Está en la página 1de 10

1.

Recibimiento del difunto en el atrio de la iglesia


Queridos familiares [y amigos]: En este momento de dolor en que los ha sumido la
muerte de N., con quien han convivido largos años y a quien tanto amaban, la Iglesia
os recibe y quiere reanimar y fortalecer su esperanza. Confíen en Dios, que él los
ayudará; esperan en él, y les allanará el camino.

Saludo:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén.
Queridos hermanos y hermanas:
Hermanos: Nos encontramos reunidos para decir adiós a un (una) [joven] padre
(madre) de familia, N. De una manera especial, queremos estar hoy al lado de su
esposa (esposo) e hijos para acompañarlos en su dolor. Pero, a la vez, queremos que
estos momentos sean una afirmación de esperanza. De esperanza en el amor de Dios
que nunca abandona a sus hijos, a pesar de las pruebas de la vida. De esperanza,
también, en el amor de este padre (esta madre), santificado por el sacramento del
matrimonio, que no quedará sin fruto. Como Cristo, todo el que ama y se sacrifica por
los demás se convierte en fuente de vida inagotable
Los invito a unimos en la plegaria confiada junto a la comunidad de la Iglesia que
intercede por nuestros difuntos.
Es lo que vamos a tener presente al escuchar la Palabra de Dios y ofrecerla en favor de
nuestro hermano (nuestra hermana)].
[Pero, antes, reconozcamos en silencio nuestra condición de pecadores y pidamos
perdón al Señor.]

A. ADULTO
Junto al cuerpo, ahora sin vida,
de nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
encendemos, oh, Cristo Jesús, esta llama,
símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado;
que el resplandor de esta luz ilumine nuestras tinieblas
y alumbre nuestro camino de esperanza,
hasta que lleguemos a ti, oh, Claridad eterna,
que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

B. JOVEN
Oh Dios, que riges el curso de la vida humana y concedes a los hombres breves días de
vida en la tierra, para que su existencia florezca eternamente en tu reino; ante la
muerte, a nuestros ojos prematura del (de la) joven N., acudimos a ti y, aunque sin
comprender tus designios, aceptamos tu voluntad y te pedimos que a nuestro hermano
(nuestra hermana) lo (la) acojas en tu reino y le concedas vivir una juventud perenne
entre tus santos y elegidos; y que a sus padres (familiares) los consueles con la certeza
de que no en vano dieron la vida al (a la) que lloran y de que lo (la) volverán a
encontrar un día en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo..

Tú, que liberaste a tu pueblo de la esclavitud de Egipto:


R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.
Tú, que abriste el mar Rojo ante los israelitas
que caminaban hacia la libertad prometida:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que diste a tu pueblo


posesión de una tierra que manaba leche y miel:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que quisiste que tu Hijo


llevará a realidad la antigua Pascua de Israel:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que por la muerte de Jesús


iluminas las tinieblas de nuestra muerte:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que en la resurrección de Jesucristo


has inaugurado la vida nueva de los que han muerto:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que en la ascensión de Jesucristo


has querido que tu pueblo vislumbrara su entrada
en la tierra de promisión definitiva:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

PIDAMOS PERDÓN AL SEÑOR


Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran
culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a
ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

 Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos


lleve a la vida eterna. Amén.

Señor; ten piedad. T. Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad. T. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. T. Señor, ten piedad.

ORACIÓN:
Concede, Señor, la felicidad de la gloria eterna a tu sierva Cecilia Estela a quien has
llamado de este mundo; muestra para con él (ella) tu misericordia y acógelo(a) entre
tus santos en el canto eterno de tu alabanza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
LECTURAS
A. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
Hermanos:
¿Saben que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su
muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo
resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en
una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene
dominio sobre él.
Palabra de Dios.

B. Lectura de la segunda carta de apóstol san Pablo a los corintios (4, 15-5, 1)
Hermanos: Sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros
con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todos esto es para bien de ustedes, de
manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de
gracias para gloria de Dios. Por esta razón no nos acobardamos; pues aunque nuestro
cuerpo se va decayendo, nuestro espíritu se renueva de día en día. Nuestros
sufrimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que
los sobrepasa con exceso. Nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que
no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno. Sabemos que,
aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene
preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas.
Palabra de Dios.

C. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4, 13-18)
Hermanos y hermanas: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para
que
no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y
resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los
llevará con él. Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los
que quedemos vivos para cuando, venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre
los que ya murieron. Cuando, Dios mande, que suenen las trompetas, se oirá la voz de
un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en Cristo
resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados,
juntamente con ellos entre nubes, por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así
estaremos siempre con él.
Palabra de Dios.

A. SALMO RESPONSORIAL
R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
V. Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.

V. Guarda mi vida y líbrame,


no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

B. SALMO RESPONSORIAL
R/. Mi alma espera en el Señor, porque en él está la salvación.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;


Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,


¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma aguarda al Señor,


más que el centinela a la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia


y la redención copiosa
y Él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

C. SALMO RESPONSORIAL
R/.El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:


en verdes praderas me hace recostar;
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por senderos justos,
por el honor de su nombre.R/.

Aunque camine por cañadas oscuras,


nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

CAMINARÉ
Caminare en presencia del Señor (bis)

Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante


Porque inclina su oído hacia a mi
el día en que lo invoco
Caminare en presencia del Señor (bis)

Me envolvía en redes de muerte


Caí en tristeza y en angustia
Invoque el nombre del Señor
Señor, salva mi vida

EVANGELIO
A. Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7, 11-17)
En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus
discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con
que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda a la que acompañaba una
gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No
llores.” Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces
Jesús dijo: “Joven, yo te lo mando: Levántate.” Inmediatamente el que había muerto se
levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se
llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha
surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por
las regiones circunvecinas.
Palabra del Señor.

B. Lectura del santo Evangelio según san Juan (11, 32-45)


En aquel tiempo, cuando llegó María [la hermana de Lázaro] adonde estaba Jesús, al
verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
hermano.” Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se
conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron:
“Ven, Señor, y lo verás.” Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras
¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de
nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?” Jesús, profundamente conmovido todavía,
se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa.
Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa.” Pero Marta, la hermana del que había muerto, le
replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.” Le dijo Jesús: “¿No te he
dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó
los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía
que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me
rodea, para que crean que tú me has enviado.” Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro,
sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara
envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar.” Muchos de
los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús,
creyeron en él.
Palabra del Señor

REFLEXIÓN:
Hoy nos reúne aquí la tristeza de despedir a un ser querido. No quisiéramos tener que
separarnos de él, y el adiós que le hemos de dar es muy doloroso.
Pero esta tristeza no se queda sólo en eso, en tristeza. Hemos venido aquí a orar y a
comunicarnos con Dios en esta despedida. Y lo hemos hecho porque creemos que
entre nosotros, hoy, hay una esperanza que queramos creer y que nos anima y
consuela. Una esperanza que es lo que Jesús nos ha dicho en el evangelio que
acabamos de escuchar.
Una esperanza que nos hace creer por encima de todo en la fuerza del amor. Una
esperanza que nos hace creer que todo aquello que es amor, bondad y servicio, por
pequeño que sea, no se pierde, no se puede perder, porque Dios no quiere que se
pierda. Porque Dios lo llena de su vida, y de su mismo amor, y lo hace vivir para
siempre.
Jesús nos ha dicho que todo hombre que, de una forma u otra, sabiéndolo o no, ha
procurado poner un poco de amor en el mundo, ha querido amar, ha puesto bondad y
servicio a su alrededor, vivirá por siempre con él. Que todo lo que este hombre ha
hecho, Jesús se lo toma como hecho a él mismo y lo llena de su vida.
Por eso hoy, hermanos, tenemos esperanza. Porque sabemos que todo el bien que hizo
Cecilia Estela que le vamos a poner en el campo santo, toda atención que tuvo con
otro, por pequeña que fuera, Dios lo convierte en vida por siempre. Porque Dios ama a
los hombres. Porque Dios no quiere que ningún hombre se pierda.
Con esperanza, pues, oremos ahora. Oremos para que Dios llene verdaderamente de
vida a este hijo suyo que acaba de morir. Oramos también para que olvide y perdone
todo lo que de mal, de infidelidad, de falta de amor pudo cometer. Y que a nosotros
nos dé fuerza y Espíritu Santo para vivir cada día como él quiere.

Queridos hermanos: en estos momentos difíciles e incomprensibles, apelamos a


nuestra fe cristiana para confiar a Dios nuestra oración por NN.

B. ORACIÓN UNIVERSAL POR UN ADULTO


A cada intención respondemos: Señor de la Vida, escúchanos.

- Por NN. a quien ahora despedimos llenos de tristeza, para que el Señor lo reciba con
los brazos abiertos en el cielo. Oremos.
- Por su felicidad eterna, para que el Señor lo colme con su amor y complete todas sus
ilusiones. Oremos.

- Por sus hijos/ padres, para que tengan la fortaleza de reemprender el camino de la
vida hasta la fiesta final del cielo. Oremos.

- Por sus hermanos, para que puedan experimentar la cercanía de Jesús que conoce
nuestros sentimientos. Oremos.

- Por los amigos y amigas de NN a quien despedimos, para que, unidos entre sí,
descubran la amistad de Jesús que lloró a su amigo Lázaro y nos dio a todos el germen
de la Vida eterna. Oremos.

- Por todos nosotros, aquí presentes, para que el Señor nos anime en la esperanza y nos
comprometa en el amor fraterno. Oremos.

A. Escucha nuestras súplicas, Señor,


y recibe en tus brazos
a nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
que amó y sirvió a su familia
imitando tu generosidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

B. ORACIÓN UNIVERSAL POR UN JOVEN


Acudamos al Padre de misericordia y Dios de todo consuelo y pidámosle que vuelva
sus ojos hacia nosotros, sus siervos, que lloramos la muerte del hermano (de la
hermana) a quien amábamos.

1. Por el siervo (la sierva) de Dios N., a quien el Señor ha llamado de este mundo en la
flor de su juventud, para que goce de una juventud eterna en el reino de Dios,
roguemos al Señor.

2. Para que sea perdonado (perdonada) de todos sus pecados y premiado (premiada)
por sus buenas obras, roguemos al Señor.

3. Para que, dejado este primer mundo, sea admitido (a) ahora entre los moradores
felices del paraíso, roguemos al Señor.

4. Para que Dios sea refugio y fortaleza de quienes, sin comprender sus designios,
lloran su muerte, roguemos al Señor.

5. Para que el Señor se compadezca de los que se ven desconcertados ante esta
[inesperada] muerte y los reconforte con la esperanza de la vida eterna, roguemos al
Señor.
6. Para que las lágrimas de sus padres y familiares se transformen un día en aquel gozo
que nadie les podrá nunca arrebatar, roguemos al Señor.

7. Para que todos los que lloran su muerte les sirva de alivio la comunión fraterna y la
solidaridad cristiana de quienes nos hemos reunido aquí para acompañarlos, roguemos
al Señor.

8. Para que todos nosotros comprendamos, en la escuela del dolor y de las lágrimas, la
caducidad de los bienes terrenos y nos adhiramos con fe a los eternos, roguemos al
Señor.

9. Por todos los hombres; y para que santifique a su Iglesia, colme de bienes al mundo
y se compadezca de todos los que sufren, roguemos al Señor.

Oh, Dios, Padre bueno y justo, inclinándonos humildemente ante el misterio de unos
designios que no comprendemos, te pedimos que escuches nuestras plegarias, ilumines
las tinieblas en que nos sume nuestro dolor y concedas a nuestro hermano (nuestra
hermana) N. vivir eternamente contigo en la felicidad de tu reino. Por Jesucristo,
nuestro Señor.

7. Padrenuestro
El Señor nos enseñó a rezar y confiar. Hagámoslo como verdaderos hijos de Dios.

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

JUNTO A TI MARÍA.
Junto a ti María.
como un niño quiero estar,
tómame en tus brazos
guíame en mi caminar.
Quiero que me eduques,
que me enseñes a rezar,
hazme transparente,
lléname de paz.

Madre, Madre
Madre, Madre,
Gracias Madre mía
por llevarnos a Jesús,
haznos más humildes
tan sencillos como Tú.
Gracias Madre mía
por abrir tu corazón,
porque nos congregas
y nos das tu amor.

8. Ritos conclusivos
A. Oh, Dios,
siempre dispuesto a la misericordia y al perdón,
escucha nuestras súplicas por tu siervo (a) N.;
a quien has llamado hoy a tu presencia,
y, porque en ti creyó y esperó,
condúcelo (la) a la patria verdadera
para que goce contigo de las alegrías eternas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

B. Oremos.
A tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de nuestro hermano (nuestra
hermana), con la firme esperanza de que resucitará en el último día, con todos los que
han muerto en Cristo. Te damos gracias por todos los dones con que lo (la)
enriqueciste a los largo de su vida; en ellos reconocemos un signo de tu amor y de la
comunión de los santos.
Dios de misericordia, acoge las oraciones que te presentamos por este hermano nuestro
(esta hermana nuestra) que acaba de dejarnos y ábrele las puertas de tu mansión. Y a
sus familiares y amigos, y a todos nosotros, los que hemos quedado en este mundo,
concédenos saber consolarnos con palabras de fe, hasta que también nos llegue el
momento de volver a reunirnos con él (ella), junto a ti en el gozo de tu reino eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

ÚLTIMO ADIÓS AL CUERPO DEL DIFUNTO


Dicha la oración, se procede al rito del último adiós al cuerpo del difunto. El que preside, colocado cerca del
féretro, se dirige a los fieles con las siguientes palabras u otras parecidas:
Al llegar el momento de la despedida, digamos adiós a los restos mortales de este
padre (esta madre) [joven] N., que van a introducir en la tierra, como el grano de trigo
destinado a dar fruto.
Encomendémoslo (encomendémosla), una vez más, al amor del Padre, con la
confianza que le dará una felicidad infinitamente mayor, y hará que un día él (ella) y
su familia se vuelvan a encontrar en el reino eterno.
Nuestro canto y nuestra oración, al tiempo que honramos el cuerpo de este padre (esta
madre), vayan acompañados también del firme propósito de dedicarnos a los demás y
de ayudarnos mutuamente.

Todos oran unos momentos en silencio.


Aspersión
Recordando el agua con que nuestro hermano NN fue hecho(a) hijo de Dios,
hermano(a) de Jesucristo y heredero(a) del cielo, rociamos su cuerpo que fue templo
de las tres divinas personas:
Rocíame con agua y seré limpio, lávame y quedaré más blanco que la nieve.

Unámonos al cortejo de los ángeles y santos con quienes NN está viviendo para
siempre y cantemos su entrada en la gloria:

Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro, ángeles del Señor.


* Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.

V. NN Cristo que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan al seno de Abraham.


* Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.

V. Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para NN la luz eterna.


* Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.

Pidamos a Dios su Bendición.


El Señor nos bendiga y nos guarde, haga resplandecer su rostro sobre nosotros y nos
conceda lo que le pedimos, Que el Señor nos muestre Su Rostro y nos conceda la Paz.

RESUCITÓ/ Resucitó, / (3) aleluya.


/ aleluya, / (3) resucitó.

La muerte, ¿dónde está la muerte?,


¿dónde está mi muerte?,
¿dónde su victoria?

Gracias sean dadas al Padre,


que nos pasó a su Reino
donde se vive de amor.

Alegría, alegría hermanos,


que si hoy nos queremos
es porque resucitó.

Si con Él morimos, con Él vivimos,


con Él cantamos: « Aleluya!».

/ Aleluya, / (3) resucitó.


/ resucitó, / (3) aleluya.

También podría gustarte