Está en la página 1de 7

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

UNIDAD XOCHIMILCO

Ensayo

La institución e individuo

Módulo: IX. Experiencia y Aprendizaje

Docente: Lonngi Botello Luis

Grupo: SH51P

Alumno:

 Molina Ortega Kenner Alberto

México, CDMX, a 08/02/17


Introducción
“No puedes cambiar a las personas, pero puedes cambiar el sistema para que las personas
no sean empujadas a hacer ciertas cosas” -Slavoj Zizek

El ser humano es una especie diferente al resto de las existentes, nace siéndolo,
pero necesita una confirmación para serlo del todo. No por la “humanidad” que
Green describía, sino por una especie de aprendizaje especial. Por el aprendizaje,
de alguna manera forzado, de la cultura que nos precede. (Savater, 1997)

Y es que ¿Por qué vivimos en sociedad? ¿Qué hace que el individuo y la sociedad
con todos sus componentes sean tan inherentes? Una pregunta interesante, pero
aun imposible de contestar sin caer en grandes especulaciones. Lo que si podemos
afirmar es que el ser humano sólo puede vivir en ella y por ella. Es ya inconcebible
un retorno a la visión de la sociedad como una sumatoria de individuos, pues es
evidente que es la sociedad la que nos crea como tal. “Una vida sin sociedad sólo
sería una lucha continua entre fuerzas” (Enriquez, 1998).
Ante los albores de una época oscura para las sociedades occidentales, con el
retorno de la ultraderecha en Europa, el extremismo avanzando cada vez más
desde oriente y desde el sur, el aislacionismo conservador de las potencias que
alguna vez defendieron el mercado abierto, con el mito del progreso estancándose,
con un conformismo tenaz en las poblaciones y un desinterés generalizado en los
temas predominantes en la sociedad: política y economía, nos preguntamos ¿Cómo
hemos llegado a esto? Para ello, primero tenemos que entender, a grandes rasgos
qué es y cómo funciona la sociedad. En este primer ensayo introduciremos a las
instituciones como fundadoras y protectoras de la humanidad, pero también como
represoras.

El individuo y las instituciones


Empezamos con la advertencia de que no podremos estudiar la sociedad
cabalmente ni las instituciones que de ella co-dependen, puesto que nunca
podremos ser metaobservadores imparciales de algo que nos atraviesa y forma
(Castoriadis, 2006).

En el ser humano hay un apuntalamiento biológico, que nos da el potencial de ser


sujetos, de poder formar parte activa de la sociedad, que se yergue como emblema
y como único medio de supervivencia (y dominación) del ser humano. Esta
potencialidad va acompañada por lo que Castoriadis llama, imaginación radical y
que describe como:
“(…) infinitamente más importante y que nos diferencia radicalmente del
simple viviente, es la psique, ese núcleo oscuro, insondable, a-social. Núcleo
que es fuente de un flujo perpetuo de representaciones que no obedecen a
la lógica ordinaria, asiento de deseos ilimitados e irrealizables.” (Castoriadis,
Significaciones imaginarias, 2006)

Esta imaginación única pero irracional, debe ponerse en razón, mediante la


irrupción violenta de la sociedad que moldea al infante. Pero ¿Cómo lo logra? En
un principio, comienza su propósito por la mediación de los padres, que son
portadores de la sociedad, “fragmentos ambulantes de la institución” según
Castoriadis. La misma sociedad se asoma a la cuna y permea continuamente al
niño, le enseña, le transmite conocimientos, normas, prohibiciones. Le enseña la
materia más importante: el cómo ser humano (O sujeto, en mi opinión).

Este aprendizaje y todos los posteriores son únicos en la naturaleza, porque, parte
de ese apuntalamiento biológico, existe una especie de plasticidad en cuanto al
aprendizaje, neotenia. Esta capacidad concede a los seres humanos la posibilidad
de aprender durante toda su vida. (Savater, 1997)

La irrupción de la cultura en la mónada psíquica del infante es posible por la


característica humana de querer enseñar, identificar los focos de ignorancia y tratar
de cubrirlos, exigir al infante que aprenda, establecer lazos con él y enseñarle a
establecerlos con todos los miembros de la sociedad y sus instituciones. Es, en todo
el sentido de la palabra, un aprendizaje humanizador. Que transfiere la necesaria
capacidad de identificar a otros humanos como sujetos y no como objetos,
protagonistas de su propia historia. Noción fundante en la sociedad.

¿Pero que es la sociedad? ¿Cómo se conforma? Apegándonos a la teoría de


Castoriadis (2002), “la sociedad se crea a sí misma como sociedad y se crea cada
vez otorgándose instituciones animadas por significaciones sociales específicas de
la sociedad considerada”. Esta cualidad de la sociedad de crearse y recrearse por
sí misma, es la institución primera de la sociedad. A su vez, esta institución forma y
a la vez se forma de instituciones segundas.

Estas pueden ser de dos tipos: las transhistoricas y específicas. El primer tipo son
instituciones que perduran al tiempo y a los cambios, que tienen funciones
determinadas insustituibles en la sociedad, como la familia, que se encarga de
formar a los recién llegados; el lenguaje, ya que no puede haber sociedad sin éste
y su capacidad de comunicar y, más importante, socializar.

Las instituciones segundas especificas tienen un rol central, pues son las que
sostienen las significaciones imaginarias de la sociedad, dan sentido a la vida y a la
muerte de los individuos, dan un propósito al sistema. Podemos mencionar al
“mercado” en la sociedad capitalista, a las polis griegas, a los feudos europeos, al
código bushido japonés, entre múltiples ejemplos.
Sin embargo, en esencia, todas las instituciones son específicas, ya que, por
ejemplo, la familia extensa de países asiáticos y latinoamericanos es muy diferente
a la familia nuclear europea y norteamericana. El niño en medio oriente es muy
distinto al niño occidental. Lo que constata que la especifidad depende, en gran
medida, del tiempo y espacio.

Estas instituciones tan vastas y variadas se cohesionan por significaciones


imaginarias sociales1, ya mencionadas. Estas significaciones tienen una triple
función (Castoriadis, 2001):

 Designan fines de acción: Lo que se debe o no hacer. Esto lo dicta sin que
tenga algún referente biológico, psíquico o siquiera lógico. Instauran una
clausura: lo que debe ser escuchado, lo que debe ser visto. Lo que es
correcto y lo que no: el canibalismo, impensable en este tiempo y espacio,
era común en muchas tribus caribeñas y asiáticas.
 Estructuran representaciones del mundo: establecen una cosmovisión
específica para cada forma de sociedad.
 Establecen tipos de afecto: sentimientos que son indescifrables para
personas diferentes a la sociedad en la que se crean.

Estas tres funciones se concretan en las instituciones y pueden hacer que funcionen
adecuadamente. Así, se forma un tipo antropológico de individuo: por poner un
ejemplo, el estadounidense del periodo posterior a la segunda guerra mundial,
férreamente antagonista del comunismo, cree en la democracia y en ser parte de la
mejor nación del mundo. Consume más de lo que necesita y tiene un patriotismo
desenfrenado. Ve al mundo como algo que se ha de explorar, catalogar y, llegado
el momento, explotar.

Sin embargo, bajo una misma manifestación de la sociedad2 se crean distintos tipos
antropológicos, según las significaciones imperantes, que se contaminan
mutuamente: el estadounidense blanco, clase media, ya mencionado convive (de
buena o mala manera) con el obrero negro, clase baja y con menor prestigio en la
sociedad, con distintas tradiciones y hasta distintas normas impuestas y
autoimpuestas. Empero, son co-dependientes: si se fueran todas las personas
negras de Estados Unidos allá por los albores de las protestas encabezadas por el
Doctor King, Estados Unidos se desplomaría económica y socialmente.

1
Entendidas como entretejido de sentidos, que penetran toda la vida social, la dirigen y la orientan.
2
Hablo de manifestaciones de la sociedad puesto que sólo hay una sociedad que continuamente se recrea y
se manifiesta de distintas formas según el tiempo y espacio dado.
Estas significaciones cambian, evolucionan, juntos con las instituciones segundas
específicas. Regresando al ejemplo anterior, hoy la discriminación racial se ha
vuelto hacia los latinos, principalmente.

¿Hay alguna explicación de este proceso evolutivo? Sí, Castoriadis (Imaginario e


imaginación en la encrucijada, 2002) propone que hay episodios alternados de
imaginario social instituido e instituyente, pulsaciones sociales que revolucionan y
cuestionan lo establecido.
El imaginario social instituyente deja fluir la imaginación radical colectiva moldeada
por la sociedad, creando nuevas instituciones o cambiando las ya establecidas.
Llegado a un punto, estas instituciones se tratan de preservar mediante el
imaginario social instituido, que permanece hasta que un nuevo brote de innovación
surja.
Este fenómeno coincide con las fases de autonomía y heteronomía de los pueblos.
Según Castoriadis, las sociedades autónomas llegan a crear sujetos con
herramientas para cuestionarse, cambiar y crear instituciones, son conscientes de
que la sociedad se crea a sí misma y no necesita de ningún agente externo para
lograrlo. En contraposición de las sociedades heterónomas, donde se sigue
férreamente los postulados de la sociedad dada, atribuyendo connotaciones divinas
al origen de ésta.

Estas significaciones y las instituciones que unen están en cada individuo. No


siempre de forma positiva, pero si necesaria para la sociedad. Eugene Enriquez
comenta que las instituciones no pueden negar la violencia que hay en ellas:
“La sociedad prohíbe lo que los hombres serían capaces de hacer bajo la presión
de ciertos instintos, La violencia procede de la legalidad que reclama a los hombres
la renuncia de sus pulsiones. Al hacerlo, es capaz de favorecer el deseo de
transgresión” (Enriquez, 1998)

Las instituciones sustituyen con su propio imaginario el de los individuos, el placer


de órgano se vuelve de representación. Tratan de imprimir su sello distintivo en cada
uno de sus miembros, de instaurar un ideal que permita controlar de forma más
eficaz a cada individuo.

Esto hace que los sujetos no soporten la vida como es impuesta y que tenemos que
tener calmantes, principalmente tres clases: poderosas distracciones,
satisfacciones sustitutivas o sustancias embriagadoras. Puesto que tenemos que
renunciar a pulsiones para adaptarnos a la vida en sociedad (Freud, 1976). De este
último punto ahondaremos en el próximo ensayo, ya que tiene una amplia
importancia tanto para las instituciones, como para el individuo.
Conclusión
Como hemos visto, el humano sólo es concebible como tal en la sociedad.
Respondiendo, aunque incipientemente a las cuestiones de funcionamiento de la
sociedad, podemos dar paso a una pregunta que inunda nuestro día a día, después
de decenas de ejemplos desplegados en lecturas con más de una docena de años
y a kilómetros de distancia ¿Qué pasa hoy en México?
Actualmente asistimos a una crisis de identificación: la sociedad actual y sus
principales significaciones están deterioradas por un cambio brusco de paradigma
y son apenas funcionales por el beneficio aun existentes de modelos de
identificación anteriores.

Como consecuencia de esto nos encontramos con una sociedad apática,


conformista, con un modelo de identificación inestable y poco legitimado por el
sistema: “aquel que disfruta al máximo y gana lo más”. Sin haber alguna relación
entre lo que se hace y lo que se gana, la significación del “supuesto dominio
supuestamente racional” pierde credibilidad. El mito de progreso de desmorona y
afecta a la nueva generación de individuos con el conformismo voraz.

La etapa autónoma está acabando y surgiendo la etapa heterónoma, algo que


Castoriadis localiza con el surgimiento del posmodernismo: una preocupante falta
de ideas, un estancamiento en la innovación (Imaginario e imaginación en la
encrucijada, 2002). Un distanciamiento entre el individuo y las instituciones
principales. Algo que es aún más evidente en el sector juvenil, siempre
menospreciado, pero actualmente más aislado de las significaciones tradicionales,
tratando de rebelarse ante ellas y creando algunas paralelas.

La falta de sentido que proporcionan las significaciones y sus modelos de


identificación sólidos, propician una confusión enorme en la sociedad, una
búsqueda de medidas alternas. Una suerte de escape ante la muerte con el
acaparamiento de bienes, que, a la larga, sólo cristaliza ese miedo.

Estas escasas cinco hojas se consumieron fugazmente y fueron insuficientes para


un análisis más amplio y detallado, sin embargo, en el próximo ensayo podremos
ahondar más sobre esta crisis y sobre la dimensión represora de la sociedad.

Algo es seguro, que, aunque los individuos seamos la parte esencial de la sociedad,
ésta siempre evolucionará y sobrevivirá mientras haya humanos con vida, pues
como dice Clemenceau “Los cementerios están llenos de hombre irremplazables.”
Ella tratará de sobrevivir y lo logrará.
Bibliografía
Castoriadis, C. (2001). La crisis en el proceso de identificación. En El ascenso de la insignificancia
(págs. 124-138). Barcelona: Frónesis.

Castoriadis, C. (2002). Imaginario e imaginación en la encruzijada. En Figuras de lo pensable. México:


Fondo de Cultura económica.

Castoriadis, C. (2002). Institución primera e instituciones segundas de la sociedad. En Figuras de lo


pensable (págs. 115-126). Mexico: Fondo de Cultura Económica.

Castoriadis, C. (2006). Significaciones imaginarias. En Una sociedad a la deriva (págs. 75-106).


Buenos Aires: Katz.

Enriquez, E. (1998). El trabajo de la muerte en instituciones. En R. Käes, La institución e instituciones:


estudios psicoanalíticos (págs. 84-119). Buenos Aires: Paidós.

Freud, S. (1976). El malestar en la cultura. En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Savater, F. (1997). El aprendizaje humano. En El valor de educar (págs. 25-40). México: IEESAM.

También podría gustarte