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GUÍA

UNIDAD TEMÁTICA N° 2: DOMINIO LECTOR Y COMPRENSIÓN LECTORA


ANALIZANDO ESTRATEGIAS PARA EVALUAR LA COMPRENSIÓN LECTORA

TEXTO 1

“Era machaza: la hacían volar a patadones y ella volvía a la carga, ladrando y mostrando
sus dientes, unos dientes chiquitos de perrita muy joven. Ahora ya está crecida, debe
tener más de tres años, ya está vieja para ser perra, los animales no viven mucho, sobre
todo si son chuscos y comen poco. No recuerdo haber visto que la Malpapeada coma
mucho. Algunas veces le tiro cáscaras, esos son sus mejores banquetes. Porque la hierba
solo la mastica: se chupa el jugo y la escupe. Se mete un poco de hierba en la boca y se
queda horas masca y masca, como un indio su coca. Siempre estaba metida en la sección y
algunos decían que traía pulgas y la sacaban, pero la Malpapeada siempre volvía, la
botaban mil veces y al poquito rato la puerta comenzaba a crujir y ahí abajo aparecía, casi
junto al suelo, el hocico de la perra y nos daba risa su terquedad y a veces la dejábamos
entrar y jugábamos con ella. No sé a quién se le ocurrió ponerle Malpapeada. Nunca se
sabe de dónde salen los apodos. Cuando empezaron a decirme Boa me reía y después me
calenté y a todos les preguntaba quién inventó eso y todos decían Fulano y ahora ni cómo
sacarme de encima ese apodo, hasta en mi barrio me dicen así”.

Mario Vargas Llosa (2012), La ciudad y los perros. Alfaguara. (fragmento).


TEXTO 2

1. “Escribo en castellano. El hecho no es para mí ni inocente ni banal. Escribir en


castellano ha sido una decisión. Mi lengua no fue mi lengua hasta los catorce años.
Exiliado en París, la oí hablar en mi casa, pero intentaba no hablarla yo. El castellano era la
lengua de nuestro escondite, nuestra jerga contra los franceses, nuestra defensa, mi
hogar, mi madre, mi familia, mi resistencia. Lengua de tribu, no se me ocurría que se
pudiera escribir ni leer. De hecho leí Cien años de soledad, El Quijote o Memorial de Isla
Negra de Pablo Neruda en francés, teniendo a mi disposición sus versiones originales en
castellano. El francés era la lengua de la cultura, del éxito, del colegio y del enemigo (…)

2. Me gusta pensar que ese también es el idioma de Kafka (que hablaba en checo y
escribía en alemán) o de Conrad (polaco que escribía en inglés) o de Borges (que aprendió
antes inglés que castellano). Casi todos los autores que amo y comprendo son bilingües.
Cierta precisión, cierta desconfianza en el adjetivo, ciertos juegos verbales solo se explican
por ese bilingüismo esencial.

3. Esos bilingües no poseen dos o tres lenguas, sino que saben desde niños que es
necesario, que es posible, inventar contra las mentiras del idioma su propio idioma”.

Rafael Gumucio, Memorias prematuras (fragmento).

TEXTO 3

1. “Perdóneme, don Pedro… Claro que esta no es manera de presentarme… Pero, le


diré… ¿Cómo podría explicarle?… Ha muerto Eusebio López… Ya sé que usted no lo conoce
y muy pocos lo conocían… ¿Quién se va a fijar en un hombre que vive entre tablas viejas?
Por eso no fui a traer los ladrillos… Éramos amigos, ¿me entiende?

2. Yo estaba pasando en el camión y me crucé con Pancho Torres. Él me gritó: «¡Ha


muerto Cheo López!». Entonces enderezo para la casa de Cheo y ahí me encuentro con la
mujer, llorando como es natural; el hijito de dos años junto a la madre, y a Cheo López
tendido entre cuatro velas… Comenzaba a oler a muerto Cheo López, y eso me hizo
recordar más, eso me hizo pensar más en Cheo López. Entonces me fui a comprar dos
botellas de ron, para ayudar con algo, y también porque necesitaba beber.

3. ¡Ese olor! Usted comprende, don Pedro… Lo olíamos allá en el Pacífico…, el olor de
los muertos, los boricuas, los japoneses… Los muertos son lo mismo… Solo que como
nosotros, allá, íbamos avanzando…, a nuestros heridos y muertos los recogían, y
encontrábamos muertos japoneses de días, pudriéndose… Ahora Cheo López comenzaba
a oler así… Con los ojos fijos miraba Cheo López. No sé por qué no se los habían cerrado
bien… Miraba con una raya de brillo, muerta… Se veía que en su frente ya no había
pensamiento. Así miraban allá en el Pacífico… Todos lo mismo…

4. Y yo me he puesto a beber el ron, durante un buen rato, y han llegado tres o


cuatro al velorio… Entonces su mujer ha contado… Que Cheo estaba tranquilo, sentado,
como si nada le pasara, y de repente algo se le ha roto adentro, aquí en la cabeza… Y se ha
caído… Eso fue un derrame en el cerebro, dijeron… Yo no he querido saber más, y me
puse a beber duro. Yo estaba pensando, recordando. Porque es cosa de pensar… La
muerte se ríe.

5. Luego vine a buscar a mi mujer para llevarla al velorio y creí que debía pasar a
explicarle a usted, don Pedro… Yo no volví con los ladrillos por eso. Mañana será.

6. Ahora que si usted quiere ir al velorio, entrada por salida aunque sea… Usted era
capitán, ¿no es eso?, y no se acuerda de Cheo López… Pero si usted viene a hacerle nada
más que un saludo, yo le diré: «Es un capitán»…

7. ¿Quién se va a acordar de Cheo López? No recibió ninguna medalla, aunque


merecía… Nunca fue herido, que de ser así le habrían dado algo que ponerse en el pecho…
Pero qué importa eso…
¡Salvarse! Le digo que la muerte se ríe…
8. Yo fui herido tres veces, pero no de cuidado. Las balas pasaban zumbando,
pasaban aullando, tronaban como truenos, y nunca tocaron a Cheo López… Una vez, me
acuerdo, él iba adelante, con bayoneta calada y ramas en el casco… Siempre iba adelante
el cabo Cheo López… Cuando viene una ráfaga de ametralladora, el casco le sonó como
una campana y se cayó… Todos nos tendimos y corría la sangre entre nosotros… No
sabíamos quién estaba vivo y quizá muerto… Al rato, el cabo Cheo López comenzó a
arrastrarse, tiró una granada y el nido de ametralladoras voló allá lejos… Entonces hizo
una señal con el brazo y seguimos avanzando… Los que pudimos, claro. Muchos se
quedaron allí en el suelo… Algunos se quejaban… Otros estaban ya callados…

9. Habíamos peleado día y medio y comenzamos a encontrar muertos viejos… ¡El


olor, ese olor del muerto!… Igual que ahora ha comenzado a oler Cheo López.

10. Allá en el Pacífi co, yo me decía: «Quién sabe, de valiente que es, la muerte lo
respeta». Es un decir de soldados. Pero ahora, viendo la forma en que cayó, como
alcanzado por una bala que estaba suspendida en el aire, o en sus venas, o en sus sesos,
creo que la muerte nos acompaña siempre. Está a nuestro lado y cuando pensamos que
va a llegar, se ríe…Y ella dice: «Espera». Por eso el aguacero de balas lo respetó. Parecía
que no iba a morir nunca Cheo López.

11. Pero ya está entre cuatro velas, muerto… Es como si lo oliera desde aquí… ¿No será
que yo tengo en la cabeza el olor de la muerte? ¿No huele así el mundo?...

12. Vamos, don Pedro, acompáñeme al velorio… Cheo era pobre y no hay casi gente…
Vamos, capitán… Hágale siquiera un saludo…”.

Ciro Alegría, Muerte del cabo Cheo López.

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