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2.

2 Postura de los partidarios del método asimultáneo para demostrar la existencia de


Dios: argumento ontológico de san Anselmo y la formulación del mismo, elaborada por
Descartes y por Leibniz. Valoración crítica del argumento en todas sus formulaciones.

Argumento ontológico de san Anselmo

El argumento ontológico se orienta a demostrar que la existencia de Dios es evidente para


nosotros en el análisis del concepto que de él tenemos. Es un argumento a simultáneo pues
no parte de algo previo (a priori) ni de algo posterior (a posteriori) a la esencia divina, sino
de algo simultáneo a ella, pues analizándola establece la existencia de Dios.
El argumento de san Anselmo se reduce a afirmar que, si Dios existe en nuestro
pensamiento como concepto, debe también existir en la realidad, y se basa en el análisis del
concepto de Dios como máxima perfección concebible, para concluir que tal ser
necesariamente existe. San Anselmo considera que a partir del análisis del concepto de Dios
como “id quod maius cogitare nequid” se capta evidentemente que él existe necesariamente,
y esto, sobre la base de que existir en la mente es menos perfecto que existir en la realidad y
que sería contradictorio negarle la existencia –que es perfección- al ser perfecto.

Valoración crítica:
1. El punto de partida es inaceptable: no todos conciben a Dios como el ser máximamente
perfecto del cual no cabe pensar uno mayor, es decir, uno más perfecto, así, por ejemplo,
los estoicos para los que Dios es cuerpo.
2. Aun aceptando el punto de partida, eso probaría la existencia de un concepto en la
mente, pero no la existencia real de Dios.
3. En el argumento hay un tránsito indebido del pensamiento al ser. Con respecto a esto
último santo Tomás señala que todos los atributos que se predican de un ser, deben ser
del mismo orden que él, así, a un sujeto real le corresponden atributos reales, mientras
que, a uno ideal, atributos ideales. Por lo tanto, para demostrar la existencia de Dios es
indispensable partir de algo existente y no de meros conceptos.

La formulación cartesiana del argumento ontológico

El argumento ontológico tuvo particular relevancia en la filosofía moderna en la que,


como antes mencionamos, lo reformularon Descartes, Leibniz y Hegel. Este argumento se
basa en la idea de Dios por lo que será el preferido de los racionalistas.
A continuación, presentamos sumariamente la formulación cartesiana del argumento a
simultáneo, la cual está consignada en la cuarta parte del Discurso del Método y en sus
Meditaciones Metafísicas III y IV, no sin antes destacar que Descartes intentó demostrar la
existencia de Dios por medio de diversos razonamientos y que no se limitó a emplear el
argumento ontológico. Sin embargo, sus demostraciones le fueron criticadas, pues están
afectadas por errores que las hacen inválidas, de modo que en rigor no prueban nada.
Para Descartes, la idea de Dios que tenemos es innata y a ella le corresponde la infinitud
y la perfección. En su V Meditación, Descartes afirma que así como a la esencia del triángulo
le corresponde que la suma de sus tres ángulos equivalga a dos rectos, o a la montaña, la de
valle, de igual manera, la existencia de Dios es inseparable de su esencia como ser perfecto
e infinito. Por tanto, concluye, Dios existe.
A modo de silogismo, podríamos presentar así el argumento cartesiano:

1. Tenemos la idea clara y distinta de Dios como ser perfecto e infinito.


2. A lo perfecto e infinito le corresponde existir porque la existencia es una
perfección,
3. Por lo tanto, Dios existe.

Descartes subraya el hecho de que es imposible concebir a Dios como inexistente dado
que nuestra idea innata de Él nos lo da a entender como sustancia perfecta infinita.
Con respecto a nuestra valoración crítica del argumento a simultáneo tal cual lo formula
Descartes, hemos de decir lo mismo que con respecto a san Anselmo: de la idea de Dios
como ser perfecto no se puede legítimamente proceder a afirmar su existencia real.

La forma de Leibniz del argumento ontológico


Igual que Descartes, Leibniz pensó que la existencia de Dios podía demostrarse por medio
de varios razonamientos, pero al que le concedió mayor relevancia es al ontológico, que es
aquel, en el que como hemos visto, se considera que la existencia de Dios resulta evidente
para nosotros a partir del mero análisis de la idea que de Él tenemos.
Leibniz recupera el argumento ontológico de Descartes, pero le añade un correctivo que,
a su parecer, resultaba necesario para conferirle el rigor de las demostraciones matemáticas.
Tal correctivo está en consonancia con su teoría de los posibles. Recuérdese que para Leibniz
posible es aquello cuya noción no entraña contradicción. ¿Es posible Dios? ¿Es
contradictorio que Dios como ser perfecto exista necesariamente? A partir de esto Leibniz
expone su formulación del argumento, mismo que podemos exponer así, en el entendido de
que, como ya hemos dicho, Dios para él es, infinito y perfecto:

1. Si Dios es posible, entonces existe (si la idea de Dios como ser infinito y perfecto al
que le corresponde la existencia real no entraña contradicción, Dios es posible y
entonces existe, porque a lo perfecto le compete existir)
2. Dios es posible (no entraña contradicción)
3. Luego, Dios existe.

El problema para Leibniz consistía en mostrar que Dios es posible, es decir, que la idea
que de Él tenemos no entraña contradicción, según él no la entraña porque siendo Dios
infinito nada puede contradecirlo ya que Él no implica límite alguno.
Más aún según Leibniz, Dios no sería posible si no existiera, porque sería contradictorio
(imposible) que Dios (ser perfecto e infinito) llegara a ser.
La conclusión de Leibniz es pues que Dios existe. Sin embargo, nosotros le objetamos el
haber incurrido en el mismo error que san Anselmo y Descartes. Además, contra él
afirmamos que Dios no es real porque sea posible, SINO QUE ES POSIBLE PORQUE ES
REAL.
Al término de nuestro estudio del ontologismo y de algunas formulaciones del argumento
ontológico, podemos concluir lo siguiente:
1. La existencia de Dios no es inmediatamente evidente para nosotros y por lo mismo,
tenemos que demostrarla.
2. No podemos legítimamente afirmar la existencia de Dios a partir del análisis de la idea
que de Él tenemos; debemos partir de efectos existentes no de conceptos para
demostrar su existencia.
3. Para nosotros no es evidente que la esencia de Dios es existir, porque desconocemos
la esencia divina, luego no es posible que demostremos su existencia si no es por
medio de cosas que aún siendo en sí mismas menos evidentes, son para nosotros más
conocidas, es decir, por sus efectos.

Estableciendo lo anterior, corresponde ahora destacar que a la luz de lo visto se impone


una conclusión: la existencia de Dios no nos es inmediatamente evidente y por ello es
necesario demostrarla. Ahora procederemos a presentar a aquellos que le dan una respuesta
negativa a las preguntas que planteamos al inicio del presente capítulo: ¿Es posible conocer
racionalmente a Dios? ¿Es posible demostrar su existencia? En suma ¿Es posible la Teología
Natural?
En primer término, nos ocuparemos del ateísmo y posteriormente del agnosticismo.

2.3 Valor metafísico del principio de causalidad y las críticas de Hume y Kant a dicho
principio. Continuación del agnosticismo.

Hume niega toda distinción entre el conocimiento sensible y el intelectual. Según él, la
experiencia es la única fuente de conocimiento y el límite que no podemos franquear, de
modo que no conocemos sino fenómenos. De modo que las nociones metafísicas carecen de
valor objetivo, al igual que los primeros principios, en particular, el de causalidad al que ataca
por dos flancos:

• Lo declara sintético y le concede necesidad psicológica.


• Lo declara tautológico

Hume señala que la experiencia externa no nos da a conocer un nexo causal frente a los
fenómenos, sino sólo la sucesión que se da cuando a X le sigue Y. ahora bien cuando
normalmente dos fenómenos aparecen interconectados, cuando uno sucede reiteradamente
uno a otro, eso hacer surgir en nosotros un hábito psicológico que nos lleva a creer que uno
es causado por otro, y que dado un cierto antecedente, le sucederá un determinado
consecuente. Hume afirma que no vemos la causalidad y que nada nos autoriza para pensar
que las cosas siempre sucederán así. En ese sentido lo más que podríamos afirmar es la
probabilidad, si se da X es probable que se de Y..
Hume llega a un probabilismo que arruina el valor universal y necesario del conocimiento
científico. Además, enuncia así el principio de causalidad: “todo efecto tiene una causa” y lo
declara que es tautológico, pues según él al decir “efecto” se implica ya la “causa”.
En suma, Hume declara que el principio de causalidad es sintético, no le concede valor
objetivo, sino subjetivo, y le atribuye una necesidad psicológica, todo lo cual hace imposible
emplearlo en el ámbito metafísico.

Valor metafísico del principio de causalidad:

1. El empirismo, que está en la base de la crítica de Hume, es falso: no sólo tenemos


intuición sensible, sino que también tenemos una intuición intelectual, somos capaces
de conocer leyes objetivas, lo inteligible y lo universal. Explorando la experiencia
interna y la externa somos capaces de descubrir la causalidad como algo objetivo.
2. Es un error reducir la causalidad a sucesión, como también es falso el hábito
psicológico del que habla Hume. No todo lo cronológicamente anterior es causa de
algo que ocurre posteriormente, lo que descalifica la consideración de la causalidad
como secesión y como hábito psicológico. Por ejemplo: al día siempre le sigue la
noche, pero el día no es causa de la noche.
3. La negación del carácter objetivo y universalísimo del principio de causalidad es
contraria al sentido común: si no hay causalidad, si no hay influjo real de la causa
sobre el efecto ¿por qué castigamos a los malos y premiamos a los buenos? ¿para qué
buscar sanar al paciente con el medicamento adecuado? El sentido común valida el
carácter objetivo del principio de causalidad y que sin él todo el orden social y moral,
así como el que rige nuestra vida cotidiana, se derrumbaría.
4. El principio de causalidad es analítico y no sintético. Nuestra idea de causa tiene su
fuente en la experiencia de nuestra vida psíquica, experiencia de actos reales. En
consecuencia, la idea de causa no es subjetiva a priori, sino un concepto que tiene por
base a la experiencia. El principio de causalidad no es sólo una ley puesta por nuestro
entendimiento, sino una realidad
5. Con respecto a la acusación de que el principio de causalidad es tautológico, podemos
decir que tal cual Hume lo enuncia lo es, pero que nosotros lo enunciamos de maneras
diferentes: “lo contingente es causado”, “lo que no tiene en sí mismo la razón de ser,
la tiene en otro y es causado”, “lo compuesto es causado”, “lo que llega al ser es
causado”.

Kant consideró que el principio de causalidad es sintético, pero a diferencia de Hume,


señaló que no es un hábito psicológico, sino que es una categoría a priori del entendimiento,
cuya función consiste en ordenar fenómenos, y en consecuencia, nada nos autoriza a utilizarlo
más allá del ámbito fenoménico.
A Kant le respondemos que su fenomenismo es insostenible, que tenemos intuición
intelectual y que somos capaces de conocer el ámbito metafísico.
Continuando con lo que quedó pendiente en la página 157 tenemos que decir que el
agnosticismo sostiene que por ser Dios infinito, absoluto y trascendente, nuestra razón es
incapaz de conocerlo, que no disponemos de ninguna facultad que nos permita conocer a
Dios.
Respondemos de la siguiente manera: El hombre tiene una facultad que le permite captar
el nexo, el efecto con la causa que le hace ser. La inteligencia es la facultad que le permite
conocer a Dios a partir de sus efectos. La inteligencia con su triple función: abstractiva,
intelectiva y discursiva pone de manifiesto que nuestro conocimiento comienza por lo
sensible pero no termina ahí, la actividad mental es irreductible al sentido.

Tesis agnósticas
Dios es infinito y nuestro entendimiento es finito, lo que nos impide conocerlo.
Cierto que Dios es infinito, cierto que nuestro entendimiento es finito, sin embargo, es
preciso destacar que su capacidad de recibir nuevas determinaciones es infinita, como
potencia de conocer que es.
Nuestro entendimiento es finito en acto pero su potencia de recibir nuevas
determinaciones es infinita y esto le permite conocer todo lo cognoscible, su apertura es
infinita y por ello puede conocer finitamente al infinito.
El objeto propio y proporcionado de nuestro entendimiento (que es finito) es la esencia de
las cosas sensibles. A pesar de ello, nuestro intelecto no queda reducido a las cosas
particulares y limitadas porque su objeto formal es el ser en toda su amplitud y generalidad
sin otra limitación que lo contradictorio (lo que no puede existir).
La finitud ontológica de nuestro entendimiento es compatible con la infinitud noética de
su capacidad. Nuestros conceptos finitos y limitados no pueden darnos a conocer
exhaustivamente al ser infinito pero de aquí no se sigue que esté incapacitado para conocer
al infinito. No podemos tener un conocimiento exhaustivo y total de tal ser aunque limitado
es válido

Dios es absoluto (no se relaciona) pero todo conocimiento requerirá una relación
entre lo conocido y el cognoscente, luego Dios es incognoscible
Cierto que Dios es absoluto, pero no es Él quien se hace relativo a nosotros al conocerle,
sino al revés. Nosotros somos relativos a Él, como la causa que nos hace ser y este nexo nos
permitirá conocerlo.

Dios es trascendente y no podrá hacerse inmanente a nuestro entendimiento, lo que


ocurriría si le conociésemos; luego, no podemos conocer a Dios
Cierto que Dios es trascendente. Dios es distinto del mundo no por oposición sino por
trascendencia. Nuestro conocimiento de cualquier cosa deja a salvo su trascendencia real.
Nuestro conocimiento se hace por medio de un ser representativo. El conocimiento es
presencia intencional que deja intacta la trascendencia de Dios.

3. Argumentos cosmológicos para demostrar la existencia de Dios.


Exposición y explicación de las cinco vías tomistas, destacando sus
respectivos puntos de partida, el principio de causalidad tal como se aplica
a cada una de ellas, el corolario y el término.

Exposición de la primera vía tomista: Ex parte motus


De ella, santo Tomás dice que:
“Prima et manifiestior viae”: la primera y más clara vía se funda en el movimiento
(entendido metafísicamente como paso de la potencia al acto). Es la más clara porque es una
evidencia sensorial innegable que en el mundo hay movimiento, cambio, devenir. La vía va
a investigar la causa primera, el por qué radical de que en el universo haya dicho
movimiento.De lo dicho, resulta claro que el punto de partida de esta vía es el movimiento,
ya sea local, cualitativo o cuantitativo. En otras palabras, es la existencia del cambio, pero,
pero movimiento o cambio sólo lo es posible en seres cuya realidad es incompleta y su
resultado siempre añade algo al móvil de lo cual carecía al inicio del movimiento, tal cosa es
precisamente, el término del movimiento con respecto al cual el móvil inicialmente estaba
en potencia.
Reitero, el punto de partida de la 1era vía, es el movimiento (ya sea local, cualitativo o
cuantitativo) metafísicamente considerado como paso de la potencia al acto.
N.B. Conceptos que debe tenerse en cuanta en esta primera vía:
• Móvil: es el ser que se mueve, es decir, el que pasa de la potencia al acto.
• Motor: el ser en acto que pasa al móvil de la potencia al acto.
• Movimiento: acto del se en potencia en cuanto está en potencia.

Principio de causalidad aplicado al movimiento:

“Quid quid movetur ab alio movetur.” Todo lo que se mueve es movido por otro ¿por qué?
Porque nada pasa de la potencia al acto sino por un ser que esté ya en acto, lo cual se justifica
así:
Nada pasa de la potencia al acto por sí sólo, ya que esto sería imposible por las siguientes
razones:
• Nadie estando en potencia puede darse a sí mismo el acto del que carece, y porque
• Es imposible que algo esté al mismo tiempo y bajo en mismo aspecto es potencia y
en acto con respecto al mismo movimiento (que sea motor y móvil al mismo tiempo
y respecto al mismo movimiento) ya que tendría y no tendría la misma cosa
simultáneamente, lo cual resulta absurdo, de los que se sigue que con respecto a un
movimiento dado o se es motor o se es móvil.
Para mover se necesita ser motor; para hacer pasar el móvil de la potencia a acto, el
motor necesita estar en acto, luego nadie estando en potencia puede moverse a sí mismo
para llegar al acto y sólo queda el recurso de ser movido por otro.

Nota: Todo cambio, devenir o movimiento exige un motor diferente del móvil, el cual
no puede darse a sí mismo una perfección de la que actualmente carece porque
metafísicamente hablando, el ser no sale del no ser y lo más perfecto no sale de lo menos.

Lo anterior nos permite advertir que cada móvil y la serie de motores subordinados
requieren de un motor supremo que sea pura actualidad, como ahora más claramente se
verá.

Corolario del principio de causalidad

Imposible (inútil) ir al infinito en la serie de motores actual y esencialmente


subordinados en su mover –que mueven y a su vez son movidos- para dar cuanta del
movimiento subordinado que ay en el universo. Es necesario parar y afirmar la existencia
de un primer motor inmóvil por ser acto puro sin sombra de potencia pasiva que es la
causa primera del movimiento subordinado que hay en el universo y tal es Dios.
Lo contrario equivaldría suprimir al primer motor y con ése a los intermedios y al
último, cuyo movimiento estamos tratando de explicar.
Dicho de otra manera: suprimir al motor inmóvil implica suprimir también a los
motores intermedios-ya sean estos pocos o muchos-, y con ellos, al último y en tal caso,
no habría movimiento, cambio o devenir en el universo, cosa que es evidentemente falsa.
Una serie, todo lo numerosa que se la suponga, de motores actual y esencialmente
subordinados en su mover (que mueven sin ser movidos) es una serie de efectos que
requieren de una causa adecuada y suficiente para ser, sin esa causa primera y adecuada
no habría movimiento, cambio o devenir en el universo.
Dicho de otra manera, sin el primer motor inmóvil la serie entera carecería de causa
adecuada y de razón suficiente y, en consecuencia, no existiría movimiento en el
universo.

Término de la vía
Se afirma, pues, la existencia de un primer motor inmóvil (que mueve sin ser movido)
que no cambia ni por sí mismo, ni por otro, por ser ACTO PURO, sin sombra de potencia
pasiva que responde a la definición nominal de Dios.
El primer motor mueve sin ser movido, pero el mover sigue al ser y el modo de mover
se mide por el modo de ser. El primer motor-inmóvil-, Acto puro sin sombra de potencia
pasiva es su mismo ser subsistente1, Él es el “Ipsum esse subsistens”, punto de partida
para la deducción de los atributos divinos.
N.B. Evitemos concebir la inmutabilidad de Dios como una piedra inerte: su
inmutabilidad es índice de su plenitud y es que Dios, al ser Acto Puro, posee toda la
perfección, y al actuar, Él no cambia, no pasa de la potencia al acto. Respecto a Dios se
lee en Malaquías 3,6. “Ergo sum Dominus et non mutor”.
Al término de las pruebas de la existencia de Dios veremos los atributos diversos que
santo Tomás deduce de cada una de ellas. Pero ahora sólo apuntamos que de la primera
vía se deducirán: su unicidad (no hay materia que lo multiplique…), su infinitud,
eternidad, inmensidad, omnipresencia y plenitud de perfección actual, así como su
simplicidad y espiritualidad.
Al término de lo dicho, hemos visto cómo a partir de los motores que, a su vez son
movidos, la razón llega a descubrir a Dios como el Primer Motor-inmóvil como Acto
Puro y causa del movimiento que hay en el universo-. Corresponde ahora hacer lo propio
tomando como punto de partida la existencia de causas causadas, a partir de las que se
llegará a descubrir a Dios como causa incausada.

Exposición de la segunda vía tomista: Ex ratione causae efficientis


Una vez más, Tomás de Aquino partirá de un hecho que constatamos por la
experiencia: en el mundo hay causas actual y esencialmente subordinadas en su causar,
es decir, que causan pero que a su vez, son causadas: se trata, pues, de causas segundas,
lo que pone de relieve que ellas son efectos que como tales, requieren de una causa
adecuada para ser o existir.

Punto de partida
En el mundo hay series de causas que concurren en la producción de un efecto, como
ejemplo podemos citar a la semilla que no germina y fructifica sin la acción de otras
causas: los nutrientes del suelo, el agua, el sol…

Las causa de las que parte la segunda vía son causas actual y esencialmente
subordinadas en su causar: causan, sí, pero como inmediatamente veremos, ellas son
EFECTOS que en su obrar y en su ser requieren de otras causas.

1
Recuérdese que el ser es el acto de todos los actos, la perfección de todas las perfecciones…El Acto Puro es
el ser plenario cuya esencia se identifica con su existencia, su esencia es existir.
Importa destacar que la segunda vía no parte de las llamadas causas unívocas, que son
aquellas que son independientes del efecto una vez que ejercen su acción causal sobre él.
Como por ejemplo podemos citar a un hijo que una vez que ha sido generado, en su ser
ya no depende de su padre y eventualmente puede ser padre con independencia del suyo.

Principio de causalidad aplicado al punto de partida.

“Nadie es causa eficiente de sí mismo”


N.B. El principio de causalidad vale para todos los seres contingentes: “lo contingente
es causado”. Sin embargo, la extensión del principio no incluye a Dios porque Él no es
contingente. Santo Tomás se pronuncia contra la doctrina que siglos más tarde sostendrá
Baruc Spinoza, según la cual, Dios es causae sui…

En efecto, nadie -ni Dios-es causa eficiente de sí mismo porque para causar es preciso
antes ser. Ser causa eficiente de uno mismo equivaldría a ser anterior a un uno mismo, a
obrar antes de existir, cosa que a todas luces es imposible. De lo anterior se concluye que
el llegar al ser exige una causa extrínseca o dicho de otra manera: Todo lo que llega al
ser lo hace en virtud de una causa distinta de él mismo.
Ahora bien, la causalidad misma tiene en sí o en otro su razón de ser; la causalidad o
es incausada o es causada por otro.

Corolario
Imposible [e inútil] ir al infinito en la serie de causas actual y esencialmente subordinadas
en su causar para cuenta de la causalidad subordinada, dependiente y relativa que hay en el
universo. Es necesario parar y afirmar la existencia de una causa primera (incausada) a
ninguna otra subordinada, ni en su ser, ni en su causar, que a su vez, es causas de las causas
subordinas que hay en el universo.
El proceso al infinito vuelve a manifestarse como insuficiente para dar cuenta del punto
departida: Una serie todo lo numerosa que se la conciba de causas segunda, es decir
dependientes y subordinadas en el ser y en el causar, es toda ella efectuada no teniendo en
ella misma la razón de su ser, debe tenerla en otro, sin el cual, la serie entera simplemente no
sería.
En efecto, si se suprime –en el caso de que eso pudiese hacerse- a la causa primera
incausada, con ella desaparecen todas las causas segundas y entonces no habría causalidad
eficiente subordinada en el universo, cosa manifiestamente falsa.
Término de la vía
Existe una primera causa incausada2 a ninguna subordinada ni en el ser ni en el causar que
coincide con lo que todos llaman “Dios”.
La primera causa insubordinada en su ser y en su causar es, a la vez, la causa de la
causalidad subordinada que hay en el universo.
Ahora bien, el causar sigue al ser y el modo de causar se mide por el modo de ser. La
causa primera, insubordinada y autónoma en su ser y en su causar, es el Ipsum Esse
Subsistens, su esencia se identifica con su existencia, su esencia es existir. Una vez más, lo

2
Decir causa primera incausada es, en cierto sentido, un franco pleonasmo, porque si es primera, obviamente
es incausada pues de otra suerte ya no sería primera, sino segunda.
que acabamos de decir se constituye en punto de partida para la deducción de los atributos
divinos.
Al término de la segunda vía me permito destacar que pronto recuperaremos lo que hasta
aquí hemos averiguado, al estudiar las operaciones ad extra de Dios, en particular la creación
y la moción o concurso divino.

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