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EL QUE CALLA,
SENCILLAMENTE, CALLA (España) [Casación 3487/2018]
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Fundamento destacado.- Decimo quinto.- […] Se dice por algún sector que solo queda garantizado
el derecho al silencio si su ejercicio no supone ningún coste para el acusado, tampoco en términos
de valoración probatoria.
El silencio no es de ninguna forma signo de culpabilidad. Jamás una condena podrá basarse en el
silencio del acusado.
Eso sucede en ocasiones con la negativa a declarar. No es signo de culpabilidad en modo alguno.
El aserto el que calla, otorga es no solo falso, sino, además, llevado al mundo procesal, perverso. El
que calla, sencillamente, calla. Pero también es cierto que el silencio en la vida social, en el
lenguaje, en la conversación, en una reunión o diálogo o discusión, a veces habla y comunica y es
portador de mensajes según los contextos. No podemos cegar esa fuente de convicción a los
Tribunales penales: si se prohibiese formalmente, queriendo abolir lo que es una máxima de
experiencia que manejada con prudencia y cautela puede proporcionar buenas razones,
aparecería de forma camuflada e hipócrita y, por tanto, sin posibilidad de fiscalización: que el
Tribunal aquí exprese honestamente que en su convicción ha pesado el silencio inicial del acusado,
es lo que permite ahora a este acusado combatirlo con argumentos.
La tesis imperante en nuestra jurisprudencia y que parece inspirar a la Audiencia se aproxima a esa
idea, aunque se expresa habitualmente apoyándose en la conocida como doctrina Murray: el
silencio es un contraindicio poderoso cuando las pruebas de cargo que se presentan reclaman una
explicación que solo el acusado podría dar, y éste, pudiendo hacerlo, se niega a proporcionarla
(test de la explicación). Pero si no se está en esas circunstancias o hay otras explicaciones del
silencio (el prudente asesoramiento del abogado, por ejemplo) ninguna consecuencia negativa
puede extraerse de él.
TRIBUNAL SUPREMO
Sala de lo Penal