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americana
Unidad 5
El estado teotihuacano
La definición de estado se cumple en Teotihuacán desde los comienzos de la
ciudad. El estado puede identificarse cuando los indicadores arqueológicos muestran que
existe una diferencia social evidente. Dentro de dicha sociedad hay individuos con estatus
diferente al de la mayoría, que empiezan a tener control político, económico y religioso y
que crean los aparatos ideológicos y coercitivos mediante los cuales mantener ese poder.
Esto se manifiesta en la arquitectura Monumental, religiosa, que requiere de quien la dirija y
de mano de obra suficiente. El estado se manifiesta en los aparatos ideológicos que
controlan diversos aspectos internos de la sociedad, y en los aparatos coercitivos. Con esto
se hace patente la división tanto en lo social como en el trabajo. Cuándo es estado así
constituido rebasa sus propias fronteras para conquistar otras regiones, estamos ante un
estado imperialista. Hay dos componentes para hablar de un estado: un territorio específico
que le es propio, cuyas fronteras están definidas y una población qué se reconoce como
parte de ese estado y que puede estar unida a él por razones de parentesco, por la lengua
y por una historia común. En Mesoamérica, las sociedades tenían estás características. En
Teotihuacán, el estado se presenta como órgano de gobierno qué tiene bajo su control el
todo social.
Población y territorio
Aunque en un principio la población de Teotihuacán estaba conformada por diversos
grupos, hacia la fase Tzacualli todos estos grupos comparten una determinada forma de
pensamiento. Si entonces o después se incorporaban habitantes de otras etnias, como los
zapotecos, estos conservan sus costumbres, de ahí que podamos diferenciar claramente
unas de otras. Teotihuacán se convirtió en una metrópolis cosmopolita que mantenía
relación con otras regiones, sin perder su sello característico.
Resulta difícil saber en qué lugar exacto se encontraba el límite con territorios
vecinos. Sí bien un estado comienza con un determinado territorio, este puede crecer o
decrecer. Sin embargo, la presencia de algunos objetos típicos teotihuacanos puede ser de
gran ayuda para tratar de establecer fronteras.
El Valle de México prácticamente formó parte del Estado teotihuacano. Se ha
podido determinar que, mientras duró el apogeo de la gran ciudad, la población rural estuvo
asentada principalmente en pequeñas villas y aldeas, y para cubrir sus necesidades
dependía y seguía las directrices del grupo gobernante de Teotihuacán. Los asentamientos
eran aproximadamente de 100 habitantes y eran controlados por Teotihuacán.
Existe una hipótesis de que el Valle de México estuvo bajo el control directo del
Estado Imperial de Teotihuacán. Huapalcalco alberga edificios con talud y tablero, además
de evidencias cerámicas similares a los de la gran urbe. El asentamiento pareciera ser una
copia en pequeño de Teotihuacán. Tanto en la arquitectura como en la cerámica hallada en
Huapalcalco descubrimos los estilos y tipos teotihuacanos, aunque también restos de
objetos de la costa del Golfo, por lo que se supone una ruta de Teotihuacán hacia la parte
norte de esta región. En el Cerro de las Navajas se encuentran los principales yacimientos
de obsidiana, por lo que los teotihuacanos controlaron rápidamente el área.
En Teotlalpan se han encontrado materiales cerámicos teotihuacanos. Es probable
que estos asentamientos se deban a la existencia de grandes yacimientos de piedra caliza.
El control teotihuacano debió de extenderse hasta esta área, pues tendrían así acceso
directo a los yacimientos.
Hacia el oriente se encuentra Cholula, un cruce importante en las rutas que
conectaban el altiplano central con la costa del Golfo y la región Oaxaqueña. Cholula creó
monumentos tan o más grandes que los de Teotihuacán. Esta impresionante masa
arquitectónica y la ciudad misma se desarrollaron al mismo tiempo que Teotihuacán y, al
igual que ésta, provocaron la ruralización de las áreas adyacentes. Cuando Teotihuacán se
vino a menos, hacia el siglo VIII, Cholula continuó siendo ocupada y fue un gran centro
religioso. Si bien hubieron cambios en el asentamiento, la cerámica continúa siendo
teotihuacana, así como algunas manifestaciones pictóricas.
La región poblano- tlaxcalteca tiene elementos propiamente teotihuacanos. Durante
el apogeo de Teotihuacán existió un “corredor teotihuacano”, es decir, un paso que iba de
la metrópoli a las regiones costeñas, ya que se han encontrado en algunos sitios restos de
fortificaciones para defenderse de la expansión de la urbe.
Teotihuacán mantenía relaciones con la costa del Golfo. En Matacapan y en otros
lugares se ha encontrado su influencia en la cerámica. En cuanto al sur, hay evidencia de
que durante el período clásico hubo presencia Teotihuacana en aquella área. Esta área
sureña fue importante para Teotihuacán por varias razones. Una de ellas es la existencia de
yacimientos de piedras verdes que fueron empleados en la elaboración de objetos de
adorno y ceremoniales. A esto se une la riqueza de los litorales, qué proveían de
determinadas especies de conchas y caracoles y otros productos marinos.
En la región de Occidente también se han encontrado rastros teotihuacanos en
sitios como el Ixtépete dónde hay arquitectura de talud y tablero, en Ixtlán se han hallado
materiales que indican relación con el altiplano, en Colima se encontraron ollas de tipo
Comala pintadas con figuras de sacerdotes teotihuacanos.
La relación con la región de Oaxaca se hace evidente de diversas maneras. Hacia
la fase III-A de Monte Albán ( 250- 500 d.C.), tenemos cerámica teotihuacana importada, a
la vez que hay una producción local que imita a la urbe. También hay lápidas que
representan personajes teotihuacanos, y por esas fechas se establece en Teotihuacán el
barrio oaxaqueño. Esto se convirtió en un enfrentamiento entre dos importantes urbes,
cabezas de estado diferentes.
La relación con la región maya se evidencia por la presencia de gobernantes de
origen teotihuacano en ciudades como Copán en Honduras. En Kaminaljuyú, Guatemala,
se ven personajes ataviados con elementos propios teotihuacanos y con escudos y lanzas,
además de algunos edificios con talud y tablero tipo teotihuacano. Kidder ha pensado qué
verdaderas colonias de guerreros teotihuacanos se asentaron en el lugar. En Tikal,
Guatemala, gran Centro Maya, hay vasijas recubiertas de estuco en las que tanto la forma
como la decoración son semejantes a las teotihuacanas.
El Valle de México y las áreas al norte de Teotihuacán donde existen yacimientos
importantes de obsidiana y piedra caliza desde luego estuvieron bajo el control directo
teotihuacano. En el sur, en algunos casos parece que hubo un establecimiento militar, y en
otros, solo fue resultado de la influencia.
Viejas y nuevas perspectivas sobre el “colapso Maya” del 800- 900 d.C.
Viejas perspectivas:
El viejo modelo de la antigua civilización maya concebía a las tierras bajas mayas
como una entidad política que alcanzó una cima única en el 800 después de Cristo, y que
después sufrió un sólo colapso generalizado en el 900 después de Cristo. La idea de un
solo colapso generalizado se basa en dos variables: 1) la fecha del último texto jeroglífico
de cada sitio y 2) La fecha en que se dejaron de construir los enormes edificios públicos.
Los arqueólogos supusieron qué las tierras bajas del Sur habían sufrido un colapso
simultáneo, caracterizado por una rápida despoblación en un período de apenas 50- 100
años.
¿Qué lo provocó? Entre las diversas explicaciones podemos distinguir dos
categorías: causas internas contra causas externas. Entre las causas internas se
encuentran las causas sociopolíticas y las causas ambientales/ demográficas. Entre las
externas, encontramos las conquistas, las invasiones extranjeras y reasentamientos, y la
ruptura de las extensas redes de intercambio. Varios elementos se toman como prueba del
impacto de estos extranjeros: las nuevas convenciones arquitectónicas, los chac mools, las
figuras guerreras en procesión y los portaestandartes.
Otro ejemplo de una causa externa es el argumento según el cual los estados de
las regiones montañosas se extendieron hacia el este a costa de sus vecinos mayas de las
tierras bajas.
Se propuso un modelo general de “El colapso maya”, que constaba de 8 elementos:
1. Cuando la influencia de Teotihuacán desapareció, las funciones
administrativas de los mayas se intensificaron, la economía Maya se enfocó
en la competencia con otras ciudades mayas de las tierras bajas.
2. Para el 600 d.C. las élites mayas estaban estrechamente vinculadas con las
élites de otras ciudades; las élites tenían más características en común entre
sí que con los plebeyos.
3. Del 600 al 800 d.C. la población y densidad de las ciudades mayas se
incrementaron, y los recursos naturales se hicieron más escasos.
4. La población plebeya estaba cada vez más oprimida por las exigencias de
la élite, lo cual llevó a una mayor incidencia de enfermedades y desnutrición.
5. A pesar de estas tensiones internas, la élite Maya carecía de la burocracia
adecuada para enfrentarlas.
6. Había presión de los estados del altiplano central y de las regiones
montañosas, que se extendían hacia el este contra la frontera occidental de
las tierras bajas mayas.
7. Como resultado de estas tensiones internas y externas, el estado Maya
clásico dejó de ser viable.
8. La coincidencia de un conjunto de factores parecen haberse combinado para
propinar un golpe al Estado maya alrededor del 771- 790 d.C.
Los estudiosos enfatizaron que los mayas nunca pudieron recuperarse de este
golpe, aunque ya se sabía de la existencia de ciudades mayas posclásicas. En sus
esfuerzos por hacer generalizaciones subestimaron la diversidad regional y local, las
diferentes trayectorias políticas de los sitios y la creciente evidencia de una continuidad en
la ocupación.
Nuevas perspectivas:
La fuerza del modelo de 1970 radica en que toma en cuenta una gran variedad de
factores. Sin embargo, presenta puntos débiles: Supone que hubo un colapso; supone que
la región maya puede ser tratada como un solo estado; y supone que no hubo recuperación
del impacto. No podemos hablar del Estado masa clásico como si fuera un solo conjunto
unificado. Existen nuevas evidencias de surgimientos múltiples y múltiples colapsos. Los
principales estados mayas surgieron y se colapsaron en épocas diferentes. Hay diferencias
en la longevidad de la ocupación de los sitios de distintos tamaños y en las diversas
subregiones. Muchos de los sitios más pequeños en la región tuvieron una mayor
longevidad que los sitios más grandes.
Sitios mayas de las tierras bajas que florecieron después del 800 d.C.
Sitios que dejaron de ser capitales políticas después del 900 d.C.
Para el 900, algunas capitales regionales mayas dejaron de esculpir monumentos y
de registrar las historias de sus gobernantes. Las últimas fechas registradas en las ciudades
varían mucho, y van desde el 799 en Palenque hasta el 909 en Toniná. No estamos
seguros de que toda la gente abandonó la región.El registro arqueológico puede demostrar
el fin del gobierno dinástico, pero jamás se ha demostrado el abandono total de sitios, ni la
despoblación de las tierras bajas del sur.
Conclusiones
El surgimiento de Huari y Tiahuanaco fue interactivo, simultáneo y estuvo vinculado.
La reconfiguración de la iconografía SISA y la colonización de Moquegua son aspectos
evidentes de esta relación.
Los íconos SISA seguramente representan el panteón de deidades similares a los dioses
incas posteriores. Estaban asociados con un nuevo calendario solar.
Huari y Tiahuanaco eran capaces de colonizar tierras distantes y establecer una
administración provincial similar a lo que se clasifica como imperio.Wari y Tiwanaku
difundieron una cultura material muy distintiva utilizada en muchos espacios para expresar
una nueva identidad internacional asociada con cada metrópoli.
Huari y Tiahuanaco fueron grandes ciudades. Huari fue superior en habitantes
permanentes, mientras que Tiahuanaco recibió un número mucho mayor de peregrinos.
Tiahuanaco parece ser más ceremonial, Huari parece más administrativo y residencial. A
pesar de la religión compartida, fueron diferentes en la construcción del espacio.
Unidad 6
Introducción
La triple Alianza tenía conquistada la mayor parte del área cultural a la llegada de los
españoles en 1519. Por ello es la mejor etapa descrita por las fuentes históricas al momento
del contacto. Ninguno otro estado de los desarrollados en el centro-sur de México y en
Centroamérica alcanzó dimensiones y grados de complejidad sociopolítica semejantes a los
que caracterizaron a este imperio.
La expansión militar de ciertos centros de la Cuenca de México sobre lejanas
regiones empezaba a generar grandes cambios en las instituciones sociales y políticas
mesoamericanas. Los últimos siglos antes de la conquista fueron un momento de transición
entre antiguas formas tradicionales de organización y otras más adecuadas a las nuevas
condiciones históricas.
Tanto en las crónicas y textos españoles como en los indígenas, la mayoría de los
datos se refieren a la cultura mexica, correspondiendo muchas veces a la transcripción de la
historia oficial. Ésta incluye una interpretación posterior de los hechos, y contiene gran
cantidad de elementos míticos y legitimadores de la realidad social imperante.
Otra causa de imprecisiones es el hecho de que dichas fuentes designen con el
mismo nombre a distintos grupos étnicos o lingüísticos que convivían en una misma área
geográfica, por lo que muchos estudios los consideran poblaciones unificadas que nunca
fueron. Otro problema sigue siendo el de la cronología. Las fechas que proporcionan las
distintas crónicas sobre los acontecimientos no coinciden de un documento a otro. Sus
diferencias se debían a que cada centro de la Cuenca de México había dado inicio al
cómputo del tiempo en fechas distintas.
En este periodo no existe una relación directa entre tipos o estilos cerámicos con
grupos étnicos específicos, sino que existían tradiciones alfareras generalizadas en amplias
áreas que incluían a muy diversas poblaciones. Por tanto, no puede utilizarse como
distintivo o definitorio de alguna de ellas, y tampoco reflejan cambios históricos.
Gracias a la aplicación de métodos lingüísticos sobre fuentes primarias resulta
evidente que las crónicas del siglo XVI reflejan más las categorías y formas de vida de
quien hace la narración que el objeto que están describiendo.
En el momento de la llegada de los españoles, el imperio de la Triple Alianza pasaba
por importantes transformaciones estructurales que le iban permitiendo consolidar su
autoridad sobre los grupos sujetos, e imponer nuevas formas organizativas. Hubiese podido
transformar completamente la historia de los pueblos mesoamericanos. El hecho de que
dicho proceso fuera interrumpido por la conquista deja abierta la duda sobre cuáles
hubieran sido sus resultados finales.
Migración mexica
El último de los grupos chichimecas que se estableció definitivamente en la Cuenca
de México fue el de los mexicas, llegando a constituirse en la principal fuerza política de
toda el área cultural.
Según las fuentes históricas, los mexicas habían realizado un largo recorrido
buscando un sitio apropiado para asentarse. Los nombres de los primeros puntos en que se
detuvieron antes de Tula, coinciden con los de las migraciones de otros grupos chichimecas
e incluso de los propios toltecas siglos antes. Por está razón puede pensarse que la
narración de esta primera parte de la migración es fundamentalmente mítica. Los mexicas
decían provenir de una isla llamada Aztlán situada en una laguna. Algunos se inclinan por
creer que se trata de un arquetipo o representación simbólica, creado siglos después por los
mexicas a imagen de su capital Tenochtitlan, como parte de su intento de legitimación.
Otros autores han tratado de localizarlo geográficamente. Aztlán quedaría comprendido
dentro del área ocupada por grupos mesoamericanos, a pesar de la exaltación constante
del origen chichimeca del grupo que hizo la historia "oficial" mexica. Esto explica la mención
que hacen las fuentes documentales de varios rasgos culturales plenamente
mesoamericanos, como propios de los mexicas ya durante la migración.
Los mexicas abandonaron la isla huyendo de las obligaciones tributarias excesivas
que debían a los señores de ésta. A partir de su salida tomaron nombre de mextin, "gente
de mexi". Desde el inicio de su peregrinar iban organizados en siete calpultin o clanes,
compuestos por varias familias unidas por lazos de parentesco real o mítico. Las decisiones
eran tomadas por los representantes de dichas unidades, encabezados por los
teomamaque o sacerdotes que cargaban con las reliquias de los dioses e interpretaban sus
mandatos.
Después de su estancia en Tula, la ruta que siguieron los mexicas hacia la Cuenca
de México es fácilmente reconocible. Pasaron por varios lugares hasta llegar a ocupar
Chapultepec, donde permanecieron 20 años. Construyeron importantes obras de carácter
defensivo y sufrieron un importante cambio en su sistema político al centralizar el poder en
un solo líder llamado Huitzilíhuitl, en quien se unificaba el liderazgo militar y religioso. Sin
embargo, su crecimiento empezó a ser considerado como una amenaza por varias de las
ciudades-estados poderosas de la Cuenca, por lo que a finales de la segunda década del
siglo XIV, éstas se aliaron militarmente para obligarlos a dejar el sitio. Con la derrota y la
muerte de su líder, el grupo mexica tuvo que fragmentarse, la mayoría llegó hasta
Culhuacán para ofrecerse como tributarios a cambio de un sitio donde asentarse. Éste
señorío les dió Tizapán. A cambio de él tuvieron que participar como fuerzas mercenarias
de los colhuas en varias guerras. Esta colaboración les fue ganando mejor trato por parte
del señorío, e incluso el matrimonio de muchos mexicas y colhuas. La estancia en Tizapan
terminó en un violento enfrentamiento. Los mexicas resultaron vencidos y tuvieron que
cruzar los lagos del sur, hacía el noroeste del Texcoco.
Escogieron el islote en donde levantarían su capital definitiva. La fecha de fundación
de México-Tenochtitlán fue en el año 1325, aunque algunos autores creen que sería 1345.
La elección del sitio tuvo razones de tipo económico y militar, pero también de tipo
ideológico. La ocupación del islote que pertenecía al señorío de Azcapotzalco obligó a los
mexicas a aceptar la condición de vasallos de éste y por tanto a pagarle tributo.
La expansión imperial
Una vez controlada toda la cuenca lacustre, los ejércitos imperiales se lanzaron a la
conquista del Valle de Morelos. En esta ocasión, cada uno de los aliados actuó por
separado. Sus pobladores defendieron su autonomía, por lo que tomó varios años lograr su
rendición. A partir de su incorporación, sus productos empezaron a llegar como tributo a los
vencedores. Tenochtitlan siguió promoviendo campañas de expansión. Sin embargo, antes
de lanzarse contra zonas lejanas, decidió consolidar el poder mexica en la Cuenca de
México a través de la incorporación de centros otomíes del norte y del último señorío sureño
que seguía resistiendo, Chalco.
Los conflictos que empezaban a surgir entre Tenochtitlan y su aliado Texcoco hizo
que la élite militar de la primera considerara prioritario el control de Chalco para consolidar
su autoridad sobre la cuenca en forma definitiva. La guerra terminó en 1453 con la
incorporación del señorío sureño a los sujetos de la Triple Alianza, y con la emigración de
muchos de sus pobladores. A partir de entonces, Moctezuma pudo dedicarse a dirigir la
expansión hacia zonas cada vez más lejanas. En estas grandes rutas de expansión puede
verse con claridad que las guerras de conquista de la Triple Alianza tenían una relación
directa con la apropiación de fuentes de materias primas y mercancías preciosas imposibles
de conseguir por comercio. Tenochtitlan continuó tratando de extender los dominios
imperiales hacia el oeste de la Cuenca de México.
Una vez controlado éste, en 1478 decidió avanzar aún más lejos llegando hasta
Tajimaroa en la frontera del imperio tarasco. El enfrentamiento resultó una derrota definitiva
para las tropas de la Triple Alianza.
La guerra contra la vecina ciudad de Tlatelolco, y la derrota de esta, fue seguida por
un riguroso trato sobre los tlatelolcas vencidos. Esto deja ver el gran interés por establecer
un control sobre está ciudad, debido a que Tlatelolco representaba un peligroso rival a los
intereses tenochcas ya que controlaba el negocio del comercio a larga distancia.
En estas fechas, la capital mexica no solo encabezaba la alianza militarmente, sino
que ya centralizaba su dirección en muy distintos aspectos. Para asegurar la estabilidad del
imperio que iba formando la Triple Alianza, resultó indispensable afianzar sus fronteras. Dos
de los principales intentos resultaron en derrotas para los ejércitos tripartitas: la campaña
contra los tarascos y el ataque a Metztitlan.
Fue en las dos últimas décadas del siglo XV cuando el imperio alcanzó su máxima
extensión. Las grandes campañas militares promovidas por Tenochtitlan se dirigieron hacia
regiones lejanas del sur, ricas en materias primas y productos de lujo. Su conquista se
tradujo en enormes cantidades de nuevos tributos para los aliados, así como nuevas y más
seguras rutas de comercio.
La acelerada extensión de los territorios bajo el control de la Triple Alianza tendría
como consecuencia notables cambios internos en su organización, en las relaciones con los
grupos sujetos y en el reparto de las ganancias. Los enormes ingresos generados de dichas
conquistas dieron los medios para llevar a cabo una ostentación cada vez mayor del poder
imperial y para financiar grandes rituales públicos que promovían la necesidad de nuevas
guerras.
A principios del siglo XXI tenía que enfrentarse a sublevaciones de grupos
conquistados, por lo que la política de la Triple Alianza cambió notablemente. Se decidió
frenar el crecimiento de sus dominios para un verdadero control sobre los grupos antes
conquistados. La Triple Alianza nunca pudo tener una victoria militar definitiva sobre el
señorío tlaxcalteca y sus aliados.
El tributo y el comercio
La expansión de la Triple Alianza tuvo como finalidad la imposición de obligaciones
tributarias. El triunfo fue la forma básica de apropiación del excedente productivo de las
comunidades y señoríos dominados. Esta incluía a todos los miembros del imperio,
exceptuando a la nobleza. Al terminar un enfrentamiento, el ganador tasa la cantidad y la
frecuencia con que los conquistados entregarían sus tributos. La extracción tributaria tomó
dos formas básicas: el tributo en trabajo y el tributo en especies y productos. El primero era
prestado en forma rotativa por las distintas comunidades y constaba de trabajo no
especializado. Gracias a esta fuerza de trabajo se realizaron en la Cuenca de México obras
públicas de gran magnitud que permitieron mejorar el sistema productivo. En otros casos
fueron asignados para cultivar tierras de propiedad estatal. El segundo tipo de tributo era
entregado al estado directamente en bienes o mercancías. En su mayor parte se trataba de
materias primas preciosas, mientras que en otros casos incluía productos semielaborados y
mercancías acabadas. El tributo como ganancia de conquistas militares beneficiaba a las
tres capitales, más no de manera igualitaria. Tenochtitlan y Texcoco recibían dos quintas
partes, mientras que Tlacopan sólo una quinta parte.
La asignación como tributo de todo el excedente productivo producido en un
amplísimo territorio hacía tres centros políticos evitó que se lograra integrar una estructura
totalmente centralizada. Hacía ella iba avanzando Tenochtitlan en los últimos años antes de
la conquista. Para la recolección tributaria se establecieron pueblos que tenían como
obligación centralizar el producto de las comunidades incorporadas de sus alrededores, y
recibían el nombre de calpizcazgos. A los pueblos que integraban estas provincias no los
unía ninguna relación política, étnica o económica, sólo el hecho de estar bajo el control de
un mismo centro en el aspecto tributario. La organización de la producción del tributo
asignado a cada comunidad se hacía internamente entre sus miembros. La cabecera tan
solo se encargaba de reunirlo y entregarlo a un recaudador. Los productos recolectados
eran llevados hacia las capitales imperiales para guardarse en los almacenes del estado.
El estado utilizó ciertos mecanismos de redistribución como regalos a funcionarios y
guerreros destacados, intercambio de presentes con otros líderes, financiamiento del ritual,
reparto de comida y objetos al pueblo en algunas grandes fiestas públicas o en épocas de
crisis. El comercio iba adquiriendo una importancia cada vez mayor, conforme las capitales
del imperio se iban convirtiendo en productoras de bienes elaborados. El intercambio
comercial tuvo dos modalidades: el mercado o tianguis y el comercio a larga distancia. En el
primero, a través del trueque entre productos directos, se podían adquirir satisfactores. La
amplitud de los mercados variaba mucho: de tipo local, mercados interregionales y grandes
mercados especializados. A todos los niveles el estado actuaba como vigilante del orden en
los tragos y fijaba los precios. El comercio a larga distancia generaba enormes ganancias.
Los bienes conseguidos se entregaban directamente al estado central. Estas transacciones
rebasaban las fronteras imperiales y eran realizadas por un grupo especializado de
mercaderes conocido como los pochtecas.
Epílogo
Sobre la incorporación del NOA al Tawantinsuyo sabemos que la ocupación fue
intensiva en algunas zonas, de corta duración en otras y que estuvo moldeada por
circunstancias históricas locales. El escaso registro de eventos de destrucción en los sitios
del NOA podría sugerir que se recurrió a otras estrategias para la conquista como la
negociación con las élites locales.
La lógica de localización entre lo local y lo inca es diferente si consideramos que el
interés de las poblaciones locales que habitaron la zona entre el 900 y el 1450 d.C. fue, a
partir de la construcción y uso de los Pukara, vigilar su entorno dado la amplia visibilidad
desde los mismos, pero no en ser vistos. Esta concepción se modifica con la llegada de los
incas quienes construyeron sus centros en lugares visibles desde distintos puntos. El
Pucará y Tambo de Angastaco pudieron haber constituido una defensa contra poblaciones
locales hostiles. Pero también pudo funcionar como un recordatorio de la presencia y
poderío inca, y como sede de actividades administrativas. El interés del Tawantinsuyo en
este sector del valle fueron las tierras agrícolas de las quebradas de acceso a la puna.
Aquí, el estado inca invirtió energía en maximizar las áreas agrícolas administrando
la producción de recursos y servicios desde sus centros estatales y expandiendo las líneas
de cultivo a mayores alturas.
Agua Hedionda y Esquina de Huajra habrían participado en el control de las
prestaciones rotativas de trabajo (Mita), de la producción y de redes de distribución de
bienes, así como en la estructuración de una frontera oriental aparentemente discontinua y
no militar con los grupos fragmentarios del Chaco.