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LA PROTECCION DE LA NIÑEZ. Constataciones.

Hernán Fernández Rojas

La protección de la niñez es una tarea de los padres y madres, de la familia, de la


comunidad, de la sociedad toda. Algunos padres y algunas madres por su propia
historia vital pueden tener disminuidas o gravemente alteradas sus capacidades de
cuidar a los hijos e hijas, lo que se relaciona con sus propias experiencias de apego y
de trauma en su niñez, adolescencia o etapa de adultez. Estas dificultades o
incapacidades para cuidar pueden ser de diversa intensidad, y pueden ser
susceptibles de ser recuperadas, lo cual dependerá de múltiples circunstancias y de
los factores causales, lo que se relacionará a su vez con el tiempo necesario para los
cambios requeridos.
Lo importante es que la dificultad o incapacidad para cuidar, temporal o indefinida,
reversible o irreversible, no produzca daño a los hijos e hijas. La acción de la familia y
la comunidad es entonces fundamental, para detectar el riesgo o daño, para activar
las respectivas acciones, para apoyar el cuidado, o para asumirlo de manera
complementaria o principal, parcial o total, en aquellos casos en que es
imperiosamente necesario.
Es importante la oportunidad y la calidad de las acciones así como su duración y el
contexto necesario para sus resultados. La mejor protección es la que garantiza el
ejercicio de los mejores vínculos personales, familiares y comunitarios, que
favorecerán el cuidado, el desarrollo y el ejercicio pleno de los derechos de la niñez.
Los apoyos familiares y comunitarios debieran manifestarse de manera natural y
espontánea, más aún en la época actual, en que se ha adquirido conocimiento y
conciencia sobre los derechos de la niñez, sin embargo, aún subsisten barreras
culturales y se imponen limitaciones o restricciones legales que pueden retardar o
dificultad la intervención de la familia, la comunidad o las instituciones, ante la
dificultad de los padres y madres para pedir ayuda, comprender las necesidades de
los hijos e hijas, e incluso ante la oposición y resistencia que pueden manifestar. La
ley no es lo más importante, pero puede ser necesaria y fundamental para orientar y
decidir las acciones, para prevenir riesgos y daños, para lograr la seguridad y el
bienestar de los hijos e hijas. La adecuada comprensión de los derechos y deberes
parentales, y los contextos de excepción, ante la negligencia, el maltrato físico,
psicológico y el abuso sexual de los hijos e hijas, puede marcar la diferencia entre el
bienestar y el sufrimiento infantil, la interrupción del daño y la posibilidad de su
reparación, e incluso la posibilidad real de evitar riesgos graves para la vida y
seguridad de hijos e hijas. La ley y su correcta aplicación puede permitir que los
apoyos familiares, comunitarios e institucionales sean una realidad, oportuna y
suficiente, ante la realidad de la negligencia, el maltrato y el abuso sexual infantil, y no
solo una lejana, precaria o transitoria posibilidad. La ley tiene un relevante rol
preventivo y pedagógico para evitar la negligencia y el maltrato infantil, pero puede ser
también la llave necesaria que permita la intervención profesional, familiar,
comunitaria e institucional con responsabilidad y eficacia, ante el cerrado espacio del
hogar, muchas veces invisible al exterior, que impone paredes físicas y legales.
Comprenderlo es fundamental.

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