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El papel de la defusión

cognitiva en la terapia
2 de aceptación y compromiso

Mientras que el proceso parece ser transferible a otras formas


de terapia, la defusión cognitiva desempeña un papel integral en
la terapia de aceptación y compromiso (ACT; véase, por ejemplo,
Hayes, Strosahl y Wilson, 2011). Tanto si se está utilizando la
defusión desde una perspectiva de la terapia ACT como si no,
entender su manera de interactuar con otros procesos terapéuti-
cos, puede favorecer una utilización más estratégica y centrada.

Los componentes de la flexibilidad psicológica

El objetivo general de la ACT es aumentar la flexibilidad psico-


lógica, que se define como "contactar con el momento presente
como ser humano consciente, de forma plena y sin defensa, tal
como ese momento es y no como nos decimos que es y persistir en
nuestro comportamiento o variarlo en función de nuestros pro-
pios valores" (Hayes, Pistorello y Levin, 2012, pág. 985). En esta
primera sección, vamos a examinar la naturaleza de los subpro-
cesos de la flexibilidad psicológica y, luego, comentaremos el
papel crucial que desempeña la defusión para facilitar cada uno
de ellos.
34 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Valores
El objetivo principal de la ACT es aumentar la capacidad per-
sonal de obrar de manera consistente con los propios valores. El
término "valores", sin embargo, tiene una connotación señalada-
mente distinta del sentido que, por lo general, se le suele dar. En
ACT, los valores son formas de comportamiento que aportan al
individuo un especial sentido, propósito y vitalidad. Dicho de una
forma más técnica, son "consecuencias construidas verbalmente,
libremente elegidas, de pautas de actividad evolutivas, dinámicas,
en desarrollo, que constituyen reforzadores predominantes para
dichas actividades y que son intrínsecos en cuanto a la implica-
ción en la propia pauta conductual que se valora" (Wilson y
DuFrene, 2009, pág. 66). El aspecto de "libremente elegidos" de
los valores en ACT, resalta un primer aspecto en el que el signifi-
cado de la ACT difiere de otras formas comunes de entender el
término, en cuanto que los clientes son guiados hacia aquellos
valores elegidos que, verdaderamente, mantienen con indepen-
dencia de lo que "deberían" valorar o de lo que otros valoran. Los
valores son "consecuencias construidas verbalmente" en las que
el cliente clarifica, en distintos ámbitos de funcionamiento, cómo
le gustaría que fuera su vida así como las conductas individuales
y las cualidades de acción que son consistentes con tales resulta-
dos o que, probablemente, conducen a ellos. Por ejemplo, en el
ámbito de la paternidad, uno podría valorar el esforzarse por una
relación cariñosa, de confianza, apoyo y cuidados y clarificar una
serie de comportamientos concretos en los que se podría implicar
para transmitir esas mismas cualidades que, probablemente, a la
larga, darían como resultado ese tipo de relación. Otros ámbitos
de valores típicos de la ACT incluyen las relaciones íntimas, espi-
ritualidad, educación o carrera profesional y amistades.
Los valores se componen de "pautas de actividad evolutivas,
dinámicas, en desarrollo", en las que se reflejan un número
potencialmente grande de conductas específicas o actividades
que están relacionadas temáticamente y que reflejan lo esencial
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de sus parámetros explícitos y que podrían variar con el tiempo.


Por ejemplo, una persona con un valor espiritual referido a impli-
carse activamente con el mundo, los demás y la naturaleza,
podría poner en práctica este valor de muchas maneras distintas.
Podría centrarse en mantenerse muy presente en sus actividades
diarias, buscarse un tiempo para caminar sistemáticamente por
la naturaleza, procurar buscar un sentimiento de conexión al
hablar con otras personas, esforzarse por empatizar sinceramen-
te con aquellos que estén sufriendo, ayudar a sus vecinos, etc.
Con el tiempo, podría encontrar otras formas distintas de poner
de manifiesto este valor.
El "resultado" señalado de un valor, como el de ser un padre
cariñoso que brinde apoyo y cuidados, nunca se alcanza de mane-
ra definitiva y permanente. De hecho, las consecuencias deseadas
de un comportamiento coherente con un valor, a veces, pueden
parecer estar bastante distantes. Establecer una relación cariño-
sa, de apoyo y cuidado requiere mucho tiempo, esfuerzo y perse-
verancia y los beneficios de conseguirla podrían parecer
demasiado lejanos en el futuro. Pero el sentido de apoyo, amor y
cariño puede surgir inmediatamente, cuando uno se implica, en
el momento presente, en comportamientos coherentes con dicho
valor, especialmente cuando se es consciente de la conexión entre
el valor y las conductas que lo ponen de manifiesto. En otras pala-
bras, los valores "establecen reforzadores predominantes ... y que
son intrínsecos en cuanto a la implicación en la propia pauta con-
ductual que se valora". Los valores se materializan en momentos
individuales y los beneficios de actuar consistentemente con ellos
se pueden constatar inmediatamente, al menos de vez en cuando.

Compromiso
Compromiso, o compromiso de acción, es una "acción basada
en valores que tiene lugar en un determinado momento temporal
y que está intencionadamente vinculada a la creación de una pau-
ta de acción al servicio de ese valor" (Rayes et al., 2011, pág. 328).
36 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

El término "compromiso" se refiere, de manera primordial, a una


promesa o intención verbal de comprometerse con una determi-
nada conducta o un conjunto de comportamientos en el futuro.
Aunque esta orientación al futuro puede ser un componente del
compromiso en ACT, dicho compromiso implica también el acto
de implicarse en comportamientos coherentes con un determi-
nado valor. Esta manera de considerar el compromiso destaca la
naturaleza de vivir los valores "momento a momento" en ACT e
implica también que en cada nuevo momento se puede tomar la
decisión de actuar consistentemente con un determinado valor o
no, independientemente de cómo se haya actuado en el momento
anterior.

Aceptación
Actuar de acuerdo con valores es duro. Ser un padre paciente,
cariñoso, animoso y cuidadoso, por ejemplo, está muy bien y es
muy bueno. Pero comportarse sistemáticamente según ese valor
en medio de una larga y estresante semana de trabajo, cuando
hay poco tiempo y los niños se están portando mal, puede ser un
auténtico desafío. Puede que surja ansiedad, frustración, enfado,
cansancio y toda una multitud de emociones desagradables. Para
comprometerte con una vida de valores y recoger las recompen-
sas, tienes que perseverar frente a ese tipo de tensiones. Lamenta-
blemente, esto es mucho más fácil de decir que de hacer. Es
comprensible que la mayoría de formas de psicoterapia intenten
reducir o eliminar ese sufrimiento y puede que, tal vez, la mayo-
ría de teorías psicoterapéuticas asuman que se debe reducir o eli-
minar la angustia para poder llegar a vivir una vida valiosa y
significativa.
Sin embargo, lo más esencial de la ACT es la premisa de que
los intentos de eliminar el sufrimiento psíquico, en última instan-
cia, van a ser ineficaces e, incluso a veces, contraproducentes.
Desde esta perspectiva, lo natural del vivir es que se produzca
sufrimiento incluso bajo circunstancias normales y es insostenible
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el pretender evitar niveles elevados de sufrimiento (desde pérdi-


das de seres queridos, enfermedades, deseos y planes frustrados,
tensiones cotidianas, etc.). Así, el terapeuta ACT trata de ayudar al
cliente a aceptar sentimientos, pensamientos y otras experiencias
desagradables que surgen cuando se presentan problemas en una
vida vivida según valores. Como con los valores, el término "acep-
tación" implica algunas connotaciones equívocas que, en este
caso, podrían llevarnos a pensar que el cliente debería, "sobrepo-
nerse", "curtirse", "sonreír y aguantar". Pero Rayes y colaborado-
res (2011) ofrecen definiciones formales tanto de aceptación como
de disposición que difieren notablemente de tales connotaciones.
Desde su perspectiva, aceptación "es la adopción de una actitud
intencionadamente abierta, receptiva, flexible y libre de juicios
respecto a la experiencia de cada momento" (pág. 77). De este
modo, para aceptar el sufrimiento, uno le permite que aparezca
cuando tenga que surgir, se permite experimentar lo que haya que
experimentar y no se cree ciegamente toda la multitud de evalua-
ciones negativas que suelen acompañar a las emociones y expe-
riencias negativas.
"Disposición", generalmente utilizada como sinónimo de acep-
tación en ACT, destaca la conexión entre aceptación y compromi-
so con la acción basada en valores. Se define disposición como "la
decisión voluntaria y basada en valores de posibilitar o mantener
el contacto con las experiencias privadas o los acontecimientos
que probablemente las ocasionan" (Rayes et al., 2011, pág. 77).
Esta definición destaca el hecho de que la aceptación se utiliza
estratégicamente en ACT. Muchos han observado semejanzas
entre ACT y el budismo, del que la ACT ha tomado premisas, pers-
pectivas y técnicas de meditación (para un análisis de las seme-
janzas y diferencias entre ACT y budismo, véase Rayes, 2002). En
el budismo, la aceptación plena y continua de la propia experien-
cia es un objetivo explícito aunque intermediario en la senda de
iluminación. En ACT, la aceptación se utiliza para facilitar la vida
de valores cuando surge el sufrimiento.
38 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Consciencia del momento presente


En ACT se favorece el aumento de la consciencia del momento
presente por diversas razones. En primer lugar, la aceptación de
la propia experiencia directa implica la aceptación de lo que se
está experimentando aquí y ahora. Pensamientos de preocupación
por el futuro, sentimientos de culpa por acciones del pasado o
ansiedad o tristeza inminente se experimentan, todos ellos, aho-
ra, y los intentos infructuosos de evitarlos tienen lugar también
ahora. De lo que se sigue que los intentos de poner en práctica
nuevas formas de responder a esos pensamientos y a otras expe-
riencias (y que impliquen, por ejemplo, estrategias basadas en la
aceptación y defusión preconizadas por la ACT) también deben
tener lugar en el aquí y ahora.
En segundo lugar, las consecuencias de la conducta, en el mun-
do real, también tienen lugar en el aquí y ahora. Si queremos res-
ponder con la máxima eficacia a lo que está ocurriendo a nuestro
alrededor, necesitamos ser conscientes de esas contingencias.
Hay, desde luego, lugar para planificar y diseñar estrategias; pero
ningún plan funcionará si no se dirige a las realidades actuales de
tiempo y lugar a las que corresponde. La consciencia de las con-
tingencias del momento presente facilita tanto la solución de pro-
blemas como la acción orientada a valores (aunque ambos suelen
ser una misma cosa). Dado el amplio rango de conductas consis-
tentes con valores que pueden surgir, las oportunidades de com-
prometerse con tales conductas pueden ser pasadas por alto
fácilmente si nos quedamos "atascados en nuestra cabeza", sin ser
conscientes de lo que está sucediendo delante de nosotros.
La consciencia del momento presente también se solapa con
los valores de otra manera. Un aspecto habitual de la conducta
coherente con valores parece ser la vitalidad -una experiencia de
estar de forma plena en el momento y de sentirse plenamente
vivo-. Esto, ciertamente, no siempre ocurre cuando estamos
implicados en un vivir valioso pero una reflexión detallada sobre
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algunos de los mejores momentos de nuestra vida (momentos en


los que estábamos haciendo cosas que realmente nos importa-
ban) revela, por lo general, una cualidad de estar, marcadamente,
en-el-presente.

Yo como contexto
Por lo general, no reconocemos nuestros pensamientos como
pensamientos. Más bien tendemos a verlos como reflexiones sobre
la realidad, objetivas al cien por cien. Cuando se reviven desde
esta perspectiva los pensamientos autorreferenciales, su conteni-
do parece definir lo que somos como personas. Consideradas des-
de un punto de vista similar, las emociones también pueden
aparecer como definitorias de lo que somos. Alguien que suela
experimentar ansiedad se puede describir como una "persona
ansiosa" como si "ansiosa" la definiera plena y completamente.
Una persona que esté experimentando una profunda tristeza por
la pérdida de un ser querido no solo se va a considerar una "per-
sona triste" sino que puede que sienta que esa tristeza va a perma-
necer para siempre con ella, como si estuviera mirando el mundo
a través de un par de gafas tintadas de gris que estuvieran desti-
nadas a colorear para siempre sus experiencias. Cuando pensa-
mientos y emociones parecen definir lo que somos como personas
o cuando estamos tan atrapados en nuestros pensamientos y
emociones que no podemos ver mucho más allá de nuestra
experiencia, se dice que estamos experimentando un sentido del
yo-como-contenido (véase, por ejemplo, Rayes et al., 2011, págs.
81-84). Cuando el contenido que se está experimentando es nega-
tivo, ese sentido del yo puede ser particularmente debilitador. En
tal caso, puede producirse en mayor medida una evitación de la
propia experiencia y, consecuentemente, una relativa falta de con-
ductas guiadas por valores.
Un antídoto frente a un sentido disfuncional del yo-como-
contenido implica desarrollar un sentido del yo-como-contexto.
40 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Hayes y colaboradores (2011) observaron que "la literatura psico-


lógica contiene numerosos términos y conceptos que aluden a
este aspecto del yo: un sentido trascendente del yo, el yo observa-
dor, el yo atento, continuidad de consciencia, consciencia pura y
otros" (pág. 85). En su esencia, adoptar un sentido del yo-como-
contexto implica darse cuenta de los propios pensamientos y sen-
timientos como experiencias variables que tenemos en lugar de
verlos como realidades autodefinitorias que pueden amenazar
nuestra propia integridad y existencia; en otras palabras, implica
darse cuenta de la "parte de nosotros" que se da cuenta de nues-
tros pensamientos y sentimientos y darse cuenta de que esa parte
de nosotros que permanece constante está siempre disponible
para observar nuestros pensamientos y sentimientos cambiantes
así como los incrementos y disminuciones en su intensidad.
La experiencia aquí descrita puede parecer demasiado filosófi-
ca pero la génesis de ese sentido del yo puede ser descrita - y lo ha
sido- en términos psicológicos (véase, por ejemplo, Kohlenberg y
Tsai, 1991, págs. 128-139; véase también Hayes et al., 2011, págs.
85-86). Expresado en primera persona: Desde el momento en que
empecé a aprender el lenguaje, he sido bombardeado con pregun-
tas sobre lo yo quiero, lo que yo estoy pensando o sintiendo, dónde
estaba y o en determinado momento del pasado o dónde querré
estar yo en el futuro, lo que y o veo o escucho, etc. Al igual que tú,
probablemente he escuchado decenas de miles de preguntas
como esas al llegar a mi edad adulta, la mayoría de las cuales han
tenido muy diversas respuestas. La única constante en todas esas
preguntas y respuestas ha sido la perspectiva desde la cual yo he
querido, pensado, sentido, sido, visto y oído cada una de las cosas
que yo he experimentado. Cada cosa que he experimentado, la he
vivenciado desde ese mismo lugar, desde esa misma perspectiva.
Aunque el contenido de mis experiencias puede variar amplia-
mente de un momento a otro, yo siempre las he experimentado
justamente desde aquí, justamente desde ahora. Este omnipre-
sente "yo" es, por consiguiente, una parte esencial del contexto en
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el que todo se experimenta -define quién soy, invariablemente,


como persona-. "Yo" es el contexto en el cual se experimentan
mis pensamientos, sentimientos y sensaciones. Entonces, la viven-
cia de un yo-como-contexto implica diferenciar el "Yo" estable y
permanente del pasajero flujo y reflujo de mis pensamientos, emo-
ciones, sensaciones y recuerdos -y percibir esas vivencias, momen-
to a momento, desde esa invariable "perspectiva de observador"
(Hayes et al., 2011, pág. 66).
La capacidad de introducirse en ese sentido del yo-como-con-
texto puede tener importantes beneficios. Aparte de estar estre-
chamente relacionado con la capacidad de entender el punto de
vista de los demás y de desarrollar la empatía (véase, por ejemplo,
McHugh y Stewart, 2012), el adoptar una perspectiva del yo-
como-contexto parece facilitar la aceptación de, y una respuesta
más productiva frente a, los pensamientos, recuerdos, emociones
y otras vivencias problemáticas. Si un pensamiento o emoción
dolorosos no son considerados como auto-definitorios (y, en con-
secuencia, potencialmente autodestructivos o autolesivos), se pue-
den volver menos amenazantes y, por lo tanto, más fáciles de
aceptar. Si el flujo y reflujo de pensamientos y sentimientos se
puede ver, al menos de vez en cuando, desde una perspectiva de
observador, entonces será posible entender que, tal vez, pensa-
mientos y sentimientos no sean tan permanentes ni tan amenaza-
dores como anteriormente parecían serlo. Y si un pensamiento
doloroso se puede considerar desde una cierta distancia en lugar
de asumirlo firmemente y creerlo sin cuestionárselo, ese pensa-
miento puede empezar a perder parte de su poder.
A quienes están en contacto con la ACT, a menudo, puede resul-
tarles difícil entender las diferencias conceptuales entre defusión
y yo-como-contexto y determinar qué técnicas están dirigidas
a facilitar la defusión y cuáles se orientan a infundir un sentido
del yo-como-contexto. Parte de la dificultad surge porque la
utilización de cualquier conjunto de técnicas, inevitablemente,
lleva tanto a la defusión como a un sentido del yo-como-contexto.
42 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

El ejercicio clásico de la "leche" que se te pidió llevar a cabo en el


capítulo 1, por ejemplo, rompe enseguida el significado literal de
la palabra y plasma lo que puede ser la defusión. Pero ese ejercicio
también configura una distinción entre los sonidos y las sensacio-
nes físicas asociadas con la palabra "leche" y el "tú" que está per-
cibiendo esos sonidos y sensaciones. El ejercicio clásico del
"Observador" de la ACT (en el que se pide a los clientes, repetida-
mente, que perciban la distinción entre sus pensamientos, senti-
mientos y sensaciones físicas y el "tú observador" que las está
percibiendo) inculca un sentido del yo-como-contexto. Pero la
distancia establecida a partir de los pensamientos en ese ejercicio
también actúa erosionando su omnipresente literalidad autodefi-
nitoria. En otras palabras, cuando experimentas un sentido del
yo-como-contenido, estás relativamente fusionado con los pensa-
mientos que estás teniendo; te los tomas al pie de la letra y no per-
cibes la distinción entre esos pensamientos y el "tú" que los está
observando. Cuando experimentas un sentido del yo-como-con-
texto, ganas una distancia psicológica respecto a tus pensamien-
tos, lo cual te ayuda a tomártelos menos literalmente. Como
ambos procesos se refieren directamente, de manera parecida, a
cambiar la relación que tienes con tus pensamientos, los dos pro-
ducen resultados similares.
Desde un punto de vista ontológico, el solapamiento concep-
tual entre defusión y yo-como-contexto tal vez podría ser conside-
rado como problemático pero no si (dentro el espíritu de defusión)
los constructos no son considerados como verdades absolutas y
diferenciadas. Mantenemos una relación multifacética con nues-
tros pensamientos y sentimientos. Desde una perspectiva de psi-
cología aplicada especialmente, tiene sentido utilizar términos
que destaquen esas distintas facetas y que, explícitamente, recuer-
den a los terapeutas qué tipo concreto de cambios están intentan-
do producir en sus clientes así como el tipo de técnicas que se
considera más probable que puedan producirlos. Las intervencio-
nes sobre el yo-como-contexto están dirigidas, primordialmente,
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a poner de manifiesto la naturaleza e intensidad, siempre cam-


biantes. de tus pensamientos, sentimientos y sensaciones; a
demostrar que no te definen como ser humano y a subrayar la
distinción entre ti mismo como observador y el contenido psico-
lógico de lo que observas. Las intervenciones de defusión preten-
den, ante todo, debilitar el significado literal y las funciones de los
pensamientos problemáticos. En último término, las dos te ayu-
dan a distanciarte de esos pensamientos y relatos problemáticos
y a tomártelos menos seriamente. En la práctica, no es importan-
te para el terapeuta de ACT saber con exactitud dónde "termina"
un proceso y "empieza" el otro como si fueran cosas reales con
límites marcados. Más bien, lo que importa, simplemente, es
saber utilizar las técnicas y ejercicios del yo-como-contexto para
ayudar a los clientes a que se introduzcan en la perspectiva de ese
observador cuando estén teniendo problemas y a utilizar técnicas
de defusión que les ayuden a tomarse los pensamientos problemá-
ticos con menor seriedad.

La defusión cognitiva en acción: Defusión y procesos


esenciales de la ACT

La defusión interactúa de muchas formas críticas con los cin-


co procesos psicológicos que acabamos de comentar. Consideran-
do que la mayoría de tales procesos (si no todos) no son exclusivos
de la ACT, la consciencia de tales interacciones puede ser útil tan-
to si se están utilizando estrategias de defusión en un contexto
estrictamente de ACT como si no.

Aceptación y defusión
Desde una perspectiva de ACT, el lenguaje puede alterar dra-
máticamente nuestra forma de percibir y reaccionar frente a
nuestras emociones y otras experiencias. Imaginemos, por ejem-
plo, cómo podría responder un gato ante el ataque por sorpresa
de otro gato con el que comparte vivienda. Posiblemente experi-
44 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

mentaría algo parecido a ansiedad o miedo y respondería abier-


tamente corriendo o defendiéndose. Posiblemente, también se
mostraría agitado durante los minutos siguientes a la finalización
del ataque pero, luego, volvería a su rutina habitual de tranquilo
acicalamiento y sueño. En contraste, imaginemos a un ser huma-
no femenino, plenamente verbal, acosada por su compañero de
piso al volver a casa. Sin duda, experimentaría las mismas reac-
ciones de miedo y huida o lucha que manifestó el gato pero, segu-
ramente, habría que añadir muchas más cosas. Podría prolongar
la ansiedad y el malestar, en parte, en función de pensamientos
tales como: "La casa ya no es un lugar seguro" o "¿Qué hice yo
para merecerme esto?". Eso podría desembocar en una evitación
mayor de la casa. Según lo que sabemos sobre traumas, la ansie-
dad y la evitación podrían generalizarse, acompañadas de pensa-
mientos tales como: "El mundo ya no es un lugar seguro", "tengo
que estar vigilante a todas horas para evitar que esto vuelva a
ocurrirme de nuevo", etc. Otros pensamientos evaluativos podrían
continuar añadiendo más sufrimiento: "Hay algo muy malo en
mí". "Esta angustia es insoportable". "No puedo creer a nadie".
"Mi vida es un completo desastre". El gato estaría liberado del las-
tre de este tipo de pensamientos. La persona podría quedar prác-
ticamente incapacitada por ellos.
Pedir a cualquier ser humano que acepte sus vivencias tal
como están definidas literalmente por el contenido de pensamien-
tos como estos, sería cruel así como poco realista. O bien es nece-
sario cambiar los pensamientos o habrá que darle una sacudida a
la fe de la persona respecto a la santidad de tales pensamientos.
La defusión desempeña un papel esencial a la hora de facilitar la
aceptación de vivencias de angustia porque trabaja para delitera-
lizar el lenguaje, para ayudarnos a ver los pensamientos como
pensamientos más que como comentarios definitivos sobre nues-
tras experiencias. El escenario descrito más arriba implica no
solo las experiencias angustiosas de ansiedad, huida o lucha y
alerta situacional que vendrían ocasionadas por la presencia de
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un compañero de piso agresivo. Implica también capas de verba-


lizaciones que amplían e intensifican el alcance de la amenaza;
eso hace que nos evaluemos negativamente a nosotros mismos, a
los demás y al mundo; eso establece límites determinados respec-
to a lo que se puede tolerar y a las conductas en las que "debemos"
o "no podemos" implicarnos. Si esas capas se pueden revelar
como lo que son utilizando técnicas semejantes a las descritas en
el capítulo 1 y a lo largo de lo que sigue en este libro, la experien-
cia esencial y las muchas, muchas, palabras que la acompañan
pueden ser aceptadas de una manera más humana. No aceptadas
fácilmente, de cualquier manera, aunque hasta eso ocurre a veces
(como se indica en los resultados de muchos estudios sobre defu-
sión que se resumen en el capítulo 10). Pero la espesura que nos
envuelve se puede aligerar, al menos temporalmente, tal vez lo
suficiente como para permitirnos prestar una cierta atención al
horizonte y dar unos pasos en su dirección, a través de las ramas
y el follaje.
Como se sugería anteriormente, la defusión, a veces, apunta
hacia pensamientos generales sobre la toxicidad o la soportabili-
dad de las emociones desagradables, hacia lo que su presencia
dice sobre nosotros como personas o hacia la vida en general y lo
que es y no es posible cuando tales pensamientos están presentes.
Muchos de nosotros, incluso como psicoterapeutas, podemos
mantener el supuesto implícito o explícito de que la tendencia a
experimentar demasiada emoción "negativa" es peligrosa o está
más allá de lo que se puede tolerar. Ciertamente, cosas como el
experimentar repetidos ataques de pánico cuando se tiene un
problema cardíaco es una fuente de preocupación. Pero, ¿nos
daña la experiencia ocasional de emociones fuertes que ya están
ahí desde hace mucho tiempo (y que, con frecuencia, acompañan
a muchas respuestas que son disfuncionales o contraproducen-
tes)? ¿Y esta experiencia plena de tales emociones nos daña, real-
mente, cuando actuamos voluntariamente para comprometernos
con algo que nos importa profundamente? Se podrían presentar
46 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

argumentos a favor y en contra de tal posibilidad pero la cuestión


es que las estrategias de defusión bien utilizadas pueden rebajar
el grado de creencia en la posibilidad temida hasta el punto de
intentar ver qué sucede en realidad.
Una posibilidad parecida se da con las evaluaciones negativas
sobre nosotros mismos y sobre los demás y cómo las "realidades"
señaladas por esos pensamientos limitan nuestro comportamien-
to y nuestras posibilidades. Una emoción desagradable puede
parecer aceptable, en parte, porque nuestra mente nos convence
de que la presencia de esa emoción evita determinadas acciones y
fuerza otras. En una persona que valora el contacto social, por
ejemplo, puede darse una elevada ansiedad junto con pensamien-
tos referidos a que esa relación social es demasiado peligrosa y que
la evitación es la única opción. Dichas emociones se vuelven más
aceptables cuando uno puede defusionarse de esos pensamientos
prescriptivos y prohibitivos, experimentando aquello que deba ser
experimentado y comprometiéndose con aquello que importa.
Las evaluaciones verbales desempeñan otro papel importante,
relevante para la aceptación, que la defusión puede abordar. La
aceptación puede llegar a ser vista fácilmente como lo "correcto"
mientras que la evitación es lo "equivocado". Esto puede provo-
carnos que, a veces, nos evaluemos a nosotros mismos como
"débil", "perezoso", "desesperanzado", etc., cuando evitamos en
lugar de aceptar nuestras experiencias difíciles . En otras pala-
bras, podemos creer que "tenemos que" aceptar las vivencias des-
agradables y que "algo no anda bien" en nosotros cuando no lo
hacemos. Creer semejantes pensamientos contribuye a un ciclo
de autoevaluaciones negativas debilitadoras que pueden estar ali-
mentando ya una evitación problemática y una falta de acción
guiada por valores. La aceptación es una elección que se puede
hacer, o no, en un momento dado. Los pensamientos que preten-
den evaluar esa elección desde un supuesto objetivo y una pers-
pectiva vinculante son simples pensamientos.
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 4 7

Valores y defusión
La defusión puede ser una ayuda con un conjunto parecido de
pensamientos evaluativos que surgen una vez que los propios
valores han sido clarificados. Resulta especialmente sencillo
enmarcar la conducta congruente con valores como "buena" y la
conducta opuesta como "mala", en parte porque vivir con un
mayor sentido, propósito y vitalidad es muy deseable. Dada esta
tendencia, el castigarse a uno mismo por no realizar elecciones
orientadas hacia valores se convierte en un riesgo muy palpable.
Obrar así puede servir, ciertamente, como motivación eficaz para
realizar más elecciones guiadas por valores. Sin embargo, como
han señalado Wilson y Murrell (2004), "los estímulos aversivos ...
dan lugar a patrones de respuesta conductual muy reducidos"
(pág. 128), significando que la conducta controlada primariamen-
te por la evitación de estímulos aversivos (como las autoevaluacio-
nes negativas y las emociones que generan) suele llevar también a
un comportamiento inflexible y potencialmente problemático.
Por esta razón, la defusión se puede utilizar para suprimir las
evaluaciones de "buena" y "mala" referidas a la conducta dirigida
por valores para ayudar al cliente a que vea la vida valiosa como
una simple elección que se hace en cada momento. La viabilidad
se convierte en el criterio último. Dicho de manera sencilla, ¿fun-
ciona mejor tu vida cuando actúas de manera consistente con tus
valores? Si es así, puedes elegir actuar de manera consistente con
un valor en el próximo instante. La defusión, entonces, se puede
aplicar a los pensamientos que critiquen la "estupidez" de obrar
de manera contradictoria con valores y que lleven a un comporta-
miento contraproducente.
Las reglas verbales acerca de cómo se "debería" o "no debe-
ría" perseguir determinados valores también pueden causar difi-
cultades. Como ejemplo, cuando era adolescente, yo mantenía
un conjunto de reglas bastante rígidas respecto a cómo buscar
una relación romántica. Yo debía mantener una distancia respe-
tuosa (haciendo hincapié en la "distancia" y con una definición
48 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

de "respeto" que, funcionalmente, no dejaba traslucir mi interés


romántico) y, luego, dar a la joven idealizada una carta detallan-
do lo que pensaba y sentía por ella. Tales esfuerzos resultaban
ineficaces y, francamente, extraños; sin embargo, yo los repetía
porque ese era el camino que yo pensaba que se suponía que
debía seguir. Pero una búsqueda con éxito de una relación
romántica requiere un comportamiento flexible -atención a las
claves verbales y no verbales de cada momento, un suministro
oportuno de indicios que reflejen las propias intenciones, reci-
procidad y, por lo general, una expresión de interés gradual-.
Una adherencia rígida a pensamientos sobre cómo "se suponía''
que yo debía comportarme para añadir aún más valor, no me
dejaba ver la retroalimentación directa de lo que estaba y no
estaba funcionando para la otra parte. Esta misma regla rígida
de gobierno se da en muchas áreas de nuestras vidas. Suele ocu-
rrir que, muchas veces, nos limitamos a seguir haciendo las
cosas de una determinada manera porque es la forma en que
siempre las hemos hecho o porque es la manera en que "se supo-
ne" que se hacen, o, sencillamente, porque no nos hemos plantea-
do otras alternativas. Se puede utilizar la defusión como una
ayuda para aclarar y liberarnos de las reglas potencialmente
ineficaces. También se puede utilizar para ayudarnos a filtrar las
consecuencias de hacer algo distinto o poco convencional (por
ejemplo, pensamientos sobre el "peligro" de hacer algo que
podría dar como resultado vergüenza o desaprobación).
A veces, sobre todo clientes filosóficos que han aprendido lo
más esencial del mensaje sobre la defusión, pueden empezar a
cuestionarse la veracidad de sus propios valores. Si las palabras
"no tienen significado" o, al menos, no se puede captar plena-
mente la experiencia directa, entonces, ¿no significa eso que
nuestros valores no tienen significado? Aquí es conveniente cen-
trarse en la viabilidad y la experiencia directa. ¿Cuál es tu expe-
riencia directa respecto a tu propia vida cuando vives de manera
consistente con tus valores? ¿Te sientes más vivo? ¿Sientes tu vida
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGN ITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 49

más significativa, con un mayor propósito? ¿Qué pasaría si esas


experiencias fueran la medida de lo que te importa en lugar de
una mera evaluación verbal? Cuando ocurre esto, es importante
recordar que parte de la lección de defusión no es que no haya
sentido en la vida, sino, sencillamente, que lo que es más signifi-
cativo, muchas veces no se puede describir con palabras. Enton-
ces, el pensamiento de que "la vida no tiene sentido" es,
meramente, un conjunto más de palabras problemáticas de las
que hay que liberarse.
A veces, las acciones concretas que se asocian con valores pue-
den adoptar una cualidad ilusoria de todo-o-nada. En una oca-
sión, un compañero me comentó que, en los meses anteriores a la
muerte de su padre, había realizado esfuerzos significativos y
efectivos para reconciliarse y aproximarse más a él. Su padre era
un veterano de la guerra de Vietnam y había sufrido mucho con
la experiencia, lo que contribuyó a que mantuviera una relación
tormentosa con sus hijos. Mi compañero tenía muy claro que que-
ría acercarse más a su padre y honrar aquello por lo que había
pasado su padre y lo que consideraba que era importante, pero la
muerte del progenitor parecía interrumpir esos planes. La camio-
neta que utilizaba su padre, pintada de naranja con un emblema
negro de "agente naranja" 1 y una bandera blanca y negra de POW/
MIA 2 había sido siempre el símbolo de la distancia que había
entre ambos. Ahora, él lleva normalmente la camioneta de su
padre a su trabajo en un centro de tratamiento psicológico, expli-
cando a los clientes que se preguntan por qué su terapeuta condu-
ce un vehículo semejante que le hace sentirse más cercano a su
padre y que así siente que lo acepta y lo está honrando más.
Podríamos imaginarnos un escenario parecido en relación a
un senderista y escalador entusiasta que haya perdido el uso de

l. "Agente naranja" es un componente de las armas químicas utilizadas por los


americanos durante la guerra de Vietnam (N. del T.)
2. Prisionero de guerra (Prisoner of War) y Desaparecido en combate (Missing in
Action) (N. del T.)
50 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

sus piernas. Sería muy fácil suponer para una persona así que ya
no podría vivir según sus valores recreativos -estar al aire libre,
en conexión con la naturaleza, plantearse desafíos física y mental-
mente, sumergirse en cada instante-. Pero por decirlo de un modo
más abierto de lo que se lo diríamos a una persona en esa situa-
ción, también es posible experimentar los desafíos, la conexión
con la naturaleza y el estar en el momento desde el confinamiento
en una silla de ruedas. En ambos casos, tanto el hombre que per-
dió a su padre como el que perdió el uso de sus piernas, experi-
mentarían un elevado grado de tristeza y duelo, que sería necesario
reconocer, así como pensamientos sobre la injusticia, desesperan-
za y demás de los que sería muy difícil desprenderse para asumir
lo que todavía es posible hacer. Pero la defusión puede ayudarnos
a encontrar la humanidad, vitalidad, significado y oportunidad de
actuar que permanecen entre las fisuras de las situaciones más
complicadas y las narrativas que nuestra mente entreteje.

Compromiso y defusión
Un compromiso también puede adoptar fácilmente una cuali-
dad de "todo o nada", sobre todo, cuando nos hemos comportado
de una manera claramente contradictoria con nuestros valores.
En esos momentos puede ser muy fácil fusionarse con pensa-
mientos de "haberla fastidiado" y puede que ya no nos implique-
mos más en acciones guiadas por valores importantes. Como
ejemplo, un colega había "quemado sus puentes" con su hija adul-
ta como consecuencia de una serie de decisiones vitales profun-
damente lamentables. Tras reflexionar consigo mismo, se dio
cuenta de que valoraba mucho una relación más estrecha con
ella pero no parecía disponer de muchas opciones (más bien, de
ninguna). Entonces decidió establecer contacto con su hija un
par de veces al año para decirle que le gustaría volver a verla de
nuevo y que le compraría un pasaje de avión cuando ella quisiera
ir a visitarlo. Finalmente, la hija estuvo de acuerdo y eso abrió la
puerta a una gran variedad de acciones congruentes con valores
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGN ITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 51

que, previamente, no eran posibles. La mayoría de la gente se


fusionaría con pensamientos relativos a que ya no sería posible
ninguna relación o, incluso, con pensamientos que desemboca-
ran en acciones ineficaces. Pero la flexibilidad y una disposición
a comprometerse con acciones que, en principio, pueden no pare-
cer suficientes pueden llegar a producir resultados muy tangi-
bles . Muchas veces, esto tiene lugar de una manera menos
extrema. Por ejemplo, un hombre que valora una relación cariño-
sa, respetuosa y de cuidado con su esposa podría, en un momen-
to de frustración, levantarle la voz o ser injustamente crítico con
ella. En el momento siguiente todavía existe la oportunidad de
actuar de manera consecuente con valores. El compromiso es,
fundamentalmente, una acción momento a momento.
El pensamiento de que uno debería o tendría que comprome-
terse con conductas congruentes con valores también puede ser
una trampa. Cuando un "debería" o un "tengo que" queda vincu-
lado a una acción, puede hacer que esa acción se vuelva aversiva
rápidamente. Como ejemplo, yo valoro ser un padre cariñoso, dis-
puesto a dar apoyo y ser cuidadoso e implicado plenamente en
cada momento con mis hijas y he tenido muchas experiencias de
haber actuado consecuentemente con este valor y lo he encontra-
do muy significativo y vital. A veces, sin embargo, después de un
largo día de trabajo, me he descubierto a mí mismo fusionándo-
me con pensamientos del estilo de "tengo que" actuar de esta
manera, solo para descubrir que parece una tarea engorrosa o
difícil. Nadie quiere verse forzado a realizar una acción, incluso
aunque esa acción hubiera parecido muy deseable anteriormente.
Desde una perspectiva de defusión, sin embargo, los "debería" y
"tengo que" suelen servir como indicadores de pensamientos eva-
luativos sobre lo "correcto" y lo "incorrecto". Pero esas supuestas
obligaciones no son verdades blindadas. Lo que "debemos" afron-
tar son las consecuencias de una determinada acción, ya se trate
de una acción congruente o contraria a un valor. Irónicamente,
cuando uno se ha liberado verbalmente de cualquier obligación
52 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

de comprometerse con una vida de valores en un momento deter-


minado, la acción coherente con valores, por lo general, se con-
vierte en una opción aún más atractiva.
Aunque este tema va a ser abordado con mayor detalle en el
capítulo 4, deberíamos mencionar la relatividad moral que pare-
ce introducir la defusión. Si las palabras son solo palabras y no
un reflejo de una Verdad universal fundamental, podría parecer
que nada es verdaderamente "correcto" o "incorrecto". En reali-
dad, cuando la defusión está anclada en la experiencia directa a
la luz de los propios valores, puede surgir un sentimiento de ver-
dad prosocial y moral. En otras palabras, si estás dispuesto a
reflexionar y a confiar en tu sentido vivencial de lo que se siente
como significativo, vital y propositivo, ese sentido puede servirte
de brújula moral. Por supuesto, los terapeutas que utilizan la
defusión deberían estar alerta para que el cliente no reciba nin-
gún mensaje del estilo de "todo vale" ni utilice la defusión con un
propósito antisocial.

Consciencia del momento presente y defusión


Estar plenamente en el momento presente es muy distinto de
estar absorto pensando. Hay un sentido de consciencia vívido,
fundamentado, implicado en vivenciar el momento presente. En
contraste, todos hemos experimentado muchas veces trenes de
pensamientos en marcha que no tienen nada que ver con lo que
nos está ocurriendo en el presente, trenes de pensamiento que nos
alejan totalmente de experimentar lo que está ocurriendo a nues-
tro alrededor. Muchas veces, nuestros pensamientos empezarán
como una reflexión sobre lo que estamos experimentando en un
momento dado. Pero incluso esos pensamientos, cuando nos fusio-
namos con ellos, nos alejan inmediatamente del presente -una
descripción o evaluación de algo que acaba de tener lugar es, por
definición, una descripción o evaluación de algo que ha ocurrido
en el pasado-. Pensamientos e imaginación pueden ser vívidos,
pero nunca tan vívidos como aquello que estamos viendo, tocando,
EL PAPEL DE LA DEFUSIÓN COGN ITIVA EN LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO 53

gustando, sintiendo o escuchando aquí y ahora. Este contraste


entre estar en el momento presente frente a estar atrapado en
nuestra mente convierte a la consciencia del momento presente en
una técnica de defusión accesible y eficaz. Cuando se ha experi-
mentado repetidamente la tangibilidad y viveza auténticas del
momento presente frente a la naturaleza etérea e insustancial de
los pensamientos, la noción de que los pensamientos no pueden
captar toda la amplitud y profundidad de la experiencia empieza a
sonar como algo auténtico. Esta es la columna vertebral de la
defusión cognitiva. Facilitar una y otra vez un sentido de conscien-
cia de momento presente puede ayudar mucho a construir un con-
texto de defusión para un cliente, un contexto en el que el cliente
puede empezar a percibir de manera más consistente sus pensa-
mientos problemáticos simplemente como pensamientos.
La defusión y la consciencia del momento presente comparten,
al menos, una característica común. No resulta infrecuente creer
que contactar con el momento presente o defusionarnos de nues-
tros propios pensamientos reducirá el sufrimiento o producirá
una experiencia agradable. Desde luego, ambos procesos pueden
proporcionar y, con frecuencia lo hacen, cierto alivio del males-
tar. Pero no siempre llegan a desembocar en ese alivio y creerse
tal pensamiento que asegura que lo hacen así, al final, está desti-
nado a terminar en fracaso. En ACT se tiene un gran cuidado en
apartar al cliente de la expectativa de sentirse mejor y pensar de
manera diferente (junto con todos los esfuerzos asociados, por lo
general, contraproducentes) para aproximarlo a una expectativa
de vida valiosa y aceptación así como de defusión de las vivencias
dolorosas que acompañan al vivir. De ese modo, un cliente ACT
es enfocado hacia su experiencia directa de lo que funciona y lo
que no funciona cuando se sumerge en el empleo de la defusión y
la consciencia del momento presente, principalmente, como
herramientas para evitar el sufrimiento. Por definición, una vez
que se vuelve de nuevo a ese viejo objetivo, se dedica más tiempo
a la evitación y menos a perseguir los propios valores.
54 LA DEFUSIÓN COGNITIVA EN LA PRÁCTICA

Yo-como-contexto y defusión
Hay un gran solapamiento entre la experimentación del yo-
como-contexto y la defusión del lenguaje. De hecho, parece como
si la ejecución de un proceso condujera, inexorablemente, al otro.
El mero hecho de darse cuenta de los propios pensamientos desde
una perspectiva de observador, por lo general, lleva, al menos, a
un cierto grado de defusión. La defusión de una palabra o pensa-
miento suele dar como resultado la constatación de las propieda-
des físicas de las palabras de manera distanciada, desde una
perspectiva de observador. Desde el punto de vista de un terapeu-
ta, posiblemente, no sea necesario diferenciar claramente entre
yo-como-contexto y técnicas de defusión. Sin embargo, las técni-
cas que se centran primaria y explícitamente en la vivencia de
pensamientos, sentimientos y otras sensaciones desde la perspec-
tiva de un observador, generalmente, entran en la categoría del
yo-como-contexto. Las técnicas de defusión, por el contrario, se
centran, en primer lugar, en romper las reglas del lenguaje.

Conclusión

La defusión es uno de los seis procesos esenciales de la ACT


junto con el yo-como-contexto, la aceptación, la consciencia del
momento presente, los valores y el compromiso de acción de
acuerdo con dichos valores. Es una parte indispensable de la ACT
e interactúa en gran medida con dichos procesos en ese contexto.
Sin embargo, tal vez pueda sorprender que la defusión puede des-
empeñar igualmente un papel importante en otros tratamientos.
Los fundamentos para la utilización de la defusión en tales trata-
mientos se abordarán en profundidad en el siguiente capítulo.

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