Está en la página 1de 27

01- Orejuela

ANATOMÍA DE LA FRAGMENTACIÓN SOCIOLABORAL: CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA EL MALESTAR EN


EL TRABAJO CONTEMPORÁNEO

El propósito del presente capítulo es discutir cuáles son algunos de los principales rasgos que caracterizan el actual mundo
laboral fragmentario, es decir, discurrir sobre cuáles son las condiciones de posibilidad para emergencia, más o menos generalizada,
de la experiencia de tensión difusa y desgastante, que reconocemos aquí como la experiencia subjetiva de malestar laboral, que
reportan la mayoría de los hombres y mujeres que trabajan.
Partimos de reconocer que un conjunto de condiciones generales de la sociedad y la economía, no proclives a garantizar el
bienestar humano, asociadas a los actuales cambios socioeconómicos, pueden estar sobre determinando, en parte, la experiencia de
desgaste excesivo como síntoma del malestar experimentado en el trabajo en una mayoría de los sujetos que participan de la escena
laboral.
Es posible afirmar que la actual relación sujeto-trabajo, que describiremos en términos generales como caracterizada por una
fuerte fragmentación laboral, es consecuencia de un conjunto de transformaciones entre las que podemos citar, para complementar:
el aumento de la competencia internacional y la consecuente exigencia de mayores niveles de competitividad a las empresas; la fuerte
tecnologización de los sistemas productivos y de prestación de servicios; y la consolidación de la globalización como fenómeno
socioeconómico (y su efecto de compresión espacio-temporal); el salto del taylorismo-fordismo al modo de producción y regulación (y
de sociedad) conocido como de flexibilización laboral (Harvey, 1998), y las sucesivas crisis financieras de los últimos años, etc., son sin
duda un precedente para el cambio significativo en la ecuación sujeto-trabajo. Por ello se abrirá esta discusión con el examen de la
importancia del contexto en la comprensión y estudio de dicha relación, por considerar que son las condiciones que prefiguran las
gramáticas actuales de la relación sujeto-trabajo-organización-contextos de trabajo y que dan lugar a la experiencia de incertidumbre,
precariedad y malestar en el trabajo.

Se entiende aquí por fragmentación laboral el proceso no calculado de discontinuidad, de no cohesión, en los
procesos/resultados, tiempos/espacios grupos/personas, estrategias/actividades propias del trabajo que son el efecto de la excesiva:
descentralización del poder, tecnologización (virtualización) de las tareas, diversificación y desterritorialización de los procesos de
trabajo; que tienen como efecto el debilitamiento de las referencias, las relaciones y las garantías para el desempeño efectivo y
apaciguado en el actual mundo del trabajo.
Importancia del contexto como ordenador simbólico en la comprensión de la relación sujeto-trabajo y del malestar laboral
Es ineludible reconocer la importancia que tiene el contexto en sus diferentes niveles (macro, meso y micro) o dimensiones
(económicas, sociales, culturales, históricas y políticas) en la comprensión de la relación sujeto-trabajo, esto es, cómo afecta la
gramática del contexto la relación que se establece con el trabajo como una actividad significativa en la vida de los hombres y mujeres
implicados en él, y cuál es su importancia.
Transformaciones generales y amplias de orden político (desregulación, caída del Estado de Bienestar y emergencia del
Estado Mínimo Neoliberal), económico (tercerización de la economía, transnacionalización, economía de servicios y del conocimiento,
capitalismo financiero-especulativo, etc.), tecnológico (desarrollos de la tecnología informática, de telecomunicaciones y del trasporte,
microelectrónica y automatización, p.e.), sociales (sociedad del consumo, individualismo y multiculturalismo), de reestructuración
productiva (paso del modelo fordista de producción en masa determinado por la oferta al de producción flexible y diversificada
determinado por la demanda, fuertemente automatizado), organizacionales (paso de la empresa monolítica integrada a la empresa
red y ahora a las empresas App, disruptivas) sumadas al complejo proceso de globalización (en su triple dimensión económica, social y
cultural) cuyo principal efecto es la compresión del tiempo-espacio y la lógica de las redes, han tenido implicaciones en la relación
sujeto-trabajo que la hacen más compleja, heterogénea, fragmentada y precaria; signada en la subjetivación de quienes trabajan por
la incertidumbre y la inestabilidad.
Esto nos indica la interpelación que hace el contexto a la relación sujeto trabajo, sin la cual sería prácticamente imposible su
efectiva comprensión.
Reconocer las coordenadas más amplias de la sociedad, la cultura y el mercado; las intermedias, como las variaciones en los
procesos productivos, la estructura y dinámica de los mercados de trabajo; y las microcontextuales, como las limitaciones necesarias
que imponen la estructura y la función de los diferentes escenarios de trabajo como la empresa (por citar solo un caso, pues hay otros
contextos de trabajo que no son el empresarial), que demarcan la relación sujeto-trabajo, resulta indispensable para su adecuada
interpretación. Tomar en consideración que la relación sujeto-trabajo es por naturaleza una relación contingencial, esto es,
históricamente fechada y socioeconómicamente situada, permite comprenderla mejor en su amplitud y complejidad. Es necesario
concebir esta relación como una dinámica circunscrita a dimensiones contextuales más amplias y sin duda afectada por ellas, es decir,
dimensiones estructurales y regulatorias (necesarias) presentes que la presionan, aunque no la determinan absolutamente, y están en
relación dialéctica con la capacidad emancipadora de agencia posible (de ahí que esta relación esté entre lo necesario y lo posible,
entre la regulación y la emancipación) de los individuos y de las organizaciones mismas. Incluir una dimensión vertebral: la contextual,
es una variable que nos permite representarnos de manera más compleja, adecuada y pertinente la dinámica de tal relación. Una
comprensión de la relación sujeto-trabajo al margen del contexto es una visión limitada, estática e ingenua, y por tanto distorsionada.
Esto implica formas específicas de investigación de este objeto de estudio que incluyan el contexto como variable inseparable
y formas de agenciamiento e intervención sobre la indagación que puedan hacer posible en mayor o menor medida que el trabajo
cumpla con su función ontológica fundamental: la emancipación y autorrealización de los seres humanos.
Ahora bien, dada la multiplicidad de configuraciones y condiciones determinantes que afectan la relación trabajo-
subjetividad, se deben reconocer simultáneamente la injerencia en ella tanto de aspectos macroestructurales –como la dinámica de
los mercados (aumento de la competencia internacional y exigencias de competitividad inherente), las crisis financieras, la alta
tecnologización de la producción y de la prestación de servicios, la sectorización de la producción a escala mundial (creando regiones
especializadas como que en el norte se produce innovación y el sur se especializa en manufactura a bajos costos), las constantes
fusiones e integraciones empresariales, la dinámica de los mercados laborales nacionales y multinacionales, el crecimiento o
decrecimiento de sectores específicos de la producción (construcción, industria, comercialización, servicios, etc.)–, así como
dimensiones micro-socioeconómicas tales como edad, sexo, nivel de formación, volumen y estructura de capitales simbólicos
(sociales, culturales, escolares), pero también psicológicas: intereses, metas, motivaciones y deseos, posiciones subjetivas, entre
muchos otros.

La fragmentación social y laboral


El derrumbamiento de la sociedad salarial y la correlativa deconstrucción del mundo del trabajo ahora signado por la
flexibilidad, la precariedad, la inseguridad, la incertidumbre y la fragmentación ha implicado una reinstitucionalización del mismo, bajo
una nueva impronta que pauta la estructura y dinámica de las organizaciones y negocios y que no ha dejado de engendrar sus propias
contradicciones: bienestar para algunos, malestar para otros, riquezas para unos –pocos–, y pobreza para otros –muchos–, seguridad
para unos y precariedad para otros, felicidad para unos y sufrimiento para otros.
Este nuevo paisaje posfordista que presenciamos después de 1973 y que se ha radicalizado aún más en estos primeros tres
lustros de este siglo XXI con la crisis del 2008 y su réplica en el 2011, implica que el trabajo ya no se da exclusivamente dentro del
marco de una empresa, menos aún en el marco.
De una sola, pues ha aumentado considerablemente la informalidad laboral y el multiempleo como estrategias de
supervivencia y la prestación de servicios (deslaboralización creciente). El desempleo alcanza cifras alarmantes; la individualización
laboral es el signo más distintivo de las nuevas condiciones del trabajo, la inserción laboral es cada vez más lenta, más precaria, más
competida y menos segura, el nuevo panorama genera nuevos excluidos: los más jóvenes, los más viejos, las mujeres (Castillo, 2005),
los menos o los más cualificados, etc.; y se revelan nuevas condiciones y tipos de trabajo a los cuales dirigir la mirada para comprender
la situación: el trabajo formal cada vez menos frecuente, más precario y bajo nuevas lógicas (presión, autonomía, múltiples
membrecías, etc.); la informalidad laboral es cada vez más amplia e incluso aparece con fuerza la ilegalidad laboral (piratería,
contrabando, narcotráfico, autoempleo en empresas disruptivas tipo App, etc.). La triple metamorfosis de la burocrática empresa
fabril, Empresa Monolítica Integrada a la empresa de servicios por redes, Empresa Red, y de esta a los nuevos modelos de empresa
disruptiva de economía colaborativa, Empresa App, implica nuevas condiciones de desempeño en el trabajo, y nuevos criterios de su
valoración, pues en el capitalismo flexibilizado de servicios y bajo la impronta de cuarta revolución industrial los trabajos son cada vez
más desarrollados en condiciones de fuerte intermediación tecnológica –digitalización–; alto relacionamiento interpersonal, en los
que la subjetividad está fuertemente implicada y se constituye en clave estratégica del agenciamiento del trabajo, en el desempeño
de las tareas, pues cada vez más necesaria la lectura del contexto intersubjetivo , así como la gestión o control emocional, “esfuerzo
emocional” , inherente al encuentro interpersonal que implica la atención para la prestación de los servicios.

Fuerzas energizadoras de la fragmentación a escala social general


En general, se podría considerar que asistimos a un evidente fenómeno de fragilización del lazo social y a su fragmentación
derivado de la preponderancia cada vez más amplia y radical de unas nuevas pautas socioculturales que vectorizan un nuevo orden
simbólico y que energizan aún más la fragmentación social a escala general; se trata de cuatro cultos-culturas que operan como
coordenadas generales que organizan la sociedad actual, así como las nuevas gramáticas del mundo del trabajo, las cuales derivan a
su vez en la generación de un cierto malestar en la cultura laboral posmoderna ; de esta forma tenemos: la cultura de la urgencia
donde todo debe ser hecho bien y en el instante –dictadura del tiempo real y acelerado–; la cultura del narcicismo en la que el sujeto
está autocentrado, lo más importante es la satisfacción de los deseos individuales y el yo, la individualidad como satisfacción narcisista
se convierte en un valor supremo; la cultura, el culto a la imagen, que planteó bien como la hegemonía de una sociedad del
espectáculo, en la que todas las relaciones sociales están mediadas fuertemente por la imagen y todo acto cobran valor de actuación,
de espectacularidad; y la cultura en tanto que culto al desempeño, en el que conjugados los discursos deportivo, empresarial y de
consumo dan como resultado una exagerada importancia al desempeño en tanto que actuación pública y en la cual el sujeto queda
fatigado de ser él mismo intentando responder a las exigencias de desempeño y éxito sin límite. “Estos son instrumentos teóricos
agudos para que se pueda realizar una lectura de las nuevas formas de subjetivación en la actualidad”.
La experiencia de la fragmentación del mundo social se puede percibir en tres niveles: en el de la relación del individuo
consigo mismo; en el nivel de las relaciones sociales y en el de la relación del hombre con la naturaleza. Con respecto a las relaciones
humanas, del modo capitalista de organización social, estas se experimentan como un estado de fragmentación creciente debido a la
pluralización de los valores que guían la acción y a que la formación de la identidad colectiva también ha sido socavada. Las relaciones
humanas están fragmentadas, porque las protecciones que son necesarias ahora no se perciben sino cognitivamente y ya no se
experimentan más emocionalmente. Las instituciones cumplen su función de facilitar la participación y garantizar los derechos nada
más que con indiferencia. Con respecto a la relación del individuo consigo mismo se experimenta que la posibilidad de apropiarse de
los propios poderes y las capacidades es limitada y hasta cierto punto extinguida. Y con respecto a la relación de los seres humanos
con la naturaleza esta no es más que instrumental y la conexión orgánica con esta amenaza con pasar al olvido.
Todo lo anterior en su conjunto hace que se deterioren las relaciones de reciprocidad y solidaridad y se imponga un clima de mutua
desconfianza, indignación y protesta en el que todos parecemos extraños y en el que por supuesto el lazo social está cada vez más
fragilizado y las instituciones sociales están menos cohesionadas y más insularizadas. Aparece así una doble y paradójica situación:
exigencia de mayor homogenización, derivada de la globalización, que instituye la tiranía de la paridad, y la vez mayor fragmentación,
derivada de la fuerte desregulación e individualización precarizante, que instituye la tiranía de insolidaridad.
En el campo del trabajo se está ante un panorama en el que la inconsistencia y la inconsecuencia se traducen en una fuente
constante de malestar en el mismo y por fuera de él, de goce, en el sentido lacaniano del término, esto es: como experiencia de
desgaste generalizada y sin sentido. Una generalización tiránica de la cultura de la urgencia, del narcisismo, de la imagen y del
desempeño son fuente de angustia e impotencia.
La fragmentación laboral
El nuevo paisaje laboral está caracterizado en sus rasgos más generales, por su mayor de heterogenización, complejización y
fragmentación , así como por la alta competencia, los vertiginosos cambios y el desempeño en condiciones de intenso
relacionamiento. La fragmentación de la sociedad, en general, y del mundo del trabajo, en particular, no deja de tener efectos de igual
naturaleza en la dimensión subjetiva de los individuos.
Condiciones de alta variabilidad, presión y fragmentación en el trabajo redundan a su vez en un clima de incertidumbre, inestabilidad
y mudanza continua que hace perder las referencias, otrora estables, y tienen efectos sobre la subjetividad de los trabajadores.
La flexibilización laboral como actual estrategia de gestión y sus múltiples impactos
Las limitaciones de los modelos de gestión de la producción anteriores (taylorismo y fordismo) ponían en evidencia que estos métodos
habían llegado a un límite técnico (Mejía, 2002), que impedía seguir elevando la productividad, haciéndose necesario buscar nuevas
respuestas a esta crisis, a través de diferentes formas de organización del trabajo.
Es claro entonces que después de 1972/73, el capitalismo bajo el apogeo del fordismo y de la fase keynesiana, comenzó a dar
señales de estar atravesando una dura crisis, que en opinión de Ricardo Antunes (2005), se debió a múltiples factores que podrían ser
interpretados como el propio revés de la forma del capitalismo de posguerra:
La integración flexible puede entenderse también como el proceso de reestructuración productiva, que es acompañado de
una diversificación creciente de las formas de contratación del trabajo asociadas a los diferentes patrones de acumulación. A partir de
una configuración mixta –flexibilización tecnológica combinada con flexibilización contractual– se evidencian transformaciones
industriales y laborales en el mercado de trabajo. Las exigencias del mercado globalizado, pueden abordarse a partir de las nociones
de flexibilización laboral interna o tecnológica y flexibilización laboral externa o contractual. Así, podemos ver que la desregulación
laboral tiene su máxima expresión en el contrato a término fijo. Respecto de este último, Mejía plantea: “... el contrato, elemento
clave dentro del análisis de las formas de racionalización de la teoría weberiana se desdibuja dentro del regreso a formas de trabajo a
destajo y de desaparición de los contratos de por vida, ahora reemplazados por formas de contrato que oscilan entre tres meses y un
año”. En términos generales, el modelo de gestión flexible puede ser caracterizado, entre otros, por lo siguiente:
a) Flexibilización de: los salarios (compensación variable), los contratos laborales (a término fijo, por honorarios,
outsourcing), el lugar de trabajo (teletrabajo) y el tiempo laboral (horarios y jornadas);
b) Implementación de una producción flexible, ligera o ajustada (Lean production);
c) La producción en grupo, el trabajo por equipos y en redes;
d) La exigencia de un nuevo perfil del trabajador: formado por competencias: polivalente y multicualificado;
e) Preferencia de capacitación en el lugar de trabajo;
f) Mayor inestabilidad, riesgo y precarización del trabajo;
g) Mayor participación de la mujer en el mercado laboral;
h) Exigencias de altos niveles de formación sobre todo en asuntos de tecnología de punta e informáticos, entre otros.

Los efectos en la implementación del modelo se ponen de manifiesto cuando desde las diversas latitudes, las marchas de
trabajadores y del movimiento social denuncian la precarización salarial, el reemplazo de mano de obra por tecnologías inteligentes y
el incremento del paro (desempleo tecnológico).
Sin embargo, las respuestas de los sectores industriales avalados en gran medida por la tendencia neoliberal proponen la
generación de más fuentes de empleo, salvo que en condiciones de disminución de tiempo y de salario.
Ahora bien, la precarización del trabajo que se asocia a estos recientes modelos de gestión empresarial, ha venido generando
otros traumatismos en la vida social, pues parecería que el no acceso o su degradación se relaciona de manera directa –en los
distintos países del mundo– con el fortalecimiento de algunas prácticas delictivas y el deterioro de las condiciones sociales,
económicas y políticas de los diversos Estados democráticos.
Pero quizá el principal efecto que genera dichos procesos de precarización sea la pérdida paulatina, en los sujetos
desvinculados laboralmente, de los lazos sociales que les han mantenido unidos y articulados a la sociedad. De esta manera, el efecto
de la exclusión no tiene sólo consecuencias en la satisfacción de necesidades básicas y de consumo, sino que incide sobre los procesos
de identificación y de integración de los individuos en una sociedad. A este respecto, Castel (1997) caracteriza las consecuencias de la
precarización del trabajo a través de tres procesos distintos: la desestabilización de los estables, que no es más que la pérdida de las
posiciones seguras y de las antiguas vías de promoción social que habían garantizado la supervivencia social de la clase obrera y de los
asalariados de las pequeñas clases medias; la instalación en la precariedad, como respuesta a las exigencias de la flexibilidad, la cual se
caracteriza por estar fuertemente ligada con el trabajo fortuito y provisional, y se manifiesta en el crecimiento de la incertidumbre
laboral y de desempleo; y finalmente, la precarización del empleo y el aumento del desempleo, los que constituyen la manifestación
de un déficit de lugares ocupados en la estructura social.

El énfasis en la sociabilidad radica en el hecho que esta constituye un soporte, que se manifiesta a través de la acumulación y
el intercambio de capitales sociales que los individuos ponen en juego cuando se relacionan.
Los grupos profesionales, como jóvenes ejecutivos asalariados, al igual que los otros trabajadores no están exentos de los
efectos de estas transformaciones, que están cambiando sin duda las prácticas y políticas laborales mismas, en concomitancia con un
cambio en la concepción misma del trabajo, señalada por Diez (2001) como la concepción del trabajo como virtud, la virtud de la
laboriosidad, en concordancia con lo planteado por Weber en la Ética protestante y el espíritu del capitalismo.

Múltiples impactos de la fragmentación laboral como condiciones que agudizan el malestar en el trabajo
A continuación, se presentan algunas reflexiones sobre los múltiples impactos de la fragmentación laboral como condiciones
que agudizan el malestar de estas en el trabajo.

El riesgo y la inseguridad como consecuencias no calculadas de la flexibilización laboral fragmentaria


El riesgo es quizá una de las características con las que se puede distinguir el acontecer social del mundo en el último cuarto
del siglo XX, más específicamente después de 1973, cuando aparece la primera recesión de posguerra y se marca el límite final de lo
que Eric Hobsbawm (1997) denominó “la época dorada” (1945-1973) y en Francia se conoció como “los 30 gloriosos”: “La época de
oro fue la época del libre comercio, la libertad del movimiento de capitales y la estabilidad cambiaria”. En este período de posguerra
culminó una etapa de abundancia e inauguró una nueva fase de desarrollo del capitalismo, su tercer espíritu, conocido como
capitalismo3 financiero o capitalismo desorganizado, y que representó una nueva organización del mundo, una nueva estética , y una
nueva configuración de la producción y del mercado de trabajo que se ha convenido en llamar flexibilidad laboral o especialización
flexible, el cual representa un nuevo
modo de producción, de regulación y de acumulación que David Harvey (1998) no duda en llamar régimen de acumulación
flexible.
Ahora bien, todo este modelo de flexibilización laboral y de flujo rápido de capitales a escala mundial, no deja de tener
efectos la mayoría de las veces catalogados como negativos –y en efecto así es para algunos contextos como el latinoamericano o el
surasiático– y en cierto sentido satanizado para algunos y sacralizado por otros. Hablemos de efectos tales como: la individualización,
la desregulación y la precarización de las relaciones laborales, los cuales hacen que autores como Anthony Giddens (1999) considere
que en términos más amplios, el sello que marca la modernidad alta es la “cultura del riesgo”, que en palabras de Ulrich Beck (1998)
corresponde a la sociedad del riesgo.
Como modalidad de empresa, la empresa red tiene cuatro componentes que la constituyen y diferencian: un nudo (parte
central), ligámenes (sistema organizado de reglas de interacción), dualidad estructural coexistente (núcleo-periferia) y un sistema de
gestión y operativo (redes computacionales y de comunicación, valores –entre los cuales la confianza mutua es el central–, sistemas
de planificación, etc.), que le dan cohesión a ese conjunto desterritorializado (Martin, 1994). La unidad operativa actual es el proyecto
empresarial, representado por una red, y no las empresas concretas o grupos de empresas. Los proyectos empresariales se aplican a
campos de actividad que pueden ser cadenas de productos, tareas de organización o ámbitos territoriales” (Castells, 1999, p. 194).
Tal empresa red no solo es una forma estratégica de gestión; es también la manifestación de una cierta forma de
organización social más amplia, que le es en parte su soporte, que ha sido caracterizado como la sociedad red (Castells, 1999), forma
de ser del tejido social contemporáneo derivado de la posibilidad, casi hegemónica, de interconexión intensa y rápida y su respectivo
efecto de compresión espacio-temporal denominada Globalización (Held, 2001), posibilitada, como hecho social y como ideología, por
el ultradesarrollo alcanzado en el ámbito las tecnologías del transporte y la comunicación.
Esta lógica social y productiva de redes no solo ha impactado las formas de gestión organizacional ahora más horizontalizadas
y estratégicas, sino que ha implicado un impacto en la composición y dinámica del mercado de trabajo agudizando fuertemente su
fragmentación. Así, otra de las consecuencias del modelo de flexibilización laboral recae directamente sobre la estructura, función y
dinámica del mercado laboral, el cual ha sufrido una re-estructuración radical, de manera que se enfrenta hoy a altos niveles de
desempleo estructural, rápida destrucción y reconstrucción de calificaciones e intermitencia laboral (ingreso y salida rápida).
Finalmente, en consecuencia con la empresa red se tiene el desarrollo de una lógica de trabajo por proyectos. El puesto de
trabajo, unidad mínima funcional de la organización burocrática con la que era susceptible identificarse porque además era una
referencia estable y delimitada, ha caído paulatinamente en detrimento de la organización del trabajo donde la unidad mínima es el
proyecto organizacional, y la correspondiente: gestión por proyectos. La cual consiste en que cada proyecto corresponde a un
contrato que vincula a la organización proveedora con la empresa-cliente, para proporcionarle, muy a menudo, y a la vez, un bien
(producto informático, programa lógico, un equipo, una reforma arquitectónica, etc.) y un servicio dado (intervención psicosocial,
servicio logístico, mantenimiento, etc.); para llevar a cabo el producto o servicio se constituye un equipo alrededor de una persona
encargada de la gestión de tal proyecto.

La inserción laboral: mayores exigencias y barreras, menores retornos, beneficios y garantías


Los jóvenes profesionales tienen en su nivel de calificación y edad su mayor valía y a la vez su minusvalía , esto es, son más
valiosos por ser más calificados, pero esta “supercualificación” (en el decir de los empleadores) hace muchas veces que se los rechace
en el mercado laboral al no poder (o no querer) pagarles los salarios que merecen de acuerdo con su formación. Se tiene entonces
que la inserción laboral es un proceso interface entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo. Queremos resaltar que
partimos de comprender la inserción laboral también como un proceso interface entre dimensiones sociales más estructurales y las
condiciones individuales más singulares. Es decir, que en el proceso de inserción confluyen factores tanto macrosocioeconómicos
como microindividuales que pueden operar como obstáculos o apalancamientos ya sean internos o externos. La inserción laboral se
juega en una suerte de interrelación entre condiciones objetivas y subjetivas, esto es, entre las relaciones y condiciones
socioeconómicas más amplias y los recursos u obstáculos subjetivos más singulares de cada individuo que la enfrenta. De otra parte,
se presenta actualmente una fragmentación del mercado laboral patente en las múltiples modalidades de trabajo y vinculación al
sector productivo a través de contratos por outsourcing, empleos temporales, contratos por medio de empresas de intermediación
laboral, contratos por servicios y a través de cooperativas de trabajo asociado (algunas de las cuales son falsas).
El proceso de inserción laboral tiene un conjunto de requerimientos y pruebas impuestas por la “mano invisible del mercado”
(léase empresarios coadyuvados por un ejército de psicólogos organizacionales en funciones de selección de personal) a los aspirantes
ofertantes de su fuerza de trabajo, y a los que estos deben aceptar someterse en condiciones de lucha unos con otros. Estas
exigencias se pueden clasificar en dos tipos: unas como fuerzas opuestas a la inserción o “factores barrera”, y otras como fuerzas
alineadas o de apalancamiento de la inserción o “factores facilitadores”.
Entonces, hay que preguntarse, de acuerdo con Isorni (2002): ¿Vale la pena estudiar más años? Es decir, ¿conviene realizar
estudios superiores en aras de pretender una inserción laboral privilegiada? Esta pregunta central implica otras: ¿Qué tipo de
inserción laboral tienen los graduados universitarios? El poseer calificaciones superiores, ¿brinda ventajas comparativas en relación
con el desempleo y la subocupación? A partir de finales de la década del setenta del siglo pasado se comenzó a perder la esperanza de
que una sólida educación fuera la vía recta para el éxito seguro, el ascenso social y el desarrollo económico; en suma, para unas
posibilidades reales de movilidad y ascenso social. El ascensor social de la educación quedó averiado en el contexto de la flexibilización
laboral.
Todo esto sin duda produce un efecto de malestar en la clase media profesional que ve amenazada las posibilidades de
realizar las promesas de su profesión y su inclusión social digna, que siente la amenaza del desempleo como una realidad cercana y
comprueba por sí mismo las condiciones de contradicción que engendra el propio capitalismo flexible, pues en la sociedad del
conocimiento, el conocimiento no es garantía de inserción laboral.

Las trayectorias laborales: inciertas, erráticas, intermitentes y sin límite


Quizá el fenómeno laboral –aunque no el único– que mejor refleja los efectos de las transformaciones del mundo del trabajo
acaecidas después de 1973 es el de las trayectorias laborales. Trayectorias laborales entendidas como “el particular trazo o recorrido
que hace un individuo en el espacio sociolaboral, que describe las sucesivas posiciones que ha ocupado a lo largo del tiempo, desde su
inserción en el mercado laboral hasta un momento en particular (trayectoria parcial) o hasta el momento en que se desmercantilizó
voluntaria o involuntariamente (trayectoria total)”. Ahora bien, las trayectorias laborales han sufrido una transformación en su
dinámica y configuración como consecuencia del paso de la hegemonía del modelo fordista, al cual eran inherentes el pleno empleo y
los empleos estándar o típicos, con contratos a término indefinido y amplia seguridad social anexa, al modelo de flexibilización laboral
que trajo consigo el derrumbamiento de la sociedad salarial y de pleno empleo, para instalar lo que Beck (2000) denominó
brasileñización del mundo del trabajo y de la sociedad del riesgo, en tanto que se debilitó la seguridad social ligada al hecho de
trabajar formalmente –seguro médico, jubilación y subsidio de desempleo– , y se derivó concomitantemente en inseguridad
ontológica , pues como se ha demostrado, la percepción de inseguridad en el trabajo es generalizada y trasciende las modalidades de
contratación.

03-ANTONIO STECHER
UN MODELO CRÍTICO-INTERPRETATIVO PARA EL ESTUDIO DE LAS IDENTIDADES LABBORALES

RESUMEN
Se presenta un modelo basado en los aportes de las tradiciones narrativa, interaccionista simbólica y crítica, para estudiar las
identidades laborales. Dicho modelo busca contribuir al desarrollo de la Psicología Social del Trabajo en América Latina,
específicamente en lo que respecta a la investigación sobre las articulaciones entre trabajo y subjetividad en el nuevo capitalismo. Se
propone una conceptualización de las identidades laborales que releva su carácter de producción simbólica articulada narrativamente,
así como su carácter de proceso social y de emergente de interacciones sociales simbólicamente mediadas. Asimismo, se visibiliza el
modo en que las identidades laborales, en tanto producto (narrativas) y en tanto proceso sociosimbólico, se configuran siempre
dentro de contextos macrosociales e institucionales atravesados por relaciones de poder.

Antecedentes
La pregunta por las articulaciones entre el mundo del trabajo, sus transformaciones contemporáneas y la subjetividad de los
trabajadores ocupa un lugar destacado en la actual agenda de investigación de la Psicología Social del Trabajo en América Latina. En el
marco de la consolidación a nivel mundial de un nuevo modelo de desarrollo capitalista (flexible, global y de liberalismo avanzado), y
atendiendo a los específicos procesos de reestructuración productiva y cambio sociocultural ocurridos en las últimas décadas en los
países de la región, diversas investigaciones han buscado comprender las emergentes articulaciones entre trabajo y subjetividad que
caracterizan la actual fase de modernidad en América Latina. El objetivo de estos estudios ha sido comprender "los modos como los
sujetos vivencian y dan sentido a sus experiencias de trabajo, así como la forma en que las relaciones y los contextos de trabajo
producen determinados modos de constitución de sujetos"; esto es, particulares modalidades de pensar, sentir y actuar respecto a
uno mismo, los otros y el mundo, en un determinado escenario laboral.
Se destacan dos aspectos de este acumulado de investigaciones recientes sobre subjetividad y trabajo. En primer lugar, y en
términos empíricos, la singularidad del proceso de modernización capitalista de América Latina (Domingues, 2009), caracterizado por
la histórica heterogeneidad estructural de la matriz productiva y sociocultural de los países de la región, al interior de los cuales
coexisten, hasta el día de hoy, mundos del trabajo profundamente diferenciados y desiguales según sectores económicos, tamaño de
las empresas, sector formal o informal, patrón productivo (tradicional, fordista, flexible), entre otros (Antunes, 2001; De La Garza,
2000)-, lo cual conlleva tipos de experiencia y condiciones de subjetivación laboral disímiles. Proceso modernizador caracterizado,
asimismo, por un fordismo periférico en gran parte del siglo XX (1930-1980) que no supuso la consolidación de un Estado de
Bienestar, una sociedad salarial ni una masiva industrialización fordista al modo de los países noratlánticos; así como por un proceso
de inserción a la nueva economía global y de adopción de los principios del paradigma productivo flexible, que ha ocurrido de modos
diferenciales ylo parciales en los distintos segmentos (más o menos modernos de la economía, y que coexiste con el mantenimiento
de patrones tecno-socioproductivos y matrices culturales de tipo fordista o tradicional (De la Garza, 2000).
En segundo lugar, y en términos conceptuales, este conjunto reciente de estudios sobre subjetividad y trabajo en América
Latina destaca por problematizar las nociones de sujeto y de identidad, clásicamente utilizadas en las investigaciones sobre el mundo
laboral. Se observa, así, un cues. tionamiento de las tradiciones estructurales, en sus versiones funcionalistas o marxistas, para las
cuales es la posición del individuo en las estructuras socioeconómicas y las categorías ocupacionales lo que determina la particular
forma de conciencia y acción (subjetividad) del sujeto en tanto trabajador; así como un cuestionamiento de las tradiciones
psicologicistas, para las cuales serían ciertos rasgos intrapsíquicos de la personalidad los que definirían una cierta identidad -estable y
hasta cierto punto independiente del contexto laboral del individuo en tanto trabajador.
Dicho modelo, de raigambre critico-interpretativo, propone como categoría central la noción de "identidad laboral", la que es
conceptualizada a partir de una articulación de los desarrollos del interaccionismo simbólico, de la psicología cultural y narrativa y de
la tradición de la teoría crítica.

El estudio de las identidades laborales desde una perspectiva crítico-interpretativa


El concepto de identidad laboral que proponemos se inscribe en una discusión teórica más amplia sobre los procesos de
construcción identitaria en el mundo social. En este primer apartado se propone una definición general del concepto de "identidad",
así como, derivado de esta, una primera aproximación al concepto de identidad laboral", las cuales se basan en una articulación de los
desarrollos del interaccionismo simbólico, de la psicología cultural y narrativa, y de ciertos aportes de la tradición crítica de las
Ciencias Sociales.

La identidad como producción simbólica y proceso social


Dicho sintéticamente, la identidad es el sentido de sí mismo, inscrito en la forma simbólica de una narrativa (narrativa
identitaria), a partir del cual un agente individual interpreta su lugar en el espacio social, orienta su acción en el mundo, se hace
distinguible (identificable) -para sí mismo y para los otros, y construye un sentido de continuidad, singularidad y mismidad a lo largo
de su biografía personal y a través de distintos dominios de experiencia e interacción. Los procesos de construcción identitaria se dan
al interior de (y participan de la reproducción de) campos sociales institucionalmente estructurados y atravesados por relaciones de
poder. De este modo, en la configuración de las identidades, se expresa una permanente dialéctica entre, por un lado, las
posibilidades de creación de sentido y reflexividad que poseen los actores individuales y, por otro lado, las restricciones institucionales
que condicionan estructural y "exteriormente" los distintos campos de interacción social donde se forjan las identidades, así como los
recursos y los materiales simbólicos a los cuales tienen o no acceso los distintos actores para interpretar la propia experiencia y
construir una particular narrativa sobre sí mismos.
Las identidades laborales
En el marco de esta formulación teórica general sobre las identidades, y siguiendo de cerca los aportes de Dubar, se propone
conceptualizar a las identidades laborales como producciones simbólicas articuladas narrativamente que expresan las modalidades
específicas en que un trabajador entiende y experimenta su espacio laboral, significa a los otros con los que se relacionan en el trabajo
y se define a sí mismo como un actor singular al interior de ese espacio social. La identidad laboral es la historia de sí mismo como
trabajador que (se) cuenta un agente individual inserto en un mundo del trabajo específico, y en la cual cristaliza una particular
interpretación de sí mismo como trabajador, del escenario laboral (empresa, organización, etc.), del proceso de trabajo y de los otros
actores que participan de dicho escenario laboral (compañeros, clientes, jefaturas, etc.). Dicho en otros términos, toda identidad
laboral da cuenta de una particular modalidad de relación subjetiva con el trabajo, de un específico modo, vivencialmente encarnado
y narrativamente articulado, de interpretar y dotar de sentido la experiencia laboral.
La identidad laboral no es, así, una esencia anclada en la persona del trabajador (visión psicologicista) ni un derivado
mecánico de la posición que este ocupa en un determinado organigrama o categorización socio-ocupacional (visión estructural-
funcionalista). Es una construcción simbólica que le permite al trabajador, en un particular escenario laboral, hacer significativas sus
acciones, lograr un cierto sentido de distinción, singularidad y continuidad de la experiencia, al mismo tiempo que construir un
sentimiento.
La construcción de la identidad laboral se lleva a cabo en el crisol de las interacciones cotidianas dentro del trabajo y de la
movilización de los recursos simbólicos (referenciales identitarios) presentes en el escenario laboral. Pero también puede implicar la
movilización de significados diversos (e. g., respecto de sí mismo, del trabajo, de la sociedad) que cada trabajador porta, producto de
una biografía particular, de una singular historia de experiencias formativas y/o laborales previas, así como de su inserción en otros
mundos sociales (familia, amistades, ocio, vida política, comunidades territoriales y/o religiosas, etc.) en los que participa.
Conceptualizando e investigando las identidades laborales desde una perspectiva narrativa, interaccionista y crítica. En este
segundo apartado, se desarrolla en mayor detalle el concepto de identidad arriba propuesto, profundizando en sus distintas
dimensiones, explicitando sus fundamentos teóricos y discutiendo sus implicancias para la conceptualización y el estudio de las
identidades laborales.

La construcción narrativa de las identidades

El concepto de identidad laboral propuesto se inscribe en el denominado giro narrativo de las Ciencias Sociales, y en
particular en los desarrollos de la psicología cultural y narrativa. De estas tradiciones se destacan tres aspectos:
En primer lugar, la idea de que el sentido de sí mismo que construye un actor social (su identidad) se configura
narrativamente a partir de la elaboración de un relato de su propia historia. El sí mismo reflexivo construye los sentidos con los que
orienta su acción en el mundo a partir de la elaboración permanente de narrativas en que el individuo queda ubicado como el actor de
una historia determinada por el pasado pero abierta al cambio y al porvenir.
En segundo lugar, la tesis de que las narrativas identitarias se configuran a partir de la movilización de diversos referentes
simbólicos presentes en el particular contexto sociocultural donde están insertos los sujetos, y suponen siempre una orientación hacia
los otros. Es decir, si bien cada narrativa identitaria es una producción simbólica del agente individual, esta está necesariamente
elaborada a partir de las narrativas públicas y las categorías socio-discursivas presentes en la cultura, y ha sido forjada en el contexto
de diversas interacciones sociales y tramas relacionales donde los otros" juegan un rol constitutivo.
En tercer lugar, una cierta conceptualización de lo que es una narrativa, del modo en que se compone y en el que debe ser
analizada. Una narrativa es un particular tipo de discurso organizado como un relato, que contiene una linea de transformación a
través del tiempo pasado, presente, futuro) y dude están presentes personajes, situaciones y acciones diversas ligadas y articuladas
coherentemente en una trama narrativa (Lawler, 2002; Riessman, 1993). La trama narrativa es el elemento central del relato en tanto
articula bajo una lógica y orientación global un conjunto de eventos heterogéneos que aparecen causal yo secuencialmente conecta
dos entre sí como episodios de una única historia, El significado de cada uno de esos episodios solo puede ser reconstruido bajo el
marco de la trama global en la que está inserto, esto es, a la luz de la constelación de relaciones temporales y espaciales que reúne y
articula en un mismo y único relato a los distintos personajes, acciones y eventos de la narrativa
Para el caso de las narrativas identitarias-los relatos que en primera persona construyen los actores sociales sobre su propia
vida o parte de ella es central relevar la dimensión temporal y evaluativa. Respecto a lo primero, se plantea que toda narrativa
identitaria implica una estructura temporal, donde todo lo que soy en el presente se entiende como lo que he llegado a ser a la luz de
una cierta historia pasada y como lo que me habilita o restringe, de cara al futuro, a ciertas posibilidades. Como señala, al interrogar a
alguien por una experiencia o por su vida, lo que uno obtiene necesariamente es una narrativa con una estructura temporal pasado
presente-futuro, esto pues toda experiencia y toda vida requiere esa inscripción temporal para adquirir sentido. Así, el sentido de si
mismo (la identidad) en un momento dado de una persona es una significación que emerge en el crisol de una historia que señala
aquello que ha sucedido y que anticipa aquello que puede llegar a suceder. Respecto a lo segundo se plantea que todo sujeto al
momento de contar su historia establece, explícita o implícitamente, un juicio de valor respecto a aquellos acontecimientos que
relata. Así, al configurar y relatar su narrativa identitaria, todo agente, por un lado, cuenta una historia -un conjunto de hechos
acaecidos, y, al mismo tiempo, se posiciona evaluativamente ante aquello que cuenta a partir de un conjunto de juicios y valoraciones
morales que clasifican como buenos/malos, correctos/incorrectos, adecuados/inadecuados los distintos acontecimientos, personajes
y acciones presentes en la historia. Es en esa articulación entre la historia que se cuenta (told) y el modo valorativo en que se cuenta
(telling) que se va configurando la identidad del actor social o narrador (teller).

Estudiando las identidades laborales como narrativas identitarias


Estas tres puntualizaciones permiten fundamentar teóricamente la conceptualización de las identidades laborales como
narrativas identitarias, al mismo tiempo que arrojan luces sobre cómo investigar las mismas. Estudiar las identidades laborales de un
colectivo de trabajadores supone invitarlos a elaborar una narrativa sobre su actual experiencia de trabajo (cómo llegó a su actual
trabajo, como es este actualmente, como se visualiza hacia el futuro), visibilizando los referentes simbólicos intra y extralaborales
(ideales de sujeto, imaginarios, discursos sociales, narrativas canónicas) a partir de los cuales esta se compone y develando, a partir
del análisis global (no segmentado) de la historia que se cuenta (su contenido y su estructura formal) y del modo (juicios valorativos)
en que se cuenta, el particular sentido de sí mismo en tanto trabajador (identidad laboral) que emerge del relato (Lieblich & Tuval-
Mashiach, 1988).

La identidad como proceso social en el marco de la interacción simbólica


Además de como narrativa identitaria, la identidad laboral debe ser comprendida como un proceso social de interacciones
mediadas simbólicamente al interior de un particular escenario laboral. Así, el concepto propuesto se inscribe en la tradición teórica
del interaccionismo simbólico, donde la identidadel significado de sí mismo que construyen los individuos, se entiende no como algo
dado, sino como un emergente de las interacciones sociales mediadas por el lenguaje en las que participan los actores sociales. De
esta tradición teórica se destacan tres aspectos que están en la base del concepto de identidad laboral que se propone.
En segundo lugar, la centralidad de las dinámicas de hetero-categorización y auto-categorización en los procesos de
construcción de identidad, así como las tensiones identitarias que caracterizan a los mismos. Como señala Mead (1972), el sentido de
sí mismo de una persona está siempre mediatizado por las expectativas de los otros significativos y de los distintos colectivos de la
sociedad (otro generalizado), siendo así que el modo en que un actor se define e interpreta a sí mismo (su identidad) es en gran
medida el resultado de la internalización que ha hecho del modo como los otros lo reconocen, lo categorizan y definen en el espacio
social. Estudiar los procesos identitarios exige atender a la diversidad de categorías socio-discursivas o papeles sociales,
institucionalmente formalizados o cotidianos e informales, en que los individuos son posicionados por otros instituciones, personas,
colectivos, medios de comunicación, etc.), a lo largo de su vida y en distintos contextos de interacción social. Ahora bien, lo anterior
no supone una conceptualización del Sí mismo y la identidad en términos de mera pasividad, conformismo y reproducción mecánica
del orden sociosimbólico.
Estudiando las identidades laborales como procesos de interacción socio-simbólica
Estas tres puntualizaciones permiten fundamentar teóricamente la concepción propuesta de la identidad laboral como un
proceso social de construcción de significado anclado en las prácticas, simbólica mente mediadas, de interacción con "otros"
(jefaturas, clientes, colegas, sindicatos, instituciores, colectivas, etc.) en el espacio del trabajo, pero también fuera del espacio laboral.
Estudiar las iderntidades laborales exige analizar el modo en que los sujetos, al interior de un contexto laboral específico, pero
también producto de las formas de reconocimiento que reciben en otras esferas sociales, van configurando un cierto sentido de sí
mismos en tanto trabajadores. Esto a partir de un trabajo identitario que supone el establecimiento permanente de relaciones de
semejanza y diferencia con otros actores grupos categorías socio-laborales, así como la construcción de diversos sentidos de
pertenencia e identificación respecto a distintas identidades colectivas (colectivos profesionales, sindicatos, categorías ocupacionales,
oficios, etc.). Más que como un núcleo estable y fijo, las identidades laborales deben ser interrogadas reconociendo su carácter
procesual, estando abiertas al cambio en función de procesos de transformación en los contextos laborales (una huelga, una fusión de
la empresa, un ascenso, un cambio de tipo de contrato, etc.), o en otros dominios de la vida social del actor.

El carácter institucionalmente situado y políticamente disputado de los procesos identitarios


La conceptualización de identidad laboral propuesta, además de nutrirse de las corrientes narrativas e interaccionistas,
incorpora aportes de las denominadas tradiciones críticas de las Ciencias Sociales, especialmente de la teoría crítica de la Escuela de
Frankfurt . Destacamos tres aspectos de estas tradiciones.
En primer lugar, la importancia de transitar desde una concepción meramente simbólica de la cultura (y de los procesos
identitarios que en su crisol se forjan), a una concepción estructural de la cultura. Esta, si bien reconoce la importancia y centralidad
de las formas simbólicas en la vida social, destaca el hecho de que dichas formas simbólicas y los significados que vehiculizan están
siempre insertos en contextos sociales estructurados.
En segundo lugar, la necesidad de atender a las articulaciones entre las formas simbólicas y las relaciones de poder y
dominación presentes en la sociedad. Es decir, la cultura y las identidades no son solo textos a ser leídos e interpretados, sino campos
de disputas y luchas sociales donde distintos actores, con intereses muchas veces antagónicos, buscan imponer y volver hegemónicas
ciertas formas de categorización e interpretación del mundo en función de sus particulares intereses y proyectos de sociedad El
estudio de las formas simbólicas, entre ellas las identidades, exige atender al modo en que las mismas pueden contribuir a través de
procesos de legitimación y naturalización del orden social, a sostener relaciones de dominación y legitimar el poder de los grupos
dominantes, así como al modo en que en las sociedades modernas los distintos actores sociales cuentan con recursos muy desiguales
para difundir particulares perspectivas y significados.
En tercer lugar, la importancia de estudiar los procesos de construcción de identidad desde una perspectiva crítica que
contribuya a la democratización y emancipación de la sociedad. Se trata, así, en la tradición de la teoría crítica (Leiva, 2005), de
generar un saber que más que limitarse a constatar lo dado y reificar el orden socioinstitucional y/o sociosimbólico existente, sea
capaz de visibilizar las (legitimadas) injusticias, las (opacadas) contradicciones y las (naturalizadas) desigualdades del presente,
abriendo así nuevas posibilidades de autocomprensión y acción social para los sujetos sociales.

Estudiando las identidades laborales en sus contextos socio-estructurales


Estas tres puntualizaciones permiten precisar y fundamentar el talante crítico del concepto de identidad laboral propuesto, al
mismo tiempo que arrojan luces adicionales sobre cómo investigar las mismas. Estudiar las identidades laborales exige hacer un
recorte analítico de la sociedad, poniendo el foco en un particular escenario de trabajo en el que están insertos un conjunto de
actores sociales. Dicho escenario de trabajo debe ser detalladamente reconstruido, no solo en lo que respecta a sus aspectos socio-
simbólicos (culturas del trabajo o patrones de significación de la experiencia laboral producidos por los distintos actores) y a sus
lógicas cotidianas de interacción social, sino también en lo que respecta a sus aspectos socio-institucionales y socio-estructurales que
enmarcan y condicionan los recursos simbólicos y el campo de interacciones en el crisol del cual los trabajadores configuran sus
identidades laborales. En términos más específicos, el estudio de las identidades laborales en un particular escenario de trabajo exige
dar cuenta de aspectos tales como el proceso de trabajo, las formas de empleo, las relaciones laborales capital-trabajo, el patrón
tecnológico, el perfil sociodemográfico de la fuerza de trabajo, las reglas, jerarquías, relaciones de poder y modelo productivo de la
empresa u organización, así como las instituciones externas en las que esta está situada: mercado laboral, sector productivo,
legislación laboral, redes nacionales y globales de producción y consumo, etc. (Thompson, 1993). Estudiar las identidades laborales,
exige así, reconstruir un particular escenario de trabajo en tendido como un mundo social en que se articulan elementos socio-
institucionales y socio-simbólicos, los cuales enmarcan el despliegue cotidiano de un conjunto de interacciones sociales y el interior
donde se construyen las narrativas identitarias.
La tarea del investigadores, justamente, ofrecer un modelo interpretativo de las narrativas identitarias que, además de
iluminar los sentidos de sí mismo que movilizan y los recursos simbólicos con que se componen, y de dar cuenta de los procesos de
interacción en que se forjan, permita comprender la incidencia de los aspectos socioestructurales en la producción de las mismas,
así como el modo en que dichas formas identitarias contribuyen a la reproducción, o eventualmente tensionamiento y
transformación, de ese particular escenario laboral.
Analizar los procesos identitarios exige, así, atender al modo en que las particulares categorías, modelos de identidad,
discursos e interacciones simbólicas presentes en un determinado espacio laboral, son parte y participan de específicas lógicas de
control y regulación (racionalidades de gobierno) funcionales a los intereses de ciertos actores específicos dentro de la unidad
productiva y lo a las dinámicas más globales presentes en el nuevo modelo de desarrollo capitalista. Al respecto, es fundamental
atender en el contexto contemporáneo a la circulación de los discursos que caracterizan a la cultura" o al espíritu" del nuevo
capitalismo, con su nuevo ideal de trabajador flexible, emprendedor, polivalente, individualizado, colaborador, autorregulado y leal a
su organización.
Por ultimo hay que señalar la importancia de producir un tipo de investiaci+on social que a través de su capacidad de
problematización e interrogación critica del mundo del trabajo, contribuya democratiar la sociedad y disminuir la asimetría que
caracteriza la relación capital-trabajo en el mundo contemporáneo.

04-Andrea Pujol
SUBJETIVIDAD Y TERRITORIO EN EMPRENDEDORES DE PRIMERA GENERACIÓN

RESUMEN
Se aborda la actividad emprendedora como ocupación desde una perspectiva cultural y se analiza la relación que el
emprendedor establece con el territorio. Se reflexiona sobre el papel del territorio en el modelaje de los proyectos
ocupacionales, su incidencia en el devenir del emprendimiento y el modo en que interactúa con el territorio en el contexto.
Desde el punto de vista metodológico, la investigación se inscribe en la tradición comprensiva y se apoya en entrevistas
biográficas, con el fin de reconstruir y analizar las trayectorias de emprendedores de una muestra intencional de empresarios
de Argentina y Uruguay. Los hallazgos refieren principalmente a los modos en que se acoplan proyectos ocupacionales con
estilos de vida, las crisis y la necesidad de afrontarlas en la estructuración de la actividad y, en relación dialéctica, el modo en
que el territorio imprime su marca en los proyectos.

INTRODUCCIÓN
El artículo aborda la actividad emprendedora como ocupación desde una perspectiva cultural y pone en valor los diferentes
modos en que se inscribe en la relación que el emprendedor establece con el territorio. Se busca así reflexionar sobre el papel del
territorio en el modelaje de los proyectos ocupacionales de los entrevistados, su incidencia en el devenir del emprendimiento y el
modo en que interactúa el territorio con las “temporalidades sociales”, en tanto tiempo y espacio constituyen factores clave en los
procesos de socialización empresarial. En este marco, se despliegan dos ideas fuerza concurrentes para desmarcar el análisis de la
actividad del tratamiento económico clásico y adoptar una perspectiva inscripta en la tradición psicosociológica: la necesidad de
problematizar la existencia de una cultura emprendedora y la noción de cultura en esa tendencia, y el imperativo de recuperar una
perspectiva histórica y territorialmente situada de la actividad. El corpus que se toma como referencia, remite a los hallazgos de un
estudio sobre la actividad emprendedora en el que se buscó identificar, conocer y comprender cómo inciden los factores biográficos y
territoriales en los procesos de creación de empresas. Desde el punto de vista metodológico, la investigación se inscribe en la
tradición comprensiva, con el fin de reconstruir y analizar las trayectorias biográficas de emprendedores “no herederos”.
Recuperando parte de la información obtenida a través de entrevistas biográficas, se muestran algunos hallazgos en relación
a las articulaciones entre subjetividad y territorio, principalmente en relación a los modos en que se acoplan proyectos ocupacionales
con estilos de vida, las crisis y la necesidad de afrontarlas en la estructuración de la actividad y también en relación dialéctica, el modo
en que el territorio imprime su marca en los proyectos cuando no es pensable la idea de migrar.

LA PROMOCIÓN DEL EMPRENDEDORISMO


En el marco de las transformaciones del mundo del trabajo una nueva “cultura” prescribe a los trabajadores el
comportamiento emprendedor. Estos cambios tienen alcance global y se expresan en las condiciones productivas en el que el trabajo
se desenvuelve y en las exigencias de los nuevos escenarios laborales a los sujetos, que se derivan de la relevancia que adquiere el
management en la reconfiguración de las sociedades postindustriales
Las dinámicas organizacionales contemporáneas marcan el desarrollo de nuevas subjetividades que se expresan tanto en las
relaciones con el trabajo y su organización como en las interacciones sociales que se dan en las situaciones de trabajo. Se propone o
impone a los sujetos adquirir nuevas competencias: capacidad de adaptación a contextos de incertidumbre, de anticiparse a lo
imprevisto, de adquirir iniciativa y discernimiento para tomar decisiones adecuadas y rápidas, de incorporar habilidades para
planificar, organizar y controlar las tareas, de generar actitudes participativas y de colaboración en las relaciones con los otros y con la
organización. A su vez, las actuales relaciones de producción presentan una paradoja: el nuevo paradigma productivo hace que los
trabajadores “no puedan participar efectivamente en la producción”, y al mismo tiempo que “no puedan no participar en ella”. En
términos de Clot, la subjetividad es requerida y rechazada a la vez, se promueve su liberación, se la prescribe, se busca subordinarla y
disciplinarla y a la vez se la considera un residuo de la modernización (Clot, 2008). Se pide al sujeto que opere como un intrapreneur,
en un universo empresarial cada vez más codificado por tecnologías de gestión que fuerzan necesariamente el ajuste del sujeto a los
criterios éticos y técnicos que esconden procedimientos, planillas, sistemas, protocolos.
El fomento del estilo de vida emprendedor constituye una línea discursiva que muestra caminos alternativos a la idea de
empleo de calidad, por tiempo indeterminado y protegido, que caracterizó las relaciones fordistas. Alienta a desarrollar las ideas
emprendedoras y ser el “propio jefe”. Incluye el estímulo de los “emprendimientos sociales” como estrategias de organización para
algunos colectivos de desocupados.
En este marco, una característica es el incremento de emprendedores “de primera generación”, que provienen de familias
con tradición de empleo, tendencia que puede explicarse a partir de factores articulados al cambio de paradigma en la organización
del trabajo, el desarrollo de las Tics, el crecimiento del sector servicios y la crisis del empleo, que supone incremento del desempleo.
Se promueve así la creación de empresas como parte de las políticas de desarrollo económico y se estimula la puesta en valor
de la actividad empresarial en el marco de las políticas de empleo, la política educativa y las de desarrollo local o regional. En nuestra
región la literatura evidencia creciente interés en la actividad emprendedora como alternativa al empleo y como estrategia
ocupacional frente a la desocupación; también como resultante de la profesionalización de la actividad cuentapropista y el
autoempleo.
EL HOMBRE-EMPRENDEDOR EN CLAVE SOCIOANTROPOLÓGICA
Bajo las dos formas mencionadas, se propone un hombre-emprendedor capaz de sobrellevar(se) en un orden social
inestable, fragmentario y precario. A propósito de ello, Sennett (2006) señala que muy pocos seres humanos son capaces de prosperar
en estas condiciones y que en virtud de ello se esboza un “ideal” de hombre capaz de enfrentar tres desafíos:
a) manejar relaciones a corto plazo y manejarse a sí mismo, mientras se pasa de una tarea a otra, de un empleo a otro, de un
lugar a otro;
b) reciclar sus propias habilidades cada ocho y doce años, en la medida en que el orden social emergente milita contra el
trabajo artesanal y se celebra la habilidad potencial más que los logros del pasado;
c) ser capaz de desprenderse del pasado, de descartar las experiencias vividas, como un consumidor siempre ávido de cosas
nuevas.
El autor enfatiza la idea de que la mayor parte de la gente no es así, sino que necesita un relato de vida que sirva de sostén a
su existencia, se enorgullece de las habilidades que ha adquirido para realizar algo específico y valora las experiencias por las que ha
pasado; por lo cual este ideal cultural que se propone y requiere en las nuevas instituciones es perjudicial para muchos de los
individuos que viven en ellas.
Cuando Ortner (2005) retoma las contribuciones de Sennett Refiere que un elemento fuerte de la propuesta de Sennett es la
recuperación de la narración como herramienta, que evidencia la capacidad de las personas de relatar sus vidas de una manera
coherente y significativa. No obstante, señala la importancia de analizar siempre las contracorrientes, las formaciones culturales
alternativas, residuales, emergentes, porque la conciencia es cultural y también diversa o multifacética, en donde la complejidad y
reflexividad constituyen el fundamento para cuestionar y criticar el mundo en el cual nos encontramos.
Esta investigación se sitúa en el espacio que articula el análisis de las formaciones culturales y los estados subjetivos de los
sujetos, bajo una concepción del sujeto como un ser existencialmente complejo, que siente, piensa, reflexiona, construye y busca
sentido.
El concepto de cultura en uso en estas perspectivas performativas, evoca esa idea esencialista que se cuestiona actualmente
en el campo antropológico (Grimson & Semán, 2002; Dubar, 2002). Por una parte, de manera explícita o implícita remite a una
espacialidad “territorial” o delimitación geográfica en tanto esa construcción del sujeto como emprendedor –que invisibiliza
condiciones objetivas, trayectorias de vida, relaciones intergeneracionales y tantas otras cuestiones- remite casi exclusivamente a los
trabajadores del conocimiento y en general a “la clase que vive del trabajo”. Por otra parte, cuando se caracteriza al emprendedor
como un sujeto adaptado al futuro por oposición a aquellos hombres que no pueden pensarse inscriptos en dicho canon, se da cuenta
también de una operación que tiende a cristalizar o congelar diferencias y a establecer distinciones (Abu-Lughod, 1991) al interior
mismo de esa “geografía” que pretende recortar.
En contrapartida, desde una perspectiva crítica, la idea de una nueva cultura en el mundo del trabajo, de manera consistente,
“una nueva cultura del capitalismo”, supone algo bien diferente: admitir la complejidad que adquiere el mundo del trabajo en la
actualidad, su heterogeneidad y diversidad, y –fundamentalmente- que se trata de escenarios – algunos evidentes y otros
invisibilizados- cuya configuración es preciso reconstruir y cuyas significaciones e impactos en la subjetividad es preciso explorar.
Las contribuciones de Sennett resultan muy significativas para comprender el cambio cultural en el marco de los estudios del
trabajo, y cuando recupera su propuesta resignifica la idea de una antropología de la subjetividad, concebida como estado mental, de
actores reales inmersos en el mundo social y también como formación cultural que expresa, modela y constituye ese estado. Así, una
lectura crítica del mundo contemporáneo implica comprender no solo sus nuevas formaciones políticas, económicas y sociales, sino
también una nueva cultura que puede leerse desde el punto de vista de los tipos de subjetividad que tiende a producir.
La subjetividad, vista aquí como base de la agencia, permite comprender por qué las personas obran o tratan de obrar sobre
el mundo aun cuando son objeto de ese obrar. La agencia no es una voluntad natural u originaria, adopta la forma de deseos e
intenciones específicas en una matriz de subjetividad: de sentimientos, pensamientos y significados culturalmente constituidos. En la
tradición histórico cultural, Clot (2005) refuerza la idea de que para pensar la identidad es preciso saber que la acción humana no se
produce en línea recta sino en círculos. Se construye a través del encuentro con una historia social que sitúa al sujeto
permanentemente delante de nuevos problemas, que lo “provocan” y ponen a prueba su consistencia; se construye también a través
de una historia individual en el curso de la cual –en respuesta a cada provocación de la historia social- el sujeto se provee de una
pluralidad de vidas posibles, de un sistema de valores diversos a causa de sus dudas, deliberaciones internas y comparaciones que
hace con respecto a otros. Por eso la subjetividad no es una simple escena interior sino una actividad singular de apropiación, incluso
cuando el sujeto desconoce cómo opera.
La capacidad del sujeto de reflexionar sobre la acción y sobre el decurso de su propia vida, constituye el pilar de las
perspectivas histórico-culturales en torno a la identidad. Visión evolutiva y constructiva del despliegue de la subjetividad, en la que el
sujeto reflexivo asigna sentidos a su acción y se constituye así en sujeto singular y social, estructurado por los sentidos asignados a la
actividad. El lenguaje opera en la actividad, le otorga direccionalidad pero no la sustituye; como tampoco es pensable la actividad sin
lenguaje, el puro hacer. Para Clot (2005), historia social e historia personal se articulan como campo de posibilidades, y cada una
posee sobre la otra la fuerza de la determinación a la vez que la contingencia que alberga múltiples posibilidades, y es en ese juego en
donde el sujeto se expone.

INSCRIPCIÓN SOCIO-HISTÓRICA Y TERRITORIAL DE LA EMPRESARIALIDAD


Producir una ruptura con los estudios económicos clásicos sobre la actividad emprendedora exige también escapar a dos
convenciones: la cuestión del borramiento de la perspectiva histórica y la subestimación del papel del territorio en los diversos análisis
de la actividad. Las primeras contribuciones sobre la actividad emprendedora se gestaron en el mismo nacimiento de la sociología
europea en el siglo XIX que surgió del intento de comprender y explicar la gran transición de la sociedad tradicional a la sociedad
moderna, con todos los procesos complejos que acompañaron la industrialización. Sin embargo, la comprensión histórica no ocupó un
lugar significativo en estos desarrollos, porque tanto las tradiciones microteóricas como las macroteóricas típicas de la sociología
americana fueron abstraídas de la dimensión histórica de la realidad social, lo que puede calificarse como “presentismo ahistórico”
La importancia de considerar la actividad empresarial como una práctica social, histórica y territorialmente situada, haciendo
visible el anclaje del proyecto emprendedor en los distintos dominios de la vida, como un componente atravesado por marcas
biográficas y contextuales.
Esta inscripción evita el análisis de las características sustanciales del emprendedor como un actor heroico y enfafatiza los
aspectos de la actividad que se deben a un tipo de inscripción relacional. Esto implica analizar la manera en que los actores se mueven
en la heterogeneidad del mundo social y en la incompletud de su orden económico (Zalio, 2009). Se trata explorar las singularidades
de la actividad, que se construyen a través de la captura que hace un actor social de ciertas oportunidades que otros no vieron o no
supieron ver o, para decirlo de otra manera, de la capacidad de localizar heterogeneidades en la evaluación de los bienes económicos
y permitirse recombinarlos o desplazarlos.
En este sentido, el estudio de los proyectos emprendedores ha evidenciado que las relaciones entre emprendedor y territorio
no son lineales. El emprendedor es con frecuencia un actor que sabe encontrar un buen equilibrio ente su inscripción en el entorno
social y su necesaria desinscripción con vistas a mantener cierta autonomía. En este sentido, existe una paradoja en la inscripción del
emprendedor en las redes territoriales en la medida en que expresan una dualidad: las personales y sociales, fundadas en el
intercambio de información, el compromiso y la confianza; y otras de tipo impersonal y basadas en relaciones de mercado. El
emprendedor debe entonces arbitrar entre estos diferentes tipos de relaciones.
Entendemos que la perspectiva de Bozzano (2000) constituye un terreno fértil para reflexionar sobre la inscripción territorial
de la actividad emprendedora, bajo la propuesta de tres grandes categorías: los territorios reales como espacios concretos, los
territorios pensados, en el sentido de una territorialidad inteligente y los territorios posibles, como el espacio vivido y también como
una categoría que alude a las intenciones y posibilidades personales y colectivas de imaginar un futuro y trabajar para ese futuro
desde el presente.
LO GLOBAL, LO LOCAL, EL TERRITORIO
Hemos señalado que la problemática de la a-historicidad y la invisibilización de la cuestión del territorio constituyen dos
problemas de abordaje de la empresarialidad que es preciso poner en discusión. Con esa intención hemos buscado escapar a la
tendencia globalizadora de considerar la idea clásica del territorio como mercado para avanzar en una perspectiva que resignifique su
dimensión psicosociológica. Analizar el rol que juega el territorio en la nueva empresarialidad, supone considerar “lo local” como
recurso del proyecto emprendedor y valorar su inscripción biográfica y su incidencia en la acción emprendedora. Esta perspectiva,
complementando el abordaje socio-histórico pone en foco las tensiones entre lo global y lo local (Steiner & Vatin, 2009) y cuestiona la
tradición hegemónica.
Analizar el rol que juega el territorio en la nueva empresarialidad, supone considerar “lo local” como recurso del proyecto
emprendedor y valorar su inscripción biográfica y su incidencia en la acción emprendedora. Esta perspectiva, complementando el
abordaje socio-histórico pone en foco las tensiones entre lo global y lo local (Steiner & Vatin, 2009) y cuestiona la tradición
hegemónica de la sociología de la gran empresa y los estudios centrados en una visión “heroica” del empresario. Se propone una
psicosociología de la actividad emprendedora que capture las particularidades con las que estos “nuevos” sujetos pueden apropiarse
de lo global para preservar y potenciar la dinámica específica de un territorio (Zalio, 2009) en tanto ha sido resignificado
subjetivamente como componente central del proyecto ocupacional.
En este sentido, se hace preciso avanzar en la comprensión de la inscripción social del emprendedor -en el espacio relacional,
en las organizaciones, en las historias, en los mundos productivos y sociales-, y comprender cuál es el trabajo social necesario para
“fabricar” un emprendedor. Este trabajo social puede observarse en el contexto de los emprendedores dirigentes de empresa, de
ciertos trabajadores independientes y también en el contexto de los asalariados cuando son puestos en situación de desplegar
comportamientos de gestión que hacen referencia explícita a la empresarialidad.
En esta línea, la gran mayoría de estos nuevos empresarios comparten una visión global –y digital- del mundo social y de los
intercambios económicos. Esta visión no se contrapone con una concepción que otorga al territorio una importancia central en la
generación de empresas, sino que expresa nuevas configuraciones y tensiones en el marco de un nuevo contexto regional. Esto puede
expresarse en una visión instrumental del territorio, limitada a la idea de una localización productiva en base a las oportunidades de
negocio existentes centradas en ciertas ventajas competitivas, en donde la equivalencia de las condiciones torna intercambiables los
territorios.
TERRITORIOS, SUBJETIVIDADES Y PROYECTO EMPRENDEDOR. PRINCIPALES HALLAZGOS
El estudio permitió identificar diversas modalidades de subjetivación del territorio. Una de ellas, propone al territorio como
un “polo” de un sistema global total. Esta visión del territorio se repite de modo significativo en los casos de emprendedores de
servicios informáticos situados en las ciudades de Córdoba y Montevideo, ambas reconocidas como “polos tecnológicos”. Es el caso de
Agustín, por ejemplo, un joven que constituyó una empresa de desarrollo de software con dos compañeros al finalizar sus estudios
universitarios en computación y se instalaron en la incubadora de empresas del Laboratorio Tecnológico de Uruguay (LATU). Agustín
considera que radicar su empresa en un polo tecnológico no solo le facilitó el crecimiento de su negocio y la posibilidad de consolidar
la empresa rápidamente, sino que además le marca niveles de exigencia altos, que lo obligan a innovar.
El territorio puede constituirse en un tejido denso en capacidades y ser vivido por el emprendedor como un reservorio de
experiencias comunes y de cooperación institucional, constituyéndose en un laboratorio para innovar y proyectarse al futuro. En este
marco, otra fórmula posible sería la que nos propone uno de los entrevistados: “Precisamente porque el mundo es global, es posible
emprender en este lado del mundo y es este el lugar en donde vale la pena hacerlo”. En esta línea, es posible considerar que al menos
una parte de los nuevos empresarios se hallan más implicados y comprometidos que otros con el desarrollo de la región en la se
inscriben sus proyectos, al punto en que el territorio mismo es parte del proyecto.
El caso de Agustín muestra que la empresarialidad que se despliega actualmente en América Latina, se hace evidente en las
múltiples articulaciones entre biografía y territorio. No se trata solamente de advertir el potencial de un territorio, sino de explorar
cómo o de qué manera unas particulares trayectorias de vida se articulan en un espacio determinado.
LAS CRISIS: LA TENSIÓN ENTRE MIGRAR O RESISTIR
La cuestión de las crisis económicas constituye un componente característico de las trayectorias de emprendedores en
nuestra región. En el caso de este estudio, su presencia se intensifica en dos sentidos. Por una parte, porque indagamos en países con
economías emergentes, pero también porque optamos reconstruir trayectorias de emprendedores de primera generación, que en
muchos casos han iniciado sus proyectos a partir de la pérdida de un empleo asalariado.
Julieta, Pablo y Sebastián son socios en una empresa dedicada a la traducción de textos para empresas. Trabajaban los tres
en una empresa de idénticas características, de origen americano, que estaba radicada en la ciudad de Rosario, Argentina. En el año
2000, debido a la grave crisis económica que atravesaba nuestro país, la empresa decide cerrar sus puertas y les ofrece trasladarlos a
otras sedes de la empresa en el exterior.
Aparece aquí otro dilema recurrente en las trayectorias: quedarse o partir. La crisis económica y la pérdida del empleo
pueden implicar el despliegue de modalidades de afrontamiento que incluyen tanto la posibilidad de emigrar, como la libertad para
(re) trazar la propia trayectoria ocupacional en función de un proyecto deseado que se sostiene en el arraigo al territorio

EMPRENDER SURFEANDO LAS CRISIS


Olga tiene 55 años y junto a su hijo Joaquín gestiona un Hostel en La Paloma, Uruguay. No es la primera vez que desarrolla un
emprendimiento y define su trayectoria como “estar siempre reconvirtiéndose, de acuerdo a cómo va cambiando la región”. Olga
explica sus iniciativas emprendedoras en función de su necesidad de vivir en La Paloma y de desplegar un estilo de vida “aventurero”.
Un estilo que se caracteriza por tomar riesgos y que en cierto modo emula el estilo de vida de sus padres, que llegaron al pueblo en
los años 40.
Para Olga, el hundirse cada tanto y volver a salir a flote es parte de surfear las crisis en La Paloma, a la vez que se trata de
comportamientos inherentes a la naturaleza de la actividad emprendedora, bajo la forma de “tomar riesgos”. En los emprendimientos
life style la toma de riesgos no siempre es calculada y responde más a la necesidad de actuar, de intervenir cuando lo que entra en
riesgo es la posibilidad misma de sobrevivir en el territorio que se ha elegido para vivir

APERTURAS: EL TERRITORIO INTERNALIZADO


La investigación permitió comprender que en el territorio se expresan las tensiones entre necesidades y oportunidades y que
puede operar como un contexto de producción/construcción de sentido, como el escenario de anclaje de un proyecto. Se trata en
cierto modo de reconocer al territorio como un espacio semiótico, campo en el que se inscribe lo anhelado, geografía en la que
acontece lo que importa.
Con estas contribuciones, en clave de apertura, se buscó resituar la cuestión de la empresarialidad como práctica social e
históricamente situada y destacar. cómo los abordajes psicosociológicos contribuyen a enriquecer los estudios sobre empresarialidad,
particularmente en el caso de América Latina. En función de ello, hemos propuesto sustituir el enfoque demográfico y las estrategias
metodológicas tradicionalmente utilizadas para los estudios en empresarialidad –cuestionarios y entrevistas-, por el enfoque
biográfico y el uso de la entrevista biográfica y el análisis de trayectorias, como recursos técnicos privilegiados.
En el estudio se focalizó en el papel que juega el territorio en la historia de los emprendedores, las experiencias vividas, los
valores compartidos, las disposiciones construidas en la dinámica de las redes intergeneracionales, los lazos que se construyen en los
cursos de vida. Importa también el territorio en términos del lugar que ocupa en el porvenir.
El interrogante central admite doble cara: ¿cómo un territorio puede “fabricar” un emprendedor? La pregunta implica
reflexionar acerca de cómo opera la subjetividad en el curso de vida de estos emprendedores para situarse en un territorio y qué
sentidos le asigna a éste en su trayectoria y proyecto, es decir, cómo un emprendedor construye un territorio.
desde la psicosociología, nuestra mirada posiciona al actor social como lugar de intersección del conjunto de contradicciones
a las cuales es confrontado en su existencia: porque está sometido a influencias múltiples y a exigencias conflictuales, busca elaborar
respuestas, estrategias y proyectos.
06-Abal Medina; Natalucci; Rosso
¿Existe la clase obrera?

Los movimientos obreros organizados de Argentina (2003-2016)

Introducción
¿Existe la clase obrera? La clase obrera acumuló varias décadas de ninguneo en Argentina y en el mundo. Ya al calor de las
sublevaciones europeas de los sesenta, muchos rabiosos se habían decepcionado por su integración al capitalismo. A sus ojos, la clase
obrera perdia el estatuto de sujeto de la historia y pasaba a ser calificada como "la pesada retaguardia".
En el Tercer Mundo, formas heterogéneas y brutales de dominio forjaron un sujeto popular que los grupos dominantes y
sectores de izquierda tradicional vieron más similar a una masa, incluso a un malón, que a la clase del auténtico proletariado.
Frente a la magnitud de esta ofensiva podríamos formular la pregunta contraria: ¿cómo es posible que los sectores populares
lograran en Argentina una existencia como clase? Y me refiero a la clase, rememorando a Sartre, como un sistema en movimiento que
logra contrarrestar la dispersión pasiva -el modo de existencia subordinado-con aparato institucionalizado y acción directa. Un
movimiento dirigido, intencional y práctico, de acción cotidiana, que fue capaz de reconstruir formas organizativas. Podríamos trazar
una línea de acumulación nombrando tres figuras, la soledad del desocupado, la acción directa y disruptiva de puebladas y del
piquetero, y la institucionalización débil e incipiente del trabajador de la economía popular. Este trayecto no es el de la clase obrera va
al paraíso", sino más bien el paso entre el hambre y la supervivencia. Simultáneamente es también el de emergencia de un "otro
movimiento obrero" que fue verificando que sus niveles de organización producen un poder social con el cual, pese a la brutal
asimetria de fuerzas, logra visibilidad, efectivizar algún derecho y crear otros, incluso ir "embocando" algunas de las piezas de una
nueva institucionalidad popular, cuya forma política, su hechura final, desconocemos.
La segunda recomposición popular que tuvo lugar recientemente en Argentina es la que registra un actor social clásico, el
sindicalismo, y los sectores a los que representa: los trabajadores asalariados registrados. Los capítulos de esta secuencia son más
conocidos: crecimiento del empleo, intensificación de la negociación colectiva, recuperación del poder adquisitivo de los salarios y del
poder económico de las organizaciones sindicales.
El paso de la resistencia a la acumulación de los dos movimientos obreros mencionados, se produce durante un ciclo político
que se desarrolla como contra-tendencia en muchos países de América Latina y que Emir Sader ha caracterizado como "gobiernos
posneoliberales". Pablo Stefanoni, en un libro de esta misma serie, ¿Por qué retrocede la izquierda?, sostiene que más allá de sus
ambigüedades, estos gobiernos podrían asociarse a la izquierda en función de un triple pacto: "un pacto de consumo (mercado
interno), un pacto de inclusión (políticas sociales), un pacto de soberanía (independencia respecto de Estados Unidos, nuevos
alineamientos internacionales)".
La polémica resulta productiva, es posible que permita explicar muchos de los desencuentros entre gobiernos
posneoliberales y organizaciones sindicales de sus países. En Argentina la pregunta por los destinatarios podría ser parafraseada en
estos términos: los trabajadores asalariados registrados o los trabajadores pobres? Posiblemente más sustantiva aun resulte la
pregunta por el lugar ocupado por las organizaciones del campo popular: las del movimiento obrero organizado" y las del otro
movimiento obrero".
¿Cómo se transformaron los movimientos obreros con la conquista del tiempo posneoliberal y cuáles son las posibilidades de
que converjan y se potencien para oponerse a las políticas regresivas del actual gobierno y para crear una nueva alternativa?
El presente artículo propone una reflexión en torno a los interrogantes anteriores con la siguiente organización expositiva:
Inicia con un balance de las políticas de los gobiernos kirchneristas bajo el título “La restitución que no alcanzó".
Posteriormente, aborda el devenir de las formas de organización en relación con la realidad viva de los trabajadores para pensar las
conquistas y límites de los movimientos obreros. Finalmente, los dos últimos apartados identifican, bajo la forma de digresiones, dos
dilemas transversales a los intereses y deseos del conjunto de las clases populares: "vivir mejor, vivir bien"; "combatir, domar o
erosionar al capital".

La restitución que no alcanzó


Néstor Kirchner (NK) llega al gobierno en mayo de 2003. Dos acciones políticas sobresalen: restituir y desagraviar, Verbos que
expresan lo novedoso de la irrupción del kirchnerismo en la politica argentina luego de casi tres décadas con abrumadora mayoría de
impulsos en sentido inverso. A modo de ejemplo: restituir la negociación colectiva y el salario mínimo vital y móvil; desagraviar
ordenando bajar el cuadro del genocida Videla del Colegio Militar o reparar con el pedido de perdón en nombre del Estado Nacional
por el terrorismo de Estado a las víctimas y a la sociedad argentina en su conjunto.
Durante aquellos primeros años la vuelta de los sindicatos, de la negociación colectiva y del conflicto laboral era festejada
como evidencia irrefutable de la ruptura con el pasado, lo que llevó a soslayar las persistencias que se expresaban, por ejemplo, en el
modo en que la desigualdad se instaló en el mundo del trabajo como síntoma de una estructura productiva desmembrada. En el
mismo sentido fueron minimizados las dificultades y los límites propios del sindicalismo para expresar el conjunto heterogéneo de
realidades del trabajo. Aun en el contexto de crecimiento económico con creación de empleo y de un gobierno, como lo expresara
tantas veces NK, que no sería neutral en conflictos que involucraran derechos de los trabajadores.
El empleo no registrado descendió desde el 48,5%, su pico máximo en 2003, hasta el 34% en 2010. Tras este descenso
significativo quedó prácticamente estancado hasta el 2015. Publicaciones elaboradas por el Ministerio de Trabajo nacional muestran
que la atención gubernamental sí estuvo puesta desde el principio en esta problemática y que a raíz de ello se implementaron
diversas medidas que lograron resultados destacables. Sobresalen dos nuevos regímenes laborales: el de trabajadores agrarios,
sancionado a fines de 2011, y el de trabajadores de casas particulares, en su mayoría mujeres, vigente desde marzo de 2013;
actividades ambas en las cuales se concentran muy elevados niveles de no registro y precarización del trabajo.

Cristina Fernández de Kirchner (CFK).


CFK asume la presidencia en diciembre de 2007 y gobierna durante dos mandatos consecutivos. Hacia 2009 se produce un
cambio en la caracterización del mundo del trabajo realmente.
Tras la estatización del sistema jubilatorio se implementa el Plan Ingreso Social con Trabajo (conocido como Argentina
Trabaja) que promovió la organización en cooperativas de trabajadores sin ingresos formales para realizar tareas de mantenimiento y
mejoras en la infraestructura de sus barrios y comunidades de pertenencia.
Sin pretender exhaustividad sobre las políticas vinculadas al trabajo, encaradas por las gestiones kirchneristas, me interesa
destacar dos grandes etapas. La primera apuesta fue poner en funcionamiento los resortes que otrora habían sido efectivos para el
conjunto. Se registraron logros muy significativos que ya hemos repasado, aunque una parte extensa de la realidad permaneció
relativamente ajena. El capitalismo creó una inmunidad nueva y en este sentido las formas previas de intervenir la relación entre
capital y trabajo desde el Estado se han vuelto parcialmente estériles. En la segunda etapa, en especial a partir del año 2009, la
intervención se dirigió directamente a brindar alguna cobertura a los hogares de los millones de trabajadores informales y pobres.
Sin embargo, una antinomia compleja entre los trabajadores del techo y los trabajadores del piso se instaló durante el final.
La ruptura entre el sindicalismo moyanista y el gobierno de CFK se inscribe en la antinomia antedicha pero se comprende por
el empobrecimiento del plano politico-ideológico que tiene lugar durante los últimos años del ciclo kirchnerista.
En los inicios del kirchnerismo, Hugo Moyano (HM) había sido reconocido como el dirigente sindical capaz de reunir dos
fuentes de legitimidad:
Líder callejero de la resistencia frente a la pobreza, la precarización y el desempleo que provocó el neoliberalismo en los
noventa
Dirigente peronista de un sindicato poderoso, con elevado poder de movilización. Gremio que, además, brindó cobertura
sindical a trabajadores tercerizados y de tan bajos salarios como los barrenderos, quienes habían quedado "a la intemperie" como
consecuencia de la tercerización, en los municipios más populosos, de la recolección de residuos y de la limpieza de calles.
Fue así como HM se convirtió en secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) a partir de 2005, y desde
allí ofició como un importante aliado del gobierno nacional. Sin embargo, a medida que se desarrollaban los años de gobierno de NK y,
luego de CFK, las reivindicaciones y principales demandas de la CGT tendieron a quedar restringidas a la representación de la parte de
la clase trabajadora registrada y convencionada. Por este motivo, la ruptura de Moyano con el gobierno se desencadena cuando CFK
desoye la exigencia de disminuir la carga tributaria impuesto a las ganancias) que afecta sobre todo al segmento de los empleados con
salarios más elevados.
Finalmente, HM terminó conduciendo la CGT más como líder camionero que como representante del conjunto de la clase
trabajadora corroída por la pobreza y la desigualdad social legadas por el neoliberalismo, con la consiguiente reducción del todo a la
parte.
La segunda cuestión que interfiere en la ruptura se relaciona con la delicada ecuación entre poder gremial y poder político.
Para CFK esta aspiración resultó una provocación intolerable que terminó de consumar el angostamiento de las bases de
sustentación popular de su gobierno

Las organizaciones l: el sindicalismo


La jerga sindical se había desvanecido, Actualmente es una escena mucho más usual en los lugares de trabajo la discusión
sobre lo negociado en cada paritaria y la realización de comparaciones con otros gremios que alcanzaron mejores o peores
condiciones. El sindicalismo recupero de este modo una mayor presencia cotidiana en los establecimientos y en la vida de los
trabajadores.
Antes de ahondar en el tiempo reciente resulta conveniente realizar una breve retrospectiva para identificar los
componentes más salientes del mundo sindical. Dos agrupamientos sindicales fueron los que encarnaron la resistencia a las políticas
neoliberales de los noventa, y pese a su desacuerdo sobre el modelo sindical, protagonizaron grandes acontecimientos en unidad de
acción como la Marcha Federal en 1994.
Nos referimos a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), fundada en 1992, fundamentalmente integrada por
sindicatos estatales y, a raíz de la caracterización "la nueva fábrica es el barrio".
Luego el Movimiento de Trabajadores de la Argentina (MTA) , disidencia al interior de la histórica CGT, constituido
formalmente en febrero de 1994, que logró combinar una crítica político-ideológica de fondo al neoliberalismo con una enorme
capacidad de movilización.
Otro sector sindical, el que hegemonizó la CGT durante la década de los noventa, se concentró en lo que la politóloga Victoria
"Murillo denominó como supervivencia organizativa, "basada en la defensa de sus privilegios organizacionales y la formación de
empresas sindicales surgidas de las reformas de mercado".
Mayoritariamente estos sectores sindicales funcionaron como una oposición abierta o agazapada al kirchnerismo.
Más allá de estas divisiones, con fundamentos muy nítidos vinculados al lugar del sindicalismo frente a las reformas
neoliberales previas, durante los años kirchneristas la mayoría del sindicalismo materializó avances para sus trabajadores y un
fortalecimiento económico de sus organizaciones. Los avances no sólo tuvieron que ver con la mejora del poder adquisitivo del salario
de los trabajadores registrados, sino que también aumentó la cobertura de la negociación colectiva. Es decir que el sindicalismo logró
expandirse.
Aquí nos detendremos en las consecuencias del desmantelamiento de la representación sindical en los lugares de trabajo. En
el siguiente apartado retomamos los límites del sindicalismo para representar al otro movimiento obrero".
El desmantelamiento de la organización gremial en los establecimientos empresários no es reciente, sino más bien un
objetivo cumplido por la última dictadura militar. Una encuesta realizada en el año 2005 (permitió constatar que en aproximadamente
el 86% de las empresas no existía ninguna instancia de representación directa de los trabajadores. Y que el 61% de los trabajadores se
desempeñaba en empresas que no tenían delegados gremiales.
La combinación de estructuras sindicales poderosas con una expandida organización gremial en los lugares de trabajo habia
habilitado, desde el primer peronismo, la gravitación de los trabajadores en la escena social y política del país. La coexistencia no
estuvo exenta de tensiones, incluso en muchos momentos produjo fuertes enfrentamientos al interior de la clase trabajadora. Sin
embargo, la efectividad del modelo sindical argentino residía en su doble fuente: simultáneamente estructuras poderosas y una
expandida organización en los lugares de trabajo.
En la práctica los delegados y las comisiones internas funcionan como figuras de contrapeso, evitan el cierre de los sindicatos,
llevan realidad viva del trabajo a los edificios y a los escritorios sindicales. Contrastan las negociaciones por arriba con las condiciones
de vida de trabajadores concretos. A su vez la acción sindical en cada establecimiento se fortalece con la acumulación lograda por los
sindicatos y se encauza en una estrategia de conjunto, evitando librar, en cada conflicto y fragmentariamente, "batallas finales" que
pudieran significar un retroceso para los trabajadores. Los delegados ejercen entonces una representación puntual pero con las
espaldas de una estructura sindical que condensa un proceso largo de acumulación popular.
Un equilibrio precario, una tensión productiva, cuyo sostenimiento garantizó conquistas sociales y fuerza transformadora, la
articulación virtuosa entre un sindicato con poder económico (traducido en clubes, hoteles, obras sociales, propuestas culturales y
educativas para los trabajadores y sus familias) con poder gremial (capacidad efectiva para la puja distributiva y para mejorar las
condiciones de trabajo) y, en consecuencia, poder político.
Se retoma en este texto de manera puntual, la caracterización que realiza Emilio Pérsico, referente del Movimiento Evita y de
la CTEP, sobre el actual mundo del trabajo:
“Decimos que la clase trabajadora está dividida en tres pedazos: la crema, la leche y el agua. La crema en una sociedad como
la nuestra es hasta el 20% de los trabajadores, trabajadores integrados. Son estos trabajadores que consumen, que compran dólares.
Después está otro sector que si es bastante más grande, que es la leche, que si es el sector de trabajadores no reconvertidos. Muchos
de la UOM, de textiles, no reconvertidos. Finalmente están los trabajadores de la economía popular “el agua”. Ejemplos: fábricas
recuperadas, cooperativas, los cartoneros... Un trabajador de los primeros cobra por encima de las veinte lucas, los otros estarán de
veinte a ocho, a siete, o a cinco, y después una gran masa de la economía popular, de trabajadores que son improductivos en términos
capitalistas, que tienen otro tipo de producción que es dificil de comprender para el capitalismo”
Es evidente que la "crema" se beneficio con el modelo de recuperación del empleo y de la negociación colectiva, aquel que
CFK referixen su discurso como el proyecto de pais. También es posible constatar el avance social del "agua" a costa del largo proceso
de organización que asumieron los trabajadores haciendo primero la fábrica en el barrio, piquetes en la ruta y luego organizándose
para la acumulación en el Estado, a través de cooperativas y proyectos económicos populares.
Mucho más complejo y errático ha sido el devenir de la "leche": los trabajadores precarizados, tercerizados, subcontratados,
eventuales. Por ejemplo, los trabajadores jóvenes que rotan indefinidamente entre trabajos inestables y mal remunerados: un local
de ropa, un shopping, un call center, una empresa de comidas rápidas o un supermercado. Los trabajadores de las cadenas, como se
define el colectivo activista chain workers. Pero lo cierto es que la "leche" abastece también el corazón de la producción.

Las organizaciones II: El otro movimiento obrero


En Argentina, como en otros países de la región, se constata un rechazo muy profundo a políticas como la AUH y, en mayor
medida, a Planes como el "Argentina Trabaja" o el "Ellas hacen". "Planero" es la clasificación que vino a reemplazar a "piquetero",
"negro" o la más antigua "cabecita negra". También se utiliza la expresión "negros planeros".
Durante los primeros años del kirchnerismo esta reacción permaneció difusa y desarticulada pero fue creciendo y arraigando
socialmente. Así como durante la década del noventa los discursos dominantes ensayaron diversas formas de enfrentar el par
incluidos-excluidos con el objetivo de, en primer término, implementar reformas de flexibilización laboral (incluidos privilegiados),
luego, con la permanencia de tasas elevadas de desempleo el objetivo fue responsabilizar individualmente a los desocupados por no
conseguir trabajo (excluidos obsoletos) para, finalmente, con la organización del sujeto piquetero, estigmatizarlos y reprimirlos
(excluidos violentos) . Durante los últimos años del kirchnerismo, como reacción a su política social y al crecimiento de organizaciones
territoriales, fue construyéndose la antinomia de "trabajadores que se rompen el lomo-planeros que viven del Estado". Un intenso
murmullo social nos permite retomar los términos en los que son definidos: "Los que reciben planes, vagos, quieren vivir de arriba,
vivir de 'nosotros' que trabajamos y pagamos nuestros impuestos".
La CTEP fue creada en el año 2010. En un principio, estos trabajadores quisieron constituir un sindicato nacional e integrarse
a la CGT. La negativa de la CGT impidió que su incorporación prosperara en aquel entonces.Expresaban compromiso con la realidad de
estos "sectores empobrecidos", en muchos casos se los llamaba "hermanos" pero no los representaban como trabajadores en sentido
estricto, eran grupos a los que la CGT debía ayudar pero que no integraban el mismo "nosotros"; mayormente no se los reconocía
como un sector organizado.
La discusión sobre el carácter coyuntural o estructural de la crisis del empleo continúa vigente y es motivo de fuertes
controversias, produce dilemas y ambigüedades que condicionan tanto el accionar sindical como la definición de política pública. Un
vaivén argumentativo entre ambas posiciones es la antesala de la definición de políticas tales como la AUH o el Argentina Trabaja. En
el mismo discurso de lanzamiento de este último, CFK oscilaba entre la definición del proyecto de pais", de un lado, y estas políticas
para los núcleos de pobreza. A continuación desarrollaba posibles esquemas de financiamiento para la AUH sosteniendo que luego de
confirmar si existian los fondos para financiarla, recién sería posible pensar "si es más conveniente la asignación universal, si esto no
precariza al trabajador, si no crea un mundo dividido, independientemente de la discusión, lo primero que tenemos que saber es que
recursos vamos a necesitar".
Actualmente, la CTEP está organizada en ocho ramas: cartoneros, indumentaria, campesina, motoqueros, vendedores ambu
lantes, programas sociales, artesanos y feriantes.
El mundo sindical parece estar ensanchándose, con muchos más trabajadores adentro, bajo tres estructuras gremiales: CGT,
CTEP y CTA.
Sobre el final del gobierno de CFK quedó claro que las organizaciones del otro movimiento obrero tendieron a quedar
"atrapadas" en el Ministerio de Desarrollo Social. Reconocidos como sujetos organizados ya no serían los asistidos" pero su condición
de pobres solaparia la de trabajadores. El 9 de diciembre de 2015, un día antes de la entrega del mando al nuevo presidente Mauricio
Macri (MM), el gobierno de CFK tuvo el propósito de aprobar a través de una resolución del Ministerio de Trabajo, el otorgamiento de
la personeria social a la CTEP . Una institucionalidad débil (en comparación con la personeria gremial exigida por la propia
organización) que de todas formas significaba para la CTEP un punto de acumulación, a mitad de camino, en el trayecto de pobres a
trabajadores.
Sus intervenciones combinan tres grandes ideas-fuerza: una mirada miserabilista sobre los trabajadores aludidos, que
focaliza más fuertemente en la descomposición que en la recomposición social, luego un recorte sobre la peligrosidad de los jóvenes
ni-ni y finalmente promueve una acción de salvación (con la maestra, el cura, el pastor, el Estado compensador).
Hasta el momento es posible afirmar que el macrismo, algo desorientado con la expansión de la movilización social y los
acuerdos políticos que posibilita, no ha intentado un tipo de ajuste clásico de reducción directa de los costos de la política social. Pero
es difícil que pueda estabilizar un nuevo poder si no logra avances respecto de este mandato de "regresar a los pobres al lugar del que
nunca deberían haber salido": beneficiarios de la politica social. Es este el sentido crucial y más novedoso de la editorial de Pagni
llamado Politica y Pobreza. Intervenir en la dicotomia asistido-organizado para que los "pobres" vuelvan a comportarse como asistidos
y no como un sujeto político.

Primera digresión a propósito del consumo: ¿vivir mejor o vivir bien?


La expansión de la demanda interna aumentando el poder de compra de las clases populares ha sido un denominador común
de muchos de los gobiernos heterodoxos que gobernaron la región en los últimos 10/15 años. Con estas experiencias América Latina
creó una estrategia de desconexión frente a la austeridad que impartían los gobiernos europeos mientras descargaban el ajuste sobre
los países más débiles de la Unión Europea y sobre el conjunto de los trabajadores. Ese proceso que Anderson calificó como de
"excepción global inició su fase descendente.
La condición de posibilidad que permitió el aumento del consumo no residió únicamente en la voluntad política y en la
organización popular nacida de las diversas resistencias al neoliberalismo. Una condición paradojal de coyuntura global habilito
recursos para financiar el proceso distributivo en una ecuación de suma positiva del tipo "ganan todos": el denominado boom de los
commodities vinculado con actividades extractivas.
La paradoja residió en que la mayor disponibilidad de recursos que se volcó hacia los sectores populares agravo el persistente
problema de las estructuras productivas desequilibradas problema que profundizó la asimetria entre poder agropecuario y poder
industrial.
Es interesante diferenciar cierta singularidad del proceso nacional que combinó consumo popular largamente postergado,
con un "consumismo de tipo capitalista" como el que alude Anderson, pero que también produjo inversiones en determinados bienes
públicos (como la mejora sustancial de la infraestructura educativa, la extensión de la red de agua potable y de cloacas, la duplicación
de kilómetros de autopistas/autovías y en general la fuerte extensión de caminos, entre otras). Finalmente, es igualmente cierto que
la falta de vivienda, la desigualdad en el acceso a la salud y un transporte público deficiente continuaron siendo problemas para las
grandes mayorías trabajadoras de Argentina. Queda, sin embargo, pendiente el balance de esta ecuación.
"Los trabajadores tenemos que vivir bien, no mejor. Porque vivir mejor no tiene fin y por eso no puede ser un parámetro que
incluya a los 40 millones", sostiene Emilio Pérsico, sintonizando con la perspectiva comunitarista de movimientos bolivianos.
Cada vez más movimientos y organizaciones populares definen el consumismo como una barrera cultural para potenciar
procesos de mayor igualdad social. Y en este marco se consolida el cuestionamiento a un neo-desarrollismo, que muchas veces logra
filtrarse en el ideario de gobiernos nacional-populares, creando un bienestar que no transforma las condiciones estructurales de vida
de los trabajadores.

Segunda digresión sobre las luchas populares: ¿combatir, domar o erosionar al capital?
En un articulo reciente Erik Olin Wright define cuatro formas históricas de lucha anticapitalista a través de los siguientes
verbos políticos: destruir, domar, escapar y erosionar el capitalismo.
● - Destruir: remite a la tradición revolucionaria inspirada fundamentalmente en los escritos de Marx y Lenin, y las
revoluciones comunistas del siglo XX: construir un mundo nuevo sobre las cenizas del viejo. Estas experiencias no
solo perdieron vigencia sino que pusieron de manifiesto los límites de las rupturas sistémicas.
● - "Domar": refiere a las experiencias de las socialdemocracias europeas vigentes durante la denominada "Edad de
Oro" del capitalismo. Proyectos que buscaron contrarrestar los peores efectos del capitalismo con regulación y
redistribución. Sin embargo, la globalización neoliberal logró neutralizar durante las últimas décadas la efectividad
construida por las instituciones del bienestar social desatando una nueva voracidad. Lo que pondria de manifiesto la
dificultad para sostener la estrategia de domesticación en el largo plazo. "
● - Escapar: abordada con cierto desgano por el autor, se expresa en especial en microalternativas y en la creación de
entornos protegidos de las lógicas de dominación del capitalismo, mercados del trueque y experiencias de
cooperativismo social son algunas de las experiencias concretas, des estimadas por su carácter individualista y débil.
● - Erosionar" se basa en la siguiente idea: los sistemas económicos son mezclas complejas de muchos tipos diferentes
de estructuras económicas y relaciones sociales. La lógica de producción capitalista se combina con otras no
capitalistas. Lo que habilita la creación de alternativas de relaciones económicas más democráticas e igualitarias en
las grietas del sistema "hasta el punto de que estas formas puedan extenderse y desplazar al modo capitalista de su
papel dominante". "Erosionar" es una acción que se desarrolla por tendencia y no por ruptura. Las propuestas de
política prefigurativa, crear instituciones anticipadoras como experimentos viables que podrían eventualmente
reemplazar la estructura dominante de la sociedad.
Exponentes de la CTEP, también define que la acción de erosionar tiene que ser parte de la nueva estrategia de los
trabajadores: "Hoy tenemos un problema, estamos convencidos de que esta idea del crecimiento económico, esta idea de la
industrialización, esta idea del consumo, esta idea de la repartija del producto bruto entre los trabajadores no resuelve el problema de
la justicia social, muchas veces lo empeora (...). Porque las recetas anteriores estaban para un capitalismo que hoy no existe. Hay que
construir un modelo alternativo nuevo. Nosotros acá en Argentina decimos que hay que construir dos procesos económicos
diferentes, y empezamos a hablar de una teoria nueva también, que no es destruir el capitalismo sino erosionar el capitalismo, porque
hoy no lo podemos destruir. Siempre hubo intentos de lucha, de combatir al capital. Sin embargo, hoy nadie quiere combatir al
capital. Hoy quieren atraer al capital. Incluso en nuestro proyecto no está la idea de combatir al capital. Tenemos esta otra idea que es
erosionarlo.

A modo de cierre
El 2016 puede ser definido como un año de fuerte densidad de movilizaciones populares. Por un lado, la proliferación de
conflictos puntuales a raíz de despidos y otras formas de vulneración de derechos laborales que alcanzaron una adhesión significativa
y visibilidad social. Por otro lado, se desplegaron movilizaciones de enorme masividad que dejaron al descubierto singularidades
sociales sustantivas, por las organizaciones participantes, por los espacios y repertorios de lucha, las consignas, subjetividades
políticas, incluso fisonomías y pertenencias sociales: la del 24 de marzo, la conmemoración del 1° de mayo, la movilización del 7 de
agosto, y la del Colectivo Ni una Menos del 19 de octubre.
La movilización del 24 de marzo, por la Memoria, la Verdad y la Justicia, con los organismos de derechos humanos
desbordados por el número y el bullicio de las columnas pertenecientes a organizaciones juveniles, sindicales, territoriales, culturales,
convirtiéndose además en la movilización más intergeneracional dada la enorme participación de grupos familiares completos. La
conmemoración del 10 de mayo: la manifestación de las estructuras sindicales. Funcionó como una rotunda demostración de fuerza:
federal, ordenada, sin improvisaciones, con los conductores en el palco, las banderas y las grandes columnas. Con una impronta
masculina y una cierta ostentación de masculinidad. Esta vez con una considerable unidad de acción entre los agrupamientos de las
CGT y de la CTA.
La Confederación de Trabajadores de la Economia Popular, la CTEP, fue la protagonista. La jornada del 19 de octubre se
desencadenó condenando la violación y asesinato de Lucía Pérez, una adolescente de 16 años. Fue convocada por el colectivo Ni una
menos. La jornada se inicio con una medida inédita: un paro de actividades de las mujeres trabajadoras, que se extendió por una hora
en los lugares de trabajo y puso de manifiesto otra fuente de desigualdades estructurales del mundo del trabajo: la de ingresos y
condiciones de trabajo entre hombres y mujeres. Y posteriormente culminó con una manifestación protagonizada por mujeres
mayormente vestidas de negro, en duelo por el femicidio, con pocas banderas y bajo miles de paraguas durante una jornada
inolvidable.
Estas movilizaciones fueron reconocidas socialmente, es decir que fueron acontecimientos con gravitación política, pero
fundamentalmente se vieron entre si.
El 2017 suma la convergencia entre el Colectivo "Ni una menos" que convocó a un paro para el 8 de marzo, por el Dia
Internacional de la Mujer Trabajadora y exigió el apoyo de las centrales sindicales.
El apoyo del conjunto de las organizaciones de los movimientos obreros (CGT, CTEP y CTA) no se hizo esperar. Esta
convergencia es un indicio más del despliegue de fuerzas sociales que tiene lugar en nuestro país y de los reacomodamientos,
mestizajes, articulaciones y posicionamientos en un año, el 2017, con elecciones nacionales de medio término y un contexto
internacional que Nancy Fraser caracteriza con lucidez como "el ocaso del neoliberalismo progresista"
Finalmente cabe destacar que la proliferación y el sostenimiento de conflictos puntuales, las grandes movilizaciones y los
procesos de articulación de sujetos mostraron cierta efectividad, al menos en dos sentidos:
1. Por un lado, provocaron ciertas aperturas en el plano politico partidario que en sus inicios pareció mucho más proclive a
adaptarse al nuevo escenario y negociar con el macrismo,
2. En segundo lugar, los movimientos obreros organizados pudieron sostener-con movilización callejera, articulación y
acuerdos parlamentarios-dos reivindicaciones: la sanción de la Ley de Emergencia Social y la reforma del impuesto a las ganancias. Por
último, hasta el momento (marzo de 2017) mostraron capacidad para obstruir las reformas de flexibilización laboral.
13-Nicole Mencacci e Yves Schwartz
TRAYECTORIAS Y USOS DE SI-
1-Filosofia del oficio
NM: Uno delos modos de abordar la ergología es hacer un primer abordaje histórico, bajo la modalidad de trayectoria, lo que
permite comprender cómo usted fue llevado progresivamente a construir un cierto número de conceptos, a desarrollar temáticas
relativamente nuevas, a crear una perspectiva o enfoque diferente.
YS: Salí de la escuela en 1968, poco años más tarde le pedí a canguilhem que acepte ser director de mi tesis. Antes de relatar mi
trayectoria me gustaría aclarar un aspecto: se es menos filósofo que aprendiz de filosofía. Me parece que no se puede ser filoso sin
estar siempre interrogándose, por lo tanto en una inestabilidad permanente. En cuanto a mi, me opongo a que se aplique la etiqueta
de filoso.

2-Trayectoria y dirección a la ergología


NM: ¿Qué lo llevo a interesarse por las situaciones de trabajo en relación al campo filosófico? ¿Eso no es muy frecuente,
verdad?
YS : no es muy habitual, lo que puedo decir es que el enfoque ergológico, cuyas primeras concretizaciones aparecieron en los
inicios de los 80.
Primero, una iniciativa se liga a la trayectoria de todo aprendizaje filosófico, y que paso a tener forma particular, cuando
comencé a plantearme sobre el oficio que yo debía seguir, de profesión, me hizo interrogarme ¿Qué significa la profesión de asistente
de filosofía en la universidad? Esa es siempre una cuestión fundamental: en el ejercicio profesional, creo que la cuestión de que
hacemos como académicos, en esa profesión de fabricantes de conceptos, se presenta siemre siendo insuficiente.
NM: ¿y cómo encontró la cuestión del trabajo?
YS: encontré la cuestión del trabajo a través de un área particular de la historia de las ciencias, después de la historia de las
técnicas, que es la termodinámica. Y todo el contexto en que se desarrollo la teoría, es decir el mundo del trabajo .Es fue mi primer
encuentro, extraordinario con el trabajo a través de la historia de las técnicas.
El otro encuentro se debió a que, en la atmosfera post 68, tuve la impresión de que muchas cosas no funcionaban entre el
mundo del trabajo y el mundo del saber, y de ahí me interese por la pedagogía de las ciencias. Quería comprender como podían ser
presentados conceptos tan complicados como los de termodinámica.

Trabajo y “uso de si”


YS: Para llegar al concepto de uso de si es necesario precisar algo más sobre “el dispositivo para pensar”. Que
Implementamos a partir de los 80. Al inicio de esos años hubo transformaciones, mutaciones de trabajo, donde se paso de una época
de producción taylorista a un universo productivo que se transforma. A partir de ahí numerosos actores comenzaron a hablar del fin
del trabajo, nosotros dijimos que quizás tenga algo de verdad ese discursos, pero que no había elementos para valorar
apropiadamente lo que se transformaba en el trabajo. Para comprenderlo se puede pasar por la parte de arriba, es decir lo que dicen
los jefes, los ejecutivos, los ingenieros. Pero también es necesario que nosotros instauremos otra relación con las personas que
“trabajan”, en todos los niveles, desde el más alto al más bajo, todos trabajan.
Se construyo un dispositivo muy modesto que se convirtió en el departamento de Ergología, donde fueron auxiliados por la
experiencia de los ergónomos. Así también los ergónomos tienen diversidad de preocupaciones, deben luchar para construir un oficio,
tratando de crear oportunidades de relaciones, deben exhibir garantías de profesionalización. La dimensión conceptual,
antropológica, filosófica, epistemológica de aquello en que se va a convertir la ergología, debe ser nutrida por una rigurosa
investigación ergonómica.
La ergología tiene algo que decir: 1. Cualquiera sea la situación siempre hay algo, un desvío, de lo que alguien se propuso o
decidió hacer. El trabajo no es jamás pura ejecución, eso es fundamentalmente universal, y 2. Si es universal ese desvió, jamás podrá
ser anticipable, jamás será perfectamente descriptible.

Valores sin dimensión


YS: hay valores que nos llevan a realizar algo más allá de lo que se prescribió, por ejemplo el de la productividad, pero
también hay otros valores sin dimensión, que no pueden ser definidos de manera estable y precisas (salud, justicia, bienestar,
etc).Vivir exactamente para reproducir no es vivir, cada ser vivo trata de no ser un juguete del medio.
NM: me hace acordar a que existe esta idea de negativita que es la capacidad de todo humana de frustrar con sus propios
recursos, las estrategias de las que él se siente objeto. Y eso me recuerda a la astusia cuando se usa la persona hace uso de si para
negociar, para reinventar un modo de existir.
YS: Me resisto un poco a hablar de astucias, ya que hay ahí algo de darse a sí mismo normas que no sean aquellas que le dio
el medio. Pero no es solamente eso, ya que existen también lagunas de normas, porque las normas jamás pueden anticipar todas las
ocurrencias en una situación, no se trata de actuar con astucia, se trata de normalizar cuando no hay norma.

Renormalizar
Para que ese trabajo se pueda operar en condiciones económicamente satisfactorias es preciso que haya una presión de la
persona sobre ella misma, lo que llamo el “uso de si por si”
Eso quiere decir que me voy a presionar a mi mismo: mi memoria, mi inteligencia, mi cuerpo. En algún punto será costoso
para mí presionarme pero al mismo tiempo es una manera de experimentarse como recurso. Y me voy a presionar de la manera en
que los otros me transmitieron, para responder frente a situaciones comparables o no.., todo depende de la historia.
El trabajo es siempre esa ambigüedad entre el uso de si por si y el uso de si por los otros.
En el uso de si por si es la persona la que reinventa una cierta manera de ser, de vivir, de sobrevivir, de sobrevivir con los
otros.

Debates de normas y “normas antecedentes”


YS: cuando se habla de debate usando lo que se llama normas antecedente, eso es mucho más amplio que el concepto de
trabajo prescripto, el trabajo prescripto jamás es suficiente , siempre hay renormalizaciones, permanentemente, el trabajo siempre es
debate de normas entre las normas antecedentes.
Las normas antecedentes son lo que preexiste antes de entrar a un lugar de trabajo, se puede decir que entre las normas
antecedentes hay normas de grupo.
Todo lo que hago en el momento en que yo, con mis propios antecedentes, mis propias relaciones con ese universo de
normas antecedentes entro en el lugar del trabajo, es a eso que llamo uso de si por si. (renormalización)
El debate de normas es un arbitraje, yo arbitro entre, el uso de si por los otros-normas antecedentes- con el uso de si por si-
formas en que puedo hacer mías esas normas antecedentes- renormalizaciónes.
Normas, valores y evaluación
Siempre que debato sobre que norma utilizar, como y de qué manera utilizarla, estoy poniendo en juego mis valores, los
cuales hacen finalmente conducirnos a tal norma o a tal otra.
Un mundo de valores por detrás de las normas de debate
Las renormalizaciones, como resultado del debate de normas, manifiestan una traducción: hacer eso y no aquello. Por eso es
preciso distinguir entre norma y valor.
Las normas resultan en acciones obsérvales, indiscutiblemente ellas tienden a dirigirse a valores, no hay norma que no se
ligue a valores. A su vez no hay universo estable de valores en donde constantemente se están redefiniendo y rejerarquizando.
Metodología
Se trabaja con LOS GRUPOS DE TRABAJO que a través del resultado de los debates de normas, y por lo tanto de
renormalizaciones, procuran desdoblar esa relación de los valores o de ese trabajo de evaluación que para por todos nosotros. Para
instruir sobre esos trabajos para ver lo que se llamaría una reserva de alternativas, es decir una reserva de hacer de otra manera, pero
si se cierran esas alternativas, si no se intentan desdoblar parcialmente esos valores, entonces no se procura una aproximación a la
actividad real que se procura transformar las cosas.
Formar significa dos cosas:-Colocar a disposición y en circulación, saberes de diferentes tipos, los que están codificados, y por
otro lado saberes adquiridos en relación a situaciones concretas de trabajo y modos de vida.

También podría gustarte