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La ansiedad no es tan simple porque a menudo se malinterpreta como si una

persona se estresara demasiado. Hay una clara diferencia entre el pecado de la


ansiedad y el trastorno de salud mental de la ansiedad que se caracteriza por
cambios físicos en el cerebro.
La ansiedad es tanto un problema de salud mental como un problema espiritual.
Cómo afrontar la ansiedad
Ahora que hemos establecido que la ansiedad no es un problema falso o tonto. La
siguiente pregunta es: ¿Cómo podemos hacer frente a la ansiedad? Tal vez antes
de poder responder a la pregunta, tenemos que entender el panorama general.
Nuestro cerebro y nuestra alma espiritual son interdependientes entre sí en formas
que no podemos ver completamente.
Esto significa que hay estrategias físicas y espirituales que se ocupan de la
condición de nuestro cerebro y alma.
Dios puede curar ambos tipos de ansiedad. Depende de nosotros discernir y buscar
un consejo sabio para el mejor camino a tomar.
1. Entregue su vida y sus pensamientos a Cristo
Billy Graham dijo una vez: "En el mejor de los casos, la ansiedad nos distrae de
nuestra relación con Dios y de la verdad de que Él es "Señor del cielo y de la tierra"
(Mateo 11:25). En el peor de los casos, la ansiedad es una enfermedad
incapacitante, que se apodera de nuestra mente y hunde nuestros pensamientos en
la oscuridad."
2. Pida una oración de unción
Es importante que los cristianos entiendan que la ansiedad nos cambia. Cambia
nuestra percepción. Desafía a nuestros cuerpos físicos.
Sabemos que no hay una explicación lógica para la adrenalina que corre por
nuestras venas como si estuviéramos huyendo de un Apocalipsis Zombie. Sabemos
que debemos rezar para alejar nuestras preocupaciones. Sabemos que debemos ir
a Dios y descansar nuestros pensamientos en Cristo.
3. El Evangelio lo es todo
Para los que vivimos con ansiedad, se siente como si nuestros sentimientos y
pensamientos trataran activamente de matarnos. Al mismo tiempo, también
sabemos que nuestros sentimientos pueden mentir y que no podemos confiar.
La sensación de miedo y pánico hace que se nos meta el corazón en la garganta y
el estómago en el suelo.
La sensación de fatalidad inminente es más que agotadora. Pero tenemos un ancla.
Mientras que nuestros sentimientos intentan desatarnos, el evangelio nos ancla. Es
nuestro salvavidas. Sabemos que Dios nos eligió antes de la creación de este
mundo, también sabemos que vivimos en un mundo caído.
Sabemos, sin lugar a dudas, que Dios está con nosotros. No quiere que suframos y
puede curarnos. Lo que no sabemos es cómo nos curará.

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