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Paula Tamargo
Así es la gran incubadora del CEEI en Llanera, el centro que alumbra la iniciativa de la Asturias de futuro / P.
TAMARGO
“Yo tenía la idea de la Asturias de hace 20 años, con di�cultades para determinadas
cosas, para emprender… Venía de vez en cuando, pero nunca había trabajado aquí.
Pasé la mitad de mi vida fuera, en Francia, Alemania, en Singapur… Mi familia estaba
algo cansada de Asia y, justo antes del covid, nos vinimos pero con la idea de volver a
irnos. Entonces estalló la pandemia y me puse a mirar qué podía hacer en tanto
desde aquí. En ese momento empecé a estar algo en contacto con el CEEI por un
proyecto que tenía con una sociedad suiza y me dí cuenta de que aquí se empezaban
a hacer cosas y a ayudar a las empresas. El CEEI fue lo que realmente inclinó la
balanza y lo que hizo que yo decidiera, en vez de irme, quedarme. Fue decisivo”. El
relato corresponde a Pablo Viejo, que ha creado la compañía Bettermaps, que trabaja
con ciencias de la información geográ�ca y aún está en fase de desarrollo.
Una de las iniciativas que lleva más tiempo alojada en las instalaciones que presta el
CEEI –de hecho siguen en ellas– es la de los responsables de Bioquochem, fundada
en 2015 por dos doctores en Química, Henar Muñoz y David Hevia. La compañía
desarrolla métodos de medida basados en la llamada tecnología “redox”, que trabaja
con “la reducción y oxidación de ciertas moléculas”, explica Muñoz simpli�cando
mucho el detalle de su labor para hacerla comprensible. “Por poner un ejemplo, en el
mundo alimentario, podemos determinar si se oxidan los líquidos que son los que
dan el sabor rancio a los alimentos. O en el sector cosmético, ciertas cremas o
cosméticos que tienen antioxidantes, pues determinar la vida útil de esos
antioxidantes dentro del cosmético. Lo que hacemos es desarrollar esa tecnología
para que otras empresas de diferentes sectores puedan utilizarlas en determinar
ciertos parámetros en sus productos”, detalla.
“Venimos del ámbito bio, los dos somos doctores en Química. Hice la tesis en el
ámbito más biomédico y David era mi director de tesis. Juntos nos decidimos un
poco a montar la empresa, dado que teníamos ciertos resultados de mi tesis doctoral
que nos daba un poco de pena dejarlos en un cajón apartados y decidimos empezar
en el mundo empresarial”, cuenta Muñoz.
Para ellos, el apoyo del CEEI también fue decisivo, pues acababan de salir de un
laboratorio, “un mundo completamente diferente y aquí nos empezaron a enseñar
qué era un plan de empresa, si habíamos evaluado si había competidores, si hay
mercado… Fue todo como un nuevo aprendizaje acerca de algo que no teníamos ni
idea”.
Desde entonces hasta hoy han pasado siete años. “Necesitamos bastante de este tipo
de incubadoras porque requerimos un laboratorio, espacios distintos y no es solo
tener una o�cina como en el caso de otro tipo de empresas. Para una compañía
como la nuestra es más difícil encontrar espacios donde te proporcionen todo este
tipo de instalaciones, por eso aquí las empresas bio tenemos un recorrido más largo”,
señala Muñoz.
Uno de los laboratorios del CEEI. / P. TAMARGO
Ella y David Hevia comenzaron solos y ahora el equipo ya suma una decena de
personas. Comercializan el producto de su trabajo casi desde el inicio de su
actividad. “Desde el momento de la constitución ya empezamos a comercializar. Sí
que tenemos claro desde el principio, y eso nos lo enseñaron también en el CEEI que
esto no es un laboratorio de investigación, que hay que comer y prácticamente desde
el minuto dos ya salimos al mercado”, dicen.
“Tenemos sobre todo clientes de fuera de España. Los clientes son de todo tipo, desde
centros de investigación importantes nacionales e internacionales hasta dentro del
sector privado empresas de alimentación o cosmética, multinacionales”, cuentan los
responsables del proyecto.
“Los inicios sin el CEEI hubieran sido nulos porque nos enseñaron cosas que
nosotros desde un ámbito más investigador desconocíamos completamente”,
concluyen.
Edificio del CEEI, en el Parque Tecnológico de Llanera. / P. TAMARGO
Al CEEI se puede llegar al comenzar, como Phil González, que tiene en el CEEI las
o�cinas de su compañía de Videojuegos Meteorbyte ,del ámbito universitario y de la
investigación, o también tras una larga trayectoria en el sector privado. Este fue el
caso de Emilio Seoane Fidalgo y Francisco José Aláez Díez, fundadores de Pibico,
compañía especializada en digitalización de empresas y que desarrolló el proyecto
PiLoT, una solución tecnológica que utiliza el Internet de las Cosas (IoT) para el
desarrollo de equipos que se interrelacionan y comunican datos entre sí.
Venían de una vida profesional de más de 25 años en la empresa privada del ámbito
de la ingeniería y de la construcción, pero dieron un paso más. Con el CEEI han
trabajado, por ejemplo, en el desarrollo de un sistema de gestión enfocado a
empresas –aunque no solo– que permite “sensorizar” todos los procesos de las
cadenas de producción o de trabajo para integrar los datos, de manera
automatizada y directa en un único sitio. “El sistema de gestión, con sensores en
distintos puntos de la cadena de trabajo o producción, permite tener toda la
información posible en un mismo alojamiento, para manejarla allí mismo, no tener
que andar trasegando ni accediendo a diferentes puntos”.
Emilio Seoane y Francisco José Aláez, con un dispositivo de su creación. / P. TAMARGO
¿Un caso práctico que haga más comprensible de qué se trata? Por ejemplo, un
trabajo que se ha realizado para una piscifactoría que quiere desarrollar un control
de producción, con intervención de sus empleados a través de lectura de tarjetas de
acceso en diferentes puntos de la cadena. Esto es, desde el primer eslabón de esa
cadena, hasta el proceso en "una máquina de �leteado de la trucha, de cortado,
eviscerado, el momento de meterla dentro de cajas, mover hielo… Un poco todo lo que
forma parte de la producción y de la trazabilidad del producto y de calidad del
alimento en el que tienes que saber que la trucha viene de tal estanque y ha pasado
por tales manos para, entre otras cosas, si hay una contaminación saber de qué lotes
se trata".
"Por un lado, ponemos el servidor, que es parte fundamental, un equipo mini dentro
de un contenedor, un cajón que tiene otros ordenadores que permiten hacer de
router o conexionar otros equipos. Y por otro lado, pequeños equipos de
sensorización, en los diferentes lugares de la planta. Los empleados, cada uno con su
parte del trabajo, lo que hacen es, con una tarjeta o un llavero de acceso, elegir la
labor que realizan e introducir los datos. Ese lector envía directamente al sistema de
gestión la actividad, con lo cual se sabe perfectamente en qué parte ha estado
trabajando, en qué lote y qué producción ha tenido", explican sus creadores.
Así es el pionero sistema de integración de datos para empresas creado por Pibico / P. TAMARGO
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