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en la niñez
Puntos clave
Children’s Testimony: A Handbook of Psychological Research and Forensic Practice, segunda edición. Editado
por Michael E. Lamb, David J. La Rooy, Lindsay C. Malloy y Carmit Katz.
© 2011 John Wiley & Sons, Ltd. Publicado en 2011 por John Wiley & Sons, Ltd.
La información respecto de los procesos básicos de la memoria ha inspirado las directrices de las mejores
prácticas para entrevistar a los testigos infantiles. Los entrevistadores no solo deben seguir estas pautas sino
que también deben tratar de comprender cómo nuestro conocimiento de los procesos básicos de la memoria
inspira lo que se les pide hacer. Además, cuando son recusados (por ejemplo, en la sala de audiencias o por
sus jefes y pares), el conocimiento de los principios básicos de la memoria y del desarrollo de la misma puede
ayudarlos a defender sus prácticas o bien, comprender las consecuencias de no hacerlo.
En este capítulo, nos centramos en los principios de la memoria sobre los que existe acuerdo entre los
investigadores del rubro y cuya comprensión es importante para los entrevistadores. Los profesionales que
trabajan con testigos infantiles pueden atenerse a estos hallazgos cuando entrevistan a los niños, evaluar la
declaración de estos y dar recomendaciones a los tribunales. Existe un acervo considerable de investigaciones
que ilustran la superioridad de elicitar información de la memoria espontánea en oposición a la memoria de
reconocimiento, mientras que otros estudios han demostrado cómo se puede mejorar más la memoria. La
investigación ha permitido lograr un consenso internacional acerca de las formas en que se deben realizar las
entrevistas, dando a conocer las condiciones en que es probable que el recuerdo sea preciso y aquellas en que
es probable que sea impreciso.
Antes de analizar algunos de los aspectos específicos de la investigación de la memoria, vale la pena
considerar algunos de los términos usados por los investigadores al referirse a la memoria de hechos
experimentados. Los investigadores usan términos como ‘memoria de testigos presenciales’, ‘memoria de
hechos’, ‘memoria autobiográfica’ y ‘memoria episódica’. Estos diferentes términos pueden ser confusos, dando
lugar a que los lectores supongan que corresponden a tipos de memoria muy distintos. Sin embargo, estos
términos pueden usarse de forma más o menos intercambiable para describir el recuerdo de nuestras
experiencias (es decir, lo que sucedió en determinadas ocasiones), y la investigación de todos estos temas
contribuye a nuestra comprensión de las entrevistas investigativas. Por otro lado, la investigación de otros tipos
de memoria (por ejemplo, la memoria de listas de palabras) puede inspirar nuestra comprensión de los procesos
básicos de la memoria y así contribuir a nuestra comprensión de la memoria de los testigos presenciales.
Los investigadores han intentado comprender la memoria como un proceso de tres etapas: codificación,
almacenamiento y recuperación (Melton, 1963). La codificación se refiere a la transferencia de información
desde nuestras experiencias a nuestra memoria (Atkinson y Shiffrin, 1971). La cantidad de atención que somos
capaces de prestar a nuestras experiencias y al entorno circundante afecta la cantidad de información que
podemos codificar y esto a su vez afecta la cantidad de información acerca de nuestras experiencias
efectivamente almacenamos en la memoria (Tulving, 1974). Las características de nuestras experiencias y
entornos ‘captan’ nuestra atención de tal modo que nos hacemos conscientes de las cosas que son importantes
para nosotros; luego el procesamiento mental consciente, a veces llamado memoria de corto plazo, permite que
algunos de los recuerdos se almacenen en la memoria de largo plazo. Es más probable que las experiencias se
recuerden cuando tienen sentido; esto limita a los niños pequeños, quienes en algunas ocasiones puede que no
almacenen información porque los hechos son inexplicables. Por otro lado, es más probable que la información
sobre los hechos sea almacenada cuando existen asociaciones con otras experiencias con algunas
características compartidas, o cuyas características pueden ser contrastantes. Esto nuevamente pone a los
niños en situation desventajosa ya que han tenido menos experiencias con las cuales establecer asociaciones.
La información acerca de nuestras experiencias y alrededores que se almacena con éxito en la memoria de
largo plazo puede ser traída a la conciencia, lo que nos permite recordar nuestras experiencias pasadas (por
ejemplo, Atkinson y Shiffrin, 1968, 1971). Los procesos involucrados en la codificación, almacenamiento y
recuperación pueden funcionar en forma independiente y de maneras complejas. Por ejemplo, la información se
puede ‘olvidar’ (perder de la memoria consciente) y luego recordar, los recuerdos pueden confundirse con
nuevos recuerdos, y los recuerdos específicos pueden recordarse en una ocasión pero no en otras. Algunas de
estas complejidades se analizan en la siguiente sección.
EL DESARROLLO DE LA MEMORIA
¿Cuán estables son los recuerdos? ¿Qué cambios pueden ocurrir con el paso del tiempo? El análisis
precedente sugiere que inicialmente solo podemos recordar una pequeña cantidad acerca de nuestras
experiencias, y que lo que sí recordamos ya sea disminuye o permanece estable a medida que pasa el tiempo.
Esta observación tiene que considerarse a la luz del hecho que en realidad no revelamos todo lo que hay
almacenado en la memoria la primera vez que se nos hacen preguntas: hay más información codificada en la
memoria de la que identificamos, de modo que a veces recordamos nuevos detalles correctos sobre los hechos
días, meses o incluso años más tarde. Lo que tenemos que recordar acerca de nuestras experiencias es, por lo
tanto, dinámico (Erdelyi, 1996, 2010; La Rooy, Lamb y Pipe, 2009).
En el estudio descrito líneas arriba, La Rooy y otros (2005) volvieron a entrevistar a los niños de 5 y 6 años
acerca de su visita al pirata al día siguiente. La totalidad de los 40 niños que participaron en la prueba de
memoria dieron cuenta de información nueva y precisa al día siguiente. En otro estudio, La Rooy y otros (2007)
llevaron a cabo repetidas entrevistas después de una espera de 6 meses y descubrieron que 81% de los niños
recordaban información adicional la segunda vez que se les hicieron preguntas. De igual manera, Hamond y
Fivush (1991) volvieron a entrevistar a niños en edad preescolar acerca de un paseo a Disneyworld y
descubrieron que, aunque la mayor parte de la información proporcionada en la segunda entrevista era precisa,
la mayor parte de ella (75%) también era nueva (es decir, no revelada en la primera entrevista). Este fenómeno,
llamado reminiscencia, también es muy común en los adultos. Por ejemplo, Gilbert y Fisher (2006) les pidieron a
unos adultos que habían presenciado el robo a un banco que recordaran todo lo que pudieran inmediatamente y
luego los volvieron a entrevistar 48 horas más tarde; 98% revelaron nuevos detalles que no habían revelado con
anterioridad. Este hallazgo de la investigación básica en el área de la memoria de los testigos presenciales es
coherente con los hallazgos de muchos estudios, incluidos algunos realizados hace un siglo atrás (Ballard,
1913).
Tales características bien establecidas de la memoria son bastante problemáticas en el mundo legal y, en
especial, en el ámbito de las entrevistas investigativas. Cuando la nueva información no se menciona en forma
inicial sino que es recordada con posterioridad, es frecuente que se la mire con recelo porque las explicaciones
contrapuestas parecen plausibles: tal vez la nueva información sea fabricada o inexacta. De hecho, los
miembros del jurado a menudo confían en la coherencia como indicador de veracidad, y a menudo consideran
que las faltas de coherencia (incluido el agregar nuevos detalles al contar los relatos nuevamente más tarde)
reflejan un bajo nivel de precisión (Leippe, Manion y Romanczyk, 1992). En contextos legales, a menudo se
somete a los testigos, incluidos los niños, a un interrogatorio cruzado acerca de afirmaciones anteriores que se
contradicen en una declaración posterior con la esperanza de impugnar la credibilidad del testigo.
Si bien es probable que la precisión de la información añadida más tarde varíe por una serie de razones,
incluida la forma en que se elicita la información (La Rooy y otros, 2009), mientras mejor se recuerde un hecho,
más probable es que los nuevos detalles sean precisos (La Rooy y otros, 2005). Los entrevistadores e
investigadores oficiales deben recordar que las faltas de coherencia (en la forma de nueva información) son una
función normal de la memoria y no son atípicas cuando los niños (o adultos) vuelven a contar experiencias
verdaderas (Fivush, Hamond, Harsch, Singer y Wolf, 1991; Hamond y Fivush, 1991; Peterson, Moores y White,
2001).
Olvidamos y recuperamos detalles porque los recuerdos son (re)construidos con el paso del tiempo; este
proceso también los torna vulnerables a influencias y distorsiones sugestivas (véase reseñas en Loftus, 2005;
Pezdek y Lam, 2005) y a veces permite que se produzcan recuerdos completamente falsos. La memoria no
funciona como una videograbadora que almacena fielmente los detalles en forma íntegra, precisa y en orden
cronológico para que puedan ser reproducidos más tarde. En cambio, las reconstrucciones permiten incorporar
errores, y reflejan los sesgos que afectan la forma en que se racionaliza, elabora y hace más conciso el relato
(Bartlett, 1932).
Un estudio citado con frecuencia que ilustra cuán susceptible a la distorsión es la memoria fue realizado por
Leichtman and Ceci (1995). En este estudio, una guardería infantil fue visitada durante la hora del cuento por
‘Sam Stone’, quien comentó sobre el cuento (diciendo que era uno de sus favoritos), caminó por la sala de
clases para luego decir adiós con la mano e irse. Los niños luego fueron entrevistados acerca de la visita una
vez por semana durante 5 semanas. Algunos de los niños fueron entrevistados en forma neutral y otros fueron
entrevistados en forma sugestiva. Además, a la mitad de los niños se les dijo que Sam Stone era torpe
(estereotipo negativo) antes de que entrara a la sala de clases. En las entrevistas sugestivas se les mostró a los
niños un libro rasgado y un osito de peluche sucio como evidencia de las 'malas acciones' cometidas por Sam
Stone. En las entrevistas finales, a todos los niños se les hizo la pregunta: '¿Lo viste... .[rasgar el libro/ensuciar
el osito de peluche] con tus propios ojos?’ Cuando se entrevistó a los niños en forma no sugestiva, casi ninguno
hizo mención de las ‘malas acciones’ independientemente de si se había introducido o no el estereotipo
negativo (es decir, la torpeza) con anterioridad. Sin embargo, la combinación de entrevistas sugestivas y
estereotipos negativos hizo que 30% de los niños de 5 y 6 años y 46% de aquellos en edad de 3 y 4 años
coincidieran en que habían visto a Sam rasgar el libro o ensuciar el osito de peluche. Está claro que la presión
puede hacer que los niños revelen lo ocurrido de forma incorrecta. Cabe recordar, sin embargo, que las
entrevistas fueron altamente sugestivas y que los entrevistadores usaron técnicas que no es frecuente encontrar
en entrevistas investigativas, en especial, falsificar ‘evidencia’ física antes de presentarla en la entrevista.
Asimismo, a pesar de las extensas y repetidas entrevistas sugestivas, más de la mitad de los niños más
pequeños no asintieron a las sugestiones del entrevistador.
También es importante darse cuenta de que el asentimiento, la tendencia de los niños a asentir, describe la
forma en que responden a tipos específicos de preguntas. Cuando se les hacen preguntas dirigidas sobre algo
de lo cual conocen poco o nada, la presión social percibida aumenta la tendencia a asentir (por ejemplo,
Greenstock y Pipe, 1997; Pipe y Wilson, 1994). El asentimiento también aumenta cuando existe un desequilibrio
de poder entre la persona que hace las preguntas y la persona que las responde (Ceci, Ross y Toglai, 1987).
Por lo tanto, es importante no introducir en la entrevista información que el niño no haya mencionado con
anterioridad en caso de que el niño simplemente esté de acuerdo con lo que se dice.
Repetir las mismas preguntas también es sugestivo puesto que centra nuevamente la atención de los niños en
sus respuestas anteriores en lugar de centrarla en el recuerdo de lo que pasó. Cuando se les hacen preguntas
de repetición, es frecuente que los niños cambien sus respuestas (Fivush y Schwarzmueller, 1995; Fivush y
Shukat, 1995; Lyon, 2002; Poole y White, 1993). En el estudio de Poole y White (1991), se les hicieron las
mismas preguntas a niños de 4 a 8 años inmediatamente después de un hecho, y nuevamente después de una
semana. Al repetir las indicaciones abiertas, los niños proporcionaron información precisa adicional que no
habían revelado antes, fenómeno que ya se analizó antes en el capítulo. Cuando se reiteraron las preguntas
con respuestas de 'sí' o 'no', sin embargo, un 25% del tiempo los niños proporcionaron respuestas
contradictorias, y cuando se les hicieron preguntas de repetición que de hecho no tenían respuesta, la mayoría
expresó incertidumbre, en tanto que algunos adelantaron suposiciones plausibles y bien fundamentadas. Howie,
Sheehan, Mojarrad y Wrzesinska (2004) estimaron que 88% de los niños en estudio cambió al menos una
respuesta a las preguntas de repetición.
La memoria espontánea y la memoria de reconocimiento pueden considerarse como distintos extremos del
continuo de la memoria. Los recuerdos espontáneos son aquellos a los que obtenemos acceso en ausencia de
indicios específicos para recuperarlos. Por ejemplo, el pedirle a alguien que ‘cuente todo lo que pasó’ no
especifica ni da indicios de aspectos determinados de la memoria. Exactamente qué es lo se recuerda en el
recuerdo espontáneo depende de una búsqueda en la memoria que es dirigida por la persona a quien se le
hace la pregunta. Por el contrario, la memoria de reconocimiento es la que interviene cuando se le hacen
preguntas específicas a un entrevistado para que seleccione entre alternativas que presenta el entrevistador
(‘¿La tocación fue por encima o por debajo de la ropa?’). Estas preguntas de selección múltiple limitan las
respuestas posibles y aumentan el riesgo de imprecisión porque es probable que los entrevistados elijan una de
las alternativas si no pueden reconocer la respuesta correcta. Las preguntas con palabras interrogativas del tipo
qué, cuándo, dónde y cómo están a medio camino en el continuo entre la memoria espontánea y la memoria de
reconocimiento. Típicamente estas no obligan al entrevistado a elegir entre alternativas presentadas por el
entrevistador sino que más bien piden más detalles acerca de algo que el entrevistado ya mencionó con
anterioridad; sin embargo, requieren solo respuestas breves sobre un aspecto del hecho u objeto que puede
que sea o puede que no sea bien codificado o recordado.
Las preguntas focalizadas varían mucho en su complejidad. Por ejemplo, las respuestas a preguntas acerca de
la hora cuando sucedieron los hechos pueden ser importantes para los investigadores, pero es difícil
(especialmente para los niños) recordar horas y fechas con precisión (véase el Capítulo 2). Puesto que las
preguntas como estas parecen muy razonables, los niños con frecuencia hacen suposiciones bien
fundamentadas como respuesta en lugar de recuperar información desde la memoria. En cambio, otras
preguntas focalizadas (por ejemplo, ‘¿Cómo se llama tu hermano?’) son más fáciles de recordar porque la
información solicitada implica un conocimiento semántico general y no el recuerdo de un hecho específico. Las
preguntas del tipo ‘¿Cómo es que pudo salirse con la suya durante tanto tiempo?’ pueden parecer igualmente
razonables, pero por desgracia invitan al niño a especular, y no lo guían a buscar el recuerdo de un hecho
experimentado. Algunas preguntas (por ejemplo, ‘¿Por qué hizo eso?’), son simplemente imposibles de
responder, incluso si los niños recuerdan un hecho muy bien y, por ende, se deben evitar.
Los investigadores han estudiado la precisión de las respuestas infantiles a estos diferentes tipos de preguntas.
Por ejemplo, Dent y Stephenson (1979) mostraron a niños de 10 y 11 años una película de corta duración
acerca de un robo, captura y escape, además de la siguiente persecución del malhechor. Los autores
compararon la precisión de las respuestas de los niños a preguntas sobre el hecho y encontraron que
obtuvieron una precisión de 91% al responder indicaciones abiertas, pero una precisión de solo 81% al
responder preguntas cerradas o específicas. En un estudio de caso específico que examinó la información
obtenida de una niña de 5 años mediante indicaciones abiertas y cerradas, Orbach y Lamb (2001) encontraron
que 90% de los detalles contradictorios que proporcionó esta presunta víctima fueron elicitados mediante
preguntas cerradas/específicas y preguntas sugestivas, en tanto que no hubo contradicciones en respuesta a
indicaciones abiertas. Estas diferencias impresionantes en la calidad de la información elicitada mediante
distintos tipos de preguntas explica por qué las pautas de entrevista ponen énfasis en la importancia de obtener
la mayor información posible mediante preguntas abiertas (véase el Capítulo 7 sobre la entrevista de práctica y
el Capítulo 8 sobre la investigación de asuntos sustantivos).
La reinstauración del contexto y la especificidad de la codificación han sido ampliamente analizadas en estudios
de la memoria de los testigos presenciales tanto en contextos experimentales (Pipe y Wilson, 1994; Priestley,
Roberts y Pipe, 1999; Wilkinson, 1988) como de campo (Hershkowitz, Orbach, Lamb, Sternberg, Horowitz y
Hovav, 1998; Orbach, Hershkowitz, Lamb, Sternberg y Horowitz, 2000); todos ellos demuestran que se facilita el
recuerdo cuando se les da a los niños recordatorios del contexto en que sucedieron los hechos. Por ejemplo,
Hershkowitz y otros (1998) entrevistaron a niños de 4 a 13 años acerca de presuntos abusos y luego los
llevaron a la escena del presunto delito a fin de reinstaurar el contexto original. Al ser entrevistados nuevamente
en ese contexto, los niños revelaron información adicional de relevancia para la investigación que no habían
revelado en la oficina del entrevistador. Según Tulving, la especificidad de la codificación facilita el recuerdo
porque la tarea de recordar se simplifica al sacar provecho de elementos que facilitan el reconocimiento en lugar
de solo recuperar la información.
La relación entre el estrés y la memoria es contradictoria: algunos estudios señalan que los niños se
desempeñan mejor (por ejemplo, Goodman y otros, 1991), mientras que otros demuestran los efectos
perjudiciales del estrés (por ejemplo, Quas, Bauer y Boyce, 2004), y puede que varíe dependiendo de si nos
referimos a la codificación o a la recuperación de un recuerdo y resultados. De manera importante, sin embargo,
los recuerdos de experiencias estresantes o incluso traumáticas están sujetos a los mismos principios básicos
de codificación, almacenamiento y recuperación que los recuerdos de los hechos más mundanos, en el sentido
de que podemos olvidar hechos traumáticos, tal como podemos olvidar otras experiencias, que no
necesariamente recordamos con más detalles las experiencias traumáticas o estresantes solo porque los
hechos fueron traumáticos y que todos los recuerdos pueden estar contaminados (por ejemplo, Howe, Toth y
Cicchetti, 2006). Las personas no recuerdan todos los detalles de dichas experiencias incluso cuando creen que
sí las recuerdan.
Considere el fenómeno de los ‘recuerdos fotográficos’, así llamados a causa de lo gráfico y de la claridad
perceptual que las personas muchas veces revelan al recordar algunas experiencias sobresalientes. ¿Dónde se
encontraban cuando le dispararon al Presidente Kennedy? ¿Cómo reaccionaron cuando bombardearon las
Torres Gemelas el 11 de septiembre? ¿La explosión del transbordador espacial Challenger? Lo que caracteriza
a estos ‘recuerdos fotográficos’ es el nivel de confianza con que las personas afirman recordar exactamente el
lugar donde estaban, lo que estaban haciendo, con quien estaban y la forma en que se enteraron de estos
hechos significativos, casi como si estuvieran experimentado ‘escenas retrospectivas’ del hecho. De manera
interesante, si bien estos recuerdos están asociados con una gran confianza en su precisión, no suelen estar
asociados con una precisión real (por ejemplo, Neisser y Harsch, 1992), lo que constituye un recordatorio
importante para los entrevistadores de que la confianza y la precisión no van necesariamente de la mano.
Brown y Kulik (1977) propusieron la existencia de un mecanismo especial que da cuenta de los recuerdos
fotográficos, los que por definición se refieren a hechos que son sorprendentes, emocionales y de gran
importancia. Tal como se esperaba, las personas entrevistadas acerca de hechos significativos, tales como los
asesinatos de Martin Luther King y John F. Kennedy, describieron en forma gráfica lo que estaban haciendo y
quién comunicó ‘el notición’; lamentablemente, sin embargo, estos investigadores no pudieron determinar cuán
precisos eran estos recuerdos fotográficos.
Desde entonces, al verificar en múltiples ocasiones los recuerdos que las personas tienen de esos hechos, los
investigadores han dado a conocer que si bien los recuerdos fotográficos se caracterizan por la confianza, a
menudo son contradictorios o imprecisos (Neisser y Harsch, 1992; Talarico y Rubin, 2003; Weaver, 1993). Por
ejemplo, Neisser y Harsch hicieron pruebas de cuánto recordaban los estudiantes universitarios de la explosión
del transbordador espacial Challenger entrevistándolos poco después del hecho y nuevamente dos y medio
años más tarde. Los participantes estaban muy seguros aun cuando eran muy imprecisos, y muchos de ellos de
hecho fueron muy imprecisos. De igual manera, los recuerdos de los ataques del 11 de septiemnbre también
tienden a ser imprecisos (Conway, Skitka, Hemmerich y Kershaw, 2009; Greenberg, 2004; Lee y Brown, 2003,
Pezdek, 2003; Talarico y Rubin, 2003; Tekcan, Ece, Gulgoz y Er, 2003).
Desde luego, los recuerdos fotográficos implican la presencia de estrés al momento de la codificación, lo que tal
vez enriquezca los recuerdos infantiles al menos en cuanto a ciertos aspectos del hecho (por ejemplo,
Buchanan y Lovallo, 2001; véase Christianson, 1992; McGaugh, 2003). Algunos teorizan que tal vez el estrés
reduzca el foco de atención de los niños a los aspectos medulares de los hechos inquietantes a fin de que
recuerden bien dichos aspectos (por ejemplo, la identidad del asaltante) en tanto que recuerdan los aspectos
periféricos con menos detalle (por ejemplo, el color de la camisa del asaltante; véase Christianson, 1992).
Según lo señado, sin embargo, este hipótesis no se ha probado fehacientemente.
Desde luego que la presencia de estrés durante la codificación y su posible efecto en el recuerdo posterior no
está bajo el control de los entrevistadores, aunque estos sí pueden afectar el estrés cuando se recuperan los
recuerdos. En general, los niños suelen tener más dificultades que los adultos para recuperar información desde
la memoria (Bjorklund, 2005), y los niños pequeños con frecuencia necesitan más facilitadores e indicaciones
que los adultos para volver a narrar información retenida en la memoria (por ejemplo, Fivush, 1993; Lamb y
otros, 2003; Price y Goodman, 1990). Por otra parte, puede que los niños no obtengan acceso a los recuerdos
adecuados (es decir, del presunto delito) porque no comprenden las ‘reglas’ de los contextos forenses o
judiciales ni saben qué información es la que busca el entrevistador (por ejemplo, Cordon, Saetermoe y
Goodman, 2005). Además, puede que el estrés que acarrea el contexto de la entrevista interfiera con la
recuperación al consumir más de sus recursos cognitivos. Es posible que los niños necesiten dedicar parte de
sus recursos cognitivos/atencionales a encarar sus emociones en lugar de a la recuperacion de recuerdos (por
ejemplo., Quas y otros, 2004).
Los niños, al igual que los adultos, a menudo consideran que los encuentros con el sistema legal son
estresantes. Prestar declaración en una audiencia pública (o frente a frente con el imputado) y ser sometido a
un interrogatorio cruzado, entre otros, son los aspectos más angustiantes (véase una reseña detallada en el
Capítulo 16), y estos mismos factores se asocian con un peor desempeño de la memoria (por ejemplo,
Nathanson y Saywitz, 2003). En un estudio de campo bien conocido, Goodman y otros (1992) encontraron que
los niños que se muestran más temerosos de declarar frente al imputado fueron menos capaces de responder
las preguntas del fiscal que aquellos menos temerosos. En los estudios experimentales, donde es posible
verificar la precisión de la memoria infantil, el recuerdo espontáneo es menos completo y las respuestas de los
niños a preguntas directas son menos precisas cuando son interrogados en un tribunal que en una ubicación
más conocida (por ejemplo, una sala de clases) o un entorno menos intimidante (por ejemplo, Hill y Hill, 1987).
De igual manera, Saywitz y Nathanson (1993) encontraron que los niños que calificaron de estresante el
‘proceso legal’ proporcionaron menos información acerca de los hechos teatralizados que los niños que lo
calificaron de menos estresante.
La precisión de las respuestas infantiles durante los interrogatorios cruzados, una de las partes más temidas de
la implicación jurídica, también ha sido analizada en forma experimental. Zajac y Hayne (2003) entrevisaron a
niños de 5 y 6 años acerca de una visita a un cuartel de policía usando procedimientos de interrogatorio tanto
directo como cruzado. Durante el interrogatorio cruzado, usaron varias técnicas que muchas veces se observan
en causas judiciales reales (por ejemplo, preguntas complejas, dirigidas, irrelevantes; objeciones a la certeza de
los niños; expresiones de incredulidad), y la mayoría (más de 85%) de los niños cambiaron algunas respuestas
que habían proporcionado durante la declaración directa. Los cambios ocurrieron independientemente de la
precisión o imprecisión de las respuestas originales de los niños. Algunos cambios fueron considerados
alteraciones menores de detalles específicos, en tanto que en otros los niños se retractaron totalmente de sus
revelaciones originales. De hecho, caso un tercio de los niños cambió todas sus respuestas originales. Aunque
los investigadores no midieron el estrés infantil durante el interrogatorio cruzado, es posible que este
procedimiento haya aumentado la ansiedad y el nerviosismo de los niños, llevándolos a cambiar sus respuestas
y contestar en forma contradictoria y muchas veces imprecisa.
CONCLUSIONES
Es de extrema importancia que los entrevistadores forenses y otros profesionales legales reconozcan que las
habilidades de memoria se desarrollan enormemente durante toda la niñez. Los entrevistadores deben ser
cuidadosos de no entrevistar de forma que supere las habilidades cognitivas de los niños ni esperar demasiado
de ellos en términos de la cantidad o especificidad de la información recordada. Si bien hay grandes
incrementos en la memoria durante la niñez, cabe señalar que aun entre los adultos e incluso respecto de
experiencias estresantes, traumáticas o ‘muy memorables', la memoria no funciona como una videograbadora
que capta experiencias detalladas y las reproduce exactamente como sucedieron. La memoria tiene sus propias
'leyes', las que no siempre se ajustan claramente a los sistemas legales que determinan con precisión la
necesidad de pruebas específicas y detalladas. La forma en que los sistemas legales pueden adecuarse mejor
al funcionamiento y las limitaciones de la memoria humana sigue siendo un desafío.
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