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TEMA 1: LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y EL IMPERIO

La Revolución Francesa (1789), inició el proceso de la destrucción del Antiguo Régimen y la edificación de una
nueva sociedad basada en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, la división de poderes y
la soberanía nacional. Fue un profundo cambio que se sintetizó en el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”,
y que, además, supuso el cambio de súbditos a ciudadanos iguales ante la ley.
El proceso fue largo y complejo, y hay que sumarle como agravante, la guerra contra Austria y Prusia en
1792.
1.- LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
A finales del siglo XVIII, Europa estaba en crisis. Una serie de cambios estaba por llegar, aunque “lo antiguo”,
el Antiguo Régimen se resistía a desaparecer.
Estamentos y privilegios
La sociedad del A.R se organizaba desde la Edad Media en estamentos: clero, nobleza y tercer estado.
Los dos primeros: clero y nobleza formaban parte de los privilegiados (clero y nobleza), y gozaban de
derechos, estaban exentos de impuestos y habían acumulado riqueza y poder con el paso de los años.
Poseían la mayor parte de las tierras (señoríos), ejercían todo el derecho sobre ellas y cobraban impuestos
a los campesinos. Formaban parte de la Corte y tenían los altos cargos del Gobierno (ministros, secretarios…).
Pero no era un grupo homogéneo. Entre el clero había diferencias entre el alto clero, la alta jerarquía
eclesiástica (obispos o abades), y el bajo clero (párrocos, sacerdotes o monjes) que vivían a menudo
situaciones precarias. Y entre la nobleza, la poderosa nobleza de la Corte estaba por encima de la pequeña
nobleza de provincias, pero ambas se diferenciaban de la nueva nobleza que se había creado a partir de la
compra de títulos que el rey vendía para incrementar sus ingresos.
Los no privilegiados constituían el tercer estado o pueblo llano. Eran el 95% de la población y pagaban
impuestos y rentas. El grupo mayoritario eran los campesinos (85%), seguido de las clases populares urbanas
(empleados, artesanos, sirvientes…) y los burgueses (comerciantes, banqueros, industriales, abogados…).
Sociedad agraria y economía señorial
A principios del siglo XVIII, la agricultura era la fuente de riqueza más importante, pero era poco productiva
y estaba técnicamente muy atrasada. El principal problema para aumentar la productividad residía en la
forma de la propiedad y explotación. La mayor parte de la tierra estaba ligada a un título nobiliario (señorío),
a la Iglesia o a la Corona. Sus titulares la podían dejar en herencia, pero no venderla.
Los señores vivían de los derechos que pagaban los campesinos y además éstos estaban obligados a entregar
a la Iglesia el diezmo (la décima parte de sus cosechas) y a pagar impuestos al Estado (gabela, talla...).
Además, el derecho de jurisdicción sobre el señorío les permitía dictar normas, ejercer justicia o crear nuevos
impuestos.
Los campesinos salían muy mal parados con esta situación, ya que las cosechas eran escasas y tenían pocos
excedentes, lo que limitaba la compra de productos en los mercados locales. Era una agricultura de
subsistencia, dedicada al policultivo y dedicada en gran medida al autoconsumo.
Una población estancada
La subalimentación, la falta de higiene y los escasos recursos médicos provocaban una mortalidad muy
elevada (30-40%) especialmente en los recién nacidos. La esperanza de vida era baja y aunque la natalidad
era alta, el crecimiento demográfico era bajo o nulo.
Además, en una economía agraria de subsistencia, la producción de alimentos no crecía al ritmo de la
población. Cuando había escasez grave de alimentos, las enfermedades y epidemias se ensañaban con la
población. Eran las llamadas crisis de subsistencia, que provocaban una mortalidad catastrófica. En esta
circunstancia, la escasez de alimentos potenciaba su acaparamiento por parte de los comerciantes, para
venderlos más caros. Esta especulación acentuaba el malestar y podía derivar en motines (revueltas de pan),
como los de 1787 y 1788 en París.
El impulso de la burguesía urbana
En la sociedad agraria tradicional del Antiguo Régimen, el impulso de nuevas técnicas y cultivos aumentó la
productividad agrícola, mejoró las condiciones de explotación y fomentó la expansión de la propiedad
privada de la tierra. Sus impulsores fueron un nuevo grupo de propietarios agrarios que buscaban el
beneficio de las tierras: cultivaban lo que se vendía mejor.
La producción agrícola aumentó. Esto permitió reducir la mortalidad y estimuló el crecimiento de la
población. Se desarrolló el comercio, las manufacturas y las ciudades crecieron. A finales del siglo XVIII
Londres y París eran las principales urbes.
En las ciudades se expandía la burguesía emprendedora, que se interesó en impulsar manufacturas y el
comercio. Pero tenían serias dificultades: la monarquía debía autorizar la creación de nuevas fábricas y los
gremios controlaban la producción.
La burguesía tenía cada vez más poder económico, pero su crecimiento se veía frenado por su condición de
no privilegiados. Así, junto con los campesinos y las clases populares urbanas tenían un interés común:
acabar con los privilegios y los derechos feudales.
El absolutismo y sus límites
La monarquía absoluta de derecho divino era el sistema político propio del Antiguo Régimen. El rey
concentraba todos los poderes: gobernaba, dirigía la política exterior, dictaba leyes y administraba justicia o
nombraba a los magistrados que la ejercían en su nombre. No estaba sometido a ningún control y todos los
habitantes eran sus súbditos. Ejercía su autoridad en nombre de Dios.
El órgano principal de gobierno era el Consejo de Estado, cuyos miembros eran designados por el rey. Estaba
asesorado por ministros y secretarios, y los funcionarios colaboraban en la administración, en la recaudación
de los impuestos y en hacer cumplir las órdenes.
La arbitrariedad era la norma y ninguna ley protegía a los súbditos del despotismo. Las desobediencias eran
sofocadas por el ejército.
La Ilustración, una crítica al absolutismo
John Locke (filósofo inglés) hizo una primera teoría del liberalismo. Defendía que el Estado tenía que
garantizar los derechos del individuo y se separaban el poder ejecutivo del legislativo. El conocimiento debía
basarse en la experiencia y no en la creencia (empirismo), esto contrastaba con el conocimiento religioso
basado en la fe.
Los planteamientos de Locke tuvieron repercusión en la Ilustración. Este movimiento cultural tomó fuerza
en la segunda mitad del siglo XVIII y alimentó intelectualmente la Revolución en Francia. Montesquieu,
Diderot, Voltaire o Rousseau defendían la libertad y la igualdad de todos los hombres ante la ley, y estos
eran los principios sobre los que tenia se tenía que sustentar la nueva sociedad. Por lo tanto, se enfrentaron
abiertamente al absolutismo y al A. Régimen.
Los ilustrados sostenían que la razón era el único medio para entender el mundo, rechazaban la religión y
defendían la libertad de conciencia y de pensamiento, así como la tolerancia frente al fanatismo y el
dogmatismo. Consideraron que tenía que ser el mérito, el esfuerzo y la capacidad de cada uno lo que
permitiese la movilidad social y el éxito individual.
Diderot i d’Alembert pusieron en marcha un proyecto muy ambicioso: la Enciclopedia. Su objetivo era
publicar una gran obra que reuniese todos los conocimientos de la época basados en la razón y en el estudio
de la naturaleza. De 35 volúmenes, empezó a publicarse en 1751.
El despotismo ilustrado
El pensamiento ilustrado llegó a influir en algunas monarquías europeas (Austria, Rusia, España…) que, sin
dejar el absolutismo vieron la necesidad de cambiar el sistema para garantizar su continuidad: el despotismo
ilustrado.
Los déspotas ilustrados (Federico III de Prusia, Catalina II de Rusia o Carlos III de España), propusieron
reformas administrativas y reformas económicas. Pero no modificaron las bases del Antiguo Régimen, por
lo que su alcance fue muy limitado.
2.- LOS INICIOS DEL PARLAMENTARISMO: INGLATERRA Y ESTADOS UNIDOS
3.- ¿DE QUÉ SE QUEJABAN LOS FRANCESES EN VÍSPERA DE LA REVOLUCIÓN?
Las numerosas quejas quedaron registradas en “Los cuadernos de quejas”, unos documentos que recogían
los agravios y las peticiones dirigidas al rey en la reunión de los Estados Generales, unas asambleas de origen
medieval convocadas por el rey a las que asistían los representantes de los tres estamentos. Se redactaron
unos 40000.
Hay que señalar que esta asamblea no se reunía desde 1614, y se convocaron en vísperas de la Revolución
por el inmenso malestar entre la población del Tercer Estado.
4.- LA REVOLUCIÓN FRANCESA. LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
Las causas de la Revolución
Hacia 1788, el descontento de los diversos sectores del Tercer Estado se acentuó por la crisis económica.
Los campesinos sufrieron un aumento de las rentas señoriales y las malas cosechas agravaron su
precariedad. Crecieron las protestas y se negaron a pagar dichas rentas.
En la ciudad, la escasez de productos y la subida de los precios provocaron motines contra los acaparadores.
El paro subió y desencadenó disturbios.
La burguesía urbana reclamaba un cambio político, y la expansión de las ideas ilustradas favorecía las críticas
al absolutismo y reforzaba los sentimientos anti nobiliarios.
La situación de las finanzas reales era desastrosa. El continuo aumento de los gastos y la dificultad de
obtener nuevos ingresos, así como los gastos derivados de la intervención de Francia en la Guerra de la
Independencia de EE. UU. dispararon el déficit. Ante esta situación, la única opción era que los privilegiados
pagaran impuestos, pero la oposición de la aristocracia fue total. Alegaron que el rey no tenía potestad para
ello y solo los Estados Generales podían aprobar nuevos impuestos.
La toma de la Bastilla (1789)
Luis XVI aceptó la propuesta y convocó Estados Generales para mayo de 1789 (no se habían reunido desde
1614). Antes, pero, se tenían que elegir a los representantes de cada estamento, lo que provocó una
amplia movilización social.
El 5 de mayo de 1789 se reunieron los Estados Generales en Versalles. Luis XVI, su ministro Necker y gran
parte de los privilegiados descartaron las propuestas de reformas sociales y políticas del Tercer Estado. Los
representantes de este estamento, que eran muchos más que los de la nobleza, exigieron el voto por cabeza
y no por estamento, como fijaba la tradición.
El rey y los privilegiados se negaron, pero los diputados del Tercer Estado con el apoyo de algunos clérigos y
nobles liberales se constituyeron en Asamblea General y juraron no disolverse sin elaborar una Constitución
(Juramento del Jeu de Paumme).
La amenaza de una intervención militar provocó que el pueblo se movilizara en París, y el 14 de Julio tomó
la Bastilla, símbolo del absolutismo. En ese momento, esta fortaleza medieval solo custodiaba a siete
prisioneros. Su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo
Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. La noticia se extendió por toda Francia, en las ciudades
se produjeron protestas y en el campo se desataron revueltas antiseñoriales conocidas como el Gran Miedo
(asalto a castillos, incendios…)
La monarquía constitucional (1790-1792)
Ante la presión campesina, la Asamblea abolió el feudalismo, los estamentos y los privilegios. Se suprimió la
servidumbre, los diezmos, los derechos señoriales y sus rentas, pero se obligó a los campesinos a pagar una
indemnización a los señores. Después se aprobaron los Derechos del Hombre y del Ciudadano, por los que
los franceses eran ciudadanos libres e iguales ante la ley.
La Asamblea emprendió más reformas para poner fin al Antiguo Régimen: se suprimieron los impuestos
directos, se permitió la expropiación y venta de los bienes de la Iglesia (desamortización), se abolieron los
gremios… Por la Constitución Civil del Clero el Papa perdía la autoridad sobre la Iglesia y los cargos
eclesiásticos pasaban a ser elegibles, pero esto fue rechazado por el pontífice y muchos clérigos se negaron
a jurar fidelidad al Estado.
Tras largos debates, en 1791 se aprobó la Constitución, que acabó siendo un pacto entre la nación y el Rey,
y definía una monarquía constitucional asentada en la división de poderes: el ejecutivo (en manos del Rey),
el legislativo (Asamblea) y el judicial (jueces electivos y gratuito). Se estableció la soberanía nacional y el
sufragio censitario (solo población con determinada renta).
Los antiguos privilegiados se opusieron a las reformas, y muchos huyeron a Austria para refugiarse y obtener
el apoyo del emperador con el objetivo de organizar una intervención militar contra la Revolución. Incluso
el mismo Luis XVI pretendía unirse a ella y huyó hacia la frontera austriaca en junio de 1791. Pero fue
detenido junto a su familia en Varennes y los retornaron a la fuerza a París, hecho que deterioró la relación
del Rey con la Asamblea Nacional, aunque posteriormente aceptó la Constitución de manera formal.
La caída de la monarquía
La nueva Constitución y las reformas adoptadas facilitaban el paso al cambio liberal. Pero los campesinos
mostraron su insatisfacción por el pago del rescate por los derechos señoriales y aspiraban al acceso de la
propiedad de la tierra.
En la ciudad los problemas residían en el acaparamiento de productos, el alza de precios y la escasez de
productos. Esto estimuló al nacimiento del movimiento sans-culotte y a las sociedades patrióticas, que
exigían mejoras y eran el hervidero de las ideas de soberanía popular.
En la Asamblea Legislativa, los aristócratas no habían conseguido casi representación. Los diputados electos
fueron agrupándose por afinidades ideológicas y políticas, y se organizaban en clubs patrióticos. Allí empezó
a fraguarse la división entre quienes pensaban que la revolución no debía ir más allá de la Constitución de
1791 y los jacobinos, que querían que la Revolución continuara para atender a las demandas populares.
La Asamblea adoptó medidas contra los enemigos de la Revolución y declaró la guerra a Austria (foco de la
contrarrevolución). En un principio, las tropas francesas fueron derrotadas por los austriacos al mando del
general Brunswick, que proclamó que Francia volvería a ser una monarquía absoluta y amenazó a la ciudad
de París. Por esto, la Asamblea convocó una leva de 200000 voluntarios.
Ante esta situación, los sans-culottes junto con algunos diputados, protagonizaron una insurrección que
acabó con la monarquía. El 10 de agosto de 1792 asaltaron el palacio de la Tullerías y detuvieron al monarca
y a la familia real. Esto provocó la convocatoria de nuevas elecciones con sufragio universal masculino.
5.- LA REVOLUCIÓN FRANCESA. LA REPÚBLICA
La Convención Nacional (nueva asamblea constituyente) se reunió el 20 de septiembre, el mismo día en
que un ejército de voluntarios venció a la coalición absolutista en la batalla de Valmy. Al día siguiente se
abolió la monarquía y se proclamó la república.
La nueva Convención estaba dividida en grupos diferenciados por las medidas a adoptar frente a la crisis
económica. Se distinguen:
- Los girondinos, moderados. Encabezados por Brissot, consideraban que la Revolución había
acabado con la proclamación de la República.
- Los jacobinos, radicales vinculados a los sans-culottes. Robespierre, Danton, Hébert y Marat eran
sus líderes. Su prioridad era atender y satisfacer las demandas populares, avanzar hacia la igualdad social y
luchar contra la contrarrevolución en el interior.
- La llanura, el centro. Oscilaba entre los dos anteriores.
La república girondina (1792-1793)
La primera etapa republicana fue dirigida por los girondinos. Su opción era castigar a Luis XVI, pero temían
que su muerte provocase una guerra de todas las potencias europeas contra Francia. Los jacobinos
defendían la necesidad de ajusticiar al rey “para salvar a Francia”. Finalmente, la presión popular obligó a la
Convención a tomar esta opción, y Luis XVI fue guillotinado en enero de 1793, y la reina María Antonieta,
en octubre del mismo año.
La situación se fue complicando cada vez más. Las ejecuciones reales dieron impulso a una coalición europea
antirrevolucionaria (Austria, Prusia, Gran Bretaña, España y Holanda) contra Francia. El hambre y las levas
forzosas provocaron en la primavera de 1793 una insurrección campesina en la Vendée que fue apoyada
por la contrarrevolución y acabó siendo una guerra contra la Convención mientras las clases populares
continuaban reclamando reformas sociales igualitarias en París.
La república jacobina (1793-1794)
Los jacobinos acusaban al gobierno girondino de no actuar ante las decisiones del pueblo. En junio de 1793,
junto a los sans-culottes, sus lideres asaltaron la Convención, detuvieron y ejecutaron a los diputados
girondinos y tomaron el poder.
Elaboraron una nueva Constitución en 1793, en la que se reflejaba los principios de la democracia social:
soberanía popular y sufragio universal masculino directo, eliminación de los derechos feudales sin tener que
pagar rescate y defensa del derecho a la existencia por encima de cualquier otro.
Impulsaron reformas sociales: la redistribución de la propiedad agraria, la Ley de máximum (preció máximo
de los artículos de primera necesidad y castigo a los especuladores), la enseñanza obligatoria gratuita y la
asistencia social, crearon el nuevo calendario revolucionario en el que se identificaba el inicio de la República
1792 como el año de la nueva era, e iniciaron el proceso de descristianización de la sociedad.
Para enfrentarse a los ejércitos extranjeros decretaron la leva en masa y la democratización del ejército (se
permitió el nombramiento de oficiales provenientes de las clases populares).
El Comité de Salvación Pública: el Terror
Para poder imponer todas las reformas, se estableció con Robespierre al frente, el Comité de Salvación
Pública, un gobierno revolucionario que actuó de manera dictatorial.
Se inició la política conocida como el Terror: se suspendieron las garantías constitucionales, Robespierre
concentró en sus manos todos los poderes y tomó medidas contra los sospechosos de acciones
contrarrevolucionarias. La Ley de sospechosos permitió que fueran detenidos, juzgados por tribunales
populares y ajusticiados.
A principios de 1794 los éxitos militares alejaron el peligro de invasión, las medidas contra los especuladores
mejoraron la situación económica, pero los sectores más radicales (enragés) reclamaban medidas igualitarias
en favor del pueblo y los sectores de la burguesía moderada deseaban poner fin a las reformas jacobinas.
Ante las críticas, se recurrió a la extrema violencia para eliminar a los adversarios. Contra esta decisión,
todos los contrarios se unieron contra Robespierre y acusaron a los jacobinos de instaurar una dictadura. Un
golpe de Estado acabó con la detención de Robespierre, que fue guillotinado junto a sus seguidores el 28 de
julio de 1794.
La república conservadora (1794-1799)
La Convención pasó a manos de los sectores burgueses moderados, que impulsaron el “terror blanco”: se
prohibieron los clubs jacobinos y se detuvo y ejecutó a sus miembros.
En 1795 se firmó una nueva Constitución: sufragio censitario, se creó un poder ejecutivo de 5 miembros, el
Directorio, y un cuerpo legislativo formado por el Consejo de los Quinientos (elaboraba leyes), y el Consejo
de los Ancianos (las aprobaba).
Pero el Directorio no consiguió estabilizar la situación. Continuaban los problemas económicos, la
contrarrevolución absolutista no cesaba y los sans-culottes exigían el retorno de los jacobinos. Babeuf dirigió
“la conspiración de los iguales”, una serie de revueltas radicales que fueron reprimidas con enorme dureza.
Solamente la guerra en el exterior parecía ir bien. Las clases acomodadas vieron en Napoleón Bonaparte a
un general victorioso, que podía garantizar la revolución liberal y evitar los excesos igualitaristas de los
sectores populares. Con el apoyo de la burguesía y del ejército, Napoleón protagonizó un golpe de Estado el
9 de noviembre de 1799 (18 Brumario) y concentró todo el poder en sus manos afirmando que la Revolución
había terminado.
6.- NAPOLEÓN BONAPARTE
Napoleón: del Consulado al Imperio
Tras el golpe de Estado de Brumario, se estableció un Gobierno, el Consulado. Estaba formado por tres
cónsules, entre ellos Napoleón Bonaparte. Una nueva Constitución (1799) afirmó el poder personal de
Napoleón como primer cónsul, con atribuciones para hacer leyes, dirigir la política exterior y designar a los
jueces y los altos cargos.
Napoleón consiguió ser nombrado cónsul vitalicio en 1802 y se proclamó emperador en 1804. Así concentró
todo el poder en su persona. Eliminó la división de poderes y el principio de soberanía nacional, y restringió
las libertades personales y colectivas. Limitó las libertades públicas y firmó un Concordato con el Papa (1801)
para restablecer el catolicismo, pero no como religión de Estado, y la Iglesia renunció a las propiedades
incautadas durante la Revolución.
Napoleón no significó una vuelta al Antiguo Régimen, sino que consolidó las conquistas revolucionarias
moderadas (abolición del feudalismo, libertad económica, igualdad ante la ley, supresión de los privilegios,
etc.) a la vez que creaba un Estado sólido y centralizado. Reformó la administración, promulgó un nuevo
Código Civil y desarrolló un sistema educativo nacional más igualitario.
La época napoleónica consolidó unas nuevas élites sociales en base a la riqueza (industriales, banqueros,
grandes propietarios agrarios, etc.). a los conocimientos (hombres de leyes, científicos) y a sus servicios al
Estado (oficiales del ejército y altos funcionarios). Garantizó las oportunidades de negocio para la burguesía
y consolidó una clase de medianos y pequeños propietarios rurales nacidos con la Revolución, al confirmar
las expropiaciones de tierras entregadas a los campesinos.
Con todo esto surgió una nueva nobleza en Francia, formada por los servidores más fieles y las grandes
fortunas burguesas. A diferencia de la antigua nobleza de nacimiento, no poseía privilegios legales ni
económicos, pero encarnaba el nuevo prestigio social basado en la riqueza personal.
El dominio de Europa
Napoleón emprendió una política de conquistas que lo llevó a dominar una buena parte de Europa. Su
proyecto era crear un imperio con centro en Francia e implantar las instituciones francesas en los territorios
ocupados para poner fin a las monarquías absolutas. La oposición a la dominación napoleónica suscitó el
despertar de las aspiraciones liberales y nacionales en los pueblos ocupados.
El dominio francés sobre Europa logró su máxima expansión en el año 1812. Sin embargo, la invasión de
Rusia acabó en un fracaso. El ejército (Grande Armée) alcanzó Moscú, pero no fue capaz de soportar el crudo
invierno y tuvo que retirarse. Esta fue la primera gran derrota del emperador y supuso la muerte de más de
350000 soldados.
Hay que destacar, la dificultad para ocupar España (Guerra de la Independencia), y la formación de una gran
coalición europea antirrevolucionaria (1813). Esta coalición ocupó París en 1814 y significó la destitución de
Napoleón y la restauración de los Borbones en la figura de Luis XVIII.
Napoleón fue confinado en la isla de Elba, pero el descontento popular con la restauración del absolutismo
favoreció un retorno efímero del emperador (los Cien Días) para ponerse al frente de miles de voluntarios y
la mayoría de sus oficiales. Las potencias aliadas lo derrotaron definitivamente en Waterloo (18 de junio de
1815). Napoleón fue enviado a la isla de Santa Elena, hasta su muerte.
7.- ¿QUÉ PERVIVE DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA?

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