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CAPÍTULO V

LA HISTERIA
Definición

Los síntomas La histeria es una neurosis caracterizada por la hiperexpresividad somática de


constituyen las ideas, de las imágenes y de los efectos inconscientes. Sus síntomas constituyen las
fenómenos de
manifestaciones psicomotrices, sensoriales o vegetativas de esta "conversión somá-
"conversión",
en el plano tica". Por ello desde Freud se llama a ésta neurosis histeria de conversión.
somático, Pero el histérico debe ser definido aún en relación a la estructura de su persona,
de conflictos caracterizada por la psicoplasticidad, la sugestibilidad y la formación imaginaria de
Inconscientes.
su personaje.
Asi son necesarios dos elementos para definir la histeria:
Están en — la fuerza inconsciente de la realización plástica de las imágenes sobre el plano
relación corporal (conversión somática);
con la
estructura
— la estructura inconsciente e imaginaria del personaje del histérico.
"imaginaria ", Se comprende que sea precisamente a propósito de esta neurosis cuando han sido
de la persona
histérica.
más discutidos los problemas relativos a la realidad, a la importancia y a la organi-
zación del Inconsciente.

Historia

Esta neurosis merece un breve estudio histórico. Sus principales signos son cono-
cidos desde la antigüedad y se extiende a toda una tradición de enfermedades sirte
materia, que han motivado las más vivas discusiones en los médicos de todas las
épocas; pero es tan sólo después de Freud cuando podemos aprehender los contenidos
esenciales de esta "patología del simulacro".
La historia de las neurosis 1 se ha confundido durante mucho tiempo con la de la
histeria. Pero antiguamente se englobaba con su nombre, no tan sólo una parte de lo
que nosotros reconocemos como síntomas neuróticos, sino también trastornos liga-
dos ahora a la patología lesional o a psicosis (enfermedad de Parkinson, epilepsia,
catatonía, etc.). Es así como, en 1682, Thomas Willis reunía con el nombre de histe-
ria, que remonta a Hipócrates, la mitad de las enfermedades crónicas.
Charcot y En Francia, la evolución de las ideas, desde Charcot a Babinski, ilustra las vicí-
Babinski situdes sufridas por la noción de histeria. Charcot había estudiado la histeria por los
métodos ordinarios de observación médica y llegaba a minuciosas descripciones sin-
tomáticas, de las que no debe creerse que se hallen totalmente caducas. Babinski,
sorprendido ante ciertas lagunas del método de observación, quiso someterlas a

' Consultar las obras históricas recientes: H. Ellenberger (1970), lisa Veith (1973), L. Chertok y
R. de Saussu re (1973).
un control riguroso. Como genial neurólogo que era, consiguió delimitar con preci-
sión el campo de la histeria (los fenómenos "piti áticos" que pueden ser reproducidos
por la sugestión) del de la neurología lesiona!. A partir de Babinski, sabemos lo que
no es la histeria: una enfermedad localizable, susceptible de una definición anato-
moclínica y de una descripción por acumulación de signos. Pero Babinski fracasó en
su tentativa de definir la histeria: los términos de autosugestión y de pitiatismo no
pueden tener sentido más que sí se explica lo que es la sugestión o la persuasión, lo
que implica el estudio concreto y analítico de la personalidad del histérico. De tal
manera que, a partir de Babinski, la histeria ha corrido el riesgo de ser considerada
fuera de toda realidad, como una simple simulación (Boisseau). A la histeria, conver-
tida en lo que no existe para la neurología, le faltaba, sin embargo, penetrar en el
interior de la "realidad" que es para el psiquiatra.
Es esto lo que intentó hacer Pierre Janet en la Salpétriére al estudiar las relaciones Janet y Freud.
de la histeria, de la hipnosis y del automatismo psicológico. En la misma época Freud
tuvo la primera intuición que debía conducirle al psicoanálisis.
Partió de la idea de que los síntomas se originaban y tomaban su sentido en el
uvconsciente de los enfermos. Estudiando con Breuer (1895) a una enferma, a. la c^ie
este último curaba periódicamente de sus síntomas por medio de una "abreacción"
emocional (se dice aún catarsis o liberación de lo reprimido), por la evocación de sus
recuerdos, concibió la idea de la represión, de su origen sexual, y de la importancia
de la transferencia afectiva en la terapéutica- La histeria entraba de este modo en la
nueva fase de estudios, que han permitido captar su contenido.
Cabe señalar finalmente la influencia tan especial de los fenómenos sociocultura-
les sobre las manifestaciones exteriores de la histeria; ninguna forma patológica es
más sensible al espíritu de la época: los síntomas de la histeria han variado mucho
desde Charcot a nuestra época, varían según las culturas, siguen las modas y la evo-
lución de la medicina. No sucede lo mismo con la estructura histérica incluida en el
carácter y que, aunque con formas variables, constituye el fondo permanente e inva-
riable de la neurosis.

A.—ESTUDIO CL ÍNIC O DE LOS S ÍN TOM AS HISTÉRICOS

Nos proponemos simplemente realizar un inventario sin preocuparnos demasiado


de las discusiones y diferencias de las diversas escuelas. Vamos a referirnos aquí a u n
tipo de experiencia clínica media para describir el conjunto —por otra parte muy
variado- de la sintomatología que Syndenham ya designaba como "proteiforme".
Puede considerarse una ordenación en tres grupos de los síntomas multiformes
de la histeria: 1.° Los paroxismos: las crisis neuropáticas. 2." Las manifestaciones
duraderas por inhibición de las funciones psicomotrices del sistema nervioso.
3." Los trastornos viscerales o tisulares: "trastornos funcionales", descritos a veces en
la histeria.

I.—PAROXISMOS, CRISIS, MANIFESTACIONES AGUDAS


Todos estos accidentes histéricos se centran en la crisis histérica, rara en su
forma completa ("a lo Charcot"), pero que es necesario describir, ya que las otras
manifestaciones paroxisticas son fragmentos o derivados, que pueden ser observados
cotidianamente.
El "gran

L° Les grandes ataques de histeria. Marcan una época en la historia de esta "¡^pos de
neurosis: la gran crisis a "lo Charcot" comprendía cinco períodos. Charcot.
1.° Pródromos (aura histérica): dolores ováricos, palpitaciones, bolo histérico
sentido en el cuello, trastornos visuales. Estos pródromos desembocaban en la pér-
dida de conocimiento con caída no brutal.
2.° Período epileptoide: fase tónica, con paro respiratorio e inmovilización tetá-
nica de todo el cuerpo; convulsiones clónicas, comenzando por pequeñas sacudidas y
por muecas, hasta terminar en grandes sacudidas generalizadas; después resolución
en una completa calma, pero breve, con estertor.
3." Período de contorsiones ("clownismo"): comenzaban entonces movimientos
variados, acompañados de gritos, semejando "una lucha contra un ser imaginario"
(Rícher, 1885).
4.° Período de trance o de actitudes pasionales, en el cual la enferma imitaba
escenas violentas o eróticas. Se encuentra entonces en pleno sueño, viviendo sus ima-
ginaciones (generalmente se reanuda el mismo tema en cada crisis: idea fija de los
antiguos autores).
5.° Período terminaI o verbal en el curso del cual la enferma, en medio de
"visiones alucí nato rías", de contracturas residuales, volvía más o menos rápida-
mente a ía conciencia, pronunciando palabras inspiradas en el tema delirante vivido
anteriormente en pantomima.
El total duraba de un cuarto de hora a varias horas (estado de mal histérico por
reanudación de todo el desarrollo de ta crisis).

Las "crisis 2." Formas menores. Si bien ya apenas se observa esta crisis "como en los
de nervios" o tiempos heroicos de Charcot", en cambio, se observan crisis degradadas o camufla-
neuropáticas...
das, que tienen et mismo valor: son tas crisis de nervios, en las que la agitación, la
burda similitud con la epilepsia, et carácter expresivo de la descarga emocional, la
sedación consecutiva al brote erótico o agresivo, conservan todos los rasgos esencia-
les de la crisis descrita por los clásicos. Son frecuentes, sobre todo, en los seres rudos
o de fuerte expresividad étnica, como, por ejemplo, las poblaciones mediterráneas,
de África o de América.
Existen crisis atípicas más difíciles de diagnosticar:

a) La crisis "sincopal". El sujeto "se siente mal", palidece, expresa en unos


segundos su angustia y se desploma. Los signos al examen son los de la vagotonia
extrema: pulso lento y débil, baja tensión. El corazón permanece normal en el E.C.G.
El desvanecimiento dura algunos minutos y va seguido de una fase de fatiga sin am-
nesia del episodio crítico. Existen todos los intermedios entre el simple vahído y el
verdadero síncope.

...su relación b) La crisis con sintomatologia de tipo extrapiramidal. Agruparemos con


con ta patología este título manifestaciones motrices que pueden ser consideradas como equivalentes
nerviosa... menores de la gran crisis: acceso de hipo, de bostezos, de estornudos; crisis de risa
o de lloro incoercibles; temblores, sacudidas musculares, tics o grandes movimientos
de tipo coreico.

c) La histeroepüepsia. Existen formas de paso entre las dos afecciones. Los


autores clásicos o antiguos (Gowers, Tissot, Bratz, Féré, etc.) han estudiado bien
estos casos de "epilepsia afectiva" o de crisis neuropáticas en probados epilépticos.
Más recientemente, y con variadas perspectivas, clínicos (Baruk, Marchand y Aju-
riaguerra) o neurofisiólogos han reanudado este estudio y han mostrado que ciertos
aspectos paroxísticos o intercríticos de la epilepsia no podían ser separados radical-
mente de las manifestaciones histéricas. Por muy discutido que sea aún este problema
es evidente que responde a ciertos hechos.
d) Histeria y tetania. Estas dos series de trastornos mantienen también reía- ...y la patología
ciones entre ellos. Consisten en la capacidad convulsiva común a los dos estados, general.
desencadenada tanto por la emoción como por la hiperpnea, hasta tal punto que ya
no se sabe si la hiperpnea actúa por su valor emocional o la emoción por sus factores
humorales (De Ajuriaguerra, 1951). Los trabajos de H. P. Klotz se refieren A este pa-
rentesco.
— El interés que tienen estas formas clínicas de la crisis histérica es el de mostrar-
nos las fronteras de la histeria y las de ciertos síndromes que, por su misma conti-
güidad, pueden enseñarnos algo sobre los substratos orgánicos de la histeria. Así,
las crisis sincópales nos remiten a una cierta debilidad neurocirculatoria; las rela-
ciones de la histeria con los trastornos extrapiramidales (Van Bogaert) o con la epi-
lepsia nos muestran que, sin tratarse de hallar una identidad de estructura lesional, lo
que sería absurdo, puede suponerse la existencia de "vías comunes" (De Ajuriague-
rra) a la histeria y a ciertas afecciones cerebrales; por último, la semilitud con la teta-
nia nos abre un camino hacia los desequilibrios humorales. Inversamente, estas formas
clínicas nos muestran que, en síndromes neurológicos o generales bien definidos, las
incidencias psicosociales pueden desempeñar un importante papel, ya que desen-
cadenan síntomas.
2
3.° Los estados crepusculares y los estados "segundos" . Reuniremos aquí: Los "estados
los episodios crepusculares propiamente dichos, los estados "segundos", el sonam- crepusculares"
ideas
bulismo y las fugas histéricas.
E L ESTADO CREPUSCULAR HISTÉRICO consiste en una debilitación de la concien- ^ ^
S
cía vigil de comienzo y terminación bruscos, que puede ir de la simple obnubilación al s e g u n ¿J s -°
estupor, y que comporta una experiencia sem¡consciente de despersonalización y de histéricos.
extrañeza generalmente centrada sobre una "¡dea fija" (P. Janet).
Una forma particular de estos estados es el síndrome de Ganser: respuestas "de
lado" 1 , actos " d e lado", asociados a analgesias. Se trata de un desconocimiento
sistemático de la realidad ambiental. El enfermo no tiene en cuenta el ambiente que
le rodea, sus actos y sus palabras se dirigen a una situación "marginal", es decir
soñada (Whitlock, 1967).
En tales estados se habla de conciencia "hipnoide" o de reducción del campo de la
conciencia en los histéricos (P. Janet). Se trata, en efecto, de un estado de hipnosis
de la conciencia. El enfermo vive una experiencia de semilucidez que se parece a cier-
tas crisis catatónicas y catalépticas (Baruk), Pero permanece al borde de este camino
vertiginoso. La prueba es que a veces se lanza con una complacencia consciente.
Se ha hecho notar la frecuencia de los "síndromes de Ganser" en la patología de las
prisiones, donde el sujeto puede estimar que le interesa desconocer ciertas realidades.
—Otros estados crepusculares, llamados también ESTADOS SEGUNDOS, nos
muestran la producción onírica bajo la forma habitual de los sueños, con una rica
producción de imágenes, sobre todo visuales. Son estados de trance, fragmentos aisla-
dos, y más o menos desarrollados de la gran crisis.
En cuanto a los estados segundos de personalidades "múltiples", se trata de
hechos excepcionales pero célebres, en los cuales la tendencia a remplazar la expe-
riencia real por una experiencia soñada —que acabamos de ver— se amplifica y se
extiende al máximo, hasta el punto de hacer alternar una segunda personalidad (la del

" Son estados de alteración de conciencia; para algunos estados crepusculares y estados segundos
son idénticos y, para otros, son diferenciables. En el texto, el autor diferencia ambos tipos de trastornos en
forma perfectamente clara. — N.delT.
í
Pararrespuestas. — N.delT.
sueño histérico) con la personalidad primera (la del estado normal). Los casos de
Janet (Juliette), de Morton Prince (Miss Beauchamp), de Azam (Félida), tienen un
interés histórico.
— Hay que aproximar a estos estados crepusculares el sonambulismo histérico,
que no difiere de ellos más que por su aparición en medio del sueño.
En fin, es clásico describir, en estos estados de semiconsciencia, las fugas, ya
que el histérico, durante estos estados crepusculares o hipnoides, puede errar como
fascinado por la sugestión de sus imágenes. Por otra parte, estas fugas poseen el
mismo valor clínico que las amnesias, de las que vamos a hablar ahora.

4," Las amnesias paroxísticas. Los estados que acabamos de describir com-
portan por lo general trastornos de la memoria más o menos profundos o paradóji-
cos, pero la amnesia también puede presentarse como el único síntoma que, posterior-
mente, permite suponer la existencia de un estado crepuscular.
Amnesias. Lo que caracteriza a la crisis de amnesia histérica es su carácter sistemático (véa-
se pág. 426). Lo más frecuente es la amnesia lacunar, consistente en el olvido de un
acontecimiento penoso, de una situación (guerra, boda). A veces, la amnesia es gene-
ral y el histérico es como un "viajero sin maletas". En el caso de Mary Reynolds
(Weir Mitchell), la enferma, después de una serie de crisis y de un sueño de 20 horas,
había permanecido durante seis semanas "como un ser que acabase de venir al mun-
do". Posteriormente, después de un nuevo sueño cataléptico, volvió a recordarlo
todo. Esta reversibilidad, las paradojas de evocación, de recaída, los elementos de
sugestión, son característicos. Las personalidades múltiples (de las que hemos habla-
do más arriba) constituyen un caso particular de amnesia, evolucionando en ciclos
periódicos, con sistematización de recuerdos que son propios a una u otra de las per-
sonalidades alternantes. Pero volveremos a tratar del comportamiento del histérico
en relación a sus recuerdos, ya que se trata de un rasgo esencial de su personalidad.

Estados 5.° Los ataques catalépticos. Es el "sueño histérico" término criticable, puesto
cataiéptícos. q U e este estado no comporta todos los signos clínicos ni eléctricos del sueño. Como
en los otros síntomas de la histeria, la catalepsia sólo realiza una imagen del estado
fisiológico correspondiente.
El sujeto está inerte, con los ojos cerrados o abiertos, pero sin la tríada caracte-
rística del sueño (miosis, estrabismo divergente por el predominio del tono del gran
oblicuo, contracción activa del orbicular de los párpados). El tono muscular es
variable, tanto más en cuanto que parálisis o contracturas pueden asociarse a la
catalepsia. Pueden observarse anestesias y a veces sacudidas musculares. Este estado
no es completamente inconsciente ni amnésíco. Puede durar algunas horas o algunos
días. Caso de ser duradero, se observa un enlentecimiento de las funciones vegeta-
tivas con hipotermia, hipotensión, disminución a veces extrema del metabolismo. Se
evoca irresistiblemente a la hipnosis y al faquirísmo, ante este estado que realiza,
hasta el máximo extremo posible, la sintomatología de los sueños hipnóticos de la
gran neurosis.

II.-LOS SINDROMES FUNCIONALES DURADEROS

Son generalmente inhibiciones funcionales que pueden referirse a todos los aspec-
tos de la vida de relación.
I." Las parálisis. P. Janet las ha clasificado en parálisis sistemáticas y pará- Las parálisis
lisis localizadas. 'funcionales",
—Las parálisis funcionales son parálisis de un movimiento o de un grupo de
movimientos coordinados por una misma significación funcional. El tipo lo constitu-
ye la astasia-abasia (parálisis de la marcha y de la posición ortostática, quedando la
posibilidad de realizar movimientos activos, que no sean la deambulación). Es, dice
Ljungberg (1957), la manifestación histérica más frecuente (50%). Apuntemos aún
la frecuencia de la afonía (pérdida de la voz alta, conservación del cuchicheo), etcé-
tera.
Por otra parte, son posibles todas las combinaciones entre las diversas funciones
abolidas o alteradas.
-Lasparálisis localizadas son parálisis de un miembro. No siguen las leyes de
la organización anatómica, sino el esquema de los conocimientos del vulgo (una
mano, un brazo, una pierna).
Estas parálisis no se acompañan de los trastornos de los reflejos o del tono, que
caracterizan a las parálisis determinadas por la alteración de la vía piramidal o de
los centros motores de la médula (Babinski). Por el contrario, son caprichosas, para-
dójicas, y dan la impresión, a la observación minuciosa del clínico, de depender más
de una posición, de una intencionalidad, de una inhibición emocional o de una
sugestión, que de trastornos "reales". A este respecto, es típica la asociación de
trastornos sensitivos o sensoriales que no encuadran en la realidad de la organización
anatomofisiológica.

2." Las contracturas y los espasmos. También constituyen una especie de Las contrac-
turas
parálisis activas cuya sistematización es paradójica y variable, según la influencia -
de los factores psicológicos.
Asi se observan contracturas de los miembros y del cuello (torticolis), pero sobre
todo del tronco (plegadura del tronco o camptocormía, falso mal de Pott). También
son frecuentes ciertas manifestaciones tónicas o espasmódicas (hipo, vómitos, espas-
mos oculofaciales, etc.).

3." Las anestesias. Asimismo realizan una especie de esquemas funcionales Las anestesias.
imaginarios que excluyen de las percepciones táctiles, dolorosas, térmicas, etc.,
ciertos segmentos corporales que han sido "recortados" por la fantasía (anestesia
en manguito interesando las dos manos, los dos miembros inferiores, toda la cara,
en distribución alterna, etc.). Estas formas de trastornos de la sensibilidad, su topo-
grafía, las modalidades cualitativas de sus alteraciones, no obedecen a las leyes de
inervación, de conducción y sistematización de las vías de la sensibilidad. A veces se
encuentran casos de anestesia total interesando todos los territorios cutáneos y todas
las modalidades sensitivas e incluso sensoriales (faquirismo). Podrían observarse
también fenómenos totalmente raros e inexplicables como la aloquiria (sensibilidad
transferida de un lado al otro del cuerpo), algias sínestésicas (dolores provocados ante
la vista de un objeto, etc.).

4." Los trastornos sensoriales. Son las alteraciones de una función sensorial o Trastornos
de una parte de esta función (ceguera, sordera, anosmia, etc.). La ceguera histérica sensoriales.
es, sin duda, la más notable de estas manifestaciones, y a veces resulta difícil de
diagnosticar por medios objetivos. Por el contrario, puede estarse seguro de que se
trata de histeria, ante otros dos síntomas oculares que han sido descritos entre los
"estigmatizados": la reducción concéntrica del campo visual y la diplopía monocular
(P. Janet).
IIL - L A S MANIFESTACIONES VISCERALES

Se habrá notado que las manifestaciones precedentes afectan los instrumentos de


la vida de relación (funciones del sistema cerebrospinal). La existencia de manifesta-
Expresión ciones "vegetativas" en la histeria fue objeto de polémicas en tiempos de Charcot y de
vegetativa Babinski, bien sobre la realidad de los hechos, bien sobre su interpretación: simula-
del inconsciente. c ¡ó n > decían unos; consecuencias funcionales de las crisis o d e las inhibiciones, decían
otros.
Actualmente la discusión está fuera de lugar: la "realidad" de los trastornos visce-
rales histéricos está admitida, y las "explicaciones" por la simulación, los efectos de
las crisis o el pitiatismo han perdido mucho crédito. En efecto, no parece difícil el
admitir que la vida inconsciente pueda actuar sobre los fenómenos vitales y, por
consecuencia, pueda expresarse por medio de alteraciones viscerales; toda la medi-
cina psicosomática gravita sobre esta hipótesis. Pero es precisamente del lado de la
medicina psicosomática de donde surge una dificultad: la de delimitar las reacciones
viscerales, que pertenecen a la histeria de conversión, de aquellas que deben ser consi-
deradas como "verdaderos" síndromes psico somáticos: nos explicaremos más ade-
lante sobre este punto (pág. 920). De cualquier forma he aquí las principales
manifestaciones histeroorgánicas. Son: los espasmos, las algias y los trastornos
tráficos.

Los ESPASMOS. Los más frecuentes son digestivos: imposibilidad de tragar, náuseas, vó-
mitos (principalmente los vómitos del embarazo). El famoso "bolo" histérico, sentido en el
cuello o en el epigastrio, parece ser asimilable a un espasmo esofágico. Ciertos espasmos cóli-
cos, ciertas constipaciones, pueden revelar en el análisis su naturaleza histérica.
Pero existen otros espasmos; sobre todo urinarios (retención) y genitales (vagínismo, dis-
pareunia), etc. El asma depende de una interpretación compleja; parece legítimo incluir una
cierta carga histérica que se vuelve muy importante en los estados de mal asmáticos.

LAS ALGIAS. Si bien es inútil intentar esquematizarlas, es importante insistir sobre su fre-
cuencia entre los trastornos funcionales de que se quejan los enfermos. Todas las localizaciones
y todos los tipos de dolor pueden ser sintomáticos de la histeria. Muy a menudo, su naturaleza
será sospechada, apenas presentado el enfermo, por el aire dramático que confiere a la expre-
sión del síntoma. Un dolor que no sea explicable por correlaciones locales debe hacer pensar
en la histeria.

Los TRASTORNOS TRÓFICOS Y GENERAJUES. Ya la catalepsia nos ha mostrado ciertas ano-


malías vegetativas. Cuando es duradera, la reducción de los intercambios, a veces extremos,
manifiesta un cierto enlentecimiento de los procesos metabólicos, cuya rareza no excluye su
realidad. Mucho más comunes son las reducciones, a veces extremas, del hambre (anorexia
mental), de la sed, de las excreciones (oliguria, constipación).
Han sido observados efectos del mismo orden, pero localizados en diversos sectores del
sistema neurovegetative periférico: con el nombre de trastoraos/lsiopáticos \ Babinski y Fro-
ment han descrito trastornos vasomotores y tróficos que aparecen en el curso de ciertas paráli-
sis histéricas; los tegumentos están engrosados, fríos, cianóticos, las oscilaciones arteriales
reducidas, la pílosidad, generalmente desarrollada. Los músculos atrofiados y un cierto grado
de edema subcutáneo pueden dar lugar a deformaciones que se toman por alteraciones articu-
lares. Incluso el hueso puede estar afecto por los trastornos tróficos (osteoporosis difusas).
Estos trastornos han sido observados sobre todo durante la guerra de 1914-1918. En nuestros

* Para Babinski y Fromenu estos fenómenos son externos a la histeria. Hablan de "espinas irritauvas"
y se han esforzado en incriminar causas ocasionales para explicar estos trastornos que, en su opinión, no
podían ser histéricos, puesto que eran "reales'".
días se ven principalmente a raíz de un accidente de trabajo o de circulación. Su evolución es
paralela a la de la parálisis.
Pueden incluirse en el mismo grupo de hechos ciertos trastornos paroxísticos considerados
como formando parte de la "patología de la emoción", ciertas crisis de urticaria o de edema de
Quinche, ciertos espasmos vasculares. La realidad de ciertos trastornos tales como hemorra-
gias localizadas o la fiebre no ha sido admitida por todos los autores, a falta de observaciones
indiscutibles. Es el famoso problema de los estigmatizados. Para la mayoría de autores con
temporáneos, estos hechos entrarían en el marco de los edemas y de los trastornos vasomotores
histéricos.

Todos estos trastornos generales, tróficos o vasomotores deben ser considerados,


cuando existen, como signos de gravedad de la neurosis.
A modo de primeras conclusiones sobre este inventario de síntomas, podemos
subrayar que el contenido manifiesto de la histeria constituye una exageración pato-
lógica de ciertos modos normales de expresión. A cualquiera de nosotros el miedo "le
quita la voz o le paraliza las piernas"; la atención concentrada nos vuelve "insensibles
al dolor", o ante ciertas percepciones, "olvidamos" ciertas realidades que nos moles-
tan; la alegría, el miedo a la cólera "nos hacen" bailar, gritar, enrojecer o palidecer,
cerrar los puños; el asco nos produce náuseas, etc. Son manifestaciones no verbales
de la emoción. El histérico habla este "lenguaje de los órganos" con una especial elo-
cuencia. Vive las metáforas en vez de hablarlas, y es esto lo esencial del fenómeno de
conversión somática.

B. - E L CA RÁ CT ER HISTÉRICO Y LA PERSONA
DEL HISTÉRICO

Las manifestaciones histéricas, a las que acabamos de pasar revista, emergen a la Los síntomas
superficie del cuerpo y se hacen patentes en las conductas expresivas del histérico, histéricos son
Pero queda por considerar ahora la estructura de la personalidad histérica, que con-
tiene virtualmente, en forma latente, estas manifestaciones. Es importante señalar a patológica del
este respecto que, si bien el carácter histérico es el subsuelo habitual de estos sínto- histérico.
mas, rebasa por todos los lados la neurosis de conversión, ya que alcanza por una
parte al sujeto normal (tendencia a "hacer comedia", a "hacer o sentir como si..."),
y por otra a otras formas neuróticas (fobias, etc.); e incluso a ciertas psicosis (espe-
cialmente formas esquizoneuróticas de la esquizofrenia).
El "carácter", la "mentalidad", la "persona" del histérico han sorprendido siem-
pre a los clínicos, quienes no pueden llegar a separar las manifestaciones histéricas
de la organización neurótica de la personalidad de estos enfermos.
Asi es como siempre se ha insistido sobre tres aspectos fundamentales del "carác-
ter" histérico: a) la sugestibilidad; b) la mitomanía; c) las alteraciones sexuales.

1." Sugestibilidad. El histérico, bien porque sea sensible a la sugestión, y Psícopiasti-


ci dad
particularmente a la hipnosis, bien porque se autosugestione, se presenta como un in- -
dividuo "plástico". Es decir que es influenciable e inconsistente, ya que su persona
no consigue fijarse en la autenticidad de una identidad personal firmemente es-
tablecida.

2." Mitomanía. El histérico, por sus comedias, sus mentiras y sus fabulacio- Mitomanía.
nes, no cesa de falsificar sus relaciones con los demás. Se ofrece siempre como un
espectáculo, ya que su existencia es a sus propios ojos una serie discontinua de esce-
nas y de aventuras imaginarias.
3." Alteraciones sexuales. Es lo que da nombre a esta neurosis. Naturalmente,
Insatisfacción histérico no significa "erótico" o "hipergenital", ya que los histéricos no son ninfó-
sexual. manos o excitados sexuales. Significa simplemente que su sexualidad está profunda-
mente alterada. En efecto, en este campo más que en los otros, las expresiones
emocionales y pasionales tienen algo teatral, excesivo, que contrasta con fuertes
inhibiciones sexuales. Así el "donjuanismo" masculino o el "mesalinismo" femenino
de los histéricos ocultan siempre la impotencia, la frigidez o perversiones.
Podemos completar estos rasgos clásicos del retrato del histérico con un cierto nú-
mero de análisis de su personalidad que debemos, en gran parte, a la escuela psicoa-
nalítica. Acentuaremos: a) la inconsistencia de la identificación y de la unidad de la
persona; b) las tendencias a la represión de los acontecimientos reales en la trama de
la existencia; c) las tendencias a la falsificación de las experiencias.

1." La inconsistencia de la persona. El Yo del histérico es un Yo que no ha


El pape! oculta conseguido organizarse conforme a una identificación de su propia persona. Cierta-
a ta persona. mente a cada uno de nosotros le cuesta fijar su identificación al personaje que desea
ser, y siempre existe —lo hemos observado en los Elementos de Psicología— una
cierta diferencia entre lo que queremos ser y lo que somos. En este sentido parecemos
ser de otra manera de lo que somos. Pero en el histérico la máscara del personaje
oculta completamente a la persona. Veremos más adelante que este defecto de iden-
tificación al ideal de sí mismo proviene de un conflicto infantil en la fase edipica. Todo
el conjunto de la persona del histérico refleja esta "falsedad" y su sistema de organi-
zación se desarrolla construyendo un falso personaje que vive una falsa existencia.

2." La represión amnésica de los acontecimientos reales. Las "represiones",


las degeneraciones, los desconocimientos, en el curso de la vida, hacen desaparecer
Necesidad de los recuerdos reales (amnesias, ilusión de la memoria) para sustituirlos ya sea por
reprimir lo real.lagunas, ya por mentiras. Todo en su conducta y en su actitud testifica este deseo de
sustituir el principio de la realidad por el del placer y de la fantasía. A este respecto
el histérico es como el niño que no consigue constituir la trama de su existencia, el
orden cronológico de sus recuerdos. Los olvidos, los falsos recuerdos, los recuerdos
"pantalla" s , constituyen según Freud una de las características esenciales de la
insinceridad inconsciente del histérico. Así la neurosis aparece como una neurosis de
deseo, deseo de gustar, deseo de exhibirse, deseo de seducir, deseo de ofrecerse como
un espectáculo. Estos deseos guian todas las conductas de represión, separando o
negando los acontecimientos de la historia personal, al mismo tiempo que las exigen-
cias profundas de las pulsiones libidinales.

3." La falsificación de la existencia. El histérico no sólo vive en un mundo fie


ticio por efecto de la represión de todo lo que debería constituir la trama auténtica de
su vida de relación, sino que además no cesa de obtener "beneficios secundarios"
de su neurosis por una especie de erotización de la imaginación. Ésta se convierte en
una verdadera técnica de satisfacción libidinal. Es particularmente en el mundo perci-
bido donde el histérico altera la realidad concreta (política de la percepción, decía
Parcheminey); el histérico no puede ver las cosas como son. El histérico remplaza el
Placeres del imposible orgasmo por los goces del juego y del simulacro, y así ocurre que el desen-
simulacro. freno mas o menos simbólico de la imaginación sexual constituye una parte integrante
de esta teatralidad de la existencia histérica (Racamier), en la que el neurótico desem-

' Souvenirs-écrans: Puede comprenderse fácilmente el sentido de recuerdo encubridor. — N.delT.


peña su papel como un actor. A menudo la vida del histérico halla su marco "natural"
entre los bastidores de teatro, en el mundo de los artistas del cine, en el ambiente de
estetas, en los talleres de pintores o de alta costura. Así el histérico acaba en cierta
manera por vivir "realmente" su mundo artificial.

C.-EVOLUC IÓN. COMPLICACIONES. PRONÓSTICO

La neurosis histérica, a pesar de sus manifestaciones paroxísticas, es como toda Organización


neurosis una forma de anomalía de la personalidad que constituye una afección cróni- crónica de ¡a
ca. Sin duda la neurosis permanece durante más tiempo latente que manifiesta en el neurosis...,
curso de la existencia. Pero tiene una particular tendencia a expresarse por una flora-
ción de síntomas diversos (crisis, estados crepusculares, amnesias, síndromes funcio- ...pero con
nales variados), en primer lugar a una cierta edad (adolescencia, pubertad, después en manifestaciones
la edad crítica) y a continuación tendencia a renovarse en ocasión de ciertas si- paroxísticas
y episódicas.
tuaciones patógenas (emociones, exaltación colectiva, matrimonio, maternidad, acci-
dentes, etc.).
La evolución de las manifestaciones neuropáticas es generalmente de corta dura-
ción, pero algunas de ellas pueden ser largas (anorexia, parálisis, contracturas, anes-
tesias, etc.). En general, dice Ljungberg (estadística de 381 casos, observados de
1931 a 1945), en el 62% de los casos los accidentes se recuperan en menos de un año.
La misma neurosis evoluciona por brotes y tiende a menudo a estabilizarse en for-
ma menor cuando el sujeto ha podido adquirir, a pesar de sus defensas, una madurez
mayor o una neutralización de su angustia. Sin embargo, lo más frecuente es que
la "política de la enfermedad" se instale bajo la forma de una cristalización fija de los
síntomas principales o de los rasgos de carácter. Así los beneficios secundarios de la
neurosis unen al neurótico a su neurosis y le llevan a reducir al ambiente que le rodea
a la esclavitud de sus caprichos.
A veces, sin embargo —aunque raramente—, la neurosis histérica "lleva mal Histeria y
camino" y éste es especialmente el caso de los histéricos que se disocian y que caen evolución
en la disgregación esquizofrénica (Claude). En estos casos se trata generalmente de esquizofrénica.
delirios de influencia, de delirios de "médiums" o de posesión, con experiencias deli-
rantes de despersonalización y síndrome de automatismo mental. (S. Follín, J. Cha-
zaudy L. Pilón, 1961; P. Martín, 1971, etc.).
Ocurre también que crisis de "depresión neurótica" se dan en los histéricos y
toman el aspecto de verdaderas melancolías. Esta eventualidad es rara, pero la incer-
tidumbre del diagnóstico de ciertas depresiones de la menopausia o de la involución
es acaso responsable del hecho de que el clínico no observe más a menudo las relacio-
nes existentes a esta edad entre estas dos formas de depresión.

D.-DIAGNÓSTICO

Sólo examinaremos aquí algunos de los problemas que plantea el diagnóstico


de histeria.

J.° Diagnóstico positivo. Se analizarán cuidadosamente los trastornos funcio- Dificultades del
nales sensoriomotores, sensoriales, etc., para poner en ev 'dencia su naturaleza para- diagnóstico...
dójica o su valor de expresión intencional inconsciente. El análisis del carácter histé-
rico es determinante. Prácticamente se concederá una gran importancia a la exalta-
ción imaginativa, a las tendencias miméticas, a la hiperexpresividad y a la aptitud
para recibir sugestiones, de modo particular la hipnosis.

._en relación a 2." Diagnóstico diferencial con tas otras neurosis. No ofrece, en general,
otras enfermeda- grandes dificultades. Sin embargo, la neurosis fòbica (justamente llamada histeria
des mentales...
de angustia) está muy cerca de la neurosis histérica. La importancia de la angustia,
la sistematización y la repetición de los mismos síntomas, siempre en forma del miedo
obsesivo, permiten por lo general hacer el diagnóstico.

3." Diagnóstico diferencial con iaspsicosis. Es sobre todo en las psicosis esqui-
zofrénicas donde el diagnóstico diferencial (y si se quiere el pronóstico) resulta a veces
particularmente difícil. Es comprensible, ya que Claude proponía incluir la histeria
y la esquizofrenia en el grupo de las Esquizosis 6, y puesto que cada vez se describen
nuevas formas "esquizoneuróticas" de la esquizofrenia, o "seudoneurosis" esqui-
zofrénicas. Pero, frente a la histeria, con su mentalidad y con sus accidentes carac-
terísticos, la esquizofrenia permanece, por su organización autistica, bastante diferen-
te en cuanto a su estructura y a su evolución. En favor de la histeria se considerarán
las tendencias mitomaníacas, la sugestibilidad, la teatralidad del comportamiento; el
carácter superficial y variable de los síntomas. En favor de la esquizofrenia, las
tendencias esquizoides, la importancia del delirio, la introversión, el desarrollo del
autismo, los trastornos del pensamiento y la disociación progresiva.

4." Diagnóstico de las crisis histéricas. Naturalmente, es entre la crisis epilép-


tica y la crisis histérica donde el clínico puede dudar. Si bien es posible oponer a
y también a "grosso modo" la brevedad de la crisis epiléptica y sus síntomas fundamentales (fa-
otras afecciones ses típicas, sueño terminal, incontinencia, mordedura de la lengua, inconsciencia y
orgánicas.
amnesia totales), al carácter teatral de la crisis histérica (actitudes pasionales, desen-
cadenamiento emocional y reactivo, larga duración, falta de inconsciencia total
durante la crisis, etc.), existen, sin embargo, y tal como hemos apuntado, casos de
histeroepilepsia (tanto desde el punto de vista clínico como eléctrico) que exigen
observaciones minuciosas.

5." Diagnóstico de tas manifestaciones histéricas y de los síndromes orgáni-


cos. Por sus fenómenos de conversión, la histeria es esencialmente patomímica y
simuladora de todos o de casi todos los aspectos de la patología. He aquí por qué
Babinski se había interesado en trazar una línea de demarcación simple y rigurosa
entre el campo de la histeria, caracterizado por el pitiatismo, es decir por el hecho
de que todos sus síntomas podían ser reproducidos por la sugestión, y el campo de la
patología orgánica, caracterizado por la imposibilidad de reproducir los síntomas
por sugestión. Esta "regla de oro" es práctica ciertamente, y es preciso conformarse
a ella para no perderse en demasiadas sutilezas. Pero no es menos cierto que una vez
más es el análisis de la mentalidad histérica, de la estructura histérica, lo que resulta
decisivo a este respecto.
De las numerosas discusiones en las que se oponen por una parte los psiquiatras
y por la otra los médicos generales y neurólogos, en tal o cual caso particular (paráli-
sis, algias, trastornos sensoriales, trastornos digestivos, urinarios, etc.), debe con-
cluirse que no es suficiente que las investigaciones clínicas y paraclínicas sean negati-
vas para afirmar que se trata de histeria, y que, inversamente, tampoco es suficiente

8
Las Esquizosis de Claude comprendían la esqnizoidia, la esquizomanía y la esquizofrenia. -
N. dei T.
para eliminar el diagnóstico de histeria el comprobar que los trastornos, cuyo análisis
semiológico revelaba su naturaleza histérica, también tienen una causa orgánica.

6." Diagnóstico etiológico. El problema de las histerias sintomáticas de qfec- Esteproblema


dones nerviosas. Como acabamos de subrayar en la última reflexión, la histeria del diagnóstico
es una forma patológica que no podría ser definida por la absoluta "no-organicidad". "fo^odel"*
Así es que no puede ser negado pura y simplemente lo bien fundado de este problema problema
diagnóstico. psicopatolcgico.
Se plantea especialmente a propósito de ciertos síndromes funcionales psicosomá-
ticos (asma, migraña, alteraciones neurovegetativas, etc.); pero es sobre todo, a pro-
pósito de los síndromes extrapiramidales (mesodiencefálicos), observados como
secuelas de la encefalitis epidémica, cuando la cuestión de sus analogías o de sus
diferencias con los fenómenos histéricos (Tinel, Baruk, etc.), ha sido planteada. Las
hipercinesias expresivas, las cinesias paradójicas, los síntomas catalépticos, los
estados de automatosis de Zingerle, las crisis oculógiras, los tics de Salaam, etc.,
no pueden por menos de plantear el diagnóstico de histeria (Van Bogaert, 1935).
Generalmente, para descartarlo se funda en el carácter no neurótico de la persona-
lidad del enfermo que presenta estos síndromes histeroides, incluso cuando estos
enfermos sean, como alguna vez sucede, sensibles a la sugestión y a los factores psí-
quicos y emocionales.

E . - R E S U M E N DE LOS P R OB LE M AS PS ICOPATOLÓGICOS

¿AFECCIÓN ORGÁNICA O PSÍQUICA? LA CONCEPCIÓN DE BABINSKI. En ningún otro capí-


tulo de la psiquiatría han sido más vivas las discusiones sobre lo físico y lo moral, lo psíquico o
lo orgánico. En efecto, el histérico es un neurótico cuya sintomatología es tan expresiva e inten- Concepción de
cional que parece ser, como se dice a veces, "puramente psíquica". Sobre este punto parecen Babinski.
concordar los neurólogos organicistas intransigentes y los psicoanalistas psicogenistas impe- Elpitiattsmo.
niteutes. Pero los unos hablan de pura imaginación y los otros de afectividad inconsciente,
lo que no es la misma cosa. Este dualismo debe ser sobrepasado.
Babinski, lo hemos visto ya en el estudio histórico, se ha convertido en el campeón, entre
nosotros, de una concepción de la histeria que la separa radicalmente de la patología nerviosa,
que la acerca a la sugestión hipnótica y que considera los fenómenos histéricos como el efecto
del pitiattsmo, es decir de la persuasión. Su concepción det pitiatismq (1901-1909) se apoya en
un profundo análisis de lo que separa a las parálisis, a las crisis o a los trastornos orgánicos
del sistema nervioso, de los trastornos que pueden ser reproducidos por sugestión. De tal mane-
ra que, para él, la esencia de la histeria es la autosugestión. He aquí cuál es su definición de
histeria (Soc. de Neurología, 1901): "La histeria es un estado psíquico que hace al sujeto capaz
de autosugestiónarse. Se manifiesta principalmente por trastornos primitivos y accesoriamente
por trastornos secundarios. Lo que caracteriza a los trastornos primitivos es que es posible
reproducirlos por sugestión con una exactitud rigurosa en ciertos sujetos, y hacerlos desapare-
cer bajo la influencia exclusiva de la persuasión. Lo que caracteriza a los trastornos secunda-
rios es que están estrechamente subordinados a trastornos primitivos." Se ve claramente lo que
no es histeria. Pero falta comprender lo que ella es. ¿Qué es este "estado psíquico", esta "acti-
tud especial"?.
No puede llegarse al fondo del problema más que si uno se representa, en ocasión de la his-
teria, lo que es una neurosis. Ya que la neurosis —lo hemos indicado anteriormente— es una
anomalía, una regresión o un defecto de desarrollo, que depende de una desorganización de
la personalidad, la cual a su vez depende de factores etiopatogénicos que la condicionan.
Asi esta discusión entre "psiquiatras" y "organicistas" debe resolverse. Si bien los síntomas
histéricos no dependen directamente de lesiones orgánicas, no por eso la histeria deja de ser
una neurosis que depende de las condiciones biológicas, hereditarias, constitucionales y neuro-
fisiológicas <1« la organización de la persona; pero necesariamente también constituye una
modalidad de existencia patológica cuyos sintomas están formados por la expresión de las
fuerzas psíquicas inconscientes. Es orgánica en su condición y psíquica en su mecanismo y en
su sintomalología. Es, si se quiere, como todas las enfermedades mentales: orgánica en segun-
do grado.
LA HISTERIA Y LA PATOLOGÍA DE LA IMAGINACIÓN. Todos los observadores han insistido
sobre la importancia de la imaginación en el carácter (mitomanía) y las manifestaciones histé-
Concepción de ricas. Ya se trate de los trabajos de Dupré, de A. Delmas, de Logre o de los de Klages, por
Dupré. Patolo- ejemplo, la histeria siempre ha sido reducida a la facultad psicoplástica o mitoplástica de reali-
gía de la ima- zar la imagen. Es en este sentido en el que Logre ha escrito a propósito de los histéricos que su
ginación. divisa es: "Toda la imagen, nada más que la imagen." Pero, aunque se trata de un rasgo clínico
evidente y fundamental, debe ser interpretado si se quiere profundizar en la naturaleza de los
fenómenos histéricos bajo su aspecto "patomímico" (Dieulafoy).
Histeria e LA HISTERIA, LAS MANIFESTACIONES HISTÉRICAS COLECTIVAS Y LOS PROBLEMAS DE LA
hipnosis. HIPNOSIS. La psicopatología de la histeria no puede ser considerada sin tener en cuenta ciertos
aspectos de la psicología humana. La función de expresión, suficientemente plástica para per-
mitir la mentira y la comedia por una parte, y las manifestaciones de histeria colectiva (danzas
rituales de posesión, epidemia de ataques histéricos, convulsivos de Saint-Médard u otros)
por la otra, indican claramente que la neurosis histérica pulsa el teclado humano de las expre-
siones psicosom áticas.
Pero el histérico no es tan sólo un hombre que puede presentar ocasionalmente o en
ciertas circunstancias manifestaciones histéricas, como tampoco el epiléptico es tan sólo un
hombre que hace una crisis de epilepsia bajo la influencia del electroshock. El aparato histérico
"inconsciente" de que hablaba Bernheim constituye una virtualidad específica, es decir común
a la especie humana.
El histérico en efecto es hipnotizable, más que ningún otro hombre (en condiciones médicas
o de psicología de las masas). Tiene una "especial aptitud para la sugestión y para la hipnosis",
como se decía en los tiempos de las discusiones homéricas entre la escuela de la Salpétriére y
la de Nancy. De tal manera que, efectivamente, el estudio de la hipnosis y el de la histeria se
barajan histórica y clínicamente.
El problema consiste, pues, en preguntarse cuál es la naturaleza y la estructura de la neuro-
sis histérica en tanto que ella tiene precisamente esta aptitud especial. Es el verdadero problema
que está bien lejos de ser resuelto. Sin embargo, podemos indicar cómo ha sido considerado por
Pierre Janet y por Freud.
Teoría de LA CONCEPCIÓN DE PIERRE JANET. Según Pierre Janet, es la estructura de la conciencia
Pierre Jane!. del histérico la que está fundamentalmente alterada. Al igual que en la hipnosis, existe concen-
tración y reducción del campo de la conciencia sobre la idea sugerida. Análogamente el histéri-
co posee una aptitud para vivir intensamente las imágenes y para hipnotizarse por ellas. Así
desarrolla hasta su realización plástica y motora, la idea jija, que constituye el síntoma funda-
mental de la histeria. Esta ídea fija es una manifestación del automatismo psicológico, es decir
de todas las fuerzas inconscientes que son liberadas a causa de la debilidad de la conciencia.
Los sentimientos, las creencias, los deseos, los recuerdos, las representaciones mentales, toman
entonces una intensidad particular y los síntomas histéricos (parálisis, amnesias, doble persona-
lidad, etc.) configuran o cristalizan estos fenómenos de emancipación automática. Los estudios
de P. Janet se han referido principalmente a este aspecto de la desorganización, de la desinte-
gración del Yo, tal como pueden ser realizadas por medio de la hipnosis u observadas en las
crisis y en las manifestaciones histéricas. Esta concepción ha sido más o menos la misma que la
de Sollier (disociación histérica) por la misma época, y que la de Claude un poco más tarde
(Esquizosis).

Concepción LA CONCEPCIÓN DE FREUD. En un principio con Breuer, y después estableciendo la famo-


de Freud. sa teoría del inconsciente patógeno, Freud fue más lejos. Mostró que la fuerza de los fenómenos
histéricos provenía de la represión, en el inconsciente, de los sentimientos, deseos y temores
que expresan. En primer lugar, Freud ha establecido su famosa teoría de la histeria basada en
la represión de los recuerdos. Había observado en efecto: 1.°, que en el curso de la crisis sur-
gían antiguos recuerdos (infantiles), que estaban separados de la organización consciente
de la memoria (inconscientes) y reprimidos por la "censura" en razón de su carácter intole-
rable (reprimidos). 2.°, que las otras manifestaciones histéricas se comprendían si se las consi-
deraba como expresiones simbólicas (disfrazadas) de los sentimientos en relación con los re-
cuerdos reprimidos. De tal manera que, esencialmente, Freud ligaba la histeria a una excesiva
represión de un acontecimiento o de una escena (Urszene) constituida por lo general por un
traumatismo sexual infantil. Pero, posteriormente, la teoria se amplió con el recurso a la idea
de regresión. Para la escuela psicoanalitica contemporánea (a excepción de ciertos autores
tales como Bouvet, que disciernen, en la histeria, una regresión a estadios pregenitalesX la
neurosis histérica está caracterizada, desde el punto de vista de su estructura inconsciente,
por lafyactón y la regresión a la fase edipiana o genital La histeria es una neurosis "edipica".
La característica angustia de esta fase del desarrollo libidinal (la elección objetal), es decir la
angustia de la culpabilidad sexual, de la castración, de los complejos incestuosos, es lo que
constituye la fuerza inconsciente contra la cual el histérico se defiende por medio de la conver-
sión al plano somático del conflicto inconsciente (véase el caso Dora).

Así P. Janet y Freud no están tan lejos el uno del otro como sus defensores han proclama-
do. Ambos han profundizado en los dos aspectos complementarios (negativo y positivo) de
la neurosis histérica. En efecto, ésta depende a la vez de una disgenesia de la organización
psíquica y del empuje de las fuerzas inconscientes. La impotencia del histérico que él compensa
en su imaginación desbordante atañe a la identificación o a la unidad de la persona. Él ya no
puede conseguir o no ha conseguido jamás componer una auténtica imagen de sí mismo y, en
medio de la discontinuidad y de los artificios de esta mala estructuración del Yo, convierte
la existencia en una verdadera comedia; se abandona a la fuerza de sus fantasmas y sigue hasta
agotar la plasticidad de las imágenes en sus fragmentos dispersos.

F. -TRATAMIENTO

Los psicoanalistas tienen la costumbre de decir al mismo tiempo que el histérico Psicoanálisis.
es un mal candidato para el análisis y que el análisis es la única terapéutica capaz
de curarle. Esta paradoja expresa las dificultades de la elección de una psicoterapia.
Resulta claro que, si se quiere ayudar al enfermo a salir de un tipo de relaciones vita-
les infantiles profundamente estructuradas en la personalidad, una psicoterapia es
insuficiente. Sólo un psicoanálisis permite la toma de conciencia necesaria. Será el
tratamiento de elección, reservado a los sujetos aún jóvenes, inteligentes y deseosos
de salvar el núcleo afectivo de sus trastornos. Pero a menudo ocurre que a los sujetos
no les interesa salir de una conducta que los molesta poco y de la que obtienen benefi-
cios secundarios "interesantes"; la dramatización de la existencia les permite jugar
tanto con la conmiseración como con la amenaza para obtener gratificaciones, y esto
les basta.
Cuando un psicoanálisis resulta imposible, se estudiarán diversas conductas psi-
coterápicas. Algunas sólo se dirigen al plano más superficial: el de la desaparición
de los síntomas de conversión. Es bastante fácil utilizar el carácter plástico de los
síntomas para obtener su desaparición, acentuando la represión de las pulsiones: el
miedo, el dolor o la influencia directa del terapeuta movilizan las posiciones del sujeto
por medio de una transferencia que puede ser, en cierta manera, directamente im-
puesta.
Numerosas técnicas pueden ser utilizadas con análoga finalidad: hipnosis, nar-
coanálisis, curas de sueño, seguidas de una psicoterapia. Todos estos-tratamientos Psicoterapia
tienen en común: la limitación de sus ambiciones a una mejora de la conducta; la de sugestión.
necesidad de procurar al enfermo una puerta de salida honrosa; el inconveniente de
sustituir la dependencia habitual del enfermo por una dependencia hacia el terapeuta.
No hay que detractarlos; a menudo son las únicas conductas terapéuticas posibles.
En efecto, muchos histéricos no pueden salir de su actitud de fondo. La irreprimible
angustia ante la realidad, la verdadera debilidad de la personalidad, la organización
de una vida construida sobre la neurosis e imposible de modificar, constituyen enton-
ces obstáculos a menudo infranqueables por una mayor ambición terapéutica.
Fisioterapia En este marco se inscriben los procedimientos fisioterápicos, como el "torpedeo"
de sugestión. c o n ayuda de la corriente faràdica, es decir los tratamientos de "sugestión activa".
Conductas situadas entre lo máximo posible (un psicoanálisis) y lo mínimo (la
simple desaparición de los síntomas) constituyen psicoterapias de todo género, adap-
tadas a las condiciones del sujeto según su medio. A menudo es útil, al iniciar una
psicoterapia, el aislar al enfermo en un ambiente normal: el de un servicio abierto,
por ejemplo. Se podrá entonces utilizar no sólo la acción psicoteràpica directa más
o menos profunda, sino también la del medio. Los beneficios secundarios serán des-
valorizados, los incidentes de la vida cotidiana colocados en su escala normal. El
psicoterapeuta, que será con preferencia independiente de la organización social de
readaptación, explorará y analizará de paso las actitudes y los incidentes. Las mo-
dalidades de estas tentativas son infinitamente variadas y deben ajustarse a cada
caso.

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