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A fines de los años ´80, analizando la evolución del Modelo Médico Hegemónico en
Latinoamérica, E. Menéndez había señalado una gran cantidad de aspectos contradictorios
que roducían una crisis profunda en todo el campo de la medicina y sus espacios
transaccionales. (Menéndez, E.; 1985, 2003). Lejos de resolverse, esta crisis se profundiza
con la adopción de modelos de gestión como el denominado “Management disease”
(Terol et al., 2001), denominación proveniente de los países anglosajones, y
específicamente de EE.UU, y divulgado en 1993, principalmente por empresas de salud
privada como el Boston Consulting Group. Inicialmente, es muy claro que el “Management
disease” o Gestión de Enfermedades, se pensó como una standarización de procesos más
amplios que la relación médico-paciente enmarcada en una consulta o en un servicio
puntual de salud. En los años ´90, el Management Disease se promocionó como un proceso
de optimización de la provisión de cuidados, fundamentalmente articulado mediante la
coordinación de recursos a lo largo de todo el sistema de salud y durante todo lo que dure la
enfermedad en cada individuo. Fundamentalmente basado en la evidencia científica, el
Mangement Disease estába orientado a mejorar la calidad y los resultados clínicos y
económicos al menor coste posible. De ahí que se lo presentó, más que como una técnica
concreta, como un proceso de transformación estratégica de la organización sanitaria y de
la forma de prestar servicios y de obtener r e s u l t a d o s.
De manera tal que desde el inicio mismo de estas técnicas de gestión se ve claramente
como los grandes sectores económicos que hegemonizan los procesos SEA en los países
capitalistas, logran construir una lógica de organización de la salud colectiva que
profundiza la ideologización mercantil de la salud. Es decir, se profundizan los esquemas
políticos basados en pensar la salud como mercancía, reforzándose aquellas visiones
tecnocráticas que colonizan los sentidos estructurantes de las disputas por la definición de
la salud colectiva. Como ejemplo sirve también la reciente prospectiva publicada por la
emblemática The Lancet y presentada como resultado del trabajo científico de una comisión
de expertos (entre los cuales se encuentra Paul Farmer, destacado antropólogo que publicó
interesantísimos trabajos de investigación enmarcados en la antropología médica crítica
durante los años ´90) enfatiza un conjunto de necesidades globales a las que la economía
global y la salud pública mundial deben hacerles frente articulando esfuerzos sin
precedentes. Este conjunto de necesidades se puntualizan aquí de manera resumida y
aproximada, a los efectos de ilustrar cómo se piensan determinados panoramas desde la
visión de una parte de la biomedicina de base científica.
Los expertos de la Comisión Lancet reconocen que se han hecho notables avances en la
salud mundial en los últimos 25 años, pero es evidente que este progreso no ha sido
uniforme. La mortalidad y morbilidad por afecciones comunes que en algún punto del
tratamiento necesitan cirugía han crecido en las regiones más pobres del mundo. Y de la
misma manera, en estos países, el desarrollo de las estructuras esenciales para cuidados
quirúrgicos, anestesia y seguridad hospitalaria en general han quedado desfasadas y a
trasadas en relación a este crecimiento. De esta forma, uno de los fenómenos más claros en
el actual panorama de la salud global es que, en la ausencia de atención quirúrgica, se dan
tasas de letalidad altas para las condiciones de morbilidad comunes, especialmente aquellas
que aparecen hoy como fácilmente tratables incluyendo apendicitis, hernia, fracturas, parto
obstruido, anomalías congénitas y mama y cáncer de cuello uterino. Muchas personas
mueren de padecimientos que son fácilmente abordables con estructuras de atención y de
acceso a cuidados quirúrgicos que en los países pobres (y aún en los países en vías de
desarrollo) son muy difíciles de resolver debido a la falta de sistemas de salud modernos y
funcionales. Es por esta razón que, en las zonas más pobres del mundo, se incrementan las
problemáticas concretas hasta producir una carga multifacética de enfermedades
infecciosas, enfermedad materna, enfermedad neonatal, enfermedades no transmisibles y
lesiones.
En los países en vías de desarrollo y teniendo en cuenta el gran aumento previsto de la
incidencia de cáncer, accidentes de tráfi co y las enfermedades cardiovasculares y
metabólicas, es mucho más claro que la necesidad de servicios quirúrgicos seguirá
aumentando considerablemente desde ahora hasta 2030, sobre todo en Latinoamérica y en
Africa. La reducción de la muerte y de la discapacidad dependen, en las sociedades que
tienen este perfil patológico, de acceso a las técnicas y cuidados quirúrgicos y de las
mejoras de las modalidades de anestesia, que deben estar cada vez más disponible para
mayores sectores de la población.
Analizando los sistemas de salud de 110 países en seis regiones diferentes del mundo, los
expertos convocados por The Lancet resumen un panorama crítico para los próximos
quince años:
The Lancet Commission reconoce dos puntos que son centrales para nuestra mirada. El
primero, que Latinoamérica representa la región del planeta donde las disparidades son más
marcadas; el segundo es que en África existe una fuerte vulnerabilidad social, por lo cual
los grupos que van a asumir los riesgos y los que van a aprovechar los beneficios pueden
ser completamente diferentes. Las situaciones contextuales latinoamericanas concretas,
como la debilidad del nivel de instrucción, la disparidad social relacionada con la exclusión
de la asistencia a la salud, la vulnerabilidad asociada con la pertenencia racial/étnica, el
género o la vida rural, son raramente incorporadas en la formulación de las normas y
regulaciones políticas nacionales, debido a la fuerte influencia que la corriente teórica
neopositivista que ha influido en los marcos económicos, en la teoría de la administración
de la salud y hasta en los procesos fundantes de la bioética norteamericana que
acríticamente son adoptados por los marcos de formación básica del personal de salud y
también son impuestos desde los organismos de crédito internacional en los momentos
históricos en que predominan los gobiernos neoliberales. La pobreza y las inequidades en
América Latina forman parte del contexto regional sobre el cual debemos analizar las
normas éticas. En las enfermedades de la pobreza se observan situaciones repetidas de
estigmatización, discriminación y marginación. Un ejemplo paradigmático de estas
enfermedades en nuestra región es la enfermedad de Chagas. Los enfermos son
estigmatizados por su condición de pobres en lo que no resulta ser otra cosa que la
naturalización de la enfermedad y sus determinantes sociales. El padecer enfermedad de
Chagas se hace natural al pobre, así como los pobres se hacen naturales a la organización
social. Con esta naturalización lo que se logra es el vaciamiento moral del mundo de la
vida. Nada puede hacerse ante lo que es natural y sus leyes causales. Si aceptamos en
cambio que la pobreza es la causa y el resultado del ejercicio o privación de las libertades
fundamentales, entonces veremos que el estigma no es más que la negación del sujeto en
tanto sujeto concreto. Otro tanto sucede con la discriminación. Ésta no es más que la
postulación de lo irrelevante (raza, color, género, origen nacional o étnico, etc.) como
carácter distintivo para anular o menoscabar el reconocimiento en condiciones de igualdad
de los derechos humanos y libertades fundamentales. De allí que la posibilidad de
postulación de lo irrelevante como carácter distintivo sólo ocurre en los discursos vaciados
de contenido social. La exclusión, finalmente, resulta ser el modo mayor de negación del
sujeto autónomo.
Sin duda, el dominio que ejercen las compañías farmacéuticas en este esquema
(problemática que ya está bastante analizada y discutida, v. Angell,M. 2007) es uno de los
aspectos más opacos de esta problemática. Lo que se sabe es que las grandes compañías
farmacéuticas, el “Big Pharma” han encontrado la manera de innovar lo menos posible en
la producción de medicamentos, manteniendo invariables los que están ocupando nichos de
mercado. También han logrado subordinar a sus intereses los mecanismos de regulación de
las grandes agencias gubernamentales, controlar los procedimientos de evaluación clínica
que certifica los beneficios de sus propios productos, alargar permanentemente los períodos
de vigencia de los derechos de comercialización y la duración del tiempo de protección de
las patentes, influenciar la instrucción médica para que los mismos médicos receten los
productos, monopolizar los precios y fundamentalmente mantener en secreto los procesos
de investigación y desarrollo. Estos elementos son una de las claves de la reproducción del
Modelo Médico Hegemónico, y hay que entender esta reproducción como parte de un
proceso histórico que no sólo se juega en el campo de la medicina. Como indicador de este
aspecto se puede reparar en la reciente denuncia de la organización Médicos Sin Fronteras,
que se viene pronunciando en contra de las regulaciones que se quieren imponer como parte
de las reconfiguraciones regionales y globales que se producen a partir del cambio de eje
capitalista desde el Atlántico al Pacífico.
Muy recientemente y por varios medios de comunicación global, Médicos Sin Fronteras
señala, en relación al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés),
que ya se encuentra en su fase final de negociación y que regulará la dinámica comercial
entre Estados Unidos y otros once países de la cuenca del Pacífico, entre ellos Perú y Chile,
que el resultado de esta negociación y sus efectos en la economía de la salud producirán
efectos muy graves y que redundarán en retrocesos para la salud pública en Latinoamérica
(Rius San Juan, J, 2015).
Millones de personas no tienen acceso a los medicamentos y las vacunas esenciales que
necesitan. Una de las razones es que los precios de los medicamentos y vacunas se están
incrementando considerablemente, especialmente para países considerados de ingresos
medios o altos como Perú y muchos otros en América latina. Los gobiernos deberían
intentar cerrar la brecha en la falta de acceso a medicinas y deberían introducir normas y
estrategias que reafirmen un imperativo de salud pública, incluida la promoción de la
competencia. Pero en su forma actual, el TPP amenaza con hacer la situación mucho peor y
con restringir el acceso a medicamentos asequibles para millones de pacientes y
proveedores de atención médico-humanitaria como MSF. Se cree que las normas de
propiedad intelectual propuestas en el TPP darán a las empresas farmacéuticas monopolios
más duraderos sobre los medicamentos de marca. Es decir, las empresas podrán cobrar
precios más altos por períodos más largos de tiempo y sería más difícil para los países
facilitar la producción local o importar medicamentos genéricos más baratos, que son
vitales para la salud de las personas. Además, podrían crearse más barreras para acceder a
los datos de los ensayos clínicos para una nueva clase de medicamentos llamados
biológicos.
Por ejemplo, se sabe que el TPP propone bajar los estándares de patentabilidad y exigir la
concesión de patentes secundarias para las modificaciones a los tratamientos existentes,
incluso en ausencia de un beneficio terapéutico para los pacientes (una práctica conocida
como “perennización” de patentes). El acuerdo también impondría un período de
exclusividad más prolongado y sin precedentes de los datos clínicos necesarios para
demostrar la seguridad y eficacia de los medicamentos y vacunas que son productos
“biológicos”. Ambas disposiciones perpetuarían los monopolios y prevendrían la
competición de genéricos, haciendo que los medicamentos y las vacunas sean más caros
por más tiempo. Otras disposiciones propuestas en el TPP, incluyendo la extensión de los
plazos de las patentes, la vinculación de patentes con los registros sanitarios, la exigencia
de nuevas formas de observancia de la propiedad intelectual, y la solución de controversias
inversionista-Estado con la creación de tribunales supraestatales, son igualmente
preocupantes desde la perspectiva de la salud pública y del acceso a los medicamentos.
Estas polémicas disposiciones del TPP afectarán a todos los países, ricos y de bajos
ingresos, poniendo en peligro lo que ya se ha logrado en salud pública, aumentando el costo
farmacéutico y poniendo la vida de millones de pacientes en riesgo (Rius San Juan, Judith,
op.cit.). .
También la construcción imaginaria de la salud perfecta sirve al Big Pharma para opacar la
continuidad de los experimentos con seres humanos que continúan de otra forma las
experiencias generadas por el nazismo anteriores y durante la Segunda Guerra Mundial. En
diciembre del año 2000, The Washington Post publicó una serie de seis artículos bajo el
título “The Body Hunters” donde denunciaba investigaciones no éticas llevadas a cabo en
países pobres por las mayores compañías de medicamentos, por pequeñas firmas de
biotecnología, y por las universidades y el gobierno de Estados Unidos. El interés por
desarrollar investigaciones en estos países era asociado al menor costo de las mismas, la
mayor rapidez con que podían ser realizadas, la menor oposición por parte de los pacientes
que, necesitados de medicamentos, firmaban el consentimiento informado con mayor
facilidad, y los sistemas de regulación más débiles. El crecimiento de las investigaciones en
países periféricos había sido progresivamente desbordante a partir de la década de los años
noventa. Y cuando la FDA, la agencia de control norteamericana, exigía mayores
evidencias de seguridad en animales para autorizar los ensayos clínicos en sujetos
humanos, muchas de las compañías llevaban sus investigaciones fuera de Estados Unidos.
Así sucedía con Rusia y otros países de Europa Oriental para los cuales, paradójicamente,
uno de los “logros” de la globalización neoliberal iniciada con la caída de los países
socialistas consistía en pasar a ser territorios de más fácil acceso al cuerpo de los sujetos
humanos participantes en investigaciones biomédicas. La disponibilidad de información
veraz sobre la situación de este cambio global en las investigaciones biomédicas era sin
embargo escasa, y a ello contribuía la misma FDA que protegía fuertemente a las
compañías con base en el secreto de la información comercial. De este modo, la
responsabilidad de los sistemas de evaluación ética era crecientemente débil no sólo en los
países centrales y patrocinadores de estudios en el exterior como Estados Unidos, sino en
los países periféricos y pobres. Este procesos está suficientemente documentado por
muchos autores e investigadores, entre los que se destaca el abordaje de Adriana Petryna
(2011) para comprender las situaciones de Brasil y los países de Europa del Este. Además,
esta autora extiende algunos de los elementos de su análisis, con datos muy interesantes
sobre el mundo de los ensayos clínicos, a otros países de renta baja y media, en los cuales
las regulaciones estatales son débiles o inexistentes. Uno de los factores más importantes
para que se desarrolle esta dinámica de experimentación clínica sin control, es la existencia
de pandemias como el HIV/SIDA, frente a la cual hay poblaciones completas cuya única
posibilidad de supervivencia es la de participar de ensayos de medicamentos
experimentales. Es decir, en contextos de desesperación, desaparecen las regulaciones
éticas sobre las que se basan las regulaciones que protegen de ciertas maneras a las
poblaciones de los países desarrollados. Obviamente, la pretensión de que los estamentos
científicos se autoregularían después de la experiencia nazi y de los documentos fundantes
luego de los juicios de Nuremberg resultaron totalmente erradas.
Conclusión
Todos estos procesos señalados aquí refuerzan la noción de que la lucha por la construcción
de una verdadera salud colectiva tiene múltiples frentes. Indudablemente, uno de los
aspectos más problemáticos es el desarrollo de una capacidad de regulación mundial de los
poderes sostenidos por el Big Pharma y sus sectores empresarios articulados. Como estos
sectores desarrollan poderes fácticos superiores a cualquier gobierno, es necesario construir
relaciones multilaterales, mecanismos regionales y políticas públicas que puedan hacer
reales la equidad, la justicia, la diversidad de derechos colectivos, el acceso global a la
salud y al bienestar, y no una simple formulación en un documento. No se trata sólo de
regular mercados mediante intervenciónes de diferentes estados, se trata también de
desvelar barreras que ocultan los beneficios del saber y colocar al alcance de la población
del mundo los logros predictivos y terapéuticos de los avances científicos.
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