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PASCUAL SERRANO 26/10/2015
El 6 de enero de 1941, el entonces presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt se
dirigió al Congreso en su discurso del Estado de la Unión. Aquella intervención se conoce como
Discurso de las Cuatro Libertades (Four Freedoms Speech) porque Roosevelt sintetizó en
“cuatro libertades humanas esenciales” los objetivos de Estados Unidos para el mundo de
posguerra: la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la
libertad de vivir sin miedo (freedom of speech, freedom of religion, fredom from want and
freedom from fear). Incluso Jimmy Carter, durante su presidencia, citaba entre los “derechos
humanos fundamentales” la “prohibición del sufrimiento causado por una asistencia sanitaria
inadecuada”. De las dos últimas libertades de Roosevelt, que ahora nos parecen tan lejanas, me
quisiera ocupar.
Es evidente que el campo socialista ponía el acento en esos derechos sociales, incluso en
detrimento de libertades públicas como las de asociación, movimiento o expresión. La caída del
bloque del Este supuso una victoria ideológica tal de los sectores neoliberales económicos que
borraron de nuestra cosmovisión los derechos sociales hasta el punto de que hoy la libertad de
vivir sin penuria parece un desiderátum de otro mundo. Y por supuesto no de un país de
economía capitalista como es Estados Unidos. Esta victoria ideológica se ha impuesto también
en las ONG's de desarrollo y de derechos humanos. Hoy ninguna acusa a ningún gobierno por
el hambre de sus ciudadanos, el desahucio de familias de sus viviendas, la falta de un trabajo
para sobrevivir o una inadecuada asistencia sanitaria. Todas ellas violaciones de “la libertad de
vivir sin penuria”, una de las libertades humanas esenciales para la presidencia de Estados
Unidos hace 75 años. Abducidas por el modelo neoliberal que prioriza las libertades e ignora
los derechos sociales, nuestras ONG's denunciarán que un gobierno clausure una organización
de vecinos pero ignorará que esos mismos vecinos no tengan trabajo, ingresos para comer o un
techo donde guarecerse. Nuestras ONG's acusan a gobiernos porque no autorizan a una
empresa extranjera para poner en marcha un periódico, pero no les acusarán de mantener en el
analfabetismo al 60% de la población, lo que impediría que ese porcentaje pueda leer los
periódicos. El informe anual de una organización de derechos humanos recogerá la denuncia a
un gobierno africano por prohibir una manifestación pero no acusará al gobierno en ese mismo
informe por la muerte de hambre de miles de personas.
En cuanto a “la libertad de vivir sin miedo”, a los ciudadanos de países occidentales y bien
armados nos sugiere el miedo a un atentado, pero el filósofo italiano Doménico Losurdo señala
que sería bueno pensar en esos otros países débiles que, independiente de que nos guste o no
su gobierno, sus ciudadanos temen constantemente por su seguridad a causa del despliegue
amenazador en sus fronteras o la presencia a poca distancia de ellos de un poderoso dispositivo
militar. Es el caso de Cuba. Esa amenaza de agresión constante impide dedicar todos los
recursos materiales necesarios a la realización de los derechos sociales y económicos. Pero
también se resienten los derechos civiles y políticos. No tanto porque forme parte del modelo
socialista elegido, sino porque viven en un estado constante de alerta y acoso. ¿Acaso no se
limitan gravemente esos derechos en los países más democráticos cuando su seguridad
nacional está en peligro?
Pues bien, esta “libertad de vivir sin miedo” también ha sido olvidada por ONG's y
organizaciones de derechos humanos. En los juicios de Nuremberg se condenó a muerte a
muchos mandos nazis por haber desencadenado una guerra, violando el derecho humano a la
“libertad de vivir sin miedo”. Hoy es Estados Unidos el país que más pone en cuestión esa
libertad en la medida en que tiene instaladas bases militares por todo el mundo y se reserva el
derecho de atacar cualquier país. Sin embargo a ninguna organización se le ocurre acusarle de
violar las principales libertades planteadas por Franklin D. Roosevelt, trigésimo segundo
presidente de los Estados Unidos de América.
29 MiércolesOCT 2014
“En los días futuros, que tratamos de hacer seguros, anhelamos un mundo fundado en
las cuatro libertades humanas esenciales:
“La primera es la libertad de palabra y expresión, en cualquier lugar del mundo.
“La segunda es la libertad de cada persona para adorar a Dios a su propio
modo, en cualquier lugar del mundo.
“Esta no es la visión de un milenio lejano. Es una base concreta para una clase de
mundo alcanzable en nuestro propio tiempo y en nuestra generación. Esa clase de
mundo es justamente la antítesis del llamado “Orden Nuevo” de tiranía que los
dictadores procuran crear con el estrépito de una bomba. […] El orden mundial que
buscamos es la cooperación entre países libres, trabajando juntos en una sociedad
civilizada y amistosa.
“Esta nación ha colocado su destino en las manos, las mentes y los corazones de
millones de hombres y mujeres libres, y en su fe en la libertad bajo la guía de Dios. La
libertad significa la supremacía de los derechos humanos en todo el mundo. Nuestro
apoyo se dirige a aquellos que luchan por lograr esos derechos o por mantenerlos.
Nuestra fuerza es nuestra unidad de propósito.
“Para tan alto designio no puede haber otro final, salvo la victoria”.
– Franklin D. Roosevelt, 6 de enero de 1941.
Naturaleza:
Todos igual
1. Libertad fundamental (querer)
2. Libertad de elección (preferir)
Persona:
Puede crecer
3. Libertad moral (un poder que crece con los hábitos)
4. Libertad política (lo que se me permite hacer)
Libertad fundamental
Es el sentido más profundo de la libertad, sobre el que se fundamentan
los otros sentidos. Es una de las capacidades de la naturaleza humana,
forma parte del ser humano en el que hay un espacio interior –
intimidad– que nadie puede poseer si uno no quiere, en el cual yo me
encuentro a disposición de mí mismo. Es un poseerse en el origen, ser
dueño de uno mismo y, por tanto, de las propias acciones. La libertad
fundamental no se puede quitar de ningún modo, ningún cautiverio es
capaz de suprimir este nivel de libertad. El hombre tiene
un dentro que es inviolable y que le permite mantener un amor o una
creencia “contra viento y marea”, nunca podrán obligarme a amar u
odiar a nadie: en ese espacio interior no es posible la coacción. El
único modo de suprimir esta libertad sería suprimir al hombre mismo,
por eso todas las formas de perseguir la libertad de pensamiento o de
conciencia están condenadas al fracaso.
La libertad de elección
Frente a esta libertad constitutiva ó fundamental está la libertad de
elección. Tenemos conciencia de que podemos elegir y de que
podemos elegir esto o aquello. Es lo que se conoce como libertad de
arbitrio o libertad de elección, es ésta la acepción más común de la
palabra libertad. Choice es la palabra inglesa que hoy se utiliza más
para designar la libertad de elección. Es la libertad que fomenta la
sociedad de consumo que tiende a considerar la sociedad como un
inmenso "supermercado". ¿Está la raíz de la libertad e esta posibilidad
de elegir? Es decir ¿el hombre es libre porque elige o elige porque es
libre? Elige porque es libre. La raíz de la libertad no está tanto en la
posibilidad de elección (en la existencia de alternativas) como en la
autoposesión. Reducir la libertad a la libertad de elección entre más o
manos ofertas es trivializar la libertad humana, que siempre implica
un cierto compromiso, una puesta en juego de la propia existencia.
Sostiene Mill que “la única libertad que merece ese nombre es la de
perseguir nuestro propio bien a nuestra manera mientras no
intentemos privar a los demás del bien que es suyo (...) Cada uno es el
mejor guardián de su propia salud física o espiritual. La humanidad se
beneficia más consintiendo a cada uno vivir a su manera, que
obligándole a vivir a la manera de los demás”[3]. Esta mentalidad está
muy extendida en Occidente y viene a sostener que cada uno es libre
de elegir lo que quiera siempre que los demás no se vean
perjudicados: aunque alguien se equivoque, es preferible dejarle en el
error antes que imponerle una opinión o una elección que no sea la
suya propia. No se puede hablar de proyectos de libertad mejores o
peores. Lo más que se puede decir al hombre es que somos libres,
pero no cómo ser bueno, cómo vivir una vida buena.
· Negar que las acciones tengan un valor objetivo: el único valor sería
la autenticidad
Libertad moral
El uso del libre arbitrio produce costumbres y hábitos. La naturaleza
se perfecciona con los hábitos, ya que éstos hacen más fácil alcanzar
los fines del hombre. Se puede definir el hombre como un ser
intrínsecamente perfectible, que se tiene a sí mismo como tarea. Esto
es posible por el carácter abierto de la persona: sus posibilidades son
en cierto modo ilimitadas y están en función de las decisiones que
vamos tomando.
Libertad política
La realización de la libertad exige que en la sociedad se pueda hacer
lo que uno quiere. La libertad social consiste en que los proyectos
vitales puedan vivirse, que toda persona tenga en sus manos la
posibilidad de realizar sus metas. La mayor miseria humana es la falta
de libertad para desarrollarse autónomamente, podríamos definir la
miseria como aquella situación en la que el hombre queda reducido a
una dinámica mecánica, en la que no puede crecer[5]. La libertad
social se puede definir como liberación de la falta de recursos
económicos, jurídicos, políticos, afectivos, etc. Liberación de la
ignorancia, la pobreza, la falta de propiedad, la opresión política, la
inseguridad, la soledad, etc. La miseria es la forma más grave de
ausencia de libertad, porque conlleva la falta de bienes necesarios para
la realización de la vida humana.
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[2] . Stuart Mill, Sobre la libertad, Espasa Calpe, Madrid 1991, p. 161.
[6]. Por contraposición a las sociedades cerradas donde está casi todo
decidido de antemano, como ocurría en el sistema gremial de la Edad
Media. Era una sociedad mucho más “estática” en la que apenas había
la posibilidad de que uno pudiera elegir su destino.
Gentileza de http://www.arvo.net/