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Aldous Huxley.
Sebastián Quintero
(Coloca el nombre del profesor aquí, sólo primer nombre y primer apellido)
21/11/2022
Sección I
Pero ¿por qué sucede esto? Bueno, el origen de las adicciones es variado y, por
tanto, definir a ciencia cierta dónde se halla su raíz, sería, además de incierto, una
generalización errónea. Sin embargo, lo que sí se puede delimitar, es su naturaleza.
PortalClinic (2019) apunta que, por lo general, las condiciones en las que se fundamenta
una adicción, están relacionadas con la adquisición de gratificación, producidos en los
circuitos de recompensa. Es decir, la naturaleza de la adicción es la obtención de placer. El
despliegue de dopamina es tal que hace contemplar al hombre su propia condición de
existir, de ser. A esto mismo comenta Ayn Rand (1964) que el ser humano, bajo los efectos
de placer, se encuentra con la sensación última, aquella que le da la potestad y competencia
para seguir viviendo, para enfrentar a la realidad, aquella que le dice que tiene el control de
su existencia, de su vida, de su proceder. Es decir, a los ojos de Rand, la experiencia que
vive el hombre bajo los efectos del placer obtenido, es una que le dota de combustible, de
energía suficiente, por lo que es pertinente pensar que, en efecto, placer y dolor, son
contrarios. El dolor es negativo, es el sentimiento de vulnerabilidad, ergo, se pretende
evadir a toda costa. Huxley toma estos elementos en gran consideración, y produce la
sociedad altamente controlada, donde prevalece el placer y se minimiza el dolor, en un
mundo feliz.
Un mundo feliz es una utopía en la que los individuos han alcanzado, de cierta
manera, la erradicación de los problemas íntimos individuales, lo que les permitió obviar al
sujeto como persona y pensarlo de otra forma; no existe la tristeza ni el dolor, se maximiza
la felicidad por métodos químicas y sintéticos lo que hace a las personas más productivas
en una sociedad de desarrollo masivo y constante. Sí, todo luce maravilloso y pulcro, sin
embargo, no se permite la existencia de relaciones y vínculos fuertes entre personas cuya
desenvoltura sea el amor, la vida es engendrada por métodos clínicos y genéticos muy
distintos y avanzados a los actuales (se producen en una botella). Todo el entorno
construido a lo largo de la narración es un apunte directo a un mundo profundamente
infeliz, donde las barreras de lo individual y lo colectivo son inexistentes, a un mundo
dependiente de los químicos proveídos por el estado para erradicar la tristeza y estancado
en parámetros sociales que no conciben cambio alguno, al contrario, se promueve la
segregación poblacional estipulando un tipo de sociedad por características específicas:
nivel de inteligencia y lugar de nacimiento, etc. Es una muestra de la profunda
deshumanización producto de una sociedad que contempla lo mecánico y conformista
como mantras, pero a su vez, es una observación a diversas vidas que no se rigen por estos.
Es el reemplazo del tacto y técnica humana por las posibilidades de la tecnología y la
máxima que esta puede cargar a la sociedad.
Al no haber posibilidad de construirse como humano, se recurre al soma como
sustancia que otorga felicidad, se reemplaza al sexo por creación humana en tubos, se
reemplaza la democracia por un sistema unificado y totalitario, regida por el director. Es
obvio, estamos al frente de una dictadura, pero no cualquier modelo autoritario, sino en
frente de la dictadura del placer. En un mundo altamente sistematizado, interconectado y
con acceso a la gratificación instantánea, en un mundo donde el dolor y la tristeza fueron
erradicados y las normas están estipuladas de una manera estricta y las únicas maneras
permitidas para vivir son la producción y la obtención de una supuesta felicidad, el humano
se puede perder, porque no se construye adecuadamente. La persecución desesperada del
placer es el mundo que justamente hoy se contempla.
Sección II
Byung Chul-Han en su obra la sociedad del cansancio (2010) hace explícita una
idea semejante a la que propone Huxley, con la única diferencia de que ya no hay un poder
claro y conciso que someta a la sociedad, sino que ahora existen opciones que, en efecto,
fungen como poderes, pero que no se perciben como tal, sino que el hombre mismo toma la
decisión de servirlos. Chul-Han entonces propone al humano como un ser cansado y
agobiado, siendo la víctima y el detonante de su propia explotación, una explotación
laboral. Explotación en la que se busca adquirir recursos económicos e intercambiarlo por
bienes y servicios con la convicción de alcanzar una mejor calidad de vida. A causa de esto,
el filósofo surcoreano dice que el hombre está absolutamente cansado, y se debe a la
saturación individual, a las jornadas intensas de trabajo, al esfuerzo ridículo que él mismo,
el hombre, se impone. Y esto por diversas razones, presión social, sentimiento constante de
inferioridad, necesidad de descargas de dopamina, etc. Aquí ya se logra perfilar la cercanía
existente entre el pensamiento de ambas lecturas: el hombre cede a un poder que lo
desgasta y lo erradica, pero los poderes a los que obedece son distintos, sin perder la
conexión. Para Han, tal y como se mencionó anteriormente, ya no es el dictador externo, no
es el estado, el tercero, ahora es el mismo hombre que se persigue para conseguir y
adquirir, motivado por la dialéctica del poder, del yo puedo.
Las personas están dispuestas a sacrificarse por la obtención de placer. Pero ese
sacrificio puede tener formas diferentes. Para acceder a la gratificación hay quienes ceden
su vida al trabajo y se desviven hasta el agotamiento por llegar hasta el siguiente cheque,
porque es en ese momento en el que podrán darse gusto. Por lo tanto, es muy probable que,
de ser posible, las personas renunciasen a otros bienes personales —la libertad de
expresión, pensamiento, divergencia— si con ello tuviesen acceso a una forma de
gratificación similar. Es decir que las personas, para obtener placer, que en la
contemporaneidad es visto como consumo, están dispuestas a abandonar su formación
humana, ética, espiritual e individual, para conseguir dinero y, de esta forma, conseguir
consumir, acción que los dirige al placer.
Sección III
Referencias bibliográficas.
Echeburúa, E., & de Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías y a las
redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 22(2),91-95 ISSN: 0214-4840.
Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=289122889001
Rand, A. (1964) The Virtue of Selfishness. Hudson, NYC. USA: Penguin Group.