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LA HISTERIA
Definición
Historia
Esta neurosis merece un breve estudio histórico. Sus principales signos son cono-
cidos desde la antigüedad y se extiende a toda una tradición de enfermedades sirte
materia, que han motivado las más vivas discusiones en los médicos de todas las
épocas; pero es tan sólo después de Freud cuando podemos aprehender los contenidos
esenciales de esta "patología del simulacro".
La historia de las neurosis 1 se ha confundido durante mucho tiempo con la de la
histeria. Pero antiguamente se englobaba con su nombre, no tan sólo una parte de lo
que nosotros reconocemos como síntomas neuróticos, sino también trastornos liga-
dos ahora a la patología lesional o a psicosis (enfermedad de Parkinson, epilepsia,
catatonía, etc.). Es así como, en 1682, Thomas Willis reunía con el nombre de histe-
ria, que remonta a Hipócrates, la mitad de las enfermedades crónicas.
Charcot y En Francia, la evolución de las ideas, desde Charcot a Babinski, ilustra las vicí-
Babinski situdes sufridas por la noción de histeria. Charcot había estudiado la histeria por los
métodos ordinarios de observación médica y llegaba a minuciosas descripciones sin-
tomáticas, de las que no debe creerse que se hallen totalmente caducas. Babinski,
sorprendido ante ciertas lagunas del método de observación, quiso someterlas a
' Consultar las obras históricas recientes: H. Ellenberger (1970), lisa Veith (1973), L. Chertok y
R. de Saussu re (1973).
un control riguroso. Como genial neurólogo que era, consiguió delimitar con preci-
sión el campo de la histeria (los fenómenos "piti áticos" que pueden ser reproducidos
por la sugestión) del de la neurología lesiona!. A partir de Babinski, sabemos lo que
no es la histeria: una enfermedad localizable, susceptible de una definición anato-
moclínica y de una descripción por acumulación de signos. Pero Babinski fracasó en
su tentativa de definir la histeria: los términos de autosugestión y de pitiatismo no
pueden tener sentido más que sí se explica lo que es la sugestión o la persuasión, lo
que implica el estudio concreto y analítico de la personalidad del histérico. De tal
manera que, a partir de Babinski, la histeria ha corrido el riesgo de ser considerada
fuera de toda realidad, como una simple simulación (Boisseau). A la histeria, conver-
tida en lo que no existe para la neurología, le faltaba, sin embargo, penetrar en el
interior de la "realidad" que es para el psiquiatra.
Es esto lo que intentó hacer Pierre Janet en la Salpétriére al estudiar las relaciones Janet y Freud.
de la histeria, de la hipnosis y del automatismo psicológico. En la misma época Freud
tuvo la primera intuición que debía conducirle al psicoanálisis.
Partió de la idea de que los síntomas se originaban y tomaban su sentido en el
uvconsciente de los enfermos. Estudiando con Breuer (1895) a una enferma, a. la c^ie
este último curaba periódicamente de sus síntomas por medio de una "abreacción"
emocional (se dice aún catarsis o liberación de lo reprimido), por la evocación de sus
recuerdos, concibió la idea de la represión, de su origen sexual, y de la importancia
de la transferencia afectiva en la terapéutica- La histeria entraba de este modo en la
nueva fase de estudios, que han permitido captar su contenido.
Cabe señalar finalmente la influencia tan especial de los fenómenos sociocultura-
les sobre las manifestaciones exteriores de la histeria; ninguna forma patológica es
más sensible al espíritu de la época: los síntomas de la histeria han variado mucho
desde Charcot a nuestra época, varían según las culturas, siguen las modas y la evo-
lución de la medicina. No sucede lo mismo con la estructura histérica incluida en el
carácter y que, aunque con formas variables, constituye el fondo permanente e inva-
riable de la neurosis.
L° Les grandes ataques de histeria. Marcan una época en la historia de esta "¡^pos de
neurosis: la gran crisis a "lo Charcot" comprendía cinco períodos. Charcot.
1.° Pródromos (aura histérica): dolores ováricos, palpitaciones, bolo histérico
sentido en el cuello, trastornos visuales. Estos pródromos desembocaban en la pér-
dida de conocimiento con caída no brutal.
2.° Período epileptoide: fase tónica, con paro respiratorio e inmovilización tetá-
nica de todo el cuerpo; convulsiones clónicas, comenzando por pequeñas sacudidas y
por muecas, hasta terminar en grandes sacudidas generalizadas; después resolución
en una completa calma, pero breve, con estertor.
3." Período de contorsiones ("clownismo"): comenzaban entonces movimientos
variados, acompañados de gritos, semejando "una lucha contra un ser imaginario"
(Rícher, 1885).
4.° Período de trance o de actitudes pasionales, en el cual la enferma imitaba
escenas violentas o eróticas. Se encuentra entonces en pleno sueño, viviendo sus ima-
ginaciones (generalmente se reanuda el mismo tema en cada crisis: idea fija de los
antiguos autores).
5.° Período terminaI o verbal en el curso del cual la enferma, en medio de
"visiones alucí nato rías", de contracturas residuales, volvía más o menos rápida-
mente a ía conciencia, pronunciando palabras inspiradas en el tema delirante vivido
anteriormente en pantomima.
El total duraba de un cuarto de hora a varias horas (estado de mal histérico por
reanudación de todo el desarrollo de ta crisis).
Las "crisis 2." Formas menores. Si bien ya apenas se observa esta crisis "como en los
de nervios" o tiempos heroicos de Charcot", en cambio, se observan crisis degradadas o camufla-
neuropáticas...
das, que tienen et mismo valor: son tas crisis de nervios, en las que la agitación, la
burda similitud con la epilepsia, et carácter expresivo de la descarga emocional, la
sedación consecutiva al brote erótico o agresivo, conservan todos los rasgos esencia-
les de la crisis descrita por los clásicos. Son frecuentes, sobre todo, en los seres rudos
o de fuerte expresividad étnica, como, por ejemplo, las poblaciones mediterráneas,
de África o de América.
Existen crisis atípicas más difíciles de diagnosticar:
" Son estados de alteración de conciencia; para algunos estados crepusculares y estados segundos
son idénticos y, para otros, son diferenciables. En el texto, el autor diferencia ambos tipos de trastornos en
forma perfectamente clara. — N.delT.
í
Pararrespuestas. — N.delT.
sueño histérico) con la personalidad primera (la del estado normal). Los casos de
Janet (Juliette), de Morton Prince (Miss Beauchamp), de Azam (Félida), tienen un
interés histórico.
— Hay que aproximar a estos estados crepusculares el sonambulismo histérico,
que no difiere de ellos más que por su aparición en medio del sueño.
En fin, es clásico describir, en estos estados de semiconsciencia, las fugas, ya
que el histérico, durante estos estados crepusculares o hipnoides, puede errar como
fascinado por la sugestión de sus imágenes. Por otra parte, estas fugas poseen el
mismo valor clínico que las amnesias, de las que vamos a hablar ahora.
4," Las amnesias paroxísticas. Los estados que acabamos de describir com-
portan por lo general trastornos de la memoria más o menos profundos o paradóji-
cos, pero la amnesia también puede presentarse como el único síntoma que, posterior-
mente, permite suponer la existencia de un estado crepuscular.
Amnesias. Lo que caracteriza a la crisis de amnesia histérica es su carácter sistemático (véa-
se pág. 426). Lo más frecuente es la amnesia lacunar, consistente en el olvido de un
acontecimiento penoso, de una situación (guerra, boda). A veces, la amnesia es gene-
ral y el histérico es como un "viajero sin maletas". En el caso de Mary Reynolds
(Weir Mitchell), la enferma, después de una serie de crisis y de un sueño de 20 horas,
había permanecido durante seis semanas "como un ser que acabase de venir al mun-
do". Posteriormente, después de un nuevo sueño cataléptico, volvió a recordarlo
todo. Esta reversibilidad, las paradojas de evocación, de recaída, los elementos de
sugestión, son característicos. Las personalidades múltiples (de las que hemos habla-
do más arriba) constituyen un caso particular de amnesia, evolucionando en ciclos
periódicos, con sistematización de recuerdos que son propios a una u otra de las per-
sonalidades alternantes. Pero volveremos a tratar del comportamiento del histérico
en relación a sus recuerdos, ya que se trata de un rasgo esencial de su personalidad.
Estados 5.° Los ataques catalépticos. Es el "sueño histérico" término criticable, puesto
cataiéptícos. q U e este estado no comporta todos los signos clínicos ni eléctricos del sueño. Como
en los otros síntomas de la histeria, la catalepsia sólo realiza una imagen del estado
fisiológico correspondiente.
El sujeto está inerte, con los ojos cerrados o abiertos, pero sin la tríada caracte-
rística del sueño (miosis, estrabismo divergente por el predominio del tono del gran
oblicuo, contracción activa del orbicular de los párpados). El tono muscular es
variable, tanto más en cuanto que parálisis o contracturas pueden asociarse a la
catalepsia. Pueden observarse anestesias y a veces sacudidas musculares. Este estado
no es completamente inconsciente ni amnésíco. Puede durar algunas horas o algunos
días. Caso de ser duradero, se observa un enlentecimiento de las funciones vegeta-
tivas con hipotermia, hipotensión, disminución a veces extrema del metabolismo. Se
evoca irresistiblemente a la hipnosis y al faquirísmo, ante este estado que realiza,
hasta el máximo extremo posible, la sintomatología de los sueños hipnóticos de la
gran neurosis.
Son generalmente inhibiciones funcionales que pueden referirse a todos los aspec-
tos de la vida de relación.
I." Las parálisis. P. Janet las ha clasificado en parálisis sistemáticas y pará- Las parálisis
lisis localizadas. 'funcionales",
—Las parálisis funcionales son parálisis de un movimiento o de un grupo de
movimientos coordinados por una misma significación funcional. El tipo lo constitu-
ye la astasia-abasia (parálisis de la marcha y de la posición ortostática, quedando la
posibilidad de realizar movimientos activos, que no sean la deambulación). Es, dice
Ljungberg (1957), la manifestación histérica más frecuente (50%). Apuntemos aún
la frecuencia de la afonía (pérdida de la voz alta, conservación del cuchicheo), etcé-
tera.
Por otra parte, son posibles todas las combinaciones entre las diversas funciones
abolidas o alteradas.
-Lasparálisis localizadas son parálisis de un miembro. No siguen las leyes de
la organización anatómica, sino el esquema de los conocimientos del vulgo (una
mano, un brazo, una pierna).
Estas parálisis no se acompañan de los trastornos de los reflejos o del tono, que
caracterizan a las parálisis determinadas por la alteración de la vía piramidal o de
los centros motores de la médula (Babinski). Por el contrario, son caprichosas, para-
dójicas, y dan la impresión, a la observación minuciosa del clínico, de depender más
de una posición, de una intencionalidad, de una inhibición emocional o de una
sugestión, que de trastornos "reales". A este respecto, es típica la asociación de
trastornos sensitivos o sensoriales que no encuadran en la realidad de la organización
anatomofisiológica.
2." Las contracturas y los espasmos. También constituyen una especie de Las contrac-
turas
parálisis activas cuya sistematización es paradójica y variable, según la influencia -
de los factores psicológicos.
Asi se observan contracturas de los miembros y del cuello (torticolis), pero sobre
todo del tronco (plegadura del tronco o camptocormía, falso mal de Pott). También
son frecuentes ciertas manifestaciones tónicas o espasmódicas (hipo, vómitos, espas-
mos oculofaciales, etc.).
3." Las anestesias. Asimismo realizan una especie de esquemas funcionales Las anestesias.
imaginarios que excluyen de las percepciones táctiles, dolorosas, térmicas, etc.,
ciertos segmentos corporales que han sido "recortados" por la fantasía (anestesia
en manguito interesando las dos manos, los dos miembros inferiores, toda la cara,
en distribución alterna, etc.). Estas formas de trastornos de la sensibilidad, su topo-
grafía, las modalidades cualitativas de sus alteraciones, no obedecen a las leyes de
inervación, de conducción y sistematización de las vías de la sensibilidad. A veces se
encuentran casos de anestesia total interesando todos los territorios cutáneos y todas
las modalidades sensitivas e incluso sensoriales (faquirismo). Podrían observarse
también fenómenos totalmente raros e inexplicables como la aloquiria (sensibilidad
transferida de un lado al otro del cuerpo), algias sínestésicas (dolores provocados ante
la vista de un objeto, etc.).
4." Los trastornos sensoriales. Son las alteraciones de una función sensorial o Trastornos
de una parte de esta función (ceguera, sordera, anosmia, etc.). La ceguera histérica sensoriales.
es, sin duda, la más notable de estas manifestaciones, y a veces resulta difícil de
diagnosticar por medios objetivos. Por el contrario, puede estarse seguro de que se
trata de histeria, ante otros dos síntomas oculares que han sido descritos entre los
"estigmatizados": la reducción concéntrica del campo visual y la diplopía monocular
(P. Janet).
IIL - L A S MANIFESTACIONES VISCERALES
Los ESPASMOS. Los más frecuentes son digestivos: imposibilidad de tragar, náuseas, vó-
mitos (principalmente los vómitos del embarazo). El famoso "bolo" histérico, sentido en el
cuello o en el epigastrio, parece ser asimilable a un espasmo esofágico. Ciertos espasmos cóli-
cos, ciertas constipaciones, pueden revelar en el análisis su naturaleza histérica.
Pero existen otros espasmos; sobre todo urinarios (retención) y genitales (vagínismo, dis-
pareunia), etc. El asma depende de una interpretación compleja; parece legítimo incluir una
cierta carga histérica que se vuelve muy importante en los estados de mal asmáticos.
LAS ALGIAS. Si bien es inútil intentar esquematizarlas, es importante insistir sobre su fre-
cuencia entre los trastornos funcionales de que se quejan los enfermos. Todas las localizaciones
y todos los tipos de dolor pueden ser sintomáticos de la histeria. Muy a menudo, su naturaleza
será sospechada, apenas presentado el enfermo, por el aire dramático que confiere a la expre-
sión del síntoma. Un dolor que no sea explicable por correlaciones locales debe hacer pensar
en la histeria.
* Para Babinski y Fromenu estos fenómenos son externos a la histeria. Hablan de "espinas irritauvas"
y se han esforzado en incriminar causas ocasionales para explicar estos trastornos que, en su opinión, no
podían ser histéricos, puesto que eran "reales'".
días se ven principalmente a raíz de un accidente de trabajo o de circulación. Su evolución es
paralela a la de la parálisis.
Pueden incluirse en el mismo grupo de hechos ciertos trastornos paroxísticos considerados
como formando parte de la "patología de la emoción", ciertas crisis de urticaria o de edema de
Quinche, ciertos espasmos vasculares. La realidad de ciertos trastornos tales como hemorra-
gias localizadas o la fiebre no ha sido admitida por todos los autores, a falta de observaciones
indiscutibles. Es el famoso problema de los estigmatizados. Para la mayoría de autores con
temporáneos, estos hechos entrarían en el marco de los edemas y de los trastornos vasomotores
histéricos.
B. - E L CA RÁ CT ER HISTÉRICO Y LA PERSONA
DEL HISTÉRICO
Las manifestaciones histéricas, a las que acabamos de pasar revista, emergen a la Los síntomas
superficie del cuerpo y se hacen patentes en las conductas expresivas del histérico, histéricos son
Pero queda por considerar ahora la estructura de la personalidad histérica, que con-
tiene virtualmente, en forma latente, estas manifestaciones. Es importante señalar a patológica del
este respecto que, si bien el carácter histérico es el subsuelo habitual de estos sínto- histérico.
mas, rebasa por todos los lados la neurosis de conversión, ya que alcanza por una
parte al sujeto normal (tendencia a "hacer comedia", a "hacer o sentir como si..."),
y por otra a otras formas neuróticas (fobias, etc.); e incluso a ciertas psicosis (espe-
cialmente formas esquizoneuróticas de la esquizofrenia).
El "carácter", la "mentalidad", la "persona" del histérico han sorprendido siem-
pre a los clínicos, quienes no pueden llegar a separar las manifestaciones histéricas
de la organización neurótica de la personalidad de estos enfermos.
Asi es como siempre se ha insistido sobre tres aspectos fundamentales del "carác-
ter" histérico: a) la sugestibilidad; b) la mitomanía; c) las alteraciones sexuales.
2." Mitomanía. El histérico, por sus comedias, sus mentiras y sus fabulacio- Mitomanía.
nes, no cesa de falsificar sus relaciones con los demás. Se ofrece siempre como un
espectáculo, ya que su existencia es a sus propios ojos una serie discontinua de esce-
nas y de aventuras imaginarias.
3." Alteraciones sexuales. Es lo que da nombre a esta neurosis. Naturalmente,
Insatisfacción histérico no significa "erótico" o "hipergenital", ya que los histéricos no son ninfó-
sexual. manos o excitados sexuales. Significa simplemente que su sexualidad está profunda-
mente alterada. En efecto, en este campo más que en los otros, las expresiones
emocionales y pasionales tienen algo teatral, excesivo, que contrasta con fuertes
inhibiciones sexuales. Así el "donjuanismo" masculino o el "mesalinismo" femenino
de los histéricos ocultan siempre la impotencia, la frigidez o perversiones.
Podemos completar estos rasgos clásicos del retrato del histérico con un cierto nú-
mero de análisis de su personalidad que debemos, en gran parte, a la escuela psicoa-
nalítica. Acentuaremos: a) la inconsistencia de la identificación y de la unidad de la
persona; b) las tendencias a la represión de los acontecimientos reales en la trama de
la existencia; c) las tendencias a la falsificación de las experiencias.
D.-DIAGNÓSTICO
J.° Diagnóstico positivo. Se analizarán cuidadosamente los trastornos funcio- Dificultades del
nales sensoriomotores, sensoriales, etc., para poner en ev 'dencia su naturaleza para- diagnóstico...
dójica o su valor de expresión intencional inconsciente. El análisis del carácter histé-
rico es determinante. Prácticamente se concederá una gran importancia a la exalta-
ción imaginativa, a las tendencias miméticas, a la hiperexpresividad y a la aptitud
para recibir sugestiones, de modo particular la hipnosis.
._en relación a 2." Diagnóstico diferencial con tas otras neurosis. No ofrece, en general,
otras enfermeda- grandes dificultades. Sin embargo, la neurosis fòbica (justamente llamada histeria
des mentales...
de angustia) está muy cerca de la neurosis histérica. La importancia de la angustia,
la sistematización y la repetición de los mismos síntomas, siempre en forma del miedo
obsesivo, permiten por lo general hacer el diagnóstico.
3." Diagnóstico diferencial con iaspsicosis. Es sobre todo en las psicosis esqui-
zofrénicas donde el diagnóstico diferencial (y si se quiere el pronóstico) resulta a veces
particularmente difícil. Es comprensible, ya que Claude proponía incluir la histeria
y la esquizofrenia en el grupo de las Esquizosis 6, y puesto que cada vez se describen
nuevas formas "esquizoneuróticas" de la esquizofrenia, o "seudoneurosis" esqui-
zofrénicas. Pero, frente a la histeria, con su mentalidad y con sus accidentes carac-
terísticos, la esquizofrenia permanece, por su organización autistica, bastante diferen-
te en cuanto a su estructura y a su evolución. En favor de la histeria se considerarán
las tendencias mitomaníacas, la sugestibilidad, la teatralidad del comportamiento; el
carácter superficial y variable de los síntomas. En favor de la esquizofrenia, las
tendencias esquizoides, la importancia del delirio, la introversión, el desarrollo del
autismo, los trastornos del pensamiento y la disociación progresiva.
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Las Esquizosis de Claude comprendían la esqnizoidia, la esquizomanía y la esquizofrenia. -
N. dei T.
para eliminar el diagnóstico de histeria el comprobar que los trastornos, cuyo análisis
semiológico revelaba su naturaleza histérica, también tienen una causa orgánica.
E . - R E S U M E N DE LOS P R OB LE M AS PS ICOPATOLÓGICOS
Así P. Janet y Freud no están tan lejos el uno del otro como sus defensores han proclama-
do. Ambos han profundizado en los dos aspectos complementarios (negativo y positivo) de
la neurosis histérica. En efecto, ésta depende a la vez de una disgenesia de la organización
psíquica y del empuje de las fuerzas inconscientes. La impotencia del histérico que él compensa
en su imaginación desbordante atañe a la identificación o a la unidad de la persona. Él ya no
puede conseguir o no ha conseguido jamás componer una auténtica imagen de sí mismo y, en
medio de la discontinuidad y de los artificios de esta mala estructuración del Yo, convierte
la existencia en una verdadera comedia; se abandona a la fuerza de sus fantasmas y sigue hasta
agotar la plasticidad de las imágenes en sus fragmentos dispersos.
F. -TRATAMIENTO
Los psicoanalistas tienen la costumbre de decir al mismo tiempo que el histérico Psicoanálisis.
es un mal candidato para el análisis y que el análisis es la única terapéutica capaz
de curarle. Esta paradoja expresa las dificultades de la elección de una psicoterapia.
Resulta claro que, si se quiere ayudar al enfermo a salir de un tipo de relaciones vita-
les infantiles profundamente estructuradas en la personalidad, una psicoterapia es
insuficiente. Sólo un psicoanálisis permite la toma de conciencia necesaria. Será el
tratamiento de elección, reservado a los sujetos aún jóvenes, inteligentes y deseosos
de salvar el núcleo afectivo de sus trastornos. Pero a menudo ocurre que a los sujetos
no les interesa salir de una conducta que los molesta poco y de la que obtienen benefi-
cios secundarios "interesantes"; la dramatización de la existencia les permite jugar
tanto con la conmiseración como con la amenaza para obtener gratificaciones, y esto
les basta.
Cuando un psicoanálisis resulta imposible, se estudiarán diversas conductas psi-
coterápicas. Algunas sólo se dirigen al plano más superficial: el de la desaparición
de los síntomas de conversión. Es bastante fácil utilizar el carácter plástico de los
síntomas para obtener su desaparición, acentuando la represión de las pulsiones: el
miedo, el dolor o la influencia directa del terapeuta movilizan las posiciones del sujeto
por medio de una transferencia que puede ser, en cierta manera, directamente im-
puesta.
Numerosas técnicas pueden ser utilizadas con análoga finalidad: hipnosis, nar-
coanálisis, curas de sueño, seguidas de una psicoterapia. Todos estos-tratamientos Psicoterapia
tienen en común: la limitación de sus ambiciones a una mejora de la conducta; la de sugestión.
necesidad de procurar al enfermo una puerta de salida honrosa; el inconveniente de
sustituir la dependencia habitual del enfermo por una dependencia hacia el terapeuta.
No hay que detractarlos; a menudo son las únicas conductas terapéuticas posibles.
En efecto, muchos histéricos no pueden salir de su actitud de fondo. La irreprimible
angustia ante la realidad, la verdadera debilidad de la personalidad, la organización
de una vida construida sobre la neurosis e imposible de modificar, constituyen enton-
ces obstáculos a menudo infranqueables por una mayor ambición terapéutica.
Fisioterapia En este marco se inscriben los procedimientos fisioterápicos, como el "torpedeo"
de sugestión. c o n ayuda de la corriente faràdica, es decir los tratamientos de "sugestión activa".
Conductas situadas entre lo máximo posible (un psicoanálisis) y lo mínimo (la
simple desaparición de los síntomas) constituyen psicoterapias de todo género, adap-
tadas a las condiciones del sujeto según su medio. A menudo es útil, al iniciar una
psicoterapia, el aislar al enfermo en un ambiente normal: el de un servicio abierto,
por ejemplo. Se podrá entonces utilizar no sólo la acción psicoteràpica directa más
o menos profunda, sino también la del medio. Los beneficios secundarios serán des-
valorizados, los incidentes de la vida cotidiana colocados en su escala normal. El
psicoterapeuta, que será con preferencia independiente de la organización social de
readaptación, explorará y analizará de paso las actitudes y los incidentes. Las mo-
dalidades de estas tentativas son infinitamente variadas y deben ajustarse a cada
caso.
BIBLIOGRAFÍA