Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN
Hay dos términos, que comúnmente son traducidos como “pacto”, aunque en algunas ocasiones
se traducen como “alianza” o “testamento”; – ְּב ִריתberit y διαθήκη – diathíki; y en las Escrituras,
encontramos dos tipos de pactos:
1) El pacto de un hombre con su igual, o de nación con nación, en la que los términos del pacto,
o alianza, son mutuamente considerados y consentidos, o bien impuestos; ratificados mediante
juramento, o por alguna prenda, ante testigos.
2) Los pactos hechos por Elohim, que son de un orden diferente, pues los pactos que ÉL propone
son propuestos soberanamente a los hombres, y pueden clasificarse como condicionales e
incondicionales.
a) Condicional, es uno en el cual la acción de Elohim es en respuesta a alguna acción de parte de
aquellos a quienes va dirigido el pacto; garantiza que Elohim hará su parte con absoluta certeza
cuando se satisfagan los requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Elohim no está obligado
a cumplir el pacto.
b) Incondicional, es una declaración de cierto propósito de Elohim, su cumplimiento esencial es
prometido por Elohim y depende de Su poder y soberanía; las promesas de un pacto
incondicional serán ciertamente cumplidas en el tiempo y a la manera de Elohim.
Veamos que podemos aprender de los pactos hechos por el Eterno.
DESARROLLO
1) Los Condicionales.
Génesis 2.15–17 Tomó, pues, YHVH ’Elohim al hombre y lo colocó en el huerto de Edén para
que lo cultivara y lo guardara. Y ordenó YHVH ’Elohim al hombre, diciendo: De todo árbol del
huerto come libremente, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás de él,
porque el día que comas de él, muriendo morirás.
Éxodo 19.3–6 Pero Moisés había subido delante de Ha-’Elohim, pues YHVH lo había llamado
desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob y anunciarás a los hijos de Israel:
Vosotros mismos visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os levanté sobre alas de águilas y os
he traído a mí. Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, entonces vosotros
seréis objeto de mi predilección entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, y vosotros
me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que hablarás a los
hijos de Israel.
De los ocho pactos, hechos por Elohim, y registrados en Las Escrituras, sólo dos eran
condicionales El Edénico, que condicionaba la vida del hombre a permanecer inocente, pues
cuando Adán fue creado, estaba en un estado de inocencia; y al darle el mandato de no comer,
Elohim le estaba dando la oportunidad de pasar de la inocencia creada a la santidad consciente,
Elohim quería que su criatura fuera santa por elección, no sólo por accidente.
El Mosaico, que demandaba la obediencia total, pues las palabras que Elohim habló aquí son
importantísimas, ÉL quería que fuesen recordadas; son las palabras con las que hizo un pacto con
toda la nación de Israel.
CONCLUSIÓN
Un mejor Pacto
Hebreos 8.6–7 Pero ahora ha obtenido un ministerio aún superior, por cuanto también es
mediador de un mejor pacto, el cual está basado sobre mejores promesas. Porque si aquel
primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para un segundo.
El Nuevo Pacto, profetizado en el Antiguo Testamento (Jeremías 31.31-33), se basa en el
sacrificio de Cristo y asegura la bendición eterna de todos los que creen, bendición prometida por
el Pacto Abrahámico (Gálatas 3:13-14). Es absolutamente incondicional, y en vista de que no
consigna responsabilidades al hombre, es terminante e irreversible.
El Pacto del Sinaí se distinguió por la forma en que, por la Ley, se regulaba hasta en sus más
mínimos detalles la vida; el Antiguo Pacto exigía el interminable sacrificio de animales, día tras
día, año tras año, señalando que todo eso no era la palabra final de Elohim para la raza humana.
El Pacto del Sinaí estableció que sólo miembros de la tribu de Leví podían servir en el Templo, y
que el sacerdocio era heredado por los hombres de la familia de Aarón; confería ciertos
privilegios, destinados sólo para un pueblo, para una nacionalidad, es decir, Israel.
En contraste, el Nuevo Pacto es muy distinto “No como el pacto que hice con sus padres…”, el
Nuevo Pacto no contiene leyes, reglas o decretos que se deban observar; tampoco tiene una señal
externa que lo distinga. No limita el sacerdocio, ni la oportunidad de cualquiera, para acercarse a
Elohim (1ª Pedro 2:9), invita a todos, a creer sin considerar la nacionalidad, haciendo a un lado
las diferencias sexuales, sociales, étnicas y de cualquier otra índole.
Todo aquel que ha nacido de nuevo, ha sido sellado con el Espíritu Santo (Efesios 1.13-14),
bautizado con ÉL (1ª Corintios 12.13), y se ha convertido en Su templo (1ª Corintios 3.16; 6.19);
es de esa manera que Sus leyes han sido puestas en nuestras mentes, y escritas en nuestros
corazones.
Yeshúa, el Mediador del Nuevo Pacto, ofreció el sacrificio supremo, siendo agradable a Elohim
y quitando tanto el pecado como la culpa; con su sacrificio, ÉL abre la puerta del Cielo a todo
aquel que lo reconoce como su único y suficiente Salvador personal (Juan 3:16).