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TEMA 6.

LOS PRINCIPIOS RECTORES DE LA POLÍTICA SOCIAL Y


ECONÓMICA
Nuestra Constitución recoge en el capítulo III del Título I un conjunto de derechos sociales que están directamente
vinculados con la definición de la forma de Estado, como Estado social (art. 1.1 CE). La función de estos derechos
y principios es la de asegurar determinadas condiciones materiales de vida para todos, tratando de dar
cumplimiento al mandato constitucional que el artículo 9.2 CE dirige a los poderes públicos a fin de promover las
condiciones necesarias para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean
reales y efectivas, así como de alcanzar el “orden económico y social justo” al que se refiere el propio Preámbulo
de la Constitución.

Los RASGOS que definen estos derechos y principios son los siguientes

- Tienen una naturaleza marcadamente socioeconómica, de ahí su denominación como “principios de


política social y económica”.

- Exigen de los poderes públicos una actividad de prestación, una actuación positiva y promocional por
parte del Estado (Estado prestador de servicios).

- Carácter heterogéneo: mientras que unos son auténticos derechos (aunque no gocen de las garantías de
los derechos fundamentales), como “el derecho a la salud”, otros son simples principios, como “la protección de la
juventud”.

En relación con su CONTENIDO podríamos agrupar los preceptos que integran el capítulo III en las siguientes
categorías:

- Protección de la familia: El artículo 39 CE exige a los poderes públicos que otorguen una “protección
social, económica y jurídica a la familia”, ya sea ésta fruto de un vínculo matrimonial o extramatrimonial.
Asimismo, la protección se concreta, de modo expreso, para los hijos, iguales éstos con independencia de su
filiación y de las madres (art. 39.2 CE).

- Protección de los trabajadores: Se encomienda a los poderes públicos garantizar la formación


profesional, la seguridad e higiene en el trabajo, la limitación de la jornada laboral, las vacaciones periódicas
retribuidas (art. 40.1 CE), el seguro de desempleo (art. 41 CE) y los derechos sociales y económicos de los
trabajadores españoles en el extranjero (art. 42 CE); asimismo, un régimen público de la Seguridad Social, aunque
no es un derecho exclusivo de los trabajadores sino de “todos los ciudadanos” (art. 41 CE).

- Protección de sectores sociales específicos: como “los niños” -sus derechos internacionalmente
reconocidos- (art. 39.4 CE), “los jóvenes” -su participación en el desarrollo político, social económico y cultural-
(art. 48 CE), “los ancianos” -pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas y servicios sociales- (art. 50 CE)
y “los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos” -
políticas de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración- (art. 49 CE).

- Protección de los ciudadanos como demandantes, consumidores o usuarios de determinados


bienes o servicios: los poderes públicos han de garantizar “la defensa de los consumidores y usuarios”,
con la finalidad de proteger su salud, su seguridad y sus legítimos intereses económicos, promoviendo la
información a los consumidores y fomentando sus organizaciones (art. 51 CE); asimismo se garantiza “la
protección de la salud” como un derecho individual de carácter genérico, para lo cual los poderes públicos han de
actuar tanto en el campo de la medicina preventiva como asistencial -lo que no prefigura un modelo sanitario
específico- (art. 43 CE); facilitar el acceso a la cultura (art. 44.1 CE) y llevar a cabo políticas de vivienda para
asegurar el derecho a disfrutar de “una vivienda digna y adecuada” -no puede interpretarse como un crédito
frente al Estado- (art. 47 CE).
- Protección de determinados bienes materiales por su valor y función de interés general: los poderes
públicos tienen el deber de velar por “la utilización racional de los recursos naturales” y “defender y restaurar el
medio ambiente” (art. 45 CE), así como de proteger y conservar el patrimonio histórico, cultural y artístico (art.
46 CE) estableciendo, si es preciso, sanciones penales para los atentados contra dichos bienes.

- Fines generales de la acción estatal: como los de “promover condiciones favorables para el progreso
social y económico y para una distribución de la renta más equitativa” o “una política orientada al pleno empleo”
(art. 40.1 CE), así como “la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general” (art. 44.2
CE).

En relación con su VALOR JURÍDICO hay que decir que la Constitución dota a estos derechos y principios
socioeconómicos de una fuerza normativa y de un sistema de garantías atenuados, en comparación con los de los
restantes derechos constitucionales.

Disfrutan del carácter de elementos informadores del ordenamiento jurídico y actúan simultáneamente como
mandatos y límites al legislador. El Tribunal Constitucional ha afirmado su carácter normativo: son normas
jurídicas que desempeñan principalmente una función hermenéutica, orientando la interpretación de cualquier
disposición, negocio o relación jurídica (STC 19/82). Como establece el artículo 53.2 CE, “informarán la
legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes públicos”.

Ante el poder legislativo suponen un mandato para que desarrolle y encauce su actividad normativa de acuerdo
con dichos principios, de manera que una ley que desconociera o violentara gravemente los principios y derechos
contenidos en el capítulo III del Título I de la Constitución sería inconstitucional. Imposible sería en
cambio controlar jurídicamente el incumplimiento por omisión de dicho mandato por parte del poder legislativo.

Ante el poder judicial estos principios y derechos, que no son invocables directamente, sino sólo de acuerdo con
lo que dispongan las leyes que los desarrollen, cumplen la misión de actuar como criterios hermenéuticos de los
jueces al aplicar el derecho positivo (STC 19/82).

Ante el poder ejecutivo delimitan la función de gobierno y ejercicio de la potestad reglamentaria, por encima del
programa del partido al que los ciudadanos hayan otorgado su confianza.

En conclusión, estos principios no gozan de las características y garantías de los derechos fundamentales que
hemos estudiado, ya que necesitan del desarrollo legislativo para ser reales y efectivos, y sólo podrán ser alegados
ante los Tribunales de acuerdo con lo que dispongan las mencionadas leyes que los desarrollen. Son, por tanto,
derechos de configuración legal.

Las garantías de los principios del capítulo III, recogidas en el artículo 53.3 CE, son las que tienen todas las
normas constitucionales por el hecho de serlo, es decir, la rigidez constitucional (reforma de la Constitución
prevista por el artículo 167 CE), la reserva de ley y el control de constitucionalidad (recurso de
inconstitucionalidad y cuestión de inconstitucionalidad planteada por los jueces). No gozan sin embargo de la
misma rigidez constitucional (procedimiento del artículo 168 CE), ni de la reserva de ley orgánica, ni del
procedimiento preferente y sumario, ni tampoco del recurso de amparo de los que disfrutan los derechos
fundamentales como veremos al estudiar el tema correspondiente a las garantías.

Estas garantías han cumplido un papel muy relevante en el constitucionalismo europeo como instrumento de
defensa frente a los riesgos de desmantelamiento del Estado de bienestar, vinculados al desarrollo de ciertas
ideologías neoliberales. En este sentido se ha suscitado el debate de si, dado su contenido socioeconómico y su
dimensión prestacional –que impacta sobre el presupuesto público- los derechos de prestación y de bienestar no
deberían considerarse en última instancia como variables dependientes de la coyuntura económica, pudiendo
oscilar sus niveles de cobertura según la evolución del ciclo económico.

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