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Los derechos humanos tienen características definidas, que hacen a la forma en que pueden
ser ejercidos y demandados. En primer lugar, se los reconoce como universales, porque al
estar asociados a la condición de humanidad, cualquier persona del mundo los tiene y
puede exigirlos y ejercerlos, sin importar sus características personales y/o culturales. En
segundo lugar, también se los considera imprescriptibles, porque nunca “vence” su validez,
no pueden dejarnos sin esos derechos porque son permanentes y no están asociados a un
período histórico o de edad de las personas. Nunca se dejan de tener derechos: desde que
una persona nace es sujeto de derechos humanos. En tercer lugar se describe a los derechos
humanos como inalienables, lo que quiere decir que nadie nos los puede quitar, embargar o
suspender. Ni siquiera nosotros mismos podemos, aun voluntariamente, cederlos o
transferirlos a otras personas. Por último, se dice que los derechos humanos son
irrenunciables, porque nadie puede renunciar a ser considerado un ser humano, y mientras
esté dentro de la condición humana, es sujeto de derechos humanos. Por ejemplo, la
educación es un derecho humano (reconocido entre los derechos sociales o de segunda
generación), por lo cual todas las personas tienen que poder acceder al menos a los años de
educación obligatoria según lo establecido en cada país (porque es un derecho universal) y
es el Estado el que tiene que garantizar el ejercicio de este derecho. En caso de que alguien
no haya podido cursar la escuela secundaria cuando estaba en edad escolar, este derecho no
caduca (porque es imprescriptible) ni pueden prohibirle o impedirle estudiar a un ciudadano
aunque tenga más edad (porque es inalienable) ni tampoco alguien puede renunciar al
derecho a estudiar: aunque no lo ejerza, siempre va a tener el derecho de hacerlo (porque es
irrenunciable).
Las ideas de derechos y obligaciones tienen el mismo carácter dinámico que tiene la idea de
ciudadanía con la cual se relacionan. Están en permanente cambio, porque pueden
ampliarse o restringirse de acuerdo al modelo social y político que lleve adelante el
gobierno que se encuentra a cargo del Estado en ese momento histórico. La ampliación de
derechos puede darse de distintas formas. Puede ser mediante la incorporación de un sector
o colectivo social a un derecho que otros ya tenían, como sucedió con el ejemplo anterior
sobre el voto femenino, la Ley de Matrimonio Igualitario o la jubilación por moratoria
previsional (más conocida como la “jubilación para amas de casa”). Pero también pueden
ampliarse sumando nuevos derechos, como en el caso de la Ley de Educación Sexual
Integral Nº26.150, sancionada en 2006, que establece como un derecho de todas y todos los
estudiantes argentinos recibir educación sexual en las escuelas de gestión estatal o privada.
Pero, también hay etapas de la historia en las cuales los gobiernos restringen derechos a los
ciudadanos. Resulta más o menos fácil reconocer ejemplos de esto en un gobierno de facto
o dictadura como la que tuvimos en la Argentina entre 1976 y 1982, donde inmediatamente
quedaron suspendidos los derechos ciudadanos. No obstante, también algunos gobiernos
democráticos redujeron los derechos de la ciudadanía. Un ejemplo de esto fue la sanción de
la Ley Nacional de Empleo en 1991, recordada como la Ley de Flexibilización Laboral.
Esta medida, entre otras cuestiones, eliminó las negociaciones paritarias (posteriormente
reestablecidas en el gobierno de Néstor Kirchner), modificó el régimen de
indemnizaciones, introdujo los contratos a término (y con ello la precarización laboral),
redujo la protección social de los trabajadores, etc.