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. IGNACIO GARRO, S.J.

HISTORIA

DE LA

SALVACION

AREQUIPA

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Tipo de letra: Texto, Charter Bd Bt, 10 pts
Encabezados: Clarendon Hv BT, 18, 14, 12, 11 pts
Impresión: Hewlett Packard, Laser Jet 2100
Colegio, San José. Apartado 60. Tfno: 23-27-58. Fax: 23-62-41
2018. Arequipa. Perú.
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INTRODUCCIÓN GENERAL
La Historia de la Salvación está contenida en el Libro de la BIBLIA. Para conocer bien la
Historia de la Salvación hay que tener ciertos conocimientos generales acerca de qué es la Biblia,
cómo está escrita, en qué medio ambiente ha sido escrita cuál es su trayectoria. Por ello
comenzamos con una introducción general básica del estudio de la Biblia.

1.- ¿Qué es la Biblia?


La palabra Biblia proviene de la palabra griega “ ” que significa = los Libros. La
Biblia, fundamentalmente es un libro religioso que nos narra los hechos salvíficos de Dios
realizados en su pueblo elegido Israel, pueblo creado por Dios; nos cuenta las relaciones
mantenidas de Dios con su pueblo, y también nos descubre las relaciones de este pueblo con Dios.
El Dios de la Biblia no es un Dios abstracto, mudo, distante, al contrario, es un Dios cercano, que
habla, reprende, exhorta, orienta, es sobre todo un Dios que ama y salva.
Parece ser que fue Clemente de Alejandría (S. II) el primero en emplear esta palabra al
referirse a las Sagradas Escrituras. A partir del S. XIII comenzó a emplearse la palabra Biblia para
referirse a los libros de la Sagrada Escritura.

2.- Significado de la Biblia en la tradición de la Iglesia


"La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la
inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos
los libros del Antiguo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que,
escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y, como tales, han sido confiados
a la Iglesia. En la composición de los libros sagrados Dios se valió de hombres elegidos, que usaban
de todas sus facultades y talentos. De ese modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos
autores pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería". (Concilio Vat. II. Constitución
dogmática, "Dei Verbum", sobre la Divina Revelación, Nº 11).

En estas palabras del Concilio Vaticano II hay cuatro afirmaciones importantes:


1.- Todos los libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, con todas sus
partes,
han sido escritos por inspiración del Espíritu Santo.
2.- Tienen a Dios como autor.
3.- Como tales han sido confiados a la Iglesia.
4.- Los escritores inspirados son también verdaderos autores de libros.
Tales afirmaciones, aceptadas con fe dentro de la Iglesia, exigen del cristiano una actitud
especial ante los libros sagrados, distinta de la actitud que se puede tener ante cualquier otro
escrito. Cuando el cristiano oye leer, o lee él mismo, los diversos escritos que constituyen la Biblia,
sabe que se encuentra con una palabra que viene de Dios. Dios Padre, por medio de su Hijo
Unigénito y en unión con el Espíritu Santo, se nos comunican a través de la Sagrada Escritura.
Pero nuestro Señor Jesucristo confió a los Apóstoles y sucesores de los Apóstoles, y a toda la
Iglesia, la interpretación auténtica de la misma.
El cristiano lee la Sagrada Escritura como la Palabra de Dios en el seno de la comunidad
creyente; es decir, lee la Escritura según el sentido que le da la Iglesia, conducida por los Apóstoles
y sus sucesores, y vivificada por el Espíritu Santo. Finalmente, el cristiano, al leer la Escritura con
esta actitud de fe, no ignora que los libros sagrados son, también, libros escritos por hombres
concretos. Necesita, por tanto, de la ayuda de especialistas que le faciliten el sentido literal de
escritos que se redactaron hace muchos siglos.
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3.- La Biblia, Palabra de Dios
La enseñanza de la Iglesia sobre la inspiración divina de la Sagrada Escritura se apoya en
la misma Sagrada Escritura. Que Dios se nos ha comunicado no solo a través de la palabra
humana, predicada o proclamada por hombres elegidos por El, sino también a través de la
palabra escrita de hombres que escribieron bajo la especial inspiración divina ha sido siempre
una convicción de fe en el pueblo de Dios. He aquí algunos testimonios: El Antiguo Testamento y
el Nuevo Testamento.

3.1.- Antiguo Testamento


Ex 24, 4: "Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor". Esta afirmación nos da a
entender que la vida religiosa y moral de Israel estuvo dirigida y animada por un Texto escrito.
Otro ejemplo es, después del destierro, Esdras llega de Babilonia a Jerusalén con un rollo
de la Ley y lee en él. La literatura bíblica posterior al destierro muestra una dependencia expresa
respecto de los primeros libros de la Biblia. Nunca se puso en duda que la palabra de los profetas
equivalía a la palabra de Dios. Al ser fijada por escrito se insinúa que es una palabra de Dios
conservada para las generaciones futuras, Jer 36, 6-10; Ez 2, 9-10.
La palabra de los profetas se ponen por escrito y posteriormente se coleccionan bajo el
título “Palabra del Señor que recibió ...” Os 1,1; Joel 1,1.; Sof 1,1.

3.2.- Nuevo Testamento


Los Apóstoles predican la Buena Nueva a judíos que reconocen la Escritura como norma
de verdad. Y basan en la misma Escritura todas sus discusiones con estos. Los escritos del A.T. son
fuente de verdad, Mt 22, 29; Mc 12, 24-27, son palabras proféticas que dan testimonio en favor de
Cristo, Jn 5, 39; Hech 8, 32- 35, pero sólo pueden ser entendidas cuando Jesús las explica Lc 24,
27-32. Jn, 2, 22.
S. Pablo considera los escritos del A.T. como palabra irrevocable de Dios. Afirmar que: "la
Escritura dice", es para S. Pablo dar a entender que Dios habla por ella.
Todos estos testimonios manifiestan que la Iglesia apostólica consideró los escritos del
A.T. como un don recibido de Dios e instrucción suya. Son escritos inspirados por Dios y
revestidos de su misma autoridad, por esta razón son: "Escrituras santas". La Sagrada Escritura no
es sólo un escrito acreditado por Dios, sino su propia Palabra que ha tomado la forma de un libro
humano.
En 2 Ptr 3, 15-16: “La paciencia de Nuestro señor juzgadla como salvación, como les escribió
Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas
las cartas en las que habla de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes
y los débiles interpretan torcidamente - como también todas las demás Escrituras – para su propia
perdición”, se coloca a las cartas de S. Pablo en el mismo plano que los escritos del A.T. De este
modo se reconoce que la Iglesia de Cristo, además de los escritos del AT, posee sus propios
escritos sagrados, que tienen la misma autoridad y el mismo carácter divino que los del AT. En 1
Tim. 5, 18, se dice: “La Escritura dice: “no pondrás bozal al buey que trilla”, y también,: “El obrero
tiene derecho a su salario”, se citan con el mismo valor de “Escritura” un texto del AT: Deut 25,4 y
otro del NT.
La sagrada Escritura no es sólo un escrito acreditado por Dios, sino su propia Palabra que
ha tomado la forma de un libro humano.

4.- La Biblia, palabra humana


“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano”. Concilio Vaticano
II, Constitución dogmática, “Dei Verbum”, nº 12. El papa Juan Pablo II dirigiéndose a la Pontificia
Comisión Bíblica, el 27 de abril de 1979, decía: “la misma palabra divina se había hecho lenguaje
humano, asumiendo los modos de expresarse de diversas culturas, que desde Abrahán hasta el
vidente del Apocalipsis han ofrecido al misterio adorable del amor salvífico de Dios la posibilidad
de hacer accesible y comprensible a las diversas generaciones, a pesar de las múltiples
diversidades de situaciones históricas”. Esta es la manera por la que, la palabra de Dios adoptó la
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forma de expresión en las lenguas humanas que existían, desde la lengua hebrea hasta la lengua
griega, todo ello para hacerse comprender adecuadamente con el interlocutor humano.

4.1.- El escritor sagrado, un hombre de su tiempo


La palabra de Dios que recoge la Sagrada Escritura se manifiesta bajo una forma humana.
Los libros bíblicos, inspirados por Dios, se presentan ante nosotros como escritos redactados por
unos hombres que hablaban y escribían en la lengua de pueblos concretos y que vivieron en
ámbitos culturales y tiempos determinados.
Efectivamente, los autores sagrados escriben lo que Dios les revela tras haberlo
comprendido y formulado con su entendimiento, su imaginación y su sensibilidad humana y con
las formas de expresión de la cultura y de la época en que viven. Presentan el contenido de la
revelación divina en el molde de palabras humanas.
La acción inspiradora de Dios no les ahorra el esfuerzo ni anula ciertas limitaciones,
propias también de los autores no inspirados: imperfecciones gramaticales deficiente capacidad
de expresión, de la lengua empleada, aceptación de las ideas de su pueblo y de su tiempo acerca
de los astros, las plantas y sobre la vida humana, y que según la ciencia actual resultan erróneas.

4.2.- Lenguas de la Biblia


¿Cuál fue el elemento material en el que se escribieron las Sagradas Escrituras?
Fundamentalmente en dos, en un principio en papiros (juncos que crecen en las orillas de los ríos,
de contextura vegetal fuerte, que aplanados con palos y secados al sol ofrecían el equivalente a lo
que hoy día es el papel), y pergaminos, son pieles de animales: corderos, cabritos, becerros
jóvenes, que curtidos y bien secados y preparados sirven para escribir y son más consistentes que
los papiros que al ser de composición vegetal, pasados los años fácilmente se deterioran. El
pergamino por ser de composición animal es más fuerte, más sólido y duradero.
¿En qué lenguas fueron escritos los libros de la Biblia?. Los libros originales están escritos
en tres lenguas fueron escritos originariamente los libros de la Biblia: Hebreo, Arameo y Griego
.- Hebreo: Es una lengua semita que los israelitas encontraron al conquistar Palestina y
que adoptaron con ligeras modificaciones. Es la lengua que habló el pueblo israelita la mayor
parte de su historia bíblica. Se convirtió en lengua escrita y culta cuando la lengua del pueblo fue
el arameo. Esta situación se prolonga hasta los tiempos de Jesús. Los escribas del Nuevo
Testamento siguen designando como hebrea la lengua aramea del pueblo.
.- Arameo: Lengua de la región siro - arábiga, pasó a ser lengua internacional de la
diplomacia y el comercio en el Siglo VII antes de Cristo.
.- Griego: Sustituyó al arameo como lengua oficial después de las conquistas de Alejandro
Magno en el año 331 antes de Jesucristo. Pero el griego bíblico (el de la traducción de los LXX y el
del Nuevo Testamento), no es el griego clásico. Es un griego simplificado (denominado : "koiné")
que sirvió de lengua común y vehículo de intercambios comerciales y culturales en todo el
Mediterráneo. Fue lengua hablada durante cerca de ocho siglos y favoreció de manera notable la
expansión del cristianismo.
El griego bíblico tiene, además muchas expresiones hebreas y arameas que ponen de
manifiesto la lengua nativa aramea de los escritos bíblicos o de las fuentes a las que acudieron.
En hebreo: Todos los libros de la Biblia, excepto los escritos en lengua griega o aramea.
En arameo: Hallamos algunas partes del libro de Daniel, de Esdras un versículo del libro
de Jeremías y dos palabras del Génesis.
En griego: Los libros de la Sabiduría y Macabeos II. Todos los libros del Nuevo
Testamento.

5.- Los elementos materiales para escribir


Para realizar los escritos bíblicos se acudía a los papiros, de composición vegetal,
elaborados en juncos de río, y pergaminos, pieles curtidas de ovejas, becerros, etc. La mayor parte
de los manuscritos bíblicos hallados a orillas del Mar Muerto, en Qumram, y están escritos sobre
pergaminos.
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6.- Traducciones de la Biblia. Traducción de los LXX, (De los Setenta)


La traducción de los Libros sagrados de los judíos escritos en lengua hebrea, llamada
TORAH a la Biblia griega, recibe tradicionalmente el nombre de los "Setenta" (LXX). Es una
traducción corregida y aumentada de la Biblia hebrea. El origen legendario de esta traducción de
los “Setenta (LXX) = 70”, data de la “Carta de Aristeas a Filócrates” y es del S. II a.d.Xto, en la que se
nos cuenta cómo fue traducido el libro judío del Pentateuco de la lengua hebrea a la griega.
En este legendario relato, Demetrio de Falerón, un conocido estadista, es bibliotecario de
Tolomeo II Filadelfo, rey de Egipto, (285-246, a.d.Xto). Demetrio pide al rey Filadelfo unos
ejemplares de la Ley judía para la famosa biblioteca de Alejandría, y el monarca transmite la
petición al sumo Sacerdote de Jerusalén, el cual envía a Egipto un grupo de setenta y dos
traductores (seis por cada tribu de Israel). Estos traductores dan término a su trabajo de manera
que todos los interesados quedan satisfechos, incluida la comunidad judaica de Alejandría.
Una entrevista de Aristeas con el Sumo sacerdote Eleazar y una posterior reunión en la
que los traductores hablan en presencia del rey egipcio sirven de marco de referencia a una
presentación de la Ley y la Sabiduría judía.
De todos estos datos se puede colegir un hecho importante: que a principios del S. III a de
Xto, se realizó una traducción en griego de toda la Torah hebrea, que es la versión en griego del
Pentateuco y también de todo el conjunto de traducciones griegas del AT, efectuadas desde los
comienzos, quizá antes del 300 a. d. Xto, hasta 130 d. d. Xto.
a.- Corregida: porque los traductores al encontrarse con palabras hebreas sin equivalente
griego forjaron un vocabulario religioso nuevo.
b.- Aumentada: porque incluyeron en el "canon" varios libros que se leían en las sinagogas
de Alejandría, pero que no eran recibidos por la comunidad judía de Jerusalén.
La traducción griega de la Biblia de los LXX conoció un éxito inmenso incluso en Palestina.
Los evangelistas y el mismo S. Pablo dependen de ella con frecuencia.
La Biblia se conoce sólo a través de copias. Esto quiere decir que se han perdido todos los
manuscritos primeros de los libros bíblicos (autógrafos), obra directa de los escritores santos y de
sus secretarios o editores. El Texto hebreo del A.T. recibe, a veces, el nombre de Texto Masorético
(masora = tradición). El Texto griego del A.T. y del N.T. nos ha llegado a través de copias
manuscritas. Son el Texto Sinaítico, Alejandrino y Vaticano. Las traducciones modernas de la
Biblia a los idiomas modernos actuales procedan todas de esas ediciones críticas de los Textos
originales. En una palabra, las traducciones pueden ser acertadas, o desacertadas, en cuanto a la
fidelidad y en cuanto al mérito literario. Lo importante es tener bien claro, que no hay más que
una Biblia. Son las traducciones las que difieren entre sí.
La Vulgata: Es la traducción latina de la Biblia que usa la Iglesia Romana. En su mayor
parte es obra de S. Jerónimo, doctor de la Iglesia (350-420), ya que está formada por la reunión de
tres clases de libros:
1.- Libros traducidos directamente por el santo del Texto original, que son todos los
protocanónicos del A.T., menos los Salmos y Tobías y Judit.
2.- Los libros de una antigua versión latina revisada y corregida por S. Jerónimo teniendo
a la vista el Texto griego, a saber, los Salmos del A.T. y los textos del N.T. ciertamente los
Evangelios y probablemente todos los demás.
3.- Cinco libros deuterocanónicos del A.T. que han quedado en su antigua versión latina
no tocada por S. Jerónimo, y son los libros de los Macabeos, la Sabiduría, Eclesiástico y Baruc, con
la carta de Jeremías.
No sin motivo se llamó a la Vulgata la versión de S. Jerónimo, dando al todo el nombre de
la mayor parte y principal.

7.- Partes de la Biblia: Son dos


A).- Antiguo Testamento: Abarca los 46 libros del Antiguo Testamento.
1.- Libros históricos: Consta de Pentateuco (los 5 primeros libros de la Biblia): Génesis,
Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio. Josué, Jueces, Ruth, 1 y 2 Samuel; 1 y 2 Reyes; 1 y 2
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Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Ester; 1 y 2 Macabeos.
2.- Sapienciales: Libro de los Salmos y Cantar de los Cantares.
3.- Didácticos: Sabiduría, Eclesiastés (Qohelet), Eclesiástico (Sirácida).Proverbios. Job.
4.- Proféticos:
a.- Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, Lamentaciones.
b.- Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías. Malaquías. Baruc.
B).- Nuevo Testamento: Son 27 libros.
1.- Históricos: Los cuatro Evangelios y Hechos de los Apóstoles
2.- Didácticos: Cartas de S. Pablo: Romanos; 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses,
Colosenses; 1ª y 2ª Tesalonicenses.
1ª y 2ª Epístola de S. Pedro.
Epístolas llamadas Católicas (1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago; 1ª, 2ª y 3ª
de S. Juan. Epístola de Judas).
3.- Profético: Apocalipsis.
8.- Autores de la Biblia
La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nº 11, dice que los Libros Sagrados
tienen una doble paternidad: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, que
utilizó usando sus propias facultades y medios, de forma que, obrando El en ellos y por ellos,
escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería”. Dios es el autor primero y
principal, el escritor sagrado el autor cooperador instrumental, inspirado por Dios, que escribe la
verdad de lo inspirado con su propia inteligencia y creatividad.

8.1.- La Biblia, libro inspirado por Dios. ¿Qué es inspiración?


Los cristianos creemos que la Biblia es un libro inspirado por Dios que, como dice el Conc.
Vat. II en la Constitución dogmática: “Dei Verbum”, nº 11, dice: “En la composición de los libros
sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos. De ese
modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores pusieron por escrito todo y sólo lo
que Dios quería”.
Y en el nº 12: “Dios ha hablado en la Sagrada Escritura por medio de los hombres y de una
forma humana”. La Historia de la Biblia es la Historia de la Palabra de Dios a los hombres: “Dios
que había hablado muchas veces ya en los tiempos antiguos y de diversos modos a nuestros padres
por medio de los profetas, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado por medio de su Hijo ...”
Hebr, 1,1-2.
¿Qué es inspiración? Inspiración es: “la especial influencia o influjo por el que Dios por
medio del Espíritu Santo ilumina la mente y el corazón del escritor sagrado, o escritores sagrados,
para la redacción de los Libros Sagrados”.
Esta influencia especial y divina es la que sirve en el Concilio Vaticano I en la Constitución
dogmática, “Dei Filius”, para afirmar que Dios es el autor de los Libros Sagrados, y dice: “porque
habiendo sido escritos bajo el influjo del Espíritu Santo tienen a Dios por autor, y como tales han sido
confiados a la Iglesia”, Denz 3006.
La Escritura inspirada por Dios: en la Sagrada Escritura, se atribuyen al Espíritu Santo las
profecías y todos los acontecimientos históricos que hacen referencia a la salvación. La eficacia
salvadora de la Sagrada Escritura radica en el hecho de que ha sido palabra escrita "inspirada por
Dios". Cuando la palabra de Dios se convierte en escritura no se convierte en letra muerta, sigue
siendo palabra eficaz. Para comprender la idea que el A.T. tiene de la inspiración de la Escritura,
seria bueno compararla con la inspiración profética. Los profetas se saben bajo la ineludible
fuerza de la palabra de Dios. Para expresar el impulso divino hacia la actividad profética, Ezequiel
emplea la expresión: "la mano del Señor cayó sobre mí ".
En la inspiración Dios no dicta palabra por palabra y el hombre pasivamente escribe, no
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es así, Dios inspira, mueve, ilumina, ayuda a la realización e inteligencia del escritor sagrado para
que entienda un hecho histórico que a su vez es salvífico.
El autor inspirado sin perder ninguna de sus facultades físicas ni racionales, antes al
contrario valiéndose de ellas, es instrumento inteligente, útil para expresar, comunicar o redactar
aquello que Dios quiere expresar y comunicar a su pueblo.
Por eso se dice que la palabra escrita tiene a Dios como autor inspirador y causa principal
y el escritor sagrado como autor realizador que entiende y escribe aquello que se le ha inspirado
y es a la vez causa instrumental escribiendo lo inspirado con sus propias palabras, estilo literario,
su psicología personal, etc.
La Sagrada Escritura es palabra de Dios dirigida a la Iglesia como continuadora de la obra
de Cristo. La Biblia, expresión inspirada de la fe apostólica ha sido escrita en todas sus partes para
la Iglesia de todos los tiempos. A ella ha sido confiada, pertenece a la Iglesia, pero no por eso deja
de ser Palabra de Dios, Palabra de Cristo, Cabeza de su Iglesia. Y a esa Palabra, como norma se ha
de someter la Iglesia.
El Espíritu De Cristo lleva a la Iglesia a una comprensión cada día más plena de la
escritura inspirada. El Espíritu vivificador introduce en una mayor profundidad de la verdad
divina a todo aquel que desea alimentarse de esta Palabra en la Iglesia. El recto entendimiento de
la Biblia está encomendado a la Iglesia en cuanto tal. Este conocimiento fiel de la Palabra de Dios
lo alcanzan los creyentes particulares en la medida en que éstos procuran entenderla en el
ámbito y en el espíritu de la Iglesia.

8.2.- El hecho de la inspiración: La Revelación


El hecho de la inspiración divina dice relación con la Revelación de Dios a los hombres.
¿Qué es la revelación?
El Conc. Vat. II en “Dei Verbum”, nº 2, habla en estos términos de la Revelación: “Dispuso
Dios en sus Sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, Efes 1, 9,
mediante el cual los hombres por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre y al
Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina, 2 Petr 1, 4. En consecuencia por esta
revelación, el Dios invisible habla a los hombres como amigos, Col 1, 15; Tim 1, 17; movido por su
gran amor, Ex 33, 11; Jn 15, 14-15, mora con ellos, Bar, 3,38, para invitarlos y admitirlos a la
comunión con El. Este plan de la revelación se realiza por gestos y palabras intrínsecamente conexas
entre sí, de forma que las oras realizadas por Dios en la Historia de la Salvación, manifiestan y
confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras ... Pero la verdad íntima acerca de
Dios y acerca de la salvación humana, se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es a un
tiempo mediador y plenitud de toda la Revelación”.
Por eso la revelación es el acto por el que Dios descubre, o da a conocer, a los hombres su
designio salvífico. Dios se revela primero en la historia del pueblo de Israel por medio de los
acontecimientos históricos y de signos cuyo significado están encargados de dar los profetas, por
la reflexión inspirados de los sabios. Dios finalmente se revela en su Hijo Jesucristo, quien por
medio de su muerte y resurrección, y enviando el Espíritu santo funda la Iglesia y valiéndose de
sus apóstoles lleva el mensaje de salvación a todo el género humano.
De lo dicho anteriormente se sigue que el Espíritu Santo mueve e impulsa al escritor
sagrado para que entienda, diga o exprese y escriba lo que Dios le inspira. Así aparece Dios, por
medio de su Espíritu Santo, como autor y causa principal de los Libros Sagrados, y el escritor
sagrado como autor y realizador y causa instrumental en la redacción, inteligencia y expresión del
hecho acontecido. (Ejemplo: el artista que pinta = inspirador; el pincel instrumento en las manos
del artista, para realizar el cuadro, la obra en sí)
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8.3.- Alcance de la inspiración


La inspiración sólo se refiere directamente a los libros sagrados escritos que son
originales, tal y como salieron de las manos del autor inspirado. Las copias de dichos libros,
transcripciones, traducciones, versiones lingüísticas, etc, son inspirados en tanto en cuanto
concuerdan y guardan absoluta fidelidad a los escritos originales.

8.4.- Consecuencias de la inspiración: La Verdad de la Sagrada Escritura o Inerrancia


La inerrancia o ausencia de error en la Biblia es una consecuencia de la inspiración divina
al autor inspirado. Naturalmente el Espíritu no se hace responsable de todo lo escrito por el autor
sagrado, como dice Dei Verbum nº 11: ese aliento o presencia del Espíritu se encuentra en aquella
“verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación”. No se trata pues de
verdades del orden histórico o científico, sino de verdades relativas a la salvación del hombre; y
para rastrear la verdad, “para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no
menos diligentemente el contenido y unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la
Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe”.
Por ello la Biblia está libre de error, y por eso se habla de la Inerrancia de la Biblia, es decir,
en la Biblia en lo referente a la Salvación no hay ningún error.

8.4.1.- Planteamiento del problema de la veracidad de la Sagrada escritura y doctrina de la Iglesia


Si la sagrada Escritura es Palabra de Dios, ¿quiere decir que todo cuanto leemos en la
Biblia es verdad? Por ejemplo: que el mundo fue hecho en seis días, como dice el libro del Génesis.
En la Iglesia siempre se investigó lo que los autores sagrados y Dios por medio de ello, querían
decirnos en cada pasaje de la Sagrada Escritura. El móvil de esta investigación fue, con frecuencia,
el afán de salvar aparentes contradicciones entre lo afirmado por la Escritura o los reales y
supuestos conocimientos humanísticos, literarios, etc, de cada época. Pero esta preocupación
alcanza especial importancia con los avances científicos y culturales del Siglo XIX.
El Papa León XIII en la Encíclica “Providentissimus Deus”, hace suya la posición de S.
Jerónimo, según el cual la aparente colisión entre una afirmación bíblica y una verdad objetiva se
debe :
.- a una falsa transmisión del texto (error de trascripción)
.- a una falsa traducción del texto (carencia del conocimiento perfecto de la lengua
original)
.- a una falsa comprensión del que interpreta el texto (error hermenéutico).
Posteriormente ha ido madurando un concepto más matizado de la verdad de la Biblia,
del sentido que damos en la Iglesia a la afirmación de que la Biblia por tener a Dios como autor,
está libre de error = inerrancia.
En este proceso han influido entre otros los siguientes factores:
.- La mejor comprensión de los formación de los escritos bíblicos a través de los tiempos.
.- La atención dedicada a los géneros literarios de que se sirvieron los autores sagrados en
el ambiente y en la época en que se escribieron.
.- La distinción entre lo que el autor quiere presentar como doctrina en forma de juicio
formal, cuando instruye a sus lectores acerca de Dios y de su acción en la Historia de la salvación,
y, por otra parte, aquellas otras expresiones que son meros enunciados y modos de hablar,
propios de la época.
El Concilio Vaticano II, recogiendo orientaciones procedentes del Magisterio enseña que:
.- Lo que quieren decir los autores inspirados ha de tenerse como afirmado por el Espíritu
Santo
.- Las Sagradas Escrituras enseñan la verdad que Dios quiso consignar en ellas para
nuestra salvación
.- Las Sagradas Escrituras enseñan esta verdad firmemente, con fidelidad y sin error.
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8.4.2.- Lo que quiso enseñar el autor sagrado


Dios, al comunicarnos algo en la Sagrada Escritura, busca ante todo nuestra salvación.
Para conocer esta verdad que Dios ha querido comunicarnos es necesario estudiar con atención
los siguiente:
.- qué querían decir los autores sagrados
.- qué quería Dios darnos a conocer con sus palabras
“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto el
intérprete de la Escritura para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención
lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras” Concilio Vaticano
II, Constitución : “Dei Verbum” nº 12.
Le verdad revelada, válida y obligatoria para el hombre de todos los tiempos aparece en
los escritos bíblicos vinculada a concepciones propias y formas literarias de la época y el
ambiente cultural en que fueron expresadas. En algunos casos es fácil distinguir entre lo que
pertenece al contenido auténtico de la revelación divina y lo que sólo es una concepción
condicionada por el tiempo en que fue redactado el texto bíblico.
Sólo el primer aspecto es el que se refiere a la intención reveladora de Dios y el que, por
tanto, debe considerarse como libre de error. Así, por ejemplo, es sabido que los evangelios
sinópticos describen el fin del mundo de acuerdo a las ideas del judaísmo contemporáneo. Los
evangelistas quieren enseñarnos, ante todo, el hecho de que habrá fin del mundo, no tanto la
forma exacta de cómo va a ocurrir.
Por otro lado, no hay que intentar ningún concordismo artificial entre la Biblia y la ciencia.
Dios no pretendió darnos en la Biblia una enseñanza científica, por ejemplo, acerca del origen y la
evolución de la materia. En la Biblia Dios pretende revelarnos su designio de salvación. Más que la
preocupación por defender la verdad bíblica de un imaginario conflicto con la ciencia, el cristiano
ha de estar especialmente interesado en saber qué es en verdad lo que ha querido decirnos en
cada caso el autor inspirado y qué es lo que ha querido manifestarnos Dios, atendiendo, sobre
todo, al conjunto de los libros bíblicos interpretados a la luz del NT.

9.- El Canon en la Sagrada Escritura. (La Canonicidad )


Llamamos "", que significa en griego = regla, lista, o colección de libros y que fueron
declarados inspirados por la Iglesia. Tales libros se considera que tienen por escrito la revelación
divina y por ello son para los creyentes "norma" de su fe y de su conducta moral. Todo libro
"canónico" es inspirado. Pero es teóricamente admisible que un libro inspirado no haya sido
reconocido como tal por la Iglesia y no sea por tanto, canónico o normativo. A propósito de canon
conviene conocer algunos términos y tener claro el significado que le da la Iglesia Católica.
a.- Libros protocanónicos: Proviene de la palabra griega “” = primero y
”” = regla o lista de los libros admitidos en un primer momento del proceso histórico
que siguió la Iglesia para reconocer los libros de la Escritura.
b.- Libros Deuterocanónicos: Proviene de la palabra griega “” = segundo, y
““ = lista o regla de los libros, o fragmentos de libros, admitidos después en el canon.
"Deuterocanónicos", son los libros admitidos como canónicos en una segunda vez; esto no quiere
decir que no estén inspirados o que contengan errores. Para la Iglesia Católica son tan inspirados
los protocanónicos como los deuterocanónicos. Sólo el A.T. tiene libros deuterocanónicos, a saber:
Judit, Tobías, I Macabeos y II Macabeos, Sirácida (Eclesiástico), Sabiduría, Baruc y algunos
capítulos redactados en griego de Ester y Daniel.
c.- Libros apócrifos: Proviene de la palabra griega ““ = de, desde y ““ =
encubrir, ocultar, fingir. Son libros parecidos a los declarados como inspirados y verdaderos, pero
no son libros verdaderamente inspirados, y por lo tanto no aportan nada a la revelación .
Fue el Concilio de Trento quien definió en 1545, cuáles eran los libros inspirados. Señaló,
pues, el canon o lista de ellos. No hizo más que reafirmar la Tradición de la Iglesia. Los padres
conciliares estudiaron a fondo la vida y la historia de la Iglesia para descubrir cuáles eran los
libros que desde siempre, habían gozado de máxima autoridad y habían sido tratados por la
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liturgia y por los teólogos como verdadera Palabra de Dios. El Concilio de Trento se limitó, pues, a
reconocer solemnemente después de un largo proceso lo que ya la Iglesia vivía.
Efectivamente, los autores inspirados interpretan, recogen, sistematizan y ponen por
escrito lo que recuerdan de las intervenciones salvadoras de Dios, de las palabras de los profetas
y de la vida de Jesús. Y lo que ellos mismos enseñan y viven. Expresan la vida profunda de la
comunidad y al mismo tiempo la perfeccionan, enriquecen y clarifican.
La historia de la formación del canon es la historia de la toma de conciencia de algo vital
para la Iglesia y presente en ella desde sus orígenes.

10.- La interpretación de la Sagrada Escritura. (Hermenéutica)


El Concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática “Verbum Dei” nº 12, 2, dice: “Para
descubrir la intención del autor hay que tener en cuenta entre otras cosas, los géneros literarios.
Pues la verdad se presenta y enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, ya sea en
libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor
sagrado intenta decir y dice, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de
su época. Para comprender exactamente lo que el autor quiere afirmar en sus escritos, hay que tener
en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en el tiempo del escritor, y
también las expresiones que entonces se solían emplear más en la conversación ordinaria”.
Para la interpretación correcta en la Biblia hay algo que constituye su tema central y que
da unidad a todo el libro. Es la idea fundamental de la “Historia de la Salvación”; en realidad, más
que contarnos la historia de un pueblo, nos cuenta la acción salvadora de Dios a favor de ese
pueblo y, en definitiva, de toda la humanidad.
Al decir que la Biblia es una “Historia de Salvación” queremos decir que Dios se ha
querido comunicar con el hombre a través de la historia, de decir, de los acontecimientos
humanos. Es en los acontecimientos humanos, principalmente en los más peligrosos, en los
sufrimientos, en los pecados, donde Israel ha experimentado esa salvación de Dios. Para
interpretar bien los sentidos bíblicos se habla de varios sentidos de la Biblia:
.- Sentido literal: el que expresan inmediatamente las palabras
.- Sentido propio: si se toman las palabras en su sentido directo
.- Sentido impropio: si se toman en sentido figurado, metafórico.
.- Sentido histórico: que expresa lo que conoció el autor sagrado
.- Sentido pleno: sentido intentado pro Dios, desconocido por el escritor sagrado, y
descubierto a la luz de la revelación posterior
.- Sentido típico: el que Dios pretende significar con las realidades expresadas por las
palabras del autor sagrado
.- Sentido implícito o consecuente: es el que se deduce mediante el raciocinio de la verdad
intentada por el autor sagrado en la Sagrada Escritura
La hermenéutica, viene de la palabra griega ““ que significa: relativo a la
interpretación de una palabra. Se trata de descubrir lo que pretendió significar el autor sagrado y
lo que quiso manifestarnos Dios. Para alimentar nuestra fe con la Sagrada Escritura necesitamos
descubrir qué es lo que Dios ha querido comunicarnos, y para ello es necesario conocer lo que el
autor sagrado ha querido decirnos.
Esta tarea ha de hacerse de acuerdo con ciertos criterios y principios fundamentales que
deben ser tenidos en cuenta por todo creyente y también por el creyente que puede ser al mismo
tiempo hombre de ciencia.
1.- Reflexión con la ayuda de las ciencias humanas: El intérprete cristiano para
comprender el sentido de la Sagrada Escritura debe de emplear todos los recursos que ponen a
su alcance las ciencias humanas, análogos a los que se aplican a cualquier otro escrito de la
antigüedad, a saber:
a.- La crítica textual: para determinar con la mayor exactitud posible el texto más próximo
al original.
b.- La ciencia histórica y la arqueológica: que tratan de proporcionarnos una visión del
mundo en el que el autor sagrado redactó los textos bíblicos y la manera de pensar y de vivir de
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sus lectores u oyentes inmediatos.
c.- La crítica literaria: que ayuda a comprender los géneros literarios y las características
estilísticas y lingüísticas del autor, de su tiempo, de su medio ambiente, de modo que se pueda
conocer mejor la intención del autor y el sentido del escrito. Especial mención merecen los
géneros literarios como instrumento de interpretación de la Sagrada Escritura.
2.- La unidad de la Sagrada Escritura: Para una acertada interpretación de la Sagrada
Escritura es necesario, además leer cada parte de la Biblia teniendo en cuenta el contexto
particular en que dicho pasaje se encuentra y el conjunto de todos los escritos bíblicos en su
unidad. Esta unidad y totalidad de la Biblia se origina, ante todo, del hecho de que su autor es Dios.
Pero, además, hay una unidad inherente al conjunto de los Textos bíblicos: una unidad profunda
vital, históricamente visible.
3.- La Tradición viva de la Iglesia: Para entender rectamente la Sagrada Escritura se ha de
comprender desde la Tradición viva de la Iglesia.
La tradición viva de la Iglesia no debe de ser confundida con la rutina, con la mera
repetición mecánica, con la conservación pasiva y estática de la enseñanza recibida a la manera
como se conserva una pieza de museo. La Tradición es continuación del diálogo de Dios con el
hombre en el ámbito de la Iglesia. Aun cuando lo que nos dice hoy Dios en la Iglesia no constituya
una nueva revelación con relación a lo que ya nos dijo por su Hijo Unigénito y por medio de los
Apóstoles, sin embargo, no hemos de imaginar la acción reveladora de Dios como si Dios ya
hubiera enmudecido, como algo perteneciente al pasado. Dios continua hablando. Por la
Tradición no solamente se transmiten palabras, sino también realidades, algo que va más allá de
lo que las palabras puedan expresar: la realidad del Misterio de Cristo.
Esta Tradición de la Iglesia está presente en la vida de la misma. La Iglesia transmite con
su fe, con su vida, con su praxis lo que ella es, lo que ella vive, lo que ella realiza, lo que ella cree en
el tiempo privilegiado, normativo, de la Iglesia apostólica. En todo caso ni la Escritura puede ser
leída como Palabra de Dios independientemente de la tradición divino - apostólica conservada en
la Iglesia, ni la Tradición de la fe auténtica puede ser comprendida independientemente de la
Escritura. En cierto modo, la Escritura es norma de la Tradición.
4.- El Magisterio de la Iglesia: Sagrada Escritura, Tradición viva y Magisterio, no son tres
realidades en conflicto sino íntimamente ligadas e interdependientes. La Sagrada Escritura tiene
una dignidad excepcional, pero está sumergida en una Tradición viva, cuyo eje y manifestación
más autorizada es.
La interpretación de la Biblia no queda al criterio de los creyentes individualmente
considerados, ni siquiera de los más sabios. El Magisterio de la Iglesia tiene el derecho y el deber
de decir la última palabra. Pero antes de pronunciarla necesita interrogar a la Biblia, a la luz de la
ciencia y de la vida de la Iglesia, y escuchar humildemente la fe del pueblo de Dios. El Magisterio
no ha hecho ningún juicio dogmático sobre quiénes han sido los autores humanos de los libros
bíblicos, ni sobre la fecha en que fueron redactados y cuando se pronuncia sobre algún versículo
particular, lo hace, habitualmente, de forma negativa, saliendo al paso de una interpretación falsa,
que considera como una amenaza para la fe.
5.- Sentidos de la Sagrada Escritura: El leguaje de la Sagrada Escritura está cargado de
sentido. Dado que el autor bíblico expresa con lenguaje humano lo que Dios quiere decir, el
sentido de la Escritura, en cuanto palabra humana, es a la vez, el sentido de la Escritura en cuanto
palabra divina. No se dan en la Escritura santa, independientes entre sí, un sentido humano y un
sentido divino. El sentido querido por el autor humano con palabras humanas, es el sentido que
Dios intenta abrirnos y comunicarnos.

11.- Los Géneros literarios


Se entiende por "género literario", las formas o modos de expresión de que se sirven los
escritores inspirados para expresar su pensamiento, los acontecimientos históricos, las
costumbres de una época determinada o de un país determinado.
En la Sagrada Escritura hallamos formas de expresión orientales, muy diferentes de las
formas literarias occidentales. Que la Sagrada Escritura presenta géneros literarios muy diversos,
es algo que salta a la vista, por eso su estudio ha de ser hecho con mucho cuidado y requiere
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conocer bien la literatura oriental antigua. Los géneros literarios son el modo de exponer, por
escrito, un pensamiento, una idea, una comunicación concreta del acontecer histórico de una
persona o de un pueblo, en nuestro caso del pueblo elegido por Dios Israel y el nuevo Pueblo de
Dios instaurado por Cristo. Como hay mucho modos de expresar lo ocurrido, de ahí viene que
haya diversos estilos literarios, que a su vez constituyen los llamados “géneros literarios”.
Estos pueden ser: Historia, narrativa, ley, profetas, lírica, sabiduría, cartas pastorales y
apocalíptica, junto a otros subgéneros.
Así la verdad de un mismo pensamiento, siendo una, se puede expresar por
procedimientos distintos. En la elaboración de los escritos de la Sagrada Escritura han
intervenido muchos géneros literarios o formas literarias diversas, por ejemplo no es lo mismo el
género literario de los libros históricos, 1 y 2 Samuel; 1 y 2 Macabeos que el género lírico de los
Salmos, o el poético del Cantar de los Cantares, etc. No es lo mismo la verdad que lleva una
palabra, que ha de interpretarse en un sentido directo, ejemplo: la sal, que escrita en sentido
metafórico: "Ustedes son la sal de la tierra". Mt 5, 13. Esta forma distinta de expresar la verdad es
la que origina los estilos diferentes, y estos estilos diferentes son los que constituyen los "géneros
literarios".
Un acontecimiento ocurrido en el pueblo elegido es un relato histórico, y otro
acontecimiento diferente es una epopeya religiosa; una parábola se describe de una manera
diferente de una poesía; una cosa es un canto lírico, como los salmos, y otra cosa diferente es el
género epistolar de S. Pablo, etc. Para conocer qué género literario usaron, en cada caso, los
autores sagrados, será necesario tener un conocimiento exacto de la literatura que se estudia,
luego habrá que hacer un estudio comparativo para ver cómo han sido realizados los diversos
escritos dentro de la misma literatura o de diversas literaturas de aquellos culturas orientales en
tiempos lejanos y determinar el entorno y función vital en que se produjo el escrito. De esta
manera se evitan lecturas fundamentalistas de la Sagrada Escritura.
Por lo tanto, la Biblia es un libro difícil de entender, requiere estudios profundos,
conocimientos de especialistas en muy diversas materias: lenguas orientales: hebreo, arameo,
acadio, sirio; estudios de lingüística oriental, arqueología, antropología oriental semita, literatura
oriental comparada, filología, historia de Israel, exégesis científica, etc; esta diversidad de materias
se estudia en la Iglesia Católica, en Facultades Universitarias de Sagrada Escritura y en Centros
altamente especializados. Así la Iglesia estudia, interpreta, y enseña la Palabra de Dios, después de
realizar los estudios serios y pertinentes para poder ofrecer a los fieles creyentes la verdad que se
nos revela en la Biblia y lo hace como maestra que enseña y guía a la verdad de la Palabra
revelada.

11.1.- Clases de géneros literarios


Actualmente suelen distinguirse dentro de la Biblia siete grandes géneros literarios:
Historiografía narrativa, ley, profetas, lírica, sapiencial y/o didáctico, cartas pastorales y
apocalíptica. Al establecer esta lista no queremos decir que cada uno de los libros de la Biblia
tenga que coincidir exactamente con uno de estos géneros literarios; dentro de cada libro
podemos encontrar géneros y formas diversas (cosmogonías, etiologías, parábolas, midrash), que
muchas veces se cruzan entre sí. Cada género literario su contenido, intención, ubicación,
características y otras formas de expresión, y cada una de ellas ha de tenerse en cuenta para
entender e interpretar bien el texto que se estudia.

12.- La Biblia mensaje de Dios salvífico, redactado en palabra humana


Algunas normas orientadoras y concretas para una lectura religiosa de la Biblia:
1.- Cristo es el centro del mensaje de salvación que nos revela la Biblia. El Espíritu Santo la
inspira en vistas a la manifestación de Cristo. Todas y cada una de las partes de la Biblia se
orientan a El. La comunión con el Espíritu que la inspira exige tener presente siempre a Cristo en
cada uno de los libros. Tratar de descubrir cómo está El presente en lo que se lee.
2.- La Biblia ha sido entregada al hombre para que le acompañe en su vida, así se lo
enseña el Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo, en 2 Tim 3, 16 : “Toda Escritura es inspirada por
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Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios
se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena”.
Pero Dios ha dispuesto que el hombre peregrine por la vida no solo, sino en compañía;
que la salvación se logre en una comunidad, en y por la Iglesia, prolongación del mismo Cristo,
que es su propio cuerpo: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y
completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, a favor de su cuerpo que es la
Iglesia”. Col 1, 24. Y también: “Os exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor, a que viváis de una
manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y
paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del
Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza a
que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos,
que está sobre todo, actúa por todos y está en todos”. Efes 4, 1-6.
Si toda la Biblia tiende a Cristo, tiende al Cristo total, tiende también por lo mismo a la
Iglesia, que es la plenitud de Cristo. Si Cristo se prolonga en la Iglesia, y Cristo es la palabra, la
palabra se perpetúa también en la Iglesia: "El que a vosotros oye a mí me oye", Jn 15, 15: "Yo les he
comunicado tu palabra", Jn.17, 8. La Iglesia es como la caja de resonancia de la palabra de Dios,
que es la Escritura. Sin ella la palabra escrita es de suyo letra muerta, letra que mata (2 Cor 3, 6).
La lectura de la Escritura para ser provechosa debe de realizarse en ese ambiente que es la
comunidad cristiana. Sólo quien sintoniza con la Iglesia puede captar en plenitud las riquezas de
la Biblia.
3.- Esta lectura y resonancia eclesial adquieren su máxima expresión en la lectura
litúrgica, cuando la comunidad cristiana se reúne en nombre del Señor, para repetir,
presencializar y actualizar su palabra. El Concilio Vaticano II lo ha repetido con claridad
insuperable: "En la liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el evangelio",
Constitución Sacrosanctum Concilium . Nº 35.
4.- Cuando dos o más se reúnen en nombre del Señor allí está El en medio de ellos, Mt 18,
20. Ese grupo es prolongación de la Iglesia reunida en el nombre del Señor. Y es signo visible y
particular de la misma. La palabra de Dios leída en grupo adquiere también una resonancia
especial. Dicha lectura para ser provechosa debe de ser preparada anteriormente por cada uno
de los miembros del grupo o del equipo; y debe de terminar con un compromiso colectivo y
personal ante la palabra.
5.- Pero no basta ni la lectura litúrgica ni la de grupo. Se necesita también que vayan
precedidas, acompañadas y seguidas por la lectura individual. Leer bien la Biblia supone un
mínimo de iniciación de qué libro es la Biblia. Requiere hacer algún curso de Iniciación a la Biblia
para tener un mínimum de base cultural y teológica para entender mejor la Palabra de Dios.
Iniciación que se adquiere sobre todo con la lectura de la misma Biblia. Supuesta esta iniciación
bíblica, debe de leerse habitualmente el texto que se va a leer en público. Bastan unos minutos
diarios de lectura, pero mantenidos con constancia para ir adquiriendo esa soltura y fluidez que el
texto bíblico requiere para ser bien leído y comprendido.
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PRÓLOGO

HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Introducción General
Se entiende por “Historia de la Salvación” aquellos acontecimientos que se narran en la
Biblia y que primeramente son la exposición de los acontecimientos en la vida y en la fe de Israel,
como pueblo creado y formado por Dios, y en segundo lugar los hechos salvíficos que narran los
acontecimientos de su Hijo Jesucristo y de la primitiva comunidad cristiana, acontecimientos
salvíficos que se realizaron en su plenitud en el Misterio de Cristo, y que continúan aplicándose en
el espacio tiempo de la historia, en el ámbito de la Iglesia, estos acontecimientos salvíficos
muestran a Cristo como Salvador de todo el género humano. Para entender esta Historia de la
Salvación hay que profundizar en las Sagradas Escrituras y situarse en la perspectiva que le es
propia. Y esa perspectiva no es otra que el “Misterio de la Salvación”.
Por eso El Concilio Vaticano II al querer presentar a Cristo como plenitud de la revelación,
en la Constitución dogmática “Dei Verbum” sobre la divina revelación, en los nº 3 y 4, dice: “Dios, al
crear y conservar todas las cosas por su Palabra, da a los hombres testimonio perenne de sí en las
cosas creadas, pero, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además,
personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.
Después de su caída, alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la
redención, y tuvo incesantemente cuidado del género humano, para dar vida eterna a todos los
que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras.
A su tiempo, llamó a Abrahán para hacerlo padre de un gran pueblo, al que después de los
patriarcas instruyó por Moisés y por los profetas para que lo reconociera como Dios único, vivo y
verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperara al salvador prometido; de esta
forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del evangelio. Después que, “en distintas
ocasiones y de muchas maneras, Dios habló por los profetas, ahora, en esta etapa final, nos ha
hablado por el Hijo”. Hebr 1, 1-2.
Pues envió a su Hijo, es decir, la Palabra eterna, que ilumina a todos los hombres, para que
viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, la Palabra hecha carne,
“hombre enviado a los hombres”, habla las palabras de Dios y lleva a cabo la obra de la salvación
que el Padre le confió.
Por tanto Jesucristo –ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, con señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y
resurrección gloriosa de entre los muertos, finalmente, con el envío del Espíritu de la verdad,
completa la revelación y confirma, con el testimonio divino, que Dios vive con nosotros para
liberarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
La economía salvífica cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará; y
no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de los gloriosa manifestación de nuestro
señor Jesucristo”. (Const. Dei Verbum, nº 3 y 4.).
Lo que la Biblia intenta afirmar y describir en su conjunto y a lo largo de sus 72 libros del
A T y N T, a través de sus múltiples tradiciones en ellos recogidas, en su numerosa y rica variedad
de géneros literarios y de autores, no es otra cosa sino la acción de Dios en la historia de unos
determinados hombres; cómo intervino en sus vidas, intervención dirigida siempre a sacarlos de
la situación penosa en que se encontraban, a librarlos de la condición de esclavitud en que
discurre su vida en el mundo como herencia de su misma existencia humana y como
consecuencia de su propia equivocación y malicia a los largo de la historia, a hacerlos salir de su
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desesperada condición de hombres abocados a la muerte y a la ruina total. Esta es la intención


primera y final de Dios que se revela y actúa principalmente en Jesucristo y es la que ponen
marcha toda la acción maravillosa de Dios en la historia, pues como expresaba S. Pablo: “Esto es
bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad”, 1 Tim 2, 3-4.
Y el mismo S. Pablo en 1 Tes 2, 13 les recuerda la importancia de tener fe en la Palabra de
Dios y dice. “Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la Palabra de
Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino – como es en realidad –
como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes”.
Esta intención y voluntad de salvación de Dios en relación a los hombres no es algo
recóndito en el misterioso seno de Dios, ni algo abstracto, eterno, espiritualista. Al contrario, es
algo concreto, palpable; es una intención eficaz, que lanza a la acción, que pone manos a la obra, y
que se realiza, y precisamente no en la nebulosa de los tiempos, sino en el historia concreta de los
hombres, y actuando eficazmente en ella se hace visible, patente y experimentable, así da
testimonio S. Juan Evangelista cuando dice: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la
palabra de vida -–pues la Vida se manifestó a nosotros la hemos visto y damos testimonio ... – lo que
hemos visto y oído, eso os lo anunciamos”. 1 Jn 1, 1-3.
Así ocurrió con la emigración de los patriarcas, con la salida de los descendientes de Jacob
de la esclavitud de Egipto, con la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí por medio de Moisés, la
peregrinación y las pruebas durísimas del desierto, la conquista de la Tierra prometida, la
instauración de la monarquía comenzando en Saúl y después instaurándose definitivamente en
David; la misión difícil, casi imposible de los profetas, perseguidos, mal comprendidos, muertos
por la causa de Dios en favor de los hombres, la experiencia humillante del destierro, etc.
Así acontece también con el nacimiento de Jesús de Nazaret, su manifestación y aparición
por los caminos de Palestina, como pregonero de la llegada del Reino de Dios, con su labor de
anunciador y proclamador de la Buena Nueva, aliviando a los pobres, sanando a enfermos,
curando a leprosos, resucitando a muertos, y cómo en su Misterio Pascual entrega su vida en la
cruz para que nosotros muertos al pecado podamos participar aquí en la tierra de su
Resurrección y de su Vida.
Esta fue también, la experiencia del envío y de la recepción del Espíritu Santo, por el Padre
y el Hijo, en el día de Pentecostés a la comunidad de discípulos que a partir de ese momento se
convierten en testigos vivientes del Cristo muerto y Resucitado. Ellos son enviados a todo el
mundo para que prediquen y enseñen a todas leas gentes lo que Cristo les ha enseñado y para
que: “el que creyere y se bautizare se salvará”, Mt 28, 19-20, y así el mundo encuentre el Camino
que lleva a la Verdad y a la Vida, que es Cristo, y esto se ha realizado hasta nuestro días; este
proceso salvífico terminará al final de los tiempos.
Las intervenciones salvíficas de Dios en la historia de los hombres tienen su centro y su
culmen en Cristo. La salvación, en efecto, se orienta a recapitular todas las cosas en Cristo:
“cuando hayan sido sometidas a Él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que
ha sometido a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”, 1 Cor 15, 28, a hacer de todos los
hombres una sola familia, la familia de Dios, “eligiéndonos de antemano hijos adoptivos en el Hijo”,
Efes 1, 5; insertándolos íntimamente en Él, incorporándolos a Él. Como expresa bellamente S.
Pablo en el Himno de Efesios y Colosenses:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo ... por cuanto nos ha elegido en Él
antes de la creación del mundo ... eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio
de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad para alabanza de la gloria de su gracia que ha
prodigado sobre nosotros con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su
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voluntad según el benévolo designio que en Él se propuso de antemano para realizarlo en la plenitud
de los tiempos: hacer que todas las cosas tengan a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que
está en la tierra”, Efes, 1, 3-10; Col 1, 13-20.
Esta salvación no se ha realizado improvisadamente, al contrario, se desarrolla a lo largo
de los tiempos en diferentes etapas hasta llegar a la plenitud de los tiempos y de acuerdo al plan
providente establecido de antemano en la mente de Dios.
a.- La primera etapa se desarrolla con la creación del mundo por Dios, con la que se
prepara el escenario de la acción de Dios y se ponen en escena los personajes de la historia. Con
esta primera etapa se pone en marcha y comienza a actuarse el plan de salvación de Dios.
En esta primera parte se pone de relieve las salvaciones preparatorias de la salvación y
comprende primeramente los comienzos de la salvación, en que se exponen en perspectiva
histórico - salvífica los acontecimientos de los comienzos: origen de Universo Cosmos y cuyo
culmen es la creación del hombre, el pecado original, el castigo y la promesa de salvación, el juicio
y salvación obrado en el Diluvio.
b.- La segunda etapa en su realización más concreta e históricamente más verificable en
el que se expone cómo Dios elige a Abrahán, y en él y su descendencia, Dios forma un pueblo
elegido para realizar su actuación salvífica. Los descendientes de Abrahán experimentan la acción
salvífica de Dios en la liberación de la esclavitud de Egipto y en la Alianza entre Dios y su pueblo
Israel en el monte Sinaí con la entrega a Moisés de los 10 mandamientos que constituyen como el
acto de nacimiento oficial de Israel como pueblo elegido y formado por Dios: “Porque tú eres un
pueblo consagrado a Yahvé tu Dios, y Yahvé te ha escogido a ti para que seas el pueblo de su
propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la tierra”, Deut 14, 2. También experimentan en
propia carne la dureza de la peregrinación por el desierto hasta la conquista de la tierra
prometida, la tierra de David, la vida dura y difícil de los profetas, la humillación y purificación del
destierro y, finalmente, la restauración del Templo y la proclamación de la Ley.
c.- La tercera etapa es la más importante en la realización de la salvación del género
humano y se centra en la acción salvadora de Cristo. “Pero al llegar la plenitud de los tiempos envió
Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley”, Gal, 4,4. La etapa segunda deja paso a la
realización plena de la salvación que tiene lugar en Cristo, el Enviado del Padre, que con su vida,
pasión, muerte y resurrección nos otorga la filiación divina, perdida desde el pecado original.
Dios Padre, después de haber hablado de muchas maneras y por muchos modos habla a
los hombres en su Hijo, que es su Palabra encarnada, la última, la más perfecta y definitiva
manifestación y acción salvífica de Dios en favor de los hombres, Jn 1, 1,1 s.s; Hbr 1, 1-2. “Envió
Dios a su Hijo, nacido de mujer, bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para
que recibiéramos la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley y para que recibiéramos la
filiación divina adoptiva”. “Y la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones
el espíritu de su Hijo que clama “ABBA” PADRE. De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero por voluntad de Dios”, Gal, 4, 4-7; Rom 8, 8, 14-17.
Con Cristo fue instaurado el reinado de Dios en el mundo, objeto de fe y de la esperanza de
Israel desde la época de David, Col 1, 13. Después de haber recibido Dios parciales y siempre
deficientes glorificaciones por parte de los hombres que tienen tendencia a arrebatarle
constantemente esa gloria para atribuírsela a sí mismos y a las obras de sus manos, Is 43, 23; Rom
Cptlos 2 y 3, Cristo, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz, le ofrece reverencia
consumada y glorificación perfecta realizando en todo su voluntad y así realiza la salvación del
género humano, Filp 2, 6-11; Hbr 5, 5-10; Rom 5, 19; Jn 14, 13; 17, 1-10.
d.- En la cuarta etapa se expone la aplicación de la salvación de Cristo en el tiempo de la
Iglesia. La intervención de Dios en la historia del género humano culmina en Cristo, pero no
termina en Él. Con su Resurrección y Ascensión a los cielos, aunque ha llegado el fin de los
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tiempos, no ha llegado el final de la Historia humana, queda el tiempo de la espera de segunda


Venida Triunfal de Cristo, para juzgar a vivos y muertos. En esta etapa de la Iglesia peregrina en la
tierra, se abre una nueva etapa en la que Cristo vivo, se hace presente en la historia por medio de
su Iglesia, en medio de la comunidad de sus discípulos, el nuevo Pueblo de Dios, compuesto por
gentes de todas las razas, culturas, lenguas y naciones, creyentes en Cristo, que se reúnen en el
nombre del Señor Jesús y por la fe en Él se dedican a extender el Reino de Dios en el corazón de
las personas de todo el género humano.

PRIMERA PARTE

CAPITULO PRIMERO
ANTIGUO TESTAMENTO

EL PENTATEUCO
Antes de comenzar el estudio de la Historia de la Salvación detenidamente, tenemos que
explicar brevemente cómo se fue formando el libro de la Biblia, que contiene los libros del
Antiguo y del Nuevo Testamento.
Esto nos ayudará para comprender algo muy elemental en el estudio de la Biblia. Se trata
de una actitud epistemológica, a saber: la Biblia no se nos entrega con conceptos, expresiones,
teorías, aclaraciones, explicaciones acomodadas a nuestra mente como personas del S. XXI. La
actitud correcta que debemos tomar es la contraria, somos nosotros los creyentes cristianos del S.
XXI los que vamos a estudiar detenidamente la Biblia para entenderla en su texto y en su
contexto, es decir, un conjunto de libros que se han escrito en diversas épocas, diversos autores,
con diversas finalidades. A través de todo el libro sagrado iremos descubriendo, analizando,
interpretando la mentalidad semítica en la que está escrita la Biblia que es muy diferente a la
mentalidad lógica y científica occidental. Por eso antes de hablar del libro del GÉNESIS tenemos
que explicar un poco cómo se formaron este libro y los 4 libros que le acompañan (Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio), y así tener una mejor inteligencia de lo escrito en la Biblia.
Los cinco primeros libros de la Biblia forman una colección que los judíos denominan la
“LEY” , la “TORÁH”. El primer testimonio cierto lo encontramos en prólogo del libro del
Eclesiástico: “La Ley, los profetas y los escritos que les siguieron nos han transmitido muchas e
importantes lecciones, que hacen a Israel digno de elogio por su instrucción y sabiduría”, Eclesiástico
1,1.
El Pentateuco, en su forma actual, tardó mucho tiempo en redactarse (ver al final de este
libro el esquema de cómo se formaron los libros de la Biblia). El proceso humano de composición
fue muy lento. Los hombres que llenan sus páginas no tenían libros como los tenemos nosotros
actualmente, pero contaban con su memoria y sabían narrar fielmente los acontecimientos, de
boca en boca, de padres a hijos, de generación en generación, la experiencia que tenían de Dios,
del mundo y de los hombres, sabían relatar y transmitir la historia de la familia y del clan o tribu al
que pertenecían como un gran tesoro que se hereda y hay que guardar fiel y delicadamente. Es lo
que se conoce por transmisión de conocimiento oralmente.

1.1.- Pentateuco: Término griego que significa: "Penta" = Cinco (5), "Teucos" = Rollos, o
18
Volúmenes escritos = Cinco libros escritos. Pentateuco: es el título que a comienzos de la era
cristiana se dio a los 5 primeros libros de la Biblia, que según el canon judío comienza por la
TORA = LEY.

He aquí sus nombres:


1.- GÉNESIS: Libro de los “orígenes”
2.- ÉXODO: Libro de la “salida” de la esclavitud de Egipto hacia la Tierra Prometida
3.- LEVÍTICO: Libro de los “levitas” sacerdotes de la tribu de Leví
4.- NÚMEROS: Libro de los “censos” del pueblo de Israel
5.- DEUTERONOMIO: “Libro Segundo de la Ley”

El pueblo judío llama “Torah” a ese bloque de libros fundamentales que significan la LEY.
Pero es algo más que meras normas y leyes. Ciertamente que se conservan muchas leyes y
normas, especial y principalmente los 10 Mandamientos que Dios entregó a Moisés en el Monte
Sinaí a la salida de la esclavitud de Egipto, esta era la parte primera y principal de la LEY, pero
también se conservan junto a ésta otro tipo de leyes, normas, tradiciones que van desde las más
importantes a las más pequeñas e insignificante. Estas leyes marcaron las etapas del Pueblo de
Israel y pusieron las bases de su organización humana, histórica y sobre todo espiritual.
También se encuentran en esta colección de 5 libros relatos sobre los orígenes, recuerdos
entrañables de la familia, los grandes acontecimientos históricos, diversos tipos de oraciones,
actos de culto, poemas que describen vidas de héroes, etc. Este otro conjunto de elementos es el
que da sentido a las leyes, porque tienen como marco de referencia la Historia de la Salvación. Ya
no son una imposición arbitraria, sino una invitación de Dios a sus hijos para que se conviertan,
sean justos y santos y vivan felices.
En definitiva, en el Pentateuco se nos narra el designio salvador de Dios contado de
diversas maneras. Puede ser comparado a una sólida catedral en la que los pilares, arcos, muros,
contrafuertes, vidrieras, etc, son elementos dispares pero armoniosamente organizados en su
conjunto.
En el Pentateuco encontramos el plan de Dios para salvarnos pero contado de muchas
maneras y con diversidad de géneros literarios. Así por ejemplo no se redactan de la misma
manera:

.- Las leyes que rigen el pueblo


.- Las oraciones, en las que el hombre suplica y espera
.- Los poemas que embellecen la figura de los héroes con hipérboles
.- Los recuerdos de familia, en los que los hechos cuentan menos que el sentimiento
.- Los relatos llenos de imaginación oriental, que se pierden en la noche de los tiempos
.- Los ritos que regulan los actos de culto a Dios, etc.

Cada género literario tiene sus características propias que hay que tener en cuenta para
llegar a comprender lo que Dios nos quiere dar a conocer de su misterio de amor.
Decíamos al comienzo de este apartado que el Pentateuco, en su forma actual, tardó
mucho tiempo en redactarse. El proceso humano de composición fue muy lento. Los hombres
que llenan sus páginas no tenían libros como los tenemos nosotros actualmente, pero contaban
con su memoria y sabían narrar fielmente los acontecimientos, de boca en boca, (tradición oral),
de padres a hijos, de generación en generación.
Estos recuerdos y tradiciones se remontan a los tiempos de Moisés. los juglares o
cantores populares las cantaban en las peregrinaciones a los santuarios, los sacerdotes recogerán
las costumbres religiosas, las normas del culto y las leyes destinadas a resolver las disputas o
diferencias existentes entre las diversas tribus israelitas.
Por ello la redacción final del Pentateuco ha conservado las tradiciones del pueblo elegido
y formado por Dios. A través de esta redacción Dios se revela. Elige a su pueblo y hace una alianza
19
con él. Dios ama y es fiel a sus promesas, el pueblo elegido cumple y otras veces comete pecado y
falla dependiendo de los diversos avatares de la vida, pero Dios siempre perdona y espera que el
pueblo vuelva a la casa del Padre en una respuesta de confianza y de amor.
Los escritos del A T deben ser leídos a la luz de la lectura eclesial que la luz del N T.
Algunos cristianos se preguntan ¿para qué leer hoy, el Antiguos Testamento? ¿No es una pérdida
a de tiempo recorrer acontecimientos de una “historia pasada”? Este es un enorme error. El
Pentateuco y los demás libros el AT son libros santos escritos antes de la venida de Cristo,
recogen la vida unos hombres que es el pueblo elegido de Dios, que han vivido en la presencia de
Dios como justos y pecadores, en momentos de fidelidad y alegría y en momentos de desgracia y
de maldad. Dios se revela a lo largo de esos acontecimientos con su paz, con su misericordia y su
amor. Por eso conservan hoy su actualidad. Veamos por qué:
.- La Palabra de Dios, recogida por el Pentateuco, encierra una riqueza que el pueblo de
Israel no podía alcanzar con plenitud. Lo que Dios ha querido decirnos a través de estas palabras
y acontecimientos del AT sólo se manifiesta plenamente en Jesús, tal como el libro de los Hechos
de los Apóstoles lo han dado a conocer.
.- La Constitución del Concilio Vaticano II: “Verbum Dei”, sobre la divina Revelación dice
que: “los libros íntegros del AT, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su
plenitud de sentido en el NT y a su vez lo iluminan y lo explican”.
.- Hoy también la Iglesia nos invita a descubrir, en comunión de fe con ella, la riqueza
insondable que el Espíritu Santo ha depositado en la Sagrada Escritura. De su mano y bajo guía
maternal podemos releer esta palabra antigua y sacar de su tesoro: “lo nuevo y lo viejo”. La simple
lectura de esta palabra antigua, “vieja”, puede hacernos descubrir hoy tesoros inmensos si
tenemos un corazón ávido, hambriento de la palabra de Dios.

1.2.- Composición del Libro del Pentateuco


El Pentateuco está compuesto por cinco libros: Génesis, Exodo, Levítico, Números y
Deuteronomio. En un principio la composición de estos cinco libros fue atribuida a Moisés, pero
las tradiciones más antiguas jamás habían afirmado explícitamente que Moisés fuera el redactor
de todo el Pentateuco. Cuando el Pentateuco dice, muy rara vez, que "Moisés ha escrito", aplica
esta fórmula a un pasaje particular.
Hay diversas teorías, o hipótesis de trabajo científico, acerca de la composición de este
libro. El estudio moderno de estos 5 libros ha evidenciado diferencias de estilo, repeticiones y
desorden en las narraciones, que impiden ver en el Pentateuco una obra que haya salido íntegra
de la mano de un solo autor. Después de varios años de discusiones bíblicas y exegéticas, a finales
del S. XIX, se había impuesto entre los críticos una teoría, sobre todo bajo la influencia de
Wellhausen, Gunkel y otros que decían que el Pentateuco era un libro compuesto en largos siglos
de la historia y que tenía 4 fuentes o tradiciones, o escuelas y que muy tardíamente en el S. V fue
recopilado en la forma actual. Veamos la exposición de estas teorías.

.- J. Wellhausen, (1844-1918), durante el verano de 1867 investigó en el A T acerca de los


escritos de la Biblia, especialmente los tiempos de Moisés, y descubrió que en la exposición de la
historia de Israel había un gran anacronismo: se colocaba en tiempos de Moisés un gran número
de leyes e instituciones que no habían surgido ni se habrían desarrollado sino en épocas
posteriores a Moisés.
Durante los años siguientes, fue acumulando argumentos en favor de la "Teoría
documentaria", y de la sucesión histórica de los cuatro documentos que componen el Libro del
Pentateuco. Con su "Teoría documentaria" señaló la presencia de cuatro documentos principales
o cuatro tradiciones. Estas son: Yahvista (J), Elohista (E), Deuteronomista (D), y Sacerdotal (P).

ESQUEMA DE LA TEORÍA DOCUMENTARIA DE WELLHAUSEN

MOISÉS escribió la LEY


1400
20
1200
David
1000 Salomón

Elías
800 J

Isaías E

J+E
D
600
Jeremías
Ezequiel J+ E + D
P
J+E+D+P = LEY
500

Según Wellhausen el primer documento J (Yahvista), se escribió hacia mediados del S. IX


a. d. Cristo (850). El segundo documento E (Elohista), es la historia paralela y se originó un siglo
más tarde (750). Estos documentos J y E se asociaron entre sí para constituir un nuevo
documento J + E, que es obra de un solo redactor (650). El tercer documento D (Deuteronomista),
escrito poco antes de su "descubrimiento" en tiempos del rey Josías (621) fue añadido al
documento J + E, hacia el año 550 a. d. Cristo. El cuarto documento P (sacerdotal), es el escrito
sacerdotal, escrito entre los años 500 y 450 en el destierro de Babilonia. Este documento sirvió
como encuadre, al que se añadió al documento J + E + D, hacia el año 400 a. d. Cristo, cuando,
finalmente, el libro del Pentateuco, J + E + D + P, adquirió la forma que tiene actualmente.(Ver
esquema final del libro).
Esta teoría revolucionó todo el ámbito de investigación bíblica y mostraba una nueva
perspectiva. Según el cómputo del tiempo, aceptado por aquel entonces por los investigadores
bíblicos, la salida de Egipto tuvo lugar hacia el año 1445, a.d.C. Josué conquistó la Tierra
Prometida (Canaán), hacia el año 1440 a.d. Cristo. Ahora bien con la Teoría Documentaria de
Wellhausen situaba los elementos más antiguos de los llamados libros de Moisés en el S. IX (J), es
decir, unos 550 después de Moisés, y además sostenía que el Pentateuco actual no habría
adquirido su forma definitiva, sino diez siglos después, 400 a.d.C, que el fundador de la religión de
Israel (Moisés) hubiese hecho su aparición.
.- H. Gunkel: (1862-1932), y su "Teoría de Historia de las formas", insiste en que se debe de
admitir como base de estas tradiciones escritas, unas "Tradiciones preliterarias" (orales), aisladas,
a partir de las cuales se formaron, más tarde, los documentos escritos. (Así por ejemplo, se ha
dicho que Moisés fue el autor del libro del Éxodo y del libro del Deuteronomio. Sabemos que
ambos libros se han escrito entre el 800-621, a.d.C, y Moisés vivió hacia el 1200, a.d.C). ¿Cómo
entender este hecho? Posible explicación: Moisés fue el gran legislador, el gran Profeta que guió,
orientó y llevó a su pueblo a la liberación de la tierra prometida, pero entre la legislación oral y la
legislación escrita median 4 siglos.
Moisés es el autor de lo prescrito, porque él fue elegido por Dios para esta tarea, se la
inspiró pero no la realizó por escrito, la realizaron diversos autores de su pueblo después de 4
siglos. Para los semitas que practicaban un régimen comunitario muy estricto en el pensamiento
y en la palabra oral y escrita, esto no tiene nada de extraño. En resumen, podemos decir, que
Moisés fue el autor de los libros en cuanto a la fundamentación y a su actividad como legislador;
en cuanto a la actividad literaria, estrictamente dicha, está condicionada al devenir del tiempo, a
través de las generaciones sucesivas y de las transmisiones orales.
21
.- G. von Rad: (1901-1971), intentó la combinación de los dos métodos: el de las “fuentes
literarias” y el de las “formas literarias” y planteó la hipótesis de que el yahvista fue un gran
teólogo, que sobre la base de un “pequeño credo” recogió y ordenó muchas de las “tradiciones”
transmitidas independientemente unas de otras. El yahvista habría “recogido y unificado” cierto
“conjunto de tradiciones” con un trabajo de composición personal, guiado por una concepción
teológica propia, hasta el punto de que se puede hablar de una teología yahvista. El autor hizo una
recolección de las leyendas orales de la tradición en la época davídico - salomónica. Según von
Rad, el Pentateuco está constituido por cuatro conjuntos de tradiciones, cada una de las cuales
desarrolla un tema fundamental: Tradición del Éxodo y de la conquista. Tradición del Sinaí. La
historia de los patriarcas. La historia primitiva.
.- R. de Vaux, O. P. : En el ámbito de la investigación bíblica católica destaca el religioso
dominico R. de Vaux, O. P. Director de la Escuela Biblia de Jerusalén. El autor mantiene el esquema
de Wellhausen, J + E + D + P, como lo hacen la mayoría de los eruditos.
R. de Vaux admite que tal división de los múltiples materiales acumulados en el libro del
Pentateuco, no pueden sustituirse todavía por otra teoría mejor. Evita utilizar el término de
"documentos" y prefiere hablar de "transmisiones" o de "tradiciones" o de "corrientes de
pensamiento"; algunos autores prefieren hablar de "escuelas" de pensamiento. Cada uno de los
cuatro grupos de textos (J – E – D - P) tiene su propia prehistoria, en forma de una tradición que
frecuencia duró siglos en formarse: una tradición primero fue oral, tal vez pasado mucho tiempo
quedó fijada por escrito. Los lugares donde posiblemente se crearon estas tradiciones fueron los
santuarios antiguos de Israel: Siquem, Rama, Hebrón, Bet-El = (Casa de Dios). En efecto, en dichos
santuarios se conmemoraban con ritos cultos primitivos las narraciones y hazañas que Dios
había hecho en favor de su pueblo Israel. Eran tradiciones vivas, es decir, cada generación las iba
transmitiendo a la próxima generación. Eran fiestas celebradas en público por todo el pueblo,
eran días de acción de gracias, en las que se renovaba el compromiso de la Alianza de Dios con su
pueblo en el Sinaí. Esto se aplica a las costumbres y a la transmisión de las leyes como a los
relatos salvíficos: Exodo, conquista de la tierra prometida, etc.

ESQUEMA DE LA TEORÍA DE R. DE VAUX

1700 Abrahán
Tradiciones de santuarios cananeos

1600 Tradiciones sobre patriarcas de grupos nómadas

1400
Tradiciones sobre el Éxodo
Moisés y la Alianza
1200
David
1000 Salomón J
Elías
800
E
Isaías
D
600 Jeremías
Ezequiel
486-400 P

Como podemos observar la redacción final de Pentateuco recorre una larga y lenta
22
historia. Especialistas en Sagrada Escritura llegan hoy a la siguiente conclusión: se puede aceptar
con razonable seguridad la teoría de las cuatro “tradiciones” o “fuentes”, como la solución mejor
al problema del origen literario del Pentateuco, considerando que cada una de las tradiciones se
acerca al misterio de Dios de una manera diferente.

1.3.- Tradición Yahvista: (J), data del S. X, a. d. Cristo. Se la denomina "Yahvista" por el uso
frecuente que hace del nombre "Yahvé", para nombrar a Dios. Fue redactada en el Reino del Sur
(Judea), probablemente durante el reino de David, o tal vez, durante el reinado de su hijo
Salomón.

Esta tradición es de lenguaje sencillo, colorista, se fue transmitiendo dentro del territorio
de la tribu de Judá, en asociación al santuario de su ciudad principal Hebrón. En efecto a este
santuario aluden un buen número de relatos de la tradición yahvista J, y se atribuye a Judá un
pasado hermoso, impulsado por el glorioso encumbramiento que Dios concedió a dicha tribu en
el período de David y Salomón Estas tradiciones debieron ser consignadas por escrito, por obra
de una persona, o bien de una "escuela", durante el reinado de Salomón, o poco después. El autor
yahvista pretende presentar la comunión divina con los hombres y con una convicción tan
decidida que a veces resulta desconcertante, Gen 3, 8,21; 4, 15; 18, 19.

1.4.- Tradición Elohista: (E), es la tradición hermana de J. Se le denomina "Elohista" por el uso
cuidadoso que hace del nombre "Elohím" para nombrar a Dios. Esta tradición fue elaborada en las
tribus de Palestina central en el territorio de Efraín, quizás en el santuario de Bet-El y Siquem. La
fijación por escrito debió de tener lugar más o menos que en el caso de la tradición J. Esta fijación
por escrito nos hace pensar en la influencia del profeta Elías y probablemente editada en forma
definitiva algún tiempo después del cisma del Reino de David. Para el autor elohista lo más
importante es la Alianza de Dios con su pueblo que fue elegido en el monte Sinaí. La fusión de las
dos tradiciones J y E probablemente se realizó en el tiempo posterior al colapso que recibió el
reino del Norte con la invasión de los asirios y con la deportación de parte del pueblo judío a
Nínive (Asiria), 721. Podría relacionarse con el intento de Ezequías por ganar a todo el pueblo de
Israel para el culto auténtico de Yahvé, según se practicaban en el santuario de Jerusalén.

1.5.- Tradición Deuteronomista: (D), compuesta por un autor de la tribu de Judá en el S. VII a. d.
Cristo y suele identificarse con el libro encontrado por Ezequías en el Templo de Jerusalén hacia
el año 621 a. d. Cristo. La identificación se ve reforzada por el hecho de que las reformas de Josías
son estrictamente paralelas a las reformas recomendadas en el deuteronomista. La aportación
teológica del deuteronomista es la concepción de la Alianza, como elección amorosa de Israel por
parte de Dios, y el cumplimiento de la Ley como la respuesta ideal de Israel a Dios.

1.6.- Tradición Sacerdotal: (P), Se inicia la composición en el destierro de Babilonia (586-538), y


termina después del destierro. Escrita por el grupo sacerdotal del templo, tiene un obvio interés
por los escritos litúrgico-cultuales, por esto se le denomina "sacerdotal" (del alemán "priester", de
ahí la sigla P). Pone un interés especial en la organización del santuario, en los sacrificios, y en las
fiestas, en la persona humana y en las funciones de Aarón, sumo sacerdote y de sus hijos.

Contiene además textos legislativos o institucionales, contiene partes narrativas, donde


también se encuentra el espíritu legalista y litúrgico que la anima. Gusta de los cómputos y
genealogías, y se deja reconocer fácilmente por su estilo, en general abstracto y redundante; estos
sacerdotes durante el destierro de Babilonia y principalmente en los tiempos que siguieron,
debieron de preocuparse especialmente de consignar cuidadosamente por escrito tales
tradiciones.

Para una mejor comprensión didáctica y visual se recomienda ver el esquema en las
páginas finales en las que se ve cómo se fueron formando los 5 libros del Pentateuco.
23

CAPÍTULO SEGUNDO

LIBRO DEL GÉNESIS


INTRODUCCIÓN
El libro del Génesis es el primer libro del Pentateuco. Este libro está compuesto por las
tradiciones: Yahvista (J), Elohista, (E) y Sacerdotal (P).
El libro del Génesis es una reflexión teológica retrospectivo-teológica, que va desde la
creación del universo del cosmos hasta la Alianza de Dios con Abraham. Los redactores de este
libro basándose en las tradiciones P y J, emprendieron la etapa de describir la actividad de Dios en
retrospectiva, es decir, hacia atrás. Desde los tiempos de Abraham hasta los tiempos primigenios
del comienzo del cosmos.
Esto se debe a que la más antigua confesión de fe del pueblo de Israel no contiene la
fórmula: "Dios creador del cielo y de la tierra", sino: "Yahvé, el Dios de nuestros padres, condujo a
Israel, con mano poderosa, de Egipto y lo introdujo en la tierra que mana leche y miel", Deut 26, 5-9.
Es decir la primera afirmación de la fe del pueblo de Israel se basa en el Dios que salva, más que
en el Dios que creó todas las cosas. Se deduce, por lo tanto, que los dos relatos de la creación, el J y
el P, no pertenecen a los más antiguos documentos del patrimonio de la fe del pueblo de Israel. La
doctrina sobre el Dios creador no se formó sino en un segundo tiempo.

2.1.- Contenido del Libro del Génesis


1.- Gen. del 1 al 10 : La Proto-Historia, o comienzos del Universo Cosmos y de la persona
humana.
2.- Gen. del 11 al 50 : La Historia de los Patriarcas.

2.2.- El relato sacerdotal (P) de la Creación: Gen 1, 1 - 2, 4ª.


El relato de la creación contiene dos versiones que presentan innegables diferencias
cronológicas. Un relato es sacerdotal (P): Narra el comienzo del libro del Génesis. Gen 1, 1,s.s. a 2,
4a. Fue redactado ciertamente después del destierro de Babilonia (538 . 450 a.d. Cristo), cuando
los sumos sacerdotes fueron deportados junto con las personalidades más importantes del
pueblo judío y fue escrito para dar y fortaleza al pueblo desterrado que flaqueaba en la fe a Yahvé.
La intención del autor sagrado es referir todo a la creación en el orden artificial del
trabajo normal de una semana. Este esquema semanal quiere decir dos cosas:

1º.- que Dios creó el mundo conforme a un plan sabio y en el mejor de los órdenes.
2º.- que esta creación es un proceso temporal e histórico, ya que la semana era para los
hebreos un concepto elemental del tiempo. Este relato la creación está destinado de modo
absoluto a la instrucción del pueblo hebreo. Todo o que existe en la creación es referido al Dios
uno y omnipotente, que siendo increado y existente antes de todo lo creado, llamó a la existencia
al cosmos entero, sin fatiga, sólo con su palabra.
En contraste con las cosmogonías de los pueblos orientales vecinos, la Biblia no conoce
una materia preexistente, increada y eterna, de la que salieron también los mismos dioses. Aun
las criaturas que el mundo gentil venera como dioses suyos deben su existencia al Dios uno, que
por eso es Señor de todo el cosmos y no, como los dioses gentiles, sólo una parte del mismo.
El mundo no surgió, como en la cosmogonía babilónica, de una lucha entre elementos
primitivos rivales. El hombre es la corona y el rey de la creación, creado a imagen y semejanza de
Dios y, por consiguiente, distinto de todos los seres vivientes. El género literario que está
redactado este capítulo primero es Litúrgico-Cultual. Llamado también, canto etiológico, o himno
24
de la creación del universo cosmos. Técnicamente es conocido con el nombre de "Hexamerón".
Este himno litúrgico que se realizaba probablemente en la liturgia del Templo para dar
gracias por la bondad, belleza y perfección de la Creación, esta dividido en cinco tiempos: Decreto.
Ejecución. Descripción. Alabanza. Sucesión. Veamos más claramente este himno en el siguiente
esquema.

HEXAMERÓN. HIMNO LITÚRGICO - RELIGIOSO. (TRADICIÓN SACERDOTAL)


Día Decreto Ejecución Descripción Alabanza Sucesión
1º, Gen 1, 3-5 "y dijo Dios: "y hubo luz" "y estableció "vio Dios que "y atardeció y
haya luz" separación la luz era luego
entre la luz y buena" amaneció, día
la oscuridad" primero"
2º, Gen 1, 6-8 "Dijo "y así fue" "hizo pues el "y vio Dios "y atardeció y
asimismo firmamento" que estaba luego
Dios: Haya bien" amaneció, día
un segundo"
firmamento"
3º, Gen 1, 9- "Dijo Dios "y así fue" "y Dios llamó "y vio Dios
13 luego: a lo seco ..." que quedaba
Reúnanse las bien"
aguas"

"luego dijo "y así fue" "Brotó en "y vio Dios "y atardeció
Dios: brote la efecto hierba que estaba y luego
hierba sobre y semillas y bien" amaneció:
la tierra" árboles era el día
frutales" tercero"
4º, Gen 1, 14- "dijo entonces "y así fue" "hizo, pues, "y vio Dios " y atardeció
19 Dios: haya Dios las dos que estaba y luego
lumbreras" lumbreras bien" amaneció:
mayores" era el día
cuarto"
5º, Gen1 20- "luego dijo " y así fue" "creó Dios los "y vio Dios " y atardeció
23 Dios: grandes que estaba y luego
produzca la cetáceos y bien" amaneció:
tierra seres todos los era el día
vivientes" seres vivientes quinto"
en las aguas"
6º, Gen 1, 24- "después dijo “y así fue” "hizo pues "y vio Dios
31 Dios: Dios las que era
produzca la bestias bueno"
tierra seres salvajes según
vivientes" su especie, y
los ganados
“y así fue” según sus
especie ..."
"y atardeció y
entonces dijo "creó Dios al "entonces luego
Dios:
hagamos al hombre, a examinó Dios amaneció, era
imagen de todo cuanto el día sexto"
hombre a Dios lo creó, había hecho,
nuestra
25
imagen y macho y y he aquí que
semejanza" hembra los estaba muy
creó" bien"

"Así fueron concluidos los cielos y la tierra con todo su aparato y el día séptimo cesó Dios de
toda tarea y bendijo el día séptimo y lo santificó", Gen 1, 32.
Finaliza el relato con la creación de hombre - mujer, como la obra más perfecta salida de
las manos de Dios y finalmente viene el día del descanso (Sábado).
Se ha hablado también que los 11 primeros capítulos del Génesis contienen el género
literario mítico. Lo admitimos pero a condición de que se acepte que el ropaje del lenguaje es
mítico, no el contenido, que es teológico e inspirado, y por lo tanto revelado por Dios como
acontecimiento verdadero. Mítico no significa = falso; mítico, es más bien una forma literaria
primitiva de querer narrar los acontecimientos primeros (cosmogonía), explicar las realidades
primeras a la luz de la fe ayudado de la inspiración divina. El ropaje literario sí es mítico, el
contenido no es mítico, es real. Dios nos revela el QUÉ de la revelación; el CÓMO, es secundario.
Lo importante para el semita es que Dios ha creado todo, de la nada, no se pretende decir
científicamente el cómo.
Este relato sacerdotal de la creación se ha formado en la liturgia del Templo, no ha sido
una mera narración y nada más, sino un himno de glorificación y alabanza a Dios. Todo el
contexto literario, la forma de expresión simétrica, nos ubica en medio de un ambiente cultual de
hondo contenido teológico cantado probablemente en las grandes asambleas sabáticas. Detrás
de este relato se perfila la justificación sacerdotal del sábado. Puesto que Dios mismo ha
celebrado y prescrito el sábado, también el pueblo de Israel debe de celebrarlo y respetarlo.
Este relato veterotestamentario de la creación presenta, un triple aspecto:
a.- Es un relato de las grandiosas obras del Creador.
b.- Es un himno de adoración acción de gracias y de alabanza
c.- Contiene una intención pedagógico - religiosa, llamando la atención de los hombres
hacia la observancia y santificación del día Sábado. Se trata de la glorificación de Dios mediante la
santificación del sábado
En conjunto la enseñanza didáctica de estos primeros capítulos tiene como finalidad
teológica una enseñanza sobre DIOS - CREADOR. Lo primero que inculca es la idea de que Dios y
sólo Dios ha creado todas las cosas de la nada. No hay otros principios ni medios de creación.
Dios crea todo por medio de su Palabra y con su Espíritu ha dado vida a todas las cosas. Esta
enseñanza teológica nos señala el monoteísmo absoluto y monolítico de la tradición sacerdotal en
contra del politeísmo babilónico. Con este himno de la creación, el pueblo de la antigua Alianza
quiere adorar y glorificar a su Dios, defendiéndose contra las concepciones idolátricas y de los
mitos sobre la creación difundidos entre los pueblos en los cuales tuvo que tener contacto en su
agitada historia (egipcios, babilonios, asirios, cananeos, etc).
Cuando se ensalza a Dios en el cuarto día de la creación, del sol, la luna y las estrellas
(Gen.1,14), esta afirmación sirve para desenmascarar y anular a las divinidades astrales adoradas
en las religiones babilónicas.

Con todas estas características literarias de contenido teológico, el sentido "anti-mitológico" del
relato sacerdotal es definitivo. Igualmente ocurre cuando en Gen l. 24 y s.s. describe la Creación,
de la mano de Dios, de todos los animales, la respuesta es la misma no existen divinidades
zoomórficas ni astrales. Sólo Dios y nadie, más que Dios, ha creado todo. De aquí surge el
siguiente esquema:

Contra la astrología babilónica


Divinidades Astrales. Gen 1,14-19

Relato Sacerdotal
de la Creación, Gen 1 - 2,4a
26

Contra la zoolatría egipcia


Divinidades Zoomórficas. Gen 1, 20-25

Después de haber descrito el estilo de la tradición sacerdotal como un himno litúrgico -


religioso con gran contenido teológico pasamos a otro esquema que nos va a ayudar a
comprender mejor la mentalidad semítica sacerdotal.
El escritor veterotestamentario describe el universo según la concepción geocéntrica, que
considera a la tierra como un disco plano apoyado sobre las columnas de la tierra y rodeado de
las aguas inferiores Gen 1,7. Debajo de la tierra, están los infiernos, es decir, el reino de los
muertos. Sobre la tierra se extiende, el firmamento, en el cual están fijos, a modo de lámparas,
destinados a separar el día de, la noche Gen 1,14. las dos luminarias del cielo: la mayor, el sol, para
presidir el día; la menor, la luna, para presidir la noche, junto con las estrellas, Gen 1, 16. La obra
divina de los seis días está dividida en dos ternas subordinadas:

OBRA DE SEPARACIÓN

Día 1º.- Creación de la luz y separación de las tinieblas


Día 2º.- Separación de las aguas de arriba de las aguas de abajo
Día 3º.- Separación del mar y de la tierra con la hierba que germina
OBRA DE ORNATO

Día 4º.- Sol, Luna y Estrellas. Universo Cosmos o Mundo sideral


Día 5º.- Creación de aves y peces
Día 6º.- Creación de los animales de la tierra . Culminación de la creación : la criatura humana :
varón y mujer, como reyes de la creación. Creados a su imagen y semejanza

2.3.- Resumen del relato Sacerdotal


Hay un orden de descripción de la creación que va de más a menos. Es una obra de
separación de elementos y de ornato de la tierra. Hay un proceso que va del macrocosmos al
microcosmos. El culmen de toda la creación es la Criatura humana = varón y hembra, creados a
su imagen y semejanza. Hombre y mujer tienen igualdad en dignidad, diferencia de sexualidad,
complementariedad existencial. Y les dio un mandato: "Creced y multiplicaos y dominad todo lo
creado". Dios crea, por medio de su Palabra y con su Espíritu dio vida a todo lo creado. Y lo creó
todo de la nada. Bondad y belleza de la creación: "Y vio Dios que todo era bueno".

2.4.- Relato Yahvista (Gen. 2,4b - 25). (J)


Este relato es más antiguo que el relato Sacerdotal. Está escrito hacia el S. X a. d. Cristo. Es
de composición literaria más sencilla e ingenua, esta marcada por el uso de antropomorfismos y
de la imaginación. La obra de creación se realiza en un solo día. Toda la creación aparece edificada
en torno a la criatura humana que es su centro. Este relato describe la obra de Dios en varias fases
y no recurre a una particular subdivisión.

2.4.1.- Elementos literarios de este relato


“El día en que hizo Yahvé la tierra y el cielo, no había aún en la tierra arbusto alguno del
campo, y ninguna hierba en el campo había germinado todavía, pues Yahvé Dios no había hecho
llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra y
regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del cuelo, e
insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Luego plantó Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había
formado. Yahvé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para
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comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos...
Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y
cuidase. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer,
pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás,
sin remedio”.
Dijo luego Yahvé Dios: “no es bueno que el hombre esté solo”. Voy a hacerle una ayuda
adecuada”. Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los
llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que
el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los
animales del campo, pero para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahvé Dios
hizo caer en un sueño profundo sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una de las costillas,
rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una
mujer. Y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó: “esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada”. Por eso el hombre
deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos
desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”. Gen 2, 4 b - 25.

2.4.2.- Creación del hombre


.- Manantial: Gen 2, 6: "Pero un manantial brotaba sobre la tierra". Manantial = Símbolo de
fecundidad y de vida. Medio para elaborar con la tierra y fabricar el barro. Aspecto mítico
tomado posiblemente de la cultura asirio - babilonia.

.- Formó: Gen 2, 7: “Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo”. Formar, modelar, el
texto sagrado dice que Dios formó, modeló, al hombre del polvo del suelo. La materia escogida es
la tierra, arcilla, o barro, si está húmeda. Polvo si está seca. Esta imagen nos muestra a Dios como
si fuera el alfarero del hombre y nos enseña el cuidado que tiene con su imagen y criatura
predilecta; tenemos que darnos cuenta de esto, pues es necesario, ver hasta qué punto la persona
humana es digna de todo respeto.
.- Insufló: Gen 2, 7: “e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”.
Soplar, echar aire, dar vida. El "ruah" = (soplo) de Dios, da vida al hombre, dándole un alma
espiritual, le hizo participar de su divinidad.
.- El Edén o el Paraíso: Gen 2, 8: “Luego plantó Yahvé Dios un jardín en el Edén”. Lugar, o estado
existencial agradable, pacífico, lleno de felicidad, simbolizado con imágenes orientales como un
lugar alegre, fresco, agradable, lleno de paz y de vida. Simboliza la eterna presencia de Dios y la
participación del hombre de sus dones.
.- Árbol de la vida: Gen 2, 9a: “Yahvé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la
vista y buenos para comer; y en medio del jardín, el árbol de la vida”. Árbol de la vida, es el símbolo
de la inmortalidad, quien come del Árbol de la Vida, no morirá, será inmortal.
.- Árbol del bien y del mal: Gen 2, 9b: “y el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Conocer el bien y el
mal no significa querer saber todo. Tampoco significa negar el poder discernir en una ocasión
particular entre el bien y el mal: Dios no puede negar semejante conocimiento a una criatura
razonable. “Conocer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, significa ser capaz de decidir por sí
mismo sin ayuda de nada ni de nadie, lo que es bueno y lo que es malo, según el parecer propio.
Esto sólo a Dios corresponde. Por eso desobedecer el mandato de Dios es como querer ser igual a
Dios. Significa no aceptar en la vida un camino de dependencia confiada en la sabiduría de Dios y
corresponder con una obediencia amorosa y humilde, o lo que es lo mismo es rechazar
alimentarse del “árbol de la vida” que une constantemente a la criatura con su Creador.
.- Laboriosidad y cuidado: Gen 2, 15: “Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín del
edén, para que lo labrase y cuidase”. Dios llama al hombre para que sea su colaborador en la obra
de la creación. Dios no es ocioso, ni quiere que el hombre sea ocioso, sino su colaborador.
.- Mandato y obediencia: Gen 2, 16: “Y Dios impuso al hombre este mandamiento: “de cualquier
árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el
día que comieres de él, morirás si remedio”. Dios no deja al hombre en el paraíso para que haga lo
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que quiera sino que le impone un mandato a cumplir: que no coma del Arbol de la Vida, ni del
Arbol del Bien y del Mal.
.- Creación de la mujer: Gen 2 18: “Dijo luego Yahvé Dios: “No es bueno que le hombre esté solo. Voy
a hacerle una ayuda adecuada”. El hombre no ha sido creado para vivir solo, como una isla,
requiere comunicación existencial, alguien que le entienda, que le comprenda, con quien pueda
dialogar y compartir. Gen 2, 22: “De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una
mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: “esta vez sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne”. La mujer creada de la costilla del hombre. El autor sagrado no nos enseña de
qué manera creó Dios a la mujer. El hombre no encuentra en los animales ninguno igual a él, y
reconoce como “otro yo” al ser que ha sido formado de su cuerpo.
La imagen del costado del hombre nos da a entender la unidad de la humanidad y, al
mismo tiempo nos explica la compenetración, complementariedad y atractivo mutuo de los
sexos. Hombre y mujer son iguales en dignidad, complementarios en su sexualidad. Es un
simbolismo en el que señala la igualdad y dignidad de la mujer en relación con el hombre, es igual
a él, es compañera (no esclava, ni sierva), creada para tener ayuda mutua y compenetración en el
amor.
.- Unión del hombre y de la mujer: Gen 2, 24: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se
une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Institución del matrimonio querida por Dios desde el
comienzo de la existencia del género humano. Unión única e indisoluble: "y serán los dos una sola
carne". La mujer y el hombre tienen la misma vida, la misma carne y, unidos en matrimonio,
comparten equitativamente un misma amor para un destino común. El varón no debe de
considerar como inferior a la mujer, pues los dos son una misma carne y S. Pablo nos enseña: “que
nadie odia su propia carne”, Efes 5, 29.
.- Desnudez: Gen 2, 25: “Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban el
uno del otro”. El estado de desnudez simboliza una situación de pureza e inocencia. No se
avergonzaban de sus cuerpos. Todo era trasparencia, claridad entre sí y ante Dios.

Contra la idolatría
del cuerpo y del sexo

Dios creó a la criatura humana


a su imagen y semejanza, Gen 1, 27

Contra el desprecio
del cuerpo y del sexo

La duplicidad de los sexos hace a los hombres colaboradores y representantes del


Creador de la manera más auténtica, porque los hace capaces de cooperar, en lugar de Dios y con
su bendición a la "creación continua", es decir, a la creación que se perpetúa y no tiene fin todavía,
que es: la propagación de la vida humana. El sexo y la propagación de la vida han sido dispuestos
por Dios y, en consecuencia, son buenos: "Procread y multiplicaos y llenad la tierra", Gen 1, 28.
.- El matrimonio: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen
una sola carne”, Gen 2, 24. Es la institución creada y querida por Dios para que varón y mujer se
comuniquen y crezcan en el amor y procreen hijos. Esta institución matrimonial es santa, por eso
dijo Jesús: “lo que ha unido Dios que no lo separe el hombre”, Mt 19, 5. Cualquier forma de
desprecio del sexo, o práctica del sexo fuera del matrimonio es pecado grave, sexto mandamiento,
y evidentemente, es contraria al plan de Dios.
En este relato se esboza también una toma de posición contra dos concepciones de la
sexualidad perceptibles en el ambiente en que vivía el pueblo de Israel, puesto que la sexualidad
deriva de Dios, es buena, pero habiendo sido creada, no puede ser adorada como una divinidad
en los cultos y orgías sexuales.
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2.4.3.- Conclusión general de los 2 primeros capítulos del Génesis


El mensaje religioso encerrado en este pasaje de la creación es muy rico en enseñanza
doctrinal. He aquí algunos aspectos más importantes:
1.- La Palabra poderosa de Dios ordena, pone paz y armonía, luz y bondad en el Universo
Cosmos. Hace surgir los seres con su palabra creadora. Hace vivir: “llamando a las cosas por su
nombre, las cosas que no son para que sean”. Este es su poder, su victoria. Esto quiere decir que
todo cuanto existe lo ha hecho por medio de su Palabra. Dios es el Dios Creador del mundo y el
Señor de la historia. así lo creemos los cristianos.
2.- La afirmación: “y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno”, Gen 1, 31, es una
confirmación que Dios es el Único Bueno, y lo ha hecho todo para que participáramos de su obra
buena. También porque Dios ama a sus criaturas quiere la vida y no la destrucción. El Señor Dios
ha encomendado al ser humano la creación para que la cuide y la perfeccione.
3.- El ser humano (hombre y mujer) es el rey de la creación. En esta parte del relato hay
un marcado interés por la creación del ser humano y su destino, el mensaje religioso de la
narración contiene los siguientes elementos:
a.- Si en el primer relato de la creación del ser humano (de tradición Sacerdotal): Gen 1,
26-27, insistía en la grandeza del ser humano como “imagen y semejanza”, y como “rey de la
creación”:
.- Es imagen de Dios: hay un abismo entre el ser humano y todas las demás cosas creadas.
El ser humano conoce, ama, es consciente de sus propios actos y sobre todo es consciente de su
relación trascendente con Dios que le ama, le habla y puede responder. Esa es su dignidad y
también su responsabilidad. Quien trabaja para que sean eficazmente reconocidos los derechos
del ser humano trabaja y colabora a la mayor gloria a Dios.
.- Es imagen de Dios: “Varón y mujer”, la pareja humana es imagen de Dios, por su amor y
entrega fecunda; la familia puede reflejar algo del misterio de amor que hay en Dios como
Trinidad que son una comunidad de personas unidas en el amor.
.- Dominar la creación: El dominio de los hombres sobre los animales y la tierra manifiesta
también que es un ser superior al resto de las cosas creadas. El ser humano debe aprovechar los
recursos de la naturaleza. El Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre: “La Iglesia
en el mundo” dice: “Creyentes y no creyentes, están generalmente de acuerdo en este punto:
todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del ser humano, centro y cima de todos
ellos”. El desarrollo de las ciencias, la conquista del espacio, los avances tecnológicos de toda
índole pueden y deben de orientarse en esta línea de colaborar y perfeccionar la obra de la
creación.
.- en el relato de la creación del ser humano (de tradición Yahvista): Gen 2, 4-25 se nos
dicen dos cosas:
.- El hombre es frágil, (está hecho de tierra)
.- El hombre depende totalmente de su Creador (Dios lo “modela” como un alfarero y “le
pone nombre”).
b.- En la Biblia, poner nombre a una cosa es dominarla, tener poder sobre ella. Si el
hombre “pone nombre a los animales” por mandato de Dios, eso quiere decir que tiene dominio
sobre ellos. Israel, el pueblo elegido y formado por Dios, vecino de otros pueblos que adoran a los
animales, necesita comprender en profundidad el abismo que separa un hombre de un animal.
c.- El ser humano: hombre y mujer, tienen un mismo origen y un mismo fin: caminan
juntos hacia un mismo destino. Que históricamente la mujer sea considerada con frecuencia
como inferior al hombre o como su esclava más que como compañera, es una consecuencia del
pecado. Ella ha sufrido a lo largo de la historia más que el hombre la falta de reconocimiento de su
dignidad. El autor sagrado señala el gran misterio de las relaciones entre el hombre y la mujer
como una ley natural, fundada en la igualdad, en el amor y en la sabiduría del Creador. La
diversidad de características: masculinidad y feminidad ponen de relieve la belleza y
complementariedad del amor que los une.
Resumiendo, podemos sintetizar diciendo: en la creación del ser humano hay que
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distinguir dos niveles: uno, de orden natural y otro, de orden sobrenatural

1.- A nivel natural, Dios les otorgó:


.- Inteligencia racional humana para entender y vivir en la verdad
.- Voluntad para desear ordenadamente lo que la inteligencia presenta como el
bien
.- Libertad para realizar y decidir su vida en el horizonte de la verdad, uso de la
inteligencia, y del bien, uso de la voluntad (cuya máxima expresión de la Verdad y del Bien es :
DIOS), por eso el ser humano siente una gran atracción hacia Dios.
.- Finalmente, Dios les otorgó un alma humana espiritual, con la que el hombre
quedaba elevado a la categoría de persona humana y se diferenciaba esencialmente de los demás
animales. Con el alma humana el ser humano puede tener una relación filial con Dios, ayudado
con la gracia santificante.

2.- A nivel sobrenatural, Dios les otorgó:


.- La Gracia santificante sobrenatural para vivir su condición de hijos de Dios, es
decir, este nivel sobrenatural es el que potencia, ilumina, el nivel natural de la creación humana y
lo eleva a la condición sobrenatural y trascendente para poder vivir en la presencia de Dios y
disfrutar de la trascendencia divina, es decir, vivir como verdaderos hijos de Dios. En este estado
de gracia divina es donde se puede afirmar que la filiación divina que Dios otorgó al ser humano
fue para que viviera felizmente en la Suma Verdad que es Dios, en el Sumo Bien que es Dios y así
poder realizar y dirigir sus vidas humanas libremente hacia Dios Padre.
.- Como consecuencia del don de la gracia santificante, que es gracia de filiación divina,
Dios les otorgó los dones preternaturales; debido a esta integración de la gracia sobrenatural en
la naturaleza humana, antes del Pecado original, Adán y Eva podían vivir inteligente, voluntaria y
libremente como verdaderos hijos de Dios. A este situación de plenitud, de paz y felicidad se le
llama “el estado paradisíaco”.
Esto quiere decir que Dios creó a la pareja humana y los hizo inteligentes para vivir en la
verdad, les otorgó voluntad para vivir practicando el bien y finalmente les hizo libres, con
capacidad de amar, para poder participar del amor y presencia de Dios y colaborar en la obra de
la creación.
Sintetizando podemos resumir que los creó para estas tras cosas: Amar, Obedecer y
Servir a Dios.
1.- AMAR: Dios es Amor. El Dios – Amor, crea a la criatura humana a su imagen y
semejanza, es decir con capacidad de amar y de ser amada. En definitiva este horizonte es el
mismo que el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amarás Al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu, sobre todas las cosas...”. Deut 6,5; Mt 22, 37.

2.- OBEDECER: El Dios - Amor, no es un Dios anárquico o que vive en el vacío. Quiere el
orden y la sabiduría de las cosas creadas. Es el orden y la perfección de la creación. Quiere
también el orden y la obediencia entre el ser humano y Él. La criatura humana debe de aceptar los
mandatos de Dios y así serle grato cumpliendo la voluntad de Dios, por eso el mandato de Gen
2,16-17, debe de cumplirse, pues en su cumplimiento halla el ser humano el máximo de su
realización: obedeciendo, halla su plenitud; de no cumplirse este mandato de Dios la criatura
humana (desobediencia, como rebeldía), hallará la muerte. Por eso, en el Génesis, vemos que la
obediencia al mandato de Dios es vital. Olvidar el mandato de Dios es causa de muerte. Por eso el
mandato de Dios es bendición, sabiduría de Dios, ordena la vida de la criatura humana y la
protege del caos, el desorden y la muerte.

3.- COLABORAR - SERVIR: El Dios Creador quiere que la criatura humana inteligente,
voluntaria y libremente, colabore en actitud de servicio en la obra de la creación, y de hecho esta
colaboración, excepto en las obras de pecado e injusticia, ha sido excelente. Dios no quiere que el
ser humano viva ocioso o caóticamente, quiere y pide su colaboración y así mostrar su
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creatividad y posibilidades humanas. En efecto, vemos cómo, a través de los siglos, las criaturas
humanas han colaborado en tantas obras de civilización y avance científico y cultural. El hombre
ha sido llamado a ser un colaborador servicial de Dios, llevando a la perfección la obra que Dios
comenzó. El Dios Creador quiere una humanidad trabajadora, servicial, colaboradora en el orden
de su creación. Y que esta colaboración y perfección sea para bien del ser humano. También en
Cristo quiere su colaboración en el orden de la redención.
Por lo tanto podemos afirmar que la condición de la criatura humana, significa que el
hombre, de acuerdo con su realidad total, en su existencia y en la consumación de su naturaleza
corpóreo-espiritual, está constituido exclusiva y globalmente por una relación trascendental que
comienza en Dios y acaba y finaliza en Dios, (nivel sobrenatural), como su origen y como su fin:
este es el horizonte de la filiación divina. En Adán y Eva Dios realizó su proyecto primero y
principal de crear al ser humano para vivir en una relación trascendente de filiación divina, los
creó como verdaderos hijos de Dios, para que vivieran en suma paz y felicidad.
Finalmente y como síntesis teológica hemos de decir que el Dios Creador lo creó todo de
la nada. Dios es el Dios Único y Absoluto. La criatura humana es obra de Dios, es limitada y
contingente, ha sido creada para vivir en un horizonte de filiación divina. Se crea así una relación
de dependencia saludable y vivificante. Si la criatura humana vive, acepta y respeta la relación
filial, que es relación de criatura aceptando y obedeciendo a su Creador, cumple la voluntad de
Dios, observa sus mandatos, se realiza el plan de Dios en la dimensión Creador – criatura. Si vive
de esta manera Dios le bendecirá y le protegerá.
Si el hombre respeta y acepta esta relación de Creador - creatura y acepta la voluntad de
Dios y el plan de Dios, será feliz y participará de la bondad, sabiduría y belleza de Dios = don de su
presencia. Si el hombre no acepta esta relación Creador - creatura y se independiza de la voluntad
de Dios y de su plan de amor, el hombre automáticamente se perderá y se dará cuenta que sin
Dios no es nada. Este es el Pecado original.

2.5.- EL PECADO ORIGINAL. La tragedia del Género humano, Gen 3, 1,s.s.


Este capítulo 3º del Génesis está redactado para responder a la terrible pregunta del
hombre bueno y justo: ¿Por qué existe el mal, el dolor, el sufrimiento y la muerte? ¿Por qué esto,
si Dios lo hizo todo bueno y bello, es decir, perfecto? A este interrogante se añade otro no menos
inquietante: ¿es posible que este mundo, con toda su miseria, con toda su infelicidad y con toda
enfermedad haya salido realmente de las manos de Dios?
El relato bíblico de la caída original, Gen 3, 1-7, y de la expulsión del paraíso, Gen 3, 20-24,
constituye indudablemente una interpretación del pasado, pero es también una clarificación del
presente, en el deseo de querer responder a las preguntas que anteriormente se formulaba el
justo.
Lo que se pretende es poner el acento del mensaje, por medio de una orientación religiosa
y pedagógica en la libre decisión del hombre ante Dios. Como veremos después, el árbol de la
vida y el árbol del bien y del mal son los símbolos de la libre elección y del uso de la libertad ante
los cuales fueron puestos nuestros primeros padres. Puesto que el hombre es imagen y
semejanza de Dios, en él se refleja la divina libertad.
La semejanza del hombre con Dios es un privilegio y, al mismo tiempo, un riesgo, una
tarea, porque el hombre, capaz de obrar libremente, es capaz también de usar su propia libertad
contra Dios y contra el orden de la vida querido por el mismo Dios. Fue en la propia conciencia de
los primeros padres (Adán y Eva), donde se tomó la decisión contra Dios. La sustracción del fruto
prohibido fue solamente una consecuencia exterior del alejamiento y rebeldía contra Dios y que
se había dado en lo más profundo de sus conciencias: "querer ser como dioses".

2.5.1.- El Texto literario del Pecado original: Gen 3, 1-24


Como la descripción de la creación también el relato del pecado original forma parte de la
tradición más antigua: la Yahvista, J. En este relato se pueden distinguir las siguientes partes:
1.- El Paraíso lugar de decisión
2.- Diálogo entre Eva y la serpiente: la mentira como distorsión de la verdad. La
Tentación.
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3.- El fruto prohibido = "seréis como dioses". El pecado: la desobediencia al mandato de
Dios
4.- La vergüenza y el apartamiento como fruto del pecado. Interrogatorio y sentencia.
5.- Providencia de Dios
6.- Castigo, como justicia de Dios. Expulsión del paraíso.

2.5.2.- El paraíso lugar de decisión: Gen 2, 8.9.16.17


.- Paraíso: "Plantó luego Yahvé Dios un jardín en el Edén, al oriente... Hizo Yahvé Dios brotar en él de
la tierra toda clase, de árboles... y en medio del jardín estaba el árbol de la vida y el árbol de la ciencia
del bien y del mal ... Y Yahvé Dios ... dio este mandato al hombre: De todos los árboles del paraíso
puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que comieres,
ciertamente, morirás", Gen 2, 8-9.16-17. Paraíso, Palabra extranjera proveniente de la cultura
persa, significa: jardín, parque de recreo, huerto, lugar de descanso. En este pasaje significa: jardín
del Edén, o jardín de recreo donde Yahvé colocó al hombre que había creado a su imagen y
semejanza. Vivir en un estado paradisíaco es hacer alusión a estar en la presencia de Dios de una
manera continua, agradable, fresca, de recreo, con consolación, vivir con su bendición.
.- El árbol de la vida: “Yahvé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y
buenos para comer; y en medio del jardín, el árbol de la vida”. Gen 2,9, símbolo de inmortalidad, de
divinidad.
.- El árbol del bien y del mal: “y el árbol de la ciencia del bien y del mal”, Gen 2, 9. Poder divino de
Dios que sabe con certeza inconfundible dónde está el bien y el mal. Qué es lo bueno y lo malo.
.- El Mandato: “Y Dios impuso al hombre este mandamiento: “de cualquier árbol del jardín puedes
comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él,
morirás si remedio”. Gen 2, 16-17. Dios al poner este mandato, o esta prohibición, no está quitando
ningún derecho al hombre, le está señalando el camino por donde debe ir. Si el hombre se arroga
o usurpa el poder de Dios, en ese momento se perderá,

2.5.3.- Diálogo entre Eva y la serpiente. La Tentación, Gen 3, 1-6


.- El diálogo: El diálogo, comenzó con una mentira: "¿Cómo es que Dios os ha dicho que no comáis
de ninguno de los árboles del jardín?", Gen 3, 1. La verdad era que en realidad les había dado
permiso para comer de todos los árboles ... menos del árbol señalado: “respondió la mujer a la
serpiente: “podemos comer del fruto de los árboles del jardín, mas del fruto del árbol que está en
medio del jardín ha dicho Dios: “no comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”, Gen 3, 2-3. Ante la
aclaración de Eva, la serpiente sigue tentando, es decir, mintiendo: "Replicó la serpiente a la mujer:
“de ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe que el día en que comiereis se os abrirán los ojos y
seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”, Gen 3, 4-5.
Así el diálogo entre Eva y la serpiente comienza con una mentira de parte de la serpiente.
No parece casual que el autor sagrado hay introducido en el relato la figura de la serpiente. ¿Por
qué una serpiente y no otro animal? Se pueden señalar dos razones:
a.- Las palabras de la serpiente son engañosas y falsas, dice siempre la mentira. Dejarse
convencer por ella equivaldría a aceptar un culto idolátrico. Promete vida y da muerte. Promete
sabiduría y produce ignorancia, humillación. Promete fecundidad y vida y engendra esterilidad,
tristeza y muerte.
b.- En este relato la serpiente sirve de careta a un personaje, enemigo de Dios y envidioso
de la felicidad del hombre: Satanás, el adversario, el Padre de la Mentira, el Príncipe de la
Tinieblas. Sab 2, 24; Jn 8, 44; Apoc 12, 9.
.- La serpiente: "La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios
había hecho. La serpiente dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: no comáis de ninguno de
los árboles del jardín?" Respondió la mujer a la serpiente: podemos comer del fruto de los árboles del
jardín, mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: "no comáis de él, ni lo
toquéis, so pena de muerte". Replicó la serpiente a la mujer: "de ninguna manera moriréis. Es que
Dios sabe muy bien que el día que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses
conocedores del bien y del mal". Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible
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a la vista y excelente para lograr la sabiduría, tomó del fruto y comió, y dio también a su marido, que
igualmente comió". Gen 3, 1-6.
.- La serpiente es el símbolo del mal. Los israelitas tenían la experiencia del desierto y
sabían que la serpiente es un animal insidioso, astuto, peligroso que desaparece después de haber
mordido y que engendra la muerte.
.- La serpiente era también un ídolo frecuente en la religión cananea: simbolizaba la vida,
la fecundidad y la sabiduría; de ella nos dice el autor sagrado, que es criatura; luego no hay que
adorarla. Para los fieles seguidores de la religión de Yahvé, la serpiente era, pues, el símbolo de la
idolatría pagana. El mito de la serpiente cananea queda repudiado con el siguiente inciso: "la
serpiente..... que Dios había hecho", Gen 3, 1, no es por tanto una divinidad, sino creatura de Dios, y
por lo tanto no se le debe de adorar, ni tiene atributos divinos. Dejarse atraer y convencer por la
serpiente equivaldría a apostatar de la fe verdadera en Yahvé y pasarse a un culto idolátrico.
.- La Tentación: Como un proceso que se da en el interior de la persona humana y que invita a
apartarse de la voluntad de Dios. La tentación se establece por medio del diálogo, y se expresa con
una mentira como distorsión de la verdad

2.5.4.- El fruto prohibido. Aceptación de la tentación: El Pecado = "seréis como dioses"


.- Sigue el proceso de tentación: “Y como viese que era apetecible a la vista y excelente para lograr la
sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió ". Gen 3, 6-7.
La serpiente a pesar de ser descubierta en su primera mentira sigue tentando con nuevas
mentiras.
.- Fruto prohibido: La fascinación ejercida por el fruto prohibido se describe con un lenguaje
típicamente hebreo. La triple insistencia: "era bueno.. hermoso... y deseable", tiende a poner en
relieve lo atractivo del fruto. Sabemos que el fruto no es la manzana... (nunca, ninguna Biblia ha
dicho que fuera una manzana), sino el deseo de querer ser independientes y autónomos, no tener
que depender de Dios ni de sus mandatos.
.- Aceptación de la tentación: “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible
a la vista y excelente para lograr sabiduría”, Gen 3, 6 a. Este proceso se produce como fruto,
primero de un diálogo basado en el engaño y la mentira, segundo, la ambición, soberbia de Eva y
Adán. La tentación no fue sobre una fruta, sino una tentación de independencia, rebeldía y
autonomía ante el plan de Dios; querían ser ellos mismos sin depender ni de nada ni de nadie, era
romper la relación Creador – criatura, al margen del plan de Dios. Y como viese la mujer que era
bueno y apetecible no tener que depender de Dios ni de sus mandatos, de ser autónomo y juzgar
las cosas con criterio propio, no tener que depender de nada ni de nadie, comió y pecó: En
definitiva, la tentación de "ser como dioses", era romper deliberadamente el mandato que
establecía una relación querida por Dios, era la relación de Creador - criatura, por lo tanto, el
pecado original fue de soberbia: nada menos que pretender: "querer ser como dioses", Gen 3, 5.
Ciertamente, éste no era el plan de Dios.
.- Pecado: “Tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió”, Gen 3, 6 b.
Eva, peca primero en la decisión interior de su conciencia y después desobedece, quebrando el
mandato. Primero, la ambición, el deseo interior; después, la ejecución de lo determinado. Por
querer “ser como dioses”, come, y una vez que come y peca, invita a Adán que haga lo mismo. Éste
también acepta y peca. En ese mismo momento Adán y Eva se separan de Dios. Pierden la gracia
de filiación divina.
Por soberbia desobedecen el mandato que Dios Creador había puesto a sus creaturas. Las
creaturas quisieron ser como su Creador. Esto era trastocar el orden sabio y bueno dispuesto por
Dios en la creación, el orden de Creador - criatura. La criatura nunca podrá ser como su Creador.

2.5.5.- La desnudez como la vergüenza y el apartamiento de Dios y como fruto del pecado.
Interrogatorio y sentencia
.- Desnudos: “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban
desnudos; y cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores”, Gen 3, 7. El autor sagrado
enseña con esta imagen de la desnudez el fruto del pecado. El hombre ve con claridad su situación
ante Dios y ante sí mismo y ante el resto de la creación: está desnudo, es nada (arom). Se da
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cuenta que ya no refleja la gloria del Creador y se ha separado de la fuente de aguas vivas, Jer 2,
13. Desnudo, quiere decir, que está sin dignidad y el temor entra en su vida. Teme a Dios, se
esconde de la presencia amorosa de Dios. Huye de su mirada. Teme a los hombres. No quiere ver
expuesta ante ellos la humillación que lleva en el fondo de su corazón, por eso desde ahora vivirá
en la mentira y en la mera apariencia.
.- Dios sale al encuentro del pecador. El interrogatorio de Dios con Adán y Eva: Es un
interrogatorio de lo más delicado: "Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba
por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por
entre los árboles del jardín. Yahvé Dios llamó al hombre y le dijo: "¿dónde estás?", el hombre
contestó: "te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido".
“Dios replicó: "¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te
prohibí comer?" Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí".
Dijo pues, Yahvé Dios a la mujer "¿Por qué lo has hecho"? Y contestó Eva: "la serpiente me sedujo y
comí", Gen 3, 11-13.
Dios sale al encuentro del hombre pecador, no quiere hundirlo sino salvarlo; pero antes el
hombre tiene que reconocer su culpa, su rebeldía, su pecado, su nada.
.- Las excusas: Adán se excusa echando la culpa a Eva, Eva se excusa con la serpiente. Esta actitud
de excusarse y no querer reconocer la propia culpa nos ayuda a conocer la falsedad y la maldad
del pecado, en el relato del pecado original ni Eva ni Adán quieren reconocer su propia culpa:
“Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí". Dijo pues, Yahvé
Dios a la mujer "¿Por qué lo has hecho"? Y contestó Eva: "la serpiente me sedujo y comí", Gen 3, 12.
Tales excusas no tenían justificación alguna pues Adán y Eva fueron los que decidieron en
su soberbia y ambición querer “ser como dioses”, ellos se separaron de Dios, desobedeciendo el
mandato divino. Al desobedecer y pecar se dieron cuenta que estaban desnudos, es decir, se
dieron cuenta de que no eran nada. Habían pretendido ser autónomos, independientes, lejos del
plan de Dios, (en hebreo "arum") al desobedecer y pecar, se dieron cuenta de que estando fuera
del plan de Dios eran = nada, (en hebreo "arom"). La creatura humana fuera del plan y de la
bendición de Dios, es nada, por eso cuando Dios se hace presente, el hombre en su desobediencia
rebelde, ya no puede estar en la presencia de Dios, se oculta, se avergüenza.
Ni Adán ni Eva quieren reconocer ante Dios su pecado, su verdadera rebeldía, ninguno de
los dos se acusó humildemente ante Dios de soberbia, de querer ser como dioses, los dos se
excusan con razones débiles, y no quieren aceptar la parte de culpabilidad que hay en cada uno
de ellos: la soberbia de querer: “ser como dioses”; estas excusas injustificadas son el fruto del
pecado mismo. Es querer justificar lo injustificable.
.- La sentencia de Dios, 3, 14:
1.- “... Y dijo Dios a la serpiente”. Gen 3, 14. El juicio de Dios sobre la serpiente como
instigadora del mal; es un juicio de condenación. El demonio queda maldito. Ha vencido pero su
victoria es limitada y temporal. Ha logrado introducir el mal en el corazón del ser humano pero
brilla una esperanza de salvación. La tradición cristiana ha visto en esta como profecía de Gen 3,
15: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje; él te pisará la cabeza mientras
acechas tú su calcañar”, el primer anuncio del Salvador, a quien la Virgen María, su madre, queda
asociada de manera especial en el misterio de la Salvación.
2.- “... Y dijo Dios a la mujer”. Gen 3, 16. Viene el juicio y castigo sobre Eva (significa = Vida),
la mujer: es la sentencia de un juez misericordioso, pues la “justicia de Dios” no persigue la
destrucción de nadie sino la salvación del ser humano y la última palabra de Dios nunca es de
desgracia. El castigo de la mujer: “Entonces Yahvé Dios a la mujer dijo: tantas haré tus fatigas
cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás a tus hijos”.
3.- “... Y dijo Dios al hombre ...". Gen 3, 17. Y el castigo de Adán (significa: hombre, varón) del
hombre: “Al hombre le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te
había prohibido comer: maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos
los días de tu vida”, indican una herida en lo más profundo de su ser y que a partir de entonces el
mal estará en su corazón. Todo esto señala el deterioro y ruptura de la amistad del ser humano
con Dios. La mujer querrá seducir al hombre y éste querrá esclavizar y someter a la mujer. A
partir del pecado original el ser humano contemplará el mundo con ojos distintos y enfermos y lo
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encontrará duro y agotador: “maldito se el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida”, Gen 3 17. tal es la situación en la que el ser humano queda en la tierra por
el pecado que ha cometido.
El sufrimiento y las penas impuestas por Dios a Adán y Eva: dolor, fatiga, muerte, son
fruto de esa situación de pecado en que cayeron los primeros seres humanos. A partir de Adán y
Eva todos nacemos en este estado de pecado, como carencia de la gracia santificante, que es
gracia de filiación divina, y este pecado no es consecuencia de un mal ejemplo recibido, como
afirmaba Pelagio, sino carencia de la gracia de filiación, que se transmite y comunica y propaga a
todos los seres humanos que vienen a este mundo. En este sentido afirma S. Pablo que todos los
seres humanos somos solidarios con el Adán pecador y por lo tanto al nacer todos somos
pecadores Rom 5, 19, pues carecemos de la gracia de Dios.
Esto significa, también: que Dios al condenar y castigar no es injusto. Cumple y realiza lo
que ya había advertido anteriormente.

2.5.6.- Providencia divina


.- Vestidos: Gen 3, 21: "Yahvé Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió". Dios
castiga el pecado, pero tiene misericordia con el pecador. Adán y Eva pecaron pero Dios no se
olvida de ellos, no les deja solos en su desnudez, (en su nada), sino que provee por ellos. Seguirá
atendiéndolos, pero ya no con la claridad, felicidad y alegría del paraíso, sino desde la perspectiva
del trabajo y del dolor. Dios nunca se olvida del hombre a quien creó a su imagen y semejanza.
Si Dios castiga la soberbia y rebelión del ser humano, también protege su pobreza y
desamparo. Dios no abandona al ser humano a sus propios recursos: no le deja de la mano. Con la
imagen del vestido, se señala la providencia de Dios y la imagen del vestido se nos dice en la Biblia
que Dios restaura la dignidad de la persona humana. Dios le viste con el vestido de su gracia
santificante para que se convierta en verdadero hijo de Dios. S. Pablo afirma que todos los
bautizados se han revestido de Cristo, Gal 3, 27, exhorta a los cristianos a revestirse del hombre
nuevo, recreado en Cristo, Col 3, 10; Efes 2, 15; 4,24. La imágenes del vestido dan a entender el
comienzo de una vida nueva a la que somos llamados por Dios en Cristo resucitado.

2.5.7.- El Castigo como justicia de Dios. Expulsión del paraíso. Gen 3, 22-24
.- El Castigo como justicia de Dios. “Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín
del Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida".
Gen 3, 24.
Referente al castigo de Dios, no hay que ver en dicho castigo algo desproporcionado o de
venganza, de ira, en definitiva de un castigo injusto. Dios les había advertido anteriormente: "no
comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día que comieres de él, ciertamente,
morirás", Gen 2, 17.
Dios realiza el castigo que les había anunciado. Dios cuando castiga a nuestros primeros,
padres con la expulsión del paraíso y con las maldiciones que les da a cada uno de ellos; no obra
ciegamente, ni con injusticia. Al contrario obra con justicia y con verdad. Adán y Eva había sido
advertidos para que no cayeran en esa tentación, si cayeron, fue por el mal uso que hicieron de su
inteligencia, su voluntad y de su libertad
.- Expulsión del paraíso: "Y dijo Yahvé Dios: "he aquí que el hombre ha venido a ser como uno de
nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal. Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome
también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre". “Y le echó Yahvé Dios del jardín del
Edén para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Gen 3, 22-24a.
Cuando Adán y Eva desobedecen y pecan ya no pueden estar en la presencia de Dios cara
a cara, sienten vergüenza por su pecado y la relación con Dios no puede ser como era antes del
pecado. La expulsión del paraíso es no poder estar con Dios en presencia continua, es no poder
relacionarse con Dios de una manera clara, filial, como un hijo con su padre, es decir, pierden su
condición filial divina.
La expulsión del paraíso no ha de entenderse como la entrada en un lugar donde ya no está
Dios o que Dios está ausente. Dios está siempre presente en todas partes (omnipresencia), incluso
fuera del paraíso. Ningún hombre ni criatura alguna puede sustraerse a la presencia de Dios.
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Incluso fuera del paraíso el hombre y, el universo entero tienen su existencia en Dios. Pero el
hombre no experimenta ya a Dios en su presencia, como felicidad y paz, sino que se consume
chocando incesantemente contra su poder y su grandeza, pretende oponerse a Dios y a su plan de
bendición y no puede, fracasa.
La consideración bíblica de esta expulsión del paraíso debe de llevarnos a considerar que
Dios es omnipresente y poderoso y el hombre fuera de Dios percibe muy poco y con dificultad su
presencia. Dios está siempre presente en todas las cosas, pues todas ellas son suyas. El las ha
creado, y las alimenta y alienta con su espíritu vital. Parece como si el hombre hubiera roto aquel
receptor interior que le permitía percibir y vivir en la presencia de Dios, y así experimentar toda
la felicidad que de El emanaba.
No es que, Dios esté ausente; es el hombre quien no se pone en sintonía con la longitud de
onda de Dios, o si la percibe lo hace con distorsiones y con serias dificultades porque su ser
mundano ha sintonizado todos sus sentidos y todas sus preocupaciones con la longitud de onda
del mundo.
Alejarse de Dios libre e inteligentemente siempre ha sido para el hombre una verdadera
catástrofe. Un autor moderno ha dicho: "El que se aparta de Dios destruye su misma personalidad
humana... Se puede organizar el mundo sin Dios pero entonces el mundo acaba aniquilando al
hombre. Donde no está Dios, allí no puede tampoco estar el hombre. Los asesinos de Dios son
también necesariamente los asesinos de los hombres".

2.5.8.- Conclusión general del capítulo 3º del Génesis


Lo primero que hay destacar es que el pecado original es realmente un hecho histórico, y
sobre todo una revelación teológica muy importante, que hay que aceptar y creer con fe. Si el
pecado original, de nuestros primeros padres, no ha sido histórico, el sentido pleno de la Sagradas
Escrituras cambia totalmente y la Historia del género humano sería distinta, pues si no hubo
pecado, no habría muerte, no habría condenación eterna; el ser humano no necesitaría de
redención. El ser humano sería dueño absoluto de sí mismo, de su historia. Y esto no es así.
Hemos visto que el pecado de Adán y Eva, cediendo a la sugestión y mentira de la
serpiente, desobedecen a Dios pues: “quieren ser como dioses, conocedores del bien y del mal”, Gen
3, 5. Es decir, nuestros primeros padres quisieron colocarse en el lugar de Dios para decidir en sus
vidas qué es el bien y el mal, y vivir con autonomía completa al margen de Dios. Según Gen 2, 1 y
s.s., la relación de Dios con la criatura humana no era una relación de dependencia, sino de
libertad, sobre todo de amistad y de filiación.
Dios no había negado nada al hombre creado a su imagen y semejanza, excepto la
prohibición de comer del árbol del bien y del mal, y del árbol de la vida; no se había reservado
nada para sí. Pero por instigación de la serpiente, “la más astuta de los animales”, Eva primero y
después Adán, dudan de este amor de Dios ya que el precepto dado por Dios era para su bien, y es
causa de la sospecha que insinúa el tentador al decir a Eva: “¿Cómo es que Dios os ha dicho: no
comáis de ninguno de los árboles del jardín?”, Gen 3, 1. Es como decir, si no puedes comer de un
árbol es lo mismo que si no pudieras comer de ninguno, no eres totalmente libre, Dios te limita,
no es un Dios bueno, sino un Dios celoso de su poder. Y la advertencia añadida al precepto: “mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin
remedio”, Gen 2, 17, según el tentador, sería sencillamente una mentira, una amenaza para
mantener a la criatura humana sometida, por eso el tentador replica: “no, de ninguna manera
moriréis. Pero Dios sabe muy bien que el día en que comáis de este fruto, se os abrirán los ojos y seréis
como dioses, conocedores del bien y del mal”, Gen 3, 4.
Con el pecado se introdujo en este mundo armonioso de las criaturas humanas, la
desconfianza, la división, la injusticia, el asesinato, la guerra, la muerte. Tal es la explicación que
nos da el libro del Génesis de la presencia del mal en el mundo; y en varias escenas va mostrando
la marea creciente del pecado: Caín mata a su hermano Abel; Lamec, el vengativo, cuando dice:
“yo maté a un hombre por una herida que me hizo y a un muchacho por un cardenal que recibí”, Gen
4, 23. Es la humanidad corrompida, que perece con el castigo del diluvio, Gen 6, 5-8. Pero, Dios
comienza un nuevo tipo de relación con el ser humano por medio de Noé que se salvó del diluvio
universal, Gen 9-10, sin embargo el pecado había anidado ya en el corazón enfermo del ser
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humano, sigue corrompiendo al hombre y creando división. El símbolo real del desentendimiento
y confusión dentro de la soberbia humana es la torre de Babel, Gen 1. 1, y s.s. Y Dios los confunde
de nuevo.
Desde el primer pecado de nuestros primeros padres el ser humano cree a quien le adula
y desconfía de Dios a quien considera cono su rival. El pecado transforma la relación filial que
unía al ser humano con Dios. Todo cambia entre el ser humano y Dios. Aún antes de que Dios
intervenga a causa del pecado, Adán y Eva, que antes gozaban de familiaridad con Dios, “se
esconden de Yahvé entre los árboles”, Gen 3, 8. La iniciativa de ocultarse fue de ellos, y se
avergüenzan ante la presencia de Dios; Él sale a su encuentro y les tiene que buscar y llamar. La
expulsión del paraíso ratifica esa decisión libre y voluntariosa del ser humano; pero éste
comprueba entonces que la advertencia que le hizo Yahvé no era mentira: “mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”, Gen 2,
17; así la criatura humana lejos de Dios no tiene acceso al árbol de la vida: “y dijo Yahvé Dios
“Resulta que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! ,
Gen 3, 22; no hay más que muerte. Adán y Eva representan a toda criatura humana. Su rebelión
contra la voluntad de Dios es nuestra rebelión y desobediencia. Damos más crédito a la mentira
aduladora y mentirosa del diablo que al precepto lleno de vida que nos da Dios. No olvidemos a S.
Juan, el discípulo amado de Jesús, el diablo, Satanás, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y
queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en
la verdad, porque no hay verdad en él, cuando dice la mentira dice lo que le sale de dentro, porque es
mentiroso y padre de la mentira”, Juan 8, 44.
El salario del pecado es la muerte. La pretensión del hombre de alzarse por encima de
Dios le hunde en el abismo, ese es el relato de la torre de Babel, Gen 11, 1-9. Al querer construir su
vida con sus propias manos, al margen de Dios, se encuentra con el vacío interior radical. S. Pablo
fue uno de los que vio mejor la profunda relación entre pecado y muerte: por Adán ha entrado el
pecado en el mundo y con el pecado la muerte, Rom 6, 12-23. El pecado paga siempre con la
muerte. Éste es el núcleo de la actitud pecadora del hombre que quiere constituirse en señor
absoluto de su vida. Comenzando por el pecado de Adán, el impulso y la fuerza que mueven a
todo hombre a pecar es levantarse contra Dios. Pecar es negar a Dios como único Señor; es ver a
Dios y su ley no como una expresión de amor, sino como una manifestación impositiva y
opresora de la libertad y dominio sobre el hombre.
Este panorama desolador enseña, sin embargo, que el pecado no es ingrediente de la
naturaleza humana, el mal no es creacional, no forma parte del principio del plan de Dios sobre la
creación. El pecado, el mal, es defección, no defecto ingénito; es virus, no es cromosoma. Ahí
residen la posibilidad y la esperanza de que el género humano puede ser regenerado y salvado.
El pecado en definitiva ofende al pecador y a los demás seres humanos. Esta es la realidad
teológica del pecado. No reconocer a Dios, constituirse Dios de sí mismo, cambiando al Dios
verdadero por uno falso: ésta fue la experiencia de Pablo cuando dice: “Porque, habiendo conocido
a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus
razonamientos y su insensato corazón se entenebreció; jactándose de sabios, se volvieron necios, y
cambiaron la gloria de Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles,
de aves, de cuadrúpedos, reptiles”, Rom 1, 21-22. Este apartamiento lleva consigo en la criatura
humana pecadora las siguientes actitudes pecaminosas: “ ... viven en toda injusticia, perversidad,
codicia y maldad; llenos de envidias, homicidios, discordias, fraudes, depravación; son difamadores,
calumniadores, hostiles a Dios, insolentes, arrogantes, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a
sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, ...”, Rom 1, 29-30.
El pecado como ruptura entre el hombre y Dios, introduce igualmente una ruptura dentro
de los miembros de la familia humana. Hemos visto como dentro del paraíso, en el seno mismo
de la pareja primordial, apenas cometido el pecado, Adán acusa a Eva, como quejándose que “la
ayuda adecuada” Gen 2, 18, que Dios le había dado, le traicionó. Adán se excusa a sí mismo
acusando a la mujer; y la acusación a Eva es simultáneamente acusación al mismo Dios: “la mujer
que tú me diste”, Gen 3, 12, es una expresión amarga que Adán lanza con una sola frase en ambas
direcciones, hacia su mujer, por haberle invitado a pecar y a Dios como que la compañera no ha
sido del todo lo buena y fiel que debiera haber sido.
Luego vienen las historias de los egoísmos individuales que envenenan la vida social y se
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plasman en actitudes de explotación, rivalidad, injusticia, crueldad, desprecio. El Concilio Vaticano
II dice en Gaudium et Spes, nº 13. “El pecado rebaja al hombre impidiéndole lograr su propia
plenitud, más aún, como enfermo y pecador; no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer
la que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división”.
Ya en la narración del diluvio se dice, por dos veces, que el corazón del hombre está
inclinado continuamente al mal desde la niñez, Gen 6, 5. 8, 21; que “lleva a la dureza del corazón y
de cerviz”, Deut 9, 6. Esta dureza de corazón hace: “que con los ojos no vean ni con los oídos oigan”,
Is 6, 5-10. Para que cambie esta situación se necesitará: “cambiar el corazón”, Deut 30, 3-8. Sólo
Dios puede cambiar el corazón; en los salmos se pide este corazón nuevo: “¡Oh Dios!, crea en mi
corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, no apartes de mí tu rostro no me quites tu
santo espíritu”, Salm 50, 12-13.
Esta división interior se manifiesta en el miedo, Gen 3, 10, como angustia existencial,
como tristeza. Ésta contrariamente a la alegría, que está llena de la presencia de Dios. La tristeza
es un fruto amargo del pecado que separa de Dios, llevando al hombre a esconderse de Dios, Gen
3, 10; o a que: “Dios le oculte su rostro”, Salm 13, 2, s.s. de modo que el hombre se siente
condenado a: “alimentarse de un pan de lágrimas”, Salm 80, 6. El pecado priva a la persona de la
capacidad de gozar y reposar en el bien. Reduce la capacidad de apreciar el bien, de ser
agradecido, de participar en el gozo de los demás, de la belleza y bondad de la creación.
La realidad dura del pecado es que lleva a la muerte eterna y se expresa con diversos
símbolos. El primero es el “camino errado”. El pecado es una desviación, es entrar por una senda
que lleva al precipicio, a la muerte, Deut 30, 15-20. Otro símbolo del pecado es la “esclavitud” bajo
el poder del mal. S. Pablo lo representa bajo el signo del “poder del mal”, como a un tirano que
somete al hombre a sus deseos carnales, haciéndolo instrumento para el mal: “No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias. Ni hagáis ya de vuestros
miembros instrumentos de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceros vosotros mismos
a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al
servicio de Dios”, Rom 6, 12-13. El pecado es una fuerza que aisla, bloqueando los puentes de
comunicación con Dios, con los demás hombres y con la creación. Su desenlace lleva a la muerte.
Otro símbolo del pecado es el de “enfermedad”, es como un virus que mina las fuerzas sanas del
hombre, impidiéndole ser él mismo. La infección coincide con la abdicación de la libertad, la
adhesión de la voluntad al mal le hace enfermar, y el hombre se encuentra afectado de un cáncer
que no puede eliminar por sí mismo. El pecado es una especie de lepra, que le corroe la carne
propia, la deforma, le aleja de la comunidad, Lev 13, 45-46. Estos tres símbolos y otros más nos
llevan a la conclusión que: “el salario del pecado es la muerte”, Rom 6, 23.
Finalmente, el pecado original de Adán y Eva, teológicamente hablando, se llama "pecado
original originante", es el primer pecado histórico de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Fue
un pecado personal y se transmite a todo el género humano vía generación o procreación. Con el
pecado original nuestro primeros padres perdieron su filiación divina, esta carencia de gracia
santificante afectó a las relaciones del ser humano con Dios, es decir, en el nivel sobrenatural, ya
no había gracia santificante, al carecer de ésta el ser humano ya no se relaciona filialmente con
Dios; y en el nivel natural sufre y padece en su existencia y encuentra a Dios con suma dificultad.
Esta carencia de filiación divina se comunica a todo el género humano.
A partir de nuestros primeros padres todas las criaturas humanas que vienen a este
mundo nacen con el "pecado original originado", es decir, es privación, o carencia de la gracia
santificante. Este “pecado original originado” no es un pecado personal sino es pecado de
naturaleza, no de persona, y consiste en la privación de la gracia santificante; es hereditario, y se
transmite vía generación.
Así pues, el primer pecado dio origen a todos los pecados que sucesivamente se han
venido dando en la existencia del género humano, dando como resultado el “pecado del mundo”,
Jn 1, 29, o :“el mundo de las tinieblas”. La característica peculiar del Pecado original es el orgullo, la
arrogancia, la presunción, de querer "ser como dioses", fruto, en definitiva, de la soberbia y la
desobediencia del hombre ante Dios. Es la negativa de no querer aceptar el mandato de Dios, así
el hombre se ha apartado de Dios. El árbol de la vida, de la ciencia del bien y del mal se ha
convertido en el árbol de la propia conciencia.
Los primeros padres querían "ser como dioses", (arum), cuando comieron del fruto del
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árbol prohibido, una vez que comieron del fruto prohibido, en vez de "ser como dioses", se
"hallaron desnudos" = se dieron cuenta que eran = nada (arom). En su soberbia y codicia
quisieron poseerlo “todo” fuera del plan de Dios y una vez que desobedecieron vieron que eran
"nada", ante Dios. Todo ello porque se dejaron engañar por el Diablo, el padre de la mentira. A
partir del pecado se encontraron en la presencia de Dios "desnudos", privados de la gracia
santificante, es decir, del estado de felicidad original. El hombre pecador se ha desligado de su
"religio", o sea, de la "religatio", del vínculo que lo unía a Dios y por eso se siente víctima de su
propio pecado, con vergüenza.
El coloquio entre Dios y nuestros primeros padres probablemente se desarrolló en la
misma conciencia, pues el relato bíblico no hace sino evidenciar un conflicto de conciencia por
medio de las excusas, que es la típica reacción del pecador: disculparse tratando de echar la culpa
al otro. Adán acusa a Eva, Eva a la serpiente.
Las maldiciones que Dios lanza contra la serpiente, el hombre y la mujer son símbolos de
la alteración producida por el pecado del hombre y en su relación para con Dios. De suyo, el
pecado original, no ha cambiado la naturaleza psicofísica del hombre, sino lo que se ha alterado
ha sido la relación interior, de conciencia, entre Dios y el hombre.
El castigo de Dios fue justo y sabio y consistió en la expulsión del paraíso y ha quedado
explicada en la sección correspondiente, su significado y alcance: primero es la ausencia de la
presencia de Dios en Adán y Eva, ya no pueden ver a Dios cara a cara, no pueden hablar con Él con
la inocencia de antes; segundo, acerca de la presencia de Dios en todas las cosas y la dificultad,
intrínseca del hombre para captar su presencia y vivir en paz y armonía con Él.
Pero el pecado de Adán y de todo el género humano no vence el amor de Dios. La criatura
humana viviendo en el pecado y sin la gracia santificante vive en esa angustia que vivía S. Pablo: “
... estoy vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que
quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que
es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí, es decir, en mi carne;
en efecto querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que
quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el
pecado que habita en mí”. Rom 7, 14-20. Esta situación lleva a Pablo a exclamar: “¡Pobre de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo
nuestro Señor!”. Rom 7, 24-25.
Sólo Dios puede salvar al hombre. Sólo Dios puede rehacer la imagen y semejanza que
quedó desfigurada por el poder del pecado, pero no la destruye, Dios sí puede recrearla. Y lo hace
por medio de su Hijo Jesucristo. Por eso el mismo S. Pablo exclama: “¿Quién nos separará del amor
de Dios que hemos conocido en Cristo Jesús? ¿la tribulación, la angustia? ... Pues yo estoy seguro ni la
muerte ni la vida ... ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en
Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom 8, 35-39.
La recreación de la imagen de Dios, desfigurada en el hombre por el pecado, será un
nuevo comienzo de la historia de los hombres. Jesucristo, el Verbo divino encarnado en el seno
purísimo de la Virgen María, enviado por Dios, abre el nuevo paraíso. Jesucristo es el nuevo Adán,
que repara lo que el primer Adán deshizo: “Si por el delito de uno murieron todos ¡cuánto más la
gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre
todos! ... En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un hombre ¡con cuánta más razón los
que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, por
Jesucristo!”. Rom 5, 15-17. Pablo argumente: “En efecto, así como por la desobediencia de un
hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno todos serán
constituidos justos”. Rom 5, 19. Y finaliza: “pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia; así,
lo mismo que el pecado reinó por la muerte, así también reinará la gracia en virtud de la justicia
para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor”. Rom 5, 20-21.

2.6.- Efectos del Pecado original


Como hemos descrito anteriormente el Pecado Original no fue una acción grave
intrascendente, al contrario, tuvo una implicaciones en la dinámica del Género Humano muy
graves.
40
El autor sagrado intenta demostrar cómo el mal que se inició de una manera personal en
Adán y Eva comienza a tener sus efectos históricos en el centro de la sociedad humana. El escrito
bíblico no formula ninguna consideración teológica sobre el pecado. Presenta el pecado concreto,
en situaciones concretas. Prueba la tesis sobre la maldad del corazón del Género humano con tres
ejemplos:

a.- Fratricidio de Caín sobre su hermano Abel, Gen 4, 1 y s.s.


b.- La corrupción generalizada de la Humanidad. Gen 6, 5-7. El Diluvio Universal, como
castigo por el desvío y maldad de los hombres.
c.- El poder y la vanidad humanas de la Torre de Babel, símbolo de la división de
lenguas y de razas de todo el género humano, y la dispersión , fruto de la división de los pueblos
que Yahvé disgrega por todo el mundo. Gen 11, 1 y s.s.
2.6.1.- Fratricidio de Caín sobre Abel: Gen 4, 1 y s.s.
La historia de Caín y Abel es la narración de la primera consecuencia de la ruptura con
Dios; es la ruptura de las relaciones entre los hombres. Es una ruptura tan trágica y definitiva
como el crimen de Caín sobre su hermano Abel.
La historia de Caín y Abel. Caín es el primogénito, el más capaz, el más fuerte. Abel,
significa en hebreo = "hebel" = lo débil, lo nulo, el más débil, el dedicado al trabajo menos fatigoso
de pastor.
Caín es labrador. Los dos hermanos ofrecen a Dios el holocausto dando lo mejor de sus
frutos y Dios acepta el sacrificio de Abel no la ofrenda de Caín. Para una mejor comprensión del
hecho, lo dividiremos de la siguiente manera:

.- El favor de Dios con el nacimiento de Caín


.- El alejamiento de Dios
.- El fratricidio
.- El endurecimiento interior
.- El lamento interior por el castigo considerado excesivo
.- La clemente protección de Dios.

Caín es el primogénito preferido y privilegiado de Dios, pero son precisamente sus ricos
dones los que le llevan a la perdición. El endurecimiento, la infidelidad, el orgullo y la presunción
que desde muy atrás se han ido asentando en el corazón de Caín se manifiestan brutalmente con
ocasión de un sacrificio ofrecido a Dios por su hermano Abel: "Agradó a Yahvé el sacrificio de Abel
y de su ofrenda pero no le agradó la de Caín", Gen 4, 5. El sacrificio es solamente un gesto interior,
una formalidad de la que están ausentes el corazón y la fe de Caín. El sacrificio de Caín, no grato a
Dios no es sino el desorden interior religioso de Caín, que se transforma en desorden humano.
Caín con esta diferencia de aceptación de parte de Dios se siente relegado, tiene envidia de la
situación de su hermano y se turba interiormente. Un altercado entre los dos hermanos, Gen 4, 8,
será la causa del fratricidio, a partir de ahí el endurecimiento de Caín será cada vez más evidente.
No surge en ningún momento el movimiento del arrepentimiento, la vida de su hermano
le es indiferente: "¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?", Gen 4, 9. Ni siquiera cuando Dios
lanza sobre Caín la condena: "Maldito serás de la tierra... Cuando la labres, te negará sus frutos, y
andarás por ella fugitivo y errante", Gen 4, 11-12, aflora en sus labios una palabra de
remordimiento o de arrepentimiento. Solamente se limita a lamentarse de su desgraciada
situación se aleja: "de la tierra fértil", Gen 4, 14, hacia un país extraño, como un "hijo pródigo"
mientras Dios lo sigue amparando con su amorosa solicitud.
En la historia de Caín se manifiesta el ritmo de la teología de la gracia divina y a la elección
y predilección divina, el hombre responde con el endurecimiento y con la repulsa. Pero, después
que el hombre ha cometido el pecado, Dios no lo rechaza para siempre, ni lo privará enteramente
de la gracia, sino que le da una señal de su clemencia y de su misericordia. Con el pecado el
hombre no atenta solamente a su relación de gracia con Dios, sino que fracasa en sí mismo, pierde
su propia personalidad, su propia cabeza, envenenando al mismo tiempo la sociedad en que vive.
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Ningún hombre vive solo; ningún hombre peca solo. La historia de Caín manifiesta
drásticamente cómo los asesinos de Dios se convierten también en asesinos del hombre.
Con el ejemplo del fratricidio de Caín el historiador Yahvista quiere poner su fundamento
teológico en el misterio del pecado. Si en el pecado original Adán y Eva de escondieron en la
arboleda del paraíso Gen 3, 8, ahora el pecado de envidia se describe con expresiones muy
particulares: "Se enfureció Caín y andaba cabizbajo", Gen 4, 5. El pecador no se atreve a mantener
la cabeza erguida Gen 4, 7, se siente turbado, ya no es el mismo, ha perdido la cabeza. Como los
primeros padres en el paraíso, también Caín se encuentra en el campo de tensión entre Dios y el
pecado: "Si no obras bien, estará el pecado a la puerta. Cesa, que él siente apego por ti y tú debes de
dominarle a El" Gen 4,7.
También Caín, como Adán y Eva, es arrojado de la presencia de Dios, Gen 4, 12, a la tierra
de nadie, "en la región de Nod", Gen 4, 16. Pero así como en el momento de la expulsión del
paraíso alborea una señal de salvación Gen 3, 15. Tampoco ahora Dios abandona al fugitivo a la
perdición, sino que sigue protegiendo su honor y su vida.
Finalmente, si tras la caída de los primeros padres, el pecado original, se perfila la libertad
humana, bajo el fratricidio de Caín afloran la aparición del mal, como efecto del pecado original en
cada hombre concreto, en cada generación y su propagación en toda la comunidad humana.
Desde el punto de vista metodológico, es importante hacer notar que Caín y Abel no son dos
figuras del pasado. Caín y Abel son .... todos los hombres del género humano, de todos los
tiempos: somos todos nosotros ahora. En cada uno de nosotros hay un Caín que no hay
descuidar y al que no hay que dejarle actuar, (el hombre viejo, según S. Pablo). Lo que este relato
nos quiere decir es que la convivencia entre los seres humanos siempre es difícil a causa del
pecado. Hoy también lo es.

2.6.2.- Corrupción generalizada de la Humanidad. Gen 6, 5-8


El pecado de los hombres no es algo estático, inofensivo, al contrario es como una gran
cáncer que se va extendiendo y se va haciendo cada vez más peligroso, el pecado, el mal se
comunica persona a persona, comunidad a comunidad, generación a generación. Así nos lo
presenta este pasaje del Gen 6, 5-7. Ante tanta maldad que había en la creación y en la corazón de
los humanos, Dios se arrepintió de haber creado al hombre a su imagen y semejanza: "Viendo
Yahvé que la maldad del hombre cundía por toda la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba
su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvé de haber hecho al hombre en la tierra, y se
indignó en su corazón y dijo Yahvé: "Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al hombre que he
creado ... porque me pesa haberlos hecho”. Gen 6, 5-7.
Éste es uno de los pasajes más fuertes que hay en el libro del Génesis. Parece que Dios ha
fracasado en todo su plan hermoso de la Creación, especialmente de la criatura humana, a su
imagen los creó: para que vivieran en el amor y a la vez correspondieran a ese amor de Dios, pero
el desarrollo de la Historia de la Humanidad no fue así, más bien tomó el rumbo contrario: el
camino del pecado, del desamor, que todos sus pensamientos eran puro mal de continuo. Las
palabras empleadas por el escritor sagrado son fuertes, hay que meditarlas en profundidad para
entender la gravedad que expresan. En ellas se nos muestra las consecuencias tan graves de los
efectos del Pecado Original.

2.6.2.1.- Dios responde a la corrupción de la Humanidad con el castigo del Diluvio Universal. A la
vez hace un nuevo pacto o alianza con la Humanidad por medio del patriarca Noé : Juicio y
Salvación, Gen 6, 8
La narración del diluvio universal parte de esta observación: el pecado, la corrupción de
las criaturas humanas no puede dejar indiferente a Dios. El Dios de la Biblia es un Dios “Santo”. Ni
tolera ni puede tolerar el pecado, pues es incompatible por su propia naturaleza con Él.
Dios no se queda “indiferente” ante el pecado. Sobre el pecado tiene que manifestarse
necesariamente de un modo o de otro, antes o después. Por eso “la ira de Dios”, “su cólera”, su celo
por la justicia, la verdad, la bondad, son expresiones bíblicas que designan esa intransigencia
sustancial entre Dios y el pecado cometido por la criatura humana. Dios siempre aborrece el
pecado y busca una solución. El juicio y castigo de Dios no es de venganza sino medio para
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originar la salvación.
El autor de estos capítulos destaca de manera especial que el fruto del pecado es la
muerte y que la maldad de los hombres atrae el juicio de Dios. Jesús nos aclara este pasaje del
Diluvio universal, Lc 17, 26-27: “Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del
Hijo del Hombre. Comían y bebían tomaban mujer o marido, hasta el día que entró Noé en el arca;
vino el diluvio y los hizo perecer a todos”. Los hombres vivían despreocupados e indiferentes.
Ocuparse de Dios no les interesaba, ocuparse de los hombres, tampoco. Sólo Noé, el justo, está
atento a acoger la salvación que Dios le ofrece y se salva. El Señor nos advierte que el “juicio de
Dios”, llegará de repente.

2.6.2.2.- El patriarca Noé: Gen 6, 9, s.s.


Pero el mensaje religioso de esos relatos nos habla, además, de la paciencia y de la
misericordia de Dios que en medio del mal y del pecado ve siempre algo que salvar. La maldad del
hombre no detiene los planes de salvación de Dios. Dios hace una alianza con Noé, es como una
nueva creación, de Noé, el varón justo, vendrá una nueva descendencia, debido a este mundo
nuevo, salido del pacto de Dios con Noé, la tradición cristiana ha visto en el patriarca una figura de
Cristo resucitado. Como Dios salvó a Noé del agua mortal del diluvio por medio del Arca, así nos
salvará Jesús a los hombres por las aguas purificadoras del bautismo, reuniéndonos en su Iglesia
santa. “Esta es la historia de Noé: Noé fue el varón justo y cabal de su tiempo. Noé andaba con Dios”.
Gen 6, 9. Presentamos un esquema sencillo para explicar cómo el escritor sagrado, valiéndose de
las tradiciones de su pueblo intenta unir los diversos acontecimientos que acaecen en los
primeros tiempos de la Historia. Podemos imaginar la historia bíblica cómo un puente
gigantesco, que va desde Adán hasta Abrahán de la siguiente manera:

Los primeros Caín y Abel Diluvio (Noé) Torre de Abrahán Jacob y 12


hombres, Gen 4 Gen 6, 5-17 Babel Gen Isaac Gen 12, Tribus, Gen
Gen 1 al 3 11, 1-9 1,s.s. 29, 1, s.s.

TRADICIÓN YAHVISTA
Gen 2, 4b – 3,24: Narración de la creación y del pecado original y castigo
Gen 4, 1-2 Genealogía Adán y Eva; Caín y Abel
Gen 4, 3-16 Narración del crimen y castigo de Caín y Abel
Gen 4, 17-26 Genealogía Caín – Lamec; Adán Enós
Gen 6 –8, trozos, Narración del delito – castigo (el Diluvio)
Gen 9, 18-19 Genealogía de Noé
Gen 9, 20-27 Narración de un delito – castigo (los hijos de Noé)
Gen 10, trozos, Genealogía (tabla de los pueblos)
Gen 11, 1-9 Narración de un delito – castigo (torre de Babel)

TRADICIÓN SACERDOTAL
Gen 1, 1 –2,4ª Narración de la Creación
Gen 5 Genealogía de Adán a Noé
Gen 6–9, trozos, Diluvio y nueva creación.
Gen 6, 9-10 Genealogía de Noé.
Gen 10, trozos, Genealogía (tabla de los pueblos)
Gen 11, 10-26 Genealogía de Sem a Abrahán

Un poderoso tramo de tiempo se extiende desde la historia de Caín y Abel hasta el relato
del primer juicio universal del Diluvio. El oscuro río del pecado humano se iba haciendo cada vez
más ancho y funesto: "Había crecido la maldad del hombre sobre la tierra, y todos sus pensamientos
y deseos sólo y siempre tendían al mal", Gen 6, 5. "Todo en la tierra era corrupción", Gen 6, 11. "Toda
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carne había corrompido su camino sobre la tierra", Gen 6, 12. El cáncer del mal que primeramente
se había manifestado en el fratricidio de Caín, devoraba ya a toda la humanidad. El hombre
creado a imagen y semejanza de Dios, se había transformado en un adversario de Dios, Gen 6, 11
y s.s.
Pero en medio de esta humanidad pecadora y separada de Dios, Dios encuentra a Noé,
una persona justa y fiel al Señor: "Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé, Noé era el varón más
justo y cabal de su tiempo. Noé andaba con Dios...", Gen 6, 8-10. El escritor sagrado no se ha
limitado solamente a describir el terrible mundo del pecado sino que ha seguido también el sutil
hilo de buena voluntad y fidelidad que se puede descubrir en la humanidad después de Abel y Set,
concedido por Dios a los hombres en sustitución de Abel. Después de Abel y Set la línea de la
salvación pasa por Enós, el hijo de Set. "Entonces se comenzó a invocar el nombre de Yahvé", Gen 4,
26.
Noé es la línea de continuación de la salvación ofrecida siempre por Dios al género
humano, Noé halla gracia a los ojos de Dios y Dios le asegura: "Cuanto hay en la tierra perecerá.
Pero contigo haré yo mi Alianza", Gen 6, 17-18. Así Noé se convierte en una bendición para toda su
familia, porque será salvado con sus hijos, con su mujer, Gen 6, 18 . El individuo tiene una función
salvadora y santificadora para toda la comunidad.

2.6.2.3.- El juicio de Dios sobre el mal que había en la humanidad


Junto al juicio de Dios viene el castigo, y éste fue terrible, veamos: "Perecieron cuantos
animales se movían en la tierra, aves, ganados, bestias, y todos los reptiles que se arrastraban por la
tierra, todos los hombres y todo cuanto vivía sobre la tierra seca. Fueron exterminados todos los
vivientes sobre la superficie de la tierra, desde el hombre a la bestia y los reptiles, y las aves del cielo,
quedando sólo Noé y los que con él estaban en el arca". Gen 7, 21-23.
El primer juicio universal que hizo Dios fue tremendo y contiene una afirmación
escatológica, porque el espantoso castigo divino que se abatió sobre la humanidad en forma de
diluvio nos indica la tremenda realidad del castigo eterno. No se puede rechazar el amor de Dios
sin ser rechazado por Dios. Dios rechaza a quien primero lo ha rechazado a El, a pesar de todas
las solicitaciones de la gracia. Renunciando a castigar al hombre que persevera en el mal
consciente o temerariamente, Dios mostraría aprobar la rebelión contra El. Tras el castigo del
diluvio está el reconocimiento de que la vida del hombre no es un juego y que su respuesta
negativa no se extingue sin sus consecuencias (el castigo).

2.6.2.4.- La Alianza con Noé


Después del diluvio y de serenarse las aguas destructoras, Noé sale del arca, como se lo
había señalado Dios y : "Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, diciéndoles: "procread y multiplicaos y
llenad la tierra y dominadla", Gen 9.1-7. Estas palabras que se leen después del Diluvio y del
sacrificio de Noé parecen un eco de las palabras que, tiempo atrás, habla dirigido Dios a los
primeros padres en el paraíso, Gen 1, 28 s.s. Si entonces Adán fue la cabeza de la humanidad
nueva, ahora Noé es cabeza elegida por Dios para una nueva humanidad. Con Adán los hombres
perdieron la amistad con Dios, con Noé se establece una Alianza dando comienza a una nueva
humanidad. El mal murió con el diluvio, la nueva humanidad hace un pacto con Dios y dice: "Ved,
yo voy a establecer mi alianza con vosotros y con vuestra descendencia.. y con todo, ser viviente", Gen
9, 9.
El mensaje bíblico sobre el diluvio no debe de transformarse en una lección cualquiera de
catequesis, debe estar ligado a la pedagogía que Dios lleva y muestra en la historia de la salvación.
Dios no aprueba el pecado, y lo destruye. No quiere el pecado ni sus consecuencias: el desorden y
el caos. Cuando Dios parece que va a destruir todo lo creado, siempre hay una persona elegida de
Dios, por medio de la cual, salva de nuevo al género humano. La enseñanza más eficaz de esta
narración bíblica del diluvio es la tremenda gravedad del castigo divino, del que nadie puede
escapar, Dios nunca se olvida de los hombres y a la vez que castiga al hombre en ese mismo
instante busca su salvación.
En el momento que se iba a decidir a destruir todo hombre y toda criatura animal, en ese
mismo instante surge Noé como el hombre elegido por Dios para salvar al género humano. Dios
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castiga el pecado y lo destruye, y quiere al pecador.

2.6.3.- La Torre de Babel: Símbolo del poder y vanidad de los hombres; la confusión y dispersión
de los hombres por Yahvé, Gen 11, 1 - 9
“Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras” ... “Entonces se dijeron el uno
al otro: “Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al fuego”. Así el ladrillo les servía de piedra y el betún
de argamasa. Después dijeron: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el
cielo, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra”. “Bajó Yahvé a ver
la ciudad y la torre que habían edificado los humanos,... “Ahora nada de cuanto se propongan les
será imposible. Bajemos pues, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no se entiendan
entre sí”. “Y desde aquel punto los desperdigó Yahvé por toda la faz de la tierra y dejaron de edificar
la ciudad”, Gen 11, 1-9
El relato de la torre de Babel es un ejemplo más que la Biblia es un libro religioso y que en
este capítulo narra la soberbia de los hombres ante Dios. La Biblia sólo se preocupa de transmitir
un mensaje religioso de salvación. La narración, sin embargo, recoge datos reales de la ciudad y
de la cultura de Babilonia:
.- Había en la ciudad de Babilonia un mismo lenguaje, aunque también habría variedad de
idiomas, que hablarían, probablemente los muchos prisioneros de guerra que tenía.
.- Construían edificios con ladrillos
.- En su ambición de poder quisieron construir una torre piramidal de siete pisos, llamada
“ziggurat”; el último piso, es un santuario consagrado al Dios Marduk, dios de Babel o Babilonia.
La prehistoria bíblica reanuda continuamente los diversos hilos del pensamiento para
formar nuevos puntos de enlace. La historia, de la Torre de Babel constituye uno de esos nudos,
en el que se entrelazan dos series de ideas: por una parte, se manifiesta una vez más el creciente
desarrollo y la continua afirmación maligna del pecado, a pesar de la alianza de Noé; por otro lado
se repite el tema de la construcción de la ciudad, que ya había aflorado en la historia de Caín, Gen
4, 17.
La tesis semita era la siguiente: la naturaleza, obra de Dios, se contrapone a la ciudad
urbana que es obra de los hombres. Así, la ciudad se convierte en la sede de todo mal y en el
centro de su pecado que es la idolatría. Este menosprecio por la ciudad urbana es típico de la
mentalidad nómada, de los beduinos y de los habitantes del desierto y las estepas, que viven en
contacto continuo con la naturaleza y que son fundamentalmente pueblos pastoriles. Babel es la
figura modélica de la falsa unidad, de la alianza entre la naturaleza y la fuerza del hombre, que
éste persigue de manera independiente de Dios.
La historia de la construcción de la torre es otro relato doctrinal sobre el pecado del
hombre y especialmente del pecado de poder y vanidad humanos, es decir, la soberbia: “Dijeron
después: vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el cielo y hagámonos famosos,
por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra”, Gen 11, 4.
En estas palabras tenemos a un grupo de hombres que quieren vivir al margen de la
voluntad de Dios, quieren vivir según sus proyectos humanos, materiales, terrestres, son
ambiciosos, orgullosos, quieren construir una ciudad donde el centro del poder sea el hombre y
no Dios, y construir en ella una torre que llegue hasta el cielo para tener acceso directo a su dios,
es decir, entrar en contacto con su dios, cuando quieran y como quieran (ésa es la idolatría), y una
vez llevado a cabo este proyecto, expandirlo por todo el mundo para hacerse famosos.
Todo este proyecto colectivo humano está al margen de la voluntad de Dios, y Dios castiga
este proyecto del pueblo interviniendo directamente con su poder divino y creando la confusión
de lenguas (no se entendían entre ellos): “Bajó Yahvé a ver la ciudad y la torre que habían
edificado los humanos, y pensó Yahvé: “todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y éste es el
comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Bajemos, pues, y una
vez allí, confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan entre sí"” Gen 11, 7.
Esta historia de la torre de Babel, parece que fue escrita por la tradición Yahvista y
compilada hacia el siglo IX, o VIII a. d. Cristo. El fin del relato de esta historia es explicar la
multiplicidad de idiomas y de pueblos con diversas lenguas que rodean al pueblo de Israel. Y
también la experiencia de los hebreos al constatar que las diversas naciones que les rodean:
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egipcios, asirios, babilonios, no son pueblos unidos, al contrario, son enemigos entre ellos, no
forman una gran familia como es la del pueblo elegido.
¿A qué se debe esta separación, esta diversidad, de lenguas y costumbres? Esto solo
puede deberse a una intervención de Dios, a una maldición de Dios como castigo por su soberbia.
La construcción efectiva de la ciudad y de la torre se convierte en el símbolo del poder y de la
vanidad de la humanidad. De la misma manera la efectiva diversidad lingüística de los hombres
en el relato de la construcción de la torre pasa a ser el símbolo de la humanidad dividida.
El escritor sagrado interpreta a la luz de la historia de la salvación y dice: hay un solo
pueblo sobre el cual reposan la gracia y la gloria del Señor: el pueblo escogido de Israel. Es
evidente que la diversidad de las naciones y la historia de la torre de Babel constituyen un
importante elemento necesario para la comprensión de la diversidad de las naciones que hay en
el mundo, y a la vez explica la unión y la predilección divina por el pueblo de Israel.
Contrario a este proyecto de la humanidad que quiere prescindir de Dios, está el proyecto
de salvación de Dios a favor del género humano. Llegada la plenitud de los tiempos Gal, 4,4, Dios
Padre envía a su Hijo Jesucristo para salvar a todos los hombres y el Padre y el Hijo envían desde
el cielo al Espíritu Santo para que lleve a plenitud la obra de salvación comunicándoles el Espíritu
Santo a los apóstoles, espíritu que unificará a todo el género humano, contrario a la confusión de
lenguas de Babel, en el que todos los allí presentes entendían en su propia lengua el mensaje de
salvación, para cumplir el mandato de Jesucristo: “ir pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo les he mandado”. Mt 28 19-20.
Así la Torre de Babel es contraria al don del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Babel,
ciudad sin Dios, divide a la humanidad con la confusión de lenguas y la dispersa. Dios actúa de
manera diferente en la fiesta de Pentecostés, por medio de la efusión del Espíritu Santo crea la
nueva ciudad, la Iglesia, y se comunica la salvación a todo el género humano por el don de
lenguas, cada uno habla en su lengua de origen y todos entienden bien el misterio de Dios
realizado por Jesucristo. Así, vemos cómo el espíritu humano de soberbia de Babel divide a la
Humanidad y la dispersa, el espíritu divino de Pentecostés por el don de lenguas (glosolalia) une
en Dios a toda la Humanidad y la salva.

CAPITULO TERCER

FORMACIÓN DEL PUEBLO DE ISRAEL

3.1.- Dios forma un pueblo de su propiedad


La prehistoria bíblica, capítulos 1 al 11, como hemos visto anteriormente, termina con la
narración de un nuevo pecado de orgullo de la humanidad, con la construcción de la Torre de
Babel. Esta humanidad, dispersa a causa del pecado, comienza a encontrar su unidad en un
hombre llamado por Dios para ser: “padre de una muchedumbre”, Gen 17, 4-5, en quien : “serán
bendecidas todas las familias de la tierra”, Gen 12, 3. Su nombre es: Abrahán, el amigo de Dios y
padre del pueblo elegido.
En la presente visión histórico - cronológica que presentamos esquemáticamente, se
extiende a dos mil años que separan a Abrahán de Jesucristo, "hijo de David, hijo de Abrahán"
(Mat.1.1). Abrahán se presenta como un emigrante llamado por Dios desde Ur de Caldea
(Mesopotamia) Su asentamiento en Palestina encaja bien con la penetración de los amorreos en
este país y en Mesopotamia. En Palestina llevó una vida seminómada, pastoreando sus rebaños
en régimen de trashumancia; sin embargo, ligado a la zona de Mambré – Hebrón persiste el
recuerdo de una etapa en que el patriarca residió de manera más estable. El tipo de vida que se
describe en Génesis, concuerda perfectamente, desde el punto de vista histórico, con todo lo que
sabemos acerca de la existencia seminómada a comienzos del segundo milenio a.d.C.
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ÉPOCA EPISODIOS FUENTES FUENTES BÍBLICAS


Hacia 1800 Abrahán emigra desde Ur a Gen.12, 1 y s.s.
Jarán.
Hacia 1750? Viaje de Abrahán de Jarán Gen. 12, 1 y s.s.
a Canaán.
Hacia 1650-1400 Migraciones de las tribus
israelitas (Jacob) en Egipto. Gen. 12, 10, s.s.
Hacia 1300 Moisés. Éxodo de Egipto y Ex.Lev.Num.Deut
peregrinación
Hacia 1250 Ocupación del país de Canán Jueces, Judit. Ruth.
Época de los Jueces. 1 Sam y 2 Sam
Hacia 1020 Reinado de Saúl. 1 Sam. y 2 Sam.
1012-972 Reinado de David 1 y 2 Samuel
972-932 Reinado de Salomón 1 Reyes.1,2 Cron
932 División Reino de Salomón 1 y 2 Reyes.2 Cron
722-705 Sargón II rey Asirio conquista 1 y 2 Reyes
reino del Norte. Destierro a Asiria
586 El rey Nabucodonosor, conquista
el reino del Sur (Judá) 2 Reyes
586-538 Destierro y cautividad en Babilonia 2 Cron
538 - 331 Edicto del rey persa Ciro 2 Cron, Esd. Neh.
Regreso de los hebreos a Palestina
Reconstrucción del Templo
de Jerusalén
331 –163 Dominación Alejandro Magno
y dominio helénico de Tolomeos
y Seléucidas
168-142 Guerra de los Macabeos contra la
dominación de los Seléucidas 1 y 2 de Macabeos
142- 63 Mandato de los Asmoneos
3.2.- Historia de Abraham: Gen 11, 1 y s.s.

3.2.1.- Ambientación general de los Patriarcas


La formación de las tradiciones orales relativas a los Patriarcas se sitúa en el 2º milenio
a.d. Cristo, antes del asentamiento del pueblo de Israel en la tierra de Canaán (Siglo XIII).
W. F. Albright y R. de Vaux, lo ubican entre el 1900 y el 1700 antes de Cristo. H. H. Rowley
lo sitúa en el siglo XVIII o XVII antes de Cristo. C. H. Gordon lo ubica en el siglo XIV, antes de Cristo.
Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan seminómada, que vivían
independientemente unos de otros. Eran de raza semita del Medio Oriente. La cultura era de
pastores que trashumaban por los pozos de agua potable para abrevar a sus rebaños.
La religión era la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que
prometía bendición y protección, fecundidad, descendencia, y la posesión de la Tierra Prometida.
En un segundo tiempo estas figuras patriarcales se confundieron con las tribus, que los
consideraron como sus antepasados. Estas tribus se establecieron en varios centros del Medio
Oriente: Mesopotamia, en torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas: Abrahán,
Isaac, y Jacob; en Galad, más allá del Jordán; en la Palestina central, y en el Negueb.
Históricamente hablando, la datación exacta de la historia de Abrahán es muy discutida y
no hay fechas claras y exactas. Las opiniones de los expertos en la materia son muy discordantes.
Lo que sí es cierto que la era de los Patriarcas coincide con el agitado período de la migración de
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las tribus semitas (2000-1700) antes de Cristo.
Los caminos que siguieron los patriarcas, según la Biblia, bordeaban el río Eúfrates, o
corrían a lo largo de las márgenes esteparias del desierto, donde había pozos de agua, útiles para
dar de beber al ganado.

3.3.- Situación de Abrahán en la historia


Las narraciones sobre Abrahán y los patriarcas, recogidas en la Biblia, fueron escritas
muchos siglos después de los sucesos. Durante esos siglos, las tradiciones orales se transmiten
como recuerdos de familia, la historia de sus antecesores. Por hallarse en un período de cultura
oral tienen un gran desarrollo de la memoria y de las narraciones y se transmiten de padres a
hijos, sucesivamente e ininterrumpidamente, los acontecimientos acaecidos hasta que finalmente
y muy tardíamente se escriben.
Como es obvio, estas tradiciones no pueden ser exactas y precisas como nuestras crónicas
modernas. De suyo esta crónica de Abrahán está narrada por tres tradiciones: la Yahvista, la
Elohista y la Sacerdotal. A veces se introducen exageraciones para exaltar cualidades personales
de los patriarcas, pero esto no prejuzga ni anula el hecho acaecido.
Por todo esto la historia de los Patriarcas, como se presenta en el Libro del Génesis,12 y
s.s. es el producto de un proceso secular de maduración teológica, que ha llegado a la redacción
definitiva actual del Texto solamente hacia el S. V antes de Cristo. Se trata de una composición
literaria muy compleja, que resulta de la yuxtaposición de muchos estratos diferentes y aún
opuestos, no solo desde el punto de vista cronológico sino también teológico.

3.4.- Vocación de Abrahán


La humanidad ha vivido miles de años en condición de prehistoria, lo mismo en el orden
cultural que en el salvífico. Una vez más, Yahvé Dios, toma la iniciativa para realizar la salvación
de todo el género humano. El tema fundamental de la iniciativa y de la acción de Dios lo
presentamos en cuatro tiempos:
1.- Dios toma la iniciativa y llama a Abrahán: "Yahvé, dijo: Abrahán, Sal de tu cierra, de tu
parentela, y de la casa de tu padre... ". Gen 12, 1.
2.- Dios ofrece una promesa material (la tierra prometida): "Y vete a la tierra que yo te
indicaré”. Gen 12, 1.
3.- Dios ofrece una promesa humana (la descendencia de Isaac): “ ... De ti haré una nación
grande. Engrandeceré tu nombre; y sé tu una bendición ... “ Por ti se bendecirán todas los linajes de la
tierra”, Gen 12, 2-3.
4.- Dios establecerá una Alianza con Abrahán: "Aquel día firmó Yahvé una alianza con
Abrahán”. Gen 15,18.
Dios dirige el plan de salvación y Abrahán obedece. Es siempre Dios el que lleva la
iniciativa de la historia de la salvación. El hombre puede tener sus planes, pero si no concuerdan
con los de Dios, estos planes del hombre no se cumplen, es necesario obedecer a la voluntad de
Dios, aceptar plenamente sus planes. Su voluntad está por encima de nuestros planes y de
nuestros cálculos.
La iniciativa de Dios es para el hombre Abrahán una llamada que se concreta en una
orden de partida, esa llamada es al mismo tiempo una orden de renuncia. Abrahán tiene que
abandonar todo aquello que constituye su seguridad en la vida: tierra y familia y dirigirse en la fe,
"a la tierra que yo te señalaré". Es decir además de la renuncia tiene que fiarse totalmente del plan
de Dios, sin saber con certeza a dónde va. Su patria, su vida, su familia empieza a ser la palabra de
Dios, su voluntad misteriosa y salvífica. El sacrificio de esta fe y de esta renuncia no será inútil: "Yo
te haré un gran pueblo, te bendeciré y te engrandeceré, tu nombre será una bendición. Bendeciré a
los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y serán bendecidas en ti todas las familias de la
tierra". Gen 12, 2-3.
Abrahán está destinado dentro de los planes de Dios a ser el origen de una bendición que
no se limitará a él personalmente, sino que se extenderá a un pueblo que surgirá de él, y por
medio de él a todos los habitantes de la tierra.
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3.5.- Las Promesas


El Dios de Abrahán es un Dios de promesas reales que luego se cumplen con toda
fidelidad. Veamos: ABRAHÁN

Gen 12, 1 “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y vete al país que yo te
indicaré”.
Gen 12,2 “Yo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una
bendición”.
Gen 12,3 “Yo bendeciré a los que te bendigan ... Por ti serán bendecidas todas las comunidades
de la tierra”.
Gen 12, 7 “Yo daré esta tierra a tu descendencia”.
Gen 13, 5 “Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.
Gen 13, 16 “Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra”.
Gen 15, 5 “Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas ... Así será tu descendencia”.
Gen 15, 7 “Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión”.
Gen 15, 18 “A tu descendencia doy esta tierra”.
Gen 17, 2 “Yo estableceré un pacto contigo: te multiplicaré inmensamente”.
Gen 17, 4 “Éste es mi pacto contigo: tu llegarás a ser padre de una multitud de pueblos”.
Gen 17, 6 “Te multiplicaré inmensamente: yo haré que de ti salgan pueblos y nazcan reyes”.
Gen 17, 8 “Yo te daré a ti y a tu descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra que
habitas”.
Gen 18, 18 “Ha de convertirse en un pueblo fuerte y en él serán bendecidas todas las naciones de
la tierra”.
Gen 22, 17,ss. “Te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tu descendencia ... Por tu
descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra”.
Gen 24, 7 “Yo daré esta tierra a tu descendencia”.
Gen 24, 35 “El Señor ha colmado de bendiciones a mi amo y le ha enriquecido mucho”.

Con la promesa hecha por Dios a Abrahán, la mirada de éste estará, siempre pendiente
del futuro, esta promesa genérica se va a ir concretando en nuevas manifestaciones del Dios que
llama y que salva.
a .- La promesa material física: Consistía en entregarle la tierra prometida; tierra que
mana leche y miel. Esta tierra era Canaán y se lo indica diciendo "A tu descendencia daré yo esa
tierra", Gen 12, 7. La donación no será para Abrahán, sino para "su descendencia", él tendrá que
caminar en la fe y en esperanza hacia esa tierra como peregrino.
b .- La Promesa material humana: Dios había prometido a Abrahán una descendencia
numerosa, pero de suyo para que se realizara este promesa existían dos grandes dificultades:
una, Abrahán no tenía hijos; otra, Sara su mujer ya era de edad avanzada y estéril, ¿cómo y de
dónde va a venir la numerosa descendencia? Lo que es imposible para el hombre es posible para
Dios.
Abrahán, para salvar la dificultad de no poder tener descendencia de su mujer Sara,
recurre a la costumbre de los semitas de tener un hijo de la esclava de Sara, Agar, de ésta nacerá
Ismael y piensa hacerle su primogénito. Sara acepta esta propuesta, pero éste no era el plan de
Dios: "He aquí que no me has dado descendencia y un criado de mi casa me va a heredar... no te
heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas". Gen 15, 3-4. En efecto, Sara la
mujer legítima de Abrahán, a edad avanzada concibe y da a luz un Hijo: Isaac. Es el hijo de la
promesa humana, de él vendrán las demás generaciones. El hombre propone y Dios dispone,
desde el punto de vista de la Historia de la salvación no son los proyectos de Abrahán los que
cuentan, sino el designio divino al que Abrahán se adhiere en la fe: "Y creyó en Yahvé, el cual se lo
reputó por justicia". Gen 15, 6.
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3.6.- La Alianza
La "alianza", en hebreo "berit", es un ritual nómada que se realiza para sellar y pactar una
promesa o compromiso entre dos partes: bien sean dos personas, o dos tribus, etc. El rito consiste
en descuartizar unas reses y sacrificarlas, así se pacta el acuerdo y se confirma la descendencia
prometida: "Aquel día formó Yahvé una alianza con Abrahán", Gen.15,18. En este caso es la
alianza entre Dios y Abrahán, en la que Dios formará un pueblo elegido cuyo padre será Abrahán,
pueblo del que vendrá el Mesías salvador de todo el género humano, Jesucristo. Dios cuidará a su
pueblo, Abrahán y los suyos le reconocerán como el único Dios.

3.7.- La fe de Abrahán
Dios cuando llama y elige, lo hace con toda exigencia. Quiere que el elegido y llamado
responda con todo su ser a la misión que se le ha encomendado. Abrahán es el primer modelo de
una respuesta obediente y fiel al llamado divino. Abrahán tuvo que ejercitar continuamente la fe
en Yahvé. Fe ante el llamado que Dios le hace. Fe a la promesa, cuando todo parecía imposible: la
esterilidad. Fe en la alianza, se cumplirá en un futuro. Fe cuando Yahvé le diga que sacrifique a su
hijo Isaac, ¡el primogénito!
Abrahán supera y alimenta su fe en Yahvé por la obediencia a la voluntad de Dios, esto lo
vemos perfectamente en el pasaje del sacrificio de su hijo Isaac. La prueba a la que fue sometido
Abrahán, no consiste sólo en anteponer el mandamiento divino a su amor paterno: es una prueba
mucho más profunda y terrible, porque parece que en ella Abrahán debe dudar del mismo Dios,
estando la voluntad expresa de Dios, que le impone sacrificar a Isaac, en oposición clara y
manifiesta con la divina promesa sellada con alianza, según la cual promesa, Abrahán será padre
de una gran descendencia.
La fe de Abrahán es sometida a una dura prueba pero sabe resolverla en providencia y en
obediencia: "Dios proveerá", Gen 22, 8. Abrahán resuelve el conflicto remitiéndole a Dios la
solución del problema en actitud reverente y obediencial, pues Abrahán tenía experiencia lo que
es imposible para los hombres es posible para Dios, y así fue, Dios salvó a Isaac y de ahí vino la
gran descendencia. Abrahán recupera a su hijo vivo en virtud de la fe y por su actitud humilde y
obediencial

3.8.- La bendición de Melquisedec. Gen 14, 17-24


En este pasaje encontramos una referencia al N.T. verdaderamente impresionante.
Melquisedec ofrece al Dios vivo pan y vino. Sabemos que el ofrecimiento de pan y de vino
constituye en el sacrificio de la nueva Alianza el presupuesto esencial, para que la obra de
salvación de Cristo pueda hacerse realidad su presencia salvadora. A ninguna figura del A.T. se le
tributa tanto honor como al rey Melquisedec que según la Epístola a los Hebreos 7, 3 : "es hecho
semejante al Hijo de Dios y permanece sacerdote para siempre".

3.8.1.- Conclusión: En la historia de Abrahán hay que destacar lo siguiente:


a.- La iniciativa divina. Es Dios quien toma la iniciativa en todo momento, el hombre
proyecta sus planes, Dios los dirige y concretiza. A veces los cálculos y previsiones humanas nada
cuentan, si no coinciden con los designios divinos. Estos designios divinos a veces son difíciles de
conocer y sobre todo de aceptar. Antes de llegar a adherirse plenamente a los planes últimos de
Dios, el hombre debe de atravesar las más largas luchas y las más dolorosas pruebas y
tentaciones. De esta lectura se saca al mismo tiempo el coraje para no desanimarse en las pruebas
y en las esperanzas últimas de que quien confía en el Señor, ¡jamás será defraudado!
b.- Abrahán es el modelo de hombre de fe. Fe porque se fió continuamente de Dios y de
su palabra y saliendo de sí mismo se aventuró esperando contra toda esperanza. Abrahán es
modelo de obediencia, sabiendo superar las pruebas y dificultades a que le sometió Dios para
probar su fidelidad. Sabe que los planes de Dios no son nuestros planes.
c.- Dios siempre cumple sus promesas. Ya sean éstas humanas o materiales aunque a
veces, para probar al creyente, pida lo contrario a las promesas, pero el que obedece deja actuar a
Dios. El Dios de Abrahán es el Dios que toma la iniciativa, que cumple su palabra y salva.
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3.9.- Historia de Isaac: "El bendito de Yahvé" , Gen 25, 19.


Isaac es el heredero de las grandes promesas de Dios a Abrahán y a su posteridad. Isaac
cuya historia es pobre y breve de acontecimientos exteriores es una figura bíblica de transición a
quien corresponde la misión de transmitir las bendiciones de la promesa.
Para situar en su justa luz la personalidad y la piedad de Isaac, es menester, desde la
descripción del viaje al lugar del sacrificio junto con su padre Abrahán al monte Moriah, poner de
relieve claramente y con pleno conocimiento el debate personal de Isaac con la orden divina y al
fin su obediencia, que es fruto de conquista y al mismo tiempo desbordamiento de confianza.
Entre Abrahán, fuerte y firme en la fe, y Jacob que lucha con Dios se halla Isaac, cuya piedad está
caracterizada por la fidelidad serena y agradecida con que él custodia la bendición recibida en
herencia. El sacrificio de Isaac ha sido considerado como el tipo del sacrificio de Cristo sobre la
cruz.

Vida Isaac Vida de Jesucristo


.- La leña para el sacrificio .- El leño de la cruz
.- El monte Moriah .- El monte Calvario
.- Obediencia hasta la muerte .- Obediente hasta la muerte

3.10.- Historia de Jacob, cabeza de Israel


De la historia de Jacob podemos decir que mientras en la vida de Abrahán y de Isaac Dios
ha intervenido de modo francamente visible, en la historia de Jacob, la acción divina es más oculta.
Sin embargo hay un tema, que a través de muchos errores y conflictos, intrigas y engaños, tan
abundantes en la vida de Jacob, él se abre camino obstinadamente y vemos cómo Dios, el Dios de
Abrahán y de Isaac, se interesa por Jacob.

3.10.1.- Jacob y Esaú: El conjunto de relatos que asocian a los dos hermanos pertenecen a una
tradición familiar, los hermanos mellizos se pelean ya en el seno materno (Gen,25 1 22). La
etimología popular dada al nombre de Jacob, en hebreo significa que él "suplanta" a su hermano,
Gen 27, 3-6, pues no en vano le roba la primogenitura Gen 25, 29-34, al igual que la bendición de
su padre, Gen 27, 40. Tampoco duda en fingir una reconciliación con Esaú para poderle engañar
con más facilidad.
Mientras Esaú se presenta como un muchacho engreído y estúpido que goza de las
simpatías de su padre, Jacob es el niño astuto que se ha ganado la simpatía y protección de la
madre. Estos relatos quieren justificar por qué, aun siendo Esaú el mayor Jacob debe de ser
considerado primogénito y en consecuencia portador de la promesa que antes hiciera Dios a
Abrahán.
En la historia de Jacob siempre ha habido una dificultad en cómo explicar
edificantemente, que Jacob bajo el disfraz velludo y la mentira a su padre Isaac, pueda estar la
primogenitura usurpada a su hermano Esaú. Esta acción realizada por Jacob cuando, por
instancias de Rebeca su madre le cubrió el cuello y los brazos con pieles de cabrito, Gen 27,16, y
habló con falsas palabras a su padre, Gen 21, 19. Ciertamente que la Biblia no trata de justificar y
ni siquiera legitimar el fraude y la mentira como forma de realizar la voluntad de Dios. Agustín, el
Obispo santo de Hipona, respondía a sus fieles: "no es la mentira sino el misterio de Dios". ¿Por
qué no ver cómo Dios escoge lo débil, lo segundo y no lo fuerte y lo primero o principal ?
Otro pasaje importante en la vida de Jacob es la lucha con Dios que Jacob mantuvo junto al
torrente de Yabboc. Es importante para destacar la importancia esencial para Jacob y su
descendencia, Gen 32, 23-33. Es muy difícil establecer los detalles de lo que realmente ocurrió en
aquel episodio. La lucha con Dios, pudo haber sido un conflicto íntimo, religioso, al que parece
aludir el nombre "Fanuel" impuesto a la localidad donde ocurrió: "... porque dijo: "he visto a Dios
cara a cara y he salvado la vida", Gen 32, 31. En estas palabras resuena ya la frase que en adelante
vendrá repetida más veces : "Quien ve a Dios debe morir", Ex 33, 20. Mas puede también haber
sido realmente una lucha con Dios personificado: "Y un hombre luchaba con él hasta despuntar el
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alba. Viendo el hombre que no le podía a Jacob, le golpeó en la articulación del muslo y se
descoyuntó el tendón del muslo de Jacob durante la lucha con él", Gen 32, 25,s.s.. Cualquiera que sea
la interpretación escogida, queda siempre el hecho de que el nombre de ISRAEL está ligado a una
epifanía divina y a una resistencia opuesta por Jacob a la potencia de Dios: "No será ya Jacob tu
nombre, sino ISRAEL porque has peleado con Dios y has vencido", Gen 32, 29
La escena del torrente Yabboc tiene como objetivo preparar el encuentro de los dos
hermanos: Esaú y Jacob. En este encuentro se ventilan muy pocas cosas. Sólo se deja en claro que
el miedo ancestral de Jacob hacia Esaú, Gen.32,12, ya no tendrá razón de ser. Esaú indolente y
estúpido, no comprende el juego de Jacob, al contrario, rehúsa incluso aceptar los dones que Jacob
le ofrece en desagravio, Gen 33, 9. Con ello cada uno establece su propio lugar y ya no volverán a
molestarse. Jacob se siente feliz.
No sólo ha conseguido dos esposas para perpetuar la descendencia, sino que ha logrado
el, perdón de Esaú. Este relato primoroso ayuda a comprender porqué los hijos de Israel vieron
siempre en Jacob el símbolo de la justicia y de la valentía. Jacob es valiente para hacer frente a
Dios y es astuto para doblegar la oposición de los hombres. Así ha de proceder el pueblo elegido.
A Dios no tiene por qué temerle. Su gran ancestro Jacob le supo resistir, a pesar de los envites por
doblegarle; tampoco hay motivos para temer a los habitantes de los pueblos vecinos.

3.11.- La descendencia de Jacob


Los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel. En efecto para el pueblo de Israel no hay
relato más importante que el del nacimiento de los doce hijos de Jacob, que con razón ha sido
definido como el núcleo central de la historia del pueblo elegido. Los nombres de los doce hijos de
Jacob, de los que la biblia da una etimología popular, deben de considerarse como una tentativa
audaz de explicar a la posteridad el origen y las relaciones de las doce tribus de Israel. A
continuación hacemos la reseña bíblica:

.- Hijos de Lía: Gen 29, 31-35. Rubén, Simeón, Leví, Judá.


Hijos de la sierva de Raquel: Gen 30, 1-8. Dan, Neftalí.
Hijos de la sierva de Lía: Gen 30, 9-13. Gad, Aser.
.- Hijos de Lía: Gen 30, 14-21. Isacar, Zabulón.
.- Hijos de Raquel: José, Gen 30, 22-24 y Benjamín, Gen 35, 16-18.

En Génesis 35, 23-26, viene una relación total de todos los hijos de Jacob, como una
recopilación del autor sagrado.
La vida de Jacob tiene un alcance y una amplitud extraordinaria. Sobre todo, es necesario
tomar en consideración y desarrollar la entonación religiosa del relato. Abrahán ha sido llamado y
probado por Dios. Dios se ha preocupado de Abrahán, el cual en la fe y en la obediencia ha
cumplido la voluntad divina. Jacob se sabe indudablemente protegido de Dios como aparece
claramente por la visión de la escala de Betel. Mas la lucha de Jacob con Dios junto al torrente de
Yabboc pone en evidencia una nueva orientación religiosa: ahora es Jacob quien se ocupa de Dios,
es Jacob el que se ha hecho activo y no deja marchar a Dios antes de haber recibido la bendición,
Gen 32,27.
"Creer" en hebreo significa "consolidarse" = "hacerse a sí mismo firme, sólido en Yahvé", y
es precisamente lo que ha hecho Jacob en la lucha del torrente del Yabboc y la subsiguiente
petición de bendición. Entonces Jacob de una vez para siempre ha anclado a Dios en sí para
siempre, y en él al pueblo de Israel. A donde quiera que vaya este pueblo permanecerá
enganchado a Dios y volverá siempre a implorar de El la bendición.
La plegaria de Gen 32, 10-13, que el escritor sagrado ha puesto en boca de Jacob, alcanza
una altura teológica hasta entonces no superada y, al mismo tiempo, el nudo de enlace que une la
historia de los tres patriarcas : Abrahán, Isaac y Jacob. Y dice así:,
"Dios de mi padre Abrahán, Dios de mi padre Isaac. Yahvé que me dijiste: Vuelve a tu tierra y
a tu familia y yo te haré el bien. Yo soy indigno de todos tus favores y de toda la bondad que has
dispensado a tu siervo. Sólo, con mi bastón pasé este Jordán y ahora puedo formar dos
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campamentos. Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque yo temo que
venga y me mate a mí a la madre de mis hijos y a mis hijos. Sin embargo tú me has dicho: Yo te haré
el bien y haré tu descendencia como la arena del mar que no se puede contar por su gran número",
Gen 32, 10-13.
Conclusión. En la historia de Jacob sorprende, ante todo, su espíritu de lucha: La escena
del torrente de Yabboc siempre fue considerada como muy importante por la tradición bíblica,
vinculando con ella ese famoso cambio de nombre ISRAEL que garantiza el entronque común con
las diversas tribus beduinas. El afán del patriarca Jacob se cifra en afianzarse en la línea de la
promesa, contrayendo para ello matrimonio con esposas mesopotámicas, pues las cananeas
hubieran podido apartarle de la senda trazada por Yahvé. Asimismo sirve de modelo la serena
retirada de Jacob a Egipto, donde se instala sin más, para preparar la conciencia de aquellos
hombres que, al disponerlo Dios, darían vida a ese pueblo elegido, que sigue sirviendo de norma
aún hoy a cuantos creyentes acusan en su vida el peso de la opresión. Los hebreos fueron capaces
de convertirse en un pueblo grande, porque antes supieron acrisolarse en la adversidad. Esta se
asocia con Egipto, donde Jacob decidió instalarse a instancias de su propio hijo José. Ambos
personajes quedan, pues, ensamblados en la oscura fase de la historia bíblica, donde la libertad
nómada se depuró al cargar con el peso del cautiverio.

3.12.- Historia de José: Gen 37, 1 - 50, 26.


En la historia de los Patriarcas la vida de José constituye el fin del libro del Génesis
extraordinariamente amplio. Al mismo tiempo sirve de enlace y de introducción a la historia de
Moisés y al relato de la instalación de las doce tribus israelitas en Egipto.
José, el egipcio, es un personaje de excepcional interés. Sus sueños atraen desde el primer
momento las predilecciones de su padre Jacob. Sus hermanos sienten envidia hasta desear la
muerte de él. A última hora se salva por la intervención misericordiosa de uno de sus hermanos y
es vendido como esclavo a unos mercaderes beduinos que traficaban con los egipcios. El
dramatismo de todos estos relatos ayudar a realzar la figura de José: siendo casi el más pequeño
de sus hermanos, reivindica una grandeza sin par. Gracias a su providencial intervención, los hijos
de los patriarcas consiguen superar una situación de hambre que era mortal.
José es un protagonista que sufre toda una serie de dificultades y vicisitudes, hasta que
ayudado por Dios logra cambiar su desgracia en bendición. José entra en Egipto como un simple
esclavo y al cabo del tiempo es uno de los personajes más, importantes en la corte del faraón.
La mayor parte de los estudiosos considera la historia de José como una narración
didáctico-sapiencial, que no carece de fundamento histórico. En la descripción de la vida de José
la realidad histórica en sí y el intento pedagógico - religioso se funden en un mismo hilo sin
suturas. El material histórico, que ya habla sido redactado una primera vez conforme a los
modelos y clichés literarios egipcios, es fijado, por escrito, sobre una base religiosa bien definida y
elaborada en un relato más amplio por un escritor sapiencial de los comienzos de la época de los
Reyes, S. X a. de Cristo. Se comprende por esto cómo, sobre todo en las épocas posteriores de
miseria y de crisis, por ejemplo durante, la cautividad babilónica, la historia de José haya ejercido
un influjo extraordinariamente profundo y reconfortante y que haya consolidado la confianza en
la ayuda y en la potencia de Dios.
La historia de José esta escrita por dos tradiciones: la Yahvista y la Elohista.
a.- Tradición Yahvista: La historia de José comienza con la confabulación de sus hermanos
a causa de las predilecciones de su padre para con José. Los hermanos queriendo eliminarlo, Judá
lo defiende y lo venden a una caravana de ismaelitas comerciantes que venden sus productos a
los egipcios. José es llevado a Egipto como esclavo y vendido a un ciudadano anónimo que ante la
acusación calumniosa de su mujer le manda a la cárcel. Tras muchas vicisitudes José prospera,
llegando el faraón a nombrarle su primer ministro.
La primera venida a Egipto de los hijos de Israel termina con el reconocimiento de José,
quien simula acusarlos como espías por venir a explorar el país egipcio. Regresan sus hermanos
a Canáan, encontrando, al cabo de una jornada, que en sus sacos estaba el dinero con que habían
pagado el trigo. De nuevo vuelven a Egipto, donde José les revela su auténtica identidad.
Terminan estableciéndose en Egipto a causa de la invitación que les cursa el propio faraón, a
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causa de la buena posición de José, y a su buen prestigio, Jacob, su padre muere bendiciendo a
Efraín y Manasés y es enterrado en Egipto.
b.- Tradición Elohista: Comienza la historia presentando a los hijos de Jacob dispuestos a
terminar con su hermano José, también a causa de las preferencias de su padre. Sin embargo
Rubén lo libera, a través de una estratagema llegando José a ser secuestrado por los madianitas.
Estos le llevan a Egipto, donde es vendido como esclavo a Putifar, comandante de los guardias,
quien le confía el cuidado de los prisioneros. Tras una serie de eventualidades, termina el faraón
nombrándole jefe de su palacio.
Llegan a Egipto los hijos de Jacob, a quienes José, simulando no conocerlos, les acusa como
espías. Vuelven a Canaán y a su llegada encuentra el dinero en las alforjas. Regresan a Egipto y
son reconocidos por José, el cual les invita a que se establezcan allí con su padre Jacob. Jacob a
punto de morir, bendice a Efraín y Manasés. Muerte y sepultura de Jacob.

3.13.- José y sus defectos


José es el preferido de Jacob, pues le recuerda siempre a su predilecta esposa Raquel, Gen
29, 18; 30, 22. Mas esta preferencia no ha favorecido, al carácter de José, ni a su desarrollo
religioso y espiritual. José cree ser mejor que sus hermanos y se erige en juez de ellos. "José hizo
saber a su padre la mala fama de ellos", Gen 37, 2. No es, pues, de maravillarse: que José haya
irritado cada vez más a sus hermanos.
Por ejemplo, el modo con que él les contaba sus propios sueños debía parecer
necesariamente una provocación a sus hermanos: "Y ellos le aborrecían todavía más a causa de sus
sueños y de sus palabras", Gen 37, 8. José ignoraba el arte de la prudencia y de callar.
Inconscientemente, pero muy infelizmente, él ha suscitado y agudizado la irritación y antipatía de
los hermanos en sus confrontaciones. Evidentemente carecía de discreción.

3.14.- José y sus pruebas


José fue vendido como esclavo por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas, o
madianitas. Siendo inocente, se le metió en la cárcel por no acceder a la solicitud de pecar con la
mujer de Putifar, su jefe.

3.15.- José y la confianza en Dios


En el sufrimiento y en medio de las calumnias, José conservó y profundizó su ilimitada
confianza en el auxilio de la divina Providencia. El sabía que en Dios su honor permanecía puro e
inviolado. Se sentía llevado y envuelto por la mano paterna de Dios, que había conducido toda su
vida a buen término.
José es un hombre lleno del Espíritu de Dios, Gen 41,38. Que no se fía de la inteligencia
humana, sino que se abandona enteramente a la guía del divino espíritu: "Es Dios quien da la
interpretación", Gen 40, 8. "Yo no soy nada: es Dios quien dará al faraón respuesta favorable", Gen
41, 16.
Tras la historia de José surge la pregunta cómo un elegido de Dios puede tener a la vez
bendición y protección de Dios y a la vez poder sufrir la injusticia, el sufrimiento y el escarnio. Dos
son las respuestas que se dan a este relato: Ante todo el sufrimiento purifica al hombre y lo
conforma con Dios. A quien Dios ama, lo pone a prueba para que madure en lo más profundo de
su personalidad y le ofrece la posibilidad de expiar; es una señal de amor de parte de Dios. Tanto a
José como a sus hermanos, los transforma y les hace crecer en el dolor. En segundo lugar, de la
historia de José, se deduce que los crímenes e injusticias de los hombres no consiguen inutilizar
los designios de la divina Providencia, Gen 41, 32, y Dios endereza hacia el bien los planes
criminales de los hombres, Gen 50, 20. La potencia y la bondad de Dios son más grandes que toda
la maldad humana. Dios es paciente, pero al fin, todo lo endereza al bien.
A través de toda la historia de José resuena una especie de estribillo consolador: "Yahvé
estaba con José y hacía prosperar todo cuanto emprendía", Gen 39, 3.23. Cada uno de los
individuos del pueblo elegido, probado por el dolor, forzado a vivir en el exilio y en la cautividad,
podía confortarse y consolarse con la historia de José. Finalmente quisiéramos resaltar los
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siguientes valores religiosos sacados de lo más profundo de esta historia llena de sabiduría y de
contenido religioso:
a.- La purificación de los hombres que, a través del dolor, vienen a ser instrumento del
plan divino de salvación.
b.- La inmutable confianza en Dios, a pesar de todas las amarguras y sufrimientos y
dolores.
c.- La realización de los planes de Dios (providencia divina), y aprender cómo Dios está
bien dispuesto hacia los hombres y sabe convertir los males humanos en bienes salvíficos.
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CAPÍTULO CUARTO

HISTORIA DE MOISÉS
4.1.- La formación del pueblo de Israel. ÉXODO. Unión del Éxodo con Abrahán
Después de haber recogido el Génesis las distintas tradiciones sobre la aventura religiosa
de Abrahán pasa, sin detenerse, al depositario de las promesas Isaac, Gen 25, 19-26, a exponer la
accidentada vida de Jacob Gen 27 al 36, en quien se muestra la libertad de los planes de Dios al
elegir a quienes quiere, prefiriendo el hijo menor al mayor, (caso de Jacob y Esaú) Gen 26, 24. Y
termina con la historia de José, del 37 al 50, envidiado y vendido por sus hermanos, y al final
salvador del pueblo de Dios, al llegar a ser primer ministro del faraón de Egipto. Así el Génesis
presenta a los descendientes y herederos de la promesa hecha a Abrahán y repetida a Isaac y a
Jacob, instalados y sedentarios en Egipto.

4.2.- El ÉXODO y la historia


Ya sabemos que en la historia de Moisés el relato Yahvista y el Elohista han sido
elaborados bajo un influjo sacerdotal. El ciclo de la narración de la historia de Moisés ha recibido
de un redactor del S.V. a de Cristo la forma que se encuentra actualmente en la biblia hebrea.
Entre Moisés, que vivió en el S. XIII, a de Cristo, y el autor yahvista, que escribe en el S. X, a
de Cristo, se abre un abismo de trescientos años, mientras que el redactor final de la historia, S. V,
a de Cristo, ha vivido ochocientos años después de Moisés. A lo largo de este tiempo y de la
transmisión oral han podido añadirse detalles y sin embargo todo esto no se puede negar la
historicidad del documento. Este fondo histórico lo podemos resumir así:
Algunos descendientes de Jacob (Israel), se vieron obligados a bajar a Egipto en
momentos de hambruna en busca de pastos y de alimentos. Este descenso se explica
perfectamente a la luz de los documentos extrabíblicos que atestiguan una penetración de
pueblos semitas, nómadas en Egipto, a principios del S. XVIII, (hacia 1700), la emigración revistió
caracteres de invasión, ya que dichos pueblos conquistan Egipto, estableciendo en él un imperio
que se prolonga casi por dos siglos, (de 1700 a 1500). A tales pueblos se les conoce con el
nombre de: "Hyksos". Hacia 1570 los hyksos son expulsados por los egipcios. La situación cambia
automáticamente para todos aquellos pueblos que se habían acogido a la sombra de los dueños
anteriores.
La singularidad de los descendientes de Jacob, su emparentamiento con los hyksos, la
necesidad y preocupación de los egipcios por evitar un enemigo dentro de las propias fronteras
en casos de nuevas invasiones de pueblos asiáticos, la necesidad de una abundante mano de obra
para las grandes construcciones de los faraones de la nueva dinastía, podrían ser las causas
políticas de una serie de medidas opresoras que convierten a los pastores descendientes de Jacob,
en esclavos del faraón.
Los descendientes de Jacob añorarían sin duda el período aún no lejano en que sus
antepasados conducían sus rebaños a pastos abundantes en plena libertad. Surgiría en ellos el
deseo de una liberación; de volver a disfrutar nuevamente de aquella libertad. Éxodo 1. 8-14:
"Pusieron capataces para oprimir más a los israelitas, para oprimirlos con duros trabajos ... ". "Y
redujeron a cruel servidumbre a los hijos de Israel les amargaron la vida con rudos trabajos de
arcilla y ladrillos ...". Portavoz de ese anhelo de liberación es Moisés. Hijo de Israel.

4.3.- Vida de Moisés


Según los datos que nos suministra la Biblia, la vida de Moisés se desarrolla de la siguiente
manera:
Ex 2, 1-4.- Nacimiento de Moisés, colocado a orillas del río Nilo en una cesta de mimbre y
betún.
Ex 2, 5-11.- Educación en la corte del Faraón.
Ex 2, 11-15.- Huida a Madián. Matrimonio con Séfora.
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Ex 3, 1-15.- La teofanía de la zarza ardiendo. Vocación y Misión de Moisés.
Ex 5, 1-12.- Moisés acompañado de Aarón va ante el Faraón. Las diez plagas sobre Egipto.
Institución de la Pascua.
Ex 12, 37 y s.s.- Éxodo de Egipto. Peregrinación por el desierto. Teofanía en el Sinaí, la LEY
de DIOS: los 10 Mandamientos.
Num 10, 11.- Partida del monte Sinaí.
Num 22, 1 s.s.- Llegada al país de Moab.
Deut 34, 1-6.- Muerte de Moisés.

4.4.- La esclavitud es el pecado


A lo largo de la transmisión, las tradiciones sobre la permanencia en Egipto se fueron
enriqueciendo con la comprensión del sentido de lo ocurrido. En la amalgama de tradiciones que
nos reúnen los primeros capítulos del libro del Éxodo, se encuentra ya una interpretación
profunda de la opresión allí sufrida por los antepasados de Israel: "Pasado mucho tiempo, murió el
rey de Egipto, y los hijos de Israel seguían gimiendo bajo dura servidumbre, y clamaron, sus gritos
arrancados por la servidumbre subieron hasta Dios. Dios oyó sus gemidos y se acordó de su alianza
con Abrahán , Isaac, y Jacob. Miró Dios a los hijos de Israel y los atendió", Ex 2, 23-25.
Estos versículos sugieren que durante la estancia de los israelitas en Egipto ha habido una
cierta ausencia de Dios. Probablemente los israelitas, al contacto con los egipcios, se han olvidado
del Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, adorando a los dioses de Egipto. Manifestación sensible de ese
alejamiento del Dios de los padres es la caída en la opresión. La dureza de ésta remueve los
sentimientos más profundos del pueblo elegido y al caer en la cuenta de su apartamiento de Dios,
claman nuevamente a El. Los gritos del pueblo son señal de su vuelta a Dios, al Dios de Abrahán,
Isaac y Jacob, esto es una señal de conversión. Estos gritos suben a la presencia de Dios, que sale
al encuentro del pueblo oprimido: "mira y atiende", mirada y atención que son garantía de que la
salvación ya está en marcha.

4.5.- Moisés el libertador


La visita salvadora de Dios a su pueblo se va a encarnar en un hombre: Moisés.
Circunstancias providenciales le han preparado inmejorablemente para el cumplimiento de esta
misión que se le va a encomendar.
Moisés es hebreo de nacimiento pero egipcio de educación, educado esmeradamente en
la corte del faraón será el hombre ideal para salvar al pueblo de Dios de la ignominiosa esclavitud,
Ex 2, 1-10. Llegado a la edad adulta, Moisés siente la llamada de la sangre Ex 2, 11-12, se solidariza
con su propio pueblo oprimido. Esta solidaridad le obliga a huir al desierto, Ex 2, 15.
En la soledad terrible del desierto y en un clima lleno de recogimiento religioso Moisés se
encuentra con Dios que se le revela en la zarza ardiente y que no se consume Ex 3, 1-6. Dios le
llama por su nombre desde la zarza, le hace sentir su "santidad" y la distancia que les separa, y le
da a conocer sus planes sobre la liberación del pueblo y sobre su misma persona: "Ve, pues, yo te
envío al faraón, para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel de Egipto", Ex 3. 1.
Toda la estructura de la vocación de Moisés, Ex 3, 7, s.s, está concebida para dar a
entender que la obra por él realizada se debe exclusivamente a la iniciativa y al mandato de Dios.
Moisés busca y alega razones humanas para no seguir la llamada de Yahvé y dice: "Quién soy yo
para ir al faraón y sacar a los hijos de Israel de Egipto?", Ex 3,11. "No van a creerme, no van a
escucharme", Ex 4, 1. "No soy un hombre de palabra fácil", Ex 4, 10.
Esta serie de indecisiones de parte de Moisés indican la incapacidad del hombre para
llevar a cabo la obra de la salvación que Dios le encomienda. Y todas las respuestas de Dios a esas
indecisiones recalcan la realidad que quien salva es Dios. Él tiene la iniciativa y llama a Moisés
desde la zarza ardiente y le dice: "he visto la aflicción de mi pueblo, ... y he bajado para liberarle,... ve,
pues, yo te envío, ...", Ex 3, 7-10. Dios mismo es la garantía de Moisés, y garantía también de la
misión que le encomienda, a la vez, le dará la capacidad para ir al faraón y sacar al pueblo de Israel
de la opresión, pues: "yo estaré contigo", Ex 3, 12.
El mismo nombre de Dios: YHVH = "Yo soy, el que soy", que se le revela como: "el que da la
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vida", el que hace el ser, el eternamente vivo y eternamente presente y actuante, será la garantía
para el pueblo, Ex 3, 14. Un Dios, que cuando decide actuar, actúa; cuando se decide a dar la vida,
la da; cuando se decide a salvar, salva. Con la garantía de que es Dios quien salva, y que la
debilidad humana hará brillar el poder de Dios, Moisés acepta ser instrumento humano de
liberación. La misión que se le encomienda no es nada fácil. Tendrá que volver para enfrentarse
con el faraón, de quien por temor huyó. Se encontrará, como se temía, con la incredulidad de su
propio pueblo, Ex 5, 20-21. Tendrá que soportar, incluso, la ausencia de Dios: "Señor, ¿por qué
castigas a este pueblo?". "¿para qué me has enviado?". "Desde que fui al faraón para hablarle en tu
nombre, maltrata al pueblo, y tú no haces nada para librarle", Ex 5, 22-23.
Esta es la prueba de la fe, en la que no hay más garantía que la seguridad de la presencia
de Dios: "Yo estaré contigo". La última palabra de Moisés es la obediencia, la aceptación en la fe de
la dolorosa misión del libertador: "Moisés y Aarón hicieron lo que Yahvé les mandó, tal cual se lo
mandó, así lo hicieron", Ex 7, 6.

4.6.- Moisés ante el Faraón


Sorprende ver cómo Moisés se convierte en una especie de mago que realiza obras de
magia y cosas fantasiosas ante el Faraón. Durante sus intervenciones, aparece con frecuencia el
cayado como símbolo del pastor, y cómo con el cayado realiza prodigios extraordinarios. Con
motivo de las plagas, del paso del mar Rojo, es el cayado el que opera el prodigio, Ex 7, 8-13. ¿No
pudiera con ello simbolizar que Dios se sirvió de un pastor para forjar un pueblo?.
En todo caso lo que se intenta demostrar es que Moisés es mucho más poderoso que los
magos de la corte del faraón, estos eran capaces de poner una serpiente real en erección vertical
rígida, dando la sensación de ser un auténtico cayado, pues bien, Moisés es capaz de convertir un
cayado de madera en una serpiente real, cosa que no pueden hacer jamás los magos egipcios. Así
queda demostrada y realizada al máximo la fuerza del portavoz divino. Con estas apreciaciones el
escritor sagrado pretende garantizar que Yahvé es mucho más fuerte que toda la magia egipcia.
El mismo criterio se puede aplicar al tema de la lepra Ex 4, 6-7. La lepra era una
enfermedad cuyo origen se asignaba a la divinidad. Sólo los dioses eran capaces de curarla.
Moisés comprende simbólicamente que Yahvé en un momento puede erradicar ese mal tan
terrible. Ambos eventos simbólicos dicen clara relación a las plagas que en breve tiempo asolarán
el país de los faraones, Ex 4, 9.
Moisés contará también con la asistencia de su hermano Aarón. El será su intérprete. La
fuerza de Yahvé se manifestará a través de Moisés, siendo en cambio su hermano Aarón quien
tome la palabra. Moisés con toda esta serie de garantías toma confianza y está seguro de que no
puede fracasar, así se lo garantiza la asistencia de Yahvé. Este con su brazo poderoso doblegará la
oposición del faraón opresor. ¿Qué debe hacer Moisés?. Simplemente, advertir al faraón de las
decisiones salvadoras de Yahvé con relación a su pueblo. El faraón se negará, no importa, el
proceso liberador está ya en marcha, nadie puede contener al Dios liberador ni el propio faraón.
Yahvé, para castigar la dureza de corazón del faraón, utiliza las 10 plagas de Egipto y así liberar
portentosamente a su pueblo.

4.7.- Las 10 plagas de Egipto


Si el faraón Ramsés II (1301-1234) a.d.C, fue el faraón de la opresión, el flagelo de las 10
plagas cayó sobre los egipcios bajo el gobierno de sus sucesor Merneptah (1234-1220), a.d.C.
Mientras que por mucho tiempo las plagas de Egipto han sido consideradas como recursos
literarios o amplificaciones dramáticas; hoy hay muchos estudiosos bíblicos que las consideran
auténticamente históricas.
Nosotros podemos decir de las plagas de Egipto que fueron fenómenos naturales de los
cuales se sirvió Dios para realizar la protección de su pueblo oprimido y abrirle así el camino de la
libertad. En orden a clarificar lo razonable de esta hipótesis, parece oportuno ir analizando cada
una de las 10 plagas, proyectando sobre cada una de ellas la acción divina de Dios y viendo en
ellas un milagro teniendo como base un intento de interpretación en un fenómeno natural, tal
como algunos estudiosos las suelen presentar.
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1.- El agua del Nilo se convierte en sangre: Ex 7, 14-25
Este fenómeno ocurre, a veces en el mes de agosto. Al desencadenarse en los montes de
Abisinia tormentas descomunales, las aguas arrastran por el río Nilo infinidad de
microorganismos llamados "euglena sanguinea" o "hematococus pluvialis", los cuales, dado su
color rojizo, infunden en el agua una nueva tonalidad rojiza. Esto acompañado del barro formado
por el violento correr de las aguas, hace que el río Nilo ofrezca a la vista un color rojizo muy fuerte,
en contraste con las aguas claras y limpias de la época normal.

2.- Las ranas. Ex 7, 26-28


El desbordamiento de las aguas barrosas hace que las ranas de las acequias y canales se
alejen y vayan a refugiarse en la humedad y frescor de las casas. Sin embargo, estas ranas,
afectadas por un virus, el "bacillus antracis", poco tardan en morir, por lo que muy pronto se
convierte en un foco de putrefacción.

3.- Los mosquitos. Ex 8, 12-15


Los antiguos pensaban que los mosquitos nacían por generación espontánea. Lo cierto es
que, tras una descomunal inundación, conforme las aguas iban decreciendo, se iba formando una
masa espesa de barro. Ello favorecía la pululación de mosquitos, que se convertían a su vez en un
foco de infección, pues transmitían los virus formados por otros animales muertos previamente a
causa de la misma inundación.

4.- Los tábanos. Ex 8, 16-28


Con el descenso de las aguas se multiplica de forma voraz la famosa mosca llamada
"stomoxy colcitrans", una especie de mosca subtropical, que suele picar a los animales e incluso a
los seres humanos. Aparece con rapidez para desaparecer sin dejar huella. Este animal siempre
ha sido transmisor de enfermedades. Esta peste siempre fue muy temida en la antigüedad.

5.- Muerte del ganado. Ex 9, 1-7


Al salir los animales al campo, contraen el "bacillus antracis" que antes afectara a las
plantas, como consecuencia de la putrefacción de las ranas. Murieron todos los ganados de los
egipcios, los israelitas al tener sus ganados en sus casas y no saliendo de sus casas liberaron sus
ganados de la peste, acusando fuertemente los egipcios este golpe de la muerte de sus mejores
ganados.
6.- Las pústulas. Ex 9, 8-12
Pústulas, o úlceras epidérmicas, vienes provocadas por la mosca "stromoxys calcitrans".
Esta afecta a las personas y a los animales en los establos. Puede tratarse de inflamaciones
cutáneas y de enfermedades de la piel. Siempre fueron consideradas por los egipcios como
enfermedades muy peligrosas.

7.- El granizo. Ex 9, 13-35


Esta tempestad de granizo es posible en cualquier época del año. Sin embargo, lo más
frecuente es que se dé al comenzar la primavera. Sobre todo tras las inundaciones del río Nilo que
provocan cambios bruscos atmosféricos. Estas granizadas arrasan por completo todas las
cosechas del campo y cuando el granizo asola toda el terreno, los habitantes del lugar lloran por
anticipado la ausencia de la cosecha.

8.- Las langostas. Ex 10, 1-20


En los años húmedos suelen emigrar de Arabia a Egipto cantidades enormes de langostas
silvestres, empujadas favorablemente por el viento del este. A veces, es tal la cantidad de estos
insectos que ocupan en el espacio del cielo 30 kilómetros de largo por unos 10 kilómetros de
ancho, siendo de 200 a 300 kilómetros cuadrados los que quedan cubiertos por estas langostas
cuando se posan en el suelo. Como es de suponer, semejante cantidad de animales voraces asolan
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con todos los productos de la tierra agrícola, causando verdadero pavor entre los agricultores.

9.- La tinieblas. Ex 10, 21-28


El desbordamiento de las aguas suele dejar un sedimento espeso de tierra rojiza y
polvorienta que se levanta cuando se deja sentir el primer viento procedente del desierto, allá por
el mes de marzo. Este viento fuerte, a veces huracanado, levanta masas enormes de polvo
dejando la claridad del día en casi oscuridad. Todavía, hoy día, los árabes temen esta especie de
tempestades de aire caliente, espeso, procedente del desierto.

10.- La muerte de los primogénitos. Ex 12, 29-30


Es la más difícil de explicar desde el punto de vista de un fenómeno de la naturaleza. Pudo
ser que murieron los niños indefensos ente tanta tragedia y por la peste. Pudo Dios permitir que
así fuera.
Con relación a esta descripción de las 10 plagas que acabamos de efectuar nos
preguntamos acerca de la interpretación que se da a estas plagas. Lo primero que decimos es por
qué influyeron tan poderosamente en el ánimo del faraón, hombre fuerte y aguerrido.
Probablemente la inaudita intensidad de estos fenómenos naturales y la época insólita en que
acaecieron constituyeron signos con que Yahvé manifestó verdaderamente su poder. Un milagro
para ser milagro, no debe, necesariamente, violar las leyes de la naturaleza de modo que los
hombres perciban aterrados su presencia y su intervención divina. Cualquiera que sea la
explicación de las 10 plagas de Egipto hay que verlas como las vio el pueblo de Israel, como una
intervención del brazo fuerte y mano poderosa de Yahvé en favor de su pueblo.

4.8.- La Pascua: Éxodo. Capítulos 11 y 12


La muerte de los primogénitos egipcios va unida a la Pascua y constituye el comienzo de
la salvación. Yahvé, por medio de su "ángel", pasa (pascua) por la tierra de Egipto, y realiza en ella
un juicio: la muerte de los primogénitos de Egipto. Al mismo tiempo "pasa de largo" por delante
de las casas de los israelitas que han marcado con la señal de la sangre del cordero sobre el dintel
de la puerta.
La visita exterminadora de Yahvé ha sido un juicio de condenación para el pueblo egipcio
por la terquedad del faraón, y sin embargo la misma visita del "ángel" es una señal de bendición
para el pueblo israelita.
El faraón con su poder, su terquedad y su arrogancia han recibido el castigo de Dios por
su pecado: no querer dar libertad al pueblo israelita. Este pueblo estaba abocado al exterminio y
si no lo fue era debido a la señal de la sangre del cordero, como signo de benevolencia y
protección de Dios para con su pueblo elegido, en virtud de las promesas hechas a sus
antepasados, Ex 3, 13-22.
Ante esta suprema intervención del poder de Dios, el faraón, vencido, deja salir al pueblo
israelita al desierto: "Aquella noche llamó el faraón a Moisés y a Aarón y le dijo: "Id, salid de en
medio de nosotros, vosotros y los hijos de Israel, e id a sacrificar a Yahvé como habéis dicho. Idos y
dejadme", Ex 12, 31-32.
Este acontecimiento ha sido siempre unido a la fiesta israelita de la Pascua, fiesta que es
de origen semita, nómada, pastoril, anterior por consiguiente a la salida de Israel de la esclavitud
de Egipto. En esta fiesta se inmola un cordero macho, de un año, sin defecto, es un ofrecimiento de
las primicias de los animales para asegurar la bendición de Yahvé sobre el año nuevo. Esta fiesta
en Israel cambia de signo, pasa a conmemorar no el comienzo de un año nuevo, sino la memoria
de la liberación de Israel de la opresión de los egipcios. La sangre del cordero, es la que ha librado
al pueblo del exterminio de Dios, y desde entonces el pueblo israelita celebra, año tras año, de
generación en generación, la inmolación del cordero pascual en recuerdo de lo que Yahvé hizo en
favor de su pueblo, Ex 12, 26-27.
No debe olvidarse que Moisés no había sido el primero en celebrar la Pascua, sino que
esta fiesta era muy antigua, unida muy probablemente a Abrahán, Isaac y a Jacob por ser fiesta
nómada o pastoril. Se celebraba en primavera durante el mes de Abril. Ex 13, 4, llamado “Nissan”,
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en el período postexílico y que debe de colocarse entre la mitad de marzo y la mitad de abril.
Consistía en el sacrificio primaveral del cordero esta fiesta se unió a otra fiesta de tipo agrícola era
la ofrenda de la primera cosecha de trigo, es decir, el pan ácimo (massot). Antes de comenzarse la
nueva recolección de los frutos se consumían las provisiones de trigo para que a la nueva cosecha
no la profanase el contacto de la precedente. ¡Error! Marcador no definido.
Así la Pascua de los pastores, el cordero, y la fiesta de la recolección de los agricultores, el
pan ácimo, se unieron en una sola fiesta la Pascua judía, y constituían las fiestas típicas de una
religión natural, ligada a los ciclos estacionales. Moisés relacionó estas dos fiestas con el suceso
histórico del éxodo de Egipto y bajo el título de "Pasach", o Paso del Señor, recibieron un
significado religioso, que las introdujo en la historia de la salvación.

4.9.- El paso del mar Rojo. Ex 13,17 - y 15, 22


La liberación física de la opresión egipcia ya está realizada. Esta liberación ha sido obra
exclusiva de Yahvé, obra de su brazo poderoso: "Acordaos siempre del día en que salísteis de
Egipto, de la casa de la servidumbre, pues ha sido la poderosa mano de Yahvé la que os ha sacado",
Ex 13, 3..
Moisés ha sido el mediador de esta liberación. El pueblo de las promesas ha sido el
beneficiado. A uno y a otro lo único que se le ha pedido es que aceptara el plan de Dios: "Todos los
hijos de Israel hicieron lo que Yahvé había mandado a Moisés y Aarón", Ex 12, 50.
El pueblo emprende el camino de salida a través del desierto con entusiasmo, gozando de
la libertad obtenida. No es una huida vergonzosa. Es una salida triunfal: "Los hijos de Israel subían
en buen orden desde Egipto", Ex 13, 18. Dios sigue su obra acompañando a su pueblo de la
siguiente manera: "De día en columna de nube, para guiarlos en su camino, y de noche en columna
de fuego para alumbrarlos y que pudiera así marchar lo mismo de día que de noche", Ex 13, 21-22.
Pero la liberación se va revelar inmediatamente deficiente, necesitada de una realización
futura y mejor. El faraón se arrepiente de haber dejado salir al pueblo privándose de sus servicios,
Ex 14, 5. Y sale en persecución de Israel. La superioridad egipcia es tal que parece que la
liberación anterior ha sido sólo un paso hacia la muerte. El pueblo así lo entiende y reacciona de
manera meramente humana: "¿Es que no había sepulcros en Egipto que nos has traído al desierto a
morir?. ¿Qué es lo qué nos has hecho con sacarnos de Egipto?", Ex 14, 11.
La situación no era para menos. Los israelitas han llegado a la orilla del mar, que les cierra
el paso. El ejército del faraón les acosa por la espalda. La situación es realmente desesperada no
hay posibilidad alguna de escape, la única salida humanamente explicable es la muerte.
Dios parece que se complace en llevar las cosas hasta el extremo, hasta el límite justo en
que ya sólo Él es capaz de librar. Para que el hombre ponga toda su confianza en sólo Dios: "No
temáis, estad tranquilos y veréis la victoria que en este día os dará Yahvé... Yahvé combatirá por
vosotros, vosotros estad tranquilos", Ex 14, 13-14.
Si el mar cierra el paso liberador a los judíos, la salvación se realizará abriendo el camino
entre el mar. Si el faraón ataca, la salvación se realizará haciendo sucumbir al faraón. Dios ha
salvado al pueblo de un modo mucho más maravilloso aún que en el momento de la salida de
Egipto: "Aquel día libró Yahvé a Israel de los egipcios... Israel vio la mano potente que mostró Yahvé
para con Egipto, y el pueblo temió a Yahvé, y creyó en Yahvé y en Moisés, su siervo." Ex 14, 30-31.
Como toda intervención de Yahvé, ésta, fue para Israel vida y salvación, y para Egipto,
representado por el faraón y en su ejército: juicio, condenación y muerte. Esta Salvación y este
juicio son el tema del canto de alabanza que entonan los hijos de Israel al iniciar la "nueva vida",
que para ellos ha supuesto el paso del mar Rojo: "Cantad a Yahvé que ha hecho resplandecer su
gloria, precipitando en el mar al caballo y al caballero", Ex 1 5, 21.
Lo más importante de este relato del paso del mar Rojo es la convicción que subyace en el
alma del pueblo judío: "Yahvé ha liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto y lo ha hecho con
mano poderosa y brazo fuerte". El pueblo elegido no puede olvidar cómo Yahvé le sacó de la casa
de la servidumbre, Jos 24 ,17, y le condujo a la liberación, Miq 6, 4, sirviéndose de Moisés y Aarón
1 Sam l2, 6. Ya la tradición del Exodo es fija en este tema, y en este pasaje tan importante se ha
simbolizado el bautismo de Israel.
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4.9.1.- El camino del desierto
Para quien vive en tierra cultivada y verde, el desierto es la más lograda expresión de
soledad y de prueba física, Deut 32, 10, es un lugar de aridez y de tinieblas, Ez 19, 13; Os 13, 5, de
inseguridad, Salm 55, 8, lugar del caos infernal, Jer 2, 6. El desierto es lugar donde habitan los
demonios, Lev 16, 10, y sobre todo lugar donde viven las bestias salvajes, Is 13, 26, dispuestas a
devorar a cuantos se adentren en él. Tal visión del desierto invita a convertirlo en el castigo
simbólico que Dios reserva los pecadores, Ez 6, 14. El desierto es pues, una tierra terrible, un lugar
de prueba, Deut 1, 19. Es tierra desolada, Ez 6, 14 y expresión de la muerte, Jer 2, 6.
Aunque parezca paradójico, es precisamente en este desierto, lugar inhóspito, donde
Yahvé acrisola y prueba la fe de su pueblo. Ello justifica que la tradición bíblica judía, al reflexionar
sobre los orígenes de Israel siempre interpretara su permanencia en el desierto como signo de
prueba, de purificación y de bendición. Cierto que el pueblo estuvo expuesto a la intemperie,
debiendo de sufrir toda clase de pruebas físicas y de tentaciones en el espíritu, sin faltar
momentos en que su fe, probada una vez más, se trocara en idolatría. Más, a pesar de ello, Dios
fue guiando al pueblo hasta el país de la tierra prometida. Así es cómo la prueba del desierto pasó
a significar el encuentro de Dios con el pueblo intolerante y de cabeza dura.

4.9.2.- El secreto de la nube y la columna de fuego, Ex 13, 21


“Yahvé marchaba delante de ellos: de día en columna de nube, para guiarlos por el camino, y
de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche.
No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Ex 13,
21.
Yahvé jamás abandonó a su pueblo en el desierto. A la salida de Egipto había actuado a
través de una nube, que daba sombra durante el día, protegiéndoles del sol y el calor, Ex 13, 21-
22. Esta nube vuelve a aparecer cuando los israelitas se adentran en el desierto jugando un papel
de excepción en el Sinaí, Ex 19, 9, es obvio que la tradición bíblica asociara esta nube con la
presencia divina. Y Yahvé también se hace presente por medio de una columna de fuego, para que
pudieran caminar durante la noche. La nube y la columna de fuego son dos símbolos de la
presencia y protección continua de Dios a su pueblo.
Yahvé dirige al pueblo a través del desierto. Su providencia quiere que los israelitas, lejos
de seguir el camino más corto, Ex 13, 17, se dirigieran hacia la estepa, para adorarle en los
aledaños del monte Horeb, Ex 3, 17-18, donde recibirán las tablas de la ley y las normas de
legislación. Todo ello culminará en un pacto, en virtud del cual dejarán los hebreos de ser
peregrinos errantes para convertirse en el pueblo elegido de Dios. Dios quiso en cierto modo que
su pueblo naciera en el desierto. Le había prometido una tierra buena donde vivir, pero la sede
del desierto fue el primer eslabón de la compleja cadena de la historia.
Este pueblo en el desierto fue infiel, anteponiendo la seguridad personal dentro del
cautiverio a la inseguridad de la libertad en el desierto. En Egipto eran esclavos, pero no carecían
de alimentos; la murmuración por este hecho, se convirtió en un tema dominante, Ex 14, 11. La
reacción, humanamente hablando, era lógica, pues el pueblo echaba de menos las comodidades
de la vida ordinaria, de antes: por penosa que fuera en Egipto la esclavitud no había mayores
problemas: había pan en abundancia, verduras, frutos frescos, ahora en el desierto, cada día, era
una incógnita. Cada día había que preguntarse ¿Qué habrá mañana? La respuesta sólo la tenía
Dios, que pedía a su pueblo un voto de confianza y así aunque la confianza del pueblo a Dios,
faltara, a la postre prevaleció la misericordia de Dios sobre la inconstancia y las quejas del pueblo.
Yahvé no duda en ostentar su santidad y su gloria, Num 20, 13, quedando así el desierto
convertido en un escenario donde Dios por encima de la infidelidad de su pueblo prodiga su
misericordia. La gran lección en el desierto es: descubrir a Dios en circunstancias favorables es
fácil, hacerlo en circunstancias adversas, es casi heroico. Así lo enseña la experiencia de aquel
pueblo que, itinerante a través del desierto pudo constatar que Yahvé nunca abandona. En los
momentos decisivos, Dios siempre ayuda y siempre interviene. Mientras no falte la nube, el
pueblo seguirá caminando, gozando de sombra durante el día. Así es cómo Yahvé protege y guía.
Acerca del itinerario que tomó el pueblo elegido para huir de los egipcios y llegar a la
tierra prometida hay muchas teorías y casi todas ellas aceptables. Nosotros no nos inclinamos por
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ninguna de ellas por considerar que este detalle histórico, si bien es importante para la historia,
para el saber teológico no tiene mayor importancia. Igualmente podemos decir acerca de: cuánto
tiempo duró la experiencia del desierto. Sabemos que la cifra de 40 años es desde el punto de
vista humano imposible, dadas las dificultades propias del desierto, antes, más que hoy día. Lo
importante es saber que fue un período de prueba humana y espiritual y que el pueblo se forjó en
la adversidad, la prueba y el dolor, al final la misericordia la providencia de Dios pudo más que la
inconstancia y la rebeldía del pueblo.

4.9.3.- ¿Qué es el maná?


Es el alimento que Dios dio a su pueblo en la marcha a través del desierto. El maná es
menos portentoso de lo que a primera vista parece. Viene presentado como el pan del cielo, Ex
16, 4. Téngase en cuenta que la tradición bíblica emplea la palabra "lehem" = pan", para designar
los alimentos en general, Lev 3, 11. Más los conocedores de la zona aseguran que tal fenómeno no
es raro. Todavía hoy, se produce, en la costa occidental de la península del Sinaí, el llamado:
"tamarisco mannífero", de cuyas hojas se desprende, sobre todo en verano, una goma blanca
resinosa en forma de pequeños granos, de tamaño inferior a un guisante; es una sustancia con
cierto sabor a miel, producida por unas cochinillas, que chupan de día gran cantidad de linfa para
procurarse nitrógeno, restituyendo lo superfluo en forma de secreción melosa. La rápida
evaporación solidifica las gotas en bolitas viscosas que pueden recogerse para ser comidas. Es
evidente que los israelitas no debieron nutrirse solamente de maná, pero este alimento les
suministró el azúcar necesario y encontrarlo en el desierto debe de haber sido una experiencia
gratificante.

4.9.4.- El milagro de las codornices. Ex 16, 13


El especialista en la materia E. Wright dice: "Todos los años por septiembre y octubre,
grandes bandadas de codornices provenientes de Europa vuelan sobre el mar Rojo para invernar
en Arabia y en África del norte. Después del vuelo sobre el mar llegan totalmente exhaustas a las
costas de la península sinaítica y es fácil capturarlas".

4.9.5.- El milagro del agua sobre la roca. Ex 17, 6


E. Wright escribe a propósito de este fenómeno: "El mayor inglés, C. S. Jarvis, ex-
gobernador de la península del Sinaí, cuanta haber visto algo semejante. Durante una incursión
del cuerpo de camelleros del Sinaí buscaba agua, excavando las pendientes rocosas de un valle
que apenas goteaba un hilo de la roca calcárea. Durante los trabajos de excavación, un golpe,
destinado al granito, cae en la superficie lisa y dura de la roca calcárea, que se rompe, y de la débil
piedra, porosa, brotó agua con gran asombro de todos un fuerte brazo de agua pura. Antes del
éxodo, Moisés había vivido mucho tiempo en la península sinaítica, y es, muy probable, que
conociese algunas propiedades de las formaciones calcáreas de algunas partes de la península.

4.9.6.- Interpretación de estos milagros


Para cuanto se refiere a la interpretación de los milagros en el desierto debe de tenerse en
cuenta que, aunque uno u otro milagro ocurrido en la península del Sinaí, se pueda explicar
naturalmente; la larga duración del recorrido y la cantidad abundante de agua que brotó, junto al
alimento desconocido del maná constituían para el piadoso israelita, nada acostumbrado al
desierto, un suceso tan prodigioso e inexplicable que, al no conocer las modernas leyes de la física,
todo lo ocurrido lo atribuían a la obra exclusiva de Dios. El israelita no estaba todavía infectado de
la mentalidad deista que relega a Dios a su morada celestial, sin concederle posibilidad alguna de
influir en la creación, que es obra de sus manos. Todo lo que acaeciera y del modo que acaeciera,
constituía para el israelita una manifestación de la potencia divina. Todo viene de Dios y mira a
recordar a Dios y a su gracia salvadora.
Más que nunca es ahora el momento de tener en cuenta que la Biblia ignora el concepto
de ley natural y no se preocupa, por tanto, de si una ley natural ha sido o no violada por un
milagro. Es necesario, pues, tener en cuenta también los "milagros relativos" es decir, aquellos
signos divinos que, en el momento en que ocurrieron, debieron ser y fueron considerados como
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milagros maravillosos. Lo importante es que Dios hizo milagros en favor de su pueblo, le ayudó, le
protegió en los momentos de gran dificultad. Queda en el misterio qué es el milagro como
intervención divina, Dios conoce muy bien las leyes de la naturaleza y se puede valer rectamente
de ellas para poder ayudar a su pueblo. Por lo tanto no se trata de querer restar importancia a la
acción divina, sino saber que Dios puede valerse de su ciencia y sabiduría para poder realizar
milagros en favor de su pueblo.
También un fenómeno natural puede y debe ser un signo de la cercanía de Dios, en el cual
el hombre advierte y experimenta la divinidad. La naturaleza deviene sin más un "experimentum
Dei", en el sentido, en que en ella Dios es "experimentado" como el siempre presente, el Dios que
está cerca, que es justamente, lo que significa su nombre.

4.9.7.- Los grandes acontecimientos ocurridos en el Monte Sinaí: La Alianza y los 10


Mandamientos
El enemigo del pueblo elegido ha sido vencido, el pueblo ha sido liberado de la mano
opresora, ahora ya puede emprender el camino hacia la tierra prometida. Pero antes de llegar a
esa tierra prometida Dios va a realizar una alianza con este pueblo que El ha elegido.

4.9.8.- La alianza en el Oriente Medio y en la Biblia


En el mundo semita del Oriente Medio, la alianza, era la forma ordinaria de establecer una
relación cuasi familiar entre tribus nómadas de distintos troncos familiares. La alianza regulaba
las relaciones entre ambos clanes. Más tarde se hace forma ordinaria para regular las relaciones
entre pueblos distintos. A la luz de estas alianzas se entienden mejor los elementos que
constituyen y forman la alianza del Sinaí entre Yahvé y el pueblo elegido y al mismo tiempo se
entiende mejor su peculiaridad.
Ya aludimos a la importancia que el tema de la "alianza" tiene en la Biblia y cómo
constituye el tema que unifica todos sus libros. Los momentos más solemnes de la historia de
Israel (Noé, Abrahán), se caracterizan por la realización de una alianza, pero el momento más
importante de la renovación de la alianza acaece en el monte Sinaí, como en Moab, antes de
atravesar el río Jordán para emprender la conquista de la tierra prometida, Deut 28, 32; como
cuando se recordó en Siquem, una vez conquistada la tierra prometida, Josué 2, 4; o cuando la
reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, 2 Reyes 23.

4.9.9.- El Dios de la Alianza


La tradición bíblica sitúa la realización de la Alianza de Yahvé con el pueblo en el desierto
Sinaí, en la montaña sagrada, sin precisar más. Es en este ámbito del desierto, de la soledad y el
silencio donde no hay otro trabajo que realizar sino el peregrinar, ni distracciones humanas en
que distraerse el que Yahvé eligió para realizar la gran Alianza del Antiguo Testamento.
La iniciativa de realizar una "Alianza" vuelve a partir de Yahvé. Todas las tradiciones
coinciden en subrayar este hecho, cada una a su manera y según sus peculiares características. El
pueblo que Yahvé se formó en Abrahán y su descendencia y se había constituido ya un pueblo
numeroso, este pueblo oprimido y esclavizado en Egipto, clamó a Dios (al Dios de nuestros
Padres: Abrahán, Isaac y Jacob) para que les liberara de la esclavitud y Dios les escuchó. Moisés
fue el elegido para esta salvación, una vez liberados de la esclavitud salen hacia la libertad de la
Tierra Prometida: “Dios habló a Moisés y le dijo: Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a
Jacob como EL SADDAY = (el Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después
establecí con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron y
moraron como forasteros. Y ahora al escuchar el gemido los israelitas esclavizados por los egipcios,
he recordado mi alianza. por eso di a los israelitas: Yo soy Yahvé. Yo os sacaré de los duros trabajos
de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os redimiré con brazo tenso y juicios solemnes. Vosotros
seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahvé, vuestro Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-
8.
Es Yahvé el que llama a Moisés desde lo alto de la montaña y le indica que va a establecer
alianza con el pueblo: "Descendió Yahvé sobre la montaña del Sinaí, sobre cumbre de la montaña, y
llamó a Moisés a la cumbre y Moisés subió a ella", Ex 19, 20. El mismo sentido ofrece la teofanía que
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entonces tuvo lugar: "Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos, y una densa nube
sobre la montaña, y un muy fuerte sonido de trompetas, y el pueblo temblaba en el campamento", Ex
19, 11-12.
La exigencia de purificación y santificación por parte del pueblo para disponerse a recibir
las palabras de la alianza, marcan y señalan la distancia que separa al pueblo de Dios santo que va
a "descender" a su encuentro, y la indignidad radical del pueblo para tal gracia: "Yahvé le dijo: ve al
pueblo y santifícalos hoy y mañana..." "Tú marcarás un límite al pueblo diciendo: guardaos de subir
vosotros a la montaña y tocar el límite, porque quien tocare la montaña, morirá", Ex 19, 11-12.
La "alianza" es, pues, una "condescendencia", de Dios, una "gracia". El pueblo no tiene
nada que ofrecer, nada que alegar, ningún título que exhibir para hacerse acreedor de tal don. La
tradición deuteronomista, posterior, fruto de una mayor reflexión sobre esta condescendencia,
empleará la palabra clave que da la explicación de esta sinrazón. El Amor de Dios a su pueblo: "Si
Yahvé se ha ligado con vosotros y os ha elegido, no es por ser vosotros los más en número entre todos
los pueblos, pues sois el más pequeño de todos. Porque Yahvé os amó". Deut 7, 7-8.
Sin embargo, precisamente porque es el amor el que ha realizado tal maravilla, Yahvé no
impone la alianza, sino que la expone, la propone al pueblo por medio de Moisés, para su
aceptación: "Moisés vino y llamó a los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como
Yahvé las había mandado. El pueblo todo entero respondió: nosotros haremos todo cuanto Yahvé
ha dicho", Ex 19, 7-8.

4.9.10.- Forma y Rito de la Alianza


La formulación del pacto entre Yahvé y su pueblo sigue el modelo de las alianzas profanas
que se realizan en aquella época. La alianza entre un rey superior y otro rey inferior consta de
ordinario de los siguientes elementos:
1.- Preámbulo: En que se da a conocer el nombre y los títulos soberano que establece la
alianza:
a.- "Yo soy Yahvé, tu Dios", constituye el preámbulo. En él se presenta el contratante
principal con su nombre: Yahvé, y su título con relación al pueblo: "Yo soy Yahvé, tu Dios. Vosotros
seréis mi pueblo”.
2.- Prólogo histórico: que recuerda los beneficios que el rey soberano ha hecho al rey
vasallo, o personalmente, o en sus antepasados. Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a
Jacob como EL SADDAY = (el Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después
establecí con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron y
moraron como forasteros”. Con ello se pretende llegar a la gratitud del vasallo y moverle a la
aceptación de las cláusulas.
a.- El beneficio fundamental que Yahvé ha realizado al pueblo y en el que se apoya el
establecimiento de la alianza y la exigencia de los compromisos, como es el hecho de haber
sacado a Israel de Egipto: "de la casa de la servidumbre", Ex 20, 2.
Así se recalca el aspecto salvífico del beneficio divino, apareciendo Yahvé como el
"Salvador". La relación que une a Israel con Yahvé es de orden real, experimental, no
especulativo. Israel "ha visto", lo que Yahvé ha, hecho con ellos. Ex 19 , 4.
3.- Estipulaciones o cláusulas de la alianza: Son la expresiones de la voluntad del soberano
y suelen consistir en la ayuda que el vasallo debe prestarle en caso de guerra, el pago de los
tributos, la defensa de sus intereses por parte del rey inferior al rey superior. Esta estipulaciones
Se llaman "palabras de alianza". Las estipulaciones de la Alianza, se resumen en el "Decálogo".
4.- Conclusión: En el comienzo, medio y fin de la Alianza de Yahvé en el monte Sinaí por
medio de Moisés está la palabra de Yahvé: “Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y
sabréis que yo soy Yahvé, vuestro Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-8.

4.10.- EL DECÁLOGO: LOS DIEZ MANDAMIENTOS


El pacto o "Alianza" entre Yahvé y el pueblo de Israel queda plasmado legalmente en los
10 Mandamientos. Esta formulación de la Alianza entre Yahvé y el pueblo elegido Israel se realizó
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por medio de Moisés en el monte Sinaí. Esta versión de los 10 mandamientos se ha mantenido
bajo dos tradiciones diferentes. La versión más antigua esta en Éxodo, 20, 2 - 17:
“Yo soy Yahvé, tu Dios , que te ha sacado del país de Egipto, del lugar de la esclavitud. No
tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni imagen de la que hay arriba en los cielos,
abajo en la tierra o en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto,
porque yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de os padres en los hijos hasta
la tercera y cuarta generación de los que me odian, pero tengo misericordia por mil generaciones
con los que me aman y guardan mis mandamientos.
No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en falso; porque Yahvé no dejará sin castigo a
quien pronuncie su nombre en vano.
Recuerda el día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos,
pero el día séptimo es día de descanso en nombre de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues
en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por
eso bendijo Yahvé el día del sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé tu
Dios te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
Y existe otra versión de los 10 mandamientos más reciente en Deut 5, 6-18:
“Yo soy Yahvé tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No
tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en
los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te
postrarás ente ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la
iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando me odian, y tengo
misericordia por mil generaciones cuando me aman y guardan mis mandamientos.
No tomarás en falso el nombre de Yahvé tu Dios, porque Yahvé no dejará sin castigo a quien
toma su nombre en falso.
Guardarás el día del sábado santificándolo, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, Seis días
trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yahvé tu
Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu
asno, ni ninguna de tus bestias, ni el forastero que vive en tus ciudades; de modo que puedan
descansar, como tú, tu siervo y tu sierva. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé
tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahvé tu Dios te manda guardar el día
del sábado.
Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, para que se prolongue
tus días y seas feliz en la tierra que Yahvé tu Dios te da.
No matarás
No cometerás adulterio
No robarás
No darás testimonio falso contra tu prójimo
No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su sierva o su sierva, su
buey o su asno: nada que sea de tu prójimo”.
Las dos versiones presentan una sorprendente afinidad en la construcción de las
fórmulas empleadas en la alianza.
1.- Yo soy Yahvé, el único Dios verdadero. Ex 20, 2-6; Deut 5, 6-10
2.- No fabricarás ídolos. Ex 20,7; Deut 5,11
3.- No pronuncies mi nombre sin motivo. Ex 20, 8-10; Deut 5, 12-15
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4.- Acuérdate de santificar el Sábado. Ex 20 12; Deut 5, 16
5.- Honra a tu padre y a tu madre. Ex 20, 13; Deut-5,17a.
6.- No matarás. Ex 20, 14; Deut 5, 17
7.- No cometerás adulterio. Ex 20, 15; Deut 5, 17c
8.- No robarás. Ex 20, 16; Deut 5, 17d.
9.- No des falsos testimonios ni mientas. Ex 20, 17b; Deut 5, 18a
10- No codicies los bienes ajenos. Ex 20, 17b; Deut 5, 18b.

Esta distribución aunque convencional, puede muy bien ajustarse al número y orden de
los preceptos sinaíticos. No en vano la propia tradición bíblica conoce las llamadas "diez
palabras", Ex 34, 28; Deut 4, 13. Las más recientes investigaciones han demostrado que la forma
del texto, en que tenemos hoy el Decálogo, y la ley cultual y ritual presenta elementos
constitutivos originales muy antiguos, que indudablemente ha desarrollado y modelado el culto
litúrgico de la fiesta anual de los Tabernáculos.
El primer mandamiento es el recuerdo de una experiencia que ha vivido profundamente
el pueblo de Israel. Sólo Yahvé es quien ha sacado a Israel de Egipto con mano fuerte y brazo
poderoso. El pueblo debe de reconocerle este carácter de "unicidad": "No tendrás otro dios que a
mí". Es una exigencia de servicio exclusivo, ya que el "tener" otros dioses implica adorarlos,
reconocerlos, darles culto, servirles, esto es, la idolatría.
La experiencia histórica es la que ha dado a Israel el concepto de un Dios único, concepto
rarísimo en la historia del pensamiento humano, que distingue a Israel entre todos los pueblos de
la antigüedad.
Esto no es fruto del mero pensamiento humano de Israel ya que, constantemente se va
tras otros dioses, tiende a asociar a Yahvé con los dioses de los pueblos que le rodean. Israel, es
pues, un pueblo profundamente religioso y su fe en Dios es monoteísta, así se lo ha pedido Dios y
muy a pesar suyo por la tendencia innata a la idolatría. Si cree en Yahvé como Dios único y
exclusivo es porque Yahvé mismo así se lo ha manifestado y revelado, es más, así se lo ha exigido.
El monoteísmo es fruto de una revelación, no es fruto que ha surgido espontáneamente del
pueblo de Israel.
La segunda exigencia del decálogo de la alianza se refiere a la naturaleza de Yahvé, el Dios
salvador. Nada de lo humano es capaz de representarlo, de expresar su naturaleza. Cualquier
representación, figura, imagen, escultura, es inadecuada y blasfema. Nada de lo creado sirve para
decirnos o representarnos cómo es Dios. Así se reconoce la distancia que separa a la criatura de
su Creador. Todo culto que se dé a lo humano, a lo conocido, es una idolatría. Con ello se exige al
hombre luchar contra su tendencia innata a adorarse a sí mismo y a las obras de sus manos, a esa
tendencia innata a: "querer ser como dioses". Gen 3, 5.
La tercera exigencia de la alianza expresa también el respeto que se ha de tener al santo
nombre de Dios, que es respeto por su persona y que en el juicio de dos personas no se puede
tomar en vano. Ya que constituye una ofensa.
La cuarta exigencia es la de la institución del "sábado" (palabra hebrea que significa =
descanso), como día consagrado al Señor, santificado, reservado a Yahvé, es también expresión y
memorial perenne de las maravillas realizadas por Dios en favor del hombre. Estas, comienzan
con la obra de la creación, a la que sigue el "descanso de Dios". Así, el pueblo, mediante una
institución perpetua, recuerda durante seis días de trabajo la obra creadora de Dios y el séptimo
lo consagra a Yahvé recordando su descanso Ex 20, 8-11.
La redacción del Deuteronomio profundiza más en la motivación de la institución del
sábado. La razón de la misma es más humanitaria: la gesta liberadora de Yahvé al sacar a Israel de
Egipto es la que el pueblo recuerda. Acuérdate de: "que siervo fuiste en la tierra de Egipto, y que
Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo poderoso; y por eso Yahvé tu Dios te manda
guardar el sábado", Deut 5, 15.
Las demás cláusulas de la alianza regulan las relaciones con el prójimo, y garantizan la
vida familiar y social. En estas exigencias de la alianza descubre uno la importancia que el hombre
en sí y en sus bienes, que hacen posible su vida y su independencia social, tienen en la relación del
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hombre para con Dios.

4.11.- Invocación de los dioses


Como testigos de la alianza establecida y que son garantes de su cumplimiento. En la
alianza con Yahvé al pueblo le falta el cuarto elemento que es la invocación de los dioses pues
Israel no reconoce más Dios que a Yahvé. Este, por otra parte, es el que se ha comprometido. Y
basta su palabra como garantía de su fidelidad. Precisamente la fidelidad será uno de los rasgos
distintivos del Dios bíblico.

4.12.- Bendiciones y maldiciones


Según la fidelidad o infidelidad del rey vasallo a los compromisos estipulados;
bendiciones y maldiciones a las que se les atribuye una eficacia garantizada por los dioses
mismos, puestos anteriormente por testigos.
El quinto elemento de la alianza se presenta en Ex 23, 20-23: “Yo voy a enviar un ángel
delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso
y obedécele, no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras
transgresiones. Si le obedeces fielmente y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos
y tus adversarios serán mis adversarios”. Insiste en las bendiciones porque el autor, en este
momento de generosidad y entusiasmo, excluye la perspectiva de la infidelidad. No falta sin
embargo una alusión velada a la posibilidad de la infidelidad, con su correspondiente maldición,
Ex 23, 21: “Hazle caso y obedécele, no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará
vuestras transgresiones”; y Ex 23, 33: “No habitarán en tu país, no sea que te hagan pecar contra mí,
pues dando culto a sus dioses caerías en sus lazos”. En el Deuteronomio cuando el pueblo está
sufriendo ya en su carne la "maldición de la alianza", se insiste en esto, como explicación y
justificación sin duda del mal que padece.
En Deuteronomio capítulos 27 y 28, se hace una explanación de las bendiciones y
maldiciones en que incurrirá el pueblo de Israel de acuerdo al pacto, o Alianza. En este período
inicial de la alianza, la bendición y maldición no rebasan los límites materiales de la fecundidad de
la tierra, de los animales y de los hombres, de las pestes, de las derrotas en la guerra, o de la
tranquilidad, del goce y de la paz. La eficacia de la palabra de Dios pronunciada garantiza el
cumplimiento del bien y del mal que la bendición o la maldición anuncian para los que hayan sido
fieles o infieles a los compromisos adquiridos por la alianza.

4.13.- Finalmente
El tratado de la Alianza terminaba con un rito que varía según la época en que se realiza la
alianza. Podía consistir en un banquete sagrado, que simboliza la comunión de vida y de intereses
que la alianza establece entre los miembros que pactan, o en un sacrificio en el que se partía, o
dividía, la víctima inmolada, y los compromisarios pasaban por entre las partes de la víctima
deseándose la misma suerte que la víctima, es decir: la muerte. En caso de ruptura de los
compromisos pactados.
Este último elemento nos viene indicado en el Capítulo 24 del libro del Exodo: el rito
escogido es: la edificación de un altar y la inmolación de víctimas pacíficas a Yahvé. Moisés toma
una parte de la sangre de las víctimas consagradas a Yahvé y derrama sobre el altar la sangre,
toma otra parte de la sangre y rocía al pueblo que solamente acaba de pronunciar su "si" a la
alianza: "Todo cuanto dice Yahvé lo cumpliremos y lo obedeceremos", Ex. 24,7. Al rociar con sangre
al pueblo, Moisés pronuncia unas palabras solemnes y misteriosas: "Esta sangre, es la sangre de la
alianza que hace con vosotros Yahvé sobre todos estos preceptos", Ex 24, 8. Con esta efusión de
sangre se significa la comunidad de vida que se inicia entre Yahvé y el pueblo israelita, puesto que
la sangre es el "alma" y principio de la vida, Deut 12, 23.
Pero como la sangre de las víctimas, por medio del sacrificio, se han hecho en cierto
sentido "sangre de Dios", este rociar con sangre no sólo significa comunión de vida con El, sino
que, en un sentido verdadero, aunque todavía no pleno, la realiza.
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4.14.- El Código de la alianza, Ex 20, 25 y ss. a 23, 33
La Alianza del Sinaí tenía no sólo una parte formal y ritual, como acabamos de explicar,
tenía también una parte de implicación material y social, a esta parte se le llama el "Código de la
alianza". El "código" es, la alianza en el estado práctico y en el nivel de la vida social ordinaria. Es
un conjunto de prescripciones, soluciones disposiciones justas, sanas y sólidas que solucionan
dificultades, explican algunos principios y orientan u ordenan la conducta de los hombres en las
situaciones comunes y variables de la condición humana. Pero este conjunto "no es sólo un
formulario de moral social y religiosa de muy buena ley, sino que la situación de Israel lo ha
situado en la alianza como en su gran y necesario contexto". G. Auzou.
En realidad todo el Levítico y gran parte del Deuteronomio no hacen sino explicitar y
traducir a situaciones concretas las directrices genéricas marcadas por el "código de la alianza". El
código de Moisés se limita a verter en normas las experiencias religiosas del Sinaí, a fin de que rija
en adelante la trayectoria social y moral del pueblo judío. Es obvio que Moisés se limitó a esbozar
las pistas necesarias para que el pueblo canalizara su conducta. En este código de la alianza aflora
la formulación germinal de la "Toráh" o "Ley del Pueblo elegido".

4.15.- Normas sociales


.- El trato a los esclavos: La normativa de la alianza invita a ver un hombre detrás de cada
esclavo; este código respira un gran humanismo sobre todo si lo comparamos con las costumbres
de le época.
.- La ley del talión: Justicia de los nómadas. El castigo debe de se proporcional al delito
cometido. Su principio es tajante: "Ojo por ojo, vida por vida", Ex 21, 24.
.- Sobre el robo: En Israel siempre escasearon los ladrones, esto explica la pureza del
cumplimiento de la ley. La ley es terriblemente intransigente con el ladrón en el que deja ver al
ladrón como un asesino, se limita a considerarlo como un ser mezquino a quien debe de excluirse
de la comunidad, a fin de no la contamine con su impureza.
.- Normas del culto: Las normas sociales regulan los derechos y deberes entre los
hombres, las normas cultuales los derechos de Dios. Dios concibe la alianza como una auténtica
santificación del pueblo, Ex 19, 6, el cual quedará integrado así en la dinámica divina, Lev 11, 44-
45. La ley de la primogenitura es la ofrenda de ofrecer a Dios lo mejor ya sea en los animales
como en los primogénitos hombres, Ex 34, 20. Los derechos de Yahvé revisten siempre carácter
cultual.
.- La observancia del sábado: La tradición israelita asociaba sus orígenes con dos alianzas
singulares de Yahvé: la de Abrahán, Gen 17, 9-14; y la de Moisés, Ex 19, 1-20). La primera instauró
un rito orgánico: la circuncisión; la segunda, un rito cúltico: el descanso del Sábado. El carácter
cultual del sábado no se limita sólo al descanso físico en el séptimo día de la semana. La alianza
sinaítica quiere que los israelitas celebren también el año sabático, Ex 23, 10-11, en este año
sabático se devolverá la libertad a los esclavos que así lo deseen, Ex 21, 2.

4.16.- Las grandes Fiestas religiosas de Israel


Es la unión de fiestas religiosas de tipo nómada: la pascua, con fiestas de tipo de tradición
agrícola: los panes ázimos. (Ver este tema en: 6.5.3.2.).
a.- Fiesta de la Pascua: es la más antigua, es fiesta nómada, típico de los pueblos pastoriles,
se realizaba antes de Abrahán. Fiesta principal judía que recuerda la liberación de la esclavitud en
Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. Se come el cordero asado y las yerbas amargas.

b.- Fiesta de los Ázimos: Fiesta agrícola que señala el comienzo de la cosecha de la cebada.
Se comía el pan ácimo procedente del grano nuevo, sin levadura.
c.- Fiesta de las Semanas. (Pentecostés): En esta solemnidad ofrecían los israelitas a Yahvé
las primicias de las cosechas.
d.- Fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, fiesta de la recolección final de todos los frutos.
Fiesta final de acción de gracias a Yahvé por todos los bienes recibidos en todas las cosechas del
año.
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4.17.- La idolatría del pueblo de Israel
El mayor pecado que cometió Israel, el gran delito religioso del pueblo judío, consistió
siempre en el pecado de la idolatría. Es el pecado que más ofende a Dios, a su gloria. Es del pecado
que más se queja Yahvé contra su pueblo. El que primeramente denuncian los profetas y en el
que Yahvé por medio de ellos muestra mayor enojo, desagrado, ira, contra su pueblo. Dios, no
puede permitir que su pueblo elegido, el pueblo que El formó, se vaya tras otros dioses
materiales, hechos de manos humanas: dioses de barro, metales, maderas, hechas por manos
humanas.
Así el culto idolátrico amenazaba de manera seria y definitiva a la hegemonía de Dios
sobre su pueblo, contraviniendo todo lo pactado, todo lo revelado y acontecido entre Yahvé y el
pueblo de Israel, manifestado en las cláusulas de la alianza. El becerro de oro: Ex Cptlo 32. La
apostasía de Israel en el desierto en las faldas del monte Sinaí fue evidente: "Cuando el pueblo vio
que Moisés tardaba en bajar... se quitaron los pendientes de oro... los tomó en sus manos e hizo un
molde y fundió un becerro y ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión". La ira de
Yahvé se hace patente y Moisés intercede ante Dios en favor de su pueblo.

4.18.- Renovación de la alianza


Esta renovación viene descrita con toda minuciosidad en Ex 34,1-4.
“Yahvé dijo a Moisés: “Tállate dos tablas de piedra como las primeras, sube donde mí, al
monte, y yo escribiré en ellas las palabras que había en las primeras tablas que rompiste, Prepárate
para mañana; sube temprano al monte Sinaí y aguárdame allí en la cumbre del monte. Que nadie
suba contigo, ni aparezca nadie en todo el monte. Ni siquiera las ovejas o las vacas pasten en el
monte”. Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras, se levantó temprano y subió al monte
Sinaí como le había mandado Yahvé, llevando en su mano las dos tablas de piedra”. Ex 34, 1-4.

4.18.1.- Las tablas de la Ley


Tras sellarse un pacto, solían consignarse por escrito las estipulaciones. La tradición
bíblica, fiel el lema de "una alianza renovada", presupone una doble redacción de tales tablas. La
primera contendría las cláusulas de la alianza, Ex 20, 1-21, y habría sido destrozada por el mismo
Moisés al constatar que el pueblo veneraba el becerro de oro. Por esto fue necesario una segunda
renovación de las tablas. Era una segunda redacción donde se fijaran las nuevas cláusulas. Así las
tablas de alianza quedaban convertidas en símbolo del pacto renovado.

4.18.2.- Objeto y esencia de la alianza


La esencia de la alianza viene constituida por la relación de comunión vital, que se
establece e inicia entra las dos partes que se ligan con ella. La alianza crea entre Yahvé y el pueblo
una "comunidad de intereses", de tal manera que Yahvé se hace garante de la seguridad del
pueblo en todos los sentidos, como aparece por las bendiciones anexionadas a la alianza: "Yo
mandaré un ángel ante ti, para que te defienda en el camino, y te haga llegar al lugar que te he
dispuesto... seré enemigo de tus enemigos y oprimiré a tus opresores", Ex 23, 20.
Es la actualización de la promesa hecha a Abrahán. Y a lo lejos se adivina ya la
identificación real que la Nueva Alianza va a traer de tal manera que: "lo que a uno de estos
pequeños hagáis, a mí me lo hacéis", Mt 25, 40.
La alianza establece una relación de propiedad entre Yahvé y el pueblo. Yahvé es dueño
de toda la tierra y de todos los pueblos que la habitan. Ha querido, sin embargo, ligarse con
ligaduras humanas, "con lazos de amor", Os 11, 4; con una serie de tribus haciendo de ellas: "su
propiedad", uniéndolas en un solo pueblo, reservado para El, el pueblo de Yahvé", Lev 26, 12: "Ahora
si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad entre todos los pueblos; porque mía
es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa", Ex 19, 5-6.
Yahvé se convierte por la alianza en el Dios propio de Israel. Esta propiedad mutua, Israel
es pueblo propiedad de Yahvé, Yahvé el Dios propio de Israel, hace de Israel un pueblo, una
nación santa, un pueblo dedicado al servicio exclusivo de Yahvé, reservado para El. Separado de
todos los demás pueblos con los que Yahvé no se ha ligado tan especialmente. Como pueblo
70
sacerdotal que es, la tarea principal de este pueblo en la tierra es dar culto de adoración a Yahvé,
solo a Yahvé y no a otros dioses falsos e ídolos.
La relación de Yahvé con el pueblo supone una presencia especial suya: "Estableceré mi
morada entre vosotros y no os abominará mi alma. Marcharé en medio de vosotros", Lev 26, 11-12.
Este conjunto de relaciones tenemos que definirlas como relaciones de amor. La alianza hace
posible y da origen a la imagen bíblica que compara las relaciones entre el pueblo de Israel y
Yahvé con las relaciones entre padre e hijo: "Pero ahora, escucha, Jacob, mi siervo, Israel a quien
elegí yo. Así habla Yahvé, que te ha hecho, y en el seno materno te formó y te socorre", Is 44, 1-2. Más
aún, esa relación se compara con aquella otra experiencia más profunda del amor humano: La
relación matrimonial: "Me acuerdo en favor tuyo del afecto de tu adolescencia del amor de tus
desposorios, de tu seguirme en el desierto...", Jer 2, 2.
La alianza crea, una relación de amor. Esta relación de amor al pueblo de parte de
Yahvé exige de éste una respuesta también de amor. Esa respuesta de amor se concreta y expresa
a través de la ley. Este es, pues, para Israel, el modo real de manifestar su agradecimiento por el
beneficio de la liberación de la esclavitud de Egipto. Por eso el comentario que el Deuteronomio
hace al decálogo se inicia resumiendo la ley en ese precepto que dice: "Amarás a Yahvé tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y llevarás muy dentro del corazón todos estos
mandamientos que yo te doy", Deut 6, 5-6.
Este amor es sincero, y si vive lo que promete acabará desembocando en servicio, en
cumplimiento de esos, mandamientos, Deut 6, 13-14.

4.19.- Moisés, el mediador de la Alianza


Yahvé tiene la iniciativa de la alianza. El pueblo es el destinatario de la misma. Entre Yahvé
y el pueblo se halla la figura destacada de Moisés. Él es el que sube a la montaña, el que penetra en
cierto sentido en la esfera de lo divino, mientras el pueblo tiene que permanecer alejado de la
santidad de Yahvé; él oye las palabras de Yahvé, recibe sus confidencias, para bajar después, a
incorporarse y comunicarle al pueblo todo lo que Yahvé le ha dicho. Moisés se convierte en el
intermediario, el mediador de la alianza. Es el hombre escogido por Dios como representante del
pueblo para transmitir a éste su designio.
Es el intercesor en favor del pueblo cuando éste peca gravemente de idolatría, salvándole
de la destrucción: "Al día siguiente, dijo Moisés al pueblo: "habéis cometido un gran pecado. Yo
ahora voy a subir a Yahvé, a ver si os alcanzo el perdón. Volvióse Moisés a Yahvé y le dijo: Oh! este
pueblo ha cometido un gran pecado, pero perdónales su pecado", Ex 32, 30-32. Moisés es el
hombre elegido por Yahvé para salvar a su pueblo. Es el que les ha guiado para salir de la
esclavitud de Egipto. El que les ha hecho pasar el mar Rojo. El que por su intercesión les ha dado
la victoria en las luchas y dificultades del desierto, Ex 17, 8-16.
Moisés es el sacerdote en el pacto, o alianza, entre Dios y su pueblo, derramando la sangre
de las víctimas sobre el altar y aspergiendo con ella al pueblo; él consagra a Aarón sacerdote y la
tradición bíblica hace proceder de Moisés la legislación cultual. Es, finalmente, el hombre solidario
con el pueblo en el horizonte de la salvación, en los momentos de desgracia y de opresión. El
elogio que de Moisés hace a continuación el Deuteronomio resume la conciencia que Israel tiene
de la importancia de la mediación que tuvo Moisés entre Yahvé y su pueblo: "No ha vuelto ha
surgir en Israel profeta semejante a Moisés con quien cara a cara tratase Yahvé ni en cuanto a las
maravillas y portentos que Yahvé le mandó hacer en la tierra de Egipto contra el faraón y contra
todos sus servidores y contra todo su territorio, ni en cuanto a su mano poderosa, y a tantos terribles
prodigios como él hizo a los ojos de todo Israel", Deut 34, 10-12.

4.20.- La muerte de Moisés

Hasta tal punto llega esta solidaridad del mediador con el pueblo que corre la suerte que
Dios le había profetizado: la de verse privado de entrar en la tierra prometida. Moisés sube al
monte Nebot, divisa toda la extensión de la tierra prometida a los patriarcas y muere en la
71
soledad: "Subió Moisés desde los llanos de Moab al monte Nebot... y Yahvé le mostró la tierra
prometida, desde Galad hasta Dan... y le dijo Yahvé: ahí tienes la tierra que juré dar a Abrahán, Isaac
y Jacob... te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella. Moisés el siervo de Dios, murió allí en la
tierra de Moab, conforme la voluntad de Dios", Deut 34, 1-5.
A lo largo de los siglos se ha querido ver, a veces, a esta muerte en solitario, el significado
de ascensión a una forma más elevada de existencia, es decir, al cielo, pero en este pasaje no hay
tal afirmación. Puede servir como consideración espiritual piadosa como hacen ciertas
tradiciones judías, pero exegéticamente hablando no hay más.
CAPITULO QUINTO

LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA

Aquella parte de la historia de la salvación comprendida entre la muerte de Moisés sobre


el monte Nebot y la institución de la monarquía bajo David y Salomón, es considerada
habitualmente como una fase de transición, de preparación.
La época histórica comprendida entre Moisés y David, se caracteriza por los siguientes
hechos importantes:
a.- Después de siglos de turbulencias llega por primera vez una cierta "tranquilidad" que
al principio ha sido todavía combatida violentamente y más tarde ha tenido que ser defendida
mediante choques con las tribus vecinas y las ciudades cananeas. La migración aramea,
procedente de la región mesopotámica, había encontrado su meta en Canaán. Los arameos
errantes se habían instalado en la tierra prometida. Desde el punto de vista etnológico este
período de la historia de las tribus israelitas está caracterizado por la transición de una vida
nómada a una vida sedentaria.
b.- La sedentarización de las diversas tribus israelitas en el país de Canán, que ha acaecido
en oleadas sucesivas, es el presupuesto indispensable para la cohesión política y nacional de
grupos migratorios israelitas, hasta entonces divididos. Sólo entonces se tuvieron los
prerrequisitos para la formación de una federación de las doce tribus (anfictionía e Israel).
c.- Junto a esta coalición política de las tribus de Israel se desarrollaba una nivelación
espiritual, que era mucho más difícil de actuar. Formular una historia común de los orígenes,
partiendo de las tradiciones particulares y de las experiencias de cada una de las tribus israelitas
era una empresa extremadamente amplia. Puede sostenerse que fundamentalmente el relato de
la tierra prometida y de su conquista, bajo Josué, sucesor de Moisés, se limita preferentemente a
las empresas de la "casa de José", o sea, de las tribus de Efraín y Manasés. No hay que maravillarse
de esto si se recuerda que José pertenece a la tribu de Efraín.
d.- En este periodo se efectúa también una nivelación teológica, en cuanto que los
antiguos nombres de Dios, el "Dios de Abraham, Isaac y de Jacob", el "Dios de los Padres", se ponen
en relación y se identifican con el nombre de Yahvé, que es de origen madianita y lo han adoptado
las tribus israelitas en Egipto o, durante la peregrinación por el desierto. De esta manera se
asegura la continuidad histórica y teológica: un único Dios guía los destinos el pueblo de Israel.
e.- La unidad de culto, que se logró solamente bajo los reyes David y Salomón, representa
el último estadio de este proceso de unificación política y teológica. Las tentativas políticas para
llegar a la creación de un reino han alcanzado el apogeo en la unidad cultual del templo
salomónico y en el precepto de las peregrinaciones obligatorias al Templo de Jerusalén.

5.1.- Circunstancias históricas de la conquista


La larga permanencia en el desierto ocasionó la muerte de la generación que salió de
Egipto, muerte que es interpretada repetidamente por las diversas tradiciones como purificación
de su continuo pecado, Deut 1, 34-40. El pueblo, con el largo rodeo evita el encuentro armado con
pueblos más poderosos que él: Edón y Moab, y llega a la frontera de la tierra prometida
ubicándose al este del mar Muerto.
El momento histórico para abordar la conquista de Canaán era inmejorable. Las tribus
que habían salido de Egipto se habían robustecido en el desierto y habían adquirido cierta
72
conciencia de unidad. Los imperios limítrofes estaban en absoluta decadencia, impotentes por
tanto de intervenir. Egipto, después del esplendor de Ramsés, había iniciado el letargo. Asiria ya
no había levantado cabeza. Los cananeos se hallaban divididos entre sí en multitud de ciudades -
estado independientes, incapaces de hacer causa común y por tanto de defenderse ante el empuje
de unos nómadas aguerridos.
La historia de la conquista no se puede seguir al detalle, porque la interpretación bíblica
actual ha simplificado el desarrollo de los sucesos. Pero las pruebas son más que suficientes para
asegurar que en la segunda mitad del Siglo XIII tuvo lugar, como lo demuestran los abundantes
testimonios arqueológicos, un gran asalto por el este de Palestina que por incompleto que fuera,
rompió la retaguardia de la resistencia organizada y permitió a Israel trasladar allí su centro
tribal. No hay razón para dudar de que esta conquista fue, como lo describe el libro de Josué, un
hecho sangriento y brutal. Era la "guerra santa" de Yahvé por la que daba a su pueblo la tierra
prometida.
Con todo, hay que recordar al mismo tiempo, que el "anatema" fue aplicado sólo en
algunos casos; la población cananea no fue en ningún modo, exterminada. Mucha parte de la
tierra ocupada por Israel estaba densamente poblada, y otra mucha habitada por elementos que
hicieron causa común con él. Las victorias de Israel ocasionaron un aumento al por mayor de su
número. Clanes y ciudades se adhirieron en masa y fueron incorporados a su estructura por
medio de un acto solemne, Josué 24, 1. Aunque el proceso de absorción continuó durante algún
tiempo, la estructura tribal de Israel se completó rápidamente y recibió su forma constitutiva. Con
esto se puede decir que había comenzado la historia del pueblo de Israel.
Las tradiciones de la conquista, distintas y variadas en el detalle han sido recogidas por un
autor posterior ¿Quién es este autor? Es de la escuela deuteronomista. Era un experto que poseía
una vasta formación teológica, y además, era también un verdadero genio creador. Este autor no
se ha limitado, a recoger y subdividir el material histórico y religioso del pasado, sino que lo ha
unificado conforme a una idea religiosa central: toda la grandeza del pueblo de Israel se funda en
la elección de Yahvé y en su fidelidad; la ruina y la esclavitud del pueblo de Israel son los signos
del castigo, que Yahvé inflige al pueblo de la alianza convertido en infiel.
"Temed ahora a Yahvé y servidle con perfección y fidelidad", Jos 24, 14. El deuteronomista
tenía una concepción independiente de la teología de la historia. Le interesan evidentemente una
fusión y una animación de toda la doctrina religiosa y un ahondamiento teológico de la historia
del pueblo de Israel.
En el libro de Josué y en el de los jueces el deuteronomista ha conservado una serie de
cuadros en miniatura de lo que ya se poseía en una redacción escrita. Pero algunas figuras han
sido fuertemente infladas y retocadas por motivos teológicos o bien se les ha asignado en el curso
de la historia israelita un puesto muy distinto de aquel que tuvieron en realidad.
Análogamente a cuanto ha sucedido para el relato de la peregrinación por el desierto, se
trata de afirmar decididamente: "Yahvé nos ha ayudado, Yahvé está con nosotros; por tanto, demos
gracias a Yahvé, adorémosle". Esta es la mentalidad con que es menester acercarse a los relatos de
los milagros contenidos en los Libros de Josué y de los Jueces: pero es igualmente importante
examinar los textos respectivos desde el punto de vista filológico, poniendo en claro el significado
originario de las expresiones decisivas.

5.2.- El fondo histórico de la conquista de la tierra prometida


La inmigración de las tribus israelitas en Canaán debe de considerarse en el cuadro de las
varias potencias militares que en el S. XV, a. de Cristo, dominaban el Medio Oriente. Las tribus
israelitas pusieron el pie en la tierra de Canaán en diversas oleadas, provenientes del Norte
(Mesopotamia, Jarán) como del sur (Egipto, Sinaí, Oasis de Cades). A las reiteradas inmigraciones
arameas, constituidas las más de las veces por grandes federaciones de familias, se oponían sólo
los pequeños estados cananeos, que por lo demás terminaban por ponerse de acuerdo muy
pronto con los recién llegados respecto de los pastos y de los pozos de agua para sus animales.
Puesto que en el libro de Josué enumera principalmente los combates que se
desarrollaron en la región central de la tierra de Canaán, se ha visto en ellos la conquista de la
tierra prometida por parte de las tribus de Benjamín, y de Efraín y quizá de Manasés, mientras se
73
sostiene que la región septentrional de la tierra de Canaán estaba ya en poder de las tribus
israelitas que no habían tomado parte en la aventura egipcia, Gen 11, 10; Deut 26, 5. La ubicación
de las doce tribus de Israel en la tierra de Canaán quedaría de la siguiente manera:

Canaán Septentrional: (Norte de Galilea): Isacar, Zabulón. Neftalí, Dan, Aser, Gad y 1/2 Manasés.

Canaán Central: (Centro Efraimita): Efraín, 1/2 Manasés, Benjamín.

Canaán Meridional: (Sur Judea): Judá, Simeón, Rubén.

5.3.- El sentido de la conquista


El hecho de la conquista de Canaán por parte de los israelitas liberados de la opresión de
Egipto tiene un profundo sentido religioso y salvífico. Es el cumplimiento de la promesa hecha
gratuitamente a los padres: "Yahvé nuestro Dios, nos habló en el monte Horeb diciendo: ya habéis
morado bastante en este monte, !Ea¡ levantad el campamento... Yo os entrego esa tierra: id y tomad
posesión de la tierra que a vuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob Yahvé juré darles, a ellos y a su
descendencia después de ellos", Deut 1, 6-8. La posesión de la tierra prometida es un don de Dios.
El pueblo acepta el don, colabora con Dios y espera su intervención Dios pondrá la tierra en sus
manos y con gran sacrificio, tendrá también que confiar en su palabra. Así, en el paso del río
Jordán, se repite el prodigio del paso del mar Rojo, Jos 4, 19-25, para dar a entender que
nuevamente es Yahvé quien les hace franquear y superar lo que dificulta la entrada en la tierra
prometida. Así también en la conquista de Jericó la primera ciudad, tipo de toda conquista, que
cae sin que el pueblo haga nada más que esperar. Las dificultades de la conquista, con ciertos
fracasos y reveses que obligan al pueblo a retroceder no son negados por el autor, son
interpretados como fruto del pecado del pueblo.
Y se aprovechan para resaltar aún más la misericordia y fidelidad de Yahvé, Jos 7. El autor
pone en boca de Josué, al despedirse del pueblo, dice unas palabras que resumen el sentido de
toda la conquista: "Vosotros habéis visto todo cuanto Yahvé vuestro Dios ha hecho con todas las
naciones que teníais ante vosotros; porque Yahvé vuestro Dios es el que por vosotros ha combatido.
Tened gran cuidado de vosotros mismos amando a Yahvé vuestro Dios; porque si os apartáis de El ...
sabed bien que Yahvé vuestro Dios no seguirá arrojándolos de delante de vosotros, sino que serán
para vosotros un lazo y una trampa, aguijón en vuestros costados y espinas en vuestros ojos, hasta
que desaparezcáis de sobre esta excelente tierra que os ha dado Yahvé vuestro Dios. Yo estoy ya para
irme por el camino de todos. Reconoced con todo vuestro corazón y toda vuestra alma que todas las
buenas promesas que Yahvé vuestro, Dios os ha hecho, se han cumplido; ninguna ha quedado sin
efecto, ninguna ha caído", Jos 23, 3 y 11-14.
A continuación de estas palabras sigue la renovación de la alianza, Jos 24. Yahvé renueva
su compromiso con su pueblo, pues es su Dios, es su defensor, su salvador, quiere seguir presente
en su historia y el pueblo también renueva el suyo y dice: "también nosotros serviremos a Yahvé,
porque El es nuestro Dios", Jos 2, 18.

5.4.- Teología de la conquista de la Tierra Prometida


Esta teología habría sido desarrollada como relatos de un conjunto de tribus del centro de
Canán donde consignaron sus vivencias humanas y religiosas en torno a la conquista de la Tierra
Prometida que estaba protagonizada por el propio Yahvé. Esta visión teológica explica que todas
las gestas heróicas sean atribuidas, más que a las armas de los guerreros israelitas, al ímpetu y
protección que Dios les daba. Algunas gestas concretas narran hechos que bordean lo inverosímil.
Muchos creyentes se preguntarán: ¿Ocurrieron los hechos tal y como se leen en el libro de Josué?
Antes de responder recuérdese que se trata de una visión teologizada de la historia. En
consecuencia no se describen los hechos tal como se suponen que ocurrieron, sino tal como exige
el protagonismo de Yahvé. Es decir, cada hazaña aparece como un logro divino. ¿Cómo olvidar, en
efecto, que Yahvé es un Dios fuerte, incontenible, belicoso, ante cuyo impulso se derrumban todas
las tuerzas enemigas? Tal tesis domina todos los relatos de la conquistan de la tierra prometida.
Por eso, sólo podrá entender su verdadero mensaje, quien descubra en ellos la huella de Dios.
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Todas las acciones de "conquista" vienen contempladas desde un prisma religioso-
teológico. En ellas Yahvé manifiesta su poder, doblegando la oposición de los cananeos. Los
ejércitos israelitas sólo tienen que seguir sus pautas. El Dios del Sinaí les sigue protegiendo,
allanando su camino hasta que se instalen definitivamente en la Tierra Prometida.

5.5.- Teología de la guerra santa


Para nosotros, los occidentales, una guerra es justa cuando defiende los derechos de una
nación; para los israelitas, la guerra era justa si defendía los intereses de Yahvé. Su arraigado
teocentrismo convertía la guerra en un acto de servicio divino. La conquista de la Tierra
Prometida está jalonada de una serie de acciones bélicas y violentas y todas ellas estaban
inspiradas en motivos religiosos. El pueblo israelita no combatía por afán de querer poseer
codiciosamente, tierras extrañas, sino por seguir los pasos y cumplir las promesas que Yahvé le
había señalado. En efecto, Israel sabía cómo proceder en la guerra, Deut 20, 2-20. No podía
realizar destrucciones caprichosas, o arbitrarias, Deut 20, 19. Ni extremar su violencia, 1 Samuel
11, 2. En la guerra los israelitas se limitaban a ejecutar la devastadora ira de Yahvé, 1 Sam 28, 28,
debiéndose preparar para ello mediante una meticulosa purificación cultual, 1 Sam 21, 6. Para los
israelitas, ir a la guerra era igual a comprometerse con el Dios de la Alianza, hasta el punto de dar
la vida en defensa de los intereses de Yahvé. Sólo desde este enfoque religioso y teológico se
permite valorar el alcance de las guerras provocadas con motivo de la conquista.¡Error! Marcador
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5.6.- Breve biografía de Josué


Josué era hijo de Nun, Jos 24, 29, de la tribu de Efraín 1 Cron 7, 27. Durante la
peregrinación por el desierto se distinguió en la batalla contra los amalitas, Ex 17, 9. Participó
como explorador en la expedición que desde el oasis de Cades penetró en la región meridional del
país de Canaán, Num 14, 6-38. Fue el hombre de confianza de Moisés y luego su sucesor, para
guiar al pueblo a la conquista de Canán, Ex 24, 13. Bajo su mando tuvo lugar la conquista de la
Tierra Prometida.

5.7.- La Asamblea de Siquem


De los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob se afirma que fundaron distintos santuarios por
todo el territorio conocido en aquella época con el nombre de Canaán. Estos santuarios señalaban
normalmente los lugares en que Dios se les había manifestado; estos santuarios de culto sagrado
eran: Siquem, Betel, Mambré, Berseba.
Se puede decir, que en estos lugares se formó la federación de las 12 tribus, que tiene una
particular importancia la narración de la llamada asamblea de Siquem, Jos 24, s.s, en la que Josué
reúne en Siquem a todas las tribus para refrendar su unidad como pueblo, renovando la alianza
sinaítica, Jos 24, 1-28. La asamblea de Siquem se limita a cumplir una supuesta orden de Moisés,
Deut 27, 1-12, relacionada con las bendiciones y maldiciones de la alianza, Deut 11, 26-32, y en
ella se fijan las bases de la unidad nacional. Josué convoca a todas las tribus provenientes de
Egipto, aún cuando no hayan llegado al mismo tiempo que él. Se trata de realizar una federación
de tribus para defenderse de cuantos peligros les puedan amenazar. Así esta asamblea se
convierte en el primer paso para la unidad nacional, pues hay que reconocer que hasta ese
momento cada tribu había actuado por su cuenta.
La asamblea de Siquem culmina con una nueva alianza, en la que una vez más se sella el
pacto entre Yahvé y el pueblo elegido. Esta nueva alianza exige que se abarque no sólo la esfera
religiosa, sino también la dinámica sociopolítica del pueblo. Esta nueva alianza presenta una
doble perspectiva:
a.- Compromiso religioso, que fija los nexos entre Yahvé y su pueblo.
b.- Compromiso sociopolítico, que regula el porte del pueblo con quienes lo integran y con
los demás pueblos.
La asamblea termina estampando Josué por escrito las cláusulas de la alianza: “Aquel día,
Josué selló una alianza con el pueblo; le impuso decretos y normas en Siquem. Josué escribió estas
palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina
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que hay en el santuario de Yahvé ", Jos 24, 25-26. Así la asamblea y el pacto de Siquem suponen un
paso, adelante con respecto al Sinaí. Allí la Ley había quedado consignada en tablas de piedra;
ahora Josué toma a su vez una gran piedra colocándola junto a la encina de Siquem, Gen 33, 20, en
la que se consignaron las cláusulas del nuevo pacto con sus respectivas bendiciones y
maldiciones. De esta forma tan sencilla termina la tradición deuteronomista su versión de la
conquista de la Tierra Prometida.
c.- Nuevos santuarios. Una vez que los israelitas dieron fin a sus peregrinaciones y
conquistaron la Tierra Prometida, establecieron algunos santuarios nuevos: Guilgal, Silo, Mispá,
Ofrá, Dan, Jerusalén

5.8.- Época de los Jueces de Israel


La época de los jueces comienza con la muerte de Josué, Juec 2, 6 y s, s, y termina con el
discurso de despedida de Samuel, 1 Sam 12. Ya hemos explicado anteriormente que con la
asamblea de Siquem, se habían sentado las bases para una cierta unión religiosa y sociopolítica.
Sin embargo no hay que suponer muy fácilmente que las doce tribus estaban perfectamente
unidas y acordes en todo lo que acaecía en el pueblo elegido. La vida nómada se distinguió
siempre por su autonomía.
Cada clan, o tribu, estructuraba su existencia de acuerdo a sus propias leyes y costumbres,
sin embargo al cambiar de vida hacia una sedentarización, por la conquista de la Tierra
Prometida, se vieron obligados a compartir diversas inquietudes de sus hermanos de sangre. Las
tribus hebreas muy pronto se vieron unidas no sólo por vínculos religiosos sino también de
sangre. Los diversos clanes eran protegidos por la misma divinidad: "Yahvé", y les llevaba a
experimentar una unión sólida y viva. ¿Cómo mantenerse aislados unos de otros si el enemigo era
común? La fuerza de Yahvé, su "espíritu", (ruah), les iba a dar las victorias y les iba a unir en las
dificultades.
Los jueces no hay que entenderlos en el sentido jurídico del término que hoy día
atribuimos a este concepto en la sociedad civil. En la Biblia "jueces", son hombres carismáticos,
israelitas poseídos por el "espíritu de Yahvé", (Ruah), que cumplen una doble función. Poner en
orden al pueblo elegido. Y defender al pueblo elegido de los ataques del enemigo.
Los jueces son hombres de Dios que momentáneamente se ponen al servicio de Dios, en
bien de su pueblo. Estos hombres poseídos temporalmente por el "espíritu de Yahvé" eran
personas normales, a quienes la fuerza divina convertía de repente en héroes; el “ruah” divino
soplaba donde quería para ayudar a su pueblo en los momentos de dificultad.
En la vocación del juez se manifiesta visiblemente el elemento carismático - profético; el
influjo directo de Dios. Así se confirma la tesis teológica y experiencial de Israel: que el único Rey
de Israel es: YAHVÉ, Juec 8, 13. Los jueces son los representantes del Dios Rey invisible. En la
Sagrada Escritura se enumeran los siguientes Jueces:
a.- Jueces Menores: Samgar, Juec 3. 31. Tola, 10. 1. Jair, 19, 3-5, Abesan, 12, 8-10. Elon 12,
11-12, Abdón, 12, 13.
b.- Jueces Mayores: Otoniel, Juec 3, 7-10. Aod , 3, 11-30. Débora y Barac, 4, 4-5, Gedeón, 6,
11. Jefté, 10, 6. Sansón, 13, 1.
A la lista de los Jueces hay que añadir las siguientes figuras bíblicas:
Helí, 1 Sam 1, 19 y s.s, y Samuel, 1 Sam 7, 15-17.
La época de los Jueces se caracteriza
a.- Por la falta de unidad real entre las tribus israelitas.
b.- Por las incesantes escaramuzas y guerrillas con la población cananea atrincherada en
las rocas, con los arameos, los moabitas, los amonitas, los madianitas y, sobre todo, con los
adversarios más importantes, los filisteos.
c.- Por la extensión de las fortalezas israelitas y por la definitiva toma de posesión de
Canán.
Enumeraremos algunos de los personajes bíblicos de más renombre de la lista de los
Jueces:
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5.8.1.- Débora
Una profetisa y heroína carismática, se dice explícitamente que: "era Juez en Israel", Juec 4,
4. Que desde lo alto del Tabor envió a su jefe Barac, al frente de la coalición de las tres tribus de
Efraín, Neftalí y Zabulón, contra Sísara, general del ejército de Jabím.

5.8.2.- Gedeón
Una figura carismática de héroe, que todavía hoy es capaz de entusiasmar, es de la tribu
de Manasés. Su historia en la que probablemente la fantasía popular ha trenzado bien pronto
poéticas leyendas en torno a la realidad, es narrada con evidente amor y grandiosidad épica.
El acento religioso, que aquí y allí asume la amplitud de un himno, se apoya en el tema de
la guerra santa, querida por Dios, a quien se debe exclusivamente la liberación. En la reducción de
combatientes de 22,000 a 10,000 y finalmente a 300, y en el hecho de que no ha sido Gedeón y su
tropa sino el: "Señor mismo el que ha vuelto las espaldas al enemigo", habla de la fuerza y el poder
del espíritu de Yahvé.

5.8.3.- Sansón
La figura de Sansón, Juec 13, l, s.s, de la tribu de Dan está escrita magistralmente. La
característica de esta trágica personalidad de vencido, es el amor por su pueblo. El núcleo central
del relato se refiere a un célebre héroe carismático que tuvo un papel de primer orden en los
conflictos encarnizados entre los filisteos y la tribu de Dan, atrincherada en los montes de Judea.
En la vida de Sansón se halla la historia de una vocación carismática: "El será nazireo desde el
vientre de su madre", Juec 13, 5. Pero aun en su extrema humillación y miseria, cuando se le obliga
a hacer girar la muela del molino de la cárcel de los filisteos Sansón permanece humanamente
vecino al lector. En esta historia de Sansón se presenta a éste como un portavoz de Dios, Juec 13,
8-25. Es como un azote divino sobre sus enemigos.
Termina la historia en el templo del dios Dagón, Juec 16, 22-31, divinidad de origen
amorreo adoptada por los filisteos. l Sam 5, 2-3. Mientras se ofrece un sacrificio a Dagón, Sansón
viene expuesto a las burlas del público, divirtiéndose los filisteos al ver al israelita Sansón hecho
una piltrafa. Sin embargo, habiendo recobrado el vigor de su cabellera, Sansón se siente de nuevo
asistido por el "espíritu de Yahvé" y pone fin a su vida y a la de sus enemigos derrumbando las
columnas del templo.
El marco teológico de cada una de las personalidades que aparece constantemente en el
Libro de los Jueces se encuentra en el siguiente esquema: 1º.- El pecado de Israel como
alejamiento de la Ley de Dios; 2º.- El castigo de Dios y decadencia del pueblo; 3º.- Dios suscita un
“juez” que dirige al pueblo contra el enemigo; 4º.- El pueblo se convierte y se arrepiente de sus
pecados; 5º.- El “juez” con el pueblo israelita vencen al enemigo; 6º.- Liberación del enemigo.
Tiempo de paz y de progreso. 7º.- Pasado cierto tiempo alejamiento de Dios y pecado de Israel.

Alejamiento del Vocación de Victoria sobre Paz en las tribus


pueblo de Dios un Juez los enemigos

Castigo y Decadencia Conversión Alejamiento de Dios


del pueblo israelita Vuelta a Dios

5.8.4.- Helí
La juventud del último de los jueces, Samuel, referida en el 1 Sam, está en relación con la
vida del sacerdote Helí. Este era sacerdote de Yahvé en Silo, donde entonces se hallaba el
Tabernáculo de la alianza.
El cuadro de la época que sirve de fondo a la historia de Helí es extremadamente sombrío.
Se trata de una época de decadencia religiosa y política abuso de los sacrificios por parte de los
hijos de Helí : Ofní y Fines, en el santuario de Silo, 1 Sam 1, 3. Vejaciones de los filisteos,
77
destrucción de la ciudad de Silo, pérdida del Arca en la guerra contra los filisteos, 1 Sam 4, 1,s.s,
reposición del Arca en el templo filisteo de Dagón en Azoto, 1 Sam 5, 1-5. Vuelta del Arca a través
de Bet Semes hasta Quiriat Jearim, 1 Sam 6, 1, donde permanece hasta la traslación a Jerusalén
acaecida bajo el reinado de David.
En aquella época la fe en el poder salvador de Yahvé y en la fidelidad a su Alianza se había
resquebrajado fuertemente. Por todas partes surgían altares en honor del dios cananeo Baal y de
la diosa de la fecundidad Astarté, 1 Sam 7, 3. Sobre este oscuro fondo histórico se recorta y
aparece la figura de Samuel.

5.8.5.- Samuel
La tradición deuteronomista ve en Samuel el último eslabón en la compleja cadena de
"Jueces" bíblicos. Su vida y actuación fue decisiva a la hora de consolidar la trayectoria
sociopolítica y religiosa del pueblo israelita. Por eso la tradición lo ve como un ser extraordinario,
el hecho de que nació tardíamente de una mujer que había sido estéril, el deseo de su madre de
tener un hijo y consagrárselo a Yahvé, 1 Sam 1, 5, entronca con la historia de Sara, Gen 11, 30.
Rebeca, Gen. 25, 22. Raquel, Gen 29, 31, y la madre de Sansón, Juec 13, 3. Samuel queda así
enmarcado entre los grandes héroes bíblicos, pues su concepción se supone debida a una ayuda
providencial de Yahvé.
Samuel es hombre de una fe muy grande en Dios, hombre de corazón puro: "Yahvé estaba
con él; no dejó caer en tierra ni una sola de sus palabras", 1 Sam 3, 19. "Samuel fue juez de Israel
durante toda su vida. Cada año hacía un recorrido por Betel, Galgata y Masfa, y en todos estos sitios
juzgaba a Israel. Después volvía al santuario de Rama, donde tenía su casa, y allí juzgaba a Israel.
También construyó allí un altar a Yahvé”, 1 Sam 7, 15-17. Samuel fue el defensor inmutable de la
gloria y de la soberanía de Yahvé sobre su pueblo.
La situación política y religiosa en tiempo de Samuel era muy delicada. Es cierto que
Samuel es el hombre de Dios que reporta la fe de las tribus de Israel a la primitiva pureza de la
Alianza del Sinaí, pero el peligro de los filisteos era cada vez más inminente. ¿Cómo afrontar este
peligro? ¡Sólo Yahvé lo podía afrontar y erradicar! Así lo atestiguaba la experiencia vivida por el
pueblo, desde que abandonara el país de los faraones. Ahora bien, Yahvé para actuar con su
fuerza poderosa, exigía un requisito imprescindible y este era: "fidelidad", y precisamente esto era
lo que más le faltaba al pueblo israelita. El pueblo de Israel con sus prácticas idolátricas y
oscurantistas religiosas se había separado de la pureza y fidelidad de la Alianza del Sinaí y en
estas condiciones Yahvé no podía actuar, no podía salir en su defensa. Era preciso que el pueblo
saliera de su letargo y ceguera religiosa se convirtiera y volviera a la pureza y veracidad del pacto
sagrado con Yahvé y así Yahvé podría actuar en su favor.
En esta situación de desamparo el pueblo elegido va donde Samuel para consultar el
conflicto que tienen con los filisteos, Samuel supedita la aniquilación de los enemigos a una total
conversión religiosa del pueblo a la pureza de la fe en Yahvé. Sólo si se extirpa la idolatría a los
dioses extranjeros, Yahvé les librará, “Dijo entonces Samuel a toda la casa de Israel: Si os volvéis a
Yahvé con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las Astartés,
fijad vuestro corazón en Yahvé y servidle a él sólo y entonces él os librará de la mano de los filisteos”.
1 Sam 7, 3-4. Tal es la profecía religiosa lanzada por Samuel desde el santuario de Silo, hasta que
al fin fueron arrasados los filisteos.
Así Samuel no aparece simplemente como un juez reconocido sólo por algunas tribus,
sino que con su pura actividad de mediador ha venido a ser el símbolo y el vínculo de la unidad de
todas las tribus de Israel. Bajo Samuel la federación de las doce tribus de Israel, (anfictionía)
adquiere aquella mayor unión y solidez que constituye el presupuesto social para la formación de
una futura monarquía. Pero si Samuel es el defensor del gobierno teocrático, reconoce él mismo
que sólo Yahvé es el Señor, el legislador, el jefe, el juez de Israel, el pueblo de la alianza. La
voluntad de Yahvé es la ley del pueblo de Israel. Sólo Yahvé es Rey.
Samuel no es partidario de instituir una monarquía en el pueblo de Israel, más bien lucha
con todas sus fuerzas contra una monarquía humana, terrena, para Israel. Samuel se presenta
como el rígido defensor del poder de Dios sobre Israel, de la pureza de la alianza y de conservar
las "tradiciones de los padres". Prevé con gran sagacidad y con conocimiento de su pueblo que una
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monarquía humana apartará del culto santo y puro de Yahvé y a partir de ahí vendrán sobre el
pueblo elegido más desgracias: "Sin embargo, el pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo": ¡No!,
debemos de tener un rey, seremos como todas las demás naciones: nuestro rey nos juzgará
marchará a nuestra cabeza y combatirá nuestros combates", 1 Sam 8, 19, s.s. Samuel, en
su calidad de fiel administrador y representante oficial de su pueblo, transmite a Yahvé las
pretensiones del pueblo israelita de querer tener un rey humano fuera de la protección y
bendición de Yahvé, y debió de sentir como una gran bofetada cuando oyó decir al mismo Yahvé:
"Atiende la petición y pon un rey sobre ellos", 1 Sam 8, 22. Y precisamente Samuel, como un nuevo
Abrahán, que tanto se había opuesto a la institución de la monarquía, tuvo que seguir el mandato
divino, ungiendo y entronizando a Saúl, el primer rey de Israel.
Finalmente, Samuel, aunque manifiestamente era adverso a la monarquía por
considerarla como un insulto al poder y fidelidad de Yahvé y un signo de desconfianza del pueblo
hacia Yahvé, falta de fidelidad al pacto o Alianza sellado con Yahvé en el Sinaí, no entorpece los
planes de los israelitas y aceptó la voluntad de Yahvé. Y si bien es verdad que después de la
violenta discusión que mantuvo con el rey Saúl por la desobediencia al mandato del Señor:
“Samuel lloró por Saúl para que Yahvé lo protegiera", 1 Sam 15, 27-35.

5.9.- La Monarquía en Israel


El libro de los Jueces comenta y resume un período de 200 años con estas palabras:
"Fuéronse entonces los hijos de Israel cada uno a su tribu volviendo todos a su heredad. No había
entonces rey en Israel y hacía cada uno lo que bien le parecía", Juec 21, 24-25.
Las tribus israelitas, durante este largo período de tiempo, se han ido instalando con más
o menos dificultades en la tierra prometida. Las diversas tribus no forman una homogénea
unidad política y menos aún militar. Hemos visto que se relacionan entre sí de una manera muy
peculiar, un sistema "federado" en torno a un santuario y al cumplimiento, de una Alianza, en el
santuario de Silo. Aquí se reúnen anualmente en la fecha de renovación de la Alianza y se tratan
los asuntos tribales en una especie de consejo de ancianos que resuelven los posibles litigios que
podían surgir entre las diversas tribus hermanas. Sin embargo el pueblo de Israel tiene una gran
dificultad: cuando los enemigos de Israel acosan como los ammonitas, moabitas, edomitas,
madianitas, y sobre todos los filisteos, Yahvé rey de Israel va en su ayuda y suscita un líder
carismático (jueces), que impulsado por el espíritu de Yahvé al campo de batalla lucha contra el
enemigo de Israel y Yahvé les da la victoria.
Este sistema de los jueces fue realidad durante un tiempo largo ... pero los israelitas
creyeron que había que pensar en un sistema sociopolítico humano que fuera más concreto y
estable. Entonces surge en Israel la aspiración y el deseo de formar una unidad de orden social,
política y militar bajo el gobierno y el mando de un rey para tener con qué defenderse de los
numerosos enemigos que les rodeaban. Así lo
vemos en el caso del “juez” Gedeón cuando al ver las campañas realizadas en favor de Israel el
pueblo quiere proclamar a Gedeón rey pero éste responde: “No seré yo el que reine sobre vosotros,
ni mi hijo: Yahvé será vuestro rey”, Jueces 8, 23. En estos momentos la historia de Israel entra en
uno de los momentos más decisivos, pues se trata de incorporar una forma de gobierno y de
dependencia que hasta ahora no habían tenido.
Si elegían y nombraban a un rey temporal (monarquía humana) se podían desviar del
sistema teocrático: en el que sólo Dios es Rey. Podían entrar en conflicto las dos instituciones: por
un lado la institución religiosa que tenía como sistema de vida la teocracia, la Alianza, los 10
Mandamientos, etc, y las instituciones monárquicas humanas, como tener un rey, la formación de
un gobierno civil, la creación oficial de un ejército militar, crear ciudades urbanas, etc, pasando de
una vida seminómada en el mundo rural y de pastoreo a la forma de vida de ciudad, creación de
un régimen de gobierno civil, había que pagar tasas a la casa del rey y tributos a las arcas del
Estado, formar un Estado en el que el rey era la persona principal. Así Israel ya no sería un pueblo
teocrático en el que Yahveh Dios, era su rey, su Dios, al nombrar un rey humano el pueblo
inconscientemente se separaba de la protección y providencia de Dios, Israel adquiría una
autonomía llena de peligros. Esto era lo que veía proféticamente Samuel.
Testigo y orientador de este cambio importante en los destinos de Israel es Samuel,
profeta, sacerdote y juez. Él participa plenamente del sistema teocrático y prepara por voluntad
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de Dios el sistema monárquico. Por eso cuando el pueblo comienza a sentir fuertemente la
presión de la fuerza de sus enemigos los filisteos acuden a Samuel ya anciano y le piden un rey
como los demás pueblos para defenderse del enemigo y le dijeron: "Mira, tu te has hecho viejo y
tus hijos no siguen tu camino. Pues bien, haznos un rey para que nos juzgue como todas las naciones.
Disgustó a Samuel esta petición del pueblo", 1 Sam 8, 5-6. Los israelitas piensan que así podrán
hacer mejor frente al enemigo. Pero Samuel ve el peligro de tal petición. Sabe que es una ruptura
seria con el régimen de vida anterior, la teocracia sagrada del pueblo de Israel, ya que él sabe que
Yahvé es el único Rey de Israel.
Sin embargo, el propio Samuel acaba intuyendo que las circunstancias históricas piden
una nueva organización del pueblo israelita y que en ellas se manifieste la voluntad de Dios.
Samuel consulta a Yahvé la decisión del pueblo y le dijo Yahvé: "Haz caso a todo lo que el pueblo te
dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos", 1 Sam
8, 7.

5.10.- Historia de Saúl: Primer rey de Israel: 1 Sam 10


Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, 1 Sam 9, 1, es el primer rey de Israel. Es una de
las figuras profética y carismática más destacadas del Antiguo Testamento. El profeta Samuel
obediente al designio de Dios sale al encuentro de Saúl para consagrarlo como rey de Israel.
Samuel encuentra a Saúl en el campo, buscando unas asnas perdidas de su padre Quis, Saúl no
encuentra las asnas y acude donde Samuel para que le ayude a encontrar las asnas perdidas, Dios
aprovecha esta oportunidad para revelarle a Samuel quién va a ser ungido y elegido como rey de
Israel y le dice: “Mañana, a esta misma hora, te enviaré a un hombre de la tierra de Benjamín, lo
ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he
visto a mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí. Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó:
“Este es el hombre del que te he hablado. Él regirá a mi pueblo”,1 Sam 9, 16-17. “Tomó Samuel el
cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, y después le besó diciendo: ¿No es Yahveh el
que te ha ungido como caudillo de su heredad?. Tú regirás al pueblo de Yahveh y le librarás de la
mano de los enemigos que lo rodean ...”, 1 Sam 10, 1.
Así, Saúl, al ser el “Ungido de Yahveh” como rey de Israel por el profeta Samuel 1 Sam 10,
1,s.s, se afirma sobre él, el espíritu de Yahvé. Se instaló en Gueba un palacio fortificado y desde ahí
emprendió algunas campañas contra los ammonitas, los amalecitas y principalmente contra los
filisteos, en que dio pruebas de ser un jefe capaz y afortunado, dando victorias al pueblo de Israel.
Al principio Saúl fue un rey bueno y magnánimo entregado a defender los intereses del pueblo y
de Dios.

5.10.1.- Desobediencia de Saúl. Saúl cae en desgracia


Pero la historia de Saúl es dramática. Ante la amenaza de los filisteos, concentrados para
combatir a Israel con un ejército numeroso, los hombres de Israel se ven en peligro, tienen miedo
y comienzan a replegarse y se esconden en las cuevas y en las cavernas del monte. En medio de
esta desbandada, Saúl se siente solo, esperando en Dios que no le responde y aguardando al
profeta Samuel que no llega. En su miedo a ser completamente abandonado por el pueblo comete
una acción terriblemente imprudente ofrece a Dios sacrificios y holocaustos, fungiendo como
sacerdote, cuando en realidad Saúl no era sacerdote del pueblo de Israel. Este hecho provoca la
ira del profeta Samuel.
Éste al enterarse de lo que ha ocurrido le dice al rey Saúl: “Qué has hecho? Y Saúl
respondió: “Como vi que el ejército me abandonaba y se desbandaba, y que tú no venías en el plazo
fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Micmás me dije ahora los filisteos van a bajar
contra mí a Guilgal y no he apaciguado a Yahvé. Entonces me he visto forzado a ofrecer el
holocausto”. Samuel dijo a Saúl: “Te has portado como un necio. No has cumplido la orden que
Yahveh tu Dios te ha dado; entonces Yahvé hubiera afianzado tu reino para siempre sobre Israel.
Pero ahora tu reino no se mantendrá. Yahvé se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha
designado caudillo de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Yahvé te había ordenado”. 1 Sam
13, 11-15.
Y la desobediencia de Saúl no quedó ahí sino que añadió otra desobediencia más. Cuando
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estaba en guerra contra los amalecitas, Yahvé por medio del profeta Samuel le dice lo siguiente:
“Esto dice Yahvé Sebaot: He decidido castigar al rey Amalec por lo que hizo a Israel, cortándole el
camino cuando subía de Egipto. Ahora vete y castiga a Amalec, realiza el anatema con todo lo que
posee; no tengas compasión de él, mata a hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas,
camellos y asnos”, 1 Sam 15, 2-3.
Saúl penetró triunfalmente hasta el Negueb y venció ampliamente a los amalecitas, pero
no tuvo en cuenta la orden que le había dado Yahvé de realizar el rito militar del exterminio total,
es decir el “anatema”, según el cual todo el botín de guerra, hombres y mujeres, jóvenes y niños,
todo ser viviente, bienes materiales, joyas, etc, debían ser destruidos por completo, por ser
objetos contaminados por la idolatría y por lo tanto son impuros; sin embargo, Saúl desobedeció
gravemente este mandato de Yahvé y egoístamente se guardó la mejor parte del botín, a saber:
las mejores vacas, ovejas, joyas, etc. Entonces Samuel al enterarse de este hecho de profanación,
se vio obligado a pronunciar la definitiva sentencia de reprobación diciendo: "Se complace Yahvé
tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a su palabra? La obediencia vale más
que el sacrificio, y la docilidad de corazón más que las grasas de los carneros. La desobediencia es un
pecado de magia, y la resistencia un crimen de idolatría. Porque has rechazado la Palabra de Yahvé,
Yahvé te rechaza a ti como rey", 1 Sam 15, 22,s.s.
A partir de este momento Saúl fue un rey infeliz y desgraciado, vivía largas temporadas
fuera de sí. Todo lo que realizaba le salía mal. Se hallaba profundamente conturbado, temeroso,
obsesivo y cayó en una profunda depresión. El espíritu de Yahvé se apartó de él. Saúl, reconoció
su falta e intentó reconciliarse con Yahvé por medio del profeta Samuel pidiendo perdón a Dios.
“Saúl dijo a Samuel: “He pecado contra la orden de Yahvé y tus palabras, porque tuve miedo al
pueblo y le escuché. Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor, y vuelve conmigo para que adore a
Yahvé. Pero Samuel respondió a Saúl: “No iré contigo; ya que has rechazado la palabra de Yahvé.
Yahvé te ha rechazado para que no seas rey de Israel”, 1 Sam, 15, 24-26.
Sin embargo, Yahvé no le perdonó. Samuel se compadeció de Saúl y lloró por él e imploró
a Dios para que perdonara a Saúl y el perdón y tampoco llegó: “Y como Samuel se volviera para
marcharse, Saúl le agarró fuertemente del manto, que se desgarró”. 1 Sam 15, 27. El manto rasgado
es el signo visible de la ruptura definitiva e irreparable. Ante esta situación trágica Samuel tuvo un
gesto lleno de piedad y de misericordia reflejo de la de Dios. "Y lloraba Samuel por Saúl pero Yahvé
se había arrepentido de haberle hecho rey de Israel", 1 Sam 15, 35.
Así, Saúl, a quien un día Dios eligió y le ungió, es decir, lo consagró como rey de Israel,
viene a ser al fin un rechazado y un renegado del amor divino, a causa de su desobediencia. Fue
cayendo de desobediencia en desobediencia hasta hundirse definitivamente en la oscuridad de la
obnubilación mental y viviendo una vida obsesiva. Este es uno de los pasajes que más duros de la
Biblia, ya que, Dios, manifiestamente, no responde al perdón pedido por Saúl.
En esta historia de Saúl surge una pregunta difícil de contestar: ¿Por qué Dios ha sido tan
duro y drástico con Saúl? ¿Por qué no se apiadó de él y le perdonó? En la Biblia hay textos que
abren un horizonte de misericordia y de esperanza ante el pecador arrepentido como fruto de la
misericordia y de la bondad de Dios. Hay otros pasajes en los que parece que todo se cierra como
en un día nuboso. No hay respuesta. La voluntad de Dios también se manifiesta en la corrección,
el silencio y el castigo, y una vez manifestada y decidida la voluntad de Dios, ésta ... se cumple.

CAPITULO SEXTO

HISTORIA DE DAVID. REY DE ISRAEL

6.1.- Datos biográficos


El nombre David, significa = amado, predilecto. Parece tratarse del nombre que asumió
David al hacerse rey. Antes de entonces llevaba probablemente le nombre de El-janán, así lo
81
denomina un texto de 2 Sam 21, 19: “Hubo otra guerra en Gob, contra los filisteos, y El-janán, hijo
de Jair de Belén, mató a Goliat; el asta de su lanza era como un palo de tejedor”.
David, nació en la segunda mitad del S. XI a.d.C. en Belén, capital de la tribu de Judá, era
hijo menor de Isaí, (o Jesé), 1 Sam 16, 1-10. Dios, el Señor de la Historia de la Salvación, encamina
los pies del profeta Samuel hacia David: “Yo te haré saber lo que has de hacer y ungirás para mí a
aquel que yo te indicaré”. Samuel se dirige a Belén y, los ancianos de la ciudad salen a su
encuentro. Samuel les tranquiliza. “He venido en son de paz. Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor.
Purificaos y venid conmigo al sacrificio”.
De un modo particular, Samuel purifica a Jesé y a sus hijos y les invita al sacrificio. Jesé
tiene 7 hijos. Pero sólo 6 de ellos se presentan ante Samuel. El más pequeño se halla en el campo
pastoreando las ovejas. Samuel que aún no sabe quién será el ungido, comienza llamando al
hermano mayor, a Eliab. Se trata de un joven alto, de impresionante presencia. Samuel, al verle,
cree que es el elegido de Dios: “Sin duda está ante Yahvé su ungido”. Pero el Señor advierte a su
profeta: “No mires a su presencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado”. La mirada de Dios
no es como la mirada del hombre. El hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón.
Los criterios de Dios no coinciden con los criterios humanos.
Siguen pasando ante Samuel los 6 hijos de Jesé, uno detrás de otro. Todos son
descartados. Samuel, finalmente, pregunta a Jesé: ¿No tienes otros hijos?”. Jesé responde: “Sí, falta
el más pequeño que está pastoreando el rebaño”. “¡Manda que lo traigan! Exclama Samuel. No
haremos el rito hasta que él no haya venido! . El muchacho, el menor de los hermanos, es también
el más pequeño, tan insignificante que se han olvidado de él. Pero Dios, sí le ha visto. En su
pequeñez ha descubierto el vaso de elección para manifestar su potencia en medio del pueblo. Es
un pastor; que es lo que Dios desea parea su pueblo como rey: alguien que cuide de quienes Él le
encomiende. Para Dios mejor la pequeñez que la grandeza; mejor un pastor con un bastón que un
guerrero con armas. Con la debilidad de sus elegidos Dios confunde a los fuertes. 1 Sam 16, 1-11.
Los hermanos corren al campo en busca de su hermano más pequeño y llevan a David ante
Samuel. La voz del Señor le dice: “¡Es el elegido! ¡Anda, úngelo!”. Samuel toma su cuerno lleno de
aceite y lo derrama sobre la cabeza de David. Con la unción, el espíritu de Yahvé, que había
irrumpido ocasionalmente sobre los jueces, se posa para permanecer sobre David, 1 Sam 16, 12-
13. Es el espíritu que se ha apartado del rey Saúl, dejándole a merced del mal espíritu, que le
perturba la mente, 1 Sam 16, 14.
Después de haberle ungido Samuel como rey de Israel, 1 Sam 16, 13: “Tomó Samuel el
cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y, a partir de entonces, vino sobre David el
espíritu de Yahvé. Samuel se levantó y se fue a Ramá”; Su padre Jesé, estaba emparentado con el
clan de Efratá, que dominaba Belén.
Aunque la tribu de Judá no se encontraba bajo la autoridad del rey Saúl, David: “de buen
aspecto y de buena presencia”, 1 Sam 16, 12, entró al servicio del rey Saúl y se dirigió al palacio de
Gueba, donde residía el rey que estaba triste, melancólico y apesadumbrado: "pues un mal
espíritu, venido de Yahvé, se había apoderado de él", 1 Sam 16 ,14. David con su arte de buen
arpista y flautista le consolaba y aliviaba en sus pesares, 1 Sam 16, 23: “Cuando el espíritu de Dios
asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl encontraba calma y bienestar y el espíritu
malo se apartaba de él”. Ante el alivio de sus penas y depresiones Saúl tomo gran simpatía hacia
David y el rey Saúl le dice: “Me conforta tu música. Pediré a tu padre que te deje aún conmigo”. 1
Sam 16, 14-22. Una corriente de simpatía une a los dos. De este modo David se queda a vivir en el
palacio de Saúl, que llega a amarlo de corazón. Cada vez que le oprime la crisis de tristeza, David
toma el arpa y toca para el rey. La música acalla el rumor de los sentidos y alcanza las fibras del
espíritu con su poder salvador. David con su arpa es medicina para Saúl, pero su misma persona
termina siendo la enfermedad de Saúl.
Cuando el rey Saúl se propuso crear un ejército de profesión, David se convirtió en
portador de las armas del rey, 1 Sam 16, 21: “llegó David donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le
cobró mucho afecto y lo hizo su escudero”, y más tarde en comandante de las tropas. Durante el
reinado de Saúl, David participa repetidamente y con éxito en las campañas militares dirigidas
contra los filisteos y amalecitas
Los éxitos militares le hicieron famoso y pudo entrar en estrechas relaciones con la
82
familia de Saúl: amigo íntimo de Jonatán, su hijo primogénito; se casó después con la hija de Saúl,
Micol, 1 Sam 18, 27. Este hecho le auguraba un magnífico futuro político y religioso. Se había
conquistado además el afecto del rey Saúl, pero luego por sospechas palaciegas llegó la ruptura y
la persecución ya que Saúl sospechaba que David pudiera sustituir a su hijo Jonatán en la sucesión
al trono y que incluso, después de quitarle la simpatía del pueblo, pudiera destronarlo antes de
morir. Ya durante el reinado de Saúl, David participa repetidamente y con éxito en las campañas
militares dirigidas contra los filisteos y amalecitas. En la lucha a muerte contra los filisteos, David
derrota a Goliat, 1 Sam 17, 48-52; 2 Sam 21, 19, y los ejércitos filisteos huyen despavoridos;
impulsado por el espíritu de Yahvé, logra tal éxito que la multitud israelita exclama apasionada y
eufórica: "Saúl mató a mil, pero David mató a diez mil", 1 Sam 18, 10b. Esto originó en Saúl una
envidia tal que desde ese instante piensa en matarle. Si David no sucumbió a la envidia y al odio
de Saúl, se lo debió a los muchos amigos que tenía en la corte y que posibilitaron su huida.

6.2.- La personalidad de David y la conquista de la Tierra Prometida


Huido de la corte real y reprobado por el rey Saúl, David se rodeó de un grupo de
mercenarios ligados con él por vínculos de fidelidad personal. Convertido en un guerrillero
independiente encontró empleo en las colinas de Judea sometida a los filisteos. Luego se trasladó
más al sur, a la región de Negueb, donde defendió el territorio de las incursiones amalecitas y de
otras tribus nómadas que estaban fuera de toda dependencia estatal. Como recompensa por la
protección recibía un tributo, probablemente en géneros alimenticios. En estas circunstancias
estableció buenas relaciones con las tribus del sur, que más tarde habrían de serle de gran
utilidad. Se casó con Abigail, natural de Maón 1 Sam 25, 42, y ofreció su ayuda militar a los
habitantes de Queilá 1 Sam 23, 1-5, sitiados por los filisteos.
Para librarse las maniobras persecutorias del rey Saúl, que intentaba de todas formas
detenerlo y matarlo, David prestó sus servicios al filisteo Aquis, de Gat, que le dio en alquiler la
ciudad de Sicelag, 1 Sam 27, 5, ss. Como vasallo temporal de los filisteos, tuvo la misión de
defender la parte sur del país filisteo contra las incursiones de los nómadas. Pero fue capaz,
respaldado por su señor, de conservar buenas relaciones con las tribus meridionales de Judea, 1
Sam, 27, 8-12.

6.3.- David rey de Judá y de Israel. Conquistas militares


Después de la muerte trágica de Saúl, 1 Sam, 31, 4-5: “Dijo Saúl a su escudero: saca tu
espada y mátame, no sea que lleguen esos incircuncisos y hagan burla de mí. Pero el escudero no
quiso matarlo pues estaba lleno de temor. Entonces Saúl, tomó la espada y se arrojó sobre ella.
Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó también sobre su espada y murió con él”.
A la muerte de Saúl, David fue aclamado rey de Judá en el monte Hebrón, 2 Sam 2, 4:
“Llegaron los hombres de Judá, y ungieron allí a David como rey de la casa de Judá”. Siete años más
tarde también las tribus del Norte le aclaman rey viendo que en él reposa el "espíritu de Yahvé", y
por las hazañas de David contra los filisteos, admiten que tiene categoría para salvar a Israel, 2
Sam 5, 1-3: “Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón, y le dijeron: “Mira hueso tuyo
y carne tuya somos nosotros, ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigía las
entradas y salidas de Israel. Yahvé te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás caudillo
de Israel”. Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un
pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahvé, y ungieron a David como rey de Israel”.
David atacó en primer lugar a los filisteos, 2 Sam 5, 17, no se sabe muy bien qué
batallas libró contra ellos; de todas formas, después de David los filisteos no tuvieron ya
ningún papel político y su territorio quedo sometido a Israel. Además el rey David se
apoderó de las ciudades-estado cananeas, convirtiéndose en soberano de Estado
territorial palestino. Con gran habilidad política escogió como residencia la ciudad-
estado de Jerusalén, punto de conjunción entre el Norte y el Sur del país. La ocupó
mediante una estratagema y la convirtió en propiedad personal suya, cambiando
además su nombre: “Ciudad de David”. Hizo trasladar a Jerusalén el arca de la alianza,
pasando a ser la ciudad de David el centro religioso del reino unificado, 2 Sam 5, 6.
Peleó también contra los pueblos de la Transjordania, sometiéndolos a su poder, 2 Sam, 8,
83
10. ss. El territorio de los edomitas pasó a ser posesión personal del rey y fue gobernado por un
gobernador militar. Moab se vio reducido a ser un Estado vasallo después de que murieran las
dos terceras partes de sus guerreros heridos de sus caballos. Derrotó a los ammonitas, de los que
se nombró rey a título personal.
David dirigió además campañas contra los estados arameos del norte: Bet-Recob, Tob,
Guesur, Maaca. El reino de Damasco, tras la victoria sobre el rey Adad-Ezer, quedó incorporado al
reino de Israel, mientras que los demás reinos pasaron a ser meros vasallos. Estableció relaciones
diplomáticas con las cortes extranjeras, casándose de este modo con la hija del rey de Guesur, 2
Sam 3,3; y dándole a Salomón por esposa a la princesa ammonita Naama. La actividad militar de
David tuvo también una influencia provechosa para los fenicios, que pudieron desarrollar
libremente su comercio marítimo. David mantenía con ellos buenas relaciones, 2 Sam 5, 11.
En conclusión, las hazañas bélicas de David recogidas en los dos libros de Samuel se
pueden sintetizar de esta manera:
a.- La reconciliación de todas las tribus de Israel y la formación de una nación israelita. Las
repetidas revueltas de las tribus septentrionales, que David tuvo que sofocar, 2 Sam 20, 1-22 y 2
Sam 16, 5-13; 19, 10-24, demuestran con que tenacidad las tribus israelitas se opusieron a sus
tentativas de centralización. Y así David consiguió formar un verdadero reino.
b.- La sujeción de las ciudades - estado cananeas y la conveniente rectificación de los
confines del reino: Edom viene a ser una provincia del reino, 2 Sam 8, 13, s.s.; Moab, un estado
vasallo tributario, 2 Sam 8, 2. Ammón, fue completamente incorporado, 2 Sam 10, 1, e igualmente
con la ciudad de Tiro, se crearon unas relaciones de muy buena vecindad.
David se ganó la simpatía de todos los soberanos que le rodeaban y supo asegurarse su
amistad con una hábil política familiar y matrimonial. La Biblia menciona una cantidad de
mujeres, judías y no judías, que estuvieron unidas en matrimonio con David. Entre sus hijos, los
más conocidos son Absalón y Salomón, el segundo hijo concebido por Betsabé. Absalón, fue
conocido por su rebelión en contra de su padre David. Salomón, porque le sucedió en el trono y se
realizaron en él las promesas.
Pero David era un político demasiado realista y objetivo, para apoyar la seguridad del
reino apenas fundado en sólo alianzas matrimoniales y vínculos de amistad con soberanos. Por
eso él creó un sistema burocrático destinado a garantizar la corrección de la administración
estatal y alistó un potente ejército con leva militar obligatoria, repartido en doce divisiones.

6.4.- David, el hombre: guerrero y de profundo espíritu religioso


La tradición bíblica acentúa con gran énfasis la profunda religiosidad de David. Desde
muchos puntos de vista, David fue una personalidad excepcional. Fue en primer lugar un valiente
e indómito guerrero, un conquistador afortunado, un astuto político que supo aprovecharse en
cada momento de la situación, un prudente organizador del Estado, sobre todo en los primeros
tiempos de su reinado y un sabio administrador de la justicia. De ánimo generoso, se mostró
siempre fiel con los amigos hasta ser realmente cariñoso con ellos, como demuestra su actitud
con el hijo de su íntimo amigo Jonatán, y la exclamación llena de pena a la muerte de su amigo
Jonatán, 2 Sam 1, 25-27: ¡Jonatán! Herido de muerte en las alturas. Lleno estoy de angustia por ti,
hermano mío, en extremo querido. Tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres ...”.
Con sus propios hijos se mostró condescendiente hasta la debilidad; no supo castigar
debidamente a Amón; perdonó el fratricidio de Absalón, sin tomar con él las debidas
precauciones. Por el contrario, David fue cruel con sus opositores, haciendo que desapareciera la
descendencia de Saúl, diezmando a los moabitas, y provocando la muerte de Urías.
Fue un hombre profundamente religioso según el modelo de la época: de piedad sincera,
recurría a la oración y a los consejos de los hombres de Dios, como Gad y sobre todo Natán. Es
reconocido como un auténtico poeta lírico religioso de gran profundidad de cuya inspiración se
dice que nacen la mayoría de los Salmos. Así lo demuestra la elegía que se le atribuye con motivo
de la muerte de Jonatán, 2 Sam 1, 23-24: “Saúl y Jonatán, amados y amables, ni en vida ni en muerte
separados, más veloces que las águilas, más fuertes que los leones ... ¡cómo cayeron los héroes en
medio del combate¡”.
En realidad, sobran datos para afirmar que David fue un hombre profundamente
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religioso. Lo demuestra el hecho de instalar el Arca de la Alianza en la ciudad de Jerusalén,
convertida no sólo en el centro político del nuevo estado sino también en el foco religioso capaz
de aglutinar todas las inquietudes de las 12 tribus de Israel. El arca de la alianza tras haber sido
depositada en Silo, 1 Sam 3, 3, cayó en poder de los filisteos 1 Sam 4. 11-12, quienes la colocaron
como trofeo en el templo de su divinidad, 1 Sam 5, 1-3, y a estos les acarreó tales males y
desgracias que decidieron devolverla al territorio israelita, 1 Sam 6, 1-12. Depositándola en Bet-
Semes, continuó atrayendo el infortunio, 1 Sam 6, 13-21, por lo que la dejaron al fin en Kiriat -
Yeraim, donde permaneció custodiada por Abinadab, 1 Sam 6, 21, hasta que David decidió
trasladarla a Jerusalén, 2 Sam 6.
Una vez instalada el arca en la ciudad de Jerusalén, era obvio dedicarle un templo para dar
culto solemne a Yahvé. Cuando ya estuvo concluido el tabernáculo la trasladó a la montaña de
Sión realizando una solemne procesión. David quiso, pues, hacer una morada para Yahvé, ya que
tenía todos los medios para hacerlo: fe religiosa, poder militar y político, riqueza material y sobre
todo mucho entusiasmo por agradar a Dios: “Cuando el rey se estableció en su casa y Yahvé le
concedió paz de todos sus enemigos de alrededor, dijo el rey al profeta Natán: “Mira, yo habito en
una casa de cedro mientras que el arca de Dios habita en una tienda de lona” respondió Natán al
rey: “Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahvé está contigo”. Pero aquella misma
noche vino la palabra de Yahvé a Natán diciendo: “Ve y di a mi siervo David: Esto dice Yahvé ¿Me vas
a edificar tú una casa para que yo habite? No he habitado en una casa desde el día en que hice subir
a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, sino que he ido de un lado para otro en una tienda de
refugio. En todo el tiempo que he caminado entre los israelitas, ¿he dicho acaso a uno de los jueces de
Israel a los que mandé que apacentaran a mi pueblo Israel: ¿Por qué no me edificáis una casa de
cedro? ... "Hácete, pues, saber Yahvé que El te edificará a ti una casa; y que cuando se cumplan tus
días, y te duermas con tus padres, suscitaré de tu linaje después de ti... el que saldrá de tus entrañas y
afirmaré tu reino. El edificará casa a mi nombre y yo estableceré su trono por siempre. Yo seré para
él padre y él será para mí, hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré con castigo de hombres y con azotes
de hijos de hombres, pero no apartaré de él mi misericordia.... Permanente será tu casa y tu reino
para siempre ante mi rostro, y tu trono estable será por la eternidad", 2 Sam 7, 1-16
¿Por qué David no hizo la casa a Yahvé? No resulta fácil saberlo. Parece, en realidad, que
esta fue su intención, 2 Sam 7, 1-3, sin embargo, Dios por medio del profeta Natán le disuadió de
este proyecto, 2 Sam 7, 4-16. La opinión más probable podría ser la siguiente: Durante la
permanencia del pueblo en el desierto, el arca de la alianza había estado siempre en el
tabernáculo portátil: (tienda de la alianza). ¿Por qué, ahora, levantar un templo, al estilo de los
demás pueblos? Si Yahvé siempre había sintonizado con el espíritu nómada, ¿por qué vincular
ahora su presencia con un templo suntuoso? Tal es la idea que subyace en la intervención del
profeta Natán ante David, 2 Sam. 7, 1-17. Lo cierto es que David no levantó el templo a Yahvé, lo
hizo el hijo señalado por Yahvé, Salomón. En todo caso hay que afirmar que en tiempos de David
se afirmó el culto a Yahvé y este culto yahvista mantuvo unido al pueblo y le dio fuerzas en sus
luchas y dificultades.

6.4.1.- La Alianza davídica


El punto culminante de toda la tradición relativa a David es la promesa divina que se le
hizo a él y a sus sucesores sobre el gobierno del pueblo de Israel. Dicha alianza, viene después: "de
haber dado Yahvé el descanso a David, librándole de todos sus enemigos en derredor", 2 Sam 7,1.
Las estipulaciones de la alianza davídica, unilateral también por parte de Dios, se formula
así: "Hácete, pues, saber Yahvé que El te edificará a ti una casa; y que cuando se cumplan tus días, y
te duermas con tus padres, suscitaré de tu linaje después de ti... el que saldrá de tus entrañas y
afirmaré tu reino. El edificará casa a mi nombre y yo estableceré su trono por siempre. Yo seré para
él padre y él será para mí, hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré con castigo de hombres y con azotes
de hijos de hombres, pero no apartaré de él mi misericordia.... Permanente será tu casa y tu reino
para siempre ante mi rostro, y tu trono estable será por la eternidad". 2 Sam 7, 11b-16, como
coronación de todas las victorias obtenidas por el gran rey.
El contenido de esta alianza es la elección, por parte de Yahvé, de David y de su
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descendencia como depositarios de la realeza en Israel. Esto no garantiza que los sucesivos hijos
descendientes de David van a ser buenos y competentes ante los ojos de Dios, garantiza, más
bien, que siempre habría un descendiente de David en el trono de Israel. El Señor miraría con
especial benevolencia a la casa de David, portándose con ella como un padre. Si los descendientes
llegasen a fallar serían castigados como los demás hombres, pero con moderación; sin embargo,
este castigo no llegaría nunca a privar de la dignidad real a la descendencia davídica, haciéndola
pasar a otra dinastía, puesto que: “tu casa y tu reino subsistirán por siempre ante mí, y tu trono se
afirmará para siempre”, 1 Cron 17, 1-15.

6.4.2.- Promesa mesiánica


Junto a la alianza de Dios con David y su descendencia viene la promesa solemne que de
su casa vendrá el Mesías Salvador y Dios vuelve a comprometerse, esta vez con una familia, a
quien hace depositaria de una promesa. Esta profecía de Natán, da origen en Israel a una
esperanza que se conoce como la "esperanza mesiánica". Que tiene por objeto la venida de un
"Mesías", de un "ungido", o “consagrado” de Dios, un descendiente de David, que será ungido
como rey del pueblo. Sabemos por el N. T. que el Mesías es Jesús de Nazaret, el Verbo divino
encarnado, Él es el que asume y cumple con esta profecía y viene al mundo para salvar a todo el
género humano del poder del pecado y de la muerte eterna.
El punto de partida del mesianismo, llamado también mesianismo dinástico, coincide con
el momento en que David sube al trono, 2 Sam 7, 1-16. Los estudiosos de la Biblia reconocen en
los versículos 1 al 7, el núcleo más importante de la promesa. La palabra clave de esta profecía es
“bayit”, que en hebreo tiene un doble significado: uno, = casa o templo y otro = familia y dinastía.
Natán da la vuelta a las palabras según las cuales el rey habría de un construir un Templo (casa):
no será David quien lo construya un “bayit” (casa) a Dios, sino Yahvé le construye una “bayit” =
una dinastía a David, de ella vendrá el Mesías Salvador.
Históricamente, el texto bíblico habla inmediatamente de un hijo concreto descendiente
directo de David, Salomón su hijo, que es quien históricamente cumple el proyecto de construir el
Templo o casa a Yahvé en la ciudad de Jerusalén, 1 Rey 6, 8. Pero la expresión es tan amplia "para
siempre", "eterno", que no se agotan en él, se cumplen a plenitud en Jesucristo, como Mesías
salvador de todo el género humano, que proviene de la casa de David.

6.4.3.- David el rey fuerte en el espíritu, débil en la carne. Pecador y creyente


David fue fuerte, incluso, en sus flaquezas humanas. El idilio amoroso con Betsabé puso
de manifiesto la debilidad de la carne y la fuerza del deseo. El relato resulta muy conocido: “A la
vuelta del año, al tiempo que los reyes salen de campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo
Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén”,
2 Sam 11, 1. David ni siquiera se plantea al problema de ir a la guerra: le gusta su trono y no se
arriesga ya como lo hacía en su juventud. Podemos decir que David es ahora un hombre seguro
de sí mismo, ya no tiene ánimo para pelear como antes, se dedica a descansar y que sus ejércitos
vayan al campo de batalla.
“Un atardecer se levantó David de su lecho y paseaba por el terrado de la casa del rey
cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy
hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: “es Betsabé la mujer de Urías, el
hitita”. David envió gente que la trajese; llego donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de
purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y le hizo saber a
David: Estoy embarazada”, 2 Sam, 11, 2-5.
Con gran finura psicológica, el redactor indica que todo comenzó con una simple mirada
curiosa. ¿Y por qué la miró? Probablemente pensaba que, al ser mayor de edad, rico en
experiencia, le estaba permitido hacerlo, no tenía mayor importancia; una simple curiosidad que
no podía tener mayores consecuencias para alguien como él. El segundo paso es una
imprudencia: “Mandó David a preguntar por la mujer y le dijeron: “Es Betsabé la mujer de Urías, el
hitita”. Después y acto seguido la imprudencia ya se hace grave, manda que la traigan a su
presencia. Sólo quería conocerla, nada más; quizá pensó que podría trabajar en el corte
realizando algún servicio ... En realidad era otra cosa, en su corazón la deseaba y ya había
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decidido: “llegó ella donde David y David se acostó con ella ... y quedó embarazada”. Hay que
analizar el proceso y ver cómo todo transcurre de una “mirada curiosa” a la “mujer embarazada”,
todo se ha desarrollado como un sueño, en un brevísimo tiempo.
Pero la historia no acaba así, fácilmente; hasta aquí podemos hablar de la debilidad e
imprudencia del rey David, de vanidad, todo ello fruto de la concupiscencia, pero a continuación
se le presenta otro problema ¿qué voy a hacer’. David: piensa la solución está en llamar a su
marido Urías que está en el frente de combate, que venga al palacio real, le invita a cenar le
pregunta por la situación en el campo de batalla, y luego que vaya a su casa con su esposa que se
acueste con ella y aquí no ha pasado nada. Y así lo hace, Urías es llamado e invitado por David a ir
al palacio, cena con él y le dice que puede ir a su casa y acostarse con su esposa, pero Urías no
duerme ni la primera ni la segunda vez. Es un soldado leal, a carta cabal, ante la propuesta de
David: “Urías respondió a David, El arca, Israel y Judá habitan en tiendas; Joab mi señor y los siervos
de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer, beber y acostarme con
mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal cosa!”, 2 Sam 11,11. Con esta respuesta tan
clara y honesta, el rey David se da cuenta que está metido en un grave problema. Aquella noche
David no duerme pensando qué cosa hacer, y se da cuenta por primera vez que está prisionero de
sí mismo. No es sincero consigo mismo para decir la verdad de las cosas pues si lo hace quedaría
comprometida su honorabilidad de rey adúltero. En segundo lugar quiere salvar a la madre de su
hijo y al hijo, un hijo que desea que viva a toda costa. Podía haber abandonado a Betsabé pero ella
se habría suicidado antes de revelar a su marido el nombre de la persona que le había dejado
embarazada. El tercer lugar está el mismo Urías, un soldado valiente a carta cabal, todo un
guerrero y un caballero, sus palabras de lealtad son preciosas. David no sabe qué hacer. Está en
una gran encrucijada de su vida. No sabe qué hacer.
¿Permitir que se deteriore su honorabilidad de rey? Imposible. ¿Dejar morir a la mujer y
al hijo? No puede ser. ¿Eliminar a su mejor soldado? Tampoco. Quizá por primera vez en su vida
David tiene miedo y se da cuenta que no tiene más remedio que renunciar a uno de los tres
valores. De noche, cavila, duda, no duerme, pero al amanecer ya ha tomado una decisión:
mandará eliminar a Urías. Escribe una carta al general Joab para que ataquen la ciudad y en el
frente de batalla coloquen a Urías en un lugar peligroso y en medio del fragor del combate que
dejen a Urías solo y que muera. Y así fue, 2 Sam, 11, 14-22.
Después de estos acontecimientos David queda encerrado en su propio pecado,
convencido de que no podría haber obrado de otro modo, en definitiva se autolegitima, se
autojustifica. Una vez muerto Urías, David toma a Betsabé ya viuda, precisamente porque cree
que ha hecho lo único que podía hacer. Betsabé le dará un hijo. El capítulo 11 del 2º libro de
Samuel acaba con una frase a tener en cuenta: “pero aquella acción que había hecho desagradó a
Yahvé”, 2 Sam 11, 27.

6.4.4.- Dios guía el arrepentimiento de David


En toda esta triste historia del pecado de David no se nos dice en ningún momento que
David pidiera perdón a Dios, David quedó ciego, prisionero en su propio pecado. En realidad el
rey se había olvidado por completo de Dios y de su amistad con Él, y de los cantos que había
compuesto: “Oh Dios, tu eres mi Dios, tengo sed de ti, Tu eres mi roca, mi defensa mi salvación...”. En
toda esta triste historia David pensaba que el problema era sólo suyo y que nadie ni siquiera Dios,
podía echarle una mano, aquí se refleja que se había alejado mucho de aquel espíritu de fe y de
humildad y de abandono en las manos de Dios que le era propio. Aquí vemos el dinamismo
intrínseco del pecado que le ha llevado a la confusión consigo mismo, a la sequedad en el espíritu,
a la tristeza en el corazón. Un pequeño desorden le ha llevado, error tras error, a cometer un
doble pecado.
En 2 Sam 12, 1, s.s, Dios, vuelve a tomar la iniciativa y sale al encuentro de David por
medio del profeta Natán. La narración es sencilla y hasta ingenua y sin embargo nos revela la
pedagogía divina con aquellos que ama y que han errado en el camino de la verdad. Natán se
presenta en la corte y narra a David una parábola que poco a poco desenmascara el pecado de
David: 2 Sam, 12, 1-4: “Había dos hombres en una ciudad; el uno era rico y el otro era pobre. El rico
tenía ovejas y bueyes en gran abundancia; el pobre no tenia más que una corderilla, sólo una,
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pequeña, que había comprado. Ella iba creciendo con él y con sus hijos, comiendo su pan, bebiendo
en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija. Vino un visitante donde el hombre rico y,
dándole pena tomar de su ganado lanar y vacuno para dar de comer a aquel llegado a su casa, tomó
la ovejita del pobre y dio de comer al viajero llegado a su casa”.
Esta parábola la dirige Dios por medio del profeta Natán no a David pecador sino al David
justo y leal y por eso precisamente tiene éxito. “David se encendió en gran cólera contra aquel
hombre y dijo a Natán: “Vive Yahvé, que merece la muerte el hombre que tal cosa hizo, pagará
cuatro veces la oveja por haber hecho semejante cosa y por no haber tenido compasión”. Entonces
Natán dijo a David: “Tú eres ese hombre”. Así dice Yahvé Dios de Israel ... Pues bien, nunca se
apartará la espada de tu casa, ya que has despreciado y has tomado la mujer de Urías el hitita para
mujer tuya”. ... David dijo a Natán: “He pecado contra Yahvé”. Respondió Natán: “También Yahvé ha
perdonado tu pecado; no morirás. Pero por haber ultrajado a Yahvé con ese hecho, el hijo que te ha
nacido morirá sin remedio”. Y Natán se fue a su casa”. 2 Sam 12, 7-15.
En este arrepentimiento y diálogo entre Natán y David, éste recobra entonces toda su talla
espiritual, sale de su terrible pesadilla y descubre la que podría haber sido la solución más simple
y más obvia: renunciar a su honorabilidad y afirmar el supremo valor de Dios y su Ley. David al
haber querido defender sus privilegios de rey, fue cayendo en una serie de mentiras, de
infidelidades, hasta llegar al adulterio y al homicidio. Su reconocimiento nace de un corazón
humillado y sincero.
El salmo 51, el Miserere, nos guía en el proceso de arrepentimiento de David y la súplica
del perdón de la vida y de la gracia: “Piedad de mí, ¡Oh Dios! por tu bondad, por tu inmensa ternura
borra mi delito, lávame a fondo mis culpas purifícame de mi pecado. Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado está ante mí sin cesar”; contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí”,
manifiestan la estructura de la confesión del hombre que se da cuenta que ha caído en el
desorden del pecado: “Mira que nací culpable, pecador me concibió mi madre”. Reconoce la
necesidad de verdad y sinceridad dentro de sí: “Y tú amas la verdad en lo íntimo del ser, en mi
interior me inculcas la sabiduría”. La urgencia de ser purificado por la misericordia de Dios:
“Rocíame con el hisopo hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la nieve. Devuélveme
el son y la alegría, se alegren los huesos que tú machacaste. Aparta tu vista de mis errores y borra
todas mis culpas”. Hasta llegar a una de las exclamaciones más vivas de los salmos: “Oh Dios crea
en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, no apartes de mi tu rostro, no me
quites tu santo espíritu”. Culminando con el deseo sincero de volver enteramente a Dios:
“Devuélveme el gozo de la salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los rebeldes tus
caminos y los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador mío”. Salm 51, 1-
16.

6.4.5.- Los últimos años del rey David


La entereza del monarca estuvo puesta a prueba sobre todo cuando ya entrado en años,
debió nombrar heredero al trono de Israel. Las pretensiones de Adonías, el mayor de sus hijos
vivos, 2 Sam 3, 4, estuvieron a punto de provocar una escisión muy parecida a la que suscitara
años antes su hijo Absalón. Adonías apoyado por Joab, que habla perdido la confianza del rey, y a
su vez la del sacerdote Abiatar, reunió un nutrido grupo de personajes notables para que fueran
testigos de su proclamación como rey, celebrada junto a la fuente de Ain-Rogel.
Los partidarios de su otro hijo Salomón, entre los que figuraba Natán y el sacerdote
Sadoq, actuaron rápidamente poniendo en conocimiento del rey la trama que se estaba tejiendo.
David reaccionó rápidamente haciendo testamento en favor de su hijo Salomón, el cual fue
ungido por Sadoq en la fuente de Gihón, mientras la multitud le aclamaba. Tal reacción nunca la
había esperado Adonías, quien dio su causa por perdida, huyendo hacia el altar de la Alianza en
busca de refugio, de dónde salió cuando Salomón juró no vengarse de su osadía. Así quedó
sofocada esta intriga palaciega, que había puesto en entredicho la sucesión del rey David. Este
murió poco después viendo su descendencia asegurada.
Con la muerte de David se cierra una de las páginas más brillantes en toda la historia del
pueblo elegido. Especialmente de él, de su casa, de su descendencia, vendrá el gran Mesías
88
Salvador: Jesucristo, el Verbo divino encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, enviado
por Dios Padre para salvar a todo el género humano del poder del pecado y de la muerte eterna.
Su gran sueño de convertirse en una gran nación organizada y poderosa se había hecho
realidad. En efecto David reunió a las 12 tribus para formar en un inicio un reino resquebrajado y
lo convirtió al final de sus días en un imperio unificado. Le correspondió a su hijo Salomón
consolidar y ampliar este reino.

6.4.6- Los Salmos de David


Durante siglos ha sido asociada al nombre de David la autoría de los Salmos. David cuyo
talento musical, 1 Sam 16, 18-23, e interés por la liturgia pone expresamente de relieve la Biblia
pudo ser fácilmente el autor de muchos de ellos. El P. Auvray, hace la siguiente distinción::
.- Himnos: 8, 19, 9, 33 ,48, 67, 84, 87, 93, 99, 100, 101, 103, 104, 105, 106, 111, 113, 114,
121, 134, 136, 145, 146, 147, 148, 149, 150.
.- Plegarias: 3, 5, 13, 20, 22, 24, 25, 26, 27, 44, 51, 55, 61, 79, 80, 83, 85, 130
.- Salmos de acción de gracias: 9, 18, 27, 32, 34, 40, 57, 65, 66, 67, 107, 116, 118, 124, 126,
129
.- Salmos de la realeza: 2, 20, 21, 45, 47, 89, 93, 100, 132.
.- Salmos mesiánicos: 2, 16, 41, 110, 118.
.- Salmos sapienciales: 9, 10, 16, 25, 34, 37, 49, 73, 111, 112, 119, 145.

6.5.- Salomón. Historia del Gran Monarca


Tras un período de co-regencia con su padre David, 1 Reyes, 1-2, el reino de Israel pasa a
manos de Salomón. Ya hemos descrito antes cómo su hermano Adonías tuvo aspiraciones al
trono real e ideó todo un plan para derrocarle. Pero la gran tradición bíblica realza de una manera
especial las virtudes de Salomón como rey sabio y prudente, cuyas dotes se ponen de manifiesto
sobre todo en el famoso juicio con las dos mujeres, 1 Reyes 3, 16-28. Se extendió su fama debido,
sobre todo a su proverbial sabiduría, pues todos los contemporáneos se disputaban el honor de
oír sus sentencias y juicios para constatar cómo Dios hablaba a través de su boca, 1 Reyes 10, 23-
25.
El esplendor y buena fama que circunda el nombre de Salomón es debido sobre todo a su
vasta actividad de constructor del templo y de palacios y a los grandes éxitos políticos por él
conseguidos en el plano militar económico y literario. Así la narración bíblica se esfuerza
notoriamente en describir a Salomón en todo su esplendor y magnificencia. "Excedió, pues, el rey
Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría; y todo el mundo procuraba una
audiencia con Salomón para escuchar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón", 1 Reyes,
10, 23. Y continúa: "Sentóse Salomón sobre el trono de Yahvé como rey, en lugar de David, su padre.
Conoció la prosperidad y le obedeció Israel. Todos los jefes, todos los héroes, e incluso los demás hijos
de David, se sometieron al rey Salomón. Yahvé ensalzó de tal manera al rey Salomón en presencia de
todo el pueblo, y le concedió un reinado tan glorioso cual nunca rey alguno había tenido antes de él
en Israel", 1 Cron 29, 23-25.

6.5.1.- Política exterior


La gloria del reinado de Salomón empezó por fundamentar y afianzar bien su posición
como nación próspera mediante alianzas políticas y comerciales. El matrimonio con la hija del
faraón, 1 Reyes 3, 1; 7, 8, indica el prestigio tan alto del imperio israelita. Acuerdos comerciales
con Jiram, rey de Tiro, le abrieron posibilidades para el comercio exterior. Por el golfo de Aqaba
pudo comerciar el oro y otros metales preciosos. Conservó rutas comerciales con Arabia, Ofir y
países árabes. Entre Egipto y Cilicia se estableció el importante comercio de carros de guerra y
caballos.

6.5.2.- Política interior


Muy pronto, el sabio rey Salomón, comprendió que la unidad de su reino sólo podía
garantizarse mediante la fortificación de los lugares más estratégicos de su reino. Por ello puso
89
todo su empeño en convertir algunas ciudades en fortalezas militares, 1 Reyes 9. 15-19. Entre
éstas deben de citarse, además de Jerusalén, Hazor, que en el norte de Galilea intentaba frenar
toda posible incursión aramea; Meggido, al este del Carmelo, que ayudaba a defender la llanura
de Esdrelón; Tamar, al sur del mar Muerto, que servía de avanzadilla para controlar a los
edomitas.
Con estas fortalezas, resultaba fácil contener cualquier acometida del exterior. El ejército
de Salomón llegó a hacerse temible, 1 Reyes 10, 26. El rey Salomón que tuvo un gran acierto en
saber gobernar un imperio poderoso careció en cambio de la perspicacia necesaria para frenar el
creciente descontento que había en gran parte de sus súbditos debido en parte a los fuertes
impuestos y gastos que él realizaba.

6.5.3.- El Templo de Jerusalén: La Gran Obra del Rey Salomón


Entre todas las construcciones llevadas a cabo durante el reinado de Salomón, el Templo
de Jerusalén sobresale no sólo por su esplendor y suntuosidad sino también por las
repercusiones político - religiosas. Ya explicamos anteriormente cómo después de la conquista de
Jerusalén, por David, fue transportada el Arca de la Alianza desde Cariat-Jearim: "a la ciudad de
David, con gran júbilo", 2 Sam 6,12. David había también determinado el terreno donde se
levantaría el Templo: en terreno elevado, un lugar de trabajo agrícola, que él había adquirido
legalmente al jebuseo Ornán, 2 Sam 24, 18-25. Se trata de la parte norte de la cresta del monte
Ofel, cuya cima está a 744 metros de altura sobre el nivel del mar.
El templo fue construido a las órdenes de un arquitecto de Tiro, 1 Reyes 7, 13-50,
trabajando una gran multitud de obreros y artesanos de todas las especialidades y se calcula que
se tardó unos siete año en terminarlo. Después fue solemnemente consagrado: "el año undécimo
(del reinado de Salomón), el mes de Bul, que es el mes octavo, (octubre – noviembre), fue concluido el
Templo en su totalidad, conforme al proyecto establecido. Salomón lo construyó en siete años”, 1
Reyes 6, 38. El pueblo judío podía así valorar la grandiosidad de la casa de Yahvé.
El Templo estaba construido con los mejores materiales de toda índole, tanto material de
piedra de sillar como de las mejores maderas y ornamentaciones, y estaba constituido por tres
grandes cuerpos arquitectónicos conexos entre sí:
a.- El atrio (elam)
b.- El Santo (hekal)
c.- El Santo de los Santos (debir).
El lugar más importante era el Santo de los Santos = "Sancta Sanctorum", en latín, lugar
donde se encontraba el arca de la Alianza rodeada de una oscuridad numinosa que significaba la
presencia de Yahvé en su pueblo, 1 Reyes 8, 12. En este lugar se hallaba el corazón de la religión
israelita, donde sólo podía penetrar una sola vez al año el Sumo Sacerdote en el día de, la gran
expiación en la fiesta del Yom Kippur, para ofrecer el sacrificio de reconciliación con Dios, tanto
para sí mismo como para la reconciliación de Dios con todo el pueblo. Además era lugar de
oración, donde en los diversos atrios se cantaban las salmodias, los himnos de alabanza y se
ofrecían diversos sacrificios.
Este Templo salomónico, que había sido decorado con un lujo y perfección casi
indescriptible, fue, durante siglos el centro religioso del pueblo israelita. Sólo en el año 568 antes
de Cristo fue saqueado e incendiado, 2 Reyes 23, 15, bajo el asalto del rey babilónico
Nabucodonosor II, 605-562. Más tarde el profeta Ezequiel contempló una visión en la que el
Templo era reconstruido. En diversas etapas y de maneras modestas se fue recomponiendo a la
vuelta del destierro de Babilonia, Esdras 5, 1-12. Sólo el rey Herodes el grande restituyó al
Templo de Jerusalén su primitivo esplendor.
El Templo dio mayor consistencia a la institución de la monarquía pues el centralismo
religioso le sirvió de apoyo. Todo buen israelita se sabía obligado a rendir culto a Yahvé en el
santuario, ahuyentándose así el peligro de los cultos idolátricos autóctonos que podían
entorpecer la unidad nacional.
Salomón durante su largo tiempo de reinado temporal supo sabiamente, a pesar de la
resistencia que encontraba en ciertas tribus de Israel, hermanar política y religión, manteniendo
en los dos terrenos una hegemonía absoluta, evitando así las divisiones y disensiones provocadas
90
por las inquietudes religiosas, que a veces enfrentaban a las diferentes tribus israelitas.

6.5.3.1.- Cronología de las fiestas religiosas israelitas en el Templo

PASCUA
SEMANAS
P PENTECOSTÉS
AÑO NUEVO
YOM KIPPUR
TIENDAS
DEDICACIÓN
PURIM

Nisán Yiyyar Siván – Tammuz – Ab – Ellul Tisri Marchesván Kisleu


Tebat Sebat Adar

Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre- Noviembre –


Diciembre – Enero – Febrero - Marzo

6.5.3.2.- Calendario de las fiestas religiosas israelitas


Las fiestas religiosas israelitas se dividen den dos grupos:
1.- Fiestas israelitas preexílicas
2.- Fiestas tardías del Antiguos testamento

1.- Fiestas Preexílicas: El calendario litúrgico y sus cultos respectivos estaban dispersos en
las cuatro tradiciones orales del Antiguo Testamento: Elohista, Yahvista, Deuteronomista y
Sacerdotal.
a.- Código Elohista: Ex 23, 14-17. Ofrece el más simple y sucinto de estos calendarios,
prescribe la “peregrinación” tres veces al año a Jerusalén para celebrar las tres fiestas religiosas
principales:
.- Peregrinación de los Ázimos, fiesta agrícola se realiza a comienzos del mes de abril,
inicio de la cosecha del grano, (Fiesta de los Ázimos)
.- Peregrinación de las cosechas del grano (trigo, centeno, cebada), a finales de primavera,
(Fiesta de Pentecostés)
.- Peregrinación al final de las cosechas de todos los frutos, en otoño, (Fiesta de los
Tabernáculos, o de las Tiendas)
b.- Código Yahvista: Ex 34, 18, 23. Reproduce la legislación Elohista pero con pequeñas
variantes: llama a la peregrinación a Jerusalén con motivo de las cosecha del grano, o fiesta de las
Semanas y fija la cosecha de los frutos “al final del año”, expresión sinónima de la que emplea la
tradición Elohista.
c.- Código Deuteronomista: Deut 16, 1-7. Enumera tres fiestas importantes con sus
respectivas peregrinaciones.
.- Fiesta de la Pascua, fiesta de origen pastoril y nómada se celebra para recordar el
acontecimiento de la liberación de Israel de la esclavitud de la manos de los egipcios. y el paso a la
libertad de la Tierra Prometida. Se une esta fiesta de la Pascua con la fiesta de los Ázimos de los
códigos anteriores.
.- Fiesta de las Semanas, (Pentecostés), con la aclaración de que empieza siete semanas
después del comienzo de la cosecha del grano, fiesta de los Ázimos.
.- Fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas. Correspondiente a la fiesta del final de la
cosecha de todos los frutos, en los códigos anteriores.
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d.- Código Sacerdotal. Lev 23, 1, y s.s. Es más precisa esta tradición en lo referente a las
fechas.
Estas fechas corresponderían a la época de la monarquía.
.- Fiesta de la Pascua se debe de celebrar el 14 del mes de Nisán (abril); a continuación se
celebra la fiesta de los Ázimos del 16 al 21; es de una semana de duración, en la que se comerá
pan sin levadura.
.- Fiesta de Pentecostés, o de las Semanas, que debe celebrarse cincuenta días después de
los Ázimos.
.- Fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas que debe de comenzar el día 15 del mes de
Tisrí (septiembre – octubre)
2.- Fiestas religiosas postexílicas. Después del destierro en Babilonia el pueblo israelita
añadió algunas fiestas a las principales de los patriarcas y son las siguientes:
.- Día del “Sabatt” = descanso, Sábado, Lev 23, 1-4.
.- Día de la Luna nueva, la “Neomenia”, Num 28, 11-15.
.- Día del gran Clamor o de la Aclamación, día 1 del mes de Tisrí, Num 29, 1-6.
.- Día de la Expiación (Yom Kippur), Num 29, 7-11.

6.5.3.3.- Descripción de las fiestas religiosas israelitas


1.- Pascua: Es la fiesta más popular entre los judíos. La explicación popular que da el libro
del Exodo 12, 13. 23. 27, relaciona esta fiesta con el hecho de que el ángel exterminador “pasó de
largo en las casa donde estaba marcada la sangre del cordero” durante la décima plaga contra los
egipcios y que liberó de la muerte a los primogénitos hebreos. Este paso = “pasha”, del ángel de
Dios se toma como protección, bendición de Yahvé y se celebra como la fiesta que el pueblo
hebreo había pedido por medio de Moisés al Faraón que les dejara ir al desierto a ofrecer sus
sacrificios a Yahvé, Ex, 5, 1. El ritual consistía en sacrificar un cordero macho, de un año, sin
defecto físico, y con su sangre se rociaban las cuatro partes del campamento para verse libres de
los poderes malignos; después se asaba y se consumía todo él, sin romper ningún hueso. Este es
un rito pastoril y nómada de los pastores semitas en Oriente Medio.
Después de le liberación del pueblo hebreo de las manos de los egipcios, celebraron esta
fiesta con gran gozo y alegría pero ya en un sentido más salvífico: dar gracias a Yahvé por
haberles librado de la esclavitud de Egipto y haberles dado la libertad y la posesión de la Tierra
Prometida.
El ritual de la Pascua está prescrito con gran precisión Ex 12, 1 y s.s. la víctima era asada;
la carne se comía con panes ázimos y hierbas amargas (éstas recordaban la amargura de la
esclavitud en Egipto), los participantes al banquete debían estar vestidos como para una partida
inmediata, con sus cayados pastoriles en la mano, debían de comer el animal rápido, no romper
ningún hueso del animal, todos estos detalles recuerdan la salida presurosa del pueblo hebreo de
la esclavitud de Egipto. Se debía celebrar en los días 14 al 15 del primer mes hebreo (Abib, más
tarde Nisán; marzo - abril) que precisamente coincide con la luna llena; viviendo en el desierto es
lógico elegir una noche de luna clara y brillante para esta celebración. Todos esto apunta a que la
fiesta de la Pascua procede de la época en que los israelitas llevaban una vida seminómada en el
desierto, e incluso en tiempos anteriores al éxodo.
2.- Ázimos: En hebreo = “massot”. Fiesta agrícola, señalaba el comienzo de la cosecha del
grano: cebada, centeno. Durante los 7 días que duraba la recolección se comía únicamente pan
hecho con harina procedente del grano nuevo, cocido y sin levadura. Esta fiesta no se celebró
hasta el asentimiento de los israelitas en Canán, Lev 23, 10.
Posteriormente se unieron la Fiesta de la Pascua con la Fiesta de los Ázimos por la
proximidad de las fechas del calendario.
3.- Pentecostés. Fiesta de las 7 Semanas. “Pentecostés”, en griego significa “penta” = 5;
“costés” = una docena de días: 5 por 10 = 50 días, (después de la Resurrección Cristo). Esta fiesta
recibe el nombre de Fiesta de la Cosecha, Ex 23, 16; es la fiesta de la siega de los primeros granos
de trigo, ex 34, 22. Se le llama también Fiesta de las 7 Semanas; 7 por 7 = 49 días; se nos dice que
esta fiesta debe celebrase “siete semanas después” del comienzo de la recolección de la cebada (la
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fiesta de los ázimos), Num 28, 26. Como todas las fiestas de la recolección era una fiesta llena de
gozo y alegría, agradecimiento a Dios por los bienes recibidos. La ceremonia consistía en ofrecer
los panes con levadura, hechos de la nueva harina de trigo. Esta fiesta la comenzaron a celebrar
los israelitas una vez establecidos en Canaán, adoptándola de los primeros moradores en ella.
Si bien la fiesta de Pentecostés o de las 7 semanas fue en su inicio una fiesta agrícola, más
tarde adquirió un profundo sentido religioso al quedar referida al hecho histórico del Éxodo.
Según Ex 19, 1, los israelitas llegaron al monte Sinaí al tercer mes después de su partida de Egipto.
Como ésta tuvo lugar a mediados del primer mes (Nisán) se consideró que la fiesta de las
Semanas venía a coincidir con la fecha de la llegada al Sinaí donde Yahvé selló una Alianza con su
pueblo por medio de Moisés, entregándole la LEY, los 10 mandamientos, con lo que aumentó su
importancia religiosa.
4.- Fiesta de “Año Nuevo”. Una de las fiestas más conocidas entre las modernas
festividades judías es la de “Ros Hassana”, en hebreo = Cabeza del año, o el “Día del Año Nuevo”. Su
fecha es el primero del mes Tisrí (septiembre - Octubre). El Año Nuevo se anunciaba mediante el
bronco sonido de un cuerno de carnero, llamado “sopar”, se cantaban himnos de alabanza y de
acción de gracias.
5.-Fiesta de la Expiación. “Yom Kippur”. Esta fiesta es una de las más importantes y mejor
conocidas. El ritual de esta fiesta está descrito en Levítico Cptlo 16, 1 y s.s. Era una fiesta
penitencial, en el que se pedía perdón a Yahvé públicamente. Era día de ayuno y penitencia. En el
Templo se tenía una solemne asamblea durante la cual se ofrecían sacrificios especiales como
expiación por el santuario, el clero y el pueblo.
El rito de expiación consistía en que el pueblo presentaba dos machos cabríos y se
echaban a suertes para determinar cuál había de ser su destino: uno era elegido para Yahveh y el
otro era para Azazel, el espíritu maligno del desierto. El que se destinaba a Yahvé era sacrificado
por los pecados del pueblo. Luego el sumo sacerdote rociaba la sangre sobre el pueblo. Con el otro
macho cabrío imponía las manos, transfiriéndole simbólicamente todos los pecados de la
comunidad. Después un hombre llevaba este macho cabrío, llamado de Azazel, al desierto,
apartando así los pecados del pueblo y lo arrojaba por un barranco y que allí muriera. Con la
muerte del macho cabrío de Azazel morían los pecados del pueblo. El individuo que llevaba este
macho cabrío de Azazel quedaba ritualmente impuro y tenía que lavarse y cambiar los vestidos
antes de incorporarse de nuevo a la asamblea de los santos.
6.- Fiesta de la Tiendas o Tabernáculos, La tercera gran fiesta de peregrinación lleva en
hebreo el nombre de: “sukkot” = choza, cabaña, que se traduce por tabernáculos, cabañas, tiendas,
chozas. De las tres fiestas anuales de peregrinación, ésta era la más importante y frecuentada por
el pueblo. En Lev 23, 29 y Num 29, 12, recibe le nombre de “Fiesta de Yahvé”, y Ez 45, 25, la llama:
“la Fiesta”. El historiador judío Flavio Josefo es sus escritos dice que es “la más grande de todas las
fiestas hebreas”.
Era una fiesta eminentemente agrícola; marcaba el fin de la época de la recolección, era el
final del año agrícola. Llegaba al término de todas las faenas de recolección, cuando se recoger los
productos de los campos, Ex 23, 16; de las eras, de los lagares y de las almazaras, Deut 16, 13.
Cuando la tierra había dado de sí todas sus riquezas, y éstas habían sido cosechadas y guardadas
para vivir todo un año, el pueblo daba gracias a Dios con gran alegría. Había bailes y música y gran
alborozo general, Juec 21, 19-21; incluyendo generosas degustaciones del nuevo vino, 1 Sam 1,
14-15. La fiesta debía durar siete días. La fecha era al final del año agrícola hacia comienzos del
otoño, septiembre – octubre.
7.- Fiesta de la Dedicación. El término hebreo = “hanukka”, que en griego se traduce por:
“ta enkrainia”, significa = “inauguración”, o “renovación”. En castellano se traduce por
“Dedicación”. El origen de esta fiesta se encuentra descrita en 1 Mac 4, 36-59. El tirano de Epifanes
había profanado el Templo de Jerusalén y su altar sagrado, poniendo en lugar de éste otro altar
pagano, en este altar se ofreció por primera vez un sacrificio a Zeus Olímpico. Tres años después,
Judas Macabeo, purificó el santuario, erigió un nuevo altar y lo consagró a Yahvé, 2 Mac 10, 5. Se
tomó el acuerdo de conmemorar esta fecha todos los años como desagravio a la profanación del
altar del templo.
8.- Fiesta de los “Purim”. Según Flavio Josefo esta fiesta se celebraba el 14 y el 15 de Adar
(febrero – Marzo), recordando la victoria de los judíos contra Amán jefe de Persia que quería
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exterminarlos. En esta fiesta el día 13 se ayuna; por la tarde se encienden lámparas en todas las
casas y el pueblo acudía a la sinagoga para escuchar la lectura del libro de Ester, interrumpida en
un momento dado por las maldiciones de toda la asamblea contra el malvado Amán y los suyos.
La reunión terminaba con solemnes bendiciones a Mardoqueo, a Ester y a todos los israelitas en
general. Esta fiesta es una oportunidad para intercambiar regalos y repartir limosnas a los más
necesitados. Es la fiesta más mundana de las fiestas judías, una especie de carnaval en el que no
faltan máscaras, bailes, etc.

6.5.4.- Salomón rey, modelo de los sabios


La Biblia relaciona el florecimiento de la sabiduría en Israel con la persona del rey
Salomón. En efecto, a la muerte de su padre David, Salomón sucesor en el trono, pidió a Dios
desde el principio de su reinado lo siguiente: “Pues bien, Yahvé mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo
en lugar de David mi padre, pero yo soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar.
Tu siervo está en medio de un pueblo, el que tú elegiste, un pueblo numeroso, que no es posible
contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para
discernir entre el bien y el mal. Cierto ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan grande?.
Agradó al Señor esta súplica de Salomón. Entonces le dijo Dios: “Por haber pedido esto y no una vida
larga o riquezas para ti ni tampoco la vida de tus enemigos, sino inteligencia para atender a la
justicia, obraré según tu palabra: te concedo un corazón sabio e inteligente, como no ha habido
antes de ti ni surgirá otro igual después de ti”. 1 Reyes 3, 7-13.
En efecto, la sabiduría de Salomón se manifestó en sus cualidades de juez, en su famoso
juicio entre las dos mujeres, 1 Reyes 3, 15-28; en su capacidad de administrador, 1 Reyes 4, 1-5;
en la construcción del Templo a Yahvé, 1 Reyes 5, 15 a 8, 66. Organizó la administración pública, 1
Reyes 9, 15-24 y el comercio con el exterior, 1 Reyes 9, 26 a 10, 13. Acumuló una enorme fortuna,
1 Reyes 10, 14-25. En fin, su sabiduría se extendió hasta el extranjero con la visita de la reina de
Saba, 1 Reyes 10, 1-13.

6.5.5.- Salomón y el culto a los dioses extranjeros. La decadencia del rey


Salomón con sus éxitos políticos, económicos y culturales, se puso en contacto con varias
civilizaciones y religiones de las diversas regiones y pueblos vecinos de Oriente Medio. La
construcción del Templo dio origen a un renacimiento religioso, pero es innegable que la política
universal de Salomón favoreció un clima cosmopolita y de gran tolerancia, que trajo
consecuencias funestas: "Pero el rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas mujeres
extranjeras: moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias y jeteas", 1 Reyes 11, 1. Y así para
aproximarse las mujeres extranjeras y también a los soberanos aliados suyos Salomón inauguró
una política de tolerancia y de compromiso religioso con sus esposas extranjeras, debilitando la
pureza de la Lay y el culto en el Templo.
En el Monte de los Olivos, de frente al Templo, se construyeron santuarios dedicados a
divinidades extranjeras: "Entonces erigió Salomón en el monte que está enfrente del Templo de
Jerusalén un ara a Camós, abominación de Moab y a Moloc, abominación de los ammonitas. Lo
mismo hizo en favor de todas sus mujeres extranjeras, quienes en ellos quemaban perfumes y
ofrecían sacrificios a sus dioses", 1 Reyes 11, 7-8. El decrépito rey Salomón participó en los
sacrificios idolátricos: el escritor sagrado nos dice: "Sus mujeres, en efecto, le pervirtieron el
corazón, de modo que a la vejez de Salomón, sus mujeres le inclinaron hacia dioses extraños al
corazón, el cual no fue entero para Yahvé, como el corazón de David, su padre. Rindió culto Salomón
a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, abominación de los ammonitas. Hizo así Salomón, lo que es
malo a los ojos de Yahvé, y no le permaneció fiel, como David, su padre", 1 Reyes 11, 3-6.
En este punto se manifiesta el misterio de la elección divina y de la sucesión al trono
predispuesta por Dios. El corazón de Salomón está dividido: él, que debía ser un ejemplo de
religiosidad, ha venido a ser escándalo de los piadosos israelitas. Pero, ¿Por qué Dios es tan
indulgente con Salomón? ¿Por qué Dios no reprueba a Salomón como lo hizo con Saúl?
Ciertamente la Sagrada Escritura afirma: "Se irritó pues, Yahvé contra Salomón por haber desviado
su corazón de Yahvé, Dios de Israel", l Reyes 11, 9.
Sin embargo, Dios perdona a Salomón que, por amor de su padre David, continúa siendo
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junto con su casa "una lámpara", 1 Reyes 11, 36. Pero es terrible que Yahvé castigue en Roboam,
hijo de Salomón, los pecados del padre: "dijo Yahvé a Salomón: Por haberte portado así y no has
guardado mi alianza, ni los preceptos que te había inculcado, te arrancaré el reino y lo daré a uno de
tus servidores. Sin embargo, en atención a David, tu padre, no lo haré en tus días; de mano de tu hijo
lo arrancaré. Con todo lo le arrebataré el reino entero; le dejaré una tribu, en atención a David, mi
siervo, y a Jerusalén, la ciudad que escogí", 1 Reyes 11, 11-13. Así se cierran las vías misteriosas de
la divina promesa, que se iluminarán y explicarán claramente solamente en el Nuevo Testamento.

6.5.6.- Causas de la división del Reino de Salomón: (932)


Al final del reinado de Salomón fue cundiendo el desencanto y el descontento debido a las
injusticias inherentes al centralismo político y religioso que convertía a las tribus provincianas en
contribuyentes forzados para alimentar el esplendor de un santuario y el despilfarro para
atender los gastos personales y lujosos del rey. Clamaba al cielo ver al rey disfrutando con lujo
excesivo y de tener numerosas mujeres, mientras los pobres aldeanos luchaban por subsistir
debiendo tributar con altos impuestos, que por otra parte les eran necesarios para su más
elemental sustento.
Así el espléndido comienzo del reinado salomónico, lleno de sabiduría y prudencia fue
degeneran-
do cada vez más y más hasta provocar la división del reino en dos facciones: la del norte, Israel y
la del sur, Judá. Los motivos principales para la escisión del reino son:
a.- El iluminismo salomónico: Es decir, la tolerancia religiosa y el culto a dioses
extranjeros, como hemos visto anteriormente le llevó a la idolatría, pecado gravísimo en el rey
Salomón.
b.- Federalismo de las tribus israelitas: que se opusieron enérgicamente a todas las
tentativas de centralización, realizadas por David y Salomón.
c.- Las elevadas cargas tributarias: Destinadas a suministrar el dinero necesario, 2 Cron
13, 10, para la vasta actividad constructora, de diversas fortalezas y poder mantener en pie un
numeroso ejército y una poderosa flota mercante.

6.5.7.- Algunas consideraciones acerca del problema teológico de la monarquía


El nuevo orden monárquico traído a Israel tenía cosas buenas y malas. Las opiniones de
los mismos israelitas no fueron del todo muy concordantes acerca de este tema. La monarquía
desde el principio fue una institución problemática pues unos la consideraban de origen divino y
otros la encontraban intolerable. Por eso al hablar de la noción israelita de realeza y Estado,
debemos estar sobre aviso para no generalizar fácilmente.
Es fácil comprender por qué para muchos israelitas la cuestión de la monarquía no era un
tema de su agrado. En el fondo no olvidemos que el pueblo de Israel siempre se había regido de
una manera tribal, patriarcal y estaban muy acostumbrados a vivir de manera federada,
(anfictionía) y unidos por el culto a Yahvé, y solamente muy tardíamente y en contra de la
voluntad de Dios surgió la monarquía. (Esto ya lo vimos con detalle al tratar el tema en el profeta
Samuel). Por todo esto había una parte importante del pueblo elegido que estaba amargo y
resentido contra la casa de David. Cada uno hablaba de la monarquía según las ventajas que en
ella encontraba. Los que habían obtenido buenos logros y posiciones sociales dentro del reino la
defendían; los que habían visto menguada su libertad y sentían el peso del tributo excesivo y el
vasallaje, se quejaban.
Durante los reinados de David y Salomón se consiguieron grandes logros, tanto
materiales como económicos y sobre todo con relación al culto en el Templo; habían conseguido
tomar y poseer con plenitud la Tierra Prometida y habían llegado a tener una tierra rica y
poderosa y muchos debieron pensar que con la monarquía la Alianza con Abrahán había sido
cumplida con David y Salomón. Estos estuvieron acertados al dar a su gobierno una legitimación
teológica que dejó contenta a la mayoría del pueblo, por ejemplo, el traslado del arca de la Alianza
a Jerusalén en tiempos de David y la construcción del Templo, sirvieron para unir los
sentimientos nacionales con la nueva capital Jerusalén y fortalecer la convicción de que la casa de
David era la legítima sucesora de la anfictionía.
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Estos hechos señalan que la institución de la realeza, originariamente extraña a Israel, y
aceptada por muchos de mala gana, había alcanzado en otras tribus un puesto relevante en la
teología yahvista. La realeza de Israel era consideraba como una institución sagrada: estaba
dotada de una dimensión cúltica y teológica; el rey desempañaba un papel principal. Sin embargo
en pequeños círculos israelitas la naturaleza del culto real y la ideología de la realeza en Israel
había provocado inacabables debates y descontentos. En efecto, algunos israelitas afirman que
Israel aceptando la institución de la realeza, adoptó también una teoría pagana de la misma y un
esquema ritual similar a la de los pueblos vecinos paganos.
Según esta interpretación, el rey, era considerado como una divinidad o semi-divinidad, y
este punto de vista había de ser enérgicamente rechazado. Hay que afirmar que si bien es verdad
que este peli-gro podía contaminar el sentido de la realeza israelita, este aspecto no aparece en las
denuncias proféticas.
Como hemos afirmado anteriormente, la institución monárquica seguía siendo, por tanto,
una institución problemática pues las opiniones dentro del mismo Israel estaban divididas.
Algunos aceptaron incuestionablemente el Estado davídico como una institución ordenada por
Dios, otros, no menos leales a la casa de David, no olvidaron nunca que la monarquía gobernaba
con permisión de Dios, del Dios de la Alianza, y recordaban con añoranza el tiempo de la
autonomía de las tribus y les pesaba penosamente el sistema monárquico.
Especialmente los israelitas del Norte, rehusaban aceptar el principio de la sucesión
dinástica y rechazaron las pretensiones de la casa de David de reinar a perpetuidad. Muchos de
ellos se endurecieron contra la tiranía de Salomón, a quien consideraban como la encarnación de
todo lo que un rey no debía ser, Deut 17, 14-17; 1 Sam 8, 11-19, y lejos de considerar el Estado
monárquico como una institución divina, la encontraban intolerable.
La monarquía, por tanto no se libró nunca de esta tensión interna. Ni David, ni Salomón,
habían tenido pleno éxito al tratar de resolver el problema fundamental, consistente, en esencia,
en salvar el foso entre la independencia tribal y las exigencias de la autoridad central de la
monarquía, entre la tradición tribal anfictiónica y las pretensiones del nuevo orden monárquico.
Sabemos por la historia del pueblo judío que al final del reinado de Salomón tuvo que
hacer frente a una serie de problemas al Norte del país, hubo un intento de rebelión por parte de
los ciudadanos del norte, capitaneados por Jeroboam que era, al parecer, jefe de la leva para las
tribus de José. El complot fue aplastado y Jeroboam tuvo que buscar asilo en Egipto.
Finalmente podemos afirmar que tras un largo período de tiempo, desde el comienzo de
la conquista de la Tierra Prometida, pasando por la instauración de la monarquía y la edificación
del Templo a Yahvé, el pueblo de Israel disfrutaba de una gran paz y de consolidación terrena: se
habían cumplido la promesas hechas a sus padres: habían conquistado la Tierra Prometida,
Yahvé les había concedido un rey humano que les guiaba y tenía la bendición de Dios y
finalmente el gran rey Salomón, junto con su pueblo, habían construido el gran Templo en
Jerusalén como casa de oración y lugar de culto a Yahvé. Estas tres realidades: Tierra, Rey y
Templo, daban identidad y razón de ser al pueblo de Israel.

6.5.8.- La división del Reino Salomónico: Reino del Norte y Reino del Sur
Ambientación histórica: A la muerte de Salomón (931), le sucede en el trono Roboam,
(922-915), que fue reconocido como rey por todo Israel en al norte del país, precisamente en el
lugar donde mas descontento había hacia la monarquía. Trasladado a Siquem para ser
proclamado rey no quiso quitar los pesados impuestos que había dejado su padre Salomón, como
se lo habían recomendado los más prudentes de sus consejeros, hizo caso de los más jóvenes y
ambiciosos y esto trajo consigo el descontento y la sublevación de los ciudadanos. Roboam tuvo
que huir y el norte del país quedó desconectado del gobierno central de Jerusalén. Jeroboam, el
que había huido a Egipto, regresa al norte y es proclamado rey.
En este momento se divide el gran reino de David y de Salomón en dos partes: la del
Norte se llama Israel y su rey es Jeroboam, su capital es Samaria. La otra parte, la del Sur, se llama
Judá, y su capital es Jerusalén, su rey Roboam. A continuación exponemos para una mejor
comprensión la tabla cronológica de ambos reinos.
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REINO DEL NORTE (ISRAEL): 922-721


922-901 Jeroboam 815-801 Joacaz
901-900 Nadab 801-786 Joás
900-877 Basa 786-746 Jeroboam II
877-876 Ela 746-745 Zacarías

876 Zimri 745 Sallum


876-869 Omri - Ajab 745-738 Menajem
850-349 Ocozías 738-737 Pecajías
849-842 Joram 737-732 Pecaj
842-815 Jehú 732-724 Oseas

721 Caída del Reino de Samaria. Destierro a Nínive. En el año 721 El rey asirio Sargón II toma la
ciudad de Samaria, capital del Reino del Norte, y deporta a todos los ciudadanos israelitas a la
ciudad asiria de Nínive.

REINO DEL SUR (JUDÁ): 922 - 587


922-915 Roboam 742-735 Jotam

915-913 Abía 735-715 Ajaz


913-873 Asá 715-687 Ezequías
873-849 Josafat 687-642 Manasés

849-842 Joram 642-640 Amón

842 Ocozías 840-609 Josías

842-837 Atalía 609 Joacaz II


837-800 Joás 609-598 Yoyaquín

800-783 Amasías 598-597 Joaquín


783-742 Ozías 597-587 Sedecías

587-538. Caída de la ciudad de Jerusalén, capital del Reino del Sur, Judá. Destierro a Babilo-nia.
Fue tomada por Nabucodonosor, rey babilonio, hubo una gran deportación de los principales
personajes del Reino de Judá.

6.6.- HISTORIA DEL REINO DEL NORTE: 922-721


Presentaremos una breve síntesis de los reyes que tuvieron mayor importancia y
protagonismo en este reino.
En el Antiguo Testamento se conocen dos destierros que marcaron para siempre la
mentalidad y conciencia judías. El destierro de Nínive (Reino del Norte) y el destierro de
Babilonia (Reino de Judá). Después de la muerte de Salomón, las tribus se reunieron en Siquem y
le pidieon a Roboam un poco de alivio del pesado yugo que les había impuesto aquél. La
respuesta insultante de Roboam a las tribus del norte fue la causa inmediata de la ruptura
permanente con el linaje de David y las tierras de su posesión.

El área del Reino del Norte se estima en cerca de 9,000 millas cuadradas, con una
población de alrededor de cuatro o cinco millones. Se componía de ocho tribus, a saber: al oeste
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del Jordán, Efraín, la mitad de Manasés, Isacar, Zabulón, Aser, Neftalí, con la línea de costa entre
Acre y Joppe; al este del Jordán, Rubén, Gad, y la otra mitad de Manasés. Sus estados vasallos
fueron Moab, y lo que había quedado de Siria sujeto a Salomón (1 Reyes 11,24, 2 Rey. 3,4).

El Reino de Judá incluía la propia tribu, la de Benjamín, y---al menos eventualmente---una


parte, si no toda, las de Simeón y Dan. Su superficie se estima en 3,400 millas, con una población
de alrededor de un millón y tres cuartos. Además de esto, Edom continuó fiel a Judá durante un
tiempo. Pero mientras que el reino del norte era más grande y más poblado que el del Sur,
decididamente carecían de la unidad y el aislamiento de su rival, por lo que fue el primero en
sucumbir, una presa relativamente fácil de los conquistadores orientales, cuando su marcha
victoriosa los trajo a las tierras occidentales.

1.- La historia del reino recién formado, Israel, puede dividirse convenientemente en tres grandes
períodos, durante los cuales gobernaron varias dinastías en Israel, mientras que el linaje de David
continuaba en posesión exclusiva del trono de Judá. El primer período se extiende desde
Jeroboam a Ajab (937-875 a. C. 1).

Los reyes de este periodo inicial fueron los siguientes:

ISRAEL
Jeroboam I 937-915 a.C.
Nadab 915-913 a.C.
Basá 913-899 a.C.
Elá 889-887 a.C.
Zimrí 7 días
Omrí 887-875 a.C.

Nos han llegado muy pocos detalles sobre los veintidós años del reinado de Jeroboam. Al
principio, el fundador del reino del norte tuvo como su capital la ciudad de Siquem, en la que
Abimelek había establecido un reino, y en la que se acababa de producir el estallido de la rebelión
real contra Judá acababa de producirse; él la cambió por la hermosa Thersa, a once millas al
noreste. Para contrarrestar el atractivo de Jerusalén y la influencia de su Templo, extendió su
patrocinio real a dos antiguos santuarios, Dan y Betel, el uno en el norte y el otro en el extremo
meridional de su reino. Para protegerse contra la invasión de Judá a su territorio, construyó
fortalezas importantes a ambos lados del Jordán.

La narrativa bíblica no da información clara sobre las primeras expediciones militares de


Jeroboam, sino que sólo representa como prácticamente continua la guerra que pronto estalló
entre él y Roboam (cf. 1 Reyes 14,30, 15,6). A partir de las inscripciones egipcias en Karnak,
parece que el Reino del Norte sufrió mucho en relación con la invasión de Judá por Sesonq, el
primer rey de la vigésimo segunda dinastía, por lo que no es probable que esta invasión fuese el
resultado de la solicitud de ayuda que hizo Jeroboam a Egipto en su conflicto con el rey de Judá.

Las hostilidades entre los reinos hermanos continuaron bajo Abías, el hijo y sucesor de Roboam,
Y, según el cronista, Abías persiguió y derrotó malamente a Jeroboam (2 Crón. 13). El propio
linaje de Jeroboam duró sólo hasta su hijo Nadab, quien, después de un reinado de dos años, fue
asesinado por un usurpador, Basá de Isacar (913 a.C.), mientras que Israel sitió la fortaleza filistea
de Gebbethón (probablemente Kibbiah, a seis o siete millas al noreste de Lydda. Después de su
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accesión, Basá impulsó tan vigorosamente la guerra contra Asá, rey de Judá, que, para salvar a
Jerusalén de un asedio inminente, este último compró la ayuda de Ben Hadad I, de Damasco,
contra Israel. En el conflicto que sobrevino con Siria, Basá perdió gran parte del territorio al oeste
del Jordán superior y el Mar de Galilea, con el resultado fatal de que el poder de control en el oeste
ya no era hebreo, sino arameo.

Basá fue sucedido por su hijo Elá, quien reinó sólo menos de dos años (889-87 a.C.). Su asesino,
Zimrí, se proclamó a sí mismo rey, pero murió a los pocos días, dando paso a su rival militar, Omrí
(887-75 a.C.), el hábil jefe de una nueva dinastía en Israel. Bajo Omrí Samaria, situada admirable y
fuertemente en el centro de Palestina, a unos veinte kilómetros al oeste de Thersa, se convirtió y
permaneció hasta el final como la capital del Reino del Norte. Bajo su gobierno, también, la
política de hostilidad que había prevalecido hasta entonces entre Judá e Israel fue cambiada por
una de amistad general basada en intereses comunes contra Siria. En algunos sentidos, de hecho,
Omrí sufrió pérdidas considerables como por ejemplo, al este del Jordán, Ramot y otras ciudades
de Galaad cayeron en poder del rey de Damasco, mientras que en el oeste del mismo río, se vio
obligado a conceder privilegios comerciales a ese monarca (cf. 1 Reyes 20,34); pero logró ampliar
su autoridad en otros aspectos.

La inscripción de Mesa prueba que hizo de Moab su tributario. Consolidó la alianza de Israel con
Tiro por el matrimonio de su hijo Ajab con Jezabel, la hija de Ittobaal, sacerdote y rey de Tiro. Sus
territorios, ahora aparentemente limitados a las tribus de Efraín, Manasés e Isacar, con una
porción de Zabulón, se consolidaron bajo su firme gobierno, tanto es así que los asirios, que en lo
sucesivo vigilaron cuidadosamente los asuntos de Palestina, designaban a Israel con el nombre de
"la Casa de Omrí", incluso después que su dinastía había sido derrocada.

2.- El segundo período comprende los reyes desde Ajab hasta Jeroboam II (875-781 a.C.). Estos
reyes fueron los siguientes:

ISRAEL
Ajab 875-853 a.C.
Ocozías853-851 a.C.
Joram 851-842 a.C.
Jehú 842-814 a.C.
Joacaz 814-797 a.C.
Joás 797-781 a.C.
Azarías (Osías) 782 - 741 a.C.

El reinado de Ajab, hijo y sucesor de Omrí, fue uno memorable en la historia del pueblo elegido. Se
manifestó en un progreso considerable de Israel en las artes de la paz (cf. 1 Reyes 22,39), por la
adopción pública del culto fenicio a Baal y Astarté (D.V. Astarot, Astoret), y también por una
intensa oposición al mismo por parte de los profetas en la persona de Elías, la principal figura
religiosa de la época. En el extranjero, las relaciones amistosas de Israel con Judá asumieron un
carácter permanente por el matrimonio de Atalía, la hija de Ajab y Jezabel, con Joram, el hijo de
Josafat; y de hecho, Israel estuvo en paz con Judá durante los veintidós años del reinado de Ajab.

El principal enemigo adyacente de Israel fue Siria sobre cuyo gobernante, Benadád II, Ajab ganó
dos importantes victorias (875 a.C.). Sin embargo, en el avance hacia el oeste de sus enemigos
comunes, los asirios, bajo Salmanasar II, los reyes de Israel y Siria se unieron a otros príncipes del
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oeste de Asia contra los ejércitos asirios, y se detuvieron su marcha hacia adelante en Karkhar
sobre el Orontes en el año 854 a. C. Al siguiente año Ajab reanudó las hostilidades contra Siria y
cayó mortalmente herido en una batalla frente a Ramot de Galaad.

Ocozías, el hijo de Ajab, murió luego de un corto reinado (853-51 a.C.) y fue sucedido por su
hermano Joram (851-42 a.C.). Las dos guerras del reinado de Joram no tuvieron éxito, aunque en
ambas Israel tuvo la ayuda del Reino del Sur. La primera fue dirigida contra Mesa, rey de Moab,
quien, según relata la Escritura y en su propia inscripción (conocida como “la piedra moabita”),
había sacudido el yugo de Israel, y que no vaciló, cuando estuvo en apuros, en ofrecer a su hijo
mayor, como un holocausto a Demos. La segunda fue emprendida contra Damasco y resultó
sumamente desastrosa: Samaria estuvo a punto de caer en manos de los sirios; Joram mismo
resultó gravemente herido en Ramot de Galaad, y luego fue herido por uno de sus oficiales en
Jezrael; Jehú asumió la corona y comenzó una nueva dinastía en Israel.

El largo reinado de Jehú de veintiocho años (842-14 a.C.) fue muy ignominioso. El enemigo mortal
de Israel era el rey sirio Hazael, quien también había alcanzado el trono por el asesinato de su
maestro, Benadád II. En lugar de ayudarle a resistir los ataques de Salmanasar II, Jehú aseguró la
paz con Asiria mediante el pago de un tributo (842 a.C.) y dejó que Hazael enfrentara sin ayuda
las repetidas invasiones del rey asirio. Al parecer, había abrigado la esperanza de debilitar el
poder arameo, y quizá incluso de deshacerse de él por completo.

Sucedió, sin embargo, que después de un tiempo Salmanasar desistió de sus ataques contra
Hazael, por lo que dejó a este último libre para volver sus armas contra Israel y contra Judá, su
aliado. El rey de Siria aseguró para Damasco no sólo Basán y Galaad, y todo el país al este del
Jordán, sino también el oeste de Palestina, destruyó la ciudad filistea de Gat, y fue comprado por
Joás de Judá con el más rico botín de su palacio y Templo. Joacaz (814-797 a. C.), hijo y sucesor de
Jehú, se vio obligado durante la mayor parte de su reinado a aceptar de Hazael y su hijo, Bernadad
III, las condiciones aún más humillantes impuesta a un rey de Israel (cf. 2 Rey. 13,7).

Sin embargo, le llegó el socorro cuando los recursos de Damasco fueron efectivamente
paralizados por Asiria durante los últimos años del siglo IX a.C. La condición de Israel mejoró aún
más bajo el gobierno de Joás (797-81 a.C.), que realmente derrotó a Siria tres varias (sic) veces, y
reconquistó buena parte del territorio---probablemente al oeste del Jordán---que había perdido
Joacaz, su padre (cf. 2 Rey. 13,25).

3.- El tercer período en la historia del reino del norte se extiende desde Jeroboam II hasta la caída
de Samaria (781-22 a.C.). Sobre la base de las inscripciones asirias combinadas con los datos de la
Sagrada Escritura, la cronología del último período se puede dar aproximadamente como sigue:

ISRAEL

Jeroboam II 781-740 a.C.


Zacarías 6 meses
Sallum un mes
Menajem 740-737 a.C.
Pecajías 737-735 a.C.
Pecaj 735-733 a.C.
Oseas 733-722 a.C.
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Durante el largo reinado de Jeroboam II, el Reino del Norte disfrutó de una prosperidad sin
precedentes. Debido principalmente al hecho de que los enemigos de Israel se habían vuelto más
débiles en todas partes, el nuevo rey fue capaz de eclipsar las victorias obtenidas por su padre,
Joás, y mantener durante un tiempo las antiguas fronteras ideales tanto al este como al oeste del
Jordán (2 Rey. 14,28). Luego hubo paz y seguridad en esta maravillosa extensión territorial, y
junto con ellos surgió un gran desarrollo artístico y comercial. Lamentablemente, también surgió
la laxitud moral y la infidelidad religiosa que fueron en vano reprendidas por los profetas Amós y
Oseas, y que sin duda presagiaba la ruina del Reino del Norte.

El hijo de Jeroboam, Zacarías (740 a.C.) fue el último monarca de la dinastía de Jehú. Apenas había
reinado durante seis meses, cuando un usurpador, Sallum, le dio muerte. Sallum, a su vez, fue aún
más sumariamente asesinado por el truculento Manahem, el cual pronto tuvo que enfrentarse
directamente con el poder asirio, y como se sintió incapaz de arrostrarlo, se apresuró a rendir
tributo a Teglatfalasar III, y de ese modo salvó su corona (739 a.C.).

Su hijo Pecajías reinó cerca de dos años (735-35 a.C.) y fue asesinado por su capitán, Pecaj, quien
se alió con Siria contra Ajaz de Judá. En su amarga aflicción, Ajaz recurrió a Asiria por ayuda, con
el resultado de que de nuevo Teglatfalasar (734 a.C.) invadió a Israel, anexó a Galilea y Damasco, y
se llevó muchos israelitas al cautiverio. El asesino de Pecaj, Oseas, era un fiel vasallo de Asiria en
vida de Teglatfalasar. Poco después, a instigación de Egipto, se amotinó contra Salmansar IV, el
nuevo gobernante de Asiria, tras lo cual las tropas asirias invadieron Israel y sitiaron a Samaria, la
cual, luego de una larga resistencia, cayó vencida cerca de finales del año 722 a.C., bajo Sargón II,
quien en el ínterin había sucedido a Salmansar IV.

Este fue el fin del Reino del Norte (Israel), luego de una existencia de poco más de doscientos
años.

6.6.6.- FIN DEL REINO DEL NORTE


6.6.6.1.- Oseas (732-724).

Destierro a Nínive (721).


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a.- Destierro en Nínive, Asiria. El reino del Norte fue invadido sucesivamente por reyes
asirios. En un primer momento, una parte de las tribus israelitas fue deportada por Tiglat-pileser
III en el año 740 a. de C. (2 Reyes 15, 29,1. 1 Crónicas 5, 26). Las tribus del este del Jordán, con
elementos de Neftalí y Zabulón, fueron los primeros en sufrir el cautiverio (1 Crónicas 5, 26: 2
Reyes 15, 29; Is. 9,1)
Cuando murió Tiglat-pileser III en 727 a.d.C., creyendo que su sucesor Salmansar no
estaría en condiciones de mantener el control de su extenso territorio, el rey Oseas buscó el apoyo
de Egipto para interrumpir sus pagos tributarios a Asiria.
Salmansar V puso en marcha sus ejércitos contra Israel, sitiando la ciudad más
fuertemente fortificada. Durante tres años Oseas fue capaz de soportar la tremenda presión del
poderoso ejército asirio, pero finalmente se rindió en el año 722 a. d. C. Comenzó el cerco de
Samaria (724-721), y la ciudad, capital del Reino del Norte, cayó luego en manos de un nuevo
monarca asirio, Sargón II, que menciona esta batalla en sus anales y dice: "'Yo puse sitio y
conquisté Samaria y saqué como botín 27. 290 habitantes de ella". Y se llevó el resto de la nación (2
Reyes, 17, 6) y la ubicó en varias ciudades asirias, probablemente era del mar Caspio, siendo su
propia tierra repoblada con colonos persas y babilónicos (2 Reyes, 17, 6-24). Y fueron deportados
a Nínive. Fue el fin del Reino del Norte.
El reino del Norte se convirtió en la provincia asiria de Samaria, repoblada por distintos
pueblos y de cuya mezcla surgieron los samaritanos. Estas tribus judías dispersadas por Asiria
muchas de esas tribus nunca regresaron a Palestina. Probablemente adoptaron las costumbres
de sus nuevos vecinos y terminaron por ser absorbidos por ellos.

6.7.- HISTORIA DEL REINO DEL SUR (JUDÁ). (922-587)


La historia del reino de Judá es paralela a la del Reino del Norte en cuanto a ambientación
y circunstancias históricas. Sin embargo, la tradición bíblica es más benévola al enjuiciar la
trayectoria del Reino del Sur, Judá. Fundamentalmente porque permaneció en la línea ortodoxa
engarzando así con las tradiciones más ancestrales, tratando de descubrir la presencia de Yahvé
en la trayectoria del pueblo, demostrando cómo sólo Judá era el verdadero reino de Yahvé. Este
reino del sur, era más pequeño que el del norte y tenía una ventaja material indiscutible: tenía la
ciudad santa y en ella el Templo. Gloria de Yahvé.

6.7.1.- Roboam: (922-915)


Roboam era hijo de Salomón, y por lo tanto se sentía el legítimo heredero del imperio
salomónico. Como explicamos en el capítulo anterior, a causa de su imprudencia en la cuestión
de los impuestos en el norte de su reino perdió en esa área su influencia y fue Jeroboam I quien le
arrebató el reinado. Roboam refugiado en Jerusalén convirtió la parte Sur de su territorio en el
Reino de Judá. Quedando así como auténtico sucesor de la dinastía davídica, puso interés en
centrar toda la actividad religiosa alrededor del Templo afianzando así la desintegración de su
minúsculo reino.
Centró toda su actividad alrededor de Jerusalén optando por proteger su pequeño reino
por medio de un sistema de fortalezas, o ciudades fortaleza, 2 Cron 11, 5-10. Tuvo que defenderse
de los filisteos que reclamaban su propia autonomía. A los nueve años de su reinado el Faraón
Sosaq I, emprendió una expedición militar hacia Siria y quiso intentar una invasión a Judá, pero
Roboam saliendo al paso le ofreció un sustancioso tributo a base de los tesoros del Templo, 1
Reyes, 14, 25-26. Ello supuso una gran pérdida económica para su débil economía pero consiguió
la no invasión. Durante su reinado permitió el sincretismo religioso, dando facilidades para el
culto a los falsos dioses, amenazando a la ortodoxia yahvista. El corto gobierno de Roboam fue
bastante triste sobre todo si se le compara con el esplendor y fortaleza de su padre Salomón.

6.7.2.- Abía. (915-913)


Era hijo de Roboam, permaneció tres años en el trono y durante su efímero reinado tuvo
que hacer frente a las escaramuzas que venían del reino del norte. Así Abía logró arrebatar a
Jeroboam I el santuario de Betel con algunas ciudades anexas, 2 Cron 15, 3. Apenas se interesó
102
por los asuntos religiosos manteniéndose en la línea de su padre Roboam.

6.7.3.- Asá. (913-873)


Hijo de Abía, su largo reinado dio cierta estabilidad al país. Luchó contra el culto idolátrico,
suprimió la prostitución sagrada, aceptada por sus dos antecesores, 1 Reyes 15, 11-13. Este
prudente rey supo afianzar sus fronteras, dotando al país de una relativa prosperidad económica.

6.7.4.- Josafat. (873-849)


Su reinado duró veintitrés años, fue un reinado próspero y pacífico. Prosiguió la política
religiosa de su padre erradicando la idolatría expulsando del país a los hieródulos. Todo esto le
hizo albergar la esperanza de poder recuperar el esplendor y grandeza de su antecesor Salomón.
La tradición bíblica remarca con alegría el progreso y esplendor de este rey debido a que supo
mantenerse fiel a las exigencias de Yahvé.

6.7.5.- Jorám. (849-842)


Fue un rey mediocre y sin personalidad. Estuvo dominado por su esposa Atalía y
permitió de nuevo la idolatría. Admitió de nuevo la prostitución sagrada, dejando estériles todos
los esfuerzos que hicieron sus antecesores por luchar contra el mal de la idolatría. Los reyes
vecinos, árabes, filisteos, edomitas, pusieron en peligro su trono; en una de sus incursiones le
destruyeron el palacio real, llevándose como rehenes a algunas de sus mujeres e hijos del
monarca, 2 Cron, 21, 6-7. Murió víctima de una enfermedad intestinal que le mantuvo postrado
durante los dos últimos años.

6.7.6.- Ocozías. (842)


Sucedió a su padre Jorám, pero apenas tuvo tiempo de estrenar su gobierno murió a los
pocos meses.

6.7.7.- Atalía. (842-837)


Madre de Ocozías, a la muerte de su hijo el trono pasó a sus manos, para afianzar su
estrategia asesinó a todos los miembros de la familia real. Sólo logró salvarse su nieto Joás, quien
años más tarde le sucederían en el trono. Restauró el culto a los "baalim", siguiendo el ejemplo de
su madre Jezabel, esto fue un duro golpe para la pureza de la religión yahvista, por eso Atalía fue
cada vez más odiada por el pueblo hasta que el sacerdote Yoyadá movió a los hijos de Judá para
que asesinaran a la reina dentro de su palacio, 2 Reyes, 11, 4-16.

6.7.8.- Joás. (837-800)


Este rey pasó su infancia en casa del sacerdote Yoyadá, cuya esposa le ocultó, educándole
en el servicio del Templo, hasta que a los siete años fue proclamado rey de Judá. Los primeros
años de su reinado se dedicó a restaurar el Templo de Salomón. Muerto el sacerdote Yoyadá
permitió algunas costumbres paganas y la idolatría, cayendo en desgracia al pueblo. Murió
asesinado por algunos de sus cortesanos, 2 Reyes, 12, 18-22.

6.7.9.- Amasías: (800-783)


Durante su reinado tuvo muchos conflictos con sus vecinos venciendo a los edomitas en
una sangrienta batalla arrebatándoles la fortaleza de Sela, 2 Cron 25, 12. Tuvo conflictos con el
reino del norte hasta el punto que Joás, rey de Israel, humilló a Ariastas hasta el punto de
conquistar Jerusalén y saquear los tesoros del Templo y los de su palacio. Murió asesinado por
unos conspiradores.

6.7.10.- Ozías. (783-742)


Durante el largo reinado de este rey se le alaba el haber luchado contra los cultos
idolátricos y fomentar la religión auténtica, la yahvista. Sus campañas militares fueron exitosas
103
venciendo a los filisteos y devastando su país. Asimismo venció a los ammonitas, árabes y
meunítas. La prosperidad de su reinado se vio enturbiada al contraer Ozías la terrible
enfermedad de la lepra, enfermedad tenida en aquel tiempo por ignominiosa y denigrante.

6.7.11.- Jotam. (742-735)


La tradición habla poco de él. Refiere tan sólo cómo construyó la puerta superior del
Templo de Jerusalén, 2 Reyes, 15 35. Logró una importante victoria contra el rey de los
ammonitas, obligándole a pagar un considerable tributo, 2 Cron 27 5-6. Mostró a través de su
reinado un gran interés por conservar y promover la pureza de la religión yahvista.

6.7.12.- Ajaz. (735-715)


Este rey presenció la caída del reino del norte. Su reinado es todo lo contrario a los dos
anteriores. Ajaz fomentó de nuevo el culto pagano y la idolatría. El colmo de esta permisividad fue
cuando el rey Ajaz sacrificó a su propio hijo en honor del dios Moloc, 2 Reyes 16, 3, haciendo caso
omiso de los vaticinios del profeta Isaías, Is 7, 1-25, y del cinismo con que reaccionó ante Isaías.
Tanto Miqueas como Isaías ofrecen vivas descripciones de las injusticias sociales cometidas
durante su reinado, Is 3, 13-15. Ajaz, acabó siendo vasallo del monarca asirio quien le exigió a
cambio un cuantioso tributo.

6.7.13.-Ezequías. (715-637)
Cuando este rey subió al trono la situación era muy delicada y tensa. Asiría alcanzó el
máximo de su poderío, sin embargo, se desencadenaron una serie de acontecimientos que
obligaron al rey asirio Sargón II a centrar su atención en Oriente. Ezequías deseaba sacudirse el
yugo asirio pero era consciente de que no podía hacer frente a tan poderoso enemigo a menos de
que buscase alianza militar con algún monarca poderoso. Intentó aliarse con Egipto, pero no
llegó a culminar el propósito ya que las opiniones eran contrarías. Así el profeta Isaías expresó su
opinión al rey invitándole a mantener una política pro-asiria en vez de aliarse con los egipcios, ya
que estos jamás habían hecho nada en favor del pueblo judío.
Pero donde destacó más el rey Ezequías fue en la restauración religiosa que llevó a cabo
en Judá. Las implicaciones de esta reforma iniciada con tanto celo por el mismo rey es difícil de
valorar. Cierto que la tradición bíblica es bastante explícita en esto, 2 Reyes 18, 3-6; 2 Cron 29 al
31. El rey fue eliminando todo culto idolátrico que habla en su región y así conservar en su pureza
el culto yahvista. Para mejor lograr sus objetivos, centraliza el culto sagrado en torno al Templo
de Jerusalén. Ello supuso la destrucción inmediata de los santuarios locales. Todo esto lo
consiguió con gran esfuerzo y con muchas dificultades. Esta purificación del culto idolátrico
suscitó un gran entusiasmo espiritual y la reforma religiosa fue acompañada de un despertar del
sentimiento nacionalista. Se demostraba una vez más que la unidad de culto en el gran Templo
reforzaba la unidad social y política.
Cuando murió el rey asirio Sargón II, le sucedió en el trono el rey Sanaquerib. Este invadió
Judá y se apoderó de cuarenta y seis ciudades del Reino de Judá y encerró a Ezequías en Jerusalén
"como un pájaro en su jaula". Los sucesivos acontecimientos son consignados dramáticamente en
1 Reyes 18, 13-19, Is 36 al 37. Resulta triste ver cómo este rey que tuvo tan buenas intenciones
en su reinado acabara tan mal, pues después de la invasión asiria tuvo que aceptar que las
divinidades asirias recibían culto y trato especial allí donde él mismo había querido erradicarlas.
Su muerte marcó el fin de un reinado que atisbaba algún rayo de esperanza para su pueblo.

6.7.14.- Manasés. (687-642)


La ascensión al trono de Manasés dio un viraje radical a la política del reino. Viendo que
resultaba inútil oponerse a los asirios, optó por convertirse en un vasallo fiel. Durante su reinado
dio muestras de un vigor excepcional, dedicándose a la reorganización de su país. Sin embargo, en
el terreno religioso volvió a permitir el culto a los ídolos para granjearse la confianza de los
asirios. Levantó en el Templo de Jerusalén altares en honor de las divinidades siderales asirias.
Esto permitió que volvieran los cultos y ritos paganizantes, tanto nativos como extranjeros, cuya
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práctica quedó oficialmente tolerada, 2 Reyes 23, 4-7. Especial cultivo tuvieron los ritos
relacionados con la fertilidad y la prostitución sagrada. La situación no cambió durante el reinado
de su hijo Amón (642-640), cuyo asesinato dio paso a Josías, niño de ocho años cuando subió al
trono.

6.7.15.- Josías: (640-609)


Josías comenzó a reinar en vísperas de un venturoso cambio en los acontecimientos.
Asiria empezaba a decaer, mientras iban ganando fuerza los y los babilonios. Al declinar Asiria,
Josías ve la oportunidad de conseguir la independencia política y religiosa. Para ello llevó a cabo
una reforma completa en lo religioso, conocida como "reforma deuteronomista", ya que siguió el
programa del Deuteronomio. Parece ser que esta reforma la inició en el año dieciocho de su
reinado (622), cuando con motivo de unas reparaciones en el Templo de Jerusalén, se halló una
copia del famoso "Libro de la Ley", donde la crítica moderna ve una manera de presentar al
pueblo el libro del Deuteronomio. Tal hallazgo causó un gran impacto en el rey y con esto
comenzó dicha reforma religiosa. Así, pues, Josías comenzó a eliminar las divinidades
paganizantes, que tanta fuerza quitaban a la religión auténtica y oficial del yahvismo. Suprimió los
santuarios locales y afianzó una vez más el centralismo cúltico en torno al Templo de Jerusalén.
Sin embargo, Josías era realista y sabía que la infiltración de los cultos asirios bloqueaba todo
intento de independencia nacional.
Para conseguirla era preciso cimentar la religiosidad sobre las bases del yahvismo
depurado. Sólo así podría recobrar Judá su verdadera autonomía. Políticamente consiguió
independizarse Asiria y su reforma infundió al país una relativa serenidad. Durante su reinado
surgieron muchos profetas con el consiguiente auge de la reflexión teológica. El noble afán de
Josías por afianzar el cumplimiento de la ley deuteronomista dio óptimos resultados pues él sabía
que la única manera de conservar la autonomía y la independencia era manteniendo la unidad
del pueblo bajo el cumplimiento exacto de la Ley. Josías murió en la batalla de Megiddo, tras un
intento fallido en frenar al faraón Nekao II.

6.7.16.- Joacaz II. (609)


Este rey apenas tuvo ocasión de inaugurar su reinado. A los tres meses, fue llamado por el
faraón Nekao II, asentado en su cuartel general de Riblá; tras deponerlo, le deportó a Egipto 2
Reyes 23, 31-35. Así consiguió el faraón hacer de Judá un feudo egipcio. Colocó en el trono a
Eliaquín, que era hermano de Joacaz II, a quien cambió su nombre por el de Yoyaquín.

6.7.17.- Yoyaquín. (609-598)


Fue un rey tirano y despreciaba al pueblo bueno y sencillo. Servidor incondicional de los
egipcios fue traidor a todas las tradiciones de su pueblo. Jeremías lanzó sus más duras palabras
contra él, y sumió al pueblo y a la nación en un caótico desconcierto. Permitió la instauración de
los cultos paganos, Jer 7, 16-18, e implantó el régimen de auténtico terror. Su adhesión a la causa
egipcia le deparó graves consecuencias. En efecto al final de su reinado surge el imperio babilonio
con fuerza, impulsados por su rey Nabucodonosor (601), que emprendió sus campañas contra
Egipto. Yoyaquín murió asesinado en una conspiración.

6.7.18.- Joaquín. (589-597)


Tenía sólo 13 años cuando ocupó el trono. A los tres meses de inaugurado su reinado
sufrió el ataque de los babilonios. Jerusalén se rindió, los judíos no pudieron hacer frente a
Nabucodonosor, que reunió a toda la familia real, deportándola a Babilonia.

6.7.19.- Sedecías. (597-587)


Este rey tuvo la valentía de hacer frente a Nabucodonosor y prefirió luchar por la
autonomía de Judá. La situación de Sedecías fue muy delicada, pues un sector del pueblo defendía
los derechos del rey anterior Joaquín, a quien Nabucodonosor había depuesto unos años antes,
ante estas circunstancias Sedecías, hombre de carácter débil y poco decidido, se originaron una
105
serie de intrigas que acabaron con romper la débil unidad nacional.
Nabucodonosor intervino rápidamente y en 588 puso sitio a la ciudad de Jerusalén. Esto
minó la moral de todos aquellos que suspiraban por la independencia y la autonomía nacional, 2
Reyes, 25, 1, pero cuando todo parecía perdido, los ejércitos babilónicos levantaron el campo de
batalla, amenazados por la presencia y ayuda de los egipcios. Mas esto no duró mucho tiempo, de
nuevo los babilonios sitiaron a Jerusalén y Sedecías se mostró favorable a la rendición, Jer 38, 14-
23, en efecto, los babilonios abrieron brecha en la ciudad y Sedecías huyó hacia el Jordán, 2 Reyes,
25, 3-6. Alcanzándole sus enemigos, ejecutaron a los miembros de la familia real, siendo Sedecías
deportado a Babilonia, no sin antes haberle sacado los ojos.
Un mes después Jerusalén cayó en poder de los babilonios, que se llevaron cautivos a los
ciudadanos más importantes de Judá. Fue el fin del Reino de Judá. De esta manera acaba la
descripción de los reinos de la monarquía davídica.
Destruida, e incendiada Jerusalén, los babilonios pretendieron convertir a Judá en una
provincia más de su imperio nombrando gobernador de Judá a Godolías, que había sido ministro
de Sedecías. Este a los pocos meses murió asesinado.

6.8.- El Destierro en Babilonia. (587-538). FIN DEL REINO DEL SUR

Nabucodonosor invade Jerusalén 605 / 597 / 586 a.C.

Anteriormente hemos afirmado que el pueblo de Israel, tras largos esfuerzos y luchas,
tenía tres elementos en el que hallaba su seguridad e identidad: habían conquistado la Tierra
Prometida; Yahvé les había concedido un rey humano que les guiaba y tenía la bendición de Dios
y finalmente el Templo en Jerusalén, construido como casa de oración y lugar de culto a Yahvé
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por el gran rey Salomón; estas tres realidades: Tierra, Rey y Templo, daban identidad, razón de
ser, al pueblo de Israel. Pues bien, en el destierro, esos tres elementos desaparecen. Ya no están en
la Tierra Prometida sino en el destierro, en tierra extraña, ya no tienen rey, están sometidos a un
rey extranjero, ya no tienen el Templo para orar y dar culto a Yahvé, el Templo ha sido destruido
en Jerusalén. Esta situación de desapropiación, abandono y desamparo, es el hilo conductor que
guía, principal y primeramente, la experiencia humana religiosa y espiritual en el destierro de
Babilonia.
A raíz de la destrucción del Templo Jerusalén (537), Judá atravesó un período de total
desconcierto. El asesinato de Godolías a manos de Ismael, se situó el país al borde del caos. Cierto
que la oportuna intervención de Yojanán frustró los planes desatinados de Ismael, Jer 41, 11-17.
Pero el miedo a la reacción babilónica aconsejó huir a los países vecinos en tanto se apaciguarán
los ánimos. Gran contingente de judíos se dirigió a Egipto, llevándose al profeta Jeremías, Jer 42,
1-8. A partir de este momento la tradición bíblica ignora lo ocurrido en Judá hasta el regreso de
los exiliados.
Acaso por este motivo la crítica histórica siempre supuso que el antiguo Reino del Sur,
Judá, había quedado totalmente arrasado. Pero este encuadre tropieza con varias dificultades, así
lo constata la crítica bíblica observando cómo los israelitas continuaron, tras su desconcierto
inicial, acrisolaron la conciencia de pueblo elegido. El vaticinio profético de Isaías: "Yo dije: ¿Hasta
cuándo, Señor? Dijo: "Hasta que se vacíen las ciudades y queden sin habitantes, las casas sin
hombres, la campiña desolada...", Is 6, 11-13), esto les hizo evocar el destierro de forma gráfica
como tierra devastada.
No obstante Jerusalén siguió en activo. Su Templo, aunque arrasado por las tropas
babilónicas e incendiado, continuaba polarizando el interés religioso del pueblo. Por otra parte
sabemos que sólo una minoría muy cualificada de judíos fue deportada a Babilonia, así lo sugiere
la tradición bíblica, Jer 52, 28-30, confirmándolo a su vez las crónicas babilónicas.
Resulta fácil imaginar la consternación de los judíos al verse privados de sus líderes. Si a
ello se añade el duro correctivo impuesto por Nabucodonosor, se comprenderá que el país fuese
en cierto modo a la deriva. Judá herido en su orgullo nacionalista tuvo que aceptar la derrota y la
humillación extranjera. Gran parte de su territorio quedó anexionado a la provincia de Samaría,
mientras la zona sur se vio acosada por los antiguos enemigos edomitas.
Así el pueblo judío acosado por todos los flancos, careció de energía para reaccionar
quedando sumido en el letargo y en la humillación de la derrota. El pueblo falto de estímulo para
seguir alimentando ilusiones triunfalistas y nacionalistas fue decayendo hasta quedar totalmente
pasivo y desarticulado. Y un pueblo sin ilusión acaba mostrando su amargura. Ello explica que la
tradición bíblica deje de interesarse por la andadura de su pueblo durante este período del
destierro.
Aun cuando la mayoría del pueblo permaneció en su país, fueron exiliados los más
cualificados y estos activaron en el destierro la reflexión teológica y aun siendo minoría, eran la
elite del pueblo. Sin embargo, la historia demuestra cómo en el destierro se cumplió una función
providencial, pues gracias a ello se logró avivar la llama de la esperanza y de la bendición
salvadora previa conversión y purificación de su desvío principal: la idolatría, es decir, el pueblo
judío aprendió a ser fiel a Dios, creció en el espíritu, todo ello en medio de la adversidad, es decir,
en el destierro, en tierra extraña.
Las condiciones de vida de los deportados no parecen haber sido extremadamente duras
o difíciles. No se les puede considerar como prisioneros de guerra, aunque tampoco tenían la
condición de ciudadanos libres. Incluso parece que se respetaron las costumbres judías y hasta se
les permitió de alguna manera practicar su vida religiosa, Ez 8,1. Poco a poco, con el transcurso
del tiempo, las condiciones de vida se van haciendo más benignas, algunos se dedican al comercio
y hay quienes llegan a desempeñar altos cargos en la corte de los reyes babilonios.
Dado que entre los exiliados judíos figuraba la elite política, religiosa e intelectual de los
judíos, se comprende que pudieran integrarse en la vida social babilónica sin ninguna dificultad.
Es falso creer que debían dedicarse a trabajos propios de esclavos, más bien se puede suponer
que vivieron con cierta holgura.
107
6.9.- Realidad histórica del destierro
El destierro de los judíos se escalona en tres etapas coincidiendo con otras tantas
rebeliones del pueblo judío contra Nabucodonosor.
a.- Primera deportación: En el año 597, Nabucodonosor: "deportó a Joaquín... y llevó
cautivos .... a la madre del rey, a las mujeres del rey, a sus eunucos, a los grandes de la tierra, a todos
los hombres de armas, en número de siete mil, y a los carpinteros y a lo herreros en número de mil", 2
Reyes 24, 15-16. Es una medida prudencial para impedir la rebelión: exiliar a los ciudadanos
judíos más cualificados.
b.- Segunda deportación: En el año 587, después de la toma de Jerusalén y de la
destrucción del Templo, Nabuzerdán, jefe de la guardia de Nabucodonosor: "llevó cautivos a los
que habían quedado en la ciudad, de los que se rindieron al rey de Babilonia y al resto de la gente,
fuera de algunos pobres que dejó, como viñadores y labradores", 2 Reyes 25, 11-12.
c.- Tercera deportación: En el año 532, hay una tercera deportación, no muy numerosa,
probablemente como represalia por la muerte de Godolías, el gobernador puesto por
Nabucodonosor sobre Judá.
El número total de israelitas deportados no fue excesivamente elevado en sí: entre 10.000
y 20.000. Pero dado el escaso número de habitantes de Judá, y dada sobre todo, la calidad
humana de los desterrados, los que representaban algo en la vida política, económica y social y
religiosa del pueblo judío, la Biblia puede hablar, y con razón que: "fue deportado todo Judá, fue
llevado cautivo lejos de su tierra", 2 Reyes 25, 21.

6.10.- La crisis de fe en el pueblo de Israel


La destrucción de Jerusalén con el destierro constituye humanamente hablando el fin de
Israel. Todas las seguridades humanas se le han venido abajo:
a.- La Tierra Prometida, pérdida, deportación y salida humillante. Ahora viven en tierra
extraña.
b.- La dinastía monárquica: El Trono de David ha sido desecho y vencido. No habrá
sucesión real.
c.- La institución sagrada del Templo: el lugar de encuentro con Dios, donde se halla la
gloria de Dios. El Templo fue saqueado y semidestruido, los sumos sacerdotes y levitas
deportados. La Ciudad Santa, Jerusalén, ha sido invadida, asaltada y arrasada, sus murallas
destruidas, símbolo de fortaleza y de seguridad. El pueblo israelita se siente desamparado,
desprotegido.
Antes estos hechos palpables, duros y difíciles, surgen las preguntas que oprimen los
corazones angustiados del pueblo judío: ¿Dónde están las victorias de Yahvé sobre nuestros
enemigos para conquistar la Tierra Prometida? ¿Dónde está ahora el poder de Yahvé y la
promesa al trono de David? ¿Dónde están las promesas a la ciudad santa y al Templo? Estas y
otras muchas preguntas se hacía el pueblo y se las responde con reproche el profeta Jeremías:
"Desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y ofrecerle libaciones carecemos de todo
y nos consume la espada y el hambre", Jer 44, 18. El pueblo ha perdido la fe y está perdiendo la
esperanza. Israel en el destierro está sintiendo en toda su crudeza el silencio de Dios. La crisis
estaba justificada. El momento histórico es de suma trascendencia. Es el fin de una época, cuando
todo lo anterior falla y el futuro es francamente horroroso.

6.11.- Sentido teológico del destierro


El destino del pueblo israelita en el destierro fue muy distinto, dependía de los grupos. En
Palestina quedó un buen núcleo de habitantes empobrecidos, desorganizados y religiosamente
abandonados, que se mezclaron con los colonos llegados de fuera. Otros grupos de israelitas
lograron huir a Transjordania o a Egipto, donde formaron colonias, las cuales dieron origen al
fenómeno de la diáspora o dispersión judía, que incluía también a los deportados a Babilonia. Este
grupo formado por unos cuantos miles de habitantes que representaban a lo más selecto de
Israel, no fue maltratado y pudo reunirse libremente en aldeas babilónicas.
Si el pueblo, en su conjunto, logró sobrevivir a la gran crisis política y religiosa del exilio,
fue gracias a la labor de los profetas y sacerdotes que, reflexionando sobre el pasado, explicaron la
108
catástrofe en términos de responsabilidad nacional y descubrieron en las antiguas tradiciones
nuevas perspectivas de esperanza y continuidad. Con ello edificaron las bases de una nueva
identidad más religiosa que política. La circuncisión, el día sábado, la observancia estricta de la
Ley y la inquebrantable afirmación de Yahvé como único Dios, serán las nuevas mediaciones que
sustituyan a las instituciones fracasadas. Jeremías desde el extranjero y Ezequiel en Babilonia
junto con el profeta anónimo del Deutero-Isaías, serán los grandes impulsores de la obra de
restauración de Israel como pueblo de Dios.
a.- Jeremías. Aunque no fue deportado a Babilonia, él fue le primer guía religioso de los
exiliados, les escribe desde Jerusalén después de la primera deportación invitándoles a escuchar
la palabra de Yahvé sin hacerse ilusiones de una liberación inminente, Jer 29, 1 y s.s. Los grandes
temas de su predicación: conversión del corazón, esperanza en tiempos mejores, cumplir la
alianza, y vivir la verdadera religión interior, serán meditados por el pueblo israelita en el exilio y
empezarán a tener la esperanza de la salvación.
b.- Ezequiel. Sacerdote fue conducido a Babilonia con el pueblo israelita en el año 598.
Comienza su misión profética anunciando la ruina total de Jerusalén como castigo a las faltas de
idolatría e injusticia de Israel Ez. capítulo 1 al 4. Pero tras la desolación de la ciudad en el año 587,
se convierte en el profeta de la esperanza en Yahvé. Durante más de 20 años reanimó la fe y la
esperanza de sus compatriotas en el exilio, primero, haciendo un llamado urgente a la conversión,
pidiéndoles que no se quejen de Yahvé y de su justicia, sino que más bien reconozcan sus
pecados, sus injusticias, sus desvíos, su incumplimiento de la Alianza Ez 19, 1-32; segundo,
infundiéndoles la certeza de que Yahvé salvaría a su pueblo para santificar su nombre y así
manifestar su gloria, Ez 36, 22-25.
NOTA: Es muy conveniente leerse todos los capítulos de Ezequiel para entender bien qué
fue lo que acaeció antes del destierro, durante el destierro y después del destierro.
c.- Deutero - Isaías. Este lejano discípulo perteneciente a la escuela teológica de Isaías
anuncia el consuelo al pueblo de Israel en el destierro, Is 40, 1.2. Ante la victoria del rey persa Ciro
sobre los pueblos de Oriente, el segundo Isaías le presenta como el instrumento del que Dios se
servirá para realizar su designio de salvación, Is 41, 1-4; 45, 1-6 y 12-13; y liberar a su pueblo
como en un nuevo éxodo, Is 40, 3; 43, 16-19.
Este profeta presenta unas perspectivas universalistas: a la comunidad de exiliados
encerrados en sí mismos les habla de un Dios que ofrece la salvación a todos los hombres, Is 45,
20-22. Finalmente anuncia un misterioso “Siervo de Yahvé”, Is 42, 1-7; 49 1, 6; 50,4-9; 52, 13 al 53,
1-12, un justo que sufre y expía los pecados de los demás (Jesucristo), sucediendo tras su muerte
una glorificación y una grandiosa fecundidad espiritual.
¡Error! Marcador no definido.1.- El destierro no ha sido casual ni imprevisto. Desde los
momentos fundacionales del pueblo elegido, al comprometerse con Yahvé en alianza con Israel y
suscribir las bendiciones y maldiciones de la misma, el castigo aparecía siempre en lontananza, al
menos como una terrible realidad. Los profetas se han encargado de recordárselo al pueblo judío:
infiel y desviado del cumplimiento de la Alianza fueron detrás de los ídolos y no han hecho caso a
las advertencias que ha hecho Dios por medio de Jeremías. Por eso Dios los ha desterrado, los ha
arrancado de la tierra; los destierra, los ha abandonado.
2.- El destierro tiene una causa: EL PECADO. La infidelidad a la ALIANZA del Sinaí, en
primer lugar a causa de la idolatría, atentando a una de las cláusulas más importantes de la
Alianza: “No hay más que un solo Dios, no adorarás a otros dioses”; en segundo lugar, la injusticia, el
abuso contra el pobre, el huérfano y la viuda, tratándoles injusta y cruelmente. El pueblo de Israel
atentó gravemente contra el primer mandamiento de la Ley de Dios, hicieron caso omiso a los
profetas enviados por Dios, se encerraron en su codicia, soberbia e indiferencia y Dios permitió
que fueran expulsados de la Tierra Prometida; permitió el final de la monarquía y finalmente la
destrucción del Templo. A pesar de esa infidelidad, el destierro se habría podido evitar, si el
pueblo hubiera reconocido la voluntad de Yahvé por boca de su profeta Jeremías, si se hubiera
convertido a Yahvé, si hubieran adorado al único Dios, abandonando las prácticas idolátricas; si
hubieran practicado la justicia y el derecho, si hubieran reconocido y apartado de sus pecados,
pero no fue así, Israel endureció su corazón y prefirió seguir su propio camino, camino que fue a
parar en el fracaso más grande su historia: Ser expulsados de la Tierra Prometida, fin de la
monarquía y destrucción del Templo, es decir, no tener ni la presencia, ni la bendición, ni la
protección de Yahvé.
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3.- Purificación. El destierro tiene una finalidad: purificar al pueblo de las desviaciones de
su fe. Israel se había instalado en la tierra que Yahvé le había dado como su patria definitiva y se
contaminó en el culto a los ídolos de Canaán, cometió el gran pecado de la idolatría, admitía de
hecho que había otros dioses, y esto era una gran ofensa a Yahvé. Por otro lado, había puesto su
seguridad en instituciones materiales aunque fueran de orden religioso como: La dinastía, la
ciudad santa y el Templo sagrado. Por eso Yahvé les avisa por medio del profeta que les dice: "No
pongáis vuestra confianza en palabras engañosas diciendo: "el Templo de Yahvé, el Templo de
Yahvé. Éste es el templo de Yahvé", Jer 7, 4.
Ya no confían pues, en Yahvé, de quien aquellas instituciones eran iniciativa y
representación de El. El error del pueblo elegido fue que confundieron a Yahvé con dichas
instituciones, y esto era caer en la idolatría y en la superstición. Las instituciones ya no llevaban al
pueblo a adorar a Dios. Para que el pueblo pueda nuevamente encontrarse con Dios es necesario
que se vea desamparado, que le fallen todas esas seguridades institucionales, materiales.
Para eso es el destierro, para purificarse de sus pecados y desvíos, como la idolatría, la
soberbia, la codicia que es fuente de toda injusticia que abusa del pobre, del huérfano, de la viuda,
del que no tienen protección; el destierro les sirve para que se den cuentan que los medios
materiales son medios relativos. El único absoluto es YAHVÉ.

6.12.- Pedagogía de Dios en el destierro de Babilonia


Junto a este aspecto de juicio de Yahvé sobre su pueblo Israel, los profetas descubren un
sentido positivo al destierro: ser un camino de Salvación. En primer lugar, con motivo del
destierro, es la ocasión para hacer un profundo examen de conciencia, en efecto, el pueblo
reflexiona sobre su pasado infiel a la voluntad de Yahvé y esta reflexión le lleva a adquirir
conciencia de su propio pecado, al reconocimiento, aceptación y confesión del mismo. Israel
reconoce ante todo que ha pecado, que ha fallado a su Señor, que ha sido infiel a la Alianza. Este es
el primer paso hacia la conversión. Así el profeta Jeremías dice: "¡Yacemos en nuestro oprobio, y
nos cubre nuestra vergüenza! Porque hemos pecado contra Yahvé nuestro Dios, nosotros y nuestros
padres desde nuestra juventud y hasta el día de hoy, y hemos desoído la palabra de Yahvé nuestro
Dios", Jer 3, 25.
1.- Conversión profunda. Israel necesita una profunda conversión y ésta sólo se puede dar
si Dios toma la iniciativa: "Conviértenos a ti, Oh Yahvé, y nos convertiremos", Lam 5, 21. Porque
Yahvé no espera, Yahvé siempre toma la iniciativa en el proceso de la conversión, Él da primer
paso en busca del desterrado para restablecer la Alianza con Él. De esta manera gracias a la
conversión del pueblo movido por Yahvé, el destierro se convierte en nuevo comienzo más
glorioso aún que el antiguo. El orden antiguo ha muerto. Pero Yahvé no abandona a su pueblo a la
muerte, antes al contrario, Él mismo se ha hecho desterrado con ellos como lo ve Ezequiel cuando
la gloria de Yahvé abandona el Templo para irse a instalar en el lugar donde moran los
desterrados, Ez 1, 28.
Y la presencia de Yahvé entre su pueblo es garantía de que el destierro desembocará en
una nueva vida: será como una nueva creación, como una resurrección de los muertos, Ez 37,
como un nuevo éxodo, más maravilloso que el primero, Is 43, que desembocará en una nueva
alianza más perfecta, más pura que la primera, porque esta nueva alianza se basará en el perdón
de los pecados, Ez 36, 25-27: “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras
impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. y os daré un corazón nuevo, infundiré en
vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y
practiquéis mis normas”.
De esta manera, el destierro, que humanamente tenía que haber significado el fin de todo,
se convertirá, por obra de Yahvé, en un futuro más glorioso que el anterior. De Yahvé, solamente
de Yahvé, vendrá una maravillosa salvación.
Con la experiencia del destierro, el pueblo de Israel adquiere una nueva conciencia de su
propia misión en el mundo. En el destierro al tener contacto con otros pueblos y otras culturas
obliga a Israel a interrogarse sobre su función como pueblo escogido con relación a esos pueblos
y sobre la función de esos pueblos en relación con él. Es el profeta el que da la respuesta: "Así
habla Yahvé; el creó los cielos, el Dios que formó la tierra... No he hablado yo en secreto en un oscuro
rincón de la tierra... Reuníos, venid, acercaos, juntamente los sobrevivientes de las naciones... No hay
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Dios justo ni Salvador fuera de mí. Volveos a mí, y seréis salvos", Is 45, 18-20.
2.- El Castigo – Purificación. A pesar del castigo merecido, Dios no abandona a su pueblo.
Este sentido profundo religioso les impulsó a interpretar teológicamente todos los eventos
históricos que estaban acaeciendo. Por eso el exilio se convierte en un tiempo precioso de
purificación. Es como si el pueblo de Israel fuera llevado de nuevo al desierto, al lugar de prueba,
donde se carece de todo y el hombre es purificado por la acción de Dios. La gran tragedia es que
el pueblo de Dios había acabado apropiándose de los dones de Dios de tal manera que en vez de
que estos los recibieran con gratitud y les llevaran a Dios, en realidad abusando de los dones de
Dios se habían apartado del Señor, advertencia hecha ya en Deut 8, 11-14: “Guárdate de olvidar a
Yahvé tu Dios descuidando sus mandamientos, que yo te prescribo hoy; no sea que, cuando comas y
quedes harto, cuando construyas hermosas casa y vivas en ellas, cuando se multipliquen tus vacadas
y tus ovejas; cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten tus bienes, tu corazón se
engría y olvides a Yahvé tu Dios que te sacó del país de Egipto, de la casa de la servidumbre”.
Israel se ha absolutizado los medios (tierra prometida, rey y Templo) y se ha olvidado del
fin: Dios, al que los medios debían de conducir: ha puesto su seguridad en conquistar la Tierra
Prometida, en tener un rey, en la seguridad de tener un gran Templo, en vez de confiar sólo en
Dios que habita en el templo pero es infinitamente más grande y poderoso que el Templo, Is 66,
1: “Así dice el Señor: Los cielos son mi trono y la tierra la alfombra de mis pies. Pues, ¿Qué casa me
vais a edificar, o qué lugar de reposo, si el universo lo hizo mi mano y todo vino al ser?”. En
consecuencia Dios les retira esos dones: la tierra, el rey, el templo ... todo, para que vuelvan al
autor de todos ellos. Así el exilio, es un tiempo de purificación que conduce al pueblo a una
religión más auténtica, a una piedad más sincera, a una fe más viva y depurada, a una conversión
más interior.
3.- Creación de la Sinagoga. Pronto comprendieron que en vez de lamentar errores
históricos pasados se hallaban en un país impuro, Ez 4, 13, donde resultaba casi imposible seguir
practicando con pureza el culto yahvista. Era preciso buscar alguna suplencia al culto del Templo
y para lograrlo comenzaron a prodigar asambleas comunitarias, que les daban el descanso y la
esperanza de evocar sus más genuinas costumbres y tradiciones cúlticas. En el destierro
recordaban en dichas asambleas con nostalgia la mano providente con que Yahvé les había
conducido, en otros tiempos, a través del desierto hasta sellar una Alianza en el Sinaí.
Tales asambleas fueron adquiriendo un cuño cada vez más religioso, dándose así origen a
la "Sinagoga". Éstas, para patentizar su entronque con el ideal sinaítico, dieron gran relieve a la
observancia del "Sabbat". Así, se diferenciaban de los cultos paganos, mientras iban
concienciando al grupo judío de su compromiso con Yahvé. Sin necesidad de prodigar
ceremonias cúlticas, el "Sábado" pasó a significar el lazo de unión entre Yahvé y su comunidad en
el exilio, Ez 23, 28.
Es posible que la redacción del llamado "Código Sacerdotal" se llevara a cabo en este
ambiente de delirio religioso, lo que explicaría el énfasis en la observancia del "Sábado",
relacionándolo con la creación misma del mundo, Gen 2, 3. Fue tal la importancia asignada al
reposo sabático que éste fue interpretado por la tradición postexílica como signo de fidelidad a la
Alianza Is 56, 1-8. Así Israel enseña la Ley, manifiesta ante esos pueblos sus costumbres y sus
tradiciones. Se convierte de un pueblo nacionalista y a la vez en pueblo universal y misionero.
Finalmente, la prueba del destierro ilumina con nueva claridad algunos "problemas
oscuros" en la religiosidad de Israel. El primero es el de la "retribución" de las buenas y malas
obras, y el segundo es el problema del "sufrimiento".
a.- La "retribución". Pasa de una dimensión teológica y moral comunitaria a una
perspectiva personal. A cada persona se le retribuirá según su conducta, según su caminos. Ya no
pagarán los hijos las culpas de los padres, Ez 18.
b.- El "sufrimiento". Esta experiencia les hace entender también el valor positivo del
sufrimiento. Dios se manifiesta como misericordioso, pues: “no quiere la muerte del malvado, sino
que se convierta y viva”, Ez 18, 23. 32; 33, 11; pero esta misericordia, para ser eficaz, necesita usar
la marga medicina del sufrimiento: como la plata y el oro necesitan pasar por el fuego para
desechar la escoria. Israel necesita pasar por el crisol del sufrimiento para ser purificado y
renovado, ex 22, 17-22; Is 48, 10; así Israel aprenderá que: “Yahvé reprende a aquel que ama,
como un padre al hijo querido”, Prov, 3, 12.
El destierro hace descubrir a Israel que el sufrimiento puede adquirir un valor redentor,
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ya que a través de él, el pueblo sale de su egoísmo y de su corazón duro y cerrado en sí mismo
para abrirse hacia una nueva vida. Esta función redentora del dolor se expresa de una forma
hermosísima en la profecía de los "Cánticos del Siervo de Yahvé" del profeta Isaías.
Las características personales de este 'Siervo", como se ve no corresponden a las del
pueblo elegido, Israel:

1.- El pueblo judío es cobarde, Is 40,27; el "Siervo", es valiente, Is 49, 4


2.- El pueblo judío es pecador, Is.43,27; el "Siervo", es inocente, Is 50, 5
3- El pueblo judío es impaciente, Is 40, 27; el "Siervo", es paciente, Is 53, 7
4.- El pueblo expía por sí, Is 43, 22; el "Siervo", expía por otros, Is 53, 4

A estos "Cánticos del Siervo de Yahvé" se le han dado dos interpretaciones:


a.- una dice que este Siervo de Yahvé se refiere al pueblo elegido.
b.- otra dice que se refiere a Jesucristo, el Hijo de Dios.
Esta última interpretación es la más aceptada hoy día en la Iglesia Católica pues vemos
que se cumple de una manera extraordinaria en Jesucristo, que realiza la misión salvífica del
"Siervo de Yahvé", y que es universal, Is 49, 1-6. Es una misión dolorosa: será menospreciado,
varón de dolores, abominado de las gentes, esclavizado por los soberanos, Is 42, 7; herido,
abofeteado, injuriado, Is 50, 6, hasta el punto que queda maltrecho y desfigurado, Is 53 1-3.
El siervo no va forzado sino que acepta y se ofrece a la muerte, como un siervo del pueblo,
en sustitución y en beneficio del pueblo mismo. Toma sobre sí la maldición que pesaba sobre el
pueblo debido a su pecado, sufriendo él el castigo que libera al pueblo elegido, Is 53, 5. El mismo
siervo es ensalzado, puesto en alto, como centro de atención de todos los pueblos, herederos de
ellos, como su Pastor, Is 53, 7-12.
4.- Misión universal. Finalmente, Israel al contacto en el destierro con otros pueblos
descubre la misión universal de su vocación salvífica; frente al particularismo nacionalista en que
se había encerrado durante siglos, ahora va comprendiendo que si han sido objeto de una
predilección especial de Dios, que les ha manifestado su voluntad haciendo una Alianza con ellos,
es para que estos dones los transmitan y los comuniquen a otros pueblos: "Así habla Yahvé; el que
creó los cielos, el Dios que formó la tierra, la hizo y la afianzó; el que no la creó caótica sino que la
formó habitable. No he hablado yo en secreto en un oscuro rincón de la tierra; no he dicho a la
descendencia de Jacob: “Búsquenme en el vacío”. Yo soy el Señor que digo lo que es justo y anuncio lo
que es recto. Reunios, venid, acercaos, juntamente los sobrevivientes de las naciones. ¡Qué ignorantes
son los que cargan con un ídolo de madera e invocan a un dios incapaz de salvar! No hay Dios justo
ni Salvador fuera de mí. Volveos a mí, y seréis salvos", Is 45, 18-23. Así los israelitas serán
convertidos y se manifestarán como: “luz de las gentes”, Is 42, 6.
De este modo Dios ha preparado cuidadosamente un “resto de Israel” que cuando regrese
a Palestina será portador de una fe más profunda y purificada, de una religión más espiritual. De
este modo la revelación de Dios da un paso decisivo hacia la plenitud que acontecerá en la
persona de su Hijo Jesucristo.
Así el exilio en Babilonia que parecía una desgracia irreparable, se convierte por la gracia
de Dios en una gracia universal incalculable.

CAPITULO SÉPTIMO

EL POSTEXILIO (538 – 326)

7.1.- DOMINIO PERSA. La Restauración de Israel. Regreso del Exilio en Babilonia


El Imperio babilonio sucumbe bajo los golpes de un nuevo y joven imperio, el de Persia. El
año 539, Ciro rey de Persia, entra triunfante en Babilonia. Al año siguiente, 538, publica un edicto
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que permite a los judíos el regreso a su casa: "Así habla Ciro, Rey de Persia: "Yahvé, el Dios de los
cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en
Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios, vaya con El.... a todo el
resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar les ayuden proporcionándoles oro y plata”,
Esdras, 1, 1,s.s.
Algunos israelitas, instalados ya en Babilonia prefieren quedarse, sólo un “resto de Israel”
de los desterrados, que habían estado suspirando por la patria lejana, por el Templo y el culto a
Yahvé, afrontan el riesgo del regreso a Jerusalén. A esta época se le llama de la “restauración de
Jerusalén” porque fundamentalmente todo giró alrededor del Templo, el culto y el cumplimiento
de la Ley. El regreso y la instalación en Judá está lleno de dificultades. Se comienza a reedificar el
Templo de Jerusalén, trabajo que se continúa bajo Zorobabel, de la familia de David, que dirige un
nuevo grupo de repatriados, y centra la esperanza de restauración nacional.
La Restauración de la Ciudad Santa Jerusalén y del Templo quedan narradas y exaltadas
en: Is 40-48; Ez 36-37; Ageo l-2; Zacarías, 1-8. Salmos, 79; 80; 106; 126; 137. El profetismo exílico
había intentado afianzar la esperanza entre los desterrados, invitándoles a confiar que Yahvé
seguía guiándoles con mano segura y providente a pesar de las pruebas.
Las dificultades impiden la marcha de las obras y ahogan el entusiasmo popular,
provocando nuevas crisis de fe. Hasta que años más tarde son recriminados y al mismo tiempo
alentados por dos profetas Ageo, (año 520) y Zacarías (520-518), que les hablan del futuro
glorioso de la casa de Yahvé que tan pobremente están edificando.
Esta época de dominio persa está muy poco documentada, se caracteriza por una gran
devoción por la Ley, la reconstrucción del Templo de Jerusalén, donde se celebran grandes
ceremonias bajo las órdenes de sacerdotes y levitas. Época en la que ya no hay rey, desaparece
definitivamente la monarquía, toman importancia los sacerdotes y levitas. Toda la vida del pueblo
de Israel gira alrededor del Templo y de la Ley y de la sinagoga.

7.2.- Sentido de esta restauración de Jerusalén


A pesar de las dificultades de la restauración que compromete la fe de Israel, los
repatriados, releyendo las palabras de los profetas anteriores y escuchando la de los actuales,
descubren que su empresa de reconstrucción empalma con la historia salvífica anterior. Ellos
forman el "resto" predicho por los profetas, continuadores de la promesa de Yahvé sobre su
pueblo, instrumento de salvación futura para él y para las naciones. El designio de Dios continúa
en favor de su pueblo.
Yahvé asegura nuevamente su presencia en medio de la pequeña comunidad gracias a la
reconstrucción de su casa, aunque pobre en sí, comparándola con el esplendor en tiempo del rey
Salomón, no por eso va a ser menos gloriosa, porque ella va a ser también santificada por la
presencia del Señor, Ez 43. Este es el sentido de la dedicación del Templo que la comunidad judía
realiza.
Recuperación e importancia de la celebración de la Pascua, Esd 6, 16-22, con lo cual la
comunidad de repatriados empalma directamente con la comunidad inicial de Israel, con la
Pascua del Exodo. Las exigencias de esta nueva Pascua se van a traducir en una exigencias de
amor al prójimo, continuando la esencia misma de la pertenencia mutua a Yahvé: "Ellos serán mi
pueblo y yo seré su Dios", Zac 7-8.

7.3.- La Reforma de Nehemías y Esdras


Con la muerte de Zorobabel y las dificultades posteriores de la comunidad de repatriados
se esfuma la esperanza de una restauración nacional de Israel. El antiguo orden se habla venido
abajo definitivamente la Dinastía real, la Ciudad Santa y el Templo de Jerusalén. Pero todavía no
se sabía cuál debía ser la nueva orientación de aquel "resto de Israel". Nehemías y Esdras trazan
con su reforma las líneas maestras de este nuevo orden.

7.3.1.- Nehemías
Nehemías, significa = “Dios consuela”, nombre propio del postexilio. Este nombre lo llevó
el hijo de Jakalya, judío y copero del rey de Persia. Nehemías fue uno de los más enérgicos
reorganizadores de la comunidad judía postexílica. En el año 20 del reinado de Artajerjes (445
113
a.d.C.) se dirigió a Jerusalén, con la autorización de la corte persa, para reedificar los muros de la
ciudad. Llega a Jerusalén como gobernador, (445-443), reconstruye la muralla de la ciudad de
Jerusalén para defender la vida de los repatriados de los ataques externos. A pesar de la enorme
oposición que encuentra dentro y fuera de la ciudad, Neh 4, 13-23, logra su propósito. Al propio
tiempo lleva a cabo una obra de reforma religiosa profunda rigorista. En apoyo de esta reforma y
encargado sobre todo de la parte religiosa de la misma, llega Esdras, "sacerdote escriba", (año,
428). Con él viene un nuevo contingente de repatriados.

7.3.2.- Esdras
Considerado como el padre espiritual del judaísmo, era sacerdote, Esdr 7, 12, cuya
genealogía se remontaba hasta el propio Aarón, Esdr 7, 1-5. Comisionado por Artajerjes, quien le
entregó un escrito, cuyo texto se conserva aún en la tradición aramáica, Esdr 7, 12-16, en él se
autoriza regresar al país a sus antepasados, en orden a analizar la situación religiosa y jurídica de
la comunidad israelita, Esdr 7,14. Con permiso del rey persa, da a los judíos la Ley del Dios
altísimo, como su estatuto jurídico, Esd 7, 12-14: “Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras,
secretario de la Ley del Dios del cielo, paz perfecta, etc ... “Éstas son mis órdenes: Todo aquel que en
mi reino pertenezca al pueblo de Israel, o a sus sacerdotes, o sus levitas, y quiera volver a Jerusalén,
puede partir contigo, ya que el rey y sus siete consejeros te envían para inspeccionar a Judá y
Jerusalén en lo referente a la Ley de tu Dios que está en tus manos.”.
Su reforma no estuvo exenta de dificultades, seguían existiendo los abusos que tanto
habían desagradado a Nehemías, sobre todo en lo relacionado a los matrimonios mixtos, pues
muchos de los ciudadanos judíos estaban implicados en tal aberración, Esdr 10, 18. Reunidos los
más ancianos de la comunidad se acordó en asamblea pública respetar las sagradas costumbres
de los mayores consiguiendo en el curso de pocas semanas, Neh 9, 1, que el pueblo se
comprometiera cumplir lo pactado y preceptuado por la Ley, Neh 10, 30-39. Puestos tales
precedentes, Esdras se entrego con ahínco a reorganizar la comunidad judía, convenciéndoles
que sólo la observancia plena de la Ley les abriría el camino hacia el futuro salvífico.
Y así llegó a la conclusión de que el distintivo judaico no sería en adelante su nacionalidad
sociopolítica, ni su idiosincrasia étnica, sino su adhesión a la Ley mosaica. El cumplimiento de lo
prescrito en la "Torah", se convirtió en un signo indeleble de pertenencia al pueblo elegido. La
intervención de Esdras supuso una renovación de la alianza sinaítica, reactivándose así la llama
del "yahvismo", casi apagada a causa de las dificultades surgidas con motivo del retorno.
Podemos concluir que la reforma de Nehemías y de Esdras implantó la hegemonía de la
LEY, la "Torah". Ésta fijaría, en adelante, los criterios de fidelidad a Yahvé y en consecuencia los
criterios de santificación.
Centro de esta comunidad religiosa van a ser el sacerdocio y el culto en el Templo. En el
culto, la comunidad vive su propia esencia, sintiéndose la "asamblea santa", (la qâhal o iglesia),
que realiza la esperanza del pueblo sacerdotal, presagiado de alguna manera en la primera
Alianza Ex 19, 6.

7.4.- DOMINIO GRIEGO. Alejandro Magno y el Helenismo (326 – 312)


Aunque parezca paradójico, resulta casi imposible reconstruir la historia del judaísmo
palestino desde la reforma protagonizada por Esdras, (398), hasta la época de los Macabeos
(168). Y la razón es que en ningún escrito bíblico se consignan las vicisitudes de esos siglos largos
de la historia judía.
En efecto, sabemos que el Imperio Persa fue decayendo y entre los años 340-326, en el
que aparece Alejandro Magno, rey de Macedonia (Grecia) tras el asesinato de su padre Filipo II,
parte a la conquista de Oriente. El ejército persa es derrotado en la batalla de Iso (333 a.d.C.) Siria
y Palestina son ocupadas inmediatamente, en pocos años (334-325) a.d.C.) Alejandro Magno es
rey de un Imperio que se extiende desde Grecia hasta el Indo y desde el mar Negro hasta Egipto.
Él lo dirige con prudencia, sabiendo hacer convivir los valores griegos con las culturas de las
diversas naciones que componen su reino. Judea pudo seguir viviendo según la LEY, la TORÁH
que probablemente, es confirmada como ley del Estado.
A la muerte de Alejandro, en el 323 a.d.C. sus dos hijos son todavía menores de edad por
lo que la regencia del Imperio Griego es asumida por sus generales: los Diadocos = sucesores. El
Imperio es dividido en cuatro partes:
114
a.- Primera parte, la componen: Macedonia, Grecia y Tracia.
b.- Segunda parte: Egipto, confiada a los Tolomeos, (dinastía de los Lágidas).
c.- Tercera parte: Asia Menor.
d.- Cuarta parte: Babilonia, confiada a Seleuco I (dinastía Seléucidas).
Los dos generales de Alejandro Magno que reinaban en Egipto y Babilonia se disputan
Siria y Palestina. Los hijos menores de Alejandro Magno desaparecen de la escena política,
seguramente asesinados y el reino griego queda en manos de los generales. La historia bíblica
tiene mucho que ver con dos de estos reinos (el reino de Egipto, los Tolomeos Lágidas y el reino
de Babilonia regido por Seléuco I, los Seléucidas)

7.5.- Dinastía de los Tolomeos Lágidas de Egipto (312-285)


Desde los años 312 hasta los 200 a.d.C. los judíos estuvieron bajo el gobierno benévolo de
los Tolomeos. Muchos acontecimientos de esta época están indicados en el sumario de Daniel,
Cptlo, 11. En el año 312 a.d.C. Jerusalén es ocupada y Palestina queda bajo la dinastía de los
Tolomeos Lágidas de Egipto. Las relaciones entre los hebreos de Alejandría y los Tolomeos son
buenas; el gran número de judíos dispersos en la diáspora hizo sentir la necesidad de traducir la
Biblia Hebrea a la lengua Griega, especialmente para la numerosa comunidad de Alejandría
(Egipto), bajo Tolomeo II Filadelfo (285-246 a.d.C.), versión llamada de los LXX (de los Setenta).
La región de Palestina goza de una notable prosperidad.

7.6.- Los Seléucidas del reino de Babilonia (238-187)


Bajo Antíoco III el Grande (238-187, a.d.C.), el reino seléucida se extiende hasta Asia
Menor y las ciudades jónicas. En el 198 a.d.C. Tolomeo V es derrotado en la batalla de Manea, y
Siria y Palestina son anexionadas al Imperio Seléucida. El avance de tropas provoca un violento
conflicto entre Roma y Antíoco III, que concluye en el año 190 a.d.C. en Magnesia con una
desastrosa derrota del ejercito seléucida. Antíoco III se ve obligado a aceptar la paz en
condiciones muy duras, que condicionarán para siempre su Imperio: debe de abandonar Asia
Menor y las ciudades libres griegas; pagar una elevada indemnización que vaciará continuamente
las arcas del Estado; debe de entregar rehenes a Roma, incluidos su propio hijo Antíoco IV y
Demetrio; y prestar los elefantes de guerra y toda su flota marina. Palestina, englobada en el
reino, será víctima del amargo destino de Antíoco III.

7.6.1.- Antíoco IV Epifanes (175-163)


Sucesor de su padre Antíoco III, Antíoco IV fue antiguo rehén de Roma, alcanza el trono en
el año 175 a.d.C. Aprovechando la debilidad de los Lágidas de Egipto, en el año 169 a.d.C. declara
la guerra a Egipto y con dos campañas victoriosas se hace reconocer rey de Menfis. Pero la
intervención de una delegación romana le obliga a retirarse humillado. Al no poder expandirse
por Occidente, se dirige a conquistar Armenia y Persia, donde encuentra la muerte en el año 163
a.d.C.
La persecución antijudía que caracteriza su reinado tiene un triple trasfondo:
a.- Primero, de naturaleza política, concierne al vínculo existente entre las autoridades
religiosas de Jerusalén y las comunidades de la diáspora de Alejandría, cosa sospechosa a sus ojos,
sobre todo en el contexto de las tensiones entre Seléucidas y Lágidas.
b.- Segundo, de naturaleza económica, afecta a su fuerte deuda con Roma para la que
podía ser muy útil el dinero de las limosnas del Templo. Este último constituía en efecto el
principal centro económico del país, no sólo por los ingresos de las ofrendas religiosas, sino
también por el ejercicio de las funciones bancarias en beneficio de los nobles.
c.- Tercero, se refiere al proceso de helenización del país, que bajo Antíoco IV habría sido
llevado adelante de modo sistemático, recurriendo incluso a la violencia. Tal proceso es sostenido
por el partido judío simpatizante de la helenización de la ciudad de Jerusalén, que con una serie
de sucios juegos de poder origina la degeneración total del más alto cargo religioso: el Sumo
Sacerdote. Este último se convierte en efecto en un “poder” del que adueñarse a costa de
promesas de dinero cada vez más ingentes, hechas al rey. El Sumo sacerdote Onías III es exilado y
sustituido por Jasón, que tres años más tarde, sufre la misma suerte por obra de Menelao.
Antíoco IV llega a Jerusalén en el año 168 a.d.C. sumamente irritado por la humillación
que la infligido Roma. Asedia la ciudad de Jerusalén, extermina a todos los que considera hostiles,
115
ocupa y saquea el Templo dejando un presidio en el lugar sagrado. Al año siguiente decreta la
helenización forzada de toda Judea enviando a un ejército capitaneado por Apolonio. Éste,
fingiéndose amigo, es acogido en la ciudad de Jerusalén con sus tropas. Saquea la ciudad, vende
como esclavos a un gran número de ciudadanos israelitas, desmantela las murallas y construye
en ella una fortaleza, el Akra, para controlar desde ahí, el Templo y la ciudad de Jerusalén.
Mientras tanto los funcionarios del rey son encargados de dirigir la obra de helenización de toda
Judea.
El Templo es transformado en un santuario dedicado al dios Júpiter Olímpico y el 25 de
diciembre del año 167 a.d.C. se ofrecen sacrificios al dios Sol Invicto. Toda forma de culto
hebraico, privada o pública es prohibida y castigada severamente. Muchos israelitas ceden ante
estas medidas tan duras, otros se refugian en la montaña en zonas semidesérticas en torno al
valle del Jordán, el Mar Muerto y la Sefelá, son la familia de los macabeos.

7.7.- La rebelión de los Macabeos (163 – 67, a.d.C.) El Reino de los Macabeos
Macabeo, significa = “martillo”. Es el sobrenombre del tercer hijo del sacerdote Matatías
de Modín, 1 Mac 2, 4, héroe de la guerra de independencia judía contra Siria. Judas Macabeo
habría sido el martillo, contra los seléucidas, alusión a su fuerza física y a sus hazañas bélicas; de
Judas Macabeo pasó el sobrenombre a sus cuatro hermanos, Juan, Simón, Eleazar y Yonatán.
Entre los años 167 a 166 a.d.C. llegan a Modín los emisarios de Antíoco IV, Epifanes, para
obligar a apostatar de la religión judía a todos los judíos de la ciudad de Jerusalén. En ella reside la
familia sacerdotal, capitaneados por Matatías, el cual mata al funcionario del rey y huye con sus
hijos a la montaña, reuniendo en torno a sí a los rebeldes. Aprovechando la ausencia de Antíoco
IV, ocupado en las campañas de Oriente, Judas Macabeo, que ha asumido el rol de guía después de
la muerte de su padre Matatías, logra recuperar gran parte de Judea. Su acción culmina con la
conquista de la ciudad de Jerusalén, excluyendo el Akra, donde se atrincheran las tropas
supervivientes de Antíoco IV, el día 25 de Kislev (noviembre - diciembre) del año 164 a.d.C.
vuelve a dedicarse solemnemente el Templo al culto (fiesta de Hannukah).
Antíoco IV muere durante la campaña de Oriente, pero el Akra sigue guardada por su
tropas. En su ayuda llegan del sur los ejércitos capitaneados por el general Lisias y por Antíoco V,
que derrotan a Judas Macabeo, obligándole a levantar el asedio. No obstante se evita la catástrofe,
pues Lisias y Antíoco V se ven obligados a regresar urgentemente a Antioquía para asegurar el
trono.
A la muerte de Antíoco IV, Epifanes, le sucede, su hijo el joven regente Antíoco V, éste
como era muy joven e inexperto en la guerra militar nombró a Lisias general experto que
respondió al asedio que Judas Macabeo puso a la ciudadela de Jerusalén (el Akra) en el año 163.
Derrotó a Judas Macabeo, y murió Eleazar, 1 Mac 6, 43-46. Sin embargo el general Lisias tuvo que
regresar a Antioquía para defender sus territorios y firmó un tratado concediéndoles libertad
para que los judíos “pudieran vivir según sus propias leyes”, 1 Mac 6, 59. Con este tratado se podía
decir que se había conseguido el objetivo de la rebelión de los Macabeos, pues se había dado fin a
la opresión iniciada por su padre Antíoco IV. Pero los macabeos se sintieron tentados por la idea
de afirmar aún más su poder político y su independencia nacional y sobre todo religiosa.
Lisias de Antioquía mandó a su general Nicanor para someter una vez más a los rebeldes
macabeos y Judas Macabeo derrotó al general Nicanor en Cafarsamala y más tarde lo destrozó
por completo en la batalla de Bet-Jorón y Adasa el día 13 del mes de Adar, (28 de marzo de 160,
a.d.C.). Judas Macabeo no supo sacar todo el partido posible a su victoria y el rey Demetrio I envió
a su general Báquides con un fuerte ejército, que consiguió derrotar a los judíos en la zona de
Berea y Elasa, al norte de Jerusalén, 1 Mac 9, 4-5. Judas Macabeo murió y fue cuando empezaron
las represalias contra el partido macabeo.
A Judas Macabeo le siguió su hermano Jonatán (160-143), tomó el relevo del mando
militar guerrillero de los judíos y pudo oponer resistencia a Báquides en Betbasi, era el año 159,
a.d.C.
A Jonatán el Macabeo le sucedió su hermano Simón el Macabeo (143 – 134, a.d.C.) ocupó
el puesto militar y se preparó para el ataque mediante la ocupación de la ciudad de Joppe. Simón
el Macabeo se puso de parte de Demetrio II, a cambio de que fuera reconocida la independencia
de los judíos. Así en el año 142, a.d.C. “el yugo de los paganos fue arrancado de Israel”, 1 Mac 13, 41,
al ser reconocido Simón Macabeo como Sumo Sacerdote, Gobernador y Comandante militar del
116
pueblo judío. Las aspiraciones de los Macabeos al mando militar, político y al Sumo Sacerdocio
fueron legitimados por los mismos judíos, 1 Mac 14, 41: “hasta que apareciera un verdadero
profeta” . Siguieron varios años de paz.
Simón el Macabeo fue traidoramente asesinado por su yerno de nombre Tolomeo, cerca
de Jericó, y le sucedió en sus cargos su hijo Juan Hircano. En este punto termina el Libro 1º de
Libro de los Macabeos.

7.7.1.- Los Asmoneos (163 - 67)


Para el reinado de Juan Hircano y sus descendientes dependemos del escritor judío Flavio
Josefo y sin sus escritos estaríamos casi por completo a oscuras respecto a este período en que los
príncipes asmoneos reconstituyen un reino judaico independiente. Los escritores cristianos
tienden a aplicar el término de “asmoneos” a la descendencia de Juan Hircano, mientras que os
escritores judíos, siguiendo al escritor Flavio Josefo y el Talmud, engloban en este título también a
los predecesores de Juan Hircano, los hermanos Macabeos. No se está muy seguro de la
etimología de esa palabra “asmoneos”, pero tradicionalmente se la relaciona con “Asamonaios”,
(en hebreo “Hasmon”), identificado por Flavio Josefo como el bisabuelo de Matatías, padre, a su
vez de Judas Macabeo.
La dinastía asmonea propiamente dicha comienza en el año 134 a.d.C. cuando Juan
Hircano (134 –104 a.d.C.), que sucede a su padre Simón Macabeo, y asciende a Sumo Sacerdote
del Templo, se nombra príncipe de los judíos. Durante su gobierno ha de hacer frente a la
recuperación de la dinastía seléucida que, con Antíoco VII, llega a asediar la ciudad de Jerusalén.
La muerte de Antíoco VII, en el año 129 a.d.C. reabre una serie de conflictos internos entre
los Seléucidas, que le permiten a Juan Hircano no sólo librarse del yugo extranjero, sino también
extender sus propias fronteras. Herederos de esta política son sus dos hijos Aristóbulo I (104-103
a.d.C.) y Alejandro Yanneo (103-76 a.d.C.). Ambos son partidarios del helenismo, son muy
criticados por los fariseos que llegan incluso a pedir la intervención de las tropas sirias de
Demetrio III. En respuesta, Alejandro Yanneo inicia un proceso de dura represión antifarisáica
durante el cual centenares de fariseos son crucificados.
En el año 76 a.d.C. el poder pasa a manos de su mujer Alejandra, la cual intenta
reconciliarse con los fariseos. De los dos hijos, el primero Hircano II, llega a Sumo sacerdote y el
segundo Aristóbulo II, asume la dirección del ejército.
A la muerte de su madre Alejandra, 67 – 63, a.d.C. apoyado en su potencia militar,
Aristóbulo II obliga a su hermano a abdicar ciñéndose él mismo la corona real (67-63 a.d.C.).
Serán estas tensiones dinásticas, agravadas por tensiones de naturaleza religiosa (Aristóbulo es
apoyado por los saduceos e Hircano II por los fariseos), las que hagan precipitar las cosas: ambos
apelan a Roma, que en el año 64-63 a.d.C. han anexionado Siria a su imperio, favoreciendo así la
intervención del general romano Pompeyo y la ocupación de las legiones romanas de Palestina y
así resolver el problema de sucesión de los dos últimos reyes macabeos.

7.8.- DOMINIO ROMANO (67 a.d.C. al 70 d.C.)


Con el fin de la República romana da comienzo el inicio del verdadero Imperio Romano,
donde el poder se concentra en una sola persona, son el fruto de un largo proceso que culmina en
la victoria de Octavio (hijo adoptivo de Julio César) contra el rival Marco Antonio en la batalla de
Accio (31 a.d.C.). Tras la derrota, Antonio y su compañera Cleopatra se refugian en Alejandría de
Egipto, donde se suicidarán envenenándose el año siguiente.
Octavio reorganiza Egipto como provincia romana y da a todo su Imperio la apariencia de
una República. Él mismo rechaza el título de Emperador prefiriendo ser llamado Príncipe, o
Primer Ciudadano, o más solemnemente “Augusto”. Manteniendo su poder hasta el año 4 d.C.,
año de su muerte, logra asentar las bases de un Imperio destinado a resistir hasta el Siglo V, d.C. El
Mar Mediterráneo se convierte en “un lago romano”, son erradicados los piratas y se desarrollan
las grandes vías marítimas de comunicación en todo el Imperio.
Después de la caída del imperio griego y del mando de los Seléucidas y Asmoneos, surge
con el tiempo, la República Romana y después el Imperio Romano. Era la potencia suprema del
mundo de Occidente. Ya durante las guerras macabeas dejó sentir su influencia en el territorio
117
seléucida. Por problemas de sucesión al trono de la familia de los Asmoneos, Roma interviene por
medio de Pompeyo, año 63 a.d.C., y conquista para el Gran Imperio Romano: Judea y su capital,
Jerusalén. Con la llegada de Pompeyo el reino de Judea fatigosamente unido por Juan Hircano y
Alejandro Yanneo es desmantelado.
A todas las ciudades que habían sido incorporadas a Judea, entre otras, Gueba, Samaria,
Hippos, Pela, Gerasa, y Marisa, ocupadas por los reyes asmoneos se les concede la libertad. Las
ciudades, Dora, Apolonia, Jope, Yamnia, Azoto Gaza, y Rafia, también quedan desvinculadas de
Judea. De este modo el reino no sólo es reducido radicalmente, sino que queda divido en dos,
Galilea y Judea con Samaria que queda entrambas. A ello hay que añadir la liga de las diez
ciudades o Decápolis establecida en la región del nordeste: Damasco, Canata, Hippos, Dium, Abila,
Gadara, Escitópolis, Pela, Gerasa y Filadelfia. Cada una de estas áreas está sometida al poder de un
gobernador romano. Tal división del territorio genera continuas rebeliones, favorecidas también
por la primera guerra civil romana, durante la cual Pompeyo y César se disputan el trono del
Imperio. Con la victoria de César, que en el año 48 a.d.C. vence a Pompeyo en Farsalia, vuelve la
paz: Hircano II es confirmado como Sumo Sacerdote y etnarca, mientras que Antípatro II es
nombrado procurador de Judea.
El dominio romano sobre Israel duró desde el año 67 a.d.C. hasta el año 70 d.C. en el que la
ciudad de Jerusalén fue sitiada, el Templo destruido, el pueblo hebreo se dispersó en la diáspora.

7.9.- Herodes el Grande: (Año 37 a.d.C. al 4 d.C.)


Era hijo de Antípatro II y de su esposa de origen nabateo, es decir, era idumeo, debe su
fortuna a una política astuta que sabe ponerse en el momento justo del lado del vencedor.
Asociado al gobierno de su padre y con la ayuda de los romanos fue nombrado rey de Judea por el
Emperador romano; consiguió Herodes controlar todo el territorio que el Imperio Romano le
había asignado: Judea, Idumea, Galilea, Perea y el puerto de Jafa. Llegó a Judea como rey aliado de
los romanos, por lo tanto ya no dependía del procurador sirio, sino directamente del "princeps"
romano de la parte oriental del Imperio, de quien recibía las órdenes. Con gran sagacidad logró
que Roma le exonerara considerablemente de los impuestos fiscales con los que embelleció
progresivamente su territorio. Para mejor afianzar el poder impuso un régimen de terror,
ajusticiando a cuantos podían hacerle sombra.
Fueron tiempos de paz y de grandes proyectos de construcción que hicieron de Cesarea la
ciudad principal de la provincia y transformaron Jerusalén, convirtiéndola en la ciudad que
conoció Jesús. Debilitó la nobleza sacerdotal, confiscando los bienes de muchos aristócratas.
Restauró el Templo de Jerusalén, reconstruyó varias ciudades, cuidando en todo momento
satisfacer los deseos del Emperador Romano. Los últimos años de su gobierno, 14 a.d.C. – 4, d.C.
fueron trágicos. Llevó posiblemente a enloquecer ante las rivalidades e intrigas motivadas en
derredor suyo a causa de la sucesión al trono. Tras encarcelar y asesinar a varios de sus hijos y
familiares, murió en Jericó, año 4 d.C, siendo enterrado con la mayor solemnidad en el monte
Herodion, junto a Belén.
7.9.1.- Hijos de Herodes el Grande: Herodes Antipas, Felipe y Arquelao. Mandato de los
Procuradores Romanos
Al morir Herodes el Grande el reino de Judea se dividió entre tres de sus hijos, Herodes
Antipas (el Herodes de los evangelios que mandó a prisión y ejecutó a Juan el Bautista) gobernó
en Galilea y Perea hasta que fue derrotado en el año 39 d. C. Su hermano Felipe gobernó los
territorios del N. E , mientras que el tercer hermano Arquelao recibió Judea, Idumea y Samaria.
Arquelao fue depuesto en el año 6 d.C, quedando sus territorios de Judea, Idumea y
Samaria bajo el mandato de procuradores romanos, incluido Poncio Pilato, del año 26 al 36 d.C. El
mando de los procuradores registró un paréntesis cuando Herodes Agripa I, sucesor de Herodes
Antipas, año 39 d.C, como rey de Galilea y Perea, fue proclamado rey de Judea, Idumea y Samaria.
Reinó desde el año 41 al 44 d.C. Después volvió el poder civil y militar a los procuradores
romanos. Como el poder de los romanos era un poder tiránico y corrupto, el descontento
creciente del pueblo judío condujo a la explosión del primer motín de los judíos en el año 66 d.C.
En la campaña militar montada por los romanos como respuesta al motín, Jerusalén y su Templo
118
fue destruido en el año 70 d.C. y los últimos supervivientes de esta rebelión se suicidaron
masivamente en la fortaleza de Masada en el año 73 d.C, sin rendirse a los romanos.
Este fue el final dramático del pueblo judío como nación, como pueblo elegido por Dios. A
partir de este momento viene el tiempo llamado de la “diáspora”, o tiempo de la dispersión de la
nación judía. Una mayoría de los judíos, al principio, residieron en lo que anteriormente fue su
tierra, otros muchos se desperdigaron por toda la cuenca del mar Mediterráneo, y otras partes del
mundo, hasta el año 1947, en que por acuerdo de las Naciones Unidas se les entregó parte de lo
que era Palestina, tierra que los judíos consideraban que era suya y que hoy día es el Estado de
Israel. A causa de la entrega de parte de la nación Palestina a los judíos, los palestinos tienen
interminables conflictos con los judíos ya que se sienten desplazados de su propia tierra y nación.
Hasta hoy día el conflicto no acaba.

7.10.- Contexto religioso y social de Israel. Los Sacerdotes, Escribas y Sabios, Saduceos. Fariseos.
Esenios, como guías de la comunidad y mensajeros de Israel
La comunidad israelita posterior al destierro de Babilonia, perdió el hilo directo de la
dinastía de David. Ya no hubo más reyes descendientes de David. Como hemos descrito
anteriormente siguieron tiempos de invasiones persas, griegas, las dinastías Seléucidas y la de los
Asmoneos, y finalizando con el dominio del Imperio romano.
En todo este largo tiempo el pueblo de Israel halla su refugio en el estatuto recibido de
Esdras. Ante la ausencia de reyes, y de líderes religiosos, sigue, sin embargo, necesitada de guías
espirituales que le orienten en el esfuerzo por vivir con fidelidad la Ley. Por ello toman gran
preponderancia en la vida religiosa social, política y sobre todo religiosa de Israel las siguientes
figuras:

a.- Sacerdotes: Como comunidad de carácter preferentemente religioso y cultual está


presidida por los "sacerdotes". Estos aseguran el servicio del culto a Yahvé en el Templo,
ofreciendo en nombre del pueblo y por encargo del pueblo oblaciones de acción de gracias,
holocaustos y sacrificios expiatorios por los pecados, Lev 1 al 7. Los sacerdotes, con el Sumo
Sacerdote a la cabeza, con su minucioso y exquisito ceremonial y sus innumerables purificaciones
rituales, inculcan al pueblo el respeto y la alabanza al Dios Santo.
Al propio tiempo, los sacerdotes son los encargados de la "instrucción sobre la Ley", Jer 18,
18. En las reuniones litúrgicas el sacerdote lee y explica la Ley al pueblo. Un ejemplo característico
de este servicio lo encontramos en Neh 8, 1 y s.s, en la solemne asamblea en la que la Ley es leída
al pueblo y luego explicada por los levitas. Esta explicación e interpretación de la Ley es un
auténtico ministerio de la palabra, que asegura al pueblo el conocimiento de las gestas realizadas
por Yahvé en la historias y la realización actual de las mismas y lo que hoy pide a su pueblo. Más
tarde el sacerdocio se reserva casi exclusivamente para el servicio cultual, pasando el ministerio
de la Ley a los escribas y a los sabios.
El sacerdocio, ejerce una nueva función o servicio: el de dirigir la oración y bendecir a la
comunidad. Ambos servicios se hallan juntos en el elogio del libro del Eclesiástico dirigido a
Aarón y a todos los sacerdotes: "Fue esta consagración un pacto eterno, para él y su descendencia
por los días del cielo, para servir al Señor en el ejercicio del sacerdocio, y bendecir en nombre del
Señor a su pueblo", Eclesiástico 45, 19.
Con la bendición sacerdotal terminaban los grandes acontecimientos y las asambleas
festivas del pueblo: el Libro de los Números nos trasmite la fórmula de bendición: "Que Yahvé te
bendiga y te guarde que haga resplandecer su rostro sobre ti y te otorgue la paz", Num 6, 24-26. El
texto termina con esta nota: "Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré",
Num 6, 27. Esto asegura que la bendición sacerdotal es eficaz, asegura realmente la intervención
de Dios en favor de su pueblo.
Los sacerdotes, finalmente, dirigen o presiden la oración comunitaria del pueblo. Por
ellos, el pueblo, habla a Dios. Un ejemplo de dicha oración lo ofrece Nehemías 9., 1 y s.s. Es un
recuerdo agradecido de las maravillas realizadas por Yahvé en favor de su pueblo a lo largo de la
historia. La comunidad tiene conciencia de esa presencia salvífica actual de Yahvé en la reunión
cultual. Se anticipada así, en cierto sentido, aquello que será certeza en la oración de la nueva
comunidad dicho por Jesús: "Donde estén reunidos dos o tres en mí nombre, allí estoy yo en medio
de ellos", Mt 18, 20.
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b.- Los Escribas: Un nuevo guía de la comunidad israelita surge en el tiempo de la


restauración de Israel, son los escribas: "hombre dedicado a escudriñar, estudiar y orar día y noche
sobre la Ley sagrada donde Dios se ha dado a conocer". Está llamado a esclarecer su sentido, a
examinar sus dificultades, a determinar su alcance y su aplicación en los distintos casos
particulares que la vida diaria presenta.
El escriba es un enamorado de la Ley y un especialista estudioso de ella. Al propio tiempo
ama a su pueblo, para quien dedica su esfuerzo. Esta tarea de estudio e interpretación no se hace
sin una especial iluminación de Yahvé, el escriba es el que con el tiempo, recibe el ministerio de la
palabra del hablamos antes, refiriéndonos a los sacerdotes, Ecltco 38, 25-29.

c.- Los Sabios: Junto al sacerdote y el escriba la comunidad se siente dirigida y alentada
por los "sabios". El Sabio, es un personaje ordinario en el Antiguo Oriente. Es el funcionario de la
corte real, encargado de la redacción de los documentos oficiales o de las relaciones diplomáticas.
Dada su buena preparación y cultura, estos hombres pronto comienzan a tener sus normas de
vida para triunfar en los negocios de la vida y es su principal arma y fuente de inspiración.
En Israel, la sabiduría aparece con la institución de la monarquía. El prototipo modelo de
sabio en Israel es el rey Salomón, hijo de David, 1 Reyes 3, 16-28. Pero dicha corriente llega a su
esplendor en este período del postexilio. El sabio judío acepta la reflexión de los sabios paganos y
los sigue en ocasiones. Pero su fuente de inspiración, más que la experiencia de la vida, es la Ley
de Yahvé, que el sabio, observa, medita, Salmo 1. Sus reflexiones, por lo mismos comprenden
tanto las relaciones con los hombres, cuanto, sobre todo, las relaciones del hombre con Dios. Esta
reflexión no se hace sin una intervención especial de Yahvé. La comunidad reconoce enseguida
que muchos de estos escritos son respuesta a sus problemas y es norma para su conducta,
expresión segura de la voluntad de Yahvé sobre ella por lo que los recoge y acepta, reconociendo
su sabiduría como carácter de escritura sagrada.
Los problemas fundamentales de la reflexión de los sabios son los siguientes:
.- La retribución eterna,
.- el dolor,
.- la vanidad de la vida.
Cuando tratemos más adelante el tema de los libros sapienciales quedará más perfiladas
estas materias.

d.- Saduceos: La experiencia del exilio, los sufrimientos provocados por la dominación
extranjera y las luchas contra la helenización de la cultura judía impulsaron progresivamente a la
religión hebrea a desarrollar aquellos rasgos peculiares que la distinguen y diferencian hasta hoy
día.
Flavio Josefo, ya en los tiempos de Jonatán Macabeo (162 a.d.C.), habla de tres sectas
dentro de la religión oficial de Israel: Saduceos, fariseos, y esenios.
Los “saduceos”: Conservadores en cuanto a la fe y estrechamente ligados a la “letra” de la
Sagrada Escritura, toman el nombre de Sadoq, sacerdote del tiempo del rey David 2 Sam 8, 17.
Inmiscuidos en los juegos del poder del período helenístico, son un grupo muy activo en la vida
política, cultivando relaciones amistosas con la potencia ocupante de turno. Para poder vivir su fe
sin compromisos, muchos de ellos se separan del grupo y se autodestierran de Jerusalén. Los
saduceos no creían en la resurrección de los muertos ni en la inmortalidad del alma ni en la
presencia de ángeles ni demonios. Hablando de ellos Flavio Josefo afirma: “su doctrina sólo es
adoptada por un número exiguo de personas, las cuales, sin embargo, ocupan la primera posición
en cuanto a dignidad”.

e.- Los fariseos: Nacidos en la época de los Macabeos, forman inicialmente parte de los
“hasidim”, de quienes se desligan, decepcionados por la marcha política y religiosa de las cosas.
Fariseo, significa = “separado”, son aquellos que se distinguen de los paganos y de la masa
ignorante y ruda, los “amahares”. Toda su vida religiosa gira en torno al cumplimiento exacto de la
LEY, o, TORAH. Creen en la resurrección de los muertos y tanto en la angelología como en la
demonología. En torno a este grupo se aglutinaré la tradición oral de la Ley, esto es, las
discusiones, las interpretaciones y las actualizaciones de la tradición bíblica, que constituirán,
120
junto con la Sagrada Escritura, el corazón de la religión hebrea desde la destrucción del Templo
de Jerusalén en el año 70 d.C. hasta nuestros días.
Muy seguidos por el pueblo, son sus guías espirituales y políticos. En el ámbito de la
política su actitud fue siempre pacifista: respecto a los Asmoneos son muy críticos y atrevidos,
con tal de proclamar la verdadera fe hebraica. Con mucha probabilidad los llamados “escribas” y
“doctores de la Ley”, pertenecen al grupo de los fariseos.

f.- Los esenios: Los esenios viven en pequeñas comunidades, en lugares solitarios,
desérticos, apartados de la vida pública. No sabemos de donde deriva su nombre. Modernamente
se hicieron muy famosos por los descubrimientos de los manuscritos de la cuevas del Qumrán en
1947, donde dentro de vasijas de barro había gran cantidad de textos de la Sagrada Escritura y de
sus tradiciones que han servido para profundizar y ampliar el cocimiento de la religión hebrea.
Se dividen en tres clases: sacerdotes, levitas, y laicos. La comunidad es gobernada por una
rígida disciplina: no divulgan la enseñanza y ninguna persona extraña puede unirse a la plegaria,
a la mesa o al trabajo vividos comunitariamente. La aversión a la clase judía dominante es radical,
así como el rechazo del sacerdocio oficial del Templo, considerado por ellos como “sacerdocio
impío”. El regreso riguroso del cumplimiento de la Ley y las normas de pureza son
extremadamente rigurosas y necesarias para pertenecer a esta secta.

7.11.- El "resto de Israel" de Yahvé y los "Pobres de Yahvé”


En la comunidad judía del postexilio babilónico existe un grupo de ciudadanos que son los
predilectos de Yahvé. Se trata de los "pobres de Yahvé", que son como el alma del pueblo, son las
personas que han vivido más de cerca la relación con Dios en el Antiguo Testamento y nos han
brindado una espléndida experiencia religiosa. Son casi los únicos en el pueblo de Dios que
supieron mantener firme y pura la esperanza en la salvación por obra de Yahvé, sin mezclarla con
ambiciones materiales, o nacionales. En ellos la esperanza de salvación penetra en el Nuevo
Testamento y son los primeros que acogen la salvación tal como Dios la envía, por medio de su
Hijo Único Jesucristo, por caminos tan distintos de los que el pueblo judío soñaba.

7.11.1.- El "pobre de Yahvé" en la Biblia


El pobre tiene en la Biblia una materialidad sociológica y una connotación religiosa y
espiritual. El vocabulario hebreo distingue perfectamente los matices por la abundancia de
palabras con que se designa a las distintas clases de pobreza. Distingue entre el pobre normal
"rasch"; el pobre pordiosero y mendigo "ebíon", el pobre miserable y proletario, subdesarrollado
"dal".
Todas estas palabras suponen una connotación social. Cuando la Biblia habla de los
"pobres de Yahvé", emplea otra palabra específica: "anaw" o "anawim": cuyo sentido propio es el
de "encorvado", "inclinado", "'humillado". La Biblia recoge tres corrientes de pensamiento con
relación a la pobreza:
1.- Primera: La primera en la historia de Israel es la identificación de pobreza y pecado. La
pobreza es consecuencia del pecado. La riqueza y los bienes son fruto de la bendición de Dios.
Esta concepción transmite una idea exacta relacionada con la retribución: Dios premia al que vive
santa, laboriosa y fielmente y castiga con la miserias el hambre, el abandono, al que es pecador,
negligente y olvidadizo. Pero esto plantea grandes problemas en la constatación de la vida real.
Hay gente pobre, humillada, y sin embargo son fieles observantes de la Ley, son buenos y
caritativos; y al contrario vemos a gente que no respeta nada y es mala y sin embargo están llenos
de bienestar material y felicidad humanas. Como se ve este es un problema serio a la hora de
explicar la pobreza desde el punto de vista de la mera retribución ¿Cómo explicar que el impío y
el perverso estén llenos de riqueza y bienestar? ¿A qué se debe esto? Estas preguntas trajeron
serios problemas a los sabios, escribas y estudiosos de la Ley pues no supieron responder
adecuadamente.
2.- Segunda: Una segunda corriente la supera, aunque aún se mantiene a nivel sociológico.
El ideal en la vida es no ser ni rico ni pobre; una especie de clase media acomodada. Ni el lujo que
puede apartar de Dios, ni la miseria que me puede llevar a la desconfianza en Dios, a la
desesperación y a la muerte: La Biblia dice: "Dos cosas te pido, ¡Oh Dios!, no me las niegues antes de
que me muera: tenme lejos de la mentira y del engaño, y no me des ni pobreza ni riqueza. Dame
121
aquello de que he menester. No sea que harto te desprecie y diga: "quién es Yahvé", o que, necesitado
robe y blasfeme el nombre de mi Dios", Prov 30, 7-9; Tob 5, 18
La pobreza, llevada a la práctica, provocaría en el mundo una especie de igualdad de
clases modestas, pobres, pero no proletarias: serían aquellos que tuvieran lo suficiente para
satisfacer sus necesidades personales y familiares, como fruto de su trabajos sin excesiva angustia
por el porvenir.
3.- Tercera: La tercera corriente entiende la pobreza como una actividad religiosa:
"pobre", es la persona sencilla de corazón, humilde, desprendida de sí misma, servicial, buena
gente, es una persona que ha puesto toda su confianza en Yahvé. Así, la "pobreza", es la apertura,
la relación confiada, dependiente de Dios. La consecuencia de esta concepción bíblica del pobre,
es que, "el pobre", es el "amigo de Dios".
Este estadio último del concepto de "pobreza" en el pueblo judío ha tenido que recorrer
un largo camino, ha requerido una profunda experiencia de la miseria humana y del dolor, una
honda y terrible vivencia de la opresión y de la humillación, y a la vez tener una profunda y total
confianza en Yahvé. El nunca abandona, prueba con la pobreza pero nunca abandona a los suyos.
La experiencia inicial de Israel como pueblo es la Alianza en el monte Sinaí. Esta realidad
salvífica y humana hacía igual a todos los israelitas, tanto en el sentido social como en el
económico y desde luego en el espiritual y religioso. Cualquier diferencia de clase social, o de otro
tipo, era contraria a la Alianza. Los bienes concedidos en la Alianza eran comunes. Las pruebas y
sufrimientos, también.
El pueblo de Israel en sus comienzos, era un pueblo sin privilegios, sin castas ni distingos
sociales. Puede decirse que estaba prohibido el enriquecimiento: en el desierto, el "maná", que se
acumula cada mañana, al amanecer, sí se acumula en exceso, se pudre y no sirve, cada familia ha
de recoger solamente lo necesario para cada día, Ex 16. Esto exige un gran control y dominio de
las propias necesidades, nadie debe de acumular indebidamente en detrimento de los demás.
Este estado de vida ejerció sobre el pueblo de Israel posterior la atracción de un gran
ideal, modelo de lo que debería haber sido siempre la vida social y económica del pueblo: la
igualdad personal, económica y social entre todos los israelitas. Pero al llegar a la Tierra
Prometida e instalarse en Canaán, el ideal se desvanece y se destruye. Allí ya no es todo común;
hay diferencias de voluntad: unos trabajan más que otros; hay diferencias de inteligencia: unos
manejan los instrumentos mejor que otros; hay diferencias de destino: a uno le tocan, por sorteo,
terrenos fértiles y pródigos y a otro tierras áridas y resecas; existen diferencias materiales en las
causas accidentales: en unos lugares hay incursiones continuas del enemigo y hay que defenderse
con el correspondiente costo de vidas humanas y gastos extraordinarios.
De todo esto y de otras causas más complejas derivadas de estas situaciones es donde
surgen las diferencias de clases y de personas en Israel. Hay algunos israelitas que tienen mucho
bienestar material y otros que no tienen nada o casi nada. Todo esto evoluciona a medida que el
pueblo de Israel por medio de la institución de la monarquía entra en otros esquemas más
urbanos y de corte real, en donde los cargos alrededor del rey, los impuestos, el comercio etc,
cambian los hábitos y costumbres del pueblo elegido. De aquí vienen las grandes diferencias, y los
menos afortunados prestan sus servicios a los que más tienen y estos a su vez abusan de los más
necesitados para así aumentar ilícitamente sus riquezas.
En este contexto surgen las voces de los profetas denunciando el abuso del pago salarial
escaso y mezquino y así como éste otros abusos contra el huérfano y la viuda, el desvalido el que
no tiene ninguna protección. Los profetas recriminan con acentos grandilocuentes estas
injusticias: Amos 5, 10-13; Jer 5, 26-29; 22, 13-19; Neh 5, 1-13, y salen en defensa del pobre y
desvalido el que no tiene protector. Ya veremos luego al tratar el tema de los profetas cómo estos
no callan los pecados del pobre; también los pobres han sido infieles a la Alianza (esta es la
medida aplicada a todos los hombres pertenecientes al pueblo elegido), el profeta Jeremías dice:
"Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien y enteraos; buscad por sus plazas, a ver si topáis con
alguno que practique la justicia, que busque la verdad, y yo le perdonaría... Y yo decía: naturalmente,
el vulgo es necio pues ignora el camino de Yahvé, el derecho de su Dios", Jer 5, 1-6.
Pobres y ricos no están libres de pecado. Todos han roto sus relaciones con Dios. Sin
embargo, los ricos son recriminados con más frecuencia y acritud, así nos lo expresa Amós: "Ay de
los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia... pues bien, ya que vosotros pisoteáis
al débil y cobráis de él el tributo del grano, casas de sillar construisteis, pero no las habitaréis; viñas
122
selectas plantasteis pero no beberéis su vino. ¡Que yo sé que son muchas vuestras rebeldías y graves
vuestros pecados! ¡Oh! opresores del justo que aceptáis el soborno y atropelláis a los pobres en la
Puerta", Am 5, 7-13.
Esto se debe a que el rico más fácilmente se enfrenta con Dios al arrogarse un derecho
que sólo a Yahvé pertenece: el de disponer de los hombres, de su vida y, por tanto, de su destino.
Toda opresión de un hombre sobre otro, del rico sobre el pobre, es una ruptura de la Alianza, una
injuria a Dios, una profanación de esa imagen de Dios que lleva todo hombre: es una injusticia.
La Biblia no se contenta con recriminar el pecado, ni con prometer una salvación que
estaría sólo en el más allá. No se limita únicamente a una compasión meramente afectiva de la
miseria del pobre, del oprimido del esclavo. La salvación y la compasión se hacen efectivas
mediante una serie de leyes religiosas y sociales: Lev 25, 35-38; Ex 22, 21-26; Deut. 15, y 24,10-
15, que definen los derechos más elementales del pobre, del huérfano y de la viuda, medidas
según los cánones de una sociedad económica y culturalmente poco evolucionada, pero que
tratan de aminorar las diferencias y suprimirlas, a ser posible, como en la época del desierto.
La época de privación y pobreza que el pueblo entero de Judá comienza a sufrir con
motivo de las invasiones del Siglo VII, hace descubrir a los profetas las posibilidades
enriquecedoras de la pobreza, en el sentido bíblico, como una experiencia religiosa. Así Sofonías,
hacia el año 630 dice: "Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su Ley ; buscad la
justicia, buscad la mansedumbre...", Sof 2, 3.
Y el primero que habla del futuro del pueblo de Israel como de: "un pueblo humilde y
modesto que esperará en el nombre de Yahvé", Sof 3, 12, es el mismo Sofonías. A partir de él, se van
definiendo cada día con mayor claridad y precisión este grupo de personas humildes, sencillas y
pobres, van siendo varias las figuras históricas que realizan en sí mismos el ideal del "pobre".
Después del destierro, la comunidad israelita, al perder las esperanzas de la restauración
nacionalista, gloriosa y triunfal, descubre aquello que Yahvé había preparado para ellos sólo que
ésta debía de entenderse desde una actitud de desprendimiento y pobreza para dejar que Yahvé
reine plenamente en los corazones de todos los hombres.

7.11.2.- Características de los "pobres de Yahvé"


Podemos decir que la primera característica es que el "pobre de Yahvé" ha
experimentado la pobreza real, es decir, que ha conocido la carestía de medios materiales,
imprescindibles para vivir con dignidad, le han fallado las seguridades humanas, nadie le ayuda,
nadie sale en defensa de él. Esta "pobreza real" tiene muchas manifestaciones en la Biblia son: los
huérfanos viudos, ancianos, peregrinos, extranjeros, esclavos, perseguidos, encarcelados,
desterrados, emigrantes, ignorantes, enfermos. Como se ve, no es necesario ser socialmente
pobre, para ser según el espíritu y la realidad de la Biblia: "pobre". Lo único que ocurre que el
socialmente pobre vive esta realidad continua y cotidianamente.
Estos hombres experimentan la indigencia humana de una manera manifiesta Todos
sienten la propia incapacidad para salir de esa situación de pobreza. La actitud de ellos es de:
"humillación", "inclinación", "sometimiento", no atreverse a levantar la cabeza, vivir bajo el peso
del dolor. De aquí fácilmente se pasa a la segunda característica que es la fundamental: "el pobre
es el humillado que se hace humilde".
Debido a esas experiencias, el pobre ha adquirido una actitud de humildad, de
sometimiento, de reconocimiento de su propia incapacidad. Salir de esa situación sería obtener la
salvación de su vida. Pero, el pobre se siente incapaz para salir de ella, incapaz, por tanto, para
salvarse a sí mismo.
Como fruto de esa conciencia de la propia limitación el pobre acude confiado y sincero en
busca de auxilio. Sabe que, en último término, el único que puede salvarle de su opresión, es sólo
Yahvé. Y por eso acude a él con una infinita e ilimitada confianza, poniendo sólo en él sus ojos,
esperando de él sólo, la salvación. Sabe que lo que en el fondo le impide salvarse es también su
pecado. Por lo cual su petición de salvación va precedida de la confesión del propio pecado, que es
la máxima de su experiencia de la miseria y de la opresión humana. Y va precedida de la petición
de perdón y de la propia conversión.
La pobreza es, pues, la actitud de desnudez absoluta delante de Dios, de entrega plena y
confiada en manos de Yahvé, en la esperanza y seguridad de que él le salvará, diciendo: "en Dios
pongo mi esperanza, y confío en su palabra". La pobreza es la actitud religiosa perfecta, en la que el
123
hombre no pretende: "ser como Dios", (alusión a la tentación del Génesis), sino que pone su
salvación en manos de Dios, en la seguridad de que él no le fallará, aunque los caminos que escoja
para salvarle sean, a veces, desconcertantes e incomprensibles. Desprendido de sí mismo, la
pobreza más radical, el hombre se encuentra con Dios, es su "amigo".

7.11.3.- Tipos humanos que encarnan el "pobre de Yahvé"


Son innumerables los personajes anónimos del Antiguo Testamento que han vivido día a
día su pobreza, y que han dejado expresada su actitud y situación en los salmos, Salmo 13; 22; 34;
69; 73. Pero hay algunos personajes históricos o literarios cuya vida es la encarnación del ideal de
la pobreza que hemos descrito anteriormente. Ya hemos aludido a ellos, pero puede releerse aquí
lo dicho sobre el "Siervo de Yahvé".
Este ideal de pobreza conserva íntegro su ideal en el Nuevo Testamento. Los primeros
personajes que aparecen en la narración evangélica realizan plenamente la actitud de pobreza.
Sobresale de una manera muy especial, la Virgen María. La Madre de Jesús de Nazaret. El Canto
del "Magnificat", puesto por el evangelista Lucas en boca de la María, es uno de los “cantos” de los
"pobres de Yahvé" que resume mejor la actitud de recepción y apertura de todo lo que viene de
Dios y de su plan salvífico. Por eso, el "fiat" de María es algo más que una simple aceptación pasiva
de la voluntad de Dios, es la colaboración humilde, "pobre" y sincera a la obra de la redención.
Pero el tipo que realiza al "pobre de Yahvé" por excelencia es Jesucristo que nace pobre y
es el "Siervo de Yahvé", que se entrega a realizar la salvación de sus hermanos, habiendo sentido
toda indigencia de la condición humana, hasta la suprema que es el abandono de Dios, y la
muerte. Abandono, sufrimiento y muerte para cumplir la voluntad del Padre y por su obediencia
es recompensado con la Resurrección y la Vida.

CAPITULO OCTAVO

LOS PROFETAS

8.1.- Los Profetas. Guías del Pueblo de Dios. Portavoces de Dios


Lo primero, tenemos que decir: el fenómeno del profetismo no es exclusivo de la cultura
israelita. Puede decirse que se trata de una institución estable en todo el Oriente Antiguo. Los
profetas, suelen vivir en los palacios reales, son hombres de consulta, son los "videntes", los
adivinos, los consultores de la divinidad, a quienes se acude para saber si una batalla debe de
emprenderse o no, si se cuenta con el favor de los dioses, para resolver cualquier asunto
complicado, 1 Sam 22, 5; 23, 2.
Una institución de este tipo está también atestiguada en la Biblia. Pero cambia de sentido
al ser asumida por Yahvé, el Dios de la revelación, de la alianza y de la historia, para comunicarse
realmente con su pueblo elegido. De aquí ciertas semejanzas reales con otros profetismos del
Medio Oriente y también sus notables diferencias.
La palabra "profeta", en hebreo “nabí” significa “el llamado”; es un término muy amplio: se
aplica a diversas formas de profetismo. Dentro de la cultura judía, la Biblia menciona tres clases
de profetas:
a.- Los profetas profesionales: Una especie de asociaciones de carácter religioso,
centradas en los grandes santuarios. De ordinario se organizan alrededor de un personaje
destacado por el don de profecía y que es el jefe de todos ellos. En la Biblia aparecen desde época
bastante antigua, como se ve en el caso de Samuel, 1 Sam 19, 20-24.
b.- Los falsos profetas: Cuando los profetas profesionales degeneran por diversas causas
históricas, algunos se convierten en profetas aduladores de las cortes imperiales, alabando a los
príncipes o emperadores, anunciándoles siempre buenos augurios para agradarles y tenerlos
contentos. Son los falsos profetas que se arrogan el derecho de hablar en nombre de Dios sin
124
haber sido designados en ningún momento por Dios para ello, 1 Reyes 22, 24.
c.- Los verdaderos profetas: Estos pon los verdaderamente llamados por Dios para ser
transmisores de su "palabra" al pueblo elegido. Son llamados para que guíen al pueblo en los
acontecimientos principales, especialmente para recordarles el gran pacto o Alianza, iniciada en
el Sinaí y ratificada en diversas oportunidades. En definitiva, para recordarles que su Dios es
Yahvé y ellos son el pueblo de Dios.
Este tercer grupo es el que distingue el profetismo israelita de todos los fenómenos ajenos
y variados que se le asemejan. El pueblo israelita tenía un criterio especial para distinguir a los
falsos de los auténticos profetas: si lo que el profeta predice, se "cumple", es buen profeta. Si lo que
predice y anuncia no se cumple, es falso profeta, Deut 18, 21-21. Otro criterio es: tiene que haber
plena fidelidad en lo que predican con la palabra total de Yahvé, Deut 13 2-6. El modo ordinario
de su vida, de su orientación, si defienden al pobre, al oprimido a la viuda, al huérfano, si atacan al
opresor, etc, son las características que denotan, que están movidos e inspirados por Dios o si
hablan por su propia cuenta.
Los profetas auténticos son el alma de la Biblia, los guías de la historia del pueblo elegido
por Yahvé. Comunican los designios de Yahvé, indican al pueblo o a los reyes el camino a seguir,
amenazan, o alaban, todo en nombre de Yahvé, pues es el "espíritu, el Ruah" de Yahvé el que los
inspira y mueve a hablar, y actuar. Son, en definitiva, los transmisores de la palabra de Yahvé en
cada momento histórico, en cada ocasión propicia. Mediante ellos: "habló Dios en otro tiempo, de
muchas maneras y de muchos modos a nuestros padres... últimamente nos ha hablado por medio de
su Hijo Jesucristo", Hebreos 1, 1 s.s.
La ausencia de profetas era considerada en Israel como signo y presagio de castigo divino
pues se interpretaba como un silencio de Dios, Ez 7, 26; Amos 8, 11, se consideraba como fruto de
un pecado social o colectivo el que Dios no hablara por medio de sus profetas. En cambio, la
aparición de un profeta era considerado como un signo de benevolencia de Dios para con su
pueblo Deut 18, 15. Hasta tal punto que el culmen de esa benevolencia será el día en que Yahvé
derrame su espíritu (ruah), sobre todos los miembros del pueblo convirtiéndolos a todos en
profetas, Hechos 2, 16-21; Joel 2, 28.
Dentro del grupo de los profetas verdaderos, la Biblia guarda el recuerdo de algunos que
no escribieron nada pero tuvieron una gran influencia en la marcha del pueblo elegido.
.- Samuel: al iniciarse la monarquía.
.- Natán: el profeta del anuncio de la Casa de David, 2 Sam 7, 12
.- Elías: Predicó el monoteísmo contra la corrupción idolátrica introducida en Israel por
Ajab, 1 Reyes 17, 2
.- Eliseo: continuador de la labor de Elías, 2 Reyes 2-8, que dirige la revolución llevada a
cabo por Jehú contra la dinastía fundada por Omrí, 2 Reyes, 9
.- Miqueas ben Yemla: contemporáneo de Ellas, 1 Reyes 22.
Finalmente, existe una distinción de método entre profetas escritores, llamados profetas
mayores y menores. Esta distinción, obedece a la extensión de sus escritos no a la importancia en
sí de sus profecías. Aunque también es cierto que unos son más importantes que otros, en
definitiva lo que ayuda es que los profetas son instrumentos en las manos de Yahvé en bien del
pueblo elegido.

8.2.- Condiciones históricas, sociales y religiosas del profetismo


Los grandes profetas llenan y protagonizan la vida del pueblo de Dios como tal en el
período más turbulento de su historia. Es decir desde el Siglo VIII antes de Cristo, hasta el Siglo II
antes de Cristo. Las figuras más representativas viven entre el S. VIII y el V.
Desde el punto de vista político los Profetas aparecen cuando el reino de David está
derrumbándose o en proceso de disolución. Los Profetas son algo totalmente distinto de los
políticos o de los intrigantes hostiles a la dinastía de turno reinante. Su misión religiosa, a veces,
tiene aplicaciones políticas. Los hombres de Dios deben de restaurar lo que los políticos habían
destrozado y jamás conseguían recomponer. El Profeta es el responsable del honor y del culto
debido a Yahvé, y así como Yahvé había estrechado un pacto con el pueblo de Israel en la Alianza,
correspondía a los Profetas recordar, corregir y exhortar al pueblo el cumplimiento de dichas
obligaciones y la rectificación en los desvíos. Por eso la misión del profeta era extremadamente
dura y difícil. La tragedia política de muchos profetas consiste precisamente en defender con
125
frecuencia el bien y los derechos del pueblo en contra de los poderosos y del mismo rey, que a
veces abusaban de su situación y poder. De aquí las tensiones de los verdaderos profetas y los
reyes, la tensión entre la misión divina y la responsabilidad humana, la tensión entre religión
auténtica y política falsa.
Sin embargo la misión específica de los Profetas se desenvuelve en el campo religioso. La
miseria civil y política forma sólo la atmósfera en la cual y contra la cual hablaban los Profetas.
Estos hombres de Dios combatían con toda valentía y, a veces, despiadadamente la religión
cananea. Esta religión tenía una influencia enorme en la población israelita y sobre los Profetas
pesaba el "encargo de Yahvé" de denunciarla y no dejar que se extendiera. En una época de
acoplamiento y de nivelación religiosa, los Profetas eran, en su calidad de "portavoz" del único y
verdadero Dios, predicadores anacrónicos que reprendían, Is 3, 14 y amonestaban, Am 5, 4, o
pronunciaban castigos de Dios, Is 1, 24, con un lenguaje audaz de carácter metafórico o
parabólico.
Los Profetas se encontraban frecuentemente en un doble frente de guerra. La lucha
contra la idolatría iba acompañada de amonestaciones contra las exteriorizaciones de la piedad,
contra toda ostentación religiosa y todo servilismo político de la clase sacerdotal junto a la
denuncia de todo tipo de abuso contra el pobre, el desvalido: el huérfano, la viuda, etc.

8.3.- ¿Quiénes son los Profetas?


En la Biblia, la palabra "profeta" viene de la palabra hebrea: "nabí" que en su significado
auténtico es: “llamado” en el sentido de un individuo, "un carismático elegido por Yahvé para
comunicar su palabra". Profeta es el hombre de la palabra hablada o escrita. Es el que habla por
mandato de Yahvé.

8.4.- Vocación del Profeta


El profeta es un hombre elegido por Dios para ponerse al servicio del pueblo elegido. El
profeta es elegido y santificado por Dios, es decir, "segregado", Jer 1 1-5, la mano de Yahvé ha
venido sobre él, 1 Reyes 18, 46, lo ha tocado, Jer 1, 9 y descansa constantemente sobre él, Is 8,11;
Yahvé se ha apoderado de él, Am 7, 15, lo ha dominado y seducido, Jer 20 7); el Espíritu de Dios ha
entrado dentro de él, Ez 2, 2, lo ha arrebatado, Ez 11, 5, inundado, Joel 2, 28, y ungido, Is 61, 1, es
ante todo el hombre poseído del "espíritu de Yahvé", ("ruah de Yahvé"), Os 9, 7.
Así, segregado por Dios, el profeta se convierte en "el hombre de Dios", 1 Sam 2, 27. Es el
amigo y confidente de Dios por cuanto participa del secreto de sus planes y designios divinos, Am
3, 7.

8.5.- El Profeta y su misión


El segundo elemento esencial del profeta bíblico es su carácter de "enviado" y la
consiguiente toma de conciencia de su misión profética. El profeta es el hombre de Dios es el
siervo de Dios que lo ha tomado a su servicio para que sea su colaborador. Ha sido investido del
Espíritu para que pueda actuar como representante legítimo de Yahvé. Ha sido escogido para ser
enviado Is 6, 8, y como enviado de Dios es, de un modo similar al "ángel de Yahvé", o mensajero de
Dios Is 44 26, es boca de Yahvé, Jer 15, 19, como tal, pregona por mandato y en nombre de Dios
Jer 11, 21, el "mensaje" que le ha sido confiado: "Así habla Yahvé... Oigan la palabra de Yahvé...
Oráculo de Yahvé.... ". Esta forma de hablar para Yahvé y en su lugar llega a convertirse cada vez
más, desde el tiempo de los reyes, en una cualidad característica del auténtico profetismo.
El profeta no solo habla en nombre de Yahvé sino que también realiza la función de
mediador entre Israel y el pueblo elegido. Por eso no sólo habla a Israel en nombre de Yahvé, sino
también a Yahvé en nombre de Israel. Esta segunda función mediadora se expresa
principalmente en la "intercesión" profética, la cual tiene tal importancia en el A T que debe de
considerarse como una cualidad integrante de la esencia del profetismo, 1 Sam 12, 17-25.
Los profetas ven también esta función mediadora como una misión que les ha sido
encomendada por Dios; saben que han sido puestos por Yahvé como "vigilantes", Is 21, 11,ss,
como "pastores", Zac 11, 4, y que tienen por tanto una responsabilidad total sobre el pueblo, Ez 3,
17-21. Así, los profetas, pueden ser considerados como un don que Dios concede a su pueblo, Am
2, 11.
126

8.6.- La doctrina de los profetas


Los profetas han desempeñado un papel muy importante en el desarrollo religioso de
Israel. No sólo han mantenido y guiado al pueblo por la senda del yahvismo auténtico, sino que
han sido los órganos principales del progreso de la Revelación.
La doctrina más genuina de los profetas la podemos dividir en tres apartados:
.- el monoteísmo, contra la idolatría
.- el moralismo, contra la injusticia
.- la espera de la salvación, ante la falta de esperanza futura.

a.- El Monoteísmo: Sólo paulatinamente Israel había llegado a una definición teológica
acerca del monoteísmo: afirmación de la existencia de un único Dios verdadero = YAHVÉ. El Dios
santo de la Alianza. La revelación del Dios del Sinaí había sido vinculada a la elección del pueblo y
a la conclusión de la Alianza, y en consecuencia Yahvé aparece como el Dios propio y único de
Israel. Por lo tanto Yahvé dueño de toda la tierra, no deja sitio para otros dioses. Los profetas
luchando contra el influjo de los cultos paganos = idolatría, querían salvar a Israel de la infidelidad
y de la desgracia al adorar dioses falsos, fabricados por manos humanas, Is 40, 20,s.s.; Os 8, 4-5.
Por eso la idolatría era uno de los temas de denuncia profética más habitual. Dios castiga
esta infidelidad ya se trate de la adoración de falsos dioses o la fabricación de una imagen suya,
Deut 13.
b.- El moralismo, o la denuncia contra toda injusticia: A la santidad de Yahvé se opone la
impureza del hombre, Is 6, 5, y por esta conciencia íntima los profetas adquieren una aguda
sensación de la maldad del pecado. El pecado, en cualquiera de sus modalidades es lo que separa
al hombre de Dios, Is 59, 2. El pecado, en efecto, es un atentado contra el Dios de Justicia, Amós;
contra el Dios del Amor, Oseas; contra el Dios de la Santidad, Isaías.
En cuanto a Jeremías, se puede decir que el pecado ocupa el centro de su visión: se
extiende a la culpa de toda la nación, que parece corrompida definitivamente, incapaz de
conversión, Jer 13, 23.
Este desbordamiento del mal reclama el castigo de Dios, el gran juicio del "día de Yahvé",
Is 2, 6-22; 5, 18-20; Os 5, 9-14; Joel 12, 1-2. El pecado, que es pecado de la masa, reclama esta
sanción colectiva; con todo la idea de la retribución individual comienza a aparecer en Jer 31, 29-
30. Para salir del pecado es necesaria la conversión, Ez 18.
Este castigo - corrección del pecado hace que el pueblo elegido gane en profundidad en su
vida religiosa. Para escapar del castigo hay que "buscar a Yahvé", Am 5, 4; Jer 50, 4, es decir, hay
que cumplir la voluntad de Dios, (la alianza), cumplir sus mandamientos, caminar en rectitud, y
vivir en humildad, Is 1, 17; Os 10, 12, lo que, Dios pide a su pueblo es la práctica de una religión
interior, que para Jeremías es una condición de la Alianza nueva, Jer 31, 31-34.
Este espíritu debe de animar toda la vida religiosa y las manifestaciones exteriores del
culto del pueblo judío. Por eso los Profetas protestan contra el ritualismo frío y ajeno a toda
preocupación moral., Is 1, 11-17; Jer 6, 20.
c.- La esperanza de Salvación: El castigo por causa del pecado no es la última palabra de
Dios para con su pueblo. Dios no quiere, la ruina total de sus hijos, sino que, a pesar de todas las
apostasías, Dios prosigue con sus promesas y quiere la salvación definitiva de su pueblo. En la
visión de los profetas, los planos del castigo inminente y el del juicio postrero de Dios, se
superponen. Dios se reservará un "resto", Is 4, 3, que se librará del peligro presente y se
beneficiará de la salvación final. Ambos planos se distinguen por el desarrollo de la historia
después de cada prueba, el "resto" es el grupo que ha sobrevivido Am 5, 15; Is 37, 31-32. De este
"resto" surgirá un vástago del que vendrá la salvación definitiva, Is 11, 10; 37, 31; Miq 4, 7; Ez 37,
12-14.

8.7.- Reyes y Profetas del Reino de Israel (Norte). (932-722)

Reyes: Profetas:

Jeroboam I (932-911)
Ajab (875-854) Elías
127
Joram (853-842) Eliseo
Jeroboam II (784-744) Amós - Oseas
Ozías (733-725) Destierro de Nínive, 722).

8.8.- ELÍAS
El ciclo de Elías se compone de historias y leyendas, 1 Reyes 17, 1; 2 Reyes,2, 1-12. Parece
que Elías despertó un gran interés entre sus discípulos. De la actual vida del profeta Elías es casi
imposible reconstruir objetivamente sus palabras y sus obras. Elías se supone que nació en
Tesbis, ciudad de Galaad. Fue un reformador entusiasta entregado a depurar la religiosidad
yahvista puesta en peligro por el laxismo tolerante del rey Ajab, casado con Jezabel, que era
fenicia y quería que su esposo tolerara el culto público de las divinidades fenicias. Con esto se
abría una puerta a la idolatría a costa de la verdadera y única religión: la yahvista.
Dentro de este marco histórico están esparcidos numerosos relatos milagrosos como por
ejemplo, el alimento del profeta que lo recibía de un cuervo junto al torrente de Querit, 1 Reyes
17, 4-7, el aceite que no disminuía jamás de la orza de la viuda de Sarepta y la resurrección de su
hijo 1 Reyes 17, 8-24, y sobre todo el misterioso rapto, es decir, la asunción de Elías al cielo en un
carro de fuego, 2 Reyes 2, 1-12 .

8.9.- ELISEO
A pesar de las denuncias de Elías, Israel no se vio libre del culto a los ídolos llamados =
"baales", 2 Reyes 10, 21. Los monarcas israelitas prosiguieron su política tolerante con el culto a
otros dioses. A la muerte de Ajab le sucedieron en el trono Ocozías y Jorán, quienes mantuvieron
idéntica actitud político-religiosa. Sin embargo la obra iniciada por el profeta Elías no podía
quedar inconclusa, hubo un sucesor digno y competente, se trata del profeta Eliseo.
Eliseo, hijo de Safat, 1 Reyes 19, 16, se convierte en el servidor fiel de Elías, 1 Reyes 19,21
Al ser arrebatado Elías al cielo, Eliseo recibe su manto como signo de herencia espiritual, 2 Reyes
2, 14. Eliseo viene a ser la encarnación de un tipo de profetismo que está dispuesto a frenar los
abusos idolátricos sincretistas. Defendió como Elías, la integridad del yahvismo; tal es el nombre
que él toma "Elí-sa" = "Dios salva", "Dios ayuda". Su actuación sirve para recordar al pueblo elegido
que sólo permaneciendo fieles a la religión yahvista, (fidelidad a la Alianza del Sinaí) tendrán
garantías para su futuro.
La historia de Namán, el general sirio pagano, que es curado de la enfermedad de la lepra
por medio de una acción milagrosa, demuestra que el Dios de Israel es universal; es el Dios de
todos los pueblos, así lo afirma Namán al verse curado milagrosamente: "He aquí que reconozco
no haber otro Dios en toda la tierra fuera del Dios de Israel", 2 Reyes 5, 15. El mensaje de esta
afirmación es: la voluntad de salvación universal de Yahvé se extiende a todos los pueblos. Es
cierto, evidentemente, que Yahvé ha elegido a Israel de una manera singular, pero tal elección no
lleva consigo la exclusión de los otros pueblos de la benevolencia y de la misericordia divinas.

8.10.- AMOS
Cuando Amós empieza su predicación reina en Israel, desde hace treinta años Jeroboam
II. La situación política es próspera. Las fronteras se hallan seguras: al Sur, Judá no puede
amenazar porque Amasías había sido derrotado por Joaz, padre de Jeroboam, 2 Reyes 24 al
Norte, Asiria no se encuentra en un período de máximo poderío y Damasco no hace mucho fue
vencida por el mismo Joaz, 2 Reyes 13, 25, al Este, Moab ha sido sometido y las ciudades de
Lodebar y Qarnaim reconquistadas.
Por otra parte el largo reinado de Jeroboam II ha hecho posible con su estabilidad, una
grandeza que recuerda la del reinado de Salomón. Israel aumenta sus fronteras; ejerce el control
sobre las vías comerciales de la época. Con ello se incrementó la prosperidad comercial y surge lo
que hoy se llamaría una clase burguesa: los mercaderes. Ellos expresan el desarrollo económico y
gozan de la riqueza al lado de los nobles.
Este bienestar material beneficia a pocos, es ocasión de muchas injusticias: la rapacidad
de los ricos, ansiosos de poder y de aumentar sus posesiones, los lleva a despojar de sus tierras a
los pequeños propietarios. Estos agobiados primero por las guerras, se encuentran ahora
indefensos y caen en la miseria, mientras los latifundios se extienden a sus expensas, Is 5, 8. El
128
Levítico establecía que: "las tierras no se venderán a perpetuidad porque la tierra es mía y vosotros
sois en lo mío peregrinos y extranjeros", Lev 25, 23. Esta idea que afirmaba que a Yahvé
pertenecían los bienes raíces motivó la ley de la recuperación de la propiedad. Por otra parte eso
era la mejor garantía para evitar la acumulación injusta de bienes y mantener a los judíos en la
condición de hombres libres. Todo esto es pisoteado en la nueva situación de abundancia y
fortuna. más aún, el curso favorable de las casas es interpretado por los ciudadanos prósperos
como una bendición de Dios y un augurio de tiempos llenos de paz y de felicidad.
Visitan los santuarios de Bethel y Guigal para garantizar con sus dones y ofrendas la
benevolencia de Yahvé y hacer callar a los sacerdotes, ministros de un culto que gracias a ellos, les
acarreaba beneficios económicos y así no se atreverían a denunciar las injusticias manifiestas.
Amós se indigna ante esta situación y alza su voz profética para denunciar y amenazar al pueblo
de Israel., Am 3, 13-15; 6, 4-6; 2, 6-8; 8, 4-8.

8.10.1.- La persona del profeta


Amós significa = "Yahvé sostiene, lleva una carga". Las noticias biográficas que nos dan a
conocer su personalidad provienen todas de su libro. Es natural de Teqoa, pueblo situado a unos
20 Kms. al sur de Jerusalén, en una zona montañosa y desértica. Era ganadero y granjero, Am 1, 1;
7, 14, tenía rebaños y cultivaba higueras.
Su vocación a la vida profética no aparece como en otros profetas en medio de visiones
grandiosas y especiales, Is 6; Jer 1, 4-19. Por el contrario: Yahvé lo sacó de: "junto al rebaño y le
dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel", Am 7, 15. Algo totalmente imprevisto para él, habitante del
reino de Judá (sur), tiene que ir al reino de Israel (norte) sin poder oponerse a la fuerza de Yahvé
que lo envía, Am 3, 3-8.
Una indicación cronológica al principio de su libro nos permite su predicación: "durante
los reinados de Ozías en Judá, Jeroboam ben Jesús en Israel; dos años antes del terremoto”, Am 1, 1.
Se ignora por completo la fecha de ese terremoto. Eso nos impide poder precisar más la
predicación de Amós. Jeroboam II gobernó de 792-752. Debe ser hacia el final de su reinado
cuando se coloca la intervención profética del Pastor de Teqoa.

8.10.2.- La composición del libro


Ignoramos si Amós escribió algo directamente. La fuerza espontánea de ciertas
expresiones parece sugerir que sí. La composición del libro se realizó probablemente en el reino
de Judá. Sucesivas relecturas introdujeron diversas añadiduras, como el oráculo contra Judá, Am
2, 4-5, que tiene el estilo más legalístico de la escuela deuteronomista (S. VII) y rompe el contexto
en el que se habla de pecados de injusticia social; las doxologías: Am 4, 3; 5, 8-9; 9, 5-6, que
formarían parte de un himno que se dividió para ser colocado adecuadamente, y que serviría
para la lectura litúrgico; el epílogo, Am 9, 8b-15, donde algunos ven una alusión a la destrucción
de Judá: "La choza caída de David". El trabajo de compilación es, tal vez, posterior al exilio. El
orden del libro no es cronológico ni está dispuesto a la luz de un criterio único. La Biblia de
Jerusalén divide este escrito profético en cuatro partes:

1.- Juicio de las naciones limítrofes de Israel y del mismo Israel, Am 1, 3; 2, 16


2.- Amonestaciones y amenazas a Israel, Am 3, 1; 6, 14
3.- Las visiones, Am 7, 1; 9, 10
4.- Perspectivas de restauración y de fecundidad paradisíaca, Am 9, 11-15.
8.10.3.- Estilo
El estilo de Amós se caracteriza por su simplicidad, viveza de imágenes y belleza de forma.
Sus composiciones son breves y su vocabulario un tanto pobre. Quizá por esto S. Jerónimo afirma
que Amós fue: "imperitus sermone". Ciertamente su estilo dista mucho de las ampulosidades de
algunos clásicos occidentales, pero eso no quiere decir que carezca de riqueza literaria. Esta se
expresa, sobre todo, en el vigor de sus imágenes.

8.10.4.- El mensaje
Podríamos resumir el rico mensaje profético de Amós de la siguiente manera:
1.- Yahvé es el Dios de Israel. Un Dios que no da importancia a los ritos externos sino a una
práctica religiosa y moral conforme con una Alianza que exige una respuesta libre y sincera del
129
hombre.
2.- El pueblo comete injusticias por haber rechazado a Yahvé, Dios Santo y Justo, que exige
de su pueblo santidad y justicia.
3.- Yahvé advierte al pueblo por medio de su predicación profética y lo corrige con
castigos, preludio del "día de Yahvé", que para Israel será día de tinieblas y de oscuridad, Am 5, 20.
4.- Yahvé es no sólo Dios de Israel, sino de todos los pueblos, Am 4, 13. Por eso puede
castigar los crímenes de las demás naciones, Am 1, 3.
5.- Israel será en verdad una nación en alianza con Dios solamente si las relaciones entre
los hombres se basan en la justicia y en el derecho.
6.- A la ruina de Israel seguirá la esperanza de la restauración a través del "resto", Am 3,
12; 5, 3-15; 9, 8.

8.11.- OSEAS
El ambiente histórico que enmarca la predicación de Oseas es, en general, el mismo
descrito al hablar del profeta Amós. Únicamente se hace necesario pata entender mejor el
lenguaje y los reproches de Oseas el recordar someramente ciertos abusos que se habían
introducido en el culto. Los abusos eran, sobre todo, dos:
1.- El culto a los "baales", ídolos de fertilidad, que controlaban los procesos de la
naturaleza y la fecundidad de los campos ganados y familias.
2.- La práctica de la prostitución sagrada, consecuencia del culto a los "baales". A través de
ella en forma mágica, se pretendía incitar a los dioses y diosas al ejercicio de sus relaciones
conyugales, de las cuales dependía la prosperidad en la tierra. La prostitución sagrada o
"hierodulía" se estableció incluso en Jerusalén bajo los reyes Manasés y Amón, 698-642 y 2 Reyes
21. Ya antes Asa, 911-871, y Josafat, 871-849, habían expulsado: "de la tierra a los consagrados a
la prostitución", 1 Reyes 15, 12. También Josías, 642-609, cuando emprendió la reforma religiosa:
"derribó las cosas consagradas a la prostitución, que estaban en la casa de Yahvé y donde las
mujeres tejían velos para Aserá", 2 Reyes 23, 7.

8.11.1.- La persona del profeta


Oseas es una abreviación del verbo salvar, y significa: "Dios salva". Es hijo de Beerí. Puesto
que predica en el reino de Israel se le considera nacido allí, Os 1,1. Perteneció probablemente a la
tribu de Benjamín, cuyas ciudades nombra con frecuencia, Os 5, 8; 9, 9; 10, 9; 11, 8. Además
conoce muy bien las circunstancias políticas y religiosas del reino del norte. Fue contemporáneo
de Amós, aunque predica un poco después de él. De su vida personal sólo sabemos un detalle que
se nos ha transmitido: su matrimonio con Gómer. Mucho se ha discutido a lo largo de los siglos
sobre la historicidad del matrimonio de Oseas con Gómer. A tres se pueden reducir las opiniones
de los expertos en la materia:

1.- Se trata de un sueño profético o visión: así lo interpretan los judíos de la Edad Media.
2.- Es una alegoría: S. Jerónimo. Sus argumentos son de orden moral. En un comentario a
Oseas así lo da a conocer.
3.- Es un hecho histórico. Opinión común entre los exegetas modernos. La experiencia
matrimonial de Oseas se convirtió en ocasión y fundamento de su vocación profética. De esa
vivencia sacó la comprensión del amor fiel de Yahvé a su pueblo.
Aceptada esta posibilidad de un matrimonio histórico existen varias opiniones:
1.- Gómer era una prostituta del templo
2.- Gómer practicó la superstición de la época, según la cual, la mujer casada que deseaba
tener hijos en su matrimonio debía sacrificar su virginidad entregándose a un desconocido en un
lugar sagrado
3.- El calificativo de "prostituta", sería un insulto posterior que Oseas habría aplicado a su
mujer después que ella le hubiera sido infiel
4.- Gómer era realmente prostituta. Oseas la amó y se casó con ella a pesar de prever que
le sería infiel. Lo hizo impelido por ese amor, pensando que sus previsiones se cumplirían, o bien
impelido por Yahvé para simbolizar las relaciones entre Yahvé y su pueblo.
130
8.11.2.- La composición del libro
Un análisis del libro muestra la triple repetición del mismo esquema literario: Acusación,
Amenaza de castigo, Promesa de salvación, Os 1, 2-3; 4, 1-11;12, 1-14
Esto hace pensar en la existencia de tres colecciones que un redactor posterior uniría,
añadiendo el título: "Palabra del Señor que recibió Oseas ben Beerí, durante los reinados de Ozías,
Yotam, Ajaz y Ezequías en Judá, y de Joroboam ben Josás en Israel". Título inexacto, porque Oseas
no describe la ruina de Samaria como testigo y, por consiguiente, no vivió en tiempos de Ezequías.
Además el título es imitación del que aparece en Is 1,1.
Ciertos textos que aparecen como una actualización para el reino del sur Is 1, 7; 4, 15,
parecen confirmar la hipótesis de que fue en Judá donde se tuvo la última redacción de la profeta
de Oseas. Dos partes se distinguen claramente en la profecía de Oseas:

1.- la primera, del capítulo 1º al 3º, que nos narra el matrimonio del profeta y su valor
simbólico.
2.- la segunda, del capítulo 4º al final, que contiene los discursos proféticos de Oseas.
Una división más en concreto podría ser la siguiente:
1.- El matrimonio de Oseas: símbolo de las relaciones entre Yahvé y su pueblo: Oseas 1,1,
s.s, a 3,5.
2.- Reprensiones a Israel por sus infidelidades: Oseas,4,1-9 al 4.
a.- Infidelidad actual de Israel, Os. 4,1 s.s. a 9,9.
b.- Infidelidad antigua de Israel. Os. 9,10,s.s. a 14,10.

8.11.3.- El estilo
De Oseas, escribe S. Jerónimo, que habla por sentencias. El estilo de Oseas es
precisamente un estilo sentencioso y entrecortado. Mientras Amós es un orador, Oseas es un
poeta y un pensador. Escribe un poco como Jeremías. El afecto y la pasión están presentes e
impiden el encadenamiento lógico de las ideas y de las frases. Estas alcanzan a veces cumbres de
sublimidad, como en Os 11, 8-11, difícilmente presentes en otros escritos del A.T.

8.11.4.- El mensaje
Entre los puntos centrales del mensaje de Oseas podemos enunciar los siguientes:

1.- El hecho de enfocar las cosas desde la perspectiva de las relaciones de Yahvé con su
pueblo.
2.- La relación de Yahvé con Israel es como un vínculo matrimonial al que Dios se
mantiene fiel, a pesar de que el pueblo es repetidas veces infiel. Si castiga al pueblo es para que se
convierta, Os 11, 8-9.
3.- Los grandes pecados de Israel son la idolatría y la violación de la ley de la Alianza.
4.- El culto externo "sin conocimiento de Yahvé", es vacío e inútil.
5.- Al conocimiento de Yahvé hay que unir el amor benevolente y servicial. Esta
benevolencia implica todos los deberes de fidelidad y de amor hacia quienes están unidos en la
misma comunidad.
6.- El amor de Yahvé a su pueblo se compara al amor paternal cuando se piensa en el
pasado; al conyugal cuando se mira al presente y al porvenir.
7.- Yahvé es santo. Por eso exige del pueblo santidad y pureza. Para eso le hace volver al
desierto, lugar de prueba y de purificación, Os 2, 5, y al mismo tiempo, época de la primera unión
de Yahvé con Israel, Os 2,16.

8.12.- Reyes y Profetas del Reino de Judá (Sur). ( 932 - 586 )


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REYES PROFETAS
Joás (836-797)
Jotam (738-736)
Ajaz (736-721) ISAÍAS
Ezequías (721-693) Miqueas
Manasés (693-639)
Josías (638-608)
Joajaz (608) JEREMÍAS
Joaquim (608-597) Sofonías
Joaquín (597) Nahum
Sedecías (597-586) Abacuc

8.13.- ISAÍAS
La obra literaria del Libro de Isaías, está compuesta por varias fuentes diversas, de
diversos autores y de épocas diferentes. Por lo tanto, no puede atribuirse todo lo escrito en este
libro a una persona, es decir, a un solo autor. La exégesis veterotestamentaria distingue tres
partes principales:

1.- Primera parte: Capítulos del 1 al 39


2.- Segunda parte: Capítulos del 40 al 55, (Deutero - Isaías)
3.- Tercera parte: Capítulos del 56 al 66 (Trito - Isaías)

8.13.1.- Ambiente histórico: El Capítulo 1, 1, s.s. del libro de Isaías nos precisa: "visión de Isaías hijo
de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén en tiempos de Ozías, de Jotán, de Acaz y de Ezequías, reyes de
Judá". Y el capítulo 6, 1, s.s. dice: "el año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un
trono alto y excelso".
Ozías muere el año 740, a.d.C, y es cuando Isaías tiene la visión en la que recibe su misión
profética. Esta misión la ejercerá hasta la muerte del rey Ezequías, 698 a. d. Cristo. De la lectura
del libro de Isaías se desprende la evidencia de 4 intervenciones principales entre otros
momentos importantes de la historia de Israel:

1.- 740 - 736, a.d.C.: Exhorta y amonesta al pueblo que se aparta de las exigencias de
Yahvé, (Isaías, capítulos del 1 al 6).
2.- 734 - 733, a.d.C.: El reino del Norte se une con el reino de Damasco y otros reinos de
Siria para atacar a Asiria. Le piden a Caz que haga alianza con ellos. Este se resiste, entonces las
fuerzas sirio-efrainíticas atacan al reino de Judá. El rey Acaz es presa del pánico ante la
superioridad de sus enemigos. Isaías anuncia la asistencia de Yahvé, Isaías, capítulos del 7 al 12.
3.- 716 - 711, a.d.C.: Judá intenta rebelarse contra Asiria. Entonces Isaías exhorta a la
sensatez y a no aliarse con Egipto, Isaías, capítulos del 30 al 31.
4.- 701, a.d.C.: El rey Ezequías se subleva contra Asiria y se une a Egipto. Sanaquerib
asedia Jerusalén. El profeta Isaías predice que no entrará a la ciudad santa, Isaías, capítulos del 36
al 38.

8.13.2- La persona del profeta


Isaías, significa "Dios es salvación". Como indicábamos anteriormente, Isaías ejerció su
ministerio profético entre los años 740 - 698 a.d.C. Eso quiere decir que nació entre 770 - 760.
Sabemos que su padre se llamaba Amós. Se ha querido deducir del elegante estilo literario del
libro de Isaías su pertenencia a la nobleza de Israel, que confirmaría la facilidad con la que se
presenta en la corte real del reino de Judá. Incluso tradiciones rabínicas llegaron a afirmar que su
padre era el hermano del rey Amasías (796-767, 2 Reyes, 14, 1).
En el año 701, cuando la amenaza de Sanaquerib, general asirio, realiza la última
132
intervención como profeta de la que tenemos noticias de él. Después no se vuelve a hablar. Según
una tradición judía, aceptada por los Padres de la Iglesia, Isaías murió aserrado por orden del
impío rey judío Manasés (698 - 644).

8.13.3.- La composición del Libro


En este apartado tratamos de los capítulos de Isaías, 1 al 39. El tema de estos capítulos es
el juicio de Dios sobre su pueblo y sobre las naciones por su infidelidad y rebelión contra las
exigencias de Dios. Concluye con el anuncio de la restauración acompañada de tiempos de paz y
de justicia.

8.13.4.- Estilo
Posee Isaías, un estilo de poeta clásico. Aunque es menos dramático que Jeremías, lo
supera en la elegancia del lenguaje y en el lirismo de sus expresiones, que poseen una gran fuerza
evocadora. Su construcción es ordenada y sobria. Usa de artificios literarios: como repetición de
palabras y raíces semánticas semejantes, que se perciben en el texto original. Literariamente es
juntamente con el libro de Job, lo mejor escrito en poseía del Antiguo Testamento.

8.13.5.- El Mensaje
Es difícil sintetizar el rico mensaje del Primer Isaías. Podemos, sin embargo, destacar
varios de los puntos mas salientes de su doctrina
1.- Yahvé es el único Dios, Santo y creador del mundo Is 6. Los dioses son "nada"; obra de
las manos de los hombres, Is 2, 8-18
2.- La santidad de Yahvé se manifiesta en el juicio sobre el pecado de los hombres, que es
una rebelión contra El. Todos han pecado, Is 1, 2-15. Los sacrificios no son un remedio contra el
pecado. Lo es, en cambio, la conversión, unida a la fe en Yahvé. Sin ella no se puede subsistir, Is 7,9.

3.- El juicio del Señor, "su día" vendrá sobre todos los pueblos, Is 2, 6-22. Al juicio seguirá
la instauración de un reino de paz primero sobre Israel y después sobre todas las naciones, Is 4,
2-5; 9,1-7.
4.- La base de su reino sería un "resto", Is 6, 13; 7, 3-10; 17-22.
5.- En ese reino un personaje ejercerá la realeza en nombre de Yahvé: el Mesías, Is 9, 15;
11,2.

8.14.- EL DEUTERO – ISAÍAS

Capítulos del 40 al 55: El ambiente histórico en el que surge la predicación del Deutero-
Isaías es el de finales del exilio en Babilonia 586-538.

8.14.1.- La Persona del profeta


Hasta fines del S.XVIII d. de Cristo. Nadie había hablado de un Deutero-Isaías. Los exegetas
Doderlin y Eichhorn, introdujeron la hipótesis de un autor más reciente que el del Primer Isaías,
710-698. Argumentos literarios, históricos, doctrinales, profundizados cada vez más y más, han
hecho que la hipótesis se haya convertido en opinión admitida generalmente de que el autor del
Deutero-Isaías es diferente del Primer Isaías pero de la misma escuela profética, de ahí, tal vez, el
haberlo incluido posteriormente en un mismo libro.
De la persona y vida de este profeta nada sabemos fuera de las cualidades de teólogo y
poeta que su estilo nos manifiesta, y del hecho de haber escrito en los últimos años del exilio
babilónico, (550 - 540).

8.14.2.- La composición del libro


Estos 16 capítulos que tienen como tema la próxima liberación de Israel del destierro,
concebida como un nuevo "éxodo" suele dividirse en dos partes:
133
1.- Los capítulos 40 al 48, que considera a Israel en Babilonia.
2.- Los capítulos 49 al 55, que se centra en la restauración de Sión. Abren y cierran estos
capítulos una introducción y una conclusión en las que se pone de relieve la fuerza de la palabra
de Dios.
Aunque la constatación de estas dos partes haya llevado a algunos a proponer, dentro de
estos capítulos, a dos autores, o por lo menos, dos lugares y dos fechas diversas para la
composici6n de cada una, sin embargo, los argumentos a favor de una composición unitaria son
mayores. Dentro de esta parte del libro de Isaías estarían los llamados "Cánticos del Siervo de
Yahvé":
1.- Is 42, 1-4;
2.- Is 49, 1-6;
3.- Is 50, 4-9;
4.- Is 52, 3, s.s.- 53, 1-12.
El autor, B. Duhm, en 1892, insistió en la unidad de estos cánticos y en la diferencia con el
resto de los capítulos 40 - 55. Habló de un autor diverso. Hoy las opiniones se hallan divididas,
pero prevalecer la que pone de relieve la unidad de estilo de estos cánticos y del resto del Libro de
la Consolación, nombre con el que se conocen también los capítulos 40-45. Al mismo tiempo se
prefiere hablar de un autor aparte para los Cánticos.
Una división lógica de los capítulos 40 - 45 podría ser la siguiente:
1.- La liberación de Babilonia: nuevo éxodo: Is 40, 1 al 48, 22. Certeza de la liberación, Is
40, 1, s.s. al 42, 17. Liberación gratuita, Is. 42,1R al 44,23. Elección de Ciro y destrucción de
Babilonia, Is 44, 24 al 48, 22.
2.- Restauración de Sión: Is 49, 1,s.s. al 51, 8.
a.- Consolación de Sión: Is 49, 1,s.s. al 51, 8.
b.- Se levanta el Señor y Jerusalén, Is 51, 9 al 52, 12.
c.- La nueva Jerusalén, Is 52, 13 al 53, 5.
3.- Conclusión: La palabra de Yahvé es fiel y eficaz, Is. 55, 6-13

8.14.3.- El estilo
No es conciso como el del Libro Primero de Isaías. Se caracteriza más bien por el lenguaje
redundante, por su solemnidad y lirismo. El autor es un gran poeta.

8.14.4.- El mensaje
La rica doctrina del Segundo Isaías (o Deutero-Isaías) tiene como ideas principales, las
siguientes:
1.- La presentación conjunta de la creación del mundo y del destino de Israel como dos
obras divinas. La actividad creadora y salvífica de Yahvé aparecen íntimamente unidas. Is 42, 5-6;
44, 24- 28; 45, 12-13; 51, 9-10.
2.- Yahvé lo es todo. Los ídolos son nada. Is 42, 8; 45, 20; 46, 59; Yahvé es grande y
glorioso, Is 40, 15-17. Es creador, Is 40, 12. Es potente, Is 40, 10; 51, 9. Es omnisciente, Is 40,
13-14. Es eterno, Is 43, 10-12; 41, 4; 44, 6.
3.- El tema de Israel como Siervo, y junto a el un personaje: el justo que sufre Is 42, 1-9;
49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13; 53,12, y que, a través de su sufrimiento establecerá una alianza con la
humanidad entera. Is 53, 11.
4.- La salvación ofrecida a todos los pueblos. Is 45, 22-23; 55, 1-5.
5.- Dios liberará a su pueblo a través de un segundo éxodo, Is capítulos: 40 - 55.
El símbolo del nuevo éxodo es la salida de la esclavitud de Babilonia (586-538). La
liberación consiste en salir de Babilonia como hombres libres. Babilonia es vista como una cárcel
tenebrosa, Is 42, 16; 43, 14; 51, 14.
El camino en este nuevo éxodo se transforma. Aparece como un jardín paradisíaco, con
siete especies de árboles y aguas abundantes, Is 41, 19; 44, 3; 55, 13. Se habla de un regreso a los
134
orígenes en una proyección escatológica, Gen 2, que de la actitud de incredulidad del pueblo
surge la esperanza. La transformación del desierto presenta además al pueblo que camina como
en una peregrinación litúrgica al monte Sión. La entrada en Sión: en lugar de la tierra prometida,
Jerusalén y Sión, que suponen la tradición teológica de David, la dinastía y el templo. En Is.
49,14-23, se presenta una imagen materna: Jerusalén es la hija ya casada y madre fecunda, que
recupera los hijos.
El capítulo 54 une el aspecto de maternidad y el de reconstrucción. Los enemigos de esta
liberación son:
1.- Babilonia: Dios la destruye por medio del rey Persa Ciro, su "ungido", Is.45, 1-8. Por vez
primera un rey extranjero es llamado en un oráculo profético "ungido". La elección cobra hasta
una dimensión universal.
2.- Los ídolos de Babilonia... son nada, al igual que sus obras Is.41,21-29.: "Todos juntos
eran nada....". En Is. 46,1-7 se contrapone la relación de los dioses con Babilonia y la del Señor con
su pueblo.
3.- El pueblo: También aquí como en el primer éxodo, la resistencia mayor proviene del
pueblo. Si no transforma su desconfianza y desaliento en una actitud firme de fe, el pueblo no
podrá ser salvado. E1 pueblo se lamenta e interpreta el destierro como infidelidad de Dios,
abandono de Dios.
Sin embargo Dios les da a conocer los verdaderos motivos del destierro: el pecado del
pueblo Is 42,24; 43, 22-28; 50,1. Dios, les recuerda igualmente que sigue siendo fiel a su pueblo
elegido Is 41, 8-16. Gracias a esa elección cada uno puede tatuarse la señal de pertenencia a Dios,
Is 44, 1-5. E1 pueblo diezmado debe pensar en Abraham, ejemplo de fecundidad Is 51,2; debe de
pensar en la tierra prometida, en su salvación Is 51, 3-8. El pueblo ciego no comprende el sentido
de la historia; es sordo, no comprende el sentido de las palabras. Con todo se convertirá y será
signo y testigo de Dios en la historia. Is 43,10-13.

8.14.5.- El Mediador
En el primer Éxodo el mediador era Moisés. En este segundo éxodo aparece un mediador,
al que se llama "siervo". Todo el pueblo es siervo de Yahvé, Is 40, 8-9 También Ciro es un
mediador. Cuatro cantos nos hablan de un "siervo de Yahvé" que es anónimo, mediador,
intercesor, Is 42, 1-4; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13 - 53, 1-12. Toda la tradición cristiana ha visto en la
figura literaria del "siervo de Yahvé" un anuncio del mismo Cristo.

8.14.6.- Los cánticos del “Siervo de Yahvé”


Con este nombre de "Cánticos del Siervo de Yahvé" se designan los cuatro pasajes del libro
Segundo de Isaías (Deutero-Isaías). El primero que distinguió estos textos separándolos del resto
del escrito del Segundo Isaías fue, como dijimos, Bernhard Duhm, en 1982. El opinó, también, que
el autor de esos pasajes no era el del Segundo Isaías sino otro posterior a él. La mayor parte de los
exegetas modernos aceptan que existe una unidad literaria entre los cuatro cánticos, pero no se
ponen de acuerdo en muchas otras cuestiones.
1.- El origen de esos poemas
2.- Su interpretación. ¿Quién es el Siervo de Yahvé ? ¿Cual es la relación de este "siervo"
con los demás "siervos" que aparecen en el Segundo Isaías ?
Lo más probable respecto del origen de esos poemas es que su autor fue un discípulo del
Segundo Isaías. La identificación del "siervo" es todavía más difícil. En el Segundo Isaías se aplica el
título a Israel, y en otros lugares del A.T. a Moisés, reyes, a profetas. Muchas opiniones se han
formulado sobre el "siervo" de los cuatro cánticos. Pueden ser agrupadas así:

1.- Interpretaciones colectivas: El "siervo" no es un individuo sino un grupo: El pueblo de


Israel histórico. El Israel ideal, fiel a su misión
2.- Interpretaciones individuales:
.- Es un personaje histórico del pasado: Moisés, Jeremías, etc.
.- Es un personaje histórico contemporáneo del autor
135
.- Es un personaje del futuro: Jesucristo, anunciado en sentido directo y literal. El Mesías
en sentido general. Una figura ideal del futuro, que resume y cumple plenamente la vocaci6n de
Israel, como siervo de Yahvé.
Nos inclinamos por esta última opinión. En ella no se insiste en una "predicción"
cristológica directa, aunque la persona de Cristo esté al final de la reflexión, puesto que Cristo
realiza en forma perfecta la figura del "Siervo de Yahvé"; el es el verdadero Israel y el Profeta por
excelencia.

8.14.7.- La doctrina de los Cánticos se resume en las siguientes afirmaciones


1.- Cántico 1º: Is 42, 1-4. Yahvé escoge a su Siervo y le da su Espíritu para que pueda
enseñar a las naciones y juzgarlas; esto lo realizará con suavidad y mansedumbre.
2.- Cántico 2º: Is 49, 1-6. Yahvé ha escogido a su Siervo para que renueve a Israel y lleve la
luz y la salvación a todos los pueblos.
3.- Cántico 3º: Is 50, 4-9. El Siervo encuentra oposición en el desarrollo de su misión, pero
tendrá éxito en ella porque Yahvé esta con él.
4.- Cántico 4º: Is 52, 13,s.s. - 53, 1-12. El Siervo sufre y es glorificado. Su sufrimiento sirve
para hacer justos a "muchos". Fue considerado culpable, pero el verá su triunfo y los frutos de su
muerte.

8.15.- EL TERCER ISAÍAS (TRITO ISAÍAS): Isaías, Capítulos del 56 al 66

8.15.1.- Ambiente histórico


El Trito-Isaías, actúa en el ambiente de los primeros años después del regreso del exilio
babilónico.

8.15.2.- La Persona del Profeta


Nada sabemos de este profeta. Incluso, con bastante fundamento y diferencias de estilo,
de ambientación histórica y de ideas, se ha propuesto la hipótesis de una pluralidad de autores.

8.15.3.- Composición del libro


Sea que se admita la unidad o pluralidad de autores, es un hecho que los capítulos 56-66
de Isaías surgen en el ámbito de la escuela isaiana. Podemos asegurar que los diversos oráculos se
pueden agrupar en cuatro temas diferentes:

1.- Exigencia de conversión y de justicia en la nueva comunidad, Is. 56,1 al 59 21.


2.- La gloria de la nueva Jerusalén. Is. 60,1 al 62,12.
3.- El Señor Redentor. Is. 63,1 al 64,11.
4.- La suerte final de los injustos y la de los justos. Is 65,1 al 66, 24. Del estilo, hay que
poner de relieve la semejanza con el del Segundo Isaías, en cuanto a la construcción y amplitud.
Esto no excluye diferencias literarias y, sobre todo, doctrinales.

8.15.4.- El Mensaje
No tiene la unidad que aparece en el Segundo Isaías podemos, con todo, caracterizarlo
como una mezcla de ideas de Ezequiel y del Segundo Isaías. El trasfondo de Ezequiel aparece en la
insistencia en lo cúltico; el del autor del Libro de la Consolación en la insistencia en la actitud
interna como la única capaz de vivificar la religión exterior y en el universalismo.
En síntesis:
1.- Jerusalén será el centro y la luz para todos los pueblos, Is 60, 2-4.
2.- Los nuevos convertidos serán practicantes de la ley mosaica, especialmente la
observancia del sábado. Is. 56,1-8;58,13-14.
3.- La idolatría es abominable y junto con la violación de la Ley ocasiona la ira de Yahvé. Is.
136
65,1-7.
4.- La salvación es una gracia que se otorgara a los pobres y humildes, "al abatido que se
estremece ante mis palabras ". Is.66,2.

8.16.- MIQUEAS. Ambientación histórica


Miqueas es contemporáneo del Primer Isaías. Y ejerce su ministerio profético en las
mismas circunstancias históricas: "durante los reinados de Jotán, Ajaz y Ezequías, (740-698) en
Judá", Miq 1, 1.

8.16.1.- La persona del profeta


Miqueas, significa = "quién como Yahvé?" Nació en Moreshet Gat, una aldea situada a 35
Kms, al suroeste de Jerusalén. Al profeta Miqueas se le podría llamar la versión campesina de
Isaías. Es consciente de la llamada del Señor, Miq 3, 8, y tiene animo para atacar a los señores de
las ciudades, Miq 3, 1-7; 5, 10. Más todavía, se atreve a anunciar lo inimaginable: la destrucción de
Jerusalén: "será arado Sión como un campo, y Jerusalén será una ruina; el monte del Templo, un
cerro de maleza", Miq 3, 12. En Jeremías 26,18-19, se cita esa profeta. Durante su estancia en
Jerusalén, Miqueas conoce ciertamente a Isaías. Por ciertos indicios parece que recibió su influjo
literario. Ejemplo: Is 2, 6-9 y Miq 5, 9-14.

8.16.2.- Composición del libro


Una lectura de texto a profundidad hace descubrir relecturas, Miq 1, 5; 5, 8, para adaptar
el texto a épocas posteriores. También se distinguen añadidos litúrgicos, Miq 4, 5, y reflexiones
didácticas, Miq 1, 13b. Otra adición posterior que merece ser notada es la de Miq 4, 1-5, que se
encuentra casi a la letra en Is 2, 2-5 y que procedería del círculo del Segundo Isaías por la idea de
la conversión y reunión de todos los pueblos en Sión. También es importante Miq 7, 8-20 porque
pertenece a la época posterior al exilio; se menciona la alegría de los edomitas por la destrucción
de Jerusalén y se habla igualmente de la reedificación de los muros de Jerusalén. De todo esto
podemos concluir que la última redacción del libro es posterior, con mucho, al profeta.

En dos partes podemos dividir este escrito profético: Introducción: 1,1.


1.- Juicio en Israel y Judá y promesa de restauración: .- Juicio de condenación: Miq 1, 2 al 3,
12 .- Promesa de salvación: Miq 4, 1 al 5, 14
2.- Juicio contra Israel y restauración: .- Causa judicial contra Israel Miq 6, 1 al 7, 20. .-
Canto de restauración. Miq 7, 8-20.
Miqueas tiene un estilo fuerte y vigoroso, vivo y dramático, sobre todo cuando ataca y
reprende. Imita un poco también, el estilo del Primer Isaías.

8.16.3.- El Mensaje
Miqueas repite los principales temas de la predicación de Amós, Oseas y del Primer Isaías:
necesidad de la justicia social; vaciedad de un culto externo que no tiene repercusiones
coherentes en la vida. En Miq 6, 8 sintetiza el mensaje principal de cada uno de esos profetas:

.- Amós, Justicia, Amós 5, 24


.- Oseas, Misericordia, Os 2, 21
.- Primer Isaías, humildad con fe. Is 7, 9. "Te ha explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea
de ti: simplemente que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios
". Miq 6, 8.
Presenta a Yahvé como Pastor de Israel, Miq 2, 12-13. Insiste en que la salvación llegará a través
de un "resto", Miq 2, 12. Es el primero que anuncia la total ruina de Jerusalén, cosa impensable por
la presencia del Templo, morada de Yahvé.
Entre los oráculos de Miqueas hay que recordar Miq 5, 1-3; profecía del nacimiento del
Mesías en Belén. También la querella de Yahvé contra Israel, Miq 6, 1-5, que la liturgia del Viernes
137
Santo recoge y desarrolla.

8.17.-SOFONÍAS. Ambiente histórico


Sofonías aparece en la situación de apostasía religiosa y degeneración moral de la época
de Manasés (698-643), 2 Reyes, 21, 1-18. Predica antes de la reforma religiosa de Josías (622). En
su profecía se alude todavía al culto del "baal" Hilcom y los astros, Sof 1, 4-5. Recuerda las
prácticas supersticiosas y las modas extranjeras Sof 1, 8-9. Ataca las injusticias sociales y a los
pseudoprofetas Sof 3, 1-4. Todo esto demuestra que cuando el profeta predica todavía no se ha
realizado la reforma religiosa del rey Josías.

8.17.1.- La persona del profeta


Sofonías significa = "Dios protege, esconde". Algunos dicen, basándose en la introducción
de su profecía Sof 1, 1, que sería descendiente del rey Ezequías. No es, con todo, cierta la
identificación del Ezequías que aparece en el comienzo del libro de Sofonías. Lo que sí es seguro
es que el profeta parece conocer bien la ciudad de Jerusalén Sof 1, 10-11 y las costumbres de la
aristocracia, Sof 1, 8-9; 3, 3. Ejercita su ministerio un poco antes que Jeremías (627);
probablemente durante la regencia de Josías (640-630).

8.17.2.- Composición del libro


El libro esta compuesto siguiendo el esquema clásico de la predicación profética:
1.- Amenazas contra Israel
2.- Amenazas contra las naciones
3.- Promesas de salvación
A pesar de ser un libro pequeño tiene también partes que pertenecen a una redacción
posterior. En concreto las fórmulas introductorias, Sof 1, 1.8.10.12; 3, 16; los oráculos conclusivos,
Sof 3, 18-20 que suponen el exilio, y dos pasajes de claro cuño deuteroisaiano, Sof 2, 11 y 3, 9-10.
Muy probablemente la última redacción es posterior al exilio babilónico.
Podemos dividir el libro en cuatro partes, precedidas por el versículo introductorio:
1.- Día de Yahvé en Judá y Jerusalén. Sof 1, 2 al 2, 3.
2.- Ruina de los pueblos, Sof 2, 4-15
3.- Severa reprensión contra Jerusalén, Sof 3, 1-7
4.- Promesas de salvación para las naciones y para Israel, Sof 3 8-20. Sofonías tiene un
estilo fuerte y brillante que aparece sobre todo en la descripción que hace del día de Yahvé, Sof 1,
14-18.

8.17.3.- El mensaje
Lo podríamos resumir de la siguiente manera:
1.- El centro del mensaje de Sofonías es el día de Yahvé, anunciado ya por el profeta Amos,
Am 5, 18-20; y por el profeta Isaías, Is 2, 6-22. En Sofonías ese día adquiere dimensiones cósmicas
y universales, Sof 1, 2-3.
2.- La causa de este juicio de Yahvé es la soberbia, la rebelión y la corrupción. Sof 1,12; 2,
10.
3.- La salvación llegará; Dios otorgará su amor a Jerusalén y extenderá la salvación a todos
los pueblos, Sof 3, 15-18.
4.- Esa salvación se realizará a través de un "resto", constituido por los "anawin", o pobres
de Yahvé: "Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El
resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua
embustera", Sof 3, 12-13.
Vale la pena recordar que el famoso himno litúrgico medieval de Tomas de Celano: "Dies
irae, dies illa....", toma su inspiración de Sofonías,1, 15-18. Por último, hay que tener presente que
Sofonías con su doctrina sobre la pobreza, tiende el puente entre la predicación moral y nacional
de los profetas del S. VIII y la más espiritual de los S. VII y VI.
138

8.18.- JEREMÍAS. Ambiente histórico y la persona del profeta


La vida de Jeremías, su biografía, está íntimamente unida a su libro profético. Por este
motivo trataremos en un solo apartado su personalidad y el ambiente histórico en que se
desarrollo su predicación. Jeremías, significa = "Yahvé exalta". Es hijo de Helcías, sacerdote de
Anatot, pequeño pueblo situado a 6 Kms. al norte de Jerusalén, Jer 1, 1; 11, 21; 36, 6-12). Nace
hacia el 650antes de Cristo. Durante los últimos años del reinado del impío rey Manasés. La
actividad profética de Jeremías la podemos dividir en cuatro períodos:
1.- 627-622.- Bajo el reinado de Josías.
2.- 609-604.- Bajo el reinado de Joaquín
3.- 597-586.- Bajo el reinado de Sedecías
4.- 586- ?.- Últimos años de Jeremías después de la destrucción de Jerusalén.

1.- Primer período: 627-622. Jeremías es llamado al ministerio profético el año 627, era el
año 13, del reinado de Josías, Jer 1, 2. Josías realizó la reforma externa, 2 Cron capítulos: 34 - 35.
Jeremías insistió en la necesidad de una reforma interior. En este período cuando, al constatar
que la reforma no había logrado cambiar la conducta de los habitantes de Judá: "No volvió a mí de
todo corazón, sino de mentira", Jer 3, 10, anuncia la invasión de Jerusalén por parte de los reinos
del norte, Jer 1, 15; 19, 3-4. Los discursos de este tiempo se relatan en Jer 1 al 6 y del 30 al 31.
El año 622, Josías centraliza el culto, y da disposiciones en contra de la idolatría. Esta cesa
de existir Jer 44, 18. Por este motivo Jeremías interrumpe su ministerio y, según parece, se retira a
Anatot para cultivar sus campos.

2.- Segundo Período: 609-604. En junio de 609 muere Josías en Meguido cuando trata de
impedir el paso del faraón Necao a Babilonia, 2 reyes, 23, 29. El pueblo lloró la muerte de este
piadoso rey y "Jeremías compuso una lamentación sobre Josías", 2 Cron 35, 24-25. Más adelante el
mismo profeta celebrará la derrota de los egipcios en Karkemis en el año 605, como una victoria
de Yahvé contra quienes habían matado a Josías, Jer 46, 2-12. A la muerte de Josías el pueblo
escogió a Jeacaz como sucesor de su padre, porque no quería al primogénito Joaquim. Sin
embargo, Necao lo depuso y colocó a Joaquim como rey e impuso un fuerte tributo al pueblo, 2
Reyes 23, 30-35.
Jeremías lamenta también la disposición de Necao en deponer a Joacaz, Jer 22, 10-12. Es
en estas circunstancias cuando se hace necesario nuevamente la intervención profética de
Jeremías porque:
.- Joaquim promovió la idolatría y exigió fuertes impuestos.
.- Surgió una crisis de fe en el pueblo, desconcertado porque no comprendía que el buen
rey Josías hubiera tenido una muerte tan trágica. Los habitantes de Judá llegan a pensar que esa
muerte es un castigo de los dioses por haberles dado culto un tiempo y vuelven a la práctica de la
idolatría, Jer 7, 9-15).
.- Incluso quienes habían permanecido fieles estaban supersticiosamente apegados al
Templo de Jerusalén, Jer 7,1-8.
Las principales acciones de Jeremías fueron, durante este período.
.- El discurso en el Templo, que suscita la ira de los sacerdotes y profetas por haber
profetizado contra Jerusalén y su Templo. Es juzgado reo de muerte y sólo la intervención de
algunos príncipes del pueblo lo libran de esa sentencia, Jer 7, 1-15.
.- El discurso de reprensión al rey y al pueblo en el palacio real: los acusó de injusticia,
opresión al pueblo, de maldad, y anunció el castigo, Jer 22, 1- 19.
.- Después de la batalla de Karkemis, (605), en la que el faraón es derrotado, anuncia que
el enemigo del Norte serán los babilonios, Jer 46, 2-12. Por este motivo es castigado, Jer 20, 1-6, y
se le prohíbe entrar en el Templo, Jer 36, 5.

3.- Tercer Período: 597-586: En 597 muere el rey Joaquim. Le sucede Joaquín. Jeremías
139
predice el destierro a los habitantes de Jerusalén, Jer 10, 17-21, y de manera particular al rey y a la
reina madre, Jer 22, 24-30. Joaquín gobierna solo tres meses, 2 Reyes, 24, 8. Le sucede Sedecías.
Este no era malo, pero su débil, y además estaba rodeado de ministros inexpertos y ambiciosos,
Jer 37, 1-2. Ellos despreciaban a los que habían sido llevados a la cautividad. Jeremías hace ver,
por el contrario, que son los deportados y no los que se han quedado en Jerusalén los que están
llamados para que después de esa purificación continúen la historia de la salvación en el pueblo
de Dios, Jer. 24, 1-10.
En 593, Sedecías está a punto de unirse con Tiro, Sidón, Moab, Edom y Amón en una liga
antibabilónica, Jer 27, 3. Jeremías lo convence de que no haga esa alianza, Jer 24, 7-22). Sedecías
envía una delegación a Nabucodonosor. Jeremías aprovecha a los legados para enviar una carta a
los desterrados. En ella les hace ver que a pesar de las esperanzas que alimentaban falsos
profetas, Jer 28, 1-17, la vuelta del destierro tardará mucho: "Construid casas y habitadlas, plantad
huertos y comed sus frutos. Tomad esposas y engendrad hijos e hijas... buscad la prosperidad del país
adonde se os ha deportado y rogad por él al Señor, porque su prosperidad será la vuestra", Jer 29,
5-6.
En 588 Sedecías se rebela contra Nabucodonosor. Este viene y sitia Jerusalén Jer 52, 4-5;
39, 1. Sedecías tiene la esperanza de que el Faraón venga en su auxilio y haga levantar el asedio.
Jeremías le anuncia que eso no sucederá, Jer 34, 1-7. Poco después el profeta es acusado de
traición y es encarcelado, Jer 37, 11-16. Aconseja al rey que se rinda para evitar la destrucción de
Jerusalén y del Templo. Sedecías no se decide y la caída de la ciudad llega, Jer 38, 14-28.

4.- Cuarto Período: 586- (-). Nabucodonosor nombró gobernador de Judá a Godolías, Jer
40, 5. Este hizo cobrar esperanzas a los judíos que habían huido a las regiones limítrofes de Moab,
Amón, Edom, y otras, Jer 40, 11. Muchos regresaron. Pero sólo dos meses después Godolías es
asesinado y con su muerte desaparece dicha esperanza. Muchos judíos huyeron entonces a
Egipto. Otros se quedan en las cercanías de Belén, Jer 43, 1-3. Estando allí, Jeremías los invita a
que se queden en Judá. Ellos no le hacen caso y van a Egipto y allí se instalan en Tafne. Jeremías y
Baruc les acompañan Jer 42, 1, s.s. al 43, 7. Es en Tafne donde Jeremías anuncia la expedición
punitiva que realizará Nabucodonosor contra Egipto, y que tuvo lugar en el año 568, Jer 43, 8-13.
Es también en Egipto donde pronuncia su último oráculo: los que vayan a Egipto no volverán a
Jerusalén no existirá un nuevo éxodo de Egipto; el Faraón será entregado en manos de sus
enemigos, Jer 44, 1-30.
Después de este último oráculo Jeremías desaparece del escenario histórico. Según S.
Jerónimo y Tertuliano, fue lapidado en Egipto por sus compatriotas. Otra tradición habla, en
cambio, de su traslado a Babilonia por Nabucodonosor en el año 566.

8.18.1.- La composición del libro


El libro de Jeremías como el de casi todos los profetas, no fue compuesto ni en una sola
época ni por una sola mano. Esta afirmación se ve confirmada sobre todo por el hecho de que el
texto de los LXX es casi un octavo más breve que el TM, (Tergum Masorético). También existe un
orden diverso en la presentación del material: los LXX colocan los oráculos de los capítulos 46 al
51 inmediatamente después de 25, 13a, y además lo colocan en diferente posición. Lo que falta en
los LXX no toca a la sustancia del escrito de Jeremías. Se trata, por lo general, de fórmulas o
epítetos dados a Yahvé. Algunas veces los párrafos son más largos etc, Jer 29, 16-20; 39, 4-13.
Existen diversas hipótesis para explicar estas diferencias:
1.- Existían dos redacciones, una breve y una más larga. Los LXX habrían traducido la
primera.
2.- La tendencia de los LXX a resumir y también una cierta licencia interpretativa.
3.- Al texto hebreo antiguo (traducido por los LXX), se habrían añadido posteriormente
algunas cosas.
Baruc, el secretario de Jeremías, escribió por indicación de éste: "Todas las palabras que te
he dicho sobre Judá y Jerusalén desde el día en que comencé a hablarte, siendo rey Josías, hasta hoy",
Jer 36, 2. Es decir, sustancialmente, escribió lo que se tiene en los capítulos 1 al 25 y del 46 al 49.
También a él se deben en su núcleo central las narraciones biográficas del profeta: capítulos del
140
26 al 29 y del 34 al 35.
En cambio los poemas de consolación, Jer 3, 14-18; 5, 18; 16, 14-15; los capítulos 30 al 33,
fueron compuestos más bien en vísperas de la destrucción de Jerusalén. Ya en el exilio se
añadieron cosas útiles para los desterrados, Jer 10, 1-16; 33, 14-26; 50,1 al 51, 58. Podemos
dividir el libro de Jeremías en tres partes:

8.18.2.- Prólogo: Vocación de Jeremías: Jer 1, 1-19


1.- Oráculos contra Judá y Jerusalén: Jer 2, 1 al 25, 13a.
a.- En tiempo de Josías, Jer 2, 1 al 6, 30
b.- En tiempo de Joaquim, Jer 7, 1 al 20, 18.
c.- En tiempo de Sedecías, Jer 21, 1 al 25, 13a.

2.- Actividad profética de Jeremías


Desde el principio del reino de Joaquim hasta la destrucción de Jerusalén, Jer 26, 1 al 45, 5.
a.- Al principio del reino de Joaquim, Jer 26, 1 al 27, 11.
b.- A principio del reino de Sedecías, Jer 27, 12 al 29, 32
c.- Oráculos de consolación, Jer 30, 1 al 33, 26.
d.- Durante el reino de Sedecías, Jer 34, 1-22.
e.- Durante el reino de Joaquim, Jer 35, 1 al 36, 32.
f.- Sufrimientos de Jeremías en los últimos años de la monarquía, Jer 37, 1- 45,5

3.- Oráculos contra las naciones


Jer 25, 13b-38; 46, 1;51, 64.
Apéndice: Destrucción de Jerusalén, cautividad de Sedecías. Joaquim liberado de la cárcel,
Jer 52, 1- 34.
Podemos decir, junto con S. Jerónimo, que el estilo literario de Jeremías es: "simple y
propio de alguien que no esta habituado a la elegancia citadina y literaria, como es el caso de
Isaías". Jeremías sabe poner de relieve los contrastes con pocos trazos, si bien carece de la fuerza
de expresión de Isaías. Pero también es verdad que ningún profeta ha puesto tanto de su vida en
el libro como el Profeta Isaías.

8.18.3.- El Mensaje
Más que añadir cosas nuevas a la teología de los profetas que le habían precedido: Amós,
Oseas, Isaías, profundizó los principales puntos doctrinales de los mismos:
1.- Fidelidad y conocimiento de Yahvé en oposición al formalismo religioso. La verdadera
religión es la práctica de la justicia con el prójimo, Jer 22, 16. La verdadera circuncisión es la del
corazón, Jer 4, 4.
2.- El pecado es obstinación y endurecimiento. Su principal manifestación es el abandono
de Yahvé y el culto a los dioses extraños, Jer 1, 16; 2, 13-19; 16, 1.
Propio de Jeremías es el anuncio de la Nueva Alianza, Jer 31, 31-34. Esa alianza traerá
consigo el cambio del corazón. La nueva alianza será independiente de las antiguas instituciones
nacionales y religiosas que no garantizaron la fidelidad a la antigua.
La "religión interior" de Jeremías influyó más adelante en el movimiento de los "pobres de
Yahvé".

8.19.- Libro de las Lamentaciones


8.19.1.- Nombre y finalidad
Esta colección de cinco poemas recibe en el texto hebreo el nombre de: "¿Como?". Porque
el primero, segundo y cuarto poema comienzan por esa palabra. En el Talmud, en cambio,
comienza con la palabra de "Lamentaciones". La finalidad de estos poemas es la de ser una elegía
a la destrucción de Judá y particularmente de Jerusalén.
141

8.19.2.- Lugar y fecha de composición


Aunque algunos opinan que las Lamentaciones fueron compuestas en Babilonia o Egipto,
lo mas probable es que el lugar de su composición haya sido Palestina. Además de que su
contenido parece sugerirlo, se tiene un probable indicio confirmativo en la costumbre de celebrar
en Jerusalén un servicio litúrgico acompañado de ayuno para recordar la catástrofe de la
destrucción del Templo de Jerusalén, (586), Jer 41, 5; Zac, 7, 3-5; 8, 19. No sería remoto pensar
que las Lamentaciones hubieran sido compuestas para ser recitadas en esa celebración dolorosa.
Existen también diferentes opiniones respecto a la fecha de composición. La más probable parece
ser la que la sitúa en el período del exilio: 586-538.

8.19.3.- La composición de los poemas


Estas cinco elegías tienen una estructura poética acróstica alfabética
1.- Tienen tantas estrofas como letras del alfabeto hebreo.
2.- A excepción de la quinta, cada estrofa y, en ocasiones, como en el tercer poema, cada
verso de la estrofa, comienza con una letra distinta en el orden del alfabeto.
El estilo de estas elegías es el propio del género poético al que pertenecen: poseen un
profundo lirismo expresado en bellísimas y variadas imágenes. El argumento de cada uno de los
poemas puede sintetizarse así:
1.- Tristeza de la desolación.
2.- La ira de Dios y la catástrofe de la destrucción.
3.- Lamentación individual y colectiva por la destrucción.
4.- Triste condición de los habitantes de la ciudad.
5.- Consecuencias de la catástrofe y súplica ardiente a la misericordia de Yahvé.

8.19.4.- El autor
En la tradición se ha señalado a Jeremías como autor de estas elegías. La base de tal
atribución parece haber sido lo que se dice en 2 Cron 35, 25: "y Jeremías compuso una
lamentación sobre Josías, que cantan todavía hoy los cantores y cantoras en sus lamentaciones sobre
Josías. Habiendo venido a ser esta costumbre como ley en Israel. Están escritas entre las
lamentaciones".
Los LXX ponen una nota introductoria a la Lamentaciones en la que señalan como autor a
Jeremías: "Y sucedió, después de deportado Israel y Jerusalén devastada, que el profeta Jeremías se
sentó a llorar; entonó esta lamentación sobre Jerusalén".
Esta fue la opinión tradicional hasta el S. XVIII en que se negó la tesis de que Jeremías era
el autor del libro de las Lamentaciones. Los principales argumentos aducidos para no aceptar la
paternidad de Jeremías sobre las Lamentaciones son:
l.- La nota introductoria de los LXX no se encuentra en el texto masorético ni en algunas
introducciones antiguas.
2.- El Canon Hebreo coloca el libro de las Lamentaciones entre los "Escritos", y no entre
los Profetas.
3.- El modo de enjuiciar personas y acontecimientos es diverso en el escrito profético de
Jeremías y en las Lamentaciones. Ejemplo: Juicio sobre Sedecías, Jer 22, 13- 28; sobre la
posibilidad del auxilio de Egipto, Jer 37, 7-8.
4.- Doctrina diversa. Por ejemplo: sobre la responsabilidad individual, Jer 31, 29 y Lam 5,
7.
5.- Un estilo tan artificioso como el de las Lamentaciones difícilmente se puede
compaginar con la libertad de estilo del libro de Jeremías.
El problema del autor no ha quedado aun resuelto, porque los defensores de la
autenticidad jeremiana arguyen también con argumentos de fondo y forma para demostrar su
tesis. Con todo, es mas común la opinión que niega que Jeremías haya compuesto las
Lamentaciones.
142

8.19.5.- El mensaje
Las Lamentaciones se dividen en tres partes:
1.- Interpretan teológicamente la destrucción de Jerusalén y de Judá: son un castigo de la
infidelidad del pueblo, Lam 1, 5; 3, 42-43.
2.- Son un llamado a la confianza y a la esperanza en la misericordia de Yahvé. Hay que
volver a El, Lam 3, 40-42; 3, 22-24.
3.- Insisten en la seguridad de la restauración porque Dios no abandona a quien a El se
convierte, Lam 3, 25-28; 5, 21-22.

8.20.- BARUC. Ambiente histórico


Aunque nos es conocido el ambiente de Baruc, secretario de Jeremías, el ambiente
histórico reflejado en el libro puede pertenecer a la época del exilio solo en parte. El libro es fruto
de una recopilación de escritos de diversas épocas.

8.20.1.- La persona del profeta


Baruc, significa = "Bendito". Fue secretario de Jeremías. Era hijo de Nerías, Bar l, l.
Acompañó a Jeremías a Egipto después de la destrucción de Jerusalén, Jer 43, 6. Aunque una
tradición habla de que murió en Egipto, parece, más bien, que fue trasladado hacia el 582 a
Babilonia, Bar 1, 2-4. Allí se sitúa la predicación que el libro atribuido a él contiene. Sin embargo,
lo más probable es que el libro sea un pseudo-epígrafe y que, por consiguiente, la atribución a
Baruc sea sólo un recurso frecuente y admitido en el ambiente judío, sobre todo a partir del S. III
antes de Cristo.

8.20.2.- La composición del libro


Sólo se conserva el texto griego. Nos consta, sin embargo, que existió un texto hebreo, por
la edición de Orígenes; por la traducción siro - hexaplar que hace notar en Bar 1, 27 y 2, 3: "Esto no
se encuentra en hebreo"; por los muchos hebraísmos y confusión de palabras hebreas parecidas
que han sido mal traducidas.
El libro de Baruc no es aceptado en el Canon Judío del Texto Masorético. La traducción de
los LXX lo coloca entre Jeremías y las Lamentaciones. La Vulgata lo coloca después de la
Lamentaciones y le añade una "Carta de Jeremías", sobre la vanidad de los ídolos.
Decíamos que el libro es el resultado de la unificación de escritos de diversos autores y de
diversas épocas. Se habla de la época persa, griega, macabea, y hasta romana, porque, según
algunos, la destrucción del Templo a la que se alude en el libro es la del año 70 después de Cristo.
Nos inclinamos por la opinión que coloca la última redacción de este pequeño libro en el S. II - I
antes de Cristo.
El libro presenta tres géneros literarios diversos. La oración sálmica: Bar 1, 15, 3 al 3, 8; el
poema sapiencial Bar 3, 9 al 4, 4 y el discurso profético: Bar 4, 5-37. La "Carta de Jeremías",
colocada como apéndice, es un escrito de carácter sapiencial - parenético: ante el peligro de la
idolatría, su autor insiste en la vanidad y no existencia de los dioses paganos. El texto original fue
hebreo, aunque sólo se conserve el texto griego. Como época probable de su composición se suele
indicar la de la dominación griega. También esta carta es un pseudo-epígrafe, lo que no obsta para
su canonicidad.
Hay que hacer notar como una confirmación de lo que hemos dicho en este apartado que
si los autores de estos escritos: (Baruc y la "Carta de Jeremías"), hubieran sido Jeremías y Baruc
ciertamente no se hubiera descuidado en la tradición hebrea el texto original que se ha perdido.
Podemos dividir el libro de Baruc en cinco partes:
Inscripción: Bar 1, 1,2
1.- Introducción histórica: Bar 1, 3 -14
2.- Confesión y súplica de los desterrados. Bar 1, 15 al 3, 8
3.- Himno de la Sabiduría que se identifica con la Ley, Bar 3, 9 al 4, 4.
143
4.- Quejas y esperanzas de Jerusalén, Bar 4, 5 al 5, 9.
5.- Apéndice: Carta de Jeremías sobre la vanidad de los ídolos. Bar 6, 1-72.

8.20.3.- El mensaje
Tres son las ideas más importantes del libro de Baruc. A ellas hay que añadir el tema de la
"Carta de Jeremías ".
1.- La Sabiduría de Dios (= La Ley), se comunicó al pueblo judío como un privilegio. Bar 3,
12; 4, 1-4.
2.- El pecado es, en el fondo, un desprecio de la voz y de la Sabiduría de Dios. Bar 1, 18-21;
3, 9-13.
3.- La proyección universal de la restauración mesiánica. Bar 2, 34-35; 4, 37 al 5,9.
4.- Siendo los ídolos vanidad, es un absurdo darles culto. Bar 6.
En la exposición de estas ideas hay gran afinidad con la doctrina de Jeremías, Segundo
Isaías, Job, Daniel.

8.21.- HABACUC. Ambiente histórico


Habacuc aparece en el escenario de la historia de Israel en la época en que el imperio
asirio está llegando a su fin, es decir, hacia 620. Surge entonces la potencia babilónica que, en 612,
aliándose con los medos acaba con el poder asirio al conquistar la capital Nínive.

8.21.1.- La persona del profeta


Casi nada sabemos de él. Al comienzo de su libro se le da el título de profeta. El hecho de
que el capítulo 3 de su libro sea un poema sálmico ha llevado a algunos a afirmar que Habacuc
pertenecía a los profetas cultuales. La base de esa afirmación es muy débil porque bien pudo usar
ese genero literario sin pertenecer al servicio cultual.

8.21.2.- Composición del libro


El argumento central de este pequeño escrito profético es la pregunta inquietante de por
que el impío prevalece contra el justo. Se responde a ella señalando que los impíos serán
derrotados y el justo triunfara finalmente. Tres partes podemos distinguir en su libro:
1.- Primera queja: Hab 1, 2-11.
Queja: "se desvirtúa la ley", Hab 1, 2-4
Respuesta. "Dios castigará por medio de los Caldeos", Hab 1, 5-11
2.- Segunda queja: Hab 1, 12 al 2, 20.
Queja: "¿por qué callas, mientras el impío oprime al justo?. Hab.1,12-17.
Respuesta: "Dios acabará con el opresor", Hab 2, 1-20.
3.- Llamada a la intervención de Yahvé. Hab 3, l-l9.
A pesar de la brevedad de la profecía de Habacuc, encontramos en ella varios géneros
literarios: lamentación, oráculo, plegaria.
El estilo de Habacuc es fuerte, elegante y lleno de imágenes tomadas de la naturaleza y de
la historia.

8.21.3.- El mensaje
1.- Dios es el Señor de la Historia y por eso a su debido tiempo suscita el castigo para el
impío.
2.- Al problema del mal - tantas veces incomprensible - hay que enfrentarse con la fe. Sólo
la fe puede salvar. Hab. 2,4.

8.22.- NAHUM. Ambiente histórico


Es el mismo ambiente que indicamos al hablar del profeta Habacuc, es decir el del ocaso
144
de Asiria y el nacimiento del imperio babilónico. En el libro de Nahum hay una serie de datos que
nos permiten llegar a esa conclusión: Israel no existe más, Nah 2, 2; Judá se encuentra bajo el
dominio de Asiria, Nah 1, 12; 3, 1. Ya tuvo lugar la conquista de No - Amón = Tebas egipcia; que se
realizo en 663 bajo Asurbanipal, rey asirio, Neh 3, 8-10. Asiria comienza a ser atacada, Nah 3,
12-15, y eso sucedió a la muerte de Asurbanipal, en 629. Finalmente, la destrucción de Nínive se
presenta como algo inminente, y sabemos que tuvo lugar en 612. Luego, podemos concluir que la
predicación de Nahum se tiene entre los años 620 al 612.

8.22.1.- La persona del profeta


Nahum significa = "Yahvé conforta, consuela". Lo único que sabemos de Nahum es que era
del pueblo de Elqosh. Ignoramos la ubicación de esta población. Mientras para algunos, como S.
Jerónimo, se hallaba en Galilea, para otros en Judea.

8.22.2.- Composición del libro


El libro tiene como argumento la destrucción de Nínive. La división puede ser de la
siguiente manera:
A un salmo introductorio sigue la descripción de la caída de Nínive.
Título: Nah 1, 1.
1.- Salmo de introducción: la ira de Yahvé contra sus enemigos. Nah 1, 2-8.
2.- Amenaza y descripción profética de la caída de Nínive, Nah 1, 9 al 2,13.
3.- Segunda descripción de la caída de Nínive, Nah 3, 1-19.
El estilo de Nahum es el de un gran profeta. Une a expresiones llenas de vida, magníficas
descripciones.

8.22.3.- El mensaje
Puede sintetizarse así: Dios aparece en la ruina de Nínive como Señor de la historia, Nah 2,
14, fiel a su pueblo, Nah 2, 3 y justo al condenar al opresor, Nah 3, 18-19.

8.23.- EZEQUIEL. Ambiente histórico


Ezequiel predica en el tiempo del exilio en Babilonia. El ambiente histórico de este
período de la vida de Israel lo hemos descrito anteriormente. El ministerio profético de Ezequiel
en Babilonia ha sido puesto en tela de juicio por algunos. Según ellos toda la predicación del
profeta se realiza en Jerusalén. Para otros, en cambio, la primera parte (593-587) se tiene en la
ciudad Santat la segunda parte (581-571), en Babilonia. La opinión mas aceptada es la que coloca
toda la predicación profética de Ezequiel en Babilonia, aunque distinguen en ella dos períodos.

8.23.1.- La persona del profeta


Ezequiel significa = "Yahvé confirma, fortalece". Nació hacia los años 630- 620antes de
Cristo. Era hijo del sacerdote Buzi Ez 1, 3. Creció, pues, en una familia religiosa y distinguida. En su
libro aparece como un hombre de amplia cultura: conoce bien las tradiciones de Israel y la
historia de la ciudad de Jerusalén; esta informado de la historia y costumbres de los pueblos
vecinos; está enterado de las mitologías de los pueblos.
Aparece igualmente como perfecto conocedor de las tradiciones de la teología sacerdotal;
la doctrina de la presencia de Dios en el Templo, de la que brota su interés por él. Ezequiel,
capítulos del 40 al 42; la doctrina de la pureza necesaria para acercarse al culto; la concepción
estática de la historia.
A su ascendencia sacerdotal debe igualmente interés por la organización del culto y del
calendario, Ezequiel capítulos, 44-46; la insistencia en la observancia del sábado, Ez 20; la
presencia en su libro de formulas del Código de Santidad, (Lev capítulos 17-26.). Era quizá, un
poca tímido, Ez 2, 6, y rígido. No sabemos cuando se casó, pero por lo que se dice en Ez, 24, 16-13
amaba tiernamente a su esposa.
En 597, fue llevado a la cautividad en 593, "quinto de la deportación del rey Joaquín", Ez 1,
145
1, es llamado por Dios al ministerio profético. La última indicación cronológica en su libro es la de
Ez 29, 17: "El año veintisiete, el uno del primer mes, me vino esta palabra del Señor". Estamos en el
año 571 a. de Cristo. Del resto de su vida nada sabemos.

8.23.2.- Composición del libro


El libro de Ezequiel refleja la actividad profética del profeta, pero a lo largo del tiempo,
dentro de una escuela que parte del profeta, recibió adiciones: glosas, comentarios, reflexiones
teológicas, aclaraciones, trozos legislativos. Un editor posterior le dio la unidad final completando,
actualizando el material ezequieliano.
El autor, L. A. Schockel, S.J. en su comentario al profeta Ezequiel dice: "El libro se puede
leer como unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas; algo así como
una catedral de tres naves góticas, en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos
funerarios y estatuas de devociones limitadas. En la lectura debemos sorprender sobre todo el
dinamismo admirable de una palabra que interpreta historia para crear nueva historia, el
dinamismo de una acción divina que a través de la cruz merecida de su pueblo va a sacar un puro
don de resurrección".
El complejo material del libro de Ezequiel puede dividirse agrupándose en tres grandes
bloques:
Introducción: Vocación del profeta, Ez 1, 1 al 3,15.
1.- Amenazas contra los habitantes de Judá Ez 3, 16 al 24, 27.
2.- Oráculos contra las naciones, Ez 25, 1 al 32, 32.
3.- Promesa de la restauración y descripción del reino teocrático, Ez 33, 1 al 48,35.
El estilo del libro es un estilo un tanto monótono e intelectualista. Carece de la
espontaneidad de otros profetas anteriores: las visiones aparecen muy elaboradas. Abundan las
descripciones de tipo apocalíptico.

8.23.3.- El mensaje
El mensaje de Ezequiel, el autor Lods lo ha denominado "el primer dogmático del
judaísmo". Al mismo tiempo que esta enraizado en la predicación profética anterior a él; influye
decisiva mente en escritos bíblicos posteriores. Ezequiel depende en buena parte de Jeremías y
de las ideas deuteronomistas; influye en el Segundo Isaías, en Zacarías, Daniel (conceptos de
santidad de Dios, culto del Templo, horror por la contaminación, etc.
Las principales líneas de su mensaje son:
1.- Yahvé, cuya gloria es inmensa y cuyo nombre es santo, Ez 4-28 ;10, 1-22; 37, 1-14,
siendo un Dios trascendente actúa en la historia para salvar a su pueblo: "por el honor de mi
nombre", Ez 20. 9.14.22.38.41.44.
2.- La responsabilidad personal sustituye a la colectiva, tan arraigada en la mentalidad
semítica. Así Ezequiel se convierte en el profeta de la conciencia humana. Ez 18 y 33.
3.- Los pecados son manchas e infidelidades contra Yahvé. Dios gratuitamente ofrecerá
una alianza nueva en la que, perdonados los pecados, infundirá un "espíritu nuevo", Ez 36, 25-28.
4.- El Mesianismo nacionalista: en el Israel renovado todavía no se integran los otros
pueblos, Ez 40 al 48.
5.- La restauración descrita como concretizada en un Nuevo Templo una Nueva Jerusalén,
un nuevo culto, una nueva alianza, un corazón, una nueva repartición de la tierra, Ez 40 al 48.

8.24.- AGEO. Ambiente histórico


Es el ambiente del regreso del exilio en Babilonia y son los primeros años de la
restauración, descrito anteriormente.

8.24.1.- La persona del profeta


El nombre Ageo, significa = "Festivo". Es mencionado como profeta no solo en la
146
introducción de su libro, Ageo 1, 1; sino también en Esdras, 5, 1; 6, 14. De su vida ignoramos casi
todo. Solo tenemos datos precisos del tiempo de su predicación: agosto o septiembre - diciembre
del 520: "El año segundo del rey Darío, en el mes sexto, el día primero, vino la palabra del Señor, por
medio del profeta Ageo". Ageo 1, 1; "El día veinticuatro del mes noveno del segundo año de Darío,
vino la palabra del Señor por medio del profeta Ageo", Ageo 2, 10.
Ese año segundo de Darío es precisamente el 520 porque conocemos por la historia civil
que reinó del año 521 al 486. Algunos opinan que Ageo era un anciano cuando inició su
predicación profética centrada en el Templo y su reconstrucción: desearía la reestructuración del
Santuario de Yahvé que habría conocido de niño o de joven. Por la misma razón de su insistencia
en el Templo se quiere concluir que era un profeta al servicio del culto.

8.24.2.- Composición del libro


Compuesto por el, o por un discípulo, hay que notar que se narra en forma biográfica:
tiene como tema central la reedificación del Templo. Con ella se tendrá la restauración social y
religiosa que el pueblo anhela.
La división la imponen los cinco oráculos de que consta el libro:
Introducción. Ageo 1,
1.- Reprensión por el descuido en la reedificación del Templo. Ag 1, 2 al 2, la.
2.- Gloria del futuro Templo, Ag 2, 1b-10.
3.- Consulta a los sacerdotes, Ag 2, 10-14.
4.- La abundancia volverá al reconstruir el Templo, Ag 2, 15-19.
5.- Promesa a Zorobabel, Ag 2, 20-23.
Su estilo no tiene nada de notablemente particular. Es una prosa sin mayor relieve.

8.24.3.- El mensaje
Lo podemos dividir en tres temas:
1.- El Templo debe de ser el centro de mayor interés de la comunidad por ser el lugar de la
presencia de Yahvé. Por no haberlo restaurado se tienen las calamidades que desconciertan al
pueblo.
2.- El Templo restaurado preparará la venida escatológica de Yahvé al mismo Templo y a
él vendrán también los pueblos y las riquezas de todo el mundo: universalismo mesiánico. Ag 2,
6-9.
3.- Zorobabel actualiza al rey mesiánico, restaurador de la dignidad de la Casa de David.
(En Cristo "siervo" y "elegido" llegará la plenitud de la restauración mesiánica como aparece en el
N T que le aplica los mismos títulos de Zorobabel).

8.25.- ZACARÍAS
El escrito del profeta Zacarías está compuesto por dos bloques, que estudiaremos por
separado. El Primer Zacarías y Segundo Zacarías.
1.- Primer Zacarías: Capítulos del 1 al 8.

8.25.1.- Ambiente histórico


Coincide con el del profeta Ageo.

8.25.2.- La persona del profeta


El nombre Zacarías, significa = "Yahvé se ha acordado". Aparece como hijo de Baraquías,
Zac 1,1 y de Iddó, Esd 5, 1; 6, 14. La dificultad que nace de esta contradicción podría resolverse si,
como parece probable, entre otras suposiciones Baraquías hubiera sido el padre e Iddó, el abuelo
de Zacarías. Probablemente sacerdote Neh 12, 16, actúa en los años, 520-518: "El mes octavo del
año segundo de Darío, recibió el profeta Zacarías...", Zac 1, 1; "El año cuarto del reinado de Darío, el
día cuarto del mes noveno... vino la palabra del Señor a Zacarías", Zac 7, 1.
147
El hecho de que en la traducción de los LXX se le atribuyan los salmos 137 (138), y
145-149 (146- 149), está por demostrar que en la tradición se le considere como hombre de
dotes poéticas.

8.25.3.- Composición del libro


El tema del Primer Zacarías es parecido al de Ageo: la reconstrucción del Templo que
preparara la conversión en una perspectiva escatológica en la que Jerusalén aparece con nuevo
nombre: "Ciudad fiel ", Zac 8, 3.
El núcleo central del libro recibió con el pasar del tiempo glosas y adiciones o bien para
uso litúrgico, Zac 4, 8; 6, 9-10, o bien por otros motivos, Zac 1, 7-8. Ocho visiones nocturnas y unos
oráculos mesiánicos son el material de los ocho capítulos del Primer Zacarías. A causa de las
visiones fue calificado por S. Jerónimo como "obscurissimus".

El material puede dividirse así:


Título, Zac 1, 1
1.- Introducción: exhortación a la conversión, Zac 1, 2-6
2.- Visiones nocturnas: restauración de la salvación, Zac 1, 7, al 6, 8.
3.- Oráculos mesiánicos: Zac 6, 9 al 8, 23.
a.- Coronación de Josué Ben Josadak, Zac 6, 9-15.
b.- Consulta sobre el ayuno: Zac 7, 1-14; 8, 18-19.
c.- Salvación mesiánica, Zac 8, 1-7.

8.25.4.- El Primer Zacarías


Escribe generalmente en prosa. Su estilo imita al de profetas anteriores y está
caracterizado por la fuerza imaginativa de las visiones.

8.25.5.- El mensaje
Se compone de tres bloques:
1.- La conversión vendrá con la reconstrucción del Templo y de la nueva Jerusalén, que
tendría otro nombre, Zac 8, 1-8.
2.- Esta restauración irá acompañada de una actitud espiritual: se practicarán la rectitud y
la bondad, Zac 2, 16; 5, 1-ll.
3.- Todo esto sucede en una perspectiva universalista y escatológica: reunión de los
dispersos, Zac 2, 6-7; 6, 15; reunión de los pueblos en Jerusalén, Zac 2, 10-13; 8, 20-23;
purificación del pecado, Zac 3, 9; 5, 5 -11; principio de paz y de prosperidad, Zac 3, 10; 8,12;
aparece el Mesías con el nombre de "Germen", Zac 3, 8-9; 6, 12.

8.25.6.- El Segundo Zacarías


Capítulos del 9 al 14. Es a partir del S. XVIII cuando apoyados en las diferencias de estilo,
mentalidad y perspectivas, estos capítulos en relación con los capítulos l al 8, se propuso la
distinción de dos y hasta de tres partes en el libro de Zacarías, y a semejanza de Isaías se comenzó
a hablar de un Primer Zacarías, de un Segundo y hasta de un Tercero.
Más en concreto, se esgrimían los siguientes argumentos, para apoyar esa distinción hoy
admitida por casi todos los exegetas: El Segundo Zacarías no habla de la reconstrucción del
Templo sino que da a entender que ya está reconstruido, Zac 11, 13; 14, 16; el salvador ya no es
Zorobabel, sino el Mesías: Yahvé mismo vendrá Zac 14, 9; usa términos desconocidos en la
primera parte como: pastor, ovejas, y al "resto" no lo llama por su nombre; desaparecen las
visiones; el estilo es diverso; diferente también es el contexto histórico.

8.25.7.- Ambiente histórico


Existen varias opiniones en relación con la época en que pudo escribirse Zacarías del 9 al
148
14:
1.- En tres épocas diversas:
a.- Capítulos, 9 al 11: en tiempo de Oseas o Isaías.
b.- Capítulo 12: en tiempo de Jeremías. También el 13.
c.- Capítulo 14: en el S. III antes de Cristo.
2.- Todo antes del exilio, en dos momentos diversos:
a.- Capítulos 9 al 11: hacia el 721, por las alusiones que se hacen a Asur, Efraím, y Egipto,
Zac 9, 10.13; 10, 6-7.
b.- Capítulos 12 al 14: entre 609 al 587: sólo se habla de Judá y probablemente se alude a
la muerte de Josías, Zac 12, 11.
3.- Todo después del exilio: entre el S. IV al III. Se habla del exilio, Zac 9, ll-12; se menciona
a los griegos, Zac 9, 1-8; los judíos están dispersos por todo el mundo, Zac 10, 9; lo más probable
es que haya sido escrito a finales del S. IV antes de Cristo.
8.25.8.- La persona del profeta
Nada sabemos del autor de los capítulos al de Zacarías.

8.25.9.- La composición del libro


El complejo material de Zacarías 9 al 14, puede agruparse en dos partes:
1.- La salvación de Israel, Zac 9, 1 al 11, 17
2.- La nueva Jerusalén, Zac 12, 1 al 14, 21.

Del estilo hay que decir que usa imágenes de profetas anteriores aunque presentadas con
originalidad. Parte de estos capítulos está escrito en prosa.

8.25.10.- El mensaje: El Segundo Zacarías es un "compendio de escatología".


1.- Jerusalén aparece como centro religioso del mundo, Zac 14, 20
2.- Las gentes se convertirán a Yahvé, Zac 14, 16-21.
3.- Aparecerá el Mesías Rey - Pastor, humilde y doliente: su reino será universal. Zac 9,
9-10.
Este mensaje del Zacarías Segundo aparece de inmediato relacionado con el del Segundo de
Isaías. (Ejemplo: sobre universalidad, Is 52, 1; 66, 23; sobre el Siervo de Yahvé, con las mismas
características del Rey - Pastor.)
En las narraciones de la pasión, Zacarías 9 al 14 es citado varias veces:
1.- Zac 9, 9: para el ingreso de Cristo en Jerusalén. Jn 12, 15.
2.- Zac 13, 7: para predecir la conducta de los discípulos durante la pasión Mt 26,17
3.- Zac 12, 10 al 13, 1: para la transfixión de Cristo y la purificación de los pecados que trae
la pasión. Jn 19, 37.
4.- Zac 11, 12-13; Atribuyéndolo a Jeremías, en Mt 27, 9-10.

8.26.- MALAQUÍAS. Ambiente histórico


Indicios internos nos ayudan a precisar el ambiente histórico en el que surge este libro
profético: el período post-exílico y, más precisamente entre los años, 515 al 450. Los principales
datos que sustentan esta conclusión son:
1.- El Templo ya está restaurado y reconstruido, y no existe un servicio digno para los
sacerdotes, Mal 1, 6-10.12-13; 2, 1-8.
2.- Se habla de que no se han pagado los diezmos, Mal 2, 17.
3.- Abundan los matrimonios mixtos, Mal 2, 10-16.
4.- Se hace alusión al "pejah", título que se daba en tiempo del dominio persa a los
gobernadores de Judea, Mal 1, 8.
5.- Existe la identificación entre sacerdotes y levitas, luego estamos antes que Esdras
149
promulgue el código Sacerdotal que tiene, en cambio, esa distinción y que es promulgada en
tiempos de Esdras, Neh 8.

8.26.1.- La persona del profeta


Malaquías significa = "mi ángel". Se discute si Malaquías es un nombre o un apelativo.
Probablemente es sólo esto último. En el capitulo 3, 1, se habla también de "mi ángel" y, el inicio
del libro dice: "Mensaje del Señor a Israel por medio de Malaquías", (aquí, parece que debe de
entenderse: "por medio de mi ángel").
El libro de Malaquías sería, por tanto, una colección de oráculos anónimos que
terminaron atribuyéndose a Malaquías = "mi ángel", entendido esto como nombre propio y así
completar el número de los 12 profetas menores.

8.26.2.- Composición del libro


El libro esta constituido por una colección de controversias y acusaciones.
1.- Malaquías acusa a:
a.- Los sacerdotes de su culto indigno, Mal 1, 6-14, y de su falsa enseñanza.
b.- La comunidad del pueblo de los matrimonios mixtos, Mal 2, 1-12. y de los divorcios,
Mal 2, 13-16.
2.- Se acusa a Yahvé de:
a.- No castigar al malvado, Mal 2, 17 al 3, 12.
b.- Los sufrimientos de los justos, Mal 3, 13-21.
Se puede dividir el libro así:
Título. Mal 1, 1. Introducción: Predilección divina por Israel, Mal 1, 2-5.
1.- Violación del derecho del Santuario, Mal 1, 6 al 2, 9
2.- Violación de la Alianza de lo Padres, Mal 2, 10-16.
3.- Incredulidad, Mal 2, 17 al 3, 22.
4.- Apéndice: El profeta Elías vendrá antes del "día del Señor", Mal 3, 23-24.
Desde el punto de vista crítico Mal 2, 11-12, parece ser algo añadido después porque
restringe el castigo de todo el pueblo a una parte Mal 2, 10, y también hay que decir lo mismo de
Mal 3, 23-24.

8.26.3.- El estilo del libro


Es claro, simple y directo. Usa el esquema dialéctico: principio, objeción real o imaginada,
defensa del principio.

8.26.4.- El mensaje
Malaquías es un compendio de la predicación de los profetas anteriores. Aparecen en el
los grandes temas de la elección, del verdadero culto, del "día del Señor", del universalismo de la
restauración mesiánica, etc.
1.- Insiste en el amor de Dios por Israel; amor fiel que, sin embargo, ante la infidelidad del
pueblo rechaza sus sacrificios para aceptar sacrificios puros ofrecidos a El fuera del Templo de
Jerusalén, Mal 1, 10-11. Hay que notar que este texto, aunque puede interpretarse en un sentido
pleno refiriéndolo al santo sacrificio de la Misa, sin embargo, literalmente el autor habla sólo de
un culto futuro renovado y universal. A este respecto es útil notar que Cristo no citó a Malaquías
en el anuncio de la Eucaristía y que tampoco el autor a la Carta a los Hebreos lo aprovechó al
tratar de la superioridad del culto cristiano.
2.- El verdadero culto debe expresarse en la observancia de la justicia, el amor y el
cumplimiento de las leyes en relación con el prójimo.
3.- Por los escritos del N T, sabemos que la profecía del mensajero, Mal 3, 1; se cumplió
con el ministerio de Juan el Bautista, Mc 1, 2; Mt 17, 10-17.
150
8.27.- ABDÍAS. Ambiente histórico
Acerca de Abdías existen diversas opiniones:
1.- Es el ambiente del tiempo de Joram, (848-841), rey de Judá. Como prueba, se aduce, el
hecho de que en ese tiempo los árabes y filisteos devastaban la tierra de Judá Abdías ll; 2 Cron 21
,16. Edom se había alegrado de ello.
2.- Una parte: Abdías capítulos 1 al 10, sería de tiempo de Joram.
3.- Otra parte: Abdías capítulos 11 al 21, en cambio, habría sido escrita después de la
destrucción de Jerusalén, (586).
4.- Es el ambiente posterior al exilio: entre 500 y 450, más bien hacia el 500. Pruebas: Las
alusiones al comportamiento de los edomitas se refieren a la toma de Jerusalén por
Nabucodonosor, Ez 25, 12-14. Los judíos ya regresaron del exilio, pero todavía no ocupan todas
las regiones de Israel, Abd 16, 19-20. La amenaza contra Edom, Abdías, 15 al 16, se comenzó a
cumplir a mediados del S. VI, Jer 49, 28-33; Ez 25, 1-14. Edom fue destruida hacia el S.V,
Malaquías, 1, 3-4.

8.27.1.- La persona del profeta


Abdías significa = "siervo de Yahvé". De él, sólo conocemos su nombre y su libro.

8.27.2.- La composición del libro


El libro esta centrado en el anuncio de la destrucción de Edom por haber despreciado a
los judíos y haberse alegrado de su ruina. Podemos dividirlo en dos partes:
Título: Abd 1, 1a.
1.- Vaticinio contra Edom, Abd 1, 1b al 14, 15b.
a.- Será destruido, Abd 1,1b - 10
b.- Motivo: Perfidia hacia Judá, Abd 11, 14.15b.
2.- Restauración de Israel como reino de Dios, Abd 15 a.16, 21

8.27.3.- El mensaje
1.- Fe en la fidelidad de Dios
2.- Yahvé castiga el mal moral, por eso manda la destrucción de Edom. Este deseo de
Abdías de que se cumpla la justicia divina suaviza un poco el tono excesivamente nacionalista de
su profecía.
3.- Los enemigos serán derrotados en el "día de Yahvé", Abd 15, 18, y el pueblo de Israel
será salvado, cuando el: "Señor será quien reine", Abd, 18.

8.28.- JOEL. Ambiente histórico


Aunque hay quien coloque la profecía de Joel en el S. VIII porque en el canon hebreo se
coloca su libro entre el de Oseas y Amos, preferimos como más probable la opinión que habla de
la época posterior al exilio y mas precisamente en los años, 400-350. Los argumentos que aduce
esa opinión nos parecen bastante válidos:
1.- En Joel 3, 2.6. Se habla de la dispersión, por consiguiente, ya ha tenido lugar el exilio.
2.- No se menciona al rey de Judá sino sólo a sus sacerdotes y ancianos, y se pone de
relieve el culto del Templo - luego éste ya se ha reconstruido, Joel 1, 9.13.16; 2, 1.15.
3.- El libro de Joel es como un compendio de escatología judía y el género literario
apocalíptico y las ideas escatológicas son propias de la época posterior al exilio.
4.- Parece existir una dependencia de profetas anteriores en algunas ideas de Joel. Por
ejemplo: Mal 2, 2-23, y Joel 2, 11; Ez 30, 2 y Joel 1, 15.

8.28.1.- La persona del profeta


Joel significa = "Yahvé es Dios". Y el único dato que tenemos de Joel es que su padre se
151
llama Petuel.

8.28.2.- La composición del libro


El libro esta formado por dos partes distintas en cuanto al género literario y al argumento.
En la primera parte se habla de una invasión de langostas y se pide un acto religioso de
explicación; después se describe, en la segunda parte, el "día de Yahvé". Más en concreto lo
podemos dividir así:
Título: Joel 1, 1.
l.- Plaga de langostas, Joel 12 al 2, 27.
a.- Descripción de la plaga, Joel 1, 2 al 2, 11.
b.- Exhortación a la penitencia e intervención misericordiosa de Yahvé, Joel 2, 12-27.
2.- El "día de Yahvé", Joel 2, 28 al 4, 21.
8.28.3.- El mensaje
La penitencia consiste en la conversión del corazón, Joel 2, 12 - 13. Cuando llegue el "día
de Yahvé", su Espíritu será derramado sobre todos, Joel 3, 1-2. Esa universalidad de la efusión del
Espíritu constituye un paso adelante en relación con la profecía de Ez 36, 20-27, donde se
menciona sólo al pueblo judío. S. Pedro citará a Joel en Pentecostés, Hechos 2, 1-21, y la doctrina
de S. Pablo acerca de que: "no hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra,
porque todos sois uno en Cristo", Gal 3, 27; Col 3, 11; será un eco del: "también sobre siervos y
siervas derramaré mi espíritu aquel día", Joel 3, 2.

8.29.- JONÁS. Ambiente histórico


Es opinión generalizada en la actualidad colocar la composición del libro de Jonás en la
época postexílica: después de la reforma de Esdras S. V, y antes del S. III. Los principales
argumentos son:
1.- La lengua del libro de Jonás contiene muchos aramaismos y es durante el Siglo V, del
dominio Persa (450-350), cuando el hebreo es sustituido gradualmente por el arameo, lengua
oficial de ese imperio.
2.- La doctrina de la universalidad de la salvación y de la misericordia para con todos no
encajan en el contexto rigorista y nacionalista de la reforma de Esdras y Nehemías.
3.- Cuando se escribe en el S. III, el libro del Eclesiástico, ya se considera formado el grupo
de los doce profetas menores, Ecltco 49, 10, y según algunos manuscritos, sería citado en Tobías,
14, 4, escrito también en el S. IV - III.

8.29.1.- La persona del profeta


Jonás significa = "paloma". Es hijo de Amitai, Jon l, l, es probablemente el mismo Jonás que
aparece en 2 Reyes 14, 25, durante el reinado de Jeroboam II, 793-753, profeta natural de Gat -
Efer, cerca de Nazaret y que predijo la restauración de la extensión territorial de Israel. Está claro
que este profeta Jonás no fue el autor del libro.

8.29.2.- La composición del libro


A pesar de estar entre los libros proféticos, el libro de Jonás tiene un estilo diverso: es un
relato con un solo oráculo, Jon 3, 4. Se ha discutido mucho acerca del género literario de este
escrito. Las diversas opiniones las podemos agrupar en tres tipos:
a.- Género histórico
b.- Género didáctico
c.- Género histórico didáctico, con un núcleo histórico.
El segundo tipo, el didáctico, es el más probable y aceptado por:
a.- el parecido del libro de Jonás con otros libros de ese género didáctico: Job, Tobías, Judit,
Ester.
b.- La abundancia del elemento sobrenatural y milagroso.
152
c.- La ausencia de datos históricos que se harían necesarios si perteneciera al género
histórico.
d.- El hecho de que en el libro aparecen elementos de otros libros bíblicos, Jon 4, 2-4, con 1
Reyes 19, 4.9.13.
El que Cristo haya citado el episodio de Jonás en el vientre de la ballena, Mt 12, 39-41, no
constituye un argumento a favor de la historicidad del libro de Jonás. La alusión de Cristo tiene
igual valor aunque sea solo una referencia a la realidad literaria de la narración. La materia del
libro puede dividirse en tres partes:

1.- Primera misión no cumplida, Jon 1, 1 al 2,11.


2.- Segunda misión y su cumplimiento, Jon 3, 1-10.
3.- La misericordia de Yahvé es universal, Jon 4, 1-11.

8.29.3.- El mensaje
La misericordia de Dios es universal: llega a todos los pueblos porque es el Dios de todos
los hombres.

8.30.- DANIEL. Ambiente histórico


Mucho se ha discutido desde la antigüedad el tiempo de la composición del libro de
Daniel. Actualmente, aunque existen diversas opiniones, la pregunta sobre el ambiente histórico
en el que se compuso el libro se resuelve así:
a.- Primera parte: Capítulos del 1 al 6. Se compuso del S. IV al III a.de Cristo, aunque
podrían admitirse elementos de la época del exilio y de la primera parte del imperio persa. Hay
ciertos detalles que suponen un cierto conocimiento muy preciso de esos ambientes, por ejemplo:
Dan 1, 3-8; 2, 48-48; 3, 2-3. En cambio hay otros exclusivos de la época griega, Dan 2, 43; 3, 5-15. Y
también es propio de esta época el género literario "haggádico".
b.- Segunda parte: Capítulos del 7 al 12. Se compuso en el S. II a. de Cristo y más
exactamente en el tiempo en que el Antíoco IV, (175163), profana el Templo, Dan 11, 30-31; y la
rebelión de los Macabeos, Dan 11, 32-34, es decir, entre los años 168-165. En efecto, en esta
segunda parte se indica con precisión la sucesión de los diversos imperios, Dan 7, 9,11. Además
aparece una angelología evolucionada; la afirmación de la resurrección, Dan 12, 2-3, que todavía
no está presente en libros del S. III: Job, Eclesiastés. El género literario apocalíptico propio de estos
capítulos florece precisamente en los S. III - II.
Un autor desconocido une ambas partes en esta misma época de los Macabeos.
Las partes deuterocanónicas, Dan 3, 24-90; capítulos, 13 al 14, fueron añadidas posteriormente.
Sólo se conserva el texto griego de estas narraciones y además por su estilo y vocabulario difieren
del resto del libro.

8.30.1.- La persona del profeta


El nombre Daniel, significa: "mi juez es Dios". El protagonista del libro, aunque no el autor,
aparece como un adolescente llevado a la cautividad en el tercer año de Joaquim, (606). En
Babilonia es llamado al servicio de la corte. Fiel a la ley mereció la protección de Dios en múltiples
ocasiones. Dotado de sabiduría interpretó sueños y escrituras misteriosas, libró a la casta Susana
de la muerte y descubrió el fraude de los sacerdotes del dios Bel. Su última visión se coloca en el
año tercero de Ciro, (586). Dan 10, 1.

8.30.2.- La composición del libro


Hay que distinguir en el libro de Daniel la parte protocanónica de la deuterocanónica:

A.- Parte protocanónica: Dan 1, 1 al 12, 13 , excepto, 3,24-90.


1.- Sección narrativa, Dan 1, 1 al 6, 28.
153
a.- Introducción histórica, Dan 1, 1-21.
b.- Sueño de Nabucodonosor e interpretación, Dan 2, 1-49.
c.- Los tres jóvenes en el horno, Dan 3, 1-23. 11-97.
d.- La locura de Nabucodonosor, Dan 3, 98 al 4, 34.
e.- El festín de Baltasar, Dan 5, 1-30.
f.- Daniel en el foso de los leones, Dan 6, 1-29.

2.- Sección apocalíptica, Dan 7, 1 al 12, 13.


a.- Visión de las cuatro bestias, Dan 7, 1-28.
b.- Visión del carnero y del macho cabrío, Dan 8, 1-27.
c.- Profecía de las setenta semanas, Dan 9, 1-27.
d.- La gran visión, Dan 10,1 al 12, 13.

B.- Parte deuterocanónica: Dan 3, 24-90 + 13, 1 al 14, 42.

a.- Oración de Azarías y cántico de los tres jóvenes. Dan 3, 24-90.


b.- Susana y el juicio de Daniel. Dan 13, 1-64.
c.- Bel y el Dragón. Dan 14, 1-42.

El género literario de ambas partes es diverso. La primera parte pertenece al género


"haggádico": es una historia inventada para inculcar una doctrina religiosa o moral. No se busca
en ese género hacer historia sino teología.
La segunda parte, en cambio, se usa el género apocalíptico caracterizado por lo
escatológico, enigmas, uso de parábolas, alegorías, símbolos, visiones, ángeles, fenómenos
cósmicos, indeterminación y oscuridad, por eso la seudonimia: el autor se oculta bajo el nombre
de un personaje famoso para dar mayor autoridad a su mensaje; también se hace referencia a
hechos ya sucedidos, en forma de vaticinios por la convicción de que Dios es el Señor de la
historia y de que no hay engaño una vez que se encuentra la clave de ese género literario.
El libro de Daniel está redactado en tres lenguas diversas:
1.- Hebreo: Dan l, l- al 2, 4a.
2.- Arameo: 2, 4b al 7, 28
3.- Griego: 3, 24-90. Captlos. 13 y 14.
De la diversidad de lenguas en el mismo escrito, muchos han concluido que el libro tuvo
diversos autores. Otros, más probablemente, han hecho notar que el autor trabajo sobre
narraciones independientes y respetó la primera parte escrita en arameo, o bien que él mismo
usó el arameo - lengua popular - para las partes narrativas y el hebreo para las mas difíciles de
entender - las apocalípticas - porque el hebreo lo conocían sólo las personas cultas.
En cuanto al griego de las partes deuterocanónicas hay que, decir que consta por las
traducciones de Teodoción y Símaco que estuvieron escritas en hebreo o arameo.

8.30.3.- El mensaje
Antes de dar la síntesis del mensaje del libro de Daniel, daremos nota del capítulo con
alguna anotación cuando estas sean necesarias.
Capítulo 1º.- Hace resaltar la fidelidad a la ley en medio del ambiente más difícil: una
corte pagana. Dios premia esa fidelidad.
Capítulo 2º.- Dios es el Señor de la historia que destruirá los imperios e instituirá un reino
indestructible. El lo conoce todo y revela los secretos.
Capítulo 3º.- Yahvé es el verdadero Dios que libera y protege a quienes le sirven con
fidelidad.
Capítulo 4º.- Dios es dueño de los reinos y puede humillar a sus reyes por su soberbia.
154
Capítulo 5º.- Dios castiga el sacrilegio. No se le puede ofender impunemente.
Capítulo 6º.- Dios cuida de los que son fieles a El.
Capítulo 7º.- Los imperios babilónico, medo, persa, y griego son simbolizados por las
bestias de la visión. En el versículo 13 aparece "uno como Hijo de Hombre". Este "Hijo de Hombre"
tiene en Daniel un significado especial en su perspectiva escatológica: es al mismo tiempo el
pueblo y un individuo: jefe del reino de los Santos. Aparece como un personaje trascendente,
venido de los cielos. A él, el Anciano (Dios) le da un imperio "eterno" que nunca pasará, y un reino
que nunca será destruido. Dan 7, 14. En el N.T. la expresión "Hijo de Hombre" cuando Cristo se la
aplica y cuando le viene aplicada tiene como trasfondo este personaje de Daniel.
Capítulo 8º.- Los imperios se suceden: las persecuciones pasarán.
Capítulo 9º.- Se anuncia la llegada del reino de Dios; tres interpretaciones se han
propuesto a propósito de la profecía de las setenta semanas;
a.- Interpretación directamente mesiánica. No es admisible pues la cifra es simbólica y no
permite los cálculos para llegar matemáticamente a Cristo.
b.- Interpretación histórica relacionada con los sucesos de la época de los Macabeos; es
,una interpretación adecuada, que se completa con la:
c.- Interpretación típico-mesiánica: literalmente se refiere al tiempo de los Macabeos, pero
típicamente es una alusión al verdadero Mesías y a su Reino.¡Error! Marcador no definido.
Capítulo10-11. Se anuncian las luchas, el castigo y fin del perseguidor.
Capítulo 12. El pueblo elegido triunfará y habrá una resurrección para la vida, o para el
oprobio, Dan 12, 2-3
Capítulo 13. Dios libera al inocente y da sabiduría a quien quiere independientemente de
su edad
Capítulo 14. Los ídolos son nada. No hay otro Dios fuera de Yahvé, Dan 14, 41
Los principales puntos del mensaje del Libro de Daniel son:
a.- Una teología de la historia: visión profética de la historia pasada y futura y la victoria
final del Reino de Dios en las mismas calamidades y sufrimientos de los justos y la rebelión de los
impíos.
b.- El mesianismo en la proyección escatológica de esa lucha entre el bien y el mal, donde
aparece el "Hijo del Hombre" : el pueblo de los santos, el nuevo Israel, pero también, sobre todo a
la luz del N.T: el Mesías, Mt 16, 27; 24, 30; Jn 3, 14.

8.31.- SÍNTESIS DOCTRINAL DE LOS GRANDES TEMAS DE LA PREDICACIÓN PROFÉTICA


Durante la exposición del tema de los Profetas hemos logrado captar cómo los profetas
están en el corazón de la religión revelada. Viven esa revelación, la encarnan en su existencia y en
su tiempo y también profundizan en ella descubriendo a partir de ella nuevos horizontes. Los
profetas son verdaderos innovadores que, enraizados en la tradición del pueblo judío, la
enriquecen y la hacen progresar.
Después de haber analizado someramente cada uno de los escritos proféticos en su
medio ambiente y de haber caracterizado las gran des líneas del mensaje de cada uno de los
profetas, trataremos de presentar - hasta donde nos sea posible - una síntesis de los grandes
temas de la predicación profética.
No es una tarea fácil: los profetas son muy diferentes unos de otros y, además, vivieron en
circunstancias muy distintas. No todos piensan igual en algunos puntos. De un profeta a otro se
percibe un avance en la comprensión de algunos temas.
Por otra parte, lo profetas vivieron situaciones particulares. Es en ellas y a través de ellas
donde hay que sacar los principios generales.
A estas dificultades hay que añadir la que acecha a todo trabajo de interpretación: las
ideas preconcebidas que llevan a querer encontrar en los escritos de otros una confirmación para
el propio pensamiento. En otras palabras: el peligro de la subjetiva dad está siempre presente en
el esfuerzo de síntesis del pensamiento ajeno.
Con todo pensamos que es posible hacer una síntesis - aunque no sea totalmente perfecta
155
- de los grandes temas de la predicación profético. A pesar de que, como señalábamos, ellos
vivieron en circunstancias muy particulares, las supieron iluminar e interpretar a la luz de
principios generales. Estos principios, además, no constituyeron solo una respuesta a su "hoy y
aquí " sino que tienen en sí el germen de la universalidad en el tiempo y en el espacio (que es la
historia), van más allá de esas situaciones y conservan - como palabra de Dios - un valor
permanente.
Los profetas, poseídos por la Palabra, Am 3, 8; Jer 20, 8-9, se sienten arrastrados por ella
en sus realizaciones; participan en ellas: anuncios de ruina, amenazas, castigos, llamados al
arrepentimiento, sentimientos de frustración, perspectivas de restauración. Unen a la palabra las
acciones simbólicas, requerimiento de ella; eficaces tanto o más que ella.
El autor escriturista Robert-Feuillet, dice: "La aportación teológica de los profetas es
inmensa. Les debemos un mejor conocimiento de Dios en su unicidad, su espiritualidad y
trascendencia, en su omnipotencia, su justicia, su bondad, su proximidad, que un día S. Agustín,
más "docto" que Jeremías, expresará en la fórmula "intimior intimo meo". Los profetas
delinearon los misterios del pecado y de la gracia, precisaron la naturaleza de la sanción.
Marcaron los progresos del "personalismo", evocaron y esperaron la comunidad de la
salud, escribiendo algo así como la prehistoria de la Iglesia. Por encima de los errores y las
impotencias de su tiempo caminaron a tientas hacia Cristo, término de la historia y perfección
que sólo podían entrever. Se remontaron a las fuentes de la moralidad, mostraron que la moral
era asunto del corazón... Creyeron en el triunfo de la justicia y de la moralidad en este mundo,
porque tal es el designio de Dios y porque tiene poder para hacerlo triunfar, y ellos comenzaron a
realizar en sí mismos este ideal". Agruparemos la exposición de los principales temas de los
profetas en cuatro grandes apartados:
1.- El Dios de los profetas
2.- Dios y el hombre
3.- El hombre vinculado a los demás hombres
4.- Dios y el mundo.

8.31.1.- El Dios de los Profetas


A la base de la doctrina de los profetas está la idea que ellos tuvieron de Dios:
a.- Contribuyeron a la purificación del monoteísmo, que en su evolución en Israel pasó por
los estadios de la monolatría y el monoteísmo, que llevaba a mezclaran ocasiones el culto a Yahvé
con el culto a otros dioses.
b.- Afirman la unicidad de Dios, cuando hablan de su dominio sobre todos los pueblos.
Am 9, 17 y de su poder creador, Am 5, 8; Is 41, 4.
c.- Yahvé es el Dios "viviente", Is 40, 28; 44, 6-24; Jer 2, 12-13 y "santo", Am 2, 7; 4, 2; Os 11,
9. Unido a la santidad de Dios está el hecho de que El no cede a nadie su "gloria", es un Dios
"celoso", Is 48, 11; Ez 5, 13.
d.- Aunque los profetas no especulan sobre la naturaleza divina, sugieren indirectamente
el carácter "espiritual" de Dios, al indicar que las localizaciones (Arca, Templo) que de El se tenían
no lo ligan con estos objetos, Jer 3, 16, y es que está más allá de toda representación, Os 8,15; 10,
5-6. El es el "diverso", del hombre, Os 11, 9; permanece para siempre, Is 40, 7-8. Es "trascendente",
y al mismo tiempo, se acerca al hombre, Is 57, 15.
e.- Yahvé es un Dios lleno de "misericordia", Os 11, 8-9; Jer 31,20, no sólo con su pueblo
sino con toda clase de naciones, Jon 4, 2.
f.- Yahvé es un "Dios fiel y verdadero", sus palabras no pasan, Is 40, 8, su designio se
ejecuta, Is 25, l; 55,11, no varía, Mal 3, 6.
g.- Yahvé es un Dios justo, libera al que llama, al que tiene derecho, Jer 9, 23; castiga el mal
y el pecado, Am 5, 24; Is 5, 16, y así revela su justicia.
h.- Yahvé es un Dios "omnipotente", se le descubre en los hechos históricos en los que Él
interviene, Is 7, 18; 9, 10-11. Es "omnisciente", Is 42, 9; "inmutable", Mal 3 ,6. "Omnipresente", Am
9,2-4; Is 66, 1.
i.- Yahvé es el Señor universal y dueño de la historia: todo lo que pasa en el universo se
156
atribuye a su actividad y se incluye en ella. Dios gobierna el universo de acuerdo a una ley, de ahí
que se diga que no cambia. La naturaleza física está bajo su dominio, Is 40, 26.
Cada acontecimiento tiene en El, de algún modo, su causa, Am 3, 3-6. Gobierna el mundo
con justicia y amor, Jer 12, 18; Is 55, 7. El dirige la historia. De ahí que los profetas predicaran o
bien la resistencia a las naciones o la necesidad de someterse cuando las circunstancias lo pedían,
Jer 27.

8.31.2.- Dios y el hombre. Dios e Israel. Elección – Alianza


1.- El Éxodo: Un lugar de preferencia en la predicación profética lo ocupa el tema del
éxodo. Todo tuvo principio en ese hecho. El libro de Oseas muestra claramente que el tiempo de
la salida de Egipto es el tiempo en el que Israel respondió más fielmente a la alianza Os 2,16-17;
11, 5. Los profetas al hablar del éxodo lo orientan hacia su plenitud y hablan de un "nuevo éxodo",
una salvación más completa y universal, Jer 31, 31-33. Ez. Capítulos: 36-37.
El éxodo es una expresión de la elección que Yahvé hace del pueblo. Se expresa con varios
verbos: Escoger, llamar, comprar, adquirir, conocer.
Aunque la palabra "alianza" aparece pocas veces en los profetas (tal vez para evitar un
nacionalismo cerrado y exclusivo), la noción de alianza está continuamente presente como una
extensión Y consecuencia de la elección: las responsabilidades que asume el que elige y las
obligaciones que libremente acepta el elegido. Esta elección - alianza se expresa en los profetas
con las siguientes imágenes:

1.- Padre - Hijo, Os 11; Is 1, 2


2.- Propietario - Viña, Is.5',27
3.- Pastor - Rebaño, Is 40, 11
4.- Alfarero - Vaso, Is 29, 16. Jer 18
5.- Esposo - Esposa, Is 50, 1; Jer 2, 1-7.

Los profetas interpretan la existencia de Israel como dependiente del concepto de


elección y alianza. La moral que predican; la justicia que exigen, se apoyan en el hecho de la salida
de Egipto (elección) y del compromiso del Sinaí, (alianza). Ellos hablan siempre en este contexto.
Finalmente las infidelidades del pueblo a la alianza y la ingratitud frente a la elección amorosa de
Yahvé, llevan a los profetas a anunciar una "nueva alianza", Jer 31, 31-34.
8.31.3.- Elección de Sión - Promesa hecha a David
Dos grandes tradiciones aparecen en los profetas unidas al tema del éxodo: la elección de
Jerusalén en Sión, y la promesa hecha a David.
La elección de Sión aparece dentro de su significado pero con una proyección al futuro, a
la plenitud. David habla conquistado Jerusalén, 2 Sam 5, 6-9. La llamó: "Ciudad de David" y
trasladó a ella el arca. Dios, por medio de Natán, demuestra su complacencia por esa ciudad, 2
Sam Captlo 7; cuyo destino religioso se determina con la construcción del Templo. Jerusalén se
convierte en capital política y religiosa de Israel, porque Yahvé reside en ella, en el "monte Sión".
Salm 78, 68-19. Jerusalén es infiel, se entrega a la idolatría y rechaza las enseñanzas de los
profetas., Jer. Capítulos 36-38; hace algunas alianzas con otros dioses al darles culto, Is 1, 16-17;
Jer 7, 8-11; por eso Yahvé la castigará, Jer 7, 14; sólo se salvará un "resto", Is 4, 2-3.
El castigo llega. La "Hija de Sión" confiesa su culpa, Lam 1, 1s.s. Al mismo tiempo que
anuncia los castigos. Los Profetas hablan de otra Jerusalén, hecha de nuevo ciudad de justicia y
fiel, Is 1, 26; Jer 31, 6-12. Verá multiplicarse sus hijos, Is 49, 14-26. Sión dará a luz a un nuevo
pueblo, Is 66, 6-14. Ella será el lugar del juicio escatológico; de la liberación y transfiguración final
para todos los pueblos, Is 25, 6-12,Joel 4, 9-17.
La promesa hecha a David es otro de los temas relacionados con la elección - alianza.
David respondió a su elección con una adhesión sincera y fiel, a pesar de sus deficiencias. Natán le
promete de parte de Dios una "descendencia eterna", 2 Sam 7, 27. Lo hace a través de una
promesa incondicionada, que concentra la alianza del Sinaí en la promesa del rey y así lo
confirma, 2 Sam 7,1-24. Por eso los profetas, al evocar la promesa hecha a David, quieren afirmar
157
el amor de Dios por su pueblo, Is 9, 6-8; su fidelidad a la alianza, Jer 32, 20-26. Os 3, 5.

8.31.4.- La Ley
La alianza trae consigo el don de la Ley. Los profetas se refieren continuamente a ella. La
"Torah" es la instrucción de Dios. No es sólo una serie de preceptos sino también una serie de
verdades sobre Dios y su acción salvífica. Para los profetas la Ley de Dios no era un libro. No
hacen referencia a Moisés como legislador, fuera de Malaquías 3, 2.
La relación de la alianza se expresa en la Ley y es mantenida por ella. La Ley es la
instrucción espiritual y moral que ofrece la revelación. Desobedecerla es violar la alianza. La Ley y
la justicia que predican los profetas la aprendieron de su experiencia personal de Dios. Los
profetas conciben la Ley como revelación perenne de Dios, algo siempre igual por ser la expresión
de un Dios vivo y en constan te actividad. Por eso la Ley es universal.
Cuando los profetas hablan de la "Ley de Dios" significan las experiencias morales de esa
revelación de Dios. Esas exigencias no son arbitrarias sino que brotan de la naturaleza de Dios y
son manifestaciones de su amor y de su justicia. La Ley es expresión de los atributos de Dios, de
ahí que el cumplirla conserva al hombre en una relación íntima con Dios. Los profetas reprochan
a Israel las transgresiones de la Ley, Jer 11, 1-2; y anuncian la nueva ley escrita en los corazones,
Jer 31, 31-34; Ez 36, 25-27. Esa ley será enseñada a todos los pueblos, Is 2, 3.

8.31.5.- Desviaciones e infidelidades


Para los profetas el obstáculo por excelencia, el único para la realización del plan de Dios
en el pueblo es el pecado. El pecado abre un abismo entro Dios y el hombre considerado en su
aspecto personal y comunitario. Is 59, 1-2.
Los profetas denuncian el pecado de los que rigen los destinos del pueblo, Jer 22, 13.
Enumeran los pecados que se cometen y que van contra las exigencias de Dios, Ez 18, 5-9; Is 59,
3-8; Am 4, 1. El pecado, ofensa a Dios es más bien autodestrucción para el pecador, Jer 7, 1-9.
El pecado es una infidelidad al Dios de amor que se revela como Padre, esposo, pastor de
Israel, Jer 2, 11-13; Is 64, 7. El remedio para el pecado es la conversión, Os 2, 8-9. Dios mismo se
acerca y busca al pecador, Lam 5, 21; Ez 34. Al pecar el hombre se aleja de Dios. Esto sucede a
todos los hombres y a todos los pueblos, pero cuando acaece a Israel el hecho es más grave
porque él ha sido elegido como pueblo único de Dios. Los profetas al enumerar los pecados no
distinguen entre la rebelión y alejamiento manifestado en injusticias sociales, económicas y
políticas; culturales, religiosas, teológicas, Is 1, 2-18; 2, 6-17; 9, 8-11; 29, 13-16; Jer 2, 4-13; Ez 16.

8.31.6.- El falso culto


La verdadera religión es el conocimiento del Dios verdadero y la obediencia a su ley. Esto
se expresa en:
.- Monoteísmo
.- Conocimiento de los atributos morales de Yahvé
.- Relación íntima con El como un Dios vivo.
.- Práctica de la justicia

Los profetas denuncian la falsa religión que ven expresada en:


a.- La idolatría y el sincretismo religioso, Ez.20,32; Jer. 44,16.
b.- El ritualismo: La absolutización del Templo, de los sacrificios y demás expresiones
externas de la religión que no pueden establecer, por sí mismos, una relación con Dios. Am 5, 21-
23; Os 8, 11; Jer 7, 21-22. Es verdad que Ezequiel planea un Templo restaurado y un sistema de
sacrificios, Ez. Capítulos, 40-46, pero lo hace en una proyección ideal, siempre desmentida por la
realidad. Y además, Ezequiel tiene exigencias morales y espirituales como las tiene también
Malaquías, Mal 2, 5.
Los sacrificios son condenados porque se realizan para tener una satisfacción sensible y
emocional, sin repercusión en la vida práctica: fe, justicia, misericordia, derecho, Am 5, 24. Los
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sacrificios conducen al formalismo, enemigo de lo que es una verdadera relación personal e
íntima con Dios, Is 48, 1; 29, 13-14.
c.- El formalismo: que lleva a una actitud mágica. Para quitar esa mentalidad, Jeremías,
cuando anuncia la restauración, habla de que el Arca misma será olvidada, Jer 3, 6. Si algunos
profetas dan valor a los ritos es porque éstos pueden favorecer y ayudar a la conciencia religiosa,
con tal de no multiplicarse demasiado ni absolutizarse. La verdadera religión debe trabajar por
crear una sociedad justa, como lo exige Dios mismo. De ahí que los profetas, hombres de su
tiempo, tratarán de reformar el sistema social agrícola de su tiempo para que se practicara en él la
justicia.

8.31.7.- La injusticia
Una de las principales desviaciones y pecados denunciados por los profetas es la
injusticia. Ellos hablan contra los jueces y reyes, contra los poderosos que oprimen a los pobres y
anuncian el castigo de Dios, Am 5, 7; 6, 12; Is 5, 7-23; Jer 22, 13. Dan a la injusticia el sentido de
ofensa no sólo al prójimo sino también a Dios. Ante las incesantes injusticias miran hacia el futuro
y anuncian al Mesías como el que administrará la justicia íntegramente, Is 9, 6; 11, 4-5; Jer 23, 5.

8.31.8.- El Juicio
Una de las principales desviaciones y pecados denunciados por los profetas, además de la
injusticia, es el del juicio como la realización de la justicia divina. La doble catástrofe de la
destrucción del reino del Norte en 722 (destierro de Nínive), y la ruina del reino del Sur, con la
destrucción de Jerusalén en 586, (destierro a Babilonia), es contemplada por ellos como
restauración y establecimiento de la justicia. Yahvé es quien juzga. Israel es juzgado. El acto de
juicio: la muerte como nación, o un simbólico regreso a Egipto, Is 30, 12-14; Jer 5, 3. 12-14.
Este juicio de Yahvé no se realiza únicamente en relación con el pueblo. Llega a los
individuos. El "sondea las entrañas y los corazones", Jer 11, 20; 17, 10; y conoce a los justos y a los
culpables.

8.31.9.- Misericordia compasiva


Los castigos de Dios tienen como finalidad la conversión del pueblo. Son dictados por la
bondad de Dios: "os castigué pero no os convertisteis a mi", Am 4, 6-11. Más todavía, cuando Yahvé
se decide castigar su corazón se revuelve dentro de El, Os 11, 8-9; Jer 31, 20. La primitiva alianza
con Israel era una alianza con misericordia. Yahvé anuncia: "que conducirá a su pueblo al desierto
para hablarle al corazón", Os 2, 16, y renovar la alianza en la misericordia Jer 3, 12; Is 54, 7-8. Con
su firme y constante fidelidad Yahvé no aparta su "hesed" = misericordia, ni del pueblo, ni de los
individuos, Is 54, 10; Jer 31, 3.
Después del exilio el regreso a la tierra simboliza el regreso de Yahvé y con El a la vida. Jer
12, 15; 33, 26; Ex 33, 11; Is 14, 1. La misericordia compasiva de Yahvé lo lleva a "re-crear",
reconstruir, hacer nacer de nuevo a Israel, a una nueva redención, Ez 36, 22-25;Capítulo 37; Is 51,
9-15.

8.31.10.- La respuesta auténtica del hombre


Varios conceptos caracterizan en los profetas la auténtica respuesta del hombre a la
acción fiel y misericordiosa de Yahvé

8.31.11.- Conocimiento de Yahvé


En este concepto se expresa más que el conocimiento intelectual, una relación existencial
que compromete profundamente. Conocer a Yahvé es "juzgar la causa del. humillado y del pobre",
Jer 22, 16. Miqueas 6, 8, resume las consecuencias del verdadero conocimiento de Dios: "Te ha
explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que respetes el derecho, que ames la
misericordia y que andes humilde con tu Dios", Esta humildad se basa en la fe confiada.

8.31.12.- La fe
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La fe, como respuesta fundamental del hombre a Dios es una exigencia de la alianza. Los
profetas invitan a tener fe en Yahvé, Os 13, 6; Jer 17, 7. La importancia de la fe aparece en la frase
de Habacuc: "El justo vivirá por su fe", Hab 2, 4. La fe, quiere decir confianza en Dios y fidelidad a
El; esperanza en Yahvé y lealtad a El, Is 7, 9; 28, 16.
La fe en Dios y la moralidad están íntimamente unidas en la predicación profética. La fe
conduce a una vida recta y ésta es expresión de la fe. La fe sufre la prueba del fracaso, de la duda,
de la aparente ausencia de Dios. Los profetas mismos la experimentan, Jer 15, 10-21; 20, 7-18.
Con una fe probada y purificada exhortarán al pueblo a la fe confiada en Yahvé en todas las
circunstancias, Is 40, 31; 49, 23.

8.31.13.- La bondad
Con el término "bondad" se indica además de la actitud de Dios hacia los hombres, la que
estos deben de tener hacia los demás y hacia el mismo Dios. La bondad hacia Dios significa
devoción amorosa y fiel; hacia los semejantes quiere decir amor y bondad. Jer 2, 2; Os 4, 1; l0, 12;
Is 16, 5; Miq 6, 8. En resumen, Yahvé quiere que su misericordia y bondad gratuita tenga también
un eco en el hombre.

8.31.14.- El derecho
La palabra, "Derecho", tiene diversos significados, que van desde un fallo de un tribunal, al
conjunto de leyes que Dios ha dado como dueño del universo. Como la Ley de Dios manifiesta su
justicia, pasó a significar una ley o juicio justos y, más adelante, "derecho". En este sentido de
decisiones justas de los jueces, leyes justas de los gobernantes, trato justo a los otros se aplica a las
relaciones entre los hombres, que deben de expresar la actitud de Yahvé, Am 5, 24.

8.31.15.- Justicia
El término "justicia", se usó en la Biblia con diversos sentidos. Primitivamente era un
término legal que decía relación con el veredicto de un proceso y con la persona en cuyo favor se
daba, "justificándolo" de la culpa que se le imputaba. En relación con Dios, es sinónimo, a veces, de
victoria y cumplimiento de su propósito salvador. Is 46, 13; 56, 1. En la vida del hombre es la
excelencia moral: la esencia moral de la vida buena y la cualidad moral de la conducta recta. Es
como el fruto del amor y del derecho, Is 59, 14; Jer 22, 3; Ez 18, 27; Am 5, 24.

8.31.16.- La religión interior


De la práctica de la justicia el derecho y la misericordia surge el "verdadero conocimiento
de Dios", y éste es, junto con la fe, el fundamento de la auténtica religión: la que integra la Ley en su
constitución espiritual. La verdadera religión se opone al particularismo, al formalismo y al
ritualismo. Integra la actitud interior de fe con el amor al prójimo: "Así dice Yahvé: no se alabe el
sabio por su sabiduría, ni se alabe el valiente por su valentía, ni se alabe el rico por sus riquezas; mas
en esto se alabe quien se alabare: en tener seso y conocerme, porque Yo soy Yahvé, que hago merced,
derecho y justicia sobre la tierra, porque en eso me complazco, oráculo de Yahvé", Jer 9, 22-23.

8.31.17.- Dios y los demás pueblos. El Universalismo


Los profetas, guiados por su fe en un Dios universal se preocuparon por la situación y
destino de toda la humanidad. Jeremías es constituido "Profeta de las naciones", Jer 1, 5, el II Libro
de Isaías dirige su llamado a todas las naciones, Is 41, 1-5; 49, 1-6.
No sólo la historia de Israel está bajo los designios de Yahvé y su gobierno sino que
también lo están todos los pueblos. Am 9, 7. Yahvé no es un Dios exclusivamente nacional. El
juzga la conducta de todas las naciones. De ahí los oráculos que los profetas pronuncian contra
ellas, Am 1, 3 al 2, 3; Nah 3, 4-9; Is 10, 5-19.

8.31.18.- El problema del mal


Presente en toda la historia de la humanidad está el mal, el dolor y el sufrimiento. Los
profetas no resuelven ese problema con soluciones dualistas. Anclados en su teísmo
160
descubrieron que el sufrimiento no escapa al gobierno de Yahvé: "Yo soy Yahvé, no hay ningún
otro; yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy Yahvé, el que
hago todo esto", Is 45, 7. Una cosa semejante dice Amós 3, 6. A través de su propio sufrimiento y
sostenidos por la fe, los profetas van descubriendo que es una pena por el pecado, Is 3, 11; pero
también que tiene un valor purificador, Jer 9, 6 y de su intercesión y redención, como aparece en
el cántico del Siervo de Yahvé, Is 52, 13 al 53,12. Al enviar el sufrimiento a Yahvé hace un acto de
benevolencia pues lo que busca es el arrepentimiento y la conversión de los hombres. Am 4, 6-
11.

8.31.19.- El juicio
El juicio de Yahvé, Señor de la historia, no se restringe a su pueblo: todos los pueblos
serán juzgados, Am 1, 3 al 2, 3; Ez 25, 1-17. La salvación que llegará a todos los hombres y
naciones tiene como preludio ese juicio, que los profetas post-exílicos describen con el lenguaje
apocalíptico, Is 66, 16; Joel 4, 12-16. Con ese juicio se cerrará la historia humana y comenzará el
reinado eterno del Hijo del Hombre, Dan 7, 9-12.

8.31.20.- El hombre vinculado a los demás. Solidaridad y personalismo


Los profetas afirmaron que la práctica del bien acarreaba al hombre la felicidad y el
pecado trata consigo el castigo y el sufrimiento. Sin embargo, los hechos desmentían esa
afirmación: los justos sufrían y, en cambio, los malos prosperaban, Hab 1, 12-13.
En un primer momento los profetas resolvieron el problema acudiendo al concepto de
solidaridad, tan arraigado en los pueblos antiguos: sea cual fuere la conducta del hombre él debe
de sufrir las consecuencias de la conducta de la comunidad a la que pertenece. Esta solución no
acabó con el problema: que los hijos paguen las penas de sus padres: "Los padres comieron los
agraces y los hijos tienen dentera", Jer 31, 29-30. Esta situación que ponía en tela de juicio la
justicia de Dios llevó a los profetas a descubrir la responsabilidad personal, Ez 18.
Ignorando la existencia del más allá ponían la solución a ese problema en el "día de
Yahvé", cuando en el curso de la historia, las naciones que sigan viviendo descubrirán claramente
que Dios justifica a los buenos y castiga a los malvados, Mal 3, 18.

8.31.21.- Una sociedad justa


Los profetas impugnan las estructuras sociales injustas que llevan a la opresión del pobre
y desvalido. El "conocimiento de Yahvé" debe de expresarse en relaciones justas entre los
hombres. Por eso los profetas condenan a quienes se enriquecen a costa de los débiles y con
todos los medios de poder los oprimen sin escrúpulos Am 3, 9-10; 4, 1-3; 1, 1-8; Os 7, 3-7; Je .5,
26-29. Los profetas ven una estrecha relación entre una estructura social viciada y explotadora y
una situación de condenación y de pecado. Se exige una "conversión" y una nueva liberación a
través del "juicio de Yahvé", que actúa en la historia impugnando las estructuras de poder y
poniéndose de parte de los oprimidos.
También descubren los profetas una estrecha relación entre justicia social y liberación
salvífica de Yahvé y lo ponen de relieve en su predicación. La liberación de Yahvé debe de
expresarse en la ausencia del egoísmo, de la injusticia, de la opresión al prójimo. Debe de existir
una sociedad que se base en el derecho de Yahvé y que lo manifieste en la regulación de unas
relaciones sociales justas, Jer 21, 11 al 22, 4.
Los profetas no sólo censuran a los individuos que causaban males sociales sino también
al sistema que los hacía posibles y que los sostenía por medio de leyes y el fallo de los tribunales,
Am 5, 15: "¡Ay! de los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones,
excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los pobres de mi pueblo, haciendo de
las viudas su botín, y despojando a los huérfanos", Is 10, 1-2. Se piden leyes y juicios que
manifiestan consideración por los derechos y necesidades de los más débiles de la sociedad.
Sin ser principalmente reformadores sociales, los profetas promueven la justicia social
como una exigencia de la verdadera religión. Sólo a través de esa justicia con los hombres se
podrán tener genuinas y profundas relaciones con Dios. Jer 22, 15-16; Ez 34, 2-4. El Mesías es
161
presentado como el instaurador de ese gobierno justo que Yahvé exige, Is 32, 1; 11, 4; 9, 7.

8.31.22.- Dios y el mundo. La Creación


"Yahvé es el creador del mundo". Es una afirmación frecuente en los profetas, Am 4, 13; Jer
10, 6-16; Is 40, 21-26. Los profetas oponen el Dios creador a los dioses que no son nada, Jer 10, 1-
5; Is 4, 9-20. La potencia creadora de Dios está unida a su dominio en la historia. Por este motivo
El puede escoger a quien quiere para realizar sus designios, Jer 27, 4-7. Los acontecimientos El los
crea en cierta manera, Is 48, 6-7; 43, 1-7. En una perspectiva escatológica los profetas hablan de
una nueva creación, Is, 65, 17; 66, 22-23.

8.31.23.- Dios juzga la historia


Acabamos de afirmar que relacionada con la potencia creadora de Yahvé aparece su
dominio de la historia; el es el Señor de la historia. Ahora bien, Yahvé regula la historia:
.- De acuerdo a un plan o designio incomprensible al hombre, Is 55, 8-9; 5, 19; 19, 17.
.- Sin permitir que nada escape a su acción y usando para su fines justos aun aquellos que
son injustos, Is 10, 12-13; Jer 27.
.- Llevándola a un juicio que hará llegar a los hombres y a las naciones las consecuencias
de sus acciones buenas o malas, Am 5, 18; Is 13, 6; Ez 7, 7; Sof 1, 7. Ese juicio traerá una
purificación permanente. Veamos las características propias:

8.31.24.- Mesianismo
Dentro de esta perspectiva del gobierno divino de la historia aparece en los profetas la
esperanza mesiánica: el mundo será purificado del mal y del pecado y el bien se establecerá para
siempre, Is 11, 9; 17, 7; Os 2, 13; Joel 2, 28; Jer 31, 31-34.

8.31.25.- El día de Yahvé


En el que El, el Señor de la historia: "será rey sobre toda la tierra", Zac 14, 5-9; Joel 2, 30-31.
Esto se realizará a través de...

8.31.26.- Un "resto de Israel”


El resto de Israel, no entendido sólo como una fracción que sobrevive a una calamidad
determinada, sino un pueblo purificado de los tiempos mesiánicos, desde su humildad se
convertirán en una nación poderosa, Miq 4, 7; 5, 6-7; Sof 3,12; Is 4, 4; Jer 23, 3. (Ver: capítulo 7º:
7.6, y 7.6.1).

8.31.27.- Un rey ideal


El Mesías, que gobernará de acuerdo con las exigencias de Yahvé. El será el "germen
justo", Jer 23, 5-6; Zac 3, 8, será el "Siervo de Yahvé", Is 49, 5-6; 53, 4-5.
Entonces vendrá la consumación de la historia, cuando: "el monte de la casa de Yahvé será
asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las
naciones y acudirán pueblos numerosos. Dirán: "Venid", subamos al monte del Señor, a la casa del
Dios de Jacob, para que El nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos. Pues de Sión
saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Yahvé", Is 2, 2-4. El mensaje profético es un mensaje de
esperanza que tiene como fundamento no al hombre sino a Yahvé, fiel y misericordioso.

8.31.28.- El destino personal del profeta


Desde el momento de su llamado, de su vocación, el profeta ya no es dueño de su misión.
Su vida está al servicio de Dios en bien de la comunidad elegida. Esto se ve claramente en el
llamamiento de Moisés, Samuel, Amós, Jeremías, Ezequiel.
Las expresiones líricas de Jeremías giran en torno a este tema: Dios tiene la entera
iniciativa; domina a la persona del profeta: "El Señor Yahvé habla, ¿quién no profetizará?", Am 3, 8.
Jeremías consagrado desde el seno Materno Jer l, 5; Is 49, 1, habla de seducción, Jer 20, 7,s.s.
162
Ezequiel siente que la mano de Dios pesa fuertemente sobre él, Ez 3, 14.
El llamamiento despierta en Jeremías la conciencia de su debilidad Jer 1, 6; en Isaías, la
conciencia de pecado, Is 6, 5. Este llamamiento lleva siempre a una misión salvífica, cuyo
instrumento es la boca del profeta que dirá la palabra de Dios, Jer 1, 9; Is 6, 6; Ez 3, 1,s.s.

8.31.29.- El mensaje del profeta y su vida


El mensaje del profeta conlleva anuncios en forma de gestos (más de treinta pasajes
aparecen en el A.T, que preceden o acompañan a las exposiciones orales Jer 28, 10; Ez 3, 24; Zac
11, 15, y es que la palabra revelada, no se reduce a vocablos; es vida, va acompañada de una
participación simbólica, no mágica), en el gesto de Yahvé que realiza lo que dice.
Algunos de estos actos simbólicos tienen efectos inmediatos: la compra de un campo, Jer
32; enfermedades y angustias, Ez 3, 25. Sin embargo, conviene notar que en los profetas más
importantes la vida, conyugal y familiar hace cuerpo con la revelación. Tal es el caso de Oseas, Os
1-3), Isaías se limita a mencionar la "profetisa", Is 8,3, pero él y sus hijos son signos para el pueblo
Is 8, 18. En el momento del exilio los signos se hacen negativos: celibato de Jeremías, Jer 16, 1-9,
viudez de Ezequiel, Ez 24, 15-27.

8.31.30.- Pruebas
Los que hablan en su propio nombre, Jer 14, 14, sin haber sido enviados, Jer 27, 15,
siguiendo su propio espíritu, Ez 13, 3, son falsos profetas. Los verdaderos profetas tienen
conciencia de que otro les hace hablar, tanto, que se da el caso de tener que corregirse alguna vez
cuando han hablado de su propia cosecha, 2 Sam 7. La presencia de este "otro", (Dios), Jer 20, 7,s.s,
el peso de la misión recibida, Jer 4,19, causan a menudo una lucha interior.
Por ejemplo, Moisés y Elías, Num 11, 11-15; 1 Reyes 19, 4, conocen la crisis de la
depresión. Ezequiel está "lleno de amargura" "con furor y pasmado", Ez 3, 14,s.s. En fin, Dios
apenas si deja a los profetas esperar el éxito de su misión, Is 6, 9; Jer 1, 19; Ez 3, 6. La misión de
Isaías no logrará sino endurecer al pueblo, Is 6, 9. Ezequiel deberá hablar "se le escuche o no", Ez 2,
5-7; así los hombres: "sabrán que yo soy Yahvé", Ez 36, 38, pero este reconocimiento del Señor
sólo tendrá lugar posteriormente.
Finalmente el profeta toma conciencia respecto a su vocación y su misión salvífica. El
análisis de los textos bíblicos demuestra la estructura esencial del profetismo y consta de tres
elementos estrechamente interrelacionados: relación del profeta con Dios; carácter de enviado, y
función de mediador.

8.31.31.- Relación del profeta con Dios


El profeta es elegido y santificado por Dios, es decir, es segregado, Jer 1, 5, la mano de
Yahvé ha venido sobre él, 1 Rey 18, 46, lo ha tocado, Jer 1, 9, y descansa constantemente sobre él,
Is 8, 11, Yahvé se ha apoderado de él, Am 7,15, lo ha dominado y seducido, Jer 20, 7, el Espíritu de
Yahvé ha entrado dentro de él, Ez 2, 2.

8.31.32.- Carácter de enviado


Esto va unido a la conciencia de su misión profética. El es el hombre de Dios, el siervo de
Yahvé porque Dios lo ha tomado a su servicio para que sea su colaborador. Ha sido investido del
Espíritu ("ruah") para que pueda actuar como representante legítimo de Yahvé. Como tal
pregona por mandato y en nombre de Dios, Jer 11, 21.

8.31.33.- Función de mediador


El profeta es también, mediador entre Israel y Yahvé: no sólo está al servicio de Yahvé,
sino también al servicio de Israel. Por eso no sólo habla a Israel en nombre de Yahvé, sino también
a Yahvé en nombre de Israel, esta segunda función es de intercesión profética, 1 Sam 12, 17-25.
Destaca de una manera especial Moisés, Ex 32, 10,s.s.
163
8.31.34.- La muerte
La idea de que la muerte es la coronación de todas sus profecías, es un hecho admitido en
la vida del profeta. Se exterminó a los profetas bajo el mandato del rey Ajab, 1 Rey 18, 4,s,s,
probablemente bajo Manasés, 2 Rey 21, 26, y ciertamente bajo Yoyaquín, Jer 26, 20-23, Jeremías
no ve nada excepcional en estas matanzas, Jer 2, 30.

Con estas consideraciones finales terminamos este capítulo de los profetas y el


profetismo. Hemos descrito sintéticamente los rasgos principales, conscientes de que se puede
decir mucho más, pero, no obstante, lo expuesto da una idea clara del tema.

CAPITULO NOVENO

LOS SABIOS Y LA SABIDURÍA EN ISRAEL

9.1.- Visión general


La búsqueda de la "sabiduría" es común a todas las culturas del antiguo Oriente. Piénsese
en la abundante literatura sapiencial que nos han llegado de las culturas de Egipto, Babilonia y
Asiria. Esta sabiduría tiene un objetivo práctico: se trata de que el hombre se conduzca en su vida
diaria con prudencia y habilidad y así prosperar felizmente. Los semitas empleaban el término de
"sabiduría" para expresar habilidad y destreza en algún oficio manual o pericia para cualquier
cosa práctica de la vida diaria. Pero donde era aplicado este término con toda su fuerza era en el
que ejercían los llamados "sabios", que son los hombres prudentes y experimentados que en
forma de dicho, sentencias, o "proverbios", dan consejos de vida y orientan en el camino de la vida
y del bien vivir, es decir, vivir con paz y felicidad.
Estos proverbios populares son fórmulas breves y agudas que traducen la lección del
buen sentido práctico de la vida, sacada de la observación de la naturaleza en general y de la
experiencia en particular. Toda esta secular experiencia recogida, organizada y transmitida en el
dicho, en la sentencia docta , es fruto de la reflexión y constituye el genero sapiencial, la sabiduría
oriental.

9.2.- La "Sabiduría" en Israel


En lo referente a la historia del movimiento "sapiencial" en Israel, lo podemos resumir de
la siguiente manera. Según la Biblia, este Movimiento comenzó con el rey Salomón, 1 Rey 5, 9-14,
en la que se nos dice que Salomón creo, 3.000 sentencias y compuso 1005 cánticos. Esta tradición
es muy digna de tenerse en cuenta por los vínculos de este rey con la corte faraónica, sobre la cual
él modeló la suya, importando de ella escribas y funcionarios.
Luego durante dos siglos se acalla la "sabiduría hasta el reino de Ezequías", 727-697, en
cuya corte un grupo de letrados recoge los proverbios del pasado, Prov 25, 1. Se pone en relación
el trabajo de estos letrados con el nacimiento de la casta de los sabios, destinada a obrar como
tercera fuerza de Israel. En los tiempos anteriores al exilio de Babilonia, 587, hay alusiones a los
conflictos que surgieron entre los "profetas" y los "sabios". Isaías pone en ridículo la sabiduría de
los ministros de Ezequías y del faraón, Is 5, 21 y Jeremías ridiculiza más todavía a los sabios, Jer 8,
18, s.s. Es el primer conflicto entre razón, (sabiduría) y fe (profecía). La "sabiduría" como cálculo
humano que no descansa en la fe, Is 30, 15, "que hace proyectos sin Yahvé y entra en alianzas sin
espíritu", Jer 30, 1, contradecía la teología de los profetas, desconocedora de los compromisos
meramente humanos. No es que los profetas atacaran a la sabiduría en cuanto tal, de la que ellos
164
mismos a veces se servían sino que su ataque iba dirigido contra los ciegos traficantes que
envilecían la política y la religión convirtiéndolas en un negocio. Así permaneció la situación hasta
el exilio. La profecía tenla más fuerza que la mera sabiduría.
En el tiempo posterior al exilio, 538, la sabiduría se va abriendo camino en el quehacer
diario de la vida judía. Este avance se explica por la crisis mental y existencias que pasó el pueblo
a consecuencia del desastre nacional. Ya no había profetas como en los tiempos anteriores, los
sabios buscan el sentido de la vida en la sabiduría verdadera y guiados por el espíritu de retorno a
Yahvé, intentaron hallar la sabiduría en la revelación de Dios a Israel a lo cual había exhortado ya
el Deuteronomio 4, 5. Esto bastó para que se les concediera nuevamente el derecho de
ciudadanía.

9.3.- La educación sapiencial de Israel


Los escritos con que los sabios inspirados plasmaron a Israel se distribuyen a lo largo de
cinco siglos antes de la era cristiana, marcando diversas etapas de la pedagogía divina. Los temas
que tratan son esquemática y cronol6gicamente los siguientes: Proverbios y más tarde,
Eclesiástico: la orientación de la vida. Job: el problema del dolor y de la desgracia humana.
Eclesiastés, la vanidad de las cosas. Sabiduría : la inmortalidad y la vida.

9.4.- PROVERBIOS
El primer libro sapiencial, dado a la publicidad sobre el año 500 a.d.Cristo, es el de los
Proverbios. Este libro es una antología sapiencial en que un autor anónimo, tras el oportuno
prefacio Prov 1 - 9, publica el material elaborado en la época de la monarquía, consistente en dos
colecciones de proverbios atribuidos al rey Salomón, 10 - 20; 25 - 29. Entre estas dos partes se
insertan aquellos: "dichos de los sabios", 22, 17-24, 34. Y como epílogo, el conocido poema
alfabético en alabanza de la prudente y virtuosa ama de casa, 31, 10-31.
El libro de los Proverbios es el más típico de la literatura sapiencial, es el que más se
asemeja a las colecciones de máximas egipcias y mesopotámicas. La misma sabiduría que en él se
enseña es, en el fondo, la sabiduría internacional, con la cual los escribas y otros funcionarios se
formaban en las cualidades humanas que se requieren para imponerse en la vida y triunfar, así
como para el comportamiento necesario en orden al buen gobierno de la sociedad. Es el manual
del hombre bueno, noble, el ideal de un hombre que aconseja en la corte al rey.
En efecto, el agudo análisis conducido bajo el signo de la práctica y del sentido común,
fundado en la experiencia, propone todo un arte de vivir, que el necio vicioso e ignorante
despreciará para su propio mal y perdición, mas el sabio virtuoso e inteligente lo atesorará para
su bien y su felicidad. Esto es válido hoy día y para el hombre de hoy.
De ahí el interés actual por los Proverbios como documento de costumbres y de vida.
Pero su valor está sobre todo en la orientación que imprimen a la vida, anclándola en el temor de
Dios, es decir en la religión, pues el temor a Yahvé es el principio de la sabiduría, tema principal
que atraviesa todo el libro Prov 14, 2; 15, 16; 22, 4; 24, 21, y conduce al corazón mismo de la
antigua Alianza, Ex 20, 20. Pues si bien el humanismo sapiencial no expone sistemáticamente la
religión, sin embargo, la supone siempre. Del capítulo 10 al 31, Dios es nombrado no menos de 50
veces; explica cómo Dios que todo lo ve, 15, 3, lo gobierna, 16, 4 y puede, 19,21; cuya presencia
envuelve y conserva a las criaturas, cuya mirada las penetra y conoce, 16,2; es el Dios que ejercita
la justicia y vela por los derechos del pobre y de la viuda, 11, 1, como el Dios dispensador de todo
bien 10, 22-27. Es por lo tanto esencial conocer lo que le agrada y lo que El aborrece. De ahí el
motivo tantas veces repetido para apartar del mal: "Desagrada a Dios, Dios lo aborrece", 11, 1-20.
Esta sabiduría aparece en los cruces de los caninos, en las plazas públicas, en las puertas de la
ciudad, llamando a gritos a las almas sencillas y pecadoras, 1, 20-33. Otras veces se presenta como
una matrona hospitalaria, que convida a todos los hombres a su morada suntuosa, 9, 1-16.
Finalmente, ella recita su propio elogio, 8, 1-21, gloriándose de su propia intimidad con Dios, que
la engendró desde el principio y la tomó como colaboradora de su creación, 8, 22-31.

9.5.- EL ECLESIASTÉS. (QOHELET)


165
No sabemos quién es el autor de este libro tan interesante. Ciertamente no es Salomón
Qoh 1, 12, pues fue escrito entre los Siglos III y II a. d. Cristo, a un tal "Qohelet", un sabio "que
enseñó al pueblo el saber", Qoh 12, 9. Y a ello alude el nombre académico que lleva: "Qohelet", que
significa: = "orador en la asambleas".
Este libro es inquieto y estimulante, contradictorio, ambiguo, tradicionalista y progresista,
irreverente y a la vez piadoso. Espiritualmente es semejante a Job, pero con otra perspectiva. Job
demuestra que la felicidad no es un aguinaldo del justo en este mundo. Qohelet va más allá. El
justo no sólo es feliz, sino que no puede siquiera serlo, ya que nada es capaz de satisfacerlo. Todos
conocemos el estribillo constantemente repetido en el libro: "Vanidad de vanidades, todo es
vanidad", Qoh 1, 2. En él se reproduce la impresión general de insatisfacción que da todo el libro.
Esta insatisfacción brota de la monotonía de la naturaleza, prisionera de un retorno cíclico, de un
flujo y reflujo de las mismas cosas, Qoh 1, 2-11, de la férrea predestinación del bien y del mal Qoh
7, 13, de la perspectiva de la muerte, Qoh 3, de la inutilidad de los bienes procurados con trabajo
Qoh 1, 12, del deseo insaciado, Qoh 6, 1-12, de la incertidumbre del porvenir y del destino, Qoh 3,
9-15, de la virtud no reconocida y del vicio premiado, Qoh 3, 9-15, del desorden de la injusticia en
la sociedad, Qoh 3, 16. En todas estas sentencias difícilmente se puede describir con más eficacia
la caducidad del hombre y la inseguridad de su existencia.
Con todo el Eclesiastés es positivo, pues enseña la moderación y el equilibrio de las cosas
y de las personas. En el flujo y reflujo incesante de la vida, el Qohelet, señala un punto firme: El
Creador, que ha creado al hombre para el bien, le concede el uso y goce de las cosas creadas y lo
juzgará una vez. Sobre todo, con la certera claridad de su crítica, el Eclesiastés ha destruido todas
aquellas ilusiones sobre las cuales el hombre quiere edificar su felicidad, preparando así el
terreno para la idea de la gloria eterna. En efecto, ¿no era necesario que el alma hebrea viera la
vanidad de todas las alegrías de este mundo? Si nuestra tierra bastara ¿a qué tender hacia un
mundo por venir?

9.6.- EL ECLESIÁSTICO. (SIRÁCIDA)


Se puede titular este libro algo así como: "Consejos para vivir". Es otro maestro sapiencial
completamente distinto del Eclesiastés, por su equilibrio, manera simpática, fidelidad a la
tradición y a la ortodoxia, lleva el nombre de : el autor se llama : "Jesús ben Sirá".
Este autor hacia el año 180 a.d.C, recogió en el libro más largo de esta literatura sapiencial
el jugo de sus enseñanzas. El libro es eco de la época próspera y tranquila que conoció Israel bajo
el gobierno tolerante de los Ptolomeos.
Escrito en hebreo, fue traducido al griego por el nieto mismo del autor, y la versión
suplantó el texto original, que se perdió. La "sabiduría" de Jesús ben Sirá es una colección muy
variada de sentencias, que puede dividirse en dos partes. La primera, 1-43, es un manual para uso
de escolares. La segunda, el elogio de los padres, es un himno de loa a las grandes figuras del
pasado. Forma el epílogo una oración de acción de gracias y un poema alfabético sobre la
búsqueda de la sabiduría, 51.
En general su estilo no alcanza la perfección de su modelo, la incisiva sencillez de los
Proverbios. El autor incorporó a la literatura sapiencial la herencia religiosa de Israel: la historia
sagrada, el culto y particularmente la Ley, que Jesús Ben Sirá, identifica con la sabiduría Ecltco 24,
22-27. Por esta reducción algunos lo acusan como si fuera responsable de aquella idolatría de la
letra que Jesús echó en cara a ciertos doctores de la Ley de su tiempo. Pero, a decir verdad, Ben
Sirá, no tiene de la Ley la concepción jurídica de los fariseos. En él aparece una concepción
trascendente que se parece a la de los textos sapienciales del libro de Baruc, y así la Ley es
entendida como una manifestación y revelación de la palabra de Dios, manifestación que se
produce desde siempre para regular la armonía del mundo y la conducta de los hombres.
Finalmente el libro ofrece el mismo horizonte limitado que los Proverbios sobre el problema de la
retribución. El Eclesiástico apenas toma en consideración las preocupaciones de Job y del
Eclesiastés, Ecltco, 40, 1-11, y repite lleno de optimismo la tesis de la felicidad terrena: en la tierra
espera el justo su recompensa e Israel su salvación. Es decir, Ben Sirá, es un hombre sano con una
visión optimista de la vida. Expone una teología de la vida dominada por el temor a Yahvé que
debe de traducirse en una observancia de sus preceptos, tal como vienen recogidos en la ley
166
mosáica.
El autor se muestra partidario de la buena mesa, consciente de que con el estómago lleno
se fraguan mejor hasta los ideales religiosos. Le entusiasma la música, que considera fuente de
serenidad, de inspiración y de deleite espiritual. Así es cómo va trazando unas líneas de
comportamiento, donde la vivencia religiosa engrane con todos los resortes positivos de la vida y
salidos de la mano de Dios.
Tal enfoque ayuda a fraguar una religión con una profunda carga de humanismo. Cierto
que la fe yahvista fluye del comportamiento y aceptación de la Alianza, mas la vivencia del pueblo
debe mostrarse no solo en los actos cúlticos sino también en el ejercicio de la justicia y la
misericordia con el prójimo. Quien consiga ajustarse a los sanos valores Ecltco 4, 20; 6, 17, y evite
las sugestiones de la codicia, Ecltco 18, 14; 23, 27, se regirá por el parámetro de la sabiduría Ecltco
24, 1-27, brindando así un servicio inestimable a la comunidad, Ecltco 38, 24,s.s. Tal es el
horizonte que Ben Sirá presenta como modélico para cuantos judíos anhelan consolidar su
dinámica religiosa a pesar de cuantos problemas le plantea la situación del momento; y con ello
afianza el enfoque de la reflexión sapiencial que tanto ayudó a canalizar las inquietudes del
judaísmo tardío.

9.7.- LIBRO DE LA SABIDURÍA


El último de los libros didácticos el A.T, es el de la Sabiduría, escrito en griego, en la ciudad
egipcia de Alejandría entre el año 100 y el 30 a.d.Xto, por un desconocido que asume la
personalidad de Salomón.
Lo separan, pues, del Eclesiástico por lo menos 100 años, durante los cuales floreció la
literatura escatológica con sus revelaciones sobre la vida del más allá, que explican la principal
diferencia entre el último sapiencial y los libros anteriores de este género. El ambiente en que
nació esta obra explica también el resto de sus características, comenzando por la misma lengua
en que está escrito y la ciudad donde se escribió, Alejandría, cuna del judaísmo helénico, que por
eso ha sido llamado "alejandrino", y que produjo toda una literatura en lengua griega, con
temática histórica, moral y religiosa, incluyendo la versión griega de los LXX.
La finalidad de estos escritos era la instrucción del judaísmo de dispersión ("diáspora"),
pero también el proselitismo y la defensa de la fe judía ante las apostasías y la pérdida de fe.
Precisamente a esta literatura pertenece el libro de la Sabiduría, escrita para fortalecer en la fe a
los judíos piadosos, humillados por los gentiles y paganos. El libro se divide en tres partes:
A.- la primera parte: El valor de la Sabiduría, Sab 1,1 a 5, 23. Es una larga contraposición
entre el justo y el impío, destinado el uno a la vida sin fin, y el otro a la muerte eterna. Esta parte
parece que está escrita para una par te de la comunidad judía en la diáspora que atraviesa un
momento de crisis a causa de alguna persecución. Ante el peligro de posibles defecciones el autor
invita a comprender que sólo una actitud sabia ofrece sólidas garantías. Así pues, los judíos han de
adentrarse en el horizonte de la sabiduría que su tradición religiosa les viene presentando como
norma suprema de conducta. Ahora bien la sabiduría debe de identificarse con la justicia. Por eso
quien obra el mal no la puede poseer, Sab, 4. Es patrimonio exclusivo de quienes se inspiran en la
Ley divina. Los impíos quedan abocados, por lo mismo, a una muerte irreversible que pondrá fin
a su injusticia y necedad. Aun cuando su aparente prosperidad fascine a los ingenuos, sepan los
fieles que su deshonor les degrada, Sab 3, 10; 4, 19, hasta el punto de alejarles por completo de
Dios, quien les mantendrá alejados y marginados en la otra vida Sab 4, 20; 5, 23. Por el contrario,
los justos serán recompensados en el "más allá", con una vida eterna, Sab 3, 1-9.
B.- La segunda parte: Es un elogio de la Sabiduría fuente de todo bien, Sab 6, 1; 9, 18).
Todo individuo debe desear vivamente la sabiduría, Sab 6, 17, pues sólo ella puede encaminarle
hacia la felicidad. Para describirla se introduce a Salomón, considerado como el rey sabio por
excelencia Sab 6, 22; 8, 21. Se llega a una plena personificación de la sabiduría, presentándola
como hálito del poder divino, Sab 7, 25, compañera inseparable de Dios en la creación del mundo,
Sab 8, 2, y en su más fiel confidente. Sólo así estará en condiciones de explotar sus valores
existenciales, de forma tal que consiga dominar el universo. Hay que esforzarse por con seguir la
sabiduría ya que ella conecta al hombre con la divinidad hasta el punto de compartir sus encantos
y privilegios.
167
C.- La tercera parte: Es un recuerdo de las grandes gestas de la sabiduría y de Dios en la
historia del pueblo escogido, Sab 10, 1, 19-22. La sabiduría tiene fuerza para salvar al hombre Sab
9, 18, permitiéndole incluso ejercer un dominio a nivel creacional, Sab 8, 14. Ello se pone en
evidencia recorriendo la historia del pueblo elegido, cuyos héroes han compartido el porte de los
sabios. Comenzando desde Adán, el autor traza una línea donde la sabiduría siempre salva al
justo Sab 10, 4-8. La historia de Israel es como un himno al poder de es sabiduría, que teniendo a
Dios por origen, ha ido guiando a los líderes del pueblo, cuyo valor les llevó a la muerte para
después participar en el "más allá" una vida plena.
En esta obra aparece la influencia del helenismo en el colorido griego de la lengua, en la
forma poética que, no obstante la presencia del paralelismo destaca lo peculiar de la sabiduría
judía, podemos decir que la sustancia de los libros es hebraica. El escritor habla, por ejemplo, de
alma y cuerpo, de inmortalidad e incorruptibilidad que están lejos del dualismo griego platónico.
Su concepto del alma y del hombre coincide con el Génesis; y su inmortalidad no es la que
demuestran los filósofos griegos sino la inmortalidad bienaventurada que da al alma la sabiduría,
la participación de la eternidad de Dios.
Heredera de toda la tradición sapiencial, señala su avance, sobre todo en dos puntos. El
primero, la doctrina sobre la inmortalidad del alma, que halla aquí su primera expresión segura,
última respuesta del A.T. al angustioso problema de la retribución de justos e impíos. El problema
se resuelve finalmente por la referencia a una vida futura, cuando los hombres recibirán su
galardón eterno según sus merecimientos, Sab 3, 1-9. La resurrección de los cuerpos, verdad ya
revelada, Dan 12, 1-3, parece estar fuera de la perspectiva del escritor. El segundo punto es la
relación sobre la sabiduría personificada, Sab 6-9, especialmente el pasaje de Sab 7, 22-26
culminación del A.T, anticipo de la revelación trinitaria y fundamento de la teología del Espíritu
Santo y de la gracia santificante. Así, S. Pablo, nos habla: "de la sabiduría de Dios", en sentido
cristológico, 1 Cor 1, 24.

9.8.- LIBRO DE JOB


El libro de Job es todo un tratado de cómo la sabiduría presentada optimistamente por el
libro de los Proverbios no era tan evidente. El libro de los proverbios dice que el justo si vive
practicando la virtud y el bien puede estar seguro que contará con el favor divino, que Dios le
garantizará una larga vida y tendrá una gran posteridad, Prov 23-24. Sin embargo, la teoría
sapiencial según la cual la virtud y la felicidad, el vicio y la desgracia se condicionan mutuamente,
contradice los hechos de la experiencia, la cual no pocas veces muestra lo inexacto de esta
equiparación pues es un hecho constatable que hay personas justas que padecen la desgracia y el
dolor y al contrario hay personas malas y perversas que tienen bienestar y prosperidad. Este es el
tema del libro de Job, en el que un sabio anónimo compuso una narración sapiencial, entre los
años 430 - 350 a. d. Cristo, presentando el tema del sufrimiento y el mal que padece el hombre
bueno y justo.
El libro de Job se abre y se cierra con la narración de un cuento popular de un hombre
bueno y rico, víctima de la mala suerte y la desventura más negra que una persona pueda
imaginar. Prueba inexplicable para todo aquel que lee el libro menos para el narrador, que sabe
se trata de una prueba permitida por Dios para demostrar a Satanás que un hombre le puede
servir desinteresadamente, lo mismo en la felicidad de la riqueza y el bien que en la desgracia y en
la adversidad. La demostración tiene éxito, pues Job, atormentado hasta lo inverosímil,
permanece como él mismo era: "justo y temeroso de Dios", por lo cual recibe un premio mayor que
el anterior, Job 1 - 2; 42, 7-14. Propiamente, con ello estaría resuelto el problema del sufrimiento
del justo.
Pero el autor del libro no sabe nada de este final feliz, que por desgracia no es lo normal y,
como maestro en el arte dramático, sustituye al Job paciente de la tradición, Ez 14, 14-20, por el
hombre que se subleva en su diálogo poético, Job 3, 1, el cual se atreve a pedir cuentas a Dios,
interrogándolo sobre la providencia, el dolor, y el pecado. Aquí comienza la verdadera acción.
Ante aquel desecho humano, víctima de la desgracia y el dolor, tres amigos de Job, venidos para
consolarlo, enuncian insistentemente la fría tesis teológica de que todo el que padece expía sus
culpas. La conclusión es obvia. Job padece, luego algo malo habrá hecho, sin embargo, Job, no
acepta esta tesis y opone su hecho personal a la tesis. El es inocente y sufre. Entonces, ¿por qué
168
Dios lo trata como enemigo? ¿Dónde está la justicia de Dios? Job intenta salvar la justicia de Dios,
lucha por encontrar de nuevo a Dios por quien se siente rechazado. En Job tenemos el modelo de
descripción de lo que es la miseria, la soledad, el abandono del hombre; la nostalgia de felicidad, la
tortura por no entender la providencia divina, la angustia terrible ante el misterio de Dios.
Pero a pesar de toda la contrariedad, sufrimiento y dolor, Job permanece firme en su fe.
Se niega a aceptar su mal y el mal del mundo como argumento contra Dios creador de todo y se
refugia en el Misterio de la trascendencia y sabiduría infinita de Dios, ante cuya faz el hombre sólo
puede adorar y callar.
Dios, se limita en sus palabras, Job, 38-41, a llamarlo a la sumisión humilde,
estremeciéndolo con la descripción de su potencia cósmica. Job se habla referido rectamente Job
42, 7, al misterio de la trascendencia divina. Dios que es tan sabio que gobierna el universo en
toda su misteriosa complejidad ¿no sabrá siquiera gobernar el curso de las cosas humanas? Esta
invitación a la humildad de la fe descontentará siempre a los entendimientos ansiados de
demostraciones lógicas antes de rendirse, pero no así Job que responde al Señor: "Sé que todo lo
puedes, y que no se te oculta ningún pensamiento" ¿Quién puede poner tacha en tus consejos con
palabras ignorantes?. Indiscreto he hablado de cosas que sobrepasan mi mente... Por eso me retracto
y quiero hacer penitencia entre ceniza y polvo", Job 42, 1-6. Así termina la experiencia religiosa de
Job, el más alto drama de la conciencia religiosa individual de Israel. La fe de Job en la sabiduría
divina será la única respuesta verdadera al angustioso problema del mal.
169

CAPITULO DÉCIMO

LA LÍRICA SAGRADA

Con el nombre de "lírica sagrada", se entiende el compendio de libros de los Salmos y


Cantar de los Cantares. El semita es poeta por naturaleza. La revelación bíblica muestra cómo el
ritmo poético ayuda a un más profundo conocimiento de la obra creadora de Dios. Con él resulta
más fácil plasmar el esplendor de los cielos y la belleza de la tierra, las delicias del amor humano y
el éxtasis del amor divino. La historia del pueblo elegido recuerda que éste, acudió desde muy
antiguo a las canciones para expresar sus sentimientos más hondos y estampar sus vivencias más
profundas. Solía incluso acompañarse de instrumentos musicales para que la melodía sirviera de
marco a su inspiración. Así mismo varios relatos históricos aparecen en alguna ocasión
interrumpidos por cánticos donde se refleja la ternura del alma hebrea. Por ejemplo, en el cántico
triunfal de Moisés y los israelitas tras la liberación de Egipto, Ex 15, 1b-18, como el himno
entonado por Débora para agradecer a Yahvé su victoria sobre los enemigos, Juec 5, 2-31, y la
elegía de David tras la muerte de Saúl y Jonatán, 2 Sam 1, 19-27.

10.1.- LOS SALMOS


El libro de los Salmos se presenta en la Biblia hebrea, a la cabeza de la tercera sección, la
de los "ketubim”, o escritos. La palabra exacta que corresponde a nuestro "salmo", sería más bien
"mizmor" = cantar con acompañamiento, y que designa un poema cantado y acompañado con
instrumentos de cuerda.
La traducción de la Biblia de los LXX da habitualmente a este libro el título de "Psalmoi".
La Biblia latina oscila entre dos nombres: uno, "liber psalmorum", libro de los salmos. Otro,
"psalterium= salterio”, término que se usa habitualmente en la liturgia.

10.1.1.- Formación del Salterio


El libro de los Salmos, tal como lo encontramos hoy, está integrado por 150 unidades, que
la crítica tradicional ha dividido en cinco grandes bloques:

1.- Libro 1º.- Salmos del 1 al 41


2.- Libro 2º.- Salmos del 42 - 72
3.- Libro 3º.- Salmos del 73 - 89
4.- Libro 4º.- Salmos del 90 -106
5.- Libro 5º.- Salmos del 107-150

10.1.2.- Autores de los Salmos


Como su mismo encabezamiento lo señala cada salmo tiene su autor, por eso podemos
destacar los siguientes: David, Asaf, Los hijos de Corá, Hemás y Etán, Moisés y Salomón.

10.2.- Diversas categorías de Salmos


Podemos distinguir la siguiente variedad de estilos: Salmos de alabanza (himnos).
Salmos de súplica. Salmos de realeza. Salmos cúlticos. Salmos sapienciales.

10.3.- Salmos de alabanza. Himnos


Estos salmos son los que presentan una estructura literaria más uniforme. Comienzan
con una introducción de carácter exhortativo, donde el creyente o la comunidad vienen invitados
a proferir alabanzas a Dios. El núcleo, o cuerpo del himno explica los motivos de tal alabanza:
170
puede ser los acontecimientos salvíficos realizados por Dios en la historia del pueblo judío: la
salida de Egipto, la conquista de la tierra prometida, etc.
Las grandezas de la creación, la belleza de la misma, etc. Es en esta parte donde el poeta
suele expresar cuanto su fe yahvista le permite descubrir respecto a Dios y a su obra. Por último,
en la conclusión se resume la misma temática, repitiéndose normalmente la fórmula
introductoria mientras se invita de nuevo a la alabanza divina.
El origen de estos himnos suele asociarse con la celebración de algún acontecimiento
importante del pueblo elegido. Son salmos, por tanto, de tipo litúrgico, donde aflora la
espontaneidad de quien expresa su agradecimiento a Yahvé por los favores recibidos. En este tipo
de salmos se incluyen los siguientes:
8 - 19 - 29 - 33- 100 - 103 - 104 - 105 - 111 - 113 - 114 - 117 - 135 - 136 - 145 -146 - 147 - 149 -
150.
Dentro de esta misma categoría hímnica suelen colocarse los llamados: "Cánticos de Sión",
y son los números: 46 - 48 - 76 - 84 - 87 - 122 - 137. En ellos se realzan las excelencias de la
ciudad santa, que sirve de morada a Yahvé, el cual instaurará en ella su futuro reino mesiánico.

10.3.1.- Salmos de súplica


En este tipo de salmos se plasman los sufrimientos, o lamentos compartidos por quienes
buscan en la religión alivio a sus propias dolencias. La súplica es un recurso a la omnipotencia de
Yahvé a quien se dirigen para pedirle ayuda o consuelo en una situación difícil o conflictiva.
La parte introductoria suele describir cómo el creyente atraviesa un momento de
desolación y de prueba, por lo que se atreve a levantar su plegaria a Yahvé con la esperanza de ser
escuchado y ayudado. El cuerpo del salmo busca argumentos para que Yahvé alivie al orante,
cuya situación existencias es difícil. Para dar mayor realismo a esta situación de necesidad
angustiosa se recurre al tópico de cuantas metáforas evocan esta angustia y desvalimiento: las
aguas del abismo, las acechanzas de la muerte o del "scheol", la amenaza del enemigo que clama
por la sangre del justo, el ataque de las fieras dispuestas a despedazar, los huesos resecos o
resquebrajados, el corazón que siente oprimido, las entrañas y riñones, etc. Este tipo de salmos se
puede dividir en dos grupos : Salmos colectivos y salmos individuales:

10.4.- Salmos colectivos


Es la comunidad, en cuanto tal, la que se dirige a Dios para exponer sus quejas y suplicarle
sus desventuras, guerras, hambre, miseria, destierro, peste u opresión. Estas desgracias pueden
ser de índole natural, social, político o moral. Cuando así ocurre la colectividad entera gime de
dolor, pues su Dios, por estar airado, le ha retirado su protección, dejándola sumida en la angustia
y el sufrimiento. Así es cómo en estos salmos la queja suele ir mezclada con una petición. Como
salmos de súplica colectiva suelen citarse: 12 - 44 - 58 - 60 - 74 79 - 80 - 82 - 83 - 90 - 94 - 106 -
108 - 123 - 126.

10.5.- Salmos Individuales


Son particularmente numerosos y su contenido muy variado. El fiel desvalido se dirige en
ellas a Yahvé para que le libere no sólo de los peligros de muerte, persecución o destierro, vejez o
muerte, enfermedad, calumnia y pecado. En estas súplicas afloran con frecuencia sentimientos
profundos de confianza en Dios y en su fuerza salvadora. Se trata de plegarias con temas muy
variados en las que casi siempre aparece una situación conflictiva.
Se enumeran los siguientes salmos: 5 - 6 - 7 - 9 - 10 - 13- 17 - 22 - 25 - 26 - 28 - 31 35 - 36 -
38 - 39 - 42 - 43 51 - 54 - 55 - 56 - 57 - 59 - 61 63 - 64 - 69 - 70 - 71 - 86 88 - 102 - 120 - 130 - 140 -
141 - 142 - 143. En todos ellos levanta el creyente su corazón a Yahvé para solicitar que ahuyente
cuanto antes su mal o desventura y por más que reconozca su error y desventura, deposita su
confianza en la misericordia y el poder de Dios.

10.6.- Salmos de Realeza


Estos salmos tienen el común denominador de gravitar en torno a la figura del rey, que
171
ejerció desde el rey David funciones sacras y por exigirlo el espíritu teocrático israelita. El
monarca quedaba convertido en intermediario nato entre Dios y su pueblo elegido, por quien
interceda especialmente cuando le aquejaba alguna desgracia colectiva. El pueblo se sabía
asistido por Yahvé en la persona del monarca. Entre los salmos de la realeza se suelen enumerar:
2 - 18 - 20 - 21 - 45 - 72 - 89 - 110 132 - 144.

10.7.- Salmos Cúlticos


Están relacionados con el santuario, cuya arca simbolizaba la presencia de Yahvé en su
pueblo. Tras la construcción del Templo, Jerusalén quedó convertida en ciudad santa donde se
suponía estaba instalada la mansión divina. Desde muy antiguo los israelitas se daban cita en
torno al santuario o al Templo para allí festejar a su divinidad. En la época postexílica, tras la
reconstrucción del Templo, se fue depurando el concepto de la presencia divina, elevando los
israelitas sus ojos hacia la Jerusalén escatológica, desde donde Yahvé ejercía un imperio universal.
La estructura de estos salmos cúlticos se ajusta, más o menos, al esquema siguiente:
.- Introducción: que viene a ser un grito de alabanza dirigido unas veces a Jerusalén y
otras a Yahvé, a causa las maravillas operadas en su ciudad santa.
.- El Cuerpo: suele corroborar los motivos de alabanza, que acostumbra a asociarse con la
elección o protección divina, así como con las bendiciones prodigadas sobre la ciudad santa, a la
que Yahvé convirtiera en su morada para desde allí ejercer un control directo, no sólo sobre su
pueblo, sino también sobre toda la humanidad.
.- La Conclusión: suele normalmente repetir la alabanza introductoria, resaltando con más
fuerza las excelencias de la ciudad santa y su Templo. Algunos de estos salmos estaban
relacionados con la liturgia procesional que solía acompañar las grandes solemnidades, donde se
cantaban en forma dialogada entre el sacerdote o levita por una parte y el coro de los fieles por
otra, se pretendían dramatizar así las ceremonias cúlticas para sensibilizar mejor al pueblo,
convencidos de que sólo Yahvé podía oírles y ayudarles en sus necesidades. Entre estos salmos
cúlticos suelen citarse los siguientes: 15 - 24 - 46 - 48 - 68 - 81 - 84 - 87 - 95 - 100 - 118 - 121- 136.

10.8.- Salmos Sapienciales


Los sabios de Israel, al programar sus enseñanzas didácticas, recurrieron también a los
poemas líricos como módulo eficaz de catequesis religiosa. Esto explica la presencia de diversos
salmos sapienciales, cuya perspectiva didáctica les imprime un cuño muy específico. Casi todos
son fruto de la reflexión postexílica si bien algunos engarzan con la de instrucción religiosa. Su
estructura es suelta, sentenciosa, con versos yuxtapuestos, reminiscencias del proverbio.
Fuera del salterio aparecen también resabios de este singular método didáctico como son
el Cántico de Ana, 1 Sam 2, 1-10; El Cántico de Tobías, Tob 13, 1-9, Cántico de Judit, Jud 16, 15-21;
Cánticos del Eclesiástico, Ecltco 51, 1-12.
Los salmos sapienciales tocan los temas más diversos intentando canalizar las
inquietudes religiosas del pueblo en orden a conseguir esa felicidad a la que todo hombre suspira.
Se toca también el tema de la retribución divina, que tanto inquietaba a los judíos, así como la
forma de explicar el pecado y el dolor compartidos ambos por guardar la fidelidad a Yahvé.
El tono de los salmos sapienciales es reflexivo, cuyo afán es dar soluciones prácticas a la
vida. Los salmistas adoptan en estos poemas una actitud típicamente sapiencial, muy acorde a la
de un maestro que desea enriquecer a los discípulos con sus enseñanzas, advertencias y consejos.
Los temas y consejos de estos salmos los podemos resumir:
a.- Los que se inspiran en algún evento de la historia del pueblo elegido, convirtiéndolo en
enseñanza religiosa para que así el creyente vea reflejada su situación personal en la andadura
misma del pueblo.
b.- Los que analizan la ley mosáica, descubriendo en ella directrices válidas para que, en
forma de enseñanza o revelación, pueda el israelita descubrir el designio divino en una situación
conflictiva.
c.- Los que explotan los resortes de la sabiduría religiosa, esgrimiendo al respecto criterios
explotados por el judaísmo tardío donde se presenta el temor de Dios como solución a un sin fin
172
de problemas.
d.- Los que abordan la problemática de la retribución, asociándola con la justicia divina tal
como la plantean a grandes rasgos Job y el Qohelet.
e.- Los que se inspiran en los salmos de acción de gracias y de alabanza, convirtiéndolos
en modelo de enseñanza religiosa y en normativa para canalizar las inquietudes de quien anhela
sustraerse al influjo de su propia angustia y situarse en el marco liberador de Yahvé.

10.9.- EL CANTAR DE LOS CANTARES


Es un canto de amor conyugal. Del amado a su amada. El ambiente donde se desarrolla es
el de las costumbres y los cantos de amor en el Medio Oriente. Es sabido y conocido el júbilo y
expresión que en estos ambientes se celebran los cantos nupciales, había canciones populares, a
veces y con frecuencia lascivas y burlonas, y también había poesías de calidad y arte. Era de rigor
celebrar la belleza de los esposos y cantarles su futura felicidad. Bajo este aspecto se elevaban los
cantos al plano religioso, formulando verdaderas bendiciones nupciales. Distinguiremos en este
libro cinco poesías, precedidos de un prólogo y seguido de dos aprendices de carácter adicional.

10.9.1.- Prólogo: 1, 1-4, la esposa suspira por encontrarse con su esposo

10.9.2.- El primer poema: 1,5 - 2, 7, describe las ansiedades de la desterrada, 1, 5-7; el coro le
invita a la esperanza. Se presenta el esposo y se deja cautivar por los encantos de su amada, 1, 9-
11. Un diálogo nos revela sus sentimientos de mutua admiración, 1, 12; 2, 5, sin embargo, su
unión no está todavía lograda.

10.9.3.- El segundo poema: 2, 8 - 3, 5, evoca la renovada búsqueda mutua de los os esposos: la


esposa describe al amado que acude hacia ella, 2, 8-16; ella se lanza en su busca y lo encuentra en
la ciudad, 2,17 - 3, 4, pero todavía no se ha realizado la posesión, 3, 5.

10.9.4.- El tercer poema: 3, 6 - 5, 1, se abre con la descripción de un cortejo nupcial, que conduce
Salomón, 3, 6-11. El esposo se revela cada vez más enamorado, 4, 1 - 5, 7. Señala un lugar para la
cita convidando a la amada en términos apasionados, 8-15. La esposa acepta. Se presiente que no
tardará en entregarse, 4, 16 - 5, 1.

10.9.5.- El cuarto poema: Muestra, no obstante, a la amada todavía reticente, 5, 2-3, por fin abre,
pero... ya es tarde. El esposo se ha retirado, 4-6b. La esposa, exasperada, lo busca de nuevo y lo
describe, en coro, que se extraña de un afecto tan violento, 9-16. Entonces sobreviene el
encuentro: ya no puede tardar la posesión mutua, 6, 1-3.

10.9.6.- El quinto poema: Conduce al desenlace. El esposo enumera de nuevo las gracias de su
amada, 6, 4-12. El coro lo invita a volver, 7, 1. El le replica con declaraciones de amor cada vez más
vehementes La esposa, a su vez, expresa su pasión, 7, 10 - 8, 3. Pero todavía no ha acabado su
sueño, 4. Ya se ha logrado el desenlace, 8, 5-7. El esposo se ha despertado. Le exige amor eterno,
6-7. Dos apéndices añadidos más tarde, aparecen como reflexiones sugeridas por el Cantar, (8, 8-
14.
La enseñanza fundamental del Cantar de los cantares estriba en presentar la dinámica
amorosa como la fuerza más sublime de cuantas recibiera el hombre en la creación. No en vano la
tradición bíblica le supone hecho a imagen y semejanza de Dios, Gen 1, 27, a quien la revelación
neotestamentaria no dudaría en identificar con el AMOR, 1 Juan 4, 8. Ello sugiere que el hombre,
si explota correctamente sus resortes amorosos, conectará con su creador. Cuando el amor no
rige la trayectoria existencial del creyente, éste queda atenazado en su egoísmo y culminará en el
pecado. Así, pues, sólo situándose en una perspectiva de amor, estará el hombre en condiciones
de entablar un diálogo correcto con Dios. Pero, ¿cómo activar esos resortes amorosos? Para
despejarlo, la revelación bíblica le brinda este Cántico hecho oración donde, armonizando poesía
con inspiración, le va descubriendo los auténticos secretos del amor. Al amor nuca hay que
173
temerle, sino amarle.
Este es el lema del Cántico, cuyo mensaje armoniza la sublimidad del diálogo divino
humano con la fuerza realizante de todo diálogo divino - humano donde el individuo exterioriza
su ser relacional. Y es que el hombre, cuando se relaciona rompe las barreras del egoísmo,
situándose en un plano donde impera el amor.
La enseñanza teológica de este Cántico viene a ser un reto lanzado al hombre para que
valore en su justa dimensión la dinámica del amor. Este amor, incluso en su vertiente humana,
conlleva tal carga de vida que nadie debe privarse de su fuerza creativa. La única dificultad estriba
en que a veces se otorga al egoísmo el nombre de "amor", a lo que es contrario del verdadero
amor.
Tal equívoco está en el hombre no en Dios. Cuando el hombre siguiendo las pautas de
Dios explota sin cortapisas las posibilidades de la fuerza amorosa, se sabe de antemano que
llegará al triunfo, a la felicidad más plena. No puede errar quien se rige por el amor, tal es el lema
que mantiene la revelación bíblica en este poema amoroso expresión máxima del amor. Enseña
que no sólo es posible sino necesario vivir en el amor para sintonizar con la Trascendencia de
Dios que es presentado en la misma revelación bíblica como el Dios AMOR. Siendo Dios el AMOR,
quien ama siempre se mantendrá en la trayectoria divina.

CAPÍTULO DECIMOPRIMERO

LIBROS HISTÓRICOS

En el canon griego y latino llámase libros históricos a aquellos libros que narran la
Historia de Israel desde la conquista de la Tierra Prometida (Canaán), sobre el año 1180 antes de
Cristo. hasta Juan Hircano 135-104 a.d.Cristo. Comprende los siguientes libros: Josué, Jueces,
Ruth, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas o (Paralelipómenos), 2 Crónicas
(Paralelipómenos), Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, 1 Macabeos, 2 Macabeos.
En estos libros se narra la Historia del pueblo elegido de una manera muy desigual,
esquemática, parcial, selectiva. Escrita con métodos históricos muy diferentes, comparados con
los de hoy día y, sin embargo, es una historia superior a la de los otros pueblos de Oriente Medio.
Lo que sí hay que destacar es que se trata de describir una Historia santa, tal y como la vivió Israel,
presentada a base de hechos históricos concretos, pero en función de una visión y vivencia
profundamente religiosa, el nivel hermenéutico del hecho histórico se vivencia y expresa desde
una visión teológica y religiosa. Hablando con propiedad, más que hablar de una historia de Israel
en el sentido moderno de la palabra, se nos narra la historia del comienzo y progreso de la
revelación de Dios para con su pueblo elegido, orientado hacia la salvación mesiánica universal.
Enjuiciada globalmente y en su intencionalidad general se destaca su carácter didáctico,
pedagógico y figurativo. Intervienen en la elaboración de estos libros varios elementos, en primer
lugar la fe, después la tradición oral y escrita, la idea de la Alianza, Gen 17, 9; Deut 9, 26, y
finalmente la reflexión teológica de todo un pueblo, o de un sector escogido del mismo, del cual
los escritores sagrados se sienten sus representantes. Dicha reflexión enjuiciaba el presente de un
momento histórico y religioso a la luz de un pasado glorioso, el cual, aunque desfigurado por la
falta de correspondencia e infidelidad del pueblo de Israel a la Alianza, Is 1, 4, este pueblo
resurgirá en un futuro más o menos próximo por una conversión total de un resto de este pueblo
al Dios fuerte, Is 10, 21 y misericordioso, siempre fiel a su promesa, Ez 16, 8; Jer 25, 5; Os 14, 2-9.
De ahí el optimismo religioso y la esperanza profunda de un futuro mejor y que se manifiesta en
la lectura de estos libros históricos.
Los historiadores sagrados, hijos de la comunidad hebraica, asumieron la tarea de señalar
las raíces de esta fe optimista que aparece en las antiguas tradiciones populares, en escritos
174
preexistentes, en los anales que el pueblo conservaba celosamente en sus archivos, en las mismas
listas genealógicas, incluso se valían de libros de autores paganos o en el mismo curso de los
acontecimientos de la historia universal cuyos hilos mueve Dios en su providencia en vistas a la
consecución de sus designios de salvación universal.
Al escribir esta historia religiosa del pueblo elegido, cada uno de los autores sagrados dejó
en su libro huellas de su personalidad, que se manifiesta en el enfoque diverso del pasado
histórico, en la peculiar proyección hacia el futuro y en los métodos históricos propios de cada
uno de los autores y de los tiempos y ambientes en que se desenvolvieron. En efecto, unos
emplean un género histórico algo parecido al de nuestra historiografía moderna: Samuel, 1 Reyes,
2 Reyes, 1 Macabeos. Otros un género histórico profético: Josué. Otros anecdótico - didáctico :
Jueces, o narrativos: 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, o patético - oratorio: 2 Macabeos, o
midráshico - novelesco: Ruth, Tobías, Judit y Ester.
Estos libros transmiten en forma sencilla y popular el mensaje divino en la diversas
etapas del pueblo elegido : Israel. Pueblo por medio del cual Dios, un día había de establecer una
Alianza perfecta y definitiva con todo el género humano, Jer 31, 31-34; Hebreos 8, 6-13, mediante
la sangre de la Cruz, Hebr 9, 15-28.

11.1.- LIBRO DE JOSUÉ

Josué era hijo de Nun, Jos 24, 29, de la tribu de Efraín, 1 Cron 7, 27. Durante la
peregrinación por el desierto se distingi6 en la batalla contra los amalecitas, Ex 17, 9. Participó
como explorador en la expedición que desde el oasis de Cades penetró en la región meridional del
país de Canaán, Num 14, 6-38, el libro de Josué, a pesar de su unidad actual, deja entrever que en
él están recogidas diversas tradiciones orales, (2 al 9) y tradiciones escritas, algunas muy
antiguas, 21, 1-41. En las dos etapas de redacciones deuteronomistas, posteriores al año 622
a.d.Xto se hizo uso de ellas y luego experimentaron una reelaboración sacerdotal, acompañada de
un incremento de materias, 3, 6.15.17; 6, 1-16).
En forma esquemática y épica a veces, 6 - 8; 8, 1-29; en las que se describe la conquista
rápida y total de la tierra de Canaán por Josué, 2 12, si. bien algunos textos como 13, 1-6, y el Libro
de los Jueces nos dicen que esta conquista fue más bien larga y llena de dificultades. Además se le
atribuyen victorias conseguidas por otros, 12, 10. El objetivo del libro de Josué es probar la
fidelidad de Yahvé a su promesa de entregar su tierra, 3, 11, en herencia a su pueblo Deut 4, 1.
Dios estará con Josué en esta empresa, 1, 5-9, a condición de que tanto él como el pueblo elegido
permanezcan fieles a la Ley, 1, 6-9, reconociendo a Yahvé como a su único Dios, 24, 14-28. En
caso de mezclarse con las gentes del país y postrarse ante sus ídolos, 23,12-16). Yahvé se irritará
contra ellos, arrebatándoles con la cooperación de estas mismas gentes la tierra buena que El les
ha dado, 1, 1-5, y en la cual habita Israel en calidad de huésped, Lev 25, 23.
Así todo el libro resalta el significado religioso de los acontecimientos: la conquista de
Canaán por Israel y su reposo en esta tierra es un episodio de la historia de la salvación muy
importante pues hay que entenderlo como una figura de aquel Reino, Hebr 4, 8-9, en el que Cristo,
el otro Josué, nos introducirá una vez que hayamos triunfado del pecado, 1 Cor 6, 9-11.

11.2.- LIBRO DE LOS JUECES


Este libro se divide en tres partes:
a.- Doble introducción histórica: 1, 1 - 2, 5 y doctrinal: 2, 6 - 3, 6
b.- Cuerpo del libro 3, 7- 16, 31
c.- Dos apéndices 17-21.

A base de antiguas tradiciones orales, locales y populares, diversas veces retocadas


coleccionadas y escritas por redactores de diversa condición, mentalidad y procedencia (algunos
son del Reino del Norte, otros son del Reino del Sur) y sometidas a una revisión deuterocanónica
capítulo 2 y sacerdotales capítulos: 17 - 21.
Su autor, (siglo V a.d.Xto.), describe el estado precario de Israel en la conquista y posesión
175
de Canaán, debido a su infidelidad a Yahvé, Jos 23, 15-16). Pero Dios no ha rescindido el pacto de
la Alianza, sino que permanece inactivo hasta que el pueblo retorne a El. El libro desarrolla la tesis
pragmática de la escuela deuteronomista en cuatro tiempos: 2, 11-19:
1.- Prevaricación
2.- Castigo
3.- Arrepentimiento
4.- Perdón. Con la restauración del orden por obra de los jueces carismáticos que actúan
según las exigencias del momento.
El misterioso período de los Jueces es un capítulo dramático de la teología de la historia de
la salvación, 2 Cron 15, 3-6, en la cual Dios, justo y misericordioso a la vez, castiga y busca al
pecador para moverle al arrepentimiento y perdonarle. Para la salvación de su pueblo penitente
Dios escoge a "jueces" que, si bien por ser hijos de su tiempo tienen una moral común o vulgar
Aod, Jefté, Sansón, sin embargo, por su fe, Hebr 11, 12, y su fidelidad a Dios, Ecltco 46, 11-12,
realizan el designio divino de asegurar a Israel una posesión pacífica de la tierra prometida.

11.3.- LIBROS: PRIMERO Y SEGUNDO DE SAMUEL


Los libros de Samuel en la Biblia hebrea no formaban más que una sola obra. La obra no
tiene un desarrollo uniforme pues combina y yuxtapone diversas tradiciones sobre los comienzos
del período monárquico. Estos dos libros de Samuel, los compuso un autor anónimo en la
cautividad de Babilonia (587-538), para invitar a los exiliados a la reflexión sobre las causas por
las que acarrearon la trágica situación de Israel en tierras extrañas, el autor es de la escuela
deuteronomista y las compiló junto con otras obras, 1 Sam 7 y 12.
Tras una historia del arca, cautiva de los filisteos, 1 Sam 4-6, tenemos la versión
monárquica de la institución de la realeza judía, 1 Sam 9; 10, 1-16, que prepara la guerra de
liberación, 13-14. El profeta Samuel aparece como un inspirado, instrumento de Dios en la
elección de Saúl. El rechazo de Saúl, 15, 1,s.s, que prepara la unción de David, 16, 1-13. Sobre los
comienzos de David y sus desavenencias con Saúl, se han recogido tradiciones paralelas y, al
parecer, de igual antigüedad en 1 Sam 17 y 2 Sam 1, 1,s,s, donde los duplicados de datos son muy
frecuentes.
El rey David es el centro de la obra, con derivaciones hacia el pasado y el porvenir. David
es el rey fiel que a diferencia de lo sucedido anteriormente con Saúl, su desobediencia, y después
su persona y su reino no desplazaron a Yahvé, que era el verdadero rey de Israel. David era sólo el
lugarteniente de Yahvé el Rey de Israel. Con David la antigua Alianza se concreta en forma de
reino de Dios. Dios, por el pacto, Salm 132, 17, con la casa de David, cuyos descendientes son hijos
adoptivo de Dios, 2 Sam 7, 14, durará eternamente. Sí ellos obran el mal, "serán castigados con
varas de hombres", pero la misericordia de Dios no se apartará de su pueblo por amor a David 2
Sam 7, 14-15, de quién él hará surgir un vástago, Jer 23, 5, un Ungido del Señor que ocupará el
trono de Israel, Jer 33, 17.
Estos dos libros de Samuel traen un mensaje marcadamente religioso; enuncian las
condiciones y las dificultades de un reino de Dios sobre la tierra. El ideal sólo lo ha conseguido de
alguna manera el rey David, un hombre según el corazón de Dios. Este logro parcial ha sido
precedido del fracaso de Saúl, terco y desobediente y que serían luego secundados por todas las
infidelidades de la monarquía y que atraerían la condenación de Dios, y provocarán la ruina de la
nación.

11.4.- LIBROS : PRIMERO Y SEGUNDO DE LOS REYES


En estos libros se describen a grandes rasgos, con ideas de la escuela deuteronomista, y
del profeta Jeremías, la marcha de los dos reinos: Judá e Israel. Escrito desde la cautividad, el autor
desarrolla la tesis religiosa citando los hechos más importantes que él ha recogido en diversas
fuentes histórico e proféticas y también sapienciales, 1 Reyes 14, 19-29; 2 Reyes 1-13,
enjuiciándolas a la luz de la teología de la Alianza y de la teocracia judía. Describen los hechos de
los reyes de Israel, reino del Norte, empezando por el pecado de Jeroboam I, 1 Reyes 15, 26-30, y
sus sucesores que siguiendo con la idolatría pública y formal, 1 Reyes, 16, 26, terminaron dando
176
culto al dios asirio Baal, 1 Reyes 16, 25-33, sufriendo la humillación por sus pecados de idolatría
con la deportación a Nínive, 721. En el reino del Sur, Judá, pocos reyes imitaron la conducta de su
antecesor David, 2 Reyes 18, 3; la mayoría de ellos o fueron remisos en abolir los lugares altos de
adoración a los ídolos, 1 Reyes 15, 11-14, o fueron directamente inmorales y perversos, 2 Reyes 8,
18-19. Este proceder idolátrico explica por qué Dios los arrojó de la tierra prometida, 2 Reyes 23,
27.
El exilio en Babilonia, 587-538, hay que considerarlo como una cura medicinal. La
liberación y rehabilitación del rey Joaquín, 2 Reyes 25, 28-29, preanuncia que no faltará en Judá
una lámpara que luzca perpetuamente, 2 Reyes 8, 19, en un futuro glorioso, cuando habrá un sólo
Dios, un sólo Templo, un sólo pueblo y una Nueva Alianza con una comunidad israelita unida a
todas las razas y a todos los pueblos del género humano, la prefiguración de la Iglesia, Rom 11, 4.

11.5.- LIBROS PRIMERO Y SEGUNDO DE LAS CRÓNICAS (PARALELIPÓMENOS)


Estos libros fueron escritos entre los años 400 al 300 a.d.C. El autor escribió con la
intención de defender la superioridad y el carácter definitivo de la Alianza con David frente a la
Alianza del Sinaí. De ahí que su tema principal es la insistencia en el mesianismo real, presente ya
en el deuteronomista y en los mismos salmos. Ciertamente el cronista espera un cumplimiento
futuro, (escatológico), de las promesas hechas a David, justamente para evitar que las esperanzas
ligadas a esta dinastía decaigan por culpa de la mezquindad de sus representantes.
Los libros de las Crónicas constan de un preámbulo o listas genealógicas, con marcado
interés por las tribus de Judá, Leví y Benjamín, 1 Cron 1-9, seguido de las historias del reinado de
David, 1 Cron 10-29, del rey Salomón, 2 Cron l-9, y de los sucesores de ambos en Judá, 2 Cron 10-
36. Las genealogías de la comunidad merecen ser cuidadosamente conservadas, pues a través de
ellas se han ido canalizando unos acontecimientos que corresponden a la voluntad salvífica de
Dios.
La composición literaria de estos libros es de tipo "midráshico", utilizando fuentes bíblicas,
las cuales se hallan incorporadas sin que se haga mención de ellas, y fuentes extrabíblicas, que
están citadas explícitamente. Unas y otras son manejadas con libertad; y se las interpreta bajo la
luz de la tradición y de la reflexión teológica; dichas fuentes relatan la historia de la teocracia o
sea, la historia de la elección de Israel y de Jerusalén, por parte de Dios y donde David y sus
sucesores tienen su trono, y Yahvé su Templo.
Después de David y de Salomón, este reino teocrático estuvo en peligro por la infidelidad
de los reyes y del pueblo a la Ley y sobre todo por sus desviaciones idolátricas. Si Yahvé se
hubiera guiado por su justicia, El habría terminado con ese reino, pero, movido por su bondad y
misericordia conservó lo que habla instaurado por una gracia especial. La fidelidad a la Ley divina
y el celo por el culto aseguran la continuidad eterna de la dinastía davídica y la prosperidad de la
nación. Todos, reyes, sacerdotes, levitas, escribas y pueblo elegido se hallan bajo la perspectiva de
la salvación y el reinado universal del futuro hijo de David: Jesús de Nazaret. Salvador del género
humano.

11.6.- ESDRAS Y NEHEMÍAS


Las únicas fuentes que informan sobre el primer siglo que sigue al exilio en Babilonia,
587-538, son los libros de Esdras y Nehemías. Tras una etapa de florecimiento religioso, que
culmina con la consagración del Templo de Jerusalén, en el año 515, Esdr 6, 15, el fervor religioso
parece haberse extinguido pronto. Las desilusiones del pueblo repatriado fueron demasiado
grandes. Parece que surgieron diferencias y tensiones entre los mismos repatriados y aun
violenta oposiciones, en el sentido de que por una parte estaban los defensores del ideal de la
piedad y de la fe alcanzadas en el exilio babilónico, y de otra parte los que estaban dispuestos a
abrirse a una inteligencia y tolerancia en las relaciones con los gentiles. En esta dialéctica religiosa
es menester colocar los libros de Esdras y Nehemías. Ambos, descendientes de familias judías
exiliadas en Babilonia, y por tanto, defensores fervientes del judaísmo ortodoxo. Siguiendo el
orden cronológico de su aparición en Palestina nombraremos primero a Nehemías y después a
Esdras.
177

11.7.- NEHEMÍAS
Como judío en la corte del rey persa Artajerjes gozó de una posición distinguida y elevada,
Neh 2, 1-4, se dirigió a Jerusalén hacia el año 455 a.d.Xto. Era un gran organizador político
religioso, que aspiraba a ofrecer seguridad política a los refugiados. Por obra suya la Judea fue
erigida en provincia autónoma y hecha independiente de la provincia de Samaria. Fue nombrado
gobernador de Judea y bajo su mandato y dirección se reconstruyeron las murallas de Jerusalén,
Neh 4, 11-14. El puso las bases humanas y ambientales para la próxima obra de Esdras.

11.8.- ESDRAS
Llegó a Jerusalén en el año 423 a.d.C. Era, al igual que Nehemías, un judío de alto cargo
que alcanzó el oficio de secretario de estado para los asuntos religiosos de los judíos en la
cancillería persa, Esd 7, 12-21. Esdras tuvo la misión de reanimar la confianza y la vida religiosa
de la comunidad judía en Jerusalén después del exilio. Y lo hizo recuperando el cumplimiento y
respeto por la Ley, Torah, y haciendo que se respeten y se cumplan las santas tradiciones del
pueblo elegido.
Podemos decir que los libros de Esdras y Nehemías relatan el regreso del exilio babilónico
a la tierra prometida. Las tareas principales fueron: la reconstrucción de las murallas de Jerusalén
y la repoblación de Judá, Esd 4, 6-23; Neh 1, 13. La reconstrucción del Templo, Esd 1-6, y
fundamentalmente el restablecimiento de la Ley, Esd 7-10. Durante el tiempo del exilio Israel
meditó sobre su pasado histórico que se presentaba como un tejido continuo de transgresiones.
La historia de este pueblo y la acción de los profetas les invitaban a proyectarse hacia el futuro
aprendiendo de las experiencias del pasado, y puesto que fue castigado de manera tan drástica
por sus muchos pecados, el resto del pueblo bueno y justo, se decide meditar más profundamente
sobre el contenido de la Ley, que la toman como norma de fe y de sus costumbres, Neh 10, 29-41.
Así, el sentimiento religioso se arraiga, el yahvismo se perfecciona y se comienza a ensayar un
culto sin relación al templo visible. Israel, de la cautividad, saldrá con un espíritu nuevo, Ez 11, 19,
y con un corazón nuevo, Ez 6, 9; 11, 19, el cual pactará una nueva Alianza con Yahvé, Ez 11, 20.
La vuelta a su heredad por el decreto del rey Ciro, 538, hace entrever el resurgimiento de
un Israel más santo, más humilde, más purificado, orientado hacia una concepción más universal
y espiritual del verdadero Reino de Dios.

11.9.- LIBROS PRIMERO Y SEGUNDO DE LOS MACABEOS: (175 - 68)

11.9.1.- LIBRO PRIMERO DE LOS MACABEOS


La historia que cuenta el Primer Libro de los Macabeos cubre un período de 40 años, del
175 a.d. Cristo. al 135 a.d.Xto. es decir, desde el advenimiento del rey Antíoco IV, de la familia de
los Seléucidas, al trono de Siria hasta la muerte de Simón, de la familia judía de los asmoneos,
último superviviente de los hermanos de Judas Macabeo.
Ambientación histórica: El rey Antíoco IV, rey de Siria, tenía sometida a Palestina. Fue un
rey inepto y simpatizante acérrimo de la cultura helena, y quiso por todos los medios helenizar
Jerusalén y a todo el pueblo judío, para llevar esto a cabo tuvo que invertir grandes sumas de
dinero que pagaba con robos que hacia al Templo. Con aprobación de Menelao, se apoderó de
vasos sagrados, arrancando así mismo las láminas de oro que cubrían la facha da del recinto
sacro, 1 Mac 1, 12-24. Después de haber fracasado en una expedición contra los egipcios regresó
a Jerusalén y se encontró con que el pueblo judío se ha rebelado contra el comisario general que
había dejado en su ausencia. La razón del descontento y de la rebelión era, la helenización de las
costumbres, los robos del Templo.
A todo esto hay que añadir el decreto que Antíoco IV dio, aboliendo oficialmente el
judaísmo 1 Mac 1, 43-53, humillando al pueblo con un acto totalmente provocador y absurdo,
colocar en medio del Templo una estatua del dios griego Zeus para ser adorado en vez de Yahvé,
2 Mac 6, 1-2. Tal acto calificado de "abominación desoladora", 1 Mac 1, 54, hizo estallar la
insurrección. La cual encabezó el sacerdote Matatías, jefe de la familia de los Asmoneos quien
junto a sus 5 hijos: Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jonatán, organizaron la rebelión y dieron la señal
178
de protesta ante el abuso y humillación a los que les estaba sometiendo el rey Seláucida.
Cuando Matatías muere por causa de la rebelión deja a sus hijos un testamento espiritual
que es una inflamada exhortación a luchar hasta morir por el pueblo y por el cumplimiento fiel de
la Ley divina. En efecto, los hijos de Matatías cayeron sucesivamente en la brecha. De los 5 hijos de
Matatías sólo 3 destacan en la acción reivindicatoria: Judas, apodado el Macabeo, y de aquí el
nombre del libro y de la insurrección, Jonatán, y Simón.
.- Judas: Es el héroe de las batallas. Anima a sus tropas con un impulso irresistible por las
arengas religiosas que brillan en sus exhortaciones y también en sus oraciones antes del combate
1 Mac 3, 18. 22. 59-59. Habiendo derrotado a los ejércitos sirios entra victorioso en Jerusalén,
donde purifica el Templo, 1 Mac 3-4. Desde allí sale a todas las partes del territorio nacional
donde haga falta vencer al enemigo. La batalla más famosa fue contra el rey seléucida Nicanor.
Derrota que se conmemora con la dedicación de dos fiestas llamadas del día de Nicanor, 1 Mac 4,
59; 7,49. Murió en pleno combate de una manera valiente.
.- Jonatán: No tiene la grandeza heroica de su hermano Judas. Es ante todo un hábil
político. Gracias a sus cualidades personales logra gobernar a Israel durante siete años, 1 Mac 9,
23-73. Finalmente cayó en manos de Trifón, 1 Mac 12, 39-54, y murió.
.- Simón: No aguardó a la muerte de Jonatán para tomar en sus manos la situación.
Combatiendo y negociando a la vez, logra arrojar a Trifón de Palestina y se entiende con el rey
Demetrio II, que le reconoce como jefe de la nación judía, 1 Mac 13, 1-42. Este acontecimiento
señala el comienzo de una nueva era, la era de la "liberación".
Tras un plebiscito popular Simón fue declarado Sumo Sacerdote a la vez que general y
dirigente de la comunidad judía, 1 Mac 13, 42. De esta forma, aun sin recibir el título de rey
asumió todos los poderes, 1 Mac 14, 4-49. Así quedó ahuyentado todo peligro de un posible
conflicto interno. La comunidad judía se supo libre de cualquier vasallaje optando por una
auténtica independencia. Simón ordenó acuñar monedas en lengua hebrea, como símbolo de su
autonomía e independencia, y restauró las costumbres del pueblo judío, especialmente las
religiosas y las ligadas al culto del Templo y la observancia de la Ley. Este glorioso anciano muere
asesinado en un banquete a los golpes de un asistente a la fiesta.
El libro primero de los Macabeos deja una enseñanza para el pueblo judío: "Observad la
Ley y poseeréis la tierra". La Ley es el centro de todo; la Ley divide a los hombres en dos campos.
La lucha no es entre seléucidas y asmoneos, ni siquiera entre reyes paganos y el estado judío; es
más bien una lucha entre los que observan la Ley y sus adversarios, los que no la cumplen, no la
observan o no la aprecian. La gloria suprema consiste en morir, incluso con las armas en, la mano,
por causa de la Ley. Esta historia exalta los valores humanos al mismo tiempo que los valores
sobrenaturales: la fe engendra heroísmo, el servicio de la patria se confunde con el Dios único.

11.9.2.- LIBRO SEGUNDO DE LOS MACABEOS


El período que abarca este libro es desde 179 a 160. Es decir cronológicamente abarca
menos que el libro anterior. Escrito en griego hacia el año 120 a.d.C, describe en tono patético la
lucha religiosa entre el judaísmo, 2 Mac 2, 21, y la influencia cultural y religiosa del helenismo 2
Mac 4, 13, en torno al Templo de Jerusalén, que es el más célebre del mundo 2 Mac 2, 23, el
santuario más importante de los judíos 2 Mac 15, 18, ha sido saqueado y profanado por los reyes
seléucidas y por los apóstatas judíos, aprovechándose de que Dios estaba irritado por los pecados
de su pueblo, Mac 5, 17. Pero la muerte de los mártires aplacará la ira divina, 2 Mac 4, 7, y
restaurará con todo esplendor el lugar santo, 2 Mac 5, 20. Con la ayuda de Dios 2 Mac 5, 21, Judas
Macabeo sale victorioso de la lucha y lo purifica, 2 Mac 8, 1-10. Los enemigos del Templo fueron
castigados 2 Mac 3, 24-29, y obligados a confesar la santidad del lugar 2 Mac 3, 2; 13, 25. El triunfo
de la Ley, de la religión, del judaísmo es total. No cabe ningún compromiso entre el helenismo
impío y la ley santa 2 Mac 6, 23-28, el Dios santísimo, 2 Mac 14, 36, el sagrado Templo 2 Mac 2, 22,
y el pueblo santo de Dios, 2 Mac 15, 24, que es herencia suya, 2 Mac 1, 26.
Dios envía sus ángeles buenos, 2 Mac 11, 6, al servicio de los que luchan por la fe judía; los
justos ya glorificados, interceden por ellos, 2 Mac 15, 12-16; y si los soldados caen en la lucha
envueltos en alguna impureza 2 Mac 12, 40, se benefician de las oraciones de los vivientes, 2 Mac
12, 41-46, mientras esperan la resurrección, 2 Mac 7, 9; 9, 11-14, y la retribución en la otra vida 2
179
Mac 6, 26. En cambio los impíos recibirán en el juicio divino el justo castigo por su soberbia, 2 Mac
7, 36. Los santos no sólo luchan por poseer aquí la tierra prometida, sino también por conseguir
una magnífica recompensa, 2 Mac 7, 14,45.
Este libro tiene importancia, como acabamos de ver, por las afirmaciones que contiene
sobre la resurrección de los muertos, 2 Mac 7, 9, las sanciones de ultratumba, 2 Mac 14, 46, la
oración por los difuntos, 2 Mac 6, 26, el mérito de los mártires, 2 Mac 6, 18. La intercesión de los
santos, 2 Mac 15, 12-16. Estas enseñanzas, que tienen por objeto puntos que los demás escritos
del Antiguo Testamento no aclaraban, justifican la autoridad que la Iglesia le ha reconocido. Con
este libro segundo de los Macabeos finaliza la etapa de los libros genuinamente históricos.

11.10.- NOVELAS HISTÓRICAS


En los escritos judíos existen una serie de libros como Ruth, Tobías, Judit, y Ester que
tienen cierta base histórica, (o la pueden no tener, como el libro de Tobías), pero que no
pertenecen al género puramente histórico. Poseen un determinado género literario en los que
predomina el elemento narrativo con intención didáctica y edificante, son los "midraschím", una
especie de literatura sapiencial, espiritual, muy singular. Estas obras son una meditación y
actualización didáctica de una tradición, en el que los acontecimientos históricos y los datos
geográficos son tratados no raras veces con una extraña libertad y por lo tanto muchas veces es
difícil encontrar el verdadero núcleo histórico.
Por eso este género literario de los "midraschím", deben de apartarse del marco
meramente histórico para colocarlos en la categoría que les pertenece: la literatura de edificación
con cierta base histórica, y en muy estrecha relación con la literatura sapiencial, que pretende
suministrar una adecuada respuesta teológica a los interrogantes sobre la fe y a los problemas
existenciales del judaísmo postexílico.

11.10.1.- LIBRO DE RUTH


Es una novela histórica edificante, escrita probablemente durante el reinado de Salomón
961-922, es una consideración de la teología de la historia y tiene una finalidad de pedagogía
religiosa. El autor, ha querido partir de un hecho histórico, a saber: el origen moabítico, (pueblo
gentil, enemigo de los judíos), de David. El hecho delicado del origen moabita de David no es
inventado, ni negado o embellecido, sino confirmado y superado desde el punto de vista religioso.
Así pues, el autor tiene un claro interés en mostrar a Ruth como antecesora de David; ahora bien,
Ruth es una mujer de tales virtudes humanas y religiosas que nadie podrá encontrar en ella
ocasión de escándalo, más bien ella constituye un modelo para todas las mujeres de Israel.
También aflora en esta historia edificante un intento, bien definido, en suavizar la prohibición de
desposar mujeres extranjeras, Esdras 9, argumentando que un matrimonio mixto no debe de ser,
en sí mismo condenable.
El libro de Ruth, por la genealogía de David, Ruth 4, 22 y por las palabras: "en el tiempo
que gobernaban los jueces", Ruth l, l, fue sacado de los "ketubim" = hagiógrafos, y colocado entre
los libros de los Jueces y los de Samuel, según la Versión de los LXX.
Se describe en este libro la incorporación de Ruth, aun siendo moabita, al pueblo hebreo
por las leyes del "goel", y del "levirato", Ruth 4, 1-12. Como reacción a la dureza de la ley judía con
respecto a la prohibición de los matrimonios mixtos, se pretende presentar una posición más
universalista, basándose en una antigua tradición que consideraba históricamente a Ruth como
abuela del rey David, Ruth 4, 17. Dios, a diferencia de los hombres, no rechaza a la raza moabita y
toma a Ruth y la acepta como miembro de derecho en el pueblo elegido. Se pretende destacar en
Ruth su fe, su devoción filial y por eso es escogida entre los ascendientes de David, del que vendrá
el Mesías, el cual será Luz que ilumine a las naciones y lleve la Salvación a todos los hombres del
género humano: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, descendiente de la casa de David.

11.10.2.- LIBRO DE TOBÍAS


Este libro y obra de un autor anónimo, se afirma que es anterior a la época macabea y se
le sitúa hacia el año 200 a.d.Xto. Algunos autores lo sitúan en 300 años a.d.Xto. No es nada fácil
180
establecer con certeza en dónde se compuso el Libro de Tobías.
En él se nos narra una historia familiar edificante. Tobit un deportado de la tribu de
Neftalí, judío piadoso, observante de la Ley y muy caritativo, queda ciego en la ciudad de Nínive.
Su pariente Raguel, en Ecbátana, tiene una hija, Sara, que ha visto morir sucesivamente siete
esposos en la noche de las bodas por el demonio Asmodeo. Tobit y Sara, cada cual por su cuenta y
por circunstancias distintas, piden a Dios que les libre de esta vida. Dios hará que los infortunios y
las dos plegarias engendren una gran alegría: envía un ángel, Rafael, que guía a Tobías, hijo de
Tobit, a casa de Raguel, hace que su hijo Tobías se despose con Sara y le proporcione el remedio
que curará al ciego Tobit.
Es una narración edificante, en la que cobran notable relieve los deberes para con los
muertos y el consejo de dar limosna. El ángel Rafael manifiesta y encubre a un mismo tiempo la
acción de Dios, cuyo instrumento es él mismo. Así, el libro invita a reconocer esta Providencia
divina para con los justos, nos manifiesta la proximidad de un Dios bueno. El autor quiere
convencer a los lectores que Dios no abandona nunca al hombre bueno, justo y observante de la
Ley y que es profundamente piadoso. Si éste permanece fiel en medio de las pruebas y las
dificultades, no solamente Dios le sacará de las mismas, sino que incluso le recompensará. El
autor, en toda la narración el libro, exhorta a sus compatriotas que obedezcan la Ley pues aun
cuando vivan en la diáspora, Dios no deja de protegerles, a condición de que le sean fieles. El libro
tiene un fin didáctico y por lo tanto nada tiene de extraño que sea un escrito ficticio, una especie
de relato novelado que accidentalmente toma de la historia nombres de reyes, Salmanasar, o
ciudades Nínive, y otro tipo de datos reales.
Como en los relatos de los patriarcas, el de Tobías contiene numerosas bendiciones
intercambiadas a modo de saludo o de despedida, Tob 9, 6; 11, 17. Las oraciones llamadas de
socorro, Tob 3, 11; 8, 5-7, o cánticos de reconocimiento, Tob 8, 15-19, empiezan con la bella
fórmula de bendición generalizada en la plegaria judía y que permanece hasta hoy día.
El que se encuentren en el libro dos colecciones de proverbios, Tob 4, 3-19; 12, 16-10,
indica el parentesco del Libro de Tobías con los escritos de Sabiduría, Eclesiástico, 38, 38; 39, 4.
Una de las leyes de este género consiste precisamente en transmitir una enseñanza moral y
religiosa bajo una forma literaria placentera. Todo en el libro contribuye al encanto insinuante
que eleva los corazones a la alegría del bien obrar bajo la mirada de Dios.
También hay que destacar el papel que juegan los ángeles. Sus nombres son Asmodeo
ángel malo, y Rafael, ángel bueno, uno de los siete ángeles que están ante la presencia de Dios, Tob
12, 15, le presentan las oraciones y las obras buenas de los hombres, Tob 12, 12. Del ángel
Asmodeo viene la muerte, de Rafael la protección, la iluminación y la vida. El uno mata, el otro
protege y sana. En general se destaca más la acción del ángel bueno, Rafael, está al servicio de
Dios; revisten la forma humana sin ser reconocidos, Tob 5, 4,s.s, y se presentan como guardianes
que acompañan a las personas buenas y virtuosas protegiéndolas en sus dificultades, Tob 5, 17-
22. El libro hace hincapié en la santidad del matrimonio. Inculca el sentido profundo de la oración,
el ayuno, y todas las formas de caridad. Es un libro edificante, cuya lectura no ha perdido
actualidad.

11.10.3.- LIBRO DE JUDIT


El libro de Judit, manifiesta una gran despreocupación por la historia y por la geografía
que describe. El problema de la datación cronológica del libro de Judit es sin duda muy difícil,
pues las alusiones históricas y geográficas que hace tienen grandes errores. La narración se sitúa
bajo el reinado de Nabucodonosor, denominado rey de Nínive, es situado poco después del
retorno de la cautividad, una vez ya reconstruido el Templo de Jerusalén, 522. Ahora bien,
sabemos que Nínive fue destruida en 612, que el imperio asirio sucumbió en el 610, que
Nabucodonosor reinó en Babilonia de 604 a 562 y que destruyó a Jerusalén y el Templo.
El itinerario del general Holofernes, Jud 2, 21-28, es un verdadero reto a la geografía, pues
no se localizan los lugares que cita. Al llegar a Samaria, cree uno hallarse en terreno más firme y se
multiplican los nombres de los lugares, pero muchos nombres son desconocidos y suenan
extrañamente. La misma ciudad de Betulia, que es el centro de la acción donde se desarrolla el
centro de todo el libro, no puede localizarse en el mapa de la época pese a las aparentes
181
precisiones topográficas de la narración.
Estas sorprendentes libertades sólo se explican suponiendo que los autores han querido
escribir algo que no es precisamente una obra de historia. Es probable que se basen en hechos
reales, pero es imposible determinar de qué hechos concretos se trata, lo que importa es
determinar y deducir la intención de cada libro.
El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos,
gracias a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta al imponente ejército
de Holofernes, general del ejército asirio, a las órdenes de Nabucodonosor, que quiere someter a
todos los pueblos al culto del rey Nabucodonosor endiosado por su poder y su fuerza.
Los judíos son sitiados en Betulia; privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece
entonces Judit, viuda, hermosa, prudente, piadosa y decidida. Será un modelo para sus
compatriotas que están apáticos ante la fuerza del general asirio. Judit echa en cara a los jefes de
la ciudad de Betulia su falta de confianza en Dios. Después va a su casa, ora ante Dios, se viste
elegantemente sale de Betulia y se dirige al campamento de Holofernes. Seduce al general asirio
valiéndose de sus encantos físicos atractivos y muy personales y llena de astucia una vez que está
a solas con el general ebrio, le corta la cabeza. Saca la cabeza oculta entre sus enseres personales y
regresa a Betulia, allí presenta a los ancianos la cabeza del temible general Holofernes y canta un
himno de victoria, Jud 15, 8,s.s. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne
acción de gracias, Jud 16, 18-20. Judit vivirá todavía largo tiempo, rica y colmada de honores, pero
rehusando todas las proposiciones que le hacen para romper su viudez. Israel goza de paz hasta
su muerte y todavía mucho tiempo después, Jud 16, 21-25.
Ha habido moralistas que han condenado la acción de Judit, que para lograr un fin bueno,
la liberación de su pueblo, se sirve de medios malos, la mentira, la seducción y el asesinato.
Olvidan estos especialistas que el libro no es un caso de conciencia y ni siquiera un libro de
imitación, sino una página de teología de la historia. Dios, a sus enemigos, como a sus servidores,
aplica la ley del talión, Judit es en su mano el instrumento de su justicia. El reino de Asiria,
representado en Holofernes, y Nabucodonosor, ha querido seducir a Israel para que vaya tras la
idolatría, por eso Holofernes es seducido y eliminado. La clave del libro está en el capítulo 9, en la
oración de Judit.
Judit actúa como profetisa: Dios es quien pone la mentira en su boca. Judit es un modelo
de fidelidad a la Ley y pone toda su confianza en Dios. Por el contrario, la soberbia que se alza
incluso contra Dios, conduce a los imitadores de Holofernes a la degradación y vicios más
horribles, donde hallarán el fin que se merecen.
Así, la habilidad junto al valor, la prudencia en el consejo, con la calma y firmeza e la
ejecución: estas cualidades realzadas por una belleza que resplandece tanto en sus palabras
sabias como en su rostro hermoso, hacen de Judit el tipo de mujer ideal para todos los tiempos.

11.10.4.- LIBRO DE ESTER


El libro de Ester refiere, por medio de un artificioso relato, la liberación del pueblo judío
de la amenazante persecución en el reino de Asuero, Jerjes I, 486-465, y que se vieron
amenazados al exterminio por el odio del visir omnipotente, Amán. El pueblo judío se salva
gracias a la intervención de Ester, joven muchacha judía que es elegida por Asuero como esposa
nombrada reina, gracias a la intervención de su tío Mardoqueo, modelo del cumplimiento de la
Ley.
La hermosura física, la prudencia y súplicas continuas de Ester consiguen apartar la
desgracia inminente del pueblo judío. Y la situación se vuelve favorable al pueblo judío, el visir
Amás es ahorcado y Mardoqueo ocupa su lugar, así, se ve cómo los judíos eliminan a sus
enemigos. Con la descripción de este hecho, el libro de Ester quiere exponer el sentido de la fiesta
de los "Purim", o fiesta llamada de las "suertes". Esta fiesta se debe de conmemorar todos los años.
El libro de Ester es un nuevo testimonio en favor de la Providencia divina que garantiza el
triunfo de los judíos sobre los gentiles. El género literario que emplea pertenece al tipo de los
"midraschim", género de tipo edificante y lo expone a manera de intriga entre dos fuerzas
limitadas, en un principio de rivalidad entre dos personajes: Amán que representa a los persas
gentiles y a Mardoqueo que es el modelo del judío observante de la Ley, hombre justo, piadoso,
182
hombre de bien. Estas dos figuras obedecen a este proyecto del autor, ambos personajes se
presentan en total oposición, los dos son astutos, implacables, ladinos.
Vasti, es presentada como víctima, Ester, ensalzada como la verdadera esposa del rey
Asuero. Así, los judíos, comienzan a gozar del favor del rey, cambiando totalmente su situación.
Finaliza con un éxito del pueblo judío sobre el pueblo gentil. Por eso se celebra la fiesta de los
"Purim". La fiesta de los "purím", o de las suertes, era una fiesta que se celebraba a comienzos de
año, el 14 y el 15 de adar.
Era una fiesta alegre, que se celebraba con banquetes y obsequios a los amigos y
parientes, Est 9, 19. En las sinagogas se leían en voz alta los acontecimientos más importantes del
libro de Ester. Estaba prescrito un ayuno, en recuerdo del que observaron los judíos antes de la
intervención de Ester cerca del rey de los persas, Est 4, 3-16.¡Error! Marcador no definido.
Acerca de la fecha y composición de este libro no es fácil ubicarlo. El libro hebreo de Ester
no puede ser posterior al año 114, fecha en que se introdujo en Egipto. Puede que existiera antes
del 160, puesto que, en esa fecha, en que se comenzó a celebrar el día de Nicanor, (en recuerdo de
la batalla ganada por los Macabeos), se conocía ya el día de la fiesta de los "purím".
183

SEGUNDA PARTE

NUEVO TESTAMENTO

INTRODUCCIÓN GENERAL.
El hecho de que el cristianismo confiese que la salvación que anuncia y promete en sus
Evangelios se ha realizado en la historia humana por medio de un hombre concreto: Jesús de
Nazaret, nos obliga a preguntarnos cómo llegar al conocimiento de ese hombre llamado Jesús y
que es el Salvador y cómo realizó su obra, ya que su actividad histórica visible y terrena,
pertenece al pasado.
En esta segunda parte de la Historia de la Salvación llegamos al núcleo principal de la
misma cuyo máximo exponente y culmen de la Salvación es: Jesucristo, el Verbo divino (segunda
Persona de la Trinidad) que se encarnó en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo,
y que es verdadero Dios y verdadero hombre. Para llegar fielmente a este acontecimiento de
Jesús hemos de apoyarnos fundamentalmente en los escritos de los Cuatro Evangelios, y ahí
descubrir quién es Jesús, qué mensaje nos transmitió, qué obras concretas hizo, cómo entregó su
vida por la salvación de todo el género humano, cómo resucitó al tercer día y cómo Dios Padre le
glorificó sentándolo a su derecha, proclamándole el KYRIOS o Señor de todas las cosas.

1.- Las fuentes del conocimiento del Salvador Jesús: LOS EVANGELIOS
Los santos Evangelios son libros inspirados por Dios que se nos narra la vida, obras y
hechos de nuestro Señor Jesucristo. En primer lugar tenemos que ver las características y el valor
histórico del testimonio de los santos Evangelios. Y antes de responder sobre la historicidad del
testimonio de los Evangelios es preciso analizar qué es lo que éstos son, qué nos enseñan, cuáles
fueron las fuentes en las que surgió el mensaje de salvación y qué pretendieron sus autores y con
qué intencionalidad se formaron y se escribieron. Sólo así se podrá responder de su autenticidad
y sinceridad, sin deformarlos ni elaborar teorías especulativas que no hacen justicia a la veracidad
de los hechos. Para ello se necesita analizar los evangelios tal como los tenemos hoy día. De
momento nos limitamos a los Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.

1.1.- Los Evangelios Sinópticos


Se llama "cuestión sinóptica" al interrogante en torno a la interrelación literaria existente
entre los tres primeros evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. El modo de explicar la concordancia o
discordancia, su fundamental coincidencia, junto a las diferencias notables existentes entre ellos.

LA ETAPA ORAL
2.1.- De la predicación misionera a los evangelios escritos
La Tradición Oral es un medio normal de comunicación en el Medio Oriente. El fenómeno
de la tradición oral no era novedoso, pues se daba, y se sigue dando, en todas las culturas. La
tradición oral era de vital importancia en el judaísmo. Jesús mismo dio origen a una nueva
tradición con su proclamación, predicación, enseñanza. La actividad de Jesús no hubiera llegado a
ser tradición si no hubiese habido una transmisión prolongada en el espacio y en el tiempo.
Fueron los apóstoles quienes, al proclamar y predicar oralmente el acontecimiento de Jesucristo,
y al asegurarse de que se continuara y expandiera lo que ellos mismos proclamaban y enseñaban,
dieron definitivamente origen al proceso que se conoce como "la Tradición oral cristiana".
Se solía referir a la tradición por medio de la palabra "transmitir - recibir" de 1 Cor 11,23,
o con la palabra "transmitir" de Lc 1,2. Tanto S. Pablo como S. Lucas hacen referencia explícita a la
"Tradición cristiana" 2 Tes 2,15; Lc 1,1. La Tradición es pues, esencialmente un proceso de
184
comunicación : es una "transmisión -----> recepción". En todo proceso de comunicación hay
"alguien" que transmite "algo" a "alguien", suele ser un mensaje, a quien técnicamente llamamos
"emisor". En nuestro caso, ésta es la función que asumieron primero Jesús y luego los apóstoles y
sus continuadores. Lo que el "emisor" transmite es un mensaje: la predicación , la enseñanza.
Aquel a quien se dirige el mensaje es el "receptor" del mismo, por su parte, puede haber sido a su
vez receptor del mensaje que ahora transmite, si no fue él quien dio origen (en nuestro caso fue
Jesús el que originó el mensaje, los demás lo continuaron). Igualmente el receptor pasará a ser
emisor si eventualmente transmite el mensaje recibido. S. Pablo se refería a ello en Rom 10, 14:
"¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído?. ¿Cómo creerán en Aquel de quien no han oído?
¿Cómo oirán sin que nadie les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? ... por tanto la fe
viene de la predicación de palabra de Cristo". Así pues, el esquema de la predicación puede ser el
siguiente:

EMISOR --------------------> MENSAJE --------------------> RECEPTOR

La comunicación se realiza mediante el empleo de un "código" o conjunto de símbolos


comprensibles estructurados en forma significativa y es lo que solemos denominar "lenguaje". El
mensaje cristiano hubo de comunicarse en un primer tiempo en el ámbito judío, pero después se
extendió el mensaje a los gentiles. Hubo entonces necesidad de adaptar el lenguaje de una cultura
en este caso la judía, a otra cultura, la grecorromana.
Así, S. Pablo en 1 Cor 9,16 s.s. dice: "Predicar el evangelio no es para mí motivo de gloria; es
más bien un deber que me incumbe, Y ¡ay de mí si no predico el Evangelio!". El predicar, evangelizar,
llevar el mensaje de salvación era una tarea que requiere del apóstol saber a quién dirigirse, ya
sea a judíos o gentiles, ya sea a jóvenes o a adultos. El "receptor" del mensaje, por su parte escucha
el mensaje, y lo acepta o rechaza críticamente, según sus criterios, lo comprende e interpreta
según su propia condición personal, cultural y religiosa. Es así como se entiende que, por ejemplo,
S. Pablo haya sido frecuentemente mal interpretado, sobre todo por sus hermanos de raza y
religión: los judíos, Hech 17,1-9. E igualmente hicieron los gentiles cuando les predicó en el
Areópago ateniense. Hech 17,22.s.s.

2.2.- El recorrido de la Tradición Oral


Hasta ahora hemos hablado de la tradición oral en general, (como la transmisión misma
del mensaje). Conviene detenernos en aquella etapa denominada la "tradición oral", que va desde
la resurrección de Jesús hasta la redacción por escrito de los evangelios.
La tradición oral no se circunscribió a los lugares donde se escribieron nuestros cuatro
evangelios; en cada comunidad se preservaban y transmitían una serie de tradiciones sobre
Jesús. El término "tradición oral" es una simplificación, por razones prácticas de lenguaje y de
estudio sistemático. En realidad no había una sola tradición, sino muchas tradiciones, en
diferentes lugares. Diferentes tradiciones preservaron y transmitieron diferentes relatos y
dichos, pero excepcionalmente de forma idéntica, independientes las unas de las otras.

a.- Formación y evolución de la Tradición Oral


Con el transcurrir del tiempo, y por la acción de múltiples factores que ya hemos
considerado, las diversas tradiciones fueron adquiriendo paulatinamente "formas" (o
estructuras) bastante estables. Así, por ejemplo, los milagros de curaciones se llegaron a narrar
según una norma fija: indicación de la enfermedad, encuentro del enfermo con Jesús y diálogo,
curación (por medio de la palabra, algún gesto simbólico, o ambas cosas a la vez), prueba de la
curación, reacción de la gente. Así los dichos de Jesús tomaron diferentes formas, breves,
cargadas de significado, etc. El método denominado "Historia de las formas", ha venido
estudiando, desde principios del S.XX, la evolución de las diversas formas literarias que hallamos
en la base de nuestros evangelios.

b.- Proceso y sistematización de la Tradición Oral


Conforme se va expandiendo el cristianismo y con el transcurrir del tiempo, y
posiblemente desde muy temprano ya, las diferentes tradiciones que circulaban aisladas y
dispersas, fueron paulatinamente reunidas. Ante la multiplicidad de tradiciones, se fue
185
imponiendo un proceso lento de sistematización. Así, el material disponible fue agrupado, ya sea
temáticamente, ya en una secuencia cronológica aproximada, agrupaciones que se observan aún
en nuestros evangelios. Un tal orden se imponía por razones prácticas y pedagógicas. Y no solo
fueron ordenadas agrupadamente, sino que las diversas tradiciones fueron también
seleccionadas según su importancia y las circunstancias a la cuales querían responder.
El proceso de selección, así como el surgimiento de tradiciones suplementarias, duró
mucho tiempo, como se observa en la extensión y contenido de cada uno de los cuatro
evangelios. Ciertamente no se concedió idéntico valor a todas las tradiciones orales disponibles.
No pocas tradiciones terminaron por perderse en el olvido.
Los primeros bloques de tradición oral fueron narrativos. El kerigma proclamaba el
"acontecimiento" realizado por Dios en la persona de Jesucristo, especialmente su muerte y
resurrección, lo hacían en forma breve y concisa 1 Cor 15,3; Rom 1,3. Paulatinamente se fue
ampliando y tomando forma de relatos. El contenido esencial era un acontecimiento, es decir, el
acontecimiento de Jesucristo, y por ello la forma predominante fue la narrativa, como se observa
aún en el evangelio de S. Marcos, donde los relatos de la pasión predominan sobre los dichos de
Jesús.
El relato de la pasión, muerte y resurrección fue, sin duda, el primer bloque de las
"tradiciones" que se formaron, ya que esto constituía el tema central del kerigma. La necesidad
pastoral de instruir a los neófitos y de proporcionar pautas de conducta, condujo a la valoración y
colección de "loguia" y, eventualmente a integrarlos en "relatos o discursos, o instrucciones". Los
"loguia" adquirieron importancia como palabra autorizada del Señor para zanjar cuestiones de
conducta o de praxis, como se observa ya en el uso que hizo de ellos S. Pablo, 1 Cor 7,10, y luego
especialmente el evangelio de S. Mateo.

c.- Las dos grandes corrientes Palestina y Helenista


Hasta ahora hemos estudiado la tradición como si se tratase de un todo más o menos
uniforme, sin embargo, como indicamos al principio, esto es una simplificación. En realidad,
desde muy temprano surgieron dos corrientes diferentes en su manera de comprender el
"acontecimiento de Jesucristo", debido a la diversidad de sus trasfondos culturales y religiosos
donde se desarrollaron. Estas dos corrientes, que dieron origen a dos tipos de tradiciones son, la
Palestina y la Helenista.

1.- La Tradición Palestina


Al principio, el kerigma se dirigía exclusivamente a los judíos, herederos naturales de la
revelación única y definitiva, para la cual Dios los había preparado a lo largo de su historia. Jesús y
sus discípulos eran judíos, su lengua natural era el arameo (que es un dialecto de la lengua oficial
que es el hebreo). Sus Sagradas Escrituras, nuestro A.T. y algunas tradiciones y leyendas
religiosas (como los "midrashim" los "hagadot") estaban escritas en hebreo, la lengua oficial de
las Sagradas Escrituras.
Fue la tradición palestina la que vio en Jesús al profeta esperado (anunciado en Deut
18,15,s.s.) es decir, al Mesías, hijo de David, el Hijo del Hombre Dan 7. Sus enseñanzas fueron
valoradas como las de el Maestro de la Nueva Ley, del nuevo Moisés. Su vida humilde y muerte
ignominiosa fueron interpretadas como las del Siervo de Yahveh del profeta Isaías. Jesús fue
presentado como el Mesías, pero no con los rasgos que el judaísmo contemporáneo esperaba,
sino con los de un Mesías escatológico, y a pesar de que fue del linaje real de David fue humilde y
siervo sufriente. La concepción de Jesús, su nacimiento, los relatos de Juan el Bautista, las
teofanías, la Transfiguración, la irrupción del Reino de Dios y su estrecha relación con la persona y
misión salvífica de Jesús, el interés por las parábolas, la frecuentes referencias a escritos del AT y a
las tradiciones y costumbres judías, las alusiones al "maná" y a la Pascua judía, son todas las
tradiciones que El vivió, donde El creció y se desarrolló. La esperanza de una pronta "parusía", al
igual que de un próximo juicio universal, así como los textos llenos de colorido apocalíptico Mc
13, provienen de esta tradición palestina. Como es de esperarse, los relatos y dichos de carácter
polémico y apologético contra el judaísmo, o las tendencias judaizantes dentro de la Iglesia
primitiva, así como las continuas referencias al AT tiene su fundamento principal en esta
tradición palestina.
186

3.- La Tradición Helenista


La tradición helenista empezó en Palestina misma; y comenzó a propagarse al
extenderse la proclamación de la "buena-nueva" a los judíos de la diáspora, es decir, lo que vivían
en la cultura helenista, y también a los paganos y habitantes no judíos que "temían a Dios". De
éstos hablan los Hechos de los Apóstoles: los primeros diáconos de la Iglesia de Jerusalén, eran
helenistas, Hech 6.5. En la tradición helenista, Jesús es presentado como aquél que descendió de
Dios y luego fue exaltado y ascendió a los cielos. Filp 2,6-11. Su origen divino cobra nueva
importancia, Jn 1,1,s.s. Los milagros, que acreditan su proveniencia divina, tenían especial
importancia en este mundo que se interesaba mucho por lo maravilloso y por la intervención
divina en favor de los hombres (pues en la cultura helenista se apreciaba mucho el tener el favor
de Dios, contar con su ayuda y protección). Jesús aparece como aquél que conoce el corazón y lee
los pensamientos de los hombres; es captado y comprendido como el Hijo de Dios, como el
Salvador (Soter) que ofrece la comunión con Dios, especialmente lo veían como el Kyrios (Señor),
soberano del universo y objeto de veneración y culto. El evangelio de S. Lucas, y ciertamente la
última redacción de los evangelios de S. Marcos y S. Juan provienen de la tradición helenista.
Nuestros evangelios muestran, en mayor o menor grado, una simbiosis de ambas tradiciones,
pues su origen es palestino, pero se adaptaron a una cultura predominantemente helenista.

4.- La "Situación vital" (Sitz im Leben) de los Evangelios


Se entiende por "situación vital" (del alemán Sitz im leben) el ámbito, medio o contexto,
con todas sus circunstancias, en el cual se mueve y expresa el espíritu humano, sea cual sea su
cultura.
En resumen: la "situación vital" da origen y vida al contenido y condiciona la forma de lo
que se desea comunicar. E inversamente, lo comunicado refleja dicha "situación vital".
Al hablar de los evangelios tenemos que tener presente básicamente tres situaciones
vitales diferentes, latentes en ellos:
1.- La situación concreta de Jesús de Nazaret
2.- La situación de la Iglesia primitiva
3.- La situación del redactor del evangelio escrito.
En los sumarios del libro de los Hechos de los Apóstoles, 2,42-47; 4,32-35; hallamos
mencionadas situaciones que forjaron ciertas tradiciones, a saber:
a.- La Liturgia celebra el Misterio de Cristo
b.- La Predicación Misionera, comunica el Misterio de Cristo
c.- L a Catequesis enseña el Misterio de Cristo

5.- Síntesis del contenido de la Tradición Oral y su desarrollo


De acuerdo a todo lo visto hasta ahora podemos sintetizar el proceso de elaboración de
los evangelios escritos en tres etapas:
1.- Jesucristo y sus palabras como mensaje de salvación
2.- Los Apóstoles y el kerigma, después la predicación. La Tradición Oral
3.- Los escritores sagrados, los evangelistas. Redacción escrita.

5.1.- Jesucristo y sus palabras como mensaje de salvación


Jesús, el Verbo divino encarnado habló y anunció con su propia predicación la "buena-
nueva" del Reino de Dios. Expuso su doctrina para ello se valió de las formas habituales de
expresión propias de su tiempo y de su cultura, logrando así que le entendieran y retuvieran
fácilmente en la memoria todo lo que enseñó. Especial atención tuvieron sus apóstoles a quienes
El enseñaba aparte y de manera especial todo lo referente al Reino de Dios. Mc 9.30-31.

5.2.- Los apóstoles y el kerigma, después la predicación. La Tradición Oral


Esta etapa se caracteriza primariamente por el mensaje del "kerigma". Síntesis del
Misterio Pascual de Cristo: su muerte y resurrección, 1 Cor 15,3-4: "Porque os transmití, en primer
lugar, lo que a mi vez yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras".
En efecto, los Apóstoles, con la venida del Espíritu Santo (Pentecostés) y gracias a la
187
asistencia del Espíritu Santo, comprendieron más profundamente el Misterio de Cristo y su obra
de salvación y dieron a sus oyentes una visión más plena de las palabras y de los actos salvíficos
de Jesús. Su predicación se adaptó, pues, a la mentalidad de los que le escuchaban y presentó
matices especiales de acuerdo a personas, tiempos y lugares donde se predicaba. Hubo tres
situaciones vitales donde el mensaje se comunicó y se formuló :
1.- La Liturgia
2.- La Predicación Misionera
3.- La Instrucción Catequética.

5.2.1.- La Liturgia
El culto sagrado fue el medio principal del que se sirvieron los Apóstoles para su
predicación; en efecto, en los actos de culto los Apóstoles, los discípulos y todos los servidores de
la palabra glorificaban y alababan al Señor Jesús como Hijo de Dios, es decir, el Kyrios. De ninguna
manera surgió de aquellos actos de culto, tan llenos de piedad, una figura "mítica" de Jesús, ni la
idea de dar a su vida un carácter de "período áureo", ni tampoco la comunidad primitiva cristiana
inventó palabras o hechos que Jesús nunca dijo como afirman algunos teólogos protestantes
liberales.

5.2.2.- La Predicación misionera


Para esta predicación se sirvieron de diversas formas y géneros literarios: narraciones,
himnos, doxologías, oraciones, etc. Todo ello obedeció a estas circunstancias: decir valientemente
la verdad, proclamar un amor salvífico de gratitud a Cristo, hacer propaganda misionera bien
entendida y sobre todo, dar testimonio con sus propias vidas de su amor y seguimiento a Cristo,
muerto y resucitado.

5.2.3.- La Instrucción Catequética


Hemos visto cómo, bien sean los catecúmenos en su etapa de preparación para
incorporarse a la Iglesia por medio del sacramento del Bautismo, bien sean los incorporados ya,
todos ellos necesitaban ser iniciados e instruidos por la palabra y el mensaje de Jesús. La
instrucción catequética jugó un papel importante en los primeros tiempos del cristianismo. Fue
una etapa de profundización y explicitación de la fe y su aplicación práctica, la caridad cristiana,
que se expresa en el dicho : "mirad cómo se aman".

6.- Los escritores sagrados, los evangelistas


Esta etapa tiene como finalidad vislumbrar cómo se plasmaron por escrito aquellas
tradiciones orales que surgen del kerigma, de la predicación apostólica misionera, y de la
instrucción catequética, junto a otros elementos pre-literarios. Para entender mejor todo esto lo
vamos a dividir en los siguientes apartados:
a.- Antes que fuesen escritos los cuatro evangelios hubo una primitiva catequesis
transmitida no solo oralmente, sino que hace presuponer que hubo muchos escritos, que
podríamos llamar "pre-literarios". De estos escritos y de las catequesis orales se sirvieron los
evangelistas para componer sus respectivos evangelios.
b.- Los escritores sagrados (hagiógrafos) escribieron su evangelio como libro de fe para el
pueblo escogido del NT. Por lo tanto, la génesis de los evangelios escritos estuvo en la Iglesia, y
para la edificación de la Iglesia.
c.- Cada uno de los cuatro evangelistas dio a su obra un carácter peculiar y propio;
escribió su evangelio de acuerdo a un fin determinado, escribió siempre bajo la inspiración del
Espíritu Santo; se propuso un objetivo propio sobre la base de un conocimiento personal de
Cristo, de sus palabras y estilo propio, de material oral y escrito que dispuso; y todo ello fue
elaborado en su vinculación a una comunidad cristiana (bien sea de tradición judeocristiana:
tradición palestina, o vinculado a una comunidad pagano-cristiana como es la tradición
helenista).
d.- Las formas y estilo literario de los evangelistas son diferentes aunque tienen algunas
cosas en común, especialmente los sinópticos. Los autores sagrados, del abundante material
suministrado por la predicación apostólica misionera escogieron algunas cosas, otras las
188
sintetizaron y algunas las omitieron. En la redacción de sus evangelios nos presentaron muchos
de los dichos y sentencias de Jesús, no en un orden cronológico exacto, sino en relación con su
plan de elaboración. En efecto, en algunos pasajes se observa que se han intercalado
explicaciones, aclaraciones exigidas por las necesidades de una situación particular. Hay que
tener en cuenta las circunstancias en las cuales se consignaron los dichos y los hechos de Jesús.
Precisamente la diferencia que hay en la redacción y en la intercalación de textos permite
descubrir las miras teológicas del autor de cada evangelio.
e.- Por eso, nada más erróneo que ver en los evangelistas unos meros compiladores de los
datos que sobre Cristo poseían las primitivas comunidades cristianas. Cierto que los evangelistas
se inspiraron en la predicación apostólica misionera, que los primeros cristianos recordaban
perfectamente. Mas la labor propia y original de los evangelistas fue servirse del abundante
material oral y pre-literario suministrado por la fe y las vivencias de las comunidades primitivas
cristianas, de sus liturgias, de sus catequesis y finalmente redactarlo con una finalidad clara y
definida, a saber, transmitir el mensaje de salvación.
f.- Precisamente, esta diversidad de fines que se propusieron los hagiógrafos, y la variedad
de circunstancias en que se pusieron por escrito las palabras y las obras de Jesús, nos explican el
grado de pluralismo y a la vez las divergencias existentes entre los cuatro evangelios, a través de
las cuales se descubre una gran riqueza de matices teológicos, y se comprueba cómo unos
evangelios complementan a los otros, lo que uno omite el otro lo aclara, lo que uno afirma, el otro
lo corrobora etc.

Podemos describir este proceso, esquemáticamente, de esta manera:

Muerte y Resurrección. Vida pública de Jesús Historia del Nacimiento


Ascensión a los cielos Dichos y Hechos e infancia de Jesús

3º 2º 1º

Es decir, el orden de la comunicación del Misterio de Cristo es contrario, e inverso al


orden de la vida de Cristo. En el orden de la comunicación primero es la muerte y resurrección de
Cristo, y al final, se acaba narrando finalmente la infancia.
Sin embargo, como es obvio, en el orden de la vida de Jesús, primero fue el nacimiento,
infancia, vida oculta, vida apostólica, muerte y resurrección. Y este fue el orden en que fueron
redactados literariamente los evangelios:

2º.- Predicación Apostólica


de los "testigos oculares"

1º.- Vida y mensaje del EVANGELIO 3º.- Liturgia


Jesús histórico Predicación Misionera
Instrucción Catequética

4º.- Autor inspirado del Evangelio

LA ETAPA ESCRITA
1.- De la predicación oral del Evangelio oral a los Evangelios escritos
Durante varias décadas la Iglesia no poseyó evangelios escritos, sino un único evangelio,
que era predicado y transmitido por vía oral (tradiciones orales), y en torno al cual vivía y se
189
alimentaba su fe, Lc 1,2; 2 Tes 2,15. Fue gracias a la tradición oral que se escribieron
posteriormente los evangelios. Las razones por las cuales ciertas tradiciones fueron fijadas por
escrito no han sido siempre las mismas. Podríamos destacar las siguientes:
1.- La conciencia de que, conforme pasaba el tiempo (y la Parusía parecía retrasarse) se
iban alejando del acontecimiento que anunciaban, y con ello se percibía el peligro de una posible
disolución del mensaje evangélico. (Esta es una de las razones que da Eusebio de Cesarea).
2.- El creciente peligro de desviaciones, falsificaciones e incluso errores que los líderes de
la Iglesia observaron que se introducían en la Tradición, tales como la mitificación de la persona
de Jesús, y la mala interpretación de la significación del acontecimiento - Jesucristo; peligros que
se observan mencionados en las cartas paulinas, fue razón para la fijación por escrito de la
Tradición oral apostólica.
3.- La necesidad de tener un texto ordenado y claro con fines catequísticos y parenéticos
que sirviese de pauta.
4.- El deseo de proporcionar un "texto de lectura" para las asambleas dominicales. Los
evangelios no fueron escritos para ser "libros sagrados". Recién a mediados del S. II se les
reconoció una autoridad particular y se les cita como tal: Evangelios.

2.- Interdependencia literaria en los Evangelios Sinópticos


Según estas hipótesis, conocida también como "Teoría de la mutua dependencia", cada
evangelista, excepto el primero, (que no se sabe a ciencia cierta quién fue), depende de su
predecesor o predecesores. Del evangelio que fue escrito en primer lugar se derivan los otros dos.
Hay varias posibilidades de dependencia,, cada una de las cuales ha tenido sus defensores en su
momento. Pero sólo dos de esas posibilidades tienen cierto fundamento. Veámoslo en los
siguientes esquemas:

MATEO MARCOS

MARCOS

LUCAS MATEO
LUCAS

2.1.- El orden : MT - MC - LC
Este orden fue aceptado por S. Agustín y por la mayoría de los exegetas católicos hasta
época relativamente reciente. Es una solución que se basa en datos tradicionales. Sus defensores
actuales suelen presentarla en forma modificada, haciendo depender a MC de un estilo
preliminar de MT.
Papías, un antiguo Obispo de Hierápolis, en Frigia (Asia Menor), afirmó que MT reunió los
"loguia" de Jesús en lengua hebrea y " cada cual las tradujo como pudo ". De esta afirmación se
concluyó que tuvo que existir un evangelio arameo (dialecto del hebreo) de origen apostólico.
Este evangelio arameo (llamado "M") sería traducido al griego (Mg) y la traducción sería utilizada
por los tres sinópticos de distintas maneras.
Además los evangelios canónicos de MT y LC hicieron uso de MC. Según esta teoría, MT
canónico sería el mejor testigo de "M", puesto que MC abrevió a "M" y le añadió algunas
tradiciones orales procedentes del Apóstol Pedro y de su predicación en Roma. El siguiente
esquema ilustra mejor esta teoría

"M" (Evangelio original en arameo)

Evangelio traducido
al griego Mg
Apóstol Pedro
190

El mejor exponente de "M" MT MC (Abreviación de "M").

2.2.- Teoría de las dos fuentes


Esta hipótesis goza de amplia aceptación entre los protestantes y, en una forma
modificada, también entre los católicos. A pesar de la mutua independencia de MT y LC,
presentan una serie de coincidencias frente a MC que parecen exigir una fuente griega anterior a
MC. Esta fuente, cuya existencia es meramente conjetural, contenía casi exclusivamente palabras
o dichos de Jesús.
Los dos últimos sinópticos habrían tomado gran parte de su material de esta fuente, más
algo de MC, adaptándolo a los diferentes círculos que se dirigían. El siguiente esquema nos puede
ayudar a entender mejor esta teoría:
Q MC

Fuentes especiales MT LC Fuentes especiales

Hay que tener en cuenta que quienes pretenden identificar este documento " Q " con el
evangelio arameo de Mateo (M) o, con su versión griega (Mg) a fin de defender la prioridad
"tradicional" de MT, lo hacen arbitrariamente.

2.3.- Teoría de L. Vaganay


Vaganay introdujo una teoría que tenía presente la tradición oral como una realidad
existente en arameo y en griego. Esta tradición oral fue puesta por escrito en pequeñas
colecciones de palabras y hechos de Jesús. Tales colecciones se reunieron en M arameo no
idéntico con el MT canónico de nuestros días. Otra colección primitiva, que consistía en palabras y
discursos, y que Vaganay llama "S" (del francés "source" = fuente), fue escrita también en arameo.
Pero ambas fueron traducidas al griego. Según Vaganay los evangelios sinópticos fueron escritos
de la siguiente manera:

El evangelio de MC. es el evangelio más antiguo; utilizó como fuentes; Mg (la traducción
griega de M) y la tradición oral de la predicación del Apóstol Pedro, pero no utilizó "S".
El evangelio de MT. utilizó: MC. Mg y Sg, (es decir, "S" traducido al griego), más algunos
elementos de la predicación del Apóstol Pedro.

El evangelio de LC. tuvo como fuentes: MC Mg y Sg y diversos elementos de la tradición


oral.
M (Mt. arameo) "S"

(Tradición oral) Mg (Mt. griego) Sg

MT MC LC

Vaganay introdujo "S" como elemento de solución porque entendía que M arameo, traducido al
Mg griego, era suficiente para explicar toda la tradición sinóptica, Según Vaganay, esta fuente no
tiene nada en común con la fuente "Q".

2.4.- Teoría de W. Harrington


191
El autor dice que nuestros Evangelios se compusieron pasado un tiempo relativamente
largo desde la primera predicación apostólica en Palestina. La tradición oral tiene un papel
importante, pero la crítica literaria de los sinópticos muestra que los evangelios debieron de tener
fuentes escritas comunes. Por otro lado es necesario que tengamos en cuenta que la tradición oral
no es precisamente un primer paso suplantado por fuentes escritas: éstas fueron un elemento en
la formación de los Evangelios. Tenemos que aceptar que la tradición oral es básicamente el plan
evangélico establecido por los Apóstoles. Fueron compuestos en lengua aramea, la lengua
genuina de Jesús y de sus Apóstoles. Y sin embargo, hay que admitir que en Palestina, se daba el
caso de que había judíos cuya lengua natural era el griego (pues habían nacido en la diáspora),
por tanto las catequesis (incluido el kerigma y otras enseñanzas) debieron aparecer en griego casi
desde el comienzo.
Es norma que esta tradición oral, por lo menos en parte, fue puesta enseguida por escrito;
todavía no se originó el evangelio, pero algunos de los escritos debieron ser un tanto largos. S.
Lucas nos cuenta que : "muchos se han dedicado a hacer un relato de las cosas que se han cumplido
entre nosotros", Lc 1,1. Del mismo modo que la tradición oral, estos relatos, debieron aparecer
tanto en arameo como en griego. Pero la tradición oral continuó su ritmo normal, las enseñanzas
del Maestro se adaptaron de acuerdo a las necesidades diferentes y se fueron construyendo
unidades de acuerdo a los intereses de cada comunidad cristiana.
Un evangelio escrito en arameo, se le atribuye a S. Mateo. No está descaminada la
suposición de que este escrito era un esquema de la catequesis de la tradición palestina. Este
evangelio en arameo se tradujo inmediatamente al griego, y apoyados en la autoridad del Obispo
de Hierápolis, Papías, (130 d. de Xto), sabemos que existían varias traducciones griegas. En el
supuesto de que el evangelio aramáico sea la base del Evangelio de Mg (Mateo griego) no es difícil
suponer que la crítica literaria de Mateo pueda investigar la existencia de este escrito. Parece que
las traducciones griegas del Mateo aramáico (M) fueron conocidas por los tres evangelistas. Estas
traducciones pudieron haber diferido ampliamente entre ellas mismas debido a la tradición viva
de las diferentes comunidades cristianas.
Ahora tocamos el tema de cuál fue el primer evangelio. En el orden que leemos hoy día la
Biblia aparece Mateo. Pero por las investigaciones últimas en exégesis se supone que el primer
evangelio es el de Marcos. El Evangelio de Marcos es el más antiguo Marcos no fue apóstol ni
testigo presencial de la vida de Jesús, por tanto, siguió concienzudamente una traducción griega
del Evangelio arameo de Mateo
Dado que MT y LC son independientes, no es posible decir quién precedió a quién; y
dentro de nuestra problemática esto tiene poca importancia. Mateo, podríamos suponer,
naturalmente se basó ante todo en una traducción griega del evangelio arameo atribuido al
apóstol Mateo. Aquí tenemos una fuente común para MC y MT; sin embargo, la relación entre
estos dos evangelios podría sugerirnos del mismo modo una dependencia de MT con respecto a
MC. Mateo sigue una fuente común a sí mismo y a Lucas. Además, Mateo reúne materia de otras
fuentes distintas, por ejemplo, la narración de la infancia de Jesús.
Tal vez, S. Lucas se sirvió de una traducción griega del evangelio arameo de Mateo, de tal
modo que varios de los cambios de LC con respecto a MC se deberían al orden y contenido de
dicha fuente primitiva. Al igual que Mateo, Lucas se basa en un aspecto de una fuente común, y
además debe mucho a otras fuentes. Sin lugar a dudas, la materia propia de Lucas nos da una idea
de la amplitud y riqueza de la tradición. A continuación, exponemos esta teoría de forma
esquemática

Tradición oral "aramea" y "griega" Tradición de Pedro

Primeros acontecimientos escritos: "arameos" y "griegos"

Mateo aramáico
192

Fuente común M

Traducciones griegas

Traducciones griegas

Mg

Qg

EVANGELIO DE MARCOS

EVANGELIO DE MATEO

EVANGELIO DE LUCAS

3.- CONCLUSIÓN

Una vez propuestas y expuestas algunas de las soluciones más fundadas que se han dado
en el problema complejo de los sinópticos, podemos sintetizar los puntos más salientes del
conjunto:

a.- La tradición oral debe ocupar un lugar destacado en toda solución del problema
sinóptico. Pero la tradición oral sola no es suficiente: no puede explicar las semejanzas de los
escritos.
b.- Tanto los exegetas católicos como protestantes aceptan, en general, la prioridad de MC
sobre MT y LC; por tanto MT y LC dependen literalmente de MC. Marcos ha de considerarse
como el más antiguo de nuestros evangelios en griego.
c.- El Mateo canónico fue compuesto muy probablemente en griego y no es una
traducción directa de un original arameo.
d.- No hay que olvidar que las fuentes " Q " en griego, y " S " en arameo, son meras
conjeturas (o intentos de explicación). Además, no hay razones para suponer que " Q " o " S ", sea
el Mateo arameo o el Mateo griego.
e.- Toda solución puramente literaria que prescinda por completo de la tradición oral no
hace justicia a los hechos.
f.- Quizá lo más próximo a la verdad sea la hipótesis de una documentación múltiple que
tenga en cuenta la existencia y el influjo de una continua tradición oral hasta la cristalización final
de nuestros evangelios actuales. La moderna insistencia en la Historia de las formas y de la
Historia de la redacción es una sana reacción frente a los intentos de solucionar el problema
sinóptico a base de teorías meramente literarias y documentales.

CAPITULO PRIMERO

EL MISTERIO DE CRISTO
193
LA REDENCIÓN DEL PECADO EN SU REALIZACIÓN HISTÓRICA

Una vez que hemos intentado explicar la autenticidad de los Evangelios y por lo tanto el
mensaje verídico que contienen pasamos a explicar la Vida y la Obra de Jesucristo.
Comenzamos con una palabra clave en la Historia de la Salvación: “La plenitud de los
tiempos”, estas palabras significan el tiempo elegido por Dios Padre para comunicarnos y
revelarnos la Salvación por medio de su Hijo Jesucristo: “en el cual (Cristo) se encuentran
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”, nos dice S. Pablo en Col 2,3. Por ello
vamos a ver este paso tan importante de nuestra fe con máximo interés.
“Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de
su voluntad, Efes 1, 9, por medio de Cristo, su Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, puede
los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina, Efes, 2,18; 2 Petr 1, 4.”
Concilio Vaticano II, Const. “Dei Verbum” Nº 2.
“Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas:
“Ahora en esta época nos ha hablado por el Hijo” Hebr 1, 1-3. Pues envió a su Hijo, la Palabra
eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la
intimidad de Dios, Jn 1, 1-18. Jesucristo, Palabra hecha carne ”hombre enviado a los hombres”,
habla las palabras de Dios, Jn3, 34, y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó, Jn 5,
36; 17,4. Quien ve a Jesucristo ve al Padre, Jn 14, 9. Jesucristo con su presencia y manifestación,
con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con
el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio
divino; a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y la muerte y
para hacernos resucitar a una vida eterna”. Const. “Dei Verbum” Nº 4.

1.1.- La Plenitud de los Tiempos. La Buena Nueva: Dios ha enviado a su Hijo


«Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo
la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva»
(Gal 4, 4-5). He aquí «la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1, 1): Dios ha visitado a su
pueblo, ha cumplido las promesas hechas a Abraham y a su descendencia; lo ha hecho más allá de
toda expectativa: El ha enviado a su «Hijo amado» (Mc 1, 11).
Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel,
en Belén en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César Augusto; de oficio
carpintero, muerto crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado
del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que ha «salido de Dios» (Jn 13, 3),
«bajó del cielo» (Jn 3, 13; 6, 33), «ha venido en carne» (1 Jn 4, 2), porque «la Palabra se hizo carne, y
puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad... Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia» (Jn 1, 14.
16).
Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y
confesamos a propósito de Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Sobre la roca
de esta fe, confesada por S. Pedro, Cristo ha construido su Iglesia.

1.2.- “Anunciar... la inescrutable riqueza de Cristo” (Ef 3, 8)


La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en
El. Desde el principio, los primeros discípulos ardieron en deseos de anunciar a Cristo: «No
podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hech 4, 20). Y ellos mismos invitan
a los hombres de todos los tiempos a entrar en la alegría de su comunión con Cristo.

1.3.- En el centro del Evangelio: Cristo


«En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de
Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado,
vive para siempre con nosotros.
Evangelizar es descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios. Se trata de
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procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados
por El mismo». El fin de la catequesis: «conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede
conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima
Trinidad».
«En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo
demás en referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en
que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca. Todo catequista debería poder
aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de Jesús: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha
enviado" (Jn 7, 16)»
El que está llamado a «enseñar a Cristo» debe por tanto, ante todo, buscar esta «ganancia
sublime que es el conocimiento de Cristo»; es necesario «aceptar perder todas las cosas... para ganar
a Cristo, y ser hallado en él» y «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus
padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de
entre los muertos» (Flp 3, 8-11).
De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de
«evangelizar», y de llevar a otros al «sí» de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la
necesidad de conocer siempre mejor esta fe. Con este fin, siguiendo el orden del Símbolo de la fe,
presentaremos en primer lugar los principales títulos de Jesús: Cristo, Hijo de Dios, Señor.
A continuación los principales misterios de la vida de Cristo: los de su encarnación, los de
su Pascua, es decir, pasión – muerte y resurrección, y por último, los de su glorificación.

1.4.- JESÚS
Jesús quiere decir en hebreo: «Dios salva». En el momento de la anunciación, el ángel
Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su
misión. Ya que «¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» (Mc 2, 7); es El quien, en Jesús, su
Hijo eterno hecho hombre «salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). En Jesús, Dios
recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.
El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la persona de
su Hijo hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. El es el Nombre
divino, el único que trae la salvación y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque
se ha unido a todos los hombres por la Encarnación de tal forma que «no hay bajo el cielo otro
nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4, 12).
La Resurrección de Jesús glorifica el nombre de Dios Salvador porque de ahora en
adelante, el Nombre de Jesús es el que manifiesta en plenitud el poder soberano del «Nombre que
está sobre todo nombre» (Flp 2, 9). Los espíritus malignos temen su Nombre y en su nombre los
discípulos de Jesús hacen milagros porque todo lo que piden al Padre en su Nombre, él se lo
concede.

1.5.- CRISTO
Cristo viene de la traducción griega del término hebreo «Mesías» que quiere decir
«ungido», o, “consagrado”, traducido al latín: “Christus”, al castellano: Cristo. No pasa a ser nombre
propio de Jesús sino porque El cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa.
Jesucristo es una palabra que está compuesta de dos nombres: Jesús = el que salva, el Salvador; y
Cristo = el Ungido, o, consagrado de Dios, es decir = El Ungido de Dios que salva.
En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para
una misión que habían recibido de El. Este era el caso de los reyes, de los sacerdotes y,
excepcionalmente, de los profetas.
Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar
definitivamente su Reino. El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor a la vez como rey y
sacerdote, pero también como profeta. Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple
función de sacerdote, profeta y rey.
Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la
próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad trascendente del Hijo del Hombre «que ha bajado del cielo» (Jn 3, 13), a la vez que en su
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misión redentora como Siervo sufriente: «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28).
Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo
alto de la Cruz. Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada
por Pedro ante el pueblo de Dios: «Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha
constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado» (Hech 2, 36).

1.6.- HIJO ÚNICO DE DIOS


Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles, al pueblo elegido, a
los hijos de Israel y a sus reyes. Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre Dios y
su criatura unas relaciones de una intimidad particular. Cuando el Rey - Mesías prometido es
llamado «hijo de Dios», no implica necesariamente, según el sentido literal de esos textos, que sea
más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel, quizá no quisieron
decir nada más.
No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16),
porque Este le responde con solemnidad «no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17).
Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco:
«Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien
revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles...» (Gal 1, 15-16). «Y en seguida se
puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios» (Hch 9, 20). Este será, desde el
principio, el centro de la fe apostólica profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la
Iglesia
Si Pedro pudo reconocer el carácter trascendente de la filiación divina de Jesús Mesías es
porque éste lo dejó entender claramente: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te
ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”, Mt 16, 17. Ante el
Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?», Jesús ha
respondido: «Vosotros lo decís: yo soy» (Lc 22, 70).
Ya mucho antes, El se designó como el «Hijo» que conoce al Padre, que es distinto de los
«siervos» que Dios envió antes a su pueblo, superior a los propios ángeles. Distinguió su filiación
de la de sus discípulos, no diciendo jamás «nuestro Padre», salvo para ordenarles «vosotros, pues,
orad así: Padre Nuestro» (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: «Mi Padre y vuestro Padre» (Jn 20,
17).
Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el bautismo y la transfiguración de
Cristo, que la voz del Padre lo designa como su «Hijo amado». Jesús se designa a sí mismo como
«el Hijo Unico de Dios» (Jn 3, 16) y afirma mediante este título su preexistencia eterna. Pide la fe en
«el Nombre del Hijo Unico de Dios» (Jn 3, 18).
Esta confesión cristiana aparece ya en la exclamación del centurión delante de Jesús en la
cruz: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15, 39), porque es solamente en el
misterio pascual donde el creyente puede alcanzar el sentido pleno del título «Hijo de Dios».
Después de su Resurrección, su filiación divina aparece en el poder de su humanidad
glorificada: «Constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección
de entre los muertos» (Rm 1, 4). Los apóstoles podrán confesar «Hemos visto su gloria, gloria que
recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14).

1.7.- SEÑOR
En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el
cual Dios se reveló a Moisés. YHWH, es traducido al griego por “Kyrios”, «Señor». Señor se
convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios
de Israel.
El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título «Señor» para el Padre, pero lo
emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios.
El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos
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sobre el sentido del Salmo 109, pero también de manera explícita al dirigirse a sus apóstoles. A lo
largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades,
sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.
Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole
«Señor». Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de El
socorro y curación. Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio
divino Jesús.
En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: «Señor mío y Dios mío»
(Jn 20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la
tradición cristiana: «¡Es el Señor!» (Jn 21, 7).
La oración cristiana está marcada por el título «Señor», ya sea en la invitación a la oración «el
Señor esté con vosotros», o en su conclusión «por Jesucristo nuestro Señor» o incluso en la
exclamación llena de confianza y de esperanza: «Marana tha» «¡el Señor viene!”, o «Marana tha»,
«¡Ven, Señor!», (1 Cor 16, 22): «¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc 22, 20).

1.8.- El Misterio de la ENCARNACIÓN

1.8.1.- El Hijo de Dios se hizo hombre. Por qué el Padre envía al Verbo de Dios
Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando a Cristo: «Por
nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María la Virgen y se hizo hombre». El Verbo se encarnó para salvarnos
reconciliándonos con Dios: «Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados» (1 Jn 4, 1O).» El Padre envió a su Hijo para “ser salvador del mundo» (1 Jn 4, 14). «El se
manifestó para quitar los pecados» (1 Jn 3, 5):
El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: «En esto se
manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos
por medio de él» (1 Jn 4, 9). «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: «Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí...» (Mt 11, 29). «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí» (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: «Escuchadle» (Mc 9, 7) (72).
El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: «Amaos los unos a
los otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva
de sí mismo.
El Verbo se encarnó para hacernos «partícipes de la naturaleza divina» (2 P 1, 4): «Porque
tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el
hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo
de Dios». «Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios». «El Hijo Unigénito de Dios,
queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose
hecho hombre, hiciera dioses a los hombres».

1.9.- La Encarnación
Volviendo a tomar la frase de S. Juan, «El Verbo se encarnó”: Jn 1, 14, la Iglesia llama
«Encarnación» al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a
cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por S. Pablo, la Iglesia canta el misterio de la
Encarnación:
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición
de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló
a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz “, (Flp 2, 5-8).
La carta a los Hebreos habla del mismo misterio: Por eso, al entrar en este mundo, [Cristo]
dice: “No quisiste sacrificio y oblación; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por
el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad!”.
197
La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana:
«Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne,
es de Dios» (1 Jn 4, 2). Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta
«el gran misterio de la piedad»: «El ha sido manifestado en la carne» (1 Tm 3, 16).

1.10.- Verdadero Dios y verdadero hombre


El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no
significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla
confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser
verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió
defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la
falseaban.

1.11.- Nacido de la Virgen María. Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo
La anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos» (Gal 4, 4), es decir, el
cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en
quien habitará «corporalmente la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). La respuesta divina a su
«¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti» (Lc 1, 35).
La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo
fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es «el
Señor que da la vida», haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad
tomada de la suya.
El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María, es
«Cristo», es decir, el ungido por el Espíritu Santo, desde el principio de su existencia humana,
aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores, a los magos, a
Juan Bautista, a los discípulos. Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará «cómo Dios le ungió
con el Espíritu Santo y con poder» (Hch 10, 38).

1.12.- La predestinación de María. La Inmaculada Concepción


«Dios envió a su Hijo» (Gal 4, 4), pero para «formarle un cuerpo», quiso la libre cooperación
de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una
hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a «una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (Lc l, 26-27).
Dios Padre, en su infinita sabiduría y misericordia, preparó una digna morada para su
Hijo. María para ser la Madre del Salvador, fue «dotada por Dios con dones a la medida de una
misión tan importante» y Dios la preservó del Pecado Original, es decir, María fue concebida en el
seno de su madre sin pecado original; de esta manera estaba preparada para concebir en su seno
al Verbo divino sin mancha de pecado.
De ahí el nombre de “Inmaculada”. In = no; mácula = mancha. Inmaculada = sin mancha.
El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como «llena de gracia» (Lc 1, 28). En
efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella
estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios y limpia de todo pecado.
Esta «resplandeciente santidad del todo singular» de la que ella fue «enriquecida desde el
primer instante de su concepción», le viene toda entera de Cristo: ella es «redimida de la manera
más sublime en atención a los méritos de su Hijo» .
El Padre la ha «bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo»
(Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. El la ha «elegido en él, antes de la creación del
mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor» (Ef 1, 4).

1.13.- «Hágase en mí según tu palabra..». La maternidad divina de María


Al anuncio de que ella dará a luz al «Hijo del Altísimo» sin conocer varón, por la virtud del
Espíritu Santo. María respondió por «la obediencia de la fe» (Rm 1, 5), segura de que «nada hay
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imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 37-38).
Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera,
se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su
dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención.
Llamada en los evangelios «la Madre de Jesús» (Jn 2, 1; 19, 25), María es aclamada bajo el
impulso del Espíritu como «la madre de mi Señor» desde antes del nacimiento de su hijo. En
efecto, aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda
persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de
Dios.

1.14.- La virginidad de María. María, la «siempre Virgen»


Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido
en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el
aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido, esto es, sin semilla de varón, por obra del
Espíritu Santo.
Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de
Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra: Los relatos evangélicos presentan la
concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad
humanas, «Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo», dice el ángel a José a propósito de María,
su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el
profeta Isaías: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo».
La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la
virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto,
el nacimiento de Cristo «lejos de disminuir consagró la integridad virginal» de su madre. La
liturgia de la Iglesia celebra a María como la «siempre - virgen».
Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos
los hombres, a los cuales El vino a salvar: «Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de
muchos hermanos (Rm 8, 29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora
con amor de madre».

1.15.- La maternidad virginal de María en el designio de Dios


La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones
misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen.
Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación
por María de esta misión para con los hombres.
Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es
el Nuevo Adán, que inaugura la nueva creación: «El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el
segundo viene del cielo» (1 Cor 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena
del Espíritu Santo porque Dios «le da el Espíritu sin medida» (Jn 3, 34). De «su plenitud», cabeza de
la humanidad redimida «hemos recibido todos gracia por gracia» (Jn 1, 16).
Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos
de adopción en el Espíritu Santo por la fe. «¿Cómo será eso?» (Lc 1, 34). La participación en la vida
divina no nace «de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios» (Jn 1, 13).
La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El
sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios se lleva a cabo perfectamente en la
maternidad virginal de María.
María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe «no adulterada por duda alguna»
y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del
Salvador: «Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la
carne de Cristo».
María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la
Iglesia: «La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la
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predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el
Espíritu Santo y nacidos de Dios. También La Virgen María «colaboró por su fe y obediencia libres
a la salvación de los hombres». Ella pronunció su “fiat”, «ocupando el lugar de toda la naturaleza
humana». Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes. ella es
virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo».

1.16.- LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

1.16.1.- Nuestra comunión en los Misterios de Jesús


Toda la riqueza de Cristo «es para todo hombre y constituye el bien de cada uno». Cristo no
vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación «por nosotros los hombres y
por nuestra salvación» hasta su muerte «por nuestros pecados» (1 Cor 15, 3) y en su Resurrección
para nuestra justificación (Rom 4, 25). Todavía ahora, es «nuestro abogado cerca del Padre» (1 Jn
2, l), «estando siempre vivo para interceder en nuestro favor» (Hebr 7, 25).
Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros de una vez por todas, permanece presente
para siempre «ante el acatamiento de Dios en favor nuestro» (Hb 9, 24). Toda su vida, Jesús se
muestra como nuestro modelo: El es el «hombre perfecto» que nos invita a ser sus discípulos y a
seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la
oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones.
Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros. «El
Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre». Estamos llamados
a no ser más que una sola cosa con El; nos hace comulgar en cuanto somos miembros de su
Cuerpo en lo que El vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:

1.16.2.- Los misterios de la infancia y de la vida oculta de Jesús. Los preparativos


La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso
prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la «Primera Alianza» (Hb 9,
15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se
suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de
esta venida.
S. Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino.
«Profeta del Altísimo» (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura
el Evangelio, desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser «el
amigo del esposo» (Jn 3, 29) a quien señala como «el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo» (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús «con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1, 17), da testimonio
de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio.

1.16.3.- El Misterio de Navidad


Jesús eligió la pobreza: nació en la humildad de un establo, en la soledad y el silencio de la
noche, de una familia pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento.
“Se hizo pobre para que nosotros fuéramos rico con su pobreza”, dice S. Pablo. En esta pobreza se
manifiesta la gloria del cielo.

1.16.4.- Los Misterios de la infancia de Jesús


La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento, es señal de su inserción en la
descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley y de su
consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su vida. Este signo prefigura «la
circuncisión en Cristo» que es el Bautismo.
La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del
mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná, la Epifanía celebra la adoración
de Jesús por unos «Magos, o Sabios» venidos de Oriente. En estos «Magos», representantes de
religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen,
por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación.
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La llegada de los Magos a Jerusalén para «rendir homenaje al rey de los judíos» (Mt 2, 2)
muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David, al que será el rey de las
naciones.
Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de
Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos y recibiendo de ellos su promesa
mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento. La Epifanía manifiesta que «la
multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas» y adquiere la dignidad israelítica.
La Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al
Señor. Con Simeón y Ana, toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su
Salvador. Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, «luz de las naciones» y «gloria de
Israel», pero también «signo de contradicción». La espada de dolor predicha a María anuncia otra
oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado «ante todos
los pueblos».
La Huida a Egipto y la matanza de los inocentes manifiestan la oposición de las tinieblas a
la luz: «Vino a su Casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Toda la vida de Cristo estará bajo el
signo de la persecución. Los suyos la comparten con él. Su vuelta de Egipto recuerda el éxodo y
presenta a Jesús como el liberador definitivo.

1.16.5.- Los Misterios de la vida oculta de Jesús


Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición de la inmensa mayoría
de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida
religiosa judía sometida a la ley de Dios, vida en la comunidad. De todo este período se nos dice
que Jesús estaba «sometido» a sus padres y que «progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia
ante Dios y los hombres» (Lc 2, 51-52)
Con la sumisión a su madre, y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto
mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre celestial. La sumisión
cotidiana de Jesús a José y a María anunciaba y anticipaba la sumisión del Jueves Santo: «No se
haga mi voluntad...» (Lc 22, 42). La obediencia de Cristo en lo cotidiano de la vida oculta
inauguraba ya la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había destruido.
La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los
caminos más ordinarios de la vida humana. Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la
vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en
nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para
nosotros.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar: que Nazaret nos enseña el significado
de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. José era de oficio “” =
artesano, este oficio le enseñó a Jesús. En Nazaret, estaba la casa del «Hijo del artesano»: cómo
deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y
exaltarla debidamente.
En la vida oculta de Jesús en Nazaret el único hecho relevante es la pérdida de Jesús en el
Templo y su hallazgo después de tres días. Es el único suceso que rompe el silencio de los
Evangelios sobre los años ocultos de Jesús.
Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de
su filiación divina: «¿No sabíais que me debo a los asuntos de mi Padre?» María y José «no
comprendieron» esta palabra, pero la acogieron en la fe. “Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía
sujeto a ellos. Su Madre, conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón», “Jesús crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”, Lc 2, 51-52.

1.17.- LOS MISTERIOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESUS


201
1.17.1.- El Bautismo de Jesús
El acontecimiento se desarrolló entre una multitud de pecadores, publicanos y soldados,
fariseos y saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él. Era un bautismo penitencial, no
de iniciación a una nueva vida. «Entonces aparece Jesús». El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el
bautismo. Jesús se presenta ante Juan el Bautista como el Siervo de Yahveh sufriente que carga
sobre sus hombros los pecados del mundo. Juan proclamaba «un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados» (Lc 3, 3). Con este acontecimiento se indica el comienzo de los tiempos
mesiánicos y el comienzo del ministerio publico de Jesús. El bautismo en el Jordán es concebido
como una unción en el Espíritu Santo que prepara a Jesús para cumplir la función del Siervo de
Yahvé en su condición de Mesías e Hijo de Dios. Tres momentos destaca la tradición evangélica en
este suceso del comienzo de la vida publica de Jesús:
a.- La Teofanía se anuncia con la apertura del mundo celestial, Marcos alude a un
“desgarramiento” de los cielos, Mc 1, 10: “En cuanto (Jesús) salió del agua, vio que los cielos se
rasgaban ...”.
b.- “... y que el Espíritu, en forma de paloma bajaba a El”. Mc. 10, 10. El Espíritu que
desciende sobre Jesús no dice solamente relación con los sucesos de la Historia de la salvación,
como en los oráculos del Siervo de Yahvé de Isaías11, 1 y s.s, El será defensor de los débiles,
liberará a los cautivos, los pobres serán evangelizados y se les anunciará la Buena Nueva del
Reino de Dios.
c.- Jesús oye, al salir de las aguas, esta declaración del Padre: “Y se oyó una voz que venía del
cielo: “Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco”, Mc 1, 11. De esta manera se hace resaltar la
manera mesiánica de Jesús como verdadero Hijo de Dios. Jesús bautizado puede ahora dirigirse a
Dios llamándolo “Abba” = Padre, pues Jesús es Hijo por naturaleza y es enviado para salvar a todo
el género humano.
El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de
Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya «el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo» (Jn 1, 29); anticipa ya el «bautismo» de su muerte sangrienta. Viene ya a «cumplir toda
justicia» (Mt 3, 15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el
bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del
Padre que pone toda su complacencia en su Hijo. El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su
concepción viene a «posarse» sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su
bautismo, «se abrieron los cielos» (Mt 3, 16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas
fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.
Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su
bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y
de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu
para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y «vivir una vida nueva» (Rm 6, 4):

1.17.2.- Las Tentaciones de Jesús


Los evangelios Mt 4, 1-11; Mc 1 12-13; Lc 4, 1-13, hablan de un tiempo de soledad de Jesús
en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan: «Impulsado por el Espíritu» al
desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los
ángeles le servían. Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba
su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en
el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él «hasta el tiempo determinado» (Lc
4, 13). Esta experiencia espiritual de la tentación Jesús nos enseña que :
1.- nadie está libre de ser tentado
2.- que la tentación se puede vencer, como lo hizo Jesús, adhiriéndose más fuerte a
la voluntad del Padre
3.- por eso Jesús nos enseñó a orar diciendo: “y no nos dejes caer en la tentación y
líbranos del mal, o del Maligno”.

1.17.3.- Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso


Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación.
202
Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente
provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto. Cristo se revela como el Siervo de Dios
totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha «atado al
hombre fuerte» para despojarle de lo que se había apropiado. La victoria de Jesús en el desierto
sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial
al Padre.
La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en
oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha
vencido al Tentador en beneficio nuestro: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado»
(Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de
Jesús en el desierto.

1.17.4.- «EL REINO DE DIOS está cerca»


«Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios:
"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva"» (Mc
1, 15). Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los
cielos. Pues bien, la voluntad del Padre es elevar a los hombres a la participación de la vida divina.
Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es
sobre la tierra el germen y el comienzo de este Reino.

1.17.5.- El anuncio del Reino de Dios


En la carta de los Hebreos se nos dice: "Dios, que en otros tiempos había hablado en
muchas ocasiones por medio de los profetas, últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo",
Hbr 1, 2. Por eso Jesús, la Palabra misma del Padre encarnada, comenzó su misión pública con
estas palabras: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, convertíos el Reino de Dios
está cerca", Mc.1,15.
El contenido del anuncio proclamado por Cristo es: la buena nueva de la salvación, la
proximidad del advenimiento del Reino de Dios, Lc 4, 43, y de la venida del Salvador. Lc 2, 10.
El mensaje del Reino de Dios: Los evangelistas sinópticos concuerdan en que el tema
primario de la predicación de Cristo era el "Reino de Dios". "Enseñaba en las sinagogas y
proclamaba el evangelio del reino", Mt 4, 23, que "es el evangelio de Dios". Mc 1, 14. Jesús "les dijo:
también en las otras ciudades tengo que evangelizar el Reino de Dios, porque para esto he venido".
Lc 4, 43.
Este Reino no es de una dimensión geográfica, ni política, sino religiosa y moral; es la
sujeción del hombre al dominio de Dios: esto, no es una esclavitud dura a un señor tiránico sino la
aceptación libre y alegre de la acción amorosa y benéfica de Dios Padre.
Porque el Reino de Dios anunciado por Cristo es la cercanía de Dios en la soberanía de su
amor de Padre, cuya consecuencia es un estado de paz, libertad y felicidad, cual sólo puede
otorgarlas el poder y la bondad de Dios. Reino de Dios es, por lo tanto, la acción salvífica de Dios y
su aceptación por el hombre, y, por consiguiente, es la salvación, objeto de las esperanzas del
hombre; salvación incoada en este mundo para consumarse en el eón futuro y eterno.

1.17.6.- Características del Reino de Dios.


1.- La conversión del corazón como la invitación a un cambio de vida. El mensaje de Jesús
tiene un marcado carácter de urgencia. El Reino de Dios no cabe sino aceptarlo o rechazarlo. Por
eso al principio de su predicación empieza la invitación tajante: "Convertíos y creed en el
evangelio", Mc 1, 15. Y declara que “es preciso hacerse violencia para entrar en el Reino de Dios”, Mt
11, 12.
Jesús sabe muy bien que el mensaje que él predica está en contra de las apetencias
hedonistas de la sociedad que le rodea, y por ello declara en su discurso las bienaventuranzas
como condición para entrar en el reino de Dios que él anuncia. Mt 5, 1, s.s.
Las exigencias morales para entrar en el Reino de Dios y vivir en él son altas y aún
203
paradójicas pues parecen estar en contra de las normales apetencias humanas: Cristo exige
espíritu de sacrificio, de mansedumbre, de desprendimiento, de perdón y de amor, incluso hacia
los enemigos. Todo esto resulta algo sobrehumano, pero, con todo, declara que no cabe sino
aceptar estas condiciones en bloque o rechazarlas. No hay término medio, porque el que no está
con El, está contra El, Mt 12, 30.
Y El ha venido a traer no la paz sino la espada. Mt 10, 34; pues va a ser signo de
contradicción en la historia: "para que se abran los pensamientos de muchos corazones", Lc 2,
34-35.
En efecto, Cristo, con estilo profético apremia a sus oyentes para entrar en el Reino de
Dios empezando por practicar una sincera penitencia: "Haced penitencia en saco y ceniza", Mt 11,
21 s.s. Jesús pide la compunción del corazón, Lc 15, 11,s.s, es decir, la vuelta de los sentimientos de
hijos de Dios. Para ello el hombre debe de liberarse de la atracción de las riquezas; Mt 6, 24, de la
sensualidad, Lc 7, 50, del odio hacia sus hermanos, Mt 6, 12, manifestando sentimientos de plena
magnanimidad y de perdón, sin distinción de raza ni de clase social. Mt 17, 22.
Así, la conversión y la fe son en Jesús las dos caras la misma postura fundamental. Sólo
quien se convierte puede formarse la creencia de que el tiempo de salvación ha llegado ya, y
adquiere la disposición para cumplir la voluntad de Dios conforme a la exigencia predicada por
Cristo.
El mensaje de Cristo supone "una nueva justicia", que debe ser superior a la de los escribas
y fariseos: "Si vuestra justicia no fuera mejor que la de los escribas y fariseos, no podréis entrar en el
Reino de los cielos". Y por ello propone: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto", Mt
5, 48. Y todas las cosas deben de estar subordinadas a este ideal. "Buscad el Reino de Dios y su
justicia y todo lo demás se os dará por añadidura", Mt.6,33.
Por eso, nos invita a pedir: "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo", Mt 6, 9-13. Y sabe, también, que este "Reinado" pleno no se dará en este mundo,
en el que siempre estarán mezclados el trigo y la cizaña. Mt 13, 24. Pero Jesús, no es un idealista
desconectado de la dura realidad que le rodea, más bien conoce muy bien las complejidades del
corazón humano y sus debilidades innatas, por eso, proclama que entremos por la puerta
estrecha, dificultosa y cuesta arriba que lleva a la salvación, Mt 7, 13-4.
Jesús mismo se considera como el modelo en el camino hacia el Reino de Dios, y puesto
que El ha cumplido su misión en la renuncia y el sufrimiento, los que le quieran seguir deben
también "tomar la cruz", negándose a sí mismo Mc 8, 34: Incluso hay que estar dispuesto a perder
la propia vida en aras de los intereses del Evangelio. Mc 8, 35. Jesús identifica a su persona con el
Reino de Dios y en el momento solemne del juicio final, que abre la perspectiva del Reino de Dios
en su dimensión escatológica, Jesús con el Padre decide la suerte de los hombres.
2.- El Reino de Dios como realidad salvífico-mesiánica. Jesús es consciente de su condición
de Mesías, y como tal proclama que con El se inaugura el Reino de Dios. Prueba de ello es que ha
empezado a remitir el poder de Satanás: "Si yo arrojo los demonios por el Espíritu de Dios, luego ha
llegado a vosotros el Reino de Dios", Mt 12, 27.
Para Jesús, el Reino de Dios en su dimensión salvífico-mesiánica está ya en marcha; por
eso se enfrenta con las clases dirigentes judías que ni entran en el Reino de Dios ni dejan entrar en
él y les dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque cerráis a los hombres el acceso al
Reino de los cielos, pues ni entráis ni dejáis entrar", Mt 23, 13.
En contraposición a esta actitud de los autosuficientes fariseos, dice a sus discípulos: "No
temáis, rebañito, porque plugo a vuestro Padre daros el Reino", Mt 12, 32. Y les anima: "Más bien,
buscad su Reino, y todo lo demás se os dará por añadidura", Lc 12, 31. "A vosotros ha sido dado
conocer el misterio del Reino de Dios", Mt 13, 44. Y a los niños, por su inocencia: "les pertenece el
Reino de Dios", Mc 10, 14; es más, los mismos pecadores arrepentidos pueden entrar en él, con
preferencia a los orgullosos fariseos, "los publicanos y prostitutas os precederán en el Reino de los
cielos", Mt 21, 31.
De este modo, Jesús anuncia el Reino de Dios como una realidad dinámica espiritual que
está ya en marcha y ha sido inaugurada con su mensaje. No es una transformación repentina de
las almas que se impone de una manera aparatosa, ni una mera evolución natural que parte de
uno mismo, sino que es una iniciativa que parte del Padre que se hace presente con la vida de
204
Jesús, que se enfrenta al poder de Satán. En efecto el mensaje de Jesús es, ante todo, una oferta de
salvación, de rehabilitación espiritual ante Dios que perdona, olvida y ama.
Jesús brinda una oportunidad de salvación, que exige una decisión, un cambio de vida,
una entrega confiada a su mensaje de salvación que comunica de parte del Padre, por eso
exclama: "Si al menos en este día conocieras lo que conviene a tu paz", Lc 19, 42. Jesús es consciente
de ser el Salvador de este Reino de Dios, y como tal, ha actuado en su vida predicando, llamando a
penitencia, curando enfermos, expulsando demonios, resucitando a los muertos.
Frente a la expectación anhelante de una manifestación espectacular del Reino de Dios,
preparada por el advenimiento del Mesías, como se esperaba entonces, Jesús declara claramente:
el Reino de Dios no viene con ostentación, ni podrá decirse, ¡helo aquí o allí! : "porque el Reino de
Dios está dentro de vosotros", Lc 17, 20.s.s. Es como un grano de mostaza, o como la levadura en
una masa de pan; es un germen sobrenatural que Jesús ha depositado en la sociedad de su
tiempo, es un don divino, por eso sólo Dios conoce su misterio y al fin de los tiempos tendrá una
manifestación decisiva.
En realidad Cristo es el punto de unión de los dos perspectivas :
.- Mesiánica , porque en Cristo se ha realizado la promesa hecha a David.
.- Escatológica, porque con Cristo se ha inaugurado "ya" el Reino de Dios "pero todavía no"
se ha consumado.
Jesucristo, como Mesías, inaugura la comunidad salvífico-mesiánica que encontrará su
plenitud en la etapa definitiva del Reino escatológico. Entre ambas etapas (la del presente y el
futuro) hay una tensión escatológica no de oposición sino de continuidad y de plenitud.

1.17.7.- Exigencias espirituales y morales para entrar en el Reino de Dios


1.- Conversión profunda. Los evangelios resumen las exigencias de Jesús cuando anuncia
el advenimiento del "Reino de Dios" diciendo: "Convertíos y creed en el evangelio", Mc,1,15.
"Conversión", sólo así es posible hacerse digno del "Reino de Dios". Ahora bien, lo primero que
pide la conversión es aborrecer el pecado, y una vez apartado del pecado aceptar un programa de
vida a base de la práctica de determinadas virtudes y la adhesión incondicional a la persona y al
mensaje de Cristo.
Otra de las características es la reconocer la paternidad divina y esto dentro de una
actitud filial. Jesús les enseña a sus discípulos a decir "Padre nuestro", contrario al Dios lejano y
distante del Monte Sinaí. Ex 19, 18. La imagen que presenta Jesús, del Padre, y de nuestro Padre es
la del Dios bueno y providente: "que hace llover sobre justos y pecadores, que viste los lirios del
campo", Mt 5, 45, s.s. La exhortación "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" , Mt 5,
48, es el modelo ideal de nuestra vida.
2.- Espíritu de renuncia. Jesús, resalta en su mensaje que sólo tendrán acceso al "Reino de
Dios" los que tengan espíritu de sacrificio y de renuncia. Por ello declara bienaventurados a los
pobres, a los misericordiosos y a los perseguidos por causa de la justicia del Reino de los cielos,
etc. Mt 5, 1, s.s.
Respecto a su persona, Cristo, exige como condición previa a sus discípulos que: "tome
cada uno su cruz y que le siga cada día", Mt 10, 38, rompiendo incluso con los lazos familiares para
entregarse más de lleno a la causa del Reino. Lc 14, 25-33, porque: "el que se ama a sí mismo se
perderá, mientras que el que se odia en este mundo, se conservará para la vida eterna", Jn 12, 23-26.
Para dar fruto es preciso enterrarse como "el grano de trigo". Cristo triunfó por el sufrimiento y el
dolor, por eso, sus seguidores deben seguir su camino de persecuciones y sufrimientos. Mt 10, 23.
Jn 15, 20.
Por eso declara a sus seguidores que deben alegrarse cuando sean perseguidos por
aclamar el ideal, "porque su recompensa será grande en el cielo", Mt 5, 1-8. En cambio, Jesús,
considera desgraciados a los que han sido mimados por la suerte o la fortuna y aún suenan duras
y difíciles a los oídos humanos las palabras: "¡Ay, de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro
consuelo!", Lc 6, 20-26. Y también declara: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si al fin
pierde su alma?", Lc 9, 23.
3.- Espíritu de sencillez y de autenticidad. La vida de Jesús fue una lucha constante contra
la hipocresía religiosa que caracterizaba a los dirigentes religiosos de la sociedad judía. Estos se
205
preocupaban solamente de cumplir externamente y de guardar las apariencias. Jesús los define:
"como sepulcros blanqueados, llenos de podredumbre por dentro, limpios por fuera". Mt 23, 27.
Jesús al contrario enseña una religión: "en espíritu y en verdad", Jn 4, 24.
Y es que una de las características de su mensaje es la sinceridad; por eso exige a sus
seguidores una posición clara y tajante: "Vuestra palabra sea sí, sí; no, no", Mt 5, 37. Esta sinceridad
requiere como actitud básica la "humildad". En la parábola del fariseo y el publicano queda claro
el pensamiento frente al orgullo y autosuficiencia de los dirigentes religiosos judíos y la humildad
sincera del publicano pecador. Lc 18, 10.
Otra de las actitudes es la "sencillez" e inocencia de los niños: "dejad que los niños se
acerquen a mí, porque de ellos es el Reino de los cielos". Mc 10, 13. "En verdad os digo: si no os
convertís y os hacéis como niños no podréis entrar en el reino de los cielos", Mt 18, 3.
De hecho, Jesús, no tomó como colaboradores suyos a sabios e inteligentes de este
mundo, sino a simples pescadores y gente sencilla. En su Reino, los primeros deben de ser los
últimos, porque El ha venido: "a servir y no a ser servido", Mt 20, 27. Jesús consecuente con este
espíritu de servicio, en la última cena lavó los pies a sus discípulos, dando así un sublime ejemplo
de humildad y servicialidad, pues cumplió cabalmente la función más humillante de los siervos.
Jn.13, 8.
4.- Espíritu de auténtica fraternidad. El amor al prójimo. El mensaje de Jesús se basa en la
vinculación esencial al Dios Padre, que queda como modelo de perfección para los seguidores de
Jesús. Pero, ¿cómo se demuestra el amor al Padre?.
Cuando un escriba le preguntó por el principal mandamiento de la Ley, Jesús, le
respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón ... este es el más importante el segundo es
semejante a éste: amarás al prójimo como a ti mismo...", Mt 22, 37-40, con lo cual le señala la
importancia del amor al prójimo igual en importancia al primer mandamiento de la Ley.
Jesús, en la última cena añadió: "un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los
otros como yo os he amado". Jn 13, 34. En el sermón del monte dijo que hay que amar incluso al
enemigo, Lc 6, 27. Además, nos dio como fórmula de oro: "todo lo que quieres que te hagan a ti,
hazlo tú a los demás", Lc 6, 31. Y con: "la misma medida que midamos a los demás, con esa misma
medida seremos medidos", Mt 7, 2.
De la misma manera, no tendremos perdón de Dios si no nos perdonamos entre nosotros
mismos. Mt 6, 12. Y es tan fundamental el precepto del amor realizado en las buenas obras, que
en el día del Juicio Final se nos va a juzgar de acuerdo a la práctica u omisión de las mismas. Mt
25, 34-40.
Pero la verdadera novedad en la enseñanza de Jesús sobre el amor al prójimo es que lo
hace derivar del amor a Dios que es el modelo de amor: "Sed misericordiosos como es
misericordioso vuestro Padre celestial", Lc 6, 36. Y para Jesús, el prójimo es todo hombre creado a
imagen y semejanza de Dios, Gen l, 26. De ahí, su mensaje universalista de salvación: todos son
hijos de Dios, y en consecuencia, todos son hermanos.
Pero además, Jesús, da una razón nueva de vinculación fraternal entre los hombres, pues
El se considera como centro de la humanidad, (en su condición de Redentor), y por ello se siente
solidario con todos los hombres, especialmente con los más desheredados y los que sufren. Por
eso exclamará en el día del Juicio: "lo que habéis hecho con uno de estos mis pequeños, conmigo lo
hicisteis...", Mt 25, 40.

1.17.8.- Jesús llama a sus discípulos. Vocación de los discípulos


Ser llamado por Cristo significa “seguirle” y esto es la vocación. Una vocación para
compartir su vida para poder compartir, después, su misión. Esto es realmente original en
Jesucristo. Al iniciar su vida pública apostólica, Cristo reúne a su alrededor un grupo de discípulos.
Rodearse de discípulos, vivir con ellos, enseñarles a conocer e interpretar los Libros sagrados, era
– en tiempos de Jesús – un procedimiento habitual. Cualquier maestro de Israel tenía un grupo de
discípulos que recibían el nombre de “seguidores”. A nadie podía extrañarle demasiado que Jesús
hiciera lo mismo.
Sin embargo lo propio, lo característico del seguimiento de Jesús en el radicalismo de su
206
seguimiento, comparándolo con cualquier otro maestro de Israel, es Cristo quien toma la
iniciativa en el llamado, o vocación, es Jesús el que elige y sale al encuentro de sus discípulos, Mt
4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11. Jn 1, 35-51. Jesús no espera que vengan sus discípulos a él. El los
llama. Esto era inaudito, totalmente, en tiempos de Cristo. Ningún maestro elegía a sus discípulos.
Eran los discípulos quienes elegían a su maestro, siguiendo su propia inclinación o sus
preferencias personales. En el caso de Jesús es distinto. Es él quien llama. Y tiene especial interés
en que todos lo adviertan sin que quede posible lugar a la duda.
Jesús no admitió entre sus discípulos a ningún espontáneo, más bien les dio evasivas o les
puso dificultades, Mt 8, 18; Lc 9, 61. Quizá hacia esto para que nunca tuvieran el secreto
convencimiento de que el primer paso lo habrían dado ellos, por su propia iniciativa. Por eso el
seguimiento de Cristo antes de ser una respuesta es una llamada, Cristo toma la iniciativa, elige,
llama, el discípulo, éste, libremente acepta o rechaza el llamado.
El seguimiento de Cristo antes de ser un quehacer humano, es un don gratuito, una
verdadera gracia divina: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no le atrae”, Jn 6,
44. Y con más claridad les recordará: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido
a vosotros”, Jn 15, 16. En el NT. discípulo es el que, llamado por Jesús, Mt 4,18.s.s, sigue su camino,
Lc 9, 57-62; debe de observar la voluntad de Dios Mt 10, 29, e incluso adhiriéndose sin reservas a
la persona de Jesús, ir hasta la muerte y a la entrega total de su vida por amor, Mt 16, 24. En
Hechos de los Apóstoles todo creyente bautizado, es considerado "discípulo", Hech 6, 1; 9, 19. Por
lo tanto es Jesús quién llama, o admite al seguimiento, porque quieren ser ciudadanos del Reino
de Dios.

1.17.9.- El Seguimiento a Cristo


“Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”, Mt 16, 24-
26. Mc 8, 34;
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo tome su cruz cada día, y sígame ...
pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?”,
Lc 9, 23-27 .

1.17.10.- Exigencias del seguimiento


Renuncia total: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que
no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que
pierda su vida por mí, la encontrará”, Mt 10, 37.
“Si alguno viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, a sus hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleva su cruz
y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío”, Lc 14, 26-27.
“Maestro te seguiré a donde quiera que vayas ... las zorras tienen guaridas, las aves tiene
nidos, el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza", Mt 8, 19-20.
“Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Dícele Jesús: Sígueme, y deja que los
muertos entierren a los muertos”, Mt 8 21-22.
“También otro le dijo: “te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa”
Jesús le dijo: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios”,
Lc 9, 61-62.
“El que no está conmigo está contra mí; el que conmigo no recoge desparrama”, Mt 12, 30.

1.17.11.- Recompensas en el seguimiento


“Pedro, tomando la palabra dijo: “ya ves que lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿qué
recibiremos, pues? Jesús dijo: “Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración,
cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos,
hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida
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eterna”, Mt 19, 27-29: Mc 10, 28-31, Lc 18, 28-30

1.17.12.- Dinámica del Seguimiento de Jesucristo


a.- Llamamiento: Mt 4, 18-20: “.. vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y a su hermano
Andrés .. y les dice: Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres ..”, Mt 4, 18-20.
“ ... vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan ... y los llamó. Y ellos
al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron”, Mt 4, 21-22.
b.- Seguimiento: Mt 16, 24-26: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por
mí, la encontrará”.
c.- Imitación: Mt 11, 28-30: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso en vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi
carga ligera”.
Filp. 2, 5: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo”.
d.- Identificación: Gal 2, 19b -20: “ ... con Cristo estoy crucificado; y ya nos soy yo, sino que
Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí
mismo por mí”.
Filp. 1, 21: “pues para mí la vida es Cristo”.
e.- Misión: Jn 17, 18: “Como tú me has enviado, yo también los he enviado al mundo”.
Lc 9, 1-2: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para
curar enfermedades, y les envió a proclamar el reino de Dios y a curar”.
Mc 3, 13-14: “Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. Instituyó Doce,
para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar”.
Mt 10, 1, s.s: “Y llamando a sus doce discípulos, les dio el poder sobre los espíritus inmundos
para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia”.

1.17.13.- Vocación de los Doce Apóstoles


Uno de los sucesos más importantes y trascendentes de la vida pública de Jesús es el acto
de elegir a los Doce Apóstoles. Mc 3, 13-l9; Mt 10, 1-4. En la vocación de los Doce, Jesús continúa lo
empezado en el llamado de los primeros discípulos. Parece ser que de 72 discípulos, Mt 10, 1,
Jesús eligió los Doce, por lo tanto la elección de los Doce fue iniciativa de Jesús y de la importancia
de la elección nos habla cuando subraya el evangelista que Jesús se preparó toda la noche en o-
ración con su Padre, Mc 6, 12-16: "Y eligió a los que quiso, y vinieron donde El. Instituyó a los Doce,
para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar". Mc 3, 13-14. Podemos aclarar esta elección
de esta manera:
1.- “Eligió a los que quiso”, (iniciativa divina)
2.- “Vinieron donde él”, (formaron comunidad apostólica)
3.- “Instituyó a los Doce”, (colegio apostólico)
4.- “Para que estuvieran con él”, (convivencia fraterna)
5.- “Para enviarlos a predicar”, (participación de su misión apostólica y salvífica).
La vocación se hace de acuerdo a la voluntad del Padre y por encargo suyo; era el
cumplimiento del decreto de la eterna economía salvífica de Dios. La elección no era capricho o
pura casualidad sino disposición de Dios. Este pequeño círculo de discípulos fielmente
entregados, que acompañan a Jesús continuamente, será iniciado en los misterios del Reino de
Dios, Mc 4, 10 y educado en la escuela de Jesús para el apostolado.
Son los verdaderos parientes de Jesús, Mc 3, 34, y junto con un pequeño número de
creyentes forman el "resto santo de Israel" que encuentra la salvación, y por ser este resto son
también el núcleo de la Iglesia posterior y los portadores de su misión salvífica universal.
Igualmente las profecías de la Pasión y las enseñanzas sobre el verdadero concepto del
discipulado estuvieron reservadas a ellos, Mc 8, 31; 9, 30; 10, 32; Mt 10, 5-33. Sólo ellos pudieron
208
celebrar con el Señor la Ultima Cena, Mc 14, 17. Finalmente fue el Espíritu Santo quien les abrió
los ojos para ver la obra de Cristo y entender todas sus palabras.
Acerca del número de 12 tiene un simbolismo muy especial. Para los israelitas era
especialmente santo por los 12 patriarcas y las 12 tribus que componen el pueblo elegido de
Israel. Del tiempo mesiánico se esperaba justamente la restauración de las 12 tribus de Israel.
Cuando Jesucristo elige a los doce implícitamente está diciendo que ha llegado el tiempo de nacer
un Nuevo Pueblo, no según la carne, sino según el espíritu universal salvífico, el nuevo Israel, la
Iglesia. Esto fue profetizado por Isaías y Jeremías. Así el nuevo pueblo nace del antiguo Israel y
crece sobre él y lo trasciende; así resulta que en el Reino de Dios, los Doce se sentarán en 12
tronos para juzgar a las 12 tribus de Israel, Mt 19, 28.

1.17.14.- Misión de los Doce Apóstoles


Hemos visto que la elección de los discípulos y la institución del grupo de los Doce
Apóstoles son dos grados de creación del nuevo Pueblo de Dios. Apóstoles y discípulos son los
seguidores de Cristo, y son en embrión la base de la que surgirá la Iglesia. Un grado más es la
misión específica de los Doce por Jesús. Hemos visto en Mc 3, 13-14, que: "los llamó para que estu-
vieran con El", aspecto existencial y comunitario y "para enviarlos a predicar", aspecto apostólico
de colaboradores directos en la proclamación de la Buena Nueva, Mt 10, 5, s.s. Tienen poderes
especiales y específicos. Instrucciones concretas. Actitudes fraternales y apostólicas. Los instruye
acerca de su comportamiento. Les advierte de los peligros. Les predice peligro y persecuciones.
Les exhorta a que hablen en público y sin temor y que serán señal de contradicción, Mt 10, 5 s.s.
Los Doce Apóstoles fueron elegidos por Cristo para que le acompañaran y para enviarles
a predicar la Buena Nueva del Reino. Por lo tanto tenían la misión de representar a Cristo como el
enviado del Padre. Cristo por ser el Enviado del Padre, tiene poder para confiar a los apóstoles
una misión independiente y responsable, sin que por eso dejen de estar unidos a El. Según el
principio semita oriental de que el enviado de una persona es como la persona misma a quien re-
presenta, Cristo envía a sus discípulos asegurándoles: "El que a vosotros os recibe, a Mí me recibe, y
el que me recibe a Mí, recibe al que me envió", Mt 10, 40. S. Lucas dice en 10, 16: "Al que a vosotros
oye, a mí me oye, y el que a vosotros rechaza, a Mí me rechaza, y el que me rechaza a mí rechaza al
que me envió". Aquí vemos que la representación concedida a los apóstoles está puesta en
estrecha relación con la representación de Dios Padre concedida a su Hijo Jesucristo.
A los apóstoles les es concedida por las palabras de Cristo una autorización extraordinaria
que viene del cielo y se orienta hacia el cielo. Basados en la propia autoridad del mismo Cristo son
a su vez transmisores encargados y autorizados del Padre celestial. Por eso rechazar a un apóstol
significa rechazar a Dios mismo. La relación entre mandante (enviado) y mandatario (el que
envía) aparece clara, cuando Cristo dice: "No es el siervo mayor que su Señor, ni el enviado mayor
que el que envía", Mt 10, 24; Jn 13, 16. Así pues, Cristo transmitió a sus enviados, a sus apóstoles, el
poder único y pleno que El mismo tenía en cuanto enviado del Padre. Esto implicaba la
autorización y obligación de proclamar el Reino de Dios y de vencer a los enemigos del Reino
(demonios, enfermedades y muerte). Los apóstoles obran por autorización del mismo Cristo.
Quien no está autorizado por El no puede pretender representarle.

1.17.15.- Elección de Pedro. Fundamento del primado


En la lectura de los Evangelios Simón Pedro fue preferido por Jesús a los demás apóstoles
en distintas ocasiones. Esto es tanto más extraño cuanto que humanamente eran otros quienes
estaban más cercanos a Jesús por parentesco humano, por otro lado Pedro no había demostrado
ninguna cualidad especial para merecer la tal preferencia. El hecho de que Pedro obtuviera una
duradera preferencia dentro del círculo de los apóstoles es un impenetrable misterio fundado en
la libre sabiduría y designio de Dios, para el que no hay explicación posible.
En los evangelios Pedro aparece desde el principio como el que dirige la conversación,
como el primero que habla, así: Mc 8, 29; Mt 18, 21; Lc 12, 41 En la lista de los apóstoles siempre
es citado el primero Mc 3, 16-19; Mt 10, 1-4. Es Pedro quien quiere retener a Jesús cuando se
escapa a la soledad. Lc 5, 1-11. Su importancia especial se expresa también en la fórmula "Pedro y
209
los suyos", Lc 9, 32. Junto con Santiago y Juan pertenece al círculo de los más íntimos de Jesús, Mt
5, 37; 9, 2; 14, 33.
El pasaje más claro en el que se ve que Cristo distingue a Pedro con la preferencia del
Primado es Mt 16, 13-20 : "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tu eres "Cephas" =
piedra", y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".
Hay otros dos textos que confirman la vocación especial de Pedro sobre el grupo de los
doce. Lc 22, 31-32: "Simón, Simón, mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo, pero
yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus
hermanos". Y en Jn 21, 15-17: "Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan ¿me
amas más que éstos?. Le dice él : Sí, Señor tú sabes que te quiero, Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas.
Vuelve a decirle por segunda vez ... y por tercera vez ... apacienta mis corderos".

1.17.16.- Poder de Pedro y Misión


El poder de Pedro es expresado con un triple símbolo:
1.- Pedro es el fundamento firme de la Iglesia (Cephas = Piedra)
2.- El poder de las llaves. Símbolo de que Pedro representa en la tierra al Señor y
propietario de la casa, a Cristo .
3.- El poder de atar y desatar.
1.- Pedro, fundamento de la Roca = Piedra: Volvemos, una vez más al texto de Mt 16, 13,-
20. Pedro debe ser el fundamento rocoso de la Iglesia para que la Iglesia no sea vencida por las
puertas del infierno. El primer grado de interpretación de lo que Cristo dice a Pedro consiste en
atribuirle el papel de fundamento rocoso de la nueva comunidad querida por Cristo. Cristo usa el
símbolo de edificar; quiere construir o edificar una Iglesia. Jn 2, 19; Mc 14, 58. Para que la edifica-
ción hecha por Cristo tenga duración y consistencia, para que sea sustraída a la ley de la
caducidad su fundamento debe ser cimiento de "roca = piedra".
2.- El poder de las llaves: Hemos dicho que las llaves son el símbolo de Pedro que
representa en la tierra al Señor y propietario de la casa, a Cristo. Mediante la entrega de las llaves
Pedro es constituido en plenipotenciario de Cristo. El que tiene las llaves tiene poder para
disponer, tiene autoridad para permitir o prohibir la entrada. El administrador de la casa, el
encargado de llaves debe decidir lo que está bien, lo que está permitido y lo que está prohibido
conforme al orden establecido por Dios.
3.- El poder atar y desatar: Lo que Cristo dice a Pedro bajo la imagen de atar y desatar lo
dice también a todos los apóstoles en Mt 18. 18: "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra
quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo". Sin
embargo, hay que tener en cuenta que, según Mt 16, 18: "Y yo a mi vez te digo que tú eres "Cephas
= Piedra" Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ...", se lo dice sólo a Pedro. Evidentemente a todos
los apóstoles les compete lo que compete a Pedro, pero a Pedro le compete de manera especial.
Tres cosas implica la expresión: "atar y desatar".
1.- Excluir de la comunidad creyente o readmitir en ella
2.- Imponer una obligación o eximir de ella
3.- Declarar una cosa prohibida o permitida, según la circunstancias.
Cuando Pedro fue llamado como administrador de la casa de Dios, para ejercitar el poder
disciplinar en la casa de Dios y mantener en ella el orden de vida, tenía que estar en situación de
decidir lo conveniente y lo inconveniente al orden de la casa de Dios. El poder disciplinar tiene,
por tanto, en su base el poder de enseñar. Por lo tanto podemos decir que la Iglesia es a la vez la
casa, el órgano, manifestación e instrumento del Reino de Dios. Pedro tiene poder de excluir,
admitir a esta comunidad, y admitir y excluir en la Iglesia es admitir y excluir en el Reino de Dios.

1.17.17.- Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas.


Rasgo típico de su enseñanza. Por medio de ellas invita al banquete del Reino, pero exige
210
también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo; las palabras no
bastan, hacen falta obras. Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra
como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos? Jesús y la
presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso
entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para «conocer los Misterios del Reino de los
cielos» (Mt 13, 11). Para los que están «fuera», la enseñanza de las parábolas es algo enigmático.

1.17.18.- Los milagros.


Son signos sensibles que lleva a cabo Jesús y testimonian que el Padre le ha enviado a
salvar a todo el género humano. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le piden a los que acuden
a él con fe. Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas
testimonian que él es Hijo de Dios.
Pero también pueden ser «ocasión de escándalo» (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la
curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por
algunos; incluso se le acusa de obrar movido por los demonios.
Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de la
enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para
abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del
pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres
humanas.
La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás. «Pero si por el Espíritu de
Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios» (Mt 12, 28).
Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios. Anticipan la
gran victoria de Jesús sobre «el príncipe de este mundo» (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será
definitivamente establecido el Reino de Dios: «Dios reinó desde el madero de la Cruz».

1.17.19.- Una visión anticipada del Reino: La Transfiguración


A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro
«comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día» (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio, los otros no lo comprendieron
mejor.
En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús, sobre una
montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús
se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le «hablaban de su partida, que
estaba para cumplirse en Jerusalén» (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo
que decía: «Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle» (Lc 9, 35). Por un instante, Jesús muestra su
gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para «entrar en su
gloria» (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la
gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías.
La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de
Dios. La nube indica la presencia del Espíritu Santo. En el umbral de la vida pública se sitúa el
Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el Bautismo de Jesús «fue manifestado el
misterio de la primera regeneración»: nuestro bautismo; la Transfiguración «es el sacramento de
la segunda regeneración»: nuestra propia resurrección. Desde ahora nosotros participamos en la
Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo.
La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo «el
cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo» (Flp 3, 21).
Pero ella nos recuerda también que «es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para
entrar en el Reino de Dios».

1.17.20.- La subida de Jesús a Jerusalén


«Como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén» (Lc 9, 51). Por esta decisión, manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En
211
tres ocasiones había repetido el anuncio de su Pasión y de su Resurrección. Al dirigirse a
Jerusalén dice: «No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén» (Lc 13, 33).
Jesús recuerda el martirio de los profetas que habían sido muertos en Jerusalén. Sin
embargo, persiste en llamar a Jerusalén a reunirse en torno a él: «¡Cuántas veces he querido reunir
a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas y no habéis querido!» (Mt 23, 37b).
Cuando está a la vista de Jerusalén, llora sobre ella y expresa una vez más el deseo de su
corazón: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos»
(Lc 19, 41-42).

1.17.21.- La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén


¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las tentativas populares
de hacerle rey, pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad
de «David, su padre» (Lc 1, 32). Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación:
¡Hosanna!, quiere decir «¡sálvanos!», «¡Danos la salvación!».
Pues bien, el «Rey de la Gloria» (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad «montado en un asno»
(Zac 9, 9): no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia,
sino por la humildad que da testimonio de la Verdad.
Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños y los «pobres de Dios», que le
aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores. Su aclamación, «Bendito el que viene en
el nombre del Señor» (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el «Sanctus» de la liturgia
eucarística para introducir al memorial de la Pascua del Señor.

1.18.- EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO


«JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y
SEPULTADO Y RESUCITÓ AL TERCER DÍA»

1.18.1.- El proceso de Jesús


Decíamos que Jesús murió crucificado y su sacrificio fue designio divino de salvación y
ofrecimiento voluntario de Sí mismo al Padre por nuestros pecados. Estamos en pleno comienzo
de la Pascua de Cristo, es decir, el “paso” de este mundo al Padre. Cristo es el verdadero Cordero
que quita el pecado del mundo. Él se ofreció como víctima propiciatoria al Padre a favor de los
hombres.
Divisiones de las autoridades judías respecto a Jesús. Entre las autoridades religiosas de
Jerusalén, no solamente el fariseo Nicodemo, o el notable José de Arimatea eran en secreto
discípulos de Jesús, sino que durante mucho tiempo hubo disensiones a propósito de El hasta el
punto de que en la misma víspera de su pasión, S. Juan pudo decir de ellos que «un buen número
creyó en él», aunque de una manera muy imperfecta (Jn 12, 42).
Eso no tiene nada de extraño si se considera que al día siguiente de Pentecostés «multitud
de sacerdotes iban aceptando la fe» (Hech 6, 7) y que «algunos de la secta de los fariseos... habían
abrazado la fe» (Hech 15, 5) hasta el punto de que Santiago puede decir a S. Pablo que «miles y
miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley» (Hch 21, 20).

1.18.2.- La muerte redentora de Cristo en el designio divino de salvación

a.- «Jesús entregado según el preciso designio de Dios»


La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de
circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de
Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: «Fue entregado según el determinado designio
y previo conocimiento de Dios» (Hech 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han
«entregado a Jesús» (Hech 3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de
antemano por Dios.
Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto
establece su designio eterno de «predestinación» incluyendo en él la respuesta libre de cada
212
hombre a su gracia: «Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús,
que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel, de tal
suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría habías predestinado» (Hech 4,
27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera para realizar su designio de salvación

b.- «Muerto por nuestros pecados según las Escrituras»


Este designio divino de salvación a través de la muerte del «Siervo, el Justo» (Is 53, 11)
había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de
rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado. S. Pablo profesa en una confesión de
fe que dice haber «recibido» (1 Cor 15, 3) que «Cristo ha muerto por nuestros pecados según las
Escrituras».
La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente. Jesús
mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente. Después de su
Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús, luego a los
propios apóstoles.

c.- «Dios le hizo pecado por nosotros»


En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de
salvación: «Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo
caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo,
predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de
vosotros» (1 P 1, 18-20). Los pecados de los hombres, consecuencia del pecado original, están
sancionados con la muerte.
Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo, la de una humanidad caída y
destinada a la muerte a causa del pecado, «a quien no conoció pecado, Dios le hizo pecado por
nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él» (2 Cor 5, 21).
Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado. Pero, en el amor
redentor que le unía siempre al Padre, nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por
nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?» (Mc 15, 34; Sal 22, 2). Al haberle hecho así solidario con nosotros,
pecadores, «Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros» (Rm 8,
32) para que fuéramos «reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rm 5, 10).

1.18.3.- Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados


El primer Adán en su soberbia “quiso ser como dios” desobedeció el mandato de Dios y
pecó gravemente, con su pecado entró la muerte y la desgracia en todo el género humano. Cristo
el nuevo Adán, es el Siervo de Yahveh que obedece al Padre y entrega su vida al Padre en favor de
todo el género humano. Cristo ofrece en la cruz su vida libremente en favor de todo el género
humano. Dios Padre se reconcilia con todo el género humano por medio de su hijo Jesucristo.
Cristo con su muerte destruyó la malicia y la maldad del pecado y con su resurrección nos otorgó
una nueva vida, a saber: la filiación divina.
Así, donde en Adán hubo: soberbia, Cristo tuvo: la humildad del Siervo de Yahveh. Donde
hubo desobediencia de Adán, en Cristo hubo “obediencia hasta la muerte y muerte de cruz”. Donde
en Adán hubo pecado Cristo nos otorgó la gracia de hijos de Dios. Con Adán entró la muerte,
Cristo nos otorgó la verdadera vida

1.18.4.- Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre


El Hijo de Dios «bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha
enviado» (Jn 6, 38), «al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer,¡oh Dios, tu
voluntad! ... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para
siempre del cuerpo de Jesucristo» (Hebr 10, 5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el
Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: «Mi alimento es hacer la
voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús «por los
pecados del mundo entero» (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: «El
213
Padre me ama porque doy mi vida» (Jn 10, 17). «El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro
según el Padre me ha ordenado» (Jn 14, 31).
Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de
Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: «¡Padre, líbrame de esta
hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!» (Jn 12, 27). «El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo
voy a beber?» (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz, antes de que «todo esté cumplido» (Jn 19, 30), dice:
«Tengo sed» (Jn 19, 28).

1.18.5.- El cordero que quita el pecado del mundo»


Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y
señaló a Jesús como el «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Jn 1, 29). Manifestó así
que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7) y carga
con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando
celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su
vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45)

1.18.6.- Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre


Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, «los amó
hasta el extremo» (Jn 13, 1), porque «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos»
(Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre
y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres.
En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres
que el Padre quiere salvar: «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente» (Jn 10, 18). De aquí
la soberana libertad del Hijo de Dios cuando El mismo se encamina hacia la muerte.

1.18.7.- Jesús anticipó en la cena la ofrenda libre de su vida


Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada con los
Doce Apóstoles, en «la noche en que fue entregado» (1 Cor 11, 23). En la víspera de su Pasión,
estando todavía libre, Jesús hizo de esta última Cena con sus apóstoles el memorial de su ofrenda
voluntaria al Padre, por la salvación de los hombres: «Este es mi Cuerpo que va a ser entregado por
vosotros» (Lc 22, 19). «Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser derramada por muchos para
remisión de los pecados» (Mt 26, 28).
La Eucaristía que instituyó en este momento será el «memorial» de su sacrificio. Jesús
incluye a los apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla. Así Jesús instituye a sus
apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza: «Por ellos me consagro a mí mismo para que ellos sean
también consagrados en la verdad» (Jn 17, 19).

EL MISTERIO PASCUAL. LA PASIÓN DE CRISTO


ACONTECIMIENTO DECISIVO EN LA OBRA DIVINA DE LA SALVACIÓN

.- El Misterio Pascual: Este término es una expresión y una categoría propiamente


teológico - litúrgica que no se había usado en un documento magisterial de la Iglesia oficial hasta
el Concilio Vaticano II., en la Constitución "Sacrosanctum Concilium", Nº 5, dice: "Dios, que quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", 1 Tim 2, 4, "habiendo
hablado antiguamente en muchas ocasiones y de diferen-
tes maneras a nuestros padres por medio de los profetas", Hebr 1,1, "cuando llegó la plenitud de
los tiempos, envió a su Hijo", Gal 4, 4, "el Verbo hecho carne", Jn 1, 14, "ungido por el Espíritu
Santo para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón", Lc 4, 18, como médico
corporal y espiritual. "Único Mediador entre Dios y los hombres", 1 Tim 2, 5. En efecto, su
humanidad, unida a la persona del Verbo, fue el instrumento de nuestra salvación. Por esto, en
Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino.

6.1.- El Misterio Pascual como unidad de la pasión - muerte y resurrección de Cristo.


214
La palabra hebrea “Pasha” = significa “Paso”. Es la gran fiesta judía en la que se
conmemora el “paso” del pueblo judío de la esclavitud de Egipto a la libertad de la Tierra
Prometida.
En la vida de Jesucristo Mesías Redentor también se da el “paso” de este mundo a la Gloria del
Padre. Los relatos de la institución de la Eucaristía enmarcan la Última Cena en el contexto de la
Pasión de Jesús y tuvo lugar "la noche en que iba a ser entregado" (1 Cor 11, 23a) y según Lc 22,
15: "antes de padecer", que equivale a decir: "antes de morir (cf. Lc 24, 26. 46). Jesucristo en su
Pasión y muerte en la cruz, se ofrece al Padre como víctima expiatoria para el perdón de los
pecados de todo el género humano. El Padre acepta esta oblación y hace que este sacrificio
expiatorio sea también propiciatorio, es decir, que sea grato al Padre que: “quiere reconciliar
consigo al mundo por medio de su Hijo Jesucristo”. “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro
Salvador agrada que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad”. 1 Tim. 2, 3-4.
Una vez que Jesús finalizó la celebración de la Pascua judía, tomando un pan dijo estas
palabras Lc 22, 19-20: Tomó luego el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Este es mi
cuerpo que se entrega por vosotros haced esto en recuerdo mío”. De igual modo después de
cenar y tomó la copa y dijo: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que se derrama por
vosotros”.
Jesucristo es nuestra Pascua cristiana, Él es alimento que da vida, Jn 6, 51-56: “Yo soy el pan vivo
bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi
carne, para vida del mundo… en verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi
sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí yo en él”.

6.2.- La Pascua en el horizonte del “Paso” de esta vida a la Gloria del Padre
En el relato de la cena en Juan, que precede al arresto de Jesús, conserva algunos rasgos
claramente pascuales (cf Jn 13,21-30). Durante esta cena Jesús realiza el gesto profético de lavar
los pies a los discípulos como anticipación simbólica de su muerte, el mayor servicio y el don más
alto para fundar la nueva comunidad. La introducción solemne y teológica de Juan da el
verdadero significado al gesto de Jesús y a todo el libro de la "gloria": "Antes de la fiesta de la
pascua, sabiendo que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, que había
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1). La "gloria" de Dios y la
glorificación de Jesús coinciden en la manifestación definitiva del amor salvífico. La acción
simbólica de lavar los pies a los discípulos es comentada y confirmada por el testamento
espiritual de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os
he amado, así también os améis unos a otros" (Jn 13,34). Este es el mandamiento nuevo, sobre el
que se basa toda la nueva alianza.
El Misterio Pascual de Cristo como el “paso” que realizó Cristo de este mundo a la gloria del Padre.
Teológicamente se conmemora el “paso” del cristiano de la muerte al pecado, a la plenitud de vida
de la gracia de Cristo, gracia que se nos ha otorgado desde el día del Bautismo.
Aquí tenemos el núcleo central del misterio de Cristo en obediencia a la voluntad salvífica
del Padre, núcleo central que unifica todas las realidades y verdades de la fe cristiana. Esto es lo
que afirma S. Pablo en 1 Cor 15, 1-8: "Os recuerdo hermanos, el Evangelio que os prediqué, que
habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis
tal como os lo prediqué ... Si no ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar lo
que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestro pecados, según las Escrituras; que se apareció a
Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
la mayoría viven y otros han muerto. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los
apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un aborto.
Por lo tanto, el misterio pascual es el paso, tránsito y participación de la Pascua de Cristo,
es decir el paso de la muerte a todo pecado a la Resurrección y la nueva vida, que es vida de
gracia, vida en el Espíritu. Pablo amplía y profundiza tal interpretación pascual del misterio de
Cristo, en aquellos que han sido bautizados en Cristo, Rom 6, 1 -7: "¿Qué diremos pues? ¿Qué
215
debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ninguna manera! Los
que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos
bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por
el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por
medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.

6.3.- El misterio pascual en los escritos paulinos


Recogemos a continuación algunas de las principales formulaciones del misterio pascual
que hallamos en los escritos paulinos, como elaboración del "kerigma" más primitivo, como es en
1 Cor 15, 3-7: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que apareció a Cefas y luego los Doce; después se apareció a más de quinientos
hermanos a la vez, de los cuales la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a
Santiago; más tarde a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció a mí, como a un
abortivo".
En Rom 6, 4 y s.s.11: En el versículo 4, dice: "Fuimos, pues, con Él sepultados por el
bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por
medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva". Esto quiere decir que
por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo y hemos muerto a toda vida de pecado, para
que, así, como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros caminemos en una nueva vida, la vida de los hijos de Dios, vida en el Espíritu y no en la
carne. Versículo 5: "pues si hemos llegado a ser una misma cosa con Él, con una muerte semejante
a la suya, también lo seremos por una resurrección parecida a la suya". Versículo 8: "Y si morimos
con Cristo, creemos que también viviremos con Él".
En Filipenses, 3, 10-11: "Así reconoceré a Cristo y experimentaré el poder de su
resurrección, y compartiré sus padecimientos, y moriré su muerte. A ver si alcanzo así la
resurrección de entre los muertos".
En Efesios 2, 5-6: "Nos dio vida juntamente con Cristo (pues habéis sido salvados por pura
gracia) cuando estábamos muertos por el pecado. Nos resucitó y nos hizo sentar con Él en los
cielos con Cristo Jesús".
Efesios, 5, 8-11: "Antes erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor; caminad como hijos de la
luz, porque el fruto de la luz consiste en la bondad, la justicia y en la verdad. No toméis parte en las
obras infructuosas de las tiniebla".
En los primeros testimonios de las comunidades cristianas se constatan dos enfoques que
pueden parecer paradójicos:

1.- La misión salvadora de Jesús se cumple con su muerte


2.- Por medio de esa muerte y resurrección se realiza la obra de Salvación de Dios.

6.4.- La misión salvífica de Jesús. Su Pasión y Muerte en la Cruz


El horizonte del desarrollo de toda la pasión es el de Jesucristo, compuesto de cuatro cánticos, del
profeta Isaías, que hace referencia al Mesías, como el SIERVO DE YAHVEH.

1º.- Is 42, 1-9


2º.- Is 49, 1-6
3º.- Is 50, 4-10
4º.- Is 52, 13-15 y 53, 1-12. Este cántico cuarto, es el cántico principal:

"He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera.
Así como se asombraron de él muchos - pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía
hombre, ni su apariencia era humana - otro tanto se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán
los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reconocerán.
216
¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló?
Creció como un retoño delante de nosotros, como raíz de tierra árida.
No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se
oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.
¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba !.
Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas.
El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la
culpa de todos nosotros.
Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca.
Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda,
tampoco él abrió la boca.
Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de su causa ¿quién se preocupa?
Fue arrancado de la tierra de los vivos; por nuestras rebeldías fue entregado a la muerte y se puso su
sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño
en su boca.
Pero el Señor quiso quebrantarlo con sufrimientos. Si se da a sí mismo en expiación, verá
descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano.
Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará.. Por sus desdichas justificará mi Siervo a muchos y las
culpas de ellos él soportará.
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se
entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió
por los rebeldes".

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


Es la hora del príncipe de este mundo, Jn 14, 30b; es la hora del poder de las Tinieblas, Lc 22, 53;
es la hora del padre de la Mentira, Jn 8, 44

.- Prendimiento de Jesús en Getsemaní: Lc 22, 48; Mt 26, 47-56


.- Jesús prisionero ante Anás : Jn 18, 19-24.
.- Jesús prisionero ante Caifás : Mt 26, 57-66
.- Jesús ante el Sanedrín: Mt 27, 1-2
.- Negaciones de Pedro: Mt 26, 69-75
.- Jesús ante Pilato: Lc 23, 2-7.
.- Pilato lo envía a Herodes: Lc 23, 8-12.
.- Herodes lo devuelve a Pilato. Lc 23, 11 y s.s.
.- Segunda entrevista con Pilato. Lc 23, 13-23; Jn 18, 28-40.
.- Jesús condenado a ser azotado. Jn 19, 1; Mt 27, 26
.- Jesús es coronado de espinas e insultado. Jn 19, 2; Mt 27, 27-31
.- Jesús condenado a muerte. .- Lc 23, 24-25
.- Jesús camino al Monte Calvario. Lc 23, 26-32. Y crucificado, Mt, 27, 32-38
.- Jesús clavado en la Cruz, Sabiduría de Dios: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado,
escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas para los llamados..., un Cristo, fuerza de
Dios y sabiduría de Dios”. 1 Cor. 1, 23-24.
.- Reconciliación de Dios Padre con el mundo: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió
consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación“, 2 Cor, 5, 18.
Según Pablo la muerte de Jesús es el acontecimiento privilegiado al que se debe atribuir la eficacia
de su misión de Salvador. Así en Rom. 8, 3: “Dios habiendo enviado a su propio Hijo en una carne
217
semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó al pecado en la carne (de Xto”). Rom 6,
10: “Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre; mas su vida es un vivir para Dos”.
2 Cor 5,20-21. “En nombre de Cristo os suplicamos: ¿reconciliaos con Dios!. A quien no conoció
pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios”.
Si Jesús ha rescatado o liberado a la humanidad precisamente en virtud de su sangre, su muerte
trágica no puede reducirse simplemente a un desgraciado incidente que habría interrumpido
demasiado pronto la total realización de su misión salvífica. La comunidad cristiana consideró la
muerte de Jesús como el acontecimiento esencial, el que nos ha alcanzado la salvación. Lejos de
atribuir a esa muerte un significado meramente accidental, le reconoce su valor capital,
descubriendo en la oblación de su vida, como un sacrificio expiatorio que nos libra del poder del
pecado y de la muerte eterna.
La muerte de Jesús es considerada con sólo como un acontecimiento soteriológico, sino
también como un hecho teológico: la muerte de Jesús es obra de Dios. Estamos aquí ante una
paradoja, pues afirmamos que la muerte de Cristo es obra de Dios; esto lo veremos bajo varios
puntos de vista:
1.- Es obra de Dios en el sentido de que en ella Dios toma la iniciativa en todo este proceso
que desembocará en la muerte de Jesús: El Padre envía a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados, l Jn 4, 10: “En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios sino en que él nos
amó nos envió a su Hijo como víctima de expiación, para el perdón de los pecados.” Es decir, el
Padre le entrega por todos nosotros.
2.- Es obra de Dios en el sentido de que en ella Dios opera la reconciliación. Pablo no dice
que Dios se reconcilia con nosotros, sino que Dios nos reconcilia con él. La reconciliación, produce
en nosotros una transformación, lo cual pone de relieve la soberanía eficaz de la acción divina:
"Todo proviene de Dios, que nos reconcilió por Cristo", 2 Cor 5, 18. Esta reconciliación es la
instauración de la paz por la sangre de la cruz, y se extiende a toda la humanidad.
3.- La Pasión es obra de Dios en el sentido más fuerte, por el hecho de que Dios ha
adquirido la Iglesia, “por su sangre", Hech 20, 28. La sangre de Jesús es la sangre de Dios. El Hijo
que es Dios, ofrece el sacrificio, y presenta su oblación por medio del Espíritu Santo.

6.5.- Pasión y muerte de Cristo. Causalidad humana y Causalidad divina


En lo referente a la causalidad humana vemos los antecedentes del amplio acuerdo que
había entre los dirigentes de los judíos de querer eliminar a Jesús. Desde los comienzos del
ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con los Sumos sacerdotes y
escribas, se pusieron de acuerdo en eliminarlo, Mc. 3, 6: “En cuento salieron los fariseos, se
confabularon con los herodianos contra Él (Xto), para ver como eliminarlo”.
Estos enemigos judíos tenían graves acusaciones (injustificadas) contra Jesús, por
ejemplo: Expulsión de demonios en Mt, 12,24: “Mas los fariseos, al oírlo, comenta-
ba, Este no expulsa los demonios más que por Beelzebul. Príncipe de los demonios”, por perdonar
los pecados Mc, 2,7. “¿Por qué éste habla así? Esta blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados,
sino Dios solo? Por la familiaridad de trato con publicanos y pecadores públicos. Mc 2, 16-17: “Al
ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, dijeron a los discípulos:
¿Es que come con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, le dijo: “No necesitan médico los
que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos sino a los pecadores”. Y
de otras falsas acusaciones.
Bajo estos falsos cargos el Sanedrín le declara “reo de muerte” y le acusa ante Pilato de
“sedicioso”. Las autoridades religiosas de Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir
respecto a Jesús, Jn 9, 16. “Algunos fariseos comentaban este hombre no viene de Dios, porque no
guarda el sábado. Otros decían: Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?” Y
había división entre ellos.
El Sanedrín declaró a Jesús “reo es de muerte”, Mt, 26 66: “Entonces el Sumo Sacerdote
rasgó sus vestiduras y dijo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de
oír la blasfemia. “¿Qué os parece? Respondieron ellos: “Reo es de muerte”. Después entregaron a
Jesús a los romanos acusándole de revuelta política, Lc 23, 2: “Comenzaron a acusarle, diciendo:
“Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo prohibiendo pagar tributos al César y
218
diciendo que él es Cristo rey”. Lo que pondrá en paralelo con Barrabás acusado de “sedición”, Lc
23, 19.

En la causalidad divina. La afirmación "es necesario" no excluye en modo alguno la intervención


humana en las causas materiales y circunstanciales. Más bien las engloba: "es necesario que el
Hijo del hombre... sea reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes, los escribas... sea
matado". Mc 8, 21. Cuando Jesús reprende a Pedro porque éste pretende apartarle de la vía
dolorosa afirma claramente que ésta es la vía de Dios: "Tus pensamientos no son los de Dios, sino
los de los hombres", Mc. 8,33. La seguridad con que Jesús hace esa predicción, parece fundarse
precisamente en el plan de Dios que se ha de realizar de forma clara. Esta voluntad del Padre le
hace refutar todas las objeciones y superar todas las repugnancias. Pedro no olvidará ya la lección
recibida. En su predicación de Pentecostés dice: "Vosotros lo matasteis clavándole en la cruz por
mano de los impíos, a éste (Cristo) Dios lo resucitó".
Puntualiza, después, que "ha sido entregado según el determinado designio y previo
conocimiento de Dios", Hech 2, 23-24. Pedro cuando considera el acontecimiento de la muerte de
Jesús desde el punto de vista histórico, pone de relieve la culpabilidad de aquellos que han
entregado a Jesús en manos de Pilato y que, pidiendo gracia para un asesino (Barrabás), han
hecho morir al príncipe de la vida. Pero elevándose inmediatamente después al nivel del plan
divino, señala matices de responsabilidad humana: "Ya sé, hermanos, que obrasteis por
ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había
anunciado por boca de los profetas: que su Cristo padecería", Hech 3, 17-18.

6.6.- La voluntad del Padre y la obediencia del Hijo


En la oración de Getsemaní, la voluntad del Padre aparece también en primer plano. Jesús
expresa su conflicto interior proclamando la soberanía del Padre sobre los acontecimientos:
"¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti, aparta de mi esta copa; pero que no sea lo que yo quiero,
sino lo que tú quieras!", Mc 14, 36. La afirmación es más fuerte que en la parábola de los
viñadores homicidas, pues en esta última el Padre, enviando a su Hijo, se limitaba a ponerle en
situación peligrosa, mientras que aquí el Padre es interpelado como quien quiere la Pasión y
alarga la copa, pues "lo que quieras tú", no equivale a "lo que permitas tú".
Hay que precisar, que esa obediencia manifiesta más completamente el hecho histórico
en cuanto que es obediencia del Hijo al Padre; según el himno cristológico de Filp 2: 6-7, es Jesús
que "siendo de condición divina, se ha hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz". Según
Hebr. 5,8: “Y aunque era Hijo, aprendió la obediencia a través del sufrimiento”. La voluntad a la
que se somete es la de un Padre, a quién él llama !Abbá! con esta palabra del ámbito familiar
expresa profundamente su conciencia
de ser el Hijo. La obediencia manifiesta en su pasión, que no es la del hombre para con Dios; es la
de un hombre, pero la de un hombre que es consciente de ser Hijo de Dios y que quiere obedecer
como tal.

6.7.- El sacrificio del Hijo del hombre, se realiza por el rescate de muchos
Marcos y Mateo nos transmiten una declaración muy profunda sobre el sentido de la
muerte de Jesús. Jesús anuncia que aquel que quiera ser el primero debe hacerse el servidor de
los demás y dice: "Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos". Mc 10, 45; Mt 20, 28. Isaías en la profecía del Siervo de Yahvé,
presenta la muerte del siervo con la idea esencial de un sacrificio personal hecho para la
liberación de muchos. En Is 53, 10, dice: "ofrece su vida en sacrificio expiatorio". El "dar su vida",
en el lenguaje de Jesús significa algo más que ofrecer la muerte física, literalmente se puede
traducir por "dar el alma", indicando el don de la persona en el don de la vida.
En los evangelios de Marcos y Mateo, el alma de Cristo es entregada como: "rescate de
muchos a cambio de muchos". Esta expresión es muy fuerte, Jesús considera su Pasión como el
precio que hay que pagar para la liberación de muchos, esto es, de la humanidad entera. El
término "rescate" pone de manifiesto la intención de Jesús de llevar a la práctica lo que estaba
anunciado sobre el siervo de Yahvé: es decir, la donación de su propia vida, como cordero
219
inocente, para la liberación de la humanidad pecadora. El intercambio ante Dios de su vida
ofrecida en sacrificio expresa la "sustitución" que caracteriza la misión del siervo: "eran nuestras
dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba... él ha sido herido por nuestras
rebeldías, molido por nuestras culpas... Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros.
Indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de
muchos", Is 53, 4-12.
Esta manera de ilustrar el anuncio de su muerte a base de oráculos de Isaías, implica por
parte de Jesús una verdadera originalidad. Aun cuando apreciara los sufrimientos de los justos, el
judaísmo desconocía dos aspectos esenciales de la profecía:
1.- Se guardaba muy bien de atribuir al Mesías un destino doloroso.
2.- Limitaba el valor expiatorio de los sufrimientos de los justos al pueblo de Israel.
No se tomaba en cuenta en consideración ni un Mesías sufriente y paciente ni tampoco la
perspectiva universalista de su obra. Con respecto a la corriente de la tradición judaica, se da,
pues, una novedad en el modo de asumir de la profecía estos dos rasgos esenciales:
a.- El sufrimiento expiatorio.
b.- La liberación de la humanidad entera.
La novedad del mesianismo de Jesús es mucho más amplia que las señala la profecía del
siervo de Yahvé. Notemos los aspectos de esta transformación.
1.- El que sirve y da su vida como rescate es el "Hijo del hombre". Si de un modo general el
vocablo de Hijo de hombre por el que Jesús se designa a sí mismo, comporta una referencia al
oráculo de Daniel, aquí la alusión es más significativa en razón del verbo "servir" ya que en la
visión del profeta Daniel se dice: "Todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron", Dan 7, 14.
En contraste con el Hijo del hombre servido por la humanidad, Jesús presenta un Hijo del hombre
que sirve y da su vida en rescate por la humanidad.
2.- Cuando habla del Hijo del hombre, Jesús evoca una figura celeste, gloriosa, de orden
divino. La grandeza del servicio y la grandeza de la donación de la vida en sacrificio se ponen de
relieve de esa forma. Así encontramos el hecho "teológico" en el hecho "soteriológico".
3.- La excelencia de la persona que sirve y se entrega nos hace comprender mejor por qué
puede haber un intercambio válido de un individuo por la multitud; por el hecho de ser una
persona divina humanada, el Hijo del hombre posee una dimensión superior a la totalidad de los
hombres y, por consiguiente, puede con todo derecho entregarse a cambio de la humanidad
entera, "dando su alma" como rescate puede liberar a todas las almas humanas.
4.- Jesús indica igualmente que ese sacrificio forma parte de la finalidad de la Encarnación
El Hijo del hombre ha venido para esto: servir y sacrificarse en bien del género humano. La
afirmación carga el acento sobre el papel capital del sacrificio, que lejos de ser un mero accidente
histórico altruista de la Encarnación. Jesús quiere demostrar que la venida del Hijo del hombre se
funda enteramente en el amor y en la más humilde donación de sí mismo.
5.- Según la declaración de Jesús el "servicio" aparece como "servicio a los hombres". En el
oráculo de Isaías, el siervo se presentaba como siervo de Dios, Yahvé decía de él "mi siervo", Is 52,
13. Jesús sitúa más el servicio en sus relaciones con la humanidad: el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido sino a servirles.

6.8.- El sacrificio del Buen Pastor


La entrega de la vida por parte del Pastor. El evangelio de Juan nos ofrece unas palabras
de Jesús que describen su sacrificio con términos muy parecidos a los que nos transmiten Marcos
y Mateo. Juan dice: "Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas", Jn 10, 11. 15.
17. 18. La semejanza aparece en la expresión "ofrecer su vida". Jesús se refiere ahí a la profecía del
siervo paciente para anunciar su propia muerte.
Sin embargo, como ya hemos observado esta dirección descendente (del Padre, por el
Hijo en favor de los hombres), no suprime el homenaje de obediencia del Hijo al Padre: "Esa es la
orden que he recibido de mi Padre", Jn 10. 18.
Hay una idea complementaria al sacrificio que Jesús hace en la cruz. Se trata de la idea de
"servicio". Es en el lavatorio de los pies donde Jesús pone la conexión entre "servicio" y
220
"sacrificio". El evangelista Juan indica esta conexión en la conciencia de Jesús cuando dice:
"Sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,
se levanta de la mesa... y se puso a lavar los pies de sus discípulos", Jn 13, 3-5. El gesto es un
primer cumplimiento del amor que Jesús ha querido manifestar con su Pasión, amor que llega
"hasta el extremo", Jn 13, 1.
Hay también en Juan en la idea del "sacrificio" un gesto sacerdotal. Hemos dicho que el
sacrificio de Jesús va unido a la idea de servicio: "Sabéis que los que son tenidos como jefes de las
naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con poder. Pero no ha
de ser así entre vosotros, sino el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será el esclavo de
todos", Mc 10, 42-44.
Donde se ve la relación más directa entre sacrificio y eucaristía es en la última cena. Aquí
fundamenta Jesús el inminente valor sacrificial de su vida. La fórmula de consagración del pan,
indica ese valor: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros...", Lc 22, 19. La versión de
Pablo es más breve: "Este es mi cuerpo que se da por vosotros", l Cor 11, 24. La determinación:
"que se da por vosotros", no equivale a: "que se os da". Si Jesús hubiera empleado simplemente
esta última forma, habría hablado del don que él hacía a sus discípulos de su cuerpo como
alimento.
Esto lo confirma la declaración transmitida por Juan en el discurso eucarístico: "El pan
que yo voy a dar, es mi carne por la vida del mundo", Jn 6, 5-15. En efecto, por el hecho de que
Jesús dé su carne, que ha sido ofrecida por la vida del mundo, esa carne hace vivir a aquellos que
se nutren de ella: "si uno come de este pan vivirá para siempre... el que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna", Jn 6, 51-54.
El sacrificio de Jesús es la sangre de la nueva alianza: "Esta es mi sangre de la alianza que
es derramada por muchos", Mc 14, 24. La fórmula indica la alianza como objetivo final de la
efusión de la sangre. Esta fórmula rememora la empleada por Moisés el rociar al pueblo con la
sangre de los toros para la conclusión de la alianza en el Sinaí y dice: "esta la sangre de la alianza
que Yahvé ha hecho con vosotros", Ex 24, 8. Pero inspirándose en la figura del "siervo", Jesús se
identifica personalmente con la alianza: "mi sangre de la alianza". Ya hemos notado que Lucas
dice: "Esta copa es la nueva alianza en mi sangre", Lc 22, 20.

6.9.- El designio divino del amor en la redención


Puesto que la Pasión ha sido concebida y anunciada por el mismo Jesús como un hecho
"teológico" y "soteriológico", este cumplimiento del designio divino que había de merecer
hombres, debemos preguntarnos como interpretar la intención divina que pide el sacrificio. Hay
que saber unir los elementos que la constituyen:
1.- La donación que el Padre hace del Hijo a la humanidad.
2.- Jesús que asume, obediencialmente el designio del Padre y se ofrece como víctima
sacrificial, como rescate ofrecido por la humanidad pecadora.
Pablo nos ha dejado una afirmación sorprendente, que trata de explicar lo que Jesús había
dicho aludiendo al sacrificio de expiación: "Dios había predestinado a Cristo como "propiciatorio"
(instrumento de propiciación), para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados
cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios", Rom 3, 25. Y también: "Cristo nos
rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros", Gal,3,13. Y "Dios
le hizo pecado por nosotros", 2 Cor 5, 20.

6.10.- El amor del Padre y el misterio pascual de Cristo como fuente de justificación, reconciliación
y liberación de todo el Género Humano

A.- La iniciativa paterna: El Padre ha entregado a su propio Hijo. El Padre tiene la responsabilidad
en el sacrificio redentor. Es significativo el hecho de que el gesto del Padre esté descrito en
términos análogos a los que describen el gesto del Hijo: Cristo "se entregó por nosotros", Efes 5, 2.
El Padre "ha entregado a su propio Hijo por todos nosotros", Rom 8, 32.
Este envío está claramente consignado en un texto que conecta Encarnación y redención:
221
"al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación divina", Gal 4, 4-5.
Pero al hablar de la acción de enviar a su Hijo para otorgar la adopción filial a los hombres, Pablo
sugiere que el gesto del Padre es el de un profundo amor paternal. Este amor es el que Pablo
explica mejor diciendo que el: "Padre ha entregado a su propio Hijo por todos nosotros".
Su designio es previo a toda la historia humana, como lo demuestra el himno a los Efesios:
"Dios Padre, nos ha elegido en Cristo, antes de la fundación del mundo, para ser santo e
inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad...", Efes 1, 4¬5.

B.- Cristo, fue hecho pecado y maldición por nosotros. En el primero de ellos, se atribuye a Dios
directamente la acción que hace a Cristo pecado por nosotros: "a quien no conoció pecado, le hizo
pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El", 2 Cor 5, 21.
Por parte del Padre, el gesto que hace a Cristo "pecado por nosotros" indica un amor
extremo que quiere asegurar la reconciliación con la humanidad cargando, en su Hijo, las
consecuencias del pecado. En un sentido análogo conviene interpretar la frase: "Cristo nos
rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la
escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero", Gal 3, 13.
C.- Efectos de acontecimiento salvífico. Pablo describe con varias imágenes los efectos de la
actividad salvífica de Cristo. Aquí consideramos esos efectos como parte de la redención objetiva,
como efectos permanentes producidos por la pasión, muerte y Resurrección de Cristo, y de los
que participa el hombre por la fe y el bautismo; estos efectos son, la expiación de los pecados, la
reconciliación del hombre con Dios, la justificación ante Dios y finalmente su liberación redentora.

1.- Expiación
Pablo nos dice que Cristo: “... murió por nuestros pecados”, 1 Cor 15, 3, y que: “por Él
obtenemos... el perdón de nuestros pecados”, Col 1, 14. Esta descripción general del perdón, de los
pecados del hombre por la muerte o sangre de Cristo, condición necesaria para la reconciliación,
queda especificada con varias metáforas. Una de estas metáforas es la de la “expiación”.
Así pues, Cristo rociado con su propia sangre, es el verdadero propiciatorio, el
instrumento del Padre para borrar los pecados de los hombres. Cristo fue expuesto en medio del
pueblo de Dios como instrumento para limpiar los pecados de los hombres y proporcionarles el
“acceso” al Padre, Rom 5, 2: “por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta
gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”; con el cual
fueron reconciliados de esta manera.
Sin embargo, el sentido más hondo de la manifestación pública de Jesús “en su sangre” Rom 3, 25:
“a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe,
para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente”; se
entiende solamente si recordamos un axioma rabínico de aquel tiempo que dice: “sin
derramamiento de sangre no hay remisión de los pecados”, Hebr 9, 22. La sangre de Cristo,
derramada para expiar los pecados del hombre, fue un ofrecimiento voluntario de su vida para
llevar a cabo la reconciliación del hombre con Dios y para proporcionarle una forma nueva de
unión con Dios, Efes 2, 13: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais
lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo”.

2.- Justificación
En la mente religiosa del pueblo judío el “justo” = “dikaios”; era una persona que era fiel a la
Alianza que Dios había pactado con su pueblo elegido, Israel, en el Sinaí, por medio de Moisés. El
judío que cumplía esta Alianza en su parte espiritual, practicando la Ley, era una persona justa,
buena, amiga de Dios. Dios le bendecía. El hombre “injusto” = pecador; era el infiel a la Alianza, era
mentiroso, ladrón, etc.
La “justificación por la fe” del cristiano es otra de las formas con que Pablo expresa los efectos de
la acción salvífica de Cristo, Rom 4, 25: “quien fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para
nuestra justificación”. Esta afirmación fundamental de Pablo acerca de la salvación
222
proporcionada y regalada por Jesucristo es que Dios justifica al hombre por medio de la fe en el
Hijo de Dios, es decir, creer que Cristo murió en la cruz: “fue entregado por nuestros pecados, y
resucitó para nuestra justificación”. Es un tema central de la visión que Pablo tiene del hombre en
la salvación.
El término “justicia”, “ser justificado”, “ser justo”, es uno de los tres elementos que aparece en las
cartas de Pablo, especialmente en la carta a los Romanos. A este hecho apuntan también la
invocación del Señor Jesucristo y la mención del Espíritu de nuestro Dios, que se otorga al
bautizando en el Bautismo. Esta palabra significa en realidad que se les ha concedido el perdón de
los pecados a todos los que creen en el misterio de Cristo. En 2 Cor 5, 21: “Al que no conocía
pecado lo hizo pecado, con el fin de que nosotros viniéramos a ser en Él justicia de Dios”.
Para Pablo sólo Dios es justo, Rom 3, 26: “en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a
demostrar en el tiempo presente para ser justo, y justificador de todo el que cree en Jesús”. La
infidelidad a la Alianza, la mentira e impiedad de los hombres no pueden abolir la justicia única de
Dios, sino confirmarla, Rom 3, 3-4: “Pues ¿qué? Si algunos de ellos fueron infieles ¿frustrará por
ventura, su infidelidad la fidelidad de Dios? ¡De ningún modo! Dios tiene que ser veraz y todo
hombre mentiroso como dice la Escritura: Para que sea justificado en tus palabras y triunfes al
ser juzgado”.
Así pues, el tema de la “justificación” es el aspecto de la salvación que surgió en el contexto
polémico de las controversias de Pablo con los judaizantes, es decir, con los judíos recién
convertidos al cristianismo. Aparece más claramente su carácter polémico si recordamos que la
palabra “dikaiosis” = justificación, sólo se encuentra en Rom 4, 25: “quien fue entregado por
nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación”; y en 5,18: “Así pues, como el delito de
uno (Adán) atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno
(Cristo) procura a todos la justificación que da la vida”.
Pablo reconoce que, como cristiano, no tiene ya una justicia propia, fundada en la ley, sino una
justicia adquirida por medio de la fe en Cristo, así en Filp 3, 8-9: “Y más aún: juzgo que todo es
pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las
cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que
viene de la Ley, sino la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe”.

3.- Reconciliación
El efecto principal de la pasión muerte y resurrección de Cristo es la reconciliación del hombre
con Dios. La Idea de reconciliación subyace a muchas afirma-
ciones de Pablo, pero está desarrollada de manera especial en 2 Cor 5, 18-20: “Y todo proviene de
Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque
en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones
de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues,
embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os
suplicamos: ¡reconciliaos con Dios ¡”.

4.- Liberación redentora


Otro de los efectos que Pablo atribuye a la acción salvífica de Cristo es la libertad, Rom 8, 21, “de
ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de
Dios”, que anhela ávidamente toda la creación, aún no es perfecta.
Por tanto Pablo llama a Cristo “nuestra redención” = “apolitrosis”, 1 Cor 1, 30: “De Él os viene que
estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de Dios, justicia, santificación y
redención”; expresión mayestática que identifica a la persona de Cristo con su liberación y
sintetiza la concepción paulina de Cristo.
Pero en Cristo encuentran la liberación de todos los elementos que oprimen la existencia
humana 1 Cor 9, 1: “¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto a Jesús, Señor
nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”; porque su ley es ley del amor, Rom 13, 10: “La
caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud”.
223

1.18.8.- La agonía de Getsemaní


El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo, lo acepta
a continuación de manos del Padre en su agonía de Getsemaní haciéndose «obediente hasta la
muerte» (Filp 2, 8). Jesús ora: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz...» (Mt 26, 39).
Expresa así el horror que representa la muerte para su naturaleza humana. Esta, en efecto, como
la nuestra, está destinada a la vida eterna; además, a diferencia de la nuestra, está perfectamente
exenta de pecado que es la causa de la muerte, pero sobre todo está asumida por la persona
divina del «Príncipe de la Vida» (Hech 3, 15), de «el que vive» (Apoc 1, 18). Al aceptar en su
voluntad humana que se haga la voluntad del Padre, acepta su muerte como redentora para
«llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el madero» (1 Petr 2, 24).

1.18.9.- La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo


La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención
definitiva de los hombres por medio del «cordero que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29) y el
sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándole con
El por «la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados» (Mt 26, 28).Este sacrificio
de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo
Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es
ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por
medio del Espíritu Santo, para reparar nuestra desobediencia.

1.18.10.- Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia


«Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos» (Rm 5, 19). Por su
obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que «se dio a sí
mismo en expiación», «cuando llevó el pecado de muchos», a quienes «justificará y cuyas culpas
soportará». Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados.

1.18.11.- En la cruz, Jesús consuma su sacrificio


El «amor hasta el extremo» (Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y de
reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos
en la ofrenda de su vida. «El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos
por tanto murieron» (2 Cor 5, 14). Ningún hombre aunque fuese el más santo estaba en
condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por
todos. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y
abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace
posible su sacrificio redentor por todos. «Por su sacratísima pasión en el madero de la cruz nos
mereció la justificación», enseña el Concilio de Trento subrayando el carácter único del sacrificio
de Cristo como «causa de salvación eterna» (Hb 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: «Salve,
oh cruz, única esperanza».

1.18.12.- Nuestra participación en el sacrificio de Cristo


La Cruz es el único sacrificio de Cristo «único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tim 2,
5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, «se ha unido en cierto modo con todo hombre». El
«ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio
pascual». El llama a sus discípulos a «tomar su cruz y a seguirle» (Mt 16, 24) porque El «sufrió por
nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1 Ptr 2, 21). El quiere, en efecto,
asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios. Eso lo
realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su
sufrimiento redentor. Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo.

1.18.13.- Jesucristo fue sepultado


«Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos» (Hebr 2, 9). En su designio de
224
salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente «muriese por nuestros pecados» (1 Cor 15, 3),
sino también que «gustase la muerte», es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de
separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que
El expiró en la Cruz y el momento en que resucitó.
Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es
el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo
sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al
universo entero, después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al
universo entero. La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado
pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es la misma persona
de «El que vive» que puede decir: «estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos»
(Apoc 1, 18).
Dios [el Hijo] no impidió a la muerte separar el alma del cuerpo, según el orden necesario
de la naturaleza, pero los reunió de nuevo, uno con otro, por medio de la Resurrección, a fin de ser
El mismo en persona el punto de encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en El la
descomposición de la naturaleza que produce la muerte y resultando El mismo el principio de
reunión de las partes separadas.
Ya que el «Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte» (Hech 3, 15) es al mismo tiempo
«el Viviente que ha resucitado», era necesario que la persona divina del Hijo de Dios haya
continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la muerte. Por el hecho de que
en la muerte de Cristo el alma haya sido separada de la carne, la persona única no se encontró
dividida en dos personas; porque el cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón
desde el principio en la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra,
permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo.

1.18.14.- «Sepultados con Cristo...»


El Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada
del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: «Fuimos, pues, con
él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los
muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6, 4).

1.18.15.- Cristo descendió a los infiernos


En cuanto a la expresión "descendió a los infiernos", hay que entenderla de esta manera: "y
descendió al lugar de los muertos", es decir, el "Scheol", con esta palabra hebrea, la teología del A T
designaba el lugar donde descansaban las almas de todos los seres muertos desde Adán hasta el
día del juicio final. ¿Qué le sucedió a Cristo en el intervalo comprendido entre la muerte (Viernes
santo a mediodía) y la Resurrección (madrugada del domingo). Decimos en el Credo que Jesús
descendió, después de su muerte, al infierno, o al lugar de los muertos. Ahora bien, con su cuerpo
no pudo descender pues estaba en el sepulcro enterrado, luego tuvo que descender al lugar de los
muertos con su alma unida a la divinidad de la Persona del Verbo.
¿Qué significa esta bajada de Cristo a los infiernos afirmada desde los orígenes? No hay
duda de que quiere indicar lo que se produjo inmediatamente después de la muerte de Jesús,
pero lo hace por medio de una representación gráfica que necesita interpretación. La
situación personal de Cristo en el momento de la bajada a los infiernos está descrita en la Primera
carta de S. Pedro: "pues, también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el
justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a
predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de
Dios, en los días en que Noé construía el arca, en la que unos pocos, ocho personas, fueron salvados a
través de las aguas". l Petr 3, 18-20.
Tal como se le describe en este pasaje, Cristo se encuentra, por consiguiente, en el estado
característico de la muerte; todavía no ha vencido a esa muerte en su carne, lo que se producirá
cuando salga victorioso de la tumba. Por eso la mayor parte de los exegetas que, según el texto de
Pedro, la bajada a los infiernos precedió a la Resurrección. Sobre el descenso de Cristo a los
infiernos = "scheol", palabra hebrea que designa la estancia de los muertos. Esta doctrina de la
225
Iglesia tiene un fundamento escriturístico referido a Cristo en Hech 2, 27: "... de que no
abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción". Este
pasaje se sitúa en el contexto que pone de relieve la victoria de Cristo. Pablo dice en Col 1, 18:
"primogénito de entre los muertos...", Rom 10, 6-7; Efes 4 8-10.
Y luego precisa que Cristo descendió, no al infierno como lugar definitivo de los
condenados, sino al infierno donde los justos están retenidos: "Scheol", en hebreo = lugar de los
muertos; "Hades", en griego = morada de los muertos, palabra o término empleado por la
traducción de los LXX para traducir del hebreo la palabra "Scheol". Aunque Cristo no estuvo en el
infierno de los condenados por su esencia divina, su acción irradió en él confundiendo a los
condenados por su incredulidad y su malicia.
Así, pues, en su descenso a los infiernos, Cristo por la virtud de su pasión, libró a los justos,
los cuáles no podían entrar en la vida de la gloria eterna a causa del pecado de Adán. Si las almas
de los justos del Antiguo Testamento llegaron a la gloria celestial, fue gracias a los méritos de la
pasión y muerte de Cristo. El descenso de Cristo a los infiernos fue como una acto de iluminación
a fin de mostrar a las almas de los justos su poder salvífico visitándolos y derramando sobre ellos
su luz. Por eso el descenso de Cristo a los infiernos está en estrecha conexión universalidad de la
redención.
El valor de esta afirmación aparece inmediatamente: la bajada a los infiernos nos
garantiza que Cristo ha conocido verdaderamente la muerte. Si no hubiera existido ese periodo
intermedio, y si la Resurrección hubiera sucedido en el acto, al último suspiro de Jesús, se habría
podido dudar de la realidad de su muerte. La bajada a los infiernos demuestra que el final de su
vida no ha sido una especie de paso fugaz con el que simplemente habría rozado la muerte
humana, y eso fue el límite extremo de su humillación.

1.18.16.- La obra de Cristo en su descenso a los infiernos


"Predicación" y liberación: ¿Cuáles son los "espíritus encarcelados" hacia los cuales Cristo
se dirigió para predicarles?
Hasta ahora hemos supuesto que eran difuntos. Los espíritu encarcelados son, pues, las
almas de los difuntos que en la tradición judía eran consideradas como el ejemplo de la
incredulidad más obstinada, aquellas que habían resistido a la predicación de Noé antes del
diluvio. Se encuentran en prisión, esto es, no solamente en la residencia de los muertos, sino
también en las cadenas de su pecado de insubordinación, en una verdadera cautividad.
La prisión implica, en efecto, que no se encuentran simplemente en una situación de
espera sino de una cierta punición. Su destino se describe y contrasta con el de las ocho personas
que se salvaron del agua entre los contemporáneos del diluvio. Así pues, los "espíritus
encarcelados" son las almas que, en el momento en que Cristo se dirige hacia ellos, parecen estar
todavía bajo dominio de su culpabilidad.
Ahora bien, ¿la conversión no es algo imposible a unas almas que se encuentran en el más
allá? ¿Hay que limitarse, pues, a la interpretación según la cual Cristo descendió a los infiernos
para llevar a los justos la buena nueva de la salvación y liberarlos? A primera vista, esta
interpretación parece expresar toda la fuerza del texto, pues éste habla de "predicación". Esa
predicación no va dirigida a los justos, sino a culpables, a incrédulos obstinados. A pesar de todo,
el texto, tal y como se nos presenta, nos sugiere la idea de una conversión.
Conclusión: Para precisar el significado de la bajada de Cristo a los infiernos, hay que
despojarla de la imagen con que se la representa: esta bajada significa que Cristo ha pasado
verdaderamente por el estado de la muerte, estado de abajamiento en que el alma es separada
del cuerpo. Sin embargo, según la primera epístola de Pedro, ese estado coincide con una
vivificación espiritual: el alma de Cristo ha sido inmediatamente glorificada, y para la humanidad
entera, esa glorificación, que se produjo en el instante de la muerte, es el acontecimiento capital,
que comporta la concesión de la gloria celestial a todas las almas de los justos.
Para terminar, observemos que se puede plasmar el sentido de la bajada a los infiernos en
el marco litúrgico, como un paso de la Pascua judía (Antigua Alianza) a la fiesta cristiana de la
Pascua de Cristo, (Nueva Alianza). Cristo murió en el momento en que iba a comenzar la Pascua
judía. Pascua que coincidía con el día sábado.
226
La Pascua era la fiesta de la liberación del pueblo judío, evocación de la gran liberación del
pasado y promesa de la liberación futura; el sábado era símbolo de descanso final, el de la era
mesiánica. En ese momento de la Pascua y del sábado, Cristo a proporcionado la liberación y el
descanso mesiánico a todas las almas de la antigua economía.
De este modo Cristo dio cumplimiento, para ellas, a todas las promesas vinculadas a la
Pascua y al día sábado. Una vez que terminaron esa Pascua y ese sábado, Cristo estableció, en
virtud de su Resurrección corporal, una nueva Pascua y un nuevo Sábado para aquellos que viven
en la tierra: fiesta de Pascua, domingo (día del Señor =Dominus), símbolo de la nueva era, de la
liberación ya consumada y del descanso mesiánico, ya asegurado. Ahí se evidencia la última
conexión entre la glorificación que sigue inmediatamente a la muerte, en una bajada a los
infiernos que al mismo tiempo es una entrada en el cielo, y la glorificación corporal de Cristo.

1.19.- La Resurrección y el sentido de la Glorificación - Exaltación


Al hablar del Misterio Pascual decíamos que éste tiene como dos tiempos:
1.- La pasión y muerte de Cristo, es el aspecto kenótico - sacrificial, en el que Cristo se
ofrece al Padre en la cruz como víctima propiciatoria en favor de la salvación de los hombres,
2.- La Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, es el aspecto triunfal y glorioso de
Cristo como premio al cumplimiento, en obediencia de la voluntad del Padre.
El Padre con el poder del Espíritu Santo lo resucita de entre los muertos, es glorificado y exaltado
a la diestra de Dios Padre, Rom 1, 4; 8, 11.
S. Pablo lo explica de esta manera: "Y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de Cruz. Por lo cual le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todos los nombres, para
que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y en los abismos, y toda
lengua proclame que Jesucristo es Señor (Kyrios) para gloria de Dios Padre", Fil 2, 8-11. Así se
completa el ciclo del "paso" (Pascua), de Cristo de este mundo, a la gloria del Padre.
«Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido
en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús» (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad
culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como
verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos
del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que
la Cruz:

1.19.1.- El acontecimiento histórico y trascendente


El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo
manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya S.
Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a
mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce» (1 Cor 15, 3-
4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su
conversión a las puertas de Damasco.

1.19.2.- Las apariciones del Resucitado


Los Doce apóstoles no habían comprendido las predicciones de la pasión muerte y
resurrección que por tres veces narran los sinópticos. Por esto la muerte y sepultura de Jesús los
había desconcertado y cegado, Mc 16, 14, Lc 24, 21-24. Ver el sepulcro vacío no les llevó a ninguna
conclusión para convencerles de que había resucitado, antes prefirieron creer que había sido
raptado su cadáver. Lc 24, 11. Sólo Juan al ver el sepulcro vacío y los lienzos sobre la piedra "vio y
creyó". Jn 20, 8.
Después del acontecimiento de la resurrección dan comienzo las "apariciones" de Jesús
resucitado. En Hech 13, 31 se dice "que se apareció durante muchos días", no a todos, sino a los que
habían convivido con El. Quien se aparece es, ciertamente, Jesús de Nazaret; los apóstoles lo ven y
lo tocan, Lc 24, 36.40; Jn 20, 19. 29; comen con Él, Lc 24, 29. Y está presente entre ellos no como
un fantasma sino con su propio cuerpo. Lc 24, 37. Jn 20, 20. Jesús repite entre ellos el gesto de
227
partir el pan, lo cual permite que le reconozcan, Lc 24, 30, s.s.
Jesús con sus apariciones cumplió varias funciones importantes en favor de sus
discípulos, con los apóstoles a la cabeza.
1.- La primera función que Jesús confirma en la fe a los discípulos dándose a conocer (la
aparición concreta en sí).
2.- La segunda, es el de consolar a los que estaban tristes por el "escándalo de la cruz".
3.- La tercera, es instruir a los que habían olvidado sus enseñanzas. Lc 24, 25-27.
4.- La cuarta, es unir alrededor de El a los que habían sido dispersados por los
acontecimientos del Viernes Santo.
5.- Finalmente, antes de subir al cielo los envía a predicar el evangelio.

De aquí se siguen los siguientes aspectos: Jesús con sus apariciones nos enseña cómo:
.- Infunde la fe a los que la han perdido
.- Consuela a los que están tristes y escandalizados por la cruz
.- Instruye a los que son ignorantes del Misterio Pascual
.- Une a los que andan dispersos porque ha desaparecido su Pastor.
.- Envía a sus apóstoles a evangelizar todo el mundo.
Otro aspecto que podemos resaltar es la "delicadeza", la "atención" que Jesús Resucitado
tiene con sus discípulos débiles. Jesús sale al encuentro de los suyos, de los que ama, tiene
palabras de delicadeza y ternura, con María Magdalena, Jn 20, 15. "Le dice Jesús, Mujer, ¿Por qué
lloras? ¿A quién buscas?, ella contestó...".
La aparición a las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús enterrado a
prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado, fueron las primeras en encontrar al
Resucitado. Así ellas fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios
apóstoles; La aparición a los discípulos "desolados" de Emaús, también sale a su encuentro: "y
mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos", Lc 24, 15.
Sale también al encuentro de los Apóstoles en el cenáculo. Estos se asustan y Jesús con
infinita paciencia y caridad les muestra los estigmas de las llagas de las manos y del costado, Lc
24, 36-43.
Finalmente la delicadeza que tiene con el Apóstol Tomás. Se aparece por segunda vez y
Tomás presente y Jesús con bondad se dirige a Tomás y lo aproxima a sí y le hace tocar sus llagas,
para que crea, y no sea incrédulo. Jn 20, 26-29.
También se le apareció a Pedro, aunque no sabemos cómo se realizó este encuentro. En
todo ello Jesús se manifiesta con infinita sencillez y paciencia a "los suyos", a los que le han
seguido hasta el final. Jesús, el amigo fiel que no se olvida de los suyos.
Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La
fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos,
conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos «testigos de la
Resurrección de Cristo» son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla
claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de
Santiago y de todos los apóstoles.

1.19.3.- La Resurrección como acontecimiento trascendente, obra de la Santísima Trinidad


«¡Qué noche tan dichosa – se canta en la Pascua de la resurrección - sólo ella conoció el
momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!». En efecto, nadie fue testigo ocular del
acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir
cómo sucedió físicamente. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo sino a sus
discípulos, «a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos
ante el pueblo» (Hech 13, 31).
La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención trascendente de
Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y
manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que «ha resucitado» (Hech 2,
228
24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad - con su
cuerpo - en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente «Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de
santidad, por su resurrección de entre los muertos» (Rom 1, 3-4). S. Pablo insiste en la
manifestación del poder de Dios por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta
de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.
En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús
anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del
término). Por otra parte, él afirma explícitamente: «Doy mi vida, para recobrarla de nuevo... Tengo
poder para darla y poder para recobrarla de nuevo» (Jn 10, 17-18). «Creemos que Jesús murió y
resucitó» (1 Tes 4, 14).

1.19.4.- Sentido y alcance salvífico de la Resurrección


«Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe» (1 Cor 15, 14).
La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas
las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo,
al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.
La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento y del
mismo Jesús durante su vida terrenal. La expresión «según las Escrituras» indica que la
Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho:
«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8, 28). La
Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era «Yo Soy», el Hijo de Dios y
Dios mismo. S. Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido
en nosotros... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy"» (Hech 13, 32-33).
La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo
de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
Hay un doble aspecto en el Misterio Pascual:
1.- con su pasión y muerte nos libera del poder del pecado,
2.- con su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida.
Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios «a fin de que,
al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva
vida» (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en
la gracia.
Con la resurrección se realiza, se nos otorga la verdadera filiación divina, somos hechos
verdaderamente hijos de Dios, porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como
Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: «Id, avisad a mis hermanos» (Mt
28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación
adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente
en su Resurrección.
Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo resucitado- es principio y fuente
de nuestra resurrección futura: «Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que
durmieron... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo» (1
Cor15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus
fieles. En Él los cristianos «saborean los prodigios del mundo futuro» (Hebr 6, 5) y su vida es
arrastrada por Cristo al seno de la vida divina para que: “ya no vivan para sí los que viven, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Cor 5, 15).
1.20.- La Ascensión de Cristo resucitado a los cielos
Es un artículo de fe, que aparece en los símbolos más antiguos como parte esencial de la
exaltación - glorificación de Cristo. En ella se expresa el señorío de Cristo sobre toda la creación, la
plenitud de su vida y de su poder, es el Rey del Universo.
La Ascensión, en el símbolo de la fe, va unida a la expresión: "sentado a la derecha de Dios
Padre, todopoderoso", en cuanto que participa de la soberanía y plenitud de Dios Padre, "que le ha
229
entregado todo poder en el cielo y en la tierra" , Mt 28, 18.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, nº 5 dice: "La obra de
la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, que tuvo su preludio en las
admirables gestas divinas obradas en el Antiguo Testamento, ha sido realizada por Cristo Señor,
especialmente por medio del Misterio Pascual de su santa Pasión, Resurrección, y gloriosa
Ascensión, misterio con el que muriendo ha destruido nuestra muerte y resucitando nos ha
devuelto la vida".
La Ascensión nos la describe S. Lucas en Hech 1, 9-14, y también Mc 16, 19. Los relatos de
la Ascensión Mc 16, 19; Lc 24, 50-53, le dan particular relevancia en cuanto ligada a la última
aparición del Resucitado, cerrándose así un período de convivencia y de instrucción con los
apóstoles.
La Ascensión puede calificarse como la otra cara o la culminación aquí en la tierra del
hecho de la Resurrección. A partir de ese momento Cristo estará para siempre ante el Padre
intercediendo por nosotros los hombres y rogando por nuestra salvación. «Con esto, el Señor Jesús,
después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). El cuerpo de
Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades
nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero
durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les
instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria.
Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada
desde el cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que «salió del Padre» puede «volver al Padre» :
Cristo. «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3, 13).
«Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La elevación en
la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único
Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no «penetró en un Santuario hecho por mano de hombre...,
sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro» (Hb 9,
24).
En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. «De ahí que pueda salvar
perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor»
(Hb 7, 25). Como «Sumo Sacerdote de los bienes futuros» (Hb 9, 11), es el centro y el oficiante
principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos.
Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre. Por derecha del Padre
entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de
todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que
se encarnó y de que su carne fue glorificada.
Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías,
cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: «A él se le dio imperio,
honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno,
que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 14). A partir de este momento, los
apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin».

1.21.- Pentecostés
Pentecostés, (del griego: Pentekoste = quincuagésimo), es el nombre de la fiesta judía
llamada "Fiesta de las Semanas". Esta fiesta recibe también el nombre de "Fiesta de la cosecha",
Ex 23, 16, es la fiesta de “acción de gracias” por los frutos obtenidos en la siega del trigo y cebada,
Ex 34, 22. Esta fiesta también es mencionada en Deut 16, 9-10, en donde se nos dice que esta
fiesta de la cosecha debe celebrarse "siete semanas después" del comienzo de la recolección de la
cebada (fiesta de los ázimos). Como todas las fiestas judías tenía un tono gozoso y aspecto de
júbilo.
La ceremonia consistía en ofrecer dos panes con levadura hechos con la nueva harina de
trigo. El empleo del pan sin levadura realizado al principio de la recolección cincuenta días antes
(fiesta de los ázimos), había señalado un nuevo punto de partida; ahora cuando las cosechas ya
habían sido completamente recogidas, se volvía a las costumbres habituales.
230
Para los cristianos la fiesta de Pentecostés también está llena de simbolismos
soteriológicos. En efecto, a los 50 días de haberse ofrecido Cristo al Padre como víctima
propiciatoria en favor de los hombres (pascua cristiana), pasados estos 50 días, Cristo, muerto y
resucitado, ascendido y sentado a la derecha del Padre y junto con el Padre nos envían el Espíritu
Santo como Abogado y defensor de la Nueva Alianza.
Pentecostés es la efusión visible del Espíritu Santo sobre aquellos que Jesús había dejado
en la tierra para que continuaran su obra de redención, los apóstoles, con María a la cabeza, y los
discípulos. Con la venida del Espíritu Santo queda instaurada aquí en la tierra la Iglesia como
continuadora de la obra de redención hasta el final de los tiempos.
Pentecostés es el resultado del drama redentor y al mismo tiempo la inauguración de la
vida de la Iglesia. El desarrollo de la comunidad cristiana hasta el fin del mundo no será otra cosa
que la continuación de ese Pentecostés; esta continuación será la obra del Espíritu Santo que,
habiendo formado la Iglesia y suscitado su primera expansión, no cesa de extender su irradiación
en el mundo.

1.22.- Relación de Resurrección y Pentecostés


La vida nueva que Cristo ha recibido en su cuerpo en la Resurrección es la vida del
Espíritu Santo. Recordemos la afirmación de S. Pablo: "Jesús ha sido constituido Hijo de Dios con
(pleno) poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos", Rom 1, 4. Las
palabras: "según el Espíritu de santidad", han sido entendidas de varias maneras, ya como
referencia a la divinidad de Cristo, ya como designación del Espíritu Santo, ya como el elemento
espiritual de la naturaleza humana de Jesús que ha recibido una nueva vida sobrenatural en la
glorificación.
De todos modos, parece que la expresión implica una comunicación del Espíritu Santo a
través de su glorificación. Es el Espíritu Santo el que, por así decirlo, ha suministrado la substancia
de la que se hizo la Resurrección. Aún más significativas son otras declaraciones de S. Pablo sobre
el mismo objeto: "fue hecho el primer hombre alma viviente. El último, espíritu que da vida", l Cor
15, 45. Aquí se subraya la distinción entre alma y espíritu. El alma es espiritual, lo es por
naturaleza, y el primer hombre tenía en sí mismo ese elemento espiritual. Pero por "espíritu
vivificante", S. Pablo entiende un elemento espiritual de orden superior; no la espiritualidad a
nivel del alma humana, sino la espiritualidad a nivel del Espíritu Santo, espiritualidad comunicada
ya al hombre escatológico que es Cristo en orden a vivificar a toda la humanidad. En el mismo
sentido, S. Pablo afirma: "El Señor es Espíritu", 2 Cor 3, 17.
Con esto no pretende S. Pablo identificar la persona de Cristo y la persona del Espíritu
Santo, sino que quiere decir que desde el punto de vista de la condición, Cristo posee en sí mismo
la riqueza y energía del Espíritu Santo. El Señor esta "espiritualizado" en su naturaleza humana;
todo el Espíritu, como todo el pleroma divino, se ha concentrado en esa naturaleza humana con el
fin de difundirse.
La expresión: "espíritu vivificante", indica que Cristo resucitado comunica su nueva vida
en calidad de espíritu. Es vivificante por el Espíritu Santo del que él mismo está penetrado. La
efusión de vida será una efusión de Espíritu Santo; Pentecostés es, por lo tanto, complementario
de la Resurrección, la culminación hacia la cual tendía la Resurrección, ya que la nueva vida no se
le ha otorgado a Cristo sino en orden a una efusión de la misma humanidad para su salvación Se
da una continuidad de acción del Espíritu Santo en la Resurrección y en Pentecostés.
La Resurrección tiene por primer autor al Padre, pero el Padre ha resucitado a su Hijo por
medio del Espíritu Santo, y desde entonces el Padre nos da la vida de Cristo resucitado por medio
del Espíritu Santo: "Si el Espíritu de Aquel (el Padre) que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que habita en vosotros". Rom 8, 11.
Una consecuencia importante será que la Eucaristía, nutriéndonos con el cuerpo de Cristo
y dándonos a beber su sangre, nos dará también como alimento y bebida del Espíritu Santo, pues
se trata de un "alimento espiritual" y de "una bebida espiritual", 1 Cor 10, 3-4. El cuerpo glorioso
de Cristo nos alimenta a través del Espíritu del que él mismo está henchido.
231
Otra consecuencia, todavía más general, será la equivalencia entre la vida de Cristo y la
vida en el Espíritu Santo; entre la justificación o santificación en Cristo y la justificación o
santificación en el Espíritu Santo; S. Pablo emplea ambas expresiones como sinónimas. La
adhesión a Cristo es unidad de espíritu con El. 1 Cor 6, 17.

1.23.- Ascensión y Pentecostés


Entre la Ascensión y Pentecostés el nexo es todavía más estrecho. Se trata, en efecto, de lo
que podríamos llamar dos facetas de un mismo acontecimiento fundamental. La Ascensión es
una partida, la partida definitiva de Cristo. Ahora bien, Cristo se va corporalmente a fin de venir
espiritualmente: la venida de Cristo por medio del Espíritu Santo en Pentecostés es la
contrapartida a la ocultación de su presencia corporal en la Ascensión. Hemos observado que esta
venida del Hijo del hombre sobre las nubes había sido anunciada por los ángeles para explicar a
los discípulos el sentido de la Ascensión. Hech 1, 11.
La Ascensión es también una elevación, la elevación celeste de Cristo que desde ahora
está sentado a la derecha de Dios y recibe el poder absoluto sobre el Reino. Ahora bien, el poder
atribuido a Cristo en el momento de la Ascensión no es sino el poder de dar el Espíritu Santo.
Cuando S. Pablo afirma que Cristo ascendido al cielo "dio dones a los hombres", dones por los que
en la Iglesia hay apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, doctores, no hay duda alguna que por
tales dones entiende los carismas del Espíritu Santo.
El poder divino adquirido por Cristo ascendido al cielo es el poder de disponer del
Espíritu Santo; por lo demás, debemos recordar la equivalencia establecida en el N T entre
Espíritu y potencia de Dios. Disponer de la potencia divina es disponer del Espíritu Santo.
Hemos visto que el poder de Cristo ascendido al cielo era el poder de la Cabeza sobre el
Cuerpo; ahora bien, Cristo da la vida al Cuerpo Místico por medio del Espíritu Santo, de tal
manera que este ha sido llamado, por una tradición que refleja el eco fiel de la Escritura, alma del
Cuerpo Místico.
La Ascensión no realiza, pues, su plena virtualidad sino en Pentecostés. Es la instauración
de un Reino que no se establece sobre la tierra sino en el momento de Pentecostés, y Cristo no
constituye el Cuerpo Místico, del que es la Cabeza, sino por medio de la efusión del Espíritu Santo
sobre la comunidad de sus discípulos. En Pentecostés queda formalmente constituida la Iglesia.
Al preguntarle los discípulos cuando iba a establecer el Reino, Jesús les respondió que la
tarea de la instauración del Reino les incumbía a ellos, con la energía divina que les llegaría de lo
alto: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos ..." Hech
1, 8. En la muerte de Cristo, la instauración del Reino de Dios se inaugura en el cielo por la
Ascensión, pero en la tierra por medio de Pentecostés.

1.24.- Pentecostés, fruto del sacrificio


En el evangelio de S. Juan, la escena de la lanzada se narra en razón de su significado
simbólico. El evangelista no explica ese significado, se limita a mostrar que él atribuye una gran
importancia al símbolo, ya que atestigua solemnemente la veracidad del testimonio. Ahora bien,
en la sangre y en el agua que fluyen del costado traspasado de Cristo, Jn 19, 34, se debe reconocer
la imagen de la efusión del Espíritu Santo que deriva del sacrificio. Si la alusión al bautismo y a la
eucaristía es probable, es aún mas cierto que el agua simboliza la gracia, la comunicación del
Espíritu.
El diálogo con la samaritana, Jn 4, 4 y sobre todo la declaración del Maestro con ocasión de
la fiesta de los Tabernáculos lo indican suficientemente. A propósito de esta última declaración:
"de su seno brotarán ríos de agua viva", el evangelista añade su interpretación: Jesús "lo decía
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en El", Jn 7, 39.
Del cuerpo del Mesías debía salir abundante efusión del Espíritu Santo. Sin embargo ese
cuerpo debía antes ser glorificado: "porque aun no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido
glorificado". El episodio de la lanzada demuestra simbólicamente que la efusión del Espíritu Santo
se obtiene con el sacrificio. En el momento en que, simbólicamente el sacrificio se consuma, el
232
agua empieza a fluir. El cuerpo santificado de Cristo que, a los ojos de S. Juan, lleva en sí su
glorificación, comienza a difundir simbólicamente el Espíritu Santo.
Algunos comentaristas han interpretado en el sentido del don del Espíritu y han afirmado
en consecuencia un don del Espíritu Santo resultante del sacrificio de Cristo. La sangre que habla
es el Espíritu que se difunde en virtud del sacrificio. Se puede concluir que todo el fruto del
sacrificio redentor ha sido recogido en Pentecostés. Mereciendo su glorificación Cristo ha
merecido a los hombres la efusión del Espíritu Santo, efusión por la que ellos reciben la salvación,
la remisión de los pecados, y la santificación, todos los dones espirituales. Pentecostés es la
fecundidad del sacrificio; si los discípulos quedaron "todos llenos del Espíritu Santo", Hech 2, 4, esa
plenitud del don deriva de la plenitud del sacrificio ofrecido por Cristo al Padre, y manifiesta la
plenitud de su glorificación.

1.25.- Valor soteriológico de Pentecostés como consumación de la Nueva Alianza.


En la época inmediatamente anterior a Cristo, la fiesta de las Semanas o Pentecostés, no
estaba sino relación con la alianza del Sinaí. En efecto, el libro de Jubileos considera esa fiesta
como destinada a celebrar cada año la renovación de la alianza. Según los Jubileos, Dios había
pedido a Moisés esa renovación, mediante la aspersión de sangre que se hacía sobre el pueblo;
era una renovación, porque la Alianza del Sinaí perpetuaba las alianzas anteriores estipuladas con
Noé y con los patriarcas. Sin embargo, el nexo entre Pentecostés y la Alianza, es todavía mas
profundo. En el A T la alianza definitiva había sido anunciada como presencia del Espíritu de Dios
en el pueblo.
Si el libro de Isaías profetiza que el espíritu de Yahvé reposará sobre el Mesías, Is 11, 1; 61,
1, contiene igualmente un oráculo que extiende a Israel esa presencia del espíritu de Yahvé: "en
cuanto a mí, esta es la alianza con ellos, dice Yahvé. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras
que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia, dice Yahvé, desde
ahora y para siempre", Is 59, 21.
El oráculo de Ezequiel es todavía mas preciso, pues indica aun más en que sentido la
nueva alianza comportará la presencia del Espíritu. En efecto, el gran problema planteado por la
alianza es el de la fidelidad del pueblo; en la nueva alianza, la fidelidad en cumplir todas las
obligaciones de la alianza y la auténtica pertenencia del pueblo a Dios tendrán su garantía en el
don definitivo del Espíritu de Dios: "Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu
nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi
espíritu en vosotros haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis
normas. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios", Ez 36, 26-29.
Así, pues, la liberación del pecado, la purificación son el resultado de esa infusión de un
"espíritu nuevo", espíritu de Dios comunicado a los hombres. Ese espíritu infundido en los
corazones será el principio de la rectitud moral, y actuará de tal modo que el pueblo sea el pueblo
de Dios. De esta manera se consuma "la nueva alianza" en la que según Jeremías, la ley divina
queda ya inscrita en el fondo de los corazones. Jer 31, 31-33.
También S. Pablo caracteriza a la nueva alianza en base al Espíritu cuando habla de los
apóstoles: "ministros de la nueva alianza, no la de la letra, sino del Espíritu", 2 Cor 3, 6. El
apostolado es el "ministerio del Espíritu", 2 Cor 3, 8. El Espíritu es el que confiere a la nueva alianza
su superioridad; la ausencia del Espíritu ha condenado a muerte a la antigua alianza (la del Sinaí),
por eso "la letra mata, el Espíritu vivifica".
Es por consiguiente, en Pentecostés cuando se estrecha la verdadera y definitiva alianza,
en ese momento Cristo glorioso reúne definitivamente a la humanidad con Dios infundiendo en el
corazón de esa humanidad su Espíritu, el Espíritu Santo; este Espíritu asegura la sinceridad de la
nueva Alianza, la íntima realidad de la pertenencia a Dios; asegura igualmente la fidelidad la
inconmovible permanencia; pues la alianza esta destinada a desplegarse en una unión cada vez
más honda de los hombres con Dios.
Pentecostés representa el don supremo del amor divino, ya que por medio del Espíritu
Santo, Dios se entrega a lo más íntimo del ser del hombre y viene a morar, no ya simplemente
entre los hombres, como sucedió con la Encarnación, sino en el corazón de los hombres.
233
Pentecostés consuma la Encarnación hasta en su aspiración suprema, su extensión a toda la
humanidad. Por otra parte, Pentecostés suscita la entrega más sublime de los hombres a Dios,
entrega sostenida y animada por el Espíritu Santo. El encuentro de estas dos donaciones, en su
estadio más completo, constituye la Alianza perfecta, que era el objetivo de toda la obra
redentora.

1.26.- Pentecostés acontecimiento de misión


Ya Cristo resucitado, en las apariciones y con ocasión de la Ascensión, había asignado a las
mujeres y a los discípulos una misión: su glorificación no podía significar un repliegue sobre el
triunfo obtenido; debía ser el principio de una nueva acción en el mundo. El acontecimiento de
Pentecostés demuestra que el Reino establecido por Cristo es un Reino esencialmente abierto y
que, al igual que su fundador, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma en el disfrute de la vida
divina y de los dones divinos.
La comunidad queda formada espiritualmente en virtud de la venida del Espíritu Santo;
ahora bien, es constituida por El en estado de misión, sin que se puedan distinguir dos momentos
diferentes para la constitución y para la misión. La Iglesia nace con un dinamismo de expansión
que le es esencial.
El contraste entre la comunidad agrupada toda ella en un solo lugar y la afluencia de
gentes de todas las naciones, a las que se les debe dirigir el testimonio inmediatamente, subraya
el impulso del Espíritu Santo hacia una misión universal. La primera profesión de fe de Pedro en
Pentecostés, lejos de estar reservada a un reducido núcleo de creyentes, adopta la forma de una
proclama a la muchedumbre y de una llamada general a la conversión.
Esta misión había sido anunciada por Jesús, que personalmente había insistido en su
carácter universal, ya que a los discípulos que le hablaban en provecho de Israel, les dio como
campo de operaciones la tierra entera hasta sus últimos confines, Hech 1, 68. Lo que es propio del
Espíritu Santo es poner en obra esa misión, darle un primer cumplimiento desde el mismo día de
Pentecostés. El Espíritu Santo impulsa a los discípulos a dar testimonio y atrae hacia ellos a
oyentes llegados de todas partes.
El símbolo de las "lenguas de fuego", Hech 2, 3, es característico: los que se han reunido
para recibir el Espíritu Santo se hacen aptos para propagar el mensaje: se encuentran en
circunstancias en las que deben dar testimonio, y para ello tienen capacidad, superior a toda
aptitud humana. Además el Espíritu Santo hace comprender a cada oyente, en su propia lengua,
el mensaje proclamado Hech 2, 8-11, de modo que el mismo asegura en cada uno de ellos la
comprensión del mensaje. Aparece así con más claridad la naturaleza de la salvación que Jesús
transmite por medio del Espíritu Santo. Se trata de una salvación comunitaria, ya que el don del
Espíritu se confiere a la comunidad reunida, y de una salvación destinada a comunicarse al
mundo a través de un testimonio cuya eficacia está asegurada.

CAPÍTULO SEGUNDO

LA SANTA IGLESIA CATÓLICA


2.1.- La Iglesia en el designio de Dios
«Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu
Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece
sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas». Con estas palabras
comienza la «Constitución Dogmática sobre la Iglesia» del Concilio Vaticano II.
234
Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los
artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según
una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol
El artículo sobre la Iglesia depende enteramente también del que le precede, sobre el
Espíritu Santo. «En efecto, después de haber mostrado que el Espíritu Santo es la fuente y el dador
de toda santidad, confesamos ahora que es El quien ha dotado de santidad a la Iglesia». La Iglesia,
según la expresión de los Padres, es el lugar «donde florece el Espíritu».

2.2.- Origen, fundación y misión de la Iglesia Un designio nacido en el corazón del Padre
Para penetrar en el Misterio de la Iglesia, conviene primeramente contemplar su origen
dentro del designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia.
«El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su
sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina» a la cual
llama a todos los hombres en su Hijo: «Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa
Iglesia».
Esta «familia de Dios» se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la
historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido «prefigurada ya
desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en
la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y
llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos».

2.3.- La Iglesia, prefigurada desde el origen del mundo


«El mundo fue creado en orden a la Iglesia», decían los cristianos de los primeros tiempos.
Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, «comunión» que se realiza
mediante la «convocación» de los hombres en Cristo, y esta «convocación» es la Iglesia.
La Iglesia es la finalidad de todas las cosas, e incluso las vicisitudes dolorosas como la
caída de los ángeles y el pecado del hombre, no fueron permitidas por Dios más que como
ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar
al mundo:
Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación
de los hombres y se llama Iglesia.

2.4.- La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza


La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye la
comunión de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así
decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza
secretamente en el seno de todos los pueblos: «En cualquier nación el que le teme [a Dios] y
practica la justicia le es grato» (Hch 10, 35).
La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de
Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo. La preparación
inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios. Por su elección, Israel debe ser
el signo de la reunión futura de todas las naciones. Pero ya los profetas acusan a Israel de haber
roto la alianza y haberse comportado como una prostituta. Anuncian, pues, una Alianza nueva y
eterna. «Jesús instituyó esta nueva alianza».

2.5.- La Iglesia, instituida por Cristo Jesús


Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los
tiempos; ése es el motivo de su «misión». «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la
Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las
Escrituras». Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra.
La Iglesia es el Reino de Cristo «presente ya en misterio».
«Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo». Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino». El germen y el comienzo del Reino son el
235
«pequeño rebaño» (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él
mismo es el pastor. Constituyen la verdadera familia de Jesús. A los que reunió así en torno suyo,
les enseñó no sólo una nueva «manera de obrar», sino también una oración propia.
El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena
consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza; puesto
que representan a las doce tribus de Israel, ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén. Los Doce
y los otros discípulos participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte. Con
todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.
Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación,
anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz. «El agua y la sangre que brotan
del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento». «Pues del
costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia». Del
mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del
corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz.

2.6.- La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo


«Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el
Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia». Es entonces
cuando «la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio
entre los pueblos mediante la predicación». Como ella es «convocatoria» de salvación para todos
los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las
naciones para hacer de ellas discípulos suyos.
Para realizar su misión, el Espíritu Santo «la construye y dirige con diversos dones
jerárquicos y carismáticos». «La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando
fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y
establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el
comienzo de este Reino en la tierra».

2.7.- La Iglesia, consumada en la gloria


La Iglesia «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo», cuando Cristo vuelva
glorioso. Hasta ese día, «la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del
mundo y de los consuelos de Dios». Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor, y aspira al
advenimiento pleno del Reino, «y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la
gloria». La consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin
grandes pruebas.
Solamente entonces, «todos los justos descendientes de Adán, "desde Abel el justo hasta el
último de los elegidos" se reunirán con el Padre en la Iglesia universal».

2.8.- El Misterio de la Iglesia. La Iglesia, a la vez visible y espiritual


La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. Solamente «con los ojos
de la fe» se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad espiritual, portadora
de vida divina.
«Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe,
esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por
medio de ella a todos la verdad y la gracia». La Iglesia es a la vez:
.- «sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo;
.- el grupo visible y la comunidad espiritual;
.- la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo.»
Estas dimensiones juntas constituyen «una realidad compleja, en la que están unidos el
elemento divino y el humano»: Es propio de la Iglesia «ser a la vez humana y divina, visible y
dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el
mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a
lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que
236
buscamos».

2.9.- La Iglesia, Sacramento de la Comunión “”. Misterio de la unión de los hombres con
Dios
La Iglesia vive “de”, “en” y “para” la comunión que la santa Trinidad establece en el seno
de la historia del genero humano. Por ello debe de procurarla en medio de un mundo visible, más
bien la exige. La iglesia es, desde este punto de vista, la presencia pública, de la acogida humana
del don salvífico de Dios, hecho realidad en el misterio de Cristo.
Por ello la Iglesia puede ser considerada como “sacramento de la comunión” del Dios Uno
y Trinitario, por el que la Iglesia se hace presente ante el género humano como Pueblo de Dios,
Cuerpo de Cristo, y Templo del Espíritu Santo.
Hay un término que expresa bien en la Iglesia esta idea de la comunión = “”, esta
palabra está tomada de la experiencia que tuvo la primitiva comunidad cristiana en Jerusalén:
“Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común”, Hech 2, 44. Esta koinonía se
produce por el proceso de la trinidad económica: la salvación viene de Dios, por el Hijo en el
Espíritu Santo. Es el dinamismo propio del amor trinitario el que envuelve al creyente haciéndole
participar en él. Es del Padre de donde procede esta comunión, se realiza por los méritos de su
Hijo Jesucristo y nos la otorgan el Padre y el Hijo enviando el Espíritu Santo, es el Espíritu el que
entrega esa comunión de los creyentes teniendo como modelo al mismo Jesucristo. Unidos en
Cristo-Jesús, esa es la expresión de koinonía, en el ámbito de la Iglesia de Cristo.
El Bautismo sacramento de iniciación cristiana y primer vínculo de unión con todo el
Cuerpo de Cristo, y la Eucaristía son los dos sacramentos, junto a los otros, que facilitan y
expresan ese vínculo de unión en el amor = “”.
La comunión (koinonía) exige gestos, actitudes y acciones concretas en su ejercicio
práctico. Así en el seno de los miembros de la propia asamblea cristiana Pablo pide que haya “un
mismo sentir”, Rom 12, 16; 15, 5; 1 Cor 1, 10; 2 Cor 13, 11; comunión que debe de respetar las
diferencias y las peculiaridades de cada uno. La colecta que Pablo realiza a favor de los hermanos
pobres de Jerusalén 2 Cor 8, 4; 9, 13; hace real la comunión entre las Iglesias particulares y
conserva la unión entre los cristianos. El amor a los hermanos 1 Jn 2, 7-11; 3, 11-15, la fe auténtica
2 Jn 8-11, la comunicación de bienes Hech 2, 42, la oración de unos por otros, los contactos
epistolares, son expresiones reales y concretas de la comunión de nuestros primeros hermanos
cristianos y que nosotros debemos de mantener y fomentar hoy día. La Iglesia es el lugar ideal
para mantener esa unión en Cristo por su Espíritu.
En la Iglesia esta comunión de los hombres con Dios por «la caridad que no pasará jamás»
(1 Cor 13, 8) es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este
mundo que pasa. «Su estructura está totalmente ordenada a la santidad de los miembros de
Cristo. Y la santidad se aprecia en función del "gran Misterio" en el que la Esposa responde con el
don del amor al don del Esposo». María nos precede a todos en la santidad que es el Misterio de la
Iglesia como la «Esposa sin tacha ni arruga» (Ef 5, 27). Por eso «la dimensión mariana de la Iglesia
precede a su dimensión petrina» .

2.10.- La Iglesia, único sacramento universal de la salvación. «Fuera de la Iglesia no hay salvación»
«La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con
Dios y de la unidad de todo el género humano»: Ser el sacramento de la unión íntima de los
hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la
unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad
ya está comenzada en ella porque reúne hombres «de toda nación, raza, pueblo y lengua» (Ap 7,
9); al mismo tiempo, la Iglesia es «signo e instrumento» de la plena realización de esta unidad que
aún está por venir”.
Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo «como
instrumento de redención universal», «sacramento universal de salvación», por medio del cual
Cristo «manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre». Ella «es el
proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad» que quiere «que todo el género humano
237
forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único
templo del Espíritu Santo».
Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el
medio universal y único de salvación. Ningún hombre puede salvarse sin pertenecer a ella, ya sea
con toda realidad, ya sea cuando menos por su disposición profunda.
Esta tesis es de fe, según el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia, confirmado por
varias declaraciones, especialmente el Concilio IV de Letrán (1215), que dice: “Existe una sola
Iglesia, la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva”. Denz 430.
El Concilio Vaticano II dice: “El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace
presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia. Él mismo, al inculcar con palabras
explícitas la necesidad de la fe y del bautismo (Mc 16,16; Jn 3, 5,), confirmó al mismo tiempo la
necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta. Por lo
cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia Católica fue instituida
pro Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo se negasen a entrar o perseverar en
Ella”. Lumen Gentium nº 14.
Al enseñarnos explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo, Mc 16, 16; Jn 3, 5, Cristo
confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia misma, (como medio para obtener la
salvación). Lumen Gentium Nº 14. Así cuando la Iglesia afirma esta unicidad como exigencia de su
fe, no reivindica pues celosamente unos derechos y unos privilegios cediendo a una tentación de
imperialismo espiritual, sino que da testimonio de la misión que ella ha recibido del mismo Cristo
hasta el final de los siglos. Admitir una pluralidad de Iglesias equivaldría a no admitir ninguna, a
rechazar la noción misma de Iglesia. El exclusivismo que la Iglesia presenta es sencillamente
fidelidad al mandato de Cristo y de su caridad universal.
Dios ha querido que en la comunicación de salvación a los hombres, Cristo y su Iglesia
formen una sola cosa, el uno está unido al otro. Con la negativa a seguir a la Iglesia equivale a una
negativa a seguir a Cristo, del mismo modo que rechazar a Cristo es rechazar al Padre que lo ha
enviado, Lc 10, 16: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros rechaza a mi me
rechaza; pero quien me rechaza a mí rechaza a Aquel que me envió”.
El sentido y el alcance de esta afirmación puede aceptar una doble interpretación.
A.- Una esencialmente objetiva e institucional: La Iglesia es el único organismo apto para
comunicarnos la salvación de Cristo, pues así lo ha querido el mismo Cristo.
B.- Otra esencialmente subjetiva e individual: todos los que no se encuentran en la Iglesia
están necesaria e irremediablemente condenados, a nos ser que estén fuera de la Iglesia por
ignorancia invencible. Esta afirmación requiere una aclaración.
1.- Es de fe que “la Iglesia peregrinante es necesaria para obtener la salvación” Lum. Gent.
Nº 14.
2.- “No podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue
instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria para la salvación, se negasen sin
embargo a entrar o a perseverar en ella”, Lumen Gentium Nº 14.
3.- En razón del vínculo que une a Cristo con la Iglesia, nadie puede salvarse, es decir, vivir
con Cristo, sin estar de un modo u otro en comunión con la Iglesia.
4.- En la aplicación de este principio a las diferentes personas, hay que tener en cuenta las
circunstancias y posibilidades efectivas de cada uno. “Por esto, para que una persona alcance su
salvación eterna, no siempre se requiere que esté de hecho incorporada a la Iglesia a título de
miembro, pero sí debe de estar unido a ella siquiera por un deseo o aspiración”. (Carta del Santo
Oficio al Arzobispo de Boston, 8 de agosto de 1949). Denz 3870.
5.- “Incluso no siempre es necesario que esta aspiración sea explícita. En caso de
ignorancia invencible, una simple aspiración implícita, o inconsciente puede ser suficiente, si
traduce “la disposición de una voluntad que quiere conformarse a la de Dios” carta de Oficio a
Arzobispo de Boston. Ese deseo debe estar asimismo animado por la caridad perfecta, implicando
pues un acto de fe sobrenatural.
El Concilio Vaticano II en Lumen Gentium Nº 16, dice: “Aquellos que, ignorando sin culpa
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el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan no obstante, a Dios con un corazón sincero y se
esfuerzan, bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el
juicio de su conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna, ... Incluso a aquellos que sin culpa no
han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en
llevar una vida recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios necesarios para la
salvación”.
En estos textos hay una insistencia en los dos puntos siguientes:
a.- Se hace referencia a la orientación global de una vida: “hay que esforzarse en cumplir
con obras su voluntad (la de Dios); “hay que esforzarse por llevar una vida recta (con ayuda de la
gracia de Dios).
b.- Todo esto no puede llevarse a cabo y tener un efecto salvífico como no sea bajo la
influencia de la gracia santificante. Y sabemos que, aun cuando algunos hombres puedan dar la
impresión de que están lejos de Dios, Dios en cambio no está lejos de nadie: “puesto que él da a
todos la vida, la inspiración y todas las cosas”, Hech 17, 25-28. Y Dios: “quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, 1 Tim 2, 3-4.
Por lo tanto, todos aquellos que "con ignorancia inculpable" desconocen la Iglesia de
Cristo, pero están prontos a obedecer en todo a los mandamientos de la Ley de Dios, no son
condenados, como se deduce de la justicia divina y de la universalidad de la voluntad salvífica de
Dios de la cual existen claros testimonios en 1 Tim 2, 3- 5, que dice: “Esto es bueno y agradable a
Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres; Cristo Jesús,
hombre también, que se entregó a sí mismo, como rescate por todos”. Los que sin culpa suya no
conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en
su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su
conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. «Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por
El, puede llevar a la fe, "sin la que es imposible agradarle", (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el
Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo,
el derecho sagrado de evangelizar»
Por eso, no podrían salvarse los que, sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la
Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o
perseverar en ella. Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a
su Iglesia.

2.11.- Símbolos de la Iglesia.


2.11.1.- La Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios. Características
La Iglesia ha recibido en la Sagrada Escritura diversos nombres simbólicos, como por
ejemplo: Nuevo Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Esposa de Cristo y finalmente Templo de Dios
en el Espíritu Santo.
«En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin
embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión
entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida
santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a
poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo
esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a
realizar en Cristo..., es decir, el Nuevo Testamento en su sangre convocando a las gentes de entre
los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu».
El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos
religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:
.- Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha
adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: «una raza elegida, un
sacerdocio real, una nación santa» (1 P 2, 9).
.- Se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el
«nacimiento de arriba», «del agua y del Espíritu» (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el
239
Bautismo.
.- Este pueblo tiene por jefe [cabeza] a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma
Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es «el Pueblo mesiánico».
.- «La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos
corazones habita el Espíritu Santo como en un templo».
.- «Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó»
.- Un pueblo sacerdotal, profético y real
.- Jesucristo es aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha
constituido «Sacerdote, Profeta y Rey».Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de
Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas.
Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de
este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha
hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por
el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual
y sacerdocio santo».
«El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo». Lo es sobre
todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando «se
adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre» y profundiza
en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.
El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su
realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección. Cristo, Rey y Señor
del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su
vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28). Para el cristiano, «servir es reinar» particularmente «en
los pobres y en los que sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente». El
pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.

2.11.2.- La Iglesia, Cuerpo de Cristo. La Iglesia es comunión con Jesús


Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino;
les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión
todavía más íntima entre El y los que le sigan: «Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la
vid y vosotros los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio
cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 56).
Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos.
Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos, les envió su Espíritu. Por eso, la
comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: «Por la comunicación de su Espíritu a
sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo».
La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima
entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a El: siempre está unificada en El, en
su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia «Cuerpo de Cristo» se han de resaltar más específicamente:
la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del Cuerpo; la
Iglesia, Esposa de Cristo.

2.11.2.1.- Cristo, Cabeza de este Cuerpo


Cristo «es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia» (Col 1, 18). Es el Principio de la creación y de la
redención. Elevado a la gloria del Padre, «Él es el primero en todo» (Col 1, 18), principalmente en
la Iglesia por cuyo medio extiende su reino sobre todas las cosas
El nos une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él
«hasta que Cristo esté formado en ellos» (Gal 4, 19). «Por eso somos integrados en los misterios de
su vida..., nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser
glorificados con él».
El provee a nuestro crecimiento. Para hacernos crecer hacia él, nuestra Cabeza, Cristo
distribuye en su Cuerpo, la Iglesia, los dones y los servicios mediante los cuales nos ayudamos
mutuamente en el camino de la salvación.
240

2.11.3.- La Iglesia es la Esposa de Cristo


La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, implica también la
distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia
mediante la imagen del Esposo y de la Esposa. El tema de Cristo esposo de la Iglesia fue
preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista. El Señor se designó a sí mismo como
«el Esposo» (Mc 2, 19). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como
una Esposa «desposada» con Cristo Señor para «no ser con él más que un solo Espíritu».
Ella es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado, a la que Cristo «amó y por la que se
entregó a fin de santificarla» (Ef 5, 26), la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que
no cesa de cuidar como de su propio Cuerpo.
El Espíritu Santo, a través del cual actúa el Señor en la Iglesia y en los fieles, es, pues, el
Espíritu de Cristo, prometido por el Señor a los apóstoles, y en ellos y por ellos a su Iglesia entera,
es el Espíritu que une a todos los creyentes en el Cuerpo de Cristo y en el nuevo pueblo de Dios,
constituyéndolos en templo santo de Dios.

2.11.4- La Iglesia, Templo de Dios en el Espíritu Santo


Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es
el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. «A este
Espíritu de Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del
cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está
todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros». El Espíritu Santo hace
de la Iglesia «el Templo del Dios vivo» (2 Cor 6, 16).
El Espíritu Santo es «el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en
todas las partes del cuerpo». Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la
caridad por la Palabra de Dios, «que tiene el poder de construir el edificio» (Hch 20, 32), por el
Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo; por los sacramentos que hacen crecer y
curan a los miembros de Cristo; por «la gracia concedida a los apóstoles» que «entre estos dones
destaca», por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales
[llamadas «carismas»] mediante las cuales los fieles quedan «preparados y dispuestos a asumir
diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia».

2.12.- Propiedades esenciales de la Iglesia


Cuatro son las propiedades esenciales de la Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica.
«Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa,
católica y apostólica». Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos
esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el
Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y El es también quien la llama
a ejercitar cada una de estas cualidades.
Sólo la fe puede reconocer que la Iglesia posee estas propiedades por su origen divino.
Pero sus manifestaciones históricas son signos que hablan también con claridad a la razón
humana. Recuerda el Concilio Vaticano I: «La Iglesia por sí misma es un grande y perpetuo motivo
de credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina a causa de su admirable
propagación, de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, de su
unidad universal y de su invicta estabilidad»

2.13.- La Iglesia es Una. «El sagrado Misterio de la Unidad de la Iglesia»


La Iglesia es una debido a su origen: «El modelo y principio supremo de este misterio es
la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas». La Iglesia
es una debido a su Fundador: «Pues el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la paz, por su cruz
reconcilió a todos los hombres con Dios... restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en
un solo cuerpo».
La Iglesia es una debido a su «alma»: «El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena
y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan
241
íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia». Por tanto, pertenece a la esencia
misma de la Iglesia ser una.
Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una gran diversidad que
procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los
reciben. En la unidad del Pueblo de Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas.
Entre los miembros de la Iglesia existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y
modos de vida; «dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares
con sus propias tradiciones». La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la
Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la
unidad. También el apóstol debe exhortar a «guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la
paz», (Ef 4, 3)
¿Cuáles son estos vínculos de la unidad? «Por encima de todo esto revestíos del amor, que es
el vínculo de la perfección»,(Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por
vínculos visibles de comunión:
.- la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles;
.- la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
.- la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna
de la familia de Dios
«La única Iglesia de Cristo..., Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a
Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás apóstoles que la extendieran y la
gobernaran... Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en
la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él».
El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II explicita: «Solamente por medio de
la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la plenitud total
de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza a un
único colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra,
al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios».

2.13.1.- Las heridas de la unidad. Hacia la unidad


De hecho, «en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos
algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos
posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la
comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes».
Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y
el cisma) no se producen sin el pecado de los hombres.
Los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas «y son instruidos en la
fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza
con respeto y amor fraternos... justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo;
por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón
por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor»
Además, «muchos elementos de santificación y de verdad» existen fuera de los límites
visibles de la Iglesia católica: «la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la
caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles». El Espíritu de Cristo
se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de
la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes
provienen de Cristo y conducen a El y de por sí impelen a «la unidad católica»
Aquella unidad «que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia... creemos que subsiste
indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca hasta la consumación de los tiempos».
Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar
siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella.
Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la
unidad de sus discípulos: «Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean
también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado», (Jn 17, 21). El deseo de
volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del
242
Espíritu Santo
Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
.- una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta
renovación es el alma del movimiento hacia la unidad
.- la conversión del corazón para «llevar una vida más pura, según el Evangelio», porque la
infidelidad de los miembros al don de Cristo es la causa de las divisiones;
.- la oración en común, porque «esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con
las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma
de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual»
.- el fraterno conocimiento recíproco
.- la formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes
.- el diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y
comunidades
.- la colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres.
«La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los
fieles como a los pastores». Pero hay que ser «conocedor de que este santo propósito de
reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y
la capacidad humana». Por eso hay que poner toda la esperanza «en la oración de Cristo por la
Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo».

2.14.- La Iglesia es Santa


«La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de
Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama "el solo santo", amó a su Iglesia como a su
esposa. El se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó
del don del Espíritu Santo para gloria de Dios». La Iglesia es, pues, «el Pueblo santo de Dios», y sus
miembros son llamados «santos».
La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por El; por El y en El, ella también ha sido hecha
santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir «la santificación de los
hombres en Cristo y la glorificación de Dios». En la Iglesia es en donde está depositada «la
plenitud total de los medios de salvación». Es en ella donde «conseguimos la santidad por la
gracia de Dios».
«La Iglesia, en efecto, ya en la tierra se caracteriza por una verdadera santidad, aunque
todavía imperfecta». En sus miembros, la santidad perfecta está todavía por alcanzar: «Todos los
cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la
perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre». La caridad es el alma de la santidad a
la que todos están llamados: «dirige todos los medios de santificación, los informa y los lleva a su
fin».
«Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino
solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la
vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación».
Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores. En
todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio
hasta el fin de los tiempos. La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación
de Cristo, pero aún en vías de santificación.
Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han
practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia
reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles
proponiendo a los santos como modelos e intercesores.
«Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las
circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia». En efecto, «la santidad de la Iglesia es el
secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero».
«La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En
cambio, los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por
243
eso dirigen sus ojos a María»: en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.

2.15.- La Iglesia es Católica


La palabra «católica» significa «universal» en el sentido de «según la totalidad» o «según
la integridad». La Iglesia es católica en un doble sentido:
Es católica porque Cristo está presente en ella. «Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia
Católica». En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, lo que implica que
ella recibe de El «la plenitud de los medios de salvación» que El ha querido: confesión de fe recta y
completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en
este sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés y lo será siempre hasta el día de la
Parusía.
Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano.
Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de
extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de
Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos.

Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo
Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la
humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu.

2.15.1.- Cada una de las Iglesias particulares es «católica»


«Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades
locales de fieles, unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre de
Iglesias... En ellas se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio de Cristo y se celebra el
misterio de la Cena del Señor. En estas comunidades, aunque muchas veces sean pequeñas y
pobres o vivan dispersas, está presente Cristo, quien con su poder constituye a la Iglesia una,
santa, católica y apostólica».
Se entiende por Iglesia particular, que es la diócesis, una comunidad de fieles cristianos en
comunión en la fe y en los sacramentos con su obispo ordenado en la sucesión apostólica. Estas
Iglesias particulares están «formadas a imagen de la Iglesia Universal. En ellas y a partir de ellas
existe la Iglesia católica, una y única».
Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas:
la Iglesia de Roma «que preside en la caridad». «Porque con esta Iglesia en razón de su origen más
excelente debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes». «En
efecto, desde la venida a nosotros del Verbo encarnado, todas las Iglesias cristianas de todas
partes han tenido y tienen a la gran Iglesia que está aquí [en Roma] como única base y
fundamento porque, según las mismas promesas del Salvador, las puertas del infierno no han
prevalecido jamás contra ella».
«Guardémonos bien de concebir la Iglesia universal como la suma o, si se puede decir, la
federación más o menos anómala de Iglesias particulares esencialmente diversas. En el
pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y por misión, la que, echando sus
raíces en la variedad de terrenos culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo
aspectos, expresiones externas diversas».

2.15.2.- Quién pertenece a la Iglesia católica


La Pertenencia a la Iglesia . La Doctrina de la Iglesia dice: "Miembros de la Iglesia son
todos aquellos que han recibido válidamente el sacramento del bautismo y no se han separado de
la unidad de la fe, ni de la unidad de la comunidad jurídica de la Iglesia”.
Conforme a esta declaración, tienen que cumplirse tres requisitos para ser miembros de
la Iglesia:
a.- Haber recibido válidamente el sacramento del bautismo .
b.- Profesar la fe verdadera
244
c.- Hallarse unido a la comunidad de la Iglesia.
Cumpliendo estos tres requisitos, el cristiano bautizado acepta el triple ministerio de la
Iglesia: sacerdotal (bautismo), doctrinal (profesión de fe) y pastoral (sumisión a la autoridad de la
Iglesia).
«Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios...
A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás
cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios».
«Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el
Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación
establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio
del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos,
del gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no permanece en el
amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, porque está en el seno de la Iglesia con el "cuerpo",
pero no con el "corazón"».
«La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el
nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no
conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro». «Los que creen en Cristo y han
recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia
católica». Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan profunda «que le falta muy poco para
que alcance la plenitud que haría posible una celebración común de la Eucaristía del Señor».

2.15.3.- La misión de anunciar a Cristo, exigencia de la catolicidad de la Iglesia


El mandato misionero. «La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser "sacramento
universal de salvación", por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de
su Fundador se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres»: «Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20).
El origen y la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente
última en el amor eterno de la Santísima Trinidad: «La Iglesia peregrinante es, por su propia
naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu
Santo según el plan de Dios Padre». El fin último de la misión no es otro que hacer participar a los
hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor.
El motivo de la misión. Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en
todo tiempo la obligación y la fuerza de su impulso misionero: «porque el amor de Cristo nos
apremia...», (2 Cor 5, 14). En efecto, «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad», (1 Tim 2, 4). Dios quiere la salvación de todos por el
conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad.
Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación;
pero la Iglesia, a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para
ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la Iglesia debe ser misionera.
Los caminos de la misión. «El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión
eclesial». El es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión. Ella «continúa y desarrolla en
el curso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres...
impulsada por el Espíritu Santo, debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo; esto
es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte,
de la que surgió victorioso por su resurrección». Es así como la «sangre de los mártires es semilla
de cristianos»
Pero en su peregrinación, la Iglesia experimenta también «hasta qué punto distan entre sí
el mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el Evangelio».
Sólo avanzando por el camino «de la conversión y la renovación» y «por el estrecho sendero de
Dios» es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo.
En efecto, «como Cristo realizó la obra de la redención en la pobreza y en la persecución,
también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos
245
de la salvación»
Por su propia misión, «la Iglesia... avanza junto con toda la humanidad y experimenta la
misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que
debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios».
El esfuerzo misionero exige entonces la paciencia. Comienza con el anuncio del Evangelio
a los pueblos y a los grupos que aún no creen en Cristo; continúa con el establecimiento de
comunidades cristianas, «signo de la presencia de Dios en el mundo», y en la fundación de Iglesias
locales; se implica en un proceso de inculturación para así encarnar el Evangelio en las culturas de
los pueblos; en este proceso no faltarán también los fracasos. «En cuanto se refiere a los hombres,
grupos y pueblos, solamente de forma gradual los toca y los penetra y de este modo los incorpora
a la plenitud católica»
La misión de la Iglesia reclama el esfuerzo hacia la unidad de los cristianos. En efecto, «las
divisiones entre los cristianos son un obstáculo para que la Iglesia lleve a cabo la plenitud de la
catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el
bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso se hace más difícil para la
propia Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad misma
de la vida»
La tarea misionera implica un diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el
Evangelio. Los creyentes pueden sacar provecho para sí mismos de este diálogo aprendiendo a
conocer mejor «cuanto de verdad y de gracia se encontraba ya entre las naciones, como por una
casi secreta presencia de Dios». Si ellos anuncian la Buena Nueva a los que la desconocen, es para
consolidar, completar y elevar la verdad y el bien que Dios ha repartido entre los hombres y los
pueblos, y para purificarlos del error y del mal «para gloria de Dios, confusión del diablo y
felicidad del hombre».

2.16.- La Iglesia es Apostólica


La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple
sentido:
.- Fue y permanece edificada sobre «el fundamento de los apóstoles», (Ef 2, 20), testigos
escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo.
.- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el
buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles.
.- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo
gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, «a los que
asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia».
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo
proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos
pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio.

2.17.- La misión de los apóstoles. Los obispos, sucesores de los apóstoles


Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, «llamó a los que él
quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar»,
(Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus «enviados», es lo que significa la palabra griega
«ekklesia». En ellos continúa su propia misión: «Como el Padre me envió, también yo os envío», (Jn
20, 21).
Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: «Quien a vosotros recibe,
a mí me recibe», dice a los Doce (Mt 10, 40).
Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como «el Hijo no puede hacer nada por su
cuenta», (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes
Jesús envía no pueden hacer nada sin El de quien reciben el encargo de la misión y el poder para
cumplirla.
Los apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como «ministros de
una nueva alianza», (2 Cor 3, 6), «ministros de Dios», (2 Cor 6, 4), «embajadores de Cristo» (2 Cor 5,
246
20), «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios, (1 Cor 4, 1).
En el encargo dado a los apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos
de la Resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto
permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los
tiempos. «Esta misión divina confiada por Cristo a los apóstoles tiene que durar hasta el fin del
mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por
eso los apóstoles se preocuparon de instituir... sucesores»
«Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, encargaron
mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y
consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en
el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron,
por tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros
hombres probados les sucedieran en el ministerio».
«Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro,
ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el
ministerio de los apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el
orden sagrado de los obispos». Por eso, la Iglesia enseña que «por institución divina los obispos
han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el
que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió»

2.18.- Los Fieles de Cristo: Jerarquía, Laicos, Vida Consagrada


«Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el
Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y
real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que
Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo».
«Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en
cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio,
cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo».
Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de su Cuerpo sirven
a su unidad y a su misión. Porque «hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de
misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y
gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función
sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les
corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios». En fin, «en esos dos grupos [jerarquía y
laicos] hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos... se consagran a Dios y
contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia».

2.19.- La Constitución Jerárquica de la Iglesia. Razón del ministerio eclesial


El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. El lo ha instituido, le ha dado
autoridad y misión, orientación y finalidad.
Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó en su
Iglesia diversos ministerios que está ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto, los ministros
que posean la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para que todos los que son
miembros del Pueblo de Dios... lleguen a la salvación.
«¿Cómo creerán en aquél a quien no han oído?, ¿cómo oirán sin que se les predique?, y ¿cómo
predicarán si no son enviados?» (Rm 10, 14-15). Nadie, ningún individuo ni ninguna comunidad,
puede anunciarse a sí mismo el Evangelio. «La fe viene de la predicación» (Rm 10, 17). Nadie se
puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar el Evangelio.
El enviado del Señor habla y obra no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad
de Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie
puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la
gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo.
De El reciben la misión y la facultad [el «poder sagrado»] de actuar “en la Persona de
247
Cristo Cabeza”. Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan, por don de Dios, lo
que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar, la tradición de la Iglesia lo llama «sacramento».
El ministerio de la Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico.
El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza
sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los
ministros son verdaderamente «esclavos de Cristo», (Rm 1, 1), a imagen de Cristo que, libremente
ha tomado por nosotros «la forma de esclavo», (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia de la cual son
ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán
libremente esclavos de todos.
De igual modo es propio de la naturaleza sacramental del ministerio eclesial tener un
carácter colegial. En efecto, desde el comienzo de su ministerio, el Señor Jesús instituyó a los Doce,
«semilla del Nuevo Israel, a la vez que el origen de la jerarquía sagrada». Elegidos juntos, también
fueron enviados juntos, y su unidad fraterna estará al servicio de la comunión fraterna de todos
los fieles; será como un reflejo y un testimonio de la comunión de las Personas divinas.
Por eso, todo obispo ejerce su ministerio en el seno del colegio episcopal, en comunión
con el obispo de Roma, sucesor de S. Pedro y jefe del colegio; los presbíteros ejercen su ministerio
en el seno del presbiterio de la diócesis, bajo la dirección de su obispo.
Por último, es propio también de la naturaleza sacramental del ministerio eclesial tener
carácter personal. Cuando los ministros de Cristo actúan en comunión, actúan siempre también
de manera personal. Cada uno ha sido llamado personalmente «Tú sígueme», Jn 21, 22, para ser,
en la misión común, testigo personal, que es personalmente portador de la responsabilidad ante
Aquel que da la misión, que actúa «in persona Christi» y en favor de personas: «Yo te bautizo en el
nombre del Padre ...»; «Yo te perdono...».
El ministerio sacramental en la Iglesia es, pues, un servicio colegial y personal a la vez,
ejercido en nombre de Cristo. Esto se verifica en los vínculos entre el colegio episcopal y su jefe, el
sucesor de S. Pedro, y en la relación entre la responsabilidad pastoral del obispo en su Iglesia
particular y la común solicitud del colegio episcopal hacia la Iglesia universal.

2.20.- El Colegio Episcopal y su cabeza, el Papa


Cristo, al instituir a los Doce, «formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo
de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él». «Así como, por disposición del Señor, S. Pedro y los
demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí
el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles».
El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su
Iglesia. Le entregó las llaves de ella; lo instituyó pastor de todo el rebaño. «Está claro que también
el Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro».
Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se
continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
El Papa, obispo de Roma y sucesor de S. Pedro, «es el principio y fundamento perpetuo y
visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles». «El Pontífice
Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda
la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad».
«El Colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se le considera junto con
el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como Cabeza del mismo». Como tal, este Colegio es
«también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia» que «no se puede ejercer... a
no ser con el consentimiento del Romano Pontífice».
«La potestad del Colegio de los obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en
el Concilio Ecuménico». «No existe concilio ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o
al menos aceptado como tal».
«Este colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y la unidad del
Pueblo de Dios; en cuanto reunido bajo una única Cabeza, expresa la unidad del rebaño de Dios».
«Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en
sus Iglesias particulares». Como tales ejercen «su gobierno pastoral sobre la porción del Pueblo
de Dios que le ha sido confiada», asistidos por los presbíteros y los diáconos. Pero, como
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miembros del colegio episcopal, cada uno de ellos participa de la solicitud por todas las Iglesias,
que ejercen primeramente «dirigiendo bien su propia Iglesia, como porción de la Iglesia
universal», contribuyen eficazmente «al Bien de todo el Cuerpo místico que es también el Cuerpo
de las Iglesias».
Esta solicitud se extenderá particularmente a los pobres , a los perseguidos por la fe y a los
misioneros que trabajan por toda la tierra.
Las Iglesias particulares vecinas y de cultura homogénea forman provincias eclesiásticas o
conjuntos más vastos llamados patriarcados o regiones. Los obispos de estos territorios pueden
reunirse en sínodos o concilios provinciales. «De igual manera, hoy día, las Conferencias
Episcopales pueden prestar una ayuda múltiple y fecunda para que el afecto colegial se traduzca
concretamente en la práctica».
Los Obispos, como sucesores legítimos de los Apóstoles, con el sucesor de Pedro a la
cabeza, participan de la triple función salvífica de Cristo. Es decir, los Obispos tienen la obligación
de enseñar y dar a conocer el Evangelio a todas las gentes (función profética). La misión de
santificar al nuevo Pueblo de Dios, por medio de los sacramentos (función sacerdotal) y
finalmente tienen la función de gobernar, apacentar a los fieles en la caridad fraterna (función
pastoral).

2.20.1.- La misión de enseñar


La misión de enseñar pertenece a la función profética. Los obispos con los presbíteros, sus
colaboradores, «tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios», según la
orden del Señor. Son «los predicadores del Evangelio que llevan nuevos discípulos a Cristo. Son
también los maestros auténticos, por estar dotados de la autoridad de Cristo».
Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es
la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del
«sentido sobrenatural de la fe», el Pueblo de Dios «se une indefectiblemente a la fe», bajo la guía
del Magisterio vivo de la Iglesia.
La misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios
en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la
posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está
dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir
este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de
costumbres. El ejercicio de este carisma puede revestir varias modalidades.
«El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de
su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a
sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral... La
infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el
magisterio supremo con el sucesor de Pedro», sobre todo en un concilio ecuménico.
Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar
«como revelado por Dios para ser creído» y como enseñanza de Cristo, «hay que aceptar sus
definiciones con la obediencia de la fe». Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación
divina.
La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando
enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al obispo de Roma,
Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de una
«manera definitiva», proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que
conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres.
A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben «adherirse... con espíritu de obediencia
religiosa» que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.

2.20.2.- La misión de santificar


Cristo es el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Por medio de la Liturgia y los
Sacramentos, el Obispo «es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio», en particular en la
Eucaristía que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros, sus
249
colaboradores. Porque la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia particular. El obispo y los
presbíteros santifican la Iglesia con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra
y de los sacramentos. La santifican con su ejemplo, «no tiranizando a los que os ha tocado cuidar,
sino siendo modelos de la grey», (1 P 5, 3). Así es como llegan «a la vida eterna junto con el rebaño
que les fue confiado».

2.20.3.- La misión de gobernar


Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. El es el modelo acabado y perfecto
de lo que debe ser la función de gobernar al pueblo de Dios. «Los obispos, como vicarios y legados
de Cristo, gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado no sólo con sus proyectos,
con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada», que deben,
no obstante, ejercer para edificar con espíritu de servicio que es el de su Maestro.
«Esta potestad, que desempeñan personalmente en nombre de Cristo, es propia,
ordinaria e inmediata. Su ejercicio, sin embargo, está regulado en último término por la suprema
autoridad de la Iglesia». Pero no se debe considerar a los obispos como vicarios del Papa, cuya
autoridad ordinaria e inmediata sobre toda la Iglesia no anula la de ellos, sino que, al contrario, la
confirma y tutela. Esta autoridad debe ejercerse en comunión con toda la Iglesia bajo la guía del
Papa.
El Buen Pastor será el modelo y la «forma» de la misión pastoral del obispo. Consciente de
sus propias debilidades, el obispo «puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe
negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los que cuida como verdaderos hijos... Los fieles, por su
parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre».

2.21.- Los Fieles Laicos. La vocación de los laicos


«Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden
sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están
incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan de las
funciones de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo
el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo»
Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las
realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de manera especial les corresponde
iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal
manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y
Redentor».
La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata de
descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas
impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta iniciativa es un elemento normal
de la vida de la Iglesia.
Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la
Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia,
cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad
de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con
él. Ellos son la Iglesia.
Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del
bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente
o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y
recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante
cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En
las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores
no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia.

2.22.- La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo


«Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente
llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto,
250
todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el
descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se
llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por
Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía
uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor.
De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una
conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios». De manera particular, los padres participan
de la misión de santificación «impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la
educación cristiana de los hijos».
Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a
los ministerios de lectores y de acólito. «Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya
ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de
sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas,
administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho».

2.23.- Su participación en la misión profética de Cristo


«Cristo... realiza su función profética... no sólo a través de la jerarquía... sino también por
medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra».
Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con «el anuncio de Cristo
comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra». En los laicos, esta evangelización
«adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las
condiciones generales de nuestro mundo».
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida el verdadero apostolado busca
ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes. como a los fieles. Los
fieles laicos que sean capaces de ello y que se formen para ello también pueden prestar su
colaboración en la formación catequética, en la enseñanza de las ciencias sagradas, en los medios
de comunicación social.

2.24.- Su participación en la misión real de Cristo


Por su obediencia hasta la muerte. Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la
libertad regia, «para que vencieran en sí mismos, con la propia renuncia y una vida santa, al reino
del pecado».
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es
dueño de sí mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; es libre
e independiente y no se deja cautivar por una esclavitud culpable.
«Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las estructuras y las
condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al pecado, todas
ellas sean conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica de
las virtudes. Obrando así, impregnarán de valores morales toda la cultura y las realizaciones
humanas» «Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus
pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo
ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles».
Los fieles han de «aprender a distinguir cuidadosamente entre los derechos y deberes que
tienen como miembros de la Iglesia y los que les corresponden como miembros de la sociedad
humana. Deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando que en cualquier
cuestión temporal han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto, ninguna actividad
humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede substraerse a la soberanía de Dios». Así,
todo laico, por los mismos dones que ha recibido, es a la vez testigo e instrumento vivo de la
misión de la Iglesia misma "según la medida del don de Cristo".

2.25.- La Vida Consagrada. Consejos evangélicos, vida consagrada


«El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos, aunque no
pertenezca a la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, indiscutiblemente a su
vida y a su santidad».
251
Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de
Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles implica, para quienes
asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en
el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de
vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la «vida consagrada» a Dios.
El estado religioso aparece por consiguiente como una de las maneras de vivir una
consagración «más íntima» que tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios. En la
vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de
cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la
caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro.

2.26.- La virginidad consagrada


Desde los tiempos apostólicos, vírgenes cristianas llamadas por el Señor para
consagrarse a El enteramente con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han
tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad «a causa del Reino de
los cielos» (Mt 19, l 2).
«Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, [las vírgenes] son
consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios
místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia». Por medio este rito
solemne, «la virgen es constituida en persona consagrada» como «signo trascendente del amor
de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de esta Esposa del Cielo y de la vida futura».
«Semejante a otras formas de vida consagrada», el orden de las vírgenes sitúa a la mujer
que vive en el mundo en el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y
del trabajo apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una. Las
vírgenes consagradas pueden asociarse para guardar su propósito con mayor fidelidad.
La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor
y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos.
Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida
religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el
lenguaje de nuestro tiempo.
Todos los religiosos, exentos o no, se encuentran entre los colaboradores del obispo
diocesano en su misión pastoral. La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren
la presencia de la vida religiosa en todas sus formas «desde el período de implantación de la
Iglesia». «La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la
propagación de la fe y en la formación de las nuevas Iglesias: desde las antiguas instituciones
monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas».

2.27.- Los institutos seculares


«Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el
mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo,
sobre todo desde dentro de él».
Por medio de una «vida perfectamente y enteramente consagrada a [esta] santificación»,
los miembros de estos institutos participan en la tarea de evangelización de la Iglesia, «en el
mundo y desde el mundo», donde su presencia obra a la manera de un «fermento». Su
«testimonio de vida cristiana» mira a «ordenar según Dios las realidades temporales y a penetrar
el mundo con la fuerza del Evangelio». Mediante vínculos sagrados, asumen los consejos
evangélicos y observan entre sí la comunión y la fraternidad propias de su «modo de vida
secular».

2.28.- Las sociedades de vida apostólica


Junto a las diversas formas de vida consagrada se encuentran «las sociedades de vida
apostólica cuyos miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la sociedad y,
llevando vida fraterna en común, según el propio modo de vida, aspiran a la perfección de la
caridad por la observancia de las constituciones. Entre éstas, existen sociedades cuyos miembros
252
abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las constituciones».

2.29.- Consagración y misión: anunciar al Rey que viene


Aquel que por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a El como al sumamente
amado, se consagra, de esta manera, aún más íntimamente al servicio divino y se entrega al bien
de la Iglesia. Mediante el estado de consagración a Dios, la Iglesia manifiesta a Cristo y muestra
cómo el Espíritu Santo obra en ella de modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos
evangélicos tienen como primera misión vivir su consagración. Pero «ya que por su misma
consagración se dedican al servicio de la Iglesia, están obligados a contribuir de modo especial a la
tarea misionera, según el modo propio de su instituto».
En la Iglesia que es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la vida de
Dios, la vida consagrada aparece como un signo particular del misterio de la Redención. Seguir e
imitar a Cristo «desde más cerca», manifestar «más claramente» su anonadamiento, es
encontrarse «más profundamente» presente, en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos.
Porque los que siguen este camino «más estrecho» estimulan con su ejemplo a sus hermanos; les
dan este testimonio admirable de «que sin el espíritu de las bienaventuranzas no se puede
transformar este mundo y ofrecerlo a Dios».
Sea público este testimonio, como en el estado religioso, o más discreto, o incluso secreto,
la venida de Cristo es siempre para todos los consagrados el origen y la meta de su vida.
El Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí una ciudad permanente, sino que busca la
futura. Por eso el estado religioso... manifiesta también mucho mejor a todos los creyentes los
bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También da testimonio de la vida nueva y eterna
adquirida por la redención de Cristo y anuncia ya la resurrección futura y la gloria del Reino de los
cielos.

2.30.- MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA

Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del
Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la
venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor... más aún, "es verdaderamente la madre
de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los
creyentes, miembros de aquella cabeza" », «... María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia».

2.30.1.- La Maternidad de María respecto de la Iglesia. Totalmente unida a su Hijo


El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva
directamente de ella. «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta
desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte». Se manifiesta
particularmente en la hora de su pasión.
La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la
unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con
su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba su consentimiento
a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio
como madre al discípulo con estas palabras: "Mujer, ahí tienes a tu hijo", (Jn 19, 26-27).
Después de la Ascensión de su Hijo, María «estuvo presente en los comienzos de la Iglesia
con sus oraciones». Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, «María pedía con sus oraciones
el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra», también en su
Asunción.
«Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado
original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo
y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo,
Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte». La Asunción de la Santísima Virgen
constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la
resurrección de los demás cristianos.
253
“En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de
Dios. Te trasladaste a la vida porque eres Madre de la Vida, y con tu intercesión salvas de la
muerte nuestras almas”.

2.30.2.- Ella es nuestra Madre en el orden de la gracia


Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción
del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es
«miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia», incluso constituye «la figura» de la
Iglesia.
Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. «Colaboró
de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor, para
restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de
la gracia».
«Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el
consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz,
hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos.
En efecto, con su asunción a los cielos no abandonó su misión salvadora, sino que
continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la
Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro,
Mediadora».
«La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o
hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el
influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota de la sobreabundancia de los
méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su
eficacia».
“Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y
Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los
ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en
las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino
que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente”.

2.30.3.- El culto a la Santísima Virgen María


«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada», (Lc 1, 48): «La piedad de la Iglesia
hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano». La Santísima Virgen «es
honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más
antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se
acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades.
Este culto... aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración
que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy
poderosamente»; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y
en la oración mariana, como el Santo Rosario, «síntesis de todo el Evangelio».

2.30.4.- María, Figura escatológica de la Iglesia


Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede
concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su
Misterio, en su «peregrinación de la fe», y lo que será al final de su marcha, donde le espera, «para
la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad», «en comunión con todos los santos», aquella a
quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre.
254

CAPITULO TERCERO

LA PARUSÍA. SEGUNDA VENIDA TRIUNFANTE DE


CRISTO PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS

3.1.- La Parusía: Segunda Venida Triunfal de Cristo Glorioso


Como vimos en el misterio de la Encarnación el Verbo de Dios vino por primera vez al
mundo en la humildad de la carne y en el silencio de Belén. Al final de los tiempos tendrá lugar el
carácter público, triunfante y glorioso de la Segunda venida de Cristo. A este hecho al final de los
tiempos se le conoce con el nombre de “Parousía”, viene del griego y significa, "estar presente" o
también "llegar". En la teología católica, Parusía, significa: "la Segunda venida triunfal de Cristo a la
tierra", será una Segunda venida definitiva al final de los tiempos y Cristo vendrá lleno de "gloria"
y de "verdad".
Antes esta Segunda venida triunfal conviene tomar algunas medidas de precaución y
prudencia referentes al tiempo exacto en que va a ocurrir, así lo hace el apóstol Pablo en su
advertencia a los cristianos de Tesalónica en 2 Tes 1-17 que les dice: “Os rogamos, hermanos, a
propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis
fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si
afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Primero
tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en persona, el hombre destinado a la perdición,
el que se enfrentará y se pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta
instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios.
¿No recordáis que, estando aún entre vosotros, os hablaba de esto? Sabéis lo que ahora lo
frena, para que su aparición llegue a su debido tiempo. Porque esta impiedad escondida está ya en
acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo frena, aparecerá el impío, a quien el
Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el esplendor de su venida.
La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con señales
y prodigios falsos, que se pierden, en pago de no haber aceptado el amor de la verdad que los habría
salvado. Por eso, Dios les manda un extravío que los incita a creer a la mentira; así , todos los que no
dieron fe a la verdad y aprobaron la injusticia, serán llamados a juicio”.
Una vez tenida en cuenta esta advertencia seria del apóstol Pablo el cristiano espera la
parusía con la paz y esperanza que se expresa con toda claridad en los Santos Evangelios. Cristo
habla de ella en su discurso de la misión de los apóstoles Mt 10,23,s.s. en su primera predicción de
la pasión Mt 16,27, s.s. en el discurso escatológico de Mt 24,30; en el discurso sobre el juicio
universal, Mt 25,31, s.s. en la confesión del Mesías ante el Sanedrín, Mt 26,64; en las parábolas de
la vigilancia, Mt 25,1, s.s.
El día de la Parusía será el día en que Cristo se manifestará lleno de gloria y majestad, Mt
16, 27; Mt 26, 64. Vendrá a congregar a todas las gentes de todos los pueblos en torno suyo, Mt
25,31, para juzgar y recompensar a cada uno según sus obras. El carácter público de la Segunda
venida de Cristo, ocurrirá a la vista de todo el mundo y será distinta de la primera venida (la
Encarnación, que fue una venida oculta y en la humildad de la carne y en el silencio de Belén). La
segunda venida de Cristo será acompañada de su séquito celestial entrará en el mundo reparado
y salvado por El y por el testimonio de sus seguidores. Volverá como Rey, 1 Cor 15,23.s.s.

3.2.- Escatología intermedia


Se conoce con el nombre de Escatología intermedia al estado del creyente que muere y su alma se
separa
del cuerpo. ¿Qué ocurre en ese momento?. Veamos.

3.3.- Morir en Cristo Jesús . La muerte


Para resucitar con Cristo, es necesario primero morir con Cristo, es necesario «dejar este
255
cuerpo para ir a morar cerca del Señor», (2 Cor 5, 8). En esta «partida» (Flp 1, 23) que es la muerte,
el alma se separa del cuerpo. Y cada alma se reunirá con su respectivo y único cuerpo el día de la
resurrección de los muertos.
“Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre”. En un sentido,
la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente es «salario del pecado», (Rm
6, 23). Y para los que mueren en la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor
para poder participar también en su Resurrección.
La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el
curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final
aparece la muerte como terminación normal de la vida. Este aspecto de la muerte da urgencia a
nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no
contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida.
“Acuérdate de tu Creador en tus días mozos..., mientras no vuelva el polvo a la tierra, a lo que
era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio”, (Qoh 12, 1. 7).
La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las afirmaciones de la
Sagrada Escritura y de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró en el
mundo a causa del pecado del hombre. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios
lo destinaba a no morir.
Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo
como consecuencia del pecado. «La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no
hubiera pecado», es así «el último enemigo» del hombre que debe ser vencido
La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió también la muerte,
propia de la condición humana. Pero, a pesar de su angustia frente a ella, la asumió en un acto de
sometimiento total y libre a la voluntad del Padre. La obediencia de Jesús transformó la maldición
de la muerte en bendición.

3.4.- El sentido de la muerte cristiana


Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. «Para mí, la vida es Cristo y
morir una ganancia», (Flp 1, 21). «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también
viviremos con él», (2 Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el
Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente «muerto con Cristo», para vivir una vida nueva; y
si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este «morir con Cristo» y perfecciona
así nuestra incorporación a El en su acto redentor:
En la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia
la muerte un deseo semejante al de S. Pablo: «Deseo partir y estar con Cristo», (Flp 1, 23); y puede
transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de
Cristo
La visión cristiana de la muerte se expresa de modo privilegiado en la liturgia de la Iglesia.
La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra
morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de
misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para
decidir su último destino. Cuando ha tenido fin «el único curso de nuestra vida terrena», ya no
volveremos a otras vidas terrenas. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez», (Hebr
9, 27). No hay «reencarnación» después de la muerte.
La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte («De la muerte
repentina e imprevista, líbranos Señor»: Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que
interceda por nosotros «en la hora de nuestra muerte» (Avemaría), y a confiarnos a S. José,
patrono de la buena muerte.
Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena
conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy
no estás preparado, ¿cómo lo estarás mañana?.
El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia El y la
entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última vez las palabras de perdón de la
256
absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por última vez con una unción
fortificante y le da a Cristo en el viático como alimento para el viaje. Le habla entonces con una
dulce seguridad.

3.5.- El juicio particular


La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de
la gracia divina manifestada en Cristo: “Y del mismo modo que el destino de los hombres es que
mueran una sola vez, y luego ser juzgados”, Heb 9, 27; "Hoy estarás conmigo en el paraíso". Lc 23,
43. Cristo promete al buen ladrón que participará de la misma gloria de El inmediatamente
después de morir.
1.- El hecho de que inmediatamente después de la muerte comienzan los estados
definitivos de retribución plena, a saber: salvación o condenación, o el estado transitorio, es decir
aquel estado, que las de los difuntos van inmediatamente después de la muerte al cielo, al infierno
o al purgatorio.
2.- Es el llamado "juicio particular". La doctrina sobre el juicio particular comprobaremos
que no ha sido explícitamente definida, aunque algunos afirman que hay que admitirla por lo
menos como presupuesto del dogma de la retribución inmediata después de la muerte, en cuyo
caso tendría una inmediata conexión con una verdad infaliblemente definida.
Entendemos por "juicio particular", el acto por el cual al alma, inmediatamente que se
separa del cuerpo, se le da a conocer su suerte definitiva (salvación o condenación), o transitoria
(purgatorio previo a la salvación). Cuando decimos inmediatamente después de la muerte nos
referimos a la muerte real, que no siempre coincide con lo que se llama la "muerte aparente".
Hablamos, pues, de la separación definitiva del alma del cuerpo.
Parece que la retribución de premio o de castigo debe darse en el momento que, de una
parte, el alma sea capaz de recibirla y, de otra, que no haya impedimento en el que retribuye.
Ahora bien, el alma, una vez separada del cuerpo, es capaz de recibir la retribución, ya que el
premio o el castigo son independientes del cuerpo; tampoco hay impedimento por parte del
retribuyente, porque el mérito de Cristo ya fue adquirido para todos. Luego no aparece razón
alguna para dilatar la retribución. Por tanto, el alma, inmediatamente que se separa del cuerpo,
recibe el premio o castigo, "por lo que hizo con su cuerpo", 2 Cor 5,10.

3.6.- La Segunda Venida de Cristo como victoria plena sobre todo lo creado
El día de la Segunda Venida "pública" de Cristo en el mundo será un día de júbilo y alegría
y de triunfo. Es "el día del Señor", 1 Cor 1,8; 2 Cor 1,14; 1Tes 5,2; será el día de su revelación
gloriosa, 2 Tes 1,7; 1 Tim 6,14; será el día de la salvación, 2 Cor 6,2; Efes 4,30.
La victoria escatológica ya en los profetas del exilio gustan representarla como una crisis
final de la historia, como una guerra gigantesca en la que Dios se enfrentará a sus enemigos y los
aniquilará, Is.63,1-6, como aniquiló a los monstruos primordiales, Is 27,1. Esta victoria será el
preludio de su Reinado final, Zac 14; Ez 38-39.
La segunda venida de Cristo glorioso no está en el plano de las luchas meramente
temporales. La lucha real que sostiene es de otro orden. Ya en su vida pública Cristo se afirma
como "el más fuerte" que triunfa contra el príncipe de este mundo Lc 11,14,22. En vísperas de su
muerte advierte a los suyos que no teman al mundo maligno que los ha de perseguir con su odio y
les dice: "Tened confianza, yo he vencido al mundo", Jn 16,33.
Pero es con su Resurrección y Glorificación como se afirma la realidad definitiva y
concreta. En ella Cristo triunfó sobre el poder del pecado y de la muerte, arrastró los poderes
vencidos Col 2,15. Su victoria se manifestará finalmente con esplendor cuando triunfe de todas
las fuerzas adversas, Apoc 17,14, cuando venza definitivamente la muerte, que será el último
enemigo. 1 Cor 15,24.

3.7.- La esperanza escatológica: Característica del cristiano


La esperanza en la vuelta del Señor llena el pensamiento, la vida y toda la existencia de
cristiano. Los cristianos pueden ser tenidos como hombres que aman la venida del Señor, 2 Tim
257
4,8. Son personas que trascienden todo lo terreno, personas que oran con fe : "venga a nosotros tu
Reino", Mt 6,10. Según el testimonio de 1 Cor 16,22 y Apoc 22,20, la Iglesia, como Pueblo de Dios,
se vuelve hacia Cristo aclamándole con gozo y alegría : "Ven, Señor Jesús".
Observamos, por la experiencia habitual, que no todo creyente medio, espera la venida
del Señor con alegría y esperanza. Más bien se observa cierto temor y miedo, no era esta,
ciertamente, la actitud de los primeros cristianos que esperaban la venida definitiva del Señor
para ser sobrevestidos por la gloria de la transformación que acompañará a la venida del Señor, 2
Cor.5,4; 1 Cor.15,51.
La primera cosa que haremos será presentar los grandes discursos escatológicos de
Cristo, según el testimonio de los sinópticos: Cristo anunció el fin del mundo y el juicio universal
en grandiosas imágenes. Muchas de ellas están tomadas de las ideas apocalípticas de su época.
Cristo se sirve de ella para proclamar su mensaje del fin del mundo. Mc 13,1-30; Mt. Capítulos 24
y 25; Lc 21, 5-8.
S. Pablo: Los textos escatológicos más extensos aparecen en S. Pablo. La segunda venida
de Cristo la vivió en la esperanza del triunfo definitivo de Cristo. Nada es para él más incitante que
esa espera. En sus epístolas es el motivo más eficaz para exigir fe y fidelidad a sus lectores. Con
esa esperanza consuela y conforta el corazón de los creyentes en sus tribulaciones terrenas. 1 Tes
1,3; 2,19; 1 Cor.1,8; 7,26; 10,11; Col 3,4; Rom 13,11; Filp 2,12-16; Efes 4,30; 1Tim 6,14; 2 Tim 1,12;
Tit 2,13; Hebr 10,25.

3.8.- La realidad de la parusía. Cristo de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos
La segunda venida gloriosa de Cristo y el juicio que se llevará a cabo. Esta segunda verdad
se considerará más adelante. De momento nos reducimos al hecho de la venida de Cristo con toda
gloria y majestad. Mt 16,27. "El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles,
y entonces dará a cada uno según sus obras"
Mt 25,31: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se
sentará en su trono de gloria". 1 Tes 5,1-2: "En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos,
no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha
de venir como un ladrón en la noche"

3.9.- Circunstancias de la parusía. Los hombres desconocen el momento de esta segunda venida
Una cosa es que sea verdad de fe que Cristo vendrá de nuevo con gloria a juzgar vivos y
muertos y otra cosa es que haya sido revelado el momento exacto en que se producirá esa
"Parusía", o "Segunda Venida del Señor". Más bien parece, según veremos en los argumentos, que
lo que se ha revelado es justamente la incertidumbre del momento en que tendrá lugar esa
Segunda venida de Cristo. Mc 13, 31: "Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles
del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Mt 24,36: "Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los
ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Mt 24,42-44: "Velad, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor... Por eso estad preparados, porque en el momento que menos penséis vendrá el Hijo
del Hombre".
Recordamos lo que ya hemos dicho anteriormente del consejo de S. Pablo y advertencia a
los cristianos de Tesalónica, con estas palabras llenas de prudencia y sensatez:: “Os rogamos,
hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no
perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras,
como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente.
Primero tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en persona, el hombre destinado a la
perdición, el que se enfrentará y se pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de
culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios ...”, 2 Tes 2, 1-17.

3.10.- Señales precursoras de la parusía.


En el NT se habla de ciertos "signos" previos a la "Parusía". Aunque se trate de unas
258
señales bastante determinadas no llegan a tener el carácter de un dato infalible, pues esto se
opondría a la insistencia con que hemos visto que Cristo señala lo desconocido respecto al día y la
hora de su segunda venida, es decir, que ésta no vendrá necesariamente de modo inmediato a la
aparición de esas señales; pero tampoco sobrevendrá antes de que estos signos se manifiesten.
1.- La predicación del Evangelio en todo el mundo: Mt 24,14 dice: "Se proclamará esta
Buena Nueva del reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces
vendrá el fin". en Mc.13,10: "Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las
naciones". Es cierto que el contexto del llamado discurso escatológico se refiere tanto al fin de
Jerusalén como al fin del mundo, por lo cual los exegetas no están de acuerdo en determinar qué
expresiones se refieren a un final o a otro
Concretamente la fórmula "mundo entero", en otros pasajes bíblicos significa el imperio
grecorromano. Así en Lc 2,1: "se empadronase todo el mundo". Sin embargo, en el lugar citado de
Mt,13,10, puede referirse preferentemente a todo el mundo, no sólo el grecorromano, como lo
confirma la orden de Jesucristo: "predicad el Evangelio a toda la creación" Mc.16,15. Esto no
quiere decir que todo el mundo se convierta, sino que la fe habrá sido predicada a la totalidad
moral de todos los pueblos.
2.- La conversión de Israel: En Rom 11, 25-32, dice: "Pues no quiero que ignoréis,
hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a
Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo como dice la
Escritura: vendrá de Sión mi Libertador; alejará de Jacob las impiedades, y ésta será mi alianza con
ellos, cuando haya borrado sus pecados. En cuanto al evangelio, son enemigos para vuestro bien;
pero en cuanto a la elección son amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de
Dios son irrevocables".
3.- Aparición y éxito del anticristo: Será un tiempo de apostasía masiva. Mt 24,12, dice: "Y
se levantarán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos. Y al crecer cada vez más la
iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará". Y en Lc 18,8, dice: "Pero cuando venga el Hijo del
Hombre ¿encontrará fe en la tierra?". S. Pablo en 2 Tes.2,3-4: "Que nadie en modo alguno os engañe,
porque antes ha de venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de la perdición, el
Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el
extremo de sentarse él mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios".
El tema de la apostasía masiva es un tema complejo, como todos los de la escatología final.
Sabemos el "qué" de la escatología pero no sabemos el "cuando" (tiempo) ni el "cómo" (modo o
manera), y todo esto es evidente pues el lenguaje empleado en la revelación es ambiguo,
simbólico y difícil de precisar.
Del anticristo, en 2 Tes 2,3-4, se habla con claridad como una persona que seducirá a los
hombres engañándolos, haciendo que prescindan en todo de Dios y que vean e interpreten todas
las cosas desde el punto de vista material y humano, negando hábilmente la existencia de Dios y
su obra.
En definitiva, el anticristo intentará suplantar al verdadero Cristo, se escudará en la
mentira y la vanidad. Hará y dirá todo lo contrario a lo que dijo e hizo Cristo, intentará en
definitiva legitimarse como auténtico mesías y libertador. Los seducidos por él le seguirán y
creerán haber hallado el camino de salvación. S. Pablo advertía en Rom 3,24,: "Sólo en Cristo (el
Verbo divino encarnado) tenemos la salvación".
En el Apocalipsis se evoca al anticristo sirviéndose de la imagen de dos bestias
monstruosas. La primera es un poder político; blasfema contra Dios, se hace adorar y persigue a
los verdaderos creyentes, Apoc.13,-10. La segunda imagen es una realidad religiosa: remeda al
Cordero (es decir, a Cristo) opera prodigios engañosos y seduce a los hombres para hacer que
adoren a la primera bestia, Apoc.13,11-18.
4.- El caos cosmológico: La Sagrada Escritura nos describe que el fin del mundo ha de ser
precedido de grandes calamidades públicas y de grandes tribulaciones. Así en Mt 24,6-8: "Oiréis
también hablar de guerras y de rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso tiene que
suceder, pero todavía no es el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y
habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Pero todo eso será el comienzo de los dolores de
alumbramiento".
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Sabido es, sin embargo, que el discurso escatológico de Jesucristo está lleno de
dificultades y está dentro del misterio. En él se habla unas veces de la ruina de Jerusalén; otras, del
fin del mundo, y otras de ambas cosas a la vez. Por lo tanto es muy difícil señalar exactamente qué
es lo que corresponde a cada uno de los acontecimientos
Nosotros nos podemos preguntar: ¿cómo se producirá el fin del mundo? La Sagrada
Escritura nos lo describe con caracteres apocalípticos, veamos. En Is 66,15-16: "Pues, he aquí que
Yahveh viene en fuego y como torbellino en sus carros para desfogar su cólera con ira y sus
amenazas con llamas de fuego. Porque con fuego Yahveh va a juzgar y con su espada a toda carne, y
serán muchas las víctimas de Yahveh". en Mt 24,29-31: "Inmediatamente después de las
tribulaciones de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán
del cielo, y las fuerzas del cielo serán sacudidas".
En Lc 21,25-26: "Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas; y en la tierra angustia de las
gentes; perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de
ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán
sacudidas".
¿Qué hay que pensar de todas estas expresiones de la Revelación? ¿Cómo deben
entenderse estos textos y otros similares?. Es preciso afirmar que nada en concreto se sabe con
certeza. Lo único que parece indudable es que esas descripciones a base de la destrucción del
mundo por el fuego, por la lluvia de las estrellas y de la conmoción universal del firmamento, no
deben de interpretarse al pie de la letra. Téngase en cuenta que cualquiera que sea el modo con
que sobrevenga el fin del mundo es un misterio.

3.11.- La Resurrección los muertos. La resurrección de Cristo y la nuestra


La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La
esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia
intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo
y de la tierra es también Aquel que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su
descendencia.
En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas,
los mártires Macabeos confiesan:
“El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna”,
(2 M 7, 9). “Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser
resucitados de nuevo por él”, (2 M 7, 14).
Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la
enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: «Vosotros no conocéis ni las Escrituras
ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error», (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la
fe en Dios que «no es un Dios de muertos sino de vivos», (Mc 12, 27).
Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: «Yo soy la
resurrección y la vida», (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes
hayan creído en El y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre.
En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida
a algunos muertos, anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden.
De este acontecimiento único, El habla como del «signo de Jonás», (Mt 12, 39), del signo del
Templo: anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte.
Ser testigo de Cristo es ser «testigo de su Resurrección» (Hch 1, 22), «haber comido y
bebido con él después de su Resurrección de entre los muertos», (Hch 10, 41). La esperanza cristiana
en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros
resucitaremos como El, con El, por El.
Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y
oposiciones. «En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección
de la carne». Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona
humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente
mortal pueda resucitar a la vida eterna?
260
3.12.- Cómo resucitarán los muertos
¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre
cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su
cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida
incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.
¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto «los que hayan hecho el bien
resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (Jn 5, 29).
¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo»,
(Lc 24, 39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El «todos resucitarán con su
propio cuerpo, que tienen ahora», pero este cuerpo será «transfigurado en cuerpo de gloria», (Flp 3,
21), en «cuerpo espiritual», (1 Cor 15, 44).
“Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio!
Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino
un simple grano..., se siembra corrupción, resucita incorrupción...; los muertos resucitarán
incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que
este ser mortal se revista de inmortalidad”, (1 Cor 15, 35-37. 42. 53).
Este «cómo» sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible
más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la
transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
¿Cuándo? Sin duda en el «último día» (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); «al fin del mundo». En
efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la

3.13.- Resucitados con Cristo


Si es verdad que Cristo nos resucitará en «el último día», también lo es, en cierto modo,
que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo, la vida cristiana
en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la Resurrección de Cristo.
“Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de
Dios, que le resucitó de entre los muertos... Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”, (Col 2, 12; 3, 1).
Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida celestial
de Cristo resucitado, pero esta vida permanece «escondida con Cristo en Dios», (Col 3, 3). «Con él
nos ha resucitado y hecho sentar en los cielos con Cristo Jesús» (Ef 2, 6). Alimentados en la
Eucaristía con su Cuerpo, nosotros pertenecemos ya al Cuerpo de Cristo. Cuando resucitemos en
el último día también nos «manifestaremos con él llenos de gloria», (Col 3, 4).
“El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos
resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de
Cristo?... No os pertenecéis... Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo”, (1 Cor 6, 13-15. 19-20).
En el último día todos los hombres, réprobos y elegidos, resucitarán con sus propios
cuerpos que ahora llevan para recibir según sus obras
Se afirma que la resurrección universal tendrá lugar el último día. Este fenómeno
sobrenatural se producirá cuando se realice la "Parusía" o el retorno glorioso del Señor. Por el
modo de expresarse las fuentes parece deducirse que ambos eventos sucederán
simultáneamente. Se dice que "todos los hombres" resucitarán, con lo que se indica que no hay
excepción. Se afirma el hecho de la resurrección, lo que quiere decir que los cuerpos, ya
corrompidos, de los que murieron volverán a la vida que perdieron y se unirán con su misma
alma racional, resultando la misma persona humana que era en el momento de la muerte. La
resurrección suele definirse como la restitución del cuerpo humano a la vida que había perdido
con la muerte.
En la expresión: "con sus propios cuerpos" se expresa que entre el hombre que murió y el
hombre que resucita se da una identidad no sólo específica, sino también numérica. Cómo se
pueda explicar esta identidad se estudia en una cuestión complementaria. Con la fórmula: "para
recibir según sus obras", se quiere expresar que premio o castigo eterno afectará no sólo a las
almas sino también a los cuerpos.
261
Jn 5,28,s.s: "Llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán
los que obraron el bien para resurrección de vida; los que obraron el mal, para resurrección de
condenación. Hech 24,15: "Teniendo en Dios la esperanza, que también ellos mismos aguardan, de
que ha de haber resurrección, tanto de justo como de injustos". 1 Cor15,35, s.s.: "... pero se dirá
¿cómo resucitan los muertos? ... Porque es necesario que esto corruptible se revista de
incorruptibilidad y que esto mortal se revista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya
revestido de incorruptibilidad, entonces se realizará la palabra que está escrita..."" Col 2,12:
"sepultados con El en el bautismo, en el cual fuisteis también justamente resucitados, porque habéis
creído en la fuerza de Dios que lo ha resucitado de entre los muertos".

3.14.- Cualidades de los cuerpos resucitados


Los cuerpos de los elegidos serán transformados y glorificados según el modelo del
cuerpo resucitado de Cristo.
Ya hemos visto que todos los hombres, tanto los justos como pecadores, resucitarán en el
último día con los cuerpos que tuvieron en este mundo. Ahora consideramos la resurrección de
los justos y afirmamos que sus cuerpos, informados por las almas gloriosas, estarán adornados
por unas cualidades que la teología escolástica especifica (impasibilidad y sutileza) y que,
siguiendo el lenguaje de S. Pablo, cabe calificar según la expresión usada en el enunciado de la
tesis, (glorificación y transformación según el modelo del cuerpo de Cristo resucitado).
1 Cor 15,22: "Pues del mismo modo que en Adán morimos todos, así también todos revivirán
en Cristo". 1 Cor 15,42-53: " Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción,
resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se
siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual". Filp 3,21: "El (Cristo) transfigurará este
miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de
someter a sí todas las cosas". Rom 6,5: "Porque si nos hemos hecho una misma cosa con El por una
muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante a la suya". Rom
8,11: "Y si el espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que habita en vosotros"
Hay que aclarar que los cuerpos resucitados de los réprobos también resucitarán y serán
cuerpos incorruptibles e inmortales, pero “no glorificados”. La incorruptibilidad y la inmortalidad
excluye el metabolismo y la destrucción de la materia. Estas cualidades son indispensables para
que el cuerpo de los condenados reciba el castigo eterno del que hablan las fuentes de la
Revelación.
Otra aclaración, otra cualidad que han de tener los cuerpos de los condenados es la
"pasibilidad" o capacidad de padecer, pues de lo contrario serían invulnerables al dolor; es decir,
los cuerpos resucitados de los réprobos será, incorruptos, inmortales y pasibles; y la fe enseña
que los cuerpos resucitados de los réprobos sufrirán penas eternas de daño y de sentido, como ya
vimos en la tesis correspondiente.

3.15.- El Juicio Final Universal. La realidad del juicio universal


En el día del juicio comparecerán todos los hombres con sus cuerpos ante el tribunal de
Cristo para dar cuenta de sus actos, a fin de cada uno reciba según hiciera bien o mal con su
cuerpo. En ella se hace ver que todos los hombres, adultos, tanto vivos como muertos resucitados,
serán juzgados por Cristo Juez en un juicio universal definitivo, en el que ratificará públicamente
la sentencia del juicio particular, haciendo extensiva su validez también para el cuerpo.
Joel 4,1,s.s: "Porque he aquí que en aquellos días ... congregaré a todas las naciones y las haré
bajar al valle de Josafat y allí entraré en juicio con ellas...". Amos 5,18-20: "¡Ay de los que ansían el
Día de Yahveh! ¿Qué creéis que es ese Día de Yahveh? ¡Es tinieblas, que no luz!". Mt 16,27: "El Hijo del
hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su
conducta". Mt 25, 31-46: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus
ángeles, se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de El todas las naciones, y El
separará a los unos de los otros, como el pastor separa a las ovejas de las cabras".
La sola razón natural no puede demostrar el hecho del juicio universal. Sin embargo, esa
262
misma razón, iluminada por la fe, puede encontrar argumentos en pro de la conveniencia de ese
magno acontecimiento y su armonía con el conjunto del dogma católico. Así el Juicio Final
Universal aparece congruente para Dios, para Cristo, para los hombres.
1.- Para Dios, puesto que de este modo se mostrará a los ojos de todos los hombres su
sabiduría infinita, su providencia amorosa y su divina justicia, atributos que no siempre quedan
en claro en esta vida.
2.- Para Cristo, toda vez que, habiendo sido humillado ante toda la humanidad, conviene
que sea reconocido por esa misma humanidad como verdadero Hijo de Dios, como único
Redentor del mundo y como Rey y Señor de los cielos y de la tierra.
3.- Para los hombres, puesto que se pondrá de manifiesto la bondad de los inocentes, la
maldad de los pecadores y la justa retribución divina a unos y a otros.

3.16.- Circunstancias del juicio universal. Cristo, Juez.


Aunque juzgar corresponde a Dios como causa principal, Cristo Redentor será en efecto el
Juez de vivos y muertos, y esto primero en cuanto Dios y segundo en cuanto Hombre. Que Cristo
redentor será Juez consta por los todos los testimonios que hemos aducido, tanto de la Escritura,
como de los Padres. En efecto, a Cristo le corresponde el supremo dominio sobre todos los
hombres, y por tanto, el ser Juez de vivos y muertos: “Y nos mandó (Jesús) que predicásemos al
Pueblo, y que diésemos testimonio de que Él está constituido por Dios juez de vivos y muertos”, Hech
10, 42.
A Cristo le corresponde la potestad judicial sobre vivos y muertos secundariamente en
cuanto Hombre, por estar unido al Verbo, por ser Cabeza de la humanidad, por estar lleno de
gracia habitual y por haberla merecido con su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección.
Algunos textos de la Escritura dan a entender que los Apóstoles y algunos otros santos
asistirán a Cristo Juez. Respecto a los Apóstoles dice el propio Cristo: " Yo os aseguro que vosotros
que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria
os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel ", Mt.19,28.

3.17.- ¿Quiénes, de qué y cómo serán juzgados?.


Como se deduce de los textos bíblicos, Mt 25,32; Rom 14,10; 2 Cor 5,10, en el Juicio Final
Universal comparecerán ante Cristo Juez todos los hombres. Los teólogos suelen distinguir en
esta materia. Así, aunque la universalidad de la redención exige la universalidad del juicio, algunas
personas comparecerán ante Jesucristo Juez sólo para un juicio de retribución, es decir, para
obtener el premio merecido. De este modo comparecerá la santísima Virgen María, S. José, tal vez
los párvulos bautizados y muertos antes del uso de razón.
Por otra parte, los fallecidos en gracia de Dios, pero que han cometido algún pecado,
comparecerán ante Cristo Juez para un juicio de discusión en el que se discierna el bien y el mal
que hicieron y para el juicio de retribución por el que tengan el premio que merecen por su
estado de gracia. Lo mismo se dice de los que han muerto en pecado mortal. Por analogía habrá
que decir lo mismo de los paganos tantos muertos en pecado mortal como fallecidos en gracia de
Dios, en virtud de un acto sobrenatural de amor a Dios, supletorio del bautismo y de la confesión..
La materia del juicio puede afirmarse que será toda la vida moral y en particular:
1.- Los pensamientos, 1 Cor,4,5
2.- Las palabras, Mt 12,36
3.- Las acciones, Rom 2,5,s.s.
4.- Las omisiones. Sant 4,17.
Por último puede preguntarse cómo se pronunciará la sentencia. Las fuentes nada dicen
sobre el particular, pues la descripción de Mt 25,31-46, es sólo antropomórfica. Los teólogos,
siguiendo a S. Agustín y Sto. Tomás, opinan que el juicio se realizará mediante una locución
intelectual hecha directamente a la conciencia de los hombres.

3.18.- Tiempo y lugar del juicio


263
Con respecto al " tiempo " en que tendrá lugar el Juicio Universal vale aquí lo que hemos
dicho en relación con el momento de la resurrección en la correspondencia complementaria de la
tesis 20ª: en resumen, nada ha dicho la Revelación ni el Magisterio de la Iglesia sobre cuándo
ocurrirá la "Parusía" o segunda venida gloriosa de Jesús para juzgar a vivos y muertos.
Es cierto que sobre la fecha en que tendrá lugar la "Parusía". Jesucristo afirmó: "de aquel
día y hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Mc 13,32. Es
evidente que Cristo, como Dios, lo sabía y, en cuanto hombre también, aunque su misión no
consistía en comunicarlo a los hombres, con lo cual era prácticamente igual que si lo supiera.
En relación con el "lugar" donde se celebrará el Juicio Final tampoco se manifiesta ni en la
Revelación, ni en el Magisterio. Los teólogos, por su parte, suelen admitir como cierto que el Juicio
Universal tendrá lugar en la tierra. La razón que dan es que donde tuvo su inicio, desarrollo y fin
la vida de todo el género humano, allí se verifique su culminación, y además donde Cristo otrora
fue despreciado y humillado y reprobado por un tribunal humano, allí precisamente sea exaltado
como Juez universal. Así lo da a entender el sentido obvio de los textos bíblicos, Mt 24,30; 25,31;
Hech . 1,11; 1 Tes. 4, 15-17.

3.19.- El Cielo
Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven
para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es» (1 Jn 3,
2), cara a cara.
Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas
de todos los santos... y de todos los demás fieles muertos después de recibir el bautismo de Cristo
en los que no había nada que purificar cuando murieron...; o en caso de que tuvieran o tengan
algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte... aun antes de la
reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador,
Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de los cielos y paraíso
celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de
nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin
mediación de ninguna criatura.
Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin
último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y
definitivo de dicha. Vivir en el cielo es «estar con Cristo». Los elegidos viven «en El», aún más,
tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre.
Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los
bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo,
quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en El y que han permanecido
fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están
perfectamente incorporados a El.
Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo
sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes:
vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: «Lo que
ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman»
(1 Co 2, 9).
A causa de su trascendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando El mismo
abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta
contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia «la visión beatífica».
En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad
de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con El «ellos
reinarán por los siglos de los siglos» (Apoc 22, 5).

3.20.- La purificación o Purgatorio


Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados,
con penas temporales, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte
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una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente
distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al
Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento. La tradición de la Iglesia,
haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura, habla de un fuego purificador.
Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego
purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que: “si alguno ha pronunciado
una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro”, (Mt
12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo,
pero otras en el siglo futuro.
Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya
habla la Escritura: «Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los
muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la
Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el
sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La
Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los
difuntos.
Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados
por el sacrificio de su padre, ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los
muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por ellos.

3.21.- El Infierno
Infierno significa en lengua hebrea “gehinnom”, que significa: lugar de castigo de los malos
y se halla debajo de la tierra. La “gehenna” ha sido creada antes del mundo: “ ... entonces dirá a los
de la izquierda: apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”,
Mt 25, 41; “Y los arrojaron en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes”, Mt 13, 42;
“... más te vale entrar manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego
eterno”, Mt, 18, 8.
Jesucristo habló bien claro acerca de la existencia del infierno e indicó quiénes iban a ir a
él. Esto no se puede poner en duda. El infierno es el lugar que han elegido aquellos que se han
encerrado en sí mismos y no han querido ver en el prójimo a su hermano y al mismo Cristo. Mt
25, 36, s.s. Aquellos que han muerto en pecado mortal y no se han arrepentido, los que no han
creído en Dios ni han cumplido sus mandamientos.
Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no
podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra
nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es
un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él», (1 Jn 3, 15).
Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si omitimos socorrer las
necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos. Morir en pecado
mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer
separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección.
Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los
bienaventurados es lo que se designa con la palabra «infierno».
Jesús habla con frecuencia de la «gehenna» y del «fuego que nunca se apaga» reservado a
los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el
alma y el cuerpo. Jesús anuncia en términos graves que «enviará a sus ángeles que recogerán a
todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo», (Mt 13, 41-42), y que
pronunciará la condenación: «¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno!», (Mt 25, 41).
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los
que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de
la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno». La pena principal del infierno
consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la
felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
265
Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son
un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación
con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión:
«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino
que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran», (Mt 7, 13-14).
Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar
continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra,
mereceremos entrar con El en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como
siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y
rechinar de dientes".
Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para que eso suceda es necesaria una aversión
voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en
las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que «quiere que nadie
perezca, sino que todos lleguen a la conversión», (2 P 3, 9).

3.22.- La esperanza de los cielos nuevos y la tierra nueva


Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los
justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será
renovado.
La Iglesia... sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo... cuando llegue el tiempo de la
restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está
íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente
renovado en Cristo.
La Sagrada Escritura llama «cielos nuevos y tierra nueva» a esta renovación misteriosa que
transformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13). Esta será la realización definitiva del designio
de Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la
tierra» (Ef 1, 10).
En este «universo nuevo» (Apoc 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre
los hombres. «Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni
fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Apoc21, 4).
Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género
humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era «como el
sacramento». Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad
Santa de Dios (Ap 21, 2), «la Esposa del Cordero» (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, por
las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La
visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente
inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.
En cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del mundo
material y del hombre: “Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los
hijos de Dios... en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción... Pues sabemos que
la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros,
que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el
rescate de nuestro cuerpo”, (Rm 8, 19-23).
Así pues, el universo visible también está destinado a ser transformado, «a fin de que el
mundo mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los
justos», participando en su glorificación en Jesucristo resucitado.
«Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos
cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el
pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en
la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se
levantan en los corazones de los hombres».
«No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que
266
puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir
cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero,
en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al
Reino de Dios».
«Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos
propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontramos después de
nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el
reino eterno y universal». Dios será entonces «todo en todos» (1 Cor 15, 22), en la vida eterna.

A. M. D. G.

BIBLIOGRAFÍA

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“Nuevo Diccionario de Teología Bíblica”. Rossano. Ravasi. Girlanda. Edic. Paulinas
“Vocabulario de Teología Bíblica”. X. León-Dufour, S.J. Herder
“Manual de la Biblia”. H. A.- Mertens. Herder
“Enciclopedia de la Biblia”. Varios. Verbo Divino
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“Comentario Bíblico S. Jerónimo”. Tomo V. Edic. Cristiandad
“Instituciones del Antiguo Testamento”. R. De Vaux. Herder
“Palabra y mensaje del Antiguo Testamento”. J. Schreiner. Herder
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“Versión nueva de la Biblia”. L. H. Grollenberg. Herder
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¡Cristo!, ¿Tú quién eres?. Jean Galot, S.J. Edit. CETE, Madrid 1982
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La Iglesia y su Misterio, G. Philips. Tomos I y II, Edit. Herder
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La Iglesia de la Palabra, J. Collantes, S.J. Tomos I y II. Edit. Bac
La Iglesia del Concilio, Autores: Varios. Edit. Mensajero
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El Nuevo Pueblo de Dios. J. Ratzinger, Edit. Herder
Jerarquía, Infalibilidad y Comunión Intereclesial. E. López Dóriga, S.J. Edit. Herder
Eclesiología. Manuel. Sánchez Monge. Edit. Atenas
Dios consumador: Escatología. J. Ibañez y F. Mendoza. Edic. Palabra
Teología del más allá. C. Pozo. Bac
La Venida del Señor en la Gloria. C. Pozo Edit. Edicep
Historia del Dogma. H. Rondet. Edit. Herder
Eclesiología. Eloy Bueno de la Fuente. Bac . Serie de Manuales de Teologia
La fe de la Iglesia Católica. J. Collantes, S. J. BAC.
Diccionario de Jesús e Nazaret. Felipe. F Ramos. Edit. Monte Carmelo, 2003
Diccionario del Cristianismo. O. De la Brosse. A.M. Henry y PH. Rouillard. Herder
Diccionario de Teología Fundamental. R. Latourelle. Ediciones Paulinas
Magisterio de la Iglesia. E. Denzinger. Herder,2000
Manual de herejías. H. Masson. Edit. Rialp
El Espíritu Santo en la Iglesia. H. Mühlen. Edic. Secretariado Trinitario. Salamanca
268

ÍNDICE GENERAL
HISTORIA DE LA SALVACIÓN

INTRODUCCIÓN GENERAL
1.- ¿Qué es la Biblia? 3
2.- Significado de la Biblia en la tradición de la Iglesia 3
3.- La Biblia, Palabra de Dios 3
3.1.- Antiguo Testamento 4
3.2.- Nuevo Testamento 4
4.- La Biblia, Palabra humana 4
4.1.- El escritor sagrado, un hombre de su tiempo 4
4.2.- Lenguas en la Biblia 5
5.- Los elementos materiales para escribir 5
6.- Traducciones en la Biblia y Traducciones. Traducción de los LXX 5
7.- Partes de la Biblia 6
8.- Autores de la Biblia 7
8.1.- La Biblia, libro inspirado por Dios ¿Qué es inspiración? 7
8.2.- El hecho de la inspiración. La Revelación 8
8.3.- Alcance de la inspiración 8
8.4.- Consecuencias de la inspiración. La inerrancia o veracidad de la Biblia 8
8.4.1.- Planteamiento de la veracidad de la Sagrada Escritura y doctrina de la Iglesia 8
8.4.2.- Lo que quiso enseñar el autor sagrado 9
9.- El Canon en la Sagrada Escritura (La Canonicidad) 9
10.- La interpretación de la Sagrada Escritura (Hermenéutica) 10
11.- Los Géneros literarios 12
11.1.- Clases de géneros literarios 12
12.- La Biblia mensaje de Dios salvífico redactado en palabra humana 12

PRIMERA PARTE

CAPITULO PRIMERO
ANTIGUO TESTAMENTO
EL PENTATEUCO
1.- Introducción general 16
1.1.- Pentateuco 17
1.2.- Composición del libro del Pentateuco 18
1.3.- Tradición Yahvista 21
1.4.- Tradición Elohista 21
1.5.- Tradición Deuteronomista 21
1.6.- Tradición Sacerdotal 21

CAPITULO SEGUNDO
LIBRO DEL GÉNESIS

2.- Introducción 22
2.1.- Contenido del libro del Génesis 22
269
2.2.- El relato sacerdotal de la Creación. Gen 1, 1 al 2, 4ª 22
2.3.- Resumen del relato sacerdotal 25
2.4.- Relato Yahvista Gen 2, 4-25 25
2.4.1.- Elementos literarios de este relato 25
2.4.2.- Creación del hombre 25
2.4.3.- Conclusión general de los 2 primeros capítulos del Génesis 27
2.5.- El Pecado original. La tragedia del género humano. Gen 3, 1, s.s. 29
2.5.1.- El texto literario del Pecado original. Gen 3, 1-24 30
2.5.2.- El paraíso lugar de decisión, Gen 2,8-9.16.17 30
2.5.3.- Diálogo entre Eva y la serpiente, Gen 3, 1-6 30
2.5.4.- El fruto prohibido. El Pecado = “seréis como dioses” 31
2.5.5.- La desnudez como vergüenza y el apartamiento de Dios. Interrogatorio y sentencia 32
2.5.6.- Providencia divina 33
2.5.7.- El castigo como justicia de Dios. La expulsión del paraíso. Gen 3, 22-24 33
2.5.8.- Conclusión general del capítulo 3º del Génesis 34
2.6.- Fratricidio universal 37
2.6.1.- Fratricidio de Caín sobre Abel, Gen 4, 1 y s.s. 38
2.6.2.- Corrupción generalizada de la Humanidad, Gen 6, 5-8. 39
2.6.2.1.- Dios responde a la corrupción de la Humanidad. El Diluvio universal. Juicio y Salvación 39
2.6.2.2.- El Patriarca Noé, Gen 6, 9, s.s. 39
2.6.2.3.- El juicio de Dios sobre el m al de la humanidad 40
2.6.2.4.- La alianza con Noé 41
2.6.3.- La Torre de Babel, gen 11, 1-9. 41

CAPITULO TERCERO
FORMACIÓN DEL PUEBLO DE ISRAEL

3.1.- Dios forma un pueblo de su propiedad 43


3.2.- Historia de Abrahán, Gen 11, 1, s.s. 44
3.2.1.- Ambientación general de los Patriarcas 44
3.3.- Situación de Abrahán 44
3.4.- Vocación de Abrahán 44
3.5.- Las Promesas 45
3.6.- La Alianza 46
3.7.- La fe de Abrahán 46
3.8.- La bendición de Melquisedec. Gen 14, 17-24 46
3.8.1.- Conclusión 46
3.9.- Historia de Isaac 47
3.10.- Historia de Jacob, cabeza de Israel 47
3.10.1.- Jacob y Esaú 47
3.11.- La descendencia de Jacob 48
3.12.- Historia de José 49
3.13.- José y sus defectos 50
3.14.- José y sus pruebas 50
3.15.- José y la confianza en Dios 50

CAPITULO CUARTO
HISTORIA DE MOISÉS

4.1.- La formación del pueblo de Israel. ÉXODO. Unión del Éxodo con Abrahán 51
4.2.- El ÉXODO y la Historia 51
4.3.- Vida de Moisés 51
4.4.- La esclavitud es el pecado 52
4.5.- Moisés el libertador 52
270
4.6.- Moisés ante el Faraón 53
4.7.- Las 10 plagas de Egipto 53
4.8.- La Pascua. Éxodo. 55
4.9.- El paso del mar Rojo 55
4.9.1.- El camino del desierto 56
4.9.2.- El secreto de la nube y la columna de fuego 56
4.9.3.- ¿Qué es el maná? 57
4.9.4.- El milagro de las codornices 57
4.9.5.- El milagro del agua sobre la roca 58
4.9.6.- Interpretación de estos milagros 58
4.9.7.- Los grandes acontecimientos del Monte Sinaí. La Alianza y los 10 Mandamientos 58
4.9.8.- La Alianza en el Oriente Medio y en la Biblia 58
4.9.9.- El Dios de la Alianza 59
4.9.10.- Forma y Rito de la Alianza 59
4.10.- El decálogo: Los 10 Mandamientos 60
4.11.- Invocación de los dioses 62
4.12.- Bendiciones y maldiciones 62
4.13.- Finalmente 62
4.14.- El Código de la Alianza 63
4.15.- Normas sociales 63
4.16.- Las grandes fiestas religiosas de Israel 63
4.17.- La idolatría del pueblo de Israel 64
4.18.- Renovación de la Alianza 64
4.18.1.- Las tablas de la Ley 64
4.18.2.- Objeto y esencia de la Alianza 64
4.19.- Moisés, el mediador de la Alianza 65
4.20.- La muerte de Moisés 65

CAPITULO QUINTO
LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA

5.1.- Circunstancias históricas de la Conquista 66


5.2.- El fondo histórico de la conquista de la tierra prometida 67
5.3.- El sentido de la conquista 67
5.4.- Teología de la conquista de la tierra prometida 68
5.5.- Teología de la guerra santa 68
5.6.- Breve biografía de Josué 69
5.7.- La asamblea de Siquem 69
5.8.- Epoca de los Jueces de Israel 69
5.8.1.- Débora 70
5.8.2.- Gedeón 70
5.8.3.- Sansón 70
5.8.4.- Helí 71
5.8.5.- Samuel 71
5.9.- La Monarquía en Israel 72
5.10.- Historia de Saúl. Primer rey de Israel 73
5.10.1.- Desobediencia de Saúl. Saúl cae en desgracia 73

CAPITULO SEXTO
HISTORIA DE DAVID. REY DE ISRAEL

6.1.- Datos biográficos 75


6.2.- La personalidad de David y la conquista de la Tierra Prometida 76
6.3.- David, rey de Judá y de Israel. Conquistas militares 76
6.4.- David, el hombre: guerrero y de profundo espíritu religioso 77
6.4.1.- La Alianza davídica 78
271
6.4.2.- Promesa mesiánica 79
6.4.3.- David rey fuerte en el espíritu, débil en la carne. Pecador y creyente 79
6.4.4.- Dios guía el arrepentimiento de David 80
6.4.5.- Los últimos años del rey David 81
6.4.6.- Los Salmos de David 81
6.5.- Salomón. Historia del gran Monarca 81
6.5.1.- Política exterior 82
6.5.2.- Política interior 82
6.5.3.- El Templo de Jerusalén. La gran obra del rey Salomón 82
6.5.3.1. Cronología de las fiestas religiosas en el Templo 83
6.5.3.2. Calendario de las fiestas religiosas israelitas 83
6.5.3.3.- Descripción de las fiestas religiosas israelitas 84
6.5.4.- Salomón rey, modelo de los sabios 86
6.5.5.- Salomón y el culto a los dioses extranjeros. La decadencia del rey 86
6.5.6.- Causas de la división del Reino de Salomón 87
6.5.7.- Algunas consideraciones acerca del problema teológico de la monarquía 87
6.5.8.- La división del reino de Salomón. Reino del Norte y Reino del Sur 88
6.6.- Historia del Reino del Norte. Israel 89
6.6.1.- Jeroboam I 89
6.6.2.- Omrí 89
6.6.3.- Ajab 90
6.6.4.- Jehú 90
6.6.5.- Jeroboam II 90
6.6.6.- Destierro de Nínive 91
6.7.- Historia del Reino del Sur. Judea 91
6.7.1.- Roboam 91
6.7.2.- Abía 91
6.7.3.- Asá 92
6.7.4.- Josafat 92
6.7.5.- Jorám 92
6.7.6.- Ocozías 92
6.7.7.- Atalía 92
67.8.- Joás 92
6.7.9.- Amasías 92
6.7.10.- Ozías 92
6.7.11.- Jotam 93
6.7.12.- Ajaz 93
6.7.13.- Ezequías 93
6.7.14.- Manasés 93
6.7.15.- Josías 94
6.7.16.- Joacaz II 94
6.7.17.- Yoyaquín 94
6.7.18.- Sedecías 94
6.8.- El destierro en Babilonia 95
6.9.- Realidad histórica del destierro 91
6.10.- La crisis de fe en el pueblo 96
6.11.- Sentido teológico del destierro 96
6.12.- Pedagogía en el destierro 98

CAPITULO SÉPTIMO
EL POSTEXILIO (538 – 326)

7.1.- Dominio Persa. La restauración de Israel. Regreso del Exilio en Babilonia 100
7.2.- Sentido de esta restauración de Jerusalén 101
7.3.- La reforma de Nehemías y de Esdras 101
7.3.1.- Nehemías 101
272
7.3.2.- Esdras 101
7.4.- Dominio Griego. Alejandro Magno y el helenismo 102
7.5.- Dinastía de los Tolomeos Lágidas de Egipto 102
7.6.- Los Seléucidas 103
7.6.1.- Antíoco IV Epifanes 103
7.7.- La rebelión de los Macabeos 103
7.7.1.- Los Asmoneos 104
7.8.- Dominio Romano 105
7.9.- Herodes el Grande 105
7.9.1.- Hijos de Herodes el Grande. Mandato procuradores romanos 106
7.10.- Contexto religioso y social de Israel 106
7.11.- El resto” de Yahvé y los “Pobres” de Yahvé 108
7.11.1.- El “pobre” en la Biblia 108
7.11.2.- Características de los “pobres de Yahvé” 110
7.11.3.- Tipos humanos que encarnan el “pobre de Yahvé” 111

CAPITULO OCTAVO
LOS PROFETAS

8.1.- Los Profetas. Guías del Pueblo de Dios. Portavoces de Dios 111
8.2.- Condiciones históricas, sociales y religiosas del profetismo 112
8.3.- ¿Quiénes son los Profetas? 113
8.4.- Vocación del Profeta 113
8.5.- El Profeta y su misión 113
8.6.- La doctrina de los Profetas 113
8.7.- Reyes y Profetas del reino de Israel (Norte) 114
8.8.- ELIAS 114
8.9.- ELISEO 115
8.10.- AMOS 115
8.10.1.- La persona del profeta 116
8.10.2.- La composición del libro 116
8.10.3.- El estilo 116
8.10.4.- El mensaje 116
8.11.- OSEAS 116
8.11.1.- La persona del profeta 117
8.11.2.- La composición del libro 117
8.11.3.- El estilo 118
8.11.4.- El mensaje 118
8.12.- Reyes y Profetas del reino del Sur (Judea) 118
8.13.- ISAIAS 118
8.13.1.- Ambiente histórico 119
8.13.2.- La persona del profeta 119
8.13.3.- La composición del libro 119
8.13.4.- Estilo 119
8.13.5.- El mensaje 119
8.14.- El Deutero-Isaías 120
8.14.1.- La persona del profeta 120
8.14.2.- La composición del libro 120
8.14.3.- El estilo 121
8.14.4.- El mensaje 121
8.14.5.- El Mediador 121
8.14.6.- Los cánticos del Siervo de Yahvé 121
8.14.7.- La doctrina de los cánticos se resume en las siguientes afirmaciones 122
8.15.- El Tercer Isaías (Trito Isaías) 122
8.15.1.- Ambiente histórico 122
8.15.2.- La persona del profeta 122
273
8.15.3.- Composición del libro 122
8.15.4.- El mensaje 123
8.16.- MIQUEAS. Ambiente histórico 123
8.16.1.- La persona del profeta 123
8.16.2.- Composición del libro 123
8.16.3.- El mensaje 124
8.17.- SOFONIAS. Ambiente histórico 124
8.17.1.- La persona del profeta 124
8.17.2.- Composición del libro 124
8.17.3.- El mensaje 124
8.18.- JEREMIAS. Ambiente histórico y la persona del profeta 125
8.18.1.- La composición del libro 126
8.18.2.- Prólogo. Vocación de Jeremías 127
8.18.3.- El mensaje 127
8.19.- Libro de Las Lamentaciones 127
8.19.1.- Nombre y finalidad 127
8.19.2.- Lugar y fecha de composición 128
8.19.3.- La composición de los poemas 128
8.19.4.- El autor 128
8.19.5.- El mensaje 128
8.20.- BARUC. Ambiente histórico 129
8.20.1.- La persona del profeta 129
8.20.2.- La composición del libro 129
8.20.3.- El mensaje 129
8.21.- HABACUC. Ambiente histórico 130
8.21.1.- La persona del profeta 130
8.21.2.- Composición del libro 130
8.21.3.- El mensaje 130
8.22.- NAHUM. Ambiente histórico 130
8.22.1.- La persona del profeta 131
8.22.2.- Composición del libro 131
8.22.3.- El mensaje 131
8.23.- EZEQUEL. Ambiente histórico 131
8.23.1.- La persona del profeta 131
8.23.2.- Composición del libro 131
8.23.3.- El mensaje 132
8.24.- AGEO. Ambiente histórico 132
8.24.1.- La persona del profeta 132
8.24.2.- Composición del libro 133
8.24.3.- El mensaje 133
8.25.- ZACARIAS 133
8.25.1.- Ambiente histórico 133
8.25.2.- La persona del profeta 133
8.25.3.- Composición del libro 133
8.25.4.- El primer Zacarías 134
8.25.5.- El mensaje 134
8.25.6.- El segundo Zacarías 134
8.25.7.- Ambiente histórico 134
8.25.8.- La persona del profeta 135
8.25.9.- La composición del libro 135
8.25.10. El mensaje 135
8.26.- MALAQUIAS. 135
8.26.1.- La persona del profeta 135
8.26.2.- Composición del libro 135
8.26.3.- El estilo del libro 136
8.26.4.- El mensaje 136
274
8.27.- ABDIAS. Ambiente histórico 136
8.27.1.- La persona del profeta 137
8.27.2.- La composición del libro 137
8.27.3.- El mensaje 137
8.28.- JOEL. Ambiente histórico 137
8.28.1.- La persona del profeta 137
8.28.2.- La composición del libro 137
8.28.3.- El mensaje 137
8.29.- JONAS. Ambiente histórico 138
8.29.1.- La persona del profeta 138
8.19.2.- La composición del libro 138
8.29.3.- El mensaje 138
8.30.- DANIEL. Ambiente histórico 138
8.30.1.- La persona del profeta 139
8.30.2.- La composición del libro 139
8.30.3.- El mensaje 140
8.31.- Síntesis doctrinal de los grandes temas de la predicación profética 141
8.31.1.- El Dios de los Profetas 141
8.31.2.- Dios y el hombre . Dios e Israel. Elección Alianza 142
8.31.3.- Elección de Sión. Promesa hecha a David 143
8.31.4.- La Ley 143
8.31.5.- Desviaciones e infidelidades 143
8.31.6.- El falso culto 144
8.31.7.- La injusticia 144
8.31.8.- El juicio 144
8.31.9. Misericordia compasiva 144
8.31.10. La respuesta auténtica del hombre 145
8.31.11. Conocimiento de Yahvé 145
8.31.12. La fe 145
8.31.13. La bondad 145
8.31.14. El derecho 145
8.31.15. La justicia 145
8.31.16. La religión interior 145
8.31.17. Dios y los demás pueblos. El Universalismo 146
8.31.18. El problema del mal 146
8.31.19. El juicio 146
8.31.20. El hombre vinculado a los demás. Solidaridad y personalismo 146
8.31.21. Una sociedad justa 146
8.31.22. Dios y el mundo. La Creación 147
8.31.23. Dios juzga la historia 147
8.31.24. Mesianismo 147
8.31.25. El día de Yahvé 147
8.31.26. Un “resto” 147
8.31.27. Un rey ideal 147
8.31.28. El destino personal del profeta 148
8.31.29. El mensaje del profeta y su vida 148
8.31.30. Pruebas 148
8.31.31. Relación del profeta con Dios 148
8.31.32. Carácter de enviado 148
8.31.33. Función de mediador 149
8.31.34. La muerte 149

CAPITULO NOVENO
LOS SABIOS Y LA SABIDURÍA EN ISRAEL

9.1.- Visión general 149


275
9.2.- La “sabiduría” en Israel 149
9.3.- La educación sapiencial de Israel 150
9.4.- Proverbios 150
9.5.- Eclesiastés 151
9.6.- Eclesiástico 151
9.7.- Libro de la Sabiduría 152
9.8.- Job 153

CAPITULO DÉCIMO
LA LÍRICA SAGRADA

10.1.- Los Salmos 154


10.1.1.- Formación del Salterio 154
10.1.2.- Autores de los Salmos 154
10.2.- Diversas categorías de Salmos 154
10.3.- Salmos de alabanza. Himnos 155
10.3.1.- Salmos de súplica 155
10.4.- Salmos colectivos 155
10.5.- Salmos individuales 155
10.6.- Salmos de Realeza 156
10.7.- Salmos cúlticos 156
10.8.- Salmos sapienciales 156
10.9.- El cantar de los Cantares 157
10.9.1.- Prólogo 157
10.9.2.- El primer poema 157
10.9.3.- El segundo poema 157
10.9.4.- El tercer poema 157
10.9.5.- El cuarto poema 157
10.9.6.- El quinto poema 157

CAPITULO DÉCIMO PRIMERO


LIBROS HISTÓRICOS

11.1.- Libro de Josué 159


11.2.- Libro de los Jueces 159
11.3- Libros, Primero y Segundo de Samuel 160
11.4.- Libros, Primero y Segundo de los Reyes 160
11.5.- Libros, Primero y Segundo de las Crónicas 161
11.6.- Esdras y Nehemías 161
11.7.- Nehemías 161
11.8.- Esdras 161
11.9.- Libros Primero y segundo de los Macabeos 162
11.9.1.- Libro Primero de los Macabeos 162
11.9.2.- Libro Segundo de los Macabeos 163
11.10.- Novelas históricas 163
11.10.1. Libro de Ruth 164
11.10.2. Libro de Tobías 164
11.10.3. Libro de Judit 165
11.10.4. Libro de Ester 166
276

SEGUNDA PARTE
NUEVO TESTAMENTO

1.- INTRODUCCIÓN GENERAL 166


1.1.- Los Evangelios Sinópticos 167
2.1.- La Etapa Oral 167
3.1.- La Etapa Escrita 172

CAPITULO PRIMERO
EL MISTERIO DE CRISTO
LA REDENCIÓN DEL PECADO EN SU REALIZACIÓN HISTÓRICA

1.1.- La plenitud de los tiempos 176


1.2.- “Anunciar ... la inescrutable riqueza de Cristo” 176
1.3.- En el centro del Evangelio: Cristo 176
1.4.- JESÚS 177
1.5.- CRISTO 177
1.6.- HIJO ÚNICO DE DIOS 178
1.7.- SEÑOR 178
1.8.- El Misterio de la Encarnación 179
1.8.1.- El Hijo de Dios se hizo hombre 179
1.9.- La Encarnación 179
1.10.- Verdadero Dios y verdadero hombre 179
1.11.- Nacido de la Virgen María. Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo 180
1.12.- La predestinación de María. La Inmaculada Concepción 190
1.13.- “Hágase en mí según tu palabra” 180
1.14.- La Virginidad de María 180
1.15.- La maternidad virginal de María en el designio de Dios 181
1.16.- LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO 181
1.16.1.- Nuestra comunión en los misterio de Jesús 181
1.16.2.- Los misterios de la infancia 182
1.16.3.- Misterio de la Navidad 182
1.16.4.- Los misterios de la infancia de Jesús 182
1.16.5.- Los misterios de la vida oculta de Jesús 183
1.17.- LOS MISTERIOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS 183
1.17.1.- Bautismo de Jesús 183
1.17.2.- Las tentaciones de Jesús 184
1.17.3.- Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso 184
1.17.4.- “El Reino de Dios está cerca” 184
1.17.5.- El anuncio del Reino 184
1.17.6.- Características del Reino de Dios 185
1.17.7.- Exigencias espirituales y morales para entra en el Reino de Dios 186
1.17.8.- Jesús llama a sus discípulos 188
1.17.9.- El seguimiento a Cristo 188
1.17.10. Exigencias del seguimiento 188
1.17.11.- Recompensas en el seguimiento 189
1.17.12.- Dinámica del seguimiento de Jesucristo 189
277
1.17.13.- Vocación de los Doce Apóstoles 189
1.17.14.- Misión de los Doce Apóstoles 190
1.17.15.- Elección de Pedro. Fundamento del primado 190
1.17.16.- Poder de Pedro y Misión 191
1.17.17.- Jesús llama a entrar en el Reino de Dios a través de parábolas 191
1.17.18.- Los milagros 192
1.17.19.- Una visión anticipada del reino. La Transfiguración 192
1.17.20.- La subida de Jesús a Jerusalén 192
1.17.21.- La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén 193
1.18.- EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO. 193
1.18.1.- El proceso de Jesús 193
1.18.2.- La muerte redentora de Cristo en el designio de salvación 193
1.18.3.- Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados 194
1.18.4.- Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre 194
1.18.5.- “El Cordero que quita el pecado del mundo” 194
1.18.6.- Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre 195
1.18.7.- Jesús anticipó en la cena la ofrenda libre de su vida 195
1.18.8.- La agonía en Getsemaní 195
1.18.9.- La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo 195
1.18.10.- Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia 195
1.18.11.- En la cruz, Jesús consuma su sacrificio 195
1.18.12.- Nuestra participación en el sacrificio de Cristo 196
1.18.13.- Jesucristo fue sepultado 196
1.18.14.- “Sepultados con Cristo” 196
1.18.15.- Cristo descendió a los infiernos 196
1.18.16.- La obra de Cristo en su descenso a los infiernos 197
1.19.- LA RESURRECCIÓN. Sentido de la Glorificación – Exaltación 198
1.19.1.- El acontecimiento histórico y trascendente 198
1.19.2.- Las apariciones del Resucitado 199
1.19.3.- La Resurrección como acontecimiento trascendente. Obra de la Stsma. Trinidad 200
1.19.4.- Sentido y alcance salvífico de la Resurrección 200
1.20.- La Ascensión 201
1.21.- Pentecostés 201
1.22.- Relación de Resurrección y Pentecostés 202
1.23.- Ascensión y Pentecostés 203
1.24.- Pentecostés, fruto del sacrificio 203
1.25.- Valor soteriológico de Pentecostés como consumación de la Nueva Alianza 204
1.26.- Pentecostés acontecimiento de misión 205

CAPITULO SEGUNDO
LA SANTA IGLESIA CATÓLICA
2.1.- La Iglesia en el designio de Dios 205
2.2.- Origen, fundación y misión de la Iglesia 205
2.3.- La Iglesia, prefigurada desde el origen del mundo 206
2.4.- La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza 206
2.5.- La Iglesia, instituida por Cristo Jesús 206
2.6.- La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo 207
2.7.- La Iglesia, consumada en la gloria 207
2.8.- El Misterio de la Iglesia, a la vez visible y espiritual 207
278
2.9.- La Iglesia, Misterio de la unión de los hombres con Dios 207
2.10.-La Iglesia, sacramento universal de salvación. “Fuera de la Iglesia no hay salvación” 208
2.11.- Símbolos de la Iglesia. 210
2.11.1.- La Iglesia nuevo Pueblo de Dios 210
2.11.2.- La Iglesia ,Cuerpo de Cristo 210
2.11.2.1.- Cristo, Cabeza de este Cuerpo 211
2.11.3..- La Iglesia, Esposa de Cristo 211
2.11.4.- La Iglesia, Templo del Espíritu Santo 211
2.12.- Propiedades esenciales de la Iglesia 211
2.13.- la Iglesia es Una 212
2.13.1.- Las heridas de la unidad 212
2.14.- La Iglesia es Santa 213
2.15.- La Iglesia es Católica 214
2.15.1.- Cada una de las Iglesia particulares es “católica” 214
2.15.2.- Quién pertenece a la Iglesia 215
2.15.3.- La misión de anunciar a Cristo 215
2.16.- La Iglesia es Apostólica 216
2.17.- La misión de los apóstoles. Los Obispos sucesores de los Apóstoles 216
2.18.- Los fieles de Cristo. Jerarquía, Laicos, Vida consagrada 217
2.19.- La constitución jerárquica de la Iglesia 217
2.20.- El Colegio Episcopal y su cabeza el Papa 218
2.20.1.- La misión de enseñar 219
2.20.2.- La misión de santificar 219
2.21.- La misión de gobernar 220
2.22.- Los fieles laicos 220
2.23.- La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo 221
2.24.- La participación en la misión profética de Cristo 221
2.25.- Su participación en la misión real de Cristo 221
2.26.- La Vida Consagrada. Consejos evangélicos y vida consagrada 221
2.26.- Las virginidad consagrada 221
2.27.- Los Institutos seculares 222
2.28.- Las Sociedades de Vida Apostólica 222
2.29.- Consagración y misión: anunciar al rey que viene 222
2.30.- MARIA, MADRE DE CRISTO, MADRE NUESTRA 223
2.30.1.- La maternidad de María respecto de la Iglesia 223
2.30.2.- Ella es nuestra Madre en el orden de la gracia 223
2.30.3.- El culto a la santísima Virgen María 224
2.30.4.- María, figura escatológica de la Iglesia 224

CAPITULO TERCERO
LA PARUSÍA. SEGUNDA VENIDA TRIUNFANTE DE CRISTO
PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS

3.1.- La Parusía. Segunda venida triunfal de Cristo Glorioso 224


3.2.- Escatología intermedia 225
3.3.- Morir en Cristo Jesús. La muerte 225
3.4.- El sentido de la muerte cristiana 225
3.5.- El juicio particular 226
279
3.6.- La Segunda venida de Cristo como victoria plena sobre todo lo creado 226
3.7.- La esperanza escatológica 227
3.8.- La realidad de la Parusía 227
3.9.- Circunstancias de la Parusía 227
3.10.- Señales precursoras de la parusía 228
3.11.- La resurrección de los muertos. La Resurrección de Cristo y la nuestra 229
3.12.- Cómo resucitarán los muertos los muertos. 229
3.13.- Resucitados con Cristo 230
3.14.- Cualidades de los cuerpos resucitados 231
3.15.- El Juicio Final Universal 231
3.16.- Circunstancias del Juicio universal. Cristo Juez 232
3.17.- ¿Quiénes, de qué y cómo serán juzgados? 232
3.18.- Tiempo y lugar del juicio 232
3.19.- El Cielo 233
3.20.- El Purgatorio 233
3.21.- El Infierno 234
3.22.- La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva 234

BIBLIOGRAFÍA 236

MAPAS

ÍNDICE
237

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280
281
282
283
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