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UNIVERSIDAD INCE

ESCUELA DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS

FIL-101 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Sustentado por:

Eimy Merethy Salcedo de la Rosa - 2022-0072

Profesor:

Denny Otoniel

Noviembre 2022

Santo Domingo, D.N


INTRODUCCIÓN

El caso Riggs vs. Palmer es un caso de suma importancia no solo para la


Jurisprudencia de Nueva York, sino que es también un ejemplo del poder
Judicial con el "objeto social" la regla de interpretación de la ley, el proceso de
Interpretar y aplicar la legislación.
En el caso, se desarrolla un conflicto que se origina con un testamento el cual
las demandantes, la Sra. Riggs y la Sra. Preston, trataron de invalidar la
Voluntad de su padre, Francis B. Palmer. El acusado en el caso fue Elmer E.
Palmer, nieto del testador, a quien su abuelo, Francis B. Palmer, dejaba la
Mayoría de sus bienes con pequeños legados a dos de sus hijas. Sabiendo que
iba a ser el destinatario de la gran finca de su abuelo, Elmer, temiendo que su
abuelo podría cambiar la voluntad, asesinó a su abuelo por envenenamiento.
a partir de este caso, el filósofo Ronald Dworkin realiza un análisis con el fin de
explicar que los casos judiciales se resuelven a través de principios, y no de
normas de forma estricta.
A continuación, en nuestro trabajo, trataremos de analizar la sentencia que
condena al joven Elmer E. Palmer a fin de poder establecer el punto de vista de
Ronald Dworkin.

Para comenzar con nuestro análisis, debemos tener en cuenta el contexto en


que se sitúa. Históricamente, estamos tratando con una sentencia dictada por
la Court of Appels (Corte de Apelaciones) del estado de Nueva York en el año
1889. En ese momento, no existía una ley promulgara que previera el caso y
estableciera que "nadie podía beneficiarse de su propio ilícito". Sólo estaban
reguladas las disposiciones de última voluntad -es decir, el testamento-, a fin
de que sean válidas y cobren eficacia (que sería partir de la muerte del
causante).
Acto seguido, creemos que es conveniente realizar una síntesis sobre el voto
del Juez Earl, cuya relevancia se resume a que fue la decisión final del Tribunal
estadounidense gracias a la concurrencia del Juez Danforth. Sin embargo, el
Juez Gray disiente.
El juez Earl sostiene que si bien es cierto que, de acuerdo con la interpretación
literal de la ley el testamento era válido y otorgaba esa propiedad a Palmer, el
propósito de estas leyes fue permitir a los testadores disponer de su herencia
como recompensa al momento de su muerte y llevar a efecto sus últimos
deseos jurídicamente expresados.1
Fue la intención del legislador que los instituidos en un testamento obtuvieran
la propiedad a ellos otorgada, pero en ningún caso ha podido ser su intención
que una persona llamada a heredar y que asesina al testador para acelerar el
trámite sucesorio pudiera obtener algún beneficio en virtud de éste.
Según Earl, es un método común de interpretación que la intención del
legislador es tan ley como si fuera la propia letra de la ley. Los redactores de
las leyes no siempre expresan su intención perfectamente, sino que se
exceden
o es insuficiente, por lo que los jueces recopilan solamente las conjeturas
racionales o probables, lo cual es denominado por Earl como “interpretación
racional”2. Sin embargo, a nuestro parecer, sería más exacto de hablar
“interpretación equitativa o razonable”, ya que tal interpretación de la ley debe
ser considerada como la mejor respuesta de la intención que los legisladores
tuvieron en mente. Como Bacon señala "Mediante una interpretación equitativa

un caso que no está incluido en la letra de la ley se considera algunas veces


que cae dentro de su significado porque está comprendido en el daño para el
cual se ha dispuesto el remedio jurídico"3. En algunos casos la letra de la ley
se
restringe mediante una interpretación equitativa, en otros casos se extiende; en
otros la interpretación es contraria a la letra de la ley.
Dicho juez se plantea "¿Qué sería más irrazonable que suponer que fue

intención del legislador en las leyes generales aprobadas para la transmisión


ordenada, pacífica y justa de la propiedad que ellas deberían actuar en favor de
quien asesinó a su ascendiente para poder acceder rápidamente a la posesión
de su herencia? Tal intención es inconcebible."4
Earl llega a la conclusión que “a ninguno se le debe permitir beneficiarse de su

propio fraude o tomar ventaja de su propio error, fundar cualquier demanda


sobre su propia iniquidad o adquirir propiedad sobre la base de su propio
crimen”5. Este principio emana del orden público, tienen su fundamento en el
derecho universal administrado en todas las naciones y en ningún lugar pueden
ser sustituidas por las leyes. El juez se basa, además, en la decisión del caso
New York Mutual Life Insurance Company c. Armstrong: aquí se consideró que
la persona que procuró una póliza sobre la vida de otra, pagadera a su muerte,
y luego asesina al asegurado para hacer efectiva la póliza, no puede
recuperarla por ello.
Por lo tanto, entiende Earl, teniendo en cuenta esta máxima, que “un

testamento obtenido mediante fraude y engaño, como cualquier otro negocio


jurídico, puede ser declarado nulo; y así una parte concreta de un testamento
puede ser declarada ilegal o ineficaz si la voluntad fue inducida mediante
fraude
o bajo la influencia indebida de la persona en cuyo favor está hecho”6.
Igualmente un testamento puede contener disposiciones que sean inmorales,
irreligiosas o contrarias al orden público y, entonces, ellas serán consideradas
nulas.
Para el juez Earl, no había certeza de que el asesino sobreviviría al testador, o
de que el testador no cambiaría su testamento, tampoco de que aquél
obtendría la propiedad si la naturaleza hubiera seguido su curso. Elmer Palmer,
por lo tanto, asesinó al testador para conferirse a sí mismo una herencia. En
tales circunstancias, ¿qué derecho, humano o divino, le permitiría tomar la
herencia y disfrutar de los frutos de su crimen? La voluntad del testador habló y
se hizo efectiva a su muerte; Elmer causó esta muerte y, a través de su crimen,
la hizo hablar y ser eficaz. Pero, ¿podía Elmer dar ejecutar un testamento
mediante un asesinato y, además, obtener la propiedad? Según este juez,
responder estas preguntas en forma afirmativa sería vergüenza a la ciencia
jurídica del Estado y una ofensa contra el orden público.7
Asimismo, Earl afirma que en ningún país, donde el common law prevalece, se
había estimado importante promulgar una ley que provea tal caso. El derecho
Juez Earl, Fallo Riggs vs. Palmer (traducido al español), 115 NY 506 (1889),
Corte de apelaciones de Nueva York
El continental europeo les había sido similar los legisladores del Estado y no
estimaron importante incorporar a sus leyes alguna disposición sobre este
asunto. Por consiguiente, entiende Earl, “fue supuesto que las máximas del
common law serían suficientes para regular tal caso y que su promulgación
específica para este propósito no era necesaria.”8
Finalmente, Earl dispone que el demandado Palmer no debiera tomar ninguna
de las propiedades como heredero, ya que él no era heredero antes del
asesinato y no había certeza de que llegara a serlo. El mismo Palmer se
convirtió en heredero a través de un asesinato y trató de obtener la propiedad
como fruto de su ilícito. “No puede concederse derecho alguno a sí mismo
mediante un crimen.”9
De esta manera, el Juez Earl revoca la decisión del árbitro inferior10, haciendo
lugar a la demanda de las actoras y prohibiéndolo a Palmer beneficiarse de la
herencia dejada por el testador.
Por otro lado, teniendo en cuenta lo expresado, dicho caso, en la actualidad, se
vería resuelto a través de la aplicación del artículo 2281 del Nuevo Código Civil
y Comercial de la Nación, que establece: "Causas de indignidad. Son indignos
de suceder: a) los autores, cómplices o partícipes de delito doloso contra la
persona, el honor, la integridad sexual, la libertad o la propiedad del causante,
o de sus descendientes, ascendientes, cónyuge, conviviente o hermanos. Esta
causa de indignidad no se cubre por la extinción de la acción penal ni por la de
la pena; […] En todos los supuestos enunciados, basta la prueba de que al
indigno le es imputable el hecho lesivo, sin necesidad de condena penal."11
Sin embargo, tal como lo presenta Dworkin el caso en el derecho
estadounidense a fines del Siglo XIX12, no hay en aquél sistema regla.

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