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EXTRALIMITACIÓN EN LA LEY 1708 DE 2014 ANTE LAS CAUSALES DE

EXTINCIÓN DE DOMINIO DEL ARTÍCULO 34 CONSTITUCIONAL.

Estudiantes

ADRIANA LICETH CAMARGO CÁRDENAS

LYNDA ROCÍO MARÍN BENAVIDES

Monografía de investigación como requisito para optar el título de abogadas.

Directora

MARYI VERGEL

UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER


FACULTAD DE EDUCACIÓN, ARTES Y HUMANIDADES
PLAN DE ESTUDIOS DE DERECHO
Ocaña, Colombia Abril, 2020
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Nota de Aceptación

Jurado científico

Jurado metodológico

COMITÉ CURRICULAR DE DERECHO UFPSO

Ocaña, Norte de Santander, 2020


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Índice

Introducción__________________________________________________________6

Capítulo 1. La Extinción de dominio en Colombia__________________________12

Capítulo 2. Algunos conceptos necesarios para la comprensión de la extinción de


dominio__________________________________________________________________19

2.1 Los tres pilares en los que se fundamenta la extinción de dominio________19


2.1.1 Función Social de la Propiedad.__________________________________19
2.1.2 Función Pública.______________________________________________20
2.1.3 Buena Fe____________________________________________________22

Capítulo 3. Extralimitación de las causales legales frente a las causales


constitucionales.___________________________________________________________26

3.1 Relación entre el Estado y la extinción de dominio_____________________26

3.2 Posible extralimitación legal en la extinción de dominio________________29

Conclusiones_________________________________________________________40

Referencias__________________________________________________________44
iv

Lista de Tablas

Tabla 1: línea jurisprudencial de la investigación _________________________ 36


v

Lista de Figuras

Figura 1: línea de tiempo con los marcos legales que reglamentan la extinción de

dominio en Colombia

______________________________________________________________ 7
Introducción

La titularidad de la propiedad lleva consigo un conjunto de derechos, quien ostenta la

propiedad de algún bien puede ejercer dentro del uso de sus facultades todas las acciones

necesarias que requiera y, el Estado, por medio de sus instituciones judiciales debe

garantizar una pronta respuesta y solución cuando el mismo se encuentre en eminente

peligro o pueda sufrir algún perjuicio. Adicional a los deberes que tiene el Estado con el

poseedor de la titularidad de la propiedad, el primero cuenta también con algunos derechos,

uno de ellos es el de la posibilidad de sancionar las medidas ilícitas en la obtención de

bienes, así como su uso y no satisfacción de intereses generales, por medio de figuras como

la extinción de dominio; esta medida es considerada por autores como Santaella (2010)

como una de las formas más severas de intervención estatal.

La finalidad de la extinción de dominio en Colombia es procesar a los tenedores de

bienes muebles o inmuebles, que puedan ser valorados económicamente, sean estos tangibles

o intangibles, al ser producto de una actividad ilícita; aquella que se vincula con un acto

tipificado como delictivo, es decir, toda actividad que “… el legislador considere susceptible

de aplicación de extinción de dominio por deteriorar la moral social.” (Ley 1708, 2014,

artículo 1, Numeral 2).

La extinción de dominio en el país ha contado con un conjunto de marcos legales que han

variado con el paso de los años, los cuales han establecido los procesos, etapas procesales,

recursos, así como las causales para que esta proceda. En la Figura 1 que se presenta a
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continuación, se muestra una línea de tiempo en la cual se evidencian los marcos legales más

importantes y que han configurado la extinción de dominio en el país.

Artículo 34 Ley 793


Constitución 1991 de 2002

Ley 333 Ley 1708


de 1996 de 2014

Figura 1: línea de tiempo con los marcos legales que reglamentan o han reglamentado la extinción de dominio
en Colombia.

Es precisamente la extinción de dominio el eje central del presente documento, a lo largo

de las páginas se va a analizar el marco legal de la Ley 1708 de 2014, con un enfoque en las

once causales que estipula el artículo 16 para proceder con la extinción del derecho de

propiedad de bienes muebles e inmuebles a través del proceso de extinción de dominio;

cotejándose esta disposición legal con el marco constitucional en el cual el artículo 34 solo

establece tres causales para proceder con la medida privativa del derecho de propiedad.

Por lo anterior, el problema jurídico a abordar en el presente documento es ¿vulnera el

artículo 16 de la Ley 1708 de 2014 el marco constitucional de la extinción de dominio

consagrado en el artículo 34 superior, al estipularse a nivel legal once causales para que

proceda la extinción de dominio cuando la constitución es clara y taxativa en permitir este

proceso solo por 3 causales?


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El problema jurídico se fundamenta en que las leyes 333 de 1996 y 793 de 2002,

estipulaban en su artículo segundo una serie de causales para que procediera la extinción de

dominio, estas son las siguientes:

1. Enriquecimiento ilícito de servidores públicos, de particulares.

2. Perjuicio del Tesoro Público que provenga de los delitos de peculado, interés

ilícito en la celebración de contratos, de contratos celebrados sin requisitos legales,

emisión ilegal de moneda o de efectos o valores equiparados a moneda; ejercicio

ilícito de actividades monopolísticas o de arbitrio rentístico; hurto sobre efectos y

enseres destinados a seguridad y defensa nacionales; delitos contra el patrimonio que

recaigan sobre bienes del Estado; utilización indebida de información privilegiada;

utilización de asuntos sometidos a secreto o reserva.

3. Grave deterioro de la moral social. Para los fines de esta norma, se entiende que son

hechos que deterioran la moral social, los delitos contemplados en el Estatuto Nacional

de Estupefacientes y las normas que lo modifiquen o adicionen, testaferrato, el lavado

de activos, los delitos contra el orden económico social, delitos contra los recursos

naturales; fabricación y tráfico de armas y municiones de uso privativo de las fuerzas

militares, concusión, cohecho, tráfico de influencias, rebelión, sedición, asonada o

provenientes del secuestro, secuestro extorsivo o extorsión.

4. Los eventos en que se utilicen bienes como medio o instrumentos de actuaciones

delictivas o se destinen a éstas, salvo que sean objeto de decomiso o incautación

ordenada dentro del proceso penal mediante providencia en firme.

5. También procederá la extinción del dominio cuando judicialmente se haya declarado


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la ilicitud del origen de los bienes en los eventos consagrados en los incisos 2o. y 3o.

del artículo 7o., de esta Ley, y en el Código de Procedimiento Penal. (Ley 333, 1996,

articulo 2).

Las anteriores causales son consecuentes con las causales taxativas que contiene el

artículo 34 de la Constitución Política, estás tal y como resalta Solano (2004) son en su

orden, (i) enriquecimiento ilícito; (ii) perjuicio del Tesoro público; (iii) deterioro de la moral

social.

Lo anterior es ratificado por la Corte Constitucional en la Sentencia C-374 de 1997,

donde se analizó si era acorde al mandato de la Constitución las causales de extinción de

dominio estipuladas en la Ley 333 de 1996, manifestando la corporación constitucional que

las causales contenidas eran acordes a las causales taxativas del artículo 34 de la

Constitución y, reafirmado esto en la Sentencia C-1096 de 2003 de la misma corporación.

Adicionalmente, por medio de la sentencia C-1007 de 2002, la Corte reitera la

exequibilidad de las cinco causales expuestas, considerando que tienen pleno soporte en el

artículo 34 de la Constitución. Vale la pena señalar que respecto a la tercera causal, la Corte

señala que “… si bien esta causal no resulta contraria a la Constitución y por ello se

declarará exequible, es preciso atender la protección a los terceros que demuestren una

buena fe cualificada.” (Corte Constitucional, Sentencia C-1007 de 2002).

Posteriormente la Ley 1708 de 2014 dispuso de once causales frente a las que es

procedente la extinción de dominio, frente a estas causales según Trilleras (2019) “…no ha

habido pronunciamiento jurisprudencial por parte del control de constitucionalidad.” (p.13),


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pero es posible que al ser muchas las causales para que proceda a nivel legal la extinción de

dominio, se podría desbordar las tres causales taxativas que dispuso la constitución en su

artículo 34.

El documento consta de un objetivo general y de tres objetivos específicos, como objetivo

general se busca:

Determinar si el artículo 16 de la Ley 1708 de 2014 al estipular once causales para

que proceda la extinción de dominio, vulnera lo consagrado en el artículo 34 de la

Constitución en donde se establecen tres causales taxativas.

Por otro lado, los tres objetivos específicos son los siguientes:

1. Revisar los marcos legales que han configurado la extinción de dominio como

medida judicial en el país, buscando dar un contexto histórico a esta medida.

2. Establecer los pilares que fundamentan la extinción de dominio en Colombia, con el

objeto de tener mayor claridad en la comprensión de esta figura.

3. Precisar la relación existente entre el Estado y la extinción de dominio, para facilitar

el estudio de la extralimitación legal de dicho mecanismo.

Para dar respuesta a lo anterior se aplicará un método de hermenéutica jurídica, la cual

consiste en el análisis e interpretación de documentos de tipo jurídico, buscando de esta

forma verificar una situación concreta que parte del problema de investigación. El desarrollo

del trabajo se hará mediante el análisis de documentos jurídicos, entre los que priman actas

de la Asamblea Constituyente relativos a la intención y fin del artículo 34 superior, a lo que


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se suman las leyes que han desarrollado la extinción de dominio y el material jurisprudencial

que ha regulado su aplicación, donde se sentaran cimientos que permitirán el análisis del

artículo 16 de la Ley 1708 de 2014, su finalidad, tenor literal, interpretación y

constitucionalidad.

La estructura del documento consta de tres capítulos que darán paso a las respectivas

conclusiones de este estudio. En el primer capítulo se hace una introducción a la extinción de

dominio en Colombia, luego, en el segundo capítulo se plasman algunos conceptos

necesarios para la comprensión de la extinción de dominio, por último, el tercer capítulo se

enfoca en la relación entre el Estado y la extinción de dominio y la posible extralimitación

legal de esta.
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Capítulo 1. La Extinción de dominio en Colombia

En el mundo jurídico existen diferentes formas contractuales y no contractuales cuya

finalidad es la guarda de los intereses ajenos, según Bohórquez (1968) en ocasiones la

guarda y protección de objetos que pertenecen a otros derivan de obligaciones contractuales

preexistentes, por ejemplo, el Código Civil prescribe “La obligación de dar contiene la de

entregar la cosa; y si ésta es en especie o cuerpo cierto, contiene, además la de conservarla

hasta la entrega, so pena de pagar los perjuicios” (Código Civil, artículo 1605).

Respecto a esta figura, Restrepo (2001) considera que los desafíos que se presentan en el

Estado contemporáneo relacionados con las limitaciones al crecimiento del sector público y

de las demandas de los ciudadanos, grupos empresariales e industriales que exigen un sector

público más eficiente (poniendo en tela de juicio las estructuras administrativas y el servicio

civil); ha derivado en un replanteamiento del papel que le compete cumplir y, por tanto, del

régimen jurídico correlativo, máxime si se tiene en cuenta que los problemas que enfrentan

los gobiernos no se reducen a la definición de medios operativos para su solución.

La respuesta adecuada y oportuna del Estado a estos retos no ha sido la más apropiada,

teniendo en cuenta una serie de factores negativos en la administración pública entre las que

se encuentra la debilidad en los sistemas de responsabilidad (causado por la falta de

instituciones básicas tales como las oficinas de auditoría), la fragmentación vertical y

horizontal conducente a la ineficacia y a la duplicidad de funciones, el retardo en el

desarrollo e implementación de políticas adecuadas, la elevada rotación entre los altos

funcionarios del servicio civil (dando como resultado un alto nivel de inestabilidad de la

administración pública), la falta de seguridad y la corrupción de los poderes público, entre


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otras.

El anterior contexto, ha generado el replanteamiento contemporáneo de los roles que

competen al Estado, en el plano de lo jurídico no solo ha implicado la consecuente

modificación del régimen aplicable a tales actividades y a los sujetos, públicos y privados,

que las llevan a cabo, sino que ha motivado una revisión de paradigmas tradicionales del

derecho público en general y del derecho administrativo en particular.

A la par con la reformulación del alcance de las actividades que tradicionalmente se

habían considerado como propias del Estado, los conceptos clásicos del derecho

administrativo consolidados dentro del modelo de intervencionismo estatal, han sido objeto

de cuestionamientos y críticas, en la medida en que se ha puesto en duda su eficiencia como

mecanismos para solucionar problemas propios de la acción administrativa del Estado.

Lo anterior ha llevado a la progresiva adopción de reformas legislativas orientadas al

logro de los cometidos estatales “…sin necesidad de un régimen especial que contenga

prerrogativas reconocidas tradicionalmente como inherentes al poder público” (Tafur, 1997,

p.94); lo cual ha dado lugar a:

“La aplicación de regímenes especiales inspirados en principios y reglas originarias del

derecho privado, del derecho mercantil, en coexistencia – con mayor o menor

intensidad, según los modelos específicos adoptados- con principios y reglas del

derecho público, tratando de preservar la consistencia y coherencia necesaria frente al

ordenamiento en general.” (Tafur, 1997, p.96).

La sustitución de fórmulas clásicas del derecho público para dar paso a la aplicación de

los contenidos normativos propios del derecho privado, tiene una justificación más concreta
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en el propósito de equilibrar las posiciones desde las cuales actúan y se interrelacionan los

particulares y los agentes estatales, así como en la intensión igualmente importante de hacer

más ágil y expedita la gestión de las entidades públicas.

Para el caso del país, este aspecto no ha sido ajeno, por lo cual el Estado colombiano ha

debido enfrentarse a situaciones complejas que demandan no solo soluciones normativas que

además no pueden ser abordadas exclusivamente desde la perspectiva del derecho

administrativo, pues requieren de una mezcla de objetivos. Estos objetivos van desde el

afianzamiento del Estado Social de Derecho y su defensa frente a amenazas de varios

actores, pasando por la afirmación de la responsabilidad del Estado, el fortalecimiento del

principio de legalidad y el respeto a los derechos de los ciudadanos, sin ignorar la

introducción de elementos de flexibilización de estructuras y de apertura de espacios de

participación ciudadana, hasta el necesario replanteamiento de la capacidad reguladora del

Estado y de la noción de servicios público en un contexto de globalización y libre

competencia. Un último tema, que cada vez toma mayor protagonismo y que va en la misma

línea de lo anteriormente señalado, es la necesidad de ajustar el acompañamiento jurídico

por medio del uso de nuevas tecnologías e instrumentos de gestión que mejore el dialogo

entre gestión y derecho.

Una de las problemáticas que se ajusta a la situación previamente descrita es el de la

droga, fenómeno que se ha configurado como uno de los más complejos y de mayor impacto

negativo que ha tenido que enfrentar Colombia en sus últimas décadas. Cuyas

manifestaciones básicas o hechos generadores han sido la producción, el procesamiento, el

tráfico y el consumo de la misma. Entre los efectos negativos que encuentran autores como

Tobar (2014) resalta el enriquecimiento ilícito, al igual que la pobreza y violencia que viene
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con este.

Parte de la respuesta institucional a dicha problemática ha sido la expedición sucesiva de

normas jurídicas, cuyo contenido atañe a la represión de las actividades relacionadas con la

producción, tráfico y distribución de estupefacientes, y comprende en parte, medidas para la

afectación de los beneficios patrimoniales derivados de las mismas, las cuales se inscriben

tanto en el derecho penal como en el derecho administrativo.

Una de las conclusiones a la que se llega, es que la persistencia en la afectación de los

beneficios patrimoniales del narcotráfico como estrategia de la actual política de contención

de la oferta, implica que mientras ella persista, el Estado continuará con la obligación legal

de administrar bienes incautados, de manera que para cumplir cabalmente con el propósito

de que estos sigan siendo productivos y generadores de empleo y que su administración no

signifique una mayor carga presupuestal para el erario, se hace necesario un afinamiento de

su régimen jurídico.

Ahora bien, Santaella (2010) ha expresado que la acción de extinción de dominio es una

de las más severas formas de intervención estatal, señalando que si bien el artículo 34

parágrafo 2 de la Constitución hace referencia únicamente a la extinción del dominio de los

derechos adquiridos mediante enriquecimiento ilícito, en perjuicio del tesoro público o con

grave deterioro de la moral social; con el ánimo de preservar una figura arraigada en la

tradición nacional, la Corte Constitucional ha entendido que esta prerrogativa se extiende

también a los derechos de propiedad ejercidos en contravía de los deberes impuestos por la

función social que le es inherente. En cualquiera de los dos casos, ha considerado al Estado

legítimamente habilitado para desvirtuar concretos derechos de propiedad y transferirlos a

manos públicas.
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En la práctica la extinción de dominio ha tenido un desarrollo irregular, asistemático,

inequitativo y discriminatorio, lo que implica desde el panorama legal que la extinción del

dominio ha incumplido con la función social del derecho, en el cual contrasta el trato

rodeado de plenas garantías concedido a los propietarios de bienes implicados en la comisión

de determinados delitos (artículo 2.3 Ley 793 de 2002), con el precario y nada garantista

régimen de extinción del dominio por vía administrativa aplicable a los propietarios

agrícolas (Capítulo XI de la Ley 160 de 1994) o mineros (artículo 29 del Código de Minas)

que han infringido los deberes impuestos por la función social de su derecho.

Tan acentuadas y significativas son, por ejemplo, las diferencias de trato entre los

primeros y los segundos, que antes que señalar las protuberantes violaciones por el régimen

de la propiedad agrícola de exigencias básicas de la garantía del derecho como la reserva de

ley en materia de procedimientos o la prohibición de presumir el incumplimiento de la

función social (sin contar, desde luego, con el flagrante desconocimiento de la reserva de

juez que impone el artículo 34 parágrafo 2 de la Constitución), interesa ahora poner de

relieve el manifiesto agravio comparativo y a todas luces el inequitativo resultado que arroja

el simple contraste de uno y otro régimen.

Desprovisto de una cobertura constitucional expresa, el legislador –y la complaciente y

gelatinosa interpretación de la Corte Constitucional- ha originado una situación de

incertidumbre jurídica en torno a esta peculiar forma de intervenir sobre la propiedad que no

sólo pulveriza garantías esenciales del derecho, sino que además atenta gravemente contra

valores como la igualdad y la justicia, y principios como la seguridad jurídica y el Estado de

Derecho.

Por su parte, Pardo (2013) ha dicho que la extinción de dominio tiene aspectos
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fundamentales atinentes a su origen señalando, que corresponde a una figura sui generis

creada a partir de instrumentos internacionales, consagrada en la Constitución Política de

1991 y en legislaciones posteriores (Ley 333 de 1996, Decreto 1975 de 2002 y Ley 793 de

2002), con el propósito de combatir las estructuras de la delincuencia organizada que con su

accionar delictivo obtienen grandes ganancias de índole económica, a través de un

procedimiento especial y diferenciado de cualquier otro, en especial del penal, lo que

permite atacar el armazón financiero de aquellas (pues se persiguen los bienes y recursos de

capital de origen o con destinación ilícitas, por lo que procede la extinción de dominio sobre

éstos independientemente de quien funja como titular de los mismos).

El presente capitulo, que puede considerarse introductorio al análisis de la extinción de

dominio en el país, presenta un par de consideraciones básicas que es conveniente recopilar

previo a dar paso al segundo capítulo del trabajo. En primer lugar y tal como resalta Tafur

(1997), se evidencia una tendencia en la aplicación de regímenes especiales en principios y

reglas que son originarias del derecho privado, que buscan garantizar los cometidos estatales

sin necesidad de un régimen especial que contenga prerrogativas tradicionalmente inherentes

al poder público. Evidencia de lo anterior es la lucha del Estado colombiano contra las

drogas, ya que para afrontar esta problemática se han vinculado aspectos inherentes al

derecho administrativo con otros relacionados con el derecho penal, para poder garantizar la

aplicación de la extinción de dominio.

Adicionalmente, la aplicación de la extinción implica la correcta administración de los

bienes incautados, buscando su conservación para posterior entrega (como recoge el artículo

1605 del Código Civil), pero también buscando mantener la productividad y generación de
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empleo sin generar una carga presupuestal al erario.

Por último, aunque la Corte Constitucional ha considerado al Estado como legítimamente

habilitado para desvirtuar concretos derechos de propiedad y transferirlos a manos públicas,

se evidencia que en la practica la extinción de dominio se ha desarrollado de forma irregular,

inequitativa y discriminatoria; consideración a la que se llega después de concluir que

existen plenas garantías concedidas a los propietarios de bienes implicados en la comisión de

determinados delitos (artículo 2.3 Ley 793 de 2002), en contraposición de la precaria

extinción de dominio por vía administrativa aplicable a propietarios agrícolas (Capítulo XI

de la Ley 160 de 1994) o mineros (artículo 29 del Código de Minas).


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Capítulo 2. Algunos conceptos necesarios para la comprensión de la extinción de


dominio

2.1 Los tres pilares en los que se fundamenta la extinción de dominio

Posterior a la presentación de la extinción de dominio como una de las herramientas

implementadas por el Estado colombiano para enfrentar el problema que implica para el país

la producción, el procesamiento, el tráfico y el consumo de drogas; en este acápite se

analizan términos relacionados con la extinción de dominio, necesarios para comprender la

procedencia de la figura consagrada en el artículo 34 de la Constitución Política.

La extinción de dominio se configura como una respuesta institucional que busca afectar

los beneficios patrimoniales derivados del negocio de las drogas, en este capítulo se

presentaran tres principios vinculadas a esta, como lo son la Función Social de la Propiedad,

la Función Pública y la Buena Fe.

2.1.1 Función Social de la Propiedad.

La función social del derecho de propiedad corresponde en el contexto primero de un

Estado social y luego de un Estado constitucional, a la imposición de obligaciones al

propietario, teniendo este una facultad de disposición sobre sus bienes. En palabras de

autores como Pérez (2016), se puede resaltar que el derecho de propiedad implica el disfrute

de un bien por parte de quien es dueño del mismo, limitando el uso o el goce a otras

personas del bien en disputa.


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La relevancia de introducir en este punto el concepto de la función social de la propiedad,

encuentra en el trabajo de Florencia (2014) una justificación valida. Para la autora, dicho

concepto es considerado elemento fundamental en el progresismo en materia de propiedad

privada, influyendo durante el siglo XX al diseño de contornos de derechos de propiedad en

el mundo. Así que si se desea hablar de extinción de dominio-derechos de propiedad, la

función social de la propiedad se convierte en uno de los pilares.

A pesar de lo anteriormente planteado, esta facultad tiene límites impuestos por la

Constitución misma en el caso colombiano; límites que se orientan a que tales bienes sean

aprovechados económicamente no sólo en beneficio del propietario, sino también de la

sociedad de la que este hace parte y, a que ese provecho se logre sin ignorar el deber de

preservar y restaurar los recursos naturales renovables. En palabras de la Corte

Constitucional:

“La función social de la propiedad implica afectar el núcleo del derecho subjetivo

individual por excelencia - la propiedad - y que se lo hiciera desplazando el señorío

arbitrario que se ejercía sobre los bienes por su funcionalización hacia las demandas

sociales de generación de riqueza y bienestar social.” (Corte Constitucional, Sentencia

C-740 de 2003).

2.1.2 Función Pública.

Al abordar el concepto de función pública por medio de un estudio sobre la evolución del

mismo en Colombia; Flórez, Latorre y Cardona (2018) sintetizan la función pública como

“… la prestación y concreción de las finalidades a través de la actividad administrativa del


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Estado, entendiendo la actividad como el movimiento del aparato estatal a través de todos

sus factores (capital, factor humano, normatividad).” (p.11).

La función pública en un Estado es parte fundamental para la consecución de un buen

gobierno, según Bonifacio (2006). Citando la Carta Iberoamericana de la Función Pública,

CIFP, el autor resalta que la existencia de la profesionalización de la función pública permite

la consecución de un mejor Estado y con ello el desarrollo de los países. No se puede perder

de vista tal como concluyen Roth y Robayo (2014) que los valores de los individuos que

hacen parte de dicha profesionalización de la función pública, se pueden expresar en cierto

grado en sus decisiones, por lo cual para estos autores no se puede hablar de ejecución

neutral de las decisiones.

Más allá de la profesionalización y el efecto de los valores, la función pública

administrativa y la del servicio público son para Bastidas (2014) las dos caras de la actividad

administrativa del Estado, permitiéndole cumplir con su papel dirigido a la satisfacción de

las necesidades básicas sociales.

La Corte, en el caso de Colombia, al precisar el concepto de función pública, dice que

esta es el conjunto de funciones que cumple el Estado, a través de los órganos de las ramas

del poder público, de los órganos autónomos e independientes y de las demás entidades o

agencias públicas, en orden de alcanzar sus fines; funciones que no sólo son predicables de

las personas que se vinculan al Estado mediante la elección o nombramiento y la posesión

del cargo, sino también de los particulares que, en los casos establecidos en la Constitución y

la ley, pueden investirse de la autoridad del Estado y desempeñar funciones públicas

administrativas o judiciales. (Corte Constitucional, Sentencia C-037 de 2003)


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2.1.3 Buena Fe

El principio de Buena Fe en autores como Cabas (2016) es considerado como una de las

guías que permite las relaciones jurídicas y contractuales entre particulares y entre estos y el

Estado. Para Schopf (2018), este principio permite la aplicación coherente y el desarrollo

interno del derecho de contratos, constituyéndose en un principio general del derecho

privado.

Ahora, conceptualmente la buena fe es una concepción ético jurídica y uno de los

elementos que estructuran el sistema jurídico en cuanto contiene un núcleo de valores

alrededor de los cuáles existe consenso social: lealtad, corrección, equilibrio, honestidad,

diligencia, transparencia, protección de la confianza, etc.; valores que subyacen en las reglas

generales que emanan del principio, pues el principio por su carácter abstracto se concreta en

cláusulas generales que a su vez generan deberes de comportamiento cuya medida de

cumplimiento ha de dejarse a la valoración conforme a los estándares. Estándares tales como

el del “bonus vir”, medida de probidad y honestidad; el estándar del “bonus et diligentis

pater familias”, mesura de diligencia media; el del “artifex” estándar de la diligencia propia

de un experto, entre otros que se recogen en el trabajo de Namen (2014).

Como se dijo previamente, la buena fe es una guía que permite las relaciones jurídicas y

contractuales, cuya idea de que cada parte contratante está obligada a actuar conforme a las

exigencias de la buena fe (mencionadas en el párrafo anterior) se encuentra incorporada en

los principios del derecho contractual de todos los países europeos, como recoge Salazar

(2015).

Continuando con el trabajo de Namen (2014), la buena fe puede ser subjetiva, entendida
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como un estado psicológico y no volitivo, cuyo substrato se fundamenta en la ignorancia o

en un error; o puede ser objetiva, se erige como una regla de conducta fundada en la

honestidad, rectitud, lealtad y en la consideración del interés del otro (visto como miembro

del conjunto social que es jurídicamente tutelado).

En Colombia se comenzó hablar de la buena fe a nivel jurídico a partir de que se acogió

el Código Civil en al año 1887, en esta normatividad se hacía referencia a la buena fe en los

negocios jurídico principalmente cuando se hablaba de dominio, expresándose al respecto

que la buena fe la constituía “la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por

medios legítimos, exentos de fraudes y de todo otro vicio” (Código Civil, articulo 768).

De acuerdo a lo expresado en dicho artículo, la buena fe hacía referencia a una suposición

de que se había recibido una cosa directamente de quien tenía la facultad de enajenarla, sin

que mediara fraude o algún vicio en el contrato traslaticio de dominio.

Más adelante, se consagró la buena fe como un principio en la Constitución Política

sancionada en 1991, este principio fue estipulado expresándose que en “… las actuaciones

de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de buena fe,

la cual se presumirá en todas las gestiones que aquéllos adelanten ante éstas…”

(Constitución Política, 1991, artículo 83).

De acuerdo a lo anterior, el actuar de buena fe es una presunción legal que tiene respaldo

a nivel constitucional como lo estipula el artículo 83 constitucional, al presumirse la buena

fe, significa que quien quiera desvirtuarla debe demostrarlo por medio de pruebas, ya que la

buena fe no es solo un principio de derecho, sino también un elemento que hace parte del

derecho procesal el cual mediante prueba debe ser desvirtuada su presunción.

Podría decirse que la buena fe ha sido siempre un principio en las relaciones humanas
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donde se ha esperado de los demás que actúen con lealtad en cada uno de sus compromisos,

negocios, relaciones, etc. De acuerdo con la doctrina se ha dicho que la buena fe implica dos

aspectos, uno activo y otro pasivo, donde el activo representa nuestro compromiso de

proceder con lealtad mientras que el aspecto pasivo corresponde a la expectativa de esperar

que los demás sean leales en sus relaciones, tal como se sintetiza en el trabajo de Deivis

(2016).

Pasando ahora a un análisis jurisprudencial sobre la buena fe, se encuentra que ante la

Corte Constitucional se elevó demanda de inconstitucionalidad contra un aparte del Código

Civil donde se expresa que el error en materia de derecho, constituye una presunción de

mala fe, que no admite prueba en contrario. Frente a este aparte, decían los demandantes que

el Código Civil desconoce el principio de la buena fe y su finalidad; la cual es presumir

lealtad jurídica, principio que fue elevado a rango constitucional y redactado en el artículo

83 de la Constitución. En resumen, los demandantes afirmaban que el legislador civil había

establecido unas presunciones de mala fe, frente a lo anterior la Corte Constitucional expresó

que: “…en general, los hombres proceden de buena fe: es lo que usualmente ocurre. 

Además, el proceder de mala fe, cuando media una relación jurídica, en principio constituye

una conducta contraria al orden jurídico y sancionado por éste”. (Sentencia C-544 de 1994)

Según lo trascrito, la Corte Constitucional interpreta que la buena fe se presume y debe

ser en si esencia de cada persona en su forma común de comportarse, no obstante,

jurídicamente debe demostrarse o comprobarse que se actuó de mala fe, ya que en principio

es la buena fe una presunción iuris tantum es decir que, si admite prueba en contrario, mas

no es una presunción iuris et de iuris, las cuales no admiten prueba en contrario.

Aclarado lo anterior, se puede decir que la buena fe es un principio que rige en las
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relaciones no solo entre las personas, sino también y principalmente en las relaciones entre

Estado y los ciudadanos, estando el Estado representado en sus diversos órganos, ya que la

buena fe como principio es un fundamento que insta a los órganos del Estado a actuar de una

manera ética y a presumir que sus actuaciones son la base de la lealtad.

En el presente capitulo resaltan tres conceptos que se vinculan con la extinción de

dominio. El primero, el de Función Social de la Propiedad, el cual establece que el

propietario tiene facultad de disposición sobre sus bienes, facultad que se enfrenta a límites

impuestos por la Constitución en pro de garantizar el aprovechamiento económico de los

bienes no solo en beneficio del propietario, sino también de la sociedad de la que este hace

parte (provecho debe alcanzarse preservando y restaurando recursos naturales renovables).

Posteriormente, se encuentra el concepto de Función Pública, que se vincula con las

funciones que cumple el Estado en orden de alcanzar sus fines, por medio de órganos de las

ramas de poder público, órganos autónomos e independientes y de las demás entidades o

agencias públicas. Finalmente, el capítulo se adentra en el concepto de Buena Fe, que en

síntesis es un principio que rige en las relaciones no solo de las personas, sino también y

principalmente en las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, buscando una actuación de

manera ética y presumiendo que las actuaciones tienen como base la lealtad, honestidad,

transparencia y otros valores.

Capítulo 3. Extralimitación de las causales legales frente a las causales constitucionales.


26

Previo al análisis crítico de la posible extralimitación legal de las causales de extinción de

dominio frente al marco constitucional del artículo 34 y los pilares que fundamentan esta

medida extintiva del patrimonio, como se desarrolló en los apartados anteriores, se analizará

la relación entre el Estado y la extinción de dominio.

3.1 Relación entre el Estado y la extinción de dominio

Colombia reconoció la propiedad privada de los particulares limitando al Estado la figura

de la expropiación, fijando que esta solamente podía llevarse a cabo si existen motivos de

interés público, es decir, si resultaren en conflicto derechos de particulares con necesidades

reconocidas por la ley, por lo cual el interés privado deberá ceder al interés público, pero

para ello se debía establecer una justa compensación.

Es así como se rompe de esta manera con la concepción individualista y entra la

propiedad a través del Estado, a ejercer una función social pues se entendió que el Estado no

podía ni debía recocer la propiedad a una persona que la ejerce sobre un bien cuando esta

hubiese sido adquirida de manera ilícita, causando un perjuicio al tesoro público o

produciendo un deterioro a la moral social. Es por lo anterior que se establece que “por

sentencia judicial se declarara extinguido el dominio, mediante enriquecimiento ilícito en

perjuicio del deterioro público o con grave deterioro de la moral social” (Constitución

Política, articulo 34).

Pero este artículo no lo expresa como una extinción en sentido estricto si no como una

perdida a este derecho por no haberse obtenido el bien conforme al ordenamiento jurídico,

por ello la Corte Constitucional ha explicado que:


27

“En realidad, la ‘pérdida’ de la que habla el artículo acusado no es tal en estricto

sentido, por cuanto el derecho en cuestión no se hallaba jurídicamente protegido, sino

que corresponde a la exteriorización a posteriori de que ello era así, por lo cual se

extingue o desaparece la apariencia de propiedad existente hasta el momento de ser

desvirtuada por la sentencia. Es claro que, mientras tal providencia no esté en firme, ha

de presumirse que dicha apariencia corresponde a la realidad, pues suponer lo

contrario implicaría desconocer las presunciones de inocencia y buena fe plasmadas en

la Constitución, pero ya ejecutoriado el fallo, acaba esa apariencia, entendiéndose que

sustancialmente, y a pesar de haber estado ella formalmente reconocida, jamás se

consolidó el derecho de propiedad en cabeza de quien decía ser su titular”.

(SentenciaC-374, 1997).

Todo esto trajo consigo diferentes reformas al concepto de propiedad y es por ello que se

crea la Ley 333 en el año de 1996 y con ella la figura de “extinción de dominio”. La

extinción del dominio, en su concepción original, resulta del incumplimiento de la

obligación económica que le impone la Carta al dueño del bien (función social), de

aprovechar su propiedad con un sentido social, esto es, útil a la comunidad, ajeno, por lo

mismo, al abuso que implica detentarla sin perseguir mediante su explotación un

rendimiento productivo mínimo (Sentencia C-389 de 1994).

Después de la creación de esta figura quedaron muchos puntos por resolver en donde la

doctrina y la jurisprudencia expresaban dudas lo que motivo a que se resolviera:

a) la extinción de dominio no es una pena; b) tampoco es un procedimiento de carácter


28

penal; c) la acción de dominio es una acción patrimonial; d) dicha acción tiene por

objeto el bien mismo, y no el sujeto titular del bien; e) la acción recae sobre la cosa

adquirida y por eso es, sin duda, de naturaleza real (Corte Constitucional, Sentencia C-

374 de 1997).

Con ello se deroga la Ley 333 y se crea la Ley 793 de 2002 la cual establece las reglas

que decretan la extinción de dominio. Teniendo en cuenta lo anterior, la Constitución

Política colombiana y sus fines en donde establece en el artículo segundo que es deber del

Estado colombiano proteger a las personas que se encuentren en el país en su vida honra y

bienes, es punto fundamental para entender que la extinción de dominio es una acción de

naturaleza jurisdiccional, de carácter real y de contenido patrimonial y, que esta se creó con

un fin que es de carácter social pero que ha sido aplicada como herramienta de la política

criminal para atacar la delincuencia organizada, con finalidad de proteger el tesoro público y

mantener el orden social. Por todo lo anterior, se regula esta acción mediante la Ley 1708 de

2014 como código de extinción de dominio. En palabras de la Corte Constitucional:

“Desde el artículo 1º, está claro que en el nuevo orden constitucional no hay espacio

para el ejercicio arbitrario de los derechos, pues su ejercicio debe estar matizado por

las razones sociales y los intereses generales. Pero estas implicaciones se

descontextualizan si no se tienen en cuenta los fines anunciados en el artículo 2º y,

para el efecto que aquí se persigue, el aseguramiento de la vigencia de un orden justo.

En efecto, un orden justo sólo puede ser fruto de unas prácticas sociales coherentes con

esos fundamentos. No se puede asegurar orden justo alguno si a los derechos no se

accede mediante el trabajo honesto sino ilícitamente y si en el ejercicio de los derechos


29

lícitamente adquiridos priman intereses egoístas sobre los intereses generales”.

(Sentencia C-740, 2003).

Con el fin de darle protección a los habitantes del territorio y a su vez poner límites a la

intervención del Estado en los procesos de extinción de dominio se estipuló unas causales,

las cuales al paso de los años y al cambio de marcos legales han ido incrementando su

actuar.

3.2 Posible extralimitación legal en la extinción de dominio

Para introducir la discusión sobre la posible extralimitación de la extinción de domino tal

como se conoce en la actualidad, en primer lugar, se debe hacer mención de las causales para

la extinción de dominio consagradas en las leyes 333 de 1996 y 793 de 2002, las cuales se

presentan a continuación:

1. Enriquecimiento ilícito de servidores públicos, de particulares.

2. Perjuicio del Tesoro Público que provenga de los delitos de peculado, interés

ilícito en la celebración de contratos, de contratos celebrados sin requisitos legales,

emisión ilegal de moneda o de efectos o valores equiparados a moneda; ejercicio

ilícito de actividades monopolísticas o de arbitrio rentístico; hurto sobre efectos y

enseres destinados a seguridad y defensa nacionales; delitos contra el patrimonio que

recaigan sobre bienes del Estado; utilización indebida de información privilegiada;

utilización de asuntos sometidos a secreto o reserva.

3. Grave deterioro de la moral social. Para los fines de esta norma, se entiende que

son hechos que deterioran la moral social, los delitos contemplados en el Estatuto
30

Nacional de Estupefacientes y las normas que lo modifiquen o adicionen, testaferrato,

el lavado de activos, los delitos contra el orden económico social, delitos contra los

recursos naturales; fabricación y tráfico de armas y municiones de uso privativo de

las fuerzas militares, concusión, cohecho, tráfico de influencias, rebelión, sedición,

asonada o provenientes del secuestro, secuestro extorsivo o extorsión.

4. Los eventos en que se utilicen bienes como medio o instrumentos de actuaciones

delictivas o se destinen a éstas, salvo que sean objeto de decomiso o incautación

ordenada dentro del proceso penal mediante providencia en firme.

5. También procederá la extinción del dominio cuando judicialmente se haya declarado

la ilicitud del origen de los bienes en los eventos consagrados en los incisos 2o. y 3o.

del artículo 7o., de esta Ley, y en el Código de Procedimiento Penal. (Ley 333, 1996,

articulo 2).

Las anteriores causales una vez derogada la Ley 1333 de 1996 fueron acogidas en la Ley

793 de 2002 en el artículo 2, donde se implantaron las causales que tenía la ley derogada y se

agregaron dos parágrafos. El primero dirigido al afectado de la extinción de dominio,

disponiendo que este podía usar cualquier medio de prueba para demostrar la procedencia

del bien afectado; el segundo parágrafo definió las actividades ilícitas que comprendía el

proceso de extinción, manifestando que estas eran, (i) delito de enriquecimiento ilícito; (ii)

Todas las conductas cometidas, en perjuicio del Tesoro Público; (iii) las que impliquen

deterioro a la moral social.

Con el paso de los años, específicamente doce años después, se derogo la Ley 793 de

2002, dándose paso a la sanción de la Ley 1708 de 2014, esta ley desconoció la línea
31

legislativa trazada en los marcos anteriores, ya que no determino de forma específica las

causales por las que procedía la extinción de dominio, limitándose a expresar que procedía

“sobre toda actividad ilícita o que viola gravemente la moral social”, la Ley 1708 de 2014

dispuso de 11 causales frente a las que era procedente la extinción de dominio, estas son:

“1. Los que sean producto directo o indirecto de una actividad ilícita.

2. Los que correspondan al objeto material de la actividad ilícita, salvo que la ley

disponga su destrucción.

3. Los que provengan de la transformación o conversión parcial o total, física o

jurídica del producto, instrumentos u objeto material de actividades ilícitas.

4. Los que formen parte de un incremento patrimonial no justificado, cuando existan

elementos de conocimiento que permitan considerar razonablemente que provienen de

actividades ilícitas.

5. Los que hayan sido utilizados como medio o instrumento para la ejecución de

actividades ilícitas.

6. Los que de acuerdo con las circunstancias en que fueron hallados, o sus

características particulares, permitan establecer que están destinados a la ejecución de

actividades ilícitas.

7. Los que constituyan ingresos, rentas, frutos, ganancias y otros beneficios derivados

de los anteriores bienes.

8. Los de procedencia lícita, utilizados para ocultar bienes de ilícita 1a procedencia.

9. Los de procedencia lícita, mezclados material o jurídicamente con bienes de ilícita

procedencia.

10. Los de origen lícito cuyo valor sea equivalente a cualquiera de los bienes descritos
32

en los numerales anteriores, cuando la acción resulte improcedente por el

reconocimiento de los derechos de un tercero de buena fe exenta de culpa.

11. Los de origen lícito cuyo valor corresponda o sea equivalente al de bienes producto

directo o indirecto de una actividad ilícita, cuando no sea posible la localización,

identificación o afectación material de estos.

PARÁGRAFO. También procederá la extinción de dominio respecto de los bienes

objeto de sucesión por causa de muerte, cuando en ellos concurra cualquiera de las

causales previstas en esta ley.” (Ley 1708, 2014, artículo 16)

Al analizar las anteriores causales, se puede interpretar a la luz del artículo 34 superior,

que todas aquellas que estén soportadas en que su razón sea un acto ilícito, encuentran que la

no satisfacción del derecho de propiedad tiene soporte en la norma; lo cual es errado, ya que

dentro de cada causal del artículo 34 constitucional se quiso desarrollar una serie de sub

causales en la Ley 1708 de 2014, por ejemplo, frente a la prohibición del enriquecimiento

ilícito, el artículo 34 de la Constitución consagró que por sentencia judicial, se declarará

extinguido el dominio sobre los bienes adquiridos mediante enriquecimiento ilícito, en

perjuicio del Tesoro público o con grave deterioro de la moral social.

Al extraer la prohibición de enriquecimiento ilícito, la causal extintiva seria la aplicación

de la figura sobre “bienes adquiridos mediante enriquecimiento ilícito”, donde se

comprendería todo lo relacionado a las actividades ilícitas, las cuales desarrolladas en la Ley

1708 de 2014 serían casi todos, es decir los contemplados en las causales 1,2,3,4,5,6,8,9, 11.

No obstante, al analizarse uno a uno, se ve una posible extralimitación o vacío en las

normas que permiten la extinción por causa ilícita. Por ejemplo, la causal 5 expresa que la
33

extinción aplica sobre “… los que hayan sido utilizados como medio o instrumento para la

ejecución de actividades ilícitas.”, dándose casos donde figura la aplicación a terceros ajenos

a la actividad ilícita. Un caso de lo anterior ocurre, cuando el arrendador que entrega su

vivienda mediante un contrato a un arrendatario, se enfrenta al hecho de que el arrendatario

destina su uso a una actividad ilícita, dígase a venta de alucinógenos. Frente a esto

procedería la extinción de dominio, pero, desconociendo que el propietario no ha realizado

una actividad ilícita, sino el arrendatario. Al aplicarse la extinción, el Estado estaría

arremetiendo contra el bien y vulnerando derechos.

Las dudas sobre la aplicabilidad ajustada a la Constitución de las once causales expuestas

en la Ley 1708 de 2014, ha llevado a que ciudadanos impongan demandas ante la Corte

Constitucional, en lo referente al artículo 16 de dicha ley (artículo que contiene las causales

en cuestión). Sobre estas acciones se conocen hasta el momento dos pronunciamientos de la

Corte, por medio de las sentencias C-958 de 2014 y C-327 de 2020.

La sentencia C-958 de 2014, aborda una demanda ciudadana en relación con el numeral

2º del artículo 1º y los artículos 15 y 16 de la Ley 1708 de 2014. El pronunciamiento de la

Corte se puede abordar en dos partes, en primer lugar, en la citada providencia:

“…se consideró que los argumentos expuestos por el demandante respecto del cargo

propuesto por desconocimiento del artículo 34 superior, generan una duda razonable

sobre la constitucionalidad de la norma impugnada. En efecto, la Sala encuentra que

el precepto constitucional delimita de manera genérica los supuestos que pueden dar

lugar a la extinción de dominio, razón por la cual, las definiciones que hacen el

numeral 2 del artículo 1o. de la Ley 1708  de 2014, de “actividad ilícita” y el artículo

15 del concepto de “extinción de dominio”, suscitan un cuestionamiento sobre la


34

forma en que el legislador debía precisar tales conceptos  y si ese desarrollo

legislativo excede la delimitación contenida en el artículo 34 de la Constitución.”

(Sentencia C-958, 2014).

En segundo lugar, y en relación con el eje central de esta investigación (las once causales

de la Ley 1708 de 2014), en la sentencia C-958 se determina que “… la carencia de certeza,

pertinencia y suficiencia de los cargos de inconstitucionalidad formuladas, determina que la

Corte se inhiba de emitir un pronunciamiento de fondo, por ineptitud sustantiva de la

demanda.” (Sentencia C-958, 2014). Por lo cual a 2014, no se contaba con un

pronunciamiento específico sobre la exequibilidad o no del artículo 16 de la Ley 1708 de

2014.

Es hasta el año 2020 que la Corte Constitucional se refiere a las causales que la anterior

ley contiene en su decimosexto artículo, por medio de la sentencia C-327 de 2020. La

demanda de inconstitucionalidad fue presentada exclusivamente para las causales 10 y 11 de

la Ley 1708 de 2014, la decisión del máximo órgano constitucional del país fue:

“DECLARAR LA EXEQUIBILIDAD CONDICIONADA de los numerales 10 y 11

del artículo 16 de la Ley 1708 de 2014, “por medio de la cual se expide el Código de

Extinción de Dominio”,  en el entendido de que la extinción de bienes de origen lícito

sólo procede cuando su propietario sea el mismo titular de los bienes cuya extinción

no es posible por la configuración de las hipótesis previstas en tales numerales, sin

perjuicio de los derechos de terceros de buena fe exenta de culpa.” (Sentencia C-327,

2020)
35

La condicionalidad en dicha sentencia implica que deben cumplirse las causales

estipuladas en la providencia bajo ciertos parámetros, que eviten que se sigan presentando

irregularidades en la interpretación de las causales 10 y 11 del artículo 16. La base de la que

parte esta decisión es la aplicación de la extinción mediante las dos causales previas,

presentadas en dos casos particulares expuestos en la demanda ciudadana, donde terceros de

buena fe han visto aplicada la extinción de dominio a bienes adquiridos de forma lícita, pero

que pertenecieron en el pasado a quien realizó y se lucró de algunas actividades ilícitas.

La Corte ha considerado que, al extinguir el dominio en estos casos “…presupondría

exigir a los terceros que su buena fe y su diligencia se despliegue no sólo sobre los bienes

que pretende adquirir, sino también respecto de la historia y las condiciones de quien es el

vendedor.” (Sentencia C-327, 2020), lo que imposibilita y obstruye el tráfico jurídico e

impone cargas irrazonables e insostenibles, ya que la transferencia de estos bienes por parte

de quienes se lucran de la ilicitud suele darse cuando el Estado no ha determinado la

existencia de las actividades ilícitas y la participación de dicho individuo en estas.

Ante el anterior panorama, los terceros adquirientes tendrían que recurrir a pesquisas

informales y extraoficiales para determinar si el vendedor ha realizado alguna actividad

ilícita en el pasado, mediante la cual obtuvo provecho económico alguno, lo cual desborda

los deberes que el legislador constitucionalmente puede imponer a los particulares.

Por todo lo hasta acá expuesto, la Sentencia C-327 de 2020 permite apreciar que al

aplicar las causales 10 y 11 del artículo 16 de la Ley 1708 de 2014, el Estado se ha

extralimitado con la aplicación de dominio sobre bienes lícitos, vulnerando los derechos de

terceros de buena fe que han adquirido bienes de origen licito.

Al construir la línea jurisprudencial vinculada al objeto central de la investigación, ver


36

Tabla 1, se encuentran sentencias vinculadas a las leyes 333 de 1996 y 793 de 2002, donde

es evidente en las mismas que las causales para ejecutar la extinción de dominio, contenidas

en estas leyes, son acordes a lo establecido en la Constitución. Sobre la Ley 333 de 1996, la

Sentencia C-374 de 1997 por ejemplo, declara inexequibles el artículo 9 y el inciso 2 del

artículo 33 al dar lugar al saneamiento (no requerido por la carta) de fortunas ilícitas, pero

las demás normas acusadas son exequibles. En relación a la Ley 793 de 2002, la Sentencia

C-1096 de 2003, declara exequibles todos los puntos demandados de dicha ley.

Por otro lado, no ocurre lo mismo con la Ley 1708 de 2014, ya que al declararse la

exequibilidad condicionada de los numerales 10 y 11, la Corte es consciente de los perjuicios

ocurridos contra terceros de buena fe (tema del que se habló anteriormente), por lo cual hace

recomendaciones puntuales para la aplicación de la extinción de dominio por medio de estas

causales.

Tabla 1: línea jurisprudencial de la investigación

N° de Resumen de los Tipo de Final del Resultado


Sentencia hechos Sentencia proceso

Sentencia Demanda de Constitucional Primero (1°) Inexequible el aparte final del


inconstitucionalidad de septiembre Parágrafo Segundo del artículo 62
C-389 de contra el artículo 62 de mil de la ley 81 de 1993, que adicionó
1994 (parcial) de la ley novecientos el artículo 60 del Código de
81 de 1993. noventa y Procedimiento Penal, el cual dice:
cuatro (1994), "Tratándose de bienes no
Corte vinculados a un proceso penal, si
Constitucional. transcurrido un año no son
reclamados, se declarará la
extinción de su dominio"

Sentencia Demanda de Constitucional Primero (1°) Declarar exequible las normas


inconstitucionalidad de diciembre acusadas dado que el legislador
C-544 de de los artículos 768 de mil pretende reiterar la negativa
1994 (parcial); 964 novecientos general de admitir el error de
(parcial); 1025 noventa y derecho; la mala fe es un recurso
(parcial) del Código cuatro (1994), técnico que ratifica el principio y
Civil por Corte no puede ser inconstitucional.
37

desconocimiento Constitucional (Buena fe: se presume; Mala fe:


del principio de la debe probarse)
buena fe elevado a
rango
constitucional Art
83 superior.

Sentencia Demandas de Constitucional Trece (13) de Declara inexequible art 9 de Ley


inconstitucionalidad agosto de mil 333/96 y el inc. 2 del Art. 33, por
C-374 de instauradas contra novecientos consagrarse una prescripción de la
1997 la Ley 333 de 1996, noventa y siete acción de extinción de dominio
"Por la cual se (1997), Corte dando lugar a saneamiento -no
establecen las Constitucional querido por la carta- de fortunas
normas de extinción ilícitas. Las demás normas
de dominio sobre acusadas se declaran exequibles
los bienes por su carácter retrospectivo que
adquiridos en forma imposibilita saneamiento de bienes
ilícita". mal adquiridos.

Sentencia Revisión Revisión Dieciocho (18) Se declaran exequibles las normas


constitucional del constitucional de noviembre objeto de revisión constitucional,
C-1007 de Decreto de dos mil dos salvo algunas expresiones que
2002 legislativo 1975 del (2002), Corte vulneran esquemas procesales y
3 de septiembre de Constitucional. derechos fundamentales como el
2002 “Por medio de defensa y otros que tergiversan
del cual se la regulación del decreto. Se dijo
suspende la Ley que la acción debe estar dirigida
333 de 1996 y se contra quien aparezca como titular
regulan la acción y de los derechos reales principales o
el trámite de la accesorios y, que debe respetarse la
extinción del adquisición por acto entre vivos de
dominio”. las personas de buena fe exenta de
culpa. En salvamento de voto se
expresa que la Corte debió
establecer la cuantificación de la
extinción en caso de mezcla de
bienes lícitos con ilícitos.

Sentencia Demanda de Constitucional Veintiocho Declara exequible la ley 793 de


inconstitucionalidad (28) de Agosto 2003 al no vislumbrarse
C-740 de contra la Ley 793 de dos mil situaciones que permitan
2003 de 2002 “por la cual tres. (2003), distorsionar garantías
se deroga la Ley Corte constitucionales, recuperar o
333 de 1996 y se Constitucional. conservar lo obtenido en contra de
establecen las la ley; la acción de extinción de
reglas que dominio no se relaciona con la
gobiernan la pena de confiscación. La misma
extinción de Carta consagró la extinción de
dominio” dominio como una acción
constitucional pública,
jurisdiccional, autónoma, directa y
38

expresamente regulada,
relacionada con el régimen
constitucional del derecho de
propiedad. La aplicación
retroactiva de la ley no se opone a
la naturaleza que el constituyente
le asignó a tal acción.

Sentencia Demanda de Constitucional Diecinueve En virtud del auto admisorio se


inconstitucionalidad (19) de declara exequible art. 9 Ley 793 de
C-1096 de contra los artículos Noviembre de 2002, porque cualquier individuo
2003 8, 14, 15 y 27 de la dos mil tres se encuentra en la facultad de
ley 333 de 1996 y (2003), Corte oponerse a la pretensión estatal de
contra los artículos Constitucional. extinción de dominio aportando las
5, 9, 11, 12, 13 y 17 pruebas que prueben legitima
de la ley 793 de procedencia de los bienes, no le
2002. son trasladables las garantías
constitucionales referidas al delito,
  al proceso penal y a la pena por no
tratarse de una institución que haga
parte del ejercicio del poder
punitivo del Estado.

Sentencia Demanda de Constitucional Diez (10) de Se declara exequible la norma


inconstitucionalidad diciembre de acusada en virtud de que no
C-958 de contra el numeral 2 dos mil adolecen de vaguedad o
2014 del artículo 1º y los catorce (2014), ambigüedad, en la medida en que
artículos 15 y 16 de Corte tanto las actividades tipificadas
la Ley 1708 de Constitucional. como delictivas y aquellas que el
2014.  legislador considere causan grave
deterioro de la moral social, tienen
un contenido determinable tanto
por las leyes que regulan la
materia, acorde además con las
precisiones hechas en la
jurisprudencia sobre tales
contenidos. Menos aún, exceden el
ámbito de regulación descrito en el
artículo 34 de la Carta Política, en
cuanto a los bienes que pueden ser
objeto de extinción de dominio. Se
abstienen de pronunciamiento de
fondo por ineptitud sustantiva de
la demanda respecto a las once
causales mencionadas en el
artículo 16.

Sentencia Demanda de Constitucional Diecinueve Se declara la exequibilidad


inconstitucionalidad (19) de agosto condicionada de los numerales 10
39

C-327 de contra los artículos de dos mil y 11 del artículo 16 de la Ley 1708
2020 16.10 y 16.11 de la veinte (2020), de 2014, “por medio de la cual se
Ley 1708 de Corte expide el Código de Extinción de
2014, “por medio Constitucional. Dominio”, en el entendido de que
de la cual se expide la extinción de bienes de origen
el Código de lícito sólo procede cuando su
Extinción de propietario sea el mismo titular de
Dominio” los bienes cuya extinción no es
posible por la configuración de las
hipótesis previstas en tales
numerales, sin perjuicio de los
derechos de terceros de buena fe
exenta de culpa.   

Fuente: Elaboración propia.

Ahora, en relación con la extralimitación evidente en las causales 10 y 11 del artículo 16

de la Ley 1708 de 2014, que genera perjuicios a terceros de buena fe, vale la pena señalar

que la protección de los mismos ha sido un tema recurrente en las sentencias de la Corte. La

Sentencia C-1007 de 2002 señala que la acción de extinción debe estar dirigida contra quien

aparezca como titular de los derechos reales, respetándose la adquisición por acto de las

personas de buena fe exentas de culpa. En esta misma línea, la Sentencia C-1096 de 2003

destaca que cualquier individuo se encuentra en facultad de oponerse a la pretensión estatal

de extinción de dominio aportando pruebas que legitimen la procedencia de los bienes.

Por lo anteriormente señalado, la Corte se mantiene firme en su Sentencia C-327 de 2020

al declarar la condicionalidad de las causales 10 y 11 del artículo 16 de la Ley 1708 de 2014,

señalando que la extinción de bienes de origen licito solo procede cuando el propietario sea

el mismo titular de los bienes cuya extinción no es posible por la configuración de las

hipótesis previstas en tales numerales, sin perjuicio de los derechos de terceros de buena fe

exenta de culpa.
40

En resumen, en este capítulo se estableció que en Colombia se reconoció la propiedad

privada de los particulares limitando al Estado la figura de la expropiación, fijando que esta

solamente podía llevarse a cabo si existen motivos de interés público. La Constitución en su

artículo 34 contempla que por sentencia judicial se declarará extinguido el dominio,

mediante enriquecimiento ilícito en perjuicio del deterioro público o con grave deterioro de

la moral social, por lo cual se creó la figura de la extinción de dominio mediante la Ley 333

de 1996.

Al expresar la doctrina y la jurisprudencia dudas en relación a la mencionada ley, esta es

derogada y se crea la Ley 793 de 2002, la cual establece algunas causales claras en las que

aplica la extinción y manifiesta como actividades ilícitas a aquellas que implican un (i) delito

de enriquecimiento ilícito; (ii) Todas las conductas cometidas, en perjuicio del Tesoro

Público; (iii) las que impliquen deterioro a la moral social. Doce años después esta ley es

derogada y se crea la Ley 1708 de 2014, la cual desconoce la línea legislativa de los marcos

que la anteceden y estipula once causales, demostrando la Sentencia C-327 de 2020 que al

aplicar las causales 10 y 11 se podrían vulnerar los derechos de terceros que adquieren los

bienes de buena fe, por lo cual se declara la exequibilidad condicionada de los preceptos

demandados.
41

Conclusiones

Este trabajo está dirigido al derecho constitucional y a la medida de la extinción de dominio

aplicada en el país. El método usado para desarrollar la investigación fue el de la hermenéutica

jurídica, consistente en el análisis e interpretación de documentos de tipo jurídico. En este

apartado final se presentarán las conclusiones correspondientes al estudio, vinculadas estas con

la consecución de los objetivos planteados en la introducción del documento y en dar respuesta

al problema jurídico. Por lo anterior, se parte de lo especifico a lo general, por ello se

demostrará en un primer momento la forma en el que el cuerpo del trabajo permite alcanzar los

objetivos específicos, para finalizar con la demostración del objetivo general.

Sobre la relación entre el Estado colombiano y la extinción de dominio, se determina que

esta parte del reconocimiento de la propiedad privada de los particulares aplicable en el país,

donde la figura de la expropiación se limita al Estado únicamente en aquellos casos donde

existen motivos de interés público. En esta línea, la Corte Constitucional ha considerado al

Estado legítimamente habilitado para desvirtuar concretos derechos de propiedad y

transferirlos a manos públicas, por lo cual se evidencia la existencia del apoyo constitucional a

la medida de extinción. Esta relación se precisa al revisar el artículo 34 de la Constitución

Política, donde se establece que “…por sentencia judicial se declarará extinguido el dominio,

mediante enriquecimiento ilícito en perjuicio del deterioro público o con grave deterioro de la

moral social” (Constitución Política, articulo 34).

La extinción en el país ha sido una medida generada por la necesidad de reprender

actividades relacionadas con la droga, en especial al buscar afectar los beneficios patrimoniales

derivados de la misma; por lo tal, se vincularon el derecho administrativo y el derecho penal,


42

buscando que con la extinción también se mantengan la productividad y conservación de los

bienes incautados sin mayor carga al erario (cumpliendo así con el Art. 1605 del Código Civil).

El artículo 34 constitucional y otras herramientas jurisprudenciales, también permiten

determinar cuáles son los pilares que fundamentan la extinción de dominio en Colombia. En

primer lugar, se debe mencionar que la existencia de la Función Social de la Propiedad les da

a los propietarios facultades para disponer sobres sus bienes, bajo límites constitucionales

orientados a que los bienes sean aprovechados económicamente no solo en beneficio del

propietario, también por la sociedad de la que él hace parte. En segundo lugar, el principio de

Función Pública, faculta a los órganos de las ramas del poder público para alcanzar sus fines,

al consagrarse que la lucha contra las drogas es un objetivo nacional y la extinción de dominio

una herramienta a usar. Por último, la aplicación de la Buena Fe como presunción legal que

tiene respaldo en el Art. 83 constitucional, se convierte en un tercer pilar para la aplicación de

la extinción en el país, ya que es el Estado quien debe demostrar con pruebas (presunción iuris

tantum) que la adquisición de los bienes a extinguir se obtuvo por medios ilícitos.

Adicional a lo previamente mencionado, se determina en la investigación que posterior al

establecimiento de la extinción de dominio por medio del artículo 34 constitucional, se

encuentran tres marcos legales que han configurado a la extinción como una medida judicial en

el país. El primero es la Ley 333 de 1996, donde se estipulan unos principios que permiten la

aplicación legal de la figura de la extinción de dominio. Ante las dudas expresadas por la

jurisprudencia, esta Ley 333 se deroga y se crea la Ley 793 de 2002, marco legal que

posteriormente se regula mediante la Ley 1708 de 2014.

Es precisamente este último marco legal el eje central del documento, centrando el análisis

en sus once causales estipuladas. Aunque la Corte Constitucional no ha desarrollado un análisis


43

de causal por causal, al revisar las once contenidas en la Ley 1708 se encuentra que en su

mayoría se soportan en la causal primera del artículo 34 superior, referente a las actividades

ilícitas. Ahora, al mirar su consagración normativa se ven ejemplos como el caso de la causal 5

de dicha ley, donde puede ser apresurada la norma en extinguir dominio de bienes usados

ilícitamente sin analizar la propiedad del bien, sino solo su uso. Lo anterior, casi que da vida

propia al bien, cuando existen casos donde los propietarios mediante un contrato alquilan un

vehículo o un bien inmueble sin saber el destino ilícito que se le quiera dar, viendo afectados

sus derechos ya que la norma se dedica es al análisis del uso del bien mas no a la función del

propietario.

A pesar de la decisión de la Corte en la Sentencia C-958 de 2014 de inhibirse a dar un

pronunciamiento sobre la aplicabilidad de las once causales contenidas en el artículo 16 por

ineptitud sustantiva de la demanda, en la Sentencia C-327 de 2020 al declarar la exequibilidad

condicionada, la Corte permite concluir que en algunos casos en los que se han aplicado las

causales 10 y 11, se han vulnerado los derechos de terceros de buena fe que han adquirido

bienes de forma licita. Lo previamente mencionado, socava uno de los pilares de la extinción

de dominio y del derecho en el país, la buena fe, lo que implica que se vulnera lo establecido

en el artículo 34 constitucional, evidenciando una extralimitación en la aplicación de la Ley

1708, tal como se planteó en la introducción de este documento.

Por todo lo anterior, se establece como conclusión principal de esta investigación que,

mediante la aplicación de las causales consagradas en el artículo 16 de la Ley 1708 de 2014

para que proceda la extinción de dominio, se vulnera y se extralimita lo establecido en el

artículo 34 de la Constitución, por lo cual fue necesario el pronunciamiento de la Corte a través

de la Sentencia C-327 de 2020 para proteger los derechos de los terceros de buena fe,
44

considerando la Corte que “… el legislador tendría que haber exceptuado expresamente la

habilitación general para perseguir los bienes con independencia de su titular, para que, en el

caso de los bienes lícitos, esto no sea posible, tal como se encuentra, por ejemplo, en el artículo

3 de la Ley 793 de 2002.” (Sentencia C-327, 2020).


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Hernández.

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Corte Constitucional, Sentencia C-037 de 2003, Magistrado Ponente: Alvaro Tafur Galvis

Corte Constitucional, Sentencia C-1096 de 2003, Magistrado Ponente: Jaime Araujo Renteria

Corte Constitucional, Sentencia C-958 de 2014, Magistrada Ponente: Martha Victoria Sáchica

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