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LICENCI ATUR A EN DER ECHO

Disposiciones Generales de la Constitución y


Relaciones Estado Iglesia

Disposiciones generales de la Constitución

(1) Constitución mexicana en sistema Braille

Incompatibilidad del ejercicio simultáneo de cargo de elección popular

En México, para evitar la concentración del poder y el desarrollo inadecuado de las


funciones gubernamentales, se establece, en el artículo 125 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, un sistema de incompatibilidades que
tiene como finalidad: a) defender y garantizar el interés público en la actuación de las
autoridades; b) que los servidores públicos se dediquen a sus cargos y a sus
exigencias, y c) ordenar el mercado de trabajo (Márquez, 2016: 435). Este sistema
implica que ningún individuo puede desempeñar a la vez dos cargos federales de
elección popular ni uno de la Federación y otro de una entidad federativa que sean
también de elección; sin embargo, el nombrado puede elegir entre ambos el que
quiera desempeñar.

En esta prohibición subyace latente, como señala Daniel Márquez, “un conflicto de
intereses puesto que se puede presentar la eventualidad de que los dos cargos que
detenta un agente de la administración entren en colisión en la gestión cotidiana de los
negocios públicos” (2016: 136). De esta forma, el servidor público podría verse
obligado a decidir sobre los intereses en conflicto en detrimento de uno de los cargos
que detenta. Por ello, la ratio iuris de las incompatibilidades contenidas en el artículo
125 de la norma fundamental es “tutelar el derecho ciudadano a un gobierno y a una
administración pública ordenada, eficiente y eficaz, evitando de esta forma la
indeseable concentración del poder y el conflicto de intereses que eventualmente
pueda presentarse por el ejercicio simultáneo de dos o más cargos públicos” (Márquez,
2016: 136.

1
Prohibición de pagos no presupuestados

Uno de los artículos que no ha sido modificado desde la publicación de la Constitución


de 1917 es el artículo 126 que señala que no puede “hacerse pago alguno que no
esté comprendido en el Presupuesto o determinado por la ley posterior”. De este
precepto se desprende el principio de legalidad en materia presupuestaria, cuyo
objetivo es “sujetar a control el gasto público realizado por los diferentes niveles de
gobierno”. Como señala Miguel Carbonell, este artículo constitucional “por una parte,
autoriza, como lo hacen otros preceptos, que sean el presupuesto o una ley las normas
indicadas para determinar los pagos que debe hacer el Estado [y por otro lado] excluye
a cualquier otra fuente del derecho de la posibilidad de llevar a cabo dicha
determinación” (2007: 782). De esta forma, se racionaliza el sistema de gasto del
Estado, que de otra manera podría convertirse en una fuente de pagos sin
justificación, sin fundamento y sin sentido.

Remuneración económica de los servidores públicos

El artículo 127 constitucional incluye la garantía de remuneración de “Los


servidores públicos de la Federación, de las entidades federativas, de los Municipios y
de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, de sus entidades y
dependencias, así como de sus administraciones paraestatales y paramunicipales,
fideicomisos públicos, instituciones y organismos autónomos, y cualquier otro ente
público” (CPEUM, art. 127).
Esta garantía implica que dichos servidores públicos deben recibir “una remuneración
adecuada e irrenunciable por el desempeño de su función, empleo, cargo o comisión,
que debe ser proporcional a sus responsabilidades” (CPEUM, art. 127). Con este
precepto se busca cambiar la percepción que sobre las remuneraciones que perciben
los servidores públicos se tiene en la sociedad y evitar, así, que se piense que éstas se
fijan de manera arbitraria y excesiva.

Es conveniente señalar que las remuneraciones que reciben los servidores públicos se
determinan anual y equitativamente en el presupuesto de egresos y que se considera
remuneración o retribución “toda percepción en efectivo o en especie, incluyendo
dietas, aguinaldos, gratificaciones, premios, recompensas, bonos, estímulos,
comisiones, compensaciones y cualquier otra, con excepción de los apoyos y los gastos
sujetos a comprobación que sean propios del desarrollo del trabajo y los gastos de
viaje en actividades oficiales” (CPEUM, art. 127).

Además, de acuerdo con lo señalado por el artículo 127 de la Constitución:

Ningún servidor público podrá tener una remuneración igual o mayor que su
superior jerárquico; salvo que el excedente sea consecuencia del desempeño de
varios empleos públicos, que su remuneración sea producto de las condiciones
generales de trabajo, derivado de un trabajo técnico calificado o por especialización
en su función, la suma de dichas retribuciones no deberá exceder la mitad de la
remuneración establecida para el Presidente de la República en el presupuesto
correspondiente. […] No se concederán jubilaciones, pensiones o haberes de retiro,
ni liquidaciones por servicios prestados, como tampoco préstamos o créditos, sin
que éstas se encuentren asignadas por la ley, decreto legislativo, contrato colectivo
o condiciones generales de trabajo. Estos conceptos no formarán parte de la
remuneración. Quedan excluidos los servicios de seguridad que requieran los
servidores públicos por razón del cargo desempeñado.

2
El artículo 127 señala, además, que “Las remuneraciones y sus tabuladores serán
públicos, y deberán especificar y diferenciar la totalidad de sus elementos fijos y
variables tanto en efectivo como en especie”.

Salarios máximos con relación al Presidente de la República

Como señala Raúl Contreras Bustamante (2016: 224-225), hace algunos años se
detectó que, en el ámbito federal, las percepciones de los ministros de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, de algunos directores de empresas paraestatales y otros
servidores, eran mayores a las del propio Presidente de la República. Ante esta
situación, en el año 2009 se consideró conveniente reformar el texto constitucional a
fin de establecer como referencia máxima de las remuneraciones de los servidores
públicos el monto de las percepciones que recibe el Presidente de la República.
Es por esta razón que actualmente la fracción II del artículo 127 constitucional
señala que ningún servidor público podrá recibir remuneración por el desempeño de su
función, empleo, cargo o comisión, mayor a la establecida para el Presidente de la
República en el presupuesto correspondiente.

Con esta disposición se pretende que las percepciones de los servidores públicos de
cualquiera de los niveles de gobierno “tengan proporcionalidad con el nivel de
responsabilidad que detenten, y sean congruentes con el nivel salarial que el Congreso
asigne al Titular del Poder Ejecutivo, como punto de referencia, como cargo de mayor
jerarquía y responsabilidad del país” (Contreras, 2016: 224-225).

Obligación de rendir protesta al asumir los cargos

El artículo 128 constitucional señala que “Todo funcionario público, sin excepción
alguna, antes de tomar posesión de su encargo, prestará la protesta de guardar la
Constitución y las leyes que de ella emanen”. Este precepto tiene su origen remoto en
una visión religiosa del Estado, pues anteriormente se juraba por Dios o ante la Biblia
u otro ordenamiento sagrado; sin embargo, debido a los acontecimientos históricos del
país que caracterizaron la separación entre el Estado y la Iglesia, esta formalidad se
secularizó. El mandato constitucional, por tanto, supone un acto de adhesión
constitucional en el que se incluyen también las leyes, pero no sólo las federales, sino
también las locales, pues unas y otras emanan del texto constitucional (Carbonell,
2007: 788-789).

(2) Toma de protesta de funcionarios de Secretaría de Salud, en Oaxaca

3
Funciones y comandancias militares en tiempo de paz

El artículo 129 constitucional señala, en su primera parte, que “En tiempo de paz,
ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta
conexión con la disciplina militar”. Esta disposición de la norma fundamental establece
una norma prohibitiva que determina un claro límite a las actividades que pueden
llevar a cabo las autoridades militares en tiempos de paz. Por su parte, la segunda
parte de este precepto señala que “Solamente habrá Comandancias Militares fijas y
permanentes en los castillos, fortalezas y almacenes que dependan inmediatamente
del Gobierno de la Unión; o en los campamentos, cuarteles o depósitos que, fuera de
las poblaciones, estableciere para la estación de las tropas”. Esta parte del artículo se
refiere a la ubicación de las dependencias militares y guarda una relación estrecha con
el artículo 132 constitucional (Carbonell, 2007: 792-794).

Jurisdicción sobre los inmuebles destinados a servidores públicos


federales

El artículo 132 de la Constitución indica que “Los fuertes, los cuarteles, almacenes
de depósito y demás bienes inmuebles destinados por el Gobierno de la Unión al
servicio público o al uso común”, están sujetos a la jurisdicción de los Poderes
Federales. Este precepto no ha sido modificado desde su publicación en la
Constitución de 1917 y, precisamente por ello, señala también que para que estén
bajo dicha jurisdicción los inmuebles que con esas características se adquieran en lo
sucesivo dentro del territorio de algún Estado, será necesario el consentimiento de la
legislatura respectiva.
De la misma forma que la segunda parte del artículo 129 de la Constitución, este
precepto no sólo reitera la jurisdicción de los Poderes federales respecto de las
instalaciones militares, sino que también, en sentido inverso, impide una invasión por
parte de las fuerzas armadas de terrenos o espacios que correspondan a las
autoridades locales (Carbonell, 2007: 792-794).

Facultades del Ejecutivo para regular el comercio exterior

En el primer párrafo del artículo 131 de la Constitución se señala expresamente que


“Es facultad privativa de la Federación gravar las mercancías que se importen o
exporten, o que pasen de tránsito por el territorio nacional, así como reglamentar en
todo tiempo y aún prohibir, por motivos de seguridad o de policía, la circulación en el
interior de la República de toda clase de efectos, cualquiera que sea su procedencia”.
Sin embargo, en su segundo párrafo, este mismo precepto indica que:

El Ejecutivo podrá ser facultado por el Congreso de la Unión para aumentar,


disminuir o suprimir las cuotas de las tarifas de exportación e importación,
expedidas por el propio Congreso, y para crear otras; así como para restringir y
para prohibir las importaciones, las exportaciones y el tránsito de productos,
artículos y efectos, cuando lo estime urgente, a fin de regular el comercio exterior,
la economía del país, la estabilidad de la producción nacional, o de realizar
cualquiera otro propósito, en beneficio del país (CPEUM, art. 131).

De esta facultad, deriva la obligación para el Ejecutivo de someter a la aprobación del


Congreso al enviar el Presupuesto Fiscal de cada año, el uso que hubiese hecho de
esta facultad.

4
Vigencia de la Constitución

Nuestra norma fundamental recoge la idea de que las constituciones sólo pueden ser
quebrantadas, desconocidas o reemplazadas mediante el ejercicio del poder
constituyente a través del cual se ejerce la soberanía 1 , por lo que el texto
constitucional, en el artículo 136, señala que la Constitución “no perderá su fuerza y
vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia”. Es más, este
mismo precepto indica que, en caso de que por cualquier trastorno público, se
establezca un gobierno contrario a los principios que se sancionan en el texto
constitucional, “tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su
observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido,
serán juzgados, así los que hubieran figurado en el gobierno emanado de la rebelión,
como los que hubieren cooperado a ésta”.

Principios constitucionales para el manejo y adquisición de recursos


económicos del Estado

El artículo 134 constitucional, que ha sido reformado en cuatro ocasiones desde su


aprobación por el Constituyente, contiene una serie de normas relativas al manejo de
los recursos públicos. En su texto original, este precepto señalaba que todos los
contratos que el gobierno tuviera que celebrar para la ejecución de obras públicas,
serían adjudicados en subasta, mediante convocatoria, y para que se presentaran
proposiciones en sobre cerrado, que sería abierto en junta pública.
Estos contenidos, sin embargo, cambiarían radicalmente con la primera reforma que,
en diciembre de 1982, tendría este numeral. En efecto, con esta reforma se
señalaría que los recursos económicos de que dispusieran el gobierno federal y el
gobierno del entonces Distrito Federal, así como sus respectivas administraciones
públicas paraestatales, se administrarían con eficiencia, eficacia y honradez para
satisfacer los objetivos a los que estuvieran destinados (CPEUM, art. 134).

Además, en este artículo se señalaría también que “Las adquisiciones, arrendamientos


y enajenaciones de todo tipo de bienes, prestación de servicios de cualquier naturaleza
y la contratación de obra que realicen, se adjudicarán o llevarán a cabo a través de
licitaciones públicas mediante convocatoria pública para que libremente se presenten
proposiciones solventes en sobre cerrado, que sería abierto públicamente, a fin de
asegurar al Estado las mejores condiciones disponibles en cuanto a precio, calidad,
financiamiento, oportunidad y demás circunstancias pertinentes” (CPEUM, art. 134).

Otro aspecto que se trataría con la reforma sería que, cuando las licitaciones no fueran
idóneas “para asegurar dichas condiciones, las leyes establecerán las bases,
procedimientos, reglas, requisitos y demás elementos para acreditar la economía,
eficacia, eficiencia, imparcialidad y honradez que aseguren las mejores condiciones
para el Estado” (CPEUM, art. 134). Este artículo señalaría, asimismo, que el manejo de
recursos económicos federales se sujetaría a las bases de este artículo y que los
servidores públicos serían responsables de su cumplimiento, en los términos del Título
Cuarto de la Constitución.

1
Véase Burgoa Orihuela, Ignacio, Derecho constitucional mexicano, 17.ª ed., México, Porrúa, 2005, p. 387.

5
En el año 2007, con la reforma político-electoral, se agregarían tres nuevos párrafos a
este precepto. En el primero de ellos se indicaría que los servidores públicos de la
Federación, los estados y los municipios, así como del entonces Distrito Federal y sus
delegaciones, tendrían “en todo tiempo la obligación de aplicar con imparcialidad los
recursos públicos que estuvieran bajo su responsabilidad, sin influir en la equidad de la
competencia entre los partidos políticos” (CPEUM, art. 134). Por su parte, el segundo
de estos párrafos dispondría:

La propaganda, bajo cualquier modalidad de comunicación social, que difundan


como tales, los poderes públicos, los órganos autónomos, las dependencias y
entidades de la administración pública y cualquier otro ente de los tres órdenes de
gobierno, debería tener carácter institucional y fines informativos, educativos o de
orientación social. En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes,
voces o símbolos que implicaran promoción personalizada de cualquier servidor
público. Las leyes, en sus respectivos ámbitos de aplicación, garantizarán el estricto
cumplimiento de lo previsto en los dos párrafos anteriores, incluyendo el régimen
de sanciones a que haya lugar (CPEUM, art. 134).

Algunos meses después, este artículo se reformaría de nueva cuenta, cambiándose los
contenidos del párrafo primero para establecer que los recursos económicos de que
dispusieran la Federación, los estados, los municipios, el Distrito Federal y los órganos
político-administrativos de sus demarcaciones territoriales, se administrarían con
eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez para satisfacer los objetivos a
los que estuvieran destinados.

A través de esta reforma se adicionaría también un segundo párrafo a este precepto, el


cual dispondría que los resultados del ejercicio de dichos recursos serían evaluados por
las instancias técnicas que establecieran, respectivamente, la Federación, los estados y
el Distrito Federal, con el objeto de propiciar que los recursos económicos se asignaran
en los respectivos presupuestos en los términos señalados en el párrafo primero, sin
menoscabo de los dispuesto en los artículos 74, fracción VI y 79, esto es, a la revisión
de la cuenta pública y a las demás facultades que ejerce la Auditoría Superior de la
Federación.

Con estos cambios constitucionales también se establecería que el manejo de recursos


económicos federales por parte de los estados, los municipios, el Distrito Federal y los
órganos político-administrativos de sus demarcaciones territoriales, se sujetaría a las
bases establecidas en este artículo y a las leyes reglamentarias. Además, se indicaría
también que la evaluación sobre el ejercicio de dichos recursos se realizaría por las
instancias técnicas de las entidades federativas señaladas en el segundo párrafo de
este numeral a partir de la reforma.

La última reforma del artículo 134, como sucedió con muchos artículos del texto
constitucional, tendría únicamente como finalidad adecuar sus contenidos a la reforma
política de la Ciudad de México.

6
Relación Estado-Iglesia

(3) Conceptos relacionados con la separación entre el Estado y la Iglesia

Concepto de religión, iglesia y culto

Para comprender de mejor manera las relaciones Estado-Iglesia es necesario hacer


referencia a algunos conceptos fundamentales.

Definamos…
El primero de Religión
ellos es el de
religión: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de
sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas
morales para la conducta individual y social y de prácticas
rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”
(DRAE, http://dle.rae.es).

Por su parte, el
concepto de
Iglesia,
aunque a lo Definamos…
largo del
tiempo se ha Iglesia
entendido de
diversas “Conjunto organizado de personas o cosas dedicadas al servicio
maneras: de la religión” (Moliner, 2007: 1596).

7
Finalmente, cuando se hace referencia al culto, éste debe comprenderse como…

Definamos…
Culto

“Conjunto de actos y ceremonias a través de los cuales la persona rinde homenaje


y celebra a una entidad superior o a cosas tenidas por sagradas y que comprende la
práctica individual o colectiva de esos actos o ceremonias” (CPEUM, art. 24, DOF
04/01/2006).

La anterior definición se estableció en la iniciativa que reformó el primer


párrafo y derogó el párrafo tercero del artículo 24 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, de fecha 4 de enero de 2006,
tomada en consideración en el proceso legislativo que tuvo como resultado la
reforma constitucional de 30 de noviembre de 2014.

El culto es público, por su parte, cuando estos actos se orientan específicamente a


“desarrollar de manera colectiva los ritos, ceremonias y prácticas que las diferentes
religiones reconocen como manifestaciones institucionalizadas o formalizadas de su fe
religiosa, definidas y gobernadas por reglas preestablecidas por ellas” (tesis aislada
constitucional, 1a. LXI/2007).

Separación Iglesia-Estado en la Constitución de 1857 y las Leyes de


Reforma

En México, las relaciones entre la Iglesia y el Estado han tenido un relevante papel
dentro de la historia del país. En un principio, los textos constitucionales señalaban
que la religión de la nación mexicana era la católica, apostólica y romana. Así se
establecía, por ejemplo, en el artículo 3 de la Constitución de 1824 o en el
artículo 6 de las Bases Orgánicas de 1843 y, en la Primera de las Siete Leyes
Constitucionales de 1836, se contemplaba como una de las obligaciones del
mexicano profesar la religión de su patria. Esta forma en que se configuraban las
relaciones entre el Estado y la Iglesia católica, sin embargo, cambió a mediados del
siglo XIX, cuando diversos acontecimientos históricos, como la actuación de algunos
prelados durante la intervención norteamericana en 1847, la rebelión gestada por el
Plan del Hospicio auspiciada por el clero y el proyecto surgido al final del mandato de
Santa Anna para buscar en Europa a un príncipe que fundara una monarquía católica,
generaron un fuerte anticlericalismo (Contreras, 2016: 201).

8
Estos acontecimientos dieron paso a cambios en el orden jurídico mexicano que
cobraron fuerza durante la vigencia de la Constitución de 1857, pues este texto
fundamental, en conjunto con las Leyes de Reforma, marcó el camino en nuestro
país para la separación entre el Estado y la Iglesia. De esta manera, se dejó de
establecer una religión oficial y se otorgó libertad de educación, expresión escrita, se
prohibieron los votos monásticos, se nacionalizaron los bienes nacionales, se
estableció el Registro Civil, se abolió el fuero religioso y se autorizó el pleno derecho
de las autoridades civiles para controlar las actividades del clero (Contreras, 2016:
203).

Análisis del texto original del artículo 130 constitucional de 1917

Cuando Carranza presentó su proyecto al Constituyente, fue muy cuidadoso al


plantear las relaciones Estado-Iglesia; sin embargo, presentó cinco puntos que,
finalmente, llegarían al texto constitucional:

1) Correspondería a los Poderes federales ejercer en materias de culto religioso y


disciplina externa, la intervención que designaran las leyes;

2) El Estado y la Iglesia serían independientes entre sí;

3) El Congreso no podría dictar leyes estableciendo o prohibiendo religión alguna;

4) El matrimonio se consideraría un contrato civil y éste, así como los demás actos
del estado civil de las personas, serían de la competencia exclusiva de los
funcionarios y autoridades del orden civil, y

5) La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se


contrajeran, sujetaba a quien la hiciera, en caso de que faltara a ella, a las penas
que con tal motivo se establecieran en la Ley.

En el texto original de la Constitución de 1917, también se establecería que la Ley


no reconocía personalidad alguna a las agrupaciones religiosas denominadas Iglesias y
que los ministros de los cultos serían considerados como personas que ejercían una
profesión y estarían directamente sujetos a las leyes. De acuerdo con el texto
constitucional aprobado por el Constituyente, los ministros de cultos nunca podrían, en
reunión pública o privada constituida en junta, ni en actos del culto o de propaganda
religiosa, hacer crítica de las leyes fundamentales del país, de las autoridades en
particular, o en general del Gobierno, no tendrían voto activo ni pasivo, ni derecho a
asociarse con fines políticos.

9
Esta regulación permanecería inalterada hasta el 28 de enero de 1992, año en que
se publicó en el Diario Oficial de la Federación una importante reforma al artículo 130
que determinaría la manera en que, desde entonces, se regulan las relaciones Estado-
Iglesia en nuestro país.
Después de esta reforma,
el artículo 130
constitucional sólo ha
tenido una reforma (29 de
enero de 2016) para
adecuar sus contenidos a
la reforma política de la
capital de la República y
hacer referencia en su
texto a las demarcaciones
territoriales de la Ciudad
de México.

La vigente regulación constitucional de las relaciones Estado-Iglesia

La regulación constitucional de las relaciones Estado-Iglesia, como ya se mencionó, es


producto de la reforma de 1992, a través de la cual se modificarían los artículos 3, 5,
24, 13 y 130 de la Constitución. Lo primero que se señaló en el dictamen a esta
iniciativa fue que México no era una sociedad estática, sino en constante
transformación y que esta evolución requería de la paulatina adecuación del derecho
positivo, con objeto de brindar un marco normativo idóneo al desarrollo de la sociedad.

Es por ello que se consideró necesario revisar uno de los temas que había permanecido
inalterado desde 1917: el relativo a las actividades religiosas externas. Dicha revisión
se hacía necesaria debido a las peculiaridades propias que había adquirido la
secularización de la vida pública y social en nuestro país. Y es que se consideraba que
los enfrentamientos que históricamente se habían tenido con el clero, estaban
cabalmente superados por la firmeza de las instituciones nacionales y una cultura de
respeto entre órdenes independientes: el de las responsabilidades del poder público y
el de las convicciones metafísico-religiosas. Es por esta razón que, con el afán de
renovar la Nación mediante su modernización, se tornaba indispensable reconocer y
armonizar a todos los actores sociales, incluyendo las Iglesias (Dictamen de las
Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales y Primera de Gobernación de la Cámara
de Senadores, de 20 de diciembre de 1991) (Poder Judicial de la Federación, s. f.).
Para ello, como se señalará a continuación, se hicieron varios cambios en la relación
que existía entre las Iglesias y el Estado.

Principio histórico de la separación Estado-Iglesia

El ánimo por buscar la independencia entre el Estado y las creencias y prácticas


religiosas defendido por el Presidente Juárez a través de las Leyes de Reforma2, se
vio reflejado, como ya se refería, en la Constitución de 1917 y, por ello, a pesar de
que Porfirio Díaz de alguna manera atenuó la aplicación de los postulados de liberales
en este ámbito, en la norma fundamental se postularon principios básicos que
afirmaban la laicidad del Estado mexicano (SCJN, 2003: 183-184).

2
Véase Serrano Migallón, Fernando, 150 años de las Leyes de Reforma, México, UNAM/Facultad de Derecho,
2009.

10
Como señala José Luis Soberanes (1998: 113), el Presidente Plutarco Elías
Calles pretendió llevar a la práctica los contenidos constitucionales al expedir las leyes
reglamentarias respectivas, con lo cual provocó una persecución religiosa que
desembocó en la Guerra Cristera. Años más tarde, sin embargo, el Presidente
Emilio Portes Gil firmó ciertos arreglos con la jerarquía católica con lo que se inició la
etapa conocida como Modus Vivendi.

(4) Plutarco Elías Calles (1877-1945) (5) Emilio Portes Gil (1890-1978)

La actitud gubernamental a partir de ese


momento fue diversa y con el tiempo se
fue atenuando en el tema religioso
después de la administración del
Presidente Cárdenas. Prueba de ello es
que en 1940 llegó al poder Manuel Ávila
Camacho, quien durante su campaña
política se manifestó como creyente e
inició un cambio radical en materia de
relaciones Iglesia-Estado. El Presidente
Ávila Camacho adoptó una política de
amplia tolerancia religiosa que implicaba
la desaplicación de ciertos preceptos
constitucionales y modificó de manera
determinante la actitud del gobierno (6) Manuel Ávila Camacho (1897-1955)
respecto a la Iglesia.

Estos cambios en las relaciones Estado-Iglesia no serían dejados atrás por los
gobiernos sucesivos. De hecho, a partir de la administración de Luis Echeverría –
quien incluso visitó en el Vaticano al Papa Pablo VI– los contactos entre la jerarquía
católica y el gobierno se hicieron a la luz pública. El Presidente López Portillo, por
ejemplo, además de autorizar la visita a México de Juan Pablo II, recibió él mismo al
máximo jerarca de la Iglesia católica en el aeropuerto y en la residencia oficial de Los
Pinos.

11
(7) Luis Echeverría Álvarez (1922-1970) (8) José López Portillo (1920-2004)

Durante el gobierno de Miguel de la Madrid, la jerarquía católica insistió


frecuentemente en que se modificara la Constitución; pero no fue sino hasta la
presidencia de Carlos Salinas de Gortari –quien en su discurso de toma de posesión
anunció que modernizaría la relación del Estado con la Iglesia– que los cambios
constitucionales tendrían lugar.

(9) Miguel de la Madrid Hurtado (1934-2012) (10) Carlos Salinas de Gortari (1948-)

El autor nos dice…


José Luis Soberanes señala que no se sabe con seguridad si “la intención del
presidente Salinas haya sido en un principio una reforma constitucional en esta
materia, como enfáticamente lo aseguró el ministro de Gobernación, sino quizá
únicamente establecer relaciones diplomáticas con la santa Sede” (1998: 114).

12
A partir de ese momento y con las reformas que tuvo el artículo 130, la
Constitución señalaría que el principio histórico de la separación del Estado y las
Iglesias orientaría las normas contenidas en ese precepto y que tanto las iglesias como
las demás agrupaciones religiosas se sujetarían a la Ley. Con este cambio
constitucional, también se estableció que correspondería exclusivamente al Congreso
de la Unión legislar en materia de culto público y de Iglesias y agrupaciones
religiosas. En este sentido, la ley reglamentaria respectiva, que sería de orden público,
desarrollaría y concretaría una serie de disposiciones que regirían en esta materia y
cuyo fundamento se encontraría en el texto constitucional.

La garantía individual de la libertad de cultos

La Constitución de 1917, desde su texto original, protegía la libertad de cultos al


establecer, en su artículo 24, que todo hombre era libre de profesar la creencia
religiosa que más le agradara y para practicar las ceremonias, devociones o actos del
culto respectivo, en los templos o en su domicilio particular, siempre que no
constituyeran un delito o falta penados por la Ley. Este precepto indicaba también que
todo acto religioso de culto público debería celebrarse precisamente dentro de los
templos, los cuales estarían siempre bajo la vigilancia de la autoridad.
El artículo 24 se reformaría por primera vez en 1992, para que los actos religiosos de
culto público se celebraran, de ordinario, en los templos, pero previendo expresamente
la posibilidad de que algunos se llevaran a cabo de manera extraordinaria fuera de
ellos, siempre y cuando se sujetaran a la ley reglamentaria que se expediría, siendo
ésta la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público (LARCP), publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 15 de julio de 1992.

Para dejar claro que la libertad de creencias sería respetada, el párrafo contenido en el
artículo 130 constitucional que señalaba que el Congreso no podía dictar leyes que
establecieran o prohibieran religión alguna, al considerarse una garantía de libertad, se
trasladó al artículo 24 constitucional. De esta manera, según se señaló en el
dictamen elaborado en la Cámara de Diputados, se reafirmaba que el carácter laico del
Estado era incompatible no sólo con la preferencia por una Iglesia o por algún tipo de
creencia religiosa, sino también con respecto a tener o no confesión o creencia alguna.

Este numeral permanecería con esta redacción más de veinte años, hasta que en el
2013 se publicaría una nueva reforma que cambiaría de forma determinante los
contenidos de su primer párrafo. La iniciativa de reforma constitucional que se
presentó señalaba que, en México, “A pesar de la obligación de respetar en el derecho
interno la libertad religiosa, por motivos de naturaleza política, histórica o social,
ajenos al derecho, se ha regateado la vigencia plena del derecho fundamental de
referencia. Por ello resulta necesario asumir el compromiso para reconocerlo en el
texto constitucional y así brindar los mecanismos de protección y garantía para su
vigencia plena” (Cámara de Diputados, DOF 19/07/2013). Además, los cambios
constitucionales propuestos buscaban adecuar este precepto a los tratados
internacionales que regulaban esta libertad.

13
Para el diputado José Ricardo López Pescador, quien presentó la iniciativa, la falta
de precisión de un concepto de Estado laico positivo en el texto constitucional había
limitado la posibilidad de regular adecuadamente su complemento inherente, que era
la libertad religiosa. Por ello, en su opinión, se habían enunciado sólo de manera
vacilante “en el artículo 24 algunos aspectos del derecho de libertad religiosa, pero
dejando fuera otros, dando como consecuencia una regulación secundaria […] en
ocasiones contraria al espíritu del derecho que se tutela” (Cámara de Diputados, DOF
19/07/2013). Es por estos motivos que se planteó reconocer expresamente en el texto
constitucional “la libertad religiosa como un derecho de todas las personas, creyentes o
no creyentes, pues implica la libertad de tener, o no tener religión, así como la de
dejar de tenerla o cambiarla” (Cámara de Diputados, DOF 19/07/2013).

Además, al ampliar el ámbito de libertades contemplado en el texto constitucional


incorporando los conceptos de libertad de convicciones éticas y de libertad de
conciencia, se da el mismo rango a las formas de religiosidad y a las posiciones no
confesionales. De hecho, con la inclusión de la libertad de convicciones éticas se dotó
de legitimidad constitucional a las convicciones morales ajenas a alguna religión, como
el ateísmo y el agnosticismo (Salazar, 2015: 52-53).

Ahora bien, dado que la libertad religiosa debía protegerse absolutamente, la iniciativa
presentada consideraba que este derecho fundamental comprendía también la
posibilidad de manifestar la religión en forma individual o colectiva, en público o
privado. Todos estos cambios fueron aceptados tanto en la Cámara de Diputados como
en la de Senadores; sin embargo, en esta última se consideró que el ejercicio de este
derecho fundamental también debería encontrar ciertos límites que reafirmaran la
laicidad del Estado mexicano. En consecuencia, se decidió señalar en el párrafo
primero de este numeral, que los actos públicos de expresión de la libertad religiosa no
deberían utilizarse con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política
(CPEUM, art. 24). Con este añadido, las comisiones dictaminadoras del Senado
supusieron que se evitaría toda acción directa o indirecta para influir en la conciencia
de las personas con el fin de cambiar sus preferencias políticas o electorales, o para
capitalizar políticamente la realización de actos religiosos.

Nuestra Constitución
establece…
Artículo 24. Toda persona tiene
derecho a la libertad de convicciones
Tomando en cuenta estas éticas, de conciencia y de religión, y a
tener o adoptar, en su caso, la de su
consideraciones, el nuevo primer
agrado. Esta libertad incluye el derecho
párrafo del artículo 24 se de participar, individual o
redactó en los términos colectivamente, tanto en público como
siguientes: en privado, en las ceremonias,
devociones o actos del culto respectivo,
siempre que no constituyan un delito o
falta penados por la ley. Nadie podrá
utilizar los actos públicos de expresión
de esta libertad con fines políticos, de
proselitismo o de propaganda política.

14
Las Iglesias como asociaciones religiosas

A partir de la reforma de 1992, el artículo 130 constitucional señala que las


Iglesias y agrupaciones religiosas tienen personalidad jurídica como asociaciones
religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro, otorgado por la
Secretaría de Gobernación, en términos de lo señalado en el artículo 6 de la
LARCP. Esta disposición tiene como fin dejar de lado el recurso extremo que,
considerando la supremacía del poder civil sobre el eclesiástico, por razones histórico-
políticas había privado a las Iglesias de la posibilidad de intervenir en la vida social
como personas jurídicas, pues éstas no constituían un riesgo a las instituciones o al
orden jurídico estatal.
Las asociaciones religiosas, de acuerdo con la ley, son iguales en derechos y
obligaciones y, además…

…se regirán internamente por sus propios estatutos, los que contendrán las bases
fundamentales de su doctrina o cuerpo de creencias religiosas. Además, dichos
estatutos determinan tanto a sus representantes como, en su caso, a los de las
entidades y divisiones internas que a ellas pertenezcan. Dichas entidades y
divisiones pueden corresponder a ámbitos regionales o a otras formas de
organización autónoma dentro de las propias asociaciones, según convenga a su
estructura y finalidades, y podrán gozar igualmente de personalidad jurídica en los
términos de esta ley (LARCP, art. 6).

Derechos políticos de los ministros de culto

Con la reforma aprobada durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se


señalaría también que las autoridades no intervendrían en la vida interna de las
asociaciones religiosas y que los mexicanos podrían ejercer el ministerio de cualquier
culto.

Además, tanto los


mexicanos como los
extranjeros
deberían, para ello,
satisfacer los
requisitos que
señalara la Ley.

Sin embargo, en los términos de la ley reglamentaria, los ministros de cultos no


podrían desempeñar cargos públicos, pero, como ciudadanos, sí tendrían derecho a
votar, aunque no a ser votados. Asimismo, el propio texto constitucional señalaba que,
quienes hubieran dejado de ser ministros de cultos con la anticipación y en la forma
que estableciera la Ley, podrían también ser votados (CPEUM, art. 130).

Retomando los planteamientos del texto original del artículo 130, aunque
contemplando cambios importantes, con esta reforma también se señalaría que los
ministros no podrían asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en
contra de algún candidato, partido o asociación política.

15
Competencia del Estado en los actos de carácter civil

También después de esta reforma, el artículo 130 dispondría que los actos del estado
civil de las personas serían de la exclusiva competencia de las autoridades
administrativas en los términos que establecieran las leyes y tendrían la fuerza y
validez que las mismas les atribuyeran. Además, las autoridades federales, de los
estados y de los municipios tendrían en esta materia las facultades y responsabilidades
que determinara la Ley.

Esta reforma buscaría, por tanto, que el artículo 130 se asentara como precepto
fundamental de la separación de las Iglesias y el Estado, mediante la delimitación
precisa de las facultades que en derecho tendrían aquellas para su actuación, en tanto
se constituyeran como asociaciones religiosas.

Derechos y obligaciones de los ministros de culto religioso

Los ministros de culto público pueden ejercer su ministerio siempre y cuando las
asociaciones religiosas a que pertenezcan y les confieran ese carácter, notifiquen su
decisión al respecto a la Secretaría de Gobernación (LARCP, art. 12). El artículo 12
de la LARCP señala también que “En caso de que las asociaciones religiosas omitan
esa notificación, o en [sic] tratándose de iglesias o agrupaciones religiosas, se tendrán
como ministros de culto a quienes ejerzan en ellas como principal ocupación, funciones
de dirección, representación u organización”. Además de las restricciones a los
derechos políticos de los ministros de culto establecidas en el artículo 130 de la
Constitución, este numeral señala también que quienes ejerzan esa actividad, “sus
ascendientes, descendientes, hermanos y cónyuges, así como las asociaciones
religiosas a que aquellos pertenezcan, serán incapaces para heredar por testamento,
de las personas a quienes los propios ministros hubieran dirigido o auxiliado
espiritualmente y no tengan parentesco dentro del cuarto grado”.

Los ministros de culto deben, además, de acuerdo con lo señalado en el artículo 12


bis de la LARCP, “informar en forma inmediata a la autoridad correspondiente la
probable comisión de delitos, cometidos en ejercicio de su culto o en sus
instalaciones”. Este mismo precepto señala que cuando se cometa un delito en contra
de niñas, niños o adolescentes, se deberá “informar esos mismos hechos en forma
inmediata a los tutores o a quienes ejerzan la patria potestad de aquellos”.

Competencia de las autoridades en materia de relaciones Estado-Iglesia

El artículo 25 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público señala que


corresponde al Poder Ejecutivo Federal, por conducto de la Secretaría de
Gobernación, la aplicación de dicha ley. Por su parte, también en términos de lo
señalado en este precepto, las autoridades de las entidades federativas y municipales
son auxiliares de la Federación en este ámbito.

Ninguna autoridad puede intervenir, de acuerdo con la ley, en los asuntos internos de
las asociaciones religiosas ni tampoco asistir, con carácter oficial, a ningún acto
religioso de culto público, ni actividad que tenga motivos o propósitos similares
(LARCP, art. 25). “En los casos de prácticas diplomáticas, se limitarán al cumplimiento
de la misión que tengan encomendada, en los términos de las disposiciones aplicables”
(LARCP, art. 25).

16
Los artículos 26, 27 y 28 de la LARCP otorgan diversas facultades a la Secretaría
de Gobernación en la materia. El primero de estos preceptos indica que dicha
Secretaría debe organizar y mantener actualizados “los registros de asociaciones
religiosas y de bienes inmuebles que por cualquier título aquellos posean o
administren”. Por su parte, el artículo 27 señala que “La Secretaría podrá establecer
convenios de colaboración o coordinación con las autoridades estatales en las materias
de esta ley”. Este precepto señala, además:

Las autoridades estatales y municipales recibirán los avisos respecto a la


celebración de actos religiosos de culto público con carácter extraordinario, en los
términos de esta ley y su reglamento. También deberán informar a la Secretaría de
Gobernación sobre el ejercicio de sus facultades de acuerdo a lo previsto por esta
ley, su reglamento y, en su caso, al convenio respectivo (CPEUM, art. 127).

Finalmente, el artículo 28 indica que la Secretaría de Gobernación es la autoridad


“facultada para resolver los conflictos que se susciten entre asociaciones religiosas”.

Estado laico

En el año 2012, se confirmó, al modificar el artículo 40 constitucional, el carácter


laico del Estado mexicano. Al incorporar el principio de laicidad del Estado en este
precepto, se reconoció que todos los seres humanos tienen derecho a la libertad de
conciencia, el de adherirse a cualquier religión o a cualquier corriente filosófica y su
práctica individual o colectiva.

La laicidad, en los términos contemplados en nuestra Constitución, implica que el


Estado debe ser el garante de los derechos de libre elección de religión o de
convicciones. A través de la laicidad se evita que “los valores o intereses religiosos se
erijan en parámetros para medir la legitimidad o justicia de las normas y actos de los
poderes públicos, lo cual veda cualquier tipo de confusión entre funciones religiosas y
funciones estatales, de ahí que en los debates que se susciten en los órganos del
Estado deba prevalecer como guía de las discusiones, el principio de laicidad” (Senado
de la República, DOF 27/03/2012).

Los cambios constitucionales que se han vivido en nuestro país han marcado un nuevo
escenario en las relaciones entre la Iglesia y el Estado mexicano, caracterizado por una
serie de claroscuros que evidencian la importancia de la regulación constitucional en
este ámbito. Sin duda, la actuación de las autoridades y el respeto a los preceptos
constitucionales y legales son el elemento fundamental al que debe atenderse si se
quiere proteger la libertad de los ciudadanos y entender al Estado mexicano como un
verdadero Estado laico.

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Fuentes de consulta

Bibliografía

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Legislación

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18
Interpretación de la Ley

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Documento publicado en Internet

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https://www.constitucion1917-
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Sitio electrónico

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