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Se mataban animales,
partiéndolos a la mitad, desde la cabeza hasta la cola. Este corte dejaba un charco de
sangre entre las dos partes. En la ceremonia del pacto, los participantes debían caminar
en medio de las partes de los animales, manchando sus vestiduras con la sangre del
sacrificio. Luego de pasar, decían: “¡Que así me sea hecho, si no cumplo con mi parte del
pacto!”. Los pactos eran compromisos muy serios, no del diente al labio. Era un
compromiso de vida o muerte, y para siempre.
La palabra en hebreo que define “el profundo sueño” es “Tardema”, que también significa:
letargo o trance. No es una palabra común en la Biblia, y la primera vez que se menciona
es cuando Dios hizo caer a Adán en un sueño profundo para sacar a Eva de su costado. En
esta ocasión, Dios puso a dormir a Abram, mientras que el Señor accionaba sobre el
sacrificio.
Nótese que sólo Dios pasó entre las partes, y a Abram lo puso a dormir.
Dios le reveló a Abram que daría la Tierra Prometida a su descendencia. Pero antes
de eso, ellos iban a ser esclavos. La tierra no les sería quitada a los amorreos sino
hasta que hubiera llegado al colmo su maldad. Iban a pasar 400 años antes de que
su descendencia poseyera la Tierra. Así mismo sucedió.
(Éxodo 12:40-41) El tiempo que los hijos de Israel vivieron en Egipto fue de
cuatrocientos treinta años. (41) Y sucedió que al cabo de los cuatrocientos treinta
años, en aquel mismo día, todos los ejércitos del SEÑOR salieron de la tierra de
Egipto.
Los partió de manera que fueran dos partes idénticas, pero contrarias. (Derecha izquierda,
así se hacían los pactos antiguos). La tórtola y el palomino no fueron partidos, Dios les ve
como dos pueblos unidos uno frente al otro (Judá y casa de Israel, Judaísmo y
cristianismo)
Sólo el Señor derramaría Su Sangre, en la persona de Jesucristo, para que todos fuéramos
incluidos en el Pacto que Dios hizo con Abram. Así se cumpliría la promesa: “y en ti serán
benditas todas las naciones de la Tierra” (12:3).
Dios se representa a sí mismo con dos emblemas: Un horno humeando, y una antorcha de
fuego.
De cierta manera, para establecer su pacto con nosotros, Dios el padre camino entre los
pedazos del cuerpo quebrado y sangriento de Jesús, y Dios “firmó” el pacto por él y por
nosotros también. Nosotros meramente entramos en el pacto por fe; nosotros no
“hacemos” el pacto con Dios.