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GTT 27 ANTROPOLOGIA MEDICA Y SALUD COLECTIVA

SALUD COLECTIVA Y SALUD GLOBAL. PROCESOS ESTRUCTURALES Y


ASPECTOS EMERGENTES EN LA “IMAGINACION MEDICA”.
Dr. Marcelo Sarlingo
Nures- Departamento de Antropología – FACSO – UNICEN
sarlingmar@hotmail.com
RESUMEN
Un reciente documento producido por “The Lancet” realiza una prospectiva sobre el
panorama de los próximos quince años en materia de las necesidades globales de cuidados
quirúrgicos y servicios concomitantes. Enfocados en los países definidos como “en vías de
desarrollo” un grupo de veinticinco expertos de diferentes profesiones, sostenidos por
colaboradores de ciento diez países y seis continentes, genera una mirada que remarca los
procesos de desigualdades que atraviesan la salud global. En esta ponencia se sintetizan
algunos de los elementos básicos de estos procesos, teniendo en cuenta una lógica de
producción de la salud colectiva que apunta a continuar la expansión de la medicina
biomédica de base científica en los países sobre la base de organizar los servicios de salud
como efectores de una mercancía. De esta manera, sobre la identificación cuantitativa de
carencias que afectan a cientos de millones de personas en países donde la población no
accede a los beneficios de la cirugía moderna, se redefinen elementos conflictivos que están
en la base de la construcción social de condiciones de acceso universal a la salud. Estas
redefiniciones se articulan con otros aspectos como la expansión de los laboratorios
farmacológicos, las interrelaciones entre medicina y tecnociencia en el plano de la
disolución de las fronteras del cuerpo y la posibilidad de comunicar una “imaginación
médica” que da lugar a hipótesis post-humanistas y que funciona como una ideología
sostenedora de un imaginario que promete una salud perfecta. Algunos elementos de este
panorama permiten abrir interrogantes sobre las posibilidades concretas de gobiernos de
producir políticas que permitan proteger a poblaciones y a comunidades con necesidades
crecientes en materia de acceso a complejidad médica.

PALABRAS CLAVE: imaginación médica, salud global, reduccionismo genético


Procesos estructurales y salud global.

Si hay un slogan que ha quedado totalmente incumplido, es el que impulsaron los


movimientos progresistas de todo el mundo en el campo de la salud. En efecto, “Salud para
todos en el año 2000” no sólo estuvo muy lejos de cumplirse, sino que los procesos
estructurales que producían la desigualdad y que le daban sentido a la lucha por lograr esa
meta, se han profundizado. Ya bien entrados en el siglo XXI, uno de los tópicos centrales
de la reflexión antropológica se ha dirigido, entre otros problemas, al fenómeno de la
deshumanización de la existencia y la colonización de la vida por el mercado, sobre todo
como resultado de una concepción neopositivista del mundo. En el campo de la medicina
producida por la Modernidad,, esto es producto de una manera de construir lo humano
solamente en su inmediatez, desde una perspectiva biológica y cuantificable que elude otras
dimensiones fundamentales del ser humano y de los hombres y mujeres que pertenecen a
cualquier cultura, como son los planos históricos y la dimensión psicosocial. En las últimas
décadas la filosofía neopositivista aportó elementos centrales en la sistematización teórico-
práctica de la medicina, y en una concepción del hombre que se ha reflejado de manera
directa en la relación médico-paciente, en la dinámica de las instituciones públicas y
privadas de atención de la salud, y sobre todo en la formación de los médicos. Es en este
contexto neopositivista, producido a mediados del siglo XX y que conduce a la ideología
denominada “pensamiento único”, que surge el fenómeno de la deshumanización de la
práctica médica como una tendencia cada vez más poderosa y omnicomprensiva, Este
fenómeno se ha caracterizado por una problemática generada por los efectos negativos de la
fragmentación de la atención médica, de la tecnificación de la medicina, de la
mercantilización de los bienes para la atención de la salud, de la institucionalización de la
atención, y aún del problema de la corrupción de no pocos profesionales de la medicina
(entre otros factores, ver Menéndez, E. 1981).

La crítica que en general se hace a la medicina contemporánea a partir del proceso de su


deshumanización se puede resumir en los siguientes puntos:

a) Supremacía del modelo biomédico en la atención de la salud, que ha reducido la


construcción del paciente por parte del médico sólo como un ente conformado por células,
órganos, aparatos y sistemas, o como un sujeto de experimentación, no como sujeto moral
con ciertos derechos, contextualizado e históricamente determinado. El sentido de la acción
del trabajo médico se ha enfocado a moniterear los resultados físicos en la salud del
paciente yno al proceso de atención, es decir, a la interrelación entre el personal de salud y
el paciente,

b) En términos sistémicos, el interés general se ha centrado en el sistema de atención y en la


economía de mercado y no en la salud misma. Ocurre con frecuencia que la lógica del
conocimiento médico ha ido transformándose gradualmente, de manera tal que muchos
profesionales, en lugar de trabajar para ser un promotor del bienestar del paciente, se han
convertido en guardianes del presupuesto del sistema de salud y/o de la economía de la
empresa de salud para la que trabajan. Opera más como un administrador que como un
médico.
c) A pesar del consenso que ha logrado desde hace más de treinta y cinco años la definición
propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en cuanto a la salud como el
bienestar físico y mental y social del ser humano, los sistemas de salud estatales y privados
continúan organizándose sobre la base del abordaje de la enfermedad, y muchos de los
aspectos humanísticos en la formación de los médicos y en el ejercicio cotidiano de la
medicina se han diluido mientras más se tecnifica la atención a la salud a nivel público y
privado.

A fines de los años ´80, analizando la evolución del Modelo Médico Hegemónico en
Latinoamérica, E. Menéndez había señalado una gran cantidad de aspectos contradictorios
que roducían una crisis profunda en todo el campo de la medicina y sus espacios
transaccionales. (Menéndez, E.; 1985, 2003). Lejos de resolverse, esta crisis se profundiza
con la adopción de modelos de gestión como el denominado “Management disease”
(Terol et al., 2001), denominación proveniente de los países anglosajones, y
específicamente de EE.UU, y divulgado en 1993, principalmente por empresas de salud
privada como el Boston Consulting Group. Inicialmente, es muy claro que el “Management
disease” o Gestión de Enfermedades, se pensó como una standarización de procesos más
amplios que la relación médico-paciente enmarcada en una consulta o en un servicio
puntual de salud. En los años ´90, el Management Disease se promocionó como un proceso
de optimización de la provisión de cuidados, fundamentalmente articulado mediante la
coordinación de recursos a lo largo de todo el sistema de salud y durante todo lo que dure la
enfermedad en cada individuo. Fundamentalmente basado en la evidencia científica, el
Mangement Disease estába orientado a mejorar la calidad y los resultados clínicos y
económicos al menor coste posible. De ahí que se lo presentó, más que como una técnica
concreta, como un proceso de transformación estratégica de la organización sanitaria y de
la forma de prestar servicios y de obtener r e s u l t a d o s.

Como el mismo artículo de Terol et alia lo señala claramente:

“…La GE fue planteada inicialmente como una táctica de


alineación de intereses y objetivos entre las empresas
farmacéuticas y las aseguradoras para disminuir el consumo
de recursos más costosos (hospitalizaciones, cirugía, etc.) en
estadios concretos de algunas patologías seleccionadas como
el asma y la insuficiencia cardiaca. La mejora en la adhesión y
el cumplimiento de objetivos terapéuticos, dietéticos y de
estilos de vida, condujo a una disminución de costes en el uso
de recursos hospitalarios. Este aparente éxito llevo a una
progresiva extensión y generalización de los programas de GE
en los últimos ocho años a un número cada vez mayor de
patologías y de entornos sanitarios…Una parte básica de esta
nueva filosofía de la provisión de cuidados es la revolución de
la escala de prioridades y valores entre los profesionales
sanitarios que implica pasar de: un sistema basado y orientado
a la resolución de demandas y patologías agudas, a un sistema
basado en la prevención de la demanda y la gestión de
patologías y condiciones crónicas; de un sistema basado en el
protagonismo de profesionales y gestores y sus intereses y
limitaciones corporativas, a un sistema basado en el
protagonismo de los pacientes y la organización de sus
cuidados, y en el que áreas tan teóricamente importantes
como crónicamente poco desarrolladas tales como la
prevención, la educación para la salud, la autogestión de
cuidados, los sistemas expertos para la detección de riesgos,
interacciones o efectos secundarios, los sistemas de
información integrales e integrados o la rehabilitación, se
convierten en las protagonistas del modelo. (Terol, E. et Alia,
2001: 48).

De manera tal que desde el inicio mismo de estas técnicas de gestión se ve claramente
como los grandes sectores económicos que hegemonizan los procesos SEA en los países
capitalistas, logran construir una lógica de organización de la salud colectiva que
profundiza la ideologización mercantil de la salud. Es decir, se profundizan los esquemas
políticos basados en pensar la salud como mercancía, reforzándose aquellas visiones
tecnocráticas que colonizan los sentidos estructurantes de las disputas por la definición de
la salud colectiva. Como ejemplo sirve también la reciente prospectiva publicada por la
emblemática The Lancet y presentada como resultado del trabajo científico de una comisión
de expertos (entre los cuales se encuentra Paul Farmer, destacado antropólogo que publicó
interesantísimos trabajos de investigación enmarcados en la antropología médica crítica
durante los años ´90) enfatiza un conjunto de necesidades globales a las que la economía
global y la salud pública mundial deben hacerles frente articulando esfuerzos sin
precedentes. Este conjunto de necesidades se puntualizan aquí de manera resumida y
aproximada, a los efectos de ilustrar cómo se piensan determinados panoramas desde la
visión de una parte de la biomedicina de base científica.

Los expertos de la Comisión Lancet reconocen que se han hecho notables avances en la
salud mundial en los últimos 25 años, pero es evidente que este progreso no ha sido
uniforme. La mortalidad y morbilidad por afecciones comunes que en algún punto del
tratamiento necesitan cirugía han crecido en las regiones más pobres del mundo. Y de la
misma manera, en estos países, el desarrollo de las estructuras esenciales para cuidados
quirúrgicos, anestesia y seguridad hospitalaria en general han quedado desfasadas y a
trasadas en relación a este crecimiento. De esta forma, uno de los fenómenos más claros en
el actual panorama de la salud global es que, en la ausencia de atención quirúrgica, se dan
tasas de letalidad altas para las condiciones de morbilidad comunes, especialmente aquellas
que aparecen hoy como fácilmente tratables incluyendo apendicitis, hernia, fracturas, parto
obstruido, anomalías congénitas y mama y cáncer de cuello uterino. Muchas personas
mueren de padecimientos que son fácilmente abordables con estructuras de atención y de
acceso a cuidados quirúrgicos que en los países pobres (y aún en los países en vías de
desarrollo) son muy difíciles de resolver debido a la falta de sistemas de salud modernos y
funcionales. Es por esta razón que, en las zonas más pobres del mundo, se incrementan las
problemáticas concretas hasta producir una carga multifacética de enfermedades
infecciosas, enfermedad materna, enfermedad neonatal, enfermedades no transmisibles y
lesiones.
En los países en vías de desarrollo y teniendo en cuenta el gran aumento previsto de la
incidencia de cáncer, accidentes de tráfi co y las enfermedades cardiovasculares y
metabólicas, es mucho más claro que la necesidad de servicios quirúrgicos seguirá
aumentando considerablemente desde ahora hasta 2030, sobre todo en Latinoamérica y en
Africa. La reducción de la muerte y de la discapacidad dependen, en las sociedades que
tienen este perfil patológico, de acceso a las técnicas y cuidados quirúrgicos y de las
mejoras de las modalidades de anestesia, que deben estar cada vez más disponible para
mayores sectores de la población.

Analizando los sistemas de salud de 110 países en seis regiones diferentes del mundo, los
expertos convocados por The Lancet resumen un panorama crítico para los próximos
quince años:

a) 5 billones de personas no tienen acceso a la atención quirúrgica y cuidados de


anestesia cuando sea necesario. La falta de acceso a prestaciones de cirugía es
terrible en países de bajos ingresos promedio y la mayoría de ingresos medios,
donde nueve de diez personas no pueden acceder a la atención quirúrgica básica.
b) Se calcula que 143 millones de procedimientos quirúrgicos adicionales son
necesarios en este tipo de sociedades cada año para salvar vidas y prevenir la
discapacidad. De los 313 millones procedimientos realizados en todo el mundo cada
año, sólo el 6% se producen en los países más pobres, donde vive más de un tercio
de la población del mundo vive. Las necesidades insatisfechas son mayores en
África subsahariana oriental, occidental y central y Asia meridional.
c) 33 millones de personas enfrentan gastos de salud catastróficos por cada año de
pago para el cuidado de la cirugía y la anestesia. 48 millones de casos adicionales de
gasto catastrófico son atribuibles a los costos médicos de acceso a la atención
quirúrgica. Una cuarta parte de las personas que tienen un procedimiento quirúrgico
tendrán una catástrofe financiera familiar y grupal como resultado de la búsqueda de
atención. La carga de gastos catastróficos para la cirugía es mayor en países de
bajos ingresos y bajos ingresos y, dentro de cualquier país, castiga mucho más
pesadamente sobre los pobres.
d) La inversión en los servicios quirúrgicos en los países más pobres es posible y
fundamental, salva vidas y promueve el crecimiento económico. Se vuelve
necesario conocer la población actual y proyectada exige urgente inversión en
recursos humanos y físicos para cirugía y cuidados de anestesia es necesario.
e) Enfrentar esta problemática requiere articular un conjunto amplio de esquemas y
procesos, apuntando a metas de salud global en áreas tan diversas como cáncer,
lesiones, enfermedad cardiovascular, infección y reproductiva, materna, neonatal y
salud infantil. Con el panorama actual, lograr una cobertura sanitaria universal
digna y otros objetivos de desarrollo sostenible serán imposibles de lograr sin
asegurar un esquema accesible, seguro, oportuno para tratamientos quirúrgicos y
cuidados de anestesia

The Lancet Commission reconoce dos puntos que son centrales para nuestra mirada. El
primero, que Latinoamérica representa la región del planeta donde las disparidades son más
marcadas; el segundo es que en África existe una fuerte vulnerabilidad social, por lo cual
los grupos que van a asumir los riesgos y los que van a aprovechar los beneficios pueden
ser completamente diferentes. Las situaciones contextuales latinoamericanas concretas,
como la debilidad del nivel de instrucción, la disparidad social relacionada con la exclusión
de la asistencia a la salud, la vulnerabilidad asociada con la pertenencia racial/étnica, el
género o la vida rural, son raramente incorporadas en la formulación de las normas y
regulaciones políticas nacionales, debido a la fuerte influencia que la corriente teórica
neopositivista que ha influido en los marcos económicos, en la teoría de la administración
de la salud y hasta en los procesos fundantes de la bioética norteamericana que
acríticamente son adoptados por los marcos de formación básica del personal de salud y
también son impuestos desde los organismos de crédito internacional en los momentos
históricos en que predominan los gobiernos neoliberales. La pobreza y las inequidades en
América Latina forman parte del contexto regional sobre el cual debemos analizar las
normas éticas. En las enfermedades de la pobreza se observan situaciones repetidas de
estigmatización, discriminación y marginación. Un ejemplo paradigmático de estas
enfermedades en nuestra región es la enfermedad de Chagas. Los enfermos son
estigmatizados por su condición de pobres en lo que no resulta ser otra cosa que la
naturalización de la enfermedad y sus determinantes sociales. El padecer enfermedad de
Chagas se hace natural al pobre, así como los pobres se hacen naturales a la organización
social. Con esta naturalización lo que se logra es el vaciamiento moral del mundo de la
vida. Nada puede hacerse ante lo que es natural y sus leyes causales. Si aceptamos en
cambio que la pobreza es la causa y el resultado del ejercicio o privación de las libertades
fundamentales, entonces veremos que el estigma no es más que la negación del sujeto en
tanto sujeto concreto. Otro tanto sucede con la discriminación. Ésta no es más que la
postulación de lo irrelevante (raza, color, género, origen nacional o étnico, etc.) como
carácter distintivo para anular o menoscabar el reconocimiento en condiciones de igualdad
de los derechos humanos y libertades fundamentales. De allí que la posibilidad de
postulación de lo irrelevante como carácter distintivo sólo ocurre en los discursos vaciados
de contenido social. La exclusión, finalmente, resulta ser el modo mayor de negación del
sujeto autónomo.

Sin duda, el dominio que ejercen las compañías farmacéuticas en este esquema
(problemática que ya está bastante analizada y discutida, v. Angell,M. 2007) es uno de los
aspectos más opacos de esta problemática. Lo que se sabe es que las grandes compañías
farmacéuticas, el “Big Pharma” han encontrado la manera de innovar lo menos posible en
la producción de medicamentos, manteniendo invariables los que están ocupando nichos de
mercado. También han logrado subordinar a sus intereses los mecanismos de regulación de
las grandes agencias gubernamentales, controlar los procedimientos de evaluación clínica
que certifica los beneficios de sus propios productos, alargar permanentemente los períodos
de vigencia de los derechos de comercialización y la duración del tiempo de protección de
las patentes, influenciar la instrucción médica para que los mismos médicos receten los
productos, monopolizar los precios y fundamentalmente mantener en secreto los procesos
de investigación y desarrollo. Estos elementos son una de las claves de la reproducción del
Modelo Médico Hegemónico, y hay que entender esta reproducción como parte de un
proceso histórico que no sólo se juega en el campo de la medicina. Como indicador de este
aspecto se puede reparar en la reciente denuncia de la organización Médicos Sin Fronteras,
que se viene pronunciando en contra de las regulaciones que se quieren imponer como parte
de las reconfiguraciones regionales y globales que se producen a partir del cambio de eje
capitalista desde el Atlántico al Pacífico.

Muy recientemente y por varios medios de comunicación global, Médicos Sin Fronteras
señala, en relación al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés),
que ya se encuentra en su fase final de negociación y que regulará la dinámica comercial
entre Estados Unidos y otros once países de la cuenca del Pacífico, entre ellos Perú y Chile,
que el resultado de esta negociación y sus efectos en la economía de la salud producirán
efectos muy graves y que redundarán en retrocesos para la salud pública en Latinoamérica
(Rius San Juan, J, 2015).

Millones de personas no tienen acceso a los medicamentos y las vacunas esenciales que
necesitan. Una de las razones es que los precios de los medicamentos y vacunas se están
incrementando considerablemente, especialmente para países considerados de ingresos
medios o altos como Perú y muchos otros en América latina. Los gobiernos deberían
intentar cerrar la brecha en la falta de acceso a medicinas y deberían introducir normas y
estrategias que reafirmen un imperativo de salud pública, incluida la promoción de la
competencia. Pero en su forma actual, el TPP amenaza con hacer la situación mucho peor y
con restringir el acceso a medicamentos asequibles para millones de pacientes y
proveedores de atención médico-humanitaria como MSF. Se cree que las normas de
propiedad intelectual propuestas en el TPP darán a las empresas farmacéuticas monopolios
más duraderos sobre los medicamentos de marca. Es decir, las empresas podrán cobrar
precios más altos por períodos más largos de tiempo y sería más difícil para los países
facilitar la producción local o importar medicamentos genéricos más baratos, que son
vitales para la salud de las personas. Además, podrían crearse más barreras para acceder a
los datos de los ensayos clínicos para una nueva clase de medicamentos llamados
biológicos.

Por ejemplo, se sabe que el TPP propone bajar los estándares de patentabilidad y exigir la
concesión de patentes secundarias para las modificaciones a los tratamientos existentes,
incluso en ausencia de un beneficio terapéutico para los pacientes (una práctica conocida
como “perennización” de patentes). El acuerdo también impondría un período de
exclusividad más prolongado y sin precedentes de los datos clínicos necesarios para
demostrar la seguridad y eficacia de los medicamentos y vacunas que son productos
“biológicos”. Ambas disposiciones perpetuarían los monopolios y prevendrían la
competición de genéricos, haciendo que los medicamentos y las vacunas sean más caros
por más tiempo. Otras disposiciones propuestas en el TPP, incluyendo la extensión de los
plazos de las patentes, la vinculación de patentes con los registros sanitarios, la exigencia
de nuevas formas de observancia de la propiedad intelectual, y la solución de controversias
inversionista-Estado con la creación de tribunales supraestatales, son igualmente
preocupantes desde la perspectiva de la salud pública y del acceso a los medicamentos.
Estas polémicas disposiciones del TPP afectarán a todos los países, ricos y de bajos
ingresos, poniendo en peligro lo que ya se ha logrado en salud pública, aumentando el costo
farmacéutico y poniendo la vida de millones de pacientes en riesgo (Rius San Juan, Judith,
op.cit.). .

Imaginario médico y salud perfecta.


Uno de los aspectos más controversiales de todo este panorama es la capacidad de la
medicina moderna de lograr una dinámica que articulan prácticas biologicistas y
mercantilistas a ultranza opacadas por metáforas y relatos que prometen la derrota
definitiva de la enfermedad, y la posibilidad de lograr una poshumanidad muchísimo más
larga en el tiempo que lo que representa la duración de la vida humana actual. Esto se
constituye como una forma de racionalidad que le da sentido a todo lo que es intervención
sobre el cuerpo humano, incluyendo niveles que no son observables sin instrumentos
técnicos y sin tecnologías informatizadas, como el nivel genético o los procesos básicos de
la biología humana a escala molecular. El dominio médico sobre estas tencologías y sus
modalidades de administración y reproducción tienen numerosas expresiones ideológicas y
se transforman en programas que tienen la capacidad de condicionar y organizar la
subjetividad humana.
El poder del imaginario médico es explicable analizando brevemente cómo puede
entenderse la noción de imaginario. En realidad, imaginario social, imaginación cultural e
imaginación social, son nada más que tres formas de referir al mismo proceso social que
hace que existan imaginaciones en plural, producidas por múltiples sujetos, y manifiestas
en todo soporte material que las hagan perdurables. El recorrido histórico de las teorías
sobre los imaginarios requiere la revisión de los estudios filosóficos, psicológicos y
antropológicos, sintetizados en su mayoría por autores como Gilbert Durand (2000; 2003;
2004), Bronislaw Baczko (2005), Cornelius Castoriadis (1989) y Jean-Jacques
Wunenburger (Wunenburger, 2008). Desde el psicoanálisis, Castoriadis propuso que “lo
imaginario del que hablo no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente
indeterminada (histórico-social y psíquico) de figuras/formas/imágenes, a partir de las
cuales solamente puede tratarse de ‘alguna cosa’. Lo que llamamos ‘realidad’ y
‘racionalidad’ son obras de ello” (Castoriadis, 1989: 12). Otra definición fácilmente
entendible para un concepto complejo es la siguiente: “un conjunto de producciones,
mentales o materializadas en obras, a partir de imágenes visuales (cuadro, dibujo,
fotografía) y lingüísticas (metáfora, símbolo, relato), que forman conjuntos coherentes y
dinámicos que conciernen a una función simbólica en el sentido de una articulación de
sentidos propios y figurados” (Wunenburger, 2008: 15). El mismo autor propone en esta
dirección los criterios de análisis centrales a considerar para un estudio sistemático: “Solo
hay imaginario si un conjunto de imágenes y relatos forma una totalidad más o menos
coherente, que produce un sentido distinto del local y momentáneo. Lo imaginario está del
lado de lo “holístico” (totalidad) y no “atomístico” (elemento). Lo imaginario puede ser
descrito literalmente (temas, motivos, intrigas, ambiente), pero también dar lugar a
interpretaciones, dado que las imágenes y los relatos son, en general, portadores de un
segundo sentido indirecto […] los diversos constituyentes de un imaginario (tiempo,
personaje, espacio, acción, etc.) pueden dar, luego de una interpretación, indicaciones
precisas sobre el sujeto que imagina, que emplea estos operadores para expresar afectos,
ideas, valores. Entonces, el estudio de lo imaginario como mundo de representaciones
complejas debe tener por objeto el sistema de imágenes-texto, su dinámica creadora y su
pregnancia semántica, que hacen posible una interpretación indefinida, y, por último, su
eficacia práctica y su participación en la vida individual y colectiva” (Wunenburger, 2008:
16).
La propaganda médica sobre los avances y los logros de la medicina biomédica son tan
abarcadores y omnicomprensivos (dado que los grupos que componen el Big Pharma
invierten tanto dinero en publicidad como en los procesos de investigación y desarrollo de
sus productos medicinales) que producen legitimación para procesos muy diversos. Es en
este sentido que va tomando la forma de todo un imaginario completo. En un polémico
libro, el filósofo francés Lucien Sfez identifica y analiza todo un campo ideológico
articulado sobre tópicos definidos en relación a la noción moderna de salud, que se
manifiesta a través de la presencia en el lenguaje colectivo de temas que son muy
diferentes, y que van desde las diferentes manera de hacer dieta hasta el papel de la
biotecnología en relación a la promesa de curar ciertas enfermedades. Sfez afirma que:
“la salud perfecta…es una utopía mucho más pregnante que
la ideología comunicacional de los años ´80 hasta el 2000…
Porque ya no se trata de intercambios comerciales o culturales
entre comunidades o entre individuos, sino más bien de
nuestra salud, esto es, de nuestro mantenimiento en vida…
Pregnancia, entonces de la utopía médica y hospitalaria de
una salud total…” (Sfez, 2008:15).
A través de una investigación realizada en Europa, Japón y Estados Unidos, el autor francés
describe un campo imaginario que abarca tanto el despliegue mundial del proyecto Genoma
Humano hasta un pensamiento holístico que vincula la salud del planeta a la salud
individual de cada persona. Pertrechado con una bibliografía inagotable, sin citar
innecesariamente a Foucault y sin abusar de la noción de biopolítica, consigue demostrar
que la utopía de la salud perfecta es uno de los grandes nudos imaginarios de nuestro
tiempo.
Ya Michel Foucault había analizado cuatro transformaciones que se encontraban en la base
de este complejo imaginario articulado sobre la utopía de la salud perfecta. Una de ellas
tuvo su principio en la implementación del Plan Beveridge, en Inglaterra, mientras se
desarrollaba la Segunda Guerra Mundial. Ahí se consagra el derecho a la salud una relación
macroeconómica con los padecimientos y necesidades de los cuerpos enfermos. En un
segundo proceso, el desarrollo de la biología molecular, los avances de la inmunología y de
la genética durante la segunda mitad del siglo XX, surgidos de las políticas públicas
europeas, producen una articulación que supera los logros de la física durante la primera
mitad del mismo siglo. Las consecuencias de esta dinámica generan un tercer plano de
transformaciones: el biólogo y el médico ya no trabajan con la salud de un individuo, y la
medicina deja de ser un arte. Intervenir en la base genética de la especie y afectar
azarosamente el sistema inmunológico de millones de individuos implica abrir un campo
para pensar estos fenómenos en términos de biohistoria y de biosocialidad, términos que
contrastan con otra utopía, la de replicar todos los procesos vitales humanos a través de
sistemas informáticos, un campo cuyo alcance transformador contiene a la especie humana
en su totalidad. Y un cuarto proceso es el que se puede observar más fácilmente: la
medicalización sin pausa logra que la intervención médica ya no se dirija a los individuos,
sino que alcanza también a todas sus redes de relaciones, a sus procesos identitarios y a su
entorno ambiental. Así, el médico trabaja también con el agua, las viviendas, las ciudades,
la contabilidad y la gestión de la economía, el mundo axiológico. Todo pasa a objeto de las
“ciencias de la salud”.
En los últimos veinte años, a partir de la legitimación política y moral que ha logrado el
Proyecto Genoma Humano, uno de los tópicos del imaginario médico dominantes se centra
en torno al reduccionismo genético, esto es, la noción de que la enfermedad humana se
explica por el locus genético individual, lo que instala como explicación final una
concepción determinista y reduccionista del ser humano. Este reduccionismo genético
coloca en primer plano a la biología, en lugar de la biografía de cada individuo, de sus
relaciones sociales, su trabajo, la nutrición, la instrucción, los factores ambientales, los
agentes infecciosos. Sobre esta base se corre el riesgo de borrar o reducir sustancialmente el
libre arbitrio, y como consecuencia se están introduciendo distintas distorsiones políticas
que tienen un clarísimo origen, fácilmente identificable. Una distorsión de este proceso es
la tendencia de la industria farmacéutica a concentrar sus esfuerzos en la producción de
“medicamentos a la medida” de la biología individual, basados en las características
genéticas individuales de los pacientes, mientras se descuidan las investigaciones en torno a
las enfermedades más comunes, que quedan desatendidas y muy difundidas. En este
sentido, el futuro propagandizado por los laboratorios es que habrá una medicina que
responderá a las necesidades y características de la biología individual. Una medicina para
cada persona (que pueda pagarla, claro).
La segunda distorsión de este reduccionismo genético es el tratar de usar los conocimientos
genéticos sobre las personas para introducir criterios biológicos selectivos en las
contrataciones de las multinacionales o inclusive para definir la permanencia en el trabajo.
Así es que determinados sectores del mercado laboral internacional incluyen análisis
genéticos para evaluar la posibilidad de que los trabajadores enfermen en un futuro
próximo y resulten poco rentables debido a los costos de la enfermedad para los
empleadores. Y la tercera distorsión aparece cuando ya se manifiesta una enfermedad
explicada por una mutación o una determinación genética, y constituyen en el abuso de
negar el tratamiento a los enfermos que, en los esquemas de los seguros y de las empresas
de salud, se consideran demasiado costosos para el presupuesto normal que establecen las
empresas. Pero no son los únicos problemas que emergen del dominio ideológico del
reduccionismo genético. En términos más amplios, hay otros dilemas políticos y éticos de
las aplicaciones de la investigación genética, como el uso y abuso en la utilización de bases
de datos genéticos con fines comerciales, la discriminación en la atención médica, en el
acceso inicial a los seguros de salud y a los sistemas educativos, además de la
estigmatización social y familiar y el fomento al racismo. Victor Penchaszadeh (2006), uno
de los genetistas más importantes de nuestro país, y que ha tenido una tarea clave en las
políticas de derechos humanos desarrolladas por el Estado Nacional en los últimos años,
alerta sobre la destrucción de los logros de la salud pública en Latinoamérica debido al peso
de estos esquemas ideológicos. Para el autor, la visión determinista, y por ende
reduccionista, del papel que representa la constitución genética del individuo en los
procesos de salud-enfermedad no sólo es una aberración ética que conspira contra los
principios de justicia, equidad y solidaridad, sino que además se basa en la falacia
pseudocientífica de que los genes son los principales determinantes de la salud de los
individuos y las poblaciones.
Un importante factor que explica que este reduccionismo continúe siendo tan fuerte a pesar
de que la discusión teórica ha demostrado que los factores ambientales pesan mucho más
que los genéticos en lo que respecta a la morbilidad y mortalidad de la especie humana, es
que la financiación principal de las investigaciones en el campo de la genómica fue pasando
progresivamente del campo público al dominio de las empresas privadas y del capital
financiero. Esto implica que la dinámica de inversiones esté sometida a una exigencia de
rentabilidad que se debe mantener para que la industria de las biotecnologías, de la
producción de medicamentos y otras ramas asociadas mantenga determinados niveles de
ganancia. Por esta razón también cualquier paper o publicación sobre algún aspecto mínimo
de la genómica se transforma en noticia, ya que se debe asegurar una provisión constante de
fondos y por lo tanto se crea la ilusión de que los tratamientos genéticos a medida para cada
individuo son la panacea del futuro y que están muy cerca de generalizarse. Uno de los
aspectos más controversiales de esta perspectiva es la legitimación de la intervención en los
procesos básicos de la genética humana sin que las bases éticas necesarias para proteger a
las poblaciones vulnerables se hayan desarrollado. Efectivamente, el Proyecto Genoma
Humano se llevó a cabo sin asegurar el consentimiento informado previo de las
comunidades indígenas participantes, ni tampoco se estableció el anonimato total sobre la
identidad de los aportantes de las muestras, y mucho menos se tomaron recaudos sobre la
apropiación privada del conocimiento y el posterior patentamiento de eventuales
descubrimientos. Fue muy claro que, aún cuando existían muchísimas dudas sobre la
utilidad real de muchos trabajos y desarrollos en el campo del análisis genético de
poblaciones, el peso del imaginario médico centrado en la búsqueda de la “salud perfecta”
generó un empuje que no pudo ser regulado adecuadamente por los gobiernos. Aun así,
cuando el Proyecto Genoma Humano se completó en el año 2004, sus principales
conclusiones permitieron demostrar que la mayor proporción de la variación genética
humana ocurre dentro de las subpoblaciones delimitadas como “razas” en el siglo XIX, lo
que significa claramente que los grupos raciales no tienen características genéticas
particulares y por lo tanto la clasificación de personas según el fenotipo o el genotipo no
tiene ningún fundamento biológico. Sin embargo, este gran logro que contribuye a
cuestionar profundamente las ideologías racistas y segregacionistas, queda opacado porque
los mecanismos de difusión del Big Pharma resaltan otro importante aspecto: mediante el
análisis y secuenciación del genoma humano se pudieron identificar los genes responsables
de más de mil enfermedades monogénicas, es decir, causadas por un único gen principal).
Si bien son individualmente muy raras, estas enfermedades afectan al 1% de la población
mundial y producen realmente padecimientos graves (hemoglobinopatías, fibrosis quística,
hemofilia, distrofias musculares). Sin embargo, todavía existe una brecha importantísima
entre la identificación genética y métodos de prevención o tratamientos efectivos para la
mayoría de estas enfermedades. Por lo que realmente se ha avanzado en la capacidad de
diagnóstico pero todavía aparece como remota la posibilidad de prevención y tratamiento.
Es en función de esto que los capitales privados que financian el desarrollo de la genómica
buscan, en realidad, apropiarse de un mercado que intuyen fabuloso, pensando en los genes
como el oro del siglo XXI, en mercados de proyección global, y en el conocimiento médico
como proveedor de todas las respuestas ante los enigmas de la vida.
Este imaginario médico habilita una política de intervención sobre los seres humanos
directamente experimental. En términos históricos, es la derrota de todo un procesos de más
de cien años que se dio en el ámbito de la salud. En efecto, una de las mayores empresas
del siglo XX, que fue el empeño de las instituciones modernas, de los pueblos y de un
sector de la ciencia pública, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, por
promover de manera exitosa el derecho a la salud, un derecho que nunca antes se había
reconocido. Esta experiencia se fue desgastando a fines de los años setenta, cuando se dio
vuelta a los parámetros de la salud (sanidad pública, universalidad de los tratamientos,
prioridad de la atención básica y la prevención) y la oleada neoliberal impuso en muchos
países, con el respaldo de las agencias financieras internacionales, el sistema de los
seguros, que ha demostrado ser el más costoso y el menos eficaz.

También la construcción imaginaria de la salud perfecta sirve al Big Pharma para opacar la
continuidad de los experimentos con seres humanos que continúan de otra forma las
experiencias generadas por el nazismo anteriores y durante la Segunda Guerra Mundial. En
diciembre del año 2000, The Washington Post publicó una serie de seis artículos bajo el
título “The Body Hunters” donde denunciaba investigaciones no éticas llevadas a cabo en
países pobres por las mayores compañías de medicamentos, por pequeñas firmas de
biotecnología, y por las universidades y el gobierno de Estados Unidos. El interés por
desarrollar investigaciones en estos países era asociado al menor costo de las mismas, la
mayor rapidez con que podían ser realizadas, la menor oposición por parte de los pacientes
que, necesitados de medicamentos, firmaban el consentimiento informado con mayor
facilidad, y los sistemas de regulación más débiles. El crecimiento de las investigaciones en
países periféricos había sido progresivamente desbordante a partir de la década de los años
noventa. Y cuando la FDA, la agencia de control norteamericana, exigía mayores
evidencias de seguridad en animales para autorizar los ensayos clínicos en sujetos
humanos, muchas de las compañías llevaban sus investigaciones fuera de Estados Unidos.
Así sucedía con Rusia y otros países de Europa Oriental para los cuales, paradójicamente,
uno de los “logros” de la globalización neoliberal iniciada con la caída de los países
socialistas consistía en pasar a ser territorios de más fácil acceso al cuerpo de los sujetos
humanos participantes en investigaciones biomédicas. La disponibilidad de información
veraz sobre la situación de este cambio global en las investigaciones biomédicas era sin
embargo escasa, y a ello contribuía la misma FDA que protegía fuertemente a las
compañías con base en el secreto de la información comercial. De este modo, la
responsabilidad de los sistemas de evaluación ética era crecientemente débil no sólo en los
países centrales y patrocinadores de estudios en el exterior como Estados Unidos, sino en
los países periféricos y pobres. Este procesos está suficientemente documentado por
muchos autores e investigadores, entre los que se destaca el abordaje de Adriana Petryna
(2011) para comprender las situaciones de Brasil y los países de Europa del Este. Además,
esta autora extiende algunos de los elementos de su análisis, con datos muy interesantes
sobre el mundo de los ensayos clínicos, a otros países de renta baja y media, en los cuales
las regulaciones estatales son débiles o inexistentes. Uno de los factores más importantes
para que se desarrolle esta dinámica de experimentación clínica sin control, es la existencia
de pandemias como el HIV/SIDA, frente a la cual hay poblaciones completas cuya única
posibilidad de supervivencia es la de participar de ensayos de medicamentos
experimentales. Es decir, en contextos de desesperación, desaparecen las regulaciones
éticas sobre las que se basan las regulaciones que protegen de ciertas maneras a las
poblaciones de los países desarrollados. Obviamente, la pretensión de que los estamentos
científicos se autoregularían después de la experiencia nazi y de los documentos fundantes
luego de los juicios de Nuremberg resultaron totalmente erradas.
Conclusión
Todos estos procesos señalados aquí refuerzan la noción de que la lucha por la construcción
de una verdadera salud colectiva tiene múltiples frentes. Indudablemente, uno de los
aspectos más problemáticos es el desarrollo de una capacidad de regulación mundial de los
poderes sostenidos por el Big Pharma y sus sectores empresarios articulados. Como estos
sectores desarrollan poderes fácticos superiores a cualquier gobierno, es necesario construir
relaciones multilaterales, mecanismos regionales y políticas públicas que puedan hacer
reales la equidad, la justicia, la diversidad de derechos colectivos, el acceso global a la
salud y al bienestar, y no una simple formulación en un documento. No se trata sólo de
regular mercados mediante intervenciónes de diferentes estados, se trata también de
desvelar barreras que ocultan los beneficios del saber y colocar al alcance de la población
del mundo los logros predictivos y terapéuticos de los avances científicos.

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