, aprende a usarla,
enriquécete y compártela, pero no pierdas la conciencia de que
son precisamente eso, herramientas y no verdades absolutas y
que el poder que puedas sentir en ellas, en realidad está dentro
de ti.

76
Yo suelo ser una persona práctica, por eso más que
juzgar la herramienta, experimento y presto atención a los
resultados, si lo aprendido y experimentado contribuye a mi
bienestar, a la fluidez de mis relaciones y a mi armonía corporal,
entonces para mí es una herramienta válida. Si por el contrario,
me doy cuenta que no me otorga bienestar, aún teniendo
evidencias de que a otros sí les da resultado, entonces sigo mi
camino y busco mi propia forma de avanzar hacia mi paz interior.
Yo recorrí un largo y entretenido camino de explorar
diversos senderos, para al final darme cuenta que ninguno de
ellos me satisfacía por completo. Suelo ser muy rebelde y me
cuesta creer en algo sólo porque alguien me lo dice. En
ocasiones llegué incluso a sentir que no tenía hacia dónde
avanzar. El descubrir que puedo comunicarme con esa parte de
mi interior a la cual llamo Ser Superior, me trajo el más hermoso
regalo que he recibido hasta ahora en mi camino espiritual. Este
descubrimiento me ha permitido no sólo tener acceso a mensajes
de mucha utilidad para mí y para otros, sino que también me ha
dado una herramienta que me permite deshacerme de
programaciones que ya no me sirven, trasmutar emociones que
antes me apresaban, suavizar tensiones y, lo más importante,
sentirme acompañada y apoyada por una fuerza que supera mis
posibilidades conscientes.
En la actualidad, el proceso de la globalización, entre
otras cosas, ha desfigurado nuestras creencias y ha bajado la
barrera de nuestras certezas. Ya no sabemos en qué creer y en
qué no creer. Las iglesias han perdido su condición de ser
proveedoras de “la” verdad absoluta e incuestionable, la imagen
del Dios, que nos enseñaron cuando éramos pequeños, se
desdibuja y debilita. Sin creencias sólidas tras las cuales
escudarnos, buscamos ansiosos algo a qué aferrarnos.
Cuando nacemos, somos un libro con sus páginas casi
en blanco, digo “casi”, pues al momento de encarnar ya venimos
con registros de vidas pasadas (si crees en este concepto) e
información de la humanidad grabada en las cadenas de nuestro
ADN y en cada célula de nuestro cuerpo. Cuando somos muy
pequeños, exploramos nuestro entorno con la rigurosidad de un
científico, pareciera que todo lo queremos tocar, lamer y oler; no
existen para nosotros, en esos momentos, los conceptos de
peligroso, bueno o malo, correcto o incorrecto, bonito o feo, sólo
existe nuestro afán de conocer. Pero muy pronto, nuestros

77
primeros maestros, por lo general nuestros padres, comienzan a
enseñarnos a mirar el mundo con cautela y temor. Una escalera
deja de ser un lugar entretenido para ser escalado y pasa a ser
un peligro, un pequeño gusanito en la tierra se convierte algo
sucio y asqueroso, vamos de a poco aprendiendo a mirar el
mundo a través de lo que nos enseñan.
A medida que vamos creciendo, en nuestro cerebro se
van consolidando conexiones neuronales, las cuales van
formando verdaderas “carreteras de pensamientos”.
Incorporamos a nuestra forma de pensar las creencias que
nuestros padres y los adultos que nos rodean nos inculcan. Ellos
nos enseñan a mirar el mundo, no sólo con sus enseñanzas
trasmitidas con palabras, sino sobre todo con sus acciones y
reacciones, que no escapan a nuestra atenta mirada. En las
primeras etapas de vida la gran mayoría de nosotros aceptamos
el mundo que nos entregan nuestros padres sin mayor
cuestionamiento, nos sometemos a lo que nos enseñan gustosos
de que nos pongan límites y que nos den la seguridad que un
mundo amenazante parece no ofrecernos.
Cuando llega la adolescencia, la mayor parte de las
personas tiene una fuerte crisis de identidad, nos cuestionamos
lo que nuestros padres nos enseñaron y salimos al mundo a
buscar nuevos maestros con los cuales identificarnos, pasando a
ser nuestros pares referentes más válidos que nuestros padres.
Pero aún así, incluso para los más rebeldes, nuestra cultura y la
educación recibida en la primera infancia, se introducen
inconscientemente en nuestro cerebro y nos indican en qué
debemos creer y en qué no.
No me refiero sólo al ámbito de la religión, me refiero a la
más amplia gama de creencias: estándares sobre lo lindo y lo
feo, lo bien visto y lo mal visto, lo educado y lo no educado, sobre
tener una vida “decente” o no tenerla, lo saludable y lo que no lo
es, a que debemos aspirar y a que no, lo que debemos sentir y lo
que no debemos sentir.
A lo largo de la vida vamos reprimiendo nuestra propia
opción de escoger qué pensar, qué sentir y de actuar libre y
espontáneamente. Cuando llegamos a la edad adulta, ya hemos
construido un rígido e inamovible mapa de creencias acerca de
cómo “es” el mundo. Este mapa de creencias está tan arraigado
dentro de nosotros que nos impide ver el mundo de otra forma,

78
es como un enorme filtro que nos rodea y nos indica cómo es
supuestamente la realidad.
Nos pasamos la vida sintiéndonos vulnerables y
amenazados cuando alguien opina diferente o actúa de una
forma que hemos catalogado como inadecuada. Por lo general,
cuanto más defendemos nuestras ideas, ideales y creencias o
cuando más nos escandalizamos si alguien actúa de manera
diferente a lo que clasificamos como adecuado, llegando incluso
a hacerlo de forma agresiva y visceral, es probable que sea
porque nos sentimos inseguros respecto a ese marco de
referencia que hemos construido. Si bien, síntomas como la
homofobia, el racismo, el resentimiento social y discriminaciones
de cualquier tipo, son ejemplos evidentes de estas situaciones,
también las “buenas costumbres”, los valores socialmente
aceptados y los roles que cada género puede y debe cumplir, por
mencionar algunos ejemplos, son también parte de esas
creencias aprendidas que se encuentran tan incrustadas en
nuestra forma de ver el mundo, que ni siquiera somos capaces
de cuestionarnos su validez y funcionalidad.
Nuestras creencias nos limitan y nos atrapan. ¡Explora tu
propia verdad! Busca tus propias respuestas y comienza a labrar
dentro de ti la certeza de saber quién eres realmente. Es cierto
que todos necesitamos un marco donde movernos, marco que
nos permite relacionarnos en forma armónica con los miembros
de una sociedad a la cual pertenecemos y con la cual nos
ponemos de acuerdo sobre ciertas normas de convivencia. Es
perfecto que así sea, pero eso no es lo mismo que sentirnos
amenazados cuando alguien escoge actuar o pensar de otra
forma.
Cuando comenzamos nuestra búsqueda espiritual, por lo
general, nos damos permiso para estudiar e investigar un sin fin
de temas esotéricos y relacionados con la Nueva Era: talleres de
ángeles, estudio de religiones orientales, clases de tarot,
sanaciones energéticas, trabajo con las emociones, técnicas de
meditación, interpretación de sueños y muchos más. Todo un
mundo nuevo se nos despliega llamándonos y despertando un
ávido interés, ¡la apertura de conciencia se ha iniciado!
En el camino de renunciar a las creencias que nos
inculcaron, muchas veces adoptamos otras, que a la larga
terminan por limitarnos de igual forma. No digo que sea malo
adquirir nuevas creencias que nos permitan aproximarnos a

79
nuestra propia verdad, es natural que así sea, pues a medida que
vamos ampliando nuestra conciencia, vamos requiriendo nuevas
explicaciones respecto a quiénes somos, de dónde venimos,
dónde estamos y hacia dónde vamos.
Recibir nuevas y frescas respuestas a antiguas
preguntas y permitirnos reemplazar viejos paradigmas, es parte
del proceso de despertar. De pronto comprendemos que no
existe una única verdad, sino que hay muchas formas de
interpretar el Universo y que muchas de ellas tienen sentido para
nosotros. El riesgo que corremos en este proceso de ir
derrumbando construcciones que nos quedan “angostas”, es
comenzar a abrazar nuevas creencias como si fueran verdades
absolutas. De esta forma, sólo estamos cambiando una cárcel
por otra. Imagina que cada nueva interpretación o comprensión
que te llega, es tan solo una estación en el largo viaje de la
experiencia. Por hermosa y cómoda que te resulte cada una de
ellas, no te quedes allí detenido, ten por seguro que el destino
final es infinitamente más glorioso.
Es muy fácil darnos cuenta cuando hemos caído en la
tentación de transformar una “herramienta” en una verdad
absoluta y anquilosada. Si te sorprendes a ti mismo defendiendo
tus creencias, si de pronto sientes que tienes que convencer a
alguien sobre tu verdad, entonces ha llegado el momento de
detenerte y preguntarte hasta qué punto no estás renunciando a
la posibilidad de ampliar tu conciencia defendiendo una verdad
transitoria. Querer convencer al resto de las personas sobre lo
que tú crees, no es lo mismo que sentir un profundo y honesto
deseo de compartir tus descubrimientos y ponerlos a disposición
de aquel que desee aprovecharlos y desee vibrar en tu misma
sintonía. Si has llegado a un punto en el cual la existencia te
invita a compartir ¡adelante! Hazlo con la humildad de quien ha
reconocido su sabiduría interna y, desde ese reconocimiento, es
capaz de descubrir la sabiduría de quienes lo rodean.
La vida es como un laberinto que nos invita a entrar en
él. El desafío es experimentarlo y resolverlo. Al irlo recorriendo
nos encontramos con un camino lleno de vericuetos y senderos,
muchos de ellos no llevan hacia ninguna parte. No existe un
recorrido mejor ni peor, pues todos son parte de la aventura de
resolver el acertijo. Si observas a alguien que va un sendero que
parece que no conducir a ninguna parte, anímalo y alégrate, pues
pronto lo descubrirá. Si esa persona te pide ayuda, bríndasela

80
pero evita intervenir, desde la certeza de que es Dios
experimentando y que cómo tal, merece tu respeto y admiración.
Este es un proceso natural, en el cual también solemos
caer en la tentación, puesta por nuestro ego, de dejar de buscar
nuestra verdad y simplemente reemplazar nuestras creencias por
otras y sentimos que hemos encontrado por fin “la” verdad.
Cuando esto sucede, las personas que no comparten nuestros
nuevos descubrimientos y creencias nos comienzan a parecer
erradas, sentimos que están en el camino equivocado e incluso
las percibimos como “aburridas”, quisiéramos que todos
compartan nuestros nuevos descubrimientos y comenzamos a
defender nuestras nuevas ideas con igual o mayor ímpetu que
con el que lo hicimos con nuestras antiguas creencias.
La mayor parte de las creencias inconscientes que
tenemos, sean de la naturaleza que sean, terminan por
anquilosarse y nos limitan, quitándonos capacidad de asombro y
de poder enriquecernos con la verdad del otro.
No creo que exista algo que pueda llamarse “La Verdad”.
Por eso considero que siempre que nos pillemos evangelizando,
haciendo proselitismo o defendiendo una “verdad absoluta”, ha
llegado el momento que nos recordemos que tal cosa no existe.
Por el contrario a lo se esperaría de alguien
aparentemente relacionada con el mundo sutil, suelo ser
bastante incrédula y escéptica, cualquier verdad que provenga de
otro, instintivamente la cuestiono. No creo en maestros
espirituales, que pretendan inculcar una visión del mundo que se
deba aceptar sin cuestionamientos, me gusta buscar mis propias
respuestas y mi propia forma de hacer las cosas.
No sé cuantas capas tiene el aura, no sé si mantenemos
nuestra individualidad después de muertos, no sé si existe la
reencarnación, no sé si las cartas del tarot se reparten con la
mano derecha o la izquierda. Me niego a creer en los horóscopos
y en cualquier arte o ciencia que me limite al cambio y a la
exploración de mis potenciales, clasificándome en un grupo
predeterminado definido por alguna circunstancia ajena a mi libre
elección. No sé muchas cosas ni tengo verdades que defender,
sólo sé que en un momento de mi vida tuve una abrasadora sed
y encontré un manantial del cual beber. A ese manantial lo llamo
Ser Superior.
Si has encontrado una herramienta espiritual con la cual
te sientes identificado, sea ésta un grupo en el cual participas, un

81
autor cuyos libros te llenan de luz, algún tipo de meditación o
trabajo energético que al practicarlo logra llevarte a tu centro,
disfruta de tu descubrimiento y más que preguntarte si es o no es
verdad, si lo que experimentas es o no real, pregúntate a ti
mismo, si acaso lo practicado te llena de plenitud, te centra en tu
interior, pregúntate si llena tu vida de un profundo sentido, si le
trae de claridad y amor a tus relaciones y si te amiga contigo
mismo. Cualquier herramienta espiritual que te ayude a
reconciliarte con quien eres, ten la seguridad que está iluminada
por el Espíritu Santo, quien irá poniendo en tu camino señales
para que no te detengas y continúes avanzando hacia el sagrado
momento en que te fundas con tu divinidad.
Luego de mucho recorrer, leer y experimentar, de pronto
llegamos a la conclusión de que el único maestro que realmente
nos puede guiar y acompañar en nuestro caminar, habita en
nuestro interior y que está siempre atento y dispuesto, no sólo a
escucharnos y responder nuestras inquietudes, sino también a
complacernos en nuestros deseos.

Ese maestro es nuestro amado Ser Superior.

82
CAPITULO 7: Nuestro Ser Superior
(Espíritu Santo)

83
84
Ser Espiritual

Tú has definido lo que significa ser una persona espiritual, te


has llenado de deberes y formas auto impuestas que según
tú, representan tu deseo de volver al Padre, has recolectado
una serie de reglas enseñadas por alguna religión, por lo
que has escuchado, por lo que has concluido, por lo que has
leído, por lo que te han enseñado.

Si fueras espiritual entonces no debieras emitir juicios, no te


deberías enojar ni dejar llevar por tus emociones, deberías
estar al servicio, ser un sanador, sonreírle a todos los que
crucen tu camino, sentarte a meditar en las mañanas y no
olvidar ningún día tus ejercicios energéticos. Si tú fueras
espiritual, deberías tener un halo de paz que los demás
identificasen, tu casa debiera oler a incienso y tus ropas
tendrían que ser étnicas, deberías amar al planeta y reciclar
los recursos. Si tú fueras espiritual tus relaciones deberían
fluir armónicamente, tu cuerpo debería exudar salud y
energía, etc., etc., etc.

Querido mío te tengo noticias, tú ERES un ser espiritual


independiente de lo que hagas, cada acto de tu vida es
sagrado, porque es la experiencia del Creador encarnado,
deja de colgarte los “deberías” y comienza a comprender la
magnitud de tu experiencia. No hay una línea fronteriza que
separe lo espiritual de lo material. ¿De dónde has sacado tan
extraña idea?, ¡Como si tu esencia pudiera encerrarse tras
una cortina metálica!, como quien cierra un negocio de
verduras.

TÚ ERES un ser espiritual, hagas lo que hagas, tu esencia es


la creadora de esa realidad concreta, a la cual apelas para
decir que no tienes tiempo ni espacio para ser espiritual.

¿Por qué te causa tanto temor reconocer quién eres?


Transforma cada acto de tu vida, por cotidiano que te
parezca en una comunión con la Fuente, regocíjate de estar
vivo ¡No tienes idea del honor que eso conlleva!

85
Muchos maestros te han dicho que en tu respiración tienes
la posibilidad de conectarte con tu divinidad, tú has
inventado mil formas de respirar, muchas de ellas
incómodas e insostenibles en medio del ajetreo diario que tu
forma de vivir te impone, respirar es VIVIR, estar vivo es
estar con Dios, es así de simple. Sólo recuérdalo que cada
vez que respiras con o sin conciencia, con dos, tres o cuatro
tiempos, desde la garganta, desde el estómago o desde lo
pies, aire puro, contaminado o enrarecido en el encierro de
una oficina.

Cada vez que respiras estás siendo honrado, acompañado y


protegido.

Deja de pensar que la espiritualidad te llegará de regalo


cuando realmente practiques todo lo que has leído, cuando
lleves a tu vida diaria todos lo que has aprendido en los
talleres a los cuales has asistido, cuando ya no tengas
obligaciones materiales con tus seres queridos, deja todas
esas absurdas ideas y comienza a abrazar con amor y honor
cada acto de tu extraordinaria vida, cada emoción que en tu
cuerpo palpita, cada mirada que se posa en tu genial
creación, que es MI CREACIÓN.

El Creador no se ha equivocado contigo, ¡TÚ ERES DIVINO


Y ESTAS VIVIENDO LA MAGIA DE CO-CREAR!

Si quieres meditar, medita; si quieres respirar pausado,


hazlo; si quieres escuchar música New Age, escúchala; si
sientes el llamado al servicio, hazlo; si quemar incienso te
ayuda a estar tranquilo, quémalo; si quieres practicar
rituales, practícalos. Todas son maravillosas formas de
aquietarte y centrarte en ti mismo y te ayudarán a recordar
quién eres, pero si no hicieses nada de eso, si no hicieses
nada de nada, no dejarías de ser ni por un momento mi BIEN
AMADO.

No recuerdo bien cuando fue la primera vez que escuché


la expresión Ser Superior, tal vez fue leyendo alguna
canalización recibida a través de algún email o quizás fue en

86
alguno de los cursos de sanación y clarividencia a los cuales
asistí en el comienzo de mi despertar espiritual, no recuerdo
cuándo ni dónde fue y no tiene en realidad mucha importancia, lo
que sí puedo decir es que este concepto comenzó, desde que lo
escuché, a calar muy profundo en mi interior.
Si bien tan sólo hablar de mi Ser Superior me pone en un
plácido estado de expectación espiritual, pues comienzo a sentir
su dulce presencia en mi interior, este capítulo es el que más me
ha costado escribir, quizás se deba a que quiero trasmitir algo
que es muy difícil de poner en palabras.
Para poder comunicar qué es para mí la divina presencia
del Ser Superior en mi vida, haré un pequeño resumen de
algunos conceptos ya vertidos en los capítulos anteriores,
mediante los cuales me iré acercando tangencialmente a lo que
deseo trasmitir. Cabe aclarar que en este libro he usado con la
misma intención y significado los términos Ser Superior, Espíritu
Santo, divinidad, alma y esencia.
Estamos de acuerdo en que no somos tan sólo un cuerpo
mortal que vive una experiencia azarosa. Somos seres
espirituales, manifestando en nuestras vidas terrenas la creación
divina a través de nuestras vidas. Somos parte de un Todo
universal que se manifiesta a sí mismo en nosotros. Tenemos
conciencia de una individualidad ilusoria, que nos ha llevado en
forma temporal a olvidar quienes somos. En este proceso de
individuación, cuya finalidad es la experiencia y la creación, no
perdemos nuestra calidad de ser dioses, pues conservamos en
nuestro interior las cualidades del creador. La gota que se separa
del océano no deja de ser océano, aunque al adquirir conciencia
de gota no sea capaz de distinguir su origen.
Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, de
la Diosa, del Todo, del Creador, de la Fuente. Atesoramos en
nuestro interior toda la información del macrocosmos
manifestada en nuestro microcosmos y desde nuestro interior la
energía divina, compuesta de amor, poder y sabiduría, puja por
manifestarse, de allí nace la inagotable ansia del ser humano de
crear, saber y amar, impulso que quizás se manifieste en forma
vacilante incluso torpe, pero que no para de expresarse.
Somos dioses creadores de nuestra vida, ella es nuestra
magna obra creativa. Todas las experiencias son sagradas y
perfectas para la existencia. Nosotros, con nuestra mente
humana y su necesidad de categorizar, somos quienes vamos

87
juzgando qué experiencias son valiosas, qué experiencias
placenteras y cuáles deseables. La existencia se sustenta en el
equilibrio, en ello radica la magia del Universo, sólo necesitas
observar como los planetas se sostienen unos a otros en sus
órbitas. Mira la naturaleza que te rodea y comprenderás la
esencia de tu manifestación. Acepta el equilibrio de tu Universo
personal y permítete ir encontrando nuevas formas de
expresarte, aceptando que existe un equilibrio superior y un ritmo
natural que se expresa en ti.
Hoy en día estamos viviendo un período de intensa
expansión de conciencia. Cada vez más personas, incluso sin
percatarse de ello, están buscando respuestas a sus inquietudes
espirituales en caminos hasta hace poco considerados como no
tradicionales.
Cada día se hace más común la expresión “canalizar”.
Entendemos por canalizar, el acto de comunicarnos con una
sabiduría superior al plano humano, los oráculos de la
antigüedad, el tarot usado con fines superiores, al igual que
algunos de los mensajes espirituales que circulan en Internet,
son un buen ejemplo de esta práctica. El ser humano ha
explorado a lo largo de su historia diversas formas de
comunicarse con la naturaleza, con seres fallecidos, con ángeles,
con guías espirituales. Estas comunicaciones hasta hace poco
estuvieron reservadas para algunos pocos seres privilegiados
tales como sacerdotisas, chamanes, sabios y santos que
dedicaron su vida a purificarse con el objeto de llegar a ser un
canal libre de las limitaciones del ego, llegando alguno de ellos
incluso a auto flagelarse como una forma de expiar sus faltas y
poder así tener acceso a esa divina comunicación.
Los autores de los evangelios del Nuevo Testamento, se
supone fueron inspirados por el Espíritu Santo quien les “sopló”
la palabra de Dios para ser difundida entre el resto de los
mortales, manifestándose en ellos una sabiduría que escapa con
creces a sus posibilidades intelectuales. Hombres simples y
rústicos tuvieron de pronto a su alcance, una capacidad de
comunicación infundida por Dios mismo a través del Espíritu
Santo quien se manifestó, de acuerdo al relato bíblico, en forma
de “lenguas de fuego” sobre sus cabezas.
La tan controvertida Nueva Era también conocida como
New Age, marca el comienzo de un cambio en la conciencia del
ser humano. Corresponde al momento astrológico en que se

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pasa de la Era de Piscis a la Era de Acuario, también coincide
con el fin de un ciclo en el Calendario Maya. Pero más allá
fechas y números, este fenómeno espiritual que tanto incomoda
a las religiones tradicionales, no es otra cosa que la excusa que
necesitaba la humanidad para comenzar a buscar con
vehemencia las respuestas que su desesperada existencia, en
apariencia incierta y sin sentido, le ha reclamado a través de la
historia.
El fenómeno de La Nueva Era, sumado a la globalización
y al debilitamiento de las religiones tradicionales, nos invita a
acercarnos en forma personal a ese Dios que las iglesias nos
alejaron, saca a Dios de su trono y lo reconoce en nuestro
interior. Incluso, algunos maestros espirituales se atreven a
decirnos: “Tú también eres Dios”.
Conversaciones con Dios y Un Curso de Milagros son
dos maravillosos ejemplos de libros que contienen mensajes
canalizados, llenos de luz y sabiduría que nos invitar a vivir de
una nueva forma nuestra espiritualidad. Ambos fueron para mí,
una fuente de inspiración en el osado acto de atreverme a buscar
las respuestas trascendentales a mis inquietudes existenciales
en mi interior.
El Dios tradicional, entendido como una omnipresencia,
que con paciencia y complacencia observa nuestra pequeñez y
nuestros patéticos intentos de ser lo suficientemente “buenos”
como para merecer volver a Él, hoy se nos presenta como un
Dios vivo que experimenta su Ser a través nuestro y, que por
sobre todo, no juzga a su creación pues equivaldría a juzgarse a
sí mismo. El acto de reconocernos a nosotros mismos como
Dioses, es percibido con gran inquietud por algunos religiosos y
muchas veces interpretado como una muestra de gran orgullo e
inmensa soberbia, sin embargo, en realidad es el mayor acto de
humildad que puede tener un ser humano.
Reconocer la presencia de Dios habitando en nuestro
interior, significa reconocernos como iguales con todos quienes
nos rodean e implica renunciar a las ilusorias distinciones que el
ego tanto disfruta en defender. Todos los seres humanos
merecen el reconocimiento de su calidad divina. Cuando
comprendemos que muchas veces hemos actuado alejados de
nuestras más altas opciones, no porque exista algo imperfecto en
nosotros, sino sólo porque hasta ahora habíamos olvidado
nuestro real origen, entonces nos llenamos de compasión por

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quienes nos rodean, los juicios desaparecen y los conceptos de
correcto e incorrecto, bueno o malo, santo o profano, comienzan
a reformularse en nuestro interior.
Si todos somos Dioses experimentando la magia de vivir,
entonces cada ser humano con el que me cruzo es un maestro y
cada acto de mi vida una manifestación divina. Encarnar este
pensamiento nos llena por un lado de alivio, pues comprendemos
que el engaño en que nos habíamos sumido, nos llevó a vivir en
apariencia alejados de Dios creyendo que debíamos hacer
méritos para merecer Su Amor y, por otro nos ayuda a tomar
conciencia de la responsabilidad que conlleva ser creadores de
nuestra realidad y de cada una de las circunstancias de nuestra
vida.
En nuestro interior habita esa chispa divina que es
nuestra verdadera naturaliza y que conserva las cualidades del
Todo: Amor, Sabiduría y Poder. Lo natural es que nuestras
cualidades divinas tiendan a manifestarse en nuestra existencia,
sin más esfuerzo que permitirlo. Mucho más esfuerzo requiere ir
en contra de nuestra naturaleza que a favor de ella. Existen
muchas formas de conectarnos con nuestra divinidad, que hasta
ahora estaba ilusoriamente apartada de nuestras vidas. Meditar
ha sido una de las más difundidas y cada día tiene más adeptos
en occidente. Para mí, atreverme buscar en mi interior las
respuestas que con tanta vehemencia e infructuosidad busqué en
mi exterior, ha sido la fuente de los mayores logros que he tenido
en el camino del encuentro con mi esencia.
En este hermoso camino de comprensión de quienes
somos, vamos también entendiendo como funciona el Universo
que nos rodea y las leyes que lo gobiernan. Nos vamos dando
cuenta que comienza a llegar a nuestras vidas no sólo eso en lo
cual ponemos energía y esfuerzo, sino que también aquello que
manifestamos con nuestros pensamientos y palabra hablada, a
través de las emociones que desplegamos en nuestras
relaciones, a través de nuestro comportamiento y a través de
nuestra imaginación.
Muchas veces, en este camino, he sentido cierta
inquietud al darme cuenta de lo rápido que se pueden llegar a
manifestar ciertas peticiones, incluso antes de llegar a
formularlas. La comprensión de este maravilloso poder, nos
puede dar al principio cierto temor, pues nos damos cuenta que
hay muchas formas de desear y que no siempre lo que en

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realidad deseamos, es lo que expresamos a lo largo del día con
nuestras actitudes. Por ejemplo, si estamos enfermos, podemos
con toda honestidad desear estar sanos. Pero luego pasamos
gran parte del día quejándonos sobre lo mal que nos sentimos,
buscando información sobre nuevos remedios, contándoles a los
demás sobre nuestras dolencias. Entonces, nuestro genuino
deseo de estar sanos, queda anulado con la gran cantidad de
energía que le otorgamos a esa enfermedad que no queremos
presente en nuestras vidas.
Quizás sea por ese motivo, que es mucho más fácil
comenzar a darnos cuenta de nuestras capacidades creadoras
en las pequeñas cosas de la vida diaria, que en los asuntos que
nos han contrariado durante mucho tiempo y a los cuales
solemos cargar de energía en forma de preocupación.
Recuerdo que cuando comencé a conversar con el Ser
Superior de otras personas, pensé que necesitaba al menos dos
sillas, para armar en mi sala un “rinconcito energético” en el cual
atender a quienes me consultaran. Estuve un tiempo cotizando
algunas alternativas que me parecieron caras e inadecuadas.
Luego de un par de semanas de estar pensando en el tema, mi
esposo me dijo que su mamá me ofrecía de regalo dos sillas que
tenía en una bodega, sin pensarlo las acepté encantada. Las
sillas resultaron ser dos preciosidades con más de cien años de
antigüedad, que no sólo calzaron perfecto con la decoración de
mi sala, sino que además son extraordinariamente cómodas. Las
mandé a re tapizar y restaurar y las puse una a cada lado de una
mesa, también antigua, herencia de mis padres.
Contemplé el lugar que había creado y sentí que le hacía
falta alguna figura de ángeles en la mesita. Antes de un mes
recibí de parte de una amiga, de regalo en mi cumpleaños, una
hermosa figura de ángel, cuyos colores combinaban de maravilla
con el tapiz de las sillas. Emocionada, puse el angelito en la
mesita y, aunque estaba muy contenta, pensé que quizás se
vería más completo con una segunda figura. A los dos meses
siguientes, el día de navidad, una de mis hermanas me entrega
dos regalos. Extrañada le pregunto por qué dos y no uno, como
es habitual en mi familia; ella me dice: “Ya te había comprado tu
regalo, cuando pasé por una vitrina y sentí el impulso de
comprarte otro”. Me entregó una caja que en su interior contenía
un ángel que hacia juego con el que ya tenía, sentí que el
corazón se me salía por la boca por la emoción de comprobar

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cómo eran atendidos mis deseos. Al llegar a casa, puse la nueva
figurita al lado de la otra y sentí que el lugar se iluminaba, había
quedado simplemente perfecto y desde entonces se ha
transformado en mi refugio espiritual, lugar que estoy
convencida, fue una co-creación, que hicimos realidad con mi Ser
Superior. Ese es el lugar que durante un buen tiempo usé para
conectarme con mi divinidad y con la de quienes me solicitan una
consulta.
Estas hermosas coincidencias, son pequeñas
confirmaciones que nos enseñan cómo funciona nuestra
naturaleza creadora. Cuando comenzamos a prestar atención a
la cada vez más frecuente cantidad de coincidencias que
comienzan a llegar a nuestras vidas, comprendemos que son
más que casualidades y vamos de a poco entendiendo hasta qué
punto el Universo refleja nuestras intenciones. Con sorpresa al
principio, con alegría y luego con devota emoción nos
comenzamos a dar cuenta que justo aquella amiga que
recordamos nos llama, un libro del tema que hemos estado
estudiando de pronto parece caer en nuestras manos, me hablan
de un doctor de cierta especialidad, justo un par de días antes
que uno de mis hijos requiere una consulta, me llega una
invitación a una charla que estaba interesada en asistir. Poco a
poco vamos comprendiendo que en realidad: No estamos
solos….
Con conciencia y en estado de alerta, nos vamos dando
cuenta de que muchos sucesos de nuestra vida se ajustan a
nuestras intenciones. Entonces cabe preguntarse: ¿Ocurrió lo
mismo cuando las circunstancias de mi vida me fueron tan
adversas? ¿Había una parte de mí que estaba
inconscientemente pidiendo esas circunstancias? ¿Necesitaba yo
vivir todas esas situaciones para sacar alguna conclusión?
¿Escogí relacionarme con determinada persona que me hizo
luego sufrir tanto por alguna causa? ¿Soy la víctima o la creadora
de las circunstancias de mi vida?
Si yo soy la diseñadora de mi vida, entonces: ¿Puedo
culpar a alguien del rumbo que ésta lleva o se ha dado en mayor
parte como consecuencia de mis elecciones? Si hasta ahora he
sido la diseñadora inconsciente de mi vida: ¿Puedo
culpabilizarme a mi misma de las elecciones que hice en mi
pasado? Si Dios experimenta a través mío, entonces: ¿Dónde
queda el concepto de pecado? ¿Significa esto que todos los

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males del mundo son al final obra de Dios? ¿Dónde queda el
valiosísimo impulso de auto superación del ser humano si ya
somos dioses?
Aquí está la maravilla del despertar espiritual, cuando
comprendemos que en nuestro interior habita Dios mismo, nos
damos cuenta que si en algo hemos pecado, es en la soberbia de
pensar que podíamos separarnos de Él. Cuando permitimos que
Dios se manifieste a través nuestro, reconociendo que hasta
ahora hemos fracasado en encontrar las respuestas dentro de
nuestra mente, entonces de pronto, todo parece adquirir sentido.
Nos llenamos de comprensión y compasión, no sólo hacia los
procesos de los demás, sino hacia los de nosotros mismos.
Nuestro Ser Superior es el regalo que Dios les da a sus
hijos para que puedan, en todo momento, recordar quienes son.
Nuestro Ser Superior somos nosotros mismos, sin la
contaminación de nuestros miedos ni las limitaciones aprendidas
y auto impuestas. Es esa voz interior que traspasa la nube de
nuestras emociones y pensamientos, para llenarnos de paz. Es
aquella parte inmutable, sabia, eterna, perfecta, con la cual nos
encontramos cuando conseguimos centrarnos, ya sea en una
meditación, ya sea ante la presencia de un paisaje de belleza
arrebatadora, ya sea ante el conmovedor instante en que ponen
en nuestros brazos un hijo recién nacido.
Todos hemos tenido algún momento en nuestras vidas,
en que sentimos que todo a nuestro alrededor se detuvo, nuestro
corazón se expandió y, por un segundo, conocimos la perfección
de estar vivos. “Eso” que ocurrió y que no podemos realmente
explicar de dónde viene, es estar en contacto con nuestro Ser
Superior. No necesitamos de nada externo para sentir esa
sensación cada vez que lo deseemos, sólo necesitamos recordar
quienes somos. Todos, en algún momento de nuestras vidas,
hemos recibido una inspiración sobre qué hacer ante una
situación complicada. En alguna oportunidad, hemos encontrado
una solución inesperada a un problema o hemos tenido un sueño
revelador, todos alguna vez hemos tenido una intuición que luego
se ha hecho realidad. Esto es inevitable, pues es nuestra esencia
comunicándose, es el contacto con nuestro Ser Superior.
Para los que tenemos formación religiosa cristiana,
nuestro Ser Superior se asemeja bastante al concepto del
Espíritu Santo, regalo que Dios nos hace para mantener la
comunicación con Él. Es la corriente de amor que fluye del Padre

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hacia el hijo y del hijo hacia el Padre. Dios crea a su hijo, le
permite experimentarse a sí mismo, le regala libre albedrío y la
capacidad de crear. Pero un padre amoroso no abandona a su
unigénito, no lo desampara en su experiencia. Dios nos regala al
Espíritu Santo para que cuando llegue el sagrado momento en
que requiramos volver a sentirnos parte de Él, podamos
comunicarnos con el Padre.
Me gusta decir que mi Ser Superior es mi Dios
personalizado, pues siendo Dios tiene toda su grandiosidad,
amor, sabiduría y poder y, siendo “yo”, tiene total conocimiento
de mi experiencia, de mis límites, de mis bajezas, de mis
grandezas, de mis esperanzas y de mis temores.
El término “Ser Superior” no significa que tengamos a
nuestro lado un ser de mayor jerarquía espiritual, no es alguien
superior en calidad ni en evolución, el Ser Superior nos recuerda
nuestra superioridad y nos invita a vivir en consecuencia con ella.
No como una forma de ser merecedores del amor Dios, sino
como una forma de ser consecuentes con el amor de Dios, que
es nuestra esencia, en ello radica nuestra plenitud y el sentido de
nuestra existencia. Esta comprensión, es el vaso de agua que
apacigua la abrasadora sed de nuestra alma que clama por
manifestarse.
Cuando comencé a compartir este conocimiento, tanto mi
ego como el de otras personas me preguntaron ¿Cómo puedes
estar segura de la existencia de un Ser Superior?, ¿Cómo
puedes saber que las palabras que le asignas a tu Ser Superior
no provienen de tu mente?, ¿Cómo puedes reconocer que esto
no es parte de tu inflamada imaginación?
Puedo darme y darles algunas respuesta del tipo: lo sé
pues lo he experimentado, lo sé pues me ha sido revelado; lo sé
pues el Espíritu Santo me ha regalado múltiples corroboraciones
de su existencia; lo sé pues me he puesto en contacto con la
divinidad de otro, quedando profundamente conmovida no sólo
yo, sino también quien lo ha experimentado conmigo. Podría dar
muchas respuestas, pero quizás mis respuestas tengan también
múltiples explicaciones y estoy convencida que no vale la pena
desgastarse para intentar explicar lo inexplicable.

Así que mi respuesta es muy simple: ¡No me importa!

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Para mí, no tiene la menor relevancia si en realidad
existe o no un Ser Superior, si las palabras que escucho en mi
mente son o no son de mi invención, si lo que siento es auto
inducido o proviene de una inspiración divina. No me interesa
saber si es una parte de mi cerebro, que activo cuando entro en
estado de comunicación o es Dios mismo quien me susurra al
oído. Si he de ser honesta, para mí no tiene en absoluto
importancia dar respuesta a esas interrogantes. Pero lo que sí
tiene importancia y en demasía, es el continuo cambio que ha
tenido mi vida, lo dueña que hoy soy de mis emociones y como,
de a poco, me he ido transformando desde un ser reactivo a un
ser activo.
Para mí sí tiene importancia, la alegría con que me
levanto día a día a experimentar mi vida y como he ido
suavizando las relaciones con las personas, relaciones que antes
se me hacían tan difíciles. Sí tiene importancia sentirme
armónica con la existencia y capaz de enfrentar no sólo los
desafíos que yo misma pueda proponerme, como escribir este
libro, sino también ser capaz de enfrentar los desafíos o
sorpresas que el día a día pueda darme. Sí tiene importancia
sentir que mi vida está llena de sentido y que cada día se
manifiesta más vivamente mi paz interior.
Te invito a que te permitas recibir este concepto de Ser
Superior, no como una verdad absoluta, sino como una
posibilidad de experimentarte de una nueva manera. Como una
posibilidad de darle a tu vida un nuevo y satisfactorio rumbo.
Puedes ponerle el nombre que quieras, puedes llamarle el “sabio
interno”, “ángel de la guarda”, “Mente”, “esencia”. Llámale como
quieras, sólo permite que ocurra.
Mi primeros pasos en la comunicación con mi Ser
Superior, los di en un curso de sanación, en el cual nos
enseñaron a pedirle guía a nuestra divinidad al momento de
realizar una sanación y obtener información a través de la
lectura del aura del cliente para hacer el diagnóstico. Tras
experimentar algunos meses, me fui dando cuenta de que
cuando invocaba la guía de mi Ser Superior tenía acceso a
información mucho más certera y neutral que la que tenía cuando
intentaba encontrar las respuestas desde mi mente, de a poco fui
dejando fluir lo que me “llegaba” desde ese indefinible lugar y
aprendí a ponerme en contacto con la energía del otro. En ese
curso comprendí que no se necesitan dones especiales para

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“ver” más allá de lo evidente, sólo se requiere aprender a acallar
por un momento nuestra agitada mente y “sentir” al otro. De esta
forma, inicié un contacto más activo con mi divinidad, primero
pidiéndole asistencia, luego consultándole y luego pidiéndole que
intervenga en mi vida.
Un día me planteé que si esa comunicación me servía
para comprender y conocer al otro, con mayor motivo me había
de servir para comprender y conocerme a mí misma.
Paulatinamente fui entablando en forma cada vez más fluida una
comunicación activa con mi Ser Superior, preguntándole cosas
de la vida diaria, de mis temores, de mis sueños y mis
inquietudes, quedando siempre sorprendida por sus sabias
respuestas.
Cuando inicié mi despertar espiritual leí toda clase de
información, me pasaba horas navegando en Internet buscando
material, que al leerlo parecía colmarme de gozo. Sin embargo,
luego de unos años los textos y canalizaciones, que inicialmente
alimentaron mi alma y me llenaron de alegría, comenzaron a
dejar de resonar en mi interior. Sin ánimo de desmerecer el valor
de tan magnífica información, empecé a buscar mis propias
respuestas, comencé a hacerle preguntas de toda índole a mi
Ser Superior, preguntas que hasta el día de hoy son contestadas
con una sabiduría y claridad que sin duda no proviene de mi
confundido ego.
Durante años le pedí a mi Ser Superior, que me ayudara
a conectarme con el Amor, le insistí una y otra vez que cualquier
solicitud previa de mi parte que me alejara de mi esencia divina
quedaba abolida, le repetí hasta el cansancio que si antes hice
una elección de forma de vivir contraria al Amor, entonces hoy
renunciaba a ella. Hasta que llegó el día en que me contestó que
dejará mi petición de aprender a amar y que comenzara de una
vez por todas a amar. De a poco, empecé a sentir que esa voz
en mi interior se manifestaba en mi vida diaria de las más
variadas formas. Cada vez con más frecuencia comenzaron a
llegarme pensamientos del tipo: ¿Realmente esa reacción es tu
libre y consciente elección? ¿Esos pensamientos reflejan tus más
altas opciones? ¿Estás actuando de manera amorosa o estás
reaccionando desde tu niña herida? ¡Date cuenta lo que estás a
punto de decir! ¿Vale la pena que lo digas?
Esa voz también comenzó a alertarme de las, hasta
ahora imperceptibles, reacciones físicas que las emociones

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provocan en mi cuerpo. De pronto, ante una crítica explícita o
implícita, real o imaginaria que alguien me pueda hacer, en vez
de saltar a defenderme sintiéndome amenazada, esa voz interna
me hace notar la leve transpiración de mis manos, el sutil
aumento de mis pulsaciones. Comencé a darme cuenta cómo mi
cuerpo reacciona, secretando adrenalina en forma automática, en
situaciones que en realidad no son una amenaza clara y directa
hacia mí. El descubrir esas manifestaciones físicas, que antes
iban acompañadas de una reacción automática y por lo general
desproporcionada e inoportuna, me ha permitido detener el
mecanismo, desligarme y tomar distancia sin involucrarme con
mis propias emociones. Hoy, cada día con mayor frecuencia,
puedo escoger cómo deseo reaccionar ante determinada
circunstancia. Me he ido transformando en una gentil
observadora de mí misma y de mis reacciones, dejando la
autocrítica de lado transformándola en compasión y libertad de
poder escoger cómo reacciono.
Con el tiempo pude empezar a comprobar que la
presencia de mi Ser Superior no sólo toca mi campo energético,
sino que también el de las personas con las cuales tengo
contacto cotidiano. De pronto, el funcionario malhumorado al
mirarme sonríe, la agobiada cajera del supermercado me desea
que tenga un lindo día, el trámite atorado se soluciona por la
buena voluntad de quien me atiende.
Cuando nos conectamos con nuestro Ser Superior, las
personas comienzan a percibir en nosotros, algo indefinible, que
por un momento los toca. No es que tengamos algo especial,
sino que el otro se permite a sí mismo, aunque sea por un
segundo, reconocerse y eso lo llena por un momento de energía.
Recuerdo una ocasión en que yo había estado activando
vivamente la conexión con mi Ser Superior, justo antes de salir
de compras, al ir caminando por los pasillos de un shopping, un
joven se me acercó a preguntarme si acaso yo era un ángel y
continuo su camino como si nada. Quedé muy conmovida.
Quizás para él fue un juego, pero para mí fue un enorme regalo
que me llenó de certeza.
Excelentes testigos silenciosos de la presencia del Ser
Superior son los niños pequeños, quienes parecen deleitarse con
su energía. En reiteradas ocasiones y aún ante el desconcierto
de sus madres algunos pequeños me han regalado sendas
sonrisas y sostenida atención. Incluso puedo notar cómo ellos

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captan mis pensamientos y muchas veces he lamentado no ser
capaz de mantener el diálogo sin palabras que ellos tan
claramente entablan conmigo. En ocasiones algunas amigas con
las cuales no comparto este ámbito de mi vida, al menos no de
forma explícita, me preguntan si acaso me he hecho algún
cambio de peinado o tomado sol, ellas notan algo, pero no son
capaces de definir qué es. Si bien, las confirmaciones se reciben
con agradecimiento pues constituyen una dulce confirmación, sin
duda más importante que lo que puedan otros notar es lo que
cada uno irá descubriendo que cambia en su interior, pues,
aunque nuestro mundo externo permanezca inalterado y nadie
note nada, sabremos que todo ha cambiado de una forma tan
rotunda, que nunca volverá a ser igual.
Debo reconocer que, aunque vivo muy con pudor mi vida
espiritual, cada día voy sintiendo más y más deseos de
compartir, de a poco he siendo capaz de ir hablando más de mis
intereses delante de personas que no tienen similares
inquietudes. Hasta no hace mucho tiempo atrás, reservaba con
celoso cuidado mis experiencias espirituales a ámbitos
protegidos, en los cuales tenía la certeza de que estaba con
personas con las cuales comparto los mismos intereses. Sin
embargo, aún cuando de a poco me voy abriendo a compartir,
hay dos certezas que siguen firmes en mí: por un lado el
convencimiento de que el camino espiritual es algo muy íntimo y
personal y que no sirve de nada “evangelizar” ni hacer
proselitismo y, por otro, la claridad de que no deseo convencer a
nadie de mis creencias y conclusiones.
De igual forma, estoy segura, que las personas que
“resuenan” con esta energía espiritual, llegarán a mi vida como
por arte de magia, sin necesidad de que yo salga a buscarlas ni
convencerlas.
Como ya lo comenté antes, distribuyo mis escritos
llamados Conversaciones con mi Ser Superior a través de correo
electrónico a las personas inscritas a la pequeña web que
administro. Desde el primer envío me di cuenta que lo que mi Ser
Superior me dictaba, tocaba el corazón de quienes leían estas
conversaciones, llegando incluso, algunas personas a sentir que
las palabras habían sido escritas para ellos mismos. Comprendí
que por sincronía lo que yo necesitaba escuchar, podía estar
sintonizado con el proceso de despertar de quienes se
conectaran con mi mensaje.

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En paralelo y con mucho deseo de explorar el sutil
mundo que nos rodea, sin experiencia previa, pero con mucho
entusiasmo invité a algunas personas con inquietudes similares a
que formáramos un pequeño grupo espiritual. Con más ganas
que conocimientos previos, comenzamos a reunirnos para
explorar el, para nosotros desconocido, mundo de las
canalizaciones. Al principio partimos con timidez sin saber muy
bien ni qué es lo que buscábamos ni cómo lo lograríamos, poco a
poco fuimos atreviéndonos a experimentar y desde un principio
obtuvimos maravillosos y sorprendentes resultados.
Al comienzo para entrar en estado de meditación,
realizábamos algún tipo de visualización en la cual solicitábamos
a nuestras divinidades un mensaje a través de alguno de los
miembros del grupo. Los primeros intentos fueron más emotivos
que nada. Nuestras canalizaciones consistían más en imágenes
y sensaciones que en mensajes propiamente tales. De a poco,
las palabras comenzaron a fluir, primero dos o tres, luego
algunas oraciones completas. Ante cada pequeño logro
quedábamos emocionados y con más entusiasmo para intentarlo
otra vez.
Los mensajes en palabras comenzaron a llegar y de a
poco nos fuimos atreviendo a hacer preguntas, quedando en
cada ocasión asombrados y conmovidos por la profundidad y
certeza de las respuestas. Estos encuentros se caracterizaron
por su libertad y espontaneidad, cada sesión fue diferente a la
otra y permitimos que las experiencias ocurrieran en forma libre y
sin planificación previa. Para mí estos encuentros fueron en su
momento un verdadero alimento espiritual, que esperaba con
ansias consumir cada semana.
Algunas personas me han pedido sesiones privadas y
personales de canalización, las cuales he realizado también en
forma intuitiva, pero siempre teniendo emotivas experiencias al
entregar los mensajes que sus Seres Superiores les manifiestan
a través del mío. Para mí, lo más grandioso de estas sesiones
es que he podido comprobar que pocas personas no se
conmueven ante la activación de su divinidad. Lo que yo pueda o
no decirles, no tiene en realidad ninguna importancia, el valor de
estas sesiones es que quienes me consultan puedan darse
permiso para explorar un aspecto de sí mismos que han
olvidado.

99
No me gusta llamarme “canalizadora”, pues creo que no
tengo ese don especial, yo no recibo información de ningún
maestro ni guía espiritual, lo que yo hago es conversar con mi
esencia y, a través de ella, lo hago con la esencia de otras
personas si me lo solicitan. No es mucho lo que hago ni lo que
digo, tan sólo me siento freten a la persona que consulta, respiro
profundo, las miro a los ojos y les susurro desde mi alma: ¡Oye tú
también eres Dios!
Si las dudas te asaltan e impiden avanzar, recuerda que
cuando comienzas a explorar estas comunicaciones, lo primero
que reclama tu ego es que lo estás inventando con tu mente.
Claro, como no habría de hacerlo, si activar estas
comunicaciones es el principio del fin de su reinado. No le hagas
caso a tus temores, suéltalos y atrévete a experimentar.
Como ya lo dije antes, yo aplico el filtro del resultado. Si
esto es producto de mi imaginación, pero me hace bien y trae a
mi vida resultados positivos, entonces ¡bendita imaginación! La
verdad es que poco me importa si es mi mente o no la que me
responde, lo único que me interesa es que esta comunicación ha
traído mucha luz a mi vida, mis relaciones son mucho más
armoniosas, mi salud se ha fortalecido, me siento más joven,
plena, más segura de mi misma, más dueña de mis reacciones,
siento una confianza nueva en mi existencia, tengo la seguridad
que lo que ha de ser será, creo que Dios me escucha y me
acompaña, que mis deseos y oraciones no sólo son escuchadas,
sino también realizadas. Si todo eso es producto de mi
imaginación o de una auto sugestión, entonces ¡Fabuloso!
La Verdad tiene muchas caras y Dios tiene tantos
rostros como par de ojos lo quieran observar, no creo que yo
haya descubierto nada nuevo, ni tengo argumentos para
convencer a nadie de nada, simplemente comparto con quien se
acerque, lo que para mí ha significado nacer de nuevo.
Cuando he canalizado para alguien, consciente que si
una persona pide un mensaje, es porque está muy receptiva a
tener una experiencia extraordinaria, casi siempre he podido
percibir lo conmovida que se siente, es como si sus fibras más
internas hubiesen sido tocadas. He visto el brillo de sus ojos y la
sonrisa de sus rostros, esa es la única prueba que necesito para
creer que este camino esta tapizado de rosas y satisfacciones.
En el mundo actual, donde las tradiciones se han perdido
y las iniciaciones ya no existen; vivimos apurados siendo uno

100
más, en medio de una enorme masa de seres que ven la vida
como una lucha, los grandes supermercados reemplazaron al
almacén de la esquina y la misa dominical dejó de ser un evento
vecinal, ya no tenemos “vida de barrio”, el shopping es el paseo
dominical de muchas familias. Vivimos en un mundo atiborrado
de personas en el cual nos sentimos solitarios. Se despierta en
nosotros cada vez con más intensidad, una sed enorme de
“sentir” a nuestra divinidad como algo concreto en nuestras vidas.
Cada vez se hace más apremiante saber que estemos
donde estemos, no estamos solos. Comprender esto, ya no ha
nivel intelectual ni creyendo con fe ciega lo que alguien nos
pueda decir o enseñar, sino a nivel de la experiencia propia,
teniendo la certeza de “Su” presencia, como algo vivo, es una
necesidad fundamental, que se suma al interminable listado de
necesidades que tiene el ser humano de hoy, pero que una vez
satisfecha nos colma de la paz y alegría que todo lo demás no
nos logra regalar.

Recuerda, tu nunca estás solo…

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CAPITULO 8: Conversando con nuestro

Ser Superior

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A ti que tienes dudas

A ti que tienes dudas, a ti que no te animas a hablarme, a ti


que cuando me hablas no consigues escuchar mi respuesta.
A ti que estás leyendo este libro y que te preguntas si algún
día serás capaz de conversar conmigo.

Sí, a ti te hablo, para ti son estas palabras.

Reconocerte a ti mismo en tu verdadera dimensión, es el


acto de humildad más grande que puedas realizar en tu vida,
reconocer al Dios que habita en ti, es lo mismo que ser
capaz de reconocer al Dios que habita en el otro, cuando
bajas la guardia y escuchas mi palabra, todo lo que te rodea
comienza a teñirse de tu propia divinidad.

Mi mensaje pasa por tu mente, no te esfuerces en intentar


diferenciar si es tu mente la que te habla o soy yo quien lo
hace, mi voz es tan clara y nítida que no tendrás dudas de
donde proviene la respuesta que buscas. Mis palabras no
requieren explicaciones ni justificaciones, tu alma las
recibirá ansiosa y gustosa, pues se sentirá conmovida de
darse cuenta que jamás se alejó de casa.

A ti que quieres escucharme, pero no lo consigues dirijo


estas palabras, estés donde estés cierra tus ojos, calma por
un segundo tus expectativas y recibe el regalo que tengo
para darte, mi regalo representa tu esencia que se
manifiesta.

Recibe tu propia divinidad, como si regresara a ti,


dale la bienvenida como si hubieses estado separado de ella
por un largo tiempo, regocíjate pues los tiempos difíciles han
quedado atrás. Al hijo de Dios no hay nada que lo doblegue,
el mundo completo se reordena adecuándose a tu
majestuosidad, el velo de la ilusión se levanta y de pronto
me descubres en los ojos de los otros, especialmente en los
de aquellos a quien antes le habías dado el poder de dañarte.

No temas reconocerte, muy por el contrario teme a esa voz

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que te hace dudar, teme a esa voz que te induce a postergar
nuestro encuentro y que te quiere hacer fracasar, tu peor
enemigo eres tú mismo.

Estás asustado de reconocer quien eres, pues tanto


te han dicho y te has dicho que tienes que hacer méritos
para recibirme, tanto te has vanagloriado de lo alejado que
estás de mi, que ahora leyendo estas palabras, tu corazón
salta de alegría al darse cuenta que el velo ha caído.

YO estoy en ti y nada ni nadie podrá impedirlo, ni


siquiera tú mismo.

Lo que les cuento en este libro, es mi propia experiencia.


La forma en que he concretado el acto de comunicarme con mi
Ser Superior, que no es otra cosa que escuchar mi voz interior y
que es probable que esté muy teñida con el modo que tengo de
relacionarme con las personas que me rodean. Cada cual puede
descubrir su propia manera, cada una de ellas es válida y
personal. Lo expuesto en este capítulo y en los otros son sólo
sugerencias sobre qué puedes esperar de tus conversaciones y
cómo realizarlas, sobre qué tipo de peticiones puedes hacerle a
tu Ser Superior. Este capítulo es sólo una invitación úsalo como
motivación, no como guía.

¿Cómo comunicarnos con nuestro Ser Superior?

La comunicación con nuestro Ser Superior es en


apariencia muy sutil, su voz al principio se confunde con nuestros
pensamientos y nos cuesta encontrar el modo de conectarnos e
iniciar el diálogo. No creo que exista una forma más adecuada
que otra, cada quien puede explorar su propio método. Pero
como sé que nos gustan las cosas concretas, te invito en los
inicios a experimentar esta meditación:
Escoge un lugar tranquilo y cómodo (cuando tengas más
práctica lo podrás hacer en cualquier lugar). Intenta que sea una
hora y un lugar donde no seas interrumpido. Pon una suave
música y prende un agradable incienso, alcanza un estado de
relajación y meditación de la forma que te guste, sino tienes

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ninguna, entonces simplemente cierra los ojos y pon tu atención
en la respiración. Por unos minutos siente como el aire entra y
sale de tu cuerpo, siente tu pecho expandirse a cada inspiración
y conéctate con la palpitación de tu corazón.
Cuando te sientas relajado, tranquilo y a gusto, si lo
deseas conéctate al centro de la tierra imaginando que desde la
base de tu columna, chakra base, baja un cordón de luz que se
ancla a ese centro, entonces visualiza, siente o imagina un gran
sol dorado sobre tu cabeza: ¡es la presencia de tu Ser Superior!
De este sol baja un rayo de luz dorada que entra por tu coronilla,
baja por tu cuello y llega a tu corazón, cuarto chakra, en donde
se ancla. Siente como a cada latido de tu corazón tu cuerpo se
va llenando de energía dorada, tus órganos, tus huesos, tus
músculos y tendones, el aire de tus pulmones y todos tus fluidos
se tiñen de energía dorada, hasta el punto en que los poros de tu
piel comienzan a emitir pequeños haces de luz dorada que te
rodean.
Anclamos la energía del Ser Superior al centro cardiaco,
pues es allí donde mejor procesamos lo que nuestra divinidad
tiene que decirnos.
Mantén este estado por un momento. Siente como la
energía te baña por dentro. Siente la presencia de tu Ser
Superior, siente su Amor Incondicional, siente tu propia Divinidad
activa, viva y presente.

¡Felicitaciones! ¡La comunicación ha sido restablecida!

Para una primera experiencia, con estas indicaciones


será suficiente. Repítela tantas veces como desees. En lo
posible, al principio replica las mismas condiciones externas para
la conexión. Éstas se transformarán en una verdadera ancla, que
te permitirá alcanzar cada vez con mayor rapidez el estado de
comunicación, hasta que llegue el día en que podrás activarlo en
cualquier lugar y circunstancias.
Cuando te conectas con tu Ser Superior, sientes su
presencia “viva”, ya sea corporal o emocionalmente, no tendrás
dudas de que la conexión ha sido establecida, incluso las
personas que estén a tu lado pueden sentirse tocadas. De a
poco, en la medida que te vayas sintiendo cómodo con la
conexión, podrás ir explorando una forma más fluida para
comunicarte. Si lo deseas, puedes pedirle que te indique un

107
nombre con el cual comunicarte. Yo en ocasiones utilizo
“Jascha”, nombre que me llegó en un sueño y que uso como
pseudónimo para escribir. Puedes usar, si lo deseas, un nombre
que te agrade, que te hayan dado en una iniciación o el que
recibas en una meditación. Tener un nombre te permite tratar con
soltura a tu divinidad, como tratas a un querido y viejo amigo que
te comprende y con el cual puedes hablar cada vez que lo
desees.
Una vez que te sientas a gusto con la conexión lograda,
puedes iniciar el dialogo, al principio quizás sólo recibas
sensaciones, emociones o palabras sueltas. No te desalientes,
todas son maravillosas formas de comunicación. De a poco,
puedes ir agregando preguntas concretas sobre tu vida, sobre lo
que te preocupa, sobre tus inquietudes, sobre tus sueños. Ten
por seguro que para tu divinidad no hay temas triviales, pues
todo lo que sucede en tu vida, es Su manifestación.
Si lo deseas, puedes anotar lo que te llega o decirlo en
voz alta y grabarlo, permite que las palabras fluyan, sólo intenta
no perder la sensación de sentirte conectado con tu divinidad,
recibe lo que salga de tu interior sin juzgarlo ni filtrarlo. Recibido
el mensaje, lo más probable es que tu mente comience a
sembrar dudas y puedes llegar a creer que tus respuestas han
salido desde ella misma. Es natural que así sea, llevamos años
escuchando nuestros pensamientos y desoyendo lo que nuestra
divinidad pueda decirnos, nos hemos acostumbrado a no darle
valor a la intuición, a nuestros primeros impulsos, a nuestra
imaginación y a las coincidencias. Siendo todas ellas,
maravillosas formas de comunicación con nuestro Ser Superior.
En lo personal, he notado que cuando he canalizado, ya
sea escribiendo o hablando, las palabras brotan de mi interior sin
procesamiento previo. No hay intención en ellas, no hay
selección de palabras adecuadas, simplemente salen de mi boca
o de mis dedos manifestándose en forma de una comunicación.
Por el contrario, cuando hablo desde mi cabeza, busco las
palabras adecuadas, elaboro una idea antes de comunicarla,
existe un espacio de tiempo, a veces imperceptible, entre lo que
pienso y lo que digo.
En todo caso, más importante que detectar de donde
vienen las respuestas, es detectar qué es lo que esas palabras
provocan en ti. Todo mensaje proveniente de tu sabiduría interna
nos llenará de amor y esperanza, nos cobijará con un manto

108
protector y, aunque es posible (muy posible), que a veces las
palabras no nos gusten, están dichas con la más profunda
claridad y la más elevada de las intenciones. Luego de los
primeros mensajes, que al inicio parecerán más monólogos que
diálogos, puedes ir replicando y manteniendo una conversación
más fluida. Pronto te sorprenderás de comprobar no sólo con la
soltura que puedes hacerlo, sino también, la cuota de humor que
por lo general se manifiesta en estos diálogos.
En algunas ocasiones puedes sentir el mensaje como un
regaño, no te preocupes pues con toda probabilidad eso sólo
tiene que ver con la forma que nos hemos acostumbrado a que
nos trate la autoridad y si bien nuestra divinidad no es de una
jerarquía superior a nosotros, sí tenemos la tendencia a tratarla
como un superior olvidando que estamos escuchando nuestra
propia voz. Recuerda que tu Ser Superior no tiene un plan
determinado para ti, así que no podría regañarte por algo que
hagas o dejes de hacer. Si bien muchas veces podría empujarte
a soltar y avanzar, diciéndote frases del tipo: ¿Hasta cuando me
preguntas lo mismo?, ¡Ya sabes la respuesta!, ¡No me preguntes
si no vas a escuchar la respuesta! En otras ocasiones, puede ser
que inicies el diálogo con un tema y la conversación se desvié a
otro, por lo general son asuntos que no cuesta afrontar y que no
nos animamos a plantear directamente.
Una vez que hayas adquirido práctica y te sientas más
seguro, puedes comenzar la comunicación en cualquier parte y
de cualquier forma sin que necesites de un lugar especial ni
condiciones especificas para hacerlo. Podrás iniciar el dialogo
manejando, trabajando, duchándote, haciendo los quehaceres
del hogar, disfrutando de un paisaje o en medio de una reunión.
¡No necesitas ni protocolo ni rituales para conversar contigo
mismo!
Otra forma muy potente y efectiva de comunicación, es
hablar con nuestra divinidad justo en el momento en que nos
estamos quedando dormidos. Al caer en estado de sueño,
nuestra mente se relaja y puede ser que tengamos un sueño
relacionado con lo que hemos preguntado o que despertemos
con una claridad y certeza que no teníamos al momento de
dormirnos. Para comunicarte de esta forma no necesitas ni
tiempo ni tranquilidad, pues todos a alguna hora nos vamos a la
cama y flotamos en el sopor previo a caer dormidos. Aprovecha
tus noches, lo que decretas justo antes de quedarte dormido viaja

109
a manifestarse sin que la mente contra-manifieste, como suele
hacerlo sembrando la duda al instante seguido de formular una
intención.

¿Qué podemos preguntarle?

Con nuestro sabio interno podemos hablar de cualquier


cosa que nos preocupe o interese. Como ya lo dije antes, es
nuestra mente la que tiene la necesidad de categorizar, según el
grado de importancia que con necedad le asigna a los asuntos de
nuestra vida. Puedes preguntar sobre temas cotidianos, sobre tus
relaciones, el trabajo o sobre grandes inquietudes espirituales.
Siempre serás escuchado y atendido.
Quizás a veces no encuentres las respuestas que
buscas, sobre todo cuando quieres ceder tu libertad de escoger y
crear tu vida, en mi caso personal he comprobado que ante
preguntas del tipo: ¿Qué debo hacer? ¿Qué me conviene
escoger? ¿En qué estoy fallando? ¿Qué es lo correcto que
haga? Por lo general recibo evasivas o bromas por respuestas.
La razón por la cual estas preguntas suelen quedarse sin
responder, es muy simple, pero a la vez muy difícil de
comprender para nuestra mente: Nuestro Ser Superior no tiene
preferencias sobre nuestras elecciones, no tiene juicios sobre lo
que es correcto o incorrecto, no tiene planes, sólo ve nuestras
elecciones como experiencias y no bajo el prisma de error o
acierto. Ante esas preguntas, a veces puedes recibir respuestas
algo frustrantes del tipo: ¿A quién le importa? ¡Haz lo que
quieras! ¡Da igual! ¡Escoge lo que desees!
Por este motivo, sugiero que cuando quieras preguntar
sobre algún asunto en particular o sobre posibles alternativas de
acción, preguntes con oraciones completas y claras del tipo: ¿Si
deseo conseguir tal o cual cosa, qué alternativa es la más
adecuada escoger para lograrlo? De esta forma es más factible
que recibas respuestas más concretas que si preguntas: ¿Cuál
es el camino correcto? Para el Ser Superior no existen
alternativas correctas o incorrectas, lo que escojas es lo correcto.
Dicho de otra forma, si quieres que tu divinidad te ayude a
escoger una ruta, es necesario que le indiques a dónde quieres
llegar: ¿Qué puedo hacer para obtener este resultado específico?
Puedes forjar tu particular relación con tu Ser Superior,
dependerá de tu carácter, de tu forma de enfrentar las relaciones

110
y de las necesidades actuales de tu proceso de toma de
conciencia. No hay una forma mejor que otra, permítete
experimentar y encontrar tu propio modo de comunicación. Los
resultados no dejarán de asombrarte.

¿Cómo distinguir las respuestas que vienen de mi mente con


las que provienen de mi Ser Superior?

Esta es la pregunta que más me han hecho y que más


me he hecho a mí misma. Cuando comencé a comunicarme con
mi Ser Superior, a menudo me preguntaba si acaso las
respuestas que estaba obteniendo provendrían de mi mente y
serían dadas por mi ego. Luego comprendí que es el ego quien
formula estas preguntas, ante su temor a que llegue el fin de su
reinado. ¿Si los mensajes proviniesen de tu mente, con qué fin el
ego se ocuparía de sembrar dudas? O por el contrario, ¿No sería
más razonable que ratificara su validez a fin de seguir teniendo el
control?
La voz de tu divinidad es tan potente y clara, que es
difícil que la puedas confundir con los titubeos de tu mente. Te
dará mensajes tan certeros que no dudarás de donde provienen,
los mensajes del Ser Superior no requieren de explicaciones ni
justificaciones, no dan vueltas sobre sí mismos tergiversando las
palabras para obtener un determinado resultado. Te dejan en paz
y te dan luz, pero jamás se imponen. Los mensajes del Ser
Superior muchas veces no le gustan al ego, pues desarticulan su
intrincada manera de confundirnos, desarman los conflictos que
antes nos atrapaban, con tal ligereza que pareciera que nunca
existieron. No temas escuchar la voz de tu divinidad, pues ella
jamás te dirá algo diferente a lo que tu actual nivel de conciencia
necesite para avanzar.
En algunas ocasiones, las respuestas de mi Ser Superior
no me agradan, pues suelen desbaratar los mecanismos de mi
mente egótica. Muchas veces, siento que no estoy preparada
para escuchar lo que tenga que decirme y prefiero seguir con mi
cháchara interna y esperar a estar lista para soltar. No pienses
que encontrarás en sus palabras una confirmación a tus
conclusiones, es posible que la mayoría de las veces encuentres
que te empuja y contradice, sobre todo si le has expresado tu
opción de despertar y ampliar tu conciencia. Muchas creencias

111
que tienes arraigadas comenzarán a caer y temblarán tus juicios
de bueno y malo.
A veces, cuando alguien me pregunta sobre cómo sé si
la voz que escucho viene en realidad de mi esencia y no de mi
mente-ego, bromeo diciendo: ¡Muy fácil, lo que me dice mi Ser
Superior por lo general no me gusta, en cambio, yo suelo tener
muchos argumentos para encontrarme la razón! Créeme, es más
difícil confundir la voz del ego con la de nuestra divinidad, que no
hacerlo. La práctica te lo demostrará y cuando sientas dudas, te
sonreirás comprendiendo de quien vienen esas dudas y por qué
las formulas.

¿Qué desea nuestro Ser Superior para nosotros?

Según mi experiencia, el Ser Superior no tiene un plan


para nuestras vidas, no tiene juicios respecto a nuestras
elecciones y, por lo general, no interviene en nuestro camino,
excepto que se lo pidamos explícitamente. Nuestro Ser Superior
nos acompaña y facilita nuestras experiencias, apoyándonos y
alentándonos. Si decidimos cambiar de ruta, el nos apoyará en
nuestro nuevo camino. Nuestra divinidad nos recuerda quiénes
somos y nos enseña que nuestro insoslayable destino es
fundirnos con Dios, con el Todo que es la energía del amor,
sobre la cual está sostenida toda la Creación.
Nos cuesta creer que no haya una ruta “correcta” hacia
un destino establecido o una importante misión de vida que
realizar. Nos cuesta creer que con sólo estar vivos, estamos
cumpliendo nuestra misión y que cada paso es bendito e
importante pues nos conduce hacia nuestro destino. Son muchas
las rutas, podemos escoger un sin fin de caminos y todos ellos
nos conducirán a una única y eterna conclusión: sólo el Amor es
la respuesta.
No podemos obligarnos a amar, el Amor es una
consecuencia. El primer paso: ser capaces de reconocer cuán
lejos hemos vivido del verdadero Amor. O lo que es lo mismo, ser
capaces de reconocer que fracasamos al creer que teníamos que
hacer “meritos” para demostrar nuestra valía y ser dignos de ser
amados.
No sabemos Amar y nunca lo aprenderemos, pues al
igual que la llama no tiene que aprender a iluminar, pues esa es
su naturaleza, nosotros no tenemos que aprender a Amar, sino

112
permitir que nuestra naturaleza se manifieste. Mientras no demos
ese permiso, andaremos por la vida a tropezones, adoloridos y
perdidos, con la oculta esperanza que algo inusitado ocurra, algo
que nos dé lo que tanto ansiamos, que nos dé esa paz interior
que necesitamos con más urgencia que respirar.
Dentro nuestro guardamos el tesoro de nuestra esencia
incorrupta, lista para manifestarse e iluminar el corazón de
quienes nos rodean: ¡Nuestra misión es permitir que ello ocurra!
Pídele a tu Ser Superior que te conecte con la más alta
de las vibraciones amorosas, cuéntale que hoy optas porque tu
naturaleza amorosa se revele, pídele que ilumine cada acto de tu
vida con la energía universal del Amor. Te llevarás muchas
sorpresas, pues es posible que algunos de tus juicios respecto a
la forma en que se “debe” manifestar el Amor, comiencen a
temblar.

¿Qué peticiones podemos hacerle?

Eso es algo que tendrás que ir explorando por ti mismo.


Hay personas que le piden a su Ser Superior un lugar para
estacionar su vehículo y parece resultarles. Otros le piden ayuda
en sus trabajos, que les analice un sueño, una piel hermosa y
muchas otras cosas. Yo también lo he hecho de esa forma y en
algunas ocasiones he tenido sorprendentes resultados en
algunas áreas, en cambio en otras no he tenido una respuesta
clara y directa a mis peticiones. Siéntete libre de explorar, usar tu
creatividad y encontrar tu propia fórmula.
Por mi parte, he ido soltando las peticiones. De a poco,
he entrado en un estado de confianza y aceptación tal, que siento
que la existencia me proveerá de las experiencias que mi
proceso de despertar y toma de conciencia requieran. Cada vez
tengo menos peticiones y deseos concretos, cada día estoy más
enfocada al agradecimiento de lo que el Universo me regala que
a satisfacer supuestas necesidades. Con el tiempo y la distancia
he podido comprobar que muchas de las situaciones poco
deseables en mi vida, han traído más de una bendición, que
quizás en su momento no entendí, pero que luego se me
revelaron mágicamente.
Si recibo maravillosas bendiciones a diario, cariño por
montones, alegrías donde vaya ¿a qué fin le voy a estar pidiendo
a mi Ser Superior cumpla deseos que ni siquiera estoy segura

113
que satisfarán una necesidad real y duradera en mi vida o que tal
vez son sólo mezquinas demandas de mi ego que clama por
atención?

¿Podemos ponerlo a prueba?

Como ya lo he dicho antes, cada quien puede forjar la


relación que desee con su Ser Superior. Algunos podrán tener
una relación más amistosa y directa, otros más ceremoniosa,
otros una relación distendida y divertida, algunas personas me
han dicho que se encuentran con un Ser Superior similar a un
padre severo. Tu Ser Superior se manifestará de la forma en que
tú necesites que lo haga, para que puedas confiar y sentirte a
gusto con su voz.
La forma en que me relaciono con mi divinidad es
diferente cuando escribo, cuando converso con él a diario,
cuando lo hago en grupo y frente a otra persona. Cuando
escribo, la mayor parte de de las veces o al menos durante el
primer tiempo, el lenguaje empleado es más ceremonioso y el
mensaje menos personal, los mensajes son escritos para ser
compartidos y contienen palabras que puedan servirle a todos los
que lean. Cuando converso con mi Ser Superior a diario, ya sea
en medio de mi vida cotidiana o en estado meditativo, el lenguaje
es informal, muchas veces tierno y acogedor, en otras ocasiones
es alegre y divertido, algunas veces intercala algunos retos y
desafíos e incluso algunas pequeñas ironías algo punzantes. Me
agrada esta forma de conversar directa e informal, me siento
acompañada de un sabio y viejo amigo, que me conoce en
profundidad.
Me gusta mucho jugar con mi divinidad, pedirle
confirmaciones y desafiarlo a que me envíe señas. Son muchos
los canales que el Ser Superior puede usar para comunicarse, en
ocasiones nos habla a través de un programa en la televisión, de
la boca de un amigo, en el párrafo de un libro, en la letra de una
canción, en un sueño, sólo es necesario poner atención y el
mensaje llegará.
Recuerdo en una ocasión haber estado leyendo un libro
justo antes de dormirme. En ese libro, el autor hablaba del
Espíritu Santo y de cómo le había pedido confirmación de su
existencia, obteniendo de forma instantánea la respuesta, me

114
quedé dormida diciéndole a mi divinidad que yo también le pedía
una confirmación así de inmediata y clara.
Aunque pensé que tendría algún sueño revelador,
desperté algo desilusionada pues nada pasó en la noche.
Mientras desayunaba me llamó una de mis hijas, que se
encontraba en un retiro espiritual y me pidió que fuera a una misa
de cierre. Me presenté gustosa de acompañarla, ya sin
acordarme de mi petición. La misa se realizó en una diminuta y
hermosa capilla, cuando llegó la hora del sermón, el sacerdote
dijo: Hoy hablaremos del Espíritu Santo y comenzó a describir
muchos de los conceptos que yo había estado desarrollando y
que comparto en este libro. Mi emoción no pudo ser mayor, con
lágrimas en los ojos le agradecí a mi Ser Superior esa clara
confirmación de que su presencia habita en los más diversos y
variados rincones de mi vida.
Atrévete a explorar, juega con tu divinidad, experimenta
diversos canales de comunicación, desafíala, pide pruebas,
apoyo y confirmación. Sentirás la delicia de comprobar que ¡No
Estamos Solos!

¿Mantener estas conversaciones me ayudará a cambiar y


superar muchas cosas en mi vida?

Mantener estas conversaciones, es probablemente la


forma en que manifiestas tu intención de cambiar y desear el
cambio es de por sí el mejor inicio.
Sentirnos conectados con nuestra divinidad, pedir estar
alineados con el amor, es una forma de detenernos de la
vorágine de la vida cotidiana que nos impulsa a vivir estresados y
descentrados. Hay muchas formas en que puedes detenerte y
recordarte a ti mismo cuál es el verdadero rumbo y sentido que
quieres darle a tu vida. Es muy fácil olvidar cuáles son nuestras
verdaderas prioridades y gastarnos en los medios olvidando el fin
que queremos conseguir, como esos sacrificados padres de
familia que en pos del bienestar de su familia trabajan 15 horas
diarias, privando a sus seres queridos de su compañía y
perdiéndose el placer de compartir con ellos.
Solemos ser seres rutinarios que repetimos en forma
automática una y otra vez las mismas acciones, sin detenernos a
evaluar el nivel de satisfacción que estamos obteniendo con la
mayor parte de nuestras decisiones cotidianas, tener un ancla

115
que nos permita detenernos sirve de gran ayuda para salirnos del
piloto automático. Existen muchas formas para hacerlo, meditar,
hacer yoga, tener un grupo de crecimiento espiritual, asistir a
cursos y escribir son sólo algunas de ella, conectarnos con
nuestra sabiduría interna es otra forma, muy poderosa dicho sea
de paso.
La manera que uses para detenerte no hará el trabajo ni
provocará el milagro, tu intención y tu opción sí lo harán, lo
cambios que puedas obtener serán tan potentes como las ganas
que pongas en conseguirlos, recuerda que llevas toda una vida y
probablemente muchas vidas dormido, ten paciencia y no
permitas que los aparentes retrocesos te desanimen. Despertar
no requiere tanta disciplina ni esfuerzo, pero si una buena cuota
de voluntad e intención.

El Ser Superior y nuestras relaciones

Por lo general, para muchos las relaciones son un


verdadero desafío, fuente de muchas satisfacciones, pero
también de mucho drama, roces, conflictos y sentimientos
heridos. Algunas personas tienen una relación difícil con su padre
o madre, otros con algún hermano o con una amiga, quizás con
algún hijo o con alguien del trabajo, muchos con su pareja. No
basta con el cariño o con el deseo de relacionarnos
armoniosamente, para que esto suceda de forma espontánea.
Las relaciones suelen pasar por ciclos, periodos de
acercamientos y alejamientos, de armonía y discordia, suelen ser
un sube y baja del cual nos vamos haciendo verdaderos adictos,
llegando a creer que es la única forma en que podemos manejar
las relaciones con quienes amamos. Aunque en ocasiones nos
cueste reconocerlo, somos seres carentes relacionándonos de
distintas formas con otros seres también carentes. Las personas
que se nos presentan en la vida nos sirven de verdaderos
espejos en los cuales podemos observarnos y ver cómo, en
definitiva, nos relacionamos con nosotros mismos.
Tenemos la fantasía que una relación nos puede dar
aquello que nos falta. Pensamos que a través de la pareja, de los
hijos o de las amistades, conseguiremos satisfacer nuestra
necesidad de sentirnos valiosos. A veces, depositamos en alguna
persona esa fantasía y nos enfadamos cuando consideramos
que nos falla en hacerla realidad.

116
Por ejemplo, una persona con baja autoestima estará
continuamente esperando que su pareja, su jefe, un colega o un
amigo la ayuden a reafirmarse. Cuando esto no suceda, es
posible que se sienta herida y decepcionada, proyectando sobre
el otro su incapacidad de valorarse. De esta forma, evitará
hacerse responsable de su carencia y responsabilizará a otro de
su incomodidad. En las relaciones solemos exigirle al otro que
nos complete, en circunstancias que no somos capaces de
completarnos a nosotros mismos.
Una vez que logramos comprender este mecanismo del
ego, podemos usarlo a favor nuestro y comprender que las
relaciones nos regalan una certera herramienta de auto
conocimiento, que nos permite comprender y reconocer esos
aspectos que nos negamos a reconocer. Si además, solicitamos
a nuestro Ser Superior que nos ayude, encontraremos en las
relaciones una maravillosa oportunidad de auto liberación. Esa
relación difícil es la que más puede enseñarte sobre ti mismo. Si
somos exigentes con nosotros mismos, lo seremos con quienes
nos rodean, si en forma continua luchamos contra nuestra
irresponsabilidad, entonces detestaremos a quienes
consideramos irresponsables.
Recordemos que somos seres totales, dentro de
nosotros habitan todos los potenciales del Ser. Sin embargo,
dada nuestra historia y la interpretación que hemos hecho de
ella, hemos ido negando ciertos aspectos de nuestro Ser y
enfatizando otros, así configuramos lo que solemos llamar
personalidad y que no es más que los límites que nos ponemos.
Mientras más energía le damos a negar o enfatizar un aspecto de
nuestro carácter, más se nos presentarán personas que nos
muestran esa parte con la cual no hemos logrado armonizar.
La presencia del otro nos regala no solamente una forma
de conocernos, la presencia del otro nos brinda la maravillosa
oportunidad de aprender a amar. Nuestra esencia es amor,
sabiduría y poder creativo. Estas características siempre están
intentando manifestarse, necesitamos amar y cada persona que
se nos cruza, nos da la oportunidad de mirarnos en sus ojos y ver
en ellos a Dios mismo. Si no fuera por el otro, sería muy difícil
aprender a experimentar el amor en este plano.
Cuando en tus relaciones se produzcan circunstancias
que despierten en ti reacciones negativas, expresadas o no,
entonces no te gastes en justificar quién tiene la razón, ni te

117
permitas responsabilizar al otro de tus emociones; menos aún
uses a terceros para descargarte. Simplemente reconoce que en
ti se ha despertado un aspecto oculto y pídele a tu Ser Superior
que irradie luz en tu interior. Regálale las emociones que no te
gustan y él las transformará en amor. Para hacer esta solicitud no
necesitas ninguna ceremonia ni ritual, sólo necesitas estar atento
y cuando sientas que se despiertan en ti sentimientos negativos,
ya sean estos de miedo, rabia, frustración, sentido de baja valía,
poco reconocimiento u otros, invoca la presencia de tu Ser
Superior, siente como su luz te inunda y permite que la paz bañe
tu interior.
Cuando recién inicié mi proceso de toma de conciencia,
gastaba mucha energía en entender los mecanismos del ego
presentes en mis relaciones. Intenté encontrar explicaciones en
otras vidas, en mi niña interna herida, en mis proyecciones sobre
el otro. Me preguntaba una y otra vez qué parte mía, no resuelta,
me mostraba esa persona ante la cual se despertaban
emociones automáticas no deseadas. Sin embargo, pronto
comprendí que mientras más atención le damos al ego, más
atención nos pide.
Leyendo el libro Un Curso de Milagros, aprendí a
regalarle al Espíritu Santo, que para mí es un concepto muy
similar al de Ser Superior, aquellas emociones que me limitan y
esclavizan. Mágicamente, este simple acto de soltar, me provocó
una plácida sensación de libertad. Para poder realizarlo es
necesario aprender a reconocer nuestras emociones, sin juicio,
sin negación y sin condena. No somos nuestras emociones, las
hemos grabado en nuestro campo energético a lo largo de
nuestra vida, pero no somos ellas, sino que somos quien las
experimenta.
Como hemos pasado la vida entera fingiendo estar bien
cuando estamos tristes, controlando el enojo, haciéndonos
sordos a nuestras frustraciones, cada vez somos menos capaces
de identificar qué es lo que estamos sintiendo. Cuando esas
emociones, no reconocidas, no encuentran un canal a través del
cual transmutarse, entonces las somatizamos en dolores de
cabeza, en contracturas y otros padecimientos,
responsabilizando a la persona que tenemos en frente, por la
incomodidad que se está manifestando en nuestro interior.
Si te cuesta reconocer tus emociones a través de las
incomodidades que el otro despierta en ti, entonces obsérvate

118
cuando comienzas a argumentar que el otro está errado, que su
proceder no es el adecuado, que no actúa como tú lo harías si
estuvieses en su lugar, que tú no mereces ese trato. No es
necesario que definas esa emoción ni que la analices, ni que la
justifiques, sólo necesitas reconocer y liberar. No permitas que el
ego se apodere de tu determinación de ser libre, esclavizándote
aún más en sus intricadas manías de analizarlo todo.
Simplemente habla con tu Ser Superior. Dile: Reconozco
la oscuridad que habita en mí y te pido que la llenes de tu Luz.
Esa sola frase puede cambiar de manera rotunda tus relaciones,
con ella no sólo te estás haciendo responsable de tus emociones,
sino que además estás liberando al otro de la pesada carga de
ser el responsable de lo que tú sientes. Quizás al principio,
requieras sentarte a analizar lo que el otro despierta en ti, quizás
te cueste en el momento reconocer tus reacciones emocionales,
pero de a poco podrás darte cuenta incluso de las sutiles
reacciones físicas asociadas a tus emociones y podrás de esta
forma invocar a tu Ser Superior en medio de una conversación,
de una reunión de trabajo, en una fiesta o en la intimidad de tu
vida familiar.
Cuando descubrí que mi Ser Superior podía liberarme sin
necesidad de comprender el proceso emocional interno que
estaba involucrado, poco a poco comencé a disfrutar cada vez
más la presencia del otro. Liberada del juicio respecto a cómo los
otros tienen que ser y de mi necesidad de responsabilizarlos de
cómo reaccionaba mi cuerpo emocional, de a poco mis
interpretaciones sobre las personas a mi alrededor comenzaron a
cambiar. De pronto, esa frase irónica no fue un ataque hacia mí,
sino un mecanismo de defensa; esa falta de interés por mis
temas, dejó de ser falta de interés hacia mí y pasó a ser una
petición de atención; el gruñido de mi hija ya no era en mi contra,
sino sólo algo relacionado con ella. Liberar al otro me ha
permitido verlo y, desde esa mirada, aprender a amarlo.
Por supuesto aún hay relaciones en mi vida que se me
hacen difíciles, aún veo en los demás actitudes que no
comprendo, intereses que no comparto, caracteres que no
compatibilizan conmigo y que aún invocando a mi Ser Superior
no logro trasmutar en Luz. Pero ahora comprendo que todo eso
no tiene que ver con el otro, sino conmigo y mis emociones.
Entonces, en esos casos, cuando es posible hacerlo, prefiero

119
retirarme y liberar al otro de recibir la energía negativa que se
despierta en mi interior ante su presencia.
Recuerda que la presencia del otro, es una maravillosa
posibilidad para manifestar tu esencia amorosa. De la plena
aceptación de tu ser podrás evolucionar a la aceptación del ser
del otro y, desde allí, a la manifestación y reconocimiento de tu
verdadero SER.

El Ser Superior y nuestra salud

Nuestra salud es, en muchos casos el reflejo de la forma


en que nos relacionamos con nuestro cuerpo, con nuestras
emociones y de cómo empleamos nuestros pensamientos. Si
ponemos atención en nuestros problemas de salud, sobre todo
en aquellas molestas limitaciones físicas que ya hemos aceptado
como parte intrínseca de nuestro ser: Acidez, dolor de cabeza,
contracturas, constipación, alergias, etc., de a poco podemos ir
dándonos cuenta de la causa que las origina.
Acepta que tu naturaleza es gloriosa y tu estado natural
es la salud, si te alejas de esa condición, es más que probable
que alguna situación emocional no resuelta se esté manifestando
de esa forma. Al igual que en las relaciones con otras personas,
en la relación con tu cuerpo, pídele a tu Ser Superior que
intervenga y te ilumine, pídele que lleve Luz a la oscuridad, que
te aliente a alimentarte de manera sana y a tener hábitos
saludables para tu organismo. Acepta tus dolencias como
experiencias, que no te definen ni te limitan, muchas veces son
consecuencias de actos inconscientes de tu pasado. Acoge estas
limitaciones, no les restes valor, son mecanismos a través de los
cuales tu cuerpo clama por atención, pero tampoco te enjuicies ni
sientas que no avanzas o que la vida se empecina contigo, sólo
trata de aprender, aunque parezca un contrasentido, a disfrutar
de esa experiencia.

120
CAPITULO 9: Comunicaciones con mi
Ser Superior

121
122
Durante un par de años he estado escribiendo estas
conversaciones, las cuales comparto, luego de ser adaptadas
para ser incluidas en este libro. Las modificaciones que le he
hecho no tienen relación con el contenido de fondo, sino que en
lo principal tienen que ver con la forma en que se entregan los
mensajes y la voz personal a quien se dirigen.
No puedo dejar de comentar que, cuando estaba
terminando de escribir este libro, se hizo público en Chile el caso
de una mujer, líder de un grupo religioso, que estaba siendo
investigado pues se descubrió que habían inhumado ilegalmente
a una de sus miembros luego de que dio a luz a su hijo, la
muchacha falleció producto de una hemorragia que no se
controló por falta de atención médica. El caso despertó mi interés
y no pude dejar de asombrarme cuando leí en los periódicos que
la líder de ese grupo había quedado exenta de ser condenada,
pues se encontró un diario de vida en el cual había registrado
unas supuestas conversaciones que ella mantenía con Dios. La
corte declaró que padecía de “demencia con delirio místico” y
por lo tanto no era responsable de sus actos.
El error que ese grupo cometió desató una verdadera y
moderna caza de brujas, a pocos pareció interesarle el fondo de
esos escritos ni cómo contribuían a la paz espiritual de los
miembros del grupo en cuestión. No voy a opinar de la líder ni del
contenido de sus mensajes, pues lo desconozco. Lo que si les
puedo compartir es que al leer esta noticia, me llamó mucho la
atención la sobre reacción que tuvieron los medios. Debo
confesar que me invadió el desconcierto y se despertaron en mí
muchas dudas, no pude dejar de preguntarme: ¿Estaré yo
padeciendo delirio místico?, ¿Estaré estimulando con este libro a
que otros lo padezcan? Y lo que es peor ¿Me estaré poniendo en
evidencia al publicarlo?

Luego de reflexionarlo profundamente me respondí: ¡No


me importa!

Si las palabras de los mensajes que leerán a


continuación son producto de un delirio místico, pues ¡bendito
delirio! que me regala tal claridad y sabiduría. Sabiduría que hoy
baña mi vida, la de mis seres cercanos, de las personas que leen
mis mensajes, de quienes buscan en una canalización una luz de
esperanza que los guíe.

123
La mayor parte de las veces las conversaciones con mi
divinidad, son muy íntimas y personales y se mezclan con mis
pensamientos a lo largo del día, mientras realizo mis actividades
cotidianas. Pero, de tanto en tanto, me siento impulsada a
escribir y muchas veces he podido comprobar que las palabras
que contienen llevan a Luz a las personas que las leen.
Te regalo los mensajes que mi Ser Superior me ha
entregado con la seguridad de que sus palabras, moverán fibras
en tu interior y llevarán comprensión a tu vida. Puedes leerlos
uno a uno, saltados o por párrafos. Más importante que las
palabras y el contenido es la energía que tienen impregnada.
Léelos todos a la vez o sólo de a uno, en traguitos cortos, o
simplemente abandona la lectura de este libro, coge un lápiz o ve
al computador y escribe tus propios mensajes dictados por tu Ser
Superior.

124
Así como eres, así eres perfecto

Te pasas los días diciéndote cómo debes ser, intentando


cambiar, comparándote con los demás y con la figura
idealizada que tienes de ti mismo.

En tu confusión sientes que la existencia se equivocó


contigo, sientes que no naciste en el lugar adecuado ni en el
momento oportuno ni rodeado de las personas correctas y
debido a esta confusión gastas la vida en lamentaciones
infructuosas que a nada te conducen, en vez de sentarte a
reconocer todo el disfrute que mereces experimentar por ser
quien eres.

Inventas mil artilugios para explicarte por qué la existencia


se equivocó contigo, es mi karma, te dices; es lo que tengo
que aprender, te explicas; es un desafío, es un reflejo de mi
mismo, los demás son los responsables. Sólo palabras para
distraerte de lo verdaderamente esencial que eres tú.

Mira a tu alrededor, observa la naturaleza, observa el


cosmos, de esa observación comprenderás muchas cosas
de ti mismo. ¿Qué es perfecto para la naturaleza? La
naturaleza no se detiene a pensar en perfecciones, la
naturaleza simplemente es y se expande de infinitas formas,
equilibrando la multiplicidad de energías que confluyen
hacia el acto de crear. Lo mismo sucede contigo, la sabiduría
de la naturaleza se ha expresado en tu ser, en ti se han
equilibrado una infinidad de factores construyendo el tú que
eres ahora.

¿Te ha tocado una vida que calificas de difícil? Pues no te


castigues haciéndola aún más pesada, levantándote cada día
desanimado y cabizbajo, más bien compénsate y prémiate
por el esfuerzo que has puesto en el camino recorrido.

¿Te ha tocado una vida que calificas de fácil? Pues no la


malgastes quejándote sobre cómo es el mundo, más bien
agradece lo mucho que valoras quien eres y lo que tienes.

125
Párate frente a un espejo y mira fijamente a los ojos a ese
ser valiente y corajudo que eres, si has llegado a este punto
y has podido respirar todos estos años a pesar de lo difícil
que te lo has hecho, entonces mereces todo tu respeto y
admiración.

No eres mejor que tu hermano, ambos son obras del mismo


material divino, pero tampoco eres peor que él, no necesitas
parecerte a nadie ni que te digan cómo tienes que ser. Si
por un segundo comprendieras esto, entonces toda la
existencia se revelaría antes tus ojos, mostrándote todo su
esplendor y perfección. Si por un segundo comprendieras
esto, entonces todas tus mezquinas y pequeñas rencillas se
desarticularían al instante, pues ¿Qué le puedes exigir o
reclamar al otro, que siento tan perfecto como tú no es ni
mejor ni peor, sino tan sólo la divina manifestación de
multiplicidad de factores que al equilibrarse crean una
persona?

Ponte a pensar por un momento la cantidad de hilos que se


tuvieron que entrecruzar, que enredar, que anudar, que
desenredar, que desanudar, que entrelazar para ser quien
eres, ¿Tienes conciencia del tremendo esfuerzo que has
puesto en ser quien eres? ¿Para qué habrías ahora de
enojarte con tu obra? ¿Acaso de ese enojo surgirá una
persona mejor?

Todo lo que puedas querer ser ya lo eres, todo lo que buscas


encontrar ya lo tienes, todo lo que ansías poseer ya lo
posees.

Si crees necesitar algo que no tienes, si sufres por algo que


te falta, si no logras sonreír por algo que no consigues,
entonces créeme ese algo no tiene que ver contigo, ese algo
te lo han impuesto.

Alguien te dijo que para ser feliz necesitabas más dinero, ser
más sano, más virtuoso o talentoso, alguien te mintió
diciéndote que así tal como eres y con lo que tienes no
podrías ser feliz y tu le creíste, sucumbiste en el engaño,
porque ese engaño te permite sufrir y sufriendo te han dicho

126
que se alcanza la Gloria. Pero te he de decir que para
conseguirla no tienes nada que hacer, pues ya habita en ti.

Tú eres perfecto así como eres, ¿Cuánto tiempo más


postergarás el disfrutarlo?

127
Actitud de Paz y Alegría ante la vida

Tú ya has conocido esa paz y alegría interior que tanto


añoras, pudo ser al mirar un paisaje, al escuchar una
música, al sentir un aroma especial que te hace evocar
recuerdos agradables, al mirar el fondo de los ojos de un
inocente niño.

Esa sensación que se despertó no estaba en el paisaje, ni en


la música, ni en el aroma, ni en la mirada del niño. Esa
sensación de alegría y paz estaba en tu interior y fue
despertada por el paisaje, por la música, por el aroma, por la
mirada del niño.

Esa sensación habita en ti en todo momento, es el regalo


que llevas en tu interior que te permite recordar quién eres.
Tú no eres las experiencias que estás viviendo, tú no eres
las emociones que se despliegan en ti, tú no eres ni tus
miedos ni tus rabias, ni siquiera tus aciertos, ni tus
generosidades, ni tus pensamientos, tú eres Luz Divina
incandescente que alumbra todo cuanto te rodea, tú eres el
eterno Creador hecho carne, tú eres la Luz que tanto buscas,
tú eres un humano divino listo para desplegar tus alas
angelicales.

Cuando recuerdas quién eres, la paz y alegría interior que


habita en ti se manifiesta, cuando recuerdas quien eres esa
paz y alegría interior toca a todos quienes te rodean, cuando
recuerdas quien eres te das permiso para salir del engaño en
que te has auto impuesto estar.

Yo te esperaré todo lo que tenga que esperar para que


vuelvas a Mi, yo te seguiré enviando flechazos de Luz que te
recuerdan quien eres y tú seguirás pensando que el paisaje,
el aroma, la música o la mirada del niño te emocionaron y
eso es perfecto pues no tengo un itinerario para ti y no hay
plazos que te apresuren para abrazar la eternidad.

Indefectiblemente Mi regalo se expandirá y hará que cada


vez más momentos gloriosos, que nada tienen que ver con

128
lo que te sucede o deja de suceder, ocurran y esos
momentos gloriosos te hablarán de Dios.
No importa quién te crea, no importa quién te mida, no
importa quién te observe, tú y Yo lo sabemos:

¡La Gloria ha llegado, mi Gracia te baña y todo lo que te


rodea se ilumina, Alabado sea el Padre, su hijo lo ha
recordado!

129
Estar al Servicio

El camino del despertar es un camino sin retorno, una vez


que la conciencia se filtra en tu quehacer, ya nada puedes
hacer para apelar a la inconsciencia como justificación.

Cuando llegas a un punto en el que comprendes que no hay


exigencias que cumplir y que en el aquí y al ahora se
encuentra el Reino de los Cielos, entonces sientes que
necesitas hacer algo por aquellos que sientes se están
perdiendo de este regalo.

En ese momento los demás aparecen frente a tus ojos.


Comprendes que el camino hacia Mi, está en el otro, lo cual
es muy hermoso, como hermosos fueron los tramos que
recorriste para llegar a esa conclusión. Entonces, se
despierta en ti un genuino y honesto deseo de estar al
servicio y ayudar al otro.

Pero ¿Quién te lo ha pedido?, ¿Crees acaso que las otras


almas necesitan que alguien las “ayude”?, ¿Crees que el
Padre tiene hijos menos amados? Estar al servicio no
significa decirle al otro cómo debe ser y qué camino debe
recorrer, ni consolarlo por su confusión, tampoco es un
medio para sentirte valioso.

Estar al servicio significa reconocer los talentos que Dios te


regaló o escogiste, es lo mismo, y ponerlos al servicio de tu
Pasión. De esta forma, la Gracia de Dios se expande a cada
persona que tu obra toca.

Si tu pasión es cocinar, cocina en estado de Gracia, si tu


pasión es el deporte, entrena en estado de Gracia, si tu
pasión es ganar dinero, gánalo en estado de Gracia.

Cuando ejerces tu pasión en estado de Gracia, lo haces en


beneficio propio, pero también en beneficio de todos
quienes serán tocados por tu obra.

130
Cada ser humano, en su interior sabe a ciencia cierta qué es
lo que más le agrada hacer, puede que no quieras
reconocerlo, puede que sientas que es algo poco importante
y preferirías ejercer tu estar al servicio de una forma más
brillante y reconocida, pero con esta actitud sólo estas
postergando tu plenitud.

Que mi Energía se expanda, que el manto de mi Amor te


cubra y que la Paz tan anhelada se manifieste.

131
La Vida Cotidiana

La vida, tu vida, es la suma de millones de momentos


cotidianos, la forma en que vives cada uno de ellos refleja
hasta qué punto estás despierto y qué es lo que significa
estar despierto.

La mayor parte del tiempo te encuentras dormido,


desconectado de tu entorno y de tu cuerpo, conectado con
una maraña de pensamientos, que no paran de evaluar,
proyectar y alucinar.

Muchas personas andan por la vida en un estado de


somnolencia, que apenas les permite identificar las
emociones que se gatillan en su interior.
Dentro de su cuerpo se despiertan una diversidad de
emociones que, al no ser reconocidas, se manifiestan en
forma de malestares corporales.

Al no saber identificar lo que produce esa incomodidad, en


un acto de comprensible supervivencia, buscan una
explicación y proyectan al exterior ese malestar,
culpabilizando a otra persona, a las condiciones climáticas,
al exceso de trabajo, a la falta de tiempo, a la salud misma o
a la congestión del tráfico. Cualquier cosa es útil a la hora de
proyectar el malestar.

Toda tu cotidianidad es un hermoso regalo, cada acto de tu


sagrada vida es una oportunidad de manifestar tu
creatividad. Cada segundo en tu auto, en una fila en el
banco, en una rutinaria tarea diaria, es una posibilidad de
disfrutar y gozar de la presencia de Dios manifestada ti y en
el otro.

Cuando estás despierto puedes sentir este gozo eterno, que


es Dios, en todas tus actividades. Cuando estás dormido
estás tan concentrado en buscar hacia dónde proyectar tu
malestar interno, que te pierdes de la emoción que la
aventura de Ser te regala.

132
Has llegado a este estado de somnolencia después de miles
de años de experiencia humana, toda ella resumida hoy en ti.
¡Hasta ahora ha sido perfecto que así sea! Pero hoy estás
asumiendo el maravilloso poder de reconocer quien eres, de
permitir que se manifieste la divinidad que habita en ti. Hoy
la vida se transforma ante ti y comienzas a reconocer que
existe un gozo supremo que sólo puedes alcanzar a través
de tu cotidianidad, esa cotidianidad que compartes con cada
ser que te rodea.

Una persona despierta, es alguien capaz de detectar el


despliegue de sus emociones en cada segundo de su vida,
sin juicio, acogiéndolas con respeto. Es alguien que, en
cuanto comprende que está proyectando su malestar interno
hacia algo externo, suavemente se repliega e ilumina esa
parte que está en oscuridad haciéndose cargo de sí mismo,
sin responsabilizar a otros.

Es alguien que no está dispuesto a perderse la Gracia de


Ser, culpando a algo o alguien de sus elecciones y que ya no
desea vivir su vida siendo un cuerpo dormido que sueña que
la vida es un castigo.

Alguien despierto sabe que la vida con todos sus matices, es


un regalo que Dios mismo le ha entregado a cada uno de sus
hijos predilectos.

La vida cotidiana, en apariencia tan irrelevante, es un


tremendo desafío lleno de maravillosas posibilidades de
expresar la magia de SER.

133
Creatividad

Muchas personas están sintiendo la necesidad de ser


creativas, algunos tienen deseos de pintar, de levantar un
negocio, de instalarse con algún centro de sanación, de
dictar seminarios, de escribir un libro.

Llegó la hora de concretar todos esos proyectos. Lo primero


es empezar, no importa cuán modestamente lo hagas, ese
simple acto pondrá al Universo a trabajar para ti, pues
reflejará la manifestación de tu intención.

Si dudas lo que en realidad deseas hacer, aunque sientes la


inquietud interna de saber que hay algo que deseas hacer,
sólo piensa qué es lo que más disfrutas haciendo.
Entonces, disminuye el tiempo que inviertes en actividades
que te consumen energía y que podrías estar dedicando a tu
pasión y ¡comienza de una vez!

Toma el pincel, compra la camilla terapéutica, comienza a


dictar tus charlas, aunque sea gratuitamente, invierte una
pequeña suma en lo que deseas comercializar, pon un
pequeño aviso difundiendo lo que deseas realizar, compra
folletos del lugar donde quieres ir, arma ese blog con tus
escritos, toma ese cursillo.

Anímate, da el primer paso y al expresar tu creatividad,


invoca Mi nombre y déjame el trabajo duro, tú simplemente
comienza a disfrutar.

134
Lo que Hago, Lo que Pienso, Lo que Siento

Somos parte de un Todo, cualquier separación que hagamos


es una ilusión y una metáfora útil para ayudarte a
comprender.

Tienes un centro de cristal, un centro crístico, una chispa


divina que te engalana, esa chispa Soy Yo en ti.
Conteniendo este centro de cristal, está tu cuerpo que no
sólo lo moviliza, sino que además lo lleva al mundo
concreto.

Mi más alta intención eres tú, la coordinación entre ambos


es tu mente ¿ves que importante es esa mente que algunos
se han afanado en desprestigiar y han pasado vidas
completas intentando acallar?

El cuerpo es la antena que te permite captar cuando la


coordinación entre mente y centro crístico está desfasada y
alejada de Mi intención, lo cual sucede cuando la mente saca
conclusiones respecto a lo que Yo quiero manifestar.

Cuando la mente funciona en armonía con Mi intención el


cuerpo vibra y salta de alegría, si por el contrario tus
pensamientos y por lo tanto tus acciones desarmonizan con
Mi intención, entonces el cuerpo chirrea enfermándose.

Podríamos decir que tus sentimientos son el canto que se


produce cuando tu mente intenta coordinarse Conmigo. Si
esa canción es dulce y alegre Mi más alta intención ha sido
llevada a cabo, si esa canción es amarga y triste, te estás
alejando de mi.

¡Bendito regalo te ha sido dado!

Por este motivo no se puede enseñar a ser feliz, la felicidad


es la conclusión final, única y eterna, respecto de quién eres.

135
¿A quién está escuchando tu mente cuando tus emociones
son un canto amargo? A mí no, tenlo por seguro, pues tu
bien es el mío y nunca te llevaría al sufrimiento.

Cuando en vez de escuchar-Me, escuchas creencias


transitorias que fueron solidificas en verdades absolutas y
universales, entonces tu cuerpo reacciona mostrando la
desarmonía. Estas creencias, aceptadas como verdades,
comprenden no sólo las buenas costumbres, sino la
definición de lo que debes y no debes hacer, lo que debes y
no debes sentir, lo que debes y no debes pensar. De quien
eres y de quien Soy.

Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, digas lo que


digas, eres mi bien amado. Mis brazos te rodean y mi
corazón se regocija al sentir como despiertas.

La mitad del sufrimiento de la humanidad se curaría al


instante si tan sólo algunos pocos comprendieran la
verdadera dimensión de vuestro valor, ese día pensarás,
sentirás y harás sólo una cosa: ¡Llevar a cabo el plan que
juntos hemos diseñado, que es manifestar el AMOR!

136
A ti que estás confundido

A ti que estás confundido me dirijo.


Si estás frustrado, si estás preocupado, si crees que te hace
falta algo para ser feliz, si crees que tu vida no es cómo
quisieras que sea, entonces a ti te estoy hablando.

Ha llegado la hora que abandones tu confusión y


comprendas: tu valor no radica en tus logros, ni tus logros
son una medida de tu valor. Deja de responsabilizar a las
circunstancias de tu vida por tu grado de plenitud, ser pleno
es tu estado natural, es tu confusión la que te impide darte
cuenta lo feliz que ya eres.

Eres un humano divino creando la magia de ser tú, sólo por


ese hecho eres una sagrada obra de arte, digna de ser
admirada. Comienza a admirar la obra que eres, en ello
radica tu grandeza.

Eres la escultura y el escultor, el cincel es tu intención y la


roca la existencia. Deja de quejarte por la existencia y
comienza a explorarla y bendecirla, pues ella te permite
manifestar tu magnificencia.

Sólo del reconocimiento y aceptación de las circunstancias


de tu vida, podrás descubrir la gloriosa escultura que
permanece dormida en tu interior, esperando ser revelada
por la habilidad de quien la esculpe. Ese escultor eres tú
amado humano confundido, que olvidas tu divinidad y te
distraes creyendo que un trabajo, una cuenta corriente, una
pareja, un automóvil, un cuerpo sano o experiencias
místicas te darán lo que posees por derecho propio: tu valor.

Quizás a los ojos del mundo existan personas más exitosas,


más valiosas, merecedoras de mayor admiración que otros.
Quizás a los ojos del mundo existan vidas más importante o
atractivas, si quieres seguir viviendo anestesiado por la voz
de la masa, sigue pensando que tu vida no es lo que debería
ser o que carece de brillo.

137
Pero si tu intención es despertar de la hipnosis colectiva,
entonces mira a tu alrededor y descubre la perfección de la
creación, descubre que el universo funciona en base a
equilibrios y que la naturaleza nos regala infinidad de
manifestaciones. Comienza a apreciar lo hermoso que es ser
tú, lo extraordinaria que es tu vida y lo valiente que eres si te
atreves a encontrar el verdadero valor del ser, valor tan
distorsionado en el mundo actual por el valor del tener y
hacer.

Cada ser humano es extraordinario, cada vida es un


Universo, cada historia personal una aventura.

Sé que te confundes, pues por eso cruzo el espacio y el


tiempo, me acerco a tu lado, tomo tu mano y mirándote con
admiración y amor te digo al oído: despierta, para sentirte
pleno sólo necesitas prestar un poco más de atención a las
bendiciones que te rodean y no las desprecies fijando tu
atención en aquello que supones te hace falta para ser feliz.

138
A mí no puedes engañarme

No importa cuánto te distraigas ni el empeño que pongas en


negar quien eres, a mí no puedes engañarme, yo puedo ver
tras la maraña de mentiras e ilusiones con que intentas
confundirte. Tu esencia brilla con tal esplendor que aún
todas esas capas de rabia, miedo y frustración con que la
cubres no pueden opacar su fulgor.

Quizás quieras jugar al olvido, no hay problemas puedes


hacerlo el tiempo que desees, pues para mí no hay plazos ni
apuros, tengo la eternidad para esperar manifestarme en el
momento preciso en que recuperes la cordura.

Yo soy la inmensidad de tus que habitan en ti, soy el


resumen y la integración perfecta de eso justo que dices no
ser, en ti habito y espero el grandioso día en que reconozcas
mi presencia. Soy quien postergas ser, en la presunción que
algo en ti aún no está preparado para serlo.

Sé que te distraes, tantas cosas ¨importantes¨ y ¨urgentes¨ te


mantienen ocupado. -Ya llegará el día-, -Quizás el año
entrante tendré tiempo para recordar-, te dices a ti mismo.
Mientras tanto, consumes tu felicidad como una vela
prendida en una sala vacía, te gastas en desesperada
búsqueda de lo que ya tienes y olvidas que sólo necesitas
detenerte y sentir la plenitud que ya habita en ti.

Mi querido humano confundido, sufres porque sí y porque


no, por lo que no tienes y por lo que sí tienes, pues temes
perderlo. Sufres porque el tiempo se va y lo desperdicias
como si fuese eterno, sufres por el desgaste de tu cuerpo y
lo maltratas como si fuese indestructible. Sufres porque el
amor no llega a tu vida y te tratas a ti mismo con tanto
desamor como si no merecieras ser amado. Sufres porque
no eres valorizado y te das a ti mismo menos valor que las
posesiones que no tienes.

Si tan sólo pudieses por un segundo verte como yo te veo, si


tan sólo por un momento respirases profundo y sintiese tu

139
verdadera vibración, si tan sólo comprendieses lo
infructuoso de tanto afán, entonces tu rostro se iluminaría y
tus ojos brillarían con tal intensidad que toda la ilusión que
te rodea quedaría al descubierto y la grandiosidad de tu
esencia se reflejaría en cada rincón de tu vida y entonces al
mirar a los otros y verlos tan extraviados les dirías: -A mí no
puedes engañarme-.

140
Son sólo creencias, creencias y más creencias.

Por siglos y siglos tu cerebro ha sido amaestrado, se te ha


dicho en qué puedes creer y en qué no creer, cómo tienes
que pensar y cómo no tienes que pensar. Te han matado,
crucificado, ridiculizado, quemado y torturado cada vez que
has osado poner en duda lo que te han dicho, de a poco has
ido cercenando tu imaginación y frenando tu sana
curiosidad por los misterios del ser.

Claro, en apariencia es más fácil y cómodo que te digan qué


es correcto y qué no lo es, en qué debes creer y en qué no
debes creer, mejor aún si te dicen quién debes ser y quién
no debes ser, así pareciera que el viaje de la vida es más
tranquilo y certero. Naces y si vives como te han dicho que
has de vivir, entonces, cuando te mueras puede que tengas
suerte y te vayas a al cielo. Hermoso modelo de la
existencia, que parece explicarlo todo, entonces, ¿por qué
no logra calmar tu desosiego?

Estás entre el grupo de valientes que se atreven a dudar, te


has atrevido a cuestionar, a poner en tela de juicio lo que te
han enseñado, quizás hasta te hayan discriminado y
criticado por osar a ir más allá de lo que tu entorno se atreve
a mirar. Lo hiciste y sin duda eres un valiente, pero habiendo
soltado viejas creencias, asustado como estás, corres a
refugiarte en nuevas creencias que te permitan liberarte de
esas que tanto dolor te causaron, esas que intentaron
engañarte y convencerte que algo malo había en ti y que
tenías que ser salvado, iluminado o perdonado.

El viaje a tu interior es vertiginoso y lleno de sorpresas, has


de ser un corajudo para no dejarte atrapar por nuevas
creencias. Quieres seguridad y te abrazas como un ahogado
a un leño y te sientes aliviado de haber encontrado algo que
te ayude a soportar la angustiante sensación de falta de
apoyo. Ahora crees saber cómo es el Universo, cómo es la
vida y quién eres tú.

Aprendes nuevas respuestas para viejas preguntas y antes

141
que te des cuenta estás profetizando, evangelizando,
convenciendo, separando a quienes están en el camino
correcto y quienes no lo están. Sin percatarte que todo ese
daño que infringes, en el fondo te lo estás haciendo a ti
mismo al ponerte límites una vez más. Pero es tan fuerte tu
temor de soltar ese tronco que por fin parece protegerte, que
te olvidas de los tesoros que puedes encontrar, si te atreves
a lanzarte a las profundidades de tu ser.

Si sientes que tienes respuestas a las grandes verdades de


la existencia, preocúpate. Si sientes que has llegado,
preocúpate. Si tienes sólidos argumentos para defender tus
creencias, preocúpate. Si crees que estás escuchando la voz
pura de tu ser, preocúpate. Si piensas que tu verdad es más
certera y valiosa que la de un hermano, preocúpate. Si crees
que lo que piensas, no son creencias, sino verdades,
preocúpate.

Dentro de ti hay tantas y tantas voces hablando al mismo


tiempo, argumentando, convenciéndote, criticándote,
alentándote y asustándote. Esas voces tienen tantos
orígenes como estrellas el firmamento. El camino hacia tu
Ser está nublado de esas estridentes voces que te alientan a
detenerte, aprende a desconfiar de lo que oyes dentro de tu
cabeza. Cuando creas tener algo claro, sacúdete y
cuestiónalo.

Sé que te cansas y que te gustaría encontrar esas verdades,


pero créeme el sendero a tu interior no tiene ruta
establecida, tu eres el pionero, nadie podrá decirte cómo
llegar. Podrás encontrar compañeros de ruta, incluso
amorosos guías dispuestos a ayudarte, pero más temprano
que tarde te darás cuenta que vuestros senderos se separan
y que caminas solo, temeroso y a la vez emocionado,
intentando llegar al encuentro de ti mismo.

Tranquilo, no quiero asustarte, sino más bien impulsarte,


porque eso es lo que me has pedido y me gusta satisfacer
tus peticiones. No me hagas mucho caso, finalmente, soy
sólo otra voz dentro de tu confusa mente, si la sigues o no,
es tu elección. Recuerda que soy una compañía pasajera y

142
que más temprano que tarde me pedirás que te libere, para
poder continuar TU sagrado camino.

Quizás algún día descubras que no hay metas, sino sólo


senderos y liberado de la presión de llegar a un lugar,
aprendas a disfrutar de la aventura de recorrer el espacio
infinito de tu maravilloso Ser. Espacio que no te puede ser
descrito, explicado ni cuestionado por humano alguno, pues
sólo tú, bello Creador, tienes la llave para abrir la puerta
última que te permite llegar a descubrir la perfección de Ser
quien eres.

143
Sanación

¿Necesitas acaso, creación divina, ser sanado? ¡Claro que


sí! Necesitas ser sanado de la absurda creencia que hay
algo en ti que requiere ser sanado. Si recordaras que eres
una obra divina en magnifica expansión creativa, entonces
dejarías de buscar ser sanado. Mientras no lo recuerdes,
necesitas la sanación como un vano intento de cambiar lo
que no requiere ser cambiado.

¿Tiene alguien el poder de sanar en ti lo que no requiere ser


sanado? No alma mía, lo que hace el sanador es mostrarte tu
potencial divino, te enfrenta a tu propia energía que es la
Mía, que es la del Todo.

Sintiendo esa energía tan sólo por un lapso infinitesimal de


tiempo, recuerdas quien eres. Al recordar quién eres, pones
en marcha un sistema de ajuste hacia la energía del Todo.

¿Por qué un sanador tiene la facultad de ponerte en contacto


con tu grandiosidad?, ¿Puede un sanador facilitar un
proceso que despierte el contacto con tu divinidad? Sí, un
sanador puede hacer eso. Simplemente, porque él cree que
puede hacerlo, lo escogió y lo está creando y tú al visitarlo,
escoges creer que él puede hacerlo por ti.

Tu cuerpo refleja tiempos inmemoriales de


condicionamientos humanos, de creencias arraigadas en tus
células, de programaciones limitantes que te aprisionan, eso
nada tiene que ver contigo, no eres Tú, es el resumen de
muchos "tus", pero no es un índice de tu magnificencia.

Tienes la tendencia a pensar que tu cuerpo es un reflejo de


tu divinidad. No, tu cuerpo es un resumen de las
experiencias que tu divinidad encarnada ha tenido.

Cubre un diamante de todas las capas que se te ocurran,


invierte mucho tiempo en ello, busca materiales de todos
tipos, idea fórmulas ¿Quieres que te diga algo? No importa

144
cuánto te esmeres, el diamante seguirá siendo brillante y
puro bajo todas esas capas.

Es natural que quieras sentirte a gusto en tu cuerpo, busca


la sanación, cree firmemente en ella, poco a poco sentirás
que tu fulgor comienza a revelarse ante tus ojos y ante los
de los demás.

Hagas lo que hagas, con enfermedad, con vejez, con dolor o


con lo que escojas experimentar, sigues refulgiendo en tu
interior, con tal intensidad, que nada puede opacar ni
disminuir por un segundo el Amor que te tengo y nada
puede entorpecer la manifestación de tu divinidad.

Eres libre de escoger cuánto demorar y el camino a tomar,


pero no tu destino final.

145
¿Cómo conectarte con tu Ser Superior?

Te has estado preguntando cómo puedes conectarte


conmigo y qué me puedes preguntar, la respuesta para la
primera pregunta es: ¡conectándote!, la respuesta para la
segunda pregunta es: ¡todo!

Para Mi no existen asuntos importantes y asuntos que no lo


sean, para mi existes tú y todo lo tuyo es importante, pues tú
eres Yo y Yo no desprecio ninguno de mis asuntos. Es tu
mente-ego la que gusta de categorizar todo y, en ese
proceso de categorización, va despreciando aspectos
hermosos y relevantes, aspectos que podrían darte mucha
información sobre tu experiencia, así que pregúntame sobre
todo lo que a diario te sucede, te preocupa y te entusiasma.

Ya ves, es muy simple conversar con tu sabiduría interna.


Te estás preguntando cómo saber si es tu mente-ego o tu
mente-divina quien responde. Partamos de la base que
cualquier pregunta que hagas nace de tu mente-ego, tu
mente-divina ya lo sabe todo, por lo tanto no tiene nada que
preguntar. Tu mente-ego es la que vacila, la que se confunde
y complica, así que si es tu mente-ego la que pregunta, ella
estará esperando una respuesta que la satisfaga.

Una pista que te servirá de ayuda: las respuestas que la


mente-ego busca necesitan justificación, cualquier
respuesta que escuches que requiera ser justificada para ser
comprendida no te la he dado Yo, pues las respuestas que
Yo te doy son respuestas de Amor y el Amor nunca, jamás,
requiere ser justificado, pues supera cualquier marco de
referencia en el cual se necesiten razones, así de simple.

146
Tu Vida es tu Creación

Muchas veces te es difícil comprender hasta qué punto las


circunstancias de tu vida son tu creación, voluntaria o
involuntaria, consciente o inconsciente. Gastas mucha
energía imaginando que si cambiasen ciertas condiciones
externas o internas, entonces por fin podrías sentirte pleno
y satisfecho.

Te voy a decir algo: la mayor parte de las circunstancias de


tu vida, son tal y como la existencia dispone que sean para
ti, conforme tus elecciones previas y actuales.

Sólo del profundo amor en el aquí y el ahora de dichas


circunstancias, te conectarás con la felicidad que tanto
ansías.

Eres infatigable a la hora de crear mecanismos que te


saquen del aquí y del ahora, todos una forma de evasión que
te impiden disfrutar tu existencia y bendecir tu vida.

Mira a tu alrededor, cuenta tus riquezas, disfruta de tus


dones, permite que tus talentos se manifiesten, encuentra en
las personas que te acompañan el regalo que te traen, aún
en las relaciones más difíciles hay un regalo oculto para ti.
Regalo que desde la claridad que sólo la confianza da,
pronto te será revelado.

La magia de la vida no consiste en desear que las cosas


cambien y lograrlo. La magia de la vida consiste en amar lo
que tienes.

Una vez que te rindes y te entregas, confiando y


reconociendo la perfección del ahora, te unes con el poder
creativo del Universo, entonces de pronto descubres que tus
deseos se manifiestan. Sin embargo, justo en el momento
que te conectes con este poder, notarás que tus deseos
desaparecen por completo, pues tendrás la profunda certeza
que no importa lo que necesites, te será dado.

147
Qué paradojal y confusa puede ser esta vida, corres y corres
tras una meta hasta que cuando por fin la alcanzas, te das
cuenta que no es allí donde querías llegar. Lo maravilloso de
todas estas carreras agotadoras e infructuosas, es que que
cuando por fin te canses de tanto correr, será cuando
comenzarás a llegar al centro de tu SER.

No lo hagas más difícil de lo que es, no enfrentes molinos de


viento, no te evadas de tu realidad inventándote sueños que
seguir y misiones que cumplir. Simplemente entrégate a
aprender y a disfrutar de lo que se presente, pues, aunque
sean circunstancias que no te gusten y no las comprendas,
tienen un sentido para ti.

Escoge los mejores frutos que tu vida te ofrece y deléitate


con ellos, no corras tras fantasmas inexistentes, mira que
de tanto correr llegará el día que cuando quieras deleitarte
con lo que tienes, habrá desaparecido y entonces te
gastarás a ti mismo llorando por lo perdido.

Amígate de tus límites, pues gracias a ellos te defines como


el ser que eres y sólo de su plena aceptación podrás
liberarte de ellos, no porque desaparezcan, sino porque te
liberarás de tener que luchar por ser quien no eres.

Abres tus brazos y recibe mi abrazo eterno, abrazo que


mereces y que te has ganado, pues no hay nada que tengas
que hacer para ser reconocido como el SER perfecto que ya
eres.

148
Aquí y Ahora

Mucho se ha dicho, mucho se ha escrito sobre la


importancia de vivir en el Aquí y Ahora, en tiempo presente.

Pareciera que mientras más se escribe sobre el tema, más


ingeniosa se vuelve la mente a la hora de crear mecanismos
que te alejen del presente precioso.

Es muy fácil detectar tu capacidad de estar en el Aquí y en el


Ahora, pues en ese instante se manifiesta tu divinidad, lo
que es lo mismo que conectarte con tu alegría y paz interna.

Todo aquello que te aleja de la plenitud que habita en ti,


llevándote a un mundo de preocupaciones, de
insatisfacciones, de ensoñaciones, de lamentaciones, de
programaciones, no viene de tu divinidad, sino que lo genera
tu incapacidad de estar anclado en el presente.

Recordar lo que ya fue y elucubrar sobre lo que será, son


quizás las formas más directas de salirse del presente. Pero
existen otras mucho más sofisticadas, todas ellas
mecanismos egóticos, basados en focalizarte en lo que no te
gusta de tu realidad.

Cuando pones tu atención en lo que no te gusta de tu vida


actual, te pierdes la posibilidad de disfrutar.

Cuando estás en el presente no hay juicio, sólo hay


experiencia; no hay comparación, sólo se vive lo que ES; no
hay ensoñación, pues estás despierto; no hay lamentación,
hay aceptación; no hay preocupación, hay confianza; no hay
programación pues hay entrega.

Tu divinidad que Soy Yo en ti, se deleita mostrándote las


maravillas que tu vida te regala, te sopla al oído esas
bendiciones que podrán pasar desapercibidas a los demás,
pero no a ti.

149
Ante ti se revela un mundo dorado, con personas sonrientes,
donde el canto de los pájaros es la melodía que te
acompaña, donde en cada experiencia hay un aprendizaje
que te maravilla, donde tu creatividad fluye sin obstáculos,
donde la magia es posible, donde el amor hacia ti mismo es
una realidad.

Ese mundo maravilloso está Aquí y Ahora esperando que lo


descubras, sólo requiero de tu voluntad para develártelo.

No te recrimines a ti mismo, cuando te des cuenta del poco


tiempo que permaneces en este estado, simplemente ríete,
respira profundo, agita tu cabellera al viento y cuando lo
desees, retoma alegre la senda del camino que te muestra la
verdadera naturaleza de tu Ser.

En el Aquí y en Ahora se encuentra el presente precioso de


tu esencia divina, que Soy Yo que eres tú y que te musita al
oído que todo es perfecto.

150
Son sólo distractores

A veces miras a tu alrededor y te preguntas cuál es el fin de


tanto sufrimiento. A tu mente le gusta diferenciar el
sufrimiento real (situaciones de pérdidas, de enfermedad, de
dolor) del sufrimiento emocional (frustración, rencor), te
digo que no existe diferencia entre ellos, el sufrimiento es
tan real para ti como irreal para Mí

A un nivel, el sufrimiento es tu elección y muchas veces es


más mental que real, de esta forma vas generando las
situaciones que te permiten tener las experiencias que tu
proceso de aprendizaje requiere, pero en otras ocasiones
enfrentas situaciones dolorosas, que percibes como
indeseables y ajenas a tus elecciones conscientes.

Has de saber que aún en el muro de dolor más grande que te


toque enfrentar, siempre encontrarás una rendija de luz que
te ilumina, es Mi presencia que te invita a levantar la mirada
y a reencontrar la paz interna que nunca te abandona.

No hay dolor tan poderoso como para nublar el fulgor de mi


compañía, no hay sufrimiento capaz de disipar el amoroso
halo de Luz con que te envuelvo, siempre estoy ahí
acompañándote.

El sufrimiento es sólo un distractor en tu ruta, no lo abraces,


no lo mimes, déjalo fluir, nada verdaderamente Real en ti
tiene que ver con ese sufrimiento ni con lo que lo provoca.

Eres Mi Magnificencia encarnada y nada puede nublar tu


divinidad, recuerda que hasta la pared más grande dolor que
enfrentes tiene una rendija por donde se filtra mi Luz,
agudiza la mirada y la encontrarás, pon tus ojos sobre ese
rayo y la pared se desmoronará ante tus atónitos ojos y
sentirás esa paz tan anhelada, que descansa en tu interior
esperando ser revelada.

151
Extiendo mi manto de amor eterno sobre tu cuerpo cansado
y adolorido, que se recoge de emoción floreciendo y
brillando con tal intensidad, que te preguntas como pudiste
vivir antes sin esta sensación.

152
¿Qué Hacer para Escucharte?

Yo estoy contigo, la comunicación nunca se ha


interrumpido, siempre que tú quieras escucharme lo harás,
porque mi voz te acompaña.
Yo soy tú y tú eres Yo.

Entonces, ¿por qué pareciera que mi voz está callada?


Porque a ti no te gusta lo que yo pueda decirte, mis palabras
te descolocan y confunden pues mis palabras están basadas
en el Amor del Creador que te sonríe iluminándote. Cuando
me haces una pregunta, Yo te contesto desde una
perspectiva que la mayor parte de las veces tu mente
dormida no está dispuesta a entender, tu mente quiere tener
razón, quiere ganar, tu mente cree que tiene que hacer algo
para ser amada.

Desde Mi perspectiva no hay caminos correctos e


incorrectos, no hay metas, no es necesario que te esfuerces,
no hay razonamientos que defender, desde Mi perspectiva
eres amado sólo por Ser.

Las respuestas que te doy no te gustan, pues no respaldan


tus temores de que Dios se haya equivocado contigo. ¡Dios
equivocarse en sus creaciones!, ¡Qué contrasentido!, ¿Cómo
podría Dios crearte imperfecto y dedicarse a observar cómo
te torturas y torturas a quienes dices amar, intentando llegar
a una perfección inventada por la humanidad?

Dios ama su creación y se sorprende de la capacidad que


tienes de creer que lo ofendes, cuando la única ofensa que
haces es a ti mismo, pensando que puedes ofender a quien
te Ama.

Quienes quieran comunicarse con su Ser Superior lo


primero que tienen que hacer es desearlo, lo segundo y
último dejar las excusas de lado y comenzar a escuchar. No
hay métodos, cada cual invente su ritual, cada cual busque
su forma, pues mi voz es tan fuerte y clara que será
escuchada por todo el que quiera escucharla.

153
Mi voz continuamente te susurra al oído eso que no quieres
escuchar, pero que tanto ansias oír.

Recuerda que te daré lo que me pidas, pero no mentiré


diciendo que hay algo en ti que requiere ser sanado, sólo
porque quieres aplazar la plenitud.

Permite que mi Voz resuene en tus entrañas llenándote de


Amor y Paz y extrañado te preguntarás cómo pudiste por
tanto tiempo hacerte el sordo y dejar de escuchar aquello
que tanto necesitas oír:

Tú eres mi Creación, tú eres Yo, Yo soy tú.

154
SER v/s ser

¡Qué difícil renunciar al deber ser y simplemente optar por


SER!, entre tantas y tantas capas de programación y
creencias, el SER y el ser se confunden.

A tu mente que le gusta complicarlo todo, que ama los deber


ser y le que encantan las metas, necesita una definición del
SER y un plan para llegar a serlo. Te aseguro que cada vez
que intentas definir tu SER y alcanzarlo, lo que consigues es
contraerlo hacia tu ser, ese que precisamente tanto te
esmeras en parecer y del cual tanto ansías huir.

¿Nunca has pensado que tal vez la riqueza del SER radica en
su incondicional capacidad de amar al ser, ese quien tú eres,
ese que has sido, ese que serás, sin juicio, sin reproches,
sin expectativas, sino más bien con las más amorosa de las
autocomplacencias?

Cuando logres aceptarte con infinita ternura, abrazando cada


manifestación de tu creación que es la Mía, lograrás aceptar
al otro con igual ternura y ya no tendrás que intentar parecer
ser de determinada forma, ya no buscarás, pues tu SER se te
revelará en la profundidad de los ojos de tu hermano, quien
te mirará agradecido de recibir tu bendición, de encontrar la
grandeza de su SER en la profundidad de tus ojos.

155
Resistencia al cambio

Los sucesos, lugares y personas que llegan o se retiran de


tu vida tienen un sentido y, aunque te resistas a
comprenderlo, siempre llega el día en que eres capaz de
entender y bendecir lo ocurrido.

Tu mente se resiste al cambio y a lo que define como


pérdida, tu mente no tiene la perspectiva superior que Yo
tengo.

Cuando tu nivel de comprensión llega a un punto donde


ciertas circunstancias de tu vida te quedan como un traje
ajeno fuera de medida, entonces estás preparado para
liberar a personas y circunstancias que ya no se ajustan a
tus más altas opciones. Cuando me pides alinearte con tu
más alta intención que es el Amor, Yo que nada puedo
negarte, voy allanando tu camino para que tu petición se
realice.

Digas lo que digas no confías en Mí, una parte tuya se


resiste a creer que eres digno de Mi Amor y que no hay nada
que yo pudiese negarte. Entonces, justo en el momento en
que se te está abriendo y pavimentando la carretera
energética hacia tu deseo, pones resistencia al cambio y
comienzas, lleno de temor, a crear caóticamente
circunstancias en tu vida que se contraponen con tu más
alta opción.

¿Si yo te ofrezco un manantial de abundante agua pura para


que sacies tu sed, por qué tendrías que saciarla en un
charco contaminado? Bebe del manantial que te ofrezco,
confía en Mi que soy tú y permite que los cambios ocurran.

156
La Importancia de Reunirse

Reunirse es el camino más corto hacia el despertar. Puedes


igualmente hacerlo solo, pero te será más trabajoso y podría
tomar mucho más del tiempo lineal, que tanto dices no tener
para dedicarle a tu espiritualidad.

Cuando te reúnes y unes tu energía a los otros integrantes,


se forma una especie de conciencia grupal. Cuando te
reúnes con otros a meditar, se produce una comunión muy
íntima entre los Seres Superiores de cada participante.

Vuestras auras se funden formando un aura grupal, en esa


unión se produce un enorme intercambio de información.

Vuestras conciencias individuales son el resultado de


vuestras experiencias individuales, pero más importante aún
son el resultado de las conclusiones que habéis sacado de
esas experiencias individuales, pues son éstas
conclusiones las que activan tu deseo de despertar.

En un trabajo grupal, esas conciencias individuales


comparten valiosa información que de otra forma requeriría
de varias vidas o de muchos hilos de información entretejida
en vuestro ADN, según prefieras verlo. Al momento de
producirse la unión de las conciencias individuales e
intercambiar información a nivel de conciencias, cada
conciencia individual sale enriquecida del encuentro.

Es por esto, que muchos mensajes te alientan a formar


grupos, el trabajo espiritual individual, sin duda ayuda,
enriquece y te llena de paz, pero no puede compararse con
lo que se consigue al permitirle a tu Divinidad comulgar con
la Divinidad de tus hermanos reunidos en un Sagrado
Círculo de Luz.

Ya no necesitas vivir toda la gama de experiencias


disponibles, para poder sacar las conclusiones que pueden

157
llevarte al despertar, hoy está todo acelerado pues el mundo
gime clamando por el Amor que brota de los corazones de
quienes han entendido, que ya no es necesario sufrir para
aprender lo que no es necesario aprender.

158
Cuando un Grupo de Humanos Despiertos se Reúne

Cuando un grupo de humanos despiertos se reúnen, puede


ser que hablen de diversos temas espirituales, compartiendo
sus experiencias, puede ser que se aconsejen unos a otros,
puede ser incluso que alguno de ellos tome el liderazgo y
juegue a ser la cabeza del grupo.

Quizás fijen fecha y hora para este encuentro, pongan un


tema de reflexión y realicen una meditación. Quizás se
reúnan en forma espontánea sin cita previa.

Un encuentro de humanos despiertos puede tener muchas


formas, pero siempre tendrán un ingrediente en común y
éste es la alegría.

Cuando un grupo de humanos despiertos se reúne, no lo


hacen personas sin problemas, no se juntan personas con
sus vidas resueltas y emociones dominadas. Es posible que
a alguno de ellos le aqueje una enfermedad, que tengan
problemas de relaciones, puede que alguno no esté
satisfecho con su trabajo o que tenga que pagar cuentas y el
dinero no le alcance.

Ciertamente este grupo es tan humano como cualquier otro,


la diferencia radica en que ellos han comprendido que son
mucho más que sus dificultades y que sus problemas son
parte de la ilusión, son parte del juego de vivir.

Cuando un grupo de humanos despiertos se reúnen, la risa


explota fácil, la complicidad se hace evidente y la aceptación
ingrediente. Cada quien puede ser como es, con sus virtudes
y limitaciones, uno apoyará al otro cuando lo necesite y tal
vez más adelante los papeles se alternen.

Puede que hasta riñan de vez en cuando, pero todos ellos


comprenden que no es más que un juego, pues estos
queridos humanos han por fin recordado quienes son:
Ángeles Divinos jugando la maravilla de Ser.

159
Responsabilidad v/s Culpabilidad

Las palabras a veces confunden, a nivel humano


responsabilidad y culpabilidad parecen ser lo mismo. Para
declarar culpable a alguien primero se analiza su
responsabilidad y a partir de ella, se genera una declaración
de culpabilidad y se dictamina un castigo.

Si se determina que una persona no es responsable del acto


en juicio, ya sea porque no tuvo participación directa en los
hechos o porque habiendo participado no lo hizo
responsablemente, como podría ser el caso de un enfermo
mental, de una persona que actuó enajenada o un menor de
edad, entonces esa persona no es culpable y por lo tanto no
merece castigo o merece una pena inferior.

La responsabilidad presupone conocimiento de las


consecuencias de nuestros actos, tanto para los demás
como para nosotros mismos. A nivel humano, la mayor parte
de las veces eres responsable de tus actos. Tú sabes que si
pasas una luz roja, puedes provocar un accidente y que
estás cometiendo una infracción a una norma conocida por
todos.

Hasta aquí es simple y fácil de comprender y en términos


generales la humanidad está de acuerdo en asumir las
consecuencias, que la declaración de culpabilidad de un
acto responsable genera.

Sin embargo, a nivel espiritual toda esta claridad se


desmorona. En primer lugar, tu experiencia espiritual no
tiene prácticamente ninguna norma, eres libre de escoger y
no serás juzgado ni declarado culpable por ningún Juez
Supremo y esto se debe a que a los ojos de Dios tú no eres
responsable de tus actos.

No te incomodes con lo que te digo, claro que no eres


responsable de tus elecciones, pues para ser responsable de
un acto, lo primero que se requiere es conocer sus

160
consecuencias y tú no tienes información completa de
cuáles serán esas consecuencias.

Vives el gran desafío de la libertad de escoger, sin contar


con información de las consecuencias de tus actos.

Que no seas responsable, no te libera de las consecuencias


de tus actos sobre ti mismo ni sobre quienes te rodean, todo
lo que haces, piensas y sientes desencadena una línea
creativa en el Universo. Tus elecciones traerán
consecuencias a tu vida y al Universo completo, es lo que
muchos llaman karma, no entendido como castigo, sino
como la responsabilidad espiritual de los actos
irresponsables de un humano.

Cada acto de tu vida, por mínimo que te parezca


desencadena una reacción creativa que afecta no sólo tu
vida y la de quienes te rodean, sino la de toda la humanidad.

¿Cómo podría Dios juzgarte por tus elecciones si abres


puertas sin saber que hay tras de ellas? ¿Cómo podría Dios
juzgarte si juegas el desafiante rol de asumir tus
responsabilidades sin realmente ser responsable de tus
actos? ¿Para qué Dios habría de infringirte castigo, si tus
actos generan consecuencias en tu vida, que asumirás aún
sin haberlo?

Aquí radica el gran desafío de tu vida, aceptar que eres


Creador y que como tal tu creación es tu responsabilidad, no
conoces las consecuencias de tus actos, pero si sabes que
tus elecciones generan consecuencias insospechadas para
ti.

Lo que siembras cosechas. Si siembras amor cosecharás


sólo amor donde vayas y el amor sólo generará más amor.
Es difícil que un acto de amor tenga consecuencias
negativas o provoque sufrimiento, no temas amar desde la
profundidad de tu corazón, no temas entregarte sin
condiciones, no temas sonreír desde tu alma, pues cada uno
de esos actos será recompensado por el Universo, el cual
solícito te regalará lo que pides a través de tus elecciones.

161
Despertar es responsabilidad, la responsabilidad en un
humano despierto no es culpa, la responsabilidad ejercida
por un humano despierto es AMOR.

162
El Amor en la Nueva Tierra

El amor en la Nueva Tierra tiene sabor a libertad, no conoce


cadenas, nada pide y todo entrega, no sabe de exigencias ni
demandas pues sus actores están plenos y nada necesitan
para poder amar.

Es el encuentro de dos almas completas que comulgan en


su completitud, ellos se cuidan y se acogen, pues se sienten
cuidados y acogidos. No se pueden lastimar, pues no
conocen el miedo y saben respetar al otro en sus vaivenes y
en su particular forma de entregar amor.

Quien ama de verdad no sabe de sacrificios ni temores, no le


corta las alas al otro ni se las corta a sí mismo por miedo a
perder. Da fidelidad como un regalo pero no la demanda
como requisito, pues no sabe de egoísmos ni alucinaciones
infructuosas que imaginan dolor donde no tendría porque
haberlo.

Este nuevo amor es el regalo que dos almas encarnadas se


dan a sí mismas. Si amas de este modo te permites
reconocer tu propia perfección reflejada en el otro, quien su
vez embelesado reconoce la luz que tu verdadero ser irradia.

Este amor que parece tan inalcanzable ya está manifiesto en


tu interior esperando le permitas expresarse, ya no necesitas
esperar ni buscar una alma gemela. Detente y mira a tu
lado, justo ahí encontrarás a quien amar. Observa el fondo
de esos ojos confundidos que te suplican sedientos que le
ayudes a completarse y enséñale con tu sonrisa y
comprensión, que la completitud ya le ha sido otorgada.

Quizás sientas que este tipo de amor es aún utopía para ti,
puede que aún te sientas carente y mires ilusionado hacia
otro esperando que te ayude a salir de ese estado, pero te
engañas pues ya despertaste de la ilusión de creer que
alguien podría darte lo que ya posees por derecho propio y
que aún no eres capaz de reconocer.

163
Sólo necesitas desearlo, admite que hasta ahora habías
mendigado afecto llamándole erradamente amor a esa
transacción, deja que el amor que habita en ti manifieste
toda la gloria que tu bendito SER sabe atesorar.

164
A ti humano

A ti humano que estás transitando el camino de la


individualidad y que has escogido despertar a la consciencia
de ser quien eres. A ti, hoy te saludo. No vengo decirte que
hagas esto o aquello ni a vaticinar que pronto ocurrirá una u
otra cosa, hoy me acerco a ti para rendirte honores.

Sé por lo que has pasado, sé de tus heridas, de tu soledad,


de tus frustraciones, sé cuán incomodo te has sentido en un
mundo que te parece sin sentido, sé cuánto ansías amar y lo
mucho que te cuesta expresarlo. Sé cuánto has buscado y
cuán agotado estás de tantas contiendas y de tanto dolor. A
ti que conoces el sabor del desencanto, que sabes de
desesperación y de ilusiones fallidas, a ti que no logras
encontrar un rumbo y que estás cansado de sueños que no
se cumplen. A ti humano hoy me acerco.

Pido permiso para inclinarme ante ti y decirte que eres un


valiente por haber escogido enfrentar tantos desafíos y
aprendizajes, por haber soportado tantos subes y bajas
emocionales. Tienes mucho coraje por atreverte a soñar con
un mundo lleno de amor, aún cuando todo y todos quieran
convencerte que tal cosa no es posible.

Te honro por querer romper moldes, por desear construir tus


propias creencias, por osar renunciar a tantas cadenas.
¿Tienes alguna idea del valor que se requiere para hacer tal
cosa?

Me acerco y susurro a tu oído que ha llegado el momento de


descansar y te pido que me permitas aliviar tu caminar, ya
no es necesario que cargues con tanto peso en tus hombros.
Recibe mi abrazo divino, que es el abrazo que te das a ti
mismo reconociendo quien eres.

Eres amado y respetado, los ángeles te aplauden y tus guías


espirituales te sonríen. Permítete sentir en tu interior la
potente luminosidad de la grandiosidad de tu ser y
comprender que todo lo que ha sucedido hasta ahora ha

165
sido perfecto. Has hecho exactamente lo que podías y sabías
hacer, la existencia no te juzgará ni te pedirá explicaciones
por tus creaciones, pues cada una de ellas te ha llevado a
este sagrado momento, en el que te permites sentir quien
realmente eres.

Suelta, respira y siente…

Cierra por un momento tus ojos y permite que ocurra. En el


aquí y ahora del presente perfecto, viajo a través del tiempo
y del espacio para tocarte, para fundirme contigo y
recordarte la simpleza de ser y disfrutar quien eres.

La vida es un regalo, siente, aunque sea por un segundo lo


maravilloso que es ser quien eres y poder disfrutar del
obsequio que te has dado a ti mismo. Siente desde el centro
tu corazón palpitante como a cada latido tu SER te inunda, te
llena de satisfacción y plenitud, siente como tus células
cantan de alegría y como tu energía brilla en toda su
expresión.

Sólo, suelta, respira y siente…

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