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TP N° 2

EL MUNDO DEL TRABAJO EN PERSPECTIVA: DEL NEOLIBERALISMO A LA ACTUALIDAD

Como hemos visto a lo largo de la materia, el trabajo constituye una experiencia fundamental
para muchísimas personas. No sólo porque es a través de él que la mayoría de la sociedad
obtiene los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades vitales, sino también porque el
trabajo constituye un gran organizador de la vida diaria, y las trayectorias de cada persona en
el mercado laboral marcan fuertemente los recorridos biográficos de los trabajadores y sus
familias. También, porque el trabajo puede ser un importante terreno de experimentación y
aprendizaje de derechos sociales y laborales y, vinculado con ello, de organización política.

Pero las experiencias que solemos englobar en la idea de “trabajo” pueden ser muy diversas.
Ser un trabajador o una trabajadora, tener un empleo, puede significar cosas muy diferentes
según el momento histórico, o el sector de la economía, o la región del país; o según se trate
de jóvenes o de adultos, de mujeres o de varones, de mujeres con o sin hijos. Y tanto la

dinámica de la economía (períodos de crecimiento o de recesión, diferentes modelos de


acumulación) como el rol ejercido por el Estado en la regulación o desregulación de las
relaciones laborales y la definición o restricción de protecciones sociales inciden fuertemente
en el carácter.

Considerando el período estudiado en la materia, si comparamos el período

correspondiente al modelo neoliberal (y en particular a su última etapa, la correspondiente al


régimen de convertibilidad -1991-2001) con aquel que comienza en 2003 y se extiende hasta el
presente, es posible observar fuertes contrastes en la dinámica del mercado de trabajo, en las
condiciones del empleo, en la estructuración de las relaciones entre empresarios y
trabajadores y en las trayectorias laborales. Al mismo tiempo, y tal como lo señalan distintos
autores, esos contrastes no deben ocultar la existencia de ciertas continuidades entre los
períodos (como la persistencia de niveles importantes de trabajo en negro o de asimetrías
entre los ingresos de

varones y mujeres, entre otras), que también es preciso identificar.

El objetivo de este trabajo práctico es realizar una comparación de la situación del trabajo en
los dos períodos mencionados, centrándose para ello algún aspecto de la dinámica del mundo
del trabajo. Para esto, se considerarán cuatro ejes posibles:

1. Las trayectorias laborales: la comparación de las “historias laborales” de distintas personas


en ambos períodos, describiendo los diferentes empleos por los que pasaron, los puestos
ocupados (las tareas realizadas), el tipo de contratación, los beneficios a los que accedían en
cada uno de ellos, etc.
2. La situación de las mujeres en el mercado de trabajo: considerando que los años ’90
estuvieron marcados –entre otras características- por un aumento de la participación laboral
femenina, se buscará describir los rasgos más importantes de las inserciones laborales de las
mujeres en esa década, comparándolas con las actuales.

3. La situación de los jóvenes en el mercado de trabajo: los jóvenes suelen ser uno de los
eslabones más débiles del mercado de trabajo, donde tanto el desempleo como el empleo no
registrado tienen mayor incidencia. A partir de las historias laborales de jóvenes de distintas
generaciones se buscará describir la situación laboral de los jóvenes en ambos períodos.

4. Las experiencias de organización y movilización sindical: uno de los rasgos que más suelen
destacarse respecto de la última década es la vitalización de las organizaciones sindicales, en
relación con lo ocurrido en el decenio anterior. A partir del análisis de casos particulares (por
ejemplo, la experiencia de algunas comisiones internas o sindicatos) o sectoriales (para un
sector o rama de actividad), o de la comparación general entre períodos, se buscará dar cuenta
de los cambios en el plano de las relaciones laborales.

En términos de Del Cueto y Luzzi (2008) la creciente “fragmentación social” de la estructura


social implicó la profundización de las distancias entre los grupos sociales, el crecimiento de la
heterogeneidad en el interior de cada clase. Sumado a ello, el aumento de la pobreza, el
deterioro general de las condiciones de trabajo y la ampliación de la brecha existente entre los
sectores de mayores y menores ingresos. De este modo, se hicieron visibles las principales
transformaciones en la estructura social que hasta entonces eran desconocidas en el país: el
empobrecimiento de las clases medias. Para las mencionadas autoras, esta “fragmentación” se
expresó, además, en diversos fenómenos vinculados a la segregación urbana, una mayor
diferenciación en los servicios educativos, diversificación de consumos, prácticas y circuitos
culturales (Del Cueto, Luzzi, 2008). 

   En el marco de estas transformaciones, las investigaciones en ciencias sociales se


concentraron en indagar sobre las nuevas formas de sociabilidad, los consumos y los estilos de
vidas de los sectores medios en ascenso -los ganadores- y cómo ello se articuló con el proceso
de suburbanización que comenzó a extenderse en el país a partir de 1989. En términos de Del
Cueto y Luzzi (2008) la segregación espacial, a través de la proliferación de countries y barrios
cerrados, ponen en evidencia la desarticulación de las formas de sociabilidad y los modelos de
socialización propios de la cultura, relativamente más igualitaria, que había caracterizado a
Argentina en el pasado. 

  Con posterioridad, la crisis que se estableció en el país entre 1999 y 2001 intensificó “el
sentimiento de incertidumbre” y “la sensación de vulnerabilidad personal y familiar”. (Del
Cueto, Luzzi, 2008). Los estudios de Arizaga (2004) revelan que ante esta situación crítica se
desplegaron “nuevas estrategias de supervivencia” por parte de las familias que residían en las
urbanizaciones cerradas tales como “no pagar expensas”, “alquilar la casa durante el verano” o
el pase a establecimientos educativos más económicos para sus hijos, como formas de
mantener el status. A partir del 2002, y frente a los saqueos de diciembre, se estableció lo que
en términos de Svampa (2006) se definió como el “Gran Miedo” que ante el temor a la
invasión implicó reforzar las normas de seguridad y la organización de planes de evacuación al
interior de las urbanizaciones. 

   Hacía el 2003, se establece lo que Svampa define como la consolidación de la brecha urbana.
De este modo, las urbanizaciones cerradas experimentaron un crecimiento sostenido en tanto
que: por un lado, fueron acompañadas de una reactivación económica. Por el otro, cobró
importancia el accionar de los desarrolladores, publicistas y agentes inmobiliarios que
promocionaban las ventajas de residir en estos emprendimientos (Del Cueto-Luzzi, 2008). Uno
de los rasgos centrales que se inicia en esta etapa es para Svampa (2006) la intensificación de
la búsqueda de seguridad que presenta ciertas diferencias con las anteriores en los que se
privilegiaba un estilo de vida vinculado a la “evocación del verde” o vinculado al “ideal de la
microcomunidad”.

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