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En octubre de 1929 se inició en los Estados Unidos una crisis financiera que
acabará siendo conocida como la crisis mundial. El fenómeno del contagio es el
aspecto más llamativo de esta crisis que comenzó siendo financiera para acabar
repercutiendo en todos los campos: económico, social, político, cultural y, como
no, en las relaciones internacionales.
En el seno de las grandes potencias serán Alemania, Italia y Japón las más
afectadas por la crisis. En Japón la gravedad de la crisis económica no dejaba
entrever otra salida que la expansión territorial. Los Trust económicos y los
sectores más ultranacionalistas, de inspiración fascista, del ejército actuando
conjuntamente acabarán por imponer una política imperialista tremendamente
agresiva. En Italia Mussolini aumenta el tono nacionalista de su política y ante las
dificultades surgidas conduce a la opinión hacia asuntos de carácter internacional
reclamando para Italia un mayor protagonismo internacional. Y en Alemania la
crisis lleva al nazismo al poder. Las ambiciones de Hitler y la nueva Alemania eran
todavía más preocupantes: Hitler se aprestaba a liberar a Alemania del «dictak»
de Versalles, reunir en el III Reich a todas las poblaciones alemanas comenzando
por los austriacos y, a lograr para Alemania y la raza alemana un «espacio vital»
en la Europa Oriental.
Sin embargo, el frente de Stresa no logra restablecer la confianza pues cada uno
de sus componentes actúa movido por sus propios intereses. Inglaterra concluye
en junio un acuerdo naval con Alemania, para salvaguardar sus intereses
marítimos, que reconoce implícitamente el rearme alemán. Por otro lado Italia, al
aproximarse a Francia e Inglaterra, sólo busca su apoyo o tolerancia para su
acción en África.
Francia e Inglaterra eran conscientes del peligro que para sus intereses
mediterráneos suponía una coalición ítalo-española. Los ingleses temían por
Gibraltar, y los franceses por Marruecos. Pero una vez más como en las ocasiones
anteriores, la actitud de las democracias fue dubitativa e indecisa. En un principio
la actitud del gobierno del Frente Popular francés fue favorable al bando
republicano español, pero las presiones británicas y la caída de León Blum
acabaron cambiando esta actitud inicial. Francia como Inglaterra se mostraron a
favor de la no intervención en el asunto, dejando de apoyar a la República
española. Sólo la Unión Soviética se mostró decidida partidaria de la causa
republicana, a pesar de que su lejanía restaba eficacia a su ayuda.
Cierto que siempre fue difícil su vida, dado el momento en que le tocó vivir, que
la ausencia de los Estado Unidos, la entrada tardía de la Unión Soviética, y la
salida de Japón y Alemania jugaron un papel importante en su debilidad. Pero la
responsabilidad mayor de su fracaso se debe, sobre todo, a la actitud titubeante y
poco comprometida para con el Pacto que mantuvieron Francia e Inglaterra.
Actitud que permitió el éxito de las dictaduras y alentó sus ambiciones.
4. La actitud alemana
A partir de 1938 las relaciones europeas estuvieron dominadas por las iniciativas
de Hitler, que estaba dispuesto a la edificación de la Gran Alemania. El momento
Causas IIGM IB Juan María Parrilla Ramírez.
Marina Pedraza Martínez
Europa no reacciona ante una cuestión en la que hasta ahora se había mostrado
tan sensible.
El segundo objetivo de Hitler será Checoslovaquia. Las razones que tenía Hitler
por destruir Checoslovaquia son varias: era la más eficaz de las aliadas de Francia
en la Europa Oriental, ya que contaba con una economía moderna y una fuerza
militar real, era un rico territorio cuyas materias primas agrícolas, mineras e
industriales podían venir muy bien a la política de autarquía alemana; además tras
el Ansch1uss el territorio checoslovaco quedaba encajonado en el Reich alemán.