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LOS SUJETOS DE DERECHO

I.- NOCIONES GENERALES.

El derecho puede ser visto desde diferentes perspectivas. De una manera muy sencilla podría
decirse que es un conjunto de reglas. Tomando esta idea, es importante tener presente que el propio
derecho define quiénes son los que pueden participar, o actuar en un sentido jurídicamente relevante, y
cómo. Por ejemplo, si una araña me muerde y a causa de ello muero, nadie diría hoy que ha cometido
“un delito”; no consideramos que el actuar de los animales sea relevante en el derecho, al menos no
como un actuar de ellos mismos. Podrá traer otras consecuencias, pero el derecho no reconoce a la araña
como un sujeto actuante en el derecho. Tampoco le reconocerá la titularidad de derechos y obligaciones.
A quienes sí se le reconoce la calidad de sujetos cuyo actuar puede ser jurídicamente relevante se
denominan sujetos de derecho. Ellos son personas para el derecho.

1.- La personalidad

Los derechos y obligaciones deben tener como fundamento o base una persona. Para los
principios jurídicos clásicos, desde el Derecho romano, “toda ley se ha establecido por causa de las
personas”.
Persona, por tanto, desde un punto de vista jurídico, es todo ser capaz de tener derechos y
obligaciones. Jurídicamente hablando, sinónimo de persona es la expresión sujeto de derecho.
El vocablo persona proviene del teatro griego antiguo, donde los actores cubrían sus rostros con
una máscara, cuyos rasgos correspondían al papel que desempeñaban. Los romanos distinguían entre
hombre y persona. La última denominación correspondía al hombre libre, mientras que los esclavos
eran hombres pero no personas 1.

Desde el punto de vista jurídico, persona y ser humano continúan siendo conceptos
sustancialmente diferentes 2. La expresión ser humano da cuenta de una realidad biológica. El
concepto de persona da cuenta de una abstracción jurídica.
En nuestros días, todo individuo de la especie humana, por el solo hecho de serlo, es persona,
no siendo necesario que esté dotado de plena voluntad y conciencia. Por tanto, los niños y dementes,
no obstante carecer de voluntad consciente, poseen personalidad, es decir, aptitud para tener
derechos y obligaciones. Pero esto es así no por la naturaleza del hombre o la mujer, sino porque el
derecho así lo dispone.
Además, no son los seres humanos los únicos que pueden estar dotados de personalidad, como
se demuestra con la noción de las personas jurídicas.

2.- Clasificación de las personas.

Los seres humanos no son los únicos sujetos de derecho. Junto con ellos están colectividades
formadas por estos o por bienes jurídicamente organizadas y elevadas por la ley, en virtud de diversas
consideraciones, a la categoría de personas.
De esta manera, la primera gran clasificación es aquella que distingue entre personas naturales (que son
las propiamente personas, como lo destaca el art. 55 CC) y personas jurídicas (art. 54 CC).

1
Eran hombres, pero no personas, porque carecían del status libertatis. Entraban de este modo en la categoría de
cosas: podían comprarse y venderse como un mueble.
2
En este contexto, cabe recordar que, entre nosotros, la personalidad podía perderse por la muerte civil (Decía
el antiguo art. 95 del CC., que “Termina también la personalidad, relativamente a los derechos de propiedad, por
la muerte civil, que es la profesión solemne, efectuada conforme a las leyes, en instituto monástico, reconocido
porr la Iglesia Católica”).

1
Hay, pues, dos especies de seres con personalidad: de un lado, las personas físicas, de carne y hueso, que
tienen una existencia material; de otro, las personas jurídicas o morales, que no poseen existencia corpórea, física,
sino inmaterial, puramente jurídica.

Por ahora nos ocuparemos de las naturales, las que pueden subclasificarse según diversos criterios.
a) Según la edad: De acuerdo a la edad, la persona natural recibe las siguientes denominaciones, conforme al art.
26 del CC:
1º) Infante o niño: Todo el que no ha cumplido 7 años.
2º) Impúber: Es el varón que no ha cumplido 14 años y la mujer que no ha cumplido 12.
3º) Adulto: Es el que ha dejado de ser impúber, es decir, el varón de 14 años o más y la mujer de 12 años o más.
Además de esta clasificación, se distingue según si se ha cumplido la mayoría de edad, que es a los 18 años.
Es mayor de edad, o simplemente "mayor", el que ha cumplido 18 años; mientras que se denomina menor de
edad, o simplemente "menor", a todo el que no ha llegado a cumplir dichos 18 años.
Por eso, todos los infantes o niños y los impúberes son siempre menores o menores de edad; mientras
que en el adulto se debe distinguir entre menor adulto y mayor adulto. Es "menor adulto", el varón que ha cumplido
los 14 años pero que no ha alcanzado aún los 18 años, y la mujer que ha cumplido los 12 años y que tampoco ha
llegado a los 18 años. Mayor adulto es todo el que ha pasado los 18 años, por lo que en la práctica se identifica con
el concepto general de mayor de edad.
Esta clasificación se modifica en leyes especiales. Así, por ejemplo, la Convención de Derechos del Niño
entiende por tal a todo aquel que no cumplido los 18 años. Por su parte, la ley Nº 19.968, Ley de Tribunales de
Familia, dispone que para sus efectos se considera niño o niña a todo ser humano que no ha cumplido los catorce
años, e introduce la denominación de "adolescente" para el que ha cumplido catorce años, pero es menor de 18
(art. 16 inc. 3°, Ley de Tribunales de Familia).

b) Según la nacionalidad y el domicilio: Otra clasificación de las personas es la que las divide en chilenos y
extranjeros (art. 55 CC). El Código Civil se remite a la Constitución para determinar quiénes tienen la nacionalidad
chilena (arts. 10 y 11 Const.). Todos los demás, incluidos los que han perdido la nacionalidad chilena o los que no
tienen nacionalidad alguna (apátridas), son extranjeros (art. 56 CC).
Finalmente, las personas, en relación con su permanencia en el territorio chileno, pueden clasificarse en
domiciliadas y transeúntes (art. 58 CC).

LAS PERSONAS NATURALES

1.- Definición legal

Está contenida en el art. 55 del CC. “Son personas todos los individuos de la especie humana,
cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”.
Los elementos de esta definición son:
a) Individuos de la especie humana: es todo hijo de mujer.
b) Edad: tan persona es el individuo que vive un momento como el que pasa un siglo.
c) Sexo: hombres y mujeres, todos tienen personalidad.
d) Estirpe: la palabra “estirpe”, en su sentido más propio y estricto, que es el que le da el
Diccionario de la Lengua, significa raíz y tronco de una familia o linaje. En consecuencia, cualquiera
que sea la raíz y el tronco de la familia del individuo, en nada influye sobre la adquisición de la
personalidad.
e) Condición: este término se refiere tanto a la calidad del nacimiento, cuanto a la posición
que los seres humanos ocupan en la sociedad por razón de abolengos, riquezas, clase, puestos
públicos, etc. Antiguamente, la condición de esclavo era excluyente de la personalidad.

2
El Código, al reconocer la personalidad a todos los individuos de la especie humana sin
distinción no hace otra cosa que ajustarse al principio constitucional que se viene arrastrando desde
nuestras primeras cartas políticas y que dice que en Chile impera la igualdad ante la ley: no hay
persona ni grupo privilegiados, no hay esclavos y el que pise su territorio queda libre. Hombres y
mujeres son iguales ante la ley (art. 19 N° 2 CPR) y, declaración que por lo demás se formula en su
art. 1º: las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos.

2.- Principio de la existencia de las personas naturales.

Debemos distinguir entre existencia natural y existencia legal.

2.1. Existencia natural.


Comienza con la concepción y se extiende hasta el nacimiento, momento que marca el
comienzo de la existencia legal (art. 74º).
Sin embargo, la ley toma en cuenta la existencia natural con el propósito de proteger la vida y
los derechos del que está por nacer.
A.- Protección de la vida del que está por nacer. Se encuentra protegido a nivel constitucional y legal.
En la Constitución Política de la República, al disponer su art. 19, N° 1, inciso 2º: “La ley protege la vida
del que está por nacer”. En cumplimiento del mandato de la Carta Fundamental, establece el Código
Civil en su art. 75º que el juez está en la obligación de adoptar, a petición de cualquiera persona o de
oficio, todas las medidas que parezcan necesarias para proteger la existencia del no nacido, cuando se
crea que peligra. En ese entendido, deberá postergarse todo castigo que la ley imponga a la madre,
que pudiere poner en peligro la vida o la salud de la criatura que lleva en su vientre. En el campo penal,
los arts. 342 a 345 del CP tipifican el delito de aborto, en el título de “Crímenes y simples delitos contra
el orden de las familias y contra la moralidad pública”. Nótese que el delito no está contemplado entre
los “Crímenes y simples delitos contra las personas” (arts. 390 y ss. del CP), por cuanto la personalidad
comienza con el nacimiento, es decir con la existencia legal.
Otra protección, encontramos en el artículo 195 del Código del Trabajo, que consagra el período
de descanso prenatal y post natal.
A su vez, el art. 2° inc. 3, de la Ley N° 14.908 sobre Abandono de Familia y Pago de Pensiones
Alimenticias, dispone que la madre podrá solicitar alimentos para el hijo que está por nacer.

B. Protección de los derechos del que está por nacer: art. 77º CC. Los derechos que se deferirían a la
criatura que está en el vientre materno, si hubiese nacido y viviese, deberán permanecer suspensos, por
orden de la ley, hasta que el nacimiento se efectúe. Para determinar la suerte final de estos derechos,
debemos distinguir:
● Si se verifica el nacimiento: entra el recién nacido en el goce de los derechos, como si hubiere existido
al tiempo en que se defirieron (en que fueron concedidos). A su vez, los arts. 485 y siguientes establecen
normas relativas a los derechos eventuales del que está por nacer, cuando se nombra un curador, a
falta de padre o madre. Para que el derecho se adquiera por la criatura que nace viva, es menester que
haya estado concebida en el momento de la delación del derecho. El art. 77 habla, en efecto, de derechos
deferidos a la criatura que está en el vientre materno, es decir, de derechos que requieren la existencia
actual del individuo en el momento en que son deferidos. No se refiere a personas futuras que al tiempo
de la delación no existen, pero se espera que existan (art. 926, inciso 3º), sino a seres cuya existencia
actual es indispensable para adquirir el derecho deferido.
● Si la criatura muere en el vientre materno o perece antes de estar completamente separada de su
madre o no sobrevive a la separación un momento siquiera: pasan los derechos a otras personas, como
si la criatura jamás hubiese existido.

3
- PRESUNCIÓN RELATIVA A LA ÉPOCA DE LA CONCEPCIÓN: ¿Cómo saber si la criatura estaba concebida al
tiempo de la delación del derecho? 3
Establece el art. 76 una presunción de derecho para determinar la época (más bien la fecha) de
la concepción, dado que ésta no es un hecho ostensible, que pueda probarse categóricamente, como sí
acontece con la maternidad.
“De la época del nacimiento se colige la de la concepción, según la regla siguiente:
“Se presume de derecho que la concepción ha precedido al nacimiento no menos que ciento
ochenta días cabales, y no más que trescientos, contados hacia atrás, desde la medianoche en que
principie el día del nacimiento”.
El plazo se cuenta hacia atrás, desde la medianoche en que principia el día del nacimiento (o sea,
desde las 0 horas del día respectivo) 4. Normalmente, el nacimiento se produce entre los 270 y 285
días posteriores a la concepción, y por ello la ley pone como plazo máximo 300 días. También presume
la ley el tiempo mínimo de gestación en 180 días. Se ha criticado sin embargo la presunción citada,
porque la experiencia médica demuestra que hay casos de gestación de más de 300 y de menos de 180
días.
La regla del art. 76 tiene gran importancia. Desde ya, es necesario estar concebido para que los
derechos eventuales del que está por nacer permanezcan en suspenso hasta el nacimiento (salvo que
se trate de una asignación hecha en favor de persona que no existe, pero se espera que exista, conforme
al inc. 3º del art. 962, caso en el cual no hay duda de que se trata de una asignación condicional).
En relación con este tema, el art. 210 del CC por su parte, dispone, en el párrafo de las acciones
de reclamación de la filiación, que el concubinato de la madre con el supuesto padre, durante la época
en que ha podido presumirse legalmente la concepción, servirá de base para una presunción judicial de
paternidad. A su vez, el art. 184 establece presunciones de paternidad, las que son simplemente legales,
y admiten prueba en contrario.
La disposición del art. 76 tiene un alcance general. Se aplica para cualquier caso en que sea
menester precisar la fecha de la concepción con algún fin jurídico. Nuestro legislador no es acertado al
elevar a la categoría de presunción de derecho los plazos sobre determinación de la concepción que
consagra en esta norma.

2.2. Existencia legal.


Comienza con el nacimiento, iniciándose así la personalidad legal del sujeto. Para ello, el
nacimiento debe reunir tres condiciones:
1º Que el niño se separe de su madre: es decir, que el feto se desprenda del claustro materno,
sea naturalmente, sea artificialmente, por medios quirúrgicos.
2º Que la separación sea completa: sobre el particular, en la doctrina se han sustentado dos tesis.
● Para algunos, ningún vínculo físico debe haber entre madre e hijo, es decir, debe haber una efectiva
separación material, lo que ocurrirá cuando se corte el cordón umbilical.

3
La fecundación o concepción es la fusión del espermatozoide con el óvulo en el interior del organismo femenino.
¿Cuándo se produce? Para los efectos de determinar el momento en que ocurre “sólo se cuenta con tres
antecedentes: a) momento de la cópula; b) fecha de la cesación de la menstruación, y c) fecha del nacimiento. De
éstos, la ley únicamente considera el último.
a) El momento de la cópula puede servir para determinar con cierta precisión el hecho de la fecundación, ya que el
espermatozoide tiene una vida efímera. No obstante, cuando las relaciones sexuales son varias, es arbitrario atribuir
a una de ellas la fecundación.
b) La fecha de la cesación de la menstruación también puede contribuir a fijar el momento de la fecundación con
alguna precisión, ya que, conforme a la teoría de Ogino y Knaus, ella debería haberse producido en un plazo variable,
entre el duodécimo y decimonoveno días anteriores al día en que debió ocurrir la menstruación.
c) La fecha del nacimiento, en cambio, no es índice de valor para establecer el momento de la fecundación, pues la
diferencia de desarrollo intrauterino, así como las más variadas causas, pueden traer como consecuencia el que la
criatura nazca a término, precoz o tardíamente.
4
Para aplicar la presunción es necesario que la criatura haya nacido y que se sepa el día del nacimiento. Lógicamente,
la concepción ha debido ser anterior al nacimiento, por eso los plazos legales se cuentan "hacia atrás". El momento
de inicio del cómputo es "la medianoche en que principie el día del nacimiento", por tanto, no es la medianoche del
día del nacimiento, sino la del anterior. Así, si el nacimiento se produjo a las 10:30 horas del día 20 de septiembre,
los plazos se contarán desde las 24 horas del día 19 de septiembre).
4
● Otros, piensan que la ley ha querido decir que la criatura salga completamente del seno materno, sin
importar si el cordón umbilical está o no cortado, pues dicho cordón no significa propiamente
unión de los dos cuerpos, dado que se trata de un anexo que no pertenece al cuerpo de la madre ni del
hijo. Se agrega que si la existencia quedara supeditada a una actividad externa como es el corte del
cordón umbilical, el nacimiento no sería un acto natural y se podría decidir a voluntad el principio de
la existencia legal de la criatura.
3º Que la criatura haya sobrevivido a la separación un momento siquiera: como señala un autor, basta
un destello de vida. La criatura que muere en el vientre materno o antes de estar completamente
separada de su madre, o que no sobrevive a la separación un momento siquiera, se reputa no haber
existido jamás (art. 74, inc. 2º).
Determinar si una criatura ha vivido o no puede tener gran importancia, en lo que se refiere a
la sucesión por causa de muerte. La supervivencia del hijo puede probarse por los medios ordinarios de
prueba, como el testimonio de los médicos, matronas, etc. Pero si no hubo manifestaciones externas
evidentes de vida, como el llanto, habrá que recurrir a procedimientos médico-legales, dirigidos
fundamentalmente a comprobar si la criatura alcanzó a respirar. El más usado es la docimasia pulmonar
hidrostática (verificar si los pulmones flotan).
¿A quién corresponde probar que la criatura nació viva o muerta? La prueba de un derecho
compete al que lo alega. De consiguiente, la persona que, por ejemplo, pretende heredar al niño, deberá
demostrar que éste nació vivo.
Nuestro CC no plantea ninguna exigencia posterior al nacimiento, para conceder la personalidad.
La duración de la vida le es indiferente en cuanto al reconocimiento de la personalidad. Con ello, se
recepciona la llamada doctrina de la vitalidad. Otras legislaciones, en cambio, acogen la doctrina de la
viabilidad, que exige a la criatura aptitud para continuar viviendo por un determinado lapso 5. Se critica
la doctrina de la viabilidad, por cuanto es enteramente arbitrario e injustificado designar cierto plazo.
La tendencia moderna se inclina por la doctrina de la vitalidad.

2.3. El cuerpo y su dimensión jurídica

a) Naturaleza jurídica del cuerpo y de sus órganos


El cuerpo de la persona no puede ser considerado objeto de derechos, o sea, una cosa susceptible
de propiedad o enajenación. El cuerpo humano en este sentido se identifica con la persona. Luego es
totalmente incomerciable e inapropiable.

b) Naturaleza y disposición de las partes separadas del cuerpo humano


Existen partes del cuerpo humano que son separables sin incurrir en ningún ilícito ni daño a la
persona: las piezas dentales extraídas, las uñas cortadas, el cabello, la placenta expulsada después del
parto, el cordón umbilical, la sangre que puede ser extraída, los espermios u óvulos separados del cuerpo
que los produjo, etc.
¿Qué son estos elementos biológicos y quién puede disponer de ellos? Parece claro que, una vez
ocurrida la separación, ya no integran el cuerpo de la persona, y por tanto son cosas, respecto de las cuales
procede, en principio, la propiedad y la facultad de disposición o enajenación.
No obstante, el que sean consideradas cosas no significa que pueda hacerse cualquier uso de ellas.
Las cosas pueden ser también consideradas absoluta o relativamente incomerciables y pueden estar
restringidas en cuanto a su disposición.
Si las cosas que fueron parte del cuerpo humano no presentan ningún peligro para la persona de
la que proceden o terceros, ni tampoco existen razones para controlar o limitar su disposición, como
sucede con las piezas dentales, el cabello o las uñas, no se ven problemas para considerar que la persona

5
En tal sentido, el antiguo art. 30 del Código Civil español establecía: “Para los efectos civiles, sólo se reputará
nacido el feto que tuviere figura humana y viviere 24 horas enteramente desprendido del seno materno”. Hoy, el
Código Civil español consagra también la doctrina de la vitalidad, el disponer su actual artículo 30: “La personalidad
se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero desprendimiento del seno
materno”.
5
de la que proceden estos elementos es dueña de ellos y puede disponer libremente, ya sea a título gratuito
u oneroso, aunque únicamente después de su separación.
No sucede lo mismo respecto de la sangre, los tejidos y órganos humanos, las líneas celulares, la
médula, espermios y óvulos, y elementos biológicos similares. Estas cosas son incomerciables por los
riesgos que puede suponer su extracción y los peligros que supondría un tráfico de este tipo de elementos.
Por ello, la ley, si bien reconoce la propiedad de ellos por parte de la persona de la que proceden, restringe
la disposición y su utilización en el tráfico jurídico.
Así, el Código Sanitario establece que la disposición de tejidos humanos para injertos se admite
sólo como donación, es decir, a título gratuito (art. 152 CS). El Reglamento del Título IX de dicho Código
dispone igualmente que, si se trata de placentas, tejidos cerebrales o pulmonares y demás elementos que
resultaren de las intervenciones quirúrgicas, los directores de establecimientos hospitalarios pueden
destinarlos a la investigación científica o a la elaboración de productos terapéuticos o reactivos (art. 16
D.S. Nº 240, de 1983). Debe entenderse que ello se hará con el consentimiento del titular, o ante el
abandono que éste haga de ellos.
Para la sangre, se exige que la disposición sea a título de una donación que se perfecciona por la
sola voluntad del donante, sin formalidad alguna. La misma regla se aplica a espermios, óvulos, sangre,
médula ósea, huesos, piel y fanereos (art. 17 D.S. Nº 240, de 1983).
Respecto de las células germinales, espermios u óvulos, debe distinguirse su disposición para fines
de investigación o exámenes de fertilidad (para lo cual pueden donarse conforme a la norma
reglamentaria), y su destinación a la procreación en beneficio de un matrimonio o personas distintas,
mediante la práctica de las llamadas técnicas de reproducción humana asistida.
Si se trata de órganos humanos que serán extraídos para fines de trasplante, la disposición está
especialmente reglada por una ley especial, la ley Nº 19.451, y su reglamento.

c) Naturaleza y disposición del cadáver


El cadáver es el cuerpo de la persona que ha muerto. Habiéndose extinguido la persona, los restos
corporales que quedan están sujetos al estatuto de las cosas, pero nuevamente no de una cosa cualquiera,
sino de una especialmente respetable por los sentimientos que genera esa materia que ha sido sustento
de una persona humana.
El cadáver y las cenizas mortuorias deben considerarse cosas incomerciables e incluso, hasta cierto
punto, inapropiables. Nadie se siente ni quiere sentirse propietario de ellas, aunque se reconocen poderes
de disposición, pero muy restringidos.
Los cadáveres deben ser sometidos a un proceso legal de inhumación en instalaciones autorizadas
para ese fin. La inhumación ilegal está castigada penalmente (art. 320 CP).
No obstante, se admite que la persona en vida pueda destinar sus restos mortales mediante un
acto que producirá efectos después de su muerte. Sólo puede ser a título gratuito, como donación, la que
se otorgará por escrito. Pero los destinos a los que puede dejarse el cadáver son sólo algunos
específicamente mencionados en la ley: utilización en investigación científica, docencia universitaria,
elaboración de productos terapéuticos o realización de injertos (art. 146 CS). El cónyuge o a falta de éste
los parientes en el orden previsto en el art. 42 del CC o el conviviente civil pueden autorizar en acta suscrita
ante el director del establecimiento hospitalario, el injerto de tejidos de un cadáver (art. 148 CS).
Los cadáveres no reclamados dentro del plazo legal pueden ser utilizados para los mismos fines
(art. 147 CS). Cuando se trata de disponer de órganos del cadáver para trasplantes, nuevamente se aplica
la legislación especial referida a esta materia.
Con relación a la cremación, puede señalarse que el Código Sanitario permite la incineración del
cuerpo del difunto, pero sólo en crematorios autorizados por el Servicio Nacional de Salud (art. 136 CS) 6.
Para que se proceda a la cremación de un cadáver debe obtenerse la autorización del Director del
Servicio Nacional de Salud (hoy Secretario Regional Ministerial de Salud). Para que se otorgue dicha

6
El Reglamento de Cementerios, contenido en el DS Nº 357, Ministerio de Salud, de 1970, modificado por el D.S. Nº
69, de 2014, actualiza la autoridad competente para autorizar un crematorio indicando que se trata de la
Subsecretaría Regional Ministerial de Salud (art. 69). Este mismo Reglamento regula el funcionamiento de los
crematorios y de la incineración de los restos humanos.
6
autorización es necesario el pase de sepultación del Registro Civil (que supone la inscripción de la muerte
en el Registro de Defunciones), y la manifestación de voluntad del difunto en el sentido de que desea que
se incinere su cadáver, la que debe constar por escrito. A falta de esta manifestación, se requiere que la
cremación sea solicitada por el cónyuge sobreviviente, o por los parientes más cercanos conforme a un
orden de prelación predeterminado (art. 73 D.S. Nº 357). Se deberá levantar un acta de la incineración
que debe ser suscrita por al menos uno de los deudos del fallecido o las personas que la solicitaron, y por
la autoridad del cementerio. Esta acta debe ser consignada en un Libro que debe mantener el crematorio
(art. 69 D.S. Nº 357).
Una vez efectuada la cremación, las cenizas son entregadas a los deudos. En relación con el
transporte de las cenizas de un difunto cuyo cadáver ha sido cremado, se exige que éstas sean ser
transportadas en cofres o ánforas, debidamente cerrados (art. 76 D.S. Nº 357).
No encontramos disposiciones sobre la mantención de las cenizas en las casas o su dispersión en
el aire, tierra o agua, por lo que pareciera que ello no está vedado por la legislación chilena, al menos en
la medida en que ese destino no sea indecoroso para la dignidad que se debe a los restos mortales de una
persona.

d) El tratamiento civil del trasplante de órganos: Ley Nº 19.451


i) Trasplantes de partes del cuerpo de una persona viva
Se permite que se extraigan órganos de una persona viva, si ésta no sufre un daño
desproporcionado, con el objeto de disponer de ellos para ser implantados en un enfermo que lo requiere
para recuperar su salud o mantener la vida.
La disposición es considerada un acto de donación, de manera que debe ser necesariamente a
título gratuito (art. 3º ley Nº 19.451). El donante debe ser capaz, es decir, mayor de edad (art. 4º ley Nº
19.451). El donante debe firmar un acta ante el Director del establecimiento hospitalario en que declare
su voluntad de donar (art. 6º ley Nº 19.451) 7.
Estas donaciones por regla general sólo pueden hacerse a favor de ciertos parientes o el cónyuge
o conviviente del donante (art. 4º bis ley Nº 19.451). La ley Nº 20.988, de 2017, incorporó dos nuevas
figuras a la ley Nº 19.451, la del llamado "donante altruista" y la "donación cruzada" 8.
ii) Trasplantes de órganos de un cadáver
Se permite también que se disponga de órganos para trasplante cuando el donante haya fallecido.
Se trata de donaciones de cadáver a vivo.
La disposición nuevamente es esencialmente gratuita (art. 3º ley Nº 19.451), pero no es necesario
que la voluntad de donar se haya manifestado en forma expresa. Después de la reforma de la ley Nº
20.673, de 2013, nuestra legislación aceptó el modelo del "donante universal", por el cual se presume por
el solo ministerio de la ley que toda persona mayor de edad es donante de órganos para después de su
muerte, salvo que manifieste voluntad en contrario mediante un documento notarial, el que debe ser
remitido por el mismo notario para sea inscrito en el Registro Nacional de No Donantes que lleva el
Registro Civil (art. 2º bis ley Nº 19.451).

7
Al respecto puede verse el Reglamento de la ley Nº 19.451 (D.S. Nº 656, Salud, 1997, arts. 13 a 19).
8
El "donante altruista" puede donar un órgano en vida, pero no a favor de cierta y determinada persona, sino a favor
de la persona que sea determinada como receptor por el sistema público de trasplantes (art. 4º bis ley Nº 19.451).
La prohibición de donación con receptor elegido por el donante que no sea pariente o cónyuge se funda en la
necesidad de evitar el comercio de órganos humanos. La "donación cruzada" intenta solucionar el problema que se
da cuando entre dos personas que son parientes no puede realizarse el trasplante por razones de incompatibilidad.
Según la ley, es donación cruzada "aquella que se realiza entre parejas donante-receptor que se encuentren en la
situación descrita y estén inscritas en un registro nacional de parejas donante-receptor, en el Instituto de Salud
Pública, como responsable del listado nacional de potenciales receptores de órganos" (art. 4º ter ley Nº 19.451). Por
ejemplo, Juan necesita un riñón y su hermano Pedro está dispuesto a donarle uno, pero los estudios determinan que
no son compatibles. En ese caso, puede que haya otra "pareja" de potencial donante y receptor que también sean
incompatibles entre sí, pero no con otra pareja del sistema. Así, Diego necesita un riñón, pero su hermana María no
puede donárselo por incompatibilidad. En tal caso, se estudian los antecedentes de manera cruzada entre
potenciales donantes y potenciales receptores: si Juan es compatible con María, y a su vez Diego es compatible con
Pedro, se puede producir la donación de María hacia Juan y de Pedro hacia Diego.

7
Según la ley, "en caso de duda fundada respecto de la calidad de donante" debe consultarse la
voluntad de los familiares previstos en un listado contenido en el art. 2º bis de la ley Nº 19.451, listado
que además constituye un orden de prelación. En la práctica, y es muy comprensible que sea así, los
médicos no extraen órganos sin contar con la anuencia del cónyuge o parientes más cercanos del difunto.

3.- Fin de la existencia de las personas naturales: La muerte.

La muerte consiste en la cesación de los fenómenos de la vida, y como tal, extingue la personalidad
jurídica del individuo. Los derechos y obligaciones del fallecido quedan sin titular hasta la aceptación de la
herencia por los herederos, pero como esto causa problemas, el derecho moderno mediante una ficción
considera que el heredero es sucesor del difunto desde el fallecimiento del causante, se retrotrae la
aceptación (Art. 1239).
Así como ocurre con el inicio de la existencia de las personas, el concepto de muerte también ha
sido discutido en sede constitucional. La discusión se inició respecto de una modificación efectuada al
Código Sanitario con objeto de facilitar los trasplantes de órganos.
Los transplantes requieren de órganos aún en funcionamiento. Por ello, la utilización del concepto
tradicional de muerte, entendida como la cesión de la función cardiorrespiratoria de una persona los hace
inviables. Por ello, a fines de la década de los sesenta, en la Universidad de Harvard se desarrolló el
concepto de muerte cerebral, que entendía la muerte como la cesión de la función cerebral, sin perjuicio
que los demás órganos del cuerpo humano siguieran operando. Posteriormente, el concepto se ha
extendido a nivel mundial.
En Chile, la modificación al Código Sanitario derivó en un requerimiento ante el Tribunal
Constitucional, sobre la base que el concepto de muerte cerebral se reconocía sólo “para los efectos” del
transplante de órganos, lo que, en opinión de ciertos parlamentarios, llevaba a la existencia de dos
conceptos de muerte distintos, lo que era discriminatorio.
El requerimiento ante el Tribunal Constitucional no prosperó. Se ha interpretado que, en realidad,
la norma no establecía un concepto de muerte distinto del tradicional (pues no puede objetarse que la
cesación de la vida pasa por la pérdida de la función cerebral y no de los demás órganos), sino que
simplemente, atendidas las circunstancias y los requerimientos, la forma de acreditación de la muerte era
distinta. En este sentido, tomando en cuenta que lo que está en juego es la vida de una persona, los
requisitos de acreditación de la muerte cerebral son mucho más exigentes (realización de
electroencefalogramas, opinión de médicos neurocirujanos), así como también lo son las condiciones en
que deben obtenerse (pues necesariamente se requieren instalaciones médicas de relevancia). En los
demás casos, en que no hay premura por obtener la declaración de defunción o bien no existen las
condiciones para realizar las pruebas necesarias para determinar la muerte cerebral, se utilizará como
forma de acreditación el cese de las funciones cardiorrespiratorias.

3.1. Acreditación de la muerte.


“La persona termina en la muerte natural” (art. 78). La muerte, desde un punto de vista jurídico,
puede ser real, comprobadamente judicialmente o presunta.
Dado que la muerte es un hecho jurídico de la naturaleza de gran trascendencia jurídica, la ley
ha tomado diversas medidas tendientes a acreditar, en todo momento, la efectividad de la muerte.
Tales normas se encuentran en el Código Sanitario, en el Reglamento del Registro Civil y en el CC.
Entre estas medidas, certificación del médico que asistió al difunto o prueba testimonial en su defecto 9,

9
Art. 141 del Código Sanitario: “Prohíbese inscribir en el Registro Civil las defunciones e inhumaciones de cadáveres
si no se justifican previamente las causas del fallecimiento mediante un certificado del médico que lo asistió en la
última enfermedad. A falta de éste, corresponderá extender dicho certificado al Servicio Nacional de Salud en las
condiciones que determine el reglamento”; Artículo 142 del mismo Código: “A falta de certificación médica
establecida en el artículo anterior, la verificación del fallecimiento se establecerá mediante la declaración de dos o
más testigos, rendida ante el Oficial del Registro Civil o ante cualquiera autoridad judicial del lugar en que haya
ocurrido la muerte. Esta declaración deberá ser hecha de preferencia por las personas que hubieren estado presentes
en los momentos antes del deceso, de todo lo cual se dejará expresa constancia”). Inscripción del deceso en el Libro
8
prohibición de sepultar el cadáver sin previa autorización del oficial del Registro Civil de la comuna en
que haya ocurrido la defunción, etc.
La ley establece la necesidad de que dicha muerte acceda al Registro Civil por medio de la práctica
de una inscripción en el Registro de Defunciones, de manera que luego baste presentar copia o un
certificado extraído de la información registral para acreditar la defunción en el tráfico jurídico o
judicialmente. El art. 305 inc. 3º del CC dispone que la muerte puede acreditarse o probarse por las
respectivas partidas de muerte.

Sobre el particular, cabe destacar que por la Ley N° 20.577, publicada en el Diario Oficial de
fecha 8 de febrero de 2012, se incorporaron tres artículos en el Título II del Libro I, que corresponden al
párrafo 4º, “De la comprobación judicial de la muerte”. Por la misma ley, se modificaron los artículos
44 y 45 de la Ley sobre Registro Civil, relativos a la inscripción de las defunciones. Estos preceptos
parten de la base de que existe certeza acerca de la muerte de una persona, aunque su cadáver no haya
sido habido o identificado 10. No corresponden por tanto a la institución de la muerte presunta, regulada
en el párrafo 3º del Título II. Las reglas son las siguientes:
● Toda vez que la desaparición de una persona se hubiere producido en circunstancias tales que la
muerte pueda ser tenida como cierta, aun cuando su cadáver no fuere hallado o no fuere posible
identificarlo, el juez del último domicilio que el difunto haya tenido en Chile, a solicitud de cualquiera
que tenga interés en ello, podrá tener por comprobada su muerte para efectos civiles y disponer la
inscripción de la resolución correspondiente en el Servicio de Registro Civil e Identificación (artículo 95
del Código Civil y artículo 44, inciso 1º, de la Ley sobre Registro Civil).
● La resolución que tenga por comprobada la muerte del desaparecido, se publicará en el Diario Oficial,
en extracto, dentro del plazo de 60 días, contado desde que aquella estuviere firme y ejecutoriada. El
extracto debe contener, al menos, los antecedentes indispensables para la identificación del fallecido y
la fecha de muerte que el juez haya fijado (artículo 96 del Código Civil).
● El Registro Civil procederá a practicar la respectiva inscripción del fallecimiento, con el mérito de la
sentencia, sin que en este caso deba adjuntarse un certificado expedido por un médico (artículos 44 y
45 de la Ley sobre Registro Civil).
● La resolución podrá dejarse sin efecto, cumpliendo con las mismas formalidades de publicidad
previstas en el artículo 96.

3.2. Los comurientes.


Puede ocurrir que dos o más personas llamadas a sucederse recíprocamente o una a la otra,
mueran en un mismo acontecimiento sin que se sepa cual falleció primero. Se habla en tal caso de
“comurientes”, regulado por el art. 79. Este precepto establece una presunción simplemente legal: se
procederá como si dichas personas hubiesen perecido en un mismo momento y ninguna de ellas
hubiese sobrevivido a las otras. Por ende, no habrá entre ellas sucesión por causa de muerte (art. 958).
La presunción del art. 79 es simplemente legal: puede destruirse, por tanto, demostrando por
cualquier medio de prueba que una de las personas falleció antes o después que la otra.

3.3. Efectos jurídicos de la muerte.


a) La sucesión de una persona se abre al momento de su muerte (art. 955). En ese momento, se
conceden las asignaciones hereditarias o testamentarias, salvo que fueren condicionales (art. 956º).
Sólo pueden suceder los que existan en el momento en que se abre la sucesión, excepto los que ya
están concebidos o aquellos que no existen, pero se espera que existan (arts. 77 y 962).
b) Se disuelve el matrimonio (art. 42 de la Ley de Matrimonio Civil) o el acuerdo de unión civil (art. 26
de la Ley N° 20.830).

de Defunciones del Registro Civil (art 143 del Código Sanitario: “Los fallecimientos deberán ser inscritos en el Registro
Civil de acuerdo con la clasificación internacional de las causas de muerte”.
10
Debe tenerse presente los dispuesto por el art. 3º de Ley N° 20.577- No podrá tenerse por comprobada la muerte
de una persona mediante el procedimiento considerado en la letra b) del artículo 2º de esta ley, en los casos
regulados por la ley Nº 20.377, sobre declaración de ausencia por desaparición forzada de personas".
9
c) Se extinguen los derechos que no pueden transmitirse (alimentos, usufructo, uso o habitación,
etc.).
d) Terminan algunos contratos: por ejemplo, mandato (siempre si muere el mandatario, por regla
general si muere el mandante); comodato (si muere el comodatario); sociedad de personas, etc.
e) En el ámbito de la formación del consentimiento, la oferta caduca por la muerte del oferente.
f) Se emancipan los hijos por la muerte del padre o madre que estuviere ejerciendo la patria potestad,
salvo si corresponde al otro de los padres ejercer la patria potestad, y por la muerte del último,
si la ejerce (art. 270 N° 1).
g) Término del albaceazgo (art. 1279).
h) Extinción de ciertas acciones civiles del ámbito del derecho de familia: acción de nulidad de
matrimonio (art. 47 de la Ley de Matrimonio Civil, por regla general, sólo podrá intentarse si viven
ambos cónyuges, salvo ciertos casos excepcionales contemplados en el artículo 46 de la citada ley);
acción de divorcio (art. 56 de la misma ley).

4.- La muerte presunta.

4.1. Concepto.
Es la declarada por el juez, en conformidad a las reglas legales, respecto de un individuo que ha
desaparecido y de quien se ignora si vive o no.
El juez, partiendo de ciertos antecedentes, presume la muerte de una persona. Por ello, el
Código la trata bajo el título “De la presunción de muerte por desaparecimiento”, en los arts. 80 al 94.
La presunción es de carácter simplemente legal, y se basa en dos circunstancias conocidas:
a) La ausencia o desaparecimiento de un individuo por largo tiempo de su domicilio;
b) La carencia de noticias de éste.

4.2.- Objeto.
El objeto de la muerte presunta es resguardar diversos intereses. La ley considera:
a) El interés de la persona que ha desaparecido;
b) El interés de los terceros, principalmente de aquellos que tengan derechos eventuales en la sucesión
del desaparecido; y
c) El interés general de la sociedad de que no haya bienes y derechos abandonados, lo que atenta
contra el principio de la libre circulación de la riqueza.

El principal objeto de la declaración de muerte presunta es definir la suerte de los bienes que
constituían el patrimonio dejado por el desaparecido o de aquellos bienes que pudieran corresponderle
en las sucesiones abiertas durante su ausencia.

4.3. Condiciones para que tenga lugar la muerte presunta.


Del art. 80 y siguientes del CC, se desprende que para que tenga lugar la muerte presunta,
deben concurrir 4 requisitos:
a) Que sea declarada por sentencia judicial;
b) Que la declaración se haga de conformidad al procedimiento contemplado en el Código Civil;
c) Que el individuo haya desaparecido, esto es, que se haya ausentado de su domicilio; y
d) Que no se tenga noticias de su existencia.

4.4. Períodos de la muerte presunta.


Distinguimos tres períodos:
a) El de la mera ausencia, al fin del cual se pide la declaración de muerte presunta;
b) El de posesión provisoria de los bienes del desaparecido; y
c) El de posesión definitiva de los mismos bienes.

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4.5 Tramitación
a) Los interesados deben justificar previamente que se ignora el paradero del desaparecido y que se han
hecho las diligencias posibles para averiguar tal paradero: artículo 81 Nº 1. Lo anterior puede probarse por
medio de información de testigos, sin perjuicio que el juez, de oficio o a petición de cualquier persona
interesada o del defensor de ausentes, pueda decretar las medidas que estime necesarias para el
esclarecimiento de los hechos (artículo 81 Nº 4).
b) Citación del desaparecido: deberá hacerse hasta por tres veces, en el Diario Oficial, corriendo más de 2
meses entre cada dos citaciones; por ende, cuatro meses corren a lo menos entre la primera y tercera
citación. (Artículo 81 N° 2).
c) Intervención del defensor de ausentes (artículo 81 Nº 4).
d) Inserción o publicación de la sentencia en el Diario Oficial (artículo 81 Nº 5).
e) Transcurso de cierto plazo mínimo desde la última citación: deben haber transcurrido tres meses al
menos desde la última citación (artículo 81 Nº 3).
f) Transcurso de cierto plazo mínimo desde la fecha de las últimas noticias que se tuvieron del
desaparecido: deben haber transcurrido a lo menos 5 años, desde la fecha de las últimas noticias del
desaparecido (artículo 81 Nº 1).
Se ha discutido en la doctrina acerca del momento desde el cual se cuenta el plazo de 5 años: si
desde que fueron enviadas las últimas noticias (Claro Solar) o desde la fecha en que estas se recibieron
(Somarriva).
No es necesario que las últimas noticias del desaparecido provengan directamente de éste (“...que
se tuvieron...”, artículo 81 Nº 1).
El indicado plazo de 5 años debe haber transcurrido cuando llega el momento de la declaración de
muerte presunta y no cuando se inicia el trámite (si así fuere, deberían transcurrir 5 años 7 meses al menos,
para declarar la muerte presunta; sin embargo, se requieren sólo 5 años).

4.6 Fijación del día presuntivo de la muerte


• El juez fijará como día presuntivo de la muerte, por regla general, el último del primer bienio
contado desde la fecha de las últimas noticias.
• En la práctica, si las últimas noticias se tuvieron el 15 de junio de 2000, el día presuntivo de muerte
será el 15 de junio de 2002, día que no podrá fijarse sino por una resolución dictada después del 15 de
junio de 2005).
• Excepcionalmente, en tres casos, el día presuntivo de muerte se fija en otra fecha:
a) Día presuntivo de la muerte de una persona que recibió una herida grave en la guerra o le
sobrevino otro peligro semejante: será el de la acción de guerra o peligro y si no es posible determinar tal
día, el juez adoptará un término medio entre el comienzo y fin de la acción bélica o de peligro (art. 81 Nº
7).
b) Día presuntivo de la muerte de una persona que se encontraba en una nave o aeronave
reputada perdida: se fijará conforme a la regla anterior (art. 81 Nº 8).
c) Día presuntivo de muerte en caso de sismo o catástrofe: será el del sismo, catástrofe o
fenómeno natural (art. 81 Nº 9).

Las sentencias ejecutoriadas que declaren la muerte presunta deben inscribirse en el Libro de
Defunciones del Registro Civil, en la comuna correspondiente al tribunal que hizo la declaración (art. 5 Nº
5 Ley de Registro Civil).

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