Está en la página 1de 55

HACIA UN HUMANISMO

AMERICANO

1
ANTENOR ORREGO

HACIA UN
HUMANISMO
AMERICANO
(Edición crítica electrónica de Bhanzy. Anotada, revisada, corregida y
actualizada, en muchos casos, según las normas del español
contemporáneo - Lima, 20 de setiembre de 2019)

Edición original impresa:


Librería – Editorial Juan Mejía Baca
Lima, 1966

2
CAPÍTULO I

LA GENERACIÓN PRECURSORA DEL NUEVO


DESTINO. DEL ATOMISMO COLONIAL A LA
INTEGRACIÓN DEL CONTINENTE

HISTORIA GENUINA

Se ha solido mirar el fenómeno de la


independencia de América Latina, como un simple
reflejo de los acontecimientos que se producían en
Europa, movilizados, a su vez, por las nuevas
corrientes de pensamiento que se suscitaron en el
Viejo Mundo desde mediados del Siglo XVII. A lo sumo,
se concedía, que fuera una derivación natural y lógica
de la revolución norteamericana, una suerte de
contaminación fisiológica, o de proliferación de una
epidemia microbiana. El morbo revolucionario de la
época fue elevado a la categoría de factor histórico
creador y decisivo. Otros escritores establecieron la
secuencia de la Revolución Francesa como proyección
sucesiva de lo que ocurrió en Estados Unidos de
Norteamérica y que se articulara patética y
concisamente en la bella alocución pronunciada por
Lincoln en Gettisburg. A reglón seguido, otros
publicistas señalaban, como causa principal de la

3
rebelión hispanoamericana, de nuevo, el contagio de
las ideas de los enciclopedistas a través de los
intelectuales y criollos que se encontraban anhelosos
de arrancar el poder a la metrópoli y ejercerlo ellos
mismos, declarando la independencia política de sus
respectivos países o zonas coloniales. Para darse
cuenta de la falsedad de este criterio bastaba
considerar que, bajo el frondoso verbalismo jacobino
de las proclamas libertarias, mimetizado en América
con tan pródigo y cálido tropicalismo, lo que en
realidad se consolidó fue un feudalismo despótico y
oligárquico, tanto o más irritante que el régimen
colonial porque se inauguró con la pomposa hojarasca
verbal que, en cada período retórico, remataba con las
palabras en mayúscula: Libertad, Igualdad,
Fraternidad. So capa de la proclamación de los
derechos del hombre y del ciudadano, en América se
mantuvo y aún se agravó, en ciertos aspectos, el
opresivo régimen económico, político y social de la
Colonia, cuyas resonancias todavía las están sufriendo,
en carne viva, todos nuestros países. Las clientelas
oligárquicas –que en el ejercicio del poder supremo se
creen todavía por derecho propio y hereditario los
núcleos gobernantes providenciales de nuestras
repúblicas- y los personalismos dictatoriales que aún
imperan con explosiones castrenses hasta nuestros
días son la prolongación de la obra de esos caudillos de
algarada1 cuartelaria que afirmaban, en cada momento,
inspirarse en los objetivos y en el ideario del
enciclopedismo francés. Son estos mismos capitanes de
pronunciamiento los que no comprendieron el noble

1 Motín que no llega a adquirir importancia.

4
espíritu y la acción continental de Bolívar, verdadera
antena luminosa de nuestro destino en el que se
encarnó, por vez primera, el sentimiento de unidad
hemisférica, como un todo, frente a la atomización
política y espiritual de Europa. Estos mismos hombres
la entorpecieron con incesante reiteración hasta
arrancarle, ya casi moribundo, esas palabras lapidarias
que continúan aún resonando, como eco acusatorio,
desde los altos picachos de nuestras montañas
andinas: He arado en el mar… La falsa expresión
racional y teórica del movimiento de independencia
política ha costado a nuestros pueblos torrentes de
sangre, más de un siglo de turbulencia anárquica y
facciosa y, de hecho, ha impedido, hasta nuestros días,
la estructuración de una democracia latinoamericana
con efigie genuina y médula histórica propia, como en
Estados Unidos, que no necesitó mimetismo alguno
para conformarse con vigor orgánico y ser ahora una
fuerza histórica preponderante en el mundo moderno.
La sabiduría milenaria de la China acuño una
frase, por la boca de Confucio, que debe ser hoy, más
que nunca, el tema central de nuestras meditaciones. El
gran filósofo y político chino expresó que “la buena y
justa designación de las cosas” era más necesaria a los
pueblos que una economía ordenada y previsora, que
un buen sistema de suministros alimenticios o que una
espléndida red de vías de comunicación. Y Confucio
sabía lo que decía porque una falsa designación de las
verdaderas realidades de un país lo conducen
fatalmente a la confusión, a la duda y al desorden. Los
hombres y los pueblos que viven mintiéndose a sí
mismos acaban por creer en sus propias falacias. La
vida pública se convierte entonces en una farándula

5
grotesca en que el bufo más cínico y desvergonzado
asume el papel de director de la farsa. De esta
equivocada designación del movimiento de
independencia latinoamericana arrancó todo el
falseamiento de nuestra democracia posterior.
Comenzamos mintiéndonos teóricamente y el lenguaje
político de nuestras repúblicas se convirtió en un
guirigay 2 ridículo y contrahecho de embustes
ideológicos. En otra ocasión he dicho que no hay peor
desventura para los pueblos que las palabras no
respondan a sus contenidos, es decir, que no lleguen a
traducir las realidades y los conceptos que pretenden
designar. Esta desdicha, desde el punto de vista
cultural y moral, cobra una potencia corruptora y
corrosiva inaudita cuando el vocablo acaba por
significar todo lo contrario de su correcta valoración
semántica. Esto ha ocurrido con las palabras justicia,
democracia, gobierno, ley, y con tantas otras más.
Este miraje superficial de la revolución de la
independencia, era consecuencia natural de un
concepto entonces generalizado de la historia humana.
Se creía simplemente que la historia de Europa era un
centro absoluto del mundo y que los acontecimientos
de los países “coloniales” de los otros Continentes, no
eran sino la versión automática, simiesca, epidémica de
los movimientos y acontecimientos europeos. En una
palabra, los pueblos coloniales, pueblos inferiores y
subalternos, estaban invalidados para tener historia
propia y, por ende, historia que fuera la versión directa
y genuina de sus realidades privativas. Ya se ha
señalado muchas veces que esta concepción

2 Lenguaje ininteligible

6
pretenciosa fue la hijuela, aplicada a la historia, de la
geocéntrica concepción tolemaica del Universo y cuyo
estrecho criterio ha primado hasta nuestros días.
Mucha culpa del predominio de este punto de
vista la tuvo Hegel 3, quien dijo, con esa habitual
suficiencia europea cuando habla de lo que no percibe
y, por lo mismo, desconoce, que… “América es un
anejo4 que recoge la población sobrante de Europa”.
América al ponerse en contacto con nosotros, había ya
dejado de ser en parte. Y ahora puede decirse que aún no
está acabada de formar… Por consiguiente, América es
el continente5 del porvenir. En tiempos futuros se
mostrará su importancia histórica. Es un continente de
nostalgia para todos los que están hastiados del museo
histórico de la vieja Europa. Se asegura que Napoleón
dijo “Cette vielle Europe m`ennui”. 6 América debe
apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha
desarrollado la historia universal. Lo que ahora
acontece aquí no es más que el eco del Viejo Mundo y el
reflejo de ajena vida. Más, como el continente del
porvenir, América no nos interesa; pues el filósofo no
hace profecías. En el aspecto de la historia tenemos que
habérnoslas con lo que ha sido y con lo que es… “
(Filosofía de la historia universal)
De propósito hemos subrayado unas cuantas
frases del párrafo anterior. En efecto, la antigua
América dejó de ser, en parte, -no por cierto, en el

3 Para consultar las Obras Completas del filósofo alemán en formato PDF, ingrese
al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-completas-de-g-w-f-hegel-
1770-1831/ (Nota del editor)
4 Anexo, dependiente, accesorio
5 En el texto original de la cita de Hegel dice “país”.
6 “Esta vieja Europa me fastidia”.

7
sentido en que lo dice el filósofo tudesco 7 - al
producirse su colisión con la Europa invasora. En
parte, únicamente, porque solo se rompieron las
estructuras morfológicas de las viejas culturas, la
mexicana y la andina; pero, las esencias perdurables de
esas culturas subsisten soterradas, pese a la
imposición por la fuerza de una cultura extraña.
Prevalecieron como gérmenes históricos que debían
incorporarse después a la síntesis dialéctica8, que es la
Nueva América. Pero, lo que no vio Hegel, ni lo ven
ahora los europeos y muchos americanos
europeizantes, es que la cultura europea en América,
dejó de ser también, en parte. En el choque de la
Conquista, tanto como murió América, murió, también,
Europa, aunque no lo vean todavía con claridad los
europeos y muchos americanos de hoy. La cultura
europea murió también, en parte, porque su estructura
morfológica ha estado destruyéndose lentamente
durante cuatro siglos en su contacto con América y
porque las esencias culturales europeas que deben
entrar en la síntesis dialéctica de la Nueva América,
subsistieron y subsisten aún en nosotros como
gérmenes históricos del nuevo capítulo de la historia
universal que ha comenzado a desarrollarse en el
Nuevo Mundo. Otra cosa que no vio Hegel, ni tampoco
ven los pensadores europeos de hoy es que esa historia

7 Alemán
8 Término con una prolongada raigambre en la historia de la filosofía occidental
que se remonta hasta Platón, que es el primero que le confiere un significado
filosófico especial que sería retomado y resignificado por Hegel (dialéctica en la
historia de la idea) y Marx (materialismo dialéctico) más de veinte siglos después.
Proviene del verbo griego “dialégomai” que significa “raciocinio). En forma muy
general, podría entenderse a la dialéctica como el arte de razonar o argumentar en
forma metódica y rigurosa, siguiendo ciertas leyes lógicas de pensamiento, y con
vistas a descubrir la verdad.

8
se inició con la guerra de la Independencia americana y
que, desde entonces, los latinoamericanos tenemos
nuestra historia y no la ajena, aunque todavía se
empeñen en vernos como simples reflejos de Europa,
por ciertas apariencias superficiales, cuando en verdad
podía decirse que Europa comienza a ser, en algunos
aspectos, reflejo de América. Díganlo si no, el comando
de las fuerzas económicas y la dirección de la política
internacional que se ejercen desde Estados Unidos.
Muy pronto, lo será también, en otros aspectos. Para
mayor dilucidación de este tema, nos remitimos a uno
de los capítulos finales de este libro.
Aparte de otras consideraciones de diverso orden,
los historiadores olvidaron una gran verdad que fue
precisada con magistral transparencia y con incisiva
hondura por Miguel de Unamuno9 a principios de este
siglo. Me refiero a lo que el pensador español llamó la
intrahistoria, esa realidad invisible y profunda que
emerge de las entrañas de un pueblo, que corre,
también, en los estratos soterrados de los
acontecimientos externos y que acaba por modelarlos
e imprimirles su verdadera y genuina significación
humana. Esta significación se traduce en el
pensamiento, en el arte, en la acción de sus grandes
hombres y constituye, a la postre, la verdadera y
fidedigna historia porque brota de la intimidad
cotidiana del hombre común, del ser de la masa
anónima, de esas corrientes vitales subterráneas que
palpitan en su alma y que suelen pasar desapercibidas

9 Para consultar las Obras Completas de Miguel de Unamuno en Internet en


formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/wp-
content/uploads/2017/04/LINKS-FOR-CLICKS-Año-I-No-3-Abril-2017.pdf (Nota
del editor)

9
para el teorizante apresurado o para el profesor de
oficio que no hace sino repetir, como temas escolares,
los tópicos aprendidos sin tomarse el trabajo de mirar
con más penetración y pensar por sí mismo.

II

SENTIMIENTO DE LA UNIDAD HEMISFÉRICA

Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX,


alborea ya un nuevo espíritu de unidad en los pueblos
de América, cuyo sentido más fértil y de tan múltiples
resonancias ha necesitado la perspectiva de más de
una centuria para hacerse ostensible y evidente a
nuestros ojos. Cada día se vuelve más preciso y visible
a medida que transcurre el tiempo y arroja sobre
acontecimientos, episódicas peripecias y
personalidades determinantes una iluminación
esclarecedora y definitiva. En realidad, este
sentimiento de unidad comienza a germinar desde los
primeros días de la Conquista como reacción al
dominio metropolitano que, con frecuencia, se torna
insolente y opresivo. Además, este sentimiento
arranca de una raíz más lejana que puede ubicarse en
la conciencia americana anterior, que no fue eclipsada
del todo por la violencia del impacto europeo y que
alimentaba el orgullo de haber creado las dos más
grandes culturas originales del hemisferio, sin
aportación ni colaboración directas, emanadas de los
otros Continentes. Caso único y asombroso, en verdad,
en la historia cultural del hombre.
Al comienzo, este sentimiento afloró a la
conciencia americana de un modo vago, como una

10
vivencia sumida en la penumbra, pero, que estaba
firmemente asentada en la zona emotiva del hombre
americano de esa época, sin alcanzar a perfilarse
todavía, racionalmente, con claridad lógica y despierta,
como conciencia de vigilia. Por vez primera apunta el
sentido continental de nuestro destino, como un todo
histórico y espiritual indivisible. Esta realidad que
reviste importancia trascendente, como luego veremos,
no habría podido lograrse, ni plasmarse como apremio
dinámico, en lapso tan sumario y breve, sino, por la
Conquista y a través de la conquista europea.
Sin embargo, este designio capital por una de las
tantas y frecuentes paradojas que se dan en la historia,
se mantiene, por de pronto, soterrado, invisible,
camuflado, diríamos, pues la vida colonial de inmediato
cae en un aislacionismo casi absoluto. Sin duda, este
estado de cosas convenía a la Metrópoli para el mejor y
más completo dominio de un tan vasto imperio
colonial y, por cierto, lo fomentó, si no
deliberadamente, indeliberadamente, por instinto
espontáneo de gobierno, por acción táctica, continua e
indiscriminada de los funcionarios, muchos de los
cuales, en puridad, eran buenos ejemplares de
animales políticos, para usar la clásica expresión
aristotélica.
Rotas las dos grandes unidades o equilibrios
culturales de la Antigua América, -rotas naturalmente
en sus estructuras morfológicas, pero, no en sus
esencias históricas, como veremos en otro capítulo,-
que se articularon en México y el Perú, al choque con
Europa, el sentimiento y la realidad geográfica y
espiritual de la América colonial se atomizan, se hacen

11
parroquiales y localistas, no empece (sic)10 la unidad
de dominio opresivo ejercido desde Madrid por la
Corte española. Cada comarca no mira sino a sí misma,
su visión no tiene más alcance que el estrecho ámbito
de sus intereses, de sus preocupaciones inmediatas y
provinciales. Horizonte bien pequeño y mezquino que
agota su minúscula envergadura en querellas egoístas
de bandos rivales, en intrigas de trastienda en conjuras
familiares de capuletos y montescos 11 coloniales,
disputándose los favores del corregidor, del
adelantado, del capitán general o del virrey. Vida
vegetativa, parva, insular, sumida del todo en nimias
vanidades, en las broncas pendencias de latrocinio12,
en la inicua extorsión del infeliz indio, tolerada y casi
legalizada por el derecho consuetudinario, no obstante
las justicia hipotética y teórica de las Leyes de Indias
que lo amparaban y, pese a los clamores y protestas de
nobles espíritus, como Fray Bartolomé de las Casas. Ha
desaparecido del escenario latinoamericano la
posibilidad de que surjan esas grandes personalidades
constructoras, como Manco Cápac, como Pachacútec13,
como Túpac Inca, capaces de mirar en dilatados

10 Así aparece este vocablo en el original que parece ser un error de la edición que
dificulta la comprensión del sentido de la oración. He corregido varios errores
menores en la edición impresa original, pero en este caso –a causa de la magnitud
del evidente yerro tipográfico- no he podido encontrar el término o términos
adecuados para aclarar debidamente la idea del autor, aunque pienso que, con un
esfuerzo por el contexto, se puede entender el sentido negativo de la conquista y
colonización europeas para el fortalecimiento y desarrollo cultural de las dos más
grandes civilizaciones autóctonas americanas.
11 Los capuletos y los montescos corresponden a los apellidos de las familias

rivales, enfrentadas a muerte entre sí por diferencias sociales irreconciliables en


una sociedad clasista en la trama de la célebre tragedia de William Shakespeare
Romeo y Julieta.
12 Del lat. latrocinium. Hurto, robo.
13 Manco Cápac y Pachacútec son los nombres de dos de los más importantes inkas

del Tawantinsuyu en la historia antigua del Perú prehispánico.

12
panoramas la vida del Continente o, por lo menos,
extensas áreas geográficas, susceptibles de
coordinación unitaria, y la posibilidad de forjar así
estados universales más extensos, para usar la
expresión del historiador inglés Toynbee.
Es la disgregación de un mundo que había logrado
ya articularse culturalmente y su retorno al caos, desde
donde había emergido, tras esfuerzos milenarios, como
lo demuestran las más recientes investigaciones
arqueológicas. Las dos grandes unidades culturales del
Continente fueron precedidas de pequeñas unidades
parciales, unificaciones más restringidas, como las
culturas Chavín, Tiahuanaco, Nazca, los Chancas, los
Mochica, los Chimú, los Syris quiteños, etc. en el Perú y
como los Mayas, los Toltecas, los Aztecas, etc., en
México. La doble constelación mexicano-andina se
rompió para siempre en su estructura morfológica,
como lo hemos dicho, y con ella la posibilidad de que
organizara la vida continental entera alrededor de
estos dos potentes focos culturales. La cultura europea
vino a superponerse por la fuerza como una capa
extraña y superficial yuxtapuesta, casi como una
excrecencia patológica sobre un mundo radicalmente
ajeno, distinto y antagónico. La cultura invasora no
pudo permanecer indemne y vigorosa en medio de este
caos disgregativo, anárquico, atomizante, como es fácil
demostrarlo a lo largo de la vida colonial. Las
corrientes culturales europeas se deformaron, de
hecho, y solo fueron en América débiles y mezquinos
ecos de la Metrópoli. Las dos grandes capitales de la
Colonia, México y Lima, son dos “ciudades alegres y
confiadas”, cuya vida se desenvuelve en medio de

13
festejos bizantinos, de saraos14 pomposos, de intrigas
palaciegas y eclesiásticas, sin grandes preocupaciones
ni inquietudes espirituales y culturales. Abundan
poetas y escritores de salón, de chistes, epigramas y
gracejos 15 sutiles y hasta narradores picarescos y
galantes de cuentos escatológicos 16 de boudoir 17
criollos y de refectorio conventual, como floración
tardía y senil de un Decamerón de la Colonia y del
trópico americano. Es la pura existencia de
campanario, reducida a su más estrecha, chata y
repulsiva significación. Por lo que hace a Lima, Ricardo
Palma, recogió en sus Tradiciones documentos,
leyendas, consejas, tradiciones y cuentos que son
inapreciables y reveladores de este aspecto de la vida
peruana durante la Colonia.
Tras la disgregación colonial, América tenía que
buscar otra unidad o equilibrio que diera nuevo
sentido integral a su destino y que fuese, a su vez, la
base de una excelsa misión ulterior, si aspiraba a
incorporarse, como valoración genuina, a la órbita de
la cultura humana. Este nuevo equilibrio cultural no
podía plantearse en los términos antiguos, ni podían
tener carácter sectorial, segmentario, restringido,
como lo fueron los anteriores. No en vano había
ingresado al Continente un nuevo factor que era una
fuerza histórica formidable. En realidad, era todo el
Occidente que se incorporaba al Nuevo Mundo,
buscando una nueva y más dilatada expresión
espiritual y humana. El aislamiento paradisíaco de las
14 Sarao proviene del francés “soirée” y se refiere a una reunión nocturna donde se
baila y toca música.
15 Gracias o chistes
16 Soeces, indecentes
17 Un boudoir es, en la cultura francesa, el camarín íntimo de una dama.

14
Indias Occidentales había terminado y su presencia
colaborante era reclamada por el mundo como un
decisivo factor integrante y complementario del nuevo
amanecer de la historia al que ya se encaminaba la
humanidad con pasos resueltos y presurosos. Era,
además, el grandioso escenario en que se ubicaba la
esperanza del hombre para ensayar y, tal vez, realizar
los sueños de justicia, de libertad y de belleza que
acariciara en sus más acongojados y lúcidos momentos,
sacudido por la aflicción y el quebranto inenarrables
de su opresión en el Viejo Mundo, que parecía
impotente para realizarlos liberando su conciencia y su
vida hacia una nueva luz espiritual. Por eso, el
descubrimiento de América fue recibido por el hombre
de todo el Orbe con un estremecimiento premonitorio
y misterioso, con un sacudimiento de esperanza, y de
promesa y de cercano cumplimiento.
El choque con Europa al destruir las antiguas
culturas de la constelación mexicano-andina había
unificado, en cierta manera, la posibilidad de la nueva
expresión espiritual del Continente. Una vez más se
cumple lo que la historia nos ha enseñado siempre: que
los pueblos suelen extraer de sus mayores catástrofes,
su grandeza futura. La Conquista nos trajo unidad de
lengua, de historia, de fe religiosa y, con el correr del
tiempo, nos traería, también, unidad biológica o de
sangre, cuatro factores considerables que, unidos a la
decisión e iniciativa creadora del hombre, han solido
determinar y facilitar, casi siempre, -salvo raras
excepciones,- el forjamiento de una expresión cultural.
Este es el mensaje que recoge la generación de la
Independencia americana. En la conciencia iluminada y
clarividente de los progenitores de la revolución,

15
palpita este requerimiento histórico, si no claro y
preciso en todos , por lo menos, se alumbra en la mente
de los grandes capitanes, como Bolívar y San Martín, en
los momentos más lúcidos y fulgurantes 18 de su
pensamiento y de su acción. Así se explica, -por la
grandeza consciente del objetivo,- la consagración total
de sus vidas hasta el sacrificio más extremado, que en
San Martín alcanza los niveles de una heroica y austera
santidad humana. Fue un gran acierto el de Ricardo
Rojas al denominarlo el Santo de la Espada.
Cuando insurge la generación a la que nos estamos
refiriendo, en toda el área geográfica de América, que
corre desde el Río Grande, en México, hasta el Cabo de
Hornos, en Argentina, ha surgido hacia la superficie de
la vida americana, una realidad continental de
significación y alcance trascendentes, que venía
gestándose en la intrahistoria del Nuevo Mundo desde
los primeros días de la Conquista, como ya lo
apuntamos. Tras la colisión cosmogónica de dos
mundos tan diferentes, comenzó a generarse una zona
de fusión y de síntesis a través del mestizaje de ambas
progenies, y de la otra, la negra, que vino después. Esta
es la verdadera zona vital de la Nueva América, como lo
demostraremos después, en que se unifican los
antagonismos y contradicciones continentales que
parecían irresolubles al comienzo. Este es el estrato en
que se resuelven y polarizan, en un equilibrio que es
articulado y unitario las tremendas tensiones
anteriores. Esta es, también, la zona en que América
18Que fulgura o que brilla. Resplandeciente. También se utiliza este adjetivo para
referirse a algo que es espectacular por su rapidez o éxito: obtuvo una carrera
fulgurante. Sin. Deslumbrante. Este adjetivo y también el sustantivo
correspondiente “fulguración” son usados varias veces por Orrego a lo largo de
esta obra.

16
podía forjar una nueva unidad cultural, es decir, en que
podía reencontrarse de nuevo (sic) el Continente
enajenado, evadido de sí mismo más de trescientos
años. Es la zona en que América comienza a tener
conciencia alumbrada de sí misma, conciencia del
nuevo destino que la historia le depara.
“¡Llamaos los Estados Unidos de la América del
Sur –clama Sarmiento- y el sentimiento de la dignidad
humana y una noble emulación conspirarían en no
hacer un baldón19 del nombre al que se asocian ideas
grandes!” (Conflictos y armonía de las razas).
Bolívar es el primer hombre que tiene conciencia
meridiana de esta realidad, gracias a su genial
clarividencia. Por esta razón, no se afana tanto por
buscar fundamentos ideológicos al movimiento en las
ideas circulantes del enciclopedismo francés sino en
expresar a través de su pensamiento personal y en
lograr, a través de su acción como estadista, el sentido
de la unidad continental que la percibe con agudísima
visión. De allí su vivo anhelo para la formación de la
Gran Colombia y para la constitución de un gran estado
más al sur con Perú y Bolivia, propósito que se frustró
no obstante sus esfuerzos para lograrlo porque triunfó
el mimetismo rutinario y atomizante20 europeo, que
convenía más a las rivalidades y ambiciones mezquinas
de las oligarquías criollas y a los caudillos militares y
cuartelarios, incapaces de mirar la realidad americana

19Injuria, afrenta
20Los adjetivos “atomizante” y “colaborante” son típicos de la prosa ensayística de
Antenor Orrego. En realidad, ambas palabras corresponden a la forma de un
participio activo anticuado, ya caído en desuso. La forma latina del participio
activo “ans”, “antis” es la que se traduce como “ante” en español. Sin embargo,
ahora se prefiere usar las terminaciones de adjetivo en –or y –ar. Así, actualmente
se escribe “atomizador/a” y “colaborador/a”.

17
desde un plano más elevado. Fue Bolívar el primero en
considerar el hemisferio americano como un todo
indesligable y a esta idea se debió, también, la
convocación del Congreso de Panamá, asamblea
anfictiónica21 que debió articular la unidad política,
económica, jurídica y diplomática del Continente, como
un poder de la libertad de los pueblos, contrapesando el
poder opresivo y disgregante del Viejo Mundo.
Cuando el creador de la Gran Colombia pensó en
su lecho de muerte que había arado en el mar, estaba
mirando, sin duda, el panorama suicida de dislocación
en que cayó todo el Continente latinoamericano, tras la
victoria de la Independencia. Suicida porque debía
propenderse hacia la unificación, que era la realidad
intrahistórica más profunda del Continente, como
reacción a la insularidad anterior, y que debía tener
como base inicial la formación y articulación de
grandes nacionalidades. Abrumado por la angustia de
este espectáculo, absurdo y terrible, que era la
frustración de su más luminosa clarividencia de
estadista, tuvo que pensar que era uno de los tres más
grandes mentecatos de la historia al proponerse una
faena tan excelsa que no comprendieron sus
contemporáneos. Desgarrado el corazón, el héroe tuvo
que asistir al rebajamiento de la causa americana hasta
el menguado nivel de una lucha de facciones rivales
que solo miraban sus ambiciones y los intereses
personales que estaban envueltos en ellas. En realidad,
el primer resultado inmediato de la independencia
política era una traición al sentido histórico más hondo
del destino continental. Nuestros pueblos perdieron la
21En la antigua Grecia, la anfictionía aludía a una asamblea a la cual enviaban
delegados las diferentes ciudades para discutir asuntos de interés general.

18
primera oportunidad que les ofrecía la historia para
constituirse en uno de los platillos de la balanza de
poder espiritual y político que fuera, al mismo tiempo,
factor colaborante 22 y determinante de la cultura
mundial que comenzaba ya a gestarse desde entonces.
Cayeron nuestros pueblos en lo peor que puedo
haberles sucedido una vez rotos los lazos con la
Metrópoli española: conformarse política, jurídica y
económicamente bajo el modelo mimético y
convencional de la Colonia, desmenuzándose en
pequeñas republiquitas independientes que
reprodujeron, con algunas variantes más fraccionadas
todavía, en algunos casos las demarcaciones
administrativas y burocráticas que trazó la inepcia de
la monarquía madrileña.
La acción inmediata de esta trayectoria hacia la
unidad hemisférica no podía ser otra que la
independencia política. Había que romper la osatura23
atomizada y anquilosada de la Colonia para dejar libres
los cauces de expresión que tendría que crear la nueva
realidad espiritual americana que estaba surgiendo.
Las causas cercanas de la Independencia, que fueron
más bien pretextos, meras coyunturas favorables para
la acción, hay que señalarlas, claro está, en la
revolución norteamericana, que obedeció, también,
como la nuestra, a esa recóndita realidad intrahistórica
que palpitaba en todo el Nuevo Mundo y esta
circunstancia explica que se haya anticipado a las

22Véase la nota 18. El adjetivo “colaborante” proviene del verbo colaborar, que
significa el que colabora, coopera, participa, ayuda y contribuye con las demás
personas mediante la realización de una obra, trabajo o quehacer.

23Se trata de un cultismo literario para referirse a la estructura interna, armazón o


esqueleto de una construcción o edificio.

19
revoluciones europeas, especialmente a la Revolución
Francesa que fue, a su vez, otro pretexto para nuestra
transformación política. Las otras coyunturas o causas
cercanas están determinadas por las nuevas ideas del
siglo propaladas por el Enciclopedismo, por los
métodos opresivos del gobierno peninsular, por la
realidad económica y social de las colonias, por las
reivindicaciones políticas de los criollos, por la
descomposición y decadencia de la monarquía
española, por la falta de sentido político y
administrativo de la Corte de Madrid, etc., etc. Empero,
la médula capital y subyacente; la que moviliza con
ímpetu flamígero a la generación entera es ese
sentimiento interior, recóndito, casi místico, que se
acaba de subrayar, y cuyos primeros destellos
inequívocos solo debíamos percibirlos un siglo más
tarde y se percibirán aún con mayor diafanidad en los
siglos venideros.

III

EL REENCUENTRO DE SÍ MISMA

Efectivamente, hacia 1914, en que la guerra


mundial opera como fuerza histórica catalítica24 -¡nada
más que como fuerza catalítica!- porque el proceso
espiritual americano había alcanzado ya su madurez, -
surge en toda América un movimiento intelectual,
cultural, político y artístico, de inspiración y creación
auténticamente nuevas, en que el Continente sale de
24En química, la catálisis se refiere a la acción que ejercen ciertos cuerpos sobre la
composición de otros sin sufrir ellos mismos modificación.

20
sus evasiones anteriores en busca de sí mismo, en
busca de sus expresiones más genuinas y originales.
Para corroborar este aserto basta estudiar con
penetración la obra de las nuevas personalidades; las
corrientes, escuelas y orientaciones recientes en el
arte, en el pensamiento, en la literatura, cuyas sedes
espirituales y cuyas fuentes de inspiración ya no están
de modo exclusivo en París ni en Madrid ni en Londres
ni en Berlín ni en Roma, sino en la propia realidad
americana, pero no en la América pretérita y sepulcral,
sino en la Nueva América de hoy.
La generación de la Independencia abrió el camino
para esta faena decisiva, aunque sus objetivos
inmediatos –como mera inducción histórica, pero no
como impulsos creativos- fueron realmente los que
suelen mencionar los historiadores. De ella debe
decirse, con sentido más trascendente, que fue la
anunciadora, la precursora de una América que,
enajenada, evadida de su propio destino, emprendió, al
fin, la trayectoria propia que ha de conducirla
victoriosa al reencuentro pleno de sí misma.
Creemos que solo bajo esta nueva luz se
comprende con claridad cabal las multiformes
consecuencias, las resonancias a lejana distancia
histórica y las implicaciones vivientes y más fértiles de
la gesta libertadora. Llegada la hora del destino todo el
Continente, de norte a sur, incluyendo también Estados
Unidos, se estremece como sacudido por una potente
fuerza anímica que coordina en totalidad su voluntad,
su capacidad energética de lucha. Esa portentosa
uniformidad en el impulso operante de una generación,
esa radical y abnegada consagración de todos sus
gestores, no pudo tener sino su raíz en los estratos más

21
soterrados, fundamentales y recónditos de la vida
continental en lo que tenía de específica y genuina con
respecto a los otros pueblos. Sin esta maduración
espiritual previa no habrían tenido ninguna
repercusión ni las ideas de los enciclopedistas, ni la
Revolución Francesa, ni ninguna otra causa que suele
señalarse como determinante de nuestra revolución.
América tenía su propia realidad y su propia historia.
Así se explica, también, la grandeza suprema y heroica
de las personalidades que dirigieron y organizaron la
acción histórica de nuestros pueblos en ese momento.
Hombres de tal envergadura espiritual y moral no han
vuelto a producirse semejantes en la vida americana
posterior. Detrás de un bolívar y de un San Martín,
cuya grandeza y formato humanos compiten con las
más excelsas personalidades de los otros pueblos, hay
con evidencia una realidad que los genera y de la cual
ellos son su más alta y nítida expresión. No pueden
jamás surgir del acaso y menos de una realidad
artificial que suele verse como simple reflejo o
contagio de otras realidades ajenas. Con la revolución
de la Independencia, a pesar de no haberse cuajado en
sus más profundas y significativas consecuencias,
América da el paso inicial para encontrarse a sí misma
en toda su poderosa y ulterior gravitación histórica y
humana.
Con mucha razón, dice el escritor Antonio García
en su artículo “Nuestro General Bolívar” 25 : “No debe
olvidarse que América tiene su propia tradición
revolucionaria: antes de la Revolución Francesa de
1789 y antes del conocimiento teórico de los Derechos

25 Cuadernos americanos de México No. 4 , 1955 (Nota del autor)

22
del Hombre y del Ciudadano, los comuneros afirmaron
revolucionariamente la soberanía popular en 1781. En
las guerras de la Independencia culmina la onda
insurreccional que sacude a la América Española del
siglo XVIII y en Simón Bolívar remata el ciclo de los
grandes caudillos anticolonialistas, iniciado con José
Antonio Galán –el verdadero Precursor- y continuado
con Miranda, el general girondino que sirve de puente
entre las viejas y nuevas generaciones revolucionarias,
entre el estilo europeo y el estilo americano de la
revolución”. Pocas veces se han escrito palabras como
éstas, que tengan un tan cabal sentido de lo que
realmente significó la revolución de la Independencia
americana.

IV

DESUBICACIÓN “INTRAHISTÓRICA” DE LAS


DEMOCRACIAS26

El lema de Lincoln: gobierno del pueblo, por el pueblo y


para el pueblo es, hasta ahora, por su genial
simplicidad y concisión, la frase que mejor sintetiza y
define a la democracia. Ninguna teoría de derecho
político, ninguna disquisición compleja y sutil, ninguna
sabia trabazón de conceptos jurídicos o filosóficos, nos
dan con mayor transparencia y precisión todas sus
posibles implicaciones y desarrollos. No es una
casualidad que la frase haya sido acuñada en América –
y por un americano- porque el sistema democrático, tal
como se concibe y se intenta practicar en el mundo
26Los conceptos y el texto de esta parte los publicamos en la revista Política No. 5
de Caracas en 1960. (Nota del autor)

23
contemporáneo, surgió de la intrahistoria del Nuevo
mundo cuando se produjo –y se afirmó después- la
independencia de Estados Unidos de Norteamérica.
Empero, cada pueblo posee su particular
intrahistoria que es diferente a la de otros. La
aplicación del concepto intrahistórico a la visión de la
historia latinoamericana la hicimos, por vez primera en
el Continente, en el año 1956, en un artículo que
publicamos en París.
La democracia debe surgir desde los senos más
profundos, desde la realidad interna de los pueblos
latinoamericanos; de sus condiciones y circunstancias
peculiares: económicas, sociales, políticas, culturales e
históricas, si pretende asumir un carácter de
permanente y orgánica estabilidad. Cualquier teoría
política, destinada a canalizar el pensamiento y la
acción inmediata de las masas para organizar el Estado
y el gobierno, debe brotar del pueblo mismo, es decir,
de la intrahistoria, ese caudal interior, subterráneo e
invisible que va expresando y troquelando, a la vez, el
espíritu y las realidades más privativas de las naciones,
en mucha mayor medida y con más intensidad, en
aquellas que acaban de nacer a la vida histórica y que
comienzan a modelar sus expresiones institucionales.
Todos los intentos para organizar política y
culturalmente a nuestros pueblos nos vinieron
anteriormente de la periferia extraña, como simples
reflejos y remedos importados del Viejo mundo y, por
eso, todos fracasaron. Nos vino de la periferia extra
continental el liberalismo romántico y se produjeron
esos broncos27 caudillos personalistas que implantaron

27 Toscos, ásperos. En forma figurativa, se dice de la voz áspera y desagradable.

24
la anarquía desolada de las facciones sangrientas y
turbulentas en los primeros años de la Independencia.
Nos vino como norma mimética el positivismo europeo
y se instauraron esos tiranos ilustrados, como Porfirio
Díaz, que oprimió a México treinta años en nombre del
“progreso” y de las “luces”, o como el doctor Francia, en
Paraguay, que reeditó la dictadura paternal y
conventual de los jesuitas que también empapó en
sangre a su país con harta frecuencia. Estos sujetos
“providenciales”, “necesarios” e “ilustrados” son los
que han desgarrado a sus pueblos con más acerba
crueldad.
Empero, el hecho saltante y aleccionador se
produce con la Independencia política misma, que se
consuma, como ya lo dijimos, bajo la advocación y la
“influencia” de la Enciclopedia, pero que acaba
afirmando un cierto feudalismo de tan bajo jaez28 –que
no reedita, cabalmente, el feudalismo europeo en su
sentido anacrónico y positivo porque era imposible ya-
pero que reactualiza y prolonga en tierras americanas,
sus peores, más degenerados y aberrasivos 29 (sic)
aspectos. 30 Se consolida el predominio de las
oligarquías criollas que, en nombre de la democracia,
han cometido los crímenes más execrables. No
necesitamos aludir al hecho escandaloso que Juan
Vicente Gómez, en Venezuela, Sánchez Cerro, en el
Perú, el general Melgarejo en Bolivia, y todos los
tiranos y dictadores más recientes, irrumpen
directamente del desorden y de la anarquía que se

28 Calidad, carácter
29 “Aberrantes” es el adjetivo aceptado por la RAE.
30 “El feudalismo español se continúa en el caudillismo americano” nos dice

Sarmiento en Conflicto y armonía de las razas. (Nota del autor)

25
produjeron a raíz de la Independencia, como hijos
putativos de la Enciclopedia, cuyo espíritu se intentó
trasladar a este Continente.
América Latina era una tierra enajenada desde la
Conquista, una tierra huérfana de sí misma, que había
perdido su razón de ser y que se entregaba a los
mayores extravíos y a las demencias más insensatas.
América no se reconocía, no tenía conciencia clara de la
identidad de su propio ser como pueblo. La Conquista
la había traumatizado psíquicamente y de esta
distorsión anímica inconmensurable apenas está
comenzando a resurgir hacia la comprensión de su
verdadera historia. Pocos pueblos han sufrido
semejante catástrofe espiritual y pocos, también, han
sido sometidos al invasor en grado tan radical hasta
caer en el completo olvido de sí mismos.
Los pueblos latinoamericanos nos encontramos en
los preliminares de una democracia que debe
comenzar desde nuestra propia intrahistoria. Precisa
que comprendamos esta requisitoria con entera
claridad porque en ella reside la suerte de la
organización estable de nuestra libertad civil. Ya vimos
por qué se frustraron los intentos anteriores, unos tras
otros, durante un largo período que abraza muchas
décadas. El presente lapso –que a nuestro juicio es el
más tenso, próvido 31 y dramático de nuestra vida
republicana- está cargado de responsabilidades
históricas. Tal jornada se ha abierto con un hecho
capital y decisivo: el pueblo se ha instalado, como
fuerza propulsora y dinámica en la vida política de
estos países. Ya no será la vil carnaza32 electoral de
31 Se dice de algo que provee o da lo necesario o más de lo necesario.
32 En México y Chile, se utiliza el término para referirse a la carnada o cebo.

26
cualquier gregarismo improvisado, ni la paja
inflamable de una aventura caudillesca en cualquier
algarada33 de cuartel. Ya no será el títere irresponsable
de ninguna comparsa, ni correrá tras un aventurero
político audaz y personalista. El pueblo está de pie en
su rol histórico: traspasado, penetrado hasta su
entraña de la misión creadora que le toca cumplir. Esto
quiere decir que hemos ingresado a una nueva etapa
histórica. La victoria reciente de los regímenes
democráticos sobre las dictaduras no tiene otro
sentido. Esto significa que las medidas de antaño ya no
sirven para trazar el perfil exacto de hoy. Estamos ante
una coyuntura histórica en que va a ensayarse la
realización de una democracia intrahistórica. En
ninguna otra oportunidad es más apremiante que
formulemos nuestra propia teoría política que oriente
y canalice el pensamiento y la acción continentales
para eliminar, de una vez por todas, el error anterior
de calcar literalmente y querer trasladar ideas y teorías
extrañas, importadas de Europa y aplicables solo a
realidades, circunstancias, procesos cronológicos y
áreas geográficas en absoluto diferentes y hasta
antinómicas con las nuestras. Aprendamos a extraer la
lección que nos enseñan nuestros propios fracasos. Esa
es la enseñanza capital de la historia latinoamericana y
sería demencia soslayarla en la actual peripecia de
nuestra vida.
Hemos atravesado un largo período de
confusionismo. Necesitamos revalorar el contenido y el
significado de la palabra democracia. La juventud no ha
tenido otro ejemplo que la falsificación sistemática de

33 Véase la nota 1.

27
los contenidos fundamentales de aquellas palabras que
designaban nuestras realidades propias e inmediatas.
La democracia latinoamericana debe surgir -lo
repetimos- de nuestro genuino proceso histórico,
desde las fuerzas soterradas que están operando de
modo invisible hace cuatro siglos y debe asumir una
efigie inconfundible porque pertenece al ser espiritual
de la Nueva América. No hay ningún otro camino que
pueda conducirnos hacia ella con seguridad. El escritor
colombiano Germán Arciniegas34 ha visto este hecho
con gran claridad en su artículo “América, obra del
pueblo”: “Hay que acercarse al hombre de la calle, a la
criatura vulgar que forma parte de la caudalosa
muchedumbre de las ciudades o al campesino que se
pierde en la pampa o la montaña, para convencerse de
que sus preocupaciones son enteramente distintas de
las de quienes hacen la política. Y, sin embargo, usted y
yo –mi querido y anónimo lector-, el hombre de la calle
y el hombre del campo, somos la nación. Quizás, de
pronto, el gobernante y su pueblo se identifiquen de tal
suerte que sean como dos espejos enfrentados. Esto
será un milagro… Para que la historia fuera una
pintura fiel de los que han sido la vida, costumbres,
ilusiones, fracasos y triunfos de los argentinos, de los
mexicanos, de los colombianos, de los peruanos,
tendrían que sumergirse en el mundo vulgar que

34 Germán Arciniegas (Bogotá, 1900-1999). Ensayista, historiador, diplomático y


político colombiano. De arraigado espíritu americanista, rindió homenaje a los
libertadores de América hispana: Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y
José Martí. Entre sus obras destacan las siguientes: América tierra firme (1937),
Ese pueblo de América (1945), América mágica (1959-1961; en dos volúmenes), El
continente de los siete colores. Historia de la cultura en América Latina (1965),
América en Europa (1975) y Bolívar y la revolución (1984).

28
nosotros vivimos, echar a rodar por las calles, treparse
a los tranvías, democratizarse”.
Y un poco más allá, en el mismo artículo, añade:
“Cuando la historia se mira desde abajo, y se
humaniza, el mundo que se ve más ancho y se hace más
comprensible que desde el alocado mirador de las
biografías, lo que pierde en colores lo gana en emoción
humana. Es claro que un rey de terciopelo, o un
pequeño acorazado como era el caballero de armadura
reluciente, o un general de plumas, son más
decorativos que una muchedumbre. Cuando la colonia
americana se mira a través de las galerías de virreyes
parece como si se hubiera superpuesto una sota de
bastos, de aquellas pintorescas sotas de los naipes
españoles, al formidable caos en donde se elaboraba la
sustancia futura de América”. Luego dice: “Como es
obvio, el intelectual deslumbrado y amigo de la épica,
no toma del puchero del mundo sino la rubia espuma, y
deja para otros o para nadie la substancia que hierve
en el fondo de la caldera. De esta suerte la historia que
él describe no ha sido una pintura cabal de la realidad
humana. Muchas veces ha preferido, en la vida de las
naciones, lo caricaturesco, a lo sencillo y corriente.
Nada ha deformado tanto la visión del mundo como esa
rama de las ciencias morales que justamente tiene por
objeto estudiarlo y descubrirlo, y que hace alarde de
búsquedas eruditas y de escrupulosa prolijidad. Por
eso, no estaría mal invertir los términos de esta
costumbre en la manera de escribir sobre los hechos
pasados, y hacer una historia de América vista desde
abajo”.35

35 Cuadernos Americanos de julio y agosto de 1945. (Nota del autor)

29
La democracia es el sistema adecuado, natural, de
organización política que emerge del proceso histórico
contemporáneo. Todos los pueblos modernos, aun
aquellos que han superado recientemente o están
intentando superar su etapa colonial en Asia y África, la
están buscando desde su peculiar vertiente histórica y
geográfica. La misma Rusia Soviética, que niega hoy en
la práctica la libertad y que está sumergida en un
despotismo, cuyo principal instrumento de gobierno
interno es el terror sistematizado hasta un grado
pavoroso de exacerbación, preconiza la dictadura del
proletariado solo como una herramienta necesaria y
temporal para suprimir las clases económicas y
alcanzar, en una etapa posterior, como meta ideal, la
democracia pura.
La democracia no es una abstracción teórica o una
temática conceptual que pueda servir, de una vez para
siempre, como patrón estereotipado. La democracia es
ahora sinónima de justicia social y económica, pero
cada sociedad debe buscarla desde su particular
característica y genuina realidad histórica, variables
siempre; vale decir, desde su intrahistoria que la ha
conformado; desde su interior realidad espiritual que
la plasma con persistente constancia. Bolívar que
comprendió diáfanamente esta verdad y que su más
vivo anhelo fue organizar el sistema democrático en
estos países, en una carta al general O´Leary, escribió
las siguientes palabras: “Yo pienso que mejor sería
adoptar el Corán que el gobierno de los Estados
Unidos, sin considerar la diferencia de elementos, de
hombres y de cosas…”. Nuestra composición es muy
diferente a la de aquella nación, cuya existencia puede
contarse entre las maravillas que, de siglo en siglo,

30
produce la política”. Toda democracia es una
estructura legal en marcha permanente. Una dinámica
impulsión hacia delante que va captando, en su red
jurídica, la realidad social, económica y espiritual de la
nación. Esta realidad no es, tampoco, un hecho inmóvil
y estático, sino, una cambiante y constante
transformación. Cuando este flujo recíproco y
saludable no se produce, cuando quedan obturados los
canales normativos por ausencia de esta irrigación, se
produce entonces una alteración perjudicial en el
desenvolvimiento de un país. Cuando la leyes no
traducen la esencia íntima de los acontecimientos, se
origina una dislocación de repercusiones negativas en
la vida del Estado.
Esta desarticulación o quebradura suele
presentarse, casi siempre, de dos maneras. La primera,
cuando el aparato jurídico vigente queda retrasado y
no acierta a recoger la actualidad económica, social y
política. La segunda, cuando las leyes se desconectan
de la realidad y, desde un gabinete, se pretende dictar
una estructura legal, teóricamente perfecta, pero que
no responde a ningún estado auténtico de la realidad
nacional. En la primera, se peca por defecto y se
presenta en organizaciones estatales retardadas que se
niegan a comprender el espíritu de su época. En la
segunda, se peca por exceso y suele darse en aquella
etapas en que impera un cierto utopismo desarticulado
que ha perdido su conexión con la realidad porque
tampoco ha logrado comprenderla con acierto. Ambos
extremos son funestos. Entender la realidad, en su
esencia y semblante justos y genuinos, es la función del
gobierno, del legislador y del político. Todo régimen
gubernamental y todo dirigente político deben

31
comprender la íntima entraña de esta realidad que los
circunda. Esta es la única razón de su presencia.
La experiencia de un pueblo no sirve del todo,
literalmente, para los otros. En puridad, la democracia
no se puede importar o trasladar, de contrabando, cual
una mercancía, de un pueblo a otro. Este fue el ingenuo
y craso error de nuestros padres y los países
latinoamericanos han pagado un precio excesivo para
similar esta enseñanza vital. Se creyó que imitando o
calcando Constituciones ajenas podrían solucionarse
sus problemas institucionales, sociales o jurídicos. El
resultado fue que no pudimos encajar nuestras
realidades en las estructuras legales imitadas; que
tuvimos leyes constitucionales “perfectas”, pero, que
solo fueron magníficas y bellas hipótesis escritas que
no tuvieron jamás vigencia positiva y cabal dentro de
nuestras realidades nacionales. Así hemos vivido
siempre sumergidos en el desorden, en la anarquía, en
la violencia arbitraria que llegaron, por momentos, a
parecernos insuperables porque nos parecieron
caracteres propios de nuestra idiosincrasia colectiva.
Muchos de nuestros pensadores de principios de este
siglo así lo creyeron y hay aún algunos hoy que
participan de esta creencia. Tocqueville mismo, si sabe
leer en las interlíneas de su famosos libro La
democracia en América se inclina a la corrobación de
semejante criterio negativo.
Afirmar, como se ha hecho tantas veces, que
pueblos nuevos que surgen a la vida histórica en época
reciente, como los nuestros, no pueden incorporarse a
la vida democrática, sino, después de acostumbrarse a
ella, tras dictaduras que ejerzan un previo tutelaje
ilustrado paternal y despótico, nos parece un

32
fundamental contrasentido o un pavoroso dislate
histórico. El ejercicio de la democracia no es cuestión
de costumbre o hábito adquirido a través de un
proceso “educativo”, controlado por dictadores
magnánimos. Este es un grueso error que ha circulado
como lugar común congelado en la mentalidad
latinoamericana desde hace un poco más de un siglo.
Producto de un automatismo rutinario que nos impide
pensar nuestras realidades con visón directa. Es la
pereza mental comentar que nos mueve a aceptar
opiniones sin el debido discernimiento. La democracia
es el resultado de una necesidad histórica de libertad, o
mejor, brota de una realidad orgánica intrahistórica del
pueblo que comienza a marchar por sí sola, como el
pececillo recién nacido que se echa a nadar en el agua
por sus propias fuerzas vitales o como el polluelo que
picotea el grano para alimentarse desde los primeros
instantes de su existencia. Podrá la democracia de un
pueblo determinado no realizarse integralmente desde
su primer día de existencia porque está inmadura, -
porque no puede improvisarse un proceso, de un
momento a otro-. Podrán presentarse graves
dificultades en su ejercicio inicial y hasta convulsiones
perturbadoras, pero, desde el primer instante,
comenzará a desenvolverse en el sentido concreto,
característico y peculiar que surge de su necesidad
histórica. ¿Cómo podría empezar un pueblo a educarse
para la democracia si carece de la espontaneidad
necesaria y de libre iniciativa en su desenvolvimiento
para ensayar sus experiencias iniciales para crecer, en
la libertad, y si está sumergido y cohibido en un
ambiente de opresión paternal y despótica? ¿Cómo
podría desembarazarse de esta suerte de estanco

33
escolar, congelado y siniestro, con la suficiente
experiencia para ejercitar la democracia en un
ambiente de libertad colectiva que nunca lo tuvo? ¿Se
ha producido alguna vez en la historia alguna dictadura
que sea capaz de declarar que el pueblo al cual explote
y oprime, -por derivación espontánea de la misma
autoridad ejercida sin control,- esté ya preparado para
la democracia, tras un período, más o menos largo, de
“aprendizaje”?
No hay que olvidar, por otra parte, que el error o
la frustración temporal dentro de una experiencia
cualquiera asume una invalorable eficacia educativa en
los hombres y en los pueblos. Nunca hemos oído mayor
inepcia que, para negar el ejercicio de la democracia, se
diga que el pueblo no está preparado todavía para
ejercitarla. Este es un pretexto o argumento de tiranos
y de mercaderes sin escrúpulo, acostumbrados a lograr
espléndidos beneficios personales en un ambiente de
fuerza, de privilegio y a trueque de la opresión y del
sufrimiento de su pueblo.
Las conclusiones que surgen con nitidez de lo que
acabamos de exponer, en rápido esbozo, podemos
sintetizarlas de esta manera:
1ro.- La realidad intrahistórica fundamental en
América Latina es que nuestros pueblos constituyen
como conciencia una compacta unidad continental, que
son, en realidad, un pueblo-continente, que debe
alcanzar a través de sucesivas ampliaciones y
coordinaciones, una poderosa unificación política,
jurídica, económica, social y cultural, organizándose en
un Estado-Continente. Este sería, a la vez, resultado de

34
una compulsión 36 dialéctica de la historia mundial
contemporánea que se manifiesta en la formación de
fuertes bloques de pueblos o áreas geográficas que
articulan grandes Estados-Mundiales, como ha ocurrido
con Estados Unidos, Rusia Soviética, la China, la India y
está ocurriendo con Europa misma, a través de los
mercados comunes que la están apremiando a superar
sus anteriores limitaciones nacionalistas.
2do.- La democracia en América Latina debe
realizarse en vista de una unidad política y jurídica
posterior, como telón básico de fondo, y que esta
democracia debe emerger de las peculiares
condiciones económicas, políticas, sociales y culturales,
como ya hemos indicado, de la realidad
latinoamericana, que no se parece a la realidad del
Viejo Mundo, ni a ninguna otra.
3ro.- Latinoamérica tiene en su pasado pre-
colonial la realización de una justicia social
comunitaria en la admirable organización del Estado
Incaico, en que se suprimió el hambre y la pobreza en
su población, y se proveyó de vestido, habitación y
alimento a todos su habitantes por medio de una
maravillosa y sabio organización productiva y
distributiva para su tiempo, de bienes y servicios, no
alcanzada antes, por las antiguas grandes culturas, ni
después por los poderosos Estados modernos con sus
adelantos científicos y con todos sus inmensos
recursos técnicos. Esta experiencia, un tanto lejana,
podemos y debemos aprovecharla, de alguna manera,
retrotrayéndola a nuestro tiempo y a nuestra actual

36 Impulso o deseo intenso o vehemente de hacer una cosa.

35
circunstancia continental, porque está dentro de la
tradición intrahistórica genuina de nuestros pueblos.
4to.- La experiencia latinoamericana nos indica
con evidencia que todo intento de organizar
políticamente a nuestros pueblos desde fuera,
aplicando teorías e ideas extrañas, importadas de otras
realidades, que fueron resultado de procesos históricos
y culturales diferentes y en áreas geográficas distintas,
han fracasado, siempre que se quiso implantarlas o
limitarlas.
5to.- Nuestra democracia debe resultar de la
realidad intrahistórica latinoamericana para ser
vigorosa y genuina. La reciente experiencia de los
partidos democráticos que han derrotado a las
dictaduras y ha establecido los poderes públicos con el
sufragio popular libre es lo suficientemente
esclarecedora a este respecto.
6to.- La aplicación del socialismo y del
comunismo, conforme a las teorías y experiencias
europeas, sería tan desastrosa, como lo fueron la de
otras teorías, que se intentó imitar o aplicar en el
pasado, provenientes del romanticismo, del
positivismo, del liberalismo o de la Enciclopedia, que
nos sumieron en la confusión, en la anarquía, en la
arbitrariedad, en el personalismo despótico de las
dictaduras.
La Nueva América ha surgido de su pasado con un
nuevo ser histórico que nosotros los latinoamericanos
tenemos la obligación, el insoslayable apremio de
esclarecer conforme a nuestras propias experiencias.
Tuvimos muchos errores –el mayor fue el de
desconocernos y olvidarnos de nosotros mismos por la
fascinación que ejerció la Vieja Europa-, pero debemos

36
volver sobre nuestras genuinas realidades y, desde
ellas, construir nuestra peculiar estructura
democrática, que debe canalizar la vida actual y el
futuro destino histórico y cultural de los pueblos
latinoamericanos.

37
CAPÍTULO II

TEORÍA DEL “ESPECTRO” O DE LA CONSTELACIÓN


HORIZONTAL ANTROPOLÓGICA

LA CITA DE LAS PROGENIES

En otras ocasiones hemos tocado este tema de soslayo,


en cuanto sirviera para aclarar o completar otros
temas, pero importa, sin embargo, un significado
trascendental porque deposita en nuestras manos la
clave para comprender la actividad metabólica del
Continente y, en consecuencia, el proceso íntegro de su
reconstitución étnica, biológica y psíquica en un todo
unitario, congruente, orgánico. De este modo se nos
revela, con transparencia evidente, la función
específica que desempeña cada zona de contacto en la
composición prismática del “espectro americano” o,
más bien, latinoamericano. Delimitamos, entonces, tres
zonas fundamentales y primarias que, como ocurre en
casos parecidos, casi nunca se dan absolutamente
puras y perfiladas, sino entremezcladas, confundidas,
infiltradas unas en otras mediante tabiques de
penumbra, y que sólo pueden distinguirse, las más de
las veces, por su coloración predominante. En puridad
de verdad, se trata más bien de recortes abstractos y
metodológicos que nos guían en el camino heurístico37

37 La heurística es el arte de inventar.

38
de la investigación. Al reconstituir la realidad viva
debemos, pues, tener en cuenta este hecho, sino
queremos tener una impresión cadavérica o anatómica
y extraviarnos en el dédalo 38 de los puros
esquematismos intelectivos. Ya [Henri] Bergson nos
apercibió39 contra este error que suele confundir el
método científico, el camino que sigue el investigador,
con la ciencia misma y que, en muchos casos, pretende
reemplazar a la intuición primordial y viva de una
verdad o conjunto de verdades fundamentales. Iremos,
pues, examinando cada una de estas zonas en el orden
somero con que las hemos enunciado antes.
Esta yuxtaposición o entrecruzamiento de
cualidades psicológicas distintas da a todo el
Continente en general y, a cada individuo en
particular, ese carácter paradójico y, muchas veces,
incongruente y desarticulado que caracteriza tanto a
las almas latinoamericanas. Se da el caso frecuente de
que en un mismo hombre, no obstante de predominar
en él tal o cual zona espectral, está sumergido, sin
embargo, por alguna de sus raíces en las otras
coloraciones. Aun en los hombres, en los cuales se
evidencia un temple enérgico, unitario y orgánico,
existe ese abigarramiento, desconcertante, sobre todo,
para el extranjero. No es posible construir un esquema
psicológico concluso con estas almas que se dispersan
en constelaciones diferentes y contradictorias. En
verdad, tampoco, en ningún hombre, cualquiera que
sea la raza o el pueblo a que pertenezca, se puede
construir una trabazón psicológica que constituya, por

38 Figurativamente, “dédalo” hace referencia al laberinto, es decir, al sitio donde


uno puede perderse y es difícil encontrar la salida.
39 De “apercibir” que quiere decir prevenir, prepara lo necesario para alguna cosa.

39
sí misma, un círculo cerrado porque siempre habrá de
escaparse, por alguna de sus aristas, a las
abstracciones científicas; pero, en el latinoamericano la
discordancia interior suele alcanzar un carácter agudo
y desconcertante. Esta diversidad de entonaciones
anímicas se hace ya, por otra parte, ostensible a
primera vista en el fondo psíquico de los pueblos
latinoamericanos y ha sido observada por casi todos
los viajeros que se pusieron en contacto con nosotros.
Reviven en nuestras tierras y en nuestra época: el
aventurero, el gerifalte 40 de la Conquista, jugador,
codicioso, acometivo41 y cruel; el cortesano español del
siglo XVI, gran señor castellano, que llevaba su honor
en la punta de la lanza; el don Juan de las comedias de
capa y espada, conquistador y raptador de doncellas; el
torero, el inquisidor, el pícaro, el covachuelista42, el
cacique, el caballero romántico de 1830, el
comerciante y el avaro judío, el típico místico español,
la euforia selvática y filarmónica del africano, su
voluptuosidad melancólica y triste, y su lujuria
desgarrada; el espíritu arcaico, contemplativo y el
éxtasis iluminante y místico del Asia y, sobre todo, esas
almas broncíneas, terrosas y plásticas, almas minerales,
como hechas en la roca a tajos rectilíneos, almas de
indio que se han infundido ahora dentro de la piel
canela del mestizo o de la epidermis blanca del criollo
de ascendencia europea. Hay que darse cuenta de lo

40 En España, este vocablo alude a la persona que sobresale en alguna actividad,


especialmente si ocupa un cargo de poder o autoridad.
41 Se dice de la persona con inclinación a atacar o a enfrentar dificultades. Sin.

Osado, atrevido.
42 Así se llamaba de manera familiar al oficial de una covachuela, que era el nombre

usado para designar antiguamente a las secretarias del despacho universal,


situadas en las bóvedas del Real Palacio en Madrid.

40
que habrá de ser este abigarramiento, no ya en núcleos
o segmentos separados de la población, sino en las
almas individuales, en cuya subconciencia se vierten,
cual hilillos que se cruzan, entrecruzan, se penetran, se
enhebran, se entraban en nudos expansivos, discordes,
pugnativos43.
Si a esta mezcla ya de por sí explosiva, se añaden
las fuerzas telúricas del Continente: fuerzas
atmosféricas, climáticas, eléctricas, térmicas,
magnéticas, las fuerzas presionantes y compulsivas del
paisaje, de los productos alimenticios del suelo y del
género de alimentación, nos explicaremos entonces esa
tremenda tensión psíquica y espiritual, de que
hablamos ya en otra parte, que se origina en el
Continente y sin la cual sería imposible la creación de
un poderoso substrato biológico, psíquico y ético,
capaz de contener una nueva, inédita y superada
pulsación del espíritu humano. Es ley que el poder
creador solo surja de estas distensiones excesivas que
son, fatalmente, distorsión violenta y catastrófica para
un determinado orden de cosas, pero que en la esfera
de la continuidad vital y espiritual, constituyen
potentes energías de construcción y de superación. La
cuerda de un instrumento musical no responde a los
acordes de una melodía, mientras no alcanza un
determinado temple, mientras su atirantamiento 44
preciso no la virtualice para vibrar dentro de una
tonalidad presupuesta. Más aguda o más amplia, pero
es fuerza que entone con el cuerpo total de la expresión
sonora. Así fue cómo, en el terreno puro de las formas

43 Del verbo latino “pugnare” que significa luchar, combatir, pelear. Por eso, en su
forma adjetiva, el término podría entenderse como luchador, guerrero, batallador.
44 Del verbo español “atirantar” que significa poner tirante alguna cosa.

41
biológicas, las catástrofes de las remotas edades de la
geología, enterraron en inmensos hacinamientos
sepulcrales las gigantescas formas de las faunas y de
las floras, poderosas y bellas, en verdad, pero ya
rígidas y endurecidas para seguir soportando la nueva
tensión vital de la Tierra. Usando la antigua imagen de
los filósofos hindúes, se diría que el espíritu, Purusha,
ese niño desvalido, indefenso y débil por sí mismo, se
hace poderoso al montar sobre la materia, Prakriti, y
hacerla cabalgar, con ímpetu prodigioso, hacia la
incesante e ilimitada expresión de sí mismo.
Hechas estas reflexiones, entraremos a examinar
separadamente cada una de las zonas a que hemos
hecho referencia, verdaderos núcleos de composición
dinámica en el vasto marco del Continente.

II

LA ZONA DE LA DEFLAGRACIÓN45 O DEL CHOQUE

Empleando una imagen meteórica diremos que


esta es la zona diluvial, donde han ido depositándose y
se depositan aún, los materiales de acarreo con la
irrupción violenta de la Conquista o de la invasión
europea y con la sedimentación más lenta y
atemperada de las emigraciones. Mas, es preciso tener
en cuenta, para que el símil no nos extravíe, que este
meteoro continental se realice sobre el fondo compacto
de las progenies indígenas, tan rígidas ya, como las

45 Combustión rápida con llama y sin explosión.

42
invasoras, para servir de vehículo de expresión a la
nueva vida del Continente.
Estos diversos estratos étnicos y, por consiguiente,
psíquicos, éticos, mentales y biológicos permanecen
extraños los unos a los otros, en círculos cerrados e
impermeables casi, sin la menor transferencia o
simpatía entre ellos. No existen apenas lazos definidos
que los unan, a no ser los puramente elementales o
fisiológicos, comunes a toda criatura humana. Ausencia
absoluta de un ethos46 o de un pathos47 que pudieran
establecer algún ligamen colectivo entre los diversos
núcleos. Cada uno de ellos trata de conservar el acento
espiritual y anímico de sus matrices originarias y vive,
con respecto a los otros grupos, en un permanente,
contumaz y excluyente aislamiento. No queremos
referirnos, naturalmente, a la existencia de
convenciones sociales que, en América Latina, son más
débiles que en los otros países, ni a prejuicios de razas
que casi no existen en nuestros pueblos. Nos referimos
a diferencias y barreras de naturaleza más profunda y
que, por un habitual fenómeno de compensación
subconsciente, como lo ha comprobado el psicoanálisis
en el individuo, se traducen al exterior, por la ausencia
de reglas y de compulsiones convencionales rígidas. En
América Latina conviven, en verdad, todas las razas,
pero esta convivencia no es sino aparente o, más bien,
una convivencia física, de primer plano, porque si en
los salones, en los hogares, en los teatros, en las

46 Palabra de origen griego (εθοσ) que señala una forma común de vida o de
comportamiento que adopta un grupo de individuos que pertenecen a una misma
sociedad, generalmente alude a un conjunto de creencias, costumbres y prácticas
compartidas por todos los miembros de una comunidad.
47 Proviene de la voz griega παθος que puede traducirse por afección, emoción,

pasión.

43
escuelas y en las calles se entremezclan el indio, el
blanco, el asiático y el africano, hay, sin embargo, entre
sus almas, hondos abismos. Abismos mucho más
profundos que entre el negro y entre el blanco en
Norteamérica, cuya infiltración psíquica es mucho más
efectiva de lo que se supone, a pesar de las cortapisas
sociales y de los Ku-kus-klanes. Ya es evidente que la
textura emocional del yanqui cada día se africaniza
más y que su música, por no hablar de su arte entero,
se hace negra en el fondo más entrañado de su
intimidad.
Empero, este aislamiento no solo se produce entre
los diversos grupos étnicos, sino también y, en una
medida más trágica, entre cada uno de ellos y las
fuerzas del nuevo ambiente: fuerzas espirituales,
telúricas, biológicas, cósmicas del Continente. En
verdad, cada progenie plantea un desafío al Nuevo
Mundo, que se traduce en un estado explosivo y
deflagrante de violencia. Por eso hemos llamado a esta
zona, la zona del choque o de la fricción catastrófica.
Zona de guerra donde se realiza la batalla quizá más
terrible, ciclópea, incruenta y despiadada a que pueden
referirse los tiempos históricos del hombre. Para hallar
algo equivalente, pero, en mucho menor volumen y de
carácter menos radical, habría que transportarnos a la
época de la decadencia del Imperio Romano, donde en
los suburbios de la Ciudad Eterna se mezclaban, en un
contubernio48 que ahora es difícil de imaginar, el escita,
el tracio, el frigio, el cartaginés, el fenicio, el egipcio, el
griego de Atenas, el celta, el ibero, el hulano y el
vándalo, todo el abigarrado complejo étnico de la
Es un término que sirve para referirse a ciertas relaciones humanas que
48

manifiestan, generalmente, un carácter problemático o conflictivo.

44
antigüedad y del cual surgió, como una decantación
humana, el mundo de Occidente.
Si hubiéramos de asignar una coloración a esta
zona, escogeríamos el color rojo, el colorido de la
militancia combativa, que es la afirmación
conpungente49 de cada uno de los elementos de la
fricción. Quién habrá de salir triunfante de esta pugna
ya lo estamos viendo a lo largo de cuatro siglos de
historia, cuyo dramatismo es uno de los más agudos en
que haya sido acto el hombre. El erguimiento negativo
de cada uno de los grupos étnicos frente a las fuerzas
plasmadoras de su contorno y de su dintorno 50
ambientales tuvo que determinar su esterilización
vital. Ocurre un poco como con la impermeabilidad del
discípulo indócil o del niño díscolo ante la presión
modeladora del maestro o del padre. Ya se ha dicho –y
ésta es una observación profunda- que el inmigrante
traslada su cuerpo físico a las nuevas tierras, pero no
su alma, que queda prendida por un cordón umbilical,
a la placenta materna. Necesitaríamos un grado tal de
individuación y diferenciación psíquica general, que
acaso no se ha producido en ninguna raza humana
para que el emigrante se asimile, desde el primer
momento, con relativo éxito, las nuevas condiciones e
incluso para que inserte e imponga su propio
psiquismo. Sin embargo, algo parecido ha ocurrido con
la raza negra en Estados Unidos frente al emigrante
blanco, como ya lo observamos antes.

49 Del latín conpungens, participio presente del verbo conpungo o compungo que
significa, en español, punzar, herir, ofender. Referida a una afirmación, se
entendería como ofensiva, hiriente.
50 En pintura, el dintorno se refiere al contorno de una figura.

45
La inadaptación de los núcleos inmigrantes se
traduce, ciertamente, en su aislamiento excluyente y
beligerante, pero en el indio es resistencia pasiva a las
nuevas condiciones, supervivencia, más bien, de las
viejas modalidades de su existencia dentro de la
ecuación vital nueva. Y se comprende este hecho,
porque mientras en las otras progenies los cordones
umbilicales están desplazados en el espacio, en
territorios distintos, el corazón umbilical psíquico del
indio permanece en el mismo territorio, pero ubicado
en distintas épocas desplazado en el tiempo. Esto nos
explica haciendo pendant51 con el negro en el norte que
el indio de Latinoamérica haya impreso de modo tan
determinante su intimidad emocional en las
poblaciones del sur. En este sentido es un hecho
evidente que en la población de piel blanca de nuestros
pueblos haya más almas indias de lo que se supone y
que se denuncian ostensiblemente en los semblantes,
ya que las realidades interiores condicionan y
determinan, mucho más que las energías físicas, los
rasgos fisionómicos externos. El araucano reviven en el
chileno, el patagón en el argentino, el quechua o el
aymara en el peruano, ecuatoriano y bolivianos
blancos.
La falta de plasticidad y flexibilidad de los
grupos étnicos que caracterizan esta zona los condena ,
de modo irremisible, a la muerte como estructuras
colectivas, separadas y orgánicas. Afirmación del
inmigrante o invasor de prolongar o reproducir sus
patrias originarias en la nueva tierra y afirmación del
Continente de crear una nueva ecuación vital. Negativa

51 Vocablo francés que se traduce al castellano como “pendiente” o “colgante”.

46
del inmigrante a adaptarse a las nuevas condiciones y
renunciar a su personalidad y a su pasado; y negativa
del Continente a constituir un permanente mosaico de
exotismos, a renunciar al porvenir y a su propio
destino. Con respecto al indio, la pugna se produce
entre su afirmación de continuar siendo lo que fue,
afirmación sepulcral de un estatismo milenario y
rígido, y su negativa de incorporarse al devenir y tomar
su puesto, junto con las otras progenies, en la vasta
creación nueva.
Estos hechos nos aclaran la fisonomía
especial y privativa del problema del porvenir en
América, que no puede insertarse, mutatis mutandis52,
en el problema general del mundo y, mucho menos
aún, en el problema general del porvenir en Europa.
Nosotros los americanos partimos de otros supuestos
vitales, de otras bases y de otras realidades históricas.
Por eso hemos dicho, en alguna parte, que el problema
de la transformación latinoamericana tiene un carácter
mucho más radical que los verbalismos extremistas de
ciertos sectores políticos, puesto que se trata de hacer
surgir un nuevo mundo, un nuevo hombre, una nueva
cultura orgánica, desde el abigarramiento de distintos
mundos, de distintos hombres y desde distintas
entonaciones culturales. Problema mucho más arduo y
radical que en cualquier otra parte del planeta.
Dicho esto, finalicemos este capítulo expresando
que los elementos que constituyen esta zona están
absolutamente desarticulados o dis-locados de la
matriz placentaria de América. En ella no se

52Locución latina que significa literalmente “cambiado lo que ha de cambiarse” y


que puede interpretarse en español como “haciendo los cambios (que sean)
necesarios”. Por ej.: Revisar un proyecto de ley, mutatis mutandis.

47
comprende, ni se siente, ninguno de los problemas
vitales del Continente, ninguno de sus problemas en
actual y dinámica vigencia histórica. Estos elementos
son la broza53 del Continente, la escoria átona y muerta
del pasado, la resistencia tórpida54 e impermeable a
todas las nuevas y vigorosas corrientes de renovación
y de creación política, estética, social; a todo el nuevo
pensamiento que brota de las cuatro aristas cardinales
de nuestros pueblos. Grupos que vegetan como plantas
de invernadero, dentro de una atmósfera artificial,
desprendidos de la vitalidad fluyente de la nueva
tierra. Es la zona constituida por los snobs55 de todo
género y que se encuentran en abundancia entre los
artistas, escritores, políticos, militares, literatos y
profesionales, en la alta sociedad criolla de buen tono,
entre el charlatanismo seudo-europeo, que remeda los
gestos de París, de Londres o de Roma. Es la
quincallería56 científica, política, literaria y social que
ha tomado por asalto la prensa sensacionalista y
mercantil del Continente, como ya lo dimos en ocasión
anterior.
De estas reflexiones se desprende una enseñanza
práctica, cuyo esquema lo hemos enunciado ya:
Occidentalización del indio, no como gesticulación o
remedo grotescos de Europa, sino conjugando sus
valores propios, vitales y originales con los valores
vitales de la cultura europea; indianización o
americanización de la cultura inmigrante, no como

53 Desecho de cualquier cosa


54 Que reacciona con torpor, es decir, con entorpecimiento profundo.
55 Expresión inglesa con la que se designa a las personas que profesan una

admiración tonta por todas las cosas que están de moda.


56 Fábrica o tienda donde se vende quincalla, es decir, un conjunto de objetos de

metal de escaso valor.

48
snobismo sepulcral, muerto y arqueológico, no como
pastiche de cromo sino como ligamen o contacto vital
con la matriz viva del Continente. De esta suerte, puede
y debe intervenir la inteligencia en cuanto puede
intervenir el hombre en los fenómenos cósmicos y
universales del alumbramiento de un mundo. En
México se ha intentando ya esta experiencia en lo que
respecta al indio con resultados satisfactorios. Pero,
ese no es sino un aspecto del problema. Faltaría el otro,
de tanta importancia como el primero, porque América
no será ya lo que fue sino lo que debe ser en el porvenir,
porque el Descubrimiento no es un hecho superfluo del
cual se puede prescindir. No en vano surcaron el
Atlántico las carabelas de Colón.

III

LA ZONA SEPULCRAL O RECESIVA

Constituyen esta zona los elementos étnicos más


permeables que los otros, que han cedido a una
recíproca influencia y a las influencias vitales del
ambiente telúrico, que opera en ellos, a la manera de
las aguas sobre las rocas con una acción erosiva, lenta,
poderosa y permanente. Se produce aquí una
infiltración mutua y total en los planos físico, psíquico,
ético y espiritual. Los tabiques raciales se han
permeabilizado lo suficientemente para realizar un
primer contacto y, acaso, tendríamos una idea bastante
cercana y precisa sobre el modus operandi de esta zona
si pensamos en el fenómeno conocido con el nombre
de diálisis, mediante el cual los líquidos se penetran

49
unos en otros atravesando las paredes que los separan,
deslizándose a través de los poros intersticiales de la
materia aislante.
En esta zona dialítica el material diluvial no se
conserva ya en estratos aislados, agrupaciones étnicas
cerradas, como en los estratos geológicos, en el que el
individuo mantiene su homogeneidad y organicidad
unitarias. En esta zona la infiltración es tan poderosa
que se produce la desintegración completa de los
grupos étnicos y la yuxtaposición de los diversos
estratos no constituye ya capas separadas entre sí.
Ahora, los diferentes estratos raciales se reproducen
en cada individuo y la fricción pugnaticia57, no es ya
externa, como antes, sino interna. El drama se ha
trasladado de la superficie o ámbito circundante al
individuo mismo, a su ser interior, a su estructura
íntima. El punto de convergencia, a la vez que se ha
estrechado en el espacio, ha ganado en intensidad
dramática. La fricción étnica se ha movilizado de la
periferia grupal al centro mismo del individuo. Este
hecho nos explica la tremenda desarticulación
psicológica y el abigarramiento anímico que no es
posible encontrar en ninguna otra parte del planeta.
Hemos llamado a esta zona sepulcral o recesiva
porque es la zona del mestizaje plural, porque en ella
han entrado en receso todas las potencias orgánicas y
creadoras de los diversos componentes raciales, como
entran en receso temporal las fuerzas vitales de la
larva en la crisálida para renacer después en un nuevo
organismo, más congruente y mejor trabado para su
destino ulterior. De esta zona hemos dicho que “ofrecía
57Adjetivo castizo que proviene del participio latino pugnans, -antis que significa
combatiente, luchador.

50
el espectáculo más trágicamente disolvente y corrosivo
de la época contemporánea; zona átona y tórpida que
ha perdido por el momento toda facultad responsiva o
de reacción orgánica frente a las impulsiones del
espíritu creador. Etapa de transición inestable que
sirve de puente entre el pasado y el porvenir, de
cojinete amortiguador entre la irrupción violenta de las
formas extrañas o invasoras y las resistencias vitales
del Continente. Está representada esta zona por una
parte considerable de la vida americana que está en
camino, que no tiene aún vigencia creativa porque en
ella se han neutralizado todas las energías
concurrentes tornándose pasivas, latentes, larvarias”.
No creemos que exista otra tierra que pueda
equipararse al extraordinario e irresistible poder
absorbente y transformante58 de América. Ni la Grecia
ni la Roma antiguas, esas poderosísimas alquitaras59
del mundo de Occidente, ni la India ni la China
contemporáneas pueden ofrecernos algo semejante ni
en su volumen ni en sus proporciones ciclópeas. Ellas
constituyeron o constituyen fusiones parciales,
acrisolamientos de algunos segmentos humanos.
América es la fusión total, la absorción ecuménica, la
recapitulación de todo el trabajo aislado de las razas
humanas a lo largo de incontables milenios.
Ordinariamente, en la primera generación el hijo del
inmigrante ha perdido ya toda su entonación anímica
originaria y, desde luego, ha perdido también, el
substrato biológico, emocional y aun fisiológico,
necesario para conservar la textura cultural de su
procedencia. Lo revela el hecho de que los hijos de
58 Transformador. Cf. supra la nota 18.
59 Alambique, aparato para destilar

51
italianos, alemanes o chinos se sienten argentinos,
chilenos, peruanos, antes que europeos o asiáticos, y lo
sienten con acendrado 60 orgullo, no obstante la
indefensión o debilidad actual de sus respectivos
países porque tienen el presentimiento -vago en unos,
preciso en otros- de sus destinos superiores. Es muy
superficial interpretar negativamente, viendo solo su
lado grotesco, la jactancia peruana o la parada
argentina. Más que gestos afirmativos del individuo
son ademanes afirmativos de un mundo que adviene.
El mestizaje ha sido con frecuencia el camino de
todas las grandes remociones culturales y espirituales
de la humanidad. Si hay alguna enseñanza que brota de
la historia con particular claridad es precisamente ésta.
Siempre que una raza, un pueblo o una cultura agotó
sus posibilidades de ascenso y se tornó rígida e inapta
para una expresión ulterior, el mestizaje se produjo
como revitalización de su organismo cansado. La
historia de la tierra puede escribirse como la trama
ondulante y fluida de sus migraciones y, acaso, este
punto de vista, puede traernos el esclarecimiento de
muchos problemas capitales para el hombre que ahora
están envueltos en una densa oscuridad. Sabemos que
las migraciones, en sus grandes lineamientos, han
marchado unas veces de Occidente a Oriente, como la
gran emigración aria al Asia y, particularmente, a la
India, y otras; a la inversa, de Oriente a Occidente,
como ha ocurrido en América, sin olvidarnos, claro
está, de las emigraciones o entremezclamientos
parciales y segmentarios que se han consumado en
diversas áreas más limitadas, tanto en el Asia como en

60 Puro y sin ningún defecto

52
Europa. De la fecundación ariana en el Asia surgió la
gran sabiduría arcaica que vino de Oriente a Occidente,
a través de Egipto, de Siria, de Grecia y de Roma y de
que se cuajó en la gran cultura de Occidente. De la
fecundación migratoria de Europa en América, con
dirección contrapuesta a la anterior, como si se
cumpliera una función cíclica, ¿no surgirá la gran
sabiduría del porvenir, mucho más universal y
ecuménica que las anteriores, como ha sido más
universal y ecuménica cultura occidental, con respecto
a las culturas antiguas?
Siempre que se produjo la constitución de una
nueva y vigorosa unidad espiritual y cultural en el
mundo, sobre todo tratándose de las altas culturas
antiguas, de un modo o de otro, el mestizaje se produjo
también. La Antropología nos muestra ejemplos
numerosos sin darnos, ni intentar siquiera, una
explicación científica satisfactoria. Toynbee se refiere
al hecho de que las altas culturas de la antigüedad se
produjeron en aquellas zonas de entrecruzamiento
étnico, en que el mestizaje fue denso y múltiple,
alcanzando extensísimas áreas geográficas. El
historiador inglés que niega la influencia del factor
racial en la constitución de las grandes unidades
culturales, no nos da tampoco ninguna explicación de
fenómeno tan resaltante. Una unidad cultural es
concomitante, con frecuencia, de una unidad de sangre,
es decir, una unidad biológica nueva, que no se ha
producido y que no puede producirse sino por el
mestizaje y a través del mestizaje. La pureza de sangre
por el camino exhaustivo y eliminatorio de los nazistas
alemanes no puede conducir sino a una pureza
negativa, si es que se logra, a una unidad

53
desmedrada 61 , débil y hemofílica 62 , como nos lo
muestra con experiencia bien elocuente, la pureza de
sangre de las familias reales y de las antiguas
aristocracias. La sangre hemofílica no puede ser jamás
el cuerpo de expresión o, más bien, el vehículo de
realización de un espíritu nuevo, superior y vigoroso
sino la expresión carnal de una decadencia. La sangre,
químicamente pura, con esa pureza negativa de los
social nacionalistas es, como el agua, una sangre
impotable al espíritu, impermeable a la superación y a
la renovación perennes de la tierra y del hombre.
Vasconcelos63 tiene razón al esperar para América
la constitución de una raza cósmica para la expresión
de una cultura cósmica, también. Y lo espera, como es
justo, a través de la confluencia, a través del mestizaje
plural y total de todas las antiguas razas de la tierra
que, a su vez, fueron productos de otros mestizajes
anteriores. La pureza absoluta de sangre no ha existido
nunca y solo sería un mito anticientífico y necio, sino
fuera ya el mito de muchas empresas criminales. Sin el
mestizaje el hombre no habría salido de sus cavernas
paleolíticas; y la historia, en determinado aspecto, no
es sino la historia de todos los mestizajes de la tierra.
Hermann Keyserling64, que vio tan claro otras
realidades de América, es de una miopía absoluta al

61 Deteriorada, menoscabada
62 Que padece de hemofilia, es decir, del estado patológico caracterizado por la
excesiva fluidez de la sangre.
63 La raza cósmica (1925). Disponible en forma gratuita en el siguiente link:

http://www.beeupload.net/filed/7BOlcxqd/La+raza+cosmica+-
+Jose+Vasconcelos
64 Hermann Alexander Graf Keyserling (1880-1946). Filósofo alemán báltico, autor

de Diario de viaje de un filósofo (1925), obra en la que describe sus viajes por Asia,
América y Europa del Sur, y establece importantes comparaciones entre pueblos,
culturas y filosofías.

54
percibir esta realidad que es, sin embargo, la realidad
básica del Continente y sin la cual carecen de sentido
articulado todas las otras realidades que imprimen su
carácter privativo y genuino a la vida continental.
Aplica a nuestra constitución étnica el mismo criterio
de pedigree que aplicaría a la cría de sementales, no
obstante de afirmar, unas líneas antes, que en el
hombre la existencia de un espíritu individual,
autónomo y libre, varía radicalmente los términos de la
solución.
El mestizaje es la salida de las encrucijadas
culturales que determinan el encanijamiento y la
parálisis del hombre, es el camino de redención, por
excelencia, de las progenies agotadas y de los ciclos
culturales decadentes, que se tornan rígidos, que se
anquilosan65, que se osifican. No en vano el mundo de
hoy es un vasto y dinámico entremezclamiento de
todos los pueblos, una ebullición y confluencia de todas
las estirpes. Gracias al mestizaje, renovado una y otra
vez, como un sistema oxigenante de las sangres, algo
perjudicial y maligno, agotado y superfluo muere
irremediablemente; y algo salvador, benéfico y vital
amanece, también, para el futuro del mundo.

IV

LA ZONA VITAL Y ORGÁNICA

65Como verbo pronominal, anquilosarse significa quedar anticuada o desfasada


[una cosa o una persona] por no haber experimentado el desarrollo que cabría
esperar.

55

También podría gustarte