Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
"DE
UNA A OTRA VENEZUELA"
Ante los venezolanos de hoy está planteada la cuestión petrolera con un dramatismo,
una intensidad y una trascendencia como nunca tuvo ninguna cuestión del pasado. Verdadera y
definitiva cuestión de vida o muerte, de Independencia o de esclavitud, de ser o no ser. No se
exagera diciendo que la pérdida de la Guerra de Independencia no hubiera sido tan grave, tan
preñada de consecuencias irrectificables, como una Venezuela irremediable y definitivamente
derrotada en la crisis petrolera.
A veces me pregunto qué será de esas ciudades nuevas de lucientes casas y asfaltadas
calles que se están alzando ahora en los arenales de Paraguaná, el día en que el petróleo no siga
fluyendo por los oleoductos. Sin duda quedarán abandonadas, abiertas las puertas y
las ventanas al viento, habitada por alguno que otro pescador, deshaciéndose en polvo y
regresando a la uniforme desnudez de la tierra. Serán ruinas rápidas, ruinas sin grandeza, que
hablarán de la pequeñez, de la mezquindad, de la ceguedad de los venezolanos de hoy, a los
desesperanzados y hambrientos venezolanos de mañana.
Podríamos seguir enumerando así hasta el infinito. Y hasta podríamos hacer un balance.
Y el balance nos revelaría el tremendo hecho de que mucho más hemos invertido en la
Venezuela fingida que en la real.
Todo lo que no puede continuar existiendo sin el petróleo está en la Venezuela fingida.
En la que pudiéramos llamar la Venezuela condenada a muerte petrolera. Todo lo que pueda
seguir viviendo, y acaso con más vigor. Cuando el petróleo desaparezca, está
en la Venezuela real.
Entre los grandes proyectos que concibió Juan Vicente González como historiador el más
importante fue el de escribir una serie de biografías de los más ilustres venezolanos; que tradujeran las
características más resaltantes de la época en que vivieron, ya fuera la Colombia, la Independencia o esa
que se inició en 1830 que fue la que le tocó vivir al propio escritor.
Las ideas acerca de ese vasto plan las dio a conocer por primera vez en un artículo que tituló
“Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela O Vida de sus Hombres Ilustres”, el cual fue
publicado en el primer número de “El Heraldo” el 25 de marzo de 1859.
Posteriormente, en 1866, expresa por segunda vez este propósito, aunque en forma más reducida,
en el preámbulo de la Biografía de Martín Tovar Ponte, que publicó en su revista literaria.
Juan Vicente González pensó en reunir todas esas biografías en una obra que titularía “Historia del
Poder Civil en Colombia y Venezuela”, pero sólo alcanzó a publicar las de José Manuel Alegría, José
Cecilio Ávila, Martín Tovar Ponte y la de José Félix Rivas, considerada la más importante. No llegó a
escribir las anunciadas biografías de José María Vargas, Andrés Bello, Juan Manuel Cagigal, Santos
Michelena y otros destacados compatriotas.
FRAGMENTO I
“Nacido un año después que Venezuela dio su grito de Independencia, criado en medio de los
furores de la guerra a muerte y al ruido de sus combates y victorias, crecido entre las tempestades civiles
que precedieron a su organización definitiva y a su breve edad de oro, pertenezco a todas épocas por
algún punto, conozco sus hombres y las pasiones o intereses que los movieron, los acontecimientos, su
enlace y causas, y voy a escribir sobre ellos.
La época es oportuna. Están para desaparecer los últimos actores del variado drama de nuestra
independencia. Con la pluma en la mano hay quienes les sirvan, trascribiendo oficiosamente al papel con
sus propias palabras, el concepto en que quieren vivir en la posteridad. Jueces y no cómplices, nosotros
recogeremos también de sus labios, aun cuando mienten, el espíritu de su tiempo, la índole de su
patriotismo, el secreto de sus sentimientos e ideas, forzándoles a dar testimonio de su ambición y
crímenes, mientras hablan de sus sacrificios y virtudes. Esos hechos desconocidos, esas revelaciones
que, después de años y tras un triunfo inesperado, vienen a contradecir las tradiciones populares y la
verdad auténtica, sólo sirven para señalar al historiador la herida que procuran ocultar.
Al describir los varios destinos de Venezuela, no es nuestro ánimo añadir una historia más a las
que se han acuñado al servicio de los partidos, alterando los hechos por pasión o circunspección política
y falsificando el color general de los sucesos y costumbres. Esperamos más bien que nuestro respeto a la
posteridad para quien se escribe la historia y el amor a la justicia, nos libren de toda debilidad, aun en
favor de los que han muerto con las armas en la mano por la causa que seguimos. Engañar, suponiendo,
ocultando o mintiendo, nos ha parecido siempre indigno de un escritor. ¡Cuánto más de quien aspira a
dar lecciones al mundo de independencia e imparcialidad¡ Por todas partes oímos a Cicerón que nos
dice, ut ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat.
Pero esta justicia, esta imparcialidad que debemos a todas las opiniones y partidos, es la
benevolencia general del hombre que conoce al hombre, una equidad discreta y reflexiva, no la
indiferencia entre la virtud y el vicio, ni el sacrificio de los principios, ni menos el silencio de nuestras
ideas y opiniones. No seremos alternativamente del partido de Cesar o de Pompeyo, y es harto cierto que
esta propensión de nuestro espíritu, fija e invariable, se representará por defectos en nuestros escritos.
Cuando la historia convencional de una época legue a otra manchada con la calumnia, la fama pura de
un guerrero, que murió en defensa de su país, o de un ministro que expiró consumido por la ansiedad
devoradora de la política, nosotros nos proponemos, por el estudio exacto de su carácter y de sus hechos,
vindicar la memoria de sus nombres proscritos y consagrar al respeto público su sangre y sus vigilias.
Está bien que la envidia los haya perseguido vivos; la historia está ahí para honrar sus nombres. Los
tiranos y los detractores tienen, para consolarse de la verdad póstuma, los homenajes en vida de sus
esbirros o las recompensas de sus amos; son las víctimas las que necesitan del tributo tardío de la
justicia, la humana decimos, hija de la verdad y emanación del cielo.
Ardua, empero, y difícil es la empresa. El escribir bien es por sí solo una tarea llena de dificultades.
¿Qué será acomodar el estilo a las diferentes épocas y caracteres, y animar a lo que ha pasado y muerto,
sin disfrazar ni alterar los hombres, los sucesos ni las pasiones? ¡Cuánto trabajo, estudio, constancia,
meditación para alcanzar un estilo varonil y grave, el arte de narrar con fuerza, interés y gracia, bajo el
influjo de una idea abstracta, poderosa y de un pensamiento generador y severo¡ Los acontecimientos
guardados están en los archivos públicos o en la memoria de los hombres; y allí los guerreros con su
ambición, los pueblos con su complicidad, los sacerdotes con su entusiasmo, los tiranos con sus
víctimas, las víctimas con su paciencia. Es por la reflexión que se reviven esos tiempos, y esos hombres;
y es el talento quien puede hallar únicamente su fisonomía, y la imaginación quien únicamente puede
pintarla.”