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Universidad Nacional de Río Cuarto

Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Filosofía

Filosofía Argentina y Latinoamericana (6951)

Diálogos del Positivismo en Argentina

Estudiante: Agustin Bejarano, DNI 38811428


Introducción

Lo que se pretende realizar en este breve escrito es indagar en los efectos


producidos por la filosofía positivista en su manifestación autóctona. Es decir,
¿quienes encarnaron al positivismo en Argentina? Esta interrogación no es por la
simple curiosidad de conocer qué apellidos fueron los que tornaron carne esta
filosofía particular, sino que el interés que realmente suscita este texto es el de
describir los movimientos que el positivismo argentino ejerció, y cómo esta filosofía
fue el vehículo privilegiado que traccionó una serie de operaciones políticas que de
muchas maneras moldearon a nuestro país, ya sea en el campo de la educación
desde la reconocida matriz sarmientina, o en el campo de la salud con los trabajos
de Jose Maria Ramos Mejia, pasando también por los estudios criminológicos de
José Ingenieros -aunque la obra de este autor abarca diversos campos de estudio, e
incluso podemos diferenciar una etapa antipositivista, por lo que para este trabajo
nos centraremos en su producción científica de corte positivista-.
Es en este sentido que revisitar al positivismo en sus múltiples mutaciones nos
parece interesante, ya que a partir de su emergencia histórica podemos dar cuenta
de sus intervenciones en lo real y los impactos realizados por dicha filosofía. Por
esto, nuestra tarea no sería estrictamente un análisis epistemológico sino político,
desbordamos las descripciones lógicas para inscribirnos en lecturas históricas, y
para ello el concepto de cuestión social será de importancia capital, para poder
articular lo epistemológico con lo político.

Ideas rectoras positivistas

Para organizar este texto, y antes de introducirnos en las manifestaciones


singulares del positivismo argentino, sería pertinente describir cuáles son algunas
de las ideas fundamentales que estructuran esta filosofía, teniendo en cuenta que
no es una doctrina homogénea perfectamente unificada, existiendo tensiones en su
interior.
Didácticamente1 se suele concebir al positivismo como una tipo de construcción de
conocimiento progresiva y acumulativa, donde su fuente principal es la experiencia
sensible que proviene de la observación y experimentación. Esta experimentación
es realizada desde el método de las ciencias naturales, lo que en la jerga
epistemológica se conoce como monismo metodológico, esto sería la pretensión de
reducir la construcción de conocimiento desde el prisma unívoco de las ciencias
naturales. Otra característica a destacar de la filosofía positiva es su relación con la
naturaleza, quienes adhieran a esta doctrina conciben a la realidad como exterior,
susceptible de ser fragmentada en variables y capaz de ser estudiada
independientemente para lograr predecir y controlar los fenómenos estudiados a
partir del establecimiento de leyes generales. Esta pretensión de universalidad es la
punta de lanza por la que los positivistas arriban a una concepción del conocimiento
objetivo, despojado de cualquier valoración subjetiva; el mundo -natural y social-
está regido por leyes que deben ser descubiertas para garantizar el progreso del
conocimiento y de la sociedad.
Para ponerle rostro a esta filosofía podemos nombrar a los clásicos “cuadros”
europeos; Auguste Comte (1798-1857), Herbert Spencer (1820-1903), Charles
Darwyn (1809-1882) o Ernst Haeckel (1834-1919). Estaríamos tentados en esgrimir
la influencia directa de estos autores en las mentes de nuestros intelectuales
autóctonos, pero puede llegar a ser más complejo que atribuir un tipo de influencia
mecánica de “los padres del positivismo” a los intelectuales argentinos. No dudamos
de que la influencia existió de hecho, y tampoco dudamos de que en Argentina hubo
una lectura erudita de los clásicos positivistas, incluso una particularidad destacable
-destacable en el sentido de su potencia erudita- de la intelectualidad adherida al
positivismo fue la convergencia entre ciencia y literatura, como lo había esbozado el
propio Ramos Mejia “se ha creído siempre entre nosotros, y los viejos maestros se
han encargado de transcribirlo, como animados de un santo horror ortodoxo, que el
perfecto médico debía ignorar por completo las más rudimentarias nociones de
educación literaria (...) Error, señores, error funesto.”2.
Por mucho despliegue erudito de los intelectuales argentinos del siglo XIX, debemos
tomar con cautela esas hipótesis que explican la aplicación rígida de las doctrinas

1
Apelamos en este caso al Manual de epistemología de las ciencias sociales de Guillermo Briones
(1996), material que está específicamente diseñado para la educación superior.
2
Gonzalez, H. (2007) Restos pampeanos: ciencia, ensayo y política en la cultura argentina del siglo
XX. Buenos Aires. Editorial Colihue. Página 32
positivas y tiene que ser matizado con las circunstancias históricas que argentina
atravesó hacia fines del siglo XIX (afluencia de inmigrantes, incipiente proceso de
estabilidad política y creciente etapa de crecimiento económico, tecnificación de la
fuerza de trabajo, etc), como lo advierte Perelstein (1952) “puede afirmarse que
nuestro país es el lugar donde el positivismo fue más vaciado de contenido y donde
sus fórmulas fueron más libremente modificadas para adaptarlas a los intereses
históricos de quienes lo acogieron.”(Perelstein;1952; pág 123). Por eso, la siguiente
cita de Alejandro Korn - filósofo, médico psiquiatra, maestro y político argentino- nos
resulta fundamental para falsar las posibles explicaciones de una importación
mecánica y acrítica de las doctrinas europeas en nuestro territorio
«El positivismo argentino es de origen autóctono; sólo este hecho explica su arraigo.
Fue expresión de una voluntad colectiva. Si con mayor claridad y eficacia le dio
forma Alberdi, no fue su credo personal. Toda la emigración lo profesaba, todo el
país lo aceptó. La constitución política fue su fruto, la evolución económica se ajustó
a sus moldes... Cuando tuvimos noticias del sistematizado positivismo europeo, el
nuestro era viejo»3
Recuperamos la voz de Korn por dos razones, la primera es que nos ofrece
alternativas a aquellas lecturas que atribuyen cierta linealidad a la aplicación directa
y acrítica de las ideas europeas de corte positivista. Por otro lado, este personaje es
digno de rescatar ya que él mismo puede considerarse como un intelectual de la
generación del 80 -en 1880 Korn tendría 20 años- pero su novedad es que fue uno
de los personajes que se posicionó críticamente con respecto a esta generación de
pensadores.

El Positivismo en la Argentina de Sarmiento

Identificar las coordenadas históricas del positivismo en Argentina es una tarea


ambigua que deja múltiples aristas sin poder ser cubiertas, esto se debe a la
multiplicidad de antecedentes de los que nos podríamos valer para darle entidad a
este fenómeno histórico particular. Claro que esto es propio de cualquier pretensión
de reconstruir la historia, ya que por más esfuerzos eruditos que proyectemos,
siempre quedarán voces que escuchar, textos que leer, acontecimientos por

3
Martinez, M. El positivismo argentino: una mentalidad en tránsito en la Argentina del Centenario.
Quinto centenario, núm. 14. Edit. Universidad Complutense de Madrid
interpretar… Como el epistemólogo francés Gaston Bachelard sugiere, “el
conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra”
(Bachelard; 2013).
Aclaradas nuestras limitaciones, nos inscribimos en cierto consenso propuesto por
el Filósofo Oscar Teran (2015) - aceptando la arbitrariedad de esta reconstrucción
histórica- quien circunscribe el desarrollo del positivismo en Argentina entre los años
1890 y 19104. Aunque para los fines de este trabajo nos arriesgaremos a precisar la
consumación del positivismo en el año 1871, año en el que la provincia de Buenos
Aires es azotada por una epidemia de fiebre amarilla, y si bien se pueden encontrar
antecedentes de esta enfermedad en años anteriores (como la serie de epidemias
de cólera de 18675), es a partir de esta gran epidemia que se logra imponer a la
salud en una cuestión de estado. Al mismo tiempo utilizamos este acontecimiento
de referencia ya que es a partir de él que se realiza una monumental obra sanitaria
como lo es la construcción de la “ciudad Bateman6”, una obra paradigmática que
implicó la tan esperada modernización al extender la red de cloacas y separación de
las redes de agua potable en la ciudad de Buenos Aires - obra que para su época
eran muy pocas las ciudades europeas que tenían una arquitectura similar- y que
tardó casi 20 años de trabajo en ser realizada. Con respecto al desarrollo de esta
obra, el presidente de ese momento, Domingo F. Sarmiento se pronunciaba de la
siguiente manera: “Nos cabe hoy el deber de llenar una triste misión: la de descubrir
las llagas que sufre nuestro cuerpo. Esas llagas nos desacreditan y nos deshonran;
pero si no se descubren nos matarán… Nuestros gobiernos bárbaros no han hecho
sino robar, matar. Nuestros gobiernos liberales apenas han tenido tiempo de llevar a
cabo la regeneración política argentina... Otra ciudad subterránea y asquerosa vive
y muere a nuestros pies”7

4
Oscar Teran; Historia de las ideas en la Argentina Diez lecciones iniciales, 1810-1980.-
1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015.- Página 112
5
Jorge Salessi; Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminologa y homosexualidad en la
construccion de la nación Argentina.Rosario, Beatriz Viterbo Editora, Biblioteca Estudios
Culturales,1995 Pagina 79.
6
Esta obra se denominó de esa forma en honor a su diseñador, el ingeniero hidráulico John
Frederick La Trobe Bateman.
7
Jorge Salessi; Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminologa y homosexualidad en la
construccion de la nación Argentina.Rosario, Beatriz Viterbo Editora, Biblioteca Estudios
Culturales,1995. Páginas 19-20
Las viscerales palabras de Domingo F. Sarmiento resultan sugerentes para entender
la magnitud de esta nueva arquitectura sanitaria, ya que no se trata solo de una
cuestión simplista de higiene y bienestar social, sino que esta obra es parte de un
horizonte político que venía a consolidar férreamente el proyecto de un
Estado-nación ideado por la clase dirigente encarnado por Sarmiento, quien fue él
-encarnando la figura de presidente de la nación- quien inauguró aquellas profundas
modificaciones en la estructura de la ciudad de Buenos Aires. Este horizonte político
suponía la unificación de la población, que en esa particular coyuntura histórica se
vio un incremento exponencial por la cantidad de inmigrantes que abandonaban sus
lugares de origen y se instalaron en Argentina en busca de mejores condiciones de
vida; por ejemplo, Buenos aires paso de 187.100 habitantes en 1869 a 1.575.000 en
1914; en el mismo periodo Córdoba creció de 29.000 a 122.000 y rosario de 23.000
a 236.0008.
La cuestión inmigrante fue un tema central para comprender los procesos de
expansión y reorganización que se implementaron en las últimas décadas del siglo
XIX, colisionando directamente con la cuestión higiénica. Esta confluencia de
cuestiones sirvió para la construcción de enemigos visibles e invisibles ( Inmigrantes
y enfermedades respectivamente), y al mismo tiempo efectuaron de argumentos
legitimadores para las innovadoras intervenciones que realizaría el Estado para
“resolver” los conflictos emergentes que surgieron de los nuevos paisajes de la
Argentina de fines del siglo XIX. Las palabras de Salessi (1995) pueden iluminar
este proceso de institución de un nuevo orden nacional,en donde el autor advierte
que “Así se hizo historia la imaginación de una anarquía sanitaria, creada por las
tensiones y los juegos de poder entre los gobiernos nacionales y provinciales y la
reorganización de un orden — en el preciso momento en que se deshacía ei tejido
social— mediante la creación de un nuevo poder democráticamente surgido del
pueblo para velar celosamente por la salud de la ciudad-cuerpo-nación.”

Positivismo y cuestión social.

8
Juan Suriano (2004) La cuestión social en Argentina 1870-1943. Buenos Aires, Argentina. Editorial
La Colmena. Página 3.
Para operativizar lo político y lo epistemológico nos centraremos en el concepto de
cuestión social, ya que es a partir de esta categoría teórica desde donde podremos
indagar las intervenciones del positivismo en el plano empírico.
Entendemos a la cuestión social como “la totalidad de las consecuencias sociales,
laborales e ideológicas de la industrialización y urbanización nacientes: una nueva
forma del sistema dependiente de salarios, la aparición de problema cada vez más
complejos pertinentes a viviendas obreras, atención médica y salubridad; la
constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses de la nueva
clase trabajadora: huelgas y demostraciones callejeras, tal vez choques armados
entre los trabajadores, la policía o los militares y cierta popularidad de las ideas
extremistas, comuna consiguiente influencia sobre los dirigentes trabajadores”9. Una
definición que se puede inscribir en un núcleo problemático como lo es la
contradicción entre capital-trabajo, y si bien puede servirnos, hay fenómenos como
el exterminio de las poblaciones nativas o la dominación de las mujeres en diversas
dimensiones de la vida que no están enunciadas en esta definición, por eso
debemos hablar de las múltiples manifestaciones de la cuestión social.
En el apartado anterior mencionamos que desde la presidencia de Sarmiento,
existió un trabajo sistemático de construir un horizonte social bajo el lema “orden y
progreso”, en donde los ejes fundamentales los encontramos en el campo de la
salud y la educación. Claro que Sarmiento no operó en soledad sino que existió toda
una vanguardia de intelectuales y miembros de la élite de la sociedad Argentina que
respaldaron este proyecto civilizatorio en donde encontramos dos personajes que
condensan multiplicidad de aristas por los campos en los que se desarrollaron que
nos resultan de particular interés, aunque no nos detendremos en su prolífica
producción teórica sino que describiremos su trayectoria como agentes del Estado
Argentino; uno es José María Ramos Mejia y otro es José Ingenieros.
José María Ramos Mejia (1849-1914) fue una personalidad sumamente
comprometida con la salud y la educación de su tiempo, proveniente de una familia
tradicional de la élite, estudió medicina y se especializó en patología nerviosa.
Ramos Mejia se vinculó muy estrechamente con el paradigma higienista,
cumpliendo diferentes funciones en el estado y las organizaciones de la sociedad
civil que fueron las designadas para canalizar los conflictos que suponían las

9
Suriano, J (2004) La cuestión social en Argentina 1870-1943. Buenos Aires, Argentina. Editorial La
Colmena. Página 2.
múltiples manifestaciones de la cuestión social. Entre su roles más destacados se
encuentra su desempeño como fundador de la Asistencia Pública de Buenos Aires
en 1883, también presidió el Departamento Nacional de Higiene entre 1893 y 1898,
y entre 1908 y 1913 presidió el Consejo Nacional de Educación.
Por su parte, Jose Ingenieros (1877 - 1925) tiene un origen totalmente diferente con
respecto a su maestro Ramos Mejia. Ingenieros no posee linaje, ni riqueza, ni
posición política. Terán (2015) describe al intelectual de la siguiente manera,
“Ingenieros aparece en la constelación letrada como uno de los primeros
intelectuales en el sentido moderno del término, por lo que se entiende a aquel
sujeto que legitima su actividad y obtiene su sustento del ámbito estrictamente
intelectual”10. Profesionalmente, Jose Ingenieros pudo hibridar perfectamente su
formación como médico y su talento como ensayista crítico, no tan ligado al aparato
estatal como Ramos Mejía, Ingenieros fue profesor en la Universidad de Buenos
Aires - en las cátedras de psicología experimental y neurología-, publicó en revistas
y diarios como la montaña o philadelphia, y un periodo importante de su vida lo
dedicó a sus estudios criminológicos, en donde entre 1902 y 1913 dirigió los
archivos de psiquiatría y criminología, y se hizo cargo del instituto de criminología de
la penitenciaría nacional de buenos aires.
Si bien estos dos hombres tuvieron sus puntos de tensión, también tienen grandes
puntos en común como lo es la marcada ideología positivista que desplegaron a lo
largo de sus trayectorias profesionales, inscribiéndose en las filas que el paradigma
higienista fue configurando a fines del siglo XIX. En este sentido, el higienismo fue
como el caballo de troya del positivismo que permeó en toda la sociedad argentina,
como indica Salessi “La política higiénica, mientras apelaba a intereses
humanitarios superiores ‘más allá de meras banderías políticas’, proveyó una forma
clave de control disfrazado de modernización. (Salessi;1995;pp 26).
Podríamos decir que tanto Ingenieros como Ramos Mejia (asumiendo que omitimos
nombres muy importantes para esta escuela de pensamiento) son la encarnación de
lo que el autor Michel Foucault caracteriza como biopolítica.

conclusiones

10
Historia de las ideas en la Argentina Diez lecciones iniciales, 1810-1980.-1ª ed.- Buenos Aires:
Siglo Veintiuno Editores.
Las recepciones del positivismo en Argentina no fueron lineales y mecánicas. No fue
una importación y aplicación acrítica de las doctrinas europeas, sino que las
interpretaciones autóctonas de los positivismos estuvieron en tensión con las
coyunturas políticas, económicas o culturales de aquel primigenio Estado-Nación, e
incluso existieron fuertes debates que dieron cuenta de la heterodoxia epistémica de
los presupuestos filosóficos, morales o teológicos positivistas, y cómo se hibridaron
en versiones como por ejemplo la de Juan B. Justo, en donde se puede encontrar
cierta coexistencia entre Carl Marx y Herbert Spencer11, incluso la autora Perlestein
(2022) afirma “Quizá no sea ni siquiera legítimo incluirlos a todos en el rubro de
“positivistas”, antes que sea minuciosamente analizado el contenido de los escritos
de cada uno.”12
Lo que podríamos advertir como síntesis provisoria de este trabajo, refiere a los
límites que tienen las interpretaciones maniqueas que se instalan a partir de las
doctrinas positivistas; lecturas que ubican a esta filosofía como enemiga a erradicar
por los peligros que tendrían sus aplicaciones en el plano político, como lo es el
caso de la autora Perlestein ya citada, quien sugiere “En tal sentido, la
sobrevivencia del positivismo puede seguir gravitando sobre la producción científica
para esterilizarla. Por eso, en nuestro país, la tarea de aniquilarlo se transforma en
un deber, ya que, como lo veremos, las raíces nacionales de la ciencia se fijaron en
tierra regada por el positivismo. El árbol no podrá crecer y hacerse fuerte, mientras
quede algún resto de aquella influencia y no aparezca otra que la reemplace con
eficacia y vigor.”(Perlestein; 1952; pág 115).
Tomando distancia de esta visión, adherimos a las potentes palabras de Perez
(2017) quien sostiene que “El obstáculo lo ubicamos en el plano epistemológico y de
la acción política de estas perspectivas, pues al presentarse el paradigma positivista
como única forma de ciencia - hegemónico y excluyente - se produce un tipo de
pensamiento simple y de reducción que empobrece y obstaculiza el avance del
verdadero conocimiento científico crítico.” (Perez; 2017; pág 124). Por eso
sugerimos embarcarnos en una praxis antropofágica, en donde la filosofía positivista
-como filosofía creadora de conceptos - pueda funcionar en otras lógicas más allá
de los horizontes biopolíticos en los que fue y es aplicado.

11
Perelstein, B. (1952). Positivismo y antipositivismo en Argentina. La Plata: Universidad Nacional de
La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Página 139
12
Idem. Página 131
Bibliografía

Briones, G. (1996) Manual de epistemología de las ciencias sociales. Bogotá.


Editorial ICFES, ASCUN.

Gonzalez, H. (2007) Restos pampeanos: ciencia, ensayo y politica en la cultura


argentina del siglo XX. Buenos Aires. Editorial Colihue.

Martinez, M. (1988) El positivismo argentino: una mentalidad en tránsito en la


Argentina del Centenario. Quinto centenario, núm. 14. Edit. Universidad
Complutense de Madrid.

Perelstein, B. (1952) Positivismo y antipositivismo en Argentina. La Plata:


Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación.

Pérez, R. (2017) ¿Enfermedad mental o sufrimiento psíquico? La disputa por la


noción de sujeto y subjetividad. En: Salud Mental, Comunidad y Derechos Humanos
(pp.109-128). Montevideo: Psicolibros- Espacio Interdisciplinario.

Salessi,J. (1995) Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminologa y


homosexualidad en la construccion de la nación Argentina.Rosario, Beatriz Viterbo
Editora, Biblioteca Estudios Culturales

Suriano, J (2004) La cuestión social en Argentina 1870-1943. Buenos Aires,


Argentina. Editorial La Colmena.

Teran, O. (2015) Historia de las ideas en la Argentina Diez lecciones iniciales,


1810-1980.-1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

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