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2 PEDRO 1:3-21.
Introducción
La Biblia no fue escrita para ser un libro para gente estudiosa o capaz de interpretarla. Desde el
principio su propósito fue el ser el Libro de todos, y aún lo es hasta el día de hoy. El mensaje que
contiene este libro maravilloso es el de satisfacer una necesidad universal; la relación de Dios, el
creador de los cielos y la tierra con el hombre creado a la imagen y semejanza de Dios. Aunque se
terminó de escribir hace tantísimo tiempo, la Biblia jamás envejece ni envejecerá por los siglos de
los siglos, pues los temas que trata son de tal naturaleza que conservan las leyes y preceptos del
Dios soberano y su relación práctica con la vida siglo tras siglo, y nos toca tan de cerca y tan fuerte
como a la gente que primero la leyó.
La Biblia es más que un simple libro. Es el libro. Werner Keller, historiador alemán (y no es un
historiador religioso) dice que en toda la historia humana no se hallado un libro que se comprare a
la biblia por su «influencia revolucionaria» o que «haya influido tan decisivamente en el desarrollo
del mundo occidental». Ningún libro, declara Keller, ha tenido un efecto tan mundial como el
«Libro de los libros: la Biblia». 1 No cabe duda de que la Biblia se destaca como el más grande de los
libros en la historia de la literatura y de la humanidad. Sí, la Biblia es más que un simple libro. La
Biblia es mensaje de Dios. Es Dios tratando de comunicarse con el hombre. En otras palabras, es la
«Palabra» de Dios para la humanidad.
La palabra «Biblia» procede del griego «biblia» (libros). El singular es «biblíon»; «biblos» es
una forma de biblíon, y significa simplemente cualquier clase de documento escrito.
Originalmente biblos significaba un documento escrito en papiro, una clase de papel fabricado
con una planta egipcia. Al antiguo puerto fenicio de Gebal (cerca del moderno Jebeil, unos 40
kilómetros al norte de Beirut) los griegos le cambiaron el nombre por Biblos (Biblus) porque
era una ciudad famosa por la fabricación de papiros para escribir. Además, los habitantes de
Biblos se hallan entre los primeros que iniciaron la evolución de la escritura e inventaron uno
de los primeros alfabetos. Era por tanto natural que los griegos llamaran al lugar «Biblos» y
siglos más tarde, al inventarse el códice (un libro con páginas dobladas en forma de
acordeón), persistió el término y llegó a significar «libro». Nuestra palabra «Biblia» significa
simplemente un «libro».
«Escritura» «Escritura», «Escrituras» o «Sagradas Escrituras» son términos que los escritores
del Nuevo Testamento emplean para referirse al Antiguo Testamento o a cualquier parte del
mismo. Por «Escrituras», querían decir «Escrituras Divinas». Pablo habla de «Sagradas Escrituras»
en 2 Timoteo 3.15 y en el versículo 16 emplea el término «la Escritura». La expresión «las
Escrituras» se emplea en Mateo 21.42; Lucas 24.32; Juan 5.39; Hechos 18.24. La expresión singular
«la Escritura» usualmente se refiere a un determinado pasaje del Antiguo Testamento más que al
Antiguo Testamento en su conjunto (Marcos 12.10; Lucas 4.21; Santiago 2.8).
«Testamento»
El mundo incrédulo puede entender las cosas del Espíritu, es decir, lo que significa el texto
bíblico, pero lo que entiende lo rechaza como locura. De manera similar, Dios entiende la
sabiduría de este mundo, pero la rechaza como locura. En ambos casos, hay una
comprensión mental correcta de lo que se quiere decir (comprensión), seguida de un
rechazo de su valor (significación negativa).
En muchos sentidos, lo mismo ocurre con la Biblia. El Espíritu Santo de Dios inspiró cada palabra
de las Escrituras. Y en este sentido, él es el autor, por lo tanto, sólo es razonable buscar su visión
en su libro. En un sentido muy básico, la doctrina de la inspiración dice que: El Espíritu Santo
movió a los seres humanos para escribir la revelación de Dios como las Escrituras y supervisó sus
obras de un modo que hizo que sus escritos fueran infalibles. Escuchemos la manera en la que
Pedro expresó esta idea en 2 Pedro 1:20 y 21: Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:20-21) En este pasaje, Pedro dijo
que toda la profecía bíblica se origina con el Espíritu Santo y que el Espíritu movió a los seres
humanos a escribir la revelación de Dios. Este proceso asegura que lo que ellos escribieron era
absolutamente cierto, y que las palabras de los autores humanos fueron también las palabras de
Dios. Y en 2 Timoteo 3:16, Pablo indicó que todas las Escrituras son similarmente inspiradas.