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EDAD MEDIA .

SIGLO V( Caída del Imperio Romano) al SIGLO XV( Descubrimiento de América)

En la España visigoda, el vestido combinaba tradiciones clásicas (como las túnicas y los mantos del
Bajo Imperio Romano) con las innovaciones introducidas por los germanos. Entre éstas cabe
destacar, por lo novedoso, las vestiduras que cubrían las piernas hasta las rodillas o hasta los
tobillos. Cuando, en el s. X, la civilización hispano-musulmana alcanzó su esplendor con el califato
de Córdoba, los mozárabes que emigraron a la España cristiana fueron portadores de tradiciones
visigodas y de influencias musulmanas que dejaron su huella en el vestido. El resultado fue una variedad
en el vestir sin parangón en el resto de Europa. La terminología de la indumentaria cristiana incorporó
algunas voces árabes: unas, como aljuba y almexía, aunque aplicadas a trajes diferentes, continuaron
empleándose en los siglos siguientes; otras, como mutebag, mofarrex y adorra, desaparecieron en el
vocabulario castellano posterior.

El traje románico. Pasada la era de las invasiones que sacudieron Europa durante más de siete
siglos, y coincidiendo con el resurgir de la cristiandad, tuvo lugar el nacimiento de un gran arte
internacional: el románico. En España, los pequeños reinos cristianos reanudaron la Reconquista y,
rompiendo con el aislamiento anterior, se abrieron a Europa. Por primera vez desde los comienzos
de la Edad Media, un mismo estilo de vestir, que desplazó a los anteriores, se impuso en todo el
Occidente. Las nuevas modas, aunque conservaron tradiciones heredadas del mundo clásico,
acusaron notables influencias del Oriente bizantino. El traje que puede denominarse “románico”
mostró predilección por los vestidos talares y los mantos envolventes, que favorecían los modales
reposados y ceremoniosos. En su conjunto, se componía de un número muy reducido de prendas,
comunes a ambos sexos, si bien las mujeres usaron unos mantos cerrados de origen bizantino que
les eran propios. Pese a la simplicidad de las hechuras, la moda románica creó ocasionalmente
algunas formas artificiosas, así como ciertos tipos de mangas muy particulares, características
exclusivamente del traje románico, y decoró los vestidos con ricas guarniciones al estilo bizantino.
Se inició entonces el empleo de las pieles a gran escala y de los tejidos de seda, algunos de ellos
finísimos. Los hombres, aunque usaron algunos tocados inspirados, por su forma, en los yelmos del
guerrero, iban por lo general a pelo, algo que no volvería a suceder hasta muchos siglos después.
Las mujeres, con la excepción de las doncellas, llevaban la cabeza cubierta por el manto o por las
tocas. Una nota original de la moda femenina española fueron las tocas hechas con bandas de una
tela finísima rizada o encañonada.

PRINCIPIOS DEL GOTICO

Coincidiendo con la llegada del primer arte gótico y con los cambios sociales originados por el
incremento de la vida urbana, la moda tomó una nueva orientación. Los vestidos en uso,
concebidos con un sentido más práctico que los anteriores, resultaban más cómodos, favorecían los
ademanes naturales y daban mayor libertad de movimiento. Excepto en el largo, no había grandes
diferencias entre el traje del hombre y el de la mujer: las mujeres usaban vestidos que les tapaban
los pies; los hombres, salvo raras excepciones, abandonaron el traje talar que había impuesto la
moda románica. Los vestidos tomaron formas mucho más variadas que antes y aumentó el número
de prendas en uso. La primera moda gótica mantuvo su carácter internacional en cuanto a las
formas y a los nombres de los vestidos, que venían a ser similares en las distintas lenguas. El caso
de España resultó un tanto excepcional, pues, aunque en lo esencial siguió la moda del resto de
Europa, presentó, sin embargo, en particular entre las mujeres, una serie de rasgos muy originales
que le dieron una variedad desconocida en otros países. Entre otros rasgos típicamente hispánicos
pueden señalarse los siguientes: las sayas encordadas, que se ajustaban al cuerpo, trasunto del
perpunte del guerrero; los pellotes con grandísimas escotaduras laterales, que mostraban debajo
ampliamente la saya (nombre que recibía entonces un traje entero); los trajes a metades, de dos
colores; las mangas cosedizas de quita y pon; los mantos con una abertura lateral para meter por
ella un brazo; las camisas femeninas bordadas con sedas de colores, y toda una serie de tocados
femeninos de extrañas formas, hechos con un armazón de pergamino al que se enrollaban
larguísimas bandas de finísima tela rizada o encañonada, que se habían empleado ya en las tocas
románicas. Algunas de las creaciones de la moda española del s. XIII pasaron más tarde al resto de
Europa.

Siglo XIV

El estilo creado en el s. XIII se mantuvo en lo esencial durante los primeros treinta años del s. XIV; la
novedad más notable fue la aparición de los primeros trajes escotados, si bien moderadamente.
Pasados los primeros años de ese siglo, se entró en una etapa de cambios tan radicales como no se
habían conocido hasta entonces. La moda comenzó a cambiar con un ritmo cada vez más rápido. La
confección dejó de ser un trabajo de escasas exigencias para convertirse en un difícil oficio de
especialistas. Durante el segundo tercio del s. XIV, la moda, lejos de la naturalidad que caracterizó al
s. XIII, parecía regirse por el afán de ceñir, ajustar, estirar, escotar y crear elementos colgantes en
los tocados y en las mangas. Para ceñir al máximo los vestidos, se recurrió al empleo profuso de
pequeñísimos botones en mangas y en delanteros, y para que la tela quedase estirada, a rellenos de
algodón. Hombres y mujeres aumentaron el tamaño de sus escotes. Los hombres que vestían a la
moda usaron trajes cada vez más cortos. El periodo correspondiente al último tercio del s. XIV y
primeros veinte años del s. XV aproximadamente, fue, en la Edad Media, el de mayor variedad y el
de formas más artificiosas en el vestir. La moda perseguía lo complicado y lo extravagante, los
contornos sinuosos, los contrastes entre lo largo y lo corto, entre lo ceñido y lo ampuloso. Se
marcaban exageradamente ciertas partes del cuerpo y otras se envolvían en abundante tela.
Aparecieron nuevos modelos de mangas y de tocados. Un acontecimiento revolucionario en la historia de
la moda masculina fue la aparición, en el último tercio del s. XIV, del jubón y la jaqueta, prendas tan
cortas que, por primera vez desde los comienzos de la Edad media, dejaban al descubierto las piernas
hasta lo alto de los muslos.

Ello fue consecuencia de las transformaciones sufridas por el arnés; un caso más, entre muchos, en que
el traje masculino tomó modelos en el vestido militar. Las mujeres aumentaron los escotes, pero los
hombres abandonaron los trajes escotados, apareciendo, h. 1400, los primeros vestidos con cuellos
altos que cubrían parte del pescuezo. Si el traje de hombre seguía la moda internacional, el de la mujer
afirmaba su originalidad frente al de otros países en una serie de rasgos típicos de la moda española.

–Siglo XV. Se pasó gradualmente de una moda común a todo el Occidente a la diferenciación
nacional por el vestido, proceso que iba a culminar en el s. XVI. En cuanto al traje masculino, la
principal inspiradora de la moda del gótico final fue la fastuosa corte de los duques de Borgoña,
cuyos estados incluían los centros artísticos y económicos mas importantes de Occidente, entre
ellos los Países Bajos.
Su influencia fue muy grande en el reino de Castilla. En los estados de la Corona de Aragón llegaron
algunas influencias, pocas, de la Italia renacentista. También hay que señalar, en el vestuario
español de ambos sexos, la adopción de algunas prendas y guarniciones moriscas, como
consecuencia de una corriente de atracción hacia la exótica civilización del reino de Granada. A lo
largo del siglo se sucedieron varios estilos de vestir. En los años veinte, la silueta masculina era de
formas redondeadas e hinchadas, cabezas grandes y talle bajo. Hacia 1430 apareció un nuevo
estilo, que coexistió durante algún tiempo con el anterior: la cintura se marcaba de nuevo en su sitio
natural. Los pliegues perfectamente regulares como tubos de órgano –uno de los rasgos más
notables del traje europeo del s. XV–, antes más gruesos, tendieron a hacerse más menudos. Los
vestidos perdieron sus altos cuellos, que cubrían el escote, pero dejaban asomar el collar o cuello
tieso y duro del jubón interior; estos cuellos, con ligeras variaciones en la anchura y en la forma,
fueron otro de los rasgos característicos de la moda gótica en su fase final. Poco antes de mediar el
siglo, la moda borgoñona creó un nuevo y elaborado estilo que se impuso en media Europa hasta
poco después de 1477, fecha del desmembramiento del gran ducado. Todas sus partes estaban
concebidas para hacer más esbelta la figura: los típicos pliegues de regularidad perfecta, colocados
entonces sólo delante y detrás, acentuaban la verticalidad. En España, los hombres siguieron muy
de cerca este estilo hasta los años ochenta, cuando la moda impuso formas más sencillas y menos
artificiosas.

Por entonces dominaban los tocados de copa baja, contrastando con los altos que antes se habían
estilado; el peinado preferido era la melena corta; el collar o cuello del jubón, antes muy ancho, se
estrechó en el curso de esta década, dando mayor libertad de movimiento a la cabeza. En los años
noventa, las melenas crecieron hasta llegar a rozar los hombros y la espalda. Se inició la tendencia –
que luego se exageraría– a achatar la silueta, pero sin alterar todavía las proporciones naturales del
cuerpo humano. El traje de mujer, aunque a veces se inspiró en modelos franco-flamencos, sin
llegar a copiarlos fielmente, mostró una fuerte originalidad, que se fue acentuando al avanzar el
siglo. Entre los escasos rasgos inspirados en modas importadas se contaban los rollos, los tocados
de cuernos y los altos bonetes, de moda todavía en los años ochenta, muy diferentes de los modelos
originales.

En la España de los Reyes Católicos, uno de los estilos de vestir que contó con mayor aceptación
fue el estilo armonioso, de formas sencillas que no alteraban las formas naturales del cuerpo
femenino, sin las complicaciones y exageraciones que se habían dado antes y que se darían
después: la cabeza se cubría con unas sencillas tocas o, las más jóvenes, con el típico trenzado o
con una pequeña cofia; la camisa se mostraba asomando por las aberturas practicadas en las
mangas de encima

Las conveniencias exigían a las mujeres disponer sus cabellos ordenadamente reunidos en una
trenza o divididos con una ralla central y dos trenzas cayendo sobre los hombros o recogidas en la
frente. Las mujeres casadas, además, debían encerrar la trenza con una toca.

Como único adorno se usaban tocados sencillos que servían más para ocultar los cabellos que para
destacar el rostro.

Las más humildes tejían en sus cabellos trenzas de todo tipo que generalmente nunca dejaban caer,
sino que se enroscaban encima o alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Sus únicos
recursos para hacerlo eran peines de madera e hilos de lana.
A menudo, se usaban flores como ornamento, pues era lo único que tenían a su alcance.
El cambio de color no era muy bien visto. Las leyes medievales afirman que el tocar o arrancar parte
de la barba o los cabellos será castigado con fuertes multas de dinero o con castigos corporales.
Bajo la influencia de la moda francesa, los jóvenes nobles se afeitan la frente y dejan caer los
cabellos rizados por la espalda. Los cortesanos de los siglos XII y XIII demostraban gran interés por
los cabellos largos y rizados. Las pintas de los rizos podían ir hacia adentro o afuera, llamándose en
este caso el peinado de “viruta” por asemejarse a la forma de las virutas de madera después de un
cepillado.
Las mujeres llevaron el pelo largo durante toda la Edad Media. En los siglos XII y XIII también los
llevaron rizados como los hombres. Desde mediados del siglo XII, procedente de Francia, aparece la
“Venda” que consiste en una venda que se usaba rodeando la barbilla y una banda rígida rodeando
la cabeza en forma de corona.
Uno de los peinados clásicos del siglo XIV se basa en dos trenzados amplios que caen por las
mejillas rodeando las orejas y casi siempre sostenidos por una red.
También para estilizar la cara se procura levantar los cabellos. El ideal de belleza consiste en una
clara frente redondeada y alta, los cabellos de las sienes se retiran hasta el borde de las cofias. Se
depilan las cejas y el cabello de la frente. La depilación se realiza con piedra pómez y mezclas de
extravagantes productos (huevos de hormiga, etc.)
Solamente, las jovencitas llevaban los cabellos sueltos, y en todo caso, según su categoría una
pequeña diadema.
Les gusta cambiar el color de sus cabellos pero el rojo no estaba bien visto en la época.
El ideal de hombre de la época es el jovencito delgado y de fino talle. Los cabellos se llevan
medianos, ligeramente ondulados y a veces los cabellos cortos en la frente y con un bucle hacia
adentro. El pueblo llano estaba obligado a llevar el pelo corto. En general, no llevan barbas, solo los
señores mayores como símbolo de dignidad y sabiduría. El largo manto, un privilegio de las clases
altas, deja paso a la falda corta: mallas para las piernas, un breve jubón y una chupa entallada con
una falda corta.
En el siglo XV, la moda masculina se torna cambiante principalmente solo llevan el cabellos cortos y
los jovencitos, llevan la cabeza llena de grandes rulos que se realizan con tenacillas. A veces se
entrelazan con cintas y el peinado masculino se afemina.
El cabello de los monjes se peina de forma radial desde el remolino hacia fuera en todos los
sentidos, se corta por encima de las orejas y alrededor de las orejas.

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