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Para hacerlo, prim ero com entaré la evolución de cada categoría de servicios
por países; luego com pararé la im portancia relativa de cada tipo de
servicios frente al resto en cada país; por últim o, consideraré las tendencias
de la evolución del em pleo en aquellos servicios que se han identificado en
la literatura com o característicos de las sociedades «postindustriales».
Debo recordar al lector que cuanto m ás avancem os en el análisis detallado
de las categorías específicas del em pleo, m enos sólida se vuelve la base de
datos. La im posibilidad de obtener datos fiables para algunas categorías,
países y periodos dificultará que el análisis sea sistem ático sin excepciones.
No obstante, la observación de los cuadros presentados sigue sugiriendo
que existen algunos rasgos m erecedores de un análisis m ás riguroso y una
m ayor elaboración de las bases de datos específicas de un país.
Los servicios personales se consideran, al m ism o tiem po, los rem anentes
de la estructura protoindustrial y la expresión (al m enos algunos de ellos)
del dualism o social que, según los observadores, caracteriza a la sociedad
inform acional. Aquí tam bién la observación de la evolución a largo plazo en
los siete países invita a introducir cierta cautela. Continúan representando
una proporción cuantiosa del em pleo en 1990 : con la excepción de
Alem ania (6,3% en 1987), varían entre el 9,7% y el 14,1 %, lo que viene a
equivaler de form a aproxim ada a los servicios de producción del
postindustrialism o m ás depurado. En general, han aum entado su cuota
desde 1970 . Si nos centram os en los fam osos/ infam es puestos de trabajo
proporcionados por los lugares para «com er y beber», un tem a favorito de
la literatura que critica el postindustrialism o, encontram os una expansión
considerable durante las dos últim as décadas, sobre todo en el Reino Unido
y Canadá, aunque los datos suelen m ezclar el em pleo en restaurantes y
bares con el de hoteles, que tam bién podría considerarse característico de la
«sociedad del ocio». En los Estados Unidos, el em pleo en lugares de
«com ida y bebida» suponía el 4,9% del total en 1991 (superior al 3,2% de
1970 ), que es casi el doble del tam año del em pleo agrícola, pero aún inferior
que lo que se nos pide creer en los ensayos que han elaborado la noción de
la «sociedad de la ham burguesa». La principal advertencia que ha de
hacerse sobre el em pleo en servicios personales es que no está
desapareciendo en las econom ías avanzadas, con lo cual se da pie al
argum ento de que los cam bios en la estructura social/ económ ica atañen
m ás al tipo de servicios y de trabajos que a las m ism as actividades.
La n u e v a e s t r u ct u r a o cu p a cio n a l
Para observar esa tendencia com ún, debem os concentrarnos en el aum ento
de cada ocupación por países a lo largo del tiem po. Com parem os, por
ejem plo (ver los cuadros 4.16 a 4.21 del Apéndice A), la evolución de cuatro
grupos de ocupaciones críticas: obreros / trabajadores especializados;
técnicos, profesionales y ejecutivos; vendedores y oficinistas; agricultores y
trabajadores agrícolas. Al calcular las tasas de cam bio en la cuota de cada
ocupación y grupo de ocupaciones, observam os algunas tendencias
generales y algunas diferencias críticas. La cuota de ocupaciones
ejecutivas/ profesionales/ técnicas m ostró un crecim iento vigoroso en todos
los países, excepto Francia. Los y obreros y trabajadores especializados
declinaron de form a considerable en los Estados Unidos, el Reino Unido y
Canadá, y m oderadam ente en Alem ania, Francia y J apón. Los vendedores y
oficinistas aum entaron su cuota de form a m oderada en el Reino Unido y
Francia, y vigorosam ente en los cuatro países restantes. Los agricultores y
trabajadores agrícolas descendieron sustancialm ente en todos los países. y
los trabajadores de servicios sem icualificados y del transporte presentaron
tendencias claram ente diferentes: aum entaron su cuota de form a vigorosa
en los Estados Unidos y el Reino Unido; ascendieron con m oderación en
Francia; descendieron o se estabilizaron en J apón y Alem ania.
De todos los países considerados, J apón fue el que m ás espectacularm ente
m ejoró su estructura ocupacional, aum entando su cuota de ejecutivos en un
46,2% en un periodo de veinte años y la de su m ano de obra profesional /
técnica, en un 91,4%. El Reino Unido tam bién increm entó su cuota de
ejecutivos en un 96,3%, aunque el increm ento de sus trabajadores
profesionales / técnicos fue m ucho m ás m oderado (5,2%). Así pues,
observam os una gran diversidad de tasas de cam bio en la cuota de los
grupos de ocupación en la estructura de em pleo general. Existe esta
diversidad porque hay cierto grado de convergencia hacia una estructura
ocupacional relativam ente sim ilar. Al m ism o tiem po, las diferencias en el
estilo de gestión y en la im portancia de la industria en cada país tam bién
introducen cierta variación en el proceso de cam bio.
Así pues, aunque existen signos de polarización social y económ ica en las
sociedades avanzadas, no tom an la form a de cam inos divergentes en la
estructura ocupacional, sino de diferentes posiciones de ocupaciones
sim ilares a lo largo de los sectores y entre las firm as. Las características
sectoriales, territoriales, específicas de las firm as y de género/ etnia/ edad
son fuentes m ás claras de polarización social que las diferencias
ocupacionales en sí.
Las sociedades inform acionales son sin duda desiguales, pero las
desigualdades provienen m enos de su estructura ocupacional,
relativam ente ascendente, que de las exclusiones y discrim inaciones de que
son objeto los trabajadores.
Aunque se espera que sólo se cree un m illón de los 26,4 m illones de nuevos
puestos de trabajo proyectados en las industrias productoras de bienes, se
prevé que se ralentice él declive en el em pleo industrial y que aum enten
algunas categorías ocupacionales, com o la producción de precisión, el
trabajo m anual especializado y la reparación. No obstante, se espera que el
grueso de los nuevos puestos de trabajo en los Estados Unidos esté en las
«actividades de servicios». A cerca de la m itad de ese crecim iento se espera
que contribuya la denom inada «división de servicios», cuyos principales
com ponentes son los servicios de salud y los servicios a em presas. Estos
últim os, que fueron del sector servicios los que m ás rápido crecieron en
1975-1990 , continuarán en la cim a de la expansión hasta 20 0 5, aunque con
una tasa de crecim iento m ás lenta, en torno al 2,5% anual. No obstante,
debe tenerse en cuenta que no todos los servicios a em presas hacen un uso
intensivo del conocim iento: un com ponente im portante de ellos son los
trabajos de procesam iento de datos inform áticos, pero en el periodo 1975-
1990 la actividad de crecim iento m ás rápido fueron los servicios de
provisión de personal, vinculados al increm ento del trabajo tem poral y la
contratación por parte de las firm as de estos servicios. Otros servicios de
los que se espera un crecim iento rápido en los próxim os años son los
legales (sobre todo los paralegales), los de ingeniería y arquitectura y los de
educación (colegios privados). En las categorías de la Oficina de Estadística
Laboral, las finanzas, los seguros y los inm obiliarios (FSI) no se incluyen en
los servicios a em presas. Así pues, al fuerte crecim iento de estos últim os
debem os añadir el m oderado pero constante proyectado para esa categoría
FSI, que se espera que sea de un 1,3% anual, para alcanzar el 6,1% del
em pleo total en 20 0 5. Cuando se com paren estos datos con m i análisis de
los «servicios de producción» en las secciones precedentes, deben tenerse
en consideración tanto los servicios a las em presas com o los FSI.
El com ercio al por m enor, con una saludable tasa de crecim iento m edio
anual del 1,6% y partiendo de un elevado nivel en núm ero absoluto de
puestos de trabajo, representa la tercera fuente m ayor de nuevo
crecim iento potencial, con 5,1 m illones de nuevos puestos. Dentro de este
sector, los lugares para com er y beber supondrán el 42% de los puestos de
trabajo totales en 20 0 5.
Exam inem os con m ayor rigor este argum ento: ¿se caracteriza la futura
sociedad inform acional por una polarización creciente de la estructura
ocupacional? En el caso de los Estados Unidos, la Oficina de Estadística
Laboral incluyó en sus proyecciones un análisis sobre el nivel educativo
requerido para las 30 ocupaciones que se esperaba que crecieran con m ayor
rapidez y sobre las 30 que descenderían m ás de prisa entre 1990 y 20 0 5. El
análisis consideraba tanto la tasa de crecim iento o descenso de las
ocupaciones com o sus variaciones en núm eros absolutos. La conclusión de
los autores del estudio es que «en general, una m ayoría de las ocupaciones
[en crecim iento] requieren educación o form ación superior a la escuela
secundaria. De hecho, m ás de dos de cada tres de las ocupaciones de
crecim iento m ás rápido y casi la m itad de las 30 con el m ayor núm ero de
puestos de trabajo añadidos contaban con una m ayoría de trabajadores con
una educación o form ación por encim a de la escuela secundaria en 1990 »
13. Por otra parte, la m ayor dism inución de puestos de trabajo se espera en
la industria y en algunos trabajos adm inistrativos que serán barridos por la
autom atización de las oficinas, en general en los grados m ás bajos de
cualificación. No obstante, en el conjunto de los nuevos puestos de trabajo
que se crearán en el periodo de 1992-20 0 5, Silvestri prevé sólo cam bios
m odestos en la distribución del nivel educativo de la m ano de obra 14. La
proporción de trabajadores con titulación universitaria se proyecta que
aum ente 1,4 puntos porcentuales y la proporción de los que posean cierta
preparación universitaria ascendería ligeram ente. A la inversa, la
proporción de trabajadores que hayan term inado la escuela secundaria
dism inuye un punto porcentual y la proporción de los que poseen m enor
educación desciende ligeram ente. Así pues, algunas tendencias señalan una
m ejoría de la estructura ocupacional, de acuerdo con las predicciones de la
teoría postindustrial. Pero, por otra parte, el hecho de que las ocupaciones
m uy cualificadas tiendan a aum entar m ás de prisa no significa que la
sociedad en general evite necesariam ente la polarización y el dualism o,
debido al peso relativo de los puestos de trabajo sin cualificación cuando se
cuentan en núm eros absolutos. Las proyecciones de la Oficina de
Estadística Laboral para 1992-20 0 5 m uestran que se espera que las cuotas
de em pleo para profesionales y trabajadores de servicios aum enten
aproxim adam ente en la m ism a cantidad, en torno a 1,8 y 1,5 puntos
porcentuales respectivam ente. Puesto que estos dos grupos representan
juntos casi la m itad del crecim iento total de puestos de trabajo, en núm eros
absolutos tienden a concentrarlos en los dos extrem os de la escala
ocupacional: 6,2 m illones de nuevos trabajadores profesionales y 6,5
m illones de nuevos trabajadores de servicios, cuyos ingresos en 1992
estaban en tom o al 40 % por debajo de la m edia de todos los grupos de
ocupación. Com o escribe Silvestri, «parte de la razón [de los ingresos
inferiores de los trabajadores de servicios] es que casi un tercio de estos
em pleados tenían una educación inferior a la escuela secundaria y m ás del
doble de la m edia trabajaban a tiem po parcial» 15. Para tratar de
proporcionar una visión sintética de los cam bios proyectados en la
estructura ocupacional, calculé un m odelo de estratificación sim plificada
atendiendo a los datos detallados que proporciona otro estudio de Silvestri
sobre la distribución del em pleo por ocupación, educación e ingresos para
1992 (datos reales) y 20 0 5 (proyección) 16, Em pleando los ingresos m edios
sem anales com o el indicador m ás directo de la estratificación social,
construí cuatro grupos sociales: clase alta (ejecutivos y profesionales); clase
m edia (técnicos y obreros especializados); clase m edia baja (ven dedores,
oficinistas y operarios); y clase baja (ocupaciones de servicios y
trabajadores agrícolas). Volviendo a calcular según estas categorías los
datos de Silvestri, resultó para la clase alta un increm ento de su cuota de
em pleo del 23,7% en 1992 al 25,3 % en 20 0 5 (+ 1,6); un ligero descenso
para la clase m edia, del 14,7% al 14,3% (--0 ,3); un descenso para la clase
m edia baja, del 42%,7% al 40 ,0 % (-2,7); y un increm ento para la clase baja,
del 18,9% -al 20 % (+1,1). Dos hechos m erecen com entario: por una parte,
hayal m ism o tiem po una m ejoría relativa del sistem a de estratificación y
una tendencia m oderada hacia la polarización ocupacional. Ello se debe a
que hay aum entos sim ultáneos tan to en el vértice com o en la base de la
escala social, aunque el del vértice es de m ayor m agnitud.
Así pues, las proyecciones sobre la estructura del em pleo en los Estados
Unidos y J apón parecen continuar las tendencias observadas para el
periodo de 1970 -1990 . Son sin duda dos estructuras ocupacionales y de
em pleo distintas, correspondientes a dos sociedades que cabe etiquetar
igualm ente de inform acionales en cuanto a su paradigm a sociotécnico de
producción, si bien con resultados m uy diferentes en crecim iento
económ ico, com petitividad económ ica y cohesión social. Mientras que los
Estados Unidos parecen estar resaltando su tendencia a distanciarse de los
puestos de trabajo industrial y concentrarse en los servicios de producción
y sociales, J apón m antiene una estructura m ás equilibrada, con un potente
sector industrial y un am plio colchón de actividades de servicios al por
m enor. La im portancia concedida por J apón a los servicios a em presas está
m ucho m enos concentrada en finanzas y bienes raíces y la expansión del
em pleo en servicios sociales es tam bién m ás lim itada. Las proyecciones
sobre la estructura ocupacional confirm an estilos diferentes de gestión,
caracterizándose las organizaciones japonesas por el establecim iento de
estructuras de colaboración en los talleres y oficinas, m ientras siguen
concentrando la tom a de decisiones en un grupo directivo m ás reducido. En
conjunto, las hipótesis generales sobre la existencia de diversos cam inos
para llegar al paradigm a inform acional con un m odelo com ún de estructura
de em pleo parece confirm arse por los datos lim itados que ofrecen las
proyecciones presentadas.
R e ca p it u la ció n : la e v o lu ció n d e la e s t r u ct u r a d e e m p le o y s u s
im p lica cio n e s p a r a u n a n á lis is co m p a r a t iv o d e la s o cie d a d
in fo r m a cio n a l
Las expresiones diferentes de estos m odelos en cada uno de los países del
G-7 dependen de su posición en la econom ía global. En otras palabras,
centrarse en el «m odelo de econom ía de servicios» significa para un país
que el resto está ejerciendo su papel com o econom ías de producción
industrial. El supuesto im plícito de la teoría postindustrial de que los países
avanzados serían econom ías de servicios y los m enos avanzados se
especializarían en la agricultura y la industria ha sido desm entido por la
experiencia histórica. En todo el m undo, m uchas econom ías son casi de
subsistencia, m ientras que las actividades agrícolas e industriales que
prosperan fuera del núcleo inform acional lo hacen en virtud de su estrecha
conexión con la econom ía global, dom inada por los países del G-7. De esta
form a, la estructura de em pleo de los Estados Unidos y J apón refleja sus
diferentes form as de articulación en la econom ía global y no sólo su grado
de ascenso en la escala inform acional. El hecho de que exista una
proporción inferior de puestos de trabajo en la industria o una proporción
m ás elevada de ejecutivos en los Estados Unidos se debe en parte a que la
m ayoría de sus firm as sacan fuera la fabricación ya la concentración de las
actividades de gestión y procesam iento de la inform ación a expensas de las
actividades de producción generadas en otros países por el consum o
estadounidense de sus productos.
Así pues, se abre una am plia gam a de oportunidades para las em presas de
los países capitalistas avanzados referentes a sus estrategias hacia la m an o
de obra, tanto cualificada com o sin cualificar. Pueden elegir entre:
a) reducir el tam año de la firm a, m anteniendo la m an o de obra m uy
cualificada indispensable en el Norte e im portando los productos de las
zonas de bajos costos; o
b) subcontratar parte del trabajo a sus establecim ientos
transnacionales ya las redes auxiliares, cuya producción puede incorporarse
al sistem a de redes de la em presa; o
c) em plear trabajo tem poral, trabajadores a tiem po parcial o firm as
inform ales com o proveedores en el propio país; o
d) autom atizar o re ubicar las tareas y funciones para las que los
precios del m ercado laboral se consideren dem asiado elevados frente a las
fórm ulas alternativas; u
e) obtener de su m ano de obra, incluido el núcleo, el consentim iento
para unas condiciones de trabajo y sueldo m ás severas com o condición para
que sus puestos se m antengan, con lo que se rectifican los contratos
sociales establecidos en circunstancias m ás favorables para los
trabajadores.
En el m undo real, esta gam a de posibilidades se traduce en el em pleo
efectivo de todas ellas, según las firm as, países y periodos. Así pues, aunque
puede que la com petencia global no afecte de form a directa a la m ayoría de
la m ano de obra de los países de la OCDE, sus efectos indirectos
transform an por com pleto las condiciones e instituciones laborales de todas
partes 42. Asim ism o, el alineam iento de las condiciones laborales en los
distintos países no ocurre debido sólo a la com petencia de las zonas de
bajos costos: tam bién obliga a Europa, Estados Unidos y J apón a
converger. Las presiones tendentes al aum ento de flexibilidad del m ercado
laboral y la rectificación del Estado de bienestar en Europa Occidental
provienen m enos de las derivadas del este asiático que de la com paración
con los Estados Unidos 43. Cada vez será m ás difícil para las com pañías
japonesas continuar con las prácticas de em pleo vitalicio para el 30 %
privilegiado de su m ano de obra, si han de com petir en una econom ía
abierta con las com pañías estadounidenses que practican el em pleo flexible
44 (ver el capítulo 3 de este volum en). El efecto entrecruzado de la
globalización económ ica y la difusión de las tecnologías de la inform ación
está induciendo y posibilitando la producción escueta, la reducción de
tam año, la reestructuración, la consolidación y las prácticas de gestión
flexible. Los efectos indirectos de estas tendencias sobre las condiciones
laborales en todos los países son m ucho m ás im portantes que el im pacto
m ensurable del com ercio internacional o el em pleo directo transnacional.
El proceso del trabajo inform acional está determ inado por las
características del proceso de producción inform acional. Teniendo
presentes los análisis presentados en los capítulos previos sobre la
econom ía inform acional/ global y sobre la em presa red com o su form a
organizativa, estos procesos pueden resum irse com o sigue:
Esta tipología ha de com binarse con otra que hace referencia a la necesidad
y capacidad de cada tarea (y su realizador) de conectarse con otros
trabajadores en tiem po real, ya sea dentro de la m ism a organización o en el
sistem a general de la em presa red. Según esta capacidad de relación, cabe
distinguir entre tres posiciones fundam entales:
El segundo factor que fom entó los buenos resultados fue el aum ento de la
auton om ía del trabajador en com paración con otras fábricas, perm itiendo
la colaboración en los talleres, los círculos de calidad y la retroalim entación
de los trabajadores en tiem po real durante el proceso de producción.
Am bas plantas organizan la producción en equipos de trabajo, con un
sistem a plano de clasificación por ocupaciones. Saturo elim inó el puesto de
inspector de prim era línea y Chrysler se m ovió en la m ism a dirección. Los
trabajadores tienen la capacidad de operar con una libertad con siderable y
se les alienta para que aum enten su interacción form al en la realización de
sus tareas.
Los efectos de estos cam bios tecnológicos sobre el trabajo de oficina aún no
se han identificado plenam ente porque los estudios em píricos y su
interpretación avanzan m ás despacio que el rápido proceso de cam bio
tecnológico. Sin em bargo, durante la década de 1980 , diversos estudiantes
de doctorado de Berkeley, cuya labor seguí y supervisé, produjeron varias
m onografías detalladas que docum entaban las tendencias de cam bio que
parecen confirm arse por la evolución de los noventa 59. Resultó particular
m ente reveladora la tesis doctoral de Barbara Baran sobre el efecto de la
autom atización de la oficina en el proceso de trabajo de algunas grandes
com pañías de seguros de los Estados Unidos 60 . Su obra, así com o otras
fuentes, m ostraron la tendencia de las firm as a autom atizar el extrem o
inferior de los puestos de trabajo auxiliares, esas tareas de rutina que, al
poder ser reducidas a un núm ero de pasos tipificados, cabe program ar con
facilidad. Tam bién se descentralizó la inclusión de datos, reuniendo la
inform ación e introduciéndola en el sistem a lo m ás cerca posible de la
fuente. Por ejem plo, la contabilidad de las ventas ahora se vincula al
registro y alm acenam iento en la m áquina de caja del punto de venta. Los
cajeros autom áticos actualizan constantem ente las cuentas bancarias. Las
reclam aciones de seguros se alm acenan directam ente en la m em oria en
relación con todos los elem entos que no requieren una sentencia m ercantil;
y así sucesivam ente. El resultado neto de estas tendencias es la posibilidad
de elim inar la m ayor parte del trabajo auxiliar m ecánico y de rutina. Por
otra parte, las operaciones de un nivel superior se concentran en las m anos
de trabajadores de oficina y profesionales cualificados, que tom an
decisiones en virtud de la inform ación que han alm acenado en los archivos
de sus ordenadores. Así que, m ientras en la base del proceso aum enta el
carácter rutinario (y, por ello, la autom atización), en el nivel m edio hay una
reintegración de diversas tareas en una operación inform ada de tom a de
decisiones, por lo general procesada, evaluada y realizada por un equipo
com puesto por trabajadores de oficina con una autonom ía creciente en la
tom a de decisiones. En un estadio m ás avanzado de este proceso de
reintegración de tareas, tam bién desaparece la supervisión de los ejecutivos
de rango m edio y los controles y procedim ientos de seguridad se tipifican
en el ordenador. Entonces la vinculación fundam ental pasa a ser la
existente entre los profesionales que evalúan y tom an las decisiones sobre
tem as im portantes y los adm inistrativos inform ados que tom an decisiones
en las operaciones diarias, basándose en los archivos de sus ordenadores y
sus capacidades para trabajar en las redes. Así pues, la tercera fase de la
autom atización de las oficinas, en lugar de racionalizar Únicam ente las
tareas (com o fue el caso de la autom atización del procesam iento por lotes),
racionaliza el proceso, porque la tecnología perm ite la integración de la
inform ación de m uchas fuentes diferentes y su redistribución, una vez
procesada, a unidades de ejecución diferentes y descentralizadas. De este
m odo, en lugar de autom atizar tareas discretas (com o la m ecanografía y el
cálculo), el nuevo sistem a racionaliza un procedim iento com pleto (por
ejem plo, el nuevo seguro m ercantil, el procesam iento de reclam aciones, la
suscripción) y luego integra varios procedim ientos en líneas de productos o
m ercados segm entados. Entonces se reintegra funcionalm ente a los
trabajadores, en lugar de distribuirlos organizativam ente.
Hirschhorn ha observado una tendencia sim ilar en sus análisis sobre los
bancos estadounidenses y Castaño en su estudio de la banca española 61.
Aunque las operaciones rutinarias cada vez se han autom atizado m ás
(cajeros autom áticos, servicios telefónicos de inform ación, banca
electrónica), el resto de los em pleados de banca cada vez trabajan m ás
com o vendedores de servicios financieros a los clientes y com o
controladores del reintegro de la m oneda que venden. En los Estados
Unidos, el gobierno federal planea autom atizar los pagos de im puestos y de
la seguridad social para finales de siglo, con la que se extenderá un cam bio
sim ilar del proceso laboral a los organism os del sector público.
Una característica fundam ental del nuevo m ercado laboral durante las dos
últim as décadas es la incorporación m asiva de las m ujeres al trabajo
rem unerado: el porcentaje de participación fem enina en la m ano de obra
para las edades de 15 a 64 años pasó de un 51,5% en 1973 a un 70 ,7% en
1998 en los Estados Unidos; del 53,2% al 67,8% en el Reino Unido; del
50 ,1% al 60 ,8% en Francia; del 54% al 59,8% en J apón; del 50 ;3% al 60 ,9%
en Alem ania; del 33,4% al 48,7% en España; del 33,7% al 43,9% en Italia;
del 63,6% al 69,7% en Finlandia; y del 62,6% al 75,5% en Suecia, el país con
la m ayor participación laboral fem enina del m undo 73. Sin em bargo, la
presión de este increm ento sustan cial de la oferta laboral n o creó un
elevado desem pleo en los Estados Unidos y en J apón, com o ocurrió en
algunos países de Europa occidental. Los Estados Unidos, en m edio de un
espectacular reequipam iento tecnológico, registraron en 1999 su tasa de
desem pleo m ás baja en treinta años, un 4,1 %. J apón, a pesar de la
prolongada recesión de los años noventa, seguía m anteniendo su tasa de
desem pleo por debajo del 5%, aunque m odificaba sus pautas tradicionales
de relaciones laborales, com o expondré m ás adelante. y los Países Bajos,
una econom ía tecnológicam ente avanzada, después de m odificar sus
instituciones laborales redujo su tasa de paro a cerca del 3% a finales de
1999.
Por tanto, todos los datos apuntan al hecho de que el alto desem pleo en los
países desarrollados es principalm ente un problem a de algunos (pero no
todos) los países europeos durante las prim eras fases de su transición a la
nueva econom ía. La principal causa de este problem a no fue la introducción
de nuevas tecnologías, sino políticas m acroeconóm icas equivocadas y por
un entorno institucional que desalentó la creación de em pleo en el sector
privado. Sin em bargo, la innovación tecnológica y la difusión de tecnologías
no tuvo un efecto directo sobre la creación o destrucción de em pleo en un
nivel agregado.
No obstante, los profetas del desem pleo m asivo, encabezados por el ilustre
Club de Rom a, sostienen que tales cálculos se basan en una experiencia
histórica diferente que subestim a los im pactos radicalm ente nuevos de las
tecnologías, cuyos efectos son universales y penetrantes porque se
relacionan con el procesam iento de la inform ación. Así pues, según sigue el
argum ento, si los puestos de trabajo en la industria siguen el cam ino de los
agrícolas, no habrá suficientes trabajos en los servicios para reem plazarlos,
porque éstos tam bién se están autom atizando y desapareciendo
rápidam ente. Predijeron que esta tendencia, al acelerarse en los años
noventa, abocaría al desem pleo m asivo 77. La consecuencia obvia de este
análisis es que nuestras sociedades tendrán que escoger entre el desem pleo
m asivo y los trabajadores desem pleados / ocasionales o una redefinición
del trabajo y el em pleo, abriendo el cam ino para una reestructuración total
de la organización social y los valores culturales.
Dada la im portancia del tem a, las instituciones internacionales, los
gobiernos y los investigadores han realizado esfuerzos extraordinarios para
valorar el im pacto de las nuevas tecnologías. En los últim os quince años, se
han efectuado docenas de estudios de gran com plejidad técnica, sobre todo
en la década de 1980 , cuando aún había esperanzas de que los datos
pudieran proporcionar una respuesta. La lectura de estos estudios revela la
dificultad de la investigación. Es obvio que la introducción de robots en una
cadena de m ontaje reduce la jornada de trabajo hum ano para un nivel
determ inado de producción. Pero no se sigue que se reduzca el em pleo para
la firm a o incluso para la industria. Si la calidad y productividad superiores
alcanzadas por la introducción de m aquinaria electrónica aum entan la
com petitividad, tanto la firm a com o la industria necesitarán aum entar el
em pleo para surtir a la dem anda m ás am plia resultante de una cuota de
m ercado m ayor. Así pues, la pregunta se suscita a escala nacional: la nueva
estrategia de crecim iento im plicaría el aum ento de la com petitividad al
costo de reducir el em pleo en algunos sectores, m ientras se utiliza el
excedente así generado para invertir y crear trabajo en otros, com o los
servicios a em presas o las industrias de tecnología m edioam biental. En
últim o recurso, los resultados netos de em pleo dependerán de la
com petencia internacional. Los teóricos del com ercio sostendrían entonces
que no es un juego de sum a cero, ya que la expansión del com ercio global
beneficiará a un núm ero m ayor de unidades económ icas m ediante el
increm ento de la dem anda general. Según esta línea de argum ento, habría
una reducción potencial del em pleo com o consecuencia de la difusión de las
nuevas tecnologías de la inform ación sólo si:
Bessant rechaza com o excesivo lo que denom ina «los tem ores repetidos
sobre la autom atización y el em pleo» que se han venido repitiendo desde
los años cincuenta. Luego, tras un exam en m inucioso de los resultados del
estudio, escribe que «está cada vez m ás claro que la pauta de los efectos del
em pleo que se asocia con la m icroelectrónica parece variar m ucho». Según
los datos que ha revisado, por una parte, la m icroelectrónica desplaza
algunos puestos de trabajo en algunas industrias. Pero, por otra, tam bién
contribuirá a crearlos y m odificará sus características. La ecuación general
debe tom ar en consideración varios elem entos al m ism o tiem po:
El problem a de un análisis económ ico tan elegante está siem pre en los
supuestos: los dem ás factores nunca son iguales. El m ism o Boyer reconoce
este hecho y luego exam ina la adecuación em pírica de su m odelo,
observando, de nuevo, una am plia gam a de variación entre industrias y
países diferentes. Aunque Boyer y Mistral descubrieron una relación
negativa entre productividad y em pleo para el conjunto de la OCDE en el
periodo de 1980 -1986, un análisis com parativo de Boyer sobre países de la
OCDE identificó tres pautas diferentes de em pleo en zonas con niveles
sim ilares de densidad de I+D 10 1.
Así pues, la tecnología de la inform ación por sí m ism a no causa desem pleo,
aunque reduce obviam ente el tiem po de trabajo por unidad de producción.
Pero, en el paradigm a inform acional, el tipo de puestos laborales cam bia en
cantidad, en calidad, en la naturaleza del trabajo que se realiza y en cuanto
al género de quién trabaja, dónde y cóm o. Por lo tanto, un nuevo sistem a de
producción requiere una nueva m ano de obra; aquellos individuos y grupos
incapaces de adquirir la cualificación inform acional podrían ser excluidos
del trabajo o devaluados com o trabajadores. Asim ism o, com o la econom ía
inform acional es global, el desem pleo abundante concentrado en algunos
segm entos de la población (por ejem plo, los jóvenes franceses) y algunas
regiones (com o Asturias) podría convertirse en una am enaza para la zona
de la OCDE si no se restringe la com petencia y si el «m odo de regular» la
relación entre capital y trabajo no se transform a.
1. Jornada laboral: trabajo flexible quiere decir que no está lim itado al
m odelo tradicional de 35-40 horas sem anales de trabajo en un
em pleo durante todo el año.
Este m odelo de em pleo, que, junto con Carnoy, denom inaré estándar , está
en decadencia en el m undo a favor del trabajo flexible, que se desarrolla
sim ultáneam ente en las cuatro dim ensiones que acabo de m encionar.
Exam inem os en prim er lugar las tendencias de los países de la OCDE en los
años ochenta y noventa sobre la base de los datos de la OCDE elaborados
por Cam oy y expuestos en las figuras 4.4, 4.5, 4.6, 4.7. Entre 1983 y 1998
aum entó significativam ente el núm ero de trabajadores a tiem po parcial (en
su gran m ayoría m ujeres) en todos los países analizados, excepto en los
Estados Unidos y Dinam arca. Representaban m ás del 20 % de la m ano de
obra en el Reino Unido, Australia y J apón y superaron el 30 % en los Países
Bajos. La proporción de trabajadores eventuales aum entó en todos los
países analizados, a excepción de los Países Bajos. En los Estados Unidos, el
trabajo eventual aum entaba pero se m antenía en un nivel m uy bajo en
1994, una observación que exam inaré con cierto detalle. En España hubo
un aum ento sustancial del em pleo eventual durante los años noventa, hasta
alcanzar cerca de un tercio de la m ano de obra en 1994.
A finales de 1999, pese a una prolongada recesión que detuvo el crecim iento
de J apón durante la m ayor parte de los años noventa, la tasa de paro
japonesa, aunque era la m ás alta de las últim as dos décadas, seguía por
debajo del 5%. En efecto, la principal preocupación de sus planificadores
laborales es la escasez potencial de trabajadores en el futuro, dado el
envejecim iento de la estructura dem ográfica y la reticencia japonesa hacia
la inm igración extranjera 118. Adem ás, el sistem a Chuki Koy o, que
proporciona un em pleo asegurado de larga duración para el núcleo de la
m ano de obra de las grandes em presas, se m antenía, aunque som etido a
crecientes presiones, com o se verá m ás adelante. Por lo tanto, parecería que
la excepcionalidad desdice la tendencia general hacia la flexibilidad del
m ercado laboral y la individualización del trabajo que caracteriza al resto
de las sociedades inform acionales capitalistas 119. Sin em bargo, yo
sostendría que aunque J apón ha creado un sistem a de relaciones laborales
y procedim ientos de em pleo m uy original, la flexibilidad ha sido la
tendencia de carácter estructural durante las dos últim as décadas y está
aum entado junto con la transform ación de la base tecnológica y la
estructura ocupacional 120 .
Así pues, parece que J apón ha venido practicando durante cierto tiem po la
lógica de m ercado de trabajo dual que se está extendiendo por las
econom ías occidentales. Al hacerlo, ha com binado los beneficios del
com prom iso de una m ano de obra nuclear con la flexibilidad de un
m ercado de trabajo periférico. La prim era ha sido esencial porque ha
garantizado la paz social m ediante la cooperación entre la dirección y los
sindicatos de las em presas; y porque ha aum entado la productividad
m ediante la acum ulación de conocim iento en la firm a y la rápida
asim ilación de las nuevas tecnologías. Esto últim o ha perm itido una rápida
reacción a los cam bios de la dem anda laboral, así com o a las presiones
com petitivas de la fabricación fuera del país durante los años ochenta. En
los noventa, las cifras de la inm igración extranjera y los jornaleros
com enzaron a subir, introduciendo una selección y flexibilidad adicionales
en los segm entos m enos cualificados de la m ano de obra. En conjunto,
parece que las com pañías japonesas fueron capaces de afrontar las
presiones com petitivas m ediante la recualificación de su m ano de obra
nuclear y la adición de tecnología, m ientras m ultiplicaban su m ano de obra
flexible, tanto en J apón com o en sus redes de producción globalizadas. Sin
em bargo, com o esta práctica laboral se basa en esencia en la subordinación
de las m ujeres japonesas educadas, que no durará para siem pre, propongo
la hipótesis de que es sólo cuestión de tiem po que la flexibilidad oculta del
m ercado laboral japonés se difunda al núcleo de la m ano de obra, poniendo
en tela de juicio el que ha sido el sistem a de relaciones laborales m ás
estable y productivo de finales de la era industrial 129.
Por lo tanto, sí existe en general una transform ación fundam ental del
trabajo, los trabajadores y las organizaciones laborales en nuestras
sociedades, pero no puede ser explicada m ediante las categorías
tradicionales de los debates obsoletos sobre «el final del trabajo» o la
«descualificación del trabajo» 130 . El m odelo prevaleciente de trabajo en la
nuevá econom ía basada en la inform ación es el de una m ano de obra
nuclear, form ada por profesionales que se basan en la inform ación ya
quienes Reich denom ina «analistas sim bólicos», y una m ano de obra
desechable que puede ser autom atizada o
contratada/ despedida/ externalizada según la dem anda del m ercado y los
costos laborales. Adem ás, la form a de funcionam iento en red de la
organización em presarial perm ite el outsourcing y la subcontrata com o
form as de exteriorizar la m ano de obra en una adaptación flexible a las
condiciones de m ercado. Los analistas han distinguido acertadam ente entre
varias form as de flexibilidad en los salarios, la m ovilidad geográfica, la
posición ocupacional, la seguridad contractual y las tareas realizadas, entre
otras 131. Con frecuencia, todas estas form as se agrupan en una estrategia
interesada para presentar com o inevitable lo que en realidad es una:
decisión em presarial o política. No obstante, es cierto que las tendencias
tecnológicas actuales fom entan todas las form as de flexibilidad, por lo que,
en ausencia de acuerdos específicos para estabilizar una o varias
dim ensiones del trabajo, el sistem a evolucionará hacia una flexibilidad
m ultifacética y generalizada para los trabajadores, tanto altam ente
especializados com o no especializados, y las condiciones laborales. Esta
transform ación ha sacudido nuestras instituciones, induciendo una crisis
en la relación entre el trabajo y la sociedad.