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Índice

Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Introducción
Heridas sin cicatrizar
Dejar ir
Aprender a sanar
Amor sano, bonito y propio
Epílogo
Agradecimientos
Créditos
Gracias por adquirir este eBook

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SINOPSIS

Tras el éxito de su primer libro, Si tú quieres, te bajas la luna, un viaje hacia el


autodescubrimiento a través de la autoestima y el amor propio, Luna Javierre regresa con
un libro en el que reflexiona sobre el amor en todas sus formas —la amistad, el amor
propio, el amor romántico— y las relaciones sanas. Una preciosa edición con ilustraciones
exclusivas de la propia autora.
«En el amor, como en la vida, a veces hay que dejar ir para empezar a fluir».
Cuando me dijeron que el amor era como coser y cantar, no imaginé que sería coser
mis heridas mientras cantaba nuestra canción.
Cuando me dijeron que el amor no dolía, me pregunté qué era entonces lo que yo
había entendido por amor.
Cuando me dijeron que la amistad era un amor sano y leal, tuve que cortar hilos que
llevaban años ahogándome.
Cuando llegaste tú, me enseñaste la importancia de querer bien antes que mucho. Y
cuando entendí la importancia del amor propio, fue cuando, por fin, comprendí todo.
LUNA
JAVIERRE
Todo lo
que me ha
enseñado
el amor
A ti, que confiaste en mí cuando nadie más lo hacía.

A ti, que supiste irte antes de romperme el corazón del todo


(y me di cuenta después de llorar por sentirlo roto).

A ti, que me diste tu mano, tu brazo y tu hombro,


cuando estaba atrapada en el pozo.

A ti, que no te importó lo que opinase el resto


y me defendiste cuando no estaba presente.

A ti, que siempre supiste ver eso


que ni yo misma reconocía en mí.

A ti, que me escuchaste hablar del mismo tema 45 veces


y me consolaste por seguir tomando las malas decisiones
que me dictaba el corazón.

A ti, que no juzgaste mi manera de hacerlo,


sino que me aconsejaste cómo mejorarlo
con respeto y desde el corazón.

A ti, que eres la primera persona en la que pienso


cuando escucho la palabra lealtad.

A ti, a quien me apetece ir corriendo a contarle cualquier cosa


que me pase en el día, porque ya eres una parte de mí.

Y a mí, que, aunque nunca me lo digo,


lo estoy haciendo muy bien
y me enorgullece ser la persona con la que voy a pasar
el resto de mi vida.
Introducción

Siempre quise ser escritora. Las letras me han ayudado toda mi vida a
plasmar lo que no consigo exteriorizar de otra manera. Me han acompañado
en mis momentos más oscuros y en los más felices. Y a día de hoy sigo sin
creerme que esté escribiendo un segundo libro, después de un primero lleno
de amor y reconocimiento.

A veces me preguntan cómo puedo expresar sentimientos tan dispares si no


los he vivido y, bueno, mi respuesta siempre es la misma: o me transporto a
situaciones que me han pasado y consigo sentir lo que sentí o, como me
gusta mucho escuchar, siempre que alguien me cuenta sus sentimientos,
trato de comprenderlos y analizarlos para después poder plasmarlos en mis
escritos.

Cuando me propusieron escribir un segundo libro, recuerdo salir de la


reunión con ganas de comerme el mundo. De camino a casa, paré en una
joyería porque quería guardar el recuerdo de ese día para siempre. Había
una colección de numerología, y en uno de los anillos ponía «uno». Fue el
que más me llamó la atención, busqué su significado y ponía: «El número
uno representa una personalidad independiente, autosuficiente, con las
cosas claras y un espíritu fuerte». No lo dudé ni un segundo, compré el
anillo y a día de hoy lo sigo llevando como un símbolo de lo que valgo y de
amor propio.
Amor para mí significa tantas cosas… Los viajes al pueblo con el CD de mi
abuelo de fondo mientras aprendía las canciones de Serrat con mis primos.
La frase de mi abuela cuando pasé por uno de mis peores momentos y nadie
confiaba en mí: «Yo sé que esto va a pasar. Solo confía en ti». El mensaje
de mi abuelo rebosando felicidad por mi éxito en la escritura. El primer
avión que cogió Álvaro en toda su vida, él solo, para venir a darme una
sorpresa. Que se haga anotaciones de los libros que lee para después poder
enseñarme lo que cree que me serviría para crecer. Las «sorpresitas» que
me dejaba mi madre en la cama cada vez que volvía a casa después de
haber estado con mi padre.

Las veces que la familia de Álvaro me ha ofrecido su casa y su comida a


cambio de nada. Cuando mi profesora de lengua me dijo: «Tienes mucho
tacto y sensibilidad al escribir, plantéate hacer algo con esto». Cuando
estuve llorando toda la noche y mi perra venía cada cinco minutos a
chuparme la cara para secarme las lágrimas. La noche en la que mi corazón
se rompió por completo y tuve los brazos de mi amiga para recordarme que
no estaba sola. Todas las veces que me ha parado alguien por la calle para
darme las gracias porque le he ayudado con mi libro, y me miraba a los
ojos. La vez que me levanté de la cama y dije: «Mamá, necesito ir al
psicólogo». También la vez que me levanté de la misma cama y me dije:
«Hasta aquí. No pienso permitir que sufras más».

Todo esto es amor. Y para poder sentir esto, también tuve que sentir lo que
era el desamor, la traición, el dolor y el duelo. Cuando empecé este libro (y
hasta casi terminarlo) no supe que estaría enfocado en las relaciones (de
todo tipo), pero al leerlo me di cuenta de que una gran parte de mi vida y de
mi aprendizaje se mueve y se ha movido por el amor, en todas sus facetas.
Revivir emociones y hacer que otra gente consiga revivirlas es lo que más
me gusta del mundo. Sin sentimientos no habría vida.
Con las ilustraciones, hechas por mí, he intentado plasmar lo que me
transmitían algunos poemas para que su mensaje os llegue de una manera
más especial. Espero que me sintáis más cerca así.

Este libro va a despertarte muchos sentimientos, por eso te dejo al final de


cada capítulo un espacio donde puedes desahogarte y soltar todo lo que te
haya removido. Por supuesto, esto solo es una idea. Si no quieres usarlo
para eso, también puedes dibujar algo que te haya transmitido alguna de sus
páginas, dejarlo en blanco o hacer la lista de la compra. Vía libre a la
creatividad, amiga. Quería añadirlo porque me parece una manera de
vaciarte antes de pasar al siguiente capítulo, así que, espero que te guste.
Y es que es tan importante entender
que no hay amor sano sin amor propio,
y que el amor, si duele, no es amor…
Echar de menos me parece algo muy doloroso,
pero a la vez muy inspirador.
Si no echásemos de menos a nada ni a nadie,
nuestra vida no tendría sentido.
Todo pasa, nada es para siempre.
Todas esas cosas que dejamos atrás
deben tener un impacto importante en nuestras vidas
para que después las echemos de menos.
Deben habernos dejado recuerdos imborrables,
tanto que hasta soñamos con que vuelvan a suceder.

Echar de menos es signo de haber vivido con intensidad.


De agradecer las experiencias
y las personas que nos ha dado la vida,
y de saber que, si ya no están, es por algo.
Aunque al principio no sepas verlo,
y desees con todas tus fuerzas que vuelvan.

Créeme, la vida te terminará dando las razones.

En este capítulo vamos a revivir muchas emociones. Sentimientos que


pensabas que habían desaparecido y de repente entran llamando
fuertemente a la puerta. También encontraremos un amor que duele, que no
se despide y no consigues entender el porqué.

Quiero que, al terminar de leerlo, te pares a reflexionar si la persona en la


que has pensado al leerlo, realmente se merece que pelees por su amor. Y
que analices si es el momento de ir con todo, o de dejarlo ir. Porque si es la
segunda, igual te ayuda seguir leyendo…
Cuando me dijeron que el amor era como coser y cantar,
no imaginé que sería coser mis heridas
mientras cantaba nuestra canción.
Pensarse a la vez

Tú y yo sabemos lo que solo los dos sabemos.


La conexión que tenemos vibra en nuestra piel al sentirnos cerca.
Y late bien fuerte desde que estamos lejos.

Sé que me piensas una vez al día,


por eso, cuando yo lo hago,
me pregunto si también lo estarás haciendo tú.

Es raro ir caminando y verte en todas partes.


En objetos, miradas, olores, canciones…
Supongo que eso le da sentido a la frase
que dijiste cuando nos separamos:
«Estés donde estés, siempre estaré contigo».

Y aquí estoy,
pensando en si me pensarás,
y en si tomamos la decisión correcta.

Dime, ¿dónde estás?


Sé que estoy triste porque estoy volviendo
a buscar respuestas en el mismo sitio donde
nunca pude contestar mis preguntas.
¿Y si…?

No quiero que te olvides de mí,


pero tampoco hago nada para que no lo hagas.
Qué tonta soy
creyendo que al pensar en ti desde la distancia,
de alguna manera,
vas a sentirme cerca, vas a acordarte de mí,
o vas a mandarme ese mensaje
que espero cada minuto del día:

«¿Y si lo volvemos a intentar?».


Todas las cosas que te gustaban, menos yo

Me hice un tatuaje por ti


que nunca llegarás a acariciar.

Te compuse una canción


que nunca escucharás.

Te escribí un poema
que nunca leerás.

Me hice ese corte de pelo que tanto te gustaba


aunque no fueras a vérmelo al llegar a casa
ni a decirme lo guapa que estaba.

Me compré ese perfume que una vez olimos por casualidad


y me dijiste que te encantaba
aunque nunca sabrás cómo huele en mi piel.

Por si,
quizás,
algún día nos encontrábamos de casualidad
e identificabas todas estas cosas
que me contaste que te gustaban.

Para que vieras que sí que te escuchaba


y que sí, que yo sí te quería.
Aunque nunca me vayas a ver pronunciarlo…
¿Qué haces aquí?

Un montón de gente
y tú te cruzas conmigo.

Y yo, que le busco el sentido a todo,


necesito averiguar qué haces aquí.

No puedo evitar hacer como si nada


aunque pueda destrozarlo todo…
Siempre quiero más,
pero sé que, si tuviera menos,
habría querido lo que tengo ahora.

Y me da que pensar.
Vuelve para decirme adiós

Me imaginé una y mil veces tu despedida:


qué me dirías, cómo me lo dirías y cuál sería mi reacción.
Quise pensar que lo harías con tacto,
tratando de no romperme demasiado el corazón
aunque sabías que, con el simple hecho de irte, ya lo ibas a hacer.

Y creo que por eso te fuiste sin despedirte.


Porque no soportarías escuchar de mi boca un «quédate»
sabiendo que no ibas a hacerlo.
Porque nunca se te dio bien afrontar las cosas de cara
y prefieres salir por la puerta de atrás sin hacer ruido.

Lo que no sabes es que ese silencio fue el que me mató.


El que me llenó de dudas sin resolver,
de preguntas que me repito una y otra vez, tratando de encontrar
una respuesta. Y me creo cada vez más inseguridades.

Quería que lo supieras, porque estás a tiempo de rectificar.


Para irte de mí, necesito escucharte decir adiós.
Por favor, vuelve y dímelo a los ojos.

Prometo no pedirte que te quedes.


El dolor y tú

No puedo pretender que tu herida cicatrice


si cada vez que me duele
en vez de curarla
presiono para hacerme más daño.
Canciones que suenan a ti

Fuimos ese estribillo que tarareo cada día casi sin darme cuenta.
Y es que las canciones son una manera
de expresar lo que sentimos,
e incluso de ponerle nombre y apellidos
a eso que ni tú mismo entiendes.

Puedes gritar todo lo alto que quieras la frase de esa canción,


cuyo significado real solo tú conoces
(aunque tus ojos te delaten al cantarla).

Puedes escuchar esa estrofa que hace que se te erice toda la piel,
porque revive un sentimiento que creías haber olvidado
y pasea de nuevo por tu cabeza en forma de melodía.

Puedes conectar con alguien


porque os entendéis a través de la música
y que luego nunca os podáis olvidar
porque os acompañarán siempre los recuerdos en canciones.

Si alguna vez dejamos de hablar y me echas de menos,


envíame una canción,
y creo que no hace falta explicar nada más…
Ha sonado tu canción en aleatorio y no he
podido evitar cantar contigo en mi mente.
Miedo a decir la verdad en alto

Por más que me pregunto qué me pasa,


no podré saberlo nunca
si no dejo de taparme los oídos
cuando me lo estoy diciendo a gritos.
Casi algo

Nada duele más que quedarse a nada de serlo todo.


Podríamos llamarlo amor de verano
sea en la estación que sea.

Es intenso;
todo es tan bonito que parece irreal,
la conexión que nunca antes habíais sentido.
Sientes que has encontrado a tu persona,
tu corazón late más bonito cuando estáis juntos.
Sientes mariposas acariciándote la tripa
cada vez que os reís a la vez.
Deseas con todas tus fuerzas que esa risa dure eternamente.

Hasta que llega el momento de despedirse


justo antes de haberos podido decir todo lo que sentíais.
La vida, el destino, las circunstancias
hacen que un camino que parecía idílico de su mano,
se separe en dos y tengáis que soltárosla.

Y es justo ahí cuando sabes


que esa historia te ha marcado para siempre,
que significará un antes y un después,
porque
¿quién olvida el mejor verano de su vida?
¿Hasta cuándo vamos a quedarnos con la duda?
¿Hasta que sea demasiado tarde?
Sé que estás leyendo esto

Lo siento.
De verdad, lo siento muchísimo.

No es que no te supiera querer,


es que no sabía quererme a mí
y eso me hacía pensar que todo el mundo me odiaba
al menos una cuarta parte de lo que ya lo hacía yo
(que ya era mucho).

No te merecías todo lo que te hice pasar.


La persona que conociste no era yo.
Si ahora volviésemos a conocernos,
tendría que volver a presentarme.

Supongo que son cosas que nos hacen aprender.


A mí me enseñó a no querer volver a pasar por eso nunca más,
y a ti, desgraciadamente, supongo que también.

Quiero que te quede claro


que la culpa fue solo mía.
Espero que me hayas podido perdonar.
No esperes a pedir ayuda
hasta tal punto que tengas que pedir auxilio.
Inmortalizarte en poemas

De repente,
te vi.
Y me salieron todos los poemas
que jamás había sido capaz de escribir.
Y te inmortalicé con ellos
porque sabía que tú
te acabarías yendo.
Y así fue.

Sigo leyéndote entre mis versos cada vez que te echo de menos.
Reflexiones de Luna

¿Puede el dolor cambiar a alguien tanto como para llegar a


desconocerlo?

Por experiencia te digo que el dolor puede inhibir a una persona totalmente,
hasta el punto de que ni ella misma se reconozca.

Cuando sientes dolor


te ves cayendo en un pozo sin fondo.
Gritas, pero solo escuchas tu eco
aunque haya gente llamándote desde arriba.

No ves la luz
ni te ves a ti en tu reflejo,
simplemente caes al vacío
sin saber cuándo vas a llegar abajo.

Solo sientes manos tratando de agarrarte,


pero ninguna con la suficiente fuerza como para que dejes de caer.

Lo que ocurre es que, en vez de fiarte de ellas,


prefieres soltarte
por miedo a que te vuelvan a hacer daño.

Hasta que te des cuenta de que hay manos conocidas


que solo tratan de salvarte;
y por fin, te dejes ayudar.

A las personas rotas hay que darles tiempo.


Piensa que las grietas que tienen
se las hizo alguien a quien le contaron dónde les dolía y fueron
a darle justo ahí.
No quiero admitirlo, pero te sigo buscando

Me da miedo la facilidad que tengo de cogerle cariño


a gente que se parece en algo a ti…

Me he dado cuenta de que te busco


desde que dejamos de encontrarnos.

Y yo sigo tan perdida como desde entonces.


En el fondo, lo sabía

Recuerdo ese día,


había mucha gente a nuestro alrededor.
Te sentaste a mi lado y me miraste a los ojos
como si nada importante estuviera pasando.
Como si fueras a soltar una frase común,
pero sonreíste
y me dijiste «te quiero»
susurrando, con la intención de que te leyera los labios.

Yo abrí un poco más los ojos. Mi tripa gritaba, pero yo callé.


No pude contestarte con más que una sonrisa.
Aunque eso te sirvió,
porque realmente tú solo querías que yo pensase que me querías.
No necesitabas saber que yo también.

Y fue mi desconfianza
la que me salvó de ti.

Porque nunca llegué a creerme esa frase.


Y el tiempo me demostró
que tú nunca la dijiste en serio.
Nuestro hilo rojo

¿Nos habremos cruzado alguna vez antes de conocernos?


¿Y nos reconoceríamos entre tanta gente
tanto tiempo después de habernos despedido?
Te busco entre la gente

Voy caminando por la calle,


escuchando música en mis cascos y observándolo todo
con esa parte de mí siempre despierta.
La que espera encontrarte entre tantas caras.

La que busca miradas ansiando la tuya.


Porque nunca la han vuelto a mirar igual.

La que huele tu perfume y se le encoge el corazón,


y se da la vuelta con disimulo por si encuentra tu nuca
o, mejor aún, tu cara buscándola.

Pero también te busco en otras personas.


En otras bocas, manos, corazones.

Busco tu delicadeza para hacerme sentir única.


Tu ingenio para conseguir
que nunca tuviese tiempo de aburrirme.
Tus ojos, que eran caos y calma al mismo tiempo.

Y después de tanta búsqueda,


desisto.

No puedo pretender reemplazar lo que es único.


Debí valorarlo antes de haberlo perdido…
Cuida lo que tienes

Te pasarás la vida deseando el jardín de enfrente de tu ventana


sin admirar la flor que va creciendo en tu maceta…
Hasta que, por no regarla, acabe muriendo.
Ojalá

Eres la primera persona en la que pienso cuando


me pasa algo bueno,
y más cuando me pasa algo malo.

Ojalá pudiera contarte todos mis logros y verme reflejada


en tus ojos de ilusión.
Y sentir tu abrazo que es como mi hogar
cuando te contara que últimamente me siento triste e insegura.

Que no me encuentro
desde que no estás…

Pero no estás
y no puedo contarte
todo lo que me gustaría que estuvieras.
Como cuando suena esa canción en modo aleatorio
y se me para el mundo
cuando llega la frase que me escribiste en ese último mensaje…
Así te siento.
¿Tienes miedo de perderle?
¿O de perderte a ti por perderle a él?
Porque si es así, déjame decirte que ya estás perdida…
Reflexiones de Luna

Contacto cero

Contacto cero es terminar de romper tu corazón


para darte cuenta
de que la única manera de sanarlo del todo
es cortar de raíz,
tirar de golpe,
sin pensarlo.

Como cuando te quitas una tirita


que estaba demasiado pegada a la piel
y prefieres ese tirón
al dolor que te produce quitarla poco a poco.

Es aprender a soltar,
pero esta vez, de verdad.

Soltar eso que sabes que te hace daño


pero no te atreves a dejar ir
por miedo a que no vuelva jamás.

Lo que no sabes es que si no lo sueltas,


la que no volverá jamás, serás tú.

La frase:
«Ojos que no ven, corazón que no siente,
y sana poquito a poco».
Contacto cero es cortar la relación que te está dañando
para mejorar la que tienes contigo,
y, por fin, priorizar tu paz mental.
La herida sigue abierta debajo de tu tirita

Tengo miedo de romperte el corazón por recomponer el mío.


Tengo miedo de decirte que ya no siento lo mismo,
que desde que me antepuse,
no consigo verte de la misma manera.

Aunque cambiases.
Aunque mejorases por mí.
No soy capaz de olvidar todo lo que sufrí.

Quizás necesitaba tiempo, y tú tuviste demasiada prisa.


No me dejaste cicatrizar estando sola.
No me diste tiempo para echarte de menos.

No me dejaste tomar la decisión más importante de mi vida.


Y quizás es por eso por lo que todavía no he conseguido
curar tu herida.

Me da miedo decirte todo esto,


pero adiós.
No voy a decirte «hasta luego»
porque estaría haciendo lo mismo que tú:
no dejarte sanar por miedo a que te vayas para siempre.

Pero eso es decisión tuya.


Y lo sé porque yo no tuve esa oportunidad.

Nos vemos cuando esté preparada para quererte.


O no.
Te fuiste por miedo a quererme de más
y después echarme de menos

Llevo mucho tiempo intentando aprender a soltarte.

Mira que me he despedido veces,


pero contigo no lo consigo.

Quizás porque nunca entendí que te fueras.


Porque nunca escuché una explicación lógica de tu partida.
Porque nunca sentí tus ganas de irte.

Y siempre pensaré que lo hiciste


por miedo.

A quererme de más.
A no saber hacerlo.
A implicarte demasiado y no recibir lo mismo.

Aunque yo siempre te di todo lo que tuve,


aun cuando no tenía nada.
Ni siquiera a ti…
Suelta en una página de tu cuaderno todo lo que te
ha removido este capítulo. Despídete, por fin. Es el
momento.
Despedidas. Muchas despedidas.
De las que duelen tanto que no te sale ni la palabra adiós.
Y de las que sigues sin entender por qué te lo dijeron.

Despedidas sin razones lógicas pero que entiendes que sucedieran,


o con mil y una explicaciones pero que sigues lamentando
que se dieran.

Seguimos echando de menos,


pero esta vez sabiendo que ya no hay vuelta atrás.
Aceptando la situación y dejando ir.
Aprendiendo a soltar todo lo que ya no va a volver.
Dejando de luchar por lo inalcanzable
para poder dar paso a lo verdaderamente importante.

Hay poemas que leerás con una voz en específico,


esa misma que hará que se te erice la piel.
Y, o desearás con todas tus fuerzas que vuelva,
o agradecerás más que nunca su partida.

Sea como sea, debes dejarlo ir.


Para avanzar.
Para crecer.
Para empezar a centrarte en ti.

Porque si ya no está aquí, contigo,


es por algo, ¿no?
Acuérdate de las razones antes de desear algo que, probablemente,
sea imposible de conseguir.
Utiliza este capítulo para despedirte del todo. Para darte cuenta de la falta
que te hace soltar y, sobre todo, a quién. Escucha el nombre que te susurra
cada poema y acepta la situación de una vez por todas. Es así, es el ciclo de
la vida. Es hora de decir ese adiós que cuesta tanto para poder empezar a
sanar.
Dejar ir cuando quieres quedarte

Las despedidas suelen darse


sin que uno de los dos quiera decir adiós.

Te quedas con ese ramo de flores en la mano


que estabas a punto de entregar
antes de recibir el portazo en la cara...
y el brillo de tus ojos deja de ser por ilusión.

En vez de llorar, patalear en la puerta, rogar para que te abran…,


deja el ramo en el felpudo
y vete de ahí
sin darte la vuelta por si abre para cogerlo.

Porque si ha cerrado con tanta fuerza,


significa que ya nunca la abrirá igual.

Y eso debes entenderlo, y debes dejarle ir.

Aceptar que no eras imprescindible en su vida.


Y aunque te vaya a costar verlo,
esa persona tampoco lo era para ti.
A veces queremos tanto que alguien se quede
que no nos damos cuenta de que se fue hace tiempo.
Hasta que, por fin, volé

No, no me alejé porque fuese egoísta,


o porque hubiera cambiado,
o porque pensase solo en mí.

De hecho, sí.
Pensé en mí
por primera vez
después de tantos años.

Me alejé de ti
por los daños acumulados.

Porque ya me dolía la espalda de llevar tu mochila


(y la mía),
y que nunca quisieses el relevo.
De que no me preguntases si necesitaba ayuda,
solo sabías pedirla tú.
Y si no te la daba (porque no podía más),
ya era culpa mía.

Puedes decir lo que quieras,


pero en el fondo sabes
que yo no salté.

Me fuiste empujando al precipicio poco a poco.


Hasta que, por fin, volé.
Inercia

Te quería tanto
que me sigo sintiendo mal
cuando me pasa algo bueno
y no puedo compartirlo contigo…

Porque fuiste tú el que se fue.


Y no te mereces que siga hablándole a tu recuerdo.
Reflexiones de Luna

¿El amor es dejar ir?

El amor nunca será sano si pretendes


que esa persona esté contigo para siempre.

Y digo pretendes, porque sufres cada vez que piensas que se va a


ir, y haces todo lo posible para que no lo haga.

Haciendo esto solo consigues no disfrutar del momento que estáis


viviendo, creando experiencias, momentos, recuerdos.

Ellos sí que te van a acompañar toda la vida,


así que procura que merezcan la pena.

Nunca se sabe si algo va a durar para siempre, porque no sabemos


dónde estaremos mañana ni las decisiones que tomaremos,
o las que tomará la vida por nosotros.

Por eso, cuando haya que dejar ir, hazlo;


la vida y el tiempo te darán las razones,
y tú te quedarás con todo lo vivido.
¿Con qué canción nos despedimos?

Como cuando estás a punto de leer el final de tu libro favorito


y no encuentras la canción perfecta para que lo acompañe…
Así me sentí cuando te dije adiós,
o cuando nunca pude llegar a hacerlo.
El libro tiene un final distinto, aunque lo leas dos veces

Y qué pena cuando acabas de terminar de leerlo por primera vez


y sabes que no vas a volver a vivir nada igual jamás.

Puedes vivir mil historias con la misma persona,


pero nunca podrás repetir la primera.

Puede ser mejor o peor, pero una cosa es segura:


será diferente.

Lo bonito de las historias es saber sentirlas al máximo


cuando las estás viviendo,
y lo triste es que, la mayoría de las veces,
nos damos cuenta de lo mágicas que fueron
cuando ya han terminado.
O cuando intentamos repetirlas con otros personajes,
y nada vuelve a ser igual…

Vive cada capítulo como si fuera el último,


tú siempre serás el/la protagonista,
pero no depende de ti la actuación del resto…
Espero que, al buscarme, te encuentres

Cuando te fuiste,
me dejaste con una inmensidad de amor
que rebosaba por mis manos.

Al principio no supe entenderlo:


«Joder, qué voy a hacer ahora con tanto».

Hasta que empecé a escribirlo,


a describirte.
Nuestro amor imposible.

Lo que nunca te dije


o no quisiste escuchar.
Lo que tanto necesito que sepas.

De alguna manera, así llego a ti.


Porque me queda la esperanza de que algún día
leas tu nombre entre mis estrofas
y te acuerdes de todo lo que (no) pasó.
Y me pidas perdón por impedir que pasara.
Dejar ir a quien no te hace bien

El problema está en que solemos aferrarnos


a lo que nos hace daño
con tal de sentir algo, aunque sea dolor.

Estamos tan vacíos y perdidos


que ansiamos cualquier sensación que nos devuelva a la vida,
sea buena o mala.

Y es la clara señal de que si estás en una relación


(ya sea amorosa o de amistad) donde sufres,
es que todavía no has encontrado a nadie
que te haga sentir realmente como te mereces.

Y, por lo tanto, ahí no es.

Cuando empecemos a valorarnos como merecemos


y sepamos preguntarnos qué es lo que necesitamos,
será cuando estemos preparados para decir adiós.

Adiós a esa persona que te quita la tranquilidad,


adiós a ese amigo que te hace sentir inferior,
adiós a todo aquel que te drene la energía.

Porque es muy difícil decir adiós


cuando tienes miedo a quedarte a solas contigo.
Me perdí tantas veces por buscar a alguien
que no quería que le encontrara…
No quería que te fueras

Cuando te fuiste,
sentí que mi mundo se terminaba con la última palabra
que me dijiste al despedirte.

Esa que ni siquiera recuerdo,


porque no la escuché,
igual que no quise escuchar tu adiós.

Han pasado muchas cosas;


he conseguido logros
que me habría encantado celebrar contigo.

He visitado lugares increíbles que fotografié


deseando que tú también aparecieras en mi carrete.

He escrito poemas que jamás te llegaré a leer,


pero que de vez en cuando lanzo al mundo
con la esperanza de que algún día lleguen a ti.

También he reído, he llorado, he amado,


me he superado como persona
y he aprendido a ser mejor cada día.

Pero sigo soñando contigo


y despertándome triste por saber que ya no estás.

Desde que te fuiste,


sigo buscando la parte de mí que se fue contigo.
Necesitaba que te fueras

Cuando te fuiste,
sentí que mi mundo se terminaba con la última palabra
que me dijiste al despedirte.

Esa que ni siquiera recuerdo,


porque no la escuché,
igual que no quise escuchar tu adiós.

Pero poco a poco me di cuenta


del favor que me estabas haciendo.

He conseguido curarme de ti.


He vuelto a sentirme segura de mí misma.
He aprendido a quererme antes de querer
y me han sabido querer bien, antes que mucho.

No sabía la falta que me hacía que te fueras


hasta que lo hiciste.

Así que GRACIAS,


porque me has dado las alas para volar
aunque pensabas que nunca podría aprender a hacerlo.

Solo me hacía falta un poco de impulso…


Ese que me diste al empujarme al vacío
sin esperanzas de que pudiese sobrevivir sin ti, y mírame…
He aprendido a caer y ya nadie puede tirarme.
Vértigo a tus alturas

Te idealicé
y tú te creciste
cuanta más cuenta te dabas.

Ibas escalando peldaños


más y más arriba
en el pedestal en el que te tenía.

Lo que no sabías
es que estabas subiendo tanto
que llegó un momento en que dejé de verte.

Por mucho que gritaras,


yo no te encontraba.

Y, poco a poco,
te fui olvidando.

Y tú
allí en lo alto
te sentías tan solo…
Lamentándote
por no haberme invitado a subir contigo.
Conclusiones inconclusas

He llegado a la conclusión
de que si no consigo decirte adiós
es porque todavía espero que me expliques
por qué te fuiste sin despedirte.
Pensé que nunca llegaría a tener nada igual,
y es cierto…
...tuve algo mucho mejor.
Espero que algún día puedas entender por qué me fui.
Adiós, amiga...

Me echaste la culpa de cosas que habías provocado tú.


Me reprochaste lo que te pasaba a ti, contigo.
Porque en vez de arreglarte tú,
preferiste romperme a mí
para no sentirte tan rota.

Y acabamos cortándonos la una


con los pedazos de la otra.

La diferencia era que yo te curaba


y tú metías el dedo en mi herida.
Me culpabas por quejarme del dolor,
invalidándolo, como siempre hiciste conmigo.

¿Y todavía te preguntas por qué ya no estoy?


Y, dime, ¿cambiaste?

¿Cómo te va?
Hace tanto que no nos vemos…
¿Qué has estado haciendo?
Ah, eso está muy bien.
Seguiste tu vida como todos, vaya.

Y dime, ¿cambiaste?
Sí, ya sabes a lo que me refiero…
¿Cambiaste tu manera de tratar a los demás?
¿Tu forma de mirar?
¿Tus insultos camuflados?
¿Tu odio insaciable?

Espero que por fin pudieras conseguir


esa seguridad en ti misma que tanta falta te hacía,
y que no se la intentases arrebatar a nadie más
para evitar que a ti se te notase su carencia.

Espero que después de todos estos años consiguieras perdonarte.


Yo lo hice,
pero no por ti, sino por mí.
Pasaste de ser mi peor pesadilla
a ser alguien totalmente insignificante,
que es lo que siempre debías haber sido.

Y, sí, no voy a negarte que esperé que me pidieras perdón,


pero ya no me hace falta.
De verdad, ya no importa,
ni importas.
Te deseo mucha suerte, a ti
y a todo el que se cruce contigo y te haga dudar de tu valía.
Espero que tengan más fuerza que la que tuve yo.
Nada te llenará si nunca te preguntas qué es lo que te vacía.
Nada vuelve a ser lo mismo

No siempre nos quedará París.


No siempre que queramos podremos vernos.

No, el destino no volverá a juntarnos.

Podremos encontrarnos, pero ya no podrá ser.


No como esa vez.
No con tanta intensidad.

Lo sé porque ya me ha pasado.

Iluso de ti que crees que todo seguirá igual.

Ay, amor…
Hablando de ti,
nada destruye más que el tiempo…
De todas las palabras que me dijiste en tu despedida,
la frase que más me dolió resuena en mi cabeza cada día.
Reflexiones de Luna

Respeto post-relación

Una relación es como un libro


donde dos personajes van creando una historia juntos
hasta que uno de los dos decide escribir el último capítulo.
(O la vida, o las circunstancias).

Habrá libros más largos,


otros más cortos,
otros con varias sagas
y los interminables.

En TODOS hay una historia.


¿Por qué borrarla cuando puedes recordarla
desde el cariño y el respeto?
¿Por qué tratar como a un desconocido
a la persona que escribió todo eso contigo?
Lo que viviste y disfrutaste mientras duró.

Después de todo, siempre os unirá vuestra historia


y os debéis como mínimo el respeto.

¿Por qué quemar el libro entero


cuando solo dolió el último capítulo?
Te volvería a conocer mil veces más

Si hubiese sabido lo difícil que sería soltarte


el día en que te conocí…,
lo hubiese hecho una y mil veces más.

Si tanto me cuesta dejarte ir, será por algo


(o por casi algo).
Aprender a recordar

Dejar ir no significa olvidar.

De hecho, no soy partidaria del olvido.


¿Para qué vas a querer olvidar los recuerdos
que un día te hicieron feliz?
Con esos debes quedarte.

Los malos, tómalos como lecciones


para que no vuelvan a ocurrir.
Y los buenos, como experiencias que te llevas para siempre.

No hace falta olvidar. Solo saber cómo recordar.


Un beso al cielo

A quien ya no está,
gracias por acompañarme hasta el día en el que tuviste que irte.

Dueles todos los días:


en las fechas importantes, cuando tu silla se queda vacía,
pero sobre todo en los días cotidianos,
en los que estoy haciendo cualquier cosa y me acuerdo de ti.

De cómo lo harías tú, de cómo te gustaría más,


de cuánto me gustaría contarte todo lo que estoy haciendo.

Y quiero que sepas que estoy dando todo de mí


para que te sientas orgulloso,
pero también, que si me ves llorar
es porque a veces no puedo con todo (y yo sé que lo entiendes).

Daría todo por poder pasar un ratito más contigo


y ver tus ojos brillando por cualquier tontería que te cuente.
Ojalá poderte decir todo lo que en su día no me dio tiempo,
todo lo que te admiro y lo que me has enseñado sobre la vida.
Aunque ya no sea igual desde que no estás en ella.

Quiero que tengas una cosa clara:


solo muere quien es olvidado y quien toca el alma,
no se olvida.
Después del amor... ¿Hay después?

Creo que el amor es algo tan grande y abstracto,


pero a la vez tan delicado y peculiar,
que podemos creer que alguna vez se esfuma,
cuando, en realidad, solo está cambiando de forma.

Si ha sido una relación dolorosa,


sin responsabilidad afectiva,
ese amor tóxico, al irse,
se convierte en aprendizaje, coraje y paz mental.

En una relación sana,


el amor se convierte en respeto, recuerdos, canciones
y una conexión que jamás podréis reemplazar…

Os convertiréis en dos almas libres que se conocen tan bien


que os tendréis siempre que lo necesitéis
sin tener ni siquiera que pedirlo.

El amor no se acaba; se transforma,


por eso debes cuidar muy bien las relaciones que tengas
para que nadie más te haga sentir
que te deja con todo ese amor en las manos.
Para cerrar una etapa
no hace falta una última conversación.
Cosas que tengo que decirte para despedirme

No sé si leerás esto alguna vez, pero necesito escribirte


todo lo que no fui capaz de decirte,
y que me impide dejarte ir.

Gracias.

Por hacerme ver lo increíble que puedo llegar a ser.


Porque cuando estaba contigo
no me esforzada en ser la mejor, me salía solo.
Aunque tú nunca me vieras así.

Y no te culpo, quizás no estábamos hechos el uno para el otro.


A pesar de que yo siempre te vi para mí.

Perdón por creer que podría cambiarte.


Cambiar esa manía tuya de descuidar todo
lo que acaba siendo tuyo.
Aburrirte de lo que ya has conseguido y despreciarlo.
Como hiciste conmigo.

Perdón también por haberte insistido tanto.


Gracias a eso aprendí que nunca más rogaría estar en un sitio
donde no valorasen mi presencia.

Gracias por irte de una manera tan brusca y dolorosa.


Aunque pensaba que nunca me curaría,
hizo que cicatrizase mucho mejor.
Porque no esperaba que volvieses
a pesar de que siempre te estuviera esperando.

Gracias por irte.


Yo nunca podría haberlo hecho.
Suelta en una página de tu cuaderno todo lo que te
ha removido este capítulo. Déjalo ir. Vacíate para
poder empezar a llenarte de cosas bonitas.
Empiezas a abrir los ojos.
A entender que las cosas pasaron así por algo
y que no puedes hacer nada más que aceptarlo.
Y perdonarte.
Dejar de buscar el amor fuera,
y encontrarlo en ti.
El ciclo de la vida, de las personas en tu vida.

Entender que no pasa nada por estar mal.


Que un corazón tiene que llorar para poder sanar.
Permitirte sentir, soltarlo todo.
Soltar.
Abrazarte.

Coger fuerza para lo que viene.


Tener claros tus objetivos y saber que puedes conseguirlos.
Dejar de esperar al momento perfecto,
y hacerlo. Con miedo. Aunque salga mal.
Intentarlo las veces que haga falta.

Y aprender.
Aprender mucho.
De todo lo que has pasado y de lo que no ha pasado.
De cada cicatriz, una lección.
Y enseñarlas con orgullo. O guardarlas en secreto.
No dejar que nadie más te diga cómo debes sentir.

Dejar la autoexigencia para otro momento.


O aprender a sobrellevarla de la mejor manera,
pero sin castigarte por no llegar a todo.
Porque sí, puedes con todo, pero no con todo a la vez.
En este capítulo tienes que mirar dentro de ti, escuchar lo que llevas tiempo
queriéndote decir y, por fin, abrazarte. Decirte que no pasa nada, que ya
sabes que no todo está bien, pero que lo estará. Y que te tendrás a ti para
acompañarte en el proceso. Que el miedo es normal y que las cosas sin
miedo no tendrían la misma emoción.

Te recordarás todas las veces que pensaste que no podías, pero que
terminaste pudiendo. Valorarás el paso del tiempo y dejarás que sea él quien
decida las cosas que no dependen de ti. Dedicarás ese tiempo a algunos
recuerdos que marcaron tu vida.

Empezarás a sanar.
Quizás pienses que me fui ese día,
pero yo ya me había ido hace mucho tiempo.
Solo necesitaba quitarme la venda de los ojos
para ponerla en el corazón.
¿Si algo es para ti, vuelve?

Confío en el ciclo de la vida, en el destino y en las conexiones.


También confío mucho en el tiempo
y en que todo tiene su momento.

Si ahora no ha sido y alguna vez tiene que ser,


será.

Pero no intentes forzar algo para lo que todavía no hay espacio,


porque se acabará rompiendo y, entonces,
ni ahora, ni luego, ni nunca.

Deja que fluya y fluye tú,


no te estanques en cosas externas que no dependen de ti.

Simplemente acepta el momento y disfruta de tu presente,


porque es lo único que realmente tienes ahora.
Ojalá hubiese leído esto hace años

Hay situaciones, experiencias, palabras y sueños no cumplidos


que nos persiguen por las noches justo antes de dormir.
Las evitamos durante todo el día
y es justo cuando necesitamos descansar
cuando vuelven a nuestra mente de forma invasiva.
Parece que estaban esperando a que te relajaras
para aporrear tu puerta.

Pues es precisamente por intentar evitarlas que vuelven a ti.


Porque las cosas hay que afrontarlas para saber dejarlas ir.
Si no les plantas cara, te seguirán persiguiendo.

Cuando tengas un pensamiento intrusivo a lo largo del día,


en vez de intentar evitarlo, escúchalo.
¿Qué me está queriendo decir?
¿Por qué me viene ahora a la cabeza?
Trata de analizarlo.

Cuanta más atención le prestes, antes se te olvidará.


Porque realmente no tiene un impacto en tu vida,
pero necesitas entenderlo y calmarlo para que se vaya.

Aprende a identificar los pensamientos invasivos,


escúchalos y deja que se marchen.
Solo así conseguirás deshacerte de ellos.
¿Vas a dejar que el miedo decida por ti?

El miedo es inevitable,
de hecho, a veces lo veo necesario.

Nos está indicando que algo nos hace la ilusión suficiente


como para temer que salga mal.
Y eso te está diciendo mucho.

Significa que esa oportunidad te importa,


entonces, ¿por qué dejarla escapar?,
¿por el miedo a que salga mal?
¿Y no será mejor que salga mal
a quedarte para siempre con la duda por no haberlo intentado?

Coge ese miedo,


escúchalo, compréndelo,
haceos amigos
y camina de su mano.

Llegarás mucho más lejos que dejando que decida por ti.
Como cuando llevas años escuchando una canción
sin pararte a escuchar su letra
y, de repente, un día todo cobra sentido.
Reflexiones de Luna

¿El tiempo lo cura todo?

El tiempo lo cura todo siempre y cuando


te acompañes en el proceso.

Nada se curará si no pones de tu parte.


Y sí, está bien llorar, tienes que pasar el duelo
y tienes que saber que
está bien estar mal, porque es lo que hará
que consigas sanar.

Pero el tiempo también necesita que cantes, que bailes,


que te dejes querer, que estés con personas que te quieren
de verdad y que te vayas a casa con la sensación de que la herida
cada vez duele menos.

Y eso solo lo conseguirás acompañándote


en todas tus fases.
Miedo a sentir demasiado

Cada uno siente las cosas a su ritmo,


y es un error frenar tus sentimientos por miedo.
¿Qué gracia tiene sentir si no dejamos que fluya?

No soy partidaria de la gente que se hace «la difícil»


porque «es lo que atrae». ¿Por qué?
Si me apetece hacer algo, lo hago.
Si me apetece sentir, siento.
Si me apetece decirte algo, te lo digo.

¿Por qué reprimirnos por miedo?


¿Miedo a qué?
¿A que nos conozcan por ser quienes somos de verdad?

Creo que ahí está la clave:


vive, siente, ama y demuestra cuando tu corazón te lo pida.
No dejes que el miedo reprima la sensación tan bonita
que te da hacer lo que te llena.
Todo tiene solución menos la muerte

A los problemas, soluciones.

Si no era así, será de otra manera.


Y si no es de esa manera, será de otra distinta.

Lo importante es buscarla hasta encontrarla.

Porque la hay. Siempre la hay.


Hay decisiones egoístas que son necesarias
para nuestro crecimiento personal.
Pedir ayuda y dejarse ayudar

¿Cuántas veces nos dijeron de pequeños


que llorar era de cobardes,
que para ser niños valientes
no podíamos mostrar nuestra debilidad?
Nos lo dijeron tanto que acabamos creyendo
que pedir ayuda, llorar o estar tristes estaba mal.

Escondemos sentimientos por miedo a ser juzgados.


La famosa falsa sonrisa que hemos normalizado
durante tanto tiempo
con el fin de que todo el mundo nos vea felices
aunque por dentro estemos destruidos.

Déjame decirte una cosa:


todo el mundo pasa malas rachas.
NADIE es feliz siempre y no hace falta que finjas una sonrisa
para que tu entorno no te vea frágil.

Si necesitas ayuda, pídela.


No esperes a que sea demasiado tarde,
no cargues tú solo con todo el peso
porque a veces no se puede, y es normal.

Préstale la mochila a alguien que sea digno de llevarla


hasta que te encuentres mejor
y camina a tu ritmo,
que quien de verdad te quiera, lo hará contigo.
Fue culpa mía

Cuántas veces te habré echado la culpa.

De mi tristeza.
De mi ansiedad.
De mis lágrimas.
Cuántas veces habré pensado que podrías salvarme
pero que nunca quisiste hacerlo.

Me pasaba las horas esperando un mensaje


que me sacase del pozo
en el que me había metido yo sola.

Porque no fue tu culpa.


Ninguna de las veces.
Fue la mía, por darte el poder de destrozarme.
Y, encima, de darte solo a ti el de reconstruirme
cuando sabía que nunca lo harías.

Hasta que conseguí ver que esa responsabilidad era solo mía
y que solo me hacía más daño a mí misma
sin ni siquiera saber cómo calmarme.

Aprendí de cero
a hablarme,
a tratarme,
a cuidarme
y, sobre todo, a salvarme.

Y hasta hoy.
No necesitas ningún corazón para sanar el tuyo.
Permítete fallar

Puedes equivocarte.
De verdad, no pasa nada.

Todos cometemos pequeños errores constantemente.


A veces, decepcionamos a quien más nos quiere.
Otras, tomamos decisiones que pueden perjudicar a alguien.
No se acaba el mundo.
No te van a odiar de repente.
Quizás mañana se les haya olvidado lo que ha pasado,
o en un mes.
Quizás cuando ellos lo hayan olvidado, tú sigas recordándolo,
y a quien le toque perdonarte, sea a ti.

Somos humanos,
no podemos tenerlo todo siempre bajo control.
De una manera u otra, equivocarse forma parte
del ciclo de la vida.
Nunca aprenderíamos nada si no.
Porque no hay mayor profesor que un buen golpe de realidad.

Si te has equivocado con alguien, pide perdón.


Discúlpate las veces que creas necesarias.
Puede que nunca te llegue a perdonar,
pero tendrás la conciencia más tranquila.

Si te has equivocado contigo, pídete perdón.


Pídetelo solo una vez, no estés disculpándote toda la vida.

El primer paso es pedir perdón


y el segundo empezar a perdonarte.
Escuchándote, entendiéndote y aprendiendo de ese error.
Puede que tardes, no es tarea fácil, la verdad.
Los más críticos con nuestras actitudes somos nosotros mismos,
y no dejamos de pensar en la vez que fallamos una y otra vez,
tiempo después de haberlo hecho.

Pero eso no va a solucionar nada.


En cambio, coger el aprendizaje y usarlo a tu favor, sí.

Cometer errores nos hace humanos.


Permítete fallar.
Equivócate de nuevo… Equivócate mejor.
Autoexigencia y cumplir expectativas

Somos nosotros mismos los que nos ponemos el objetivo.


Si hace tiempo que estamos intentando alcanzarlo,
¿no crees que igual está demasiado alto?

Las expectativas son dañinas


y perjudican a nuestra salud mental.
Si vamos con la idea de conseguir un objetivo y no llegamos,
nos sentiremos mal por no haberlo logrado,
pero no nos fijaremos en lo que sí hemos podido alcanzar.
Aunque sea poco, todo suma.

Por eso, te recomiendo no llevar expectativas,


o no ponerlas altas, y dar todo de ti.

Sea lo que sea que consigas, deberás agradecerlo,


porque es un paso más comparado con donde estabas ayer.
Y eso YA ES AVANZAR.
La libertad de escogernos cada día

Cuanto más intentes retener a alguien,


más ganas tendrá de irse.

Piénsalo,
si le aprietas mucho el brazo,
acabarás cortándole la circulación
y cada vez será más incómodo y doloroso.
Aunque lo hagas con todo el amor del mundo,
tratará de soltarse cuando note la presión.

En cambio,
si le ofreces tu mano
con la libertad de soltarla cuando quiera,
seguramente te la agarrará con muchísima más fuerza.

Se siente ligero
porque es libre,
pero elige tu compañía cada día.

Y esta no debería de pesar.


Gracias por eso que me dijiste aquel día…
Tú sabes de lo que hablo, y yo también.
Reflexiones de Luna

¿Las cosas pueden volver a funcionar


si se dejan un tiempo?

Depende.

De cómo terminó,
de por qué
y de vuestra evolución en ese tiempo.

A veces cometemos el error de dejarlo todo en manos del tiempo


sin hacer nada al respecto.
Y, no, esto no funciona así.

Cuando algo se rompe


(y no es por una causa grave y evidente),
hay que tratar de llegar al motivo de esa rotura.
Es un error pensar que estás sanando
cuando lo único que haces es tapar la herida con una tirita.

Sé que curarla escuece, pero hazme caso: es necesario.

Tratar el problema de raíz, acompañarte, entender tus motivos


y mejorar lo que hiciste mal sin castigarte por ello,
simplemente aceptando que no supiste hacerlo mejor.

Y cuando ambos os sintáis preparados,


hayáis cicatrizado y mejorado vuestras carencias,
entonces, será tiempo de volver a intentarlo.

Sí existen las segundas oportunidades,


lo importante es saber aprovechar bien el tiempo entre ellas.
El mundo no es tan feo

Te invito a conocer
antes de juzgar.
A escuchar
antes de hablar.
A mirarte
antes de señalar.
A quererte
antes de odiar.

Te invito a dejar de huir


antes de haber probado a quedarte.
De verdad, el mundo no es tan feo como crees,
solo tienes que cambiar la perspectiva.
Hay decisiones para las que todavía estamos a tiempo.
Malas rachas

Tómate el tiempo que necesites para volver a estar bien.


No tengas prisa, escucha lo que te dicen tus sentimientos
y trata de entenderlos para poder curarlos.
Si no les prestas atención,
nunca sabrás lo que te están queriendo decir
y no podrás darles lo que necesitan para mejorar.

Si necesitas ayuda, pídela.


No tengas miedo,
quien de verdad te quiera, hará todo lo posible por ofrecértela.
Y si no puede hacerlo,
se sentará a tu lado hasta que te sientas preparado
para ir a buscarla juntos.

No compares tu felicidad con la de los demás;


no sabes cuánto pesa su mochila,
solo estás viendo su fachada y lo que quiere que veas.
Hay miles de sonrisas infelices queriendo gritar auxilio,
pero sin hacerlo, por miedo a la incomprensión o a ser juzgados.

Esta mala racha te hará valorar muchísimo más las buenas,


porque me apuesto lo que quieras a que ahora recuerdas con
nostalgia los días en los que eras feliz y no lo supiste ver.
No te preocupes, esos días volverán.
Solo ten paciencia y aprovecha este bache
para sacar un aprendizaje que te va a acompañar
durante el resto de tu vida.
Nunca es tarde para aprender a hacerlo mejor (contigo).
¿Recuerdas ese día en el que algo te cambió para siempre?
Prefiero no saberlo (creo)

¿Cuántos errores habremos cometido sin darnos cuenta?


¿Cuántas veces habrán dicho nuestro nombre
sin que lo sepamos?
¿Cuántas noches nos habrán soñado sin decírnoslo al despertar?
¿Cuántos mensajes han sido borrados de nuestro chat
antes de enviarse?
¿Cuántas veces habrán estado a punto
de mandarnos una canción?
¿Cuántas miradas habrán buscado la nuestra
al cruzarse por la calle?
¿Cuántas personas echan de menos nuestro olor?
¿Cuántos poemas llevarán de título nuestro nombre?

¿Acaso alguna vez tendremos la respuesta


a todas nuestras preguntas?
Cuántas personas estarán admirando tu talento
mientras tú solo le buscas errores a lo que haces.
Muy mía

Soy muy de dar consejos que luego nunca me sé aplicar,


de escribir sentimientos que quisiera haber sentido,
pero nunca tuve ocasión.
También soy de las que se ahogan en un vaso de agua
y necesitan tenerlo todo bajo control.
Absolutamente todo.
Y cuando el agua rebosa, me paso días tratando
de averiguar el porqué,
en qué fallé, qué no supe ver.
Soy de las que no pueden oír hablar de injusticias ajenas
porque se ponen a llorar de rabia,
y las que yo he vivido las convierto en poesía.

Pero también soy de las que se emocionan


con una historia bonita,
de las que van paseando
y te compran cualquier tontería que le haya recordado a ti.
De las que les encanta escuchar.
De las que agradecen cualquier buen consejo.
Soy de las que tienen tres libros empezados
y se compra dos más porque le ha gustado el título.
Y otro para ti, por supuesto.
Soy de las que nunca te van a echar en cara un favor,
porque si lo hacen, es de corazón.

Esta soy yo en todo mi esplendor.


Faltan muchas cualidades
que todavía estoy tratando de descifrar,
pero me voy aceptando.
Porque tengo que convivir conmigo,
y nunca podré hacerlo de forma sana sin conocerme del todo.
El paso de cebra

Como cuando te cruzas con personas


mientras caminas por la calle
y las dejas atrás,
pero te paras en un paso de cebra
y vuelven a aparecer,
y camináis a la par
hasta que uno de los dos vuelve a quedarse atrás
y os desviáis.
O camináis hacia el mismo lugar.

Así son a veces las relaciones.

Vienen, van, se reencuentran y, por fin, funcionan.


O nunca llegan a hacerlo.
Y cada uno pasea a su ritmo durante el resto de su vida.
El momento de las cosas, personas, sentimientos

Absolutamente todo tiene su momento,


tanto lo bueno como lo malo.

Cuando es el momento, de una manera u otra,


terminará pasando.

Y cuando no lo es,
por mucho que lo intentes, la vida te dirá que, si no ha pasado,
es por algo.

No desesperes ni te frustres, solo ten paciencia y espera,


llegará el día en que digas:
«Ahora entiendo por qué no se pudo
o por qué sucedió».

A veces el puzle tarda años en terminarse, pero, poco a poco,


la vida te va dejando encontrar cada pieza.
Ahora te toca a ti saber dónde colocarla.
O si realmente quieres hacerlo o no.
¿Lo harías por mí? Por nosotros

Para poder pedirle a alguien que cubra nuestras necesidades,


antes debemos cubrirlas nosotros.

Porque si no lo hacemos o no sabemos cómo,


se lo pediremos desde la exigencia, la violencia
y la desesperación.

En cambio, si nosotros ya sabemos atenderlas,


se lo estaremos pidiendo desde la calma,
transmitiéndole que deseamos ese cambio
para reforzar la relación.

Y si de verdad le importa, intentará cambiar y darte lo que pides.


Sin forzar, que es como mejor salen las cosas.
Llora, corazón… Suéltalo todo

Un corazón sana si dejas que llore.

No reprimas sentimientos que pueden terminar ahogándote.


Suéltalo todo.
Respira.

Habla con personas que realmente te escuchen,


que te den consejos desde el corazón,
de esos que sientes como un abrazo que siempre vas a recordar,
que te dejan sin respiración pero sabes que te están sanando.
Aunque duela, es por tu bien.

Aprende a escucharte,
a perdonarte,
a disfrutar de tu compañía
y a hacer las cosas que te hagan feliz.

Es TU momento.
No pretendas llenar el vacío que sientes
con personas que probablemente te vacíen todavía más;
esas grietas solo se llenan con amor propio y sano.

Un corazón sana dándole tiempo,


abrazando sus sentimientos,
bailando sus canciones preferidas con el volumen bien alto,
riendo con personas que le sumen…

Y entendiendo que todo pasa por algo,


y que lo que no pasa, también es por algo
(y que tú siempre permaneces).
Si alguien te está intentando hundir continuamente,
probablemente sea porque se siente muy por debajo de ti.
Cambia la perspectiva

Las personas que menos soportamos


son las que más pueden enseñarnos sobre nosotros mismos.

Porque ponen a prueba nuestros límites,


nuestra capacidad de templanza
y nuestro respeto hacia los demás.

Entrenan nuestro temperamento para amaestrarlo


y que actúe de una forma elegante
cada vez que tengas que reaccionar.

Y eso es lo que te diferenciará del resto.

Así que no huyas de las personas que no soportas,


aprende con ellas,
y hazles ver que eres mejor.
Aprendí tarde a saber llegar tarde

A no necesitar ser siempre la primera para sentirme relevante.


Que ya lo era sin la necesidad de demostrárselo
a quien, en realidad, no quería verlo.

Aprendí tarde a valorar las cosas cuando las tenía…


Justo en el momento en el que las estaba perdiendo,
era cuando realmente me daba cuenta de su importancia.

Aprendí tarde que no debo rogarle a nadie que se quede,


porque si lo hacen
tiene que ser por decisión suya,
si no, aunque se queden, nunca estarán.

Aprendí tarde que muchas de las cosas por las que sufría,
en realidad, no iban a cumplirse…
Todo estaba en mi mente.

Aprendí tarde que es imposible tenerlo todo bajo control,


y perdí muchas noches preocupándome por cosas
que no dependían de mí.

Aprendí tarde que no soy difícil de querer,


solo que no había encontrado a las personas que realmente
quisieran hacerlo bien.

Aprendí tarde lo maravillosamente increíble que era


pasar tiempo conmigo después de tantos años evitándolo…
Ahora estoy devolviéndome todo lo que me debo.

Todo esto lo aprendí tarde, pero nunca es tarde.


Y ya se queda conmigo para siempre.
Mira dentro de ti. Deja caer aquí todos y cada uno
de tus miedos. Acéptalos y acéptate. Es el primer
paso para sanar.
Llegamos al objetivo,
al amor por el que todos deberíamos luchar
antes que por ninguno:
el propio.

Aprendemos a hablarnos bonito,


a entender las razones por las que debemos querernos,
a perdonarnos,
a acompañarnos.

Nos ponemos, por fin, los primeros.


Dejamos de preguntar «¿cómo estás?»
sin antes haber preguntado «¿cómo estoy?».

Valoramos el paso del tiempo


como algo que no podemos controlar
y que se escapa de nuestras manos
mientras disfrutamos el momento como nunca antes.
«Este día no vas a volver a vivirlo nunca más».
Cuando entiendas esa frase te cambiará la vida.

Entendemos lo que es un amor sano,


que las mariposas vuelan cuando se va forjando la confianza
y que eso significa evolucionar,
no que se haya acabado.

Querer y querernos bonito,


saber disfrutarnos,
nunca es tarde para eso.
En este capítulo por fin te vas a reencontrar contigo. Después de tanto haber
echado de menos a alguien que no te merece, te das cuenta de que nunca le
pediste tanto a alguien que volviera como a ti. Y, entonces, algo cambia
en ti: empiezas a construir la casa donde vas a vivir el resto de tu vida, con
autocuidado, respeto y confianza.

El miedo no va a desaparecer, pero vais a haceros muy amigos. Aprenderás


a vivir con él y ya no será incapacitante. Y, ojo, no digo que ahora nunca
vayas a estar mal ni triste, porque eso forma parte del ciclo de la vida. Pero
con tu casa reforzada, conseguirás que la lluvia no cale tan dentro. Ah, y
dejarás entrar solo a quien tú quieras.

Valorarás ese amor sano que te admira y te recarga la energía solo con su
compañía. Esa persona que era casa cuando jugábais de niños. Os querréis
muy bonito y bien. Con el amor puro de un crío, pero con la madurez que
os ha aportado la experiencia.
De todo esto he aprendido
cómo no se debe querer
y cómo debo quererme a mí para poder quererte a ti.
Razones por las que me quiero

Me quiero por todo lo que no me supe querer.


Por haber aprendido, con tiempo y dedicación,
a hacerlo bien y bonito,
escuchándome, mimándome y apreciándome.

Por haberme perdonado los errores que he cometido


en vez de seguir castigándome al recordarlos,
y por haber sacado una lección de cada uno de ellos.

Por ser consciente de que seguiré fallando


y de que me seguiré acompañando en cada caída.
Ya no me quedaré tirada en el suelo
esperando a que alguien me levante.
Sé que tengo fuerza para hacerlo sola.

Aunque también he aprendido


a pedir ayuda sin esperar a tener que pedir auxilio.

Me quiero por haber sabido identificar


a quienes me estaban drenando la energía
y por haber sabido alejarme a tiempo
(o a destiempo, pero haberlo hecho).

Por priorizar mis necesidades y aprender a decir que no.

Por trabajar cada día en ser mejor persona


y estar orgullosa del corazón que tengo.

Por aprender a valorar los detalles pequeños


y por darle cada vez menos importancia a lo superficial.
Por saber demostrar mi cariño a las personas
que me cuidan día a día
y no esperar a que sea tarde para querer hacerlo.

Porque sé que, al final del día,


quien me queda es a quien miro en el espejo…
y debo cuidarla como a la que más.
Mi última primera vez

Cuida cada primera vez como si fuese


algo que no se volverá a repetir jamás,
porque, en realidad,
es exactamente así.
¿Y si dejamos de complicarlo tanto?

¿Por qué siempre buscamos algo


que nos haga replantearnos todo?

Cuando estamos felices,


nos preguntamos si realmente merecemos esa felicidad
y, en vez de saborearla al máximo,
tememos el día en que se termine.

Cuando queremos mucho a alguien,


sufrimos con antelación el momento en el que se vaya a ir.
Nos lo imaginamos, como preparándonos para el final,
con la falsa idea de que así dolerá menos.
Sin darnos cuenta de que puede ser que nunca lo haga,
y de que lo importante es que ahora está aquí, contigo.
Lo que pase mañana no está ni estará en tu mano.

Cuando conseguimos una meta,


inmediatamente nos ponemos otra más alta.
Dejamos que nos den la palmadita en la espalda,
sentimos orgullo instantáneo, efímero,
y, casi sin darnos cuenta,
ya estamos planteándonos qué es lo que vendrá después.
Sin permitirnos saborear la victoria.
Sin agradecernos el esfuerzo
ni ser conscientes de nuestra evolución.
Cuando nos hacen un cumplido,
lo esquivamos o lo intentamos minimizar.
Pensamos que o nos lo dicen por compromiso,
o nos están vacilando.
En lugar de decir: «Qué va, tú que me ves con buenos ojos»,
mejor lo cambiamos por:
«Muchas gracias, me halagan tus palabras».
Agradece y créetelo.

Grita al mundo que ahora, en este instante, eres feliz.


A esa persona, que la estás disfrutando.
A quien no confiaba, y a ti, que lo has conseguido.
Y a ti mismo que sí, que eres único e inigualable.
Y que te quieres mucho, joder.
Que tienes que decírtelo más.
El amor evoluciona

Siempre nos han hecho creer que quien más y mejor te quiere te llenará de
regalos, atención, caprichos y vivirá por y para ti. También se dice que una
relación verdadera es en la que ambos sentís mariposas a pesar del tiempo
que pase. Que no tenéis ojos para nadie más y que sentís que os morís si el
otro decide cortar la relación. Ah, y que siempre tenéis que ser cariñosos,
no puede haber discusiones ni desacuerdos.

Déjame decirte que eso no es así.

La intensidad no la marca la cantidad de cariño que se muestre en forma de


besos, abrazos o palabras bonitas. El amor no se mide por los regalos que te
compren. Tampoco se palpa en el tiempo que paséis juntos o en las pocas
discusiones que tengáis.

Hay una cosa más cara que todo eso, y es el tiempo. Y si tu pareja decide
pasarlo contigo, te está dando su bien más preciado. Algo que no podrá
recuperar jamás. Y te lo da porque es su decisión, día a día, no porque nadie
(ni tú) se lo tenga que imponer.

El amor se mide en las cosas pequeñas: que te haga el café por la mañana,
que te deje una nota de ánimo en un día que sabe que será duro (porque te
ha prestado atención), que sepa qué plato vas a pedir en el restaurante antes
de que hayas visto la carta o que te diga las palabras exactas que hagan de
tirita a lo que te pasa cuando ya no puedes más (sin que se lo hayas pedido).

Para que la relación funcione tienen que haber ganas,


respeto, admiración, empatía y confianza.
No, no he mencionado regalos, pasión infinita ni risas cada hora.
Es un error buscar las mariposas constantemente, porque con el paso del
tiempo, al igual que la relación, evolucionan.

A medida que las mariposas van volando,


la confianza se va forjando.

El amor, para que sea real y sano,


tiene que ir cambiando a la vez que quien lo siente…
Si no, no estaría vivo.
Cada día algo nuevo y mejor

Como cuando una canción que no conoces va sonando


y cada frase que dice te eriza un poco más la piel…
Así me siento contigo.
Tu boca

Me pasé la vida evitando cualquier boca


que pronunciase las mismas palabras que todas las demás.

Letras sin sentido,


que han sido susurradas en mil oídos además del mío.

«Nada nuevo», pensaba cada vez que las escuchaba.

No sé si mentirían o no,
pero no me hacían sentir mejor;
más bien me daban a entender
que confiaban poco en mi criterio.

Hasta que llegó la tuya.

Me empezó a hablar de temas


que nunca nadie había querido hablar conmigo.
Me hizo sentir la niña más bonita del mundo
sin decirme ni un solo piropo.
Pero, sobre todo, calló para escuchar a la mía.

Y la besé.
Tu boca fue la primera después de tantos besos.
Y me quedé ahí
toda la vida
escuchando cada palabra que quisiera decirme,
porque todas me aportaban algo.
Y eso era lo que buscaba.
Todo el mundo hizo lo que era lo mejor para ellos…
Ahora me toca a mí.
¿Cómo vas a vivir el día de hoy?

¿Sabes la de veces que he leído la frase


«Vive cada día como si fuera el último»?

Nunca le había dado el verdadero significado que tiene.


Sí, vale, lo entendía, pero no lo sentía.

Hasta que hace poco me paré a reflexionarlo;


no sabes cuándo va a ser la última vez
que vayas a poder hacer algo.
Decir algo.
Sentir.
Vivir.

Si te dijeran que te quedan tres meses de vida,


te organizarías para hacer todo lo que tienes pendiente.

Mi pregunta es:
¿por qué no te organizas ya?
¿Quién te dice que no te quede menos de tres meses?
Y aunque te quede toda una vida, NO LO SABES.

Creo firmemente que cada mañana tenemos que planificarnos


para aprovechar el tiempo que se nos ha concedido, un día más.

Deja de lamentarte por las cosas que no tienes


o no has conseguido (aún).
Empieza por agradecer las que sí tienes
y a luchar por las que deseas.

El día de hoy no vas a vivirlo nunca más.


Dime, ¿cómo vas a vivirlo?
Acompañar y acompañarte

La felicidad o la tristeza no dependen de nadie,


ni siquiera de ti,
hay mil factores externos que no puedes controlar.

Así que el mejor consejo


que te puedo dar es:
aprende a acompañarte en todas tus fases.

Sí, es cierto que todo se lleva mejor en compañía,


tanto la tristeza como la felicidad,
pero, por desgracia,
no sabemos hasta cuándo vamos a tener
a la gente que queremos,
pero tú permanecerás contigo hasta que tu vida termine.

Por lo que,
agradece la compañía de quienes comparten tiempo contigo
y valora la tuya como la mejor.
Y, dime,
¿has olvidado la sensación de la primera vez
que nos miramos a los ojos?
«Qué ojos tan bonitos»

Ay…, cuántas veces te habrán dicho eso, amor.

No les culpo,
tienes unos ojos donde cualquiera se perdería.

Pero eso no es lo más bonito de ellos;


es tu mirada
cuando me giro y te pillo mirándome,
y a mí mirándote a ti,
porque me reflejo en su brillo
de emoción por tenerme contigo.
Es ahí cuando más me gustan.

Los tienes entreabiertos


y así siento los brazos de tu corazón,
que me abraza a la vez que tu mirada.

Y me siento la persona más afortunada del mundo


porque nadie más podrá ver tus ojos
de la misma manera en la que lo hago yo.

Porque a nadie más le miras así,


con los ojitos de alguien que aprendió a valorar lo que tiene
sin tener que perderlo para hacerlo.
Nuestras dos almas vibrando

Estando aquí tumbados


tú, yo, el mar y la luna…,
siento que tengo la inmensa suerte
de haber encontrado a mi alma favorita.

Y de que, entre todas las demás del mundo,


haya elegido compartirla con la mía.
Paz mental

No hay mejor sensación que la de estar en paz contigo.


Esa calma no te la va a aportar nunca nada ni nadie.

Por ahí deberías empezar.


Primero tú, luego todo lo demás.

(Hazme caso, me lo agradecerás).


Ganar confianza en ti

Yo comencé a ganarla en el momento en el que me di cuenta de que siempre


buscaba la aprobación fuera en vez de en mí misma. Cuando en realidad, la
que lo estaba logrando era yo. Nadie más lo estaba haciendo por mí. Nadie
sabía el esfuerzo que le estaba poniendo. Y nadie se preocupaba porque
saliese bien. Solo yo.

Piensa una cosa:


¿haces lo que haces para ti, o para el resto?
En serio, parece una pregunta sencilla,
pero nunca te has parado a pensarlo detenidamente, seguro.

Entonces,
¿por qué te importa tanto su opinión?
¿Por qué no confías en tu talento
y pruebas a valorar y apreciar
todo lo que consigues hacer diariamente?

¿Y qué pasa con todo lo que ya has conseguido?


Mira atrás y párate a pensarlo:
¿estás donde estabas hace cinco años?
Créeme, has avanzado muchísimo más de lo que crees.

El poder de conseguirlo SOLO ESTÁ EN TI,


haz las paces contigo
y empieza a hacer equipo
con la persona que siempre te acompañará
(tú).
No es casualidad

Has conseguido que los momentos


en los que pienso: «Ojalá esto fuese eterno»
hayan sido todos contigo...
...y creo que no es casualidad.
Tu casa eres tú

Autocuidarse implica construir una casa


donde puedas sentirte segura.

Al crear algo de cero,


necesitarás ladrillo, cemento y fuerza.

Comenzar será lo que más te cueste,


porque tendrás que pensar en la forma que quieres darle.
Tampoco estarás familiarizada con la construcción
y te sentirás perdida en más de una ocasión.

Poco a poco, se te irá haciendo más ameno


porque irás convirtiendo en hábito
lo que un día te costó horrores empezar.

Y así hasta que termines tu casa.

Y, entonces, dentro de ella


te sentirás todo lo cómoda que necesites
como para continuar con todos los hábitos
que te hacen crecer como persona.

Y entenderás que tu casa y tu hogar eres tú.

Y que solo tenías que trabajar un poquito en ti


para conseguir estar a gusto contigo.
No nos lo enseñan de pequeños

Igual que trabajas en mejorar en otros ámbitos,


¿por qué no trabajas en ti?
En mejorar tu relación contigo,
en conocerte mejor,
en darte lo que necesitas.

Nos educan para vivir para el trabajo,


estudiar,
ir mejorando poco a poco
y tratar de conseguir el mejor puesto.

Nadie nos enseña de pequeños


la importancia de la salud mental,
de que sin ella es imposible todo lo demás.
Puede ser posible, pero ¿a qué coste?
La confianza que ganas en ti mismo cuando trabajas en ti
es la que después te hará conseguir lo que te propongas.
Y no solo eso, sino que no te sentirás fracasado si no lo consigues.
Porque lo intentaste y pusiste todo tu esfuerzo.
Y con eso es suficiente.

No era para ti, sigue y busca otro objetivo


que se adapte a tu realidad.
Pero deja de sufrir por lo que no tienes,
por intentar superarte cada día
o por ser mejor que nadie.

Supérate a ti mismo.
Sé mejor persona que ayer.
Agranda tu corazón.
Perdona, pide perdón, aprende y escucha.
Después, enseña.

Estás a tiempo.
A Elena Huelva

De la vida he ganado el aprendizaje de vivirla,


de valorar que cada día puedo levantarme, respirar, caminar,
ver el mundo con mis propios ojos.

De agradecer que tengo cada día una cama donde dormir,


un plato para comer,
un techo donde resguardarme.

También el tener una familia,


personas que me quieren y que me cuidan,
que invierten su tiempo en mí.

He ganado momentos, experiencias,


recuerdos que me llevaré conmigo para siempre.

Y, sobre todo,
he aprendido que con ganas siempre gano, aunque no sea la batalla…
Gano todo lo que me llevo durante el camino.
Puedes ser mi próximo poema

Cojo emociones enfrascadas


y las convierto en letras.
Son mi mayor tesoro.

Cuidado con entrar en mi vida,


puede que en tus ojos
acabe encontrando poesía.
Buen viaje

Como cuando estás en el avión,


empieza a haber turbulencias
y piensas:
«¿Quién me ha mandado a mí montarme aquí?».

Pudiendo haber elegido mil alternativas,


escogiste ese avión
que ahora te está haciendo tambalearte.

Y ya no puedes hacer nada.


Ya estás dentro
y el viaje termina cuando aterrice.

NO depende de ti.

Pues igual pasa con la vida y con las decisiones:


una vez las tomas,
ya no hay vuelta atrás,
pero nunca sabes cuál será la correcta.

Tú solo puedes elegir el vuelo,


lo demás ya es cosa del destino.

Ponte la música a tope y respira,


esto solo acaba de comenzar.
Casa

Eres lo más cerca de sentirme en casa


que he estado con nadie nunca.

Esa persona que era «casa» cuando jugábais de niños,


y a la que corrías con todas tus fuerzas
para llegar a ella y que no te pillaran.

Esa adrenalina que sentías al intentar alcanzarla


y ese alivio al tocarla.
Te sentías a salvo, por fin.
Así me siento contigo.
Mi forma de querer

Siempre me ha costado mucho decir te quiero.


Siento que es una expresión muy fuerte,
que tienes que escuchar a tu corazón susurrártela
para poder decirla en alto.

En muchas situaciones se ha esperado de mí


que saliera de mi boca,
pero no ha sido así.

Nunca he forzado un te quiero.

Y me enorgullece mucho, aunque haya gente que no lo entienda.


El haber respetado mis tiempos y mis sentimientos.
El no haber malgastado algo tan especial.
El haber esperado el momento perfecto.

De hecho, yo demuestro mi amor de otra forma.


No soy nada cariñosa,
nunca doy besos ni abrazos,
el contacto físico me aturde,
pero pídeme ayuda y soy la primera que está en tu puerta.

Soy mucho de «vi esto y me acordé de ti»,


de las que te mandan una canción de repente
o algo que nos identifique,
de las que te dejan la última porción de pizza
si ve que la miras con ojitos.

Porque sí, también soy muy observadora


y probablemente me haya dado cuenta de cómo te sientes
incluso antes que tú mismo.

Si realmente me importas,
estudio tus comportamientos
para saber si estás a gusto, incómodo, feliz o agobiado,
y poder acompañarte en la situación en la que te encuentres
sin que ni siquiera te des cuenta.

Esas son mis formas de decir te quiero.


Siempre fui más de gestos que de palabras,
espero que entiendas las mías…
Gracias por acariciar las cicatrices que tú no me habías
dejado para recordarme que tú no me las volverías a abrir.
Amistades que curan

Y, de repente, sin quererlo ni buscarlo, aparece


esa persona que por fin te escucha sin prejuzgar,
que te da todo desinteresadamente,
sin pedirte nada a cambio
ni echártelo en cara en el futuro.

Que te defiende a tus espaldas y no le hace falta contártelo;


lo hace porque le sale del corazón.
Que cuando te dice: «para lo que necesites»,
es así, sin necesidad de leer la letra pequeña.

Es esa persona que le da sentido a la palabra amistad


y te hace entender por qué otras no se quedaron.
Porque realmente no se merecían estar ahí.

Te escuchan contar veinte veces el mismo problema


y te dan veinte veces el mismo consejo
hasta que decidas llevarlo a cabo.

Y después estarán ahí para abrazarte


y decirte lo orgullosas que están porque lo hayas conseguido.
Y es que su ayuda fue la que te impulsó a hacerlo…,
pero eso no te lo van a tener que recordar.

Personas tirita que te curan con estar.


Son difíciles de encontrar, así que, si tienes una,
cuídala con todo tu corazón.
El momento de muchas cosas solo pasa una vez en la vida.
Haz que valga la pena

El tiempo pasa muy rápido,


por eso depende de ti saber qué hacer con él.

No hablo de cumplir todos los propósitos inalcanzables


que te pones cada principio de año,
o cada vez que te propones empezar de cero, de golpe.

Hablo de comenzar por lo básico,


como, por ejemplo, hacer más de las cosas que te gustan,
apreciar los detalles del día a día,
agradecer, perdonar,
permitirte no ser siempre productivo,
pasar tiempo con gente que te sume…

Cuando hagas todo esto,


estarás en paz contigo
y todo lo demás vendrá solo
porque aprenderás a manejar tu tiempo
de una forma sana y beneficiosa para tu propio bienestar.

El tiempo pasa muy rápido; haz que valga la pena.


Recuerdo

Qué palabra tan especial y cuánta fuerza tiene.

Los recuerdos nos ayudan a revivir situaciones


que nos marcaron en algún momento de nuestra vida.

Piénsalo,
intentamos evitar los recuerdos malos
aunque estos son los que más aprendizaje nos dejaron;
yo prefiero tratarlos como lecciones de la vida.

Y los buenos…
Ay, ¡qué especiales son!
Nos transportan a situaciones que nos hicieron felices
y consiguen que ese sentimiento vuelva a nosotros
y nos dejan con esa sonrisilla tonta.

Vive una vida que te llene tanto


que quieras revivir los recuerdos siempre.
Reflexiones de Luna

¿Se puede querer más a alguien que a ti mismo?

Por poder, claro que puedes.


Que debas hacerlo, ahí ya discrepo.

Hay momentos en la vida


(sobre todo cuando no somos conscientes
de la importancia del amor propio),
en los que idealizamos a las personas que nos hacen sentir bien.

No es culpa suya,
sino de lo poco que nos queremos a nosotros mismos.

Llegamos hasta tal punto


que necesitamos querer a alguien por encima de TODO,
para poder sentir amor.

Ese que tanto nos falta darnos.

Sin pararnos a pensar,


a mirar adentro,
a encontrarlo…
en nosotros.

Que somos quienes vamos a darnos el más puro,


verdadero y sincero amor
que vayamos a encontrar jamás.
Aprende a quererte para poder querer de forma sana.
Cuántas veces sentí que perdía
y en realidad estaba ganando.
Recuerdo el día en el que me puse por delante
sin antes preguntar quién era el último en la fila.

Y, fíjate, nadie se quejó.

Creo que pensaban que ya era mi turno.


Y lo era.
Mis flores son únicas

Sé lo que valgo porque no tiro por tierra el trabajo de los demás


para que florezca el mío.

Planto mis semillas y admiro mi evolución.

Ni siquiera me doy cuenta de lo que ha crecido el de al lado


y si lo hago, en vez de envidiarle,
trato de estudiar cómo lo ha conseguido,
para hacerlo mejor.

Sin presiones ni prisas.


A mi ritmo y con mi esencia.
La importancia de la compañía

He aprendido con los años


a no darle tanta importancia al sitio o al plan,
sino a la compañía que me rodea.

¿Cuántos planes que parecían increíbles resultaron


no ser lo que esperabas porque no te encontrabas a gusto?

(Y viceversa).

Hay personas capaces de conseguir


que estar en un banco hasta las tantas de la madrugada
te saque muchas más carcajadas que en una discoteca.

Mismas horas, distintos escenarios.


Pero, sobre todo, compañía correcta.

Y también hay personas capaces de vaciar tu energía


en el plan que más te apetecía hacer del mundo.
Y no, no ha salido mal el plan,
es que no has sabido escoger bien con quién compartirlo.

Pero no te preocupes, aprendes con el tiempo.


Solo te doy un consejo:
a quien te hace disfrutar cada minuto como nunca,
cuídalo mucho.
No se encuentra tanto como queremos creer.
Nunca entendí del todo lo que era el amor sano
hasta que no vi la forma en la que tú y yo nos queremos.
La importancia de saber disfrutar de tu soledad

La soledad puede ser tu mejor amiga o tu peor enemiga,


y lo mejor de todo es que lo decides TÚ.
Porque solo viene acompañada de una persona…
y eres tú mismo.

Por lo tanto, tienes que llevarte bien contigo,


conocerte, escucharte, llorar y consolarte
siempre que lo necesites.
Hacer los planes que te apetezcan
y complacerte
tanto como lo harías
con la persona a la que más quieres en el mundo.

Nadie te enseña nunca a estar solo.


Siempre nos dan a entender
que estar rodeado de gente es una señal de éxito
y que quien no lo está es porque no tiene amigos
y morirá solo y desolado.

Pero ¿y si esa persona está disfrutando más de su soledad


que esa otra que está rodeada de gente
pero nadie es verdaderamente su amigo?

Sentirse solo no es lo mismo que estar solo.


Y cuando consigues estar a gusto contigo mismo
no mendigas la atención de nadie.
Te vuelves selectivo y solo pasas tiempo de calidad
con quien te aporte cosas
y te sume experiencias de valor.
Tu tiempo vale más que el oro.
Y no vuelve.
Elige bien con quién lo pasas y valora el que inviertes en ti.
SIEMPRE habrá alguien a quien le interese
lo que tienes que contar.
La vida te da lo que pides cuando realmente
estás preparado para tenerlo

Hablamos mucho de manifestar, pero el universo no es tonto,


¿cómo va a darte algo que no vas a saber gestionar?

Spoiler: saldría fatal


y te sentirías muy mal por no haberlo sabido aprovechar
como es debido.

¡Por eso no es recomendable forzar!


Porque cuanto más fuerces algo,
si no encaja, acabará rompiéndose (y a ti también).

Ten paciencia:
todo lo que venga, sea bueno o malo,
es porque tiene que llegar en este mismo momento
para enseñarte algo.
Lo que no venga, será porque no es su momento,
y quizás nunca lo sea, así que no te pases la vida esperando.

Aprovecha lo que se te ofrece hoy y trabaja cada día en ti,


en aprender a valorar, a escucharte y acompañarte.

Todo lo demás vendrá solo,


y tú estarás contigo para poder disfrutarlo como te mereces.
Maduras cuando prefieres la paz mental a guardar rencor.
Reflexiones de Luna

Empieza por ti

Siempre que empieza el año o llega septiembre, nos ponemos cien mil propósitos en una
lista interminable llena de ojalás que acaban acumulándose en la lista de frustraciones
cuando no conseguimos tacharlos.

Pretendemos cambiarlo todo de golpe, y así solo conseguiremos agobiarnos y no alcanzar


ninguno de los objetivos.

Creo que lo más importante para empezar a cambiar tus hábitos es hacerlo cuando tu
cuerpo te lo pida. Cuando estés preparado para comprometerte contigo mismo, porque es
una tarea difícil en la que tienes que ser constante y tener mucha fuerza de voluntad.

Esto se trabaja muy poco a poco. No de un día para otro. Y tampoco es necesario que sea
en las fechas predeterminadas para ello. Quitémonos esa idea de la cabeza.

Tenemos que ponernos un objetivo alcanzable. Cuando lo consigamos, ir a por el siguiente,


y así con todo. Ir consiguiendo nuestras metas hará que nuestra motivación aumente, y
que, por ende, consigamos alcanzar muchas más cosas. Por eso recomiendo también que
el primer objetivo sea pequeño. Que vayas de menos a más, a tu ritmo y sin prisa. Para
esto tienes que tener mucha paciencia y confianza en ti y en el proceso.

Así es como se consiguen las grandes cosas.


Empezando por ti, escuchándote y sin presionarte.
Poco a poco, llegarás a mucho más.
Vida…

Me has enseñado la importancia del presente,


de mi presencia en este mismo momento.

A no mirar continuamente para atrás


ni querer adivinar lo que está por venir.

A no preocuparme por cosas que no dependen de mí


ni empeñarme en que puedo cambiarlas
cuando son la vida y el destino quienes lo deciden.

A disfrutar y valorar el tiempo de los demás,


pero, sobre todo, el mío.

A confiar en mí y en mis capacidades,


y a no escuchar las voces que me decían que no podría hacerlo.

A que hay miles de oportunidades


y no pasa nada si no consigo llegar a todo.
Puedo volver a empezar las veces que lo necesite.

A que para cerrar una etapa,


no es necesaria una última conversación
ni mensaje, ni señal;
depende de mí.

A que pedir ayuda es de valientes,


y que mi salud mental es lo que primero tengo que trabajar.

Y a que me queda mucho por aprender de mí, de la vida


y de los que me rodean.
Nos queda mucho por vivir.
Este puede ser el final de un nuevo comienzo.
Quiero que escribas todo lo que agradeces a la
vida. A ti. A las personas que te quieren.
Agradecer consigue traerte paz mental. Coge este
hábito.
Epílogo. Lo que he aprendido del amor

Del amor he aprendido tantas cosas que me va a costar resumirlas en unas


cuantas palabras, porque realmente lo abarca todo. Pero voy a intentarlo.
Del amor he aprendido que no hay que hacer caso a lo que nos cuentan
de pequeños sobre las mariposas. Buscamos a alguien que nos las haga
revolotear por el estómago cada vez que le veamos, pase el tiempo que
pase. Y, pista: eso es ansiedad. Realmente, cuando se van las mariposas es
cuando más estable empieza a ser la relación, cuando no temes que se vaya
ni te da miedo mostrarte tal y como eres. Sabes que sois un equipo que ha
pasado ya por muchas cosas y os conocéis lo suficiente como para saber
sobrellevar los altibajos. En cambio, hay gente que todavía piensa que si se
van esas mariposas, es que ya no están enamorados y dejan ir a un amor que
quizás sea el más real que vayan a encontrar.
Ojo, que no pasa nada por querer esa emoción constante en tu vida
también, pero yo del amor he aprendido que si alguien te quiere, intentará
impresionarte cuantas veces pueda aunque sepa que ya te tiene, pase el
tiempo que pase. Y no hace falta desequilibrar la paz mental para eso.
Así que, sí: yo dejé que mis mariposas echasen a volar hace tiempo
para agarrar bien fuerte la mano de quien me ha enseñado lo que significa la
palabra amor.
Del amor también he aprendido lo realmente fácil y difícil que es a la
vez encontrarlo en una amistad. Hablo por mí, pero cuando conozco a
alguien con quien conecto no me cuesta nada quererle. Siento que podría
contar conmigo para lo que quisiera. El problema es la forma de querer de
los demás, que te acaba demostrando que ese amor que les diste no era
merecido, pero nunca me he arrepentido de dárselo. Sin embargo, ellos
siempre se han arrepentido de no saber valorarlo.
El amor me ha enseñado cómo una madre pasa por tu vida como un
personaje totalmente distinto a tus ojos en cada etapa, pero acabas dándote
cuenta de que es la única que siempre estuvo ahí. Primero, una súper
heroína; después, tu peor enemiga y, por fin, tu mejor amiga. Te levantas un
día pensando qué sería de ti si dejase de existir y sientes esa presión en el
pecho mientras deseas que nunca suceda. Y le agradeces todo lo que ha
hecho por ti desinteresadamente.
Del amor he aprendido que no por haber tenido un hijo, tienes derecho
a llamarte padre. Padre es quien ejerce como tal. Y no hay que darle la
enhorabuena a alguien por ser un buen padre, porque es su deber y no
debería ser la excepción…
Del amor he aprendido que no es coser y cantar, pero que un amor
sano te ayudará a coser las heridas que te hiciste en el camino hasta
encontrarlo, y cantaréis vuestra canción a pleno pulmón sin que os importe
el resto del mundo.
Y del amor propio he aprendido lo jodido que es conseguirlo y lo
gratificante que es mantenerlo. Que no es lineal y habrá veces que tengas
que dedicarle más tiempo. Es el amor que te va a acompañar el resto de tu
vida y es el que va a conseguir que esquives los golpes o que te levantes
entera de las caídas. Porque hay cosas inevitables, pero si aprendes a
acompañarte, se llevan mucho mejor.
El amor propio es el primer paso de una relación sana. Sin quererte a ti
primero, nunca conseguirás querer a nadie bien. Podrás quererle mucho,
pero no bien. Y ahí está la clave. Aprender a consolidar nuestra relación con
nosotros mismos como la más importante de nuestra vida para saber
escoger bien quién nos acompaña en el camino tan único e irrepetible que
es la vida.
Si no sabes lo que mereces, aceptarás cualquier amor que vengan a
ofrecerte. Pero cuando sabes tu valía, eres tú quien decide cómo quieres que
te quieran. Y esa es una de las lecciones más importantes que me ha dado el
amor.
Agradecimientos

No quiero pasar por alto el hecho de que sin el apoyo de las personas que
realmente me quieren y me desean lo mejor, yo no estaría aquí. Las que
confiaron desde el principio y me hicieron llegar su emoción sincera desde
la primera victoria que conseguí.

Las veces que me han llamado mi abuela y mi abuelo para decirme lo


orgullosos que están de poder estar viviendo que su nieta haya sacado un
primer libro y que encima sea bestseller. Que se me reconozca en el mundo
literario, ellos, que siempre han sido de devorar libros y de admirar a los
grandes autores. El mayor orgullo es mío por poder haberles dado esto.

Igual que a mi madre, que siempre dio lo que no tenía para que tuviese
un futuro digno. Porque sé que, si lo hizo, fue porque confiaba en mí, y no
quise fallarle.

Álvaro, la persona que me recuerda cada día lo que valgo y ve en mí


un potencial que me sorprende hasta a mí, pero que consigue que me crea a
mí misma y que haya llegado hasta aquí.

Y a todas las personas que me han hecho el camino un poco más fácil:
Gracias por darme la mano
cuando ni siquiera tengo fuerza para apretártela.

Por cantarme la canción que está sonando


cuando no puedo escucharla.

Por describirme el paisaje


cuando no consigo verlo.
Por recordarme quién soy
cuando a mí se me olvida.

Por acariciar mis cicatrices


cuando yo las estoy odiando.

Por hacerme ver lo que valgo.

Por estar.

Gracias a todos y a cada uno que me ha enseñado algo sobre el amor.


Sea bueno, malo u horrible. Me habéis llevado hasta donde estoy. Y por eso
este libro lleva un pedacito vuestro.
Todo lo que me ha enseñado el amor
Autor, Luna Javierre

La lectura abre horizontes, iguala oportunidades y construye una sociedad mejor.


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teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

Título original, Todo lo que me ha enseñado el amor

Diseño de portada, Planeta Arte & Diseño


Ilustraciones de portada, © Paula Bressel, 2023
Ilustraciones de interior, © Luna Javierre, 2023
Diseño de interiores, María Pitironte

© Luna Javierre, 2023

© Editorial Planeta, S. A., 2023


Ediciones Martínez Roca, sello editorial de Editorial Planeta, S. A.
Avda/ Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.planetadelibros.com

Primera edición en libro electrónico (epub): septiembre de 2023

ISBN: 978-84-270-5183-6 (epub)

Conversión a libro electrónico: Acatia


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