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Transcripción Conferencias Manuel Seco - 01
Transcripción Conferencias Manuel Seco - 01
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Curiosamente, los hispanohablantes no saben muy bien cómo se llama su lengua: ¿castellano,
español, lengua estándar? La Constitución de 1978 establece: “el castellano es la lengua
española oficial del Estado”, y las Cortes adoptaron el nombre de castellano para referirse a
nuestra lengua. Por ello, según Manuel Seco, el término “español” resulta superfluo.
Según matiza Seco, español y castellano son ambos igualmente aceptables para el uso común.
Señala que en algunas regiones se usan indistintamente, y que el hecho de que en algunas
zonas peninsulares y de América se prefiera el uso de “castellano” se debe a una larga
tradición. Para el caso sudamericano, hay que unir a esta causa el recelo al colonialismo. En
las zonas bilingües de España, el uso casi exclusivo de “castellano” es una denominación más
apropiada, pues españolas son también el gallego, el catalán o el vascuence.
Según Seco, el empleo sistemático del nombre “castellano” con negación del nombre “español”
implica una inexactitud, la de suponer que la lengua oficial de España y de todas las regiones
hispanoamericanas es patrimonio de una sola región. Idea falsa, pues la lengua castellana
hace ya muchos siglos que no es propiedad de Castilla, sino de todas las regiones y naciones
que la tienen como medio de comunicación. Sólo existen dos casos en los que lo adecuado es,
precisamente, el empleo de “castellano”: uno, por exigencia de exactitud histórica y científica
cuando se trata de designar la lengua que durante la Edad Media fue privativa del Reino de
Castilla; y, en segundo lugar, cuando en un mismo contexto aparece esa lengua general al lado
de otra lengua de España (por ejemplo, lengua vasca y lengua castellana).
2. La lengua como abstracción. La distinción saussureana entre lengua y
habla
La lengua, entendida como una entidad de rasgos bien definidos, constituye una abstracción,
porque se está haciendo referencia a un sistema de signos, a un código de comunicación que
está al servicio de una comunidad. Sin embargo, al hacerlo así, se omite conscientemente la
diferencia que existe entre el sistema en sí y su utilización concreta en cada momento.
La lengua es un conjunto de posibilidades, de las que cada hablante aprovecha unas pocas en
cada acto de comunicación. Se trata de una distinción que Saussure enseñó entre la lengua y
el habla: “la lengua es la parte social del lenguaje exterior al individuo, que por sí solo no puede
crearla ni modificarla. El estudio del lenguaje comporta dos partes: la una, esencial, tiene por
objeto la lengua que es social en su esencia e independiente del individuo; la otra, secundaria,
tiene por objeto la parte individual del lenguaje”.
3. Niveles de lengua (en función del sujeto hablante)
Para cada hablante, la lengua se presenta determinada por dos coordenadas, una vertical y
otra horizontal.
1. Variedades geográficas (coordenada horizontal)
La coordenada horizontal es la geográfica. Por nuestra experiencia, sabemos que no son
superponibles las formas del español de Andalucía, Argentina, México, etc., no por el uso
individual de cada hablante, sino por la presencia de un conjunto mayor o menor de variantes.
El conjunto de esas variantes se designa vulgarmente como acento (decimos que alguien habla
con acento aragonés, cubano…). Las variantes no sólo se basan en la entonación, sino que
afectan a diversos aspectos del sistema fonológico, del léxico y de la gramática.
Las variedades geográficas de la geografía española están determinadas, en su mayoría, por el
bilingüismo. Así, el castellano hablado por catalanes presenta rasgos fonéticos determinados
(relajación de la a tónica, entonación característica, etc.), al igual que ocurre con las diferencias
existentes en el castellano hablado por gallegos.
No obstante, el grado de peculiaridad que presenta el castellano en boca de españoles que
tienen otra primera lengua no es más marcado que el de los españoles de otras zonas no
bilingües. Así, la fonética andaluza, canaria, extremeña, etc., ofrecen rasgos bien acusados.
Todas estas diferencias, en su mayoría poco acusadas, que tiñen el castellano hablado en una
determinada región, constituyen una variedad geográfica de la lengua común.
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2. Variedades socioculturales (coordenada vertical)
La coordenada vertical está constituida por los diferentes estratos culturales en que se reparte
la comunidad hablante dentro de un lugar determinado. De acuerdo con esto, en la lengua
existen una serie de niveles que, grosso modo, pueden reducirse a dos: el culto y el popular.
Se distinguen entre sí por el empleo exclusivo o preferente de unas determinadas formas
fonéticas, gramaticales, y de un determinado léxico. Normalmente, la mayor parte del material
es común a todos los niveles. Además, existe una gran movilidad de elementos de un nivel a
otro.
La coordenada sociocultural se encuentra en estrecha relación con la coordenada geográfica,
de manera que cuanto más bajo sea el nivel sociocultural del hablante, más acusados son en él
los particularismos sociales. Inversamente, cuando más alto es aquel nivel, más exento se halla
el hablante de dichos particularismos.
3. Las “extralenguas”
Al margen de la lengua común en sus distintos niveles, existen las lenguas especiales. Por un
lado, como forma marginal del nivel culto, el lenguaje técnico, que no es solamente el lenguaje
de la tecnología, sino en de las distintas ramas del saber, tanto en su vertiente teórica como
aplicada. Como forma marginal del nivel popular están las jergas.
Cada una de estas dos extralenguas, técnica y jergal, se divide en muchas ramas. Así, no hay
solamente un lenguaje técnico, sino tantos como ciencias y técnicas. Igualmente, en el lenguaje
jergal, hay que distinguir las de los distintos oficios y profesiones (mecánicos, pescadores, etc.),
y las de los delincuentes y los llamados, en general, marginados. Este último grupo se
distingue, además, por su carácter críptico, es decir, por el propósito de no ser comprendido
por individuos ajenos al grupo.
Todas las lenguas especiales de uno u otro nivel hacen uso del mismo sistema fonológico y
gramatical de la lengua común en su respectivo nivel; tan sólo se caracterizan por un léxico
propio, limitado al campo de la actividad en cuestión.
4. Niveles de habla (en función de la situación de comunicación)
A las variedades que están en función del sujeto hablante, sus circunstancias personales, lugar
de nacimiento, educación, nivel profesional y económico, bagaje cultural, etc., Seco las
denomina niveles de lengua.
Pero hay otras variedades lingüísticas que no están propiamente en función del sujeto
hablante, sino en función de sus actos reales de comunicación, determinados por las
circunstancias en que pone en uso esa variedad de lengua que le ha sido dada. No dependen
del hablante mismo, sino del destinatario de su mensaje. El surtido de variedades entre las que
en ese instante puede y debe elegir el hablante se suele llamar registro, aunque Seco prefiere
el nombre de niveles del habla porque afectan exclusivamenet al habla.
1. Ejes de las relaciones sociales
Los niveles de habla están basados en los dos ejes de las relaciones sociales: un eje vertical,
el del poder, y un eje horizontal, el de la solidaridad.
Cuando nos dirigimos a otra persona llamándola de tú es o porque nos consideramos
socialmente solidarios con ella (es un miembro de la familia, un compañero de trabajo…), o
porque nos consideramos socialmente poderosos con respecto a ella, que es lo que ocurre
cuando un adulto dirige la palabra a un niño.
El sistema de uso de los pronombres tú y usted, aunque hoy bastante inestable, es la
manifestación más elemental de los niveles de habla.
2. Clases de niveles de habla
En líneas generales, se clasifican los registros en formales e informales, clasificación que
debería subdividirse en muchos matices, dependiendo de las posibles situaciones de la
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comunicación, pero, en todo caso, el factor esencial es el interlocutor.
5. La norma o lengua estándar
Cada hablante, dentro de su cerebro, tiene el sentimiento de comunidad lingüística que forma
parte de nuestro instinto social. Ese sentimiento se genera sobre una noción fundamental, la
norma.
Entre la lengua, sistema de signos a disposición del hablante, y el habla, utilización concreta e
individual de ese sistema, se intercalan una serie de imposiciones y condiciones que la
sociedad tiene establecidos, y que actúa de filtro entre lo que teóricamente se podría decir y lo
que de hecho se puede decir. Por ejemplo, de acuerdo con la norma, el que vende algo se
designa por un nombre con el sufijo –ero, por lo que quien vende pan sería panero, y el que
vende flores sería florero, pero la norma impone el veto y manda decir panadero y florista.
1. Criterios para establecer la norma
La norma tiene siempre su fundamento histórico, aunque muchas veces carezca de
fundamento lógico. Podemos no estar de acuerdo con ella, pero debemos someternos a ella,
porque ella representa los poderes fácticos del idioma.
La primera exigencia de un sistema de normas es la eficacia de la comunicación. La diversidad
de formas lingüísticas coexistentes dentro de una comunidad puede hacer defectuosa la
comunicación entre los distintos miembros de la comunidad. Por ello, es necesario aspirar a
una forma de lengua unitaria que sea reconocida por el conjunto de los usuarios. Esta forma de
lengua de importancia vital para una comunidad lingüística recibe el nombre técnico de norma
estándar, y es el medio de comunicación considerado óptimo, que prescinde de las variedades
sociales o locales de cada individuo o grupo.
Los criterios existentes para determinar cuál es esa lengua modelo hacia la que deben tender
los esfuerzos normativos fueron clasificados por Jespersen de la siguiente forma:
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empezar por el progreso en su educación lingüística. En esta tarea, desempeña una
importantísima labor el lingüista.
El especialista del idioma tiene la misión de examinarlo y analizarlo constantemente, y sus
observaciones deben servir de termómetro para conocer el estado actual y las perspectivas de
la lengua. Además, como usuario particularmente especializado, debe exponer públicamente
su opinión para influir sobre el idioma común, en un sentido de mayor unidad y de mayor
utilidad para todos los hablantes.
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