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Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades

Las Ciencias y las


Humanidades en los
Umbrales del siglo XXI

la producción ajustada y la
reingeniería en los Estados Unidos
y en la economía mundial

Simón Head

Universidad Nacional Autónoma de México


La producción ajustada y la reingeniería
son las formas dominantes de moderniza­
ción empresarial en los sectores fabriles y
de servicios respectivamente. Son, también
catalizadores del desempeño de indicado­
res económicos muy importantes, tales
como la productividad, el crecimiento, la
competitividad y los salarios reales.

En el presente trabajo Simón Head analiza


los procesos económicos y sociales a que
han dado lugar a dichas formas, particu­
larmente en los Estados Unidos. También
expone los resultados de las principales
propuestas teóricas y de investigaciones
empíricas en el campo de la producción
ajustada y la reingeniería.

En general, el cambio tecnológico que su­


pone la modernización empresarial, afirma
el autor, ha provocado disparidad econó­
mica y social. Los bajos salarios, el empleo
de mano de obra temporal y contingente, la
baja sindicalización y, en fin, la desregu­
lación del mundo del trabajo, han condu­
cido a un aumento constante de la
desigualdad.
LA PRODUCCIÓN AJUSTADA Y LA
REINGENIERÍA EN ESTADOS UNIDOS
Y EN LA ECONOMÍA MUNDIAL

Videoteca de Ciencias y Humanidades


Colección:
Las Ciencias y las Humanidades
en los Umbrales del Siglo XXI
Director:
Pablo González Casanova

Consejo Consultivo:
Luis de la Peña
Pablo Rudomín
Rolando García
Beatriz Garza Cuarón
ganzl912
LA PRODUCCIÓN AJUSTADA Y LA
REINGENIERÍA EN ESTADOS UNIDOS
Y EN LA ECONOMÍA MUNDIAL

Simón H ead

Universidad Nacional Autónoma de México,


Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades,
Coordinación de Humanidades
México, 1998
ganzl912

Primera edición, 1998

Coordinación Editorial:
Maya Aguiluz ¡bargüen
Diseño de portada:
Ma. de los Ángeles Alegre Schettino

D.R. © 1998
Universidad Nacional Autónoma de México,
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.

Impreso en México/Printed in México

ISBN: 968-36-6886-0
S imón H ead

Realizó estu d io s e n Política y Pilosofia e n la Universidad


d e Oxford (Inglaterra) y en la Universidad de California
en B erkeley (EUA).
H a sido a siste n te de edición de la revista F a r E a stem
Economic en H ong Kong y corresponsal en el su d e ste
asiático p a ra el London F inancial Time. D esde 1973 co­
labora p a ra la New York Review of Books.
E s especialista en te m a s diplomáticos y económi­
cos internacionales. Actualm ente escribe u n libro
sobre el desarrollo de la economía de E sta dos
Unidos en los a ñ o s noventa.
LA PRODUCCIÓN AJUSTADA Y LA
REINGENIERÍA EN ESTADOS UNIDOS
Y EN LA ECONOMÍA MUNDIAL*

Siento que debo em pezar este ensayo con u n intento de


definición y explicación. ¿Por qué u n ensayo dedicado al
papel de la econom ía en vísp eras del nuevo m ilenio con­
tiene en el título dos conceptos m uy específicos, casi téc­
nicos, a saber, “producción a ju sta d a ” y “reingeniería”?
¿C uál e s la im portancia de esto s d os conceptos que j u s ­
tifica u n a categoría ta n prom in en te? P ara d e m o strar esta
opción, primero trataré de definirlos y después los ubicaré
en el paisaje económico del que deriva su im portancia.
Prim ero lo haré en el contexto de la econom ía estad o u ­
nidense porque, al final del siglo y del milenio, la evolución
de la econom ía de E stad o s U nidos es la que b rin d a los in­
dicadores m ás confiables respecto a cómo irá avanzando
la econom ía m u n d ia l en el próximo siglo. Pero tam bién
am p liaré m i análisis p a ra ab o rd ar cuestiones de globali-
zación que son de ta n ta im p o rtan cia p a ra las econom ías
in d u stria le s n a c ie n te s como la de México.
E n prim er lugar, ¿qué significan exactam ente “produc­
ción a ju s ta d a ” y “reingeniería”? En la econom ía estad o u ­
niden se a c tu a l las definiría como las form as dom inantes

*Traducción del inglés por Isabel Vericat.

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de m odernización em presarial en los sectores fabriles y de
servicios respectivam ente. En el cam po fabril, la p ro duc­
ción a ju s ta d a se refiere a técn icas de producción m asiva
avanzada originadas sobre todo en Ja p ó n . Tres de ellas
tienen u n a im p o rtan cia p articu lar. Prim ero, e stá la sim ­
plificación del diseño de bienes m an u factu rad o s, se trate
de co m p u tad o ras, m á q u in a s-h e rra m ie n ta s o autom óvi­
les, que a su vez contribuye a la sim plicidad del ensam ble
dentro de la fábrica. Esto se conoce como el m ejoram ien­
to de su “m an u factu rab ilid ad ”.
Segundo, y como co n secu en cia directa de e s ta m ejor
“m an u factu rab ilid ad ”, la producción a ju s ta d a tam bién
im plica en el ám bito de los obreros que tra b a ja n en la
producción u n a su stitu ció n g rad u al del obrero “genera-
lista” por el “esp ecialista”, lo cual se agrega a la “flexibi­
lidad” de la fuerza de trabajo. Y en tercer lugar, con la
producción a ju sta d a se elim ina la necesidad de m an tener
y financiar g ran d es cantidades de existencias a través del
sum in istro de com ponentes “en el m om ento preciso” a la
p la n ta de ensam ble por parte de los proveedores.
Hay fu ertes paralelos en tre los m ecanism os de pro­
ducción a ju s ta d a y de reingeniería, pero h ay que se ñ á la r
desde el inicio u n a diferencia im portante en tre ellos. Co­
mo siste m a cuyo in te ré s p rim o rd ial son las actividades
de m ano de obra, los m étodos de producción a ju s ta d a
son aplicables a las operaciones de u n a p la n ta in d epen­
dientem ente del grado de su com plejidad tecnológica; de
esta m an era, a b a rc a n ta n to a e sa s actividades intensivas
de m ano de o b ra —como el ensam ble de prod u cto s elec­
trónicos p a ra el consum idor en Indonesia o China— como
a la m an u factu ra de tecnología intensiva de com ponentes
com plejos de co m p u tad o ra en E stad o s Unidos y Ja p ó n
—en el extrem o opuesto del espectro de autom atización.
En el caso de la reingeniería, la conexión con la tecno­
logía es m á s cercan a. La reingeniería es la aplicación de
la tecnología de la inform ación a las actividades m á s r u ­
tin arias del sector servicios y al aspecto de servicio de la
m an u factu ra; es decir, a ventas, m ercadotecnia, con tabi­
lidad, control de inventario y dem ás. Con el tiem po, la

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complejidad de las ta re a s a las que se pueda aplicar la rein­
geniería, y tam b ién la sofisticación de las habilidades h u ­
m a n a s d esp lazad as por e s ta autom atización, serán cada
vez m ayores.
D entro de s u s respectivos te rre n o s de m a n u fa c tu ra y
servicios, la producción a ju s ta d a y la reingeniería son ca­
talizadores gem elos que rigen el desem peño de m u chos
indicadores económ icos im p o rtan tes: productividad, cre­
cimiento, com petitividad, lucro y salarios reales entre
otros. Prim ero quiero contem plar u n indicador cuya co­
nexión con n u e s tra s d os “fu erzas de producción” tal vez
no sea ta n obvio al principio, pero que, como espero de­
m o strar, posee u n a im p o rtan cia crucial. En los últim os
veinticinco años, en E stad o s Unidos h a habido u n creci­
m iento c o n sta n te de la desigualdad del ingreso.
El servicio de estadística del gobierno de E stad o s Unidos
clasifica al 80% de los esta d o u n id e n se s cuyas habilida­
des e stá n p o r debajo de los niveles superiores ejecutivos,
adm in istrativ o s y técnicos bajo el ru b ro m isceláneo de
“tra b a ja d o re s de la producción y no supervisores”. Los
ingresos sem anales prom edio de esto s trab ajad o res en
su m ayoría o rdinarios, si se utilizan los m étodos a c tu a ­
les de cálculo de la inflación, b ajaro n 18% en tre 1973 y
1995, de 315 a 258 d ólares sem anales. Al m ism o tiempo,
en tre 1979 y 1989, el sueldo a n u a l real de los jefes eje­
cutivos corporativos, d e sp u é s de los im puestos, a u m e n ­
tó del 19 al 66 por ciento.
Aquí h ay que d e sta c a r que, por iniciativa del Comité
de Finanzas del Senado, e s tá en cam ino u n intento de re­
form ar la m a n e ra en la que se calcula el índice de precios
al co n su m id o r (C onsum er Price Index, cpi ) de E stados
Unidos. El núm ero de diciem bre de 1996 del Inform e del
Comité Boskin (Boskin Com m ittee Report) es el inicio de
u n proceso q u e probablem ente c o n tin u a rá el resto de la
década e incluso m ás. El Comité Boskin llegó a la conclu­
sión de que el cpi calculado por la Oficina de E stad ísticas
Laborales (B ureau of L abour S tatistics, bls ) h a sobresti-
m ado la ta s a a n u a l de inflación en u n p u n to porcentual.
Extrapolado a lo largo de u n periodo de m ás de veinte

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años, en el que su p u e sta m e n te se h a com etido este error,
el efecto de corregir e s ta tergiversación sería poner de cabeza
p rácticam en te todo el conju n to de p ru e b a s e stad ísticas
sobre el que se h a n co n stru id o la m ayoría de los cabos
del análisis económico, sea cual sea su carácter ideológico,
incluidas la s e sta d ístic a s de la d esigualdad económ ica
que acabo de citar.
Por lo tan to , vale la p e n a an alizar brevem ente si los
hallazgos del Comité B oskin son ciertos en realidad. El
Comité e s ta b a co m p u esto p recisam en te p o r econom istas
que p e n sa b a n desd e h a c ía tiem po que los m étodos del
gobierno p a ra calcular el cpi e ra n gravem ente defectuo­
sos. No es so rprendente por lo ta n to que el inform e del
Comité fuera crítico en lo referente a la O ficina de E sta ­
d ísticas Laborales, y tam poco que el Comité recom endara
u n a revisión d rástica de la ta s a d esm esu rad a de inflación.
D esde la aparición del Informe h a habido u n fuerte con­
trataq u e tanto de la Oficina de Estadísticas Laborales como,
m ás im p o rtan te aú n , de los econom istas que im pugnan
los hallazgos de la Comisión.
E sto s eco n o m istas la a c u s a n de ignorar fu en tes im ­
p o rta n te s de inflación como el increm ento ta n acen tu ad o
de los costo s del cuidado de la salu d en los ú ltim o s q u in ­
ce años. T am bién a c u s a n a la C om isión de su b e stim ar el
grado en que la Oficina de E stad ísticas Laborales h a incor­
porado a su m etodología algu n as de las reform as indica­
d as por la Comisión: p o r ejem plo, la dism inución de las
alzas de precios p a ra m ejorar la calidad de los b ienes de
consum o. Mi pronóstico es que, au n q u e h a b rá alg u n a co­
rrección en los cálculos del p asad o y en las ta s a s recien­
tes de inflación, su m ag n itu d q u e d a rá m uy p o r debajo de
las recom endaciones del Comité B oskin y por lo ta n to , la
im agen e sta d ístic a que tenem os del desem peño de la eco­
n om ía a lo largo de los ú ltim o s veinte añ o s seguirá siendo
esencialm ente la m ism a, incluida en e sta im agen el a u ­
m ento de la desigualdad.
D esde que se dio este fenóm eno, los econom istas pro­
fesionales h a n b u scad o su s c a u sa s. El p u n to de vista do­
m in an te en tre ellos es que el “cam bio tecnológico” h a sido

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el p rin cip al ag en te de la desigualdad, traslad an d o el
equilibrio de la oferta y la d em an d a a las categorías de
trab ajo calificado y no calificado. E n tre los principales
eco n o m istas que h a n expuesto este p u n to de vista se
c u e n ta n P au l K rugm an de la U niversidad de Stanford,
Ja g d ish Bhagw ati de C olum bia, R obert Z. Lawrence de
H arvard y David B ra u e r del B anco de la R eserva Federal
de Nueva York.
La m etodología de e sto s econom istas generalm ente h a
sido to m ar c a d a u n a de las explicaciones altern ativas
cau sales de e ste crecim iento de la desigualdad y d esp ués
calcular la pérdida de g an an cias que se podía a trib u ir a
c a d a u n a de ellas, ta n to si la s c a u s a s e ra n el crecim ien­
to del déficit com ercial de E stad o s U nidos en los años
ochenta, la reubicación en u ltra m a r de p la n ta s fabriles
en el m ism o periodo, la dism inución de la fuerza y del
n ú m ero de m iem bros en los sindicatos laborales, como la
contracció n del sector m an u factu rero . Incluso cu an d o se
re ú n e n esto s factores, su efecto acum ulativo sobre los ni­
veles de ingreso real de los trab ajad o res estad o u n id en ses
ni siquiera se e q u ip a ra con la p érdida total de ingreso so­
p o rtad a p o r este grupo d u ra n te las dos ú ltim as décadas
y m edia. El “cam bio tecnológico” se incorpora entonces a
u n a especie de explicación re sid u a l que sirve sobre todo
p a ra d a r c u e n ta de e s ta pérdida de ingreso re sta n te c u ­
y a existencia carece a ú n de u n a explicación c a u sa l con­
vincente.
No o b sta n te , u n a debilidad de g ran p arte de este a n á ­
lisis técnico es q u e n o b rin d a u n a explicación de cómo el
“cambio tecnológico” puede a c tu a r com o u n a fuerza en
favor de la desig u ald ad , y cóm o ese cam bio socava los in ­
gresos reales de ese 80% de la fuerza de trab ajo co n sti­
tu id a por “trabajadores de la producción y no supervisores”.
En este contexto quiero d ar u n paso m ás en m i análisis
de la prod u cció n a ju sta d a y la reingeniería. Pero an tes,
prefiero ubicarlo en u n contexto histórico que contem ple
u n a serie de teorías que no son de n aturaleza técnica y que
h a n tratad o de explicar la relación de tecnología y tra b a ­
jo en los últim os veinte añ o s.

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Me in te re sa en p a rtic u la r u n grupo de econom istas, en
b u e n a m edida políticos, a los que se les aso cia con el In s­
titu to Tecnológico de M assa c h u se tts (mit) y con H arvard.
Uso el térm ino “econom ista político” deliberadam ente
porque casi siem pre evitan los m étodos de la econom ía
técnica en su s an álisis. E n cierto sentido, los econom istas
políticos b rin caro n y o cu p aro n la b recha que dejaron los
econom istas técnicos, y en su mayoría h a n escrito libros p a ­
ra influir en el d ebate de la política pública. D adas su s
raíces geográficas, a veces me referiré a los p u n to s de vista
de estos au to res colectivamente en térm inos de “las tesis de
Cam bridge”. E n los ú ltim o s doce años, su s opiniones
h a n dom inado el d eb ate en E stad o s U nidos sobre la re­
lación en tre tecnología y fuerza de trabajo. Adem ás, so­
bre este p u n to de v ista central, el gobierno de William
Clinton les debe m u c h a s de su s perspectivas.
J u n to con el libro de L ester Thurow H ea d to Head. The
Corning Economic B attle A m ong Japan, Europe a n d A m e­
rica (1992), o tra s o b ra s sem inales de la escu ela de C am ­
bridge h a n sido The Second Industrial Divide: Possibilities
fo r Prosperity (1984) de M ichael Piori y C harles Sabel;
M ade in America, Regaining th e Productive Edge (1989),
de M ichael D ertouzos, R ichard K. Lester y R obert M. So-
low; The Competitive A dva n ta g e o fN a tio n s de M ichael J .
Porter (1991), y The Work o f Nations de R obert Reich
(1992). E ste últim o fue el secretario de trab ajo del presi­
d ente William C linton a lo largo de su p rim er periodo pre­
sidencial, y m u ch o s de s u s d iscu rso s y declaraciones d u ­
ran te su gestión, com binados por supuesto con los propios
d iscu rso s de C linton, co n stitu y en la reconocida labor del
p residente en cu estio n es de fuerza de trabajo.
Los análisis de la econom ía estadounidense que surgen
de los volúm enes de C am bridge tienen m ucho en com ún.
Todos evocan u n p asad o reciente en donde el poder eco­
nóm ico esta d o u n id e n se depen d ía de la h abilidad en las
técnicas de producción m asiva: “la producción m asiva
era efectivam ente u n m onopolio estad o u n id en se en el
q u e los c o sto s p o r u n id a d en in d u stria s como la au to m o ­
triz y la del acero e sta b a n m á s allá de lo que podían so­

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ñ a r los p ro d u c to re s ex tran jero s m á s g ran d es” (Thurow
1992: 54). Los em p resario s esta d o u n id e n se s de la pro­
ducción eñ m a sa co n sid erab an que su objetivo e ra u n
“m ercado dom éstico cu y as d em a n d a s podían ser satisfe­
ch as m uy lu crativ am en te por u n flujo de pro d u cto s rela­
tivam ente b arato s e indiferenciados” (Dertouzos, Lester y
Solow 1989: 47). U na vez m ás, “con e s ta orientación h a ­
cia la producción m asiva, las e m p resas e stad o u n id en ses
fueron las p ioneras en la introducción de bajos costos,
productos e sta n d a riz ad o s p a ra el m ercado de m a sa s en
m u ch as in d u s tria s ” (Porter 1991: 521). D espués, a m e­
diados de los añ o s setenta, h u b o u n a “desintegración de
los m ercad o s de m a s a s p a ra p ro d u cto s estan d arizad o s”
(Piori y Sabel 1984: 183).
E sta desintegración sucedió por tre s razo n es p rincipa­
les. Primero, h a b ía u n a “sa tu ra c ió n de los m ercados de
bienes de consum o en los p a íse s in d u stria le s”, de modo
que “se ib a haciendo c a d a vez m á s difícil a u m e n ta r las
econom ías de producción m asiva a trav és de la ex p an ­
sión de los m ercad o s dom ésticos ú n ic a m e n te ” (Piori y S a­
bel 1984). E n segundo lugar, los propios consum idores
y a no e sta b a n satisfechos con las m ercan cías e sta n d a ri­
z a d a s de la producción m asiva y la d em an d a se in cre­
m entó hacia “niveles a ú n m ás altos de calidad, adecuación,
segm entación y contenido de servicio” (Porter 1991: 525).
En tercer lugar, las p ro p ias e m p resas estim u laro n esta
evolución del g u sto porque “cu a n to m ás éxito te n ía n ” al
hacerlo, “m á s podían invertir en tecnologías flexibles p a­
ra a u m e n ta r su eficiencia” (Piori y Sabel 1984: 191). Am­
bos au to res se refieren a este nuevo modelo económico
de adecuación y diferenciación com o “especialización fle­
xible”; P orter lo deno m in a, m en o s grandio sam en te, como
modelo de “m ejoram iento” (upgrading). Lo cen tral p ara
am b o s m odelos es la aplicación de la tecnología de la in ­
form ación al diseñ o y la p roducción de m ercan cías, ta n ­
to en el secto r de m a n u fa c tu ra como en el de servicios.
Michael Piori y C harles Sabel hicieron la descripción
m ás gráfica de cóm o tiene lu g ar este m aridaje en tre hom ­
bres, m áq u in as y co m p u tad o ras: “con la tecnología de

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com putadora, el equipo (hardw are) se a d a p ta a la opera­
ción m ediante el pro g ram a de co m p u tad o ra (el software)-,
por lo tanto, se puede poner el equipo al servicio de nuevos
u so s sin a ju ste s físicos, sim plem ente por rep ro g ram a­
ción”. (Piori y Sabel 1984: 191). M ichael P orter y Michael
D ertouzos reconocen el papel de los ja p o n e se s como pio­
nero s en la prom oción de e sta s técn icas de producción
auto m atizad as y flexibles: “Las em p resas ja p o n e sa s h a n
podido in tro d u cir nuevos m odelos y n u ev as característi­
cas a u n ritm o in au d ito en la in d u stria estad o u n id ense
[...] La variedad de p ro d u cto s proliferó y las e m p resas ja ­
p o n esas ap ren d iero n a p ro d u cir am plias líneas con efica­
cia utilizando la autom atización flexible” (Porter 1991:
523; véase tam b ién D ertouzos, L ester y Solow 1989: 48).
Según L ester Thurow , el control de e sta s tecnologías de
proceso desplazó el dom inio de la tecnología de producto
como la principal d eterm in an te del éxito económico: “ga­
n a r u n m argen en los procesos de alta tecnología es im ­
p o rtan te en casi ca d a in d u stria; y ser m aestro s de las
tecnologías de proceso se convertirá en algo crucial p a ra
generar u n alto pnb (producto n acional bruto) p er cápita
como p aís” (1992: 48).
No o b sta n te , la tran sició n a u n a econom ía “m ejorada”
o “flexiblemente especializada” no puede te n e r lugar simple­
m ente con la in stalació n de hardw are y so ftw a re sofisti­
cados en la p la n ta fabril o en la oficina tra s e ra de b an cos
y de co m p añ ías de seguros. E sta tran sició n tam b ién re­
quiere la p resen cia de u n a n u ev a especie de trab ajador
de am plia cobertura. Dertouzos, Lester y Solow, refiriéndo­
se de nuevo al modelo jap o n és, d e sta c a n e s ta conexión
entre tecnología y habilidades: “el m odelo h a requerido la
creación de u n a fuerza de trab ajo altam en te especializa­
d a así como el desarrollo de u n a autom atización flexible”
(1989: 48). Se requiere de u n im p o rtan te m ejoram iento
de las hab ilid ad es de la fuerza de trabajo, de los “tra b a ­
jad o res de la producción y no su pervisores”, y no sólo de
la élite de ejecutivos, adm inistradores y expertos técnicos.
A p esar de todo, los niveles de h abilidades de la fuer­
za de trab ajo recom endados por los econom istas de C am ­

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bridge h a n sido ta n ex igentes que u n o se p re g u n ta c u á n ­
to ta rd a ría n los sistem as de educación y de capacitación
de E stad o s U nidos en em pezar a proporcionar trab ajad o ­
res de calibre suficiente. En la econom ía “flexiblem ente
especializada” de Piori y Sabel por ejemplo, los tra b a ja ­
dores de la producción tien en que e s ta r “ta n am pliam en­
te especializados q u e p u e d a n cam biar ráp id am en te de
u n p u esto de trab ajo a otro; m á s im portante a ú n , deben
ser cap ac es de colaborar p a ra resolver los problem as que
surgen inevitablem ente en la ejecución” (1984: 273). Asi­
m ism o, en los “p rocesos de a lta tecnología” de Lester
T hurow “la oficina, la fábrica, el alm acén y los servicios
de reparació n d eben te n e r tra b a ja d o res prom edio con n i­
veles de educación y h ab ilid ad es que n u n c a h a n tenido
en el pasado [...] ca d a trab ajad o r debe te n e r u n nivel de
m atem áticas b á sic a s que vaya m ucho m ás allá del nivel
que obtiene la m ayoría de quien es term in an la educación
m edia su p e rio r en E stados U nidos” (1992: 52). No cabe
d u d a de que es ju s to suponer, como lo hizo u n im p o rtan­
te informe sobre las habilidades de la fuerza de trab ajo,-
que los niveles salariales de los trab ajad o res de este ca­
libre te n d e rá n a su b ir “p a ra reflejar su s calificaciones su ­
periores y su m ayor capacidad de re sp u e sta ”.
E n el gobierno de C linton, la s tesis de C am bridge em ­
pezaron a revelarse en su totalidad a través de las decla­
raciones al Congreso del en to n ces secretario de trabajo
en funciones, R obert Reich. Por ejemplo, en u n a in ter­
vención an te el Subcom ité del Parlam ento en m arzo de
1993, Reich logró in tro d u cir la m ayor p a rte de las tesis
de Cam bridge d en tro de los lím ites de u n solo párrafo.
E n prim er lugar, el carácter obsoleto del modelo de pro­
ducción m asiva: “los m odos tradicionales de producción
m asiva e sta n d a riz ad a , b asad o s en econom ías de escala y
el u so de trabajadores de p rim era línea como com ponentes
fungibles del proceso de producción, ya no so sten d rán
u n a econom ía de alto s salarios”. D espués, la transición
—vía alta tecnología— a u n a econom ía de “especializa-
ción flexible”: “este m odelo depende de u n a e s tru c tu ra
que favorece la experim entación co n stan te, el desarrollo

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y la flexibilidad p a ra resp o n d er ráp id am en te a n u evas
ideas y n ecesidades, proporcionando p ro d u cto s ca d a vez
m ejores”. Y finalm ente, la necesidad de e s ta fuerza de
trabajo de alto calibre en todos los niveles: “porque los tra ­
bajadores son p a rte integral del proceso cen tral de inno­
vación colectiva, n ecesitan h ab ilid ad es y resp o n sab ilida­
d es flexibles que los h a g a n cap aces de co n trib u ir” (Reich
1993).
Pero la evidencia de la h isto ria económ ica reciente de
Estados Unidos no brinda m ucho apoyo a la s tesis de Cam­
bridge ni a la versión de las m ism as que suscribió el go­
bierno de C linton. D u ran te los a ñ o s noventa, la economía
estadounidense h a logrado u n a fuerte ta s a de crecim iento
de la productividad, de la inversión, y la creación de diez
millones de nuevos empleos. En in d u stria s m anufactureras
estratég icas —como la autom otriz y la de com putación—
los pro d u cto res e sta d o u n id e n se s h a n en frentado el reto
de la ad ecu ació n y la flexibilidad —p ru e b a de ello es la
recuperació n de los tre s g ran d es de D etroit de su p artici­
pación en el m ercado intern o a co sta de los jap o n eses,
así como la v en taja que lleva E stad o s U nidos respecto a
ésto s en á re a s críticas de tecnología digital y m ultim edia.
No o b sta n te , esto s a d elan to s im p o rtan tes se lograron
sin e sa recap acitació n de la fuerza de trab ajo p ro n o stica­
d a por los eco n o m istas de Cam bridge; y tam b ién sin ese
renovado crecim iento de los salario s reales que u n a reca­
pacitación de este tipo p odría h a b e r im plicado. A p esar
del com prom iso retórico del gobierno de C linton con u n
m ejoram iento de la educación y la capacitación de los
trabajadores, esto s éxitos se lograron sin n in g ú n apoyo
digno de m ención en los sistem as de educación vocacio-
nal y m edia su p erio r del país. E n las condiciones fiscales
a u s te ra s de los a ñ o s noventa, no h a habido el dinero n e­
cesario p a ra e sa s m ejoras. Y la nación corporativa h a sido
capaz de in c re m e n ta r su desem peño sin agregar m ucho
a su s g asto s extrao rd in ariam en te e scaso s p a ra la c a p a ­
citación de em pleados.
¿Por qué en to n ces los eco n o m istas de C am bridge y a
través de ellos el gobierno de C linton se h a n equivocado

18
ta n to en s u s ju icio s? Si h ay u n error que recorre todos
s u s an álisis e s su insistencia, reiterad a h a s ta el p u nto
del dogm a, en que la econom ía de la producción m asiva
no podía sobrevivir ni al reto de la “ad ecuación” ni al uso
de la tecnología de la inform ación en los sectores de m a­
n u fa c tu ra y servicios. T am bién se equivocaron en su pre­
dicción confiada de que, ju n to con la econom ía de pro­
ducción m asiva, la fuerza de trabajo asociada a la m ism a
(esas decenas de millones de “trabajadores de la producción
y no supervisores” que realizaban interm inablem ente ta­
reas repetitivas de rutina) tam bién iría a parar al basurero
de la historia económica.
Pero la econom ía de la producción m asiva, esa invención
e sta d o u n id e n se por an to n o m asia, h a dado m u e stra s de
u n a flexibilidad m u ch o m ayor de la perm itid a por los
eco n o m istas de Cam bridge y su s seguidores políticos.
T anto en la m a n u fa c tu ra com o en los servicios, la econo­
m ía de los a ñ o s noventa h a podido lograr lo m ejor de am ­
bos m u n d o s: la varied ad de adecuación y la capacidad de
re sp u e sta a los cam bios en el gusto; pero al m ism o tiem ­
po, h a conservado la s a lta s ta s a s de producción caracte­
rísticas de la producción m asiva; y todo ello con u n a
fuerza de trabajo que es a ú n reconocidam ente el p o ten­
cial de m an o de o b ra de la producción m asiva. ¿Cómo
pudo h a b e r sucedido esto y cómo ta n to s e sta d ista s y eco­
n o m ista s e m in en tes h a n estado ta n errad o s? Vam os a
contem plar m á s de cerca los m étodos de la producción
a ju sta d a y de la reingeniería.
El estudio exhaustivo del McKinsey Global In stitute,
M anufacturing Productivity (1993), b rin d a q uizás la m ejor
descripción reciente de la producción a ju s ta d a y su s
efectos en todo el m undo. El inform e evalúa el rendi­
m iento in d u stria l e stad o u n id en se, ja p o n é s y alem án ta n ­
to en in d u s tria s fu e ra de m o d a —como procesam iento de
alim entos— com o en in d u s tria s m ás sofisticadas y de las
que se h a b la m ás —como autom óviles, co m p u tad o ras y
m á q u in a s-h e rra m ie n ta . Los hallazgos m ás so rp ren d en ­
tes del inform e se refieren a la relación en tre productivi­
d ad y hab ilid ad es en la m a n u fa c tu ra ja p o n esa. E n in ­

19
d u stria s como la autom otriz y de m á q u in a s-h e rra m ie n ­
ta, McKinsey llegó a la conocida conclusión de q u e la
productividad ja p o n e sa le llevaba la d elan tera a la de los
com petidores de E stad o s U nidos y Alem ania como G ene­
ral M otors y Volkswagen.
Pero McKinsey tam b ién descubrió que cu an d o las cor­
poraciones ja p o n e sa s lograban a lta s ta s a s de productivi­
dad, su n ecesidad de trab ajo calificado dism inuía, sobre
todo en el taller de la fábrica. Industria tra s industria, según
McKinsey, la “facilidad de producción” o “m an u factu rab i-
lidad” era u n factor prim ordial p a ra explicar las diferen­
cias en la productividad laboral e n tre los ja p o n e se s y su s
com petidores extranjeros, diferencias que p ersisten a pe­
sa r de los pro b lem as a c tú a le s de los b an co s ja p o n e ses y
o tras in stitu cio n es financieras. C uando d ise ñ a n au to m ó ­
viles, por ejemplo, los fabricantes ja p o n e se s siguen siendo
“m uy co n scien tes de cómo ese diseño afecta la función de
m an u fac tu ra y tra ta n de diseñarlos de tal m a n e ra que
sean m ás fáciles de p ro d u cir y de en sa m b la r” (1993: cap.
2A, 8).
E n la in d u stria de las m á q u in a s-h e rram ie n ta , McKin­
sey descubrió que m ed ian te la producción m odernizada,
las com p añ ías ja p o n e sa s u s a b a n 10% del nú m ero de
p artes y h erram ien tas —talad ro s de a lta velocidad y
otros— que se req u erían en la producción a rte sa n a l en
Alem ania. McKinsey critica por lo ta n to reiterad am en te a
la in d u stria a lem an a y a s u s m aestro s y técnicos en in ­
geniería ta n a rd u a m e n te e n tre n a d o s porque e sa d ep en ­
dencia del trab ajo a rte s a n a l p u ed e fo m entar la rigidez y
la “com partim entación” de la línea y por lo tan to , debili­
ta r la productividad.
McKinsey elogia en cam bio lo q u e llam a el “trab ajad o r
integrado” de la producción a ju s ta d a ja p o n e sa , donde u n
em pleado en caja con facilidad en u n “equipo” de trabajo.
De hecho, el “tra b a ja d o r integrado” que em plean las cor­
poraciones in d u stria le s ja p o n e sa s n ecesita te n e r pocas
habilidad es reconocibles, com o co n staté en m is visitas a
las p la n ta s e u ro p eas de N issan y H onda. P regunté a los
gerentes del personal en a m b a s fábricas qué im portancia

20
atrib u ían a la calificación ed ucativa y vocacional de la
m ayoría de s u s fu tu ro s em pleados de taller. En am bos
casos la re s p u e s ta fue “m uy poca”. Me explicaron q u e lo
que ellos b u s c a b a n e ra destreza, e n tu sia sm o y capacidad
de “encajar en el equipo”. E n u n a de las p ru e b a s n ecesa­
ria s p a ra o btener el puesto, se les m o stra b a m ontones de
tom illos y tu e rc a s de varios ta m a ñ o s y se les pedía que
los aco m o d aran en p ares lo m á s ráp id am en te posible.
E n u n a descripción m u y conocida de la producción
a ju sta d a en la in d u stria m undial autom otriz, los economis­
ta s Womack, Jo n e s y Roos sostuvieron que la mayor depen­
d encia de tra b a ja d o res m enos calificados y peor pagados
era u n o de los p u n to s clave del nuevo sistem a. U na ven­
taja de la producción aju stad a, escribieron, es que “reduce
espectacularm ente la cantidad de salarios altos necesaria
p a ra elab o ra r u n p ro d u cto de u n a descripción determ i­
n a d a y sigue red u cién d o la a través de u n continuo m ejo­
ram ien to en a u m e n to ” (1990: 260). Las corporaciones
que pu ed en p rescin d ir de categorías e n te ra s de trabajo
calificado es poco probable que en treg u en lo que a h o rran
a los tra b a ja d o re s re sta n te s, m enos calificados.
Pero la disp arid ad e n tre productividad y salarios re a ­
les tiene tam b ién o tra s c a u s a s m ás p rofundas. La gran
corporación in d u stria l p u ed e red u cir s u s costos cu an to
m ayor producción ex ista co n tra ta n d o afu era (o re cu ­
rriendo afuera) a p ro d u cto res m á s p eq ueños e ind ep en­
dientes, cuyos costo s salariales serán m á s bajos que los
suyos. M cKinsey co n stató que e sta co n tratació n afuera
se daba en la m a n u fa c tu ra no sólo de autom óviles sino
de m á q u in a s-h e rra m ie n ta , co m p u tad o ras y tam bién en
a p a ra to s electrónicos p a ra el consum idor. N uevam ente
en este caso, los tre s g ran d es de D etroit h a n seguido el
ejem plo de s u s com petidores jap o n eses. Toyota, pionera
de la prod u cció n aju stad a, en carg a por co n trato no m e­
nos del 70% de la m a n u fa c tu ra de su s com ponentes. Todos
pu ed en hacerlo así porque, como la producción se simpli­
fica, u n fabricante por contrato puede realizar la m ayor
p a rte de las tareas con ta n ta eficiencia como la propia
com p añ ía m atriz.

21
E n E stad o s U nidos, los tra b a ja d o res c o n tratad o s por
afu era no su elen e s ta r sindicalizados y son de los peor
pagados. E s ta p risa p o r c o n tra ta r la producción afuera
h a perjudicado gravem ente a los sindicatos laborales co­
mo el de tra b a ja d o res auto m o trices (United Auto Wor-
kers, uaw ) y h a sido d e sa stro sa p a ra m u ch o s em pleados
de cuello azul. En ju n io de 1995, el New York Times indi­
cab a que sindicalizar a los trab ajad o res en la in d u stria
de com ponentes autom ovilísticos e ra la ta re a m ás u rg en ­
te que te n ía que e n fre n ta r S tep h en Yokich, el nuevo Pre­
sidente de la uaw . D u ran te los a ñ o s seten ta, cu an d o la
m ayoría de los fab rican tes de co m p o n en tes e ra n s u b si­
diarias propiedad de los tre s grandes, dos terceras partes
de la fuerza de trab ajo por h o ra en la in d u stria p erten e­
cía a la uaw .
Pero hoy, con la co n tratació n por afuera, sólo u n a
c u a rta p arte de los m iem bros de la fuerza de trab ajo son
sindicalizados. E ste crecim iento de la fuerza de trabajo
no sindicalizada h a tenido u n efecto d evastador en los in ­
gresos de los obreros en to d a la in d u s tria autom otriz.
E ntre 1975 y 1990, el porcentaje de em pleados con sala­
rios bajos en su potencial de m ano de o b ra creció 142%,
de 17% a 40%, p ru e b a de que la producción a ju s ta d a
dism inuye el n ú m ero de em pleados con salarios altos
que se necesitan p a ra p ro d u cir coches.
A unque la producción a ju s ta d a pued e m a n te n e r bajos
los salarios en la fabricación, m ás del 80% de los estad ou­
nidenses tra b a ja n hoy en in d u stria s de servicios, ese
vasto m u n d o am orfo que incluye bancos, com p añ ías de
seguros, m ercados al por m enor y al por mayor, re sta u ran ­
tes, hoteles y p elu q u erías. M uchas de estas in d u stria s
tienen su propio equivalente de producción aju stad a —rein­
geniería—, cuyos prin cip ales defensores y teóricos han
sido M ichael H am m er, u n a seso r em presarial, y J a m e s
Cham py, u n antiguo profesor de estu d io s em presariales
en el mit y en la actu a lid a d tam b ién asesor. E ntre am bos
h a n escrito tre s libros sobre reingeniería. Su p rim er li­
bro, Reengineering the Corporation (1993), tuvo u n a ven­
ta in tern acio n al de casi d os m illones de ejem plares, y

22
a h o ra los ejecutivos corporativos de m á s alto nivel están
al ta n to de su s ideas.
La reingeniería h a tenido u n efecto enorm e en la eco­
nom ía de E sta d o s U nidos, pero es u n a actividad m enos
g ran d io sa de lo que su en a. La tarea principal del “reinge­
niero” es u s a r la tecnología de la inform ación p a ra m o­
dernizar m u c h a s de la s actividades m á s ru tin a ria s de la
vida em presarial. E n u n a in d u s tria de servicio como los
seguros, la reingeniería, de alg u n a form a, h a estado en
escena por lo m enos desd e fines de 1960. El auge de la
reingeniería tuvo lu g a r en los a ñ o s noventa, cu an d o con
el tiem po, el so ftw a re de la com putadora llegó a realizar el
trabajo de g randes can tid ad es de trab ajad o res en cientos
de em presas y m u c h a s veces h a s ta los rem plazó. Hay u n
caso que tal vez sea el que sintetiza mejor cómo funcio­
n a la reingeniería.
Con s u s oficinas ce n tra le s en Stanford, C onnecticut,
la ibm Credit C orporation, su b sid iaria de la ibm , ofrece
créditos a los clientes que quieren adquirir su s productos
ibm . Hace cinco años, los esp ecialistas e ra n resp o n sab les
de c a d a e ta p a del proceso. Los b u ró c ra ta s de u n d ep ar­
tam ento reg istrab an la s solicitudes de crédito. Los em ­
pleados de otro estab lecían condiciones especiales p ara
clientes en concreto. E n u n o distinto se ñ jab a la ta sa
a d e c u a d a de in terés. E n otro m á s se re u n ía toda la infor­
m ación p e rtin e n te en u n a “c a rta de cita” que se enviaba
al vendedor de la ibm y a s u cliente. Todo el sistem a de­
p en d ía de en o rm es c a n tid a d e s de papeleo que iban len­
tam ente acu m u lán d o se de u n d ep artam en to a otro.
E n to n ces los reingenieros acom etieron c o n tra e sa s lí­
n e a s de ensam ble b u ro c rá tic as y a rra sa ro n con ellas.
In stalaro n en su lu g a r em pleados que u s a b a n el so ftw a ­
re que podía cum plir la s ta re a s que h a s ta entonces h a ­
b ían llevado a cabo los especialistas. Salvo por u n o s
c u a n to s casos especiales, que a ú n m anejan u n equipo de
esp ecialistas, la s funciones que alg u n a vez estuvieron di­
vididas en tre los d istin to s d e p a rta m e n to s a h o ra se h a n
convertido en resp o n sab ilid ad de u n solo em pleado que
se llam a el “e stru c tu ra d o r del tra to ”. S entado frente a la

23
term inal de su co m p u tad o ra, este e stru c tu ra d o r entrega
todo el proceso de concesión del crédito, desde el mo­
m ento en que ibm recibe la solicitud del cliente h a s ta el
m om ento en que la c a rta de cita de la com pañía se envía
por Federal E xpress. Un pro g ram a de softw are puede
m an ejar to d as m enos u n a s c u a n ta s de las cu estio nes
que surgen en c a d a etap a. Los increm entos en la p ro d u c­
tividad a los que se llega de e s ta form a p u ed en ser prodi­
giosos. La reingeniería en ibm au m en tó la productividad
“no el 100%, sino cien veces”, ¡o 10 mil p o r ciento! El e s­
tru c tu ra d o r del tra to p u ede d esp lazar no sólo a m uchos
oficinistas calificados, sino tam b ién a trab ajad o res m ás
capacitados que o cu p ab an lo que p a ra ellos e ra n p u esto s
adm inistrativos seguros de nivel medio.
E n su s m ú ltiples h isto ria s de caso de reingeniería, Mi-
chael H am m er y J a m e s C ham py revelaron la am plia gam a
del proceso em p resarial que se podía beneficiar de esta
práctica: reclam aciones de seguros en A etna y Cigna;
cum plim iento de órdenes en Texas In stru m en ts; m anejo
de tarjeta s de crédito en at&t ; q u ejas de clientes en
Brooklyn U nion G as, y m ucho m ás. Claro que la p érdida
de h ab ilid ad es —que con ta n ta frecuencia im plica la
reingeniería— e s tá en p a rte eq u ilib rad a por la creación
de o tras, sobre todo en los sectores de la econom ía que
en realidad crean tecnología. Pero a m edida que tiene lugar
e sta evolución de las h ab ilid ad es d entro de la econom ía,
no hay razón a lg u n a p a ra que el núm ero de vencedores
exceda n ecesariam en te o siqu iera iguale al nú m ero de
perdedores. De hecho, los p erdedores so b re p a sa n con
creces a los vencedores, y por eso los salarios estan cad o s
o en caíd a de los prim eros a rra s tra n el nivel prom edio de
los salarios de la fuerza de trab ajo en su conjunto.
A dem ás, e s ta autom atización de los sectores que u s a n
la tecnología de inform ación m u e stra u n gran dinam ism o
y prom ete a b a rc a r u n a proporción cad a vez m ayor de es­
tad o u n id en ses de ingresos m edios. T anto en la m an u fac­
tu ra como en los servicios se hace u n esfuerzo interm i­
nable p a ra tra n sfe rir ta re a s c a d a vez m á s com plejas del
hom bre a la m áquina. H ace dos a ñ o s tuve u n a conversa­

24
ción con el jefe ejecutivo de u n a em p re sa de S an F ran cis­
co llam ada Fair, Isaac. La em p resa se especializa en la
creación de so ftw a re p ara “reg istrar créditos” y a u to m a­
tizar los p réstam o s. El funcionario ejecutivo de Fair,
Isaac definió el éxito de su em p resa en función de la com ­
plejidad de la s decisiones de p réstam o s que podía incor­
p o rar a su softw are. Empezó por otorgar p réstam o s a
través de ta rje ta s de crédito y p réstam o s al consum idor.
C uando h ab lé con él, e sta b a tra ta n d o de im aginar cómo
“a u to m atiz a r” los préstam o s a pequeños negocios con u n
valor de h a s ta 5 m illones de dólares. El efecto de e sta a u ­
tom atización creciente se m anifiesta en la m anera en que
los geren tes que sobreviven en la su c u rsa l del banco lo­
cal describ en su trabajo. C uando la ta re a au té n tic a m en ­
te calificada de ev alu ar los m éritos de los clientes p ara
recibir u n crédito se les q u ita de las m anos, el vacío que
se crea en su vida de trab ajo se llena con la ta re a de re­
laciones p ú b licas de “fam iliarizar a la com unidad local
con to d a la gam a de servicios financieros que el banco
puede pro p o rcio n ar en la a c tu a lid a d ” (mi gerente local en
el C hase M a n h a tta n B ank en Nueva York).
E stoy seguro de q u e a m u ch o s de u ste d e s les re su ltan
fam iliares las id eas de Frederick W inslow Taylor, el pio­
nero de la “ad m in istració n científica”, reto m ad as por
H em y Ford en la s p rim eras d écad as del siglo, y cuya fe
en la eficiencia a trav és de la repetición h a configurado
las ru tin a s de la m ano de o b ra en la producción m asiva
h a s ta el d ía de hoy. Al extender la gam a y la com plejidad
de las decisiones que se p u ed en som eter a u n a oportuni­
d ad riguro sa, la tecnología de la inform ación h a liberado
al taylorism o del ghetto del trab ajad o r de cuello azul en
la lín ea de en sam b le y lo h a dejado suelto en medio de
los territorios h a s ta a h o ra no co n q u istad o s de la geren­
cia m edia y de la oficina corporativa. “Tiempo y movi­
m iento” h a sido siem pre la esencia del taylorism o, por lo
que hoy se p u ed e ca lc u la r el m om ento preciso de u n a de­
cisión respecto a p réstam o s, com pleja pero au to m atizad a
de tal m a n e ra que no sería posible calcu larla si la m ism a
decisión se to m ara razonando.

25
É ste es u n o de los m otivos de que h a y a u n ren aci­
m iento de los m étodos tay lo ristas en to d a la econom ía de
E stad o s U nidos. A dem ás, la tecnología de la inform ación
tam bién resuelve u n problem a cen tral del taylorism o p a ­
ra el que el propio Taylor n u n c a encontró u n a re s p u e sta
satisfactoria: cóm o g a ra n tiz a r que los em pleados —cuyos
trab ajo s se h a b ía logrado que fu eran m ás eficientes— si­
guieran en realid ad las ru tin a s p a ra a h o rra r tiem po ela­
b o rad as con ta n to cuidado p o r los g eren tes científicos de
Taylor. H abía u n a ten d en cia casi universal, que Taylor
llam aba “servicio m ilitar”, a volver a las ru tin a s del p a s a ­
do que d esp erd iciab an tiem po. De m odo que ubicaron
cap ataces en la línea de en sam ble p a ra a tra p a r al vuelo
e sta reincidencia. Sin em bargo, é sta d ista b a m ucho de
ser la solución ideal al problem a. Los cap a ta ce s no e s ta ­
b an p re se n te s todo el tiem po y el costo de co n tratarlo s
ten ía que co n tra p e sa rse con los ah o rro s en costo por
u n id a d de trab ajo que los nuevos m étodos h a b ía n hecho
posibles.
Con el u so de la tecnología de la inform ación este pro­
blem a desaparece. La autom atización que se logra gracias
a é sta difiere de todas las form as an terio res de a u to m a ­
tización en u n aspecto clave. No sólo au to m atiza u n a ta ­
rea d eterm in ad a, sino que ofrece u n registro d etallado de
cóm o se realizó —cu á n to tiem po tardó h acerla, si se ela­
boró den tro del tiem po asignado, si el em pleado efectuó
cad a un o de los p a so s establecidos p a ra la tarea. Con ca ­
d a term in al de co m p u tad o ra co n ectad a con las dem ás,
incluida la del supervisor, este últim o siem pre te n d rá u n
registro' com pleto de lo que su s su b o rd in ad o s hicieron.
C uando seguí a lg u n a s de las h isto ria s de caso de reinge­
niería de H am m er y Cham py, no tard é en darm e c u e n ta
de que este aspecto de la reingeniería, a p e n a s m enciona­
do por los d os a u to res, e ra crucial p a ra to d a la práctica.
C uando la productividad titu b eab a, el supervisor podía
ra s tre a r la c a u s a y rem ed iar el problem a.
La descalificación y regim entación de g ran d es seg­
m entos de la fuerza de trab ajo de ingreso m edio es u n a
c a u sa prim ordial del estan cam ien to y de la dism inución

26
de las g an an cias. Se p u ede c o n tra ta r y d espedir d espia­
d ad am en te a u n a fuerza de trabajo m enos calificada, que
suele carecer de la protección de los sindicatos, como lo
h acen ta n ta s co rp o racio n es estad o u n id en ses en los años
de contracción: at&t , C hem ical, Nynex, A etna y m u chas
otras. A dem ás, como hem os visto, cu an to es m enos cali­
ficada la fuerza de trabajo, con m ás facilidad se convierte
en trab ajo “co n tratad o por afuera” a las corporaciones
satélites, con salario s bajos y sin beneficios. Tam bién es
m ás fácil em p lear m ano de o b ra tem poral y contingente,
de nuevo con bajos salarios, sin beneficios y sin derechos
en el lugar de trabajo.
Existe u n a m inoría de e m p resas en donde las cosas se
h acen de m a n e ra diferente. E sos caso s h istó rico s p u ed en
p roporcio n ar u n a “m ejor p ráctica” ya que, a través de la
legislación, even tu alm en te podrían convertirse en la nor­
m a para la m ayoría no reco n stru id a. E sta m ayoría ab ar­
ca em p re sa s p ropiedad de los em pleados, sobre todo en
la in d u s tria del acero; em p re sa s en las que la colabora­
ción entre sindicatos y gerencia h a sido particu larm ente
fructífera; y em p resas com o H ewlett Packard y Motorola
que se h a n beneficiado de u n a adm inistración excepcio­
nal. U na característica que co m parten la m ayoría de e s­
ta s in d u s tria s es q u e la riqueza de d ato s que p u ede pro­
d u cir la tecnología de la inform ación sobre el desem peño
del trab ajo no se u s a p a ra reforzar el control y la vigilan­
cia de la ad m inistración, sino p a ra cap acitar a los em ­
pleados p a ra q u e se organicen y a su m a n el control de su
propio trabajo. Sin em bargo, sería poco realista esp erar
que e sa s p rácticas se d ifu n d an esp ontáneam ente en to­
d a la econom ía.
E sta s p rá c tic a s re p re se n ta n u n a cesión voluntaria de
poder por parte de la gerencia. No obstante, el registro de la
dism inución de ta m a ñ o en los añ o s noventa indica que
el p a tró n m á s com ún de la gerencia es acu m u lar su s po­
d eres y d e sp u é s u sa rlo s. Hay por lo ta n to u n a n ecesidad
de corregir este desequilibrio de poder en el lugar de tra ­
bajo d an d o a los em pleados u n a m ayor protección legal
de la que gozan ahora. E s necesario, por ejemplo, refor­

27
zar la Ley Nacional de R elaciones Laborales p a ra que los
sin d icato s se o rganicen m ejor y las corporaciones co nsi­
gan que no b ajen los salario s “co n tra ta n d o por a fu era”
trabajo a fábricas no sindicalizadas ni p u e d a n a c a b a r
con su s em pleados en h u elg a confiando en “trab ajad o res
de rem plazo p erm an en tes”. Pero los em pleados tam bién
necesitan representación en m u c h a s industrias de servicios
en las que los sindicato s h a n dejado virtualm ente de
existir. Por eso u n político d em ó crata sen sato como el se­
n ador Bill Bradley h a sostenido que E stados U nidos tiene
que contem p lar la creación de u n consejo laboral estilo
europeo como el organism o que p u e d a d a r m ás influen­
cia a los em pleados de cuello blanco.
C ualqu iera que abogue por este tipo de reform as en el
m ercado laboral se en fren ta de inm ediato con u n a formi­
dable b a rre ra intelectu al y política: la extendida convic­
ción de que las in te n sa s presiones competitivas desencade­
n ad as por la “globalización” económ ica obligan a E stados
U nidos a e s ta r aten to a su s m ercados laborales “flexi­
bles” y desregulados como u n a rm a valiosa y competitiva.
Sólo así los fabricantes estad o u n id en ses esperan com petir
con la in u n d ació n de m ercan cías b a ra ta s de alta calidad
que ex p o rtan las econom ías in d u stria le s n acien tes en el
este asiático, E u ro p a del E ste y por su p u e sto A m érica
Latina, incluido México.
No es éste el lu g a r p a ra d isc u tir acerca de la “globali­
zación”, b a s ta decir que se tra ta de u n tem a de im p o rtan ­
cia prim ordial p a ra México. C ualquier o rden económico
global tiene q u e d a r cab id a a los in tereses legítim os de
econom ías in d u striales avanzadas, com o es el c aso de E s­
tados Unidos, y de econom ías industriales nacientes, como
es el caso de México. Desde u n a perspectiva esta d o u n i­
dense, las preocu p acio n es sobre la globalización e stá n
estrech am en te v in cu lad as con la n a tu ra le z a cam biante
de la producción industrial, y en especial de la producción
aju sta d a , que ya he descrito. Lo an terio r se vio claram en ­
te d u ra n te el deb ate del tlc (Tratado de Libre Comercio)
hace cu atro añ o s. Con la sim plificación de m u c h a de la
producción in d u stria l, é s ta se vuelve m á s móvil en tre las

28
econom ías en d iferen tes e ta p a s del desarrollo. Además,
p a ra citar a L ester Thurow en su últim o libro, El futuro
del capitalism o (1996), “se pued e p ro d u cir cualq u ier cosa
en cu alq u ier p a rte ”.
T hurow a rg u m e n ta que la m ayor p arte de las c o sas se
p ro d u cirá n ev en tu alm en te en el m undo en desarrollo, en
b u e n a m ed id a com o Ross Perot adujo en el d eb ate del tlc
que la m ayor producción se realizaría al su r del Río Bravo,
con ese fam oso “ruido a b so rb e n te ” del desplazam iento en
can tid a d e s en o rm es de p u e sto s de trab ajo de E stados
Unidos al s u r de ese fam oso río. Es obvio que u n orden
económ ico global cuyos flujos de com ercio e inversión
hacen que bajen los salarios en E stados U nidos y en
o tra s econom ías in d u stria le s a v an zad as no es ni d esea­
ble ni su ste n ta b le , porque la reacción violenta que inevi­
tab lem en te seguiría sería proteccionista, y Perot y su s
colegas p ro teccio n istas sald rían finalm ente invictos.
Pero u n a econom ía global que niega a econom ías co­
mo la de México la s o p o rtu n id ad es y recom pensas del
éxito económ ico tam poco es deseable. P ara m o strar cómo
podría resolverse este problem a h ab ría que contem plar
de cerca la s econom ías del este asiático que h a n tenido
éxito al realizar la transición de la condición de econom ía
en desarrollo a la de econom ía desarrollada. Su historia
reciente m u e stra que e s ta evolución pued e ten er lugar
sin el tipo de tra sto rn o s predichos por Lester Thurow y
Ross Perot.
Hay c u a tro econom ías a siá tic a s a las que se suele ca ­
lificar com o “tigres asiáticos”: Hong Kong, Singapur, Corea
del S u r y Taiw án. Desde la p erspectiva de u n a econom ía
del tam añ o y población de la de México, m e parece que
los ejem plos de Corea del S u r y Taiwán son los m ás per­
tinentes. Como E stados-ciudad con poblaciones pequeñas
y u n a larga y prom inente tradición de servicios financieros,
Hong Kong y S in g ap u r no b rin d a n u n modelo de d esarro ­
llo que u n a econom ía como la de México p u d iera seguir
fácilm ente, pero C orea del S u r y Taiw án sí.
T reinta a ñ o s a trá s , C orea del S u r y Taiw án p ro d u cían
m ercan cías de m an o de o b ra inten siv a y bajo costo como

29
C hina lo h ace hoy. Sin em bargo, en el tra n sc u rso de los
añ o s ochenta, la m a n u fa c tu ra en a m b a s econom ías de
m ercancías de m an o de o b ra inten siv a com o textiles, cal­
zado y radios bajó d rásticam en te a m edida que la pro­
d u cción se d e sp la z a b a a econom ías de sa la rio s b ajo s co­
mo C hina e Indonesia. Hubo d os razones p a ra que esto
sucediera. Prim ero, con el au m en to de los costos de la
m ano de obra, los dos “tigres” y a no podían com petir con
los chinos o los indonesios en estos sectores. Segundo, los
gobiernos tan to de Taiwán como de Corea del S u r siguie­
ron deliberad am en te u n a e stra te g ia de d esplazam iento a
sectores de capital m á s intensivo, donde los m árgenes de
gan an cia e ra n superiores. E sta estrateg ia h a dado re su l­
tado y ca d a u n o de los dos tigres se h a ad u eñ ad o de zo­
n a s p articu lares: C orea del S u r de los sem iconductores y
Taiw án de las co m p u tad o ras p erso n ales y de la periferia
de la com putación.
Con el crecim iento de e sta s in d u stria s de “poder cere­
bral”, tam bién h a a u m en tad o la d em an d a de m ano de
obra calificada en la s dos econom ías. E n Taiw án, a fines
de los och en ta, la in d u stria n ecesitab a “ingeniería de
producción e interfase electro-m ecánica ca d a vez m ás
com pleja”, como lo h a dicho el econom ista inglés M ichael
H obday (1995). El efecto de la su stitu ció n g rad u al de m a­
no de o b ra calificada p o r la no calificada en am b a s eco­
nom ías h a sido d ism in u ir la ventaja que te n ía n en costos
salariales respecto a E stad o s U nidos y o tra s econom ías
in d u stria le s avanzadas. Por ejemplo, en Taiw án, Hobday
calcula que los niveles salariales de ingreso p a ra los in­
genieros a h o ra e s tá n en tre 70 y 80% respecto de los n i­
veles de E sta d o s Unidos.
A m edida q u e los costos salariales se h a n reducido co­
mo u n o de los d e te rm in a n te s de la inversión h a c ia el in ­
terior y h acia el exterior, o tra s in flu en cias h a n p asad o a
prim er plano. A lgunas de ellas se reflejan en u n a oleada
de inversión c o rean a h acia el exterior en los últim os dos
años. Los dos proyectos que h a n dirigido e s ta e stad ística
h a n sido la s decisiones de los dos p rincipales fab ricantes
de sem iconductores de C orea del Sur, S am su n g y lg

30
(Goldstar), de c o n stru ir fábricas de miles de m illones de
dólares en O regon y Texas. C uando explicó por qué esco­
gió A ustin, Texas, S am su n g m encionó el “potencial de
fuerza de trab ajo altam en te ed ucado” y la fuerza de su
in fra e stru c tu ra en la fabricación de sem iconductores.
De m odo q u e lo que se ve e s u n a especie de norm ali­
zación en las relaciones económ icas en tre Corea del S ur
por u n a p arte y E stad o s Unidos por otra. Las relaciones
de E stados U nidos con T aiw án h a n seguido u n p atró n si­
milar, con la s dos co rporaciones p rincipales de alta tec­
nología de Taiwán, Acer y T aiw án Sem iconductor, que
tam bién constru y en fábricas en E stad o s Unidos. La ven­
ta ja com petitiva de las d os econom ías asiá tic a s h a llega­
do a depender c a d a vez m enos de los salarios bajos. Los
flujos de inversión al otro lado del Pacífico se h a n conver­
tido en u n cam ino de doble dirección. En el caso de Co­
rea, u n a econom ía en desarrollo incluso e stá invirtiendo
m ás en u n a econom ía d esarrollada (Estados Unidos) que
al revés.
E n lu g a r de p la n te a r u n a a m e n a z a generalizada a E s­
tad o s U nidos en c a d a secto r de la producción, como Les-
te r T hurow lo predijo, las dos econom ías n a c ie n te s h a n
logrado u n a v en taja com parativa en u n nú m ero relativa­
m ente pequeño de sectores específicos, lo que d em u e stra
u n a vez m á s que la teoría clásica del com ercio in te rn a­
cional no h a perdido su pertinencia.
Tal vez h ay dos cosas que puedo decir sin re s u lta r de­
m asiado polémico. Prim ero, creo que la m ayoría e staría
de acu erd o en que los m odelos de Taiw án y C orea del S u r
son deseab les p a ra México y p a ra o tra s econom ías n a ­
cientes. Segundo, u n a lección que h ay que a p re n d e r de
la h isto ria reciente de e s ta s dos econom ías es que no se
pued e lograr el despegue económ ico dependiendo exclu­
sivam ente de la inversión h acia el interior de las corpo­
racio n es m ultin acio n ales. T anto en Indonesia y C hina
como inclu so en u n a econom ía in d u stria l avanzada, por
ejem plo, el Reino Unido, la presencia de corporaciones
m u ltin acio n ales y s u s p la n ta s fabriles crea o asis de m o­
d ern id ad in d u strial.

31
Sin em bargo, m ie n tra s esos o asis esté n rodeados por
desiertos de re tra so in d u stria l local, los salario s bajos de
los que e stá n em pleados en esto s desiertos c ircu n d an tes
seguirán a rra s tra n d o h acia abajo los salarios de los em ­
pleados en los o asis m u ltin acio n ales cercanos. P ara lo­
g rar u n a u m e n to paralelo de salario s ta n to d en tro como
fuera de los o asis m ultin acio n ales, las inversiones fructí­
feras de las corporaciones m ultin acio n ales tien en que ser
igualadas en can tid ad y calidad por las inversiones de
em p resas locales nativas. No h a y o tra m a n e ra de c ru zar
la frontera invisible que se p a ra los m u n d o s desarrollado
y en desarrollo, com o Taiw án y C orea lo e stá n haciendo.
Pero, ¿ e stá n haciendo e sta s inversiones los em p resarios
m exicanos? No m e corresp o n d e d a r u n a re sp u e sta , p u es
e sta p re g u n ta la p u ed en y la te n d ría n que resp o n d er só­
lo los m exicanos.

32
REFERENCIAS

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33
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Unidos y en la economía mundial, de Simón Head,
term inó de imprim irse en la Ciudad de México, d u ­
rante el m es de junio de 1998, en los talleres de Sig-
num Editores, S.A. de C.V., Col. Exhacienda de
Coapa, México, D.F. Se tiraron mñ ejemplares m ás
sobrantes sobre papel bond de 90 grs. En su com­
posición se utilizaron tipos Bookinan Oíd Style de
12, 11, 9, 8, 7 y 6 puntos. La corrección de estilo
estuvo a cargo de Clara Elizabeth Castillo; la lectu­
r a de pruebas, de Ju a n a Xóchitl Escamilla; las ca­
racterísticas y composición tipográficas, de Alida
Casale Núñez.

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