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ESQUEMA
Cuando Sartre sugirió a Simone que escribiera sobre lo que significaba ser y sentirse
mujer, Simone en un principio pensó que a ella no le había significado nada en especial, y desde esa
postura hasta cierto punto escéptica creyó necesario plantear una pregunta filosófica: ¿Qué es una
mujer?
Beauvoir parte desde lo que ella denomina un “esfuerzo de lucidez” para plantearse el
mismo concepto de mujer hasta el punto de preguntarse si hay en realidad mujeres. Ese es de hecho
el comienzo de El segundo sexo. Se pregunta si se está perdiendo la mujer o si alguna vez la hubo.
Preguntas que nos remiten a su vez a la pregunta de qué es una mujer.
Es una conceptualización que ha partido de las diferencias (que no debían en principio ser
definitivas como causantes de la discriminación) entre el hombre y la mujer y que se ha convertido
en un arquetipo platónico (ideas absolutas) que dictan cómo ha de ser el mundo (y por supuesto la
mujer). La mujer ya no es lo que es, sino lo que debe ser en función de su mayor o menor
participación en la categoría “mujer”, del eterno femenino: “No se nace mujer se llega a serlo”,
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es decir según el mito creado por los hombres no se es verdaderamente mujer hasta que se alcanza
“la categoría femenina” según los modelos construidos desde el patriarcado.
“la “mujer, mujer” es un producto artificial que fabrica la civilización como antes se fabricaban
castrados; sus supuestos “instintos” de coquetería, de docilidad, se le insuflan como al hombre el
orgullo fálico”.
Aunque nos aclara que:
También es absolutamente cierto que la mujer —como el hombre— es un ser arraigado en la
naturaleza; está más sometida que el varón a la especie, su animalidad es más evidente, pero en
ella como en él las circunstancias son asumidas por la existencia, ella también pertenece al reino
de lo humano. Asimilarla a la Naturaleza es un simple prejuicio. SdB
Es decir la mujer posee una biología e incluso una psicología propias pero no determinantes para su
trascendencia, se han convertido en determinantes por una intencionalidad y situación cultural.
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entendida, pues su mundo es irracional, subjetivo. Pero en realidad esconde el desinterés del
hombre por entenderla. Frente a eso el universo del hombre es entendible, razonable y objetivo.
De todos estos mitos, ninguno está más anclado en los corazones masculinos que el
del «misterio» femenino. Tiene un montón de ventajas. Para empezar, permite
explicar de balde todo lo que parece inexplicable; el hombre que no «entiende» a
una mujer, está feliz de transformar una deficiencia subjetiva en resistencia objetiva;
en lugar de admitir su ignorancia, reconoce la presencia de un misterio ajeno a él:
explicación que alimenta tanto la pereza como la vanidad. SdB
Y por último vamos a tratar un concepto fundamental para entender esta “categoría mujer”, que
es el de:
Las mujeres, que no se afirman como Sujeto, no han creado el mito viril en el que se
podrían reflejar sus proyectos; no tienen ni religión ni poesía que les pertenezcan
auténticamente: sueñan a través de los sueños de los hombres. Adoran a los dioses
fabricados por los hombres. SdB
El hombre, dice SdB, “Proyecta en ella lo que desea y lo que teme, lo que ama y lo que odia. Si es
difícil expresarlo, es porque el hombre se busca todo entero en ella y porque ella lo es Todo. Pero
es Todo en el mundo de lo inesencial: es toda la Alteridad”. Es decir el sujeto “mujer” se diluye en
el hombre puesto que es éste el que proyecta sus necesidades de Totalidad (trascendencia) sobre
ella, de manera que la define (mito) no como es verdaderamente ella (como otra en sentido neutro)
sino en función de lo que él necesita de ella (absoluta alteridad).
Ahora bien, nos dirá Simon de Beauvoir, negar el eterno femenino no es negar la
existencia de mujeres. Aunque no existe un concepto fijo en el que se pueda incluir toda mujer, ni
una verdad absoluta que nos sirva de soporte, es decir aunque no existe una esencia anterior a la
existencia, la mujer sí es algo, por su biología, por su historia, por su psicología, pero sobre todo por
su capacidad como ser humano de hacerse una existencia proyectándose. Es decir es un ser
condicionado, en situación, pero nunca determinado.
Esa libertad marcó la propia vida de Simone, ser mujer no fue para ella una jaula y pudo
realizar sus proyectos, fue intelectual, profunda filósofa y fue libre para amar como quiso incluso
como una “modistilla” (como se define en la correspondencia con su amante americano).
Simone se opuso siempre al feminismo que negaba la condición de mujer, o que su meta
era diluir a la mujer en lo masculino. Para Simone la mujer no debe ser hombre ni tampoco “eterno
femenino”. Renunciar a las diferencias es siempre una pérdida, una renuncia totalmente innecesaria.
Las mujeres y los hombres pueden ser diferentes en la igualdad.
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Conclusión: (incluimos las conclusiones del campo temático 7, pues valen para ambos)
Por último vemos algunas de las propuestas de Simone para superar esa realidad del eterno
femenino :
a) Aunque desmontar el eterno femenino es tarea conjunta y de todos los ámbitos, Simone reconoce
que es la mujer especialmente la que debe protagonizar ese proceso. Toda liberación que tenga
como fin a ella ha de partir de ella. Ella es la más capacitada, los hombres son juez y parte, y las
mujeres han llegado a un nivel de objetividad más que suficiente.
b) De todos modos Simone reconoce que en esa tarea de todos no se puede excluir a los hombres.
De hecho el hombre también será liberado del “eterno masculino”, del mito varonil que se le
impone y le impide ser él mismo.
c) También afirma que es una tarea multidimensional, “hemos de plantar el bosque todo de una
vez”; educación en la igualdad y cambios legales, independencia económica y costumbres sociales.
d) Esa evolución colectiva multidimensional no debe ir encaminada hacia la felicidad, la felicidad
es muy difícil de definir y fácil de manipular como concepto, Simone prefiere hablar de libertad.
d) El fin último de todo este proceso no es una igualdad más, sino citando a Teresa López “por el
cultivo de las diferencias en la igualdad —en vez de la tan cacareada «igualdad en la diferencia»
que pregonan los que no son feministas—, de manera que cada sexo sea otro para el otro, pero en
relación de reciprocidad”. Esto lo resume Beauvoir con el concepto de fraternidad.