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Este texto nos recuerda las condiciones para un buen diálogo con Dios

SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR

El Papa nos invita a orar y orar siempre. Que nuestra oración sea un canto de
alabanza. Que nos ayude a afrontar con valentía y decisión los problemas del mundo
actual.

Nuestra familiaridad con el Señor se basa en una oración sencilla, que nos inspire
amor, ilumine el camino y dé paz al corazón.

La Biblia entera, en cuanto a la historia de salvación, está traspasada por la


intercomunicación entre Dios y el hombre que llamamos oración.

En el Antiguo Testamento, los profetas pedían intercesión por los suyos, alababan a
Dios, daban gracias, reconocían los pecados de su pueblo pidiendo perdón, ayuda y
protección. El libro de los salmos es una magnífica antología de toda clase de
oraciones públicas y privadas recitadas y cantadas.

El Papa nos dice que es necesario sentirse pobres y limitados para lograr ‘orar de
verdad’. Por eso con toda humildad le pedimos a Jesús ‘Maestro, enséñanos a orar’
(Lc. 11-1).

En el Nuevo Testamento, Jesucristo es modelo de oración: continua, perseverante,


humilde, agradecida y confiada. Ella preside todos los momentos importantes de las
primeras comunidades cristianas

San Pablo la considera uno de los pilares insustituibles de la vida del creyente.

La oración requiere ‘ detenerse’, encontrar el ‘momento’ y buscar el ‘lugar’.

Cuando me dispongo a orar lo primero que necesito es ‘detenerme’, callarme y evitar


que mi cabeza se disperse.

Todo momento es bueno para orar, por eso nos exhorta el Apóstol ‘oren sin cesar’
(San Pablo a los tesalonicenses 5, 17).

Oremos con frecuencia y sin prolongar demasiado el tiempo. Tratemos que el primer
pensamiento del día sea dedicado a Jesús y a María y no a las noticias de la radio, los
periódicos o la TV.

Oren en todo lugar (Timoteo 2, 8). Todo lugar es apto.

Pero la experiencia nos dice de algunos lugares privilegiados que favorecen la oración,
donde hay inquietud, paz, y silencio para encontrarnos con Señor.

Para San Francisco de Asís su lugar favorito era Santa María de la Porciúncula, allí se
sentía inspirado, conversaba, con gracias celestiales más abundantes. Moisés también
conversaba con el Señor en un lugar especial ‘ fuera del campamento en la tienda de
la reunión’ (Éxodo 33)

Para terminar vamos a citar a la Madre Teresa quien da suma importancia al


silencio.
‘Jesús nos espera en silencio; los pastos, las flores, los árboles crecen y perfuman en
profundo silencio, sólo se escucha el bullicio de una cascada’

Si le concedemos tiempo a Dios, y nos disponemos que para que entre en nuestro
corazón, nuestra sed se verá satisfecha y Él nos escuchará, nos hablará y nosotros
sabremos escuchar su voz’. ‘Yo las conozco y ellas oirán mi voz’ (Jn 10, 14-16).
En el silencio encontramos nuevas energías. Es en esta soledad donde acumulamos
la fuerza interior que devolvemos en acción. Cuanto más recibamos en nuestra
oración silenciosa, tanto más podremos dar en nuestra vida activa.

‘ El fruto del silencio es la oración’ Made Teresa

Esta es nuestra meta

Para compartir:

¿Provocamos los silencios para que se desarrolle el diálogo con Cristo?

¿Cómo hacemos para que el arte de orar sea un aprendizaje de cada día?

¿Recordamos que sin ese silencio ni Dios escucha al hombre, ni el hombre a Dios?

¿Cultivamos una profunda interioridad para hacer frente a este mundo fuertemente
convulsionado?

Meditamos la Palabra:

Mateo 6-6: ‘entra a tu habitación y, habiendo cerrado la puerta, ora a tu Padre que está
presente en el secreto; y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará’.

¿Qué método de oración nos enseña Mateo?

¿Qué hace falta para escuchar la voz del Señor?

¿Percibo su mensaje?

¿Oro a toda hora como nos pide san Pablo en su carta a los Tesalonicenses?

Oración
Salmo 16, 1. 5-6. 8b y 15 (R.:15b)
R: Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia.

Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor, presta oído a mi plegaria,


porque en mis labios no hay falsedad. R.

Compromiso
Dedicar cada día un momento para estar en silencio, a solas con el Señor.
Elegir un lugar, la hora y proponerme permanecer allí unos minutos.

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