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Valoración crítica:
1. El punto de partida es inaceptable: no todos conciben a Dios como el ser máximamente
perfecto del cual no cabe pensar uno mayor, es decir, uno más perfecto, así, por ejemplo,
los estoicos para los que Dios es cuerpo.
2. Aun aceptando el punto de partida, eso probaría la existencia de un concepto en la
mente, pero no la existencia real de Dios.
3. En el argumento hay un tránsito indebido del pensamiento al ser. Con respecto a esto
último santo Tomás señala que todos los atributos que se predican de un ser, deben ser
del mismo orden que él, así, a un sujeto real le corresponden atributos reales, mientras
que, a uno ideal, atributos ideales. Por lo tanto, para demostrar la existencia de Dios es
indispensable partir de algo existente y no de meros conceptos.
Descartes subraya el hecho de que es imposible concebir a Dios como inexistente dado
que nuestra idea innata de Él nos lo da a entender como sustancia perfecta infinita.
Con respecto a nuestra valoración crítica del argumento a simultáneo tal cual lo formula
Descartes, hemos de decir lo mismo que con respecto a san Anselmo: de la idea de Dios
como ser perfecto no se puede legítimamente proceder a afirmar su existencia real.
1. Si Dios es posible, entonces existe (si la idea de Dios como ser infinito y perfecto al
que le corresponde la existencia real no entraña contradicción, Dios es posible y
entonces existe, porque a lo perfecto le compete existir)
2. Dios es posible (no entraña contradicción)
3. Luego, Dios existe.
El problema para Leibniz consistía en mostrar que Dios es posible, es decir, que la idea
que de Él tenemos no entraña contradicción, según él no la entraña porque siendo Dios
infinito nada puede contradecirlo ya que Él no implica límite alguno.
Más aún según Leibniz, Dios no sería posible si no existiera, porque sería contradictorio
(imposible) que Dios (ser perfecto e infinito) llegara a ser.
La conclusión de Leibniz es pues que Dios existe. Sin embargo, nosotros le objetamos el
haber incurrido en el mismo error que san Anselmo y Descartes. Además, contra él
afirmamos que Dios no es real porque sea posible, SINO QUE ES POSIBLE PORQUE ES
REAL.
Al término de nuestro estudio del ontologismo y de algunas formulaciones del argumento
ontológico, podemos concluir lo siguiente:
1. La existencia de Dios no es inmediatamente evidente para nosotros y por lo mismo,
tenemos que demostrarla.
2. No podemos legítimamente afirmar la existencia de Dios a partir del análisis de la idea
que de Él tenemos; debemos partir de efectos existentes no de conceptos para
demostrar su existencia.
3. Para nosotros no es evidente que la esencia de Dios es existir, porque desconocemos
la esencia divina, luego no es posible que demostremos su existencia si no es por
medio de cosas que aún siendo en sí mismas menos evidentes, son para nosotros más
conocidas, es decir, por sus efectos.
2.3 Valor metafísico del principio de causalidad y las críticas de Hume y Kant a dicho
principio. Continuación del agnosticismo.
Hume niega toda distinción entre el conocimiento sensible y el intelectual. Según él, la
experiencia es la única fuente de conocimiento y el límite que no podemos franquear, de
modo que no conocemos sino fenómenos. De modo que las nociones metafísicas carecen de
valor objetivo, al igual que los primeros principios, en particular, el de causalidad al que ataca
por dos flancos:
Hume señala que la experiencia externa no nos da a conocer un nexo causal frente a los
fenómenos, sino sólo la sucesión que se da cuando a X le sigue Y. ahora bien cuando
normalmente dos fenómenos aparecen interconectados, cuando uno sucede reiteradamente
uno a otro, eso hacer surgir en nosotros un hábito psicológico que nos lleva a creer que uno
es causado por otro, y que dado un cierto antecedente, le sucederá un determinado
consecuente. Hume afirma que no vemos la causalidad y que nada nos autoriza para pensar
que las cosas siempre sucederán así. En ese sentido lo más que podríamos afirmar es la
probabilidad, si se da X es probable que se de Y..
Hume llega a un probabilismo que arruina el valor universal y necesario del conocimiento
científico. Además, enuncia así el principio de causalidad: “todo efecto tiene una causa” y lo
declara que es tautológico, pues según él al decir “efecto” se implica ya la “causa”.
En suma, Hume declara que el principio de causalidad es sintético, no le concede valor
objetivo, sino subjetivo, y le atribuye una necesidad psicológica, todo lo cual hace imposible
emplearlo en el ámbito metafísico.
Tesis agnósticas
Dios es infinito y nuestro entendimiento es finito, lo que nos impide conocerlo.
Cierto que Dios es infinito, cierto que nuestro entendimiento es finito, sin embargo, es
preciso destacar que su capacidad de recibir nuevas determinaciones es infinita, como
potencia de conocer que es.
Nuestro entendimiento es finito en acto pero su potencia de recibir nuevas
determinaciones es infinita y esto le permite conocer todo lo cognoscible, su apertura es
infinita y por ello puede conocer finitamente al infinito.
El objeto propio y proporcionado de nuestro entendimiento (que es finito) es la esencia de
las cosas sensibles. A pesar de ello, nuestro intelecto no queda reducido a las cosas
particulares y limitadas porque su objeto formal es el ser en toda su amplitud y generalidad
sin otra limitación que lo contradictorio (lo que no puede existir).
La finitud ontológica de nuestro entendimiento es compatible con la infinitud noética de
su capacidad. Nuestros conceptos finitos y limitados no pueden darnos a conocer
exhaustivamente al ser infinito pero de aquí no se sigue que esté incapacitado para conocer
al infinito. No podemos tener un conocimiento exhaustivo y total de tal ser aunque limitado
es válido
Dios es absoluto (no se relaciona) pero todo conocimiento requerirá una relación
entre lo conocido y el cognoscente, luego Dios es incognoscible
Cierto que Dios es absoluto, pero no es Él quien se hace relativo a nosotros al conocerle,
sino al revés. Nosotros somos relativos a Él, como la causa que nos hace ser y este nexo nos
permitirá conocerlo.
“Quid quid movetur ab alio movetur.” Todo lo que se mueve es movido por otro ¿por qué?
Porque nada pasa de la potencia al acto sino por un ser que esté ya en acto, lo cual se justifica
así:
Nada pasa de la potencia al acto por sí sólo, ya que esto sería imposible por las siguientes
razones:
• Nadie estando en potencia puede darse a sí mismo el acto del que carece, y porque
• Es imposible que algo esté al mismo tiempo y bajo en mismo aspecto es potencia y
en acto con respecto al mismo movimiento (que sea motor y móvil al mismo tiempo
y respecto al mismo movimiento) ya que tendría y no tendría la misma cosa
simultáneamente, lo cual resulta absurdo, de los que se sigue que con respecto a un
movimiento dado o se es motor o se es móvil.
Para mover se necesita ser motor; para hacer pasar el móvil de la potencia a acto, el
motor necesita estar en acto, luego nadie estando en potencia puede moverse a sí mismo
para llegar al acto y sólo queda el recurso de ser movido por otro.
Nota: Todo cambio, devenir o movimiento exige un motor diferente del móvil, el cual
no puede darse a sí mismo una perfección de la que actualmente carece porque
metafísicamente hablando, el ser no sale del no ser y lo más perfecto no sale de lo menos.
Lo anterior nos permite advertir que cada móvil y la serie de motores subordinados
requieren de un motor supremo que sea pura actualidad, como ahora más claramente se
verá.
Término de la vía
Se afirma, pues, la existencia de un primer motor inmóvil (que mueve sin ser movido)
que no cambia ni por sí mismo, ni por otro, por ser ACTO PURO, sin sombra de potencia
pasiva que responde a la definición nominal de Dios.
El primer motor mueve sin ser movido, pero el mover sigue al ser y el modo de mover
se mide por el modo de ser. El primer motor-inmóvil-, Acto puro sin sombra de potencia
pasiva es su mismo ser subsistente1, Él es el “Ipsum esse subsistens”, punto de partida
para la deducción de los atributos divinos.
N.B. Evitemos concebir la inmutabilidad de Dios como una piedra inerte: su
inmutabilidad es índice de su plenitud y es que Dios, al ser Acto Puro, posee toda la
perfección, y al actuar, Él no cambia, no pasa de la potencia al acto. Respecto a Dios se
lee en Malaquías 3,6. “Ergo sum Dominus et non mutor”.
Al término de las pruebas de la existencia de Dios veremos los atributos diversos que
santo Tomás deduce de cada una de ellas. Pero ahora sólo apuntamos que de la primera
vía se deducirán: su unicidad (no hay materia que lo multiplique…), su infinitud,
eternidad, inmensidad, omnipresencia y plenitud de perfección actual, así como su
simplicidad y espiritualidad.
Al término de lo dicho, hemos visto cómo a partir de los motores que, a su vez son
movidos, la razón llega a descubrir a Dios como el Primer Motor-inmóvil como Acto
Puro y causa del movimiento que hay en el universo-. Corresponde ahora hacer lo propio
tomando como punto de partida la existencia de causas causadas, a partir de las que se
llegará a descubrir a Dios como causa incausada.
Punto de partida
En el mundo hay series de causas que concurren en la producción de un efecto, como
ejemplo podemos citar a la semilla que no germina y fructifica sin la acción de otras
causas: los nutrientes del suelo, el agua, el sol…
Las causa de las que parte la segunda vía son causas actual y esencialmente
subordinadas en su causar: causan, sí, pero como inmediatamente veremos, ellas son
EFECTOS que en su obrar y en su ser requieren de otras causas.
1
Recuérdese que el ser es el acto de todos los actos, la perfección de todas las perfecciones…El Acto Puro es
el ser plenario cuya esencia se identifica con su existencia, su esencia es existir.
Importa destacar que la segunda vía no parte de las llamadas causas unívocas, que son
aquellas que son independientes del efecto una vez que ejercen su acción causal sobre él.
Como por ejemplo podemos citar a un hijo que una vez que ha sido generado, en su ser
ya no depende de su padre y eventualmente puede ser padre con independencia del suyo.
En efecto, nadie -ni Dios-es causa eficiente de sí mismo porque para causar es preciso
antes ser. Ser causa eficiente de uno mismo equivaldría a ser anterior a un uno mismo, a
obrar antes de existir, cosa que a todas luces es imposible. De lo anterior se concluye que
el llegar al ser exige una causa extrínseca o dicho de otra manera: Todo lo que llega al
ser lo hace en virtud de una causa distinta de él mismo.
Ahora bien, la causalidad misma tiene en sí o en otro su razón de ser; la causalidad o
es incausada o es causada por otro.
Corolario
Imposible [e inútil] ir al infinito en la serie de causas actual y esencialmente subordinadas
en su causar para cuenta de la causalidad subordinada, dependiente y relativa que hay en el
universo. Es necesario parar y afirmar la existencia de una causa primera (incausada) a
ninguna otra subordinada, ni en su ser, ni en su causar, que a su vez, es causas de las causas
subordinas que hay en el universo.
El proceso al infinito vuelve a manifestarse como insuficiente para dar cuenta del punto
departida: Una serie todo lo numerosa que se la conciba de causas segunda, es decir
dependientes y subordinadas en el ser y en el causar, es toda ella efectuada no teniendo en
ella misma la razón de su ser, debe tenerla en otro, sin el cual, la serie entera simplemente no
sería.
En efecto, si se suprime –en el caso de que eso pudiese hacerse- a la causa primera
incausada, con ella desaparecen todas las causas segundas y entonces no habría causalidad
eficiente subordinada en el universo, cosa manifiestamente falsa.
Término de la vía
Existe una primera causa incausada2 a ninguna subordinada ni en el ser ni en el causar que
coincide con lo que todos llaman “Dios”.
La primera causa insubordinada en su ser y en su causar es, a la vez, la causa de la
causalidad subordinada que hay en el universo.
Ahora bien, el causar sigue al ser y el modo de causar se mide por el modo de ser. La
causa primera, insubordinada y autónoma en su ser y en su causar, es el Ipsum Esse
Subsistens, su esencia se identifica con su existencia, su esencia es existir. Una vez más, lo
2
Decir causa primera incausada es, en cierto sentido, un franco pleonasmo, porque si es primera, obviamente
es incausada pues de otra suerte ya no sería primera, sino segunda.
que acabamos de decir se constituye en punto de partida para la deducción de los atributos
divinos.
Al término de la segunda vía me permito destacar que pronto recuperaremos lo que hasta
aquí hemos averiguado, al estudiar las operaciones ad extra de Dios, en particular la creación
y la moción o concurso divino.