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Aceptando Las Circunstancias

En Que Nos Toca Vivir


“Si queréis ser felices, aprended a adaptaros a
la vida tal como es.
“La vida es como un río que fluye incesante y aun en estos momentos
nuestros cuerpos están fortaleciéndose y debilitándose y nuestras ideas están
cambiando. El mundo está cambiando todo, menos Dios... y aun El dirige el
programa de cambios”. (Lofton Hudson).
Hay personas que han aprendido a convertir sus tropezadores en peldaños. Alec
Templeton, que divirtió a millones de personas con programas musicales de
radio y con su buen humor, era completamente ciego. Hellen Keller quien fue
ciega y sorda desde su infancia, fue una de las cristianas más radiantes del
mundo. Un psicólogo moderno escribe:
“Recordad que la tarea esencial de la vida es adaptarse a cualquier cosa que
venga; no es buscar directamente la felicidad. Si uno se adapta, la felicidad
vendrá como producto accesorio; si uno deja de adaptarse bien, la falta de
felicidad inevitablemente vendrá como consecuencia”.

Conozco una señora relativamente joven, con quien la vida ha sido


particularmente dura. Por lo que ella misma me ha contado, su infancia no fue
nada fácil; su hogar era humilde y los medios de vida ajustados. Su madre
quedó postrada en un sillón de ruedas y ella tuvo que cuidarla y atenderla hasta
el día de su muerte. Su única hermana, menor que ella, quedó completamente
ciega a los once años de edad, debido a una infección causada quizás por la falta
de medios de higienización; y así esta muchacha se vio enfrentada a la vida con
una madre paralítica y una hermana ciega. Pero la calamidad no abatió su
espíritu: un día tuvo un encuentro con Dios y en esa experiencia renovada todos
los días, encuentra la fuente de la fortaleza para vivir, para luchar, porque su
vida sigue siendo una lucha constante contra la adversidad. Aunque aliviada de
la carga de su madre, afronta la de su hermana ciega, quien hace algunos años
formó su propio hogar, con un hombre también ciego. Dos niños vinieron a este
matrimonio y aunque Olga —éste es su nombre— también se casó con un joven
creyente, no ha tenido hijos, porque habiendo quizás podido tener los propios, se
ha dedicado con todo el amor y la dedicación de una verdadera madre, a criar y
educar los hijos de su hermana, quienes en realidad tienen dos madres: la propia
y natural, y la otra, la tía, a quien también llaman mamá. La vida es muy dura
para Olga: su lugar de trabajo queda muy retirado de su casa, casi dos horas de
viaje desde la
localidad del Gran Buenos Aires donde viven, hasta un barrio de la Capital
donde desempeña sus tareas en un taller. Aun así tuvo fuerzas y entereza para
tomar el curso nocturno en un instituto bíblico y ahora aprende costura para
poder hacerse su propia ropa y la de sus sobrinitos. Durante varios meses,
estuvo acompañando por las noches a una señora de nuestro grupo a quien le
fuera amputada una pierna, solucionando así, momentáneamente, su propio
problema de los viajes, acompañando a esta mujer frustrada por la amputación, y
que tenía una profunda necesidad de compañía y de ayuda. No pensando en sí
misma y en su propia necesidad de descanso, después de sus largas horas de
trabajo, volvía a la casa de esta mujer para darle de comer, ayudarle a
higienizarse, para luego sentarse a su lado a leerle la Biblia, hacer comentarios,
orar juntas y ayudar a despertar una sonrisa a quien la tragedia le había hecho
perder la facultad de sonreír. Ahora, un nuevo hijo llegó al hogar de su
hermana; durante la espera Olga me decía “es como si la embarazada fuera yo”,
ya que ella debía ir con su hermana al consultorio de la doctora que la atendía
en el parto, debía arreglar la operación a la que sería sometida, arreglar la
internación en el hospital, todo sin dejar su trabajo y la preocupación por los dos
sobrinos que ya tenía. El bebé ya ha llegado y ella es quien debe tener para él,
los primeros cuidados que la madre ciega no puede brindarle. Alguna de
ustedes, naturalmente pensará que ella no es culpable de que su hermana se
cargue de hijos que no puede atender, no teniendo por eso mismo, que
preocuparse tanto de quienes no son sus hijos propios. Pero Olga tiene un
corazón tan grande, quiere tanto a esos pequeños que después de todo son parte
de ella misma y, por sobre todo, es cristiana y entonces, ¿cómo ha de
atemorizarse por la lucha de todos los días, si Dios es su sostén y fortaleza?

Para que el arado abra el surco que recibirá la semilla que germina y fructifica
es necesario que éste penetre profundo en la tierra, abriendo como una incisión
dolorosa y punzante. El labrador que, estación tras estación, realiza esta tarea,
sabe lo que eso significa: a menos que con todo su peso se apoye sobre el arado,
la tierra no se abrirá y todo su esfuerzo será inútil. De igual manera, las
adversidades, las contrariedades que nuestras vidas tienen que afrontar, son para
nuestra alma como el arado que se hunde profundamente y el surco que ellas
dejan es el que nos dará fortaleza para que nuestro carácter cristiano florezca en
conformidad con las circunstancias en que nos toca vivir. Así podremos hacer
que nuestra vida a pesar de su cuota de dolor y tristeza, sea atractiva para
quienes nos rodean.

“¿Cómo puedo yo ajustar mi vida de modo que sea tolerable vivirla, si yo no


escogí ser lo que soy, si otros han decidido por mí?”. Este es el grito de
angustia, la rebelión natural de quienes no han podido ser en la vida lo que
quisieron ser o hacer. Muchas mujeres se sienten frustradas, por verse forzadas
a trabajar en algo que no les gusta o por no haber tenido la oportunidad de
estudiar, de elegir una profesión, debido a que las condiciones materiales del
hogar no lo permitieron. Otras quisieron formar un hogar, establecer una
familia, criando y educando sus hijos, pero no lo lograron, ya fuera por
infidelidad de quien había sido el depositario de su amor, o tal vez, porque
nunca les fue dada la oportunidad de que un hombre les expresara su cariño.
Hemos conocido mujeres que fueron forzadas a un matrimonio por
conveniencia, “arreglado” por sus familiares y configuran sólo personas
viviendo bajo un mismo techo, muy lejos de constituir una pareja, es decir, dos
seres. que viven armoniosamente, lo que según el diccionario Webster, significa
“adaptación del uno al otro”. En todo corazón de mujer, existe el deseo innato
de amar y de ser amada, de elegir el destino para el que fue creada, el que tuvo
Dios al formar nuestra naturaleza femenina.
Cuando no se dan estas condiciones, nuestro ser interior se rebela, nos sentimos
frustradas, infelices, insatisfechas; en una palabra, defraudadas por la vida misma.
En nuestro trabajo misionero, nos ha sido dado, sin embargo, conocer muchas
mujeres para quienes la vida no ha sido fácil ni llevadera, como el caso
mencionado anteriormente y que, sin embargo, a pesar de su cuota de amarguras
y dificultades, han encontrado en Dios una fuerza interior que atrae y cautiva a
quienes tienen la suerte de conocerlas.

Ref lex ion es Par a La Med ita ció n Per son al


Señor, ayúdame a hacer tu voluntad, cuando quiera y en donde quieras.
(Ricardo Baxter).

Oramos...
“Que se haga tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo”.
(Mat. 6:10. V. P.).
No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. (Juan. 14:27).
No tengas miedo, porque Dios ha oído tu oración. (Luc. 1:13. V.P.).
He aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé lo que es vivir en
pobreza y sé lo que es tener abundancia. He aprendido a hacer frente a
cualquier situación, ya sea estar lleno, o tener hambre, tener de sobra o no
tener nada. Puedo hacer frente a todo, pues Cristo es el que me da
fuerzas. (Fil. 4:11-13. V.P.).
Si hemos de ser felices, no debemos ligar nuestras vidas a las cosas. (Lofton
Hudson).
Todas las cosas ayudan a bien de los que aman a Dios (Rom. 8:28).
Hay uno solo que puede darnos la felicidad. Él está esperando alegrar nuestras vidas en vez de
apenarlas, sosegarlas en vez de atormentarlas, humillarlas en vez de enorgullecerlas. Venid a Él ahora,
llamadlo en oración, y Él os ayudará. (Lofton Hudson, “La Religión de una mente sana”).

Cor aje par a viv ir


¡Señor dame coraje para vivir! un alma indómita, si es
posible ... Que yo pueda sonreír aunque mi corazón
tiemble.
Que las huellas del llanto
se sequen al ir con la frente alta. ¡Señor, dame coraje para
vivir! Coraje imbatible para los días vacíos, para las
esperanzas no realizadas; coraje firme y desafiante, que
espere hasta que las sombras mejoren... ¡Concédemelo,
Señor!
“Las almas valerosas,
en las tormentas se aferran al fuerte manto de Dios
”.
¡Dame un coraje como éste, Señor! Sabiendo que estás
cerca
me apegaré a tu manto,
me esconderé en tu sombra, y me llevarán hasta el
fin... (Trad. del portugués)

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